NOTA CRITICA
Naturaleza y ética.
Comentarios a Ethical Naturalism.
Current Debates (2012)
Hernán G. Bouvier
Universidad Nacional de Córdoba - CONICET
hernanbouvier@gmail.com
Resumen
La importancia de las ciencias naturales para la vida y el pensamiento contemporáneos es reconocida ampliamente. En ética y metaética la relevancia de las ciencias naturales se encuentra estrechamente vinculada con la concepción conocida como Naturalismo ético. A pesar de que existe una vasta literatura sobre Naturalismo y Naturalismo ético no es fácil encontrar un libro que recopile lo que diferentes autores relevantes tiene para decir sobre tal tópico. El libro Ethical Naturalism. Current Debates (2012) ha venido a llenar tal laguna. Este trabajo presenta el tema general del libro y analiza y critica algunas de las ideas allí desarrolladas. El propósito central es hacer algunas observaciones generales a la empresa del Naturalismo ético considerado globalmente y al mismo tiempo algunas observaciones que son relevantes sólo para algunas de las intervenciones que forman parte de la colección.
PALABRAS CLAVE: Naturalismo; Ética; Metaética.
Abstract
It is widely acknowledged that natural sciences are important for contemporary life and thought. In Ethics and Meta-ethics the relevance of natural sciences is closely related to the conception known as Ethical Naturalism. Although there is a vast literature regarding Naturalism and Ethical naturalism in analytical philosophy, it is not easy to find a book which collects what different and relevant authors have to say about the topic of Ethical Naturalism. The book Ethical Naturalism. Current Debates (2012) has filled that gap. This paper presents the general topic of the book and criticizes some ideas developed in the book. The main purpose is to make general remarks regarding the philosophical enterprise of Ethical Naturalism considered as whole, and at the same time some observations that are relevant only for particular papers present in the volume.
KEY WORDS: Naturalism; Ethics; Meta-ethics.
1. Introducción
En el pensamiento contemporáneo, secular e ilustrado, se reconoce
de manera extendida la importancia de las disciplinas científicas, en especial de lo que se denomina "ciencias naturales" o "ciencias de las
naturaleza". Aunque esta actitud es fácil de constatar, algo más
complicado es determinar el alcance que se quiere dar a esta importancia.
Bajo la idea de "importancia" pueden encontrarse concepciones con
diferente alcance. Se puede querer significar, por ejemplo, que las
ciencias naturales: a. son imprescindibles, b. son valiosas, c. constituyen
el ejemplo paradigmático de conocimiento racional e intersubjetivamente
contrastable, d. contribuyen al progreso, e. permiten conocer mejor el
mundo y por tanto sirven como medio para ciertos fines, como el
bienestar. Claro está, a-e son sólo algunos ejemplos ilustrativos que a su
vez pueden ser combinados. Por ejemplo, se puede decir que las ciencias
naturales son valiosas porque permiten conocer el mundo y por tanto
contribuyen al progreso u otro fin como la supervivencia o la vida en
común.
Dependiendo del optimismo y entusiasmo con respecto al
rendimiento de las llamadas ciencias naturales se puede agregar que la
tarea y la forma de investigar que desarrollan tales disciplinas constituye
un ejemplo a seguir para otras disciplinas especulativas o teóricas. Con
esto se quiere decir que si por diversas razones una disciplina no puede
calificar como ciencia natural (supongamos, debido a su objeto) al menos
tendría que tratar de emular o imitar el método de las ciencias naturales.
Esta actitud sigue siendo medianamente tolerante con otras formas de
(intentar) conocer y pensar. La viabilidad de esta propuesta depende, claro
está, de que se pueda mantener algún tipo de independencia entre
método y objeto. Caso contrario, en ausencia de un objeto como el que
ocupa a las ciencias de la naturaleza, invitar a emular el método sería
como invitar a jugar al fútbol sin pelota.
De manera más radical la "importancia" de las ciencias naturales
puede aludir en realidad a su exclusividad. Ya no se habla aquí de
relevancia, sino de monopolio. Se puede sostener que sólo existe aquello
a lo que se refieren las ciencias naturales y que el resto es tan sólo una
forma más o menos superflua e incorrecta de hablar.
No obstante, el debate sobre el alcance de esta importancia
depende de qué se quiera decir con "ciencias naturales" y "naturaleza".
Resulta simple constatar que no es claro y no hay acuerdo sobre cuál es
el alcance de "naturaleza" y de "natural" como lo muestra el siguiente
ejercicio de análisis del lenguaje cotidiano.
Por "natural" se puede referir a ciertos fenómenos relacionados
causalmente, como aquellos de los que se ocupa la física o la geología. Aquí puede estar en juego algún contraste con "artificial" o con aquello que se
considera producto de la acción humana o de las prácticas sociales. En segundo lugar por "natural" se puede referir a ciertas frecuencias de
fenómenos o regularidades de conducta y efectos a los que estamos
acostumbrados o nos resultan "normales" como cuando decimos "es
natural que no llueva en esta época" pero también "es natural que esté
enojada, la trataste bruscamente". Aquí se alude, entre otras cosas, a
sucesos que no nos sorprenden. En tercer lugar "natural" se utiliza como
sinónimo de "espontáneo", un sentido que utilizamos a menudo en el juicio
estético sobre las fotos o los discursos y que suele oponerse a "impostado"
o "forzado". En cuarto lugar "natural" puede utilizarse como "obvio",
"lógico" o "intuitivo" como cuando se dice "es natural preguntarse si ya no
es hora de que cambie el orden político imperante". Estas observaciones
no son exhaustivas y los diferentes sentidos no son obviamente
excluyentes entre sí. Las consideraciones en esta línea, naturalmente,
podrían continuar.
Un caso importante en este contexto lo constituye la acción
humana y algunos de sus derivados (como el lenguaje). La acción humana
puede ser influida por procesos causales y a su vez causar otros, con lo
cual prima facie se encuentra dentro de los fenómenos naturales en el
primer sentido del párrafo anterior. Sin embargo se puede sostener que
además posee su "propia" naturaleza que -desde Aristóteles en adelante- se ha elegido nombrar como "segunda naturaleza".1 La praxis humana
sería en un sentido (a especificar) natural y artificial al mismo tiempo.
Las disciplinas que se ocupan de tal peculiar naturaleza, por carácter
transitivo, pretenden algún tipo de exclusividad. Esto lleva a una
discusión disciplinar clásica, la de la oposición entre ciencias de la
naturaleza y ciencias del espíritu. Surgen aquí rótulos alternativos
como el de "ciencias duras" y "ciencias blandas" y también "ciencias de
la naturaleza" y "ciencias de la cultura". Respectivamente se refiere, en
un caso, a disciplinas como la física y, en el otro, a la sociología, psicología
o historiografía.2
Un modo de mantener esta distinción entre disciplinas de uno y otro
tipo consiste en apelar a cierto fenómeno distintivo presente en la acción
humana (y sus derivados, como el lenguaje): la intencionalidad. Esto tiene
como consecuencia metodológica que se proponga apelar a la llamada"comprensión" (como diferente a la mera explicación). No puede
entenderse acabadamente -se sostiene- por qué la gente se detiene frente
al semáforo apelando únicamente a la longitud de onda de lo que se llama "rojo" y su impacto causal en el campo visivo. Argumentos similares se desarrollan para el amplio espectro de lo que se denomina "hechos
institucionales". La vía normal para borrar la distinción consiste, en
general, en negar de una u otra manera la intencionalidad reduciéndola
nuevamente a algún tipo de fenómeno causal, disposicional o de
correlación funcional entre eventos que torna superflua la comprensión.
Una característica asociada a las acciones humanas es que además
de explicadas y/o comprendidas pueden ser modalizadas o cualificadas de
manera tal que se puede hablar de acciones valiosas, buenas u
obligatorias. El universo del discurso donde surge tal tipo de cualificación
suele denominarse genéricamente como "ética", pero también "ámbito
práctico" o "moral".
Se denomina "metaética" a la tarea teórica de analizar el uso y
contenido conceptual de expresiones tales como "matar está mal" o "es
inmoral que los jueces no paguen impuestos a las ganancias". En tal
análisis se trata de reconstruir conceptualmente el estatus de tales
expresiones. De manera esquemática suelen sostenerse al menos dos
propuestas.
En primer lugar puede decirse que tales enunciados expresan un
deseo, una preferencia o interés y que no tienen pretensión de referir y/o
describir y/o representar el mundo. Actualmente se sostiene que estas
porciones del lenguaje son la expresión de una actitud conativa. En
segundo lugar, puede decirse (por oposición a la variante anterior) que
tales enunciados pretenden referir y/o describir y/o representar el mundo
y que quien lo enuncia expresa con él una creencia o una actitud
doxástica.
Las creencias y los enunciados que las expresan, claro está,
pueden ser verdaderas o falsas. En la medida en que se asume que los
enunciados prácticos pretenden referir y/o describir y/o representar cabe
preguntarse si aquello a lo que refieren/describen/representan existe o
forma parte del mundo.
Puede llamarse "tesis ontológica" a una afirmación sobre lo que
existe o lo que hay en el mundo. Las llamadas "ciencias naturales" poseen
una o varias tesis ontológicas sobre lo que hay, que, dependiendo del
enfoque, pueden tener la pretensión de ser exhaustivas y excluyentes en
el sentido de que no hay o existen más cosas que las por ellas referidas.
Si la tesis ontológica es presentada de este modo comporta el siguiente
compromiso: se asume, en este marco, que existen terremotos, neuronas,
aceleración cinética de partículas de cierto tipo (lo que llamamos "calor")
y longitudes de onda (lo que llamamos "color"). No hay o no existen, en
cambio, valores o deberes. La aparición en un enunciado de términos como "bueno" o "debido" puede ser reemplazado salva veritate por descripciones
completas de estados de cosas "naturales".
Es fácil de ver que en un enfoque tal queda poco espacio (si es que
queda alguno) para la ética. Algo similar ocurriría con la estética pues
no existiría en el mundo una propiedad como "bello".
Se conoce con el rótulo de "Naturalismo" la empresa teórica que
resalta la importancia (en alguno de los sentidos ya indicados) de las
ciencias naturales para el análisis del lenguaje, la mente, la acción y laética.
Se ha escrito frondosamente sobre "Naturalismo", un rótulo que en
algunas de sus acepciones suele ser atribuido a la propuesta teórica
iniciada por Quine. Por supuesto, como suele suceder en filosofía, las ideas
pueden encontrarse en escritores anteriores de manera tal que se puede
hablar de diferentes Naturalismos ante literam.
No abundan en el campo de la filosofía analítica las obras que
recopilen en un solo volumen lo que diferentes autores entienden por este
rótulo o concepto.3 En el caso específico del Naturalismo en ética y
metaética se verifica un fenómeno semejante para la tradición en cuestión.
El libro de reciente aparición Ethical Naturalism. Current Debates (2012) editado por Susana Nuccetelli y Gary Seay y publicado por
Cambridge University Press viene a llenar este espacio vacío. Se
encuentran allí renombrados autores de la filosofía analítica
contemporánea (un par de eméritos como Gilbert Harman y Robert Audi,
y otros de generaciones más nuevas como David Copp, Frank Jackson,
Richard Joyce, Michael Ridge, Susana Nuccetelli, Gary Seay y Michael
Smith, por sólo citar algunos). Estos autores analizan desde diferentes
perspectivas lo que el enfoque naturalista (de corte analítico) tiene para
decir sobre la ética.
En lo que sigue voy a desarrollar algunas consideraciones sobre la
recopilación4. El desafío es tratar de hacer comentarios sobre
características comunes a una determinada empresa filosófica sin incurrir
en la falacia de la composición. Esto es, sin confundir la(s) parte(s) con
el todo. Se trata, en definitiva, de comentarios generales a tal recopilación
y algunos comentarios puntuales a algunos de los textos.
Los comentarios que siguen prescindirán de múltiples distinciones
importantes que en los diferentes textos son analizadas con minuciosidad
(v.g. la diferencia entre Naturalismo analítico y no analítico). Esto es, según entiendo, la condición de posibilidad para que el siguiente mapa
crítico no sea banalmente semejante al terreno que pretende cartografiar.
2. Naturalismo Ético y Naturalismo Filosófico
En el inicio de Ethical Naturalism los editores (Nuccetelli y Seay)
se encargan de realizar las distinciones necesarias que permiten diferenciar
entre diversos tipos de Naturalismos éticos y cómo ellos se relacionan o
no con el Naturalismo filosófico. Quien sostiene una visión naturalista a
nivel filosófico (y quizás ontológico o sobre lo que hay) no necesariamente
considera que pueda hablarse de Naturalismo en ética. Si se posee una
posición reduccionista o eliminativista se puede decir (alternativamente)
que no hay en el mundo propiedades éticas o morales, que los términos que
pretenden referir a tales propiedades no tienen sentido o que no hay
consideración que hacer sobre la superviniencia de las propiedades éticas.
No existen tales hechos o propiedades y su lenguaje debería ser de
alguna manera descartado o reformulado. No todo naturalista filosófico
comparte esta idea y por tanto queda espacio para quien considera que,
de alguna manera, hablar de Naturalismos éticos es sustentable. Surgen
aquí, desde el inicio de la recopilación, dos cuestiones de trascendencia
teórica y filosófica. No se puede avanzar demasiado sin tener una
caracterización más o menos precisa de lo que se entiende por "Naturalismo" y aunque se posea una definición o caracterización más o
menos informativa la actitud frente tal caracterización puede ser diversa.
En efecto, a lo largo de la recopilación hay autores que mencionan
el Naturalismo ético (pero no lo aceptan), otros que lo mencionan y
aceptan, y por último algunos que lo usan. El hecho de que muchos
declaren aceptarlo pero no lo usen específicamente en sus artículos,
introduce un problema que se abordará más adelante.
3. Definiciones y caracterización de Naturalismo ético
La virtud principal de la Introducción es otorgar herramientas para
entender qué se entiende por Naturalismo ético. Como se adelantó, los
Naturalismos éticos suscriben a un Naturalismo filosófico, pero la
inversa no es necesariamente válida. Para el Naturalismo ético existen
hechos y propiedades morales y al menos algunos de tales hechos o
propiedades son naturales. Así concebido el Naturalismo ético comparte
al menos una tesis con el Naturalismo filosófico: la idea de que existen
hechos naturales. Las preguntas que surgen es si sólo existen estos hechos
naturales y, en su caso, en qué consisten.
A la pregunta sobre qué son estos hechos naturales puede contestarse
de varias maneras (y a lo largo del volumen este es el caso). Por un lado,
se puede sostener una visión disciplinar en el sentido de que los hechos
naturales son aquellos de los que se ocupa la "ciencia", las ciencias"naturales", las ciencias "descriptivas". Por el otro, se puede sostener una
visión más amplia según la cual no todos los hechos naturales relevantes
son objeto de las disciplinas o ciencias naturales. El texto de Copp se encarga
claramente de distinguir estas dos cuestiones y opta por una visión de tipo
amplia o no necesariamente disciplinar. La visión más amplia apela, entre
varias cuestiones, a la idea según la cual el conocimiento de estos hechos
es empírico y sintético, lo cual excluye apelar a un conocimiento a priori basado en verdades conceptuales o analíticas (p. 28).
Entre quienes prefieren una caracterización más disciplinar de
hechos y/o propiedades naturales se encuentra Jackson. ¿Qué es una
propiedad natural? "las clases de propiedades que se discuten en las
ciencias naturales, donde las ciencias naturales son entendidas
inclusivamente. [...] [para un naturalista de este tipo] el nivel actual de
desempleo, la intensidad de dolor [...] son propiedades naturales tanto
como la masa de un protón" (p. 70). Las propiedades morales, para este
tipo de naturalista ético, son aquellas que pueden encajar (y de hecho
encajan) en una imagen científica del mundo (p. 89). En la misma línea
se puede sostener con pretensión de sinonimia que para los naturalistaséticos las propiedades naturales son reducibles a propiedades a las que
refieren las ciencias naturales o cualquier concatenación de propiedades
no normativas o en todo caso descriptivas (p. 144). La pregunta sobre a
qué puede referir en estos contextos la expresión "descriptivo" puede
contestarse con el texto de Robert Audi para quien "Lo que usualmente
son llamados 'conceptos observacionales [observation concepts], aquellos
cuya aplicación paradigmáticamente es determinable a través de la
utilización de los cinco sentidos, constituyen casos claros y básicos de lo
descriptivo" (p. 170). Si la caracterización no resulta del todo satisfactoria,
Audi se encarga de precisarla "Las propiedades descriptivas más comunes
son observables, y, en casos más complejos, el término es usado para
propiedades que, observables o no, son (a) causales, (b) de una clase
apropiada para la investigación científica, y (c) susceptibles de figurar de
manera directa en la predicción y explicación de eventos" (p. 171).
Referencia amplia a "ciencia", "ciencias de la naturaleza","causalidad", "enunciados sintéticos", "enunciados a posteriori","predicción", "explicación de eventos" y "descripción" son algunos de los
conceptos más recurridos a lo largo del volumen para tratar de limitar
lo que se entiende por "Naturalismo" y "naturaleza". La forma más recurrente de apelar a la tesis ontológica aquí referida puede
ejemplificarse con la idea según la cual "el mundo es el mundo natural,
el mundo estudiado por las ciencias naturales" (p.10).
Aunque las caracterizaciones son informativas, en casi todos los textos
que componen el volumen se deja abierta la cuestión sobre cómo impactaría
en nuestra concepción sobre el mundo ético apelar al Naturalismo. En
especial, no se explica cómo el Naturalismo ético resolvería alguna cuestión
en particular (v.g. decidir entre dos modelos económicos alternativos, como
el keynesiano y el hayesiano, o entre el liberalismo político igualistarista y
el libertarianismo por sólo citar dos ejemplos). Por último, en este aspecto,
parece descuidarse (cuanto más no sea porque no se lo nombra
explícitamente) el problema de la discusión entre diferentes descripciones"científicas" del mundo. Es decir, el debate entre teorías descriptivas.
Uno de los criterios para decidir entre dos diferentes teorías
descriptivas -como es bien conocido-, es apelando a ciertos "valores" supuestamente epistémicos. Clásico resulta referir a la simplicidad,
poder explicativo, elegancia formal de la teoría, entre otros. Ahora bien,
si no se soslaya el hecho de que no existe unanimidad en las ciencias
naturales, entonces resultará necesario elegir entre descripciones. Si para
elegir entre descripciones se debe apelar a los valores epistemológicos la
pregunta es si este tipo de valores también pueden ser abordados con el
aparato de las ciencias naturales y, en particular, con cuál. Al dejarse
abierto y sobreentendido aquello que afirman sobre el mundo las ciencias
de la naturaleza, queda sin contestar cómo se elige entre diferentes
descripciones del mundo y, lo que es más importante, bajo el supuesto de
que existiera una forma de concebir el mundo, cómo eso puede ayudar a
decidir qué hacer en sentido amplio (v.g. frente a la pena de muerte, la
tortura, el espionaje, el aborto o el bombardeo estratégico, por sólo citar
alguno de los problemas recurrentes de la ética normativa).
Como es fácil de ver surgen aquí, de manera rápida, tres problemas
prácticos: en primer lugar cuáles son las "descripciones" o "tesis de las
ciencias naturales" a las que se alude. En segundo lugar, cómo se elige entre
ellas mediante los "valores" epistémicos y cómo se decide en virtud de ellos
evitando una circularidad o autoreferencialidad viciosa (presumiblemente,
para quien defiende que el "calor" no es más que movimiento molecular de
cierto tipo, la teoría que pretenda tratar la referencia de "calor" como
independiente le resultará menos simple o con menor poder explicativo, pero
esto no puede decidirse apelando a la teoría misma que está bajo discusión).
En tercer lugar, suponiendo que se puede elegir entre teorías en
competencia y existe una forma de describir el mundo o partes de él, en qué sentido eso puede servir para decidir qué hacer.
En definitiva, en ausencia de especificaciones pareciera como si el
terreno de las ciencias naturales o las descripciones fuera un ámbito
parsimonioso donde no surgen, justamente, problemas prácticos como: a.
la decisión sobre cuál de las descripciones es la correcta; b. el problema
de apelar a valores para resolver la cuestión y cómo resolverla, mediante
valores, sin presuponer lo que hay que probar y, por último; c. en qué sentido una descripción completa y correcta de porciones del mundo (o,
si se quiere, de las propiedades naturales a las que se refiere
invariablemente con el uso de términos morales) sirve para guiar la
conducta. Se regresa sobre este problema más adelante.
4. Contenido y compatibilidad
De manera deliberadamente esquemática, puede decirse que los
textos que integran Ethical Naturalism pueden ser divididos según
exploren algunas de las siguientes dos cuestiones: a. contenido conceptual
y consecuencias que se siguen de adoptar el Naturalismo; b.
compatibilidad/incompatibilidad del Naturalismo con otras concepciones.
Desde el punto de vista del contenido, las diferentes concepciones surgen
de la posición que se tome sobre la combinación de los siguientes elementos:
lenguaje (moral y descriptivo-natural) y propiedades o hechos (morales y
naturales). La combinación posible de estos elementos da lugar, al menos, a
tres posturas: a. los términos morales y los naturales son correferenciales y
refieren a propiedades naturales. En esta línea se puede sostener que son
necesariamente coextensivos, pero que no debe eliminarse un lenguaje en favor
del otro; b. las propiedades morales no son otra cosa que (e idénticas a)
propiedades naturales y debe eliminarse un lenguaje en favor del otro; c. para
cada propiedad moral existe una propiedad natural en la que aquella
superviene (lo cual es compatible con las tesis sobre el lenguaje reduccionistas
o no, es decir, queda abierta la cuestión de si hay que eliminar alguno de los
lenguajes que refieren a estas propiedades que supervienen).5
Como suele suceder, la distinción entre propiedades que
supervienen y propiedades que son idénticas (y reducibles entre sí) es
complicada de mantener. Pero más allá de eso, los diferentes autores que
conceden la superviniencia en este ámbito del discurso no parecen
enfrentar el problema de acuerdo con el cual no es claro dónde encaja en
una empresa naturalista tal concepto. Mientras que parece un problema
ver dónde encajan los términos, conceptos, hechos y propiedades morales o éticas, no hay mayores problemas en sostener, en algunos enfoques, que
existe algo así como la "superviniencia". Esto cuanto menos resulta
asombroso. Un caso paradigmático en este aspecto lo constituyen las
intervenciones de Crisp y Ridge.
Desde el punto de vista de la compatiblidad del Naturalismo con
otras posturas, qué concepciones excluye y qué consecuencias permite
inferir, la compilación es rica en disquisiciones y puntualizaciones. En
especial en la relación y compatiblidad entre el Naturalismo ético y el
relativismo, subjetivismo y escepticismo moral.
En efecto, Copp por ejemplo intenta mostrar que cierta forma de
entender el subjetivismo en Parfit no implica necesariamente el
Naturalismo de manera tal que las críticas al primero no tocan al
segundo (pp. 56 y ss). A su vez, resalta que la estrategia de mostrar que
el Naturalismo no explica ciertas cuestiones no es suficiente para
inclinarse por el llamado no-Naturalismo.
Smith, por su parte, explora la supuesta posibilidad de inferir el
relativismo del Naturalismo. Para ello elige como blanco a Harman,
intentando mostrar que Harman comete algo como un non-sequitur. En
efecto, según Smith, el relativismo de Harman no se sigue del
Naturalismo. El texto de Smith contra Harman es cuidadoso y elegante
pero no evalúa una posibilidad todavía abierta a quien quiera sostener
una relación entre Naturalismo y relativismo.
Se puede sostener que para la aceptación del relativismo no es ni
necesario ni suficiente inclinarse por el Naturalismo (esta parece ser la
tesis de Smith, (p. 243)). No obstante, todavía queda espacio para decir que
si se acepta el relativismo entonces el Naturalismo puede ser una buena
explicación de esa forma de ver el mundo. Esta hipotética respuesta
concede que es posible el relativismo sin el Naturalismo (Richard Rorty
podría ser un ejemplo de tal postura) pero eso no conlleva menospreciar
una hipótesis alternativa: aquella según la cual el Naturalismo es una
buena explicación y justificación del espíritu relativista.6 En definitiva, aunque el argumento de Smith contra Harman tiene su impacto pues
muestra que cierto relativismo no se sigue del Naturalismo, todavía puede
ser cierto que el Naturalismo pueda proveer una buena explicación de por
qué hay actitudes relativistas (o buenas razones para ser relativista).
Un comentario especial merece la intervención de Richard Joyce
("Metaethical pluralism: how both moral naturalism and moral skepticism
may be permissible positions"). En primer lugar porque se ocupa del
aspecto de la compatibilidad que estamos abordando. Bajo su
presentación, una cierta forma de entender el Naturalismo moral es
compatible con el escepticismo. Dejando de lado problemas específicos de
rotulación y clasificación que el autor aborda (disputa entre cognitivismo
y no cognitivismo, disputa entre el Naturalismo moral y la Error Theory de Mackie) el trabajo considera que la actitud cientificista y naturalista
tiene un importante legado que dejar.
En primer lugar la apertura a la revisión constante, en segundo
lugar la predisposición a verse sorprendidos por la revisión de nuestras
creencias, en tercer lugar el movimiento de dislocación al caer en la cuenta
de que el punto de vista que solemos ocupar puede ser equivocado o
cargado de prejuicios. Sostiene el autor, en este sentido, que "It's is good
to be epistemollogical shaken" (p. 105). En una serie de consideraciones
ulteriores se siente la reminiscencia de una actitud iluminista (ahora
reformulada) en conjunción con la idea de que no hay respuestas finales,
algunos ámbitos y discusiones son incomensurables y en todo caso toca
(por utilizar una frase de Cavell para hablar de Wittgenstein) aprender
a vivir con el vértigo.
¿Cuál es la forma correcta de tomar tales consideraciones de
Joyce? Difícil de decir. Joyce aquí no invita (al menos no de manera
directa) a tomar por buenas las tesis ontológicas de este o aquel
Naturalismo (o de esta o aquella disciplina científica y naturalista). Más
bien, invita a sacar conclusiones prácticas sobre un cierto modo de
habitar el mundo o una cierta actitud frente a la novedad y a la
experiencia. Lo que aquí viene subrayado es el valor de cierta actitud en
la empresa iluminista, cientificista y naturalista, actitud que a su vez no
es explicada en términos de categorías científicas ni reducida a ellas. De
este modo, no es el producto de las ciencias "naturales" aquello que tiene
importancia para la ética (al menos no exclusivamente) sino el proceso
de apertura a cierta experiencia.
Si es cierto que las llamadas ciencias naturales y los naturalistaséticos que supuestamente las siguen operan con esa actitud frente al mundo
es cuestión discutible.7 Pero lo que queda en claro aquí es que los supuestos
valores de una actividad científica tal son emergentes. No son valores a los que la "ciencia" se refiere sino propiedades o fenómenos que su quehacer
(supuestamente) expresa. Cabe preguntarse si estos valores o bondades de
la "ciencia" pueden a su vez ser fomentados y recomendados simplemente
apelando nuevamente a esa ciencia. ¿Puede la ciencia natural mediante sus
propios productos y resultados indicar por qué es valioso o deseable actuar
de esa manera? Si la respuesta es negativa, esto quiere decir que para una
parte importante de los conceptos normativos o de aquellos que implican
cómo se debe actuar o cómo se ha de vivir la ciencia natural puede ser un
ejemplo, pero no el fundamento o la justificación en virtud de la cual se debe
actuar como allí se actúa. "La ciencia natural, bajo esta idea, puede
identificar a qué se le llama "bueno" o "dolor". Si afirma, a su vez, que es
valioso o debido operar de acuerdo a como ella opera, parecen existir dos
opciones. O bien "valioso" o "debido" no es más que una forma circular de
referirse a lo que la ciencia natural identifica como propiedades naturales,
y por tanto no otorga una razón independiente para operar de esa forma.
O bien se sostiene que hay razones para actuar de esa forma y esas razones
no son circulares o reducibles a las propiedades naturales identificables por
la ciencia natural (que parece ser el argumento normativo y ético de fondo
de Joyce)". En este sentido la ciencia es la expresión de ciertos valores o el
medio para lograrlos (apertura a la experiencia, revisibilidad de nuestras
creencias, etc.) pero no el fundamento o justificación de por qué esto es así.
En la medida en que se considere -si se lo hace- que esta es una de las
preguntas prácticas o morales imprescindibles, la ciencia podrá indicar de
qué estamos hablando cuando hablamos de cierta manera, pero no por qué
deberíamos hablar y hacer de una manera u otra. Bajo esta idea -
archiconocida, por otra parte- al momento de decidir qué hacer las ciencias
inciden pero no deciden.
5. Mención, aceptación, uso
Como se indicó, mientras que algunos autores mencionan el
Naturalismo, no por eso lo aceptan y la gran mayoría de los textos lo usa
poco y nada (el texto de Robert Shaver "Ethical non-naturalism and
experimental philosophy" resulta la excepción más feliz en este sentido).
El texto de Nuccetelli y Seay ("Does analytical moral naturalism
rest on a mistake?") parece ser un caso de un texto que menciona el
Naturalismo ético pero no lo acepta explícitamente. Es más, el texto
propone una novedosa reformulación de la famosa Open Question de
Moore que, de funcionar, pondría en serios aprietos al menos un tipo de
Naturalismo ético (en especial el analítico tal como lo defenderían
Jackson y Smith). La reformulación del conocido argumento de Moore,
despojado de su vinculación con la falacia naturalista, muestra que existen
bases a priori para dudar de que un término moral pueda ser remplazado
sin pérdida significativa por un término descriptivo. Dado que el argumento general es que hay al menos algunos casos en que no pueden
remplazarse predicados morales por predicados naturales sin una pérdida
sustantiva a nivel semántico, esto cuanto menos parece un texto que
aunque menciona los diferentes tipos de Naturalismos no los usa ni acepta
(no, al menos, incondicionalmente). Al menos no acepta la empresa
reduccionista, naturalista y analítica de Jackson y Smith.
Algo semejante -en cuanto a la actitud frente al Naturalismo- sucede con el texto de Terence Cuneo. El autor trata de defender la
conjunción entre Naturalismo moral y ciertos enfoques humeanos a nivel
de la motivación frente a algunos ataques. En especial frente a aquellos
según los cuales una teoría naturalista en ética debería preferir la teoría
del error a la teoría humeana de la motivación (Joyce). Sin embargo, no
acepta abiertamente el enfoque que defiende. Es más, defiende un tipo de
realismo moral y sostiene de manera explícita que si se lo convenciera que
su propuesta no funciona entonces preferiría un Naturalismo moral
vinculado al humeanismo para la teoría de la motivación (pp. 111 y ss).
En definitiva, defiende pero no acepta el Naturalismo moral vinculado a
la teoría de la motivación humeana, pero como second best.
La mayoría de los textos restantes aceptan alguna u otra forma de
Naturalismo en ética pero resulta de alguna manera sorprendente cómo
evitan el uso o lo que podría llamarse "el ingreso en el laboratorio". El texto
de Shaver "Ethical non-naturalism and experimental philosophy" es la
más feliz excepción.8 Cita algunas entrevistas y tests en los cuales se
muestra (para abreviar) que leves cambios en la forma en que se
presenta un problema práctico (no obstante el problema sea básicamente el mismo) llevan a diferentes respuestas. Por ejemplo, si para el clásico
dilema "una vida vs. varias" se hace hincapié en "salvar" una vida la
respuesta tiende a ser de un tipo. Pero si se hace hincapié en "matar a
otro" la respuesta cambia, aunque el caso en cuestión no admite
posibilidad conceptual alguna de salvar a alguien sin matar a otro. A su
vez el autor muestra cómo en tales experimentos pueden haber fallado
algunas variables, en especial la elección de la gente a quien se formuló
tales preguntas. Esto, lejos de negar el método general, lo refuerza. Invita
en definitiva a sofisticar las hipótesis y los elementos involucrados en el
experimento.
En el resto de los textos se echa de menos una referencia detallada
a experimentos y pruebas de tipo científico, ya sea en su modalidad de
tests, entrevistas o por referencia a estudios empíricos en sentido amplio.
Frente a la amplitud y sofisticación de las ciencias (naturales y no) la
referencia imprecisa a lo que la "ciencia" dice no permite identificar la
referencia y, por tanto, no ayuda a saber exactamente de qué se está hablando. En tales condiciones es difícil acordar o desacordar sobre la
propuesta en general. Por ejemplo ¿a cuál teoría neurofisiológica nos
remitimos cuando hablamos de la importancia de los estudios al respecto?¿A la que festejó el descubrimiento de las neuronas-espejo o la que sostiene
que tal teoría tiene un poder explicativo muy limitado?9
6. Metaética y ética normativa
Más arriba se indicó que un punto problemático en las
consideraciones generales de la recopilación resulta el identificar qué tesis
se seguirían de aceptar lo que dicen las "ciencias naturales" a nivel de ética
normativa. Este problema es un derivado del punto anterior. En un ámbito
no parsimonioso como el de las disciplinas científicas, si no es claro a qué tesis científica se refiere, será difícil saber cuáles consecuencias se
siguen (si es que se sigue alguna) para la ética normativa. Es claro que
frente a este problema puede contestarse al menos de dos maneras.
La primera es decir que no hay tal cosa como "ética normativa".
Esta respuesta resulta difícil de digerir si proviene de textos que repiten
innumerables veces que se debe actuar como lo hacen las ciencias
naturales o se debe tener en cuenta sus resultados. Estos deberes, se puede
alegar, no son idénticos a los que persigue la ética normativa. La
respuesta es sensata, pero no dejan de ser deberes y, de alguna manera, son los únicos que restarían. La pregunta es de dónde surge el carácter
deóntico de tales acciones. Nuevamente: el deber de actuar de acuerdo a
como actúan las ciencias naturales ¿es un hecho natural? ¿En qué
sentido?
En segundo lugar puede decirse que los problemas de ética
normativa no competen a esta discusión porque se trata aquí de
consideraciones de "meta-ética". Bajo esta hipotética respuesta, la
empresa metaética naturalista no tiene por qué ocuparse de cuestiones
normativas sustanciales del tipo qué hacer frente al aborto o la tortura.
Una de las formas de interpretar esta (hipotética) respuesta es de la
siguiente manera: las tesis de metaética y ética normativa son
independientes.
Es conocido que la supuesta independencia es discutible y que
incluso se puede propugnar una "antiteoría" en ética en el sentido de
abandonar o atenuar las empresas exclusivamente descriptivas y
conceptuales. Si se deja de lado una propuesta tan extrema, todavía queda
lugar para mostrar casos en que la independencia es discutible.
Una concepción o teoría que posee tesis sobre lo que hay y existe,
como parece ser el caso de los naturalistas, en conjunción con la
aceptación del conocido "debe implica puede" tiene por consecuencia
directa al menos un resultado en ética normativa. No se debe aquello que
es imposible.
En la medida en que las diferentes ciencias naturales poseen tesis
sobre aquello que es posible e imposible, una teoría "meta-ética" que aluda
a lo que indican las ciencias naturales no es completamente independiente
de tesis de ética normativa. Presumiblemente deberá excluir de las
acciones debidas aquellas que se declaren (científicamente) imposibles.
Esto es válido si y sólo si se acepta alguna de las variantes del "debe
implica puede".
7. Naturaleza y error
El dejar abierto o sobreentendido lo que se entiende por naturaleza
puede llevar a problemas filosóficos ulteriores y quizás más importantes
que el de la relación entre ética y metaética. La idea según la cual todo
lo que existe es natural, en el sentido de aquello a lo que refieren las
ciencias naturales (full stop) deja abierto al menos un caso en que se puede
incurrir en una contradicción.
En efecto, una característica asociada a la naturaleza (en el
pensamiento cientificista y secular) se ilustra de manera contundente con
el viejo dictum según el cual Natura non facit saltus. Esta clásica expresión está vinculada a la idea según la cual la naturaleza no se
equivoca. Esta frase en realidad es imprecisa porque no puede ser
utilizada en el sentido de que siempre acierta. Quizás se quiere decir que
no es posible hablar de error en la naturaleza. De nuevo esto no es lo
suficientemente preciso, porque alguien puede decir que el agua se
equivocó al hervir a 100 grados, o que la piedra se equivocó al moverse.
En definitiva, con tal frase no se pretende indicar que la naturaleza siempre
acierta ni que no se puede decir que se equivocó. Más bien se pretende
indicar que predicar "error/acierto" estaría fuera de lugar. De manera más
precisa: lo que se pretende decir con la imprecisa frase "la naturaleza no
se equivoca" es que la propiedad o predicado "error" o "equivocación" no
tiene sentido o, alternativamente, que no es adscribible a los objetos que
integran la extensión de los objetos naturales. La propiedad en cuestión
es de imposible satisfacción en los fenómenos naturales.
Ahora bien, si todo lo que existe es natural en este sentido,
entonces no hay error posible (ni del lenguaje, que presumiblemente forma
parte del mundo, ni de las teorías científicas, y mucho menos es sostenible
una "Error Theory" en conjunción con una concepción naturalista del
mundo). Esto muestra de manera simple que no puede dejarse abierta la
cuestión de qué "naturaleza" estamos nombrando o las propiedades que
se le asocian. En especial porque bajo ciertas ideas de "naturaleza" no hay
ni tan siquiera posibilidad de "nombrar" salvo que se le adscriba a hechos
naturales propiedades como "referencia", "contradicción" "falsedad" y
demás. Al menos un sentido de naturaleza no nos deja tan sólo sin ética
(sea lo que sea que esto quiera significar), excluye también la idea de error
y presumiblemente la idea de lenguaje. De manera tal que no se podría
sostener sin calificaciones ulteriores las siguientes tesis: a. todo lo que
existe es natural (o sólo hay naturaleza), b. la naturaleza no se equivoca,
c. hay posibilidad de error.10
8. Hacer y suceder
La identificación de qué características se le asocian a la naturaleza
y a qué resultado científico estamos aludiendo resulta relevante también
para el problema de la responsabilidad moral. En especial porque no
resulta extraño que se considere que todo lo que existe es natural y que lo natural está determinado, de manera tal que no quedaría espacio
alguno para actuar de otro modo, no habría libertad y por tanto no habría
posibilidad de reproche moral. En definitiva, bajo cierta forma de
entender la naturaleza, el determinismo, la libertad y el reproche moral,
la posición que se adopte sobre un ámbito excluye el restante.
La discusión sobre la relación entre libertad, determinismo y
responsabilidad ha adquirido una alta sofisticación en la literatura
analítica a partir de la propuesta de Frankfurt.11 Vale la pena recordar
la propuesta porque resulta de central relevancia para una propuesta
naturalista. De manera esquemática la discusión puede ser presentada
como sigue.
Se suele asumir que la responsabilidad moral implica la
posibilidad de actuar de otro modo. Dado que la posibilidad de actuar de
otro modo está en conflicto con el determinismo, la responsabilidad moral
sólo tiene lugar si el determinismo es falso. Bajo este punto de vista o
bien es posible actuar de otro modo y entonces puede tener lugar el
reproche moral, o bien es verdadero el determinismo pero entonces no
hay posibilidad alguna de responsabilidad moral. Suele denominarse a
esta posición "incompatibilismo", donde los términos incompatibles son
la responsabilidad moral y el determinismo. La tesis distintiva del
incompatibilismo, entonces, es que no puede sostenerse al mismo tiempo
la conjunción entre responsabilidad moral y determinismo. O bien una,
o bien el otro.
Frankfurt produce un experimento mental tendiente a mostrar que
tiene sentido afirmar al mismo tiempo la responsabilidad moral y negar
la posibilidad de haber actuado de otro modo.12
El experimento tiene la siguiente estructura: en primer lugar, Black
puede predecir si Jones decidirá hacer A o -A; en segundo lugar, Black
está interesado en que Jones haga A y, en tercer lugar, Black tiene el
poder suficiente para lograr que Jones haga A.
Si Jones decide hacer -A, Black intervendrá logrando que haga A.
Esto no quiere decir que Black intervendrá cada vez que Jones haga A.
Sólo lo hará si Jones decide no hacerlo. El caso mostraría -según
Frankfurt- que Jones no tiene la posibilidad alternativa de hacer -A, sin
embargo de ello no se sigue que cada vez que hace A lo hace en virtud de
la intervención de Black. En los casos en que Jones hace A sin la
intervención de Black, Jones puede ser tenido por responsable, incluso aunque era cierto, en algún sentido, que Jones no tenía la posibilidad de
actuar de otro modo.
La potencia del ejemplo reside -en parte- en que es un caso de
intervención asimétrica. En efecto, los casos que suelen indicarse como
ejemplos de "imposibilidad de actuar de otro modo" son aquellos en que
el mismo factor que impide hacer a un individuo -A es el que genera que
haga A. Sin embargo, en este caso, el factor que impediría a Jones hacer-A, no necesariamente genera cualquier realización de A. Como es fácil
de ver, esta propuesta pone el hincapié no ya en lo que el agente hizo, sino
en lo que quiso. El reproche moral tiene que ver con las malas voluntades
que llegan a acciones, no sólo con las malas acciones.
La discusión creo que podría ser iluminada de la siguiente manera:
en el lenguaje cotidiano la atribución de responsabilidad se vincula con
la posibilidad de distinguir entre hacer vs. suceder. Si S hizo A puede ser
reprochado, si a S le sucedió A, no puede ser reprochado. Digamos que
las propiedades relevantes son "hacer" vs. "suceder". Concediendo que sólo
reprochamos por lo que se hace y no por lo que nos sucede, ¿en qué consiste
ese "hacer" moralmente relevante? Para Frankfurt, el hacer que está vinculado a la responsabilidad moral es sólo aquel que involucra un deseo
calificado: lo que realmente S quiere hacer.
Frankfurt cree que no hay problema en sostener al mismo tiempo
que una acción A estaba determinada y que es la que S "realmente quería".
Esto valdría -según una sofisticación ulterior en el argumento- incluso
cuando alguien hace algo porque era imposible actuar de otro modo. Por
tanto,
a. si es imposible para S realizar -A,
b. S realiza A porque era imposible realizar -A,
c. pero S realmente quiere A,
d. S puede ser reprochado.13
Esto compatibilizaría entonces reproche moral y determinismo. La
propuesta de Frankfurt lo que logra es desplazar la discusión a qué significa "querer realmente" y es discutible si ha mostrado que "querer
realmente" es compatible con el determinismo (ni mucho menos qué quiere
decir que S hace A si todo está determinado). Aún su propuesta más
sofisticada y ulterior,14 de estratificar los deseos y voluntades, de manera
tal que alguien es libre (y reprochable) si obra en virtud del deseo que quiere que constituya efectivamente su voluntad (que Frankfurt llama"doing something of a free will"), parece problemática dado que
presupondría lo que hay que probar. Esto es, que la voluntad privilegiada
y validadora que permite imputar como "realmente propia" una acción y
reprocharla, es compatible con el determinismo. Ciertamente Frankfurt
logra desplazar el eje de la discusión de la posibilidad de actuar de otro
modo a la cuestión de la autodeterminación (o "self determination"). Su
propuesta es que si se dan ciertos estados desiderativos, reflexivos y con
los cuales el individuo acuerda (pese a sus conflictos) y, además, su acción
coincide con el tipo de acción que desea, entonces en algún sentido aquí hay un individuo que se "autoafirma". De nuevo, esto como máximo
muestra que creemos que alguien ha hecho algo si concurren ciertos tipos
de deseos privilegiados, pero no muestra que el individuo ha hecho algo
si es verdadero el determinismo (y tampoco muestra que ese "realmente
desear" pueda tener lugar ante el determinismo).
En definitiva, lo que hay que mostrar es que alguien puede querer
realmente aunque no pueda querer de otro modo. A esto debe sumarse
el problema de elucidar qué quiere decir que son "sus" deseos, si el
determinismo es cierto. Los problemas no acaban aquí. Aún concurre el
agravante de que puede considerarse a "querer" o "desear" como una
acción, lo cual devuelve la discusión al campo de la "posibilidad de actuar
de otro modo" en donde "actuar" incluye a "desear".15
Sea como sea, bajo cierta forma de entender el determinismo es
dudosa la posibilidad de atribuir responsabilidad moral. Y aunque se
asuma la propuesta de Frankfurt según la cual hay al menos un caso en
que se puede aceptar el reproche y el determinismo, todavía queda por
contestar qué quiere decir que un sujeto determinado tiene deseos,
creencias y puede actuar. ¿Qué espacio queda para la moral y la ética si
no puede distinguirse entre hacer y suceder? Cualquier enfoque
naturalista del tipo analizado deberá hacer las cuentas con tal problema.
9. Tareas abiertas
Resulta difícil pensar en un volumen más completo y sofisticado
que Ethical Naturalism: Current Debates en lo que respecta a la relación entre análisis conceptual, metaética y Naturalismo. Las discusiones allí poseen un grado máximo de seriedad y cuidado. Un volumen ulterior en
idéntica línea acercaría a sus (hipotéticos) participantes a una especie de
contradicción pragmática. En efecto Ethical Naturalism: Current Debates constituye un ejercicio genuino y elegante de la actividad teórica desde
el escritorio (que en ámbito anglosajón se denomina "arm chair"). Pero
las actividades filosóficas desde el escritorio son miradas con sospecha por
los naturalistas filosóficos. Incluso existen actitudes relativamente
intolerantes con las actividades de escritorio, teóricas o especulativas.
Afortunadamente es posible mostrar que tales actividades son útiles y que
no excluyen actividades de otro tipo (como las de investigación empírica
en sentido amplio).
Algunas de las observaciones que aquí se han realizado a los
diferentes textos contenidos en Ethical Naturalism: Current Debates pueden ser leídas dentro de la variante que considera que las actividades
desde el escritorio y las de la experiencia no se excluyen mutuamente. Si
esto es así, puede considerarse una tarea abierta el identificar a qué parte
o tesis de las ciencias naturales nos referimos cuando hablamos de ellas
y qué tesis de ética normativa se seguirían de aceptar una u otra
descripción del mundo o algunas de sus partes. En ese sentido Ethical
Naturalism: Current Debates sería un excelente complemento de uno o
varios textos que indiquen qué tienen para decir sobre los temas clásicos
de la ética normativa algunas de las ciencias naturales o qué consecuencias normativas se siguen de ciertas descripciones. En caso que
tales colaboraciones vieran la luz, el volumen aquí comentado no será sólo
un complemento sino un paso obligado para los filósofos analíticos.
1 Ilustrativo del modo en que se apela a la segunda naturaleza en alguna literatura contemporánea: McDowell (1994, pp. 84, 87, 91, 115).
2 Cassirer (2000).
3 En habla castellana puede verse una compilación omnicomprensiva del problema del Naturalismo en Pérez (2002).
4 En el texto se indicarán las páginas correspondientes a este libro entre paréntesis.
5 La negación de la disyunción inclusiva a-c conduce a una concepción no naturalista. Al respecto véase p. 144-146.
6 Esta es una forma más o menos plausible de leer las ideas de Mackie y su conocida"Error Theory" (puede dejarse de lado a los fines aquí perseguidos resolver la pregunta de si y en qué sentido Mackie es relativista). En efecto, según indica expresamente, es más fácil explicar las diferentes concepciones sobre la ética y la moral apelando a cuestiones ambientales o de contexto (de ahí su concesión al Naturalismo, al menos de algún tipo) que por referencia a supuestas propiedades extrañas o queer. Digamos que esto puede ser leído de la siguiente manera: sea el relativismo o la dispersión de creenciaséticas el fenómeno a explicar, el Naturalismo otorga una buena tesis explicativa. Esto de ninguna manera significa que uno sólo puede ser relativista si acepta el Naturalismo.
7 Los diferentes textos que integran el libro aluden innumerables veces a "la actividad de la ciencia" "la actividad científica", "tener en cuenta cómo se opera en ella", y expresiones semejantes. La llamada "actividad científica" puede referir a cómo de hecho se trabaja en el ámbito científico o como debería trabajarse. No es claro que en la actividad e industria científica se trabaje siempre e incondicionadamente en búsqueda de la verdad o con actitud abierta a la experiencia (si es que eso está implicado por la referencia a "actividad científica").
8 El texto de Frank Jackson "On ethical naturalism and the philosophy of language", en menor medida, también cumple en indicar algunas consideraciones científicas que deberían tomarse en cuenta. Cuanto más no sea invita a identificar redes conceptuales a partir de elementos comunes que son nombrados sistemáticamente cuando se utilizan términos éticos.
9 Véase Hickok (2009).
10 No resulta satisfactorio el argumento según el cual hay muchos filósofos naturalistas que dan cuenta del lenguaje. El problema filosófico se mantiene aunque el conjunto de filósofos del lenguaje naturalistas sea vacío (y obviamente aunque sean mayoría).
11 Frankfurt (1969, 1971). También Tiles (1987).
12 Frankfurt (1969).
13 Frankfurt (1969).
14 Frankfurt (1971).
15 Con respecto a la crítica según la cual Frankfurt o bien desplaza el problema o bien simplemente "begs the question" Watson (1987, pp. 148, 151, 163); Tiles en p. 77 citando a Nesbitt y Candlish con respecto a la imposibilidad de hablar de acción. Van Inwagen (1978), a su vez, produce argumentos podersos en favor de restituir la tesis incompatibilista.
Bibliografía
1. Cassirer, E. (1942/2000), The Logic of The Cultural Sciences, New Haven, Yale University Press.
2. Frankfurt, H. G. (1969), "Alternate Possibilities and Moral Responsibility", The Journal of Philosophy, 66 (23), pp. 829-839.
3. Frankfurt, H. G. (1971), "Freedom of the Will and the Concept of a Person", The Journal of Philosophy, 68 (1), pp. 5-20.
4. Hickok, G. (2009), "Eight Problems for the Mirror Neuron Theory of Action Understanding in Monkeys and Humans", Journal of Cognitive Neuroscience, 21 (7), Disponible en: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2773693/
5. McDowell, J. (1994), Mind and World, Cambridge, Massachusetts, Harvard University Press.
6. Nuccetelli, S. y Seay, G. (eds.) (2012), Ethical Naturalism. Current Debates, Cambridge, Cambridge University Press.
7. Pérez, D. (2002), Los caminos del Naturalismo. Mente, conocimiento y moral, Buenos Aires, EUdeBA.
8. Tiles, J. E. (1987), "Ability, possibility and responsibility", en Fløistad, G. (ed.), Contemporary Philosophy. A New Survey, Volumen 3, Springer.
9. Van Inwagen, P. (1978), "Ability and Responsibility", Philosophical Review, 87 (2), pp. 201-224.
10. Watson, G. (1987), "Free Action and Free Will", Mind, 96 (382), pp. 145-172.