ARTICULOS
Realismo y antirrealismo1
Comentarios a José Zalabardo
Realism and Anti-realism.1
Commentaries to José Zalabardo
Manuel Liz
Universidad de La Laguna
Resumen
Existen tres grandes estrategias para intentar combinar realismo y antirrealismo: una distinción de niveles, una distinción de aspectos y una distinción de partes. En el trabajo se analizan estas tres estrategias. La primera de ellas ha sido desarrollada por numerosos autores. Comentamos en detalle los planteamientos recientes de José Zalabardo a propósito de ciertas tesis de John McDowell, Crispin Wright y Wittgenstein. Esta estrategia plantea graves dificultades. La segunda estrategia parece poder escapar a ellas. Sin embargo, no puede ser adoptada en un sentido máximamente general. Proponemos una combinación basada en la tercera estrategia. Realismo y antirrealismo podrían combinarse de una manera muy natural cuando son adoptados en un sentido local.
PALABRAS CLAVE: Realismo; Antirrealismo; Niveles; Aspectos; Partes.
Abstract
There are three main strategies to try to combine realism and anti-realism: a distinction of levels, a distinction of aspects, and a distinction of parts. In the paper, these strategies are analysed. The first one has been elaborated by many authors. We discuss in detail the approach of José Zalabardo concerning some theses of John McDowell, Crispin Wright and Wittgenstein. This strategy entails important problems. The second strategy seems to be capable of offering a way out of them. However, it cannot be adopted in a maximally general sense. We argue for a combination based on the third strategy. Realism and anti-realism can be combined in a very natural way when they are adopted in a local sense.
KEY WORDS: Realism; Anti-realism; Levels; Aspects; Parts.
¿Cómo combinar una posición que se declare a favor de A con otra
posición que se declare en contra de A? ¿Se puede estar, a la vez, a favor
de A y en contra de A? Sí que se puede. Existen tres importantes estrategias para intentar llegar a una combinación tal: los niveles, los
aspectos y las partes. Ser partidario de A y declararse al mismo tiempo
anti A son cosas que, en principio, pueden llevarse a cabo en diferentes
niveles de pensamiento o discurso; o pueden ser posiciones referidas a
diferentes aspectos del objeto, tema o problema considerado; o también
pueden ser posiciones locales que solo afecten a partes propias de ese
objeto, tema o problema. Y, por supuesto, caben muchas mezclas entre
estas tres posibilidades.
Consideremos el realismo y el antirrealismo. Y comencemos
planteando un caso muy simple: el supuesto mapa de un cierto territorio.
Asumamos que ser antirrealistas respecto de un mapa implica verlo como
una completa construcción nuestra. Y que ser realistas implica tomarlo
como representando algo que realmente existe. ¿Se puede ser a la vez
realista y antirrealista respecto de un mapa? Hay varias maneras
destacadas de serlo. la primera de ellas consiste en distinguir diferentes
niveles en los que puede plantearse la cuestión del realismo y del
antirrealismo. Intuitivamente, la noción de niveles está estrechamente
conectada a la noción de puntos de vista o perspectivas. Desde cierto punto
de vista, podemos decir que un mapa así siempre será una construcción
nuestra2. Desde otro punto de vista, en cambio, podemos llegar a
considerarlo una representación más o menos adecuada de cierto
territorio. Acaso el primer punto de vista sea sumamente especulativo y
el segundo punto de vista muy práctico. en cualquier caso, lo importante
es que cada uno de esos puntos de vista define un determinado nivel de
pensamiento o discurso, un nivel desde el que damos una u otra respuesta
a la cuestión del realismo y del antirrealismo, y que esas respuestas
pueden ser diferentes. en el caso de nuestro mapa, el primer punto de
vista nos sitúa en un nivel desde el cual podría resultar sumamente
convincente una posición antirrealista. Sin embargo, el segundo punto de
vista nos sitúa en un nivel desde el cual puede llegar a ser muy
convincente el realismo.
Otra combinación bastante común de realismo y de antirrealismo
es la siguiente. Podemos decir que nuestro mapa es capaz de representar,
más o menos adecuadamente, algunos aspectos de un cierto territorio, pero
que no es capaz de hacer lo mismo con otros aspectos. Los aspectos serían
aquí, simplemente, maneras de ser de algo. Nuestro mapa en cuestión
podría representar perfectamente las distancias relativas entre los
principales accidentes geográficos, sin representar en absoluto el tamaño ni el color de las cosas. Podemos, así, ser realistas respecto de las
distancias relativas que aparecen en el mapa y ser antirrealistas respecto
a los tamaños y colores que vemos en él.
Nuestro mapa también podría, por ejemplo, ser tan solo un mapa
administrativo, o un mapa exclusivamente físico, o un mapa solo
demográfico, etc. En estos casos, sigue siendo plausible ser realistas
respecto a las representaciones de ciertos aspectos de un territorio y, al
mismo tiempo, ser antirrealistas respecto a las representaciones de otros
aspectos. realmente, no habría en sentido propio ninguna representación
de estos últimos aspectos.
Aún cabe otra combinación muy frecuente de realismo y
antirrealismo. nuestro mapa puede representar con gran fidelidad
muchos aspectos relevantes de ciertas partes del territorio sin pretender
siquiera representar otras partes. El mapa se centra únicamente en
ciertas regiones dejando ampliamente indefinidas otras. El mapa, por
ejemplo, representa adecuadamente las partes que han sido exploradas,
rellenando imaginativamente, con construcciones fantásticas, el resto. En
estos casos, es plausible ser realistas respecto a las representaciones de
ciertas partes de un territorio y, al mismo tiempo, ser antirrealistas
respecto a las representaciones de otras partes. Realmente, tampoco
habría en sentido propio ninguna representación de estas últimas partes.
En ocasiones puede ser muy opcional hablar de niveles, aspectos
o partes. Pero la mayoría de las veces hay claras diferencias. Las
diferentes regiones en las que dividimos un territorio, por ejemplo, son
partes suyas en el sentido de que el propio territorio no sería más que
cierta composición, cierta suma, de todas esas partes. este es uno de los
rasgos que permite distinguir partes y aspectos. Si agregamos todas las
partes de un objeto, y lo hacemos de la misma forma, tenemos al objeto
mismo. Pero esto no vale para los aspectos. Podemos tener todos los
aspectos de un objeto, organizados de la manera que se quiera, sin tener
el objeto. En otras palabras, mientras que cabe distinguir conceptualmente
entre un objeto y todos los aspectos que puede llegar a presentar, no es
nada fácil distinguir entre el objeto y todas sus partes. No toda agregación
de partes vale para constituir el objeto, claro. Pero una de ellas, sí.
Otro de los rasgos, sin duda conectado con el anterior, que permiten
distinguir partes y aspectos es el siguiente. mientras que no es
contradictorio —o al menos no lo es directamente, sin una argumentación
que reduzca los objetos a los aspectos— afirmar que dos objetos diferentes
pueden presentar siempre los mismos aspectos y aun así ser dos objetos
numéricamente diferentes, sí que lo es afirmar que dos objetos pueden
tener exactamente las mismas partes, compuestas de la misma forma, y no obstante ser dos objetos numéricamente diferentes. Al menos, si se
quiere, asumir el carácter contradictorio de esto último no requiere tanta
argumentación como la que se necesitaría para asumir el carácter
contradictorio de lo primero. en otras palabras, compartir aspectos y
compartir partes significan cosas distintas.
Como hemos indicado, los distintos niveles surgen desde diversos
puntos de vista o perspectivas. Un cambio de nivel siempre implica un
cambio de punto de vista. Y con ese cambio de punto de vista, también
pueden llegar a considerarse diferentes aspectos y partes de los objetos.
Sin embargo, una cosa son los niveles, otra los aspectos, y otra las partes.
Una buena analogía la ofrece un edificio: hay distintas plantas y en cada
una de ellas podemos encontrar diversos objetos teniendo diferentes
aspectos y diferentes partes. Pero podría ocurrir que el edificio fuera
radicalmente reformado. Podría ocurrir que los niveles se modificaran.
Podría ocurrir que solo acabáramos teniendo una planta, que el resto de
las plantas, con todos sus objetos, partes y aspectos, fueran completamente
eliminadas; o acaso que muchos de sus objetos, con sus aspectos y partes,
total o parcialmente, fueran resituados en esa única planta resultante.
En tal caso, la combinación adecuada de realismo y antirrealismo ya no
podría apelar a un cambio de punto de vista que nos sitúe ante distintos
niveles. Solo podría resolverse teniendo en cuenta los aspectos o las partes.
Es necesario decir algo sobre la idea de combinar el realismo y el
antirrealismo. Combinar es una manera de "conciliar". Otra manera de
conciliar es buscar posiciones intermedias. Se pueden combinar unos días
de vacaciones en el mar con unos días de vacaciones en la montaña. Así se concilian esos dos intereses contrapuestos. Y también se pueden
conciliar buscando destinos turísticos intermedios entre el mar y la
montaña. ¿Tiene sentido la búsqueda de posiciones intermedias entre el
realismo y el antirrealismo? Definitivamente, no. no tiene sentido si
realismo y antirrealismo se entienden de cierto modo. Si el antirrealismo
sobre un cierto ámbito se entiende como la tesis de que "todo" en eseámbito es una construcción nuestra, y el realismo se entiende como la tesis
de que "no todo" lo es, entonces no es posible ninguna posición intermedia
del tipo "un destino turístico entre el mar y la montaña". Podrían, claro,
buscarse redefiniciones de realismo y de antirrealismo. Pero la manera
habitual de entender estas posiciones es a través de la contraposición "todo
es una construcción nuestra"/"no todo lo es"3. Y siendo esto así, la única opción conciliadora es la de la combinación. No cabe conciliar el realismo
con el antirrealismo buscando "un destino turístico entre el mar y la
montaña". Solo cabe hacerlo "combinando unos días de vacaciones en el
mar con unos días de vacaciones en la montaña". Y los tres recursos
señalados (los niveles, los aspectos y las partes), ofrecen tres posibilidades
de combinación. Solo si la expresión "posiciones intermedias" se
entiende como una combinación de realismo y de antirrealismo, tendrá un sentido adecuado la búsqueda de posiciones intermedias.4
Pero, ¿por qué empeñarse en buscar combinaciones adecuadas de
realismo y de antirrealismo? Surge una razón muy clara según vamos
ampliando nuestro horizonte epistémico. La decisión entre el realismo y
el antirrealismo resulta cada vez más difícil a medida que ampliamos elámbito sobre el que nos planteamos esas opciones. Sobre un mapa
particular, es relativamente sencillo decidir si es tan solo una
construcción imaginativa nuestra, una mera fantasía, o algo más (desde
algún punto de vista, en relación a algún aspecto, o respecto a alguna
parte de la realidad). Resulta mucho más complicado tomar una decisión
así cuando se trata de una teoría. Mucho más respecto de una disciplina
científica completa. Y muchísimo más respecto de todas nuestras
posibilidades epistémicas. Aunque ciertamente baste con "un poco" de
realismo para ser realistas, nuestros juicios cambian mucho a medida que
ampliamos nuestros horizontes. Descubrimos que no es nada fácil dar
respuestas tajantes y concluyentes. Y que lo más sensato es intentar
combinar realismo y antirrealismo.
Los niveles, los aspectos y las partes sugieren tres importantes
estrategias o recursos para combinar posturas que parecen
irreconciliables. Como he dicho, tales recursos pueden a su vez
mezclarse. Pero vamos a seguirlos considerando por separado. Y vamos
a preguntarnos cómo podrían aplicarse esos tres recursos al problema del
realismo en su sentido filosófico más general, es decir con una
ampliación máxima de nuestro horizonte epistémico.
¿Cómo pueden los niveles, los aspectos y las partes sugerir
combinaciones de realismo y de antirrealismo con un alcance máximo?
Generalicemos la clase de realismo y de antirrealismo que hemos
introducido intuitivamente más arriba. Pensemos en toda la realidad.
Pongámonos completamente al margen, frente a toda la realidad en su
conjunto. Y preguntemos si esa realidad es una completa construcción
nuestra o no. El antirrealismo afirmaría que sí lo es. Y el realismo lo
rechazaría5. ¿Cabe aquí alguna combinación de realismo y antirrealismo?
Creo que, nuevamente, debemos decir que sí. Pero tal vez, como a
continuación veremos, ya no puedan emplearse sin problemas los tres
recursos anteriores.
La cuestión que estamos discutiendo es, sin duda, importante.¿Construimos todo lo que nos rodea, acaso nos construimos también a
nosotros mismos? ¿O más bien nos encontramos con un mundo con cierta
entidad propia, aunque sea mínima, y nosotros mismos también tenemos
una cierta entidad propia, no construida, y todo ello lo conceptualizamos
de diversas formas? Una combinación de realismo y antirrealismo
parecería lo más sensato6.
Pero examinemos los recursos disponibles. El primer recurso, una
distinción de niveles, ha sido empleado abundantemente a partir de Kant.
Es común distinguir entre un "idealismo trascendental" y un "realismo
empírico". En el nivel más básico y profundo de nuestra reflexión
epistemológica, el nivel "trascendental", hemos de reconocer que toda
realidad es construida por nosotros. Incluso la experiencia perceptiva más
elemental, o la experiencia introspectiva supuestamente más directa, está configurada por nuestra mente. Desde ese punto de vista en el que nos
imaginamos frente a toda la realidad en su conjunto, la posición correcta sería el antirrealismo. en cambio, cuando pasamos de ese nivel
sumamente básico y profundo a otros niveles más superficiales, cuando
nos situamos dentro de los niveles "empíricos", no podemos ya decir algo
así. Desde dentro de nuestra experiencia y desde dentro de nuestras
creencias, comprometidos con ellas, distinguimos realidad y ficción; o, en
cualquier caso, queremos hacerlo. Desde este punto de vista interno,
involucrados en unas determinadas experiencias y en unas determinadas
creencias, debemos decir que hay cosas que sí construimos pero también
cosas que no construimos. Y aquí, la posición correcta sería la realista.
Las dudas sobre la inteligibilidad última de este primer recurso,
cuando se trata de un realismo y de un antirrealismo de máximo alcance,
tienen peso. Pensar y hablar sobre ese nivel sumamente básico y profundo,
el nivel trascendental, parece exigir una suerte de absoluto "exilio cósmico",
salir completamente fuera de todo nuestro pensamiento y de todo nuestro
lenguaje. Ponernos, como más arriba decíamos, "al margen" de todo.
Ponernos "frente a toda la realidad". Y esto, por mucho que nos empeñemos
en imaginarlo o en suponerlo, tal vez no pueda hacerse.7
En contraste con la primera estrategia, los recursos segundo y
tercero pueden moverse en un solo nivel. No necesitan subir ni bajar
sofisticadas escaleras reflexivas. Sin embargo, llegando a cierto punto, el
segundo recurso también puede tener graves problemas. De acuerdo al
segundo recurso, el realismo sería la posición correcta respecto a algunos
aspectos de la realidad y el antirrealismo lo sería respecto de otros aspectos.
Pero esto deja pendiente la cuestión del realismo o del antirrealismo en
relación justamente a aquello que tiene todos esos aspectos.
Los aspectos, en el sentido en el que estamos empleando esta
noción, son siempre maneras de ser de algo. Y el problema nos lo plantea
ahora ese "algo". La cuestión del realismo o del antirrealismo, cuando se
trata de un realismo y de un antirrealismo de alcance máximo, no puede
quedar abierta en este punto. el segundo recurso no puede ser aplicado
ya en este caso máximamente general.8
Nos queda el tercer recurso. Una combinación de realismo y
antirrealismo entendidos ambos en un sentido local. Tal vez, con algunas
relaciones de dependencia entre esos ámbitos locales. Pero en cualquier
caso, sin que dichos ámbitos locales sean tan solo aspectos de alguna clase
de realidad últimamente subyacente. Y por supuesto, sin que tengamos
que establecer ninguna distinción de niveles.
En mi trabajo, voy a proponer justamente una combinación local
de realismo y antirrealismo en su alcance más amplio. Creo que algo así es tan necesario como suficiente. Y voy a articular mi propuesta
comentando los sugerentes planteamientos de José Zalabardo sobre estos
temas. me centraré principalmente en Zalabardo (2011)9, donde se
desarrollan algunas de las ideas de John McDowell en su crítica a la
interpretación que hace Crispin Wright del tratamiento por parte de
Wittgenstein del problema relativo al seguimiento de reglas. Por sí mismo,
este entramado de interpretaciones y críticas es sumamente interesante.
Tal vez, un pequeño buen ejemplo de progreso filosófico. Pero no voy a
detenerme en los detalles de esta historia10. Solo quiero fijarme en un
detalle que me parece importante.
Zalabardo no considera el tercer tipo de recurso que acabo de
presentar. Y esto resulta sorprendente. Pues si descartamos las otras dos
opciones, y si descartamos además la opción eliminativista que
rechazaría el sentido mismo que pueden tener los problemas que estamos
tratando, esta tercera opción esboza una salida muy natural al
problema de encontrar una combinación adecuada de realismo y antirrealismo en el caso máximamente general. es más, la salida sugerida
es sumamente esclarecedora y plausible.11
El plan de mis comentarios es sencillo. Comenzaré analizando
algunos puntos del planteamiento de Zalabardo (2011) y, después,
desarrollaré brevemente mi propuesta. Pero antes, debo decir algo más
sobre la propia definición del problema de realismo de alcance
máximamente general que estamos queriendo abordar.
1. ¿Dónde debe situarse el problema del realismo?
Condiciones de satisfacción y satisfacción efectiva
Pienso en ciertas cosas como siendo de determinadas maneras. Y
expreso mis pensamientos mediante ciertos enunciados de un lenguaje.
O tal vez, ciertos enunciados representan algunas cosas como siendo de
determinadas maneras, y gracias a ello puedo tener pensamientos con esos
mismos contenidos semánticos, que dichas cosas son de esas determinadas
maneras. En cualquier caso, consideremos la siguiente explicación de estos
fenómenos. En los casos más básicos, en mis pensamientos habrá conceptos generales combinados con pensamientos referenciales, y en mis
enunciados habrá términos predicativos aplicados a términos
referenciales. Y el que mis pensamientos, o ciertos enunciados, puedan
representar la realidad como siendo de determinadas maneras se deberá a que ciertos conceptos generales, en el caso del pensamiento, o ciertos
términos predicativos, en el caso de los enunciados, tienen unas
determinadas condiciones de satisfacción. Tener unas condiciones de satisfacción implica que esos conceptos generales y esos términos
predicativos se asocian, de alguna forma, con determinadas propiedades
que suponemos estructuran la realidad con independencia de nuestro
pensar o hablar del modo como lo hacemos.
En la anterior explicación, la noción de condiciones de satisfacción
es crucial. ¿Cómo se asocian nuestros conceptos generales y nuestros
términos predicativos con ciertas propiedades de la realidad de manera
que puedan obtenerse unas condiciones de satisfacción? Hay dos
alternativas en principio claras y una tercera alternativa más
problemática, también en principio. Las alternativas claras son: 1) la
asociación se lleva a cabo a través de ciertos episodios mentales
conscientes, y 2) la asociación surge de relaciones informacionales o
causales que involucran a los sujetos y al mundo que los rodea. La
alternativa problemática, que según Zalabardo es la adoptada por Wright
y atribuida a Wittgenstein, es la siguiente: 3) la asociación surge de las
inclinaciones y sentimientos de coerción de los sujetos, acaso siempre en
un contexto social, a utilizar ciertos conceptos generales y a aplicar ciertos
predicados en lugar de otros. la tercera alternativa es problemática en
la medida en que debería distinguirse adecuadamente de las otras dos.
Pero dejemos de lado este problema.
Con esto explicaríamos el poder representar algo, en el pensamiento
o en el lenguaje, como siendo de determinada manera. Pero poder
representar algo incluye tanto poder representarlo correctamente como
poder representarlo incorrecta o erróneamente. ¿Qué es representar"correctamente" algo como siendo de determinada manera? Representar
correctamente algo implica poder representarlo y, por supuesto, estarlo
representando. Pero también requiere algo más. la representación
correcta requiere que las condiciones de satisfacción fijadas sean"efectivamente satisfechas" por aquello sobre lo que tenemos nuestros
pensamientos referenciales, o por aquello a lo que se aplican los términos
referenciales involucrados en nuestros enunciados.
En este punto, quiero enfatizar una importante distinción entre dos
problemas de realismo muy diferentes. Las condiciones de satisfacción
siempre pueden variar. Muchas veces, en dependencia estrecha de nuestro
pensar y hablar del modo como lo hacemos. Y ciertamente, esto origina
un problema de realismo. Pero tal problema de realismo no es de alcance
máximo. Frente a él, sí sería posible emplear el recurso de los aspectos
a la hora de combinar el realismo y el antirrealismo. Algunas
condiciones de satisfacción podrían estar determinadas por aspectos de
la realidad independientes de nuestro pensar o hablar del modo como lo
hacemos, y otras condiciones de satisfacción podrían estar determinadas por otros aspectos de la realidad que no mantienen dicha independencia.
Sin embargo, aun así, quedaría pendiente el problema de decidir si el
realismo, o el antirrealismo, es la posición adecuada en relación a los
hechos relativos a la "satisfacción efectiva" de esas condiciones.
Mientras no se aborde el segundo problema del realismo, el problema
concerniente a la satisfacción efectiva de las condiciones de satisfacción, no
habremos abordado el problema del realismo en su alcance máximo. Dicho
de otro modo, el problema del realismo en su alcance máximo no surge
porque las condiciones de satisfacción puedan ser unas u otras. No surge,
por ejemplo, porque dichas condiciones tal vez estén determinadas
exclusivamente por las inclinaciones y sentimientos de coerción de los
sujetos en un contexto social. El problema general del realismo surge cuando
se plantean posibilidades como la de que la "satisfacción efectiva" de
cualesquiera condiciones de satisfacción esté completamente determinada
por el simple hecho de que los sujetos estén inclinados, acaso
sentimentalmente inclinados, a asumir tal satisfacción efectiva.
Lo último puede dar pie al abandono mismo de las nociones de
satisfacción efectiva y de condiciones de satisfacción. en esto consistiría
justamente el eliminativismo en este campo. Y también puede dar pie a
un antirrealismo que se esfuerce en mantener ambas nociones bajo la
forma reducida de una serie de inclinaciones y sentimientos de coerción
en un contexto social. A su vez, empeñarse en mantener las dos nociones
anteriores (satisfacción efectiva y condiciones de satisfacción) en base a
la existencia de conexiones estables entre nuestros pensamientos, o los
enunciados de cierto lenguaje, por un lado, y ciertas propiedades objetivas
de la realidad, por otro lado, sí constituiría una posible posición realista
en su alcance máximo. Sin embargo, otras posiciones realistas de alcance
igualmente máximo podrían no necesitar tanto.
Una posición realista de alcance máximo podría perfectamente
admitir grandes dosis de inestabilidad en el establecimiento de las
condiciones de satisfacción, manteniendo un realismo tan solo respecto
a la "satisfacción efectiva" de cualesquiera condiciones de satisfacción.
Tal satisfacción efectiva sería vista como una manera de ser de la
realidad que no siempre depende de nuestros pensamientos o
enunciados. Este tipo de realismo tendría también un alcance máximo,
afectaría a todos nuestros pensamientos y enunciados, pero sería un
realismo mucho más modesto que el anterior. Sería compatible con
cualquier alternativa acerca de cómo se asocian nuestros conceptos
generales y términos predicativos con ciertas propiedades de la
realidad de manera que puedan obtenerse unas condiciones de
satisfacción. es compatible con afirmar, por ejemplo, que las condiciones de satisfacción están determinadas exclusivamente por las inclinaciones
y sentimientos de coerción de los sujetos en un contexto social.
Este segundo realismo de alcance máximo no se obsesiona con las
condiciones de satisfacción. Únicamente lo hace con la "satisfacción
efectiva" de cualesquiera condiciones de satisfacción. Pero tendría,
justamente por ello, un alcance también máximo. Lo tendría porque
promete pronunciarse, por decirlo así, sobre la manera de ser de cualquier
cosa que pueda estar a nuestro alcance epistémico, al alcance de nuestros
pensamientos o al alcance de nuestros enunciados. Las condiciones de
satisfacción de nuestros conceptos generales y términos predicativos
podrán establecerse de muchas y muy variadas formas. Pero la"satisfacción efectiva" de esas condiciones constituiría una manera de ser
de la realidad que no siempre dependería de nosotros. no siempre sería
una construcción nuestra.12
Afirmar que las condiciones de satisfacción son una construcción
nuestra, que por ejemplo están determinadas por las inclinaciones y
sentimientos de coerción de los sujetos, más o menos modulados socialmente, puede integrarse en un antirrealismo de alcance máximo.
Sin embargo, no basta para ser antirrealistas en su alcance más general.
Existe una importante ambigüedad en textos como el siguiente:
Según esta postura [se trata de la postura antirrealista que, según Zalabardo (2011, p. 13), Wright (1980) defiende y atribuye a Wittgenstein], no hay una función que empareje a cada predicado con un universal que determina sus condiciones de satisfacción. Lo único que hay, la única realidad a la que podemos apelar en nuestra explicación de las propiedades semánticas de los predicados, son las inclinaciones de los hablantes a atribuir los predicados a unos objetos y no a otros, junto con la dimensión fenomenológica de estas inclinaciones.
Si esto es todo lo que hay y queremos conservar la idea de que los predicados tienen condiciones de satisfacción, parece que la única posibilidad es reducir las condiciones de satisfacción a las inclinaciones de los hablantes, decir que si un objeto satisface un predicado o no viene determinado de alguna manera por si los hablantes están inclinados a atribuírselo.
Es sobre todo en la última frase del texto donde se equiparan dos ideas
que deben distinguirse. No es lo mismo afirmar que se tendrían que "reducir
las condiciones de satisfacción a las inclinaciones de los hablantes" que decir
que "si un objeto satisface un predicado o no viene determinado de alguna
manera por si los hablantes están inclinados a atribuírselo". Únicamente
la segunda idea representa una amenaza seria para el realismo en su alcance
más general. Aunque las inclinaciones de los hablantes, más o menos teñidas
de fenomenología, determinaran las condiciones de satisfacción, se podría
seguir manteniendo un realismo máximamente general mientras esas
inclinaciones no determinen siempre también (¡y aquí la palabra clave es
este "también"!) si se satisfacen o no esas condiciones.
Lo que decide la cuestión de un realismo de alcance máximo es si
hay maneras de ser o partes del mundo, al menos en algún nivel, tales
que, siendo constitutivamente independientes de nuestras consideraciones
y juicios acerca de la satisfacción de nuestros predicados, determinen la
satisfacción efectiva de dichos predicados. La manera cómo se generen las
condiciones de satisfacción de los predicados, o de los conceptos, generales
correspondientes es un problema muy distinto.
Hablar genéricamente de "hechos acerca de la satisfacción" puede
resultar muy confuso. Y los argumentos de Zalabardo usan
abundantemente esta expresión. Por ejemplo, en Zalabardo (2011) se dice:
Para evitar este conflicto con la concepción de la práctica que sancionan nuestras inclinaciones [el conflicto generado por que nuestra práctica determine "los hechos acerca de la satisfacción" y a la vez sancione una concepción de acuerdo a la cual los veredictos comunitarios siempre son revisables], los antirrealistas podrían intentar modificar este análisis básico de la satisfacción introduciendo la idea de que los hechos acerca de la satisfacción cambian cada vez que la comunidad revisa uno de sus veredictos. Según este análisis modificado, si la comunidad decide revisar su veredicto anterior de que un objeto satisface un predicado, el objeto dejará de satisfacer el predicado. Y si decidimos revisar nuestro veredicto de que un predicado tiene condiciones de satisfacción, el predicado dejará de tener condiciones de satisfacción. (Zalabardo 2011, p. 65).
Solo el primer aspecto de ese análisis modificado (esto es, "si la
comunidad decide revisar su veredicto anterior de que un objeto satisface
un predicado, el objeto dejará de satisfacer el predicado") resultaría
problemático respecto a la cuestión del realismo. Por sí mismo, el segundo
aspecto ("si decidimos revisar nuestro veredicto de que un predicado tiene
condiciones de satisfacción, el predicado dejará de tener condiciones de
satisfacción") no lo es. Dejar de tener condiciones de satisfacción porque
la comunidad así lo decida, o incluso porque nosotros mismos así lo
decidamos, no supone ningún problema serio de realismo. Ni afecta
tampoco a su alcance en relación a lo que pueda afirmarse sobre la manera
de ser de las cosas. es algo perfectamente aceptable desde una perspectiva
realista en un sentido máximamente general.13
En la última parte de mi trabajo defenderé la posibilidad de que
algunas partes del mundo sí sean constitutivamente dependientes de
nuestros veredictos acerca de la satisfacción de algunos de nuestros
conceptos y predicados. En otras palabras, defenderé la posibilidad de que
algunas partes del mundo sí sean construcciones nuestras. Algunas, pero
no todas. entre estas últimas, estarían aquellas partes del mundo que
consisten en cosas como asumir algo, tomar decisiones epistémicas, juzgar
que algo es de un cierto modo, etc. Estas partes del mundo no son precisamente "hechos", sino "cosas que hacemos". Y no podemos
considerarlas simplemente hechos porque dependen crucialmente de
nuestras descripciones y juicios. Dependen de que aceptemos la
corrección de ciertas descripciones llevadas a cabo en nuestro pensamiento
o en nuestro lenguaje.
Asumir algo, decidir algo, etc., son cosas que requieren poder ser
descritas de esa forma (justamente como estados en los que algo es
asumido, algo es decidido, etc.). Hay partes del mundo que sí dependen
constitutivamente de que consideremos que son efectivamente satisfechos
algunos de nuestros conceptos o predicados. Son construcciones nuestras.
Algunas partes del mundo son así. Pero también hay otras muchas partes
del mundo que no mantienen tal dependencia. no son construcciones
nuestras. Y algunas de estas últimas partes del mundo podrían
determinar la satisfacción efectiva de nuestros conceptos y predicados sin
ser constitutivamente dependientes de nuestras descripciones y juicios
acerca de tal satisfacción.
Puede que esas partes del mundo, de un tipo u otro, se
encuentren de hecho muy mezcladas. Puede que la distinción entre unas
y otras sea muchas veces extremadamente borrosa. Pero todo esto son ya
otras cuestiones. Cuestiones que no podemos decidir de antemano. En
cualquier caso, en principio cabe distinguir esas dos grandes clases de
cosas que hay en el mundo. Y esto es precisamente lo que permitiría, al
menos de manera tentativa, combinar el realismo y el antirrealismo
entendidos en su máxima extensión.
Las distinciones de niveles siempre acaban siendo enigmáticas. Y
el recurso a los aspectos solo sirve cuando el problema del realismo no llega
a tocar la cuestión de fondo relativa a la satisfacción efectiva de nuestros
conceptos y predicados. Esto añade aún más atractivo a la búsqueda de
una posición combinada basada en el recurso de las partes. Como acabo
de decir, no podemos asegurar de antemano el éxito de esta estrategia.
Pero, menos aún, podemos descartar de antemano su viabilidad. Mi
opinión es que hay partes de la realidad respecto a las cuales la posición
más adecuada es el antirrealismo y partes de la realidad respecto a las
cuales la posición más adecuada es el realismo. Y ello a pesar de todas
las mezclas que puedan de hecho darse entre dichas partes, a pesar incluso
de la borrosidad que puede llegar a presentarse en muchos casos, y a pesar
también de la indeterminación que acaso siempre llegue a existir respecto
a cuáles puedan ser las combinaciones plenamente aceptables.14
2. Buscando una cierta combinación de realismo y antirrealismo
En los últimos años, importantes filósofos han declarado defender
posturas combinadas de realismo y antirrealismo. Donald Davidson y
Hilary Putnam están entre ellos15. Y también estaría John McDowell.
La faceta de la posición de McDowell que aquí me interesa tiene como
punto de partida su crítica a la interpretación hecha por Crispin Wright
del tratamiento dado por Wittgenstein al problema del seguimiento de
reglas.16
Según McDowell, la concepción que Wright encuentra en
Wittgenstein sobre nuestra práctica de adscribir predicados a objetos se
reduce a una serie de inclinaciones psicológicas a aplicar determinados
predicados en lugar de otros, acompañadas de ciertos sentimientos de
coerción. No existirían otros hechos relevantes acerca de nuestra práctica
predicativa.
Lo anterior nos dejaría con dos opciones abiertas y un claro rechazo.
La primera opción abierta es la de un eliminativismo que niega que
realmente haya hechos acerca de qué objetos satisfacen nuestros
predicados. La satisfacción efectiva de predicados sería simplemente una
ilusión. La segunda opción abierta es un antirrealismo que hace que la
realidad sobre la que pensamos y hablamos sea siempre constitutivamente
dependiente de nuestra actividad intencional. La opción que claramente
se rechaza es la de un realismo que afirme que sobre la satisfacción
efectiva de nuestros predicados existen hechos que son constitutivamente
independientes de los hechos acerca de nuestra práctica predicativa. Este
realismo defendería la existencia de estándares respecto a la satisfacción
efectiva de nuestros predicados. Y entendería esos estándares como algo"externo" a nuestra práctica predicativa. en general, los entendería como
algo "externo" a toda actividad intencional, y con ello como algo
plenamente "objetivo". Esa variedad particular de realismo es llamada
por Wright "platonismo". Para el platonismo, existen propiedades
objetivas y condiciones de ejemplificación de esas propiedades, y además
ejemplificaciones concretas de las mismas, que determinan tanto las
condiciones de satisfacción de nuestros predicados como su satisfacción, o no satisfacción, efectiva. Según McDowell, una vez rechazado el
platonismo, Wright adoptaría la opción antirrealista.17
¿Qué propone McDowell? Al igual que Wright, rechaza la opción
eliminativista según la cual la satisfacción de predicados sería tan solo
una ilusión. Y también rechaza la versión platónica del realismo. Pero esto
no implica, argumenta McDowell, que debamos adoptar una postura
antirrealista. Pues tal antirrealismo, sostiene McDowell, ¡es imposible de
afirmar con sentido!
Según McDowell, el antirrealismo de Wright sería un intento de
decir algo que no se puede decir, sino solo mostrar. Zalabardo (2011, p.
32) describe esta postura de McDowell como estando "tan cerca de aceptar
la concepción de Wright como lo permite la inefabilidad del pensamiento
que expresa". De manera más precisa,
Para McDowell, rechazar el platonismo no nos obliga a rechazar el realismo. No cree que sea necesario invocar las imposiciones externas descartadas por la concepción de Wright para vindicar los hechos concernientes a la satisfacción sin reducirlos a los hechos que figuran en esa concepción. De acuerdo con McDowell, el realismo es compatible con una cierta forma de aceptación de la concepción de Wright (Zalabardo 2011, p. 33).
¿Cómo se puede, más concretamente, rechazar el platonismo sin
abandonar el realismo? McDowell utiliza de manera muy explícita el
recurso de la distinción de niveles. La caracterización que hace Wright
de nuestras prácticas predicativas podría ser, nos dice, "en el fondo" correcta. En los niveles más básicos de dichas prácticas solo parecen existir
inclinaciones psicológicas y ciertos sentimientos de coerción, u otros
componentes fenomenológicos, desarrollados en un contexto social. En
otras palabras, no parece haber hechos propiamente semánticos. Y
siempre acaba siendo arrinconada, y a la postre desplazada, cualquier
clase de normatividad. A fin de generar los hechos semánticos, con todos
sus componentes normativos, el realista platónico quisiera encontrar en
los niveles más básicos de nuestras prácticas predicativas hechos
diferentes de esas inclinaciones psicológicas y sentimientos de coerción
en un contexto social. Acaso, si es que no puede simplemente
encontrarlos, también podría llegar a asumir que "deben existir" tales hechos capaces de generar una semántica18. Todo esto es rechazado por
McDowell. Y lo que argumenta es que ese nivel descriptivo supuestamente
tan básico no es ya el nivel en el que se desarrolla nuestra práctica
predicativa.
Nuestra práctica predicativa está llena de hechos semánticos, y
en general de hechos normativos19. Y esto define el nivel más profundo
en el que podemos ver nuestra práctica del lenguaje como una "empresa
en marcha".20 el nivel más profundo no puede estar "tan abajo" como
piensa el antirrealismo. Justamente por ello, y este es el paso crucial
de la argumentación de McDowell, es completamente innecesario el
realismo platónico.
Een este punto, McDowell y Zalabardo se hacen eco de la conocida
terminología kantiana. Por un lado, ver nuestra práctica del lenguaje como
una "empresa en marcha" nos sitúa en una perspectiva empírica; en una
perspectiva empírica que nos involucra y nos compromete con un cierto
realismo. Por otro lado, tanto la concepción antirrealista de Wright como
la concepción realista platónica son perspectivas trascendentales. Y, de
las dos, tan solo la primera parece ser la correcta.
McDowell sostiene que, desde una perspectiva trascendental, la
concepción de Wright seguramente debería ser adoptada como la
concepción correcta. Así es como parece que se tendrían que "ver" las cosas
desde la perspectiva del "exilio cósmico". Pero, estrictamente, no se puede"decir" cómo son las cosas desde esa perspectiva. La concepción
antirrealista solo tiene sentido como una descripción que, siendo acerca
de lo que hacemos al adoptar una perspectiva empírica, es llevada a cabo"desde fuera" de toda perspectiva empírica. Pero no puede tener para
nosotros mismos tal sentido. No puede tener ese sentido porque no
podemos dejar de adoptar una perspectiva empírica y comprometida ante
la realidad. Y desde dicha perspectiva empírica, involucrada, el
antirrealismo es simplemente falso. Sí hay hechos acerca de la satisfacción efectiva de nuestros predicados que no se reducen a
inclinaciones psicológicas y sentimientos de coerción socialmente
contextualizados.21
En su único sentido inteligible, es decir como afirmación empírica,
el antirrealismo es falso. Y esto permite reivindicar el realismo en ese nivel
empírico. El antirrealismo solo podría ser verdadero como afirmación
trascendental. Pero, estrictamente, no es inteligible para nosotros en este
nivel. Su verdad trascendental no puede decirse, no puede enunciarse. Tan
solo puede, si acaso, mostrarse. o en algún sentido, "verse".
Con todo esto, McDowell pretende hacer hueco al realismo. Y
presentarlo en compatibilidad con el antirrealismo. Aunque en algún
sentido el antirrealismo parezca ser aceptable a un nivel trascendental,
no podemos acceder a tal nivel en nuestras prácticas predicativas. Aunque
el antirrealismo parezca ser verdadero, estrictamente no podemos pensar
ni expresar su verdad. No podemos salirnos de nuestras prácticas
predicativas para pensar o expresar la verdad del antirrealismo. No
podemos salir fuera de ese nivel empírico en el que nos reconocemos como
pensando o expresando que las cosas son de un modo u otro. Y en este
nivel empírico, el realismo es la única posición aceptable.
El problema grave, como muy bien señala Zalabardo22, sería ahora
distinguir esta mezcla de realismo empírico y posible antirrealismo
trascendental de otra posición que adoptaría también el realismo en ese
nivel trascendental: de la posición del "realismo trascendental". El
realismo trascendental sería igualmente inteligible tan solo como
afirmación empírica. Pero como afirmación empírica, sería tan verdadero
como lo es el realismo empírico. Y, además, por las mismas razones. lo
que distinguiría la anterior mezcla de realismo empírico y posible
antirrealismo trascendental de este realismo trascendental sería, de
nuevo, algo que tan solo puede "mostrarse". La distinción no podrá estrictamente "decirse".
La fuerza de este problema disminuiría mucho si el antirrealismofuera claramente, sin ningún titubeo, la posición trascendental correcta.
en tal caso, el realismo trascendental no sería ya una posible verdad
ininteligible, no sería una posible verdad que puede llegar a mostrarse
pero nunca decirse. El realismo trascendental sería simplemente falso.
Y podría justificarse su falsedad. McDowell, y también Zalabardo, a veces
sugieren justamente esto. Que el antirrealismo, y no el realismo, es la
posición trascendental claramente correcta23. Sin embargo, sugerir es tan
solo un modo del mostrar. no es un "decir". Literalmente, no podemos
decir que el antirrealismo, y no el realismo, sea la posición trascendental
correcta.Lo único que podemos decir, y pensar, con pleno sentido, es que
el realismo es la posición empírica correcta.
Pero, ¿cómo podrían mostrarse, o manifestarse, las diferencias
entre, por un lado, ser realista empírico pero antirrealista trascendental
y, por otro lado, ser simplemente realista trascendental? Zalabardo analiza
dos propuestas.
La primera propuesta, nos dice Zalabardo, es que esas diferencias
podrían manifestarse en
la actitud hacia la exigencia de una explicación en términos extrasemánticos de la relación que empareja cada predicado con la propiedad que determina sus condiciones de satisfacción. Para el realista transcendental, nuestro derecho a hechos irreducibles acerca de la satisfacción está sujeto a la existencia de una relación entre predicados y propiedades de la que los predicados obtienen sus condiciones de satisfacción. (...) Para el partidario de la postura intermedia, por el contrario, nuestro derecho a postular hechos irreducibles acerca de la satisfacción no depende de si podemos encontrar una relación que juegue este papel. Nuestro derecho a esta postulación surge, en cambio, de la reflexión de que la cuestión solo se puede dilucidar desde el punto de vista de las inclinaciones que subyacen a la práctica. Desde este punto de vista, la búsqueda de la relación entre predicados y propiedades que da lugar a los hechos acerca de la satisfacción sería una empresa sin sentido (Zalabardo 2011, p. 83).
Ya hemos llamado la atención sobre la ambigüedad entrañada por expresiones como "hechos acerca de la satisfacción". Lo crucial para
distinguir realismo de antirrealismo, en su máximo alcance, no es cómo
se obtengan las condiciones de satisfacción de los predicados, o en su caso
de los conceptos, sino cómo se satisfacen efectivamente esas condiciones.
Obviando este tema, el texto citado contiene una propuesta interesante.
La exigencia de una explicación en términos extrasemánticos de los hechos
relevantes acerca de la satisfacción parece ofrecer un criterio positivo para
ser considerado realista trascendental24.
Sin embargo, señala Zalabardo, para distinguir realismo de
antirrealismo, en su máximo alcance, no es necesario aspirar a tales
explicaciones en términos extrasemánticos desde la perspectiva de un"exilio cósmico". Además, en un sentido muy importante que acaba
complicando las cosas, no solo el realismo trascendental se mostraría en
la exigencia de esas explicaciones extrasemánticas. Pues, desde dentro
de nuestras teorías y desde dentro de nuestros lenguajes, como"empresas en marcha", también podemos aspirar legítimamente a dichas
explicaciones25.
La segunda propuesta que analiza Zalabardo es que lo distintivo
de la postura combinada que estamos analizando (una cierta combinación
de realismo empírico y antirrealismo trascendental), frente a un realismo
trascendental, se manifiesta en sus respectivas actitudes ante el problema
del escepticismo. El escepticismo pone en cuestión la justificación,
podemos decir externa y objetiva, de nuestras prácticas predicativas.
Frente a este desafío, el realista trascendental se empeñaría en
argumentar, con mejor o peor fortuna, que nuestras prácticas predicativas
sí se corresponden con una cierta manera de ser del mundo. Sin embargo,
el partidario de la postura combinada basada en la distinción de niveles,
combinando un realismo empírico con un antirrealismo trascendental,
podría aceptar la conclusión escéptica sin verse afectado por ello. no tendría por qué tomarse en serio el desafío escéptico. Y aquí estaría la
diferencia.
De acuerdo al escepticismo que estamos considerando, nuestras
prácticas predicativas efectivamente carecerían de justificación
externa y objetiva. Y los hechos empíricos relevantes sobre la
predicación podrían ser de un tipo muy diferente a como son. La
predicación, por ejemplo, podría satisfacer criterios meramente
estéticos o expresivos. Pero todo esto sería compatible con el
antirrealismo trascendental asumido por la postura combinada. Y nada
de ello implicaría renunciar en la práctica a la noción de justificación
epistémica. Pues, de hecho, nuestras prácticas predicativas incluyen
criterios internos de justificación epistémica ligados a una objetividad
que va más allá tanto de los límites de nuestra subjetividad como
también de los límites de nuestra comunidad.
Simplemente, algunas predicaciones son epistémicamente correctas
y otras no. Algunas han sido tomadas por correctas y no lo eran. Otras
han sido tomadas por incorrectas y eran correctas. es más, esto también
se aplicaría a nuestras prácticas predicativas de segundo orden, o
reflexivas, desarrolladas sobre nuestras prácticas predicativas de
primer orden. Por esta razón26, la postura combinada que estamos
examinando no tendría por qué tomarse en serio el desafío escéptico.
3. Otra posible combinación
Tenemos dos posiciones enfrentadas. Un realismo que afirma que
la satisfacción efectiva de nuestros predicados puede estar determinada
por maneras de ser del mundo constitutivamente independientes de
nuestras consideraciones y juicios acerca de que nuestros predicados, o
conceptos, se satisfagan o no. Y un antirrealismo que afirma que esa
satisfacción siempre está determinada por maneras de ser del mundo que
no son constitutivamente independientes de nuestras consideraciones y
juicios acerca de que nuestros predicados, o conceptos, se satisfagan o no.
En último término, esas maneras de ser del mundo serían dependientes
de nuestras inclinaciones psicológicas, más o menos teñidas de
fenomenología, y más o menos comunitariamente estructuradas.
La propuesta combinada de McDowell, desarrollada por Zalabardo,
se basa en una distinción drástica de niveles, uno trascendental y otro
empírico. El primero sobrepasa toda experiencia posible. Y en este nivel
tal vez puede mostrarse, o sugerirse, pero no propiamente decirse, o
enunciarse, que el antirrealismo sería la posición correcta. El nivel
empírico es el nivel en el que se desarrolla nuestra experiencia, nuestro
pensamiento y nuestro lenguaje. Es el nivel en el que estamos inmersos
en el lenguaje como en una "empresa en marcha". En este nivel, la posición
correcta es la realista. Desde dentro del lenguaje, evaluamos algunas
predicaciones como correctas y otras como incorrectas. Y esa corrección
o incorrección en la satisfacción de nuestros predicados no la concebimos
como algo meramente reducible a nuestras inclinaciones, ni individuales
ni comunitarias.27
Zalabardo señala con agudeza que el problema crucial con esta
propuesta es distinguirla de un simple realismo trascendental. Tal
distinción no se puede establecer explícitamente desde dentro de nuestro
uso del lenguaje. No puede "decirse". Desde dentro, solo hay realismo "a
secas", sin ninguna cualificación. La distinción entre realismo empírico
y realismo trascendental es externa. Por lo tanto, de existir finalmente,
esa distinción únicamente podrá "mostrarse". Y según Zalabardo, podría
manifestarse, sobre todo, en las diferentes actitudes que se adoptarían
frente al desafío escéptico radical.
Como hemos indicado, si pudiera establecerse conclusivamente la
corrección trascendental del antirrealismo, si pudiera simplemente decirse
que el realismo trascendental es falso, dejaríamos de tener el anterior
problema. Pero esto es algo que "estrictamente" no puede hacer una
concepción combinada basada en la distinción de niveles como la que
promueve Zalabardo.
Una concepción combinada basada en el tercer recurso mencionado
al comienzo de nuestro trabajo, el recurso de las partes, se ve libre del
anterior problema. También se vería libre una concepción combinada
basada en el recurso de los aspectos. Sin embargo, como hemos visto, en
la medida en que esos aspectos sean aspectos de "algo" tendremos otro
problema de fondo igualmente crucial. La concepción combinada más plausible es la basada en las partes. Si el realismo y el antirrealismo
pudieran entenderse como siendo "localmente" verdaderos, verdaderos
sobre ciertas parcelas de la realidad, sin ninguna distinción de niveles,
ni tampoco de aspectos, podríamos tener una concepción combinada libre
de los anteriores problemas. ¿Cabe formular una posición combinada de
este tipo? en lo que sigue, voy a explorar esta posibilidad.
Cualquier posición combinada necesita reconocer de algún modo
tanto al realismo como al antirrealismo. El recurso a los niveles se
encuentra con el realismo en nuestra práctica predicativa ordinaria. Y
quiere situar al antirrealismo en el "exilio cósmico" de un nivel
trascendental inefable. La pregunta es, ¿podría situarse también cierto
antirrealismo en el nivel empírico? ¿Podría encontrarse cierto
antirrealismo relevante, e iluminador, en nuestra práctica predicativa
como una "empresa en marcha"? En caso de poder hacerse esto, creo que
cabría considerar que el nivel trascendental es simplemente prescindible.
Voy a defender una postura combinada de ese tipo. Está basada
en tres ideas:
1. La primera de ellas, obviamente, es la tesis de que el tercer recurso para obtener una combinación de realismo y antirrealismo es en sí mismo viable. Un realismo local es compatible con un antirrealismo local.
2. La segunda idea es que también podemos encontrar ese antirrealismo local dentro de nuestras propias prácticas predicativas como una "empresa en marcha".
3. La tercera idea es que dicho realismo puede ser sumamente relevante e iluminador, pues tal vez solo sea posible afirmar cualquier realismo local desde la base de ese antirrealismo local.
Si estas tres ideas son plausibles, cabe una muy directa
combinación de realismo y antirrealismo. No sería una combinación
basada ni en una distinción de niveles ni en una distinción de aspectos.
En particular, no sería una combinación basada en la distinción entre un
nivel superficial, empírico, y otro nivel supuestamente mucho más
profundo, básico o trascendental. la combinación se desarrollaría en unúnico nivel. En tal nivel, tanto el realismo como el antirrealismo serían
aceptables. Pero serían aceptables no involucrando diferentes aspectos,
o maneras de ser, de una realidad que puede permanecer siempre más
allá de todas sus apariencias. Serían aceptables, lisa y llanamente, en relación a diferentes partes, regiones o parcelas, de la realidad. Ambos,
realismo y antirrealismo, serían posiciones correctas en un sentido local.
El recurso de las partes no suele ser tenido en cuenta. No es tenido
en consideración ni por Zalabardo, ni por McDowell, ni por Wright. Tal
vez sí por Wittgenstein28. En cualquier caso, tal recurso ofrecería una
manera muy sugerente de intentar una propuesta combinada diferente.
Fijemos ahora nuestra atención en la segunda de las anteriores
ideas. ¿Sancionan nuestras prácticas predicativas alguna concepción
según la cual ciertas partes del mundo dependen constitutivamente de
nuestras consideraciones y juicios acerca de la satisfacción efectiva de
determinados predicados? Creo que sí.
Pensemos en nuestras decisiones epistémicas: aceptar o rechazar
una proposición, asumir algo, apostar por una determinada hipótesis,
catalogar un cierto estado como un estado de creencia, o de conocimiento,
etc. el campo de las decisiones epistémicas es muy amplio. Y dentro de
ese campo, describir propiamente algo como una decisión epistémica
implica que no es descrito como el resultado de ningún tipo de"mecanismo ciego", en un sentido sumamente amplio que abarcaría
cualquier clase de mecanismo causal, informacional, sociológico,
metafísico, etc. Tal vez la decisión epistémica también pueda ser descrita
en esos términos. Pero lo que no podemos "admitir" es que sea
completamente descrita de ese modo y que, también, al mismo tiempo,
pueda ser descrita como una cierta decisión epistémica. Esto es lo
importante. Simplemente, por ejemplo, no podemos aceptar que
mientras estemos tomando una decisión epistémica, nuestra decisión no
sea más que el resultado de un "mecanismo ciego". Esto no sería tomar
una decisión epistémica (aceptar o rechazar una proposición, asumir algo,
apostar por una determinada hipótesis, catalogar un estado como un
estado de creencia, o conocimiento, etc.).
Lo que acabamos de decir entraña algo muy importante. Nuestras
consideraciones y juicios acerca de la satisfacción de ciertos predicados
relativos a nuestras decisiones epistémicas constituyen en este caso los
propios "hechos epistémicos" relevantes. El que existan estos hechos
epistémicos implica que algo del mundo, una cierta parte del mundo, es
constitutivamente dependiente de nuestras consideraciones y juicios
acerca de la satisfacción efectiva de algunos de nuestros conceptos o predicados. Si no existieran estas últimas cosas, no podrían existir esos
hechos epistémicos.29
Tal vez esta observación no pueda extenderse mucho más allá del
campo de las decisiones epistémicas. Tal vez incluso las decisiones
morales, estéticas, políticas, gastronómicas, etc., sí puedan ser vistas como
un mero resultado de "mecanismos ciegos" (causales, informacionales,
sociológicos, metafísicos, etc.). Pero lo crucial, en cualquier caso, es que
no podemos hacer esto mismo con las decisiones epistémicas.
Es más, la condición para llegar a "considerar" que esas otras cosas
no son más que el resultado de "mecanismos ciegos" es que no lo sean las
decisiones epistémicas que conducen justamente a esas apreciaciones30.
Aquí es donde entraría en juego la tercera idea introducida más
arriba. Podría verme a mí mismo como una simple "marioneta" en temas
morales, estéticos, políticos, gastronómicos, etc., podría llegar a "aceptar" eso, solo a condición de no verme a mí mismo como una mera "marioneta
epistémica". Y puedo contemplar un mundo de hechos, de hechos de todo
tipo, incluyendo hechos sobre mis inclinaciones predicativas, hechos sobre
mi fenomenología, hechos sobre mi inserción en una comunidad de
hablantes, de sujetos epistémicos, de agentes, etc., solo a condición de no
verme a mí mismo como una mera "marioneta epistémica" mientras estoy
llevando a cabo las anteriores "consideraciones". Esto último es algo que,
simplemente, ¡no puedo hacer! mi práctica predicativa me lo impide. Me
lo impide desde dentro, justamente como una "empresa en marcha".
Nuestra práctica predicativa contiene abundantes elementos
realistas. Pero también contiene poderosos ingredientes antirrealistas.
Solo podemos llegar a "conocer hechos objetivos", hechos que sean"constitutivamente independientes de todas nuestras consideraciones y
juicios acerca de que ciertos predicados se satisfagan o no", si algunos hechos "sí son" constitutivamente dependientes de tales consideraciones
y juicios. Y estos últimos hechos son, como mínimo, los hechos relativos
a nuestras decisiones epistémicas.
Estos hechos no son tan solo locales, sino también muy"contingentes". No es necesario que realmente existan seres capaces de
tomar decisiones epistémicas. Esto también pertenece a la concepción de
nosotros mismos sancionada por nuestras prácticas predicativas. Parece
que nosotros somos seres de ese tipo. Y cualquier "decisión epistémica" al respecto exigirá que lo seamos. Pero podríamos no ser así. o dejar de
serlo. Como no lo son muchos otros seres que conocemos. o como nosotros
(o mejor dicho, algunos de nuestros ancestros) no lo fuimos (no lo fueron)
en el pasado. el escepticismo se alimenta de todas estas contingencias.
La concepción combinada que estoy esbozando explicaría el
atractivo del escepticismo. ¡Y hace completamente innecesario el nivel
trascendental! Con ello, evitaría el problema de tener que encontrar
diferencias con un realismo trascendental. Se rechazaría tanto el
antirrealismo trascendental como el realismo trascendental. Simplemente,¡no se requiere ningún profundo nivel trascendental!
Cabría discutir un último problema. ¿Cómo podría esta concepción
combinada, basada en las partes, no rendirse en último término al canto
de las sirenas platónicas? ¿Cómo puede evitar cierto residuo de"realismo platónico" al tratar las propias decisiones epistémicas (las que
adoptamos en primera persona)? ¿Pueden explicarse los hechos
relevantes concernientes a estas decisiones epistémicas sin necesidad de
recurrir a un mundo de propiedades epistémicamente independientes y
estructurantes de la realidad, propiedades que, sean o no captadas por
nosotros, y determinen o no las condiciones de satisfacción de nuestros
predicados, sí determinen su satisfacción efectiva?
Creo que también puede evitarse este último problema si volvemos
a proceder por partes. la satisfacción efectiva de la mayoría de nuestros
predicados la decidimos en función de la ejemplificación de propiedades
en el mundo que vamos explorando y conociendo. Sin embargo, no ocurre
lo mismo con la satisfacción efectiva de predicados relativos a nuestras
decisiones epistémicas. Podemos decir que estos predicados se satisfacen¡solo si se considera que se satisfacen! Sin duda, esto genera una
importante circularidad. Y suscita fuertes inquietudes normativas. Pero
no será una circularidad perniciosa, ni nos veremos obligados por ello a
buscar un fondo de realismo normativo platónico, si "considerar que se
satisfacen" incluye en sí mismo suficientes elementos de corrección.
¿Puede ser así? ¿Cuáles podrían ser esos elementos de corrección?
Sabemos que no pueden ser exclusivamente individuales. Las tesis de Wittgenstein en este punto son plenamente convincentes. Una corrección
puramente individualista deja de ser corrección. También sabemos que
los veredictos de la comunidad a la que pertenecemos son siempre
revisables. Por ello, el recurso a una idealidad en este sentido, a cualquier
idealidad comunitaria, siempre acaba siendo muy problemático. Pero, de
nuevo, hay otras opciones.
Para esbozar una de esas otras opciones, una que me parece
particularmente prometedora, necesito decir algo sobre "las fuentes del
valor". Se trata simplemente de unas pinceladas, pero pueden sugerir un
cuadro interesante. Muchas veces valoramos algo únicamente por su valor
instrumental. Otras veces suponemos un valor intrínseco, que sin embargo
generalmente puede ser revisable. Otras veces, valoramos algo porque es
valorado por otros sujetos. Esto ocurre, por ejemplo, en la "moda". Y otras
veces, lo valoramos simplemente porque "podría" ser valorado. Valorado
por otros sujetos, o por nosotros mismos en otras circunstancias, o por
otros sujetos en nuestras mismas circunstancias. Las dos últimas formas
de valorar algo (valorarlo porque "de hecho" es valorado por otros sujetos,
o valorarlo simplemente porque "podría" ser valorado) raramente han sido
tematizadas. Pero son muy importantes. Y sumamente frecuentes.
Centremos nuestra atención en la última de ellas. ¿Qué hacemos
cuando valoramos algo porque "podría" ser valorado? Cabe decir que se
pone en juego nuestra imaginación y nuestros compromisos. Imaginamos
posibilidades y nos comprometemos con algunas de ellas. En este proceso
no hay exactamente "individualismo". La imaginación y los compromisos
sobrepasan continuamente nuestros límites individuales. Pero tampoco
se apela a una "comunidad ideal". En realidad, no hay ninguna "idealidad" predeterminada. No hay ninguna situación ideal que sirva como punto
fijo de referencia. Lo que simplemente hay es un proceso. Una serie de
posibilidades cambiantes hacia las que nuestros compromisos se
adhieren en mayor o menor medida. Algunas de esas posibilidades nos
son dadas, personal y culturalmente. otras son completamente inéditas.
Son, en su sentido más literal, productos de nuestra imaginación.
Creo que esta doble fuente para el valor, imaginación y
compromiso, está presente en numerosos ámbitos. Y que también inspira
crucialmente nuestras decisiones epistémicas y los elementos de
corrección operantes en ellas. La satisfacción efectiva de los predicados
relevantes, concernientes a nuestras decisiones epistémicas, participa
plenamente en este juego.
Los predicados relevantes concernientes a nuestras decisiones
epistémicas se satisfacen solo si consideramos que se satisfacen. Esto
parece muy individualista. Sin embargo, puede haber corrección. Y puede haberla sin que tengamos que recurrir a la comunidad de hablantes, o de
seres racionales, en algún sentido más o menos ideal. Y sin que tengamos
que recurrir tampoco a algún conjunto "platónico" de propiedades
epistémicamente independientes y estructurantes de la realidad. El"realismo platónico", un realismo trascendental profundamente
normativo, no es la única opción no comunitarista para explicar dicha
corrección.
La metafísica de la concepción combinada que he introducido es
muy simple. Algunas cosas son "hechos" que están ahí, siendo
producidos por otros hechos y produciendo a su vez más hechos. Otras
cosas, en cambio, son "cosas que hacemos". Ambos géneros de cosas
pertenecen a un mismo mundo. Y pueden dar lugar a fenómenos donde
cosas de ambos géneros se encuentren de hecho muy mezcladas. Tal vez
las fronteras mismas entre los dos géneros sean a menudo muy borrosas.
Y acaso no acabe pareciéndonos completamente adecuada ninguna
combinación sistemática. nada de esto, sin embargo, es aquí lo
importante. Sea como sea, algunos hechos no parecen existir si no los
hacemos. Y el generar esos hechos no puede ser visto, mientras estamos"involucrados en tal empresa", simplemente como algo en lo que unos
hechos estén siendo producidos por otros hechos, y produzcan a su vez
más hechos. ¡esta es la idea crucial!
Podemos también emplear una fórmula wittgensteiniana para
ilustrar esta metafísica. nos parece estar en un mundo de hechos. Pero
tal vez no sea un simple mundo de hechos. Pues el hecho de que esos
hechos lleguen a ser "considerados" todos los hechos del mundo, o el hecho
de que no "admitamos" más hechos que esos, no pueden ser tomados como
meros hechos al lado de los demás hechos. Esos hechos peculiares son
cosas que solo pueden hacer sujetos como nosotros.
1 Este trabajo se ha llevado a cabo bajo el proyecto de investigación FFI2011-24549, financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España. Agradezco enormemente a los evaluadores de la revista sus comentarios a una primera versión del mismo. Ello me ha permitido reformular de manera más adecuada algunos puntos centrales.
2 Tal vez no todo mapa lo sea. Pero esta cuestión no afecta a nuestro ejemplo, ni a los planteamientos de nuestro trabajo.
3 De un modo parecido, para que una puerta esté abierta basta con que esté un poco abierta. Las puertas cerradas han de estar completamente cerradas, pero las puertas abiertas no necesitan estar completamente abiertas. El antirrealismo funciona como una puerta cerrada y el realismo como una puerta abierta. Para ser realistas basta con asumir que "no todo" es construido por nosotros. Hay otros contrastes filosóficos sumamente importantes que comparten este comportamiento de "las puertas cerradas y abiertas". Por ejemplo, los contrastes entre coherentismo y fundamentalismo, determinismo y antideterminismo, reduccionismo y antirreduccionismo, o materialismo y antimaterialismo. En los segundos elementos de todos estos contrastes, "un poco" implica ganar ya la partida.
4 En una versión anterior de este trabajo, utilizaba sin todas estas precisiones las nociones de "posición intermedia" y de "combinación de realismo y antirrealismo". Debo a los evaluadores de la revista el haber llamado mi atención sobre este importante punto.
5 Aun en su máximo alcance, el antirrealismo no podría incluirlo todo. No puede incluir al propio sujeto. A menos que se sienta cómodo con nociones como"autoposicionamiento del yo", "autocreación", etc., el antirrealismo tiene aquí un límite que no parece tenerlo el realismo. Prescindiremos de este detalle. El realismo, claro, tiene otros límites. Sería muy ingenuo afirmar, por ejemplo, que realmente no hay nada construido. Y por ello, el realismo no suele definirse como la afirmación de que no haya"nada" construido, sino como la "simple negación" del antirrealismo. Todo esto fomenta la búsqueda de combinaciones plausibles de realismo y antirrealismo.
6 Comparto plenamente la valoración hecha por Zalabardo (2011), al final de su introducción: "Considero que la articulación de una postura coherente en esta dirección [se refiere a lograr una adecuada combinación de realismo y antirrealismo] es una de las tareas pendientes más importantes de la filosofía contemporánea". Y lo es no solo en semántica, o en el terreno común a la semántica y la metafísica, como sugiere el título del libro del que hemos extraído la anterior cita, sino también en campos aparentemente tan dispares como la filosofía moral o la filosofía de las matemáticas.
7 La expresión "exilio cósmico" procede de Quine. Y es utilizada muchas veces por McDowell (1981). Como veremos, a pesar de ser McDowell uno de los autores que, al igual que Quine, más han cuestionado la inteligibilidad de esta idea, él mismo sí parece poder ir y venir con bastante agilidad de tal exilio cósmico para mostrarnos lo que desde allí podría "verse" que hay pero no puede "decirse" que haya. Aunque claro, ya sabemos desde Platón que tan solo unos pocos privilegiados (filósofos) pueden salir de la caverna.
8 Boghossian (2006, cap. 3) analiza en detalle este problema. Y critica el constructivismo de Goodman y de Putnam por presuponer una realidad sobre la cual la cuestión del realismo no se plantea. Según esta variedad de constructivismo, "our concepts work like cookie cutters: they carve the world up into facts by drawing boundaries one way rather than another" (Boghossian 2006, p. 34). El problema crucial es que tiene que haber siempre "algo", algún "material dado", alguna "masa pastelera", que vaya a ser cortada y moldeada por nuestros conceptos.
9 Zalabardo (2011) es la publicación en forma de libro, acompañada de una introducción, de Zalabardo (2000). En Zalabardo (1996) y (2001) se presentan con ligeras variaciones los mismos planteamientos.
10 Sobre la idea de una filosofía académica capaz de llegar progresivamente a resultados, véase el ya imprescindible libro de Rabossi (2008). Creo que pocos textos logran estimular el autoanálisis profesional como lo consigue hacer este libro. Cabría decir que, respecto a la filosofía, consigue el mismo efecto que el que produce, respecto a la religión, el libro de Unamuno San Manuel Bueno, mártir. Por mi parte, tiendo a ver la filosofía como "el arte de dar sentido", una variedad de arte conceptual que utiliza conceptos y argumentos para dar sentido a las cosas. Esto me sitúa fuera del canon descrito por Rabossi, tal vez muy cerca de Nozick, y me permite asumir grandes dosis de pluralismo, incluso de relativismo, y de crisis de identidad, sin preocuparme obsesivamente por justificar que la filosofía merezca la posición académica que actualmente ocupa. No se pide eso al arte. Ni siquiera pedimos ya eso al arte contemporáneo.
11 Una pausa especulativa. Pensemos en Dios frente al mundo. Y en lo que supondría para Dios tener que combinar las posiciones del realismo y del antirrealismo. El recurso a los aspectos sin duda le dejaría muy insatisfecho, por las razones aludidas más arriba. También, creo, debería dejarle insatisfecho la combinación basada en una distinción de niveles. esta estrategia, que es la de McDowell y también la de Zalabardo, no puede valer para Dios. ¿Por qué no? la razón es importante. Tal posición no podría valer porque si hay construcción en algún nivel, entonces simplemente el antirrealismo gana en todos los niveles. En la medida en que Dios sea distinto de sus creaciones, no podría adoptar ningún punto de vista "interno" a esas mismas creaciones. Sin duda, la posición más "divina" es la del antirrealismo. Situado frente al mundo, Dios tendría que ser antirrealista. Y si por alguna razón Dios viera limitada su omnipotencia, y tuviera así que adoptar una posición combinada (por ejemplo, en base a la existencia de una materia no creada que de algún modo acotara su poder), seguiría sin poder recurrir a los niveles. Estrictamente, seguiría sin poder adoptar ningún punto de vista "interno" a lo creado. Tendría que buscar una combinación de realismo y antirrealismo a través del recurso de las partes. Esta sería para él la única opción viable. Como argumentaré a lo largo de mi trabajo, aún dentro del mundo, seguramente también lo sea para nosotros.
12 Imaginemos que para describir el mundo empleamos tan solo seis predicados: A, B, C, D, e y F. Establecemos sus condiciones de satisfacción. El predicado A resulta aplicable si lanzamos cierto dado y sale un 1, el predicado B resulta aplicable si lanzamos el anterior dado y sale un 2, el predicado C resulta aplicable si sale un 3, etc. Sin duda, se trata de unos predicados con unas condiciones de satisfacción muy poco"naturales". Pero, ¿cómo afecta esto a la cuestión del realismo? Tal vez, nos cueste ser realistas respecto a los predicados A, B, C, D, e y F como describiendo maneras de ser del mundo. Esos predicados parecen generar simplemente clasificaciones aleatorias completamente arbitrarias (el propio dado sería a veces A, otras veces B, otras C, etc. El salir un 1 en el dado implicaría que el dado es A, el salir un 2 que el dado es B, el salir un 3 que el dado es C, etc.). Sin embargo, seríamos realistas, y lo seríamos en un sentido máximamente general respecto a todo lo que podemos decir del mundo, si consideráramos que la satisfacción de esas condiciones (el que en el dado salga un 1, o un 2, o un 3, etc.) sí constituye una manera de ser del mundo que no siempre depende de nuestros pensamientos y enunciados. Y siendo esto así, también podríamos ser realistas respecto a los propios predicados A, B, C, D, e y F si interpretáramos ahora esos predicados como describiendo, respectivamente, por ejemplo, el hecho de estar en un mundo en el que ha salido un 1 al lanzar ese dado particular, el hecho de estar en un mundo en el que ha salido un 2 al lanzar ese dado particular, el hecho de estar en un mundo en el que ha salido un 3 al lanzar ese dado particular, etc. Nuestros predicados pueden ser así más o menos arbitrarios, más o menos útiles, más o menos afortunados, etc. Podemos atribuir a nuestros predicados condiciones de satisfacción de lo más pintorescas y artificiosas. Podemos incluso desconfiar de todos nuestros predicados y declararnos profundamente "ignorantes". Pero para ser realistas, y para serlo además en un sentido máximamente general, basta con asumir que la "satisfacción efectiva" de las condiciones de satisfacción de nuestros predicados no es algo que siempre construimos nosotros, sino una manera de ser del mundo.
13 De nuevo, es conveniente añadir que declararse realista, incluso en un sentido máximamente general, es compatible con declararse "ignorante" respecto a cómo sea el mundo. El realismo en su sentido más general puede convivir con la más completa ignorancia (véase de nuevo la nota 12). También podría expresarse de forma condensada esta idea diciendo que la actitud antirrealista no se sigue necesariamente de la ignorancia.
14 Sin duda, todas estas posibilidades plantean problemas importantes. Pero es destacable que, sobre todo, serían problemas importantes en el contexto de una postura basada en la estrategia de las partes. En el contexto de las otras dos estrategias, dichos problemas tienen una significación muy diferente.
15 Véase, por ejemplo, Davidson (1990) y Putnam (1994). Sus intentos en este sentido son brevemente comentados por Zalabardo (2011).
16 Véase mcDowell (1981), Wright (1980) y Wittgenstein (1953).
17 Debe señalarse que el análisis de Wright, y las opciones contempladas, coinciden a grandes rasgos con el análisis del problema de seguimiento de reglas en Wittgenstein que debemos a Kripke (1982).
18 Esta sería la opción platónica llamada por Field (1972) "semanticismo". Consistiría en la tesis de que "han de existir", de manera irreducible, hechos semánticos primitivos. Véase Zalabardo (2011, pp. 37-39).
19 El tema que estamos tratando no solo afecta a la normatividad semántica. Afectaría a cualquier clase de normatividad. Respecto a la cuestión del realismo y antirrealismo moral, por ejemplo, se repetirían la mayoría de los problemas que aquí estamos examinando. Y también, creo, las soluciones.
20 Esta expresión de McDowell acerca del lenguaje como una "empresa en marcha" (véase por ejemplo McDowell 1981, p. 248) es utilizada repetidas veces por Zalabardo. Y la idea que se expresa realmente es importante. los hechos semánticos y normativos del lenguaje solo serían visibles, identificables, reconocibles, desde esta perspectiva.
21 Zalabardo (2011, pp. 54-61) contrasta la manera cómo describiríamos las prácticas predicativas de un lenguaje "marciano" con la manera cómo describiríamos nuestras propias prácticas predicativas. Respecto a las primeras, podríamos adoptar una perspectiva externa, análoga a la perspectiva trascendental de un "exilio cósmico". Respecto a las segundas, nuestras propias prácticas predicativas, no podemos sino adoptar una perspectiva interna, involucrada, la perspectiva del lenguaje como una "empresa en marcha". Y desde esta perspectiva interna, sería completamente adecuado el diagnóstico de McDowell (1981): si la concepción de Wright es una verdad, ha de tratarse de una verdad trascendental.
22 Dedica a esta cuestión la última parte del trabajo que estamos comentando, véase Zalabardo (2011, pp. 76-92).
23 Llama la atención esta insistencia en que, desde la perspectiva de un "exilio cósmico", se quiera mostrar al antirrealismo como la posición que "parece ser correcta". Una pregunta que a veces se suscita en este punto es la siguiente: ¿Ha de tomarse el antirrealismo como la posición que podría ser correcta por lo que nuestra ciencia actual"nos dice acerca de nuestra situación real en el mundo"? Mi opinión es que en la medida en que sea ininteligible "decir" que el antirrealismo es la posición correcta, también ha de ser ininteligible "mostrar que lo es sugiriendo esos decires ininteligibles".
24 Un criterio "positivo", y no tan solo negativo, señala acertadamente Zalabardo (2011, nota 19). Rechazar la búsqueda de explicaciones extrasemánticas de los hechos semánticos no implica ser idealista trascendental. El "semanticismo" de Field (la tesis que considera como primitivos ciertos hechos semánticos, véase nota 18) también rechazaría la exigencia de una explicación tal en términos extrasemánticos.
25 La observación procede nuevamente de Field (1972), defendiendo el naturalismo en semántica frente al rechazo quineano de la perspectiva trascendental de un "exilio cósmico".
26 Y esta razón vuelve a ser una razón "interna" a nuestras prácticas predicativas. La idea de que los metadiscursos han de estar sometidos a la misma normatividad básica que los discursos de primer orden está muy presente en Nagel (1997). En varios sentidos importantes, las tesis de nagel sintonizarían muy bien con estos planteamientos defendidos por Zalabardo.
27 Siguiendo a Putnam (1981), podríamos decir que, incluso sin salirnos de nuestras prácticas predicativas, incluso sin recurrir a ningún nivel trascendental, la razón es a la vez "inmanente" y "trascendente". La relevancia de las distintas posiciones que ha llegado a adoptar Putnam respecto a los problemas de realismo que estamos tratando es obvia. Y sería sumamente enriquecedora su discusión. Pero adentrarnos en este terreno excede las pretensiones del presente trabajo.
28 Argumentar esto en detalle nos llevaría demasiado lejos. Pero no puedo resistirme a la tentación de evocar este punto. Muchas de las ambigüedades y vacilaciones del Wittgenstein posterior a las Investigaciones, especialmente del Wittgenstein de On Certainty, podrían interpretarse desde esta perspectiva "localista".
29 Sin duda, podrían existir hechos epistémicos concernientes a nuestra condición animal, hechos pertenecientes a lo que Ernesto Sosa ha llamado "conocimiento animal". Ciertamente, muchos hechos epistémicos no son dependientes de nuestras consideraciones y juicios acerca de la satisfacción efectiva de algunos de nuestros conceptos o predicados. Pero otros hechos epistémicos sí lo son. Y decir esto, por cierto, no tiene consecuencia directa alguna respecto a si todo lo que existe es o no natural, o material, o físico.
30 El contraste entre describir las prácticas predicativas "marcianas" y describir nuestras "propias" prácticas predicativas, aludido anteriormente y utilizado por Zalabardo, es aquí plenamente pertinente. Estoy simplemente extrayendo algunas implicaciones de ese tipo de descripción interna, involucrada en el lenguaje como"empresa en curso", que estamos obligados a hacer de nuestras prácticas en el caso de nuestras "propias decisiones epistémicas" (las que adoptamos, podemos decir sin reparos, "en primera persona").
Bibliografía
1. Boghossian, P. (2006), Fear of Knowledge. Against relativism and constructivism, Oxford, Clarendon Press.
2. Davidson, D. (1990), "The Structure and Content of Truth" (The Dewey lectures 1989), Journal of Philosophy, 87 (6), pp. 279–328.
3. Field, H. (1972), "Tarski's Theory of Truth", Journal of Philosophy, 69, pp. 347-375.
4. Kripke, S. (1982), Wittgenstein on Rules and Private Language, Cambridge, Harvard University Press.
5. McDowell, J. (1981), "Anti-realism and the epistemology of understanding", en Parret, H. y Bouveresse, J. (eds.), Meaning and Understanding, Berlín, de Gruyter.
6. Nagel, T. (1997), The Last Word, Oxford, Oxford University Press.
7. Putnam, H. (1981), Reason, Truth, and History, Cambridge, Cambridge University Press.
8. Putnam, H. (1994), Las mil caras del realismo, Barcelona, Paidós.
9. Rabossi, E. (2008), En el comienzo, Dios creó el Canon. Biblia Berolinensis, Buenos Aires, Gedisa.
10. Wittgenstein, L. (1953), Philosophical Investigations, Oxford, Blackwell.
11. Wright, C. (1980), Wittgenstein on the Foundations of Mathematics, Duckworth, Londres.
12. Zalabardo, J. L. (1996), "Predicates, Properties and the Goal of a Theory of reference", Grazer Philosophische Studien, 51, pp. 121-161.
13. Zalabardo, J. L. (2000), "Realism, Detranscendentalized", European Journal of Philosophy, 8 (1), pp. 63-88.
14. Zalabardo, J. L. (2001), "Towards a nominalist empiricism", Proceedings of the Aristotelian Society, 101 (1), pp. 29-52.
15. Zalabardo, J. L. (2011), Concepciones de lo real: realismo y antirrealismo en semántica y metafísica, Oviedo, KRK Ediciones.
Recibido el 9 de abril de 2013; aceptado el 21 de mayo de 2014.