Adiós
La Revista Argentina de Neurocirugía debe su ser y
su forma a la acción de tres hombres.
1) La visión y la perseverancia en el método y el
trabajo durante largos años, muchos de ellos en soledad,
de León Turjanski, nuestro Editor Fundador. Él se supo
rodear de un grupo de gente joven a quienes inculcó su
método, quienes constituyeron el Comité Editorial inicial.
A éste tuve el honor de ingresar hace unos quince años.
Aunque hubo varias deserciones y algún afloje de
alguno, entre los que me incluyo, esa base se mantuvo
junto a su Director y la revista progresó y pasó de
producir un número por año, que correspondía a los
trabajos de los Congresos y Jornadas de la AANC, a
emitir cuatro números anuales.
2) La genial capacidad organizativa de Luis Lemme
Plaghos, segundo Director de la Revista.
3) La prolija minuciosidad de Juan José Mezzadri,
nuestro tercer Director.
De ellos tres he aprendido todo lo que sé de esta
actividad, que todavía tiene, para mi modo de ver,
mucho de intuitivo.
No disponiendo en suficiencia de ninguna de las
virtudes mencionadas, me encontré ante la enorme
responsabilidad de mantener el funcionamiento de
nuestro Órgano Difusor y mejorar aquello que creía más
accesible a mis posibilidades. Así me lancé desde estas
páginas, con más entusiasmo que elocuencia, a tratar
de estimular la producción de trabajo científico, a través
de una serie de artículos, en donde expuse muchos de
nuestros problemas en nuestra actividad cotidiana, en
la educación neuroquirúrgica, en la presentación de
resultados terapéuticos y sobre la crítica científica, en
una forma que intentó ser un diálogo (muchas veces
polémico) entre los más viejos, para que escucharan los
más jóvenes, pensando en ellos, como receptores finales
de nuestros esfuerzos en este aspecto tan especial de
nuestra profesión. Estimo que en nuestro medio, la
función esencial de la Revista debe ser docente y en este
sentido he actuado.
Con alegría he observado que disponíamos de
material suficiente a pesar de lamentables dificultades
iniciales, como para poder ejercer por momentos, cierta
capacidad de selección. También ha sido halagüeño
comprobar la buena voluntad de los autores no sólo en
la producción del trabajo, sino en la corrección de sus
defectos formales y un deseo general de mejorar en
estos aspectos tanto de jóvenes como de grandes.
Preocupación especial he puesto en que la información
producida por este órgano fuera correcta no sólo desde
el punto de vista formal, sino también desde de los
conceptos asumidos por los autores, y en esto también
he encontrado buena disposición, así que mi primer
agradecimiento es hacia la honesta y voluntariosa
colaboración de ellos.
Quienes han colaborado en la "revisión por pares",
comentando los trabajos, lo han hecho con gran
competencia científica y con lealtad al único interés de
su aporte, la evaluación, clarificación y mejora de los
temas tratados. El gran valor humano de esta
colaboración, quizá se valore mejor, entre nosotros
todavía, desde el puesto que ocupo, pero se va
transformando en una saludable costumbre, que todos
apreciaremos cada vez más.
La Asociación Argentina de Neurocirugía ha sabido
soportar con estoicismo mis arrebatos de pasión y ha
mantenido el sostén de la Revista en momentos que se
presentan difíciles, así que a la Comisión Directiva, mi
agradecimiento por la comprensión y el apoyo brindado.
No voy a hablar de ética, porque opino que esta
palabra es más usada en nuestra sociedad para justificar
lo que no se debe. Creo que en esta tarea, ética es
cumplir con los objetivos que nos habíamos propuesto.
Imposible en la práctica, ya que casi siempre nos
proponemos algo demasiado cercano a lo perfecto.
Cumplo pues aquí, en asumir y reconocer los errores
cometidos. Cada uno de ellos deja en mí una herida de
cicatriz seguramente indeleble y requiere de toda la
buena voluntad de Uds. para poder disculparlos.
El "Cuarto Hombre" en esta tarea es el Sr. Enrique
Bassi, persona de gran cultura general y buen talante
estable, lo cual hace agradable el trabajo con él. A
medida que los Comités Editoriales han ido cambiando,
él permanece, y esto hace también a la continuidad de
la calidad de la publicación. Eso sí, cuando se equivoca
él, nos equivocamos todos… Han sido un placer las
largas horas de trabajo compartido, programando cada
nuevo número.
Quiero agradecer a todos, la oportunidad que me
han dado de realizar esta tarea que, aunque pesada
carga pública, la he descubierto por otra parte, como
una deslumbrante aventura intelectual y social.
Horacio J. Fontana
Editor