ACTUALIZACIONES
Bulimia nerviosa (Parte 2) Desde la etiología hasta la prevención
Dres. M. Fernanda Rava* y Tomás J. Silber*
* Children's National Medical Center, Washington D.C.
Correspondencia: Dra. Fernanda Rava. Aráoz 2885 7º B" (1425) Ciudad de Buenos Aires. frava@hotmail.com
Resumen
Se provee al pediatra una revisión de la bulimia nerviosa (Parte 2), enfocada en la medicina basada en la evidencia, alertando acerca de los factores de riesgo para el desarrollo de esta condición y con énfasis en la existencia de un grupo de alto riesgo. También se comparten los pensamientos actuales con respecto a etiología, así como las distintas manifestaciones de la bulimia nerviosa en ambos géneros. Concluimos con una revisión de la literatura reciente acerca de la prevención, el tratamiento y la evolución.
Palabras clave: Bulimia nerviosa; Grupos de alto riesgo; Etiología; Prevención; Tratamiento; Evolución; Adolescencia.
Summary
An evidence based review on bulimia nervosa (Part 2) is provided for practicing pediatricians, alerting to the risk factors in the development of this condition and highlighting the existence of high risk groups. Current thoughts on ethiology are shared, as well as the different patterns that bulimia nervosa follows in each gender. We conclude reviewing recent reports on treatment, outcome and prevention.
Key words: Bulimia nervosa; Risk factors; High risk groups; Ethiology; Prevention; Treatment; Outcome; Adolescence.
INTRODUCCIÓN
Para este trabajo de revisión acerca de bulimia nerviosa, se seleccionó material compatible con los prerrequisitos de la medicina basada en la evidencia, por ende incluimos preponderantemente aquellas referencias que siguen los pasos propuestos por el Grupo de Recursos de la Medicina basada en la Evidencia de la Universidad McMaster (The McMaster University Evidence Based Medicine Resource Group). Es así que colocamos nuestro énfasis en la definición del problema; la extensión de esta patología en la población adolescente, la búsqueda de la información, incluida la evaluación crítica de esa información, su aplicación a la práctica diaria y la evaluación de su efectividad. Para hacerlo con eficiencia, hemos decidido dividirla en dos partes. En la primera nos hemos ocupado de la historia, definición, epidemiología, cuadro clínico y complicaciones de esta patología, mientras que en esta segunda parte, nos ocuparemos de la etiología, los factores de alto riesgo, las diferencias según el género, las propuestas de tratamiento, así como de la evolución y la prevención.
ETIOLOGÍA
Si bien se desconoce el origen exacto
de esta patología, se sabe que un gran
número de pacientes bulímicos comenzaron
su enfermedad siguiendo inadecuadamente
una dieta para adelgazar.1 Es
importante tener en cuenta la presión social
y cultural por exaltar la figura delgada
como modelo de felicidad y éxito, lo
cual puede actuar como factor desencadenante
y de perpetuación de las conductas
bulímicas. Se acepta entre expertos en el
tema que no hay una única causa para los
trastornos de la conducta alimentaria.
Gran cantidad de factores del área biopsicosocial
han sido asociados como importantes
ingredientes en el desarrollo de
esta patología. Como Cynthia Bulik dijo: "la genética carga el arma y el ambiente la
gatilla" (el autor original se desconoce).2
Se ha hablado sobre una posible asociación
entre los trastornos de la conducta
alimentaria y el abuso físico o sexual durante
la infancia, sin poder llegar hasta el
momento a una conclusión clara y unánime
entre los distintos autores. En diversos
trabajos realizados por Connors y Morse,
Pope y col., Moyer y col. y Romans y col.,
se observó que aproximadamente 30% de
las pacientes con trastornos de la conducta
alimentaria fueron abusadas sexualmente
o físicamente en su infancia, lo que representa una tasa similar a la hallada en la
población general. Si bien para algunas pacientes
puede existir un nexo directo entre el
abuso y el trastorno alimentario, es también
plausible la teoría de la posible relación del
abuso sexual con una alteración de la personalidad
con mayores índices de depresión,
más significativa que con la bulimia per se.3-6
En contrapartida, French y Story, sobre
un total de 6.728 adolescentes evaluados en
los Estados Unidos, hallaron que aquellos
individuos que sufrieron algún tipo de abuso
físico o sexual tienen mayor probabilidad
de desarrollar un trastorno alimentario. Esto último ligado al lugar del hecho, al agresor
(familiar o no) y al haber hablado o no de lo
sucedido. Si bien este estudio presentó ciertas
limitaciones, puede servir de base para
futuros estudios prospectivos a gran escala
para tratar de dilucidar si los trastornos alimentarios
(específicamente el atracón y la
posterior purga) son una consecuencia del
abuso, estaban presentes antes del abuso u
ocurrieron concomitantemente con él.7,8
En forma creciente se plantea el posible
origen biológico de esta enfermedad. En varios
estudios, se observó que las pacientes
bulímicas tenían una respuesta inadecuada a
la secreción de colecistoquinina, con lo cual ésta no ejercería su función como estimulante
de la saciedad.9-11 Jimerson y col. observaron
una relación entre la bulimia nerviosa y
una respuesta inadecuada a la secreción
posprandial de serotonina: al faltar el estímulo
que ella ejerce sobre el centro de la
saciedad podría explicarse, al igual que con
la colecistoquinina, el motivo del atracón y la
ingestión de importantes cantidades de alimentos.
12,13 Asimismo, y en relación con los
niveles de serotonina, en un estudio realizado
por Kaye y col. se observaron niveles
persistentemente bajos de ese neurotransmisor
después de la recuperación de las pacientes,
con lo cual se sostiene la posibilidad de
que este neurotransmisor contribuya a la
patogenia de esta enfermedad.14
Brewerton y col. investigaron la correlación
entre la personalidad del paciente con
trastorno de la conducta alimentaria y el
sistema neurobiológico implicado en tal trastorno.
Así se utilizaron los cuestionarios tridimensionales
de la personalidad que intentan
correlacionar tres aspectos de la personalidad
con funciones específicas ejercidas por
ciertos neurotransmisores. Estos tres aspectos
se definen como buscadores de novedades
(novelty seeking) (BN), evasión de peligro
(harm avoidance) (EP) y dependencia de la
recompensa (reward dependence) (DR). Se sugiere
que individuos con un puntaje elevado
del parámetro BN tienden a ser impulsivos,
fácilmente excitables, extravagantes, se aburren
con facilidad y están dispuestos rápidamente
a realizar nuevas actividades. Este
aspecto parece estar asociado con bajos niveles
de actividad dopaminérgica. Aquellos
con un alto puntaje de EP se caracterizan por
ser cautos, inhibidos, tímidos y se piensa que
tienen un aumento de la actividad serotoninérgica.
Un alto puntaje para la DR, se asocia
con un alto nivel de sensibilidad en relación
a las cuestiones sociales, suelen ser persistentes
y sentimentales, lo que podría estar
relacionado con un descenso de la actividad
noradrenérgica. Se observó, por otra parte,
que las pacientes bulímicas presentaban altos
niveles de BN y EP, lo cual podría contribuir
a la tendencia al atracón, la purga y las
conductas impulsivas.15
Por último, Kaye, Ballenger, Lydiard y
col. sugieren la hipótesis de una alteración a
nivel de la noradrenalina en pacientes bulímicos
con peso normal. Sin embargo, el déficit
de noradrenalina puede ser secundario a
la escasa ingesta nutricional, el estrés, altos
niveles de actividad física y alteraciones del
medio interno; todos estos factores se pueden
hallar en una paciente bulímica. Esta es,
tal vez, la explicación del círculo vicioso en
donde la conducta alimentaria patológica
puede provocar cambios a nivel del sistema
noradrenérgico como consecuencia de la inanición,
lo cual perpetuaría el trastorno de la
conducta alimentaria.16
FACTORES DE RIESGO
Existen factores predisponentes, precipitantes
y perpetuantes. Los factores predisponentes
pueden incluir: factores genéticos,15 biológicos,17 entorno familiar, los efectos adversos
del medio ambiente, alteraciones psiquiátricas
premórbidas y la presión social y
cultural. En este contexto se pueden identificar
grupos de alto riesgo.
Varios factores de riesgo se relacionaron
con la bulimia, entre ellos el ya mencionado
abuso físico o sexual durante la infancia, el
atormentarse en relación con el peso o la apariencia física, el estrés postraumático, la
obesidad, la menarca temprana, la pubertad,
18 la relación parental, la disfunción familiar,
las enfermedades crónicas, las alteraciones
psiquiátricas en los padres, la presencia
de patología psiquiátrica previa, la participación
en ciertas actividades o deportes con
un control estricto del peso, como por ejemplo
gimnasia o ballet.19-21
En relación con las familias, las pacientes
bulímicas las perciben como familias menos
expresivas, poco cohesivas y más conflictivas.
Las pacientes visualizan a sus progenitores
como padres más descuidados y más
negadores. Asimismo, se observó que estos
padres son más impulsivos, hostiles y
excitables que los padres de pacientes con
anorexia nerviosa y que las familias en general
son más hostiles, con más tendencia a las
separaciones y más caóticas.22,23 A menudo
brindan menos apoyo y alientan menos la
libre y abierta expresión de los sentimientos.
24 En un trabajo realizado por Schmidt y
col. se observó que las pacientes bulímicas
experimentaron mayor cantidad de problemas
familiares, indiferencia y excesivo control
por parte de sus padres, abuso físico y
violencia entre miembros de la familia, en
comparación con pacientes con otros trastornos
de la conducta alimentaria.25
Rorty y col. evaluaron la relación entre
bulimia nerviosa y el grado de intromisión
de los padres en la vida de los adolescentes.
En ese trabajo se observó que las madres
mostraban un alto grado de intromisión en la
vida privada de sus hijas (probablemente
relacionada con los celos) así como en cuanto
al peso, la forma corporal y el tipo de comidas
ingeridas. Con respecto a los padres y su
comparación con el grupo control (pacientes
no bulímicas), se observó un mayor grado de
juego de seducción. Si bien no se valoró el
abuso sexual propiamente dicho, se observó que, por ejemplo, dejaban revistas pornográficas
al alcance de sus hijas y se interesaban
en demasía por la vida sexual de ellas. Debido
a estas características, esto mismo podría
funcionar como gatillo para los celos y el alto
grado de competitividad con las madres, ya
que estas últimas consideran a sus hijas como
rivales sexuales.26
La pubertad temprana ha sido considerada
como factor predisponente. Debido a que
la pubertad es un período del desarrollo en
donde característicamente hay un aumento
de la grasa corporal, esto mismo en el entorno
de una cultura que exalta como valor la
delgadez, favorece que las adolescentes que
maduran más tempranamente sean particularmente
susceptibles a comprometerse en
conductas no saludables para controlar el
peso. Las que maduran más tempranamente
desarrollan mayor cantidad de sentimientos
de disconformidad e insatisfacción a medida
que el porcentaje de grasa corporal aumenta
y su estructura corporal se ve diferente a la
de sus pares. La insatisfacción con la forma o
el tamaño corporal es el desencadenante psicológico
para comenzar una dieta. Un alto
porcentaje de las mujeres jóvenes realizan
dietas.27 Como consecuencia de dietas mal
realizadas, mal controladas y mal balanceadas,
no sólo se corre el riesgo de un futuro
trastorno de la conducta alimentaria sino
que al ser afectadas durante un período de
crecimiento, puede comprometerse el desarrollo
pondoestatural.
En un estudio realizado por Killen y col.28 sobre una población de 971 mujeres adolescentes
se observó que un aumento en la
maduración sexual y corporal, medida según
los estadios de Tanner, se asoció con
aumento en las probabilidades de presentar
síntomas y cumplir con los criterios para
bulimia. Más del 80% de las adolescentes
designadas como "sintomáticas" se encontraban
en estadios IV y V de Tanner. Si bien
sólo una cumplió con todos los criterios del
DSM-III-R para bulimia nerviosa, al ser esta
etapa de la vida crítica en muchos aspectos,
debemos estar atentos a cualquier síntoma
que nos haga sospechar de esta patología.
Grupos de alto riesgo
Atletas: La actividad física de competición
puede actuar como un factor predisponente
para un futuro trastorno alimentario.
Por ejemplo, a los peleadores de sumo se los
incita a tener atracones para lograr así una
obesidad mórbida. Otros deportes, como la
natación, la equitación, el levantamiento de
pesas y los corredores son también proclives
a desarrollar un trastorno alimentario, por
que son deportes de alto grado de competitividad
y en los que se aspira a un cuerpo
delgado. Oppliger observó que 1,7% de los
levantadores de pesas cumplían con todos
los criterios de bulimia nerviosa y 43% empleaban métodos para descender de peso
compatibles con bulimia. Estos atletas necesitan,
en promedio, bajar 3,2 kg para poder
competir en una categoría menor, por eso
suelen recurrir a métodos como restringir la
ingestión de líquidos, vomitar y realizar ayunos
prolongados.29,30
La utilización de anabólicos puede ser un
factor asociado.31 En un estudio realizado
por Blouin y Goldfield32 se observó que los
atletas dedicados al levantamiento de pesas
tenían como intención aumentar de peso a
costa de un aumento de la masa muscular.
Estos pacientes tienen mayor incidencia de
bulimia, mayor utilización de esteroides y
mayor disconformidad con su cuerpo. Se
observó que 44,2% de estos atletas utilizaban
esteroides (77,8% en los que realizaban actividad
de competición y 20% de los que practican
el deporte como pasatiempo). Por lo
general utilizan esteroides para mejorar su
apariencia, aumentar de tamaño a expensas
de una mayor masa muscular y para mejorar
su aptitud física.
Adolescentes homosexuales o bisexuales
En general se acepta que jóvenes con orientación
homosexual o bisexual tienen mayor
incidencia de trastornos de la conducta alimentaria.
Se ha observado que aproximadamente
20% de los pacientes de sexo masculino
con trastornos de la conducta alimentaria son
homosexuales.33,34 En otros estudios no se observó una importante diferencia de bulimia
entre homosexuales y heterosexuales. Esto se
podría explicar porque en este caso la selección
de la muestra a estudiar fue de la población
en general mientras que en los otros
estudios fue de pacientes que buscaron tratamiento.
Probablemente los homosexuales, a
diferencia de los heterosexuales, sean más
propensos a pedir ayuda y tratamiento que a
contestar un aviso del diario. Lo que sí se
observó en este estudio fue que tanto hombres
como mujeres presentaban más similitudes
que diferencias en relación con la tasa de
comorbilidad psiquiátrica, disconformidad
con su imagen corporal y la fenomenología de
la enfermedad.35 Se observó también que los
atracones y la posterior purga eran más frecuentes
entre homosexuales y bisexuales y
que las dietas restrictivas eran más comunes
en homosexuales, pero no en bisexuales, en
comparación con los heterosexuales.31
Abuso en varones: En un estudio realizado por Kinzl y col. se examinó la correlación entre el trastorno de la conducta alimentaria y el abuso físico o sexual en los varones, así como el tipo de relación familiar preexistente. Lo que se observó fue que el grado de abuso y la falta de afecto familiar pueden provocar alteraciones de la autoestima, debilidad del ego, dificultad para la comunicación e intolerancia para las frustraciones, todas las cuales pueden actuar como factores de riesgo para un futuro trastorno de la conducta alimentaria.36
Diferencias según género
Comparados con las mujeres con bulimia
nerviosa, los varones parecen diagnosticarse
mas tardíamente; las mujeres lo hacen
en promedio entre 15 y 18 años, mientras
que los hombres lo hacen en promedio
entre los 18 y los 26 años. Si bien clínicamente
la bulimia nerviosa suele manifestarse tanto
en hombres como en mujeres de manera
similar, las mujeres suelen realizar dietas
con sentido estético o cosmético mientras
que los hombres suelen realizarlas por intereses
deportivos. Los hombres parecen estar
menos preocupados por el control estricto
del peso. En un estudio realizado por
Joiner, Katz y Heatherton, que evaluó adolescentes
de ambos sexos con síntomas bulímicos
crónicos similares se observó que
las mujeres mostraban mas preocupación
por la delgadez y por lograr un descenso de
peso rápido y efectivo, mientras que los
hombres mostraban ser más perfeccionistas
y con mayor desconfianza en las relaciones
interpersonales. Debido a esta diferencia y a
que los hombres no demuestran intenso
deseo o preocupación por descender de peso
(uno de los factores característicos para definir
la enfermedad) a veces sus síntomas
son confusos y el diagnóstico puede ser
difícil de realizar. Los médicos deben estar
alertas ante la posibilidad de pacientes de
sexo masculino con bulimia, particularmente
en pacientes perfeccionistas (aunque no
sólo en estos casos). Este estudio comparte
algunas características con el realizado por
Schneider y Agras, donde se observó que el
peso ideal deseado por los hombres era más
cercano al considerado normal para la edad
y el sexo, a diferencia de las mujeres, que
siempre aspiran a un peso por debajo del considerado normal. Todo esto confirma
que los hombres tienen menor distorsión de
su imagen corporal. Una curiosa diferencia
de género es que las mujeres modifican su
estilo de alimentación en reuniones sociales.
Así por ejemplo, no comen en público y
luego realizan el atracón cuando están solas
en sus casas. Algunas sostienen que el comer
una porción normal de comida no es
propio de una dama o no es socialmente
aceptado, por lo cual suelen, por ejemplo,
comer antes de una cita para poder mantener
una imagen socialmente aceptada. Los
hombres demuestran menos sentimientos
de culpa al comer en público.2,31,37-40 En un
estudio realizado en Carolina del Sur por
Childres y col., sobre una población de 3.000
estudiantes de escuelas medias se observó
que el comer mucho y los atracones en los
hombres pueden considerarse como una
variante de la normalidad o como una etapa
normal del desarrollo durante la adolescencia
temprana.41
La presencia del atracón solo sin dietas
restrictivas, obesidad, actividades de purga
y preocupación por el peso y forma corporal,
suele considerarse como no patológica y asociarse
con esta etapa de rápido crecimiento.2 Existen hasta el momento pocos datos en
relación con el tratamiento de los pacientes
bulímicos de sexo masculino, pero se sugiere
que el tratamiento debe encararse de manera
similar al llevado a cabo en mujeres.31
TRATAMIENTO
Al ser la bulimia una enfermedad con
varias formas de presentación clínica, con
múltiples complicaciones y comorbilidades
asociadas, el tratamiento debe tener en cuenta
aspectos biológicos y psicosociales. El pediatra
puede desempeñarse un papel crucial
en el diagnóstico y manejo de los trastornos de
la conducta alimentaria. Silber y D'Angelo,59 recomiendan un enfoque clínico sistemático
que incluye:
1) Establecer el grado de gravedad con que
se presenta la patología.
2) Evaluar y tratar los déficits nutricionales
hallados.
3) Establecer diagnósticos diferenciales.
4) Decidir si es necesaria o no la internación.
5) Explicar con lenguaje comprensible al
paciente y su familia en qué consiste la
enfermedad y su tratamiento.
6) Educar al paciente y su familia sobre cómo
adoptar hábitos saludables.
7) Coordinar un equipo multidisciplinario
de tratamiento.
Biológicamente, los efectos de la mala
nutrición, la ingestión compulsiva de alimentos,
los vómitos, la utilización de laxantes
o diuréticos, así como el ejercicio intensivo,
desencadenan una cascada de cambios
corporales que no sólo amenazan la vida,
sino que también provocan una regresión en
el desarrollo y eventualmente conducen a
cambios en el pensamiento y hasta en el
sentimiento que define la identidad. Por ende,
es esencial ocuparse del estado nutricional.
Es importante también reducir la acidez
gástrica con bloqueantes H2 para disminuir
el riesgo de esofagitis y derivar a un odontólogo
para asegurar la vigilancia y tratamiento
odontológico.
El tratamiento psicoterapéutico es importante
para lograr la recuperación. El enfoque
cognitivo-conductual es el más evaluado y
aceptado para el tratamiento de la bulimia.60-63 El éxito de esta terapia se atribuye a que su
objetivo no sólo es la conducta patológica
sino también el desorden cognitivo que lleva
a ella. La terapia se basa en el hecho de que la
interrupción o la acción exclusiva sobre la
conducta no es suficiente. El tratamiento generalmente
se desarrolla a lo largo de tres
etapas, cada una de ocho sesiones. Como
toda terapia cognitiva, es semiestructurada,
orientada hacia el problema principal y ocupada
principalmente en el presente y el futuro
del paciente más que en el pasado. Se
focaliza sobre los factores y procesos que
mantienen y perpetúan el problema, más
que en los que actuaron en su desarrollo
inicial. El tratamiento debe ser interactivo y
con responsabilidades delegadas al paciente.
Los pacientes deben identificar qué puede
ocasionar un episodio bulímico y buscar otras
alternativas de resolución. Los estímulos
desencadenantes pueden identificarse:
1) Como una manera de evitar la ansiedad.
Por ejemplo, tienen que realizar una tarea
importante, entonces prefieren el atracón
en vez de realizar la acción, o tal vez
posponerla, para calmar su ansiedad.
2) Como una manera de manejar el estrés
secundario a nuevas actividades, particularmente
en las relaciones sociales.
3) Puede ser una manera de posponer las
relaciones sexuales.
4) Como una manera de solicitar atención
de aquellos que, según el paciente, hicieron
que llegara a esa situación.64
En este tratamiento, el terapeuta proveerá información, hará de guía y soporte y
alentará al paciente. Durante una primera
etapa se pone énfasis sobre la mirada
cognitiva de lo que mantiene la conducta
bulímica, y se intenta reemplazar los
atracones por un patrón estable de alimentación,
para evitar el movimiento pendular de
pasar de una dieta restrictiva que ocasione
hambre y que luego gatilla un nuevo atracón.
En la segunda etapa, se intenta establecer
con más firmeza un patrón sano de alimentación
con énfasis sobre la eliminación
de las dietas. En este paso se utiliza más la
terapia cognitiva, tratando de evaluar sentimientos,
valores, creencias y pensamientos
que provocan y mantienen el problema. El último paso está enfocado en la capacidad de
mantener los cambios logrados con el tratamiento
cuando éste finaliza.
Otros tratamientos, como la psicoterapia
individual, de familia y de grupo, no se han
evaluado en forma sistemática, pero se han
considerado beneficiosos.
Tratamiento farmacológico: Varios antidepresivos
resultaron útiles en el tratamiento
de la bulimia, entre ellos, antidepresivos
tricíclicos e inhibidores de la monoaminooxidasa.
65 La fluoxetina, por su perfil toxicológico
superior, ha reemplazado a esas medicaciones.
A una dosis diaria de 60 mg, demostró ser eficaz para lograr una reducción
de la frecuencia de los atracones y purgas,
además de mejorar la percepción de la forma
corporal y el peso.66,67 En un estudio realizado
por Walsh y col. se trató a 22 pacientes con
60 mg de fluoxetina contra placebo por ocho
semanas y se observó que las tratadas con
fluoxetina mostraron una disminución de
los episodios de ingestión no controlada y de
purga.68 Sus efectos beneficiosos se observan
en las primeras tres semanas de tratamiento
y sus efectos secundarios son mínimos (molestias
gastrointestinales la primera semana,
excepcionalmente sedación o excitación que
desaparecen con la reducción de la dosis).
En un estudio realizado por Mitchell y
col., donde se comparó la efectividad del
tratamiento cognitivo-conductual con el tratamiento
farmacológico, la combinación de
ambos o el placebo, se observó una mejoría
clínica marcada del grupo con tratamiento
cognitivo-conductual sobre el tratamiento
farmacológico y de ambos sobre el placebo.
Lo que también se observó fue que con el
tratamiento conjunto farmacológico/cognitivo-conductual, los síntomas depresivos y
de ansiedad mejoraron. Si bien este trabajo
tiene importantes limitaciones, no sólo por
su antigüedad sino también por haber sido
una evaluación a corto plazo, demuestra que
la combinación de psicoterapia y medicación
ofrece una gran promesa de remisión.69
EVOLUCIÓN
¿Que porcentaje de pacientes se recupera
de esta enfermedad? ¿Cuántos mantienen
un síndrome parcial? ¿Cuántos continúan
con el síndrome completo tras una década del
diagnóstico? ¿Qué características del desorden
y de la persona actúan como predictores
a largo plazo? Hay estudios sobre evolución
a corto y mediano plazo de individuos con
bulimia, pero hay escasos datos en relación
con la evolución a largo plazo.
En tres estudios con seguimiento a corto
plazo (6 meses a 2 años) se observó una
mejoría en relación con la cantidad y frecuencia
de las conductas patológicas pero
con persistencia de ellas,42 además de una
constante preocupación por el peso y la imagen
corporal. A diferencia de las anoréxicas,
se observó que las pacientes bulímicas presentaban
mayor sentimiento de culpa; asimismo
se observó que presentaban un alto
nivel de ansiedad y expresaban mayor cantidad
de molestias somáticas.43,44
En relación con los estudios de seguimiento
intermedio (2 a 10 años), en los distintos
trabajos se observó una tasa de recuperación
total entre 31-74% de las muestras estudiadas,
con 20-25% de los pacientes con persistencia
de todos los criterios diagnósticos
para bulimia. Por otro lado, se halló una
variable entre 47-75% de pacientes mejorados
pero con persistencia de alguna conducta
patológica.44-49
Por último, y en relación con los tres
estudios a largo plazo (más de 10 años) evaluados,
se observó una tasa de remisión total
o parcial entre 50-75%, asumiendo como remisión
total a la ausencia de conductas patológicas durante por lo menos 6 meses y en
donde la autopercepción del paciente no se
encuentra influida por la forma y el peso
corporal. Hay pues una persistencia de 30-39% de alguna sintomatología o conducta
patológica y 9-11% de pacientes con criterios
diagnósticos de bulimia.45,50,51
Aproximadamente un tercio de los pacientes
recuperados presentan recaídas en
los primeros cuatro años de su diagnóstico.
Aparentemente el riesgo de recaídas
parece disminuir luego del cuarto año de
seguimiento.50,53
En un estudio longitudinal realizado por
Keel y col. en una población total de 177
mujeres, se siguió la evolución tras 10 años
de diagnóstico de su enfermedad. En ese
trabajo se observó una mejoría en relación
con la adaptación social, el ejercicio laboral,
la desenvoltura en actividades sociales y en
la relación con la familia ampliada. No se
observó tal mejoría en las relaciones íntimas
interpersonales, donde se observó una importante
dificultad en su manejo, probablemente
relacionada con una marcada vulnerabilidad
de la personalidad. Así es como a
pesar de observarse una remisión en los síntomas
del trastorno de la conducta alimentaria,
los problemas de readaptación en las
relaciones interpersonales continuaron sin
resolución.51
En relación con los factores predictivos,
no hay consenso entre todos los autores. Se
ha sugerido, que la cantidad de pacientes
con criterios para bulimia disminuye conforme
aumenta el tiempo de seguimiento.50,52
Un antecedente de abuso de sustancias,
como drogas o alcohol, así como un trastorno
de la conducta alimentaria de larga data
previo al diagnóstico, actúan como factores
predictivos negativos.49,50,53 Esto se contradice
con lo hallado por Collings y King, donde
una edad más temprana en el debut, la clase
social alta y antecedentes familiares de abuso
de alcohol, actúan como factores predictivos
positivos.45 También se observó que los
niveles bajos de autoestima, así como la mayor
alteración en la percepción del cuerpo,
previos al tratamiento, actúan como factores
predictivos negativos.54,55 Entre estos últimos
se incluyen también la obesidad premórbida
así como la obesidad en los padres.
56 Esto podría deberse (aunque no está confirmado) a la coexistencia de la presión
social y cultural por un cuerpo delgado y una
mayor dificultad de aquellos con predisposición
familiar a la obesidad para poder realizar
una dieta "exitosa". Todo esto puede
tener como resultado que estas pacientes se
inclinen con mayor facilidad a los atracones.57
La razón por la cual los porcentajes de
recuperación, así como los factores predictivos
son tan variables y en algunos casos,
contradictorios, de un estudio a otro, puede
deberse, por un lado, a la diferencia en relación
con el tiempo de seguimiento y por otro,
al número de pacientes que forman parte de
cada estudio y al hecho de que las encuestas
de seguimiento son en su mayoría telefónicas
y se basan en el informe (a veces falso) de
las pacientes. Por último, cabe tener en cuenta
el número de pacientes que no pudieron
ser contactadas para el estudio o se negaron
a participar, asumiendo que éstas, de haber
participado, podrían haber modificado los
resultados. Esto, nos lleva a coincidir con el
DSM-IV58 en que no se sabe aún la evolución
a largo plazo de la bulimia.
PREVENCIÓN
La alta prevalencia de conductas de riesgo
de trastornos de la conducta alimentaria,
la edad temprana de aparición, así como la
posible aceptación de la sintomatología por
los pares70 sugiere la importancia de la prevención
mediante campañas informativas
dirigidas a los adolescentes sobre la aceptación
de su propia imagen corporal, los peligros
de los vómitos, la utilización de laxantes
y diuréticos. Sin embargo, su efectividad no
ha podido demostrarse y sigue siendo motivo
de controversia si el diagnóstico y tratamiento
tempranos o bien las campañas de
prevención modifican el curso de la enfermedad.
71 En un trabajo realizado por Davis,
el autor sostiene que los trastornos de la
conducta alimentaria son en su totalidad una
patología principalmente del sexo femenino
y que esto se debe a que las mujeres fueron
educadas con la creencia cultural de que el éxito y la felicidad se obtienen con una figura
delgada. Según este autor, es este mensaje
cultural el que se debe prevenir en la política
pública, en las intervenciones psicoterapéuticas
y en la conducta del día a día. Por otro
lado, sostiene que por más exitosa o bien
programada que sea la campaña, hasta tanto
no se ofrezca algo mejor que lo que se trata de prevenir, no tendrá éxito. Dicho en otras
palabras, el focalizarse únicamente en los
efectos negativos de la delgadez extrema no
es lo suficientemente fuerte. Irónicamente
esto sólo lleva a la deprivación, la "pérdida
de la delgadez". El sólo hecho de renunciar a
algo tiene escaso valor en un mundo donde
los diseñadores de moda, los publicistas y las
adolescentes buscan, al igual que todos nosotros,
distintos medios para alcanzar el sentido
de pertenencia, competencia y autoestima.
Así es como los esfuerzos de la prevención
deben ser tangibles, factibles de obtener
y con posibilidad de competir y reemplazar
el mensaje seductor de delgadez.72
A pesar de múltiples trabajos de prevención
en escuelas,17 con inclusión de padres,73 amigos,70,74 compañeras de clase que se han
recuperado del trastorno alimentario,75 no se
ha llegado aún a una decisión unánime con
relación a la conducta a seguir.
CONCLUSIÓN
Los trastornos de la conducta alimentaria, constituyen un problema de salud importante y relativamente descuidado. Es preciso que el pediatra se actualice sobre el tema de la bulimia nerviosa, no sólo por la morbimortalidad asociada, sino también por las importantes consecuencias psicosociales, físicas y económicas de esta patología sobre el paciente, su familia y la comunidad. La etiología de la bulimia sería multideterminada. Por una parte, señalamos en su etiología aspectos genéticos y biológicos, y por otra, es indiscutible el componente psicosocial y cultural. Factores de riesgo predisponentes, precipitantes y perpetuantes han sido claramente demostrados. Al tratarse de una enfermedad secreta, la identificación de los grupos de alto riesgo (pubertad temprana, modelos, atletas, varones homosexuales o bisexuales) puede ayudar al médico a mantener un alto índice de sospecha y vigilancia. El tratamiento de elección se basa en la psicoterapia, con buenos resultados iniciales descriptos por la escuela cognitivo-conductual. Ésta tiene como blanco no sólo la conducta patológica, sino también el trastorno cognitivo que lleva a ella, así como el manejo de los factores y procesos que mantienen y perpetúan el problema. La psicofarmacología, en especial el uso de los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina, también ha dado resultados altamente promisorios. Carecemos de datos evolutivos a largo plazo. Lamentablemente, tampoco hay acuerdo acerca de una intervención preventiva efectiva. En consecuencia, es necesario desarrollar nuevos estudios que ayuden a aclarar la gran cantidad de incógnitas aún no resueltas.
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