ARTÍCULOS ORIGINALES
Hábitos de sueño en menores de 2 años
Dras. Gladys Convertini* y M. Rosa Tripodi*
* Sector Salud Infantil, Servicio de Pediatría. Hospital Nacional Prof. Dr. Alejandro Posadas.
Correspondencia: gconvertin@intramed.net
mtripodi@intramed.net
RESUMEN
Introducción. Dormir es un proceso fisiológico en el
que intervienen la maduración del sistema nervioso
central y la adaptación del niño en su contexto.
Influyen en su dinámica: el colecho, el amamantamiento
nocturno, el trabajo materno y los conflictos
familiares. El despertar nocturno y la dificultad
para conciliar el sueño son frecuentes en la consulta
pediátrica.
Objetivos. 1) Observar los hábitos de sueño de
niños sanos hasta los 2 años de vida. 2) Relacionar el
despertar nocturno con diversos factores medioambientales.
Material y métodos. Diseño: Observacional, descriptivo,
transversal.
Población. Se investigaron 300 niños menores de 2
años estratificados en 4 grupos por semestres de
edad (G1, G2, G3 y G4).
Metodología. Se realizó un cuestionario al adulto
acompañante del niño. Se recabaron datos de hábitos
de sueño y socio-ambientales. Se analizaron
mediante Epi Info 6.
Resultados. Ciento treinta y seis (45,3%) fueron
varones. El número de niños de cada grupo fue:
G1: 86 (28,7%); G2: 69 (23%); G3: 73 (24,3%); G4: 72
(24%). La posición para dormir fue en prono:
18,6%(G1). Tardaban en dormirse > 30 min: 22%.
Dormían toda la noche: 17,4% (G1); 20,3%.
(G2);
31,5% (G3) y 40,3% (G4). En los que se alimentaban
de noche (55,3%), y no conciliaban el sueño
solos, los despertares nocturnos eran mayores y
se asociaban directamente con el descontento
parental. La cohabitación fue del 79,3%. El colecho
del 23%.
El grupo G1 tuvo mayor prevalencia de cohabitación
y alimentación nocturna. El grupo G4 tuvo la
mayor prevalencia de colecho.
Conclusiones. Los hábitos de sueño se adquieren y
es función del equipo de salud acompañar a la
familia para que lo logre; para ello es menester
profundizar nuestra tarea preventiva en los controles
en salud.
Palabras clave: Hábitos de sueño, Niños.
SUMMARY
Sleep is a highly organized physiologic process in
which some factors, like nervous system maturation,
and adaptation of the child to the family group
take part.
Some factors are influencing on it's dynamic: cosleeping,
night-time feeding and inappropriate sleep
behaviors. Night waking and difficulty in falling
asleep are frequent complaints of parents. Our aims
were the following.
Objectives. 1) Evaluate sleep habits of healthy children
below 2 years old. 2) Relate night waking with
environmental variables.
Population. The sleep habits of 300 healthy children
were evaluated. They were stratified in 4
groups.
Methods. A questionnaire specially elaborated for
this purpose was completed by the children's
parents. The variables were analyzed by means of
Epi Info 6.
Results. 136 of the 300 children were males. G1: 86
(28.7%); G2: 69 (23%); G3: 73 (24.3%); G4: 72 (24%).
Sleep position (only in G1) was: 18.6% prone; 51.2%
supine and 30.2% flank.
In 22% of the children there was a 30 minutes delay
in falling asleep. Only 17.4% of G1, 20.3% of G2,
31.5% of G3 and 40.3% of G4
were able to sleep over
night. The possibility of getting asleep alone was
similar in the 4 groups, being smaller in breastfeeding
children. Night-time feeding was 55.3%. Night
wakefulness was related to falling asleep alone,
night feeding and parental discomfort. Cohabitation
was greater in G1 and co-sleeping in G4.
Conclusions. The preceding data indicates that we
must deepen our preventing activities in health
care.
Key words: Sleep habits, Children.
INTRODUCCIÓN
El dormir es un proceso fisiológico
altamente organizado en el que intervienen:
la maduración del sistema nervioso
central, la adaptación del niño a su familia
y la influencia del medio ambiente en su
desarrollo.1,2
Desde el punto de vista fisiológico, la
alternancia del sueño y la vigilia forma
parte de un ritmo que es fijo, y se acompaña
de una maduración orgánica y cambios
electroencefalográficos.3
La consolidación de este ritmo se produce
alrededor de las 6-12 semanas de
vida, lapso en el que el niño se encuentra
capacitado para tener una pausa nocturna
de 5 ó 6 horas,4,5 para ello es determinante
la interrelación entre las necesidades orgánicas
y psíquicas del niño y la rutina
regular de sus padres.6
Con el sueño se produce una ruptura
de las relaciones con el mundo exterior, con cambios
en las funciones vegetativas, metabólicas, hormonales,
la movilidad y el tono muscular.
Los factores que influyen en la dinámica del
sueño son: el colecho, la lactancia nocturna, el trabajo
materno fuera del hogar, los conflictos familiares
y las conductas inapropiadas a la hora de dormir.
El despertar nocturno así como la dificultad
para conciliar el sueño son un motivo de queja de
los padres en la consulta pediátrica y pueden perturbar
notablemente la dinámica familiar.7-10
Vigilar cómo se lleva a cabo la función del sueño
forma parte de la evaluación del crecimiento y desarrollo
de los niños por parte del equipo de salud.
OBJETIVOS
1. Observar los hábitos de sueño de niños sanos
hasta los 2 años de vida.
2. Relacionar el despertar nocturno con diversos
factores medioambientales.
Tipo de diseño: Observacional, descriptivo,
transversal.
MATERIAL Y MÉTODOS
Población
Se investigaron los hábitos de sueño de 300
niños de 2 meses a 2 años, elegidos al azar de un
total de 1.239 pacientes que concurrieron al Sector
Salud Infantil con citación programada, para su
control en salud, los días lunes, miércoles y viernes,
durante los meses de junio a diciembre de 2002. La
muestra se estratificó de acuerdo al período evolutivo
de los niños en 4 grupos:
Grupo 1 (G1): niños de 2-6 meses.
Grupo 2 (G2): niños de 7-12 meses.
Grupo 3 (G3): niños de 13-18 meses.
Grupo 4 (G4): niños de 19-24 meses.
Criterios de inclusión: Niños nacidos a término,
con una internación al nacer menor de 4 días, sin
antecedentes perinatales de importancia, que concurrieron
sanos a la consulta.
Se consideró niño sano a todo aquel que presentó
un crecimiento y desarrollo acordes a su edad
cronológica y no presentó enfermedad aguda en
los 10 días previos a la consulta.
Metodología
Se realizó un único interrogatorio al adulto acompañante del niño a través de un cuestionario confeccionado a tal fin, en el que se recabaron los hábitos de sueño de los niños y algunos datos medioambientales. Previo consentimiento verbal, el cuestionario fue administrado por las autoras (Anexo Nº 1).
ANEXO Nº 1. Protocolo de hábitos de sueño en menores de 2 años
Se extrajeron las frecuencias relativas de las variables mencionadas mediante el programa informático Epi Info 6. Se utilizó la prueba de la ji al cuadrado (Mantel-Haenszel).
Definición de variables
• Despertar nocturno: episodio de despertar durante
la noche que ocurre por lo menos cinco
noches por semana y que requiere intervención
parental.
• Objeto transicional: uso de algún objeto como
almohada, osito, chupete, etc., que ayude al niño
a dormir o lo acompañe para conciliar el sueño.
• Concilia el sueño solo: posibilidad del niño de
dormirse solo una vez que se lo colocó despierto
en su cuna.
• Hacinamiento: presencia de más de 2 personas
por cuarto (INDEC).
• Cohabitación: compartir la habitación con los
padres.
• Colecho: dormir en la cama con los padres u
otro adulto 3 veces por semana o más como
hábito usual en el último mes.
• Duerme toda la noche: se considera si el niño
duerme sin despertarse por lo menos de 0 h a 5
AM.1,7
• Descontento parental: referencia de disconfort
por parte de los padres en referencia a la conducta
de sueño de su hijo.
• Siesta: tiempo de sueño destinado para descansar
durante el día.
RESULTADOS
Se evaluaron los hábitos de sueño de 300 niños
de los cuales 136 fueron varones (45,3%), divididos
en los siguientes 4 grupos: G1: 86 (28,7%); G2: 69
(23%); G3: 73 (24,3%); G4: 72 (24%). Las variables
socio-ambientales generales se detallan en la Tabla 1.
TABLA 1: Características socio-ambientales generales
La posición para dormir, evaluada sólo en el G1,
fue en posición supina en el 51,2%, de costado en el
30,2% y en prono en el 18,6%.
La prevalencia de h ábitos de sueño por grupo
etario se describe en la Tabla 2.
TABLA 2: Prevalencia de los hábitos de sueño por grupo etario
Los niños tardaban en dormirse más de 30 minutos
en un 22% (n= 66) y no hubo diferencias
significativas según edad y sexo.
Casi la mitad de los ni ños del 1er año de vida
efectuaban 2 siestas (G1: 48,3%; G2: 47,8%). La
prevalencia de siestas por grupos etarios se describe
en la Tabla 3.
TABLA 3: Prevalencia de siestas por grupo etario
Dormían toda la noche el 18,7% en el 1er. año de
vida (G1 y G2) y 35,9% en el 2º año (G3 y G4). No se
relacionó con la cantidad de siestas diurnas.
Se despertaban 2 o más veces por noche el 25%
de los niños.
Los despertares nocturnos se relacionaron significativamente
con el descontento parental, el alimento
nocturno y la dificultad para conciliar el
sueño solos. No se relacionaron con el sexo del
niño, el trabajo materno fuera del hogar, el grado
de instrucción de los padres, el uso de objeto
transicional, el colecho, el ser hijos únicos, ni con
tener padres convivientes (Tabla 4).
TABLA 4: Relación entre los despertares nocturnos y las variables medioambientales analizadas
Conciliaban el sueño solos el 40,3%, con una
frecuencia similar en los 4 grupos. Se encontró una
diferencia significativa con la satisfacción parental,
ya que el 85,1% de los padres de niños que conciliaban
el sueño solos, estaban satisfechos respecto del
sueño de sus hijos (P= <0,05). Fue significativamente
menor en los que se alimentaban de noche
(P= <0,01).
La alimentación nocturna se verificó en el 55,3%
y fue mayor en el G1. El amamantamiento fue la
práctica mas frecuente de alimentación durante la
noche.
Utilizaban un objeto transicional el 23,7%, con
mayor prevalencia en ni ños del G2, coincidiendo
con la etapa de la reacción ante extraños. Fue significativamente
menor en niños con colecho (P= 0,04).
El descontento parental fue del 21,3%, con una
prevalencia similar en los 4 grupos. Se relacionó
significativamente con los despertares nocturnos
aunque lo refirió también un 12,3% de los padres
de niños que no se despertaban de noche.
De los padres que se mostraban disconformes
con el sueño de sus hijos, el 71,9% de ellos no
conciliaba el sueño solo (P= 0,02). No se relacionó
con: colecho, madre que trabaja, ni pareja conviviente.
La cohabitación fue del 79,3% y fue mayor en el
G1. Fue más prevalente en hijos únicos (P= <0,01).
El colecho se presentó en el 23% de los niños y
fue más frecuente en el G4. En hijos únicos fue
significativamente mayor (P= <0,01) y menor con
la presencia de pareja conviviente (P= <0,01). No se
relacionó con el descontento parental, el sexo, la
alimentación nocturna, ni con la posibilidad de
conciliar el sueño solos.
DISCUSIÓN
El sueño es una función vital, compleja, que
requiere de la maduración del sistema nervioso
central, y una función mental, constituida por experiencias
singulares vinculadas con aspectos emocionales
del niño. La necesidad de dormir es biológica
y surge periódicamente en ciclos con la finalidad
de procurar descanso físico y psíquico. Es un
estado activo en el que se producen cambios en las
funciones corporales y en las actividades mentales,
de enorme trascendencia para el equilibrio orgánico
y emocional.
Desde el punto de vista orgánico se relaciona
con la reparación energética, la síntesis proteica, el
crecimiento físico a través de la síntesis de hormona
de crecimiento, el estímulo del sistema inmunitario,
la maduración cerebral, el aprendizaje y la
consolidación de huellas mnémicas.
Según la teoría psicoanalítica, representa una
manera de elaborar conflictos, calmar las frustraciones
y elaborar las angustias. Soñar algo y recordarlo
representa una valiosa experiencia por el
intenso trabajo de elaboración que implica.11
Las dificultades en el dormir traen consecuencias
para el niño y su familia. Al niño le ocasionan
efectos negativos sobre sus funciones cognitivas,
endocrinas, metabólicas, emocionales y conductuales
manifestados como irritabilidad, fracaso escolar,
somnolencia diurna o, por el contrario, hiperactividad.12 A la familia, le acarrea dificultades en
la dinámica familiar, conflictos conyugales e inseguridad
en sus funciones parentales, y puede desencadenar
la agresión tanto verbal como física
hacia el niño.9,13
El 51,2% de los niños del G1 (2-6 meses) dormían
en posición supina como se recomienda en la
actualidad (Academia Americana de Pediatría,
1996) y de costado el 30,2%. Llama la atención que
a pesar de las pautas de prevención implementadas
desde el momento del nacimiento, el 18,6% dormían
en posición prona.
Tardaban más de 30 min en dormirse un 23% de
los niños, sin diferencia significativa en los 4 grupos,
con una rutina prolongada y una pobre higiene
del sueño según refirieran Howard y Fin Davis.
14,15 Beltramini lo detalló en el 26% en el 1er año
y en el 43% en el 2º año de vida.9
Se halló que la posibilidad de dormir toda la
noche,1,7 la lograban el 18,7% de los niños en el 1er
año de vida, cifra que trepó al 35,9% durante el 2do
año de vida. Estos guarismos son menores que los
mencionados por Algranatti y Weisblutt, quienes
aseguran que en el 1er semestre de vida, el 70% de
los niños pueden adquirir una pausa nocturna
prolongada.7,16
El establecimiento de la periodicidad circadiana
del ritmo sueño-vigilia se produce hacia
los 3-5 meses de vida,2,4,17-19 período en que los
lactantes pueden establecer un sueño nocturno
prolongado sin dificultad, ya que la persistencia
de los despertares más allá de los 6 meses podrían
tener más relación con aspectos de la relación
madre-hijo, que con la evolución neurológica
del ciclo sueño-vigilia.
Los despertares nocturnos se asociaron con la
alimentación nocturna, sobre todo en niños amamantados,
de los cuales el 80,3% se despertaban
una o más veces por noche.
En el período neonatal, los despertares nocturnos
se relacionan con la alimentación; pero en
edades posteriores, la persistencia de la lactancia
nocturna genera una conducta aprendida que se
refuerza y se mantiene, con lo cual el niño es
incapaz de dormirse sin esta asociación que ya le es
familiar.5,10,20-22
Pinilla, por su parte, considera que la alimentación
a pecho no se asocia con mayor prevalencia de
despertar nocturno pues con una adecuada rutina
del sueño se puede lograr una pausa nocturna
prolongada.23
Si bien no encontramos relación entre los despertares
nocturnos y el hecho de tener hermanos o
no tenerlos, algunos autores manifiestan una mayor
prevalencia en primogénitos, sobre la base de
que la experiencia de hijos previos cumpliría un rol
importante, más que la edad o el grado de educación
de la madre.24
Los despertares nocturnos son habituales a todas
las edades, pero sólo causan dificultades cuando
el niño no aprende a dormirse sin reclamar la
presencia de los padres.2,5,21,25,26 Howard lo refiere
en un 20% a los 2 años,14 mientras que para Pin
Arboledas representa el 52,2% de los niños de 1 año
y el 56% de los de 2 años de vida.26 Scott, por su
parte, en una muestra de 1.500 niños de 1 año halló
que un 26% se despertaban 5 veces por semana.27
La intervención parental a la hora de dormir
ejerce influencia sobre los despertares nocturnos.
La presencia de los padres con el niño hasta el
momento en que se duerme y el uso de técnicas
como llevarlo a la cama dormido o dormirlo en
brazos, se relaciona con una frecuencia mayor de
despertar nocturno.12
La mayoría de los autores concuerda en que uno
de los factores que inciden sobre la posibilidad de
no despertarse de noche es que los niños sean
acostados despiertos y que concilien el sueño solos,
ya que al despertarse reclaman la misma situación
en que se encontraban cuando se durmieron, con lo
cual se genera un despertar nocturno aprendido.
5,15,18 Para que los niños puedan conciliar el
sueño solos deben sentirse seguros y esto se logra
con una rutina regular y una actitud tranquilizadora
y firme de los padres.14
Conciliaban el sueño solos menos de la mitad
de los niños (40,3%), aun los del grupo 4 (45,8%).
Villó Siderol también lo refiere en un 46,8% de los
niños de la misma edad, un porcentaje semejante
a nuestros hallazgos.28 Por su parte, Pin Arboledas
relata cifras algo menores ya que en el 1er año de
vida lo menciona en el 34% y a los 2 años en el
23,7% de los niños.26
La prevalencia de despertares nocturnos detectada
fue mayor en niños que no conciliaban el
sueño solos (77,7%), dato referido por varios autores;
2,14 esta situación generó descontento parental
en forma significativa, también hallado por otros
autores;16,21 consiste en el relato subjetivo aportado
por los padres y en el que intervienen innumerables
factores personales; eso explicaría que en nuestro
trabajo, manifestaran descontento el 12,3% de
los padres cuyos hijos no se despertaban de noche.
El dormir significa para el niño una "separación"
de su entorno, sobre todo de su madre, lo que
le genera angustia; tal situación se evidencia en el
período denominado de "reacción ante extraños",
entre los 5 y 8 meses, en el cual, con la adquisición
de la "permanencia del objeto", el niño reconoce
que su madre existe aunque esté fuera de su vista
y requiere su presencia, con un incremento del
despertar nocturno;1,7,14,29 si bien no encontramos
un aumento de los despertares en este periodo (G
2), hallamos un significativo aumento del uso de
un objeto transicional que le ayudaría al niño a
transitar este período.
Según Winnicott, el objeto transicional, simboliza
un objeto parcial, como el pecho materno, que
sugiere como tal el "cuidado materno", la práctica
de crianza, así también como el pecho real.30
Anders y Benhamou encontraron que los niños
que usaban un objeto transicional tenían menos
despertares nocturnos. Una explicación posible
sería que este objeto le ofrece al niño una satisfacción
proporcionada por el ambiente.1,31
En nuestro trabajo encontramos que, de los
niños que dormían con sus padres, el 85,5% no
usaban un objeto transicional y suponemos que, al
tener a la madre tan próxima, el niño no necesitaría
utilizar algún elemento que la reemplace.
La prevalencia del colecho en nuestra población
fue del 23%, no se relacionó con los despertares
nocturnos, pero es una práctica que conviene no
alentar en la consulta. La bibliografía mundial cita
sus desventajas, entre ellas: peligro de accidentes y
muerte por aplastamiento, mayor prevalencia de
trastornos del sueño y despertares nocturnos e
interferencia con el descanso materno;21,26,32 también
alienta un vínculo indiferenciado entre madre-
hijo, interfiere en la discriminación de roles y
en la relación de pareja, produce sobreestímulo
sexual, dificulta la individuación del niño y promueve
la asociación despertar-amamantamiento.
8,11,14 En nuestra población, el colecho fue significativamente
mayor en hijos únicos y en madres sin
pareja. Esta práctica está influenciada por factores
culturales que debemos respetar.8,33,34
En la cultura oriental los niños nacen independientes
y se los debe integrar a la familia, por lo que
el compartir la cama no genera problemas de sueño
ni dificultades en los padres, pero en la cultura
occidental, los niños son considerados dependientes
y se les debe permitir su autonomía, y el colecho,
como respuesta a los despertares nocturnos de los
niños, perturba en la dinámica familiar.
Lee encontró que en 218 niños coreanos de 3
meses a 2 años, el 83% se despertaba de noche, el
98% compartía la cama con sus padres y sólo el 16%
de las madres consideraba esto como un problema.
35 En nuestra población contamos con familias
bolivianas, entre quienes el colecho es habitual, y
tal práctica no genera en ellos preocupación.
CONCLUSIONES
• La posición prona fue del 18,6% en los niños
menores de 6 meses.
• Los niños de 19-24 meses: el 13,9% se despertaba
2 o + veces/noche; el 59,7% no dormía toda
la noche; el 54,2% no conciliaba el sueño solo; el
80,6% compartía la habitación con los padres; el
31,9% dormía en la cama de sus padres; el 38,9%
seguía alimentándose de noche y el 20,8% tardaba
+ de 30 min en dormirse.
• El colecho se presentó en el 85,5% de los hijos
únicos.
• De los que presentaban colecho, 85,5% no usaban
un objeto transicional.
• De las parejas que convivían, 84,8% no dormían
con sus hijos.
• Los despertares nocturnos se relacionaron con:
el descontento parental, la alimentación nocturna
y la dificultad para conciliar el sueño solo.
La regulación de la función del ritmo sueñodespertar
brinda al pediatra una excelente oportunidad
para evaluar el desarrollo biológico, psicológico
y sociocultural del niño en el contexto de la
relación parental.
El hábito de sueño saludable se adquiere y es
función del equipo de salud ayudar a la familia a
lograrlo. Esto se logra a través de una sólida formación
profesional, una capacitación de posgrado permanente
y el auxilio de la interdisciplina. Debemos
profundizar nuestra tarea preventiva en los controles
en salud, e intervenir oportunamente para mejorar
la calidad de vida del niño y su familia.
1. Anders T, Keener M, Bowe T, Shoaff B. A longitudinal study of nighttime sleep-wake patterns in infants from birth to one year. Frontiers of Infant Psychiatry. Call, Galenson, Tyson Editors. 1983; Chapter 14:150-170.
2. Anders T, Halpern L, Hua J. Sleeping through the night: a developmental perspective. Pediatrics. 1992; 90(4):554-560.
3. Ajuriaguerra J. El sueño y sus perturbaciones. Manual de Psiquiatría Infantil. 4ta Ed. Barcelona: Masson 1996; 157-176.
4. Ma G, et al. The development of sep-wakefulness rhythm in normal infants and young children. Tohoku J Exp Med 1993; 171 (1): 29-41.
5. Adair R, et al. Night waking during infancy: role of parental presence at bedtime. Pediatrics 1991; 87 (4):500-504.
6. Vergara JM. Trastornos cronobiológicos en la infancia. Rev Neurol 1997; 25(145):1429-1453.
7. Algranati P, Dworkin P. Infancy problem behaviors. Pediatrics Review 1992; 13(1):16-22.
8. Lozoff B, Abraham W, Davis N. Cosleeping in urban families with young children in the United States. Pediatrics.1984; 74(2):171-182.
9. Beltramini A, Hertzig M. Sleep and bedtime behavior in preschool-aged children. Pediatrics 1983; 71(4):153-158.
10. Zuckerman B, Stevenson J, Bailey V. Sleep problems in early childhood: continuities, predictive factors and behavioral correlates. Pediatrics 1987; 80 (5):664-671.
11. Winnicott, D. Escritos de pediatría y psicoanálisis. Desarrollo emocional primitivo. Barcelona: Editorial Laia 1981: 203-218.
12. Mindell J, Owens J. Sleep problems in pediatric practice: clinical issues for the pediatric nurse practitioner. J Pediatr Health Care 2003; 17(6):324-331.
13. Finn DK, Parker K, Montgomery G. Sleep in infant and young children: Part two: Common sleep problems. J Pediatr Health Care 2004; 18(3):130-137.
14. Howard B, Wong Y. Trastornos del sueño. Pediatr Rev Español 2002; 23(1):3-17.
15. Finn DK, Parker K, Montgomery G. Sleep in infant and young children: Part one: Normal sleep. J Pediatr Health Care 2004; 18(2):65-71.
16. .Weissbluth M, Todd D, Poncher J. Night waking in 4-8 month old infants. J Pediatr 1984; 104:477-479.
17. Estivill E. Insomnio infantil por hábitos incorrectos. Rev Neurol 2000; 30:188-191.
18. Estivill E. Duérmete niño. 12 años de experiencia. Revisión crítica. An Esp Pediatr 2002; 56:35-39.
19. Adair R, et al. Reducing night waking in infancy: A primary care intervention. Pediatrics 1992; 89(4):585-588.
20. Blum N, Carey W. Trastornos el sueño en lactantes y niños pequeños. Pediatr Rev Español 1996; 17(4):123-129.
21. Elias M, et al. Sleep/wake patterns of breast-fed infants in the first 2 years of life. Pediatrics 1986; 77:322-329.
22. Keener M, Zeanah C, Anders T. Infant temperament, sleep organization, and nighttime parental interventions. Pediatrics 1988; 81:762-761.
23. Pinilla T, Birch L. Help me make it trough the night: Behavioral entrainment of breast-fed infants´ sleep patterns. Pediatrics 1993; 91(2):436-444.
24. Carey W. Night waking and temperament in infancy. J Pediatr 1974; 84(5):756-758.
25. Pin Arboledas G. Alteraciones del sueño en el niño: enfoque desde la asistencia primaria. 1º Congreso Virtual Iberoamericano de neurología. http://neurologia.rediris.es/congreso- l/conferencia/son.html 1998; (1):1-18.
26. Pin Arboledas G, Lluch Roselló A, Borja Paya F. El pediatra ante el niño con trastornos del sueño. An Esp Pediatr 1999; 50(3):247-252.
27. Scott G, Richard MP. Night waking in 1 year old children in England. Child Care Health Dev 1990; 16(5):283-302.
28. Villó Siderol N y col. Hábitos del sueño en niños. An Esp Pediatr 2002; 57(2):127-130.
29. Spitz R. Afectos de desagrado. La angustia de los ocho meses. El primer año de vida del niño. Génesis de las primeras relaciones objetales. 3ra ed. Madrid: Aguilar 1997: 46-58.
30. Winnicott, D. Objetos transicionales y fenómenos transicionales. Realidad y Juego. 6ta ed. Colección: Psicoterapia mayor, Barcelona: Editorial Gedisa 1996: 17-45.
31. Benhamou I. Sleep disorders of early childhood: a review. Isr J Psyquiatry Sci 2000; 37(4):331.
32. Convertini G, Krupitzky S, Tripodi MR, Carusso L. Trastornos del sueño en niños sanos. Arch Argent Pediatr 2003; 101 (2):99-105.
33. Latz S, Wolf A, Lozoff B. Cosleeping in context: sleeping practices and problems in young children in Japan and United States. Arch Pediatr Adolesc Med 1999, 153(4):339- 346.
34. Mc Kenna J, Mosko S, Richard C. Bedsharing promotes breastfeeding. Pediatrics 1997; 100(2):214-219.
35. Lee K. Pattern of night waking and crying of Korean infants from 3 month to 2 years old and its relation with vaousri factors. J Dev Beh Pediatr 1992, 13(5):326-330.