ACTUALIZACIONES
Leche materna: composición y factores condicionantes de la lactancia
Dras. Sara M. Macías*, Silvia Rodríguez* y Patricia A. Ronayne de Ferrer**
* Facultad de Agronomía
y Agroindustrias.
Universidad Nacional
de Santiago del Estero.
**Facultad de Farmacia
y Bioquímica.
Universidad de
Buenos Aires.
Correspondencia: Dra. Sara M. Macías magui_macias@yahoo.com.ar
Aclaración de intereses: El presente trabajo se ha realizado dentro de la Programación UBACyT, Proyecto B063.
Palabras clave: Lactancia materna; Nutrición infantil; Leche humana.
Key words: Breastfeeding; Infant nutrition; Human milk.
INTRODUCCIÓN
En los últimos años se han destacado
los beneficios inigualables para la madre
y el niño que representa la alimentación
al pecho; aspectos biológicos, psicoafectivos,
económicos y sociales.
Sin embargo, muchos factores alentaron
la disminución de la lactancia materna,
que marcaron uno de los cambios más
importantes en cuanto a la alimentación
de los bebés. Entre ellos, la administración
de otros líquidos azucarados en la
mamadera, la gran difusión de fórmulas
lácteas que acompañaron el crecimiento
de la industria, la gran disponibilidad de
biberones y tetinas, la introducción temprana
de otros alimentos y la incorporación
de la mujer al ambiente laboral, facilitaron
este fenómeno.
Actualmente la promoción de la lactancia
ha tomado nuevo impulso. El reconocimiento
creciente del valor incomparable
de la leche humana en el desarrollo
y maduración del sistema nervioso central,
en la protección inmunológica y de
diferentes patologías en el niño otorga
fundamentos más que válidos para recobrar
la cultura del amamantamiento.
El primer año del niño constituye una
de las etapas más vulnerables de la vida
con respecto a la nutrición. La lactancia es
la alimentación óptima del recién nacido.
Los niños amamantados por madres sanas
y bien nutridas pueden alimentarse exclusivamente
al pecho durante los seis primeros
meses.1,2 Además, cuando la lactancia
ocurre a libre demanda, el bebé mantiene
un equilibrio hídrico adecuado, aun en
climas cálidos, sin necesidad de ingerir
otros líquidos para mitigar la sed.
Composición de la leche humana y sus beneficios. Comparación con la leche de vaca
La composición de la leche materna,
que contiene todos los elementos indispensables
para el recién nacido,3,4 además
de otorgarle protección contra las
infecciones,5 sigue siendo una fuente importante
de nutrientes hasta pasado el
año de vida.
La composición de este fluido es dinámica
y obedece a mecanismos de regulación
neuroendocrina,6 donde desempeñan
un papel importante células, nutrientes
y sustancias químicas.7
Además de carecer absolutamente de
todos los sistemas de defensa que la madre
transmite a través de la leche y que
son importantes -sobre todo ante los microorganismos
causantes de diarreas-, la
leche de vaca que no ha sido modificada
no es recomendable durante el primer
año. Su contenido de proteínas, fósforo,
cloruro, sodio y potasio es excesivo, especialmente
para bebés de pocos meses
de edad. Esto provoca una sobrecarga
renal de solutos que puede ser perjudicial
para los lactantes.
A pesar de que la leche materna contiene
menos hierro que la de vaca, su biodisponibilidad
es muy superior. Por otra
parte, esta última, sin modificar, aporta
hierro de baja biodisponibilidad, que favorece
la aparición de cuadros de deficiencia
que pueden llevar a una anemia.
En años recientes, las investigaciones
han mostrado que la proteína de la leche
de vaca, sin modificar o modificada en la
fórmula, podría incrementar los riesgos
de diabetes en niños susceptibles.8-10 Estos
estudios son sólo una evidencia preliminar de su conexión con la diabetes, pero es otra
buena razón para evitar la leche de vaca y dar
pecho a los bebés.
La leche materna es un alimento complejo y aun
cuando fuese factible imitar artificialmente o
biotecnológicamente todos sus componentes, no se
podría lograr que la interacción entre ellos fuese
igual que la natural, de modo que tampoco se podrían
conseguir los mismos efectos en el organismo.
Componentes nitrogenados: En la leche materna
existen dos fracciones nitrogenadas, una correspondiente
al nitrógeno proteico, que forma el 75%
del nitrógeno total y otra de nitrógeno no proteico,
que corresponde al restante 25% e incluye
urea, creatinina, creatina, ácido úrico, aminoácidos
libres y amoníaco y, en menores cantidades, poliaminas,
hormonas, factores de crecimiento,
nucleótidos cíclicos y oligosacáridos que contienen
nitrógeno.11
La primera fracción incluye dos grupos de componentes:
la caseína y las proteínas del suero, presentes
en una relación de 40:60.12
Las micelas de caseína están formadas por
subunidades proteicas; predomina la β-caseína y es
minoritaria la k-caseína; la α-caseína estaría ausente.
En los últimos años se planteó que los fragmentos
de caseína obtenidos de la digestión enzimática
estimularían el sistema inmunológico del lactante.13 También se le asignaron roles relacionados con la
absorción de iones calcio y actividades antitrombóticas,
antihipertensivas y opioides.14
El otro grupo son las proteínas del suero, donde
la α-lactalbúmina es la mayoritaria, con una secuencia
de aminoácidos que responde adecuadamente a
los requerimientos del lactante. Presenta una apropiada
concentración de cistina y triptófano, limitantes
en fórmulas a base de leche bovina.15-17 Como forma
parte de la enzima lactosa-sintetasa, interviene en la
síntesis de lactosa, aunque no existe una relación
directa con su contenido.
Otra de las proteínas mayoritarias es la lactoferrina,
que tiene la capacidad de ligar dos átomos de
hierro. Como en la leche humana predomina en
estado no saturado, en el tracto intestinal del bebé
compite con algunas bacterias por el hierro, de
manera que los microorganismos no disponen de
él para su proliferación y ejerce un efecto bacteriostático,
en sinergismo con la IgA secretoria. Recientemente
se determinó que puede tener efecto
bactericida al interaccionar con las paredes de los
microrganismos, desestabilizándolas y causando
su muerte.18 Además, un péptido bactericida que se
genera durante la digestión de la lactoferrina, la
lactoferricina, sería aun más efectivo que la lactoferrina
intacta.19 A través de estos mecanismos, la
lactoferrina puede desempeñar un papel esencial
en la protección del recién nacido ante infecciones
gastrointestinales. Se ha postulado que la lactoferrina
promovería la absorción del hierro, si bien no
hay consenso al respecto.14
La lactoferrina se encuentra en cantidades muy
elevadas en el calostro, pero aunque desciende posteriormente,
su presencia se mantiene a lo largo de
toda la lactancia. En la leche de vaca la cantidad es
diez veces inferior a la existente en la leche humana.
La leche materna es rica en inmunoglobulinas
(especialmente en el calostro); la principal es la
IgA secretoria, con menores cantidades de IgA
monomérica, IgG e IgM. Se sintetiza en la glándula
mamaria y su función es la de formar anticuerpos
capaces de unirse a virus y bacterias, impidiendo
la penetración en la mucosa intestinal, lo
que se logra gracias a su resistencia a la proteólisis
y su estabilidad a pH bajo.11 Otra función muy
importante de la IgA secretoria es el bloqueo de la
adhesión de patógenos al epitelio intestinal y la
unión a sus toxinas.18,19 La leche materna presenta
en su composición anticuerpos específicos contra
antígenos ambientales5,12 a los que el neonato está
potencialmente expuesto.
La albúmina sérica sólo cumple el rol de aporte
de aminoácidos.12
En el grupo de enzimas lácteas, la lisozima
(escasa en la leche de vaca) es la más abundante y
se encuentra en niveles muy superiores a los
plasmáticos.11 Presenta una acción bactericida en el
intestino del lactante y cataliza la ruptura de las
uniones β-1,4 de la pared celular de las bacterias.
Otra enzima importante es la lipasa, que permanece
activa en el tracto gastrointestinal y es estimulada
por bajas concentraciones de sales biliares, con
producción de glicerol y ácidos grasos libres. Esta
hidrólisis sería la causante de la alta absorción de
grasas en los bebés alimentados a pecho.12 Por otra
parte, la liberación de ácidos grasos libres y
monoglicéridos, protege contra protozoos, bacterias
y virus, debido a que poseen actividad antimicrobiana.
Como otra característica importante, se
le atribuye a la lipasa el efecto de inactivación del
parásito Giardia lamblia,20 muy frecuente en poblaciones
de escasos recursos. También es de interés
mencionar a la PAF-AH (acetilhidrolasa del factor
activador de plaquetas) a la que se atribuye la
menor incidencia de enterocolitis necrotizante, en
particular en los neonatos prematuros alimentados
con leche humana. Las mucinas, proteínas que
forman parte de la membrana de los glóbulos grasos,
interfieren en la adhesión de bacterias patógenas a
células epiteliales, en forma similar a otras glicoproteínas
y oligosacáridos; también actúan como
factores de defensa inespecíficos. Algunos de los
componentes mencionados presentan, además, actividad
antiinflamatoria.19,21
Entre los componentes del nitrógeno no proteico
pueden destacarse la taurina y los nucleótidos.
La taurina, además de intervenir en la conjugación
de ácidos biliares, está presente en el sistema nervioso
central. Su deficiencia en etapas tempranas
puede afectar la función retiniana.22 Los nucleótidos
han cobrado gran importancia en los últimos tiempos,
ya que se les atribuyen diversas funciones:
actuarían como inmunomoduladores, como promotores
de las bifidobacterias a nivel de la flora
intestinal y también mejorarían la maduración y
proliferación gastrointestinal.23
Carbohidratos: La lactosa es el principal carbohidrato
presente en la leche materna y se sintetiza en
la glándula mamaria a partir de glucosa. Aporta,
junto con la grasa, la energía necesaria para el
normal crecimiento y desarrollo del bebé, favorece
la implantación de una flora acidófila y promueve
la absorción del calcio.11 Existen también en la leche
oligosacáridos, los que representan el tercer componente
mayoritario de la leche tras la lactosa y la
grasa. Están formados por 4 a 12 monómeros, con
una combinación variable de D-glucosa, D-galactosa,
N-acetil-glucosamina, L-fucosa y ácido siálico.
Debido a su estructura, que es similar a la de ciertos
receptores de membrana de las mucosas gastrointestinal
y retrofaríngea, son capaces de actuar como
ligandos competitivos frente a microrganismos
patógenos; de esta manera, evitan su unión a receptores
presentes en las mucosas, protegiendo al
lactante de infecciones intestinales y de las vías
aéreas superiores. Existe gran interés en relación
con su papel en la salud y el desarrollo del lactante,
ya que cumplen en el organismo un rol similar al de
la fibra soluble de la dieta: ejercen un efecto
probiótico, al promover el desarrollo de bifidobacterias
en el intestino, lo que genera un pH ácido que
inhibe el crecimiento de microrganismos patógenos.
También se postula su papel como fuente de ácido
siálico y galactosa para el desarrollo cerebral.24,25
Lípidos: Las grasas presentes en la leche materna,
representan una importante fuente de energía
para el bebé y aportan aproximadamente el 50% de
las calorías totales. Son fuente de ácidos grasos
esenciales y vehículo de las vitaminas liposolubles,
cuya absorción favorecen. Realizan un aporte balanceado
de ácidos grasos ω6 y ω3, importante para
lograr una síntesis equilibrada de eicosanoides.
Los lípidos están compuestos en un 98% por
triglicéridos. El ácido oleico (18:1, ω9, 32,8%) y el
palmítico (16:0, 22,6%) son los ácidos grasos más
abundantes que los componen. El tercero en abundancia
es uno de los ácidos grasos esenciales, el
ácido linoleico (18:2, ω6, 13,6%).
Los ácidos grasos saturados representan el 42
a 47% y los insaturados, el 53 a 58%.3,11 Los
poliinsaturados de cadena larga, que no se encuentran
en la leche de vaca, son beneficiosos en
la etapa de crecimiento y maduración del sistema
nervioso central del bebé.26,27 A este respecto, en
los últimos años se ha destacado el rol de los
ácidos araquidónico y docosahexaenoico, que son
los que predominan en cerebro y retina del
neonato, en el desarrollo neurológico y de funciones
visuales.28
El ácido oleico (18:1, ω9), mayoritario en la leche
humana, no es un ácido graso esencial. Sin embargo,
se observa su acumulación en el tejido nervioso en la
etapa neonatal, en particular en la mielina.
Es precursor de otros ácidos grasos monoenoicos,
característicos de los esfingolípidos de la mielina.29
Minerales: La concentración de minerales está
adaptada a los requerimientos nutricionales y capacidad
metabólica del niño.
En comparación con los sucedáneos, la leche
materna presenta alta biodisponibilidad de minerales,
en especial de calcio, magnesio, hierro, cobre
y zinc. Los minerales se encuentran presentes principalmente
ligados a las proteínas del suero, al
citrato o a la membrana proteica del glóbulo de
grasa, a diferencia de la leche bovina, donde la
caseína presenta la mayor proporción de minerales.
Estas particularidades serían las principales
causas de la mejor absorción de estos nutrientes.
El aporte total de minerales es bajo, lo que
favorece el funcionamiento renal del lactante. En
especial, la carga de sodio, potasio y cloruros corresponde
a un tercio del contenido en la leche de
vaca, lo que permite al bebé conservar el agua
disponible para el cumplimiento de otras funciones
como el control de la temperatura, sin eliminarla
en la orina.
Entre los nutrientes minerales se destaca el aporte
de calcio y fósforo, con una relación Ca: P de
2 a 1,11 lo que asegura su óptima utilización.30 El
99% del calcio corporal está presente en huesos y
dientes en la forma de fosfato de calcio, que otorga
dureza y estructura, el 1% restante se encuentra en
líquidos extracelulares y membranas celulares. Es
responsable de un gran número de funciones de
regulación. Su absorción en la leche materna es de
55% contra 38% en leche de vaca.31
El fósforo es un nutriente esencial que participa en un importante número de funciones biológicas.
En la leche humana, el 23% se encuentra unido a
proteínas,32 aproximadamente el 15% se encuentra
en forma de fósforo inorgánico y la cantidad restante
aparece unido a lípidos. Su concentración en
la leche materna es menor que en la leche de vaca.
Se ha destacado la importancia de establecer un
límite superior de fósforo para leches artificiales,
ya que una excesiva cantidad contribuye a desestabilizar
el nivel de calcio plasmático, con riesgo de
hipocalcemia, lo que podría desencadenar una
tetania neonatal.
El hierro, además de ser esencial para la producción
de glóbulos rojos y el transporte de oxígeno,
también interviene en el desarrollo cognitivo.33 La
leche materna es una fuente de hierro de alta biodisponibilidad
en los primeros meses de vida; si bien se
encuentra en niveles muy bajos, se absorbe más del
70% en comparación con el 30% de la leche de vaca.
Algunos autores34 atribuyen la extraordinaria
biodisponibilidad a la elevada cantidad de lactoferrina
presente. Otros35 mencionan una conjunción
de factores, como la baja concentración de proteínas,
calcio y fósforo (inhibidores potenciales de la
absorción) y elevadas concentraciones de lactosa y
ascorbatos (potenciadores).
El cinc es un mineral esencial para el crecimiento
y desarrollo del niño, está involucrado en el
normal desarrollo del sistema inmunológico y en
otros procesos fisiológicos, forma parte de algunas
hormonas, además de ser cofactor de enzimas que
intervienen en procesos metabólicos.
Su distribución cambia a lo largo de la lactancia;
36 en la leche madura, alrededor del 30% se
encuentra ligado a los lípidos (principalmente en la
membrana del glóbulo de grasa), 20% a la caseína
y el 50% restante, a componentes presentes en el
suero lácteo; los ligandos principales en el suero
lácteo son una proteína (albúmina) y un compuesto
de bajo peso molecular (citrato).37,38
Su concentración en la leche materna es inferior
a la de vaca pero su biodisponibilidad es muy
superior, tal como lo evidencia su eficiencia terapéutica39,40
en el tratamiento de la acrodermatitis
enteropática (síndrome de malabsorción de cinc,
patología hereditaria).
El cobre es un mineral requerido para la utilización
del hierro y cofactor de enzimas involucradas
en el metabolismo de la glucosa y en la síntesis de
hemoglobina, tejido conectivo y fosfolípidos.
A pesar de que la concentración de cobre en la
leche materna es baja, es raro encontrar deficiencia
en niños alimentados exclusivamente con leche
humana.41
En cuanto a su distribución, el 80% se encuentra
en el suero lácteo, sólo 5 a 15% en la grasa y el resto
en la caseína. En el suero, el ligando principal es la
seroalbúmina y en menor proporción el citrato y
aminoácidos libres.38 La absorción de este mineral
en la leche humana es de aproximadamente 25%
mientras que en leche de vaca es de 18%.42
Vitaminas: La leche de una madre bien nutrida
presenta cantidades suficientes de vitaminas para
el normal crecimiento del bebé12 sólo con la excepción
de algunas. La vitamina K se encuentra en
muy bajas cantidades y no dependería de una
suplementación materna. Por estar relacionada con
el proceso de coagulación sanguínea, como prevención
de déficit por diferentes causas se recomienda
su suministro en el momento del nacimiento
para evitar hemorragias hasta la estabilización
de la flora intestinal.43
La vitamina D se considera una parahormona,
con funciones hematopoyéticas y propiedades
inmunoreguladoras. Cumple un rol importante en
la mineralización ósea al incrementar la absorción
intestinal de calcio y fósforo y la reabsorción renal de
calcio. Cuando por razones climáticas, geográficas o
culturales no se recibe la influencia de los rayos
solares, se hace necesario su aporte diario.44
Como se mencionó previamente, la grasa de la
leche actúa como vehículo de las vitaminas
liposolubles. La vitamina E se encuentra en mayor
concentración en la leche materna que en la de
vaca.44 Esto resulta ventajoso en función de su
capacidad antioxidante, si se tiene en cuenta la
mayor cantidad de ácidos grasos poliinsaturados
de la leche humana.
La vitamina A interviene en el proceso de la
visión y es necesaria para el crecimiento normal, la
reproducción, el desarrollo fetal y la respuesta inmunológica. 44 Su concentración en la leche humana
es variable, ya que depende de la ingesta materna.45
La principal acción del ácido ascórbico es la de
agente antioxidante y reductor; como cofactor en
reacciones enzimáticas que intervienen en el normal
desarrollo del cartílago y el hueso. Además, estimula
la absorción del hierro y actúa en el metabolismo
de los depósitos de este mineral. La leche humana
normalmente es rica en vitamina C46 y su concentración
media es mayor que la de vaca.
Influencia de la dieta materna en la composición de la leche
Datos recientes sugieren que las similitudes
entre madres que viven en diferentes regiones son
más notorias que las diferencias. A pesar de esto, se
evidencian algunas diferencias regionales, particularmente en la concentración de ciertas proteínas,
minerales y vitaminas.47 Se desconocen las
razones, pero se explicarían, en parte, por la dieta
materna y el medio ambiente.
El conocimiento de la dependencia o no de la
ingesta o de la reserva materna de nutrientes, permite
predecir el riesgo de su deficiencia en el bebé;
en algunos casos es posible la adecuación nutricional
o suplementación de la madre.
Los macronutrientes están poco afectados, dentro
de ciertos límites.48,49
Sin embargo, en madres desnutridas habría una
correlación entre la concentración de grasa láctea y
el nivel de adiposidad materna;50,51 en el lactante
habría una adaptación a menores concentraciones
de grasa láctea a través de un aumento en el tiempo
de amamantamiento.52
Algunas investigaciones demostraron que los
hábitos alimentarios de diferentes grupos poblacionales
afectan la composición de ácidos grasos.49
El perfil de ácidos grasos se modifica con la dieta
materna, de modo tal que la composición de la
grasa ingerida se refleja en la grasa láctea. Tanto la
dieta previa, que ha determinado la composición
de los ácidos grasos del tejido adiposo acumulado
durante el embarazo, como la dieta actual, son los
principales determinantes de la composición de
ácidos grasos de los triglicéridos de la leche. Una
dieta rica en ácidos grasos poliinsaturados determina
mayor contenido de éstos en la leche. Una
dieta con predominio de carbohidratos sobre lípidos
determinará síntesis de novo de ácidos grasos en la
glándula, con mayor concentración de ácidos grasos
saturados de cadena media.53 Cuando la madre se
encuentra en balance energético, los ácidos grasos
derivados directamente de la dieta representan
alrededor del 30% de los totales, mientras que cerca
del 60% proviene de la síntesis tisular y de los
depósitos adiposos.51 No hay evidencias de que el
colesterol y los fosfolípidos de la leche humana
puedan modificarse con la dieta materna.54
La ingesta proteica materna no modifica los
niveles de proteína total. Sin embargo, puede
provocar modificaciones en la proporción relativa
entre las proteínas del suero lácteo y la caseína.
55 También tiene efectos sobre el nitrógeno no
proteico.49 En lo que respecta a los factores de
defensa, la información existente es conflictiva,
ya que se observan discrepancias en la literatura.
Al analizar fracciones proteicas individuales, algunos
investigadores demostraron que las madres
desnutridas producían leche con niveles
más bajos de IgA y lactoferrina, mientras que
otros autores no encontraron diferencias en el
contenido de estas proteínas antiinfecciosas.56,57
La lactosa es el parámetro de mayor estabilidad
ante la variación de la dieta materna, incluso ante
situaciones de desnutrición o suplementación.
Con respecto a los minerales, el yodo y el selenio
se encuentran entre los que son dependientes de la
dieta materna. Por el contrario, el calcio, hierro,
cinc y cobre no se verían afectados por la dieta.46 Sin
embargo, se ha observado que las concentraciones
lácteas de hierro, cinc y cobre podrían variar según
el área geográfica.58,59
Para el caso del cinc, algunos autores encontraron
diferencias en el contenido de este mineral en
leches de madres de países desarrollados y en vías
de desarrollo, lo que significaría que su concentración
dependería de la ingesta,60 mientras que otros
no encontraron diferencias.38 Algunos trabajos
mencionan que la suplementación de cinc en la
madre no mejora el nivel lácteo pero sí disminuye
el descenso de la concentración del mineral que
ocurre en el transcurso de la lactancia.61 En nuestro
país, las encuestas referidas al consumo62,63 indicarían
ingestas marginales; a pesar de estos resultados,
la concentración láctea de cinc se encontraría
en rangos normales.64 Por otra parte, la ingesta de
cinc durante la gestación estaría correlacionada
con los niveles lácteos de cinc.65
La dieta materna generalmente no afecta la
concentración de calcio de la leche. Se observó que
los niveles del mineral en mujeres suplementadas
y no suplementadas son similares.66 Por otra parte,
en poblaciones con consumo habitual reducido de
calcio, la leche materna presentaría concentraciones
bajas de este mineral.67 En algunos trabajos se
mencionó que su contenido dependería de la ingesta
de calcio durante el embarazo.3,68
La deficiencia de cobre en adultos es rara. No se
informaron datos de anormalidad.
En el caso de la vitamina A, su concentración
estaría en relación directa con la alimentación y
reservas de la madre, ya que la suplementación no
se ve reflejada en el contenido lácteo hasta que los
depósitos maternos están cubiertos.45 Con respecto
a la vitamina D, los efectos de la suplementación
materna son muy variables.69 El efecto de la dieta
materna sobre las vitaminas E y K requiere mayores
estudios.45,69
Con respecto a las vitaminas hidrosolubles, en
general se observa una estrecha relación de la concentración
de tiamina, riboflavina, B6, B12 y C en la
leche materna y la dieta de la madre. Las reservas
de estas vitaminas en el lactante son bajas y se
deplecionan rápidamente, lo que los hace muy
dependientes del aporte.46
Cambios de composición
La leche materna no tiene una composición
estática y sus constituyentes cambian durante el
período de lactancia. Por ejemplo, no tiene las
mismas características durante el transcurso de la
mamada. Al principio, la leche es más acuosa y
calma la sed del niño y es rica en proteínas, minerales,
vitaminas hidrosolubles y lactosa. Al finalizar
es de color más blanco, con más grasa y vitaminas
liposolubles.
La lactancia materna puede dividirse en cuatro
fases: calostral, transicional, madura e involucional.
La composición de la leche madura, que es la que
nos ocupa, cambia durante el curso de la lactancia,
aunque no tan marcadamente como en las primeras
semanas.70
Muchos nutrientes presentan un descenso gradual
en su concentración de aproximadamente el
10 al 30% durante el primer año de lactancia. Algunos,
como el cinc, descienden en forma marcada.43
La fluctuación diurna más notable es el aumento
en la concentración de grasas, mientras que el
hierro puede aumentar ligeramente.71 También las
proteínas pueden sufrir pequeños cambios durante
el día y durante el curso de la mamada. El calcio
no presenta variaciones.3
Factores que influyen en la cantidad de leche materna
El volumen de producción de leche es variable
entre individuos, y se considera que es inferior a la
capacidad de la glándula mamaria.
Si bien la producción máxima de leche materna
se alcanza entre el tercero y el quinto mes de
lactancia y se mantiene constante en los meses
siguientes, está influida por factores psicológicos,
fisiológicos y sociológicos, los que con frecuencia
se encuentran relacionados entre sí.71
Entre los factores psicológicos es conocido que
los trastornos emocionales y la ansiedad provocan
alteraciones en la secreción láctea y en casos
extremos pueden llegar a interrumpir la producción
glandular.71
En cuanto a los factores fisiológicos, se considera
que la frecuencia, la duración y el vigor de la
succión del lactante influyen en la cantidad de
leche producida por la glándula mamaria;46 es decir,
que la secreción está afectada por la demanda.
Como factores sociales, vemos que muchas veces
la madre debe recurrir a sucedáneos de la leche
materna o a suplementos mientras está fuera del
hogar y consecuentemente disminuye la formación
de leche. Si esto ocurre entre los 3 y 5 meses, la
declinación es marcada, mientras que si es después
del sexto mes el volumen de producción puede
mantenerse mayor a 500 ml/día hasta después de
los 18 meses.72
Duración de la lactancia
En los países en desarrollo, la ventaja potencialmente
más importante de la lactancia exclusiva
durante seis meses frente a la práctica de ese mismo
régimen durante cuatro meses seguida de amamantamiento
parcial durante seis meses se manifiesta
en la morbilidad y mortalidad por enfermedades
infecciosas, especialmente las gastrointestinales
(enfermedades diarreicas).73
La República Argentina, al igual que muchos
países de América Latina, experimenta un proceso
de transición, tanto en aspectos sociales como económicos
y sanitarios.
En la Tabla 1 se observan datos de prevalencia de
lactancia al cuarto mes que datan de 1996. Más
recientemente se ha recopilado nueva información,
75,76 donde se evalúa la lactancia materna exclusiva
hasta el sexto mes (Tabla 2). Las cifras hablan de
una baja incidencia de lactancia materna exclusiva
hasta los seis meses de edad75 a pesar de haber
incrementado en los últimos años por efecto de las
campañas a favor de la lactancia.
TABLA 1. Porcentaje de niños amamantados exclusivamente hasta el cuarto mes (INDEC, 1996)74
TABLA 2. Porcentaje de permanencia de la lactancia exclusiva al sexto mes en la Capital Federal y Buenos Aires, 200375,76
CONCLUSIONES
La leche materna tiene una naturaleza dinámica ajustada a las necesidades del niño en crecimiento y no sólo aporta componentes nutritivos sino también factores bioactivos necesarios para el desarrollo infantil. Por ello, la consulta de expertos de la OMS77 concluyó que la lactancia materna exclusiva hasta los seis meses reporta múltiples beneficios, tanto para el lactante como para la madre que amamanta.
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