La Sociedad Argentina de Cardiología y la Investigación Médica
Daniel José Piñeiro
Presidente de la Sociedad Argentina de Cardiología
En esta carta me referiré al papel de la investigación
científica en la práctica médica y más específicamente
a la relación de nuestra Sociedad con la investigación
biomédica. (1)
La medicina es una profesión en el sentido de ocupación pero también
el sentido de voto o profesión de fe, cuyos miembros se comprometen a
prevenir, diagnosticar y tratar las enfermedades de aquellos que los consultan
(Freidson E. La profesión Médica. Un estudio de sociología
del conocimiento aplicado. Barcelona: Ediciones Península; 1978).
La integridad de sus miembros se manifiesta por su adhesión a un código
ético y a una práctica científica. Este doble estatuto
ético y científico se pone de manifiesto por una parte en el respeto
a los principios de "permiso" (2) y de "beneficencia" (3)
y, por otra, en la obligación de brindar información y habilidades
técnicas (diagnósticas y terapéuticas) de la excelencia
científica (Engelhart HT. Los fundamentos de la bioética. Barcelona:
Paidós; 1995). Es evidente que estos componentes, ético y
científico, se implican mutuamente.
Si la medicina es una ciencia, un cuerpo de conocimiento
en sí, o si sólo se sirve instrumentalmente de
la ciencia para alcanzar sus objetivos "curadores",
constituye una discusión epistemológica que excede
nuestros propósitos. Sin embargo, no cabe duda de que
la medicina es descubridora, portadora y ejerciente de
cierta clase de conocimientos científicos.
La ciencia es, a la vez, un sistema de ideas establecidas
provisionalmente, el conocimiento científico, y
una actividad productora de nuevas ideas y conocimientos,
la investigación científica. El conocimiento
científico se caracteriza por ser racional, sistemático,
exacto, verificable y, por consiguiente, falible. Las ciencias
se clasifican en formales y fácticas. Las ciencias
formales, como la lógica y la matemática, tratan de
entes formales o ideales. Por el contrario, las ciencias
fácticas, como la física, la química, la fisiología, la biología,
la psicología, la sociología y la economía, tratan
de entes fácticos o materiales, es decir, los hechos y
las experiencias. En las ciencias formales se demuestran
teoremas mediante la deducción, mientras que
en las ciencias fácticas se verifican hipótesis provisionales
mediante la observación o el experimento. Los
enunciados de las ciencias fácticas, llamadas también
empíricas, deben ser no sólo racionales sino también
verificables, directa o indirectamente, en la experiencia.
El estatuto de las ciencias formales es la demostración,
completa y final. Por el contrario, el estatuto
de las ciencias fácticas es la verificación, necesariamente
incompleta y temporaria. Para Mario
Bunge, una ciencia fáctica parte y vuelve a los hechos
pero los trasciende, debe ser analítica, especializada,
clara, precisa, comunicable, verificable, metódica,
sistemática, general, explicativa, predictiva,
abierta y útil (Bunge M. La ciencia. Su método y filosofía.
Buenos Aires: Ediciones Siglo Veinte; 1981 y
Bunge M. Ética y Ciencia. 3ª ed. Buenos Aires: Ediciones
Siglo Veinte; 1988).
La herramienta de construcción del conocimiento
científico es la investigación científica y su método el
método científico, conjunto de prescripciones para el
planteo de los problemas científicos, el planeamiento
de observaciones y experimentos, su ejecución y la interpretación
de los resultados. Los pasos del método
científico son el planteo del problema (reconocimiento,
descubrimiento y formulación del problema), la
construcción de un modelo teórico (selección de factores
pertinentes, invención de hipótesis centrales y de
suposiciones auxiliares, traducción matemática), deducción
de las consecuencias particulares (búsqueda
de soportes racionales y empíricos), prueba de la hipótesis
(diseño y ejecución de la prueba, elaboración
de datos, inferencia de conclusiones) e introducción
de las conclusiones en la teoría (comparación de las
conclusiones con las predicciones, reajuste del modelo,
sugerencias de trabajo ulterior) (Castiglia V. Principios
de investigación biomédica. Buenos Aires: Vicente
Castiglia; 1995).
La investigación científica se diferencia sustancialmente de una
intervención profesional. En efecto, la primera exige la producción
de un conocimiento fáctico relevante, universal y verificable. La segunda
sólo requiere una eficacia particular adecuada respecto de las normas
éticas y técnicas que rigen el campo de la incumbencia profesional.
Los hechos de una práctica profesional particular pueden incorporarse
a la base observacional de una investigación científica, ser fuente
de inspiración de nuevas propuestas teóricas o producir resultados
cognoscitivos. Sin embargo, debe diferenciarse claramente el objetivo primario
de la ciencia que es la producción de conocimiento del objetivo primario
de las profesiones que es producir intervenciones eficaces (Riegelman R.
Minimizing medical mistakes. The art of medical decision making. Boston: Little,
Brown and Company; 1991). En el caso particular de la medicina, esa intervención
eficaz es la prevención, el diagnóstico y el tratamiento de la
enfermedad técnicamente correctos, respetando los principios de "permiso"
y "beneficencia". La medicina científica se nutre de la ciencia
para proporcionar esa intervención técnicamente correcta, es decir,
basada en las evidencias científicas disponibles.
El propósito de la investigación biomédica en los
seres humanos debe ser el mejoramiento de los procedimientos
diagnósticos, terapéuticos y profilácticos y
la comprensión de la etiología y la patogénesis de las
enfermedades. En consecuencia, encuentra su justificación
en esa búsqueda de evidencias para tomar decisiones
más eficaces. Pero debe subrayarse que en
ningún caso debe confundirse ni privilegiarse la investigación
biomédica respecto de la intervención profesional.
Todos los médicos estamos relacionados de un
modo u otro con la investigación científica y nuestros
conocimientos acerca de ella es un elemento esencial
de nuestra formación. En efecto, la práctica de la
medicina está cambiando de un paradigma eminentemente
fisiopatológico y cualitativo hacia el de una
medicina basada en las evidencias científicas. Como
médicos asistenciales, todos tenemos la obligación
ética de brindar a nuestros pacientes la mejor información
y los conocimientos más actualizados para la
toma de decisiones. Es necesario, entonces, que nuestra
formación metodológica nos permita evitar las
creencias incoherentes, no confundir lo que se postula
con lo que se deduce, la convención verbal con
los datos empíricos, la cosa con sus cualidades, el
objeto con su conocimiento, la verdad con su criterio;
que nos posibilite explicar las suposiciones y las
hipótesis, ordenarnos sistemáticamente, depurar
nuestro lenguaje, buscar la coherencia y la claridad y
aumentar nuestra capacidad crítica. Más aún, aquellos
que sienten una especial vocación por la tarea de
investigar deben contar, además, con una formación
metodológica sólida que les permita mejorar sus estrategias
de investigación, aumentar su interés por los problemas, por las explicaciones y por la predicción
más que por los resultados empíricos, y considerar
su labor investigativa como parte de un proceso
continuo en el que cada solución plantea nuevos problemas.
Para todos, médicos asistenciales y/o investigadores,
la investigación amplía nuestros horizontes
pero, al mismo tiempo, nos hace más cautelosos
ante lo novedoso.
La relación de la Sociedad Argentina de Cardiología con la investigación
científica biomédica se remonta a su fundación en 1937
por dieciséis eminentes médicos dedicados a la Cardiología:
Antonio Battro, Eduardo Braun Menéndez, Pedro Cossio, Julio García
del Río, Blas Moia, Oscar Orías, Alberto Taquini, Luis González
Sabathié, Eduardo Capdehourat, Miguel Joselevich, Reynaldo López
Ramírez, Horacio Malter Terrada, Carlos Rodrigué, Moisés
Benarós, Juan C. Etcheves e Isaac Berconsky (Demartini AJ. Historia
de la Sociedad Argentina de Cardiología. Buenos Aires: Sociedad Argentina
de Cardiología; 1987). Varios de ellos fueron pioneros en la investigación.
No es de extrañar entonces que entre los fines, enunciados en su Estatuto,
se destaquen: "Propender al adelanto y divulgación de los conocimientos
científicos y técnicos de la Cardiología." y "Promover
la investigación de esta rama de la Medicina...".
Más adelante, la propia Sociedad ocupa un espacio
en la ejecución de investigaciones y en la docencia de
su metodología. Si bien hoy todos los estamentos
societarios están implicados en este compromiso
institucional, se destaca la labor del Área de Investigación
dentro del Centro de Educación Permanente.
En este sentido es relevante recordar la aprobación
en 2004 del Reglamento de Investigación propuesto
por esa Área (disponible en www.sac.org.ar).
En una enumeración que no pretende agotar esta
problemática, sino plantear una lista de temas actuales
con diferente grado de desarrollo institucional,
abiertos a la discusión, referentes a la relación de nuestra
Sociedad con la investigación científica, considero
importante:
1. Definir una agenda de investigación propia priorizando
las necesidades de los pacientes y de la población
e independiente del mercado, de la industria
y de otros intereses.
2. Establecer principios y estándares éticos para la
investigación.
3. Evaluar y sancionar conductas no éticas en investigación.
4. Realizar una tarea docente de grado, posgrado y continua
sobre todos los aspectos de la investigación.
5. Colaborar y asesorar en el diseño, ejecución, análisis,
interpretación, publicación y aspectos éticos de proyectos de investigación.
6. Comunicar y difundir los resultados de la investigación
a los profesionales.
7. Difundir a la población recomendaciones basadas
en las evidencias científicas.
8. Promocionar el empleo de los resultados de la investigación
en la práctica individual e institucional,
en el ámbito público y privado.
9. Abogar por el financiamiento gubernamental y no
gubernamental de la investigación.
10.Defender la libertad académica y la integridad
médica.
La Sociedad Argentina de Cardiología tiene un vínculo
medular con la investigación biomédica en nuestro
país. Como miembro de la institución me enorgullece
el papel que ha tenido en este campo desde su
nacimiento. Nuevos desafíos actuales y futuros serán
escenarios propicios para liderar nuevos procesos y
desarrollar estrategias enraizadas con esa historia.
1. Varios conceptos de esta carta fueron publicados previamente en: Piñeiro D. La profesión médica y la investigación científica. Revista del CONAREC 1997;13:43-50.
2. Principio de permiso: la autoridad de las acciones que implican a otros en una sociedad pluralista secular tiene su origen en el permiso de éstos. Este principio sirve de fundamento a la moralidad de la autonomía entendida como respeto mutuo.
3. Principio de beneficencia: la meta de la acción moral es lograr beneficios y evitar perjuicios. Este principio sirve como fundamento a la moralidad del bienestar y de la solidaridad social.