NOTAS
Desastres climáticos:
anticiparse para reducir
el riesgo
Conocer los índices de amenazas y de vulnerabilidad de las regiones minimiza el
impacto de los fenómenos meteorológicos, cada vez más frecuentes, que perjudican
en mayor medida a los sectores más endebles. Estrategias de resiliencia
Por Laura Pérez Casar
El mundo está intimidado por los
efectos negativos del cambio climático
y, en este contexto, demanda un
nuevo paradigma que equilibre al desarrollo
productivo con la naturaleza.
Es que los desastres climáticos tienden
a ser cada vez más frecuentes
debido, entre otras cosas, a un incremento
acelerado de población ubicada
en lugares altamente expuestos a
las amenazas naturales y a la falta de
consideración del riesgo de desastres
en los procesos de planificación del
desarrollo y de acciones correctivas.
Así es que surge un dilema para las
autoridades: ¿atender las consecuencias
del desastre o gestionar el riesgo?
Para Ricardo Mena –jefe de la Oficina
Regional Las Américas de las
Naciones Unidas para la Reducción
del Riesgo de Desastres (UNISDR)–
la respuesta es simple: “Resulta imprescindible
dar un paso más allá del
abordaje coyuntural que demanda un
desastre una vez ocurrido, para enfocarse
en la gestión del riesgo.
Esto implica replantearnos el desarrollo
y promover la resiliencia para
minimizar las consecuencias de las
amenazas naturales”.
El dato global es contundente: se
pierden U$S 314 mil millones al año
como resultado de los desastres por
amenazas naturales ocasionados,
tanto por eventos intensivos –de baja
recurrencia y de grandes impactos
individuales– como extensivos –manifestaciones
constantes de riesgo–.
De estos últimos, el 90 por ciento son
desencadenados por pequeños y medianos
eventos vinculados con fenómenos
hidrometeorológicos.
En este sentido, Mena aseguró que
el mundo se enfrenta a una tendencia
creciente de las pérdidas económicas asociadas a los desastres, tanto
en el sector público como en el privado.
“Nos urge anticiparnos a los hechos y,
para esto, es fundamental conocer los
índices de amenazas y de vulnerabilidad
de las regiones”, destacó.
De acuerdo con las estimaciones
científicas, este cambio climático es 10
veces más rápido que cualquier otro
experimentado en 65 millones de años.
De allí la importancia de contar con
una gestión del riesgo de desastres
que considere los índices de amenazas
y de vulnerabilidad incorporada
en los procesos de desarrollo y en
las políticas de inversión social que
combaten la pobreza y mejoran la calidad
de vida de todos los habitantes.
“Así, romperemos ese desequilibrio
que ubica a las personas que menos
tienen como las más afectadas por situaciones
de desastre”, indicó el jefe
de la Oficina Regional de la UNISDR.
En esta línea, Gabriel Delgado –secretario
de Agricultura, Ganadería y
Pesca de la Nación– aseguró que “la
producción agropecuaria está subordinada
al clima” y destacó que resulta
“esencial” repensar y diseñar, de
manera inteligente e inclusiva, planes
de adaptación al cambio climático
para, así, reducir su vulnerabilidad.
Siempre pierden los que menos tienen
No hay sectores de la sociedad que
no se vean afectados directa o indirectamente
por los desastres climáticos.
Aunque, si se analizan las cifras de
pérdidas en comparación con el número
de población, los países en vías
de desarrollo son los que más pierden
per cápita.
“Las pérdidas por desastres están
íntimamente vinculadas con factores
como la pobreza y otras condiciones
especiales de vulnerabilidad que enfrentan
grupos de población como las
personas con discapacidad, los niños,
jóvenes y adolescentes, las mujeres y
los adultos mayores”, detalló Mena.
A esto se le suma que, en ocasiones,
estos grupos sociales habitan lugares
con poca demanda por parte del resto
de la población y, en consecuencia,
menos apreciados en el mercado de
bienes raíces. Esto se debe a que están
ubicados en zonas inundables, en
pendientes inestables o cerca de un
fenómeno natural que pueda impactarlos
de forma directa.
En contraposición, Verónica Piñero
–coordinadora nacional del programa
Prohuerta del INTA– sostuvo que “el
cambio climático nos afecta a todos
por igual y no distingue clases sociales”.
En este sentido, argumentó que, ante
un desastre climático, “los sectores de
mayor poder adquisitivo poseen una
condición que les permite afrontarlo
de una manera más rápida que aquellos
sectores más vulnerables que necesitan
del apoyo del Estado pero, en
definitiva, todos sufren”.
Y agregó: “Desde el Prohuerta realizamos
un arduo trabajo de concientización
–en especial de las futuras generaciones–
sobre el cuidado ambiental
para tener una agricultura sustentable,
mediante el respeto de los suelos y el
ambiente para no incrementar los daños
ya causados al planeta”.
“Hoy, –agregó– luego de 25 años,
tenemos la experiencia en el territorio
para organizarnos rápidamente para
dar respuesta a las demandas de los
productores familiares afectados por
cualquier evento extremo”.
La seguridad alimentaria, en riesgo
Entre los mayores desafíos que enfrentará
la agricultura en las próximas
décadas, se destaca la seguridad
alimentaria. Es que, para 2050, se
deberá aumentar la producción de alimentos
y garantizar su acceso a los
más de 9 mil millones habitantes
que, se estima, habrá en el mundo.
Lo cierto es que el cambio climático
obstruye este objetivo al perjudicar –
directa o indirectamente– las producciones
y al deteriorar la calidad de vida
de todos los habitantes.
Así, el calentamiento global es una
de sus consecuencias que se suma a
la variabilidad climática y ésta, a su
vez, se combina con la vulnerabilidad
social. En consecuencia, se pierden
vidas, se limita el desarrollo y se generan
pérdidas.
Pero el impacto del cambio climático
es aún más profundo y modifica los
ciclos biológicos, surgen nuevas plagas
y enfermedades, se deterioran los
suelos, hay un avance de los procesos
de desertificación y se producen eventos
climáticos extremos.
“La agricultura familiar es una actividad
fuertemente impactada por el
cambio climático”, aseguró Edith S. de
Obschatko –especialista en Políticas
del Instituto Interamericano de Cooperación
para la Agricultura (IICA)–.
De acuerdo con la experta, los eventos
extremos influyen en caídas de
producción y de rendimientos, como
así también en el deterioro de los suelos,
que lleva tiempo revertir. Además,
esto genera caída de los ingresos y
desempleo.
En materia de adaptación de la agricultura
al cambio climático y el manejo
Cinco aspectos de una ciudad resiliente a los desastres
integral de recursos naturales, el IICA coopera con todos los países del continente americano en temas relacionados con la gestión integral de sistemas de producción resiliente, riesgo ambiental y sanitario, uso eficiente de agua y manejo sostenible de suelo.
Argentina: en las próximas décadas, afectada por inundaciones
A diferencia de otros países de la
región, la Argentina tiene bajas probabilidades
de sufrir eventos intensivos
y, en cambio, se verá afectada
por pequeños y medianos eventos extensivos
causados por fenómenos hidrometeorológicos
que representarán
pérdidas tanto en las zonas urbanas
como en las rurales.
Así lo aseguró Mena en el marco
del Foro Internacional sobre Cambio
Climático organizado por el Ministerio
de Agricultura de la Nación y el
Centro Internacional de Agricultura
Tropical (CIAT). Y agregó: “En las
próximas décadas, la Argentina enfrentará
–principalmente– desastres
por amenazas naturales relacionadas
con tormentas de marea, sudestadas
e inundaciones”.
Este mayor nivel de exposición se
debe al crecimiento y a los procesos
de expansión y urbanización, sumados
a las características propias del país.
Según la Tercera Comunicación Nacional
Sobre Cambio Climático –presentada
por la Secretaría de Ambiente
y Desarrollo Sustentable de la Nación
en julio de 2015– entre los riesgos climáticos
que se enfrentarán, según los
modelos aplicados, se destacan las
temperaturas y precipitaciones extremas,
más intensas y frecuentes, y la
prolongación del período seco invernal.
En este marco de cambio climático
mundial, los Estados miembro de la
ONU adoptaron el Marco de Sendai
para la Reducción del Riesgo de Desastres
2015-2030 que establece las
metas globales para la resiliencia en
los próximos 15 años.
Este documento busca disminuir
tanto las pérdidas humanas y económicas
como los daños ocasionados en
sectores estratégicos. A su vez, intenta
aumentar la cooperación internacional
para un acceso de las poblaciones
a sistemas de alertas tempranas.
A su vez, y fin de contribuir con la resiliencia,
la UNISDR promueve la campaña mundial Desarrollando Ciudades
Resilientes: ¡Mi ciudad se está preparando!
con el objetivo de aumentar el
compromiso político con la reducción
de desastres y la adaptación al cambio
climático. Además, impulsa la sustentabilidad
y la corrección de los errores
causados por el desarrollo productivo,
el crecimiento urbano y la falta de planificación
en los principales centros urbanos
del mundo (Ver recuadro).
Para que no nos tape el agua
A fin de colaborar en situaciones de
exceso hídrico, el INTA desarrolló una
serie de tecnologías aptas para el contexto
climático señalado por la UNISDR
que van desde la siembra directa, las
buenas prácticas agrícolas hasta las
tecnologías de riego, entre otras.
Estos desarrollos fueron destacados
por el director general del CIAT
–Ruben Echeverría– por tratarse de
conocimientos que permitirán enfrentar
los nuevos desafíos marcados por
el cambio climático.
“El cambio climático invita a profundizar
la colaboración internacional
entre los diversos organismos competentes, a fin de aumentar los esfuerzos
para tener una agricultura más sustentable”,
aseguró.
Desde hace 25 años, el Prohuerta es
considerado el primer programa nacional
de agroecología destacado por su
experiencia en el cuidado del ambiente
y de la agricultura sustentable.
“Desde el programa trabajamos por
la prevención y la toma de conciencia.
Así, fomentamos el reciclado, la
reutilización de los materiales, el no
uso de agroquímicos, la no contaminación
y la potabilización de las aguas”,
detalló su coordinadora nacional.
Anexo
Campaña ¡Mi ciudad se está preparando! - UNISDR
1. La población reside en viviendas y barrios que cuentan con servicios
e infraestructura adecuados, que cumplen con códigos de
construcción razonables, y en la que no existen asentamientos
informales ubicados en llanuras aluviales o pendientes escarpadas
debido a la falta de otro terreno disponible.
2. Tiene un gobierno responsable que vela por una urbanización
sostenible y destina los recursos necesarios para desarrollar capacidades
a fin de asegurar la gestión y la organización de la ciudad
antes, durante y después de una amenaza natural.
3. Las autoridades y la población comprenden sus amenazas, y
crean una base de información compartida sobre pérdidas, amenazas,
riesgos y personas expuestas y vulnerables.
4. Se tomaron medidas para anticiparse a los desastres y mitigar
su impacto, mediante el uso de tecnologías de monitoreo y alerta
temprana para minimizar las pérdidas físicas y sociales.
5. Es capaz de implementar estrategias inmediatas de recuperación
y restaurar rápidamente los servicios básicos necesarios
para reanudar la actividad social, institucional y económica tras
un desastre.
Más información:
Ricardo Mena, jefe de la Oficina Regional
Las Américas de las Naciones Unidas para
la Reducción del Riesgo de Desastres
(UNISDR).
Edith S. de Obschatko, especialista en
Políticas del Instituto Iberoamericano de
Cooperación para la Agricultura (IICA).
Verónica Piñero, coordinadora nacional del
programa Prohuerta del INTA.
Ruben Echeverría, director general
del Centro Internacional de Agricultura
Tropical (CIAT).
Gabriel Delgado, secretario Agricultura,
Ganadería y Pesca de la Nación.