Consenso Nacional de Prevención del ahogamiento. "El niño y el agua." 2a parte
Consensus on drowning prevention. "The child and the water." 2nd part
Subcomisión de Prevención de Accidentes*
* Coordinadores: Dr. Carlos Nasta, Dr. Osvaldo Aymo, Dra. Margarita Marchan,
Dr. Alberto Iñón, Dr. Luis Agote, Lic. Verónica Dimarco, Dra. Clotilde Ubeda y Dra.
Ingrid Waisman.
Participantes: Dra. Alejandra Ariovich, Dra. Sabrina L. Baldonedo, Dr. Alejandro
Balzaretti, Dra. Ana M. Bianchi, Dr. Diego Chiappussi, Dra. Nuria A. Chumbita, Dra.
Marta Cucurullo, Dr. Roberto Forrester, Dra. Stella M. Gil, Dra. Karina A. Gutson, Dr.
Gabriel Hernández, Dra. Adela Leiva, Dra. Valeria López Girons, Dra. Paola S. Loza
Puente, Dr. Raúl Merech, Dr. Jorge L. Montero, Dra. Graciela Morales, Dr. Tomás
Newkirk, Dra. Rosa Pappolla, Dra. Viviana Reines, Dr. Raúl A. Robles, Dr. Guillermo
Roccatagliata, Dr. Silvio F. Torres, Dr. Ángel Turganti, Dra. Dora Vilar de Sarachaga,
Dra. Melina Villarreal Re, Dra. Paola Viola, Dra. Graciela M. Vitoriano, Dra. Patricia
Cirigliano, Lic. Pablo A. Testa y Prof. Patricia Scieppaguercia.
Conflicto de intereses:
Nada que declarar
Correspondencia:
Dr. Carlos Nasta
slaentrerriana@arnet.
com.ar
Recibido: 9-3-09
Aceptado: 23-3-09
Índice 2a parte
• Prevencion de accidentes a bordo de embarcaciones
• Prevención de accidentes en deportes acuáticos
Prevención de accidentes
a bordo de embarcaciones
Comenzaremos por una enumeración
de las distintas embarcaciones
donde pueden existir niños o adolescentes
como tripulantes o pasajeros,
agrupándolas con un criterio accidentológico
y didáctico (no náutico,
ni técnico):
• Grupo "canotaje" con tracción a remos: piraguas abiertas, kayaks, canoas "pescadoras" y botes de semicompetición o competición (simple, doble o cuádruple).
• Grupo "motonáutica, con motores fuera de borda, semifuera de borda o internos: gomones, lanchas pescadoras o deportivas, embarcaciones cabinadas de diverso porte, "motos de agua", etc.
• Grupo velerismo: tracción a velas con diferentes tamaños, desde el Optimist hasta veleros cabinados (y con motores fuera de borda de apoyo).
• Grupo "yates de paseo": de mediano o gran porte con diversos equipos de propulsión y adecuados a inclemencias climáticas medianas y graves (no incluye los cruceros de turismo de gran tonelaje).
La participación de niños desde
lactantes hasta adolescentes en la tripulación
de todas las embarcaciones
en general, ha mostrado en las últimas
2 ó 3 décadas un "adelantamiento cronológico" evidente, producto de un
abanico de factores, pero no siempre
bajo un paraguas mínimo de condiciones
de seguridad.
Nos parece útil y práctico proponer
un esquema orientativo de "uso
de embarcaciones por edades", siempre
considerando un pronóstico meteorológico
razonablemente seguro y
un conocimiento y respeto adecuados
de las aguas en que se navega:
• Lactantes, con extensión a 18- 24 meses: salvo embarcaciones de mediano y gran porte, con logística de salvataje adecuada, la presencia de esta franja etaria en todo el resto de las embarcaciones, implicaría en caso de emergencia o naufragio una situación de altísimo riesgo, que es absolutamente recomendable evitar.
• De 2 años y hasta la edad en que aprendan a nadar bien, con cierta resistencia, además de tener ya una aceptable "noción del peligro" (o sea entre los 4 a 6 años) pueden acompañar a un adulto que nade bien y con resistencia, con chaleco salvavidas puesto (ambos), en proporción 1 a 1, en la mayoría de las embarcaciones mencionadas, tratando de evitar en lo posible las de menor estabilidad (piraguas, kayaks, motos de agua, etc.) y menor porte.
• De 4 a 6 años en adelante: comienza a tener trascendencia la contextura física (muy variable), la experiencia previa en aguas abiertas y la apoyatura de control, vigilancia y salvataje con que se cuenta. Sólo a modo orientativo, enunciaremos algunos ejemplos de las embarcaciones más usadas:- "Optimist": para niños mayores de 8 años, acompañados de lanchas (con motor) de apoyo, con al menos 2 (dos) tripulantes adultos capacitados en rescate. El apoyo con embarcaciones a remo es más lento e inseguro.
- Kayaks y piraguas: aproximadamente a partir de los 10 años, con curso y entrenamiento de canotaje previo, sin alejarse del área de visión directa de cuidadores capacitados, que pueden estar en tierra o en embarcaciones de apoyo.
- Motos de agua: aproximadamente a partir de los 16 años, con la misma salvedad de contacto visual que en el caso anterior y fuerza muscular adecuada.
- Veleros de diverso tipo: la conducción está a cargo de un adulto con carnet habilitante expedido por la Prefectura Nacional Marítima. Como tripulantes, debidamente entrenados y con supervisión adecuada, aproximadamente desde los 14 a 16 años.
- Lanchas con motor (de tonelaje y potencia diversa): como tripulantes desde los 2 años, con un adulto capacitado, en estricta proporción 1 a 1 y cumpliendo las condiciones ya mencionadas más arriba. Es muy difícil que un adulto socorra eficientemente a dos o más niños ante una emergencia o naufragio.
- Como timonel, solo con examen y carnet habilitante de la Prefectura Nacional Marítima, en cualquier embarcación con motor (habitualmente 18 años).
Las condiciones de seguridad de niños y adolescentes que tripulan o conducen embarcaciones deberían ser como mínimo:
• Nadar correctamente y con un grado razonable de resistencia en aguas oscuras en movimiento. Los "exámenes habilitantes" que consistan en nadar algunas piletas de 25 metros con agua clara y quieta, no brindan garantía alguna.
• Chaleco salvavidas adecuado a su peso y permanentemente abrochado, antes de abordar la embarcación. Chalecos desprendidos, pequeños o muy grandes son de dudosa eficacia en una emergencia.
• Para embarcaciones a remo, pasadas 3 horas de una comida copiosa. Para velerismo y motonáutica, una comida moderada y digerible fácilmente.
• El alcohol en cualquier forma, psicofármacos u otras drogas, están proscriptos para tripular o conducir embarcaciones. Sí es necesaria, una hidratación adecuada.
• Conocimiento previo adecuado de las aguas que se va a navegar y un actualizado pronóstico meteorológico, para varias horas.
• Conocimiento previo y adecuado de la embarcación que se tripula o conduce, sus limitaciones, particularidades, equipamiento, etc.
• Saber tomar conciencia de una emergencia inicial o instalada y solicitar socorro en la forma más efectiva.
En una embarcación (excluyendo las de gran porte) deben cumplirse, respecto de la seguridad, dos proporciones:
• Debe existir 1 salvavidas por tripulante, y todos los menores de 8-10 años deben tenerlo puesto y abrochado.
• Por cada menor de 8-10 años, debe haber 1 adulto que nade correctamente y con capacidad para ayudarlo en una emergencia dentro del agua.
• La embarcación debe cumplir todos los requisitos y tener los elementos que determina la Prefectura Nacional Marítima (incluida su matriculación, obviamente cuando corresponda) para navegar.
• El capitán o conductor debe estar físicamente apto, abstenerse totalmente de ingerir alcohol antes y durante la navegación, evitar ingestas copiosas y tener en regla los papeles que correspondan, según el tipo de embarcación.
• Cualquiera fuera la propulsión de la embarcación (remos, velas o motor) debe navegar a prudente distancia de las zonas habilitadas para bañistas, evitando hacer marejada si hay niños en el agua.
Es responsabilidad del capitán o adulto a cargo
de la embarcación, conocer el pronóstico climático
para las horas estimadas de navegación.
Ante pronósticos "inciertos", "dudosos" o
francamente desfavorables, debe excluirse a niños
pequeños de la tripulación, más allá de su "experiencia" en navegar.
Es conveniente conocer todas las particularidades
de las aguas en que se va a navegar. Si se van a
recorrer lugares o zonas no conocidas o sin referencias,
es mejor excluir a los niños de la tripulación.
El calzado, la vestimenta y la protección solar
deben ser las correspondientes al tipo de embarcación
y duración de la navegación.
Debe haber a bordo agua potable o bebidas sin
alcohol. No tentarse con aguas que impresionan
como "límpidas" para consumo humano o para
tomar mate.
En invierno, los niños deben llevar abrigo adecuado
y si no es impermeable (lo ideal) deben
llevar una toalla y ropa seca (siempre más complicado).
Recordar que la "sensación térmica" puede
ser diferente en tierra que navegando en aguas
abiertas y con viento.
La embarcación debe tener una escalera en la
popa para el ascenso de bañistas o tripulantes que
hubieran caído involuntariamente al agua. Durante
la maniobra de rescate, la embarcación debe estar
a sotavento de los náufragos y el motor y las
hélices detenidos.
Los niños no deben viajar en la proa de las embarcaciones,
por el riesgo de caídas ante virajes o
marejadas.
El tema salvavidas fue analizado precedentemente
y sólo cabe agregar algunos comentarios:
• Los modelos con "agarradera" para sacar al niño del agua pueden ser una ayuda, pero seguramente no determinante del éxito de un salvataje.
• Un silbato con cadenita puede ser útil para niños mayores y en condiciones de audibilidad favorable (viento, olas, etc.). Para niños pequeños no agrega más garantías a un buen salvavidas.
• Ante una caída de un niño al agua, lo ideal es que un adulto lo mantenga bajo visión permanente mientras, en lo posible, otro lo auxilia y contiene en el agua. En aguas abiertas, arrojar inmediatamente un salvavidas permite marcar la zona de la caída.
• Dentro de la cabina de una embarcación existen factores de riesgo similares a algunos de la casa (fuego, caída, etc.) potenciados por el movimiento en navegación normal o accidentada.
• Las maniobras con el velamen, sean habituales, por cambios climáticos bruscos o salvataje de un tripulante caído al agua, exigen enviar inmediatamente los niños y adolescentes no entrenados a la cabina, para evitar accidentes.
La navegación de niños y adolescentes como
actividad al aire libre, con la familia o sus pares,
merece todo el estímulo, más aun si además implica
actividad física aeróbica (remo, en sus diferentes
modalidades).
El parque náutico del país ha crecido notablemente
en las últimas dos décadas, más aun en las
embarcaciones de bajo costo.
El correlato al ítem anterior, fue un cambio
cuantitativo (marcado aumento) y cualitativo (disminución
de la edad de iniciación) en la práctica
de la actividad náutica por niños y adolescentes.
Los fenómenos anteriores tal vez no fueron
proporcionalmente acompañados por las medidas
que brindaran un marco de seguridad a esta
franja etaria en la actividad náutica, incrementada
y complejizada.
Tal como se comentara para el ahogamiento,
los "accidentes" suceden por el incumplimiento
evidente de las normas, la mala u optimista evaluación
de las situaciones y, a veces, la falta de un
soporte de vigilancia y salvataje eficientes.
La educación previa, gradual y supervisada,
para tripular o conducir embarcaciones, respetando
edades y con responsabilidad progresiva, en el
marco del respeto a las normas, sería el objetivo
deseable para niños y adolescentes.
Incendios a bordo
La mayoría de los incendios se origina en la
instalación eléctrica de la embarcación o en errores
groseros en la cocina, cigarrillos, etc.
Inmediatamente debe combatirse el foco con el
o los matafuegos de a bordo, usados según técnica.
Recordar que es fundamental refrigerar el foco
con agua para evitar que el calor autoperpetúe el
incendio.
Al unísono, otro tripulante se comunicará por radio o teléfono celular con la Prefectura, el club
o el auxilio más cercano (según el lugar del país
en que se encuentre).
Todas las garrafas o bidones con combustibles
deben arrojarse al agua.
Tener presente que (salvo colisión frontal) el
lugar más seguro para los niños es:
• Incendios: en la proa, sobre cubierta.
• Vía de agua (rumbo): ídem.
• Maniobras con el velamen: dentro de la cabina.
• Accidente o temporal: ídem.
Prevención de accidentes en deportes acuáticos
Zambullidas
Desde que se familiariza con el agua y aprende
las primeras nociones de natación, el niño (y
sobre todo el varón) tiene el impulso y el placer
de zambullirse en la piscina.
Se da así la paradoja de que niños que "nadan
mal" (por aprendizaje incorrecto o incompleto),
tienen una marcada destreza para zambullirse.
Es una actividad física puramente lúdica, desordenada,
no aeróbica y que a veces desplaza del
interés del niño (y de los padres) el aprender a
nadar, perfeccionar su estilo y adquirir un grado
aceptable de resistencia.
En los escolares y preadolescentes el principal
factor de riesgo es hacerlo desde los laterales de
la piscina, y aun desde las cabeceras, y caer sobre
un bañista de cualquier edad, lo cual puede ser
causa de graves lesiones del que está dentro del
agua, fundamentalmente.
El otro riesgo en preadolescentes con 30 kg o
más es zambullirse de cabeza en la parte de la piscina
de menor profundidad (1,20-1,50 m) y colisionar
con el fondo, en un cálculo equivocado de "masa" y "amortiguación" del agua.
Llegada la adolescencia (y aquí disminuye el
predominio de género que exhibían los varones)
el trampolín de competición, con sus plataformas
de 3 y 5 m, son la atracción "deportiva" y "social" de la piscina, nuevamente en muchos casos en detrimento
de la natación.
Aquí la institución (club, polideportivo, etc.)
debe poner normas estrictas y personal capacitado
para supervisar y socorrer. La profundidad
mínima para el uso de la plataforma de 5 m., son
4 m de agua.
La piscina debe estar absolutamente libre de
bañistas en un radio de varios metros y entre
saltos debe respetarse el tiempo que demore el
saltador anterior para abandonar la piscina. Las "colas" sobre la plataforma de 3 m de preadolescentes
y adolescentes que se arrojan "en serie",
son un grave factor de riesgo.
Los saltos ornamentales competitivos exigen
una instrucción gradual, una preparación física
impecable "fuera del agua" y un grado de concentración
y ubicación espacial que no todos tienen.
Por ello, la realización de cualquier figura o
destreza por adolescentes no capacitados puede
terminar en traumatismos contra el agua, períodos
de segundos de "aturdimiento" y otras lesiones
menos frecuentes y más graves.
Las principales lesiones son de partes blandas,
columna cervical y lumbar, traumatismos de cara,
cráneo y tórax.
Las zambullidas en aguas oscuras en movimiento
están absolutamente proscriptas para
niños pequeños y preadolescentes, sea desde
muelles, rocas o embarcaciones.
Los adolescentes pueden hacerlo cuando la
profundidad es conocida, el clima adecuado, con
chaleco puesto y observadores en condiciones de
socorrer personalmente o con un vehículo acuático
rápido.
Negar la fuerte atracción que las "zambullidas" ejercen sobre niños y adolescentes, sería no
ver una realidad cotidiana. El paraguas de protección
debe estar dado por normas claras explicadas
previamente, disciplina estricta en las piscinas
sin concesiones optimistas y una adecuada y gradual
preparación para los que elijan los saltos ornamentales
como deporte (que son una pequeña
minoría).
Esquí acuático
La embarcación de remolque (generalmente
lanchas o gomones grandes) debe cumplir con todas
las condiciones de seguridad y equipamiento
comentadas en el capítulo anterior. La potencia
para "sacar" un esquiador entrenado es de 40 a
50 caballos de fuerza, como mínimo.
Es un riesgo concreto y exige una gran experiencia
conducir y mirar al esquiador simultáneamente.
Lo ideal es que un tripulante conduzca
observando troncos, camalotes o marejadas y otro
observe permanentemente al esquiador.
El equipo para esquiar debe ser chequeado
antes de cada salida. Recordar que el chaleco salvavidas
y el tamaño de los esquíes deben ser adecuados
al peso y talla del niño o adolescente, y no
a su edad cronológica.
El esquiador debe arrojarse al agua con el o los
esquíes colocados, por la borda de la lancha, que debe estar detenida y con el motor apagado hasta
que el esquiador tome varios metros de distancia.
El esquí acuático requiere (además de nadar
correctamente en aguas oscuras en movimiento)
adecuada fuerza muscular en piernas y brazos,
postura correcta de la columna vertebral, sentido
de la distancia y equilibrio en la coordinación de
movimiento o inclinaciones.
Este conjunto de condiciones se alcanzan generalmente
en la preadolescencia y dependiendo
de la contextura física y preparación previa "fuera
del agua", y no de la edad. Exhibir como éxito
un comienzo "precoz" suele potenciar los factores
de riesgo.
El accidente más frecuente (sobre todo al comienzo)
es la caída del esquiador: el "efecto látigo" del agua a cierta velocidad puede causar
aturdimiento momentáneo, y el golpe con el o los
esquíes en la caída en cualquier parte del cuerpo,
también puede originar graves lesiones.
No soltar el manillar al caerse o quedar con
una o ambas manos enredadas en la soga, aun
cuando la lancha tenga sólo el impulso, ocasiona
un "arrastre" brusco y riesgoso, más aún si los
esquíes permanecen colocados ofreciendo más resistencia
al agua.
Siempre debe esquiarse en aguas conocidas,
de bastante profundidad, lejos de la costa y de los
ocasionales bañistas o de embarcaciones menores,
como piraguas o kayaks.
El remolque simultáneo de dos esquiadores
por la misma embarcación, aun con gran entrenamiento
y destreza, supone siempre un riesgo: al "darse la mano" o "cruzar las sogas", pueden suceder
percances de consecuencias imprevisibles.
En el marco de la seguridad el esquí acuático
quedaría reservado a niños mayores y adolescentes,
con las condiciones físicas necesarias y la
infraestructura de equipamiento, embarcación y
tripulación adecuadas.
Tablas de surf y de windsurf
Se tratan conjuntamente dos actividades deportivas
diferentes, pues comparten un amplio
arco de "factores de riesgo" comunes y muy similares
para ambas.
Asimismo tienen en común una marcada expansión
en el número de sus cultores en las últimas
dos décadas, con el correlato de una gradual
disminución en la edad de comienzo, que consideramos
un riesgo concreto.
Un extenso litoral marítimo, con muchas playas
de "buenas olas", una amplia oferta de tablas
nuevas con el correspondiente mercado de "usadas" y la aparición de trajes de neoprene
completos (no los reducidos, que son para aguas
tropicales), explican la expansión del surf, con
un franco predominio masculino, en la edad pediátrica.
Para ambos deportes, el preadolescente o adolescente
debe cumplir algunos requisitos para
practicarlos con seguridad razonable:
• Nadar perfecta y habitualmente en el mar.
• Tener el estado físico adecuado, habitualmente cultivado "fuera del agua" con otros deportes o gimnasio.
• Equipamiento adecuado (traje, chaleco, etc.) incluida la protección solar de partes expuestas.
• Conocimiento de las corrientes de la playa en que se "surfea".
• Conocimiento del pronóstico y tener una actitud conservadora ante él.
• Contar con una infraestructura de guardavidas entrenados en el rescate en el mar y conocimientos de RCP, con la apoyatura de motos de agua o gomones rápidos, únicas embarcaciones que garantizan una rápida llegada en el mar.
Los accidentes del surf surgen del variado incumplimiento de las pautas precedentes, las cuales ocurren lamentablemente con frecuencia, como puede observarse en cualquier playa:
• La caída de la tabla es una contingencia común en este deporte. Si el surfista tiene chaleco salvavidas adecuado, atada la tabla (que siempre flota) al tobillo y conoce las corrientes de la playa, el suceso es manejable sin problemas.
• Si no tiene chaleco o si la fuerza de las olas azota la tabla contra cualquier parte de su cuerpo (especialmente cara, cráneo y tórax), se genera una situación de riesgo de variada gravedad.
• La predilección de los adolescentes mayores por playas solitarias, donde "nadie los molesta", tiene el correlato de que en ellas no existen guardavidas ni infraestructura de salvataje. Quedan con la escasa protección de sus compañeros, cuya llegada oportuna es imprevisible.
• La hipotermia por carecer en aguas frías (frecuentes en nuestro litoral) de traje enterizo de neoprene, es una contingencia posible. Los más delgados son los más proclives a la lesión por frío.
• La hipertermia por largos períodos de exposición solar, especialmente al mediodía, se potencia porque el neoprene "no mojado" se calienta fácilmente e impide el mecanismo regulatorio de la transpiración.
• El cansancio no advertido a tiempo, la ingesta de comidas copiosas dentro de las 3 h previas y, obviamente, la ingestión de alcohol (en cualquier forma) o psicofármacos, disminuyen todos los mecanismos de fuerza, equilibrio y reacción adecuada ante una emergencia.
El windsurf también ha tomado un auge notable
en ríos, lagos y bahías o playas de mar relativamente
calmas. Obviamente, requiere un grado
de viento suficiente para practicarlo con éxito.
Las condiciones generales de seguridad para el
surfista a vela, su equipamiento y la infraestructura
de la playa en que se practica son semejantes a las
enunciadas para el surf, en este mismo apartado.
La vela y la botavara son los elementos que introducen
factores de riesgo de algún modo diferentes
a los comentados previamente.
• La caída (generalmente hacia atrás) es el episodio quizás más frecuente, sobre todo en principiantes. El surfista nunca debe soltar la botavara al caer, para evitar que lo golpee (especialmente en el cráneo) y, además, al emerger del agua le permitirá ubicar fácilmente su tabla (que siempre flota) y la vela generalmente semi-hundida.
• Otro accidente frecuente es que al girar la tabla para regresar o buscar la dirección del viento (virar a barlovento), la vela golpea al surfista con traumatismos generalmente de hombro.
• El alejarse por vientos o corrientes favorables y la posterior imposibilidad de volver, exige la vigilancia y el equipo de rescate ya especificado ampliamente.
• La salida y llegada debe realizarse en zonas (muelle o playa) lejos de las áreas de bañistas, más aún con vientos de cierta intensidad.
• Aquí también el pronóstico climático y el conocimiento de las aguas en que se navega es tanto o más influyente, por la presencia de la vela y los eventuales cambios de tiempo: viento, lluvia, etc.
La práctica de ambas variedades de surf con
llovizna o lluvia débil (que muchos adolescentes
buscan como "aventura") obviamente potencia
todos los factores de riesgo comentados. Está proscripta para niños pequeños y desaconsejada
para adolescentes.
En cuando a la edad para el manejo seguro de
ambas modalidades de tabla, es difícil especificar
cifras cronológicas concretas.
Debe tenerse en cuenta la experiencia previa
en aguas oscuras en movimiento, la contextura y
resistencia física, la habilidad natural para ambos
deportes y la posibilidad de un adiestramiento supervisado
y progresivo.
De todas maneras, son deportes al menos para
preadolescentes, ya que en los niños pequeños se
potencian todos los factores de riesgo comentados.
Motos de agua
El parque de motos de agua ha tenido una
gran expansión en todos los espejos de agua del
país, no siempre acompañado con la observación
de las normas de seguridad correspondientes.
Como para todo vehículo acuático rigen su uso
pautas comunes a casi todos:
• Salida y llegada muy cuidadosa de la playa o el embarcadero, maniobrando a baja velocidad (velocidad de maniobra).
• Lejanía razonable de los bañistas en primer lugar y de otras embarcaciones pequeñas y más lentas (recordar que, en el agua, no se "frena" como lo hace un automóvil común).
• Conocimiento de las aguas que se navegan; recordar que se necesita un mínimo de 60 cm de profundidad a baja velocidad.
• Conocimiento y entrenamiento respecto a su mecánica y manejo, para advertir precozmente fallas de cualquier índole en el vehículo que se conduce.
• Uso permanente del chaleco salvavidas.
• Además del conductor, puede acompañarlo un tripulante, tratándose de adolescentes. Más tripulantes, aun de bajo peso, disminuyen la maniobrabilidad y aumentan el riesgo. Jamás debe ir alguien ubicado delante del que conduce.
Se considera seguro su uso a partir de los 16
años, con el agregado de que la contextura física
del conductor (de cualquier sexo) sea la adecuada
para maniobrar la moto, aun en condiciones climáticas
no ideales.
Las previsiones respecto del frío intenso,
exposición prolongada al sol, distancia de las
comidas e ingestiones previas de alcohol o psicofármacos,
son las misma que para cualquier embarcación,
tanto para el que conduce como para
el que tripula.
"Saltar" olas o estelas altas de otras embarcaciones
expone al riesgo de lesiones de columna,
al golpear luego del salto con el asiento (aquí, no
existe la flexión de rodillas que hace el esquiador
en la misma maniobra).
El uso de casco es polémico. Sus ventajas ante
un vuelco en el agua son obvias en cuanto a la
protección de cráneo y cara. Su desventaja seria
la sofocación por la correa de seguridad y el llamado "efecto cubo" (ahogamiento porque se llena
de agua).
En todo tipo de embarcaciones se detecta incumplimiento
de normas de seguridad, pero es
en las motos de agua donde tal vez más transgresiones
de edad, velocidad, número de tripulantes,
etc. se cometen.
Reflexión final aclarativa
En el transcurso de este Consenso se ha descripto
un amplio y variado arco de "factores de
riesgo" vinculados a las actividades en el agua de
niños y adolescentes.
En muchas oportunidades, se ha puntualizado
sin tener una apoyatura estadística sólida y abarcativa,
el evidente incumplimiento de las normas
de prevención, aun las más simples y económicas.
La combinación de los dos factores precedentes,
tendría el resultado, casi lógico, de un elevado
número de lesiones no intencionales de causas
externas vinculadas con el agua y las actividades
acuáticas.
La explicación de que esto no se evidencie en
su real magnitud, es (al menos como factor muy
fuerte) que los medios masivos de comunicación
sólo informan a la comunidad generalmente los "mega-accidentes": ahogamientos, naufragios o
accidentes de embarcaciones medianas o grandes
o casos de gravedad excepcional.
Pero existe un enorme número de "accidentes" medianos y menores, que aunque reciben la atención
y el tratamiento adecuados, no trascienden a
la comunidad. Su conocimiento queda limitado al ámbito donde ocurre al hecho: el club, el balneario
público o privado, las piscinas diversas o el marco
de la familia en alguna playa habilitada o no.
Nadie piensa en ocultamiento o disimulo de
estos casos, pero parece evidente que, globalmente
considerados, tienen "menos prensa" que, por
ejemplo, los accidentes viales.
BIBLIOGRAFÍA
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2. Manual de prevención de accidentes. 2ª ed. Revisada. Buenos Aires: Sociedad Argentina de Pediatría; 2005.
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