COMENTARIOS EDITORIALES
Mycoplasma pneumoniae: lo que nos queda por conocer
Mycoplasma pneumoniae: what is still out of our knowledge
Dra. Rosa Bologna*
* Jefa del Servicio de Epidemiología e Infectología. Hospital Nacional de Pediatría "Prof. Dr. J. P. Garrahan"
Correo electrónico: rbologna@fibertel.com.ar
Inmediatamente después de la identificación
de Mycoplasma pneumoniae
como agente etiológico de la neumonía
atípica primaria en la década de 1960
surgió un notable interés por dilucidar la
incidencia, prevalencia, modo de transmisión
y espectro clínico de las enfermedades
asociadas con este nuevo microorganismo.
Una de las características distintivas
de M. pneumoniae es la ausencia
de pared celular, lo cual hace que no sea
afectado por los antibióticos ß-lactámicos
y no sea visible con la tinción de Gram.
Esta bacteria, de distribución universal,
puede comprometer tanto el tracto respiratorio
alto como el bajo y ocurrir tanto
en forma endémica como epidémica, en
niños y adultos.1
Los síntomas de infección más
frecuentes incluyen odinofagia,
cefalea, fiebre y tos no productiva,
en algunos casos acompañados de
conjuntivitis y miringitis, que pueden
durar de días a semanas. En
los menores de 5 años, las manifestaciones
más frecuentes incluyen
predominantemente los signos respiratorios
altos con coriza y pueden aparecer
sibilancias, mientras que la progresión
a neumonía es relativamente infrecuente;
a diferencia de los niños mayores
de 5 años, en los que la aparición de neumonía
con compromiso unilateral o bilateral
es más frecuente. En casos no complicados,
la fiebre suele durar alrededor
de una semana, en tanto que la astenia y la
tos pueden persistir dos semanas o más.
La presentación clínica puede ser indistinguible
de la generada por otros microorganismos
responsables de neumonía
"atípica", como Chlamydia pneumoniae, y
puede existir co-infección con otros agentes,
como los virus respiratorios.2
Otra característica de M. pneumoniae es
la presencia de compromiso extrapulmonar,
que ocurre hasta en el 25% de los
casos, con un tiempo variable de aparición,
y que puede ser posterior a la enfermedad
respiratoria o presentarse incluso
en ausencia de ella.1,2 Dentro de los cuadros
asociados podemos mencionar el
compromiso cutáneo, con diferentes variantes
de exantemas (macular, morbiliforme,
papulovesicular, como también
eritema nudoso y urticaria). Ocasionalmente,
puede ocurrir eritema multiforme
mayor o Síndrome de Stevens-Johnson.
Las complicaciones del sistema nervioso
central, como la encefalitis, se incluyen
entre las más graves, con posibles secuelas.
En aproximadamente el 15% de las
infecciones agudas por M. pneumoniae se
han descripto mialgias, artralgias y
poliartropatía, que pueden persistir por
períodos prolongados. La anemia
hemolítica, una complicación rara
que puede ser grave, ocurre con
mayor frecuencia en niños que en
adultos. La gravedad de la anemia
se correlaciona con el título
de crioaglutininas por lo que los
casos de mayor compromiso pulmonar
o la presencia de Síndrome
de Stevens-Johnson se asocian con mayor
frecuencia a esta complicación. En forma
esporádica se ha observado compromiso
renal, que incluye glomerulonefritis aguda,
fallo renal, nefritis tubulointersticial y
nefropatía IgA.
En EE.UU., Mycoplasma pneumoniae se
ha definido como responsable del 15-
20% de los casos de neumonía de la comunidad
y de aproximadamente el 18%
de las neumonías que requieren hospitalización
en niños.3 En nuestro medio existe
poca información epidemiológica sobre
este microorganismo, pero los datos
disponibles no difieren de los descriptos
en otros lugares.
Estudios iniciales de seroprevalencia,
confirmados con técnicas moleculares en
los últimos años, describen un patrón
endémico con picos de incidencia que
varían año a año y que ocurrirían cada 3
a 5 años.3 Existen pocos estudios de vigilancia
continua de M. pneumoniae en la comunidad, por
lo cual los datos provienen más de estudios focales
que poblacionales. Los brotes pueden ocurrir en
ambientes cerrados, como instituciones religiosas,
barracas militares, campamentos y hogares
de cuidados crónicos. Algunos cambios recientes
en la incidencia descriptos por Lind y colaboradores,
4 en los cuales se observa la aparición de un
mayor número de casos entre los brotes sin descenso
a los niveles endémicos, han llevado a especular
sobre las posibles razones de su ocurrencia.
Con el advenimiento de los estudios moleculares
se han identificado 8 subtipos de M. pneumoniae
que pueden reunirse en dos grupos basados en los
subtipos de adhesinas, los cuales serían los responsables
del desarrollo y la aparición de los
ciclos de brotes epidémicos de este agente.2
Clásicamente, se ha considerado que este microorganismo
no forma parte de la flora normal
del ser humano. Sin embargo, puede persistir por
períodos variables en el tracto respiratorio después
de la resolución clínica de infecciones con el
tratamiento antibiótico apropiado.3 Este fenómeno
se explicaría por la capacidad de esta bacteria
para adherirse fuertemente e invadir las células
epiteliales, y por las características de los macrólidos,
que como drogas bacteriostáticas disminuyen
el tiempo de enfermedad en forma significativa,
pero no eliminarían todos los microorganismos
presentes. Estudios de vigilancia realizados
con métodos moleculares como la PCR (reacción
en cadena de la polimerasa) sugieren que el estado
de portador asintomático puede ocurrir en
algunas personas que funcionarían como reservorio
para la diseminación. Dado que estas técnicas
tienen una altísima sensibilidad, en la última década
se han ampliado los conocimientos, pero, a
su vez, también se ha complicado la comprensión
de la epidemiología y será necesario redefinir el
patrón estándar para el diagnóstico sobre la base
de los métodos moleculares.5 Los estudios iniciales
basados en serología y cultivo informaban que
la neumonía por M. pneumoniae era poco frecuente
en los niños menores de 5 años, con una frecuencia
mayor en niños de edad escolar. Las publicaciones
más recientes indican que puede detectarse
hasta en el 23% de las neumonías en niños de 3-4
años de edad.6
El diagnóstico específico es importante dado
que el tratamiento de la infección por M. pneumoniae
con antibióticos ß-lactámicos es inefectivo,
mientras que la administración de macrólidos reduce
marcadamente la duración de la enfermedad.
7 Los métodos estándar para el diagnóstico de
laboratorio han sido la serología y el cultivo, pero
como se trata de un agente fastidioso que desarrolla
muy lentamente, la utilidad del cultivo está
limitada en la práctica. El diagnóstico serológico se
basó clásicamente en la técnica de fijación de complemento,
que mide predominantemente anticuerpos
IgM, y presenta limitaciones, como su baja
sensibilidad y especificidad.8 En los últimos años
se han desarrollado otros métodos de detección de
IgM, que incluyen inmunofluorescencia indirecta
o ELISA, que permiten el diagnóstico de la infección
con una sola muestra. La PCR para M. pneumoniae
detectado en el aspirado nasofaríngeo o en el
lavado broncoalveolar es un método que permite
la detección rápida en las muestras clínicas; para
prevenir los falsos positivos se requiere un programa
de validación y control de los procedimientos.
Una publicación muy reciente demuestra la mayor
sensibilidad de la PCR, en particular en niños pequeños
y huéspedes inmunocomprometidos.9 El
uso de estos métodos en forma combinada permitiría
un mayor rendimiento en una fase temprana
de la infección.5,8
En el presente número se publica el estudio de
Lezcano y colaboradores realizado en nuestro
medio sobre la seroprevalencia de M. pneumoniae
en menores de 12 años.10 Mediante la detección de
anticuerpos IgG por enzimoinmunoanálisis se documentó
el antecedente de infección por M. pneumoniae
en el 12,4% de la población estudiada. Al
estratificar por grupos de edad se verificó que la
proporción de seropositivos en el grupo de menores
de 2 años era de 3,6%, en el de 3-5 años de 9,4%
y en el de 6-12 años de 24,7%. En concordancia con
otros estudios, los niños con serología positiva
presentaron una edad significativamente mayor
(7,1 años contra 4,4 años, p<0,0001). En el análisis
multifactorial la edad permaneció como predictor
independiente de presencia de anticuerpos contra
este microorganismo. Es interesante que el estudio
aporte datos "de base" sobre nuestra población
para el complejo mosaico de la epidemiología
de M. pneumoniae, cuadro que habrá que completar
en el futuro con los nuevos instrumentos
diagnósticos disponibles.
1. Baum S. Mycoplasma pneumoniae and Atypical pneumonia. En: Mandell, Douglas and Bennett 's. Principles and Practice of Infectious Diseases. 6ª Ed. Filadelfia: Churchill Livingstone; 2005. Pág. 2271.
2. Waites KB, Talkington DF. Mycoplasma pneumoniae and its Role as a Human Pathogen. Clin Microbiol Rev 2004; 17(4):697-728.
3. Foy HM. Infections caused by Mycoplasma pneumoniae and possible carrier state in different populations of patients. Clin Infect Dis 1993; 17:S37-S46.
4. Lind K, Benzon JS, Jensen S, Clyde WA. A seroepidemiological study of Mycoplasma pneumoniae infection in Denmark from 1958 to 1974. Eur J Epidemiol 1997; 13:581-586.
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