IN MEMORIAM
En memoria de Juan Rodríguez Larreta
Hace ya mucho tiempo algunos amigos de alrededor de treinta años
comenzamos a estudiar filosofía bajo la dirección de Gregorio Klimovsky.
Muy pronto uno de nosotros se destacó por su capacidad creadora y su
curiosidad filosófica: era Juan Larreta. Es así que, a pesar de haber
iniciado tarde su formación, descolló como filósofo de mérito tanto en la
Argentina como en el exterior.
Presidente de la Sociedad Argentina de Análisis Filosófico (SADAF)
durante dos períodos, obtuvo el Diploma al M érito en Filosofía de la Fundación Konex en el 2006 y fue nombrado miembro honorario de la
Sociedad Española de Filosofía Analítica (SEFA) en 2010. Organizó seminarios y dictó conferencias en centros de estudios filosóficos y en
universidades argentinas y extranjeras, en cuyas publicaciones escribió numerosos artículos de singular valía, todos ellos caracterizados por su
originalidad, su irreverente desafío al sentido común y sus ingeniosos
experimentos mentales (thought experiments).
Esta despedida dolorosa se empeña en acercar a la memoria
recuerdos queridos de circunstancias compartidas con este amigo
excepcional. fue nuestro centro: en su casa organizó, durante muchos años,
seminarios de filosofía, de economía y, junto con María Elisa, esas
reuniones cinéfilas de divertidas, sorprendentes y variadas interpretaciones.
Contrastaba su envergadura intelectual con su delgado físico, del
que se destacaba la cabeza grande, que parecía hecha a propósito para
albergar tanta inteligencia. De conversación profunda, era más proclive
al sutil sentido del humor que a la risa fácil.
Digno y valiente, convivió con su larga enfermedad sin nunca
quejarse y siempre más dispuesto a ayudar que a ser ayudado. Hizo un
culto de la amistad. Los amigos buscábamos su consejo sabiendo que se
interesaría en nuestro problema más que si fuera propio, con el talento
y la sensibilidad que siempre lo distinguieron.
Junto a su leal compañera y amiga, María Elisa, formó una
familia excepcional que era su mayor orgullo.
El inmenso vacío que nos deja mide la nobleza y el valer de Juan
Larreta.
Adiós Juan. Estarás reunido con tu querido Ramiro.
Gracias, muchas gracias por ser mi amigo.
Iñaqui Zuberbühler
Es posible recordar a Juan Rodríguez Larreta desde múltiples
perspectivas, como amigo, como colega, como filósofo, como integrante de
la comunidad filosófica en la Argentina. En esta oportunidad quiero
especialmente recorrer algunos aspectos, quizás menos conocidos, de la
que creo fue su labor institucional más rica y fecunda, y de la que no
podemos menos que estar profundamente agradecidos. Este camino lo
haré desde el lugar de haberlo acompañado durante muchos años en la
puesta a punto y en la ejecución de los objetivos institucionales que
compartió y que contribuyó a enriquecer y consolidar.
Es sabido que Juan fue miembro fundador de SADAF. Pero no se
limitó nunca a la mera figuración como socio sino que, por el contrario,
acompañó, promovió, patrocinó y dirigió, los proyectos institucionales con
un profundo compromiso puesto de manifiesto a lo largo de los cuarenta
años de existencia de esta sociedad. En reiteradas ocasiones justificó su
conducta institucional en una frase que resume este compromiso: "yo a SADAF le debo mucho". Desde la fundación de SADAF desempeñó los más
variados roles. Rememoremos algunos de ellos.
Fue integrante de la comisión directiva -como vocal y
vicepresidente- hasta ser su presidente (1986-1989 y 1999-2002). Las
gestiones que realizó durante ambos períodos, particularmente durante
el primero, tienen un carácter fundacional en sentido estricto, porque
materializó lo que sabía, desde la primera hora, que era una aspiración
insatisfecha: la formalización definitiva de SADAF como una asociación
civil sin fines lucro. Sentía que todo lo que SADAF había hecho y todo lo
que había que hacer en el futuro necesitaba ser incluido en el marco de
sociedades académicas formalmente reconocidas como tales. Tenía clara
conciencia de que cumplimentar este paso abría y abriría las puertas para
lograr objetivos que transcendieran los límites locales, tanto hacia el
interior del país como hacia el exterior. Todos los que hayan atravesado
este derrotero saben que esas formalidades involucran un sinnúmero de
cuestiones arduas y complejas. Juan se lo propuso y lo logró.
Durante 1982-1983 fue docente del Curso de Posgrado en Filosofía. Había
acompañado este proyecto de la comisión directiva con particular
entusiasmo, no sólo puesto de manifiesto en el curso de Filosofía del
conocimiento y ontología que dictó, sino también en el apoyo que brindó,
a los concurrentes al curso, a algunos de los cuales dirigió en su trabajo
final de maestría o monográfico, según el caso. La experiencia exitosa de
esa maestría lo llenó de satisfacción.
A fines de la década del ´70 la comisión directiva se propuso editar
una revista filosófica. así en 1981 nace Análisis Filosófico. Juan no sólo
asistió académica y materialmente este emprendimiento, sino que se incorporó como miembro del consejo editorial. aquí cabe subrayar su
especial preocupación para que Análisis Filosófico fuera el ámbito de
difusión de la producción filosófica de alta calidad, mostrando en todo
momento un profundo respeto por la labor de los otros. Su agudeza como
lector y su meticulosidad crítica en aquellos temas filosóficos en los que
sentía que podía emitir opinión, se ponían de manifiesto en la
consideración atenta y amable de todos los trabajos que se recibían.
Juan quería que SADAF fuera no sólo un lugar de docencia y diálogo
formativo y crítico sino también un lugar de investigación. Promovió la
adecuación física de los locales institucionales para que quien así lo
quisiera pudiera tener allí un lugar de trabajo y tuviera a su disposición
los medios materiales y bibliográficos que estimularan su tarea y se la
facilitaran.
También sabía que el acceso a la información era primordial. Por
ello patrocinó la organización de la biblioteca y la hemeroteca. En
tiempos en el que la consulta de las revistas filosóficas era prácticamente
inexistente en nuestro medio, ya que no se recibían en otras instituciones,
se preocupó por facilitar la consulta, mediante las suscripciones de
importantes revistas, y promovió convenios con otras bibliotecas -como
la del instituto de investigaciones filosóficas de la Universidad Nacional
Autónoma de México-. Con la aparición de los distintos recursos
electrónicos, Juan alentó su incorporación para que estuvieran disponibles
a sus asociados.
Un párrafo especial merece su preocupación por crear, incrementar
y fortalecer los vínculos con otras sociedades filosóficas nacionales e
internacionales. Precisamente fue miembro fundador de la Asociación
Filosófica Argentina (AFRA) y contribuyó a estrechar las relaciones con
otras asociaciones: la Sociedad interamericana de filosofía (SIF) y la
Sociedad Española de Filosofía Analítica (SEFA) (con la que SADAF
mantiene un vínculo destacado). En reconocimiento de esta preocupación
la SEFA lo nombró, en el año 2010, socio honorario.
Pero además, todas estas tareas institucionales no le impidieron,
año tras año, la conducción de seminarios y grupos de lectura y la
participación en actividades análogas coordinadas por sus colegas dentro
de la institución, así como la planificación sistemática de los eventos
académicos que han caracterizado la trayectoria de SADAF. Tampoco le
impidieron desarrollar una rica y original obra filosófica que hoy un grupo
de amigos con el apoyo de SADAF y de María Elisa Mitre, su compañera
de toda la vida, ha recogido en un volumen de próxima aparición.
Seguramente esta apretada síntesis ha dejado afuera muchos otros
aspectos que hacen al perfil institucional de Juan, pero quise limitarme a señalar algunos hitos como una modesta muestra de mi inmenso
agradecimiento por todo lo que hizo para que todos nosotros pudiéramos
estar contenidos en y representados por una institución que nació, creció
y maduró gracias al esfuerzo mancomunado de un grupo de filósofos al
que Juan perteneció desde siempre y hasta el final, exhibiendo una
conducta absolutamente desinteresada y humilde.
En varias ocasiones le manifesté mi agradecimiento ahora sólo
quiero compartirlo para promover entre los más jóvenes un ejemplo de
compromiso institucional.
María Cristina González
Si alguien tenía "talante" analítico, ese era Juan. Lo fascinaban los
argumentos por encima de las teorías filosóficas o los sistemas metafísicos
generales. Admiraba a Zenon de Elea, a Mc Taggart, a Berkeley, a Bradley
por su aptitud argumentativa, por las tesis que los hizo inmortales aún
frente al derrumbe de las visiones del mundo que aquellas tesis sostenían.
Propenso al diálogo y a la discusión rigurosa de esos argumentos, "hacía
filosofía", según la expresión con la que Eduardo Rabossi distinguió a
aquellos con el talante de Juan de aquellos que se limitan a las exégesis
o a explicar lo que otros filósofos han dicho. Fueron el sello de su actitud
filosófica la actividad filosófica como análisis, la inclinación marcada por
la discusión de problemas específicos, la reconstrucción en detalle de los
argumentos, esclareciendo distinciones y extensiones conceptuales,
proponiendo conexiones intrigantes con otros argumentos, defendiendo
neutralidades o independencias inexploradas con otras tesis (veáse por
ejemplo "Conceiving of someone else´s pain on the model of one´s own",
publicado en Análisis Filosófico 2005) y, por fin, formulando soluciones
superadoras.
Con la actitud analítica que lleva a intentar una producción
auténtica y original, Juan recorrió en sus trabajos y seminarios problemas
filosóficos fundamentales en el campo de la metafísica (entre ellos el
problema de los universales, el principio de identidad de los indiscernibles,
la causalidad), de la teoría del conocimiento (por ejemplo, el problema de
la percepción, la identidad personal) y de la ética (el valor epistemológico
de la democracia, la verdad moral, el significado de los principios
morales, entre otros). Tal vez porque no sufría la presión de la profesión
académica nos hizo disfrutar de largos años de discusión creativa y sin
tiempos en seminarios dedicados al Russell de Nuestro conocimiento del
mundo externo y Problemas de la Filosofía, al Moore de Algunos problemas
principales de la Filosofía, al Aufbau de Carnap, a La estructura de la
apariencia de Goodman, al Universals and Scientific Realism de Amstrong. Leímos tantos textos en encuentros iluminados por su sencillez
y la intensidad de su pensamiento que para medir la extensión de
nuestra amistad lo hacíamos "en libros" en vez de años (o más vale
décadas): "nos conocemos hace más de diez libros" decíamos con orgullo.
Juan era un maestro a la hora de identificar, exponer y comentar
críticamente los argumentos más importantes y originales de los filósofos,
evaluar su grado de vigencia y fertilidad teórica. Inclinado a las tesis de
tipo empirista, no recurría al empleo de técnicas formales o a los modos
definicionales de la lógica matemática al estilo de otros filósofos analíticos,
ni concebía a los problemas filosóficos como problemas eminentemente
lingüísticos. Su talante analítico se expresaba en la manera como lograba
enunciar con rigor las "tesis" originales de distintos autores, reconstruir
sus justificaciones, identificar paradojas y evaluar maneras alternativas
de salvar contraargumentos. era sumamente imaginativo a la hora de
formular ejemplos hipotéticos que mostraran la plausibilidad de sus
propias tesis o de concebir "posibilidades" (algunas muy extrañas por
cierto) que incomodaran o pusieran en jaque a algunas teorías
consagradas. recomiendo revisitar su defensa de la posibilidad de
vivencias literalmente compartidas por dos mentes, expuesta en un
artículo de 1987 en coautoría con Beatriz Dorfman Lerner publicado en
Análisis Filosófico, o el intercambio epistolar que mantuvo con David
Armstrong publicado también en Análisis Filosófico (2003) como diálogo
filosófico donde se explora el carácter autosubsistente de los universales,
la relación entre las teorías ontológicas y el argumento del regreso
infinito de Bradley. Ambos trabajos ilustran, además, la recurrente
capacidad de Juan de traducir sus reflexiones y propuestas en figuras y
gráficos sumamente creativos (y divertidos).
El tenor dialogal de sus reflexiones ha quedado plasmado en casi
todos sus artículos, que indefectiblemente recogen conversaciones,
comentarios, objeciones que cuestionan y reevalúan el legado no sólo de
la tradición analítica sino de las contribuciones más recientes. Simpson,
Kripke, Moretti, Rabossi, Sosa, Nino, Zuberbühler, Farrell, Bulygin,
Malcom, Parfit, Stigol, Amstrong, Vergara o Che, entre tantos otros, son
sus frecuentes interlocutores. Una vida intelectual compartida y
disfrutada entre muchos se hace visible en sus textos y presentaciones.
Próximamente (2013) sus trabajos, que confirman lo dicho, serán
publicados por la Editorial Prometeo en un volumen Metafísica, Ética y
Conocimiento cuyos compiladores son Thomas Moro Simpson, Nora
Stigol e Iñaqui Zuberbühler.
Tenemos infinidad de cosas que agradecerle. Sabemos que gran
parte de lo que ha pasado en SADAF lo fue a través suyo, gracias a un Juan Larreta que, no obstante, nunca nos hizo sentir en deuda. Hoy que
su ausencia nos deja sin palabras, por encima de todo deseamos
agradecerle su amistad, la intensidad de su compromiso para con las
personas y con nuestra/su institución. Una amistad que siempre nos ha
hecho -y aún nos hace- sentir especiales y afortunados.
Alguna vez hablando de gente querida cuya ausencia nos pesaba,
Juan cortó las expresiones de tristeza con una lapidaria frase bíblica. Dijo:"Que los muertos entierren a los muertos, nosotros sigamos...". No le
gustaba el énfasis y menos en las despedidas. y así nos dejó, sin énfasis,
con dulzura, con alegría, instando a que solos sigamos pensado en sus
qualia, en sus raros experimentos mentales, en sus estrambóticas"posibilidades" imposibles y a que no dejemos de pensar en SADAF,
condensación de tantos proyectos y esfuerzos compartidos. nos deja con
la memoria imborrable de la generosidad de su sonrisa y con la gracia de
su honda amistad.
Cecilia Hidalgo