ARTÍCULOS
Los comentarios como género filosófico. Su génesis y evolución desde el aristotelismo hasta la hermenéutica cristiana
Viviana Suñol
[Conicet - Universidad Nacional de La Plata]
Resumen: Los comentarios fueron el principal medio de producción filosófica desde fines del helenismo hasta la Antigüedad tardía. La riqueza y profundidad de esta producción fue decisiva no solo por su valor histórico sino también por su influencia en el pensamiento posterior. Nuestro propósito es explorar los aspectos más significativos de esta evolución reconociendo no solo su importancia como fuentes de la obra de Platón y fundamentalmente de Aristóteles -figura central en el desarrollo de este género- sino como obras con un valor filosófico propio. Mediante un esquemático recorrido por su historia: desde su génesis en el seno del aristotelismo hasta su apropiación por la hermenéutica cristiana, identificaremos los intereses filosóficos que determinaron la apropiación de los textos en cada etapa.
Palabras clave: Comentarios; Aristóteles; Alejandro de Afrodisias; Escuelas neoplatónicas; Hermenéutica cristiana.
Commentaries as philosophical genre. Their origins and evolution from aristotelianism to Christian hermeneutics
Abstract: Commentaries were the most important way of philosophical production from the end of Hellenism up to late Antiquity. The richness and depth of this production was decisive not only for its historical value but also for its influence in later thought. Our intention is to explore the most significant aspects of this evolution recognizing its importance not only as sources of Plato's work and fundamentally of Aristotle -the central figure in the development of this gender- but also as works with their own philosophical value. Through a schematic overview of its history: from its origins within aristotelianism to the appropriation by Christian hermeneutics, we will identify the philosophical interests that determined the appropriation of the texts in every phase.
Key words: Commentaries; Aristotle; Alexander of Aphrodisias; Neoplatonic schools; Christian hermeneutics.
La historia de la génesis
y evolución de los
comentarios está inseparablemente
ligada a
la obra de Aristóteles
y, en menor medida, a
los diálogos de Platón.
La riqueza y profundidad
de esta producción fue decisiva
no solo por su valor histórico, sino
también por su influencia en el pensamiento
posterior. Dicha influencia se
percibe de manera tácita y expresa en
la tradición árabe, en el pensamiento
latino medieval, en el Renacimiento
e incluso en la Modernidad. A pesar
de su importancia, la investigación
sobre los comentarios se constituyó en
un terreno de estudio independiente recién en el último tercio del siglo XX1.
Hasta entonces tradicionalmente se
destacaba su importancia como fuentes
secundarias del pensamiento de los
grandes filósofos, ignorando su valor
filosófico propio así como la originalidad
de las ideas surgidas durante este
período, algunas de las cuales erróneamente
se atribuyeron a los siglos XIII
y XIV2.
En concordancia con el creciente
interés y la orientación de la investigación
contemporánea, nuestro propósito
aquí es mostrar que a pesar del inexorable carácter remitente de este género3,
los comentarios fueron durante más de
600 años, i.e. desde fines del helenismo
hasta la Antigüedad tardía, el instrumento
a través del cual se produjo filosofía.
Si bien es cierto que esta actividad
tempranamente se constituyó en
una disciplina técnica que desarrolló
sus propios instrumentos tales como
lemas, escolios, glosas, signos diacríticos,
prólogos, etc.4, los textos fueron la
ocasión para exponer el punto de vista
del comentador-filósofo. Precisamente
este 'interés' filosófico es el que determinó
la selección de las obras que fueron
objeto de comentarios, cuáles eran
relevantes y cuáles no, qué disciplinas
filosóficas se estudiaban, en qué orden y cómo, influyendo incluso en la forma
de apropiación de los textos. A través
de un esquemático recorrido por los
principales momentos que hacen a la
génesis y evolución de este género, i.e. desde su aparición con la edición de
Andrónico, su desarrollo con el aristotelismo
renovado de Alejandro de
Afrodisias, su rica expansión filosófica
con las escuelas neoplatónicas de Atenas
y Alejandría hasta los comentarios
bíblicos de Orígenes, ilustraremos el
modo en que estos intereses filosóficos
influyeron en cada etapa.
El surgimiento de los comentarios como género filosófico
Tradicionalmente se suele vincular
el nacimiento de los comentarios
como género filosófico con
la edición que Andrónico de Rodas5 hizo de las obras esotéricas de Aristóteles
en el siglo I a.C., probablemente
hacia el año 60 a.C6. La turbulencia edien
la situación política ateniense y
en el mundo griego en general fue
determinante en la transmisión de los
textos aristotélicos (Lord 1986: 141-142). Más allá de la verosimilitud de
las anécdotas narradas por Estrabón
(Geografía, 13 1. 54, 13. 608), Plutarco
(Sila, 26, 1-3, 468 A-B) y Ateneo (V,
214 d-e) acerca de las peripecias del
legado de estas obras de Aristóteles,
lo que ellas ponen de manifiesto es
que luego de su muerte o más precisamente
la de su sucesor Teofrasto7,
dichas obras estuvieron ausentes del
escenario intelectual hasta el siglo
I8. Esta ausencia se atribuye a la falta de interés que habrían despertado
entre los primeros peripatéticos,
pues parece poco plausible que haya
habido una disponibilidad limitada
de los textos9. En su edición, Andrónico
ordenó, organizó y catalogó estas
obras a partir de un criterio lógico,
recuperándolas definitivamente para
la posteridad10. Si bien es cierto que
dicha edición ejerció una profunda
influencia en el florecimiento de la
filosofía aristotélica que se inició a
partir del siglo I, no puede sostenerse
que sea enteramente responsable de él.
Como sugiere Tuominen (2009: 7-8),
no fue el descubrimiento de los textos
lo que produjo el florecimiento de los
estudios aristotélicos sino a la inversa,
este interés subyacente provocó que se
les prestara atención.
La labor de Andrónico dio lugar
a una intensa actividad editorial y
exegética entre sus discípulos11, de cuyas obras no hay mucha información
disponible. Desde el siglo I a.C. y
hasta la primera mitad del siglo II, las Categorías se constituyeron en el eje en
torno al cual se desarrolló la actividad
exegética sobre Aristóteles, al punto
tal que su estudio no quedó confinado
únicamente a los peripatéticos, puesto
que diversos miembros de la Academia
platónica como Antíoco, Aristo de Alejandría
y Eudoro, así como también
algunos estoicos tales como Atenodoro
y Cornuto mostraron un especial interés
crítico por esta obra. A pesar de
su carácter medular entre los intérpretes
antiguos, no es posible inferir que
todos ellos hayan escrito comentarios
a las Categorías (Falcon 2005). De
hecho, el primer comentario del cual
se han conservado partes significativas
es el de Aspasio a la Ética a Nicómaco que data del siglo II. Probablemente
el hecho de que la ética no despertara
tanto interés entre los comentadores
como las cuestiones lógicas haya permitido
su pervivencia.
Sin duda, los intereses filosóficos
de Andrónico influyeron en sus decisiones
editoriales. En efecto, aún hoy
se discute el peso de estas respecto del
carácter instrumental que le otorgó a
la lógica; con relación a su creación del
término "metafísica"; a propósito de
la disposición de los libros en varios
tratados, especialmente en la Metafísica,
etc., (Anagnostopoulos 2009:
17-20). Teniendo en cuenta que la
moderna edición canónica de Bekker
(Berlín, 1831) deriva directamente de
su organización temática de las obras
conforme a la tradicional división de la filosofía en lógica, física y ética12, puede
decirse que la influencia de Andrónico
se prolonga hasta nuestros días. A diferencia
de los sucesores inmediatos de
Aristóteles, v.gr. Teofrasto o Estratón,
que continuaron su obra y en algunos
puntos se distanciaron de él, a partir
de la edición de Andrónico se observa
un cambio en el estatus de los textos,
los cuales adquirieron una autoridad
canónica como objeto de interpretación
(Sharples 1997: 152).
El desarrollo del género: el aristotelismo de Alejandro de Afrodisias
El gran comentador de Aristóteles
fue Alejandro, cuyos comentarios
ya fueron considerados
ejemplares en la Antigüedad y su
influencia se prolongó incluso hasta
el Renacimiento. Como maestro de
la cátedra pública aristotélica en Atenas -en la que se desempeñó desde
el año 198 al 211- procuró articular
de manera sistemática el pensamiento
del Estagirita, defendiéndolo
frente a los estoicos, epicureístas y
platónicos13. Además de los comentarios, sobrevivieron otras obras de
Alejandro, en algunas de las cuales
se enfrenta al estoicismo14. El tratado
suplementario sobre el alma conocido
como Mantissa -cuya autoría
es dudosa pero que tradicionalmente
se atribuyó a Alejandro- ejerció una
profunda influencia en Plotino fundamentalmente
a través de dos ideas:
la del intelecto activo aristotélico
como siendo Dios en nosotros mismos
(Sorabji 2004: 3. 304-309), discusión
que se prolongará hasta Tomás
de Aquino pasando por Temistio15 y
Averroes, y la de la auto-intelección
humana16.
Tanto en sus obras como en sus
comentarios, Alejandro procuró explicar a Aristóteles a través de Aristóteles
mismo, incluso en aquellas cuestiones
de las que el Estagirita no se ocupó,
como es el caso de la discusión estoica
acerca del determinismo y la de la
Providencia. Si bien su interés filosófico primario era la interpretación
precisa de Aristóteles, el diálogo con
otras corrientes filosóficas especialmente
con el estoicismo lo impulsó a
ampliar su vocabulario y sus preocupaciones
filosóficas. Así por ejemplo, con
relación a la Providencia presenta una
concepción mecanicista que garantiza
la continuidad de las especies sublunares
pero que no se extiende a la forma
de los individuos (Sorabji 2004: 2.
79-84). Asimismo, contra el determinismo
estoico identifica el destino
con la naturaleza individual de cada
cosa que determina lo que ocurre en la
mayoría de los casos. En estas como en
otras cuestiones, de las que sí se ocupó
Aristóteles como ser la naturaleza de
los universales, del alma, la eternidad
del cosmos, la relación entre el intelecto
activo y el material, etc., Alejandro
dice asumir una posición aristotélica,
pero que claramente incluye sus
propios desarrollos, los cuales a su vez
tuvieron gran influencia histórica. A
diferencia de los comentarios producidos
por las escuelas neoplatónicas,
los suyos no revelan una adaptación a
un contexto de enseñanza formal y su
naturaleza es discursiva y en algunos
casos, aporética. Como advierte Falcon
(2005), Alejandro fue "el último
verdadero intérprete de Aristóteles",
puesto que con él culmina la historia
de los comentadores "de profesión aristotélica"
(Reale 1985: 164), ya que a
partir del siglo III y bajo la influencia
de Plotino se produce un punto de
inflexión en la exégesis aristotélica.
El giro neoplatónico en la tradición de los comentarios
La figura de Plotino ocupa un
lugar fundamental en la historia
de los comentarios, pues si bien
es cierto que actualmente no se lo
encuadra en esa categoría, ocasionalmente él se describe a sí mismo como
comentador de Platón y de hecho,
sus seguidores lo tratan como tal. Su
filosofía emerge de la de Platón y, en
particular, del platonismo medio a
la vez que establece un vínculo muy
estrecho con el pensamiento aristotélico
y estoico. Habiendo realizado
una crítica profunda a las categorías
aristotélicas, a las que considera insuficientes incluso en el mundo sensible
(Sorabji 2004: 3. 67-70); en su descripción
de los principios que estructuran
el mundo Plotino se apoya en
los diálogos tardíos de Platón. Su idea
de las tres hipóstasis metafísicas de
la realidad se convirtió en el eje de la
discusión filosófica al punto tal que ya
no será el aristotelismo, sino su reinterpretación
de la filosofía platónica
la que determinará la lectura de los
textos canónicos, sin que ello implique
una perfecta unidad doctrinaria
entre sus numerosos partidarios. Tan
importante fue esta transformación
en la producción de comentarios que
se habla de "la segunda desaparición
del aristotelismo, o más bien su absorción en el Neoplatonismo" (Sharples
1997: 154).
Porfirio y Jámblico postularon la
hipótesis hermenéutica de la armonía
entre Platón y Aristóteles, que independientemente
de su falta de corrección
resultó ser sumamente rica para
el desarrollo de las ideas filosóficas de
los comentadores neoplatónicos, en la
medida en que los obligó a una lectura
detenida de los textos de ambos y
les planteó el desafío interpretativo de
armonizarlos en cuestiones en principio
irreconciliables. A partir de Porfirio, este principio se convirtió en una
regla exegética fundamental entre los
neoplatónicos, aun cuando no todos
mostraron la misma intensidad en su
esfuerzo de armonización, ni tampoco
la efectuaron de manera unitaria17. Si
bien este principio se origina como
estrategia para enfrentar la acusación
que esgrimían los cristianos acerca de
las contradicciones entre los filósofos
griegos, paradójicamente culminó
-como advierte Sorabji (2004: 1. 14
y 17; 3. 38)- en la asimilación cristiana
del dios y el alma humana aristotélicos.
La presuposición básica es que las discrepancias
no se deben a desacuerdos doctrinales sino a diferencias verbales
o actitudinales, y en todos los casos
-salvo alguna excepción como lo es la
discusión en torno a los universales- el
privilegio es otorgado a Platón. Porfirio fue el responsable de la definitiva
incorporación de Aristóteles al currículo
de Occidente, fundamentalmente
gracias a sus comentarios y, en especial,
a su Isagoge que no solo es una introducción
a las Categorías sino más bien
a "la lógica entera del Peripato, y por
tanto, a la filosofía misma" (García
Norro-Rovira 2003: XVI). A través
de la traducción latina de Boecio18, este
opúsculo ejerció una notoria influencia
que se prolongó incluso hasta el Renacimiento,
sin olvidar que fue un texto
básico en el mundo árabe. Al admitir
que las categorías no son acerca de las
cosas sino de las palabras en cuanto
que significan las cosas y que se aplican
al mundo sensible y no al mundo
inteligible platónico, Porfirio enfrentó
las críticas de su maestro dando un
paso importante en el camino hacia la
armonización (Porfirio en Cat. 58, 3-6;
Sorabji 2004: 3. 61)19. Jámblico fue
más lejos que Porfirio, puesto que consideraba que las categorías de Aristóteles
eran adecuadas no solo al mundo
sensible, sino también al mundo inteligible
de las Formas platónicas, lo cual
supuso una interpretación 'intelectual'
de las Categorías en paralelo con su
concepción más elevada de la práctica
religiosa (Sorabji 2004: 3. 8; 74-75).
También llevó la armonización más
allá mediante un detallado intento de
integrar el pitagorismo con las filosofías
de Platón y Aristóteles. Sus grandes
aportes a la exégesis fueron la regla del
σκόπος previa al análisis de cada uno
de los textos estudiados20 y el establecimiento
del currículo estándar de doce
diálogos de Platón para ser leídos después
de los tratados seleccionados de
Aristóteles, en una secuencia diseñada
cuyo propósito religioso era llevar a la
unión con Dios.
Los comentarios como eje de la vida de las escuelas neoplatónicas de Atenas y Alejandría
Plotino impartió su enseñanza
en Roma, pero su influencia
se difundió de oeste a este a lo
largo del mundo 'helenizado', desde Roma y Sicilia hasta Atenas, Alejandría
y Apamea, conformando una red de escuelas entre las que se destacan
la de Atenas -encabezada por
Plutarco de Atenas y que dio lugar
a la obra de Proclo- y la de Alejandría -encabezada por Amonio y de la
cual surgió Filopón-. Durante los tres
siglos que se extiende el predominio
del Neoplatonismo, puede observarse
una gran movilidad en el interior de
esta red escolar, muchas veces determinada
por las persecuciones de los
cristianos. En efecto, la producción de
los comentarios no permaneció ajena
a los cambios en el balance de poder
que por entonces se producían entre
los cultos griegos y el cristianismo21.
Aunque no todos los integrantes de lo
que actualmente denominamos 'neoplatonismo' se inclinaron favorablemente
hacia la teúrgia22, ella fue uno
de los principales ejes de disputa con
el cristianismo23.
Tradicionalmente se estableció una
oposición doctrinal entre las escuelas
de Alejandría y de Atenas, conforme
a la cual la primera habría propuesto
una interpretación racional de las
obras de Aristóteles, mientras que la
segunda habría circunscripto su interpretación
a un punto de vista típicamente
neoplatónico. En la literatura
especializada actual se cree que no hay
una diferencia doctrinal significativa
entre ambas, lo cual se manifiesta en el
hecho de que los métodos de interpretación
aplicados en los comentarios de
las Categorías son los mismos (Hadot
1991: 175-176). Simplemente, puede
identificarse una diferencia en cuanto
al énfasis que cada una de las escuelas
le otorgó al estudio de ambos filósofos,
pues los representantes de la escuela
ateniense (Plutarco, Siriano, Proclo
y Damascio) produjeron complejos
comentarios a los diálogos platónicos,
al tiempo que los comentadores alejandrinos
(Amonio, Olimpiodoro, Elías,
David y Stephanus) se centraron en
la obra de Aristóteles. Proclo -cuyos comentarios a los diálogos platónicos Fedón y Timeo son considerados como
el punto más alto del currículo neoplatónico-
fue entre los comentadores el
más hostil con respecto al pensamiento
de Aristóteles y quien menos se esmeró
en la armonización exegética con su
maestro. Contrariamente, su discípulo
Amonio -director de la escuela alejandrina-
adhirió fuertemente a este
principio, el cual lo llevó incluso a afirmar
que Aristóteles aceptó las Formas
platónicas, al menos bajo la forma de
principios en el intelecto divino y que
admitió la responsabilidad de Dios en
la existencia del universo (Sorabji
2004: 2. 165-167). Simplicio -que
estudió con Amonio en Alejandría
y con Damascio en Atenas24- se vio
obligado a abandonar Atenas y a exiliarse
en Persia a raíz de la decisión de
Justiniano en el año 529 de prohibir la
enseñanza de la filosofía en Atenas25. El fervor religioso que se percibe en
sus comentarios pone de manifiesto el
carácter que estos tenían como ejercicios
espirituales, a la vez que revela
la estrecha conexión que por entonces
existía entre la filosofía, la fe y la revelación
(Hoffmann 2006: 599-600). Este
fervor lo impulsó a establecer un fuerte
antagonismo con Filopón. A diferencia
de los restantes comentadores, Filopón
era cristiano y el punto medular de su
desacuerdo con estos fue acerca de si el
mundo es eterno o ha sido creado. Se
trata de una cuestión de considerable
importancia a la que Filopón le dedicó
dos tratados (uno contra Proclo y otro
contra Aristóteles) y si bien él representa
la transición entre la antigua tradición
filosófica y la cristiana, en sus
argumentos no se apoya en la fe ni en
los textos bíblicos, sino en las suposiciones
de sus adversarios (Sorabji
2004: 2. 175-178).
Más allá de sus diferencias, ambas
escuelas tenían una compleja estructura
escolar y curricular común. La práctica
de la exégesis de los comentarios neoplatónicos
estaba íntimamente ligada al
marco institucional de la escuela, con
su jerarquía encabezada por la inmensa
autoridad del διάδοχος (el sucesor del
fundador de la escuela) -cuya actividad
docente era considerada como un verdadero
acto de deificación-, el ejercicio
de una vida comunal propia de un convento, su estricta regulación del tiempo
y su organización del plan de estudios
en torno a la lectura de los textos canónicos26.
La interpretación de textos era
el eje en torno al cual se centraba la vida
de las escuelas atenienses y alejandrinas.
A lo largo del desarrollo de un sofisticado
plan de estudios se les infundía a
los alumnos los principios generales de
la exégesis neoplatónica. La compleja
organización del programa educativo
estaba compuesta por varias etapas,
cada una de las cuales era el resultado
del encadenamiento de sucesivas introducciones.
A raíz de su función primariamente
pedagógica los comentarios
eran -especialmente en Alejandría- el
fruto de las notas de clases tomadas por
los alumnos, a esta clase de comentarios
se los denominaba ἀπὸ φωνῆς.
Sin embargo, también podían ser el
resultado de la labor de composición
por parte del maestro, como es el caso
de los comentarios de Proclo y de Simplicio.
A su vez, estos eran claramente
distinguidos de otros escritos que constituían
su investigación personal y que
en algunos casos, eran publicados como
obras independientes.
El currículo neoplatónico constaba
de cuatro etapas principales, dentro de
cada una de las cuales existía un orden fijo para el estudio de cada obra. Un
primer ciclo propedéutico se iniciaba
con un conjunto de estudios preparatorios,
prólogos y análisis de discursos
que culminaba en la Isagogé de Porfirio, como el texto que daba paso a
la instrucción propiamente filosófica.
La segunda etapa estaba dedicada a
Aristóteles, cuyo estudio y comentario
de sus obras a lo largo de todo
el Neoplatonismo tuvo un propósito
propedéutico. Los Pequeños Misterios
-que era como se denominaba
a sus obras- no eran estudiados por
sí mismos, sino en cuanto que eran
considerados como una preparación
necesaria para acceder a los Grandes
Misterios de la filosofía platónica. Este
programa filosófico que se iniciaba en
la lógica aristotélica y culminaba en
el Parménides platónico abarcando
incluso elementos supra-racionales de
la teúrgia, estaba diseñado de modo tal
de elevar a los alumnos hacia Dios. La
secuencia de lectura -que se iniciaba
con la lógica continuaba con la ética,
la física, la matemática y concluía con
la teología metafísica27- se hallaba en
estrecha conexión con la clasificación
neoplatónica de las obras aristotélicas28. La lectura de los diálogos platónicos
conformaba la tercera etapa del
programa y estaba basada en la selección
de textos propuesta por Jámblico,
la cual tenía un marcado carácter religioso
de tono procesional e iniciático29.
Finalmente, la cuarta etapa de estudio
iba más allá de la filosofía y comprendía
a los Himnos Órficos y a los Oráculos
Caldeos, siendo estos últimos una
suerte de Biblia o libro sagrado en cuya
autoridad revelada se fundamentaba
toda la exégesis neoplatónica30.
A pesar de la rivalidad e incluso de
las persecuciones, el neoplatonismo
influenció profundamente en la filosofía
cristiana no solo mediante los
aspectos formales de la exégesis, sino
también a través de la teología y la
espiritualidad, tal como el giro interior
iniciado por los estoicos y desarrollado
por los neoplatónicos para encontrar la
verdad en uno mismo31.
Los comentarios bíblicos como depositarios de los comentarios filosóficos
La exégesis de los textos sagrados
no fue una de las primeras preocupaciones
de los cristianos, ya que debieron atender a necesidades
prácticas más urgentes. Los primeros
comentarios bíblicos se remontan
recién al año 150. A mediados del
siglo II esta actividad tuvo un gran
florecimiento, principalmente en las
iglesias situadas al este de Roma tales
como Galilea en Palestina, Antioquía
en Siria, Egipto, etc. En este período
temprano, los comentarios bíblicos
no tuvieron un desarrollo paralelo
en occidente; de hecho, Justino
e Ireneo, que produjeron en Roma
comentarios -actualmente perdidos- al Apocalipsis habían emigrado
desde Asia (Cerrato 2002). Los primeros
comentarios conservados del Nuevo Testamento son los del gnóstico
Heracleón al Evangelio de Juan,
los cuales han sido transmitidos de
manera fragmentaria a través de la
cita de Orígenes. A partir del siglo III,
tanto en Roma como en Alejandría
comienza la exégesis de la Biblia fundamentalmente
a través de las figuras
de Hipólito y de Orígenes. La obra de
ambos es vasta y buena parte ha sido
conservada solo a través de catálogos
o fragmentos. El comentario de Hipólito
al Cantar de los Cantares constituye
el primer ejemplo de interpretación
alegórica cristiana. Las citas de
Eusebio, Jerónimo y Teodoreto entre
otros atestiguan que sus comentarios
fueron numerosos, pero al parecer se
limitaban al análisis de breves pasajes
de las Escrituras.
Orígenes es quien verdaderamente
puede considerarse como el creador de
la exégesis bíblica en el mundo cristiano.
Como señala Bardy (1926: 85), era un intelectual para quien la investigación
tenía interés por sí misma, lo
cual lo impulsó al estudio de problemas
especulativos sin que ello atentara
contra su profundo cristianismo. La
estructura de los comentarios exegéticos
cristianos no fue adoptada de las
escuelas rabínicas que desarrollaron
una profusa actividad exegética en el
siglo I, sino de los modelos provistos
por los comentadores helenísticos.
En tal sentido, se discute acerca de la
posibilidad de que Orígenes y Plotino
se conocieran en Atenas alrededor del
año 245, de hecho se cree que el joven
Porfirio conoció al primero probablemente
en Cesárea. Imbuido en el medio
filosófico de su época -fundamentalmente
el platonismo, el estoicismo, el
pitagorismo- se sirve de los métodos
y técnicas exegéticas desarrollados por
los comentadores en su propia actividad
crítica del texto bíblico. Orígenes
es considerado el pionero de la crítica
textual bíblica en la tradición cristiana,
y el primero en ser capaz de transitar
el camino de la integración de la crítica
erudita con la teología y la espiritualidad.
Tal fue la importancia que le
reconoció al establecimiento del texto
bíblico como paso preliminar para la
interpretación, que el propósito de sus Hexapla era comparar el texto griego
recibido, la Septuaginta, para determinar
inexactitudes y corrupciones con
respecto al texto rabínico por entonces
estandarizado, contrastándolo con
otras traducciones griegas de modo de
poder mejorar el primero. Aun cuando
se suele criticar el hecho de que priorizara
el texto hebreo sobre la Septuaginta,
los Hexapla constituyen el primer
trabajo crítico cristiano emprendido
sobre el Antiguo Testamento. Luego del
establecimiento del texto, el exégeta
debe abocarse a la tarea más importante
que es la explicación (ἑρμηνεία)
del mismo. En sus escolios, homilías
y comentarios, puede observarse un
complejo entramado de interpretaciones
en el que confluyen tradiciones
exegéticas muy diversas que van desde
la tipología 'tradicional' cristiana, la
exégesis rabínica, el método alegórico
filoniano hasta la exégesis gnóstica.
Siguiendo las huellas de Filón, para
quien el texto bíblico como el hombre
tiene cuerpo y alma (Vida Contemplativa,
78), Orígenes entiende que
el exégeta -provisto con la gracia de
Cristo- debe traspasar el cuerpo de la
letra con vistas a descubrir su sentido
espiritual. En libro IV de su tratado Acerca de los Principios (Περὶ ἀρχῶν)
formula los preceptos y sienta las bases
de su hermenéutica bíblica, en donde
deja en claro que esta no se limita a
una cuestión metodológica sino que
comporta una búsqueda del espíritu,
lo cual se remonta a las tradiciones
rabínicas (Mizugaki 1992: 575-577).
La distinción de diversos sentidos en
la Biblia, a saber: uno literal (σῶμα),
otro moral (ψυχή), y uno intelectual o
espiritual (πνεῦμα) -que en la práctica
origeniana suelen reducirse a dos32- se
corresponde con una jerarquía de la
capacidad exegética y por ende, de la espiritualidad de los hombres (Acerca
de los Principios, IV, 2, 4; Homilía sobre
el Levítico, 1, 447; 5, 455). Indudablemente
es en la aplicación del método
alegórico donde más claramente se
observa la influencia de la exégesis
judeo-alejandrina de Filón, quien en
sus numerosos comentarios se abocó
a la búsqueda del "sentido profundo"
(ὑπόνοια) del Pentateuco, oculto en la
dimensión corporal-literal del texto.
Este método exegético permite acceder
al descubrimiento de la verdad a través
de un proceso sucesivo de expansión
metafórica y de reducción a la significación básica (literal) de lo "Existente"
(Martín 2009: 46-48). La interpretación
alegórica que Orígenes expuso en
sus comentarios y homilías fue extremadamente
influyente en los exégetas
cristianos posteriores. Sin embargo,
hacia fines del siglo IV los comentadores
de la escuela de Antioquía, Diodoro
de Tarso, Teodoro de Mopsuestia
y Teodoreto de Ciro, expresaron su
rechazo al método alegórico al explicar
la Biblia en un sentido exclusivamente
literal e histórico. En estos comentarios
cristianos es aún más clara la influencia
de los comentarios neoplatónicos en la
exégesis bíblica.
Por último, cabe destacar que hacia
fines del siglo XI y principios del XII se
produjo en Bizancio un resurgimiento
de la escritura de comentarios filosóficos que alcanzó su punto más alto en
los comentarios de Eustracio de Nicea
y en los de Miguel de Éfeso, ambos
pertenecientes al círculo de la princesa
Anna Commena. Los comentarios de
Eustracio siguen a grandes rasgos los
parámetros exegéticos característicos
de la tradición neoplatónica y cristiana,
mientras que los de Miguel de Éfeso
-en los que se observa una ampliación
temática en la consideración del corpus
aristotélico- se atienen al interés de
exponer la obra de Aristóteles, en virtud
de lo cual se los suele vincular al aristotelismo
de Alejandro de Afrodisias.
Conclusiones
Este breve y esquemático recorrido
a lo largo de la historia de
los comentarios revela una tensión
intrínseca en la constitución de
la historia de la filosofía y, en general,
de la historia de la interpretación de
los textos, cualquiera sea su naturaleza.
Me refiero a la dualidad entre
el carácter técnico-disciplinario y
el necesario interés filosófico que
comportan los comentarios. Precisamente
este 'interés' filosófico es el que
determinó la selección de las obras
que fueron objeto de comentarios,
por ejemplo el carácter medular de
las Categorías que serían a lo largo
de estos seis siglos el punto de partida
de toda la filosofía. Este interés
determinó también la organización
del programa escolar de lectura estableciendo
el carácter propedéutico
del corpus aristotélico respecto a los
diálogos platónicos, los cuales a su vez
se organizaban conforme a un orden
preciso. Este aspecto es en cierto
modo constitutivo de toda actividad
exegética y puede reconocerse en cada
uno de los períodos aquí analizados, v.gr. en la organización de las obras aristotélicas propuestas en la edición
de Andrónico, en el escolasticismo
renovado de Alejandro de Afrodisias.
Pero sin duda es en los comentarios
neoplatónicos en donde de manera
más notoria puede reconocerse el
peso de este interés filosófico. Desde
Porfirio y Jámblico los textos de Platón
y de Aristóteles debieron ser 'acomodados' para satisfacer el principio
exegético de la armonía entre ambos,
que resultó ser filosóficamente muy
fructífero.
Los cambios sustanciales que
durante este período se produjeron en
cuanto al soporte material en el cual
eran realizados los propios comentarios
-fundamentalmente la transición
desde los rollos hasta los grandes códices33-,
el enfrentamiento entre las antiguas
tradiciones filosóficas, religiosas
y el cristianismo, la formalización de
un currículo escolar y la constitución
de una red erudita de carácter internacional
fueron determinantes para
el desarrollo de este género filosófico.
Precisamente, el carácter primariamente
pedagógico de los comentarios
propició el diálogo entre las distintas
tradiciones filosóficas (tanto las antiguas
como sus prolongaciones postclásicas). De hecho, constituyeron el
medio a través del cual los intelectuales
exponían sus propias ideas. Como
atestigua el enfrentamiento entre
Simplicio y Filopón, los comentarios
fueron uno de los terrenos en los que
se llevó a cabo la disputa entre neoplatonismo
y cristianismo. Pero también
reflejaron las diferencias conceptuales
y aun políticas entre los miembros del
neoplatonismo, por ejemplo las existentes
entre Porfirio y Jámblico sobre
la práctica de la teúrgia, o la condena
de Damascio a la actitud de Amonio
ante la decisión de Justiniano. Tardíamente
los cristianos se apropiaron
de los comentarios como uno de los
instrumentos fundamentales para la
exégesis de los textos bíblicos, no solo
aprovecharon los desarrollos técnicos
de la antigua práctica de comentarios
y, en general, del criticismo textual
sino que también los comentarios conservaron
su interés filosófico, lo cual
resulta particularmente notorio en la
hermenéutica origeniana.
Los antiguos comentadores mostraban
sin dobleces sus compromisos y
supuestos exegéticos a la hora de interpretar
los textos. A pesar del rigor que
se postula en la interpretación académica
contemporánea y de los numerosos
adelantos técnicos logrados, el
interés filosófico sigue estando presente
en la actividad exegética. En definitiva, la historia de los comentarios
nos enfrenta a problemas centrales que
aún hoy afectan a la actividad filosófica
y, en general, a la interpretación.
Notas
1 La monumental edición de Herman Diels en 23 volúmenes de los comentarios griegos de Aristóteles para la Academia de Berlín -Commentaria in Aristotelem Graeca (CAG) (1882-1909)- es un hito en la historia del estudio de los comentarios. Pero solo hacia fines del siglo XX se inició un amplio proyecto de investigación, que incluye entre sus principales tareas la traducción al inglés de los comentarios en la serie titulada Ancient Commentators on Aristotle (ACA). Dicho proyecto -dirigido desde 1987 por Richard Sorabji- no solo comprende los comentarios griegos de Aristóteles, sino también aquellos que han sobrevivido en otras lenguas como el árabe, el hebreo y el latín, e incluye además otras obras de los comentadores. En el ámbito continental Pierre e Ilsetraut Hadot impulsaron el estudio de los comentarios.
2 Así por ejemplo, Thomas Kuhn atribuye la doctrina del ímpetu a la revolución científi ca del siglo XIV, pero fue Filopón quien la empleó para explicar el movimiento de los proyectiles, probablemente basándose en la inclinación natural de los elementos sublunares que a su vez, forma parte de la dinámica de Alejandro de Afrodisias. Cfr. Sorabji (2004: 1. 2; 12-14); (1990: 25); Sharples (1987: 1215).
3 La palabra griega ὑπóμνημα que corresponde a la latina commentarius tiene un inevitable carácter remitente, pues designa en primer lugar aquello que trae a la memoria un recuerdo. El término alude a un recordatorio, un monumento, una conmemoración en forma oral o escrita, es decir: notas o memorandos (s.v. LSJ); de ahí que sus primeras apariciones refieran a documentos o registros de uso público y privado y que por extensión, el término luego se aplicara a las notas explicativas o a los comentarios seguidos, compuestos por los filólogos helenísticos. El término nunca refiere a un escrito independiente completo (Pfeiffer 1981: 68).
4 Desde los bizantinos existe confusión entre ὑπόμνημα, σχόλια y γλῶσσα. Actualmente se suele entender que el primer término refiere a los comentarios propiamente dichos, el segundo a los comentarios o notas escritos en los márgenes de un texto, mientras que las glosas generalmente refieren a definiciones breves encontradas entre las líneas de un texto literario, también son denominadas 'glosas' las notas marginales que consisten en definiciones breves. Cfr. Dickey (2007: 11 n. 25).
5 No está claro si la edición de Andrónico es la editio princeps. Al parecer, este estaba consciente sobre la existencia de ediciones y organizaciones previas a la de él mismo. Cfr. Tarán (2001: 484, 491).
6 Los comentarios filosóficos tienen un antecedente importante en los comentarios poéticos, que desde el siglo II a.C. produjeron en Alejandría los filólogos helenísticos, ejemplarmente representados por Aristarco de Samotracia. Esta tradición erudita se originó en torno a la Biblioteca de Alejandría, donde confluyeron un movimiento de poetas- filólogos y una corriente peripatética de origen ateniense, lo cual posibilitó un notorio avance de la crítica textual y de la técnica editorial a través de la colación, edición e interpretación de los textos clásicos que los propios comentadores convirtieron en canónicos.
7 Tradicionalmente se suele enfatizar el carácter empirista y aún materialista que el Liceo habría adoptado con Teofrasto y con su sucesor, Estratón. Aún cuando hay quienes consideran que ellos representan la decadencia del aristotelismo o incluso ven una oscilación entre platonismo y materialismo (Merlan 1967), es con Licon con quien la escuela entró en franca decadencia. Cfr. Sharples (1997).
8 A partir de la revalorización de los tres catálogos de escritos aristotélicos preservados, el de Teofrasto y el testimonio de Ateneo, Lord (1986: 144-145) sugiere que la mayoría de los principales tratados de Aristóteles junto a muchas obras de Teofrasto fueron adquiridas por Ptolomeo Filadelfo (hijo y sucesor de Ptolomeo Soter) de parte de Neleo y trasladadas a la Biblioteca de Alejandría, en donde integraron una colección mayor de material peripatético catalogado bajo el nombre de Teofrasto. Mientras que otra parte de las obras de Aristóteles fueron enviadas por Neleo a Scepsis, dicha colección fue inventariada. Los principales tratados permanecieron en Alejandría y solo posteriormente fueron reconocidos como obras genuinamente aristotélicas.
9 Para Tarán (2001:482-483 n. 6 y 7) los ejemplos de Crisipo y Posidonio, así como las listas antiguas de sus escritos revelan la disponibilidad de todos o de la mayoría de los tratados de Aristóteles durante el período helenístico. Cfr. Sharples (1997: 152).
10 Según Lord (1986: 157-158) se ha sobreestimado la labor editorial de Andrónico y es preciso tener en cuenta la organización de sus escritos por parte del propio Aristóteles y de sus sucesores inmediatos.
11 Aún cuando se ignora si Boeto de Sidón -principal discípulo de Andrónico- escribió un comentario lineal a las Categorías, su estilo exegético parece haber sido diferente al de su maestro y algunas de las cuestiones por él tratadas persistieron en los comentadores antiguos.
12 Merlan (1967: 114) remonta esta tripartición de la filosofía a Jenarco y Aristóteles (Top. 105 b 19).
13 De sus numerosos comentarios se han preservado aquellos sobre Tópicos, Analíticos Primeros (solo conservado el Libro I), Acerca de la sensación, Meteorológicas y Metafísica (Libros Α-Λ). Recientemente no solo se han descubierto algunos datos de su biografía sino también partes sustanciales de los comentarios perdidos a la Física y Acerca de la generación y corrupción (Sorabji 2004: 1. 6; 2004: 2. 29). Para un listado de sus obras, comentarios, fragmentos perdidos y conservados, cfr. Sharples (1997: 1182-1199).
14 Entre estas obras se destaca un tratado sobre De Anima en el que sigue la estructura y el contenido de la obra aristotélica sin ser un comentario lineal, De Fato en el que se opone al determinismo estoico y De Mixtione donde rechaza la idea estoica de κρᾶσις.
15 Temistio supone ciertas desviaciones de carácter histórico, geográfico, metodológico y estilístico respecto a los comentadores de su tiempo. Alejado del epicentro de producción, no escribió comentarios sino paráfrasis de las obras de Aristóteles en las que combina las citas con sus propias explicaciones. Sin llegar a ser un aristotelista como Alejandro, su obra es más próxima a Aristóteles que a Platón. Ante el avance de la fe cristiana, al parecer Temistio adoptó una posición conciliadora. Cfr. Tuominen (2009: 25-27); Sorabji (1990: 3, 17).
16 Sobre su influyente doctrina del intelecto, cfr. Sharples (1987: 1204-1213).
17 Sorabji (2004: 3. 37) destaca que la búsqueda de armonía comienza ya con el platonismo medio y dentro del neoplatonismo, hay comentadores como Siriano y Proclo en los que no hay una pretensión de armonización. Por su parte, Merlan (1967: 117) advierte que la síntesis entre platonismo y aristotelismo no es enteramente peculiar a los platónicos y neoplatónicos, pues ella puede observarse en el peripatético Aristocles (segunda mitad del siglo II), quien niega cualquier diferencia esencial entre ambas escuelas.
18 Boecio vio al neoplatonismo en comunión con la cristiandad y ayudó a su profunda penetración en la sensibilidad cristiana, legando la tradición de comentarios al mundo latino desde el siglo VI al XII. Sus comentarios junto con la Isagoge, las Categorías, el De Interpretatione constituyen el currículo que los lógicos medievales denominaron Logica Vetus.
19 Porfirio efectuó sagaces críticas a la práctica platónica del sacrificio y del consumo animal, al cristianismo y a la religión egipcia. Esta última lo llevó a un marcado enfrentamiento con su alumno Jámblico, quien dedicó un tratado De mysteriis Aegyptiorum a la defensa de la teúrgia.
20 La búsqueda de un propósito único a lo largo de una obra adquirió fuerza de ley en los comentarios neoplatónicos y su influencia se prolongó hasta los comentarios medievales pasando por los de la patrística. Cfr. Viciano (1991: 112-118).
21 Como señala Hoffmann (2006: 598): "el Neoplatonismo fue por muchos siglos el esqueleto filosófico de un movimiento multiforme -intelectual, cultural, religioso pero también político- que fue la 'reacción pagana' al establecimiento de un imperio Cristiano […]. La filosofía y la religión pagana estaban por entonces estrechamente unidas y el neoplatonismo devino el refugio de los dioses del panteón clásico […]".
22 El fervor de Jámblico hacia la teúrgia se opone al silencio de Plotino y la adhesión de Olimpiodoro se diferencia de las reservas expresadas por Porfirio, quien sostiene que la teúrgia purifica la imaginación pero no permite llegar a Dios. Cfr. Sorabji (2004:1. 21ss.).
23 A partir de Jámblico, la práctica de la teúrgia experimentó un gran desarrollo adoptando incluso a los Oráculos Caldeos -colección de oráculos teológicos forjados durante el reinado de Marco Aurelio por teúrgos del siglo II- como libro sagrado (Hoffmann 2006: 607). Se trata de una revelación divina en verso hexamétrico de un sistema cosmológico y soteriológico y de un conjunto de reglas rituales e instrucciones. Los detalles sobre su surgimiento tienen un carácter hipotético, pero hay acuerdo en que hacia fines del siglo III alcanzaron un estatus canónico y se los reconocía como libro sagrado dentro de los límites de un círculo religioso con conexiones internacionales. La compresión, explicación y propagación de esta sabiduría oculta es iniciada por Porfirio, pero fue Jámblico quien hizo de ellos la culminación del currículo neoplatónico. Cfr. Athanassiadi (1999: 149).
24 A pesar de haber estudiado en Atenas y en Alejandría, se considera que la obra de Simplicio es representativa de la escuela ateniense.
25 El devenir histórico de cada una de las escuelas fue diverso ya que la de Atenas-dirigida por Damascio- debió cerrarse en el 529, mientras que la de Alejandría continuó por más de un siglo, a pesar de las fuertes persecuciones que los neoplatónicos padecían por parte de los cristianos. Posiblemente, las concesiones que su director Amonio debió hacer con respecto a la práctica teúrgica hayan sido decisivas para su continuidad (Sorabji 2004: 1. 11, 20-25; 1990: 12). Hacia mediados del siglo VI la mayor parte de sus alumnos eran cristianos, al igual que sus últimos directores: David y Elías. El fin de la Escuela de Alejandría estuvo determinado por el traslado de Stephanus a Constantinopla en el año 610. Respecto de la Escuela de Atenas, algunos sostienen que no desapareció completamente después del 529, ya que a partir del exilio de sus miembros en Harran habría influido en la Escuela de Bagdad fundada por Tâbit b. Qurra. Cfr. Sorabji (1990: 18).
26 Las clases se organizaban en dos partes: en la primera, uno de los discípulos leía en presencia del maestro alguno de los textos que componían el currículo y sus comentarios previos, al tiempo que el maestro acompañaba esta lectura con sus propios comentarios, a estas lecciones se las denominaban πράξεις; en la segunda parte de la clase, tenía lugar la discusión libre de los temas bajo la guía del profesor.
27 No hay acuerdo acerca del orden que ocupaban la ética, la matemática y la física en este ciclo de estudio. Amonio y Simplicio sostienen la necesidad de una ética noaristotélica ya que esta presupone la lógica, pero no hay certeza respecto a esta cuestión dado que los comentarios conservados a la ética no son neoplatónicos. En cuanto a las matemáticas algunos las situaban como preliminares de la secuencia y otros, las colocaban como puente entre la física y la teología. Cfr. Sorabji (2004: 3. 41).
28 En las introducciones a sus comentarios a las Categorías, Amonio, Filopón, Olimpiodoro, Simplicio y David dividen las obras de Aristóteles en tres clases: escritos particulares (τὰ μερικά), escritos intermedios (τὰ μέσα) y escritos generales (τὰ καθόλου). A estos últimos los subdividían en ὑπóμνημα y σύνταγμα y esta clase a su vez, en diálogos y los escritos en los que Aristóteles habla por sí y para un público restringido (αὐτοπρόσωπα). Solamente esta última clase de obras eran consideradas representativas de la filosofía del Estagirita e integraban el complejo currículo neoplatónico en el que eran clasificadas en escritos instrumentales, prácticos y teoréticos. Cfr. Hadot (1991: 178-180); Schütrumpf (1991: 98); Tarán (2001: 502-508 n. 44).
29 Este plan de textos se componía de dos ciclos: el primero compuesto por diez diálogos (Alcibíades I, Gorgias, Fedón, Crátilo, Teeteto, Sofista, Político, Fedón, Simposio y Filebo) respondía a la jerarquía neoplatónica de las virtudes; mientras que el segundo ciclo que incluía el Timeo y el Parménides se organizaba a partir de la división entre física y teología.
30 Según Athanassiadi (1999: 153) era tal la oscuridad e incoherencia de esta poesía automática -fruto del estado de trance alcanzado por el teúrgo- que el comentario oral o escrito de los Oráculos fue considerado como el punto más alto de la carrera exegética. Más allá de la diferencia que existe entre los Oráculos Caldeos y los Himnos Órficos en cuanto al carácter revelado de los primeros, ambos forman parte de lo que la autora llama "a theological koiné" y a la que describe como "the late antique spiritual Commonwealth" (Ibíd., 177-181).
31 En cuanto a la relación que establecieron los comentadores neoplatónicos con el cristianismo puede observarse una amplia variedad de actitudes que van desde la ofensiva de Porfirio en sus obras (que fueron quemadas en dos oportunidades), el estrecho compromiso de Jámblico y Proclo con la teúrgia en el marco de la creciente persecución por parte de los cristianos, el repudio de Damascio ante la actitud concesiva de Amonio y la amargura de Simplicio ante el cierre de la escuela ateniense que derivó en el ataque al cristiano Filopón, quien a su vez urdió en Alejandría una contraofensiva contra Proclo respecto al carácter increado del mundo. Asimismo, el acuerdo pacífico de los alejandrinos Amonio y Olimpiodoro permitió el traspaso "no dramático" de la cátedra de Alejandría a los profesores cristianos (Sorabji 1990: 15).
32 A diferencia de Daniélou (1958: 207), Hanson (2002: 236-237) rechaza que en esta cuestión Orígenes sea depositario de Filón.
33 Originariamente los comentarios eran escritos en rollos separados a los del texto y los versos de este -denominadosλῆμμα- eran repetidos en el rollo del comentario, mientras que las notas breves se consignaban en los márgenes y entre columnas. Sin embargo, durante la Antigüedad tardía gracias al formato de los grandes códices fue posible reunir en un mismo libro y en una misma página el texto y su comentario (Hoffmann 2006: 615).
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Recibido: 10-07-2011
Evaluado: 21-08-2011
Aceptado: 24-09-2011