ARTíCULOS
Indisciplina y consentimiento en la industria bonaerense durante la última dictadura militar. Los casos de Loma Negra Barker y Metalúrgica Tandil
Daniel Dicósimo
Instituto de Estudios Histórico Sociales (IEHS), Facultad de Ciencias Humanas, UNCPBA. E-mail: dicosimo@fch.unicen.edu.ar
Resumen: En este artículo intentaremos responder a una serie de preguntas sobre los conflictos laborales del período 1976 - 1983: ¿Cómo afectaron a la disciplina industrial?; ¿instalaron un clima de desobediencia, debilitando el poder de concepción y control de la patronal, necesarios para introducir cambios en la organización del trabajo y aumentar la productividad?; ¿pudo expresarse la indisciplina en las relaciones laborales«paternalistas»? Para ello analizaremos comparativamente las relaciones laborales, el disciplinamiento y las acciones de oposición, tanto colectivas como individuales, en dos establecimientos de las ramas metalúrgicas y del cemento de la ciudad de Tandil.
Palabras clave: Conflicto; Obediencia; Consentimiento; Indisciplina; Cultura obrera.
Abstract: This article attempts to answer some questions related to the labor struggles during the period 1976-1983. How did these struggles affect industrial discipline? Did they weaken management control and its power to impose changes in labor organization in order to increase productivity? Could workers' unruliness develop within a paternalist system of labor relationships? To answer these questions the article compares labor relations, forms of discipline and workers' oppositional actions, either collective or individual, in two different industrial complexes in the city of Tandil.
Key words: Conflict; Obedience; Consent; Indiscipline; Working class culture.
1. Introducción
Los conflictos laborales reaparecieron poco
después del golpe de Estado de
Por otra parte, la evolución de los conflictos
en el tiempo no es lineal sino que parece haber seguido un curso errático
impuesto por la coacción estatal, los cambios de la política económica y su
impacto sobre la industria, los intentos de centralización de la protesta, y
las relaciones entre los dirigentes sindicales y el gobierno.4 Sus protagonistas más activos fueron los delegados "provisorios",
elegidos de hecho o, en algunas circunstancias, designados por los empleadores
o por oficiales del ejército para tener un "interlocutor válido". La
protesta se desarrolló simultáneamente con la reconstrucción de su herramienta
primaria, la organización en los lugares de trabajo, que los empresarios
prohibieron o desmembraron cada vez que tuvieron la ocasión.5 Con órganos sindicales inestables, pero sobre todo con la presencia de las
fuerzas de seguridad en las fábricas, las formas del conflicto se renovaron
apareciendo lo que se recuerda como el "trabajo a tristeza", la
huelga "de la sopa", las "aplaudidas" y otras, 6 que se alternaron con los modos tradicionales más
cuantificables: sobre 291 conflictos analizados por Ricardo Falcón, el 33%
fueron huelgas, el 32% quites de colaboración y trabajos a reglamento, y poco
más del 10% lo que el autor denomina "medidas diversas", boicots al
comedor, concentraciones internas, etc., a los que agrega un 23%
correspondiente a petitorios y reclamos, que si bien no eran "medidas de
fuerza", sí constituían una medida de lucha en un marco represivo como
aquél.7
Más allá de este esfuerzo por cuantificar el
fenómeno, que sirve para aproximar el enfoque al estudio de casos específicos,
los primeros estudios realizados en la década de 1980 plantearon una
controversia que queremos revisar brevemente. ¿Cuál fue el significado
histórico de los conflictos? ¿Qué carácter tenía esa oposición? ¿Se trató de
una reacción ante la violación de las "conquistas históricas" del
movimiento obrero, que buscaba defender y recomponer los intereses económicos
dañados por las medidas del gobierno militar, como la caída del salario
industrial, la prolongación de la jornada laboral y otras medidas tomadas por
el gobierno autoritario? ¿O, en cambio, trascendió este nivel de la acción
colectiva para convertirse en un cuestionamiento a su proyecto del
"Proceso de Reorganización Nacional", una oposición de carácter
político que impugnaba su objetivo último de cambiar profundamente la sociedad
y el Estado?
Las respuestas fueron divergentes, aun entre
autores que coincidían en criticar como inexacta la "tesis de la
pasividad" de la clase obrera durante la dictadura militar que,
recordemos, había planteado Francisco Delich en un
comentado artículo de 1981.8 A riesgo de
simplificar la polémica de esa época, señalemos dos líneas interpretativas
sobre el carácter de la protesta obrera. Por un lado se la consideró como una
reacción defensiva, molecular y, en algunos casos, espontánea generada por el
deterioro de los salarios industriales y de las condiciones de trabajo, así
como por el ataque contra la organización sindical en las fábricas, como lo
plantearon los estudios de Arturo Fernández y Ricardo Falcón.9 Por otro lado, Pablo Pozzi y otros autores destacaron el "profundo significado
político" de las acciones obreras, aun admitiendo su carácter económico y
reivindicativo, porque constituyeron un proceso de acumulación de fuerza que
impidió al gobierno militar consolidar "una red de relaciones de
fuerza" y eliminar la crisis orgánica del capitalismo argentino.10
La posibilidad de que la mayoría de los
conflictos laborales expresaran la oposición política de los trabajadores a la
dictadura parece remota, porque los instrumentos para ese tipo de acción ya no
estaban al alcance de la mano en las fábricas. Los activistas y las
organizaciones políticas que habían sido responsables de la politización de los
trabajadores jóvenes (por ejemplo
la Juventud Trabajadora
Peronista y el Movimiento Sindical de Base, brazos políticos de Montoneros y el
PRT-ERP entre otras) fueron desmantelados por las fuerzas de seguridad antes
del golpe de estado o retiraron sus activistas de las plantas y sobrevivieron
en las mismas pequeños grupos que, aun participando en los conflictos, no
pudieron ya desarrollar un activismo semejante al anterior.11 A nuestro entender, y en coincidencia con las conclusiones de Arturo Fernández
y Ricardo Falcón, para los trabajadores la única forma de expresar su rechazo a
someterse al disciplinamiento industrial era la
resistencia económica, que podía adoptar diferentes formas.12
En este artículo indagaremos la naturaleza y
las formas de ese tipo de resistencia desde la historia de los trabajadores que,
en los últimos quince años, ha orientado su perspectiva en una "vuelta al
trabajo". Esto implica la incorporación de temas y problemas que habían
sido patrimonio exclusivo de la sociología industrial, como los obreros en la
fábrica, los cambiantes procesos de trabajo y las condiciones y medio ambiente
laborales, entre otros, y la apertura a la influencia de la historia regional y
la historia de empresas, de las cuales adquirió el interés por el carácter
específico de esos tópicos en el ámbito local y la interacción entre las
acciones obreras y las prácticas gerenciales en el lugar de trabajo.13 Y supone, además, el desafío para el historiador de
desarrollar una mirada compleja sobre las relaciones entre capital y trabajo,
en la cual las acciones obreras no sean reducidas al conflicto sino que
incluyan el consentimiento.
2. Una referencia más específica de los conflictos laborales
Las acciones represivas contra la clase
trabajadora y sus organizaciones sindicales, así como los cambios regresivos de
la legislación laboral, apuntaron a fragmentar y controlar más estrechamente a
un actor social que era visto por los militares como responsable del caos
social y político anterior al golpe. El objetivo fundamental del nuevo gobierno
era poner en orden la sociedad y las instituciones del Estado, advirtiendo
inequívocamente a los ciudadanos que "se impondría una vigilancia
escrupulosa y un disciplinamiento definitivo a todos
los sectores políticos y sociales."14 En esta nueva visión política de los militares, que
incluía ordenar el Estado y desregular la economía, el disciplinamiento social era prioritario. La domesticación de una clase obrera
"indisciplinada", que había frustrado repetidas veces los intentos de
modernización, permitiría "refundar el ethos de la sociedad: restablecer
una concepción economicista, individualista y atomista de la ciudadanía y de la
vida social, la primacía de lo jerárquico y competitivo por sobre lo solidario,
reemplazar con un Estado "subsidiario" a aquél concebido como garante de derechos sociales, planificador y regulador del
capitalismo".15
El esfuerzo disciplinador del nuevo gobierno tuvo uno de sus ejes más importantes en el lugar de trabajo,
donde los avances empresarios en materia de productividad eran amenazados,
desde el Cordobazo, por el resurgimiento de la
protesta colectiva y la politización de los trabajadores jóvenes.16 Con ese propósito, el Ejército ocupó las fábricas y
persiguió sistemáticamente a las comisiones internas activas, instalando allí
mismo centros de inteligencia, redes de informantes y lugares clandestinos de
detención y tortura.17 La colaboración activa
entre militares y empresarios facilitó a éstos recuperar el control total sobre
sus fábricas y aplicar una disciplina elemental, con el objetivo de disminuir
radicalmente el ausentismo, el incumplimiento de horarios, el
"vagabundeo" dentro de la planta, etc. En un momento posterior se
realizaron cambios más profundos en la organización del trabajo, un disciplinamiento más "medular" si se quiere, que
removieron normas legales o informales que regulaban las relaciones laborales
en la industria, como la jornada de ocho horas o las pausas para el descanso.18
Las medidas disciplinarias profundas fueron
causa de muchos reclamos, en forma de petitorios y medidas de fuerza, que
expresaban el malestar de los trabajadores por el ataque contra lo que
consideraban sus "conquistas históricas". En la estadística realizada
por Ricardo Falcón sobre los conflictos del período, los motivados por
violaciones patronales a los acuerdos sobre las "condiciones de
trabajo" representan el 12, 6 % del total y ocupan un segundo lugar
después de la causa salarial (61%).19 No obstante,
esa cifra podría aumentar si consideramos como reacciones contrarias al disciplinamiento lo que Falcón ha denominado "defensa
de la organización sindical" (7,4%), "rechazo de las represalias
patronales" (2,8%), "defensa contra la represión estatal" (2,5%)
y "reclamos por el comedor de planta" (2,2%).
En ese sentido, a la definición de estos
conflictos como acciones defensivas de carácter económico podemos agregarle
otra más específica como la de expresiones de indisciplina, que nos parece un
concepto más apropiado para acercarnos a la compleja naturaleza de la
interacción entre capital y trabajo. Esas acciones constituyeron un desafío a
la autoridad empresarial, que a partir de 1976 buscó restaurar el orden
productivo y utilizó los procedimientos disciplinarios a tal fin. Si
consideramos a la disciplina industrial, en términos de Michel Foucault, como
un "mecanismo de poder" que busca aumentar la utilidad y la obediencia,
podemos interpretar a los petitorios y las medidas de fuerza no sólo como un
obstáculo a esas prácticas patronales, sino también como un intento obrero de
condicionar el ejercicio unilateral de una concepción sobre la organización del
trabajo.20 La oposición a los cambios en las
relaciones contractuales del trabajo expresaba un desconocimiento de la
autoridad absoluta, que los
empleadores exigieron de sus trabajadores luego del 24 de marzo de 1976. Si
bien la coerción inicial permitió aumentar la utilidad de la mano de obra,
mediante un disciplinamiento "elemental", a
posteriori la gestión empresaria encontró mayores obstáculos para transformar
la obediencia condicionada, que estaba arraigada en la "visión del
mundo" de los trabajadores de la industria, en una obediencia
"ciega". 21
3. La oposición en el orden de las "disciplinas del trabajo y la vida"
Si bien en la mayoría de los estudios
generales sobre el período la atención de los autores está puesta sobre los conflictos
colectivos, hay indicios de acciones de oposición llevadas a cabo por
individuos.22 Poco sabemos sobre ellas: ¿cuál era
su lógica interna?; ¿cómo afectó al sistema de autoridad y vigilancia dentro de
la fábrica? Las prácticas disciplinarias permiten distribuir a los individuos
en un "espacio analítico", es decir localizarlos en parcelas
funcionales, buscando la "división individualizante de la fuerza laboral".23 Como es sabido, el
taylorismo profundizó este proceso a través de la apropiación del savoir faire de los trabajadores y de la
división entre trabajo de concepción y de ejecución, llevándolo a la
especialización del individuo en tareas parciales y repetitivas, que implicaba
su descalificación y movilidad dentro del proceso de trabajo. En consecuencia,
la individualización de la mano
de obra resulta en su homogeneización -en otras palabras: su selección y despido- puede hacerse en función de los
requerimientos del puesto de trabajo, permitiendo el incremento de su utilidad
y su obediencia.24
Si los individuos han perdido la iniciativa que
le daba su conocimiento del oficio (sus secretos y "golpes de mano"),
están a merced de la movilidad y flexibilidad de una organización del trabajo
que ya no controlan, y tienen encima todo el sistema de vigilancia y sanciones
que el taylorismo perfeccionó. Entonces, ¿qué lógica adoptaría su indisciplina?
Algunas ideas sugerentes para el análisis se encuentran en el concepto de "artes
de hacer", propuesto por Michel de Certeau, que
no son otra cosa que las prácticas, procedimientos y ardides de quienes están
"atrapados en las redes de la 'vigilancia'", o sea en las estructuras
disciplinarias, y que tienden a crear dentro de las mismas un ambiente de
"antidisciplina" que es su contrapartida.25 Las "maneras de hacer" constituyen
operaciones multiformes y fragmentarias, "desprovistas de ideologías o de
instituciones propias", por lo cual su lógica parece consistir en
"una ratio 'popular', una manera de pensar investida de una manera de
actuar, un arte de combinar indisociable de un arte de utilizar". Es en
este sentido que pueden caracterizarse también como acciones
"tácticas" aquéllas "que determina la ausencia de un lugar
propio".26
La asimilación entre iniciativas individuales y
"arte del débil", como las llamaba Certeau,
permite considerarlas como manifestaciones de oposición en momentos y contextos
altamente coercitivos - como es el caso de Ford General Pacheco después del
conflicto de septiembre de 1976, que citan Bitrán y
Schneider. No obstante, las acciones individuales también aparecieron en
situaciones de amenaza "débil" o potencial y esto nos hace pensar que
el "arte del débil" no siempre equivale a una reacción desesperada y
aislada. Es decir que pudo expresar, por otros medios, el malestar y la
oposición colectiva hacia la gestión empresaria, de modo alternativo pero complementario.
Y para averiguarlo deberíamos buscar los patrones, las continuidades, entre
esas iniciativas individuales y su interacción con las acciones y la identidad
colectivas.
Hasta aquí hicimos referencia a la oposición obrera, tanto colectiva como
individual desde el orden conceptual de lo que José Sierra Alvarez ha denominado "las disciplinas del trabajo", es decir aquél desde el
que se define a las prácticas disciplinarias aplicadas dentro de la fábrica, como la
organización científica del trabajo, el fordismo y
otras.27 Sin embargo, en el conjunto de la
industria existían sectores que no encontraban en "las disciplinas del
trabajo" un instrumento suficiente para resolver los problemas
particulares de sus mercados de trabajo. En la rama de fabricación de cemento,
por ejemplo, los programas de incentivos y la vigilancia podían ayudar a la
adaptación productiva de los nuevos trabajadores; pero el mayor problema de la
patronal era "atraerlos" y "fijarlos" en las proximidades de
sus establecimientos, que debían radicarse en lugares donde había yacimientos
de piedra caliza, arcilla y yeso, generalmente espacios rurales donde no
existía un mercado de trabajo ya constituido. La forma de resolver el problema
fue el otorgamiento de viviendas para las familias obreras y la constitución de
villas cercanas a la fábrica, que en los primeros años dependían completamente
de la empresa. Este "sistema de fábrica con villa obrera", como lo ha
denominado Federico Neiburg, no sólo
"fijaba" a la mano de obra sino que también la disciplinaba.28 Aquí la "habituación" al orden productivo era
realizada mediante un conjunto de procedimientos indirectos y externos a la
fábrica.29 Esas prácticas y técnicas no pertenecen
al orden conceptual de las "disciplinas del trabajo" sino al de las
"disciplinas del trabajo y de la vida", también llamadas
"disciplinas industriales".30 La
patronal centró su intervención en el espacio del no-trabajo, o en la esfera de
la reproducción de la misma, mediante un conjunto específico de técnicas que
Sierra Alvarez denomina "obras sociales" y Neiburg, "beneficios". Entre éstos se destaca la
concesión de la vivienda obrera, aunque no es el único, y todos están basados
en el supuesto de que un obrero en buen estado físico y moral será más
productivo y obediente en la fábrica.
En este caso, el disciplinamiento tiende a transformar las percepciones y prácticas de los trabajadores, quienes
abandonarán con el tiempo las demandas colectivas a la patronal, realizadas con
mediación sindical, a cambio de solicitudes personales. Asimismo, lo que se
consiga no será una "conquista" sino un "beneficio", algo
concedido por el patrón y que tiene naturaleza de "don": creará en
quien lo recibe la obligación de devolver algo a cambio y dará a la relación el
carácter de un intercambio basado en la reciprocidad.31 Como resultado, la relación salarial entre empresa y trabajadores es
reemplazada por una relación afectiva y se interiorizan consignas emitidas por
la patronal como la de la "gran familia". La acción colectiva pierde
relevancia y el respeto por las "reglas del juego", que implican
disciplina laboral y baja conflictividad, es asumido como requisito para
posibilitar el intercambio con el patrón. Se crea así un sistema de relaciones
sociales que Neiburg denomina
"paternalista".
El estudio de Neiburg sobre la planta de Loma Negra en los alrededores de Olavarría, en el centro de
la provincia de Buenos Aires, es importante para pensar las acciones obreras en
el marco de las "disciplinas del trabajo y la vida". Aunque tiende a
subestimar la capacidad de los trabajadores para apropiarse de las prácticas
paternalistas y transformarlas en herramientas de su resistencia al disciplinamiento, contempla la posibilidad de una
resignificación del intercambio patrón/clientes en el sentido de convertirlo en
un "terreno de negociaciones". Los trabajadores adquieren una
categoría distinta a la de simples individuos, unidos al patrón/padre por lazos
de fidelidad y afecto, para asomar como actores que consienten la disciplina
paternalista pero sin perder de vista la posibilidad de satisfacer sus
intereses económicos. Nos preguntamos si hubo acciones colectivas o individuales
de oposición al mandato patronal, que en este sistema no ha perdido lo
sustancial del taylorista: mayor productividad en un
clima fabril armonioso, pero que cuenta con el rasgo específico de enfatizar el
componente afectivo del vínculo entre trabajadores y empresa. ¿Pudo expresarse
la indisciplina dentro de la "gran familia"?
En este artículo intentaremos responder a una
serie de preguntas sobre los conflictos laborales del período: ¿cómo afectaron
a la disciplina industrial?; ¿instalaron un clima de desobediencia debilitando
el poder de concepción y control de la patronal, necesarios para introducir
cambios en la organización del trabajo y aumentar la productividad?; ¿pudo
expresarse la indisciplina en las relaciones laborales "paternalistas"?
Para ello analizaremos comparativamente las relaciones laborales, el disciplinamiento y las acciones de oposición en dos
establecimientos de las ramas metalúrgica y del cemento. El primero es
Metalúrgica Tandil, una fundidora de hierro gris y
aluminio subsidiaria de Renault Argentina y líder del sector autopartista durante el período; situada en la ciudad de
Tandil, al sudeste de la provincia de Buenos Aires, llegó a ocupar 1.700
trabajadores en 1980. El segundo es Loma Negra Barker, creado por Alfredo Fortabat para la fabricación de cemento en el partido de
Benito Juárez, también en el sudeste bonaerense, que ocupaba alrededor de 1.000
personas en el año 1976.
4. Indisciplina y consentimiento en Metalúrgica Tandil y Loma Negra Barker
a. Las acciones tácticas
A mediados de diciembre de 1976 fue
anunciada la visita protocolar a la planta de Metalúrgica Tandil del general
Videla, presidente de
la Nación
designado por
la Junta
de Comandantes en Jefe que había protagonizado el golpe de estado del 24 de
marzo. El evento estuvo precedido por un clima de tensión y temor por su
seguridad, debido a la circulación de rumores acerca de que el visitante podía
recibir una lluvia de cascotes de "noyos"
proveniente de obreros individuales, difíciles de detectar y neutralizar.32 Esta anécdota es significativa porque la figura de
Videla, personificación de un régimen político que se había constituido para
vigilar y disciplinar a la sociedad, no podía evitar que se generara un
"ambiente de anti-disciplina" que desafiaba
un estricto operativo de seguridad, es decir una contrapartida de las
estructuras disciplinarias que aquél se proponía reforzar desde el Estado.
En realidad, las fuentes escritas y orales nos
presentan indicios de que existieron comportamientos antidisciplinarios individuales en situaciones menos extraordinarias que esa visita y a lo largo
de todo el período 1976-1983. Pudimos identificar los siguientes tipos: bromas
hacia el personal jerárquico, auto-regulación del esfuerzo de trabajo, vagabundeo, autolaceración, vagabundeo y "robo" del
tiempo productivo.
Las bromas son habituales en cualquier trabajo
repetitivo y agotador como el de esta fábrica metalúrgica, donde las tareas
manuales y las intelectuales estaban divididas. Era frecuente que los
compañeros de una sección bromearan entre sí sobre los resultados de un partido
de fútbol, expresando su enojo o su alegría con gritos y corridas, y que
jugaran a tirarse terrones de arena o restos de "noyos".
En las fuentes, es difícil distinguir entre bromas y agresiones: en abril de
1976 un operario fue despedido por lesionar a un compañero de sección, a quien
había tirado un cascote de "noyo" con una
honda. También podía ocurrir que las bromas pesadas estuvieran dirigidas al
personal jerárquico, desde los capataces a los jefes de sección, a quienes se
mostraba en son de burla la foto del equipo de fútbol rival al de sus
preferencias o se le llenaba de yerba y papeles el casco reglamentario olvidado
en el vestuario. Estas conductas perseguían el propósito de combatir el
aburrimiento, la incomunicación y la parcialización del trabajo con actitudes a veces inocentes, otras pícaras o incluso
desafiantes, propias de una mano de obra en gran parte proveniente del mundo
rural. No obstante, para la "micropenalidad"
eran actos "injuriantes", "peyorativos" y muchas veces
"obscenos", que alteraban la disciplina productiva al agraviar a sus
superiores y, en consecuencia, debían ser sancionados.33
Otras acciones pueden interpretarse como intentos
de regular el ritmo de trabajo, a contrapelo de las directivas patronales de
intensificarlo, que se multiplicaron después del 24 de marzo de 1976. Eran
prácticas oportunistas que desafiaban aun a la cadencia impuesta por líneas o
carruseles. Por ejemplo, en la sección Moldeo los operarios introducían un
sistema de relevos al margen del jefe de sección y los capataces, abriendo
pausas informales para el descanso; las tareas de recuperación de piezas, cajas
y tierra eran realizadas por tres parejas de operarios que rotaban cada media
hora en los diferentes puestos, quienes acordaban que en cada pareja uno
trabajaría mientras el otro descansaba quince minutos y viceversa.34 En las líneas de la sección Rebaba, un acuerdo similar
permitía que los operarios dejaran su puesto para sentarse e incluso dormir
unos minutos en el baño. Muchas sanciones disciplinarias, por el cargo de
"abandono injustificado del puesto de trabajo", fueron aplicadas en
esas circunstancias. En esta sección aumentaron, durante 1979 y 1980, las
licencias por accidentes en el uso de herramientas. En realidad, muchas eran autolaceraciones producidas por el abandono premeditado de
los anteojos protectores y los golpes autoinfligidos,
en última instancia, un descanso ante el aumento de la carga laboral que había
generado la eliminación parcial del régimen de jornada reducida por
insalubridad y la extensión de la jornada a nueve horas.35
Por último está el "robo" del tiempo
productivo o, como es definida por la normativa disciplinaria, la
"adulteración en la ficha de control para el pago de calorías del cómputo
de las horas realizadas".36 Sus autores
pertenecían a la sección Herramental, trabajadores muy calificados encargados
de elaborar los modelos de las futuras piezas y las herramientas de precisión;
un taller donde hubo activismo gremial pero también orgullo profesional y
cierto desprecio al área de producción. Antes de 1976, los modelistas
presionaron duramente a la patronal consiguiendo beneficios sectoriales, pero
el cambio en las relaciones de fuerza dentro de la planta, la caída de la
producción y la transferencia de esas tareas a empresas subsidiarias terminaron
con sus privilegios. Esta práctica parece una reacción a estas nuevas
condiciones de trabajo, un acto de cinismo que había estado latente bajo una
condición privilegiada y que emergía como resultado de su pérdida.37
Estas "acciones tácticas", que debido
a sus cualidades permitían a sus autores transgredir las "redes de la
vigilancia", fueron reacciones a la intensificación del trabajo que la
empresa impuso a través de sanciones disciplinarias y de cambios en las
relaciones contractuales. Según los testimonios de trabajadores que recogimos
en nuestra investigación, la empresa hizo un esfuerzo operativo para disminuir
el ausentismo y eliminar el "vagabundeo" dentro de la planta,
mediante criterios más estrictos en el otorgamiento de licencias por
enfermedad, un control riguroso de los horarios y de suspensiones y despidos,
que no tenía antecedentes en el período inmediatamente anterior a 1976. No
disponemos de series estadísticas para ponderar si hubo un aumento en la
aplicación de sanciones disciplinarias en relación al período 1973-1976, pero
los testimonios son elocuentes respecto del cambio de actitud de los capataces
y supervisores, quienes recuperaron sus conductas severas y arbitrarias de
antaño.38
El ajuste de la disciplina fue acompañado por
la remoción de las prácticas obreras, consagradas por el hábito y la
legislación, de establecer pausas para el descanso durante la jornada de
trabajo, de cumplir horarios reducidos para el caso de tareas peligrosas y de
acotar la jornada laboral a ocho horas. Para
la Unión Obrera
Metalúrgica (UOM) se trataba de normas "de toda la vida", productos
de la lucha sindical y de una alianza política con el peronismo, que evitaban
que el trabajo en la industria exigiera "un esfuerzo físico
sobrehumano".39 Desde el punto de vista
patronal, en cambio, entorpecían los esfuerzos por racionalizar la producción y
mejorar la competitividad de la fundición en el sector autopartista,
a través de la disminución de sus costos, el aumento del ritmo de fabricación,
la eliminación de tiempos improductivos y del persistente y "marcado
ausentismo".40 A tal efecto el Directorio
tomó una serie de iniciativas, a lo largo del período 1977-1980, que incluyeron:
la supresión de las pausas para el descanso de la sección de Fusión,
estableciendo una jornada de trabajo de siete horas y media corridas; la
eliminación o reducción del régimen laboral de seis horas y plus salarial por
insalubridad y calorías en las secciones clave del proceso de producción (Noyería, Desterronado y otras); y la imposición de una
jornada laboral de nueve horas.
Las acciones individuales que enumeramos antes
expresaban el malestar generado por el aumento de la carga de trabajo, que resultaba
de estas medidas y del acicateo permanente de la vigilancia y las sanciones
disciplinarias. Y en este sentido las acciones tácticas estaban relacionadas
con las medidas de fuerza de secciones o de toda la planta; es decir con las
acciones de oposición colectiva que sucedieron en el mismo período en
Metalúrgica Tandil. El patrón común entre unas y otras es haberse originado en
secciones y puestos de trabajo que eran afectadas, desde 1977, por diversas
formas de intensificación del trabajo. Las acciones tácticas habrían expresado
el malestar que esto causaba entre el personal obrero, mediante formas astutas
e individuales de regular o esquivar dicha intensificación, pero en forma
complementaria a las medidas colectivas de oposición.
En Loma Negra Barker no encontramos registro de
acciones tácticas a pesar de que el Gerente Superintendente aplicó, después del
golpe de estado de 1976, una serie de cambios en las relaciones contractuales
que fueron resistidas por la mayoría de los trabajadores y por su sindicato,
la Asociación Obrera
Minera Argentina (AOMA): la apertura de un tercer turno de trabajo, la
separación de los empleados administrativos del Convenio Colectivo de Trabajo
de
la Industria
del Cemento y la terciarización de los servicios de
mantenimiento de planta.41 Por el contrario, las
fuentes guardan indicios de que los trabajadores expresaron individualmente su
consentimiento a tales medidas, por ejemplo: los obreros y los empleados
aceptaban los "beneficios" económicos y sociales de la separación del
convenio, que la empresa presentaba como una recategorización, y de la terciarización de servicios, que se percibía como el
ascenso a la categoría de propietarios de las nuevas empresas subsidiarias de
Loma Negra, aunque el sindicato advertía que los riesgos de estos cambios eran
la flexibilización y el desempleo. 42
b. Las medidas de fuerza o la oposición colectiva
Al mismo tiempo que las "acciones
tácticas", se manifestaron en Metalúrgica Tandil reacciones colectivas de
malestar e indisciplina ante la iniciativa patronal de intensificar el trabajo
y prolongar la jornada laboral. Estas se diferencian de las anteriores, entre
otros aspectos, en la organización y la conducción, en que sus protagonistas proclamaron
sus motivaciones ante el empleador, el sindicato y la administración del
trabajo, recurrieron a formas conocidas y previsibles, y expresaron una serie
de valores obreros ya tradicionales.
El primer aspecto es significativo porque las
medidas de fuerza involucraron a un número de trabajadores que aumentó
progresivamente (de secciones aisladas a toda la planta) rompiendo con un breve
período de pasividad, y señalaban la recuperación de iniciativas de acción
sindical que la "limpieza" de activistas y delegados había
desalentado. El 24 de marzo de 1976 la actividad laboral se
"normalizó" rápidamente en todos los establecimientos metalúrgicos de
Tandil; la mayoría de los trabajadores ocuparon sus puestos y mantuvieron el
ritmo de actividad que las empresas ordenaban, poniendo fin a una semana de
paros y movilizaciones y al elevado ausentismo que se había instalado desde el
año 1975.43 En el caso de Metalúrgica Tandil este
cambio de actitud puede atribuirse al miedo a la represión policial - militar,
a la indiferencia por la suerte del gobierno nacional, al fastidio que a los
operarios menos politizados, más antiguos e integrados al sistema laboral, les
causaba el desorden reinante en la planta desde 1974,44 y a las iniciativas del Directorio para restablecer la autoridad patronal. Este
no tuvo reparos en denunciar a sus trabajadores ante la policía por
considerarlos culpables de un supuesto sabotaje, cuando los primeros días de
abril de 1976 una máquina dejó de funcionar e interrumpió la producción. Unos
15 operarios fueron arrestados y permanecieron detenidos mientras se
investigaba si el daño había sido "accidental o provocado".45 Además, desde el mismo 24 de marzo neutralizó a los
delegados más activos negándoles permiso para abandonar sus puestos de trabajo
por motivos gremiales y privándolos de una oficina que les había cedido dentro
de la planta. Si bien los delegados no fueron prohibidos oficialmente, el
Directorio emprendió la "limpieza" de aquéllos identificados más
claramente con la oposición política en
la UOM
y que habían sostenido las reivindicaciones
más radicales, en particular sobre cambios en las condiciones de trabajo.46
Algunos de ellos habían sido víctimas, días
previos al golpe, de amenazas de muerte y de detenciones por "averiguación
de antecedentes" por parte de la policía o de civiles armados. El efecto
paralizante fue reforzado, entre marzo y diciembre de 1976, por una serie de
noticias y rumores alarmantes sobre más ataques contra conocidos y prestigiosos
activistas sindicales de la ciudad.47 Sin embargo,
en contraste con la atmósfera de ansiedad y desconcierto que la coerción
estatal había generado, los directivos de Metalúrgica Tandil se deshicieron de
los delegados y activistas más combativos utilizando formas sutiles de presión
e induciendo renuncias a cambio de una compensación económica.48 En el lapso que media entre marzo y diciembre de 1976, los
"indeseables" salieron de la empresa e ingresaron en una "lista
negra", es decir que no serían aceptados en ningún establecimiento de la
industria.49
El primer episodio documentado de oposición
colectiva se produjo en la segunda semana de marzo de 1977 cuando
la Gerencia
de Relaciones
Industriales suprimió en la sección Fusión las pausas para el descanso, de
treinta minutos en cada turno, estableciendo una jornada de trabajo de siete
horas y media corridas.50 Unos diez operarios
desconocieron esa directiva cumpliendo el horario habitual y la gerencia los
despidió el 11 de marzo de ese año por violación de la ley 21.400, que prohibía
"acciones directas" en establecimientos industriales. Los
trabajadores despedidos denunciaron el hecho ante el Ministerio de Trabajo,
pero antes de las audiencias la empresa "reconoció tácitamente su
error", canceló su directiva sobre las pausas de descanso, les ofreció la
reincorporación y, como ésta fue rechazada, también una indemnización. Ante una
demanda judicial por diferencias en las indemnizaciones, Metalúrgica Tandil se
"allanó" a la misma y liquidó lo que pedían.51
Un segundo episodio data de comienzos del año
1978, cuando la empresa solicitó al Ministerio de Trabajo una pericia técnica
sobre la salubridad en Noyería, con el objeto de
eliminar o reducir el régimen laboral de seis horas y plus salarial por
insalubridad y calorías que beneficiaba a esa sección y a otras como Rebaba y
Desterronado.52 Según la pericia, realizada por
inspectores y supervisada por un alto oficial del Ejército, sólo dos puestos de
trabajo de la sección podían considerarse insalubres, por lo que la mayoría de
los noyeros deberían volver a una jornada laboral de
ocho horas. Ni los trabajadores ni el secretario general de
la UOM Tandil
, invitado
por la empresa a presenciar el examen, reconocieron el dictamen y todos
coincidieron en que debían repudiarlo, aunque no hubo acuerdo en cómo hacerlo:
el dirigente seccional propuso cumplir el horario habitual, pero los noyeros decidieron parar por tiempo indeterminado. Durante
los siguientes quince días, éstos se mantuvieron en la sección y cuando les
prohibieron ingresar a la planta se reunieron en la vereda. Al final, la
mayoría aceptó el nuevo horario a cambio de un plus salarial del 20%, y un
grupo de veinticinco operarios lo rechazaron y fueron despedidos por
"inadaptación" al nuevo régimen laboral.53
La última acción colectiva del período fue
motivada por la prolongación de la jornada laboral y se extendió dos meses,
entre marzo y abril de 1980.54 La directiva
provocó malestar en la planta de fundición de hierro gris y el taller de Usinado, con antecedentes de activismo sindical, tomó la
iniciativa de elegir delegados; las demás secciones lo siguieron con excepción
del área administrativa que, a diferencia del año anterior, no participó del
conflicto. Al comienzo hubo coordinación de las acciones entre los delegados y
el secretario general de
la
UOM Tandil.
El sindicato denunció ante el Ministerio de
Trabajo que la empresa había tomado una decisión "irracional" que
afectaba una modalidad laboral de "toda la vida" como era la jornada
de ocho horas, que implicaba un esfuerzo físico sobrehumano y carecía de
fundamentos reales.55 Asimismo, aconsejó a los
delegados que cumplieran sólo el horario habitual y que no se consideraran
despedidos "sin causa", reclamando una indemnización ante la justicia
laboral, porque la recesión vigente hacía inviable esa salida. Por su parte, el
Directorio advirtió a los trabajadores que su desobediencia era una medida de
"acción directa", prohibida por la ley 21.400, y denunció ante el
Ministerio de Trabajo que había "un grupo medrando en el desconcierto y la
confusión", en obvia referencia a los delegados.56 Con ese fundamento, los primeros días de marzo fueron despedidos 29 operarios
y, a mediados del mismo mes, otros 20.57 A pesar
de la actitud conciliadora del sindicato, que trataba de obtener la
reincorporación de los despedidos, el conflicto se prolongó por la directiva de
una reasignación de tareas dentro de algunas secciones y entre éstas, con el
objeto de equilibrar y compensar las dotaciones debilitadas por las
expulsiones, endureciendo la posición de los delegados. Los primeros días de
mayo, una asamblea de trabajadores desalentados por la suspensión del premio por
asistencia, las amenazas de nuevos despidos y la noticia de que la planta de
fundición de aluminio cumplía horas extras, resolvió aceptar la prolongación de
la jornada. El Directorio había prometido una serie de mejoras económicas y el
sindicato aceptó su criterio de reincorporar sólo a quienes no tuvieran
antecedentes disciplinarios ni hubieran organizado las medidas de fuerza.
En Loma Negra Barker, en cambio, no hubo
acciones colectivas de oposición (o al menos no quedaron registradas en ninguna
fuente) a los cambios en la relación contractual que introdujo el Gerente
Superintendente. Lo cual puede atribuirse a dos razones: en primer lugar, a la
paralización temporal del sindicato por la intervención del Ejército y la
marginación a que lo sometería la empresa; en segundo lugar, al consentimiento
entre la mayoría de los trabajadores, resultado de las relaciones paternalistas
construidas por el patrón, Alfredo Fortabat, desde
los primeros años de funcionamiento de la planta. La ocupación por parte del
ejército de todo el espacio civil de Villa Cacique y Barker, los pueblos donde
radicaba la fuerza de trabajo de la misma, incluyó la seccional de AOMA y la
planta de Loma Negra, donde una guardia armada controlaba la identidad de
quienes ingresaban y salían. Los militares ordenaron a los sindicalistas del
cemento que solicitaran autorización en la comisaría, a cargo del Ejército,
cada vez que fueran a abandonar estas localidades; pero lo que afectó
decisivamente la futura actividad gremial fueron los allanamientos que
sufrieron en sus domicilios los dirigentes y delegados del sindicato, donde las
tropas "removieron sus cosas y le dieron un susto a sus familias".58
En Barker no había habido una comisión
directiva combativa; en realidad, la atención del Ejército estaba centrada en
los referentes obreros, así como en profesionales y empleados ajenos a Loma
Negra, del Movimiento Progresista de Entidades de Bien Público y de
la Comisión Pro
Escuela
26, que había surgido en Villa Cacique y Barker en los primeros años setenta.59 Estos sufrieron la pérdida de sus empleos en el sector
público y una persecución que duraría varios años, la cual no sólo desalentó la
participación en los espacios comunitarios sino también en las redes gremiales
dentro de la planta de cemento. Esa paralización facilitó y fue reforzada por
la "limpieza" de los delegados que se habían mostrado más activos
durante el período anterior al golpe de estado. Por otra parte, aunque los
dirigentes de AOMA se movilizaron a partir de 1978, oponiéndose a las medidas
tomadas por la empresa (tercer turno, salida de los empleados administrativos
de su convenio y terciarización de los servicios de
mantenimiento), no consiguieron que los trabajadores ni los delegados que
quedaban los apoyaran. Loma Negra aprovechó esa situación para marginar al
sindicato a un lugar irrelevante de las relaciones laborales y sociales, con
actitudes como la de no permitirle participar de la adjudicación de viviendas
para las familias obreras, no consultarlo sobre las directivas que afectaban al
plantel obrero o rechazar, incluso ante
la Justicia Laboral
,
la pertinencia de la representación gremial en su planta.60
En segundo lugar, el consentimiento de los
trabajadores a los cambios en las relaciones contractuales fue asegurada
mediante la distribución de beneficios-"dones", en particular de
viviendas pero también de incrementos salariales por vía indirecta, como la
recategorización y las horas extras.61 Este
sistema paternalista, que canjeaba beneficios por obediencia y productividad,
había sido ensayado por Alfredo Fortabat en su
primera fábrica de cemento, creada en los alrededores de la ciudad de Olavarría
en 1927, y aplicado en su filial de Barker a partir de los primeros años
sesenta. La figura del patrón era clave en dichas relaciones porque, debido a
sus demostraciones de solvencia en la distribución de bienes y la solución de
conflictos, oficiaba como garantía de que la lealtad y el respeto de las
"reglas del juego" serían recompensadas. No obstante ello, el sistema
tenía ya un alto nivel de institucionalización para mediados de la década de
1970; la muerte de Fortabat, en febrero de 1976,
provocó incertidumbre entre los administradores locales, pero el intercambio y
la armonía en las relaciones laborales no colapsaron. Por el contrario,
resultaron reforzadas cuando la marginación del sindicato permitió concentrar
la distribución de beneficios en la administración local y la garantía de la
reciprocidad del intercambio fue "reencarnada" en la figura de la
viuda del patrón, Amalia Lacroze de Fortabat.62
Sin embargo, el consentimiento otorgado por la
mayoría de los trabajadores a los cambios en las relaciones laborales no
implicaba pasividad lisa y llana, sino que adoptó en algunos momentos críticos
de la producción el modo de una negociación -como lo ha señalado Neiburg para Loma Negra
Olavarría- en la cual aquéllos ratificaron la relación "afectiva" con
la empresa al mismo tiempo que actuaban en el sentido de maximizar los
beneficios que ésta les concedía. 63 En una
coyuntura de aumento de la demanda de cemento, como la de 1977-1979, el plantel
obrero aceptó la orden de extender la jornada laboral en un turno, vieja
exigencia empresaria prohibida por el convenio colectivo de trabajo y
obstaculizada por el sindicato, y al mismo tiempo reclamó (por fuera del canal
sindical) que fuera renovada la oferta de horas extras.64 La empresa podía imponer su directiva teniendo en cuenta la debilidad sindical
y la simpatía del gobierno de facto a los esfuerzos por aumentar la
productividad, pero probablemente hubiera habido resistencia y despidos, algo
poco conveniente debido a su necesidad de conservar un plantel experimentado y
evitar el retraso y el costo de formar a nuevos operarios. Por lo tanto le
resultó más conveniente otorgar la solicitud de los trabajadores.
5. Conclusiones
La restauración del orden social y
productivo, que impulsó el gobierno militar en 1976, fue llevada a la práctica
en las esferas pública y privada de la sociedad, en las calles, los domicilios
y las fábricas, alcanzando grados inéditos de violencia y terror. En Metalúrgica
Tandil y Loma Negra Barker, la recuperación del control patronal sobre el lugar
de trabajo se caracterizó por un nivel de coerción estatal menor al de los
núcleos industriales del Gran Buenos Aires, el Litoral, Rosario y Córdoba. Sus
directivos neutralizaron rápidamente a los activistas sindicales más notorios y
a posteriori desmantelaron la organización sindical, utilizando el recurso de
los retiros voluntarios. Este fue un proceso de "limpieza" que, más
allá de una sutil presión psicológica, no se apartó de la letra de la
legislación laboral vigente, de los convenios ni de las prácticas habituales.
Las acciones de las fuerzas de seguridad, en cambio, fueron más explícitas y
brutales. Más allá de sus diferencias, sirvieron para inmovilizar a los trabajadores
de las grandes fábricas ante la destrucción de sus organismos sindicales.
Si bien la coerción estatal fue moderada, en
comparación con otros episodios como el de la represión al paro de septiembre
de 1976 en Ford Motors General Pacheco, no debemos menospreciar su efecto de
parálisis, desconcierto y ansiedad. El terror tuvo una consecuencia residual
más persistente en las comunidades reducidas, donde la fábrica había tenido un
papel dominante en la constitución de las relaciones sociales y del espacio
urbano, como Villa Cacique y Barker, que en una ciudad mediana como Tandil,
preexistente a la fábrica y donde ésta se "perdía" en el espacio
urbano. La amenaza fue tan eficaz como el uso efectivo de la fuerza: los
rumores sobre secuestros y asesinatos de activistas sindicales, el testimonio
de quienes habían visto de cerca la represión en otras seccionales del gremio y
las noticias en los medios de comunicación se difundían rápidamente en
localidades donde casi todas las familias estaban relacionadas con la fábrica y
el sindicato. La "cultura del miedo" que generó ha dejado huellas en
las conductas: es una de las razones por la que no existieron acciones
colectivas en Loma Negra durante todo el "Proceso de Reorganización
Nacional"; la otra es el disciplinamiento paternalista que aplicó dicha empresa.65
Una vez recuperado el control sobre las
fábricas, las patronales aplicaron procedimientos disciplinarios que buscaba
obtener de los trabajadores una mayor utilidad y una completa obediencia. En
Metalúrgica Tandil esto significó un esfuerzo particular por fortalecer los
instrumentos puramente coercitivos dentro de la fábrica; en Loma Negra Barker el refuerzo disciplinario se centró en la vida del obrero y su familia. Esta iniciativa, que
aprovechaba una coyuntura histórica de restauración del orden social, no se
apartó del modelo de constitución de las relaciones sociales en muchos de los
establecimientos de la industria del cemento, que hemos definido como
"paternalista". Aunque la figura del patrón era fundamental para el
funcionamiento de esas relaciones, como garante ante los obreros y sus familias
de la obtención de "beneficios"-"dones", la muerte de
Alfredo Fortabat poco antes del golpe de estado no
hizo colapsar el sistema, entre otras cosas porque ya estaba
institucionalizado, por la mitificación del patrón y la "encarnación"
de su figura en su viuda, y por la marginación del sindicato, que eliminó al
intermediario en la distribución de "dones".
En la bibliografía existente sobre la última
dictadura militar hay coincidencia respecto a los terribles efectos de la
coacción gubernamental y la revancha de los empresarios sobre la organización
sindical y los activistas políticos en las fábricas. Sin embargo, la
resistencia colectiva de los obreros industriales apareció tempranamente en los
lugares de trabajo y el caso de Metalúrgica Tandil se corresponde con este
fenómeno general. También los conflictos ocurridos aquí tuvieron dimensiones
cualitativas y cuantitativas condicionadas por el contexto represivo y la
ausencia de una conducción orgánica. Su carácter era defensivo y molecular,
expresaba el malestar causado por la reducción de los salarios reales, el disciplinamiento, la intensificación del trabajo y el
desempleo. Aun a la defensiva y en retirada, los trabajadores actuaron en un
terreno y contra prácticas disciplinarias conocidas, por lo que pudieron
adaptar formas tradicionales de lucha sindical a un contexto represivo inédito.
En todo caso, la acción colectiva tuvo fines explícitos, una conducción visible
aunque inorgánica, y se oponía a la anulación de conquistas históricas más o
menos recientes de la clase obrera, en particular las que habían evitado que el
trabajo fabril exigiera "un esfuerzo físico sobrehumano". En este
sentido, hay una línea de continuidad en la conciencia práctica de los
trabajadores que salta por sobre el corte político-institucional que significó
el golpe de estado.
No obstante, las acciones colectivas no fueron
el único tipo de oposición, como sugerimos a partir del caso que estudiamos,
sino que existieron también diversas formas de indisciplina individual. Se nos
ocurre que limitar la resistencia obrera a los conflictos laborales es, en
cierta medida, una reducción de las tensiones dentro de las relaciones
laborales a los momentos excepcionales de la misma. Las "acciones
tácticas" eran astutas, esquivas, repentinas y sin ideología, y permitían
a los individuos escapar una y otra vez -aunque no indefinidamente- del aparato
disciplinario. Por otra parte, las fuentes disponibles nos dan indicios -no
cuantificables porque representan una serie muy incompleta- de que las acciones
individuales estaban relacionadas con las colectivas, en tiempo, espacio y
protagonistas. Acciones "tácticas" como las autolaceraciones,
el abandono del puesto de trabajo y las ausencias injustificadas, que se
produjeron en la sección Rebaba entre 1978 y 1980, parecen respuestas a la
intensificación del trabajo que produjo la cancelación del régimen especial de
6 horas en esa sección; respuestas alternativas y extendidas en el tiempo pero
asimismo complementarias a la protesta colectiva (por caso la de Noyería de 1978). En el mismo orden, a lo largo del año
1979 se registran varias acciones de indisciplina, como demora de la producción,
abandono del puesto de trabajo y bromas a personal jerárquico, protagonizadas
por operarios que habían tenido un papel destacado en el reclamo de aumento de
salarios que paralizó la planta en enero de ese año.
Lo que parece unir a las acciones colectivas y
a las individuales es que no consistían en la simple negativa a la imposición
del tiempo productivo, sino que trataban de condicionar las formas de su
aplicación, a través de "saberes" sobre el proceso de trabajo y de
prácticas acumulados en una larga historia de regulación del tiempo de trabajo.
Si bien la desobediencia fue silenciada en la mayoría de los casos, sus
protagonistas no lo consideraron una derrota porque, según su "visión del
mundo", era aceptable un incremento de la carga laboral en tanto hubiera
una compensación económica; o sea que la oposición resultó satisfecha más con
un nuevo acuerdo económico que con el retroceso patronal.
En este tópico de la cultura obrera dentro de
la fábrica, el observador puede apreciar las diferentes formas de valorar la
autoridad patronal de los trabajadores metalúrgicos y los del cemento. Mientras
los primeros no aceptaban sin reservas ni se oponían sin reservas a esa
autoridad66 -a partir de una "visión del
mundo" del trabajo en la que podía esperarse que los empresarios violaran
sus expectativas sobre los cánones de conducta y justicia en las relaciones
contractuales- los segundos consideraban la autoridad en los términos de una
relación más afectiva que
salarial (en la que el patrón era la cabeza de una "gran familia") y
según un canon establecido por el intercambio: recibir "dones" del
patrón obligaba a devolver obediencia, lealtad y trabajo.
Esa "visión del mundo" de los
trabajadores del cemento, junto a la instalación de una perdurable
"cultura del miedo" por las acciones de las fuerzas de seguridad,
permite comprender por qué no hubo conflictos laborales en Loma Negra Barker, a
pesar de que entre 1977 y 1979 hubo una coyuntura favorable a la movilización y
el reclamo sindical.67 La ausencia de resistencia
colectiva, a diferencia del caso de Metalúrgica Tandil, puede interpretarse
como una decisión propia de quienes querían participar del intercambio con la
patronal, aceptando las "reglas del juego" a cambio de más
"beneficios". Por último, el hecho de que el intercambio adoptara en
algunas ocasiones el modo de una negociación,
en la cual se ratificaba la relación "afectiva" entre los
trabajadores y la empresa, al mismo tiempo que aquéllos trataban de maximizar
los beneficios, nos hace pensar que el consentimiento ante el ajuste
disciplinario no necesariamente implica obediencia "ciega" a las
directivas empresarias.
Notas
(1) Falcón, Ricardo (1996) "La resistencia obrera a la dictadura militar (una reescritura de un texto contemporáneo a los acontecimientos)" en Quiroga, Hugo y Tcach, César (comp) A veinte años del golpe. Con memoria democrática. Buenos Aires, Homo Sapiens Ediciones, pp. 136
(2) Palomino, Héctor (2005) "Los cambios en el mundo del trabajo y los dilemas sindicales", en Suriano, Juan (dir.) Dictadura y democracia (1976-2001) Buenos Aires, Sudamericana, pp, 383; Falcón, ob. cit., pp. 126.
(3) Palomino, ob. cit., pp. 384.
(4) A la parálisis inicial le siguieron "una virtual huelga no declarada" en septiembre de 1976, como la denominara Ricardo Falcón, un período de calma durante 1978 - debido al incremento de los salarios en el sector de bienes no comerciables y a la escisión de los dirigentes sindicales en la Comisión Nacional del Trabajo (los llamados "participacionistas") y la Comisión Nacional de los 25 ("confrontacionistas") -y un intento coordinado por estos últimos de paralizar toda la industria, en abril de 1979. La CN 25 reconstituirá poco después la Confederación General del Trabajo, realizando otra huelga general y una marcha hasta la Iglesia de San Cayetano en 1981; desde entonces las huelgas y movilizaciones fueron más frecuentes.
(5) Almeyra, Guillermo (1980) "La clase obrera en la Argentina actual", en Coyoacán. Revista Marxista Latinoamericana, México, pp. 87 Para un estudio de caso, que incluye el papel jugado por los dirigentes sindicales de las seccionales de los sindicatos metalúrgicos y del cemento, ver: Dicósimo, Daniel (2006) "Dirigentes sindicales, racionalización y conflictos durante la última dictadura militar", en Entrepasados, Buenos Aires, 29.
(6) Pozzi, Pablo (1988) Oposición obrera a la dictadura. Buenos Aires, Contrapunto, pps. 70, 75, 81 y 83; Rafael Bitrán y Alejandro Schneider (1992), "Dinámica social y clase trabajadora durante la dictadura militar de 1976-1983. Estudio de la zona norte del Gran Buenos Aires en particular de las fábricas Del Carlo y Ford Motors" en Rodríguez, L. M. y otros. Nuevas tendencias en el sindicalismo: Argentina y Brasil. Buenos Aires, Biblos - Simón Rodríguez, pps. 89 y 101.
(8) Delich, Francisco (1982), "Después del diluvio, la clase obrera" en Rouquié, Alain (comp) Argentina hoy, México, Siglo XXI. Una revisión exhaustiva de la polémica que esta "tesis" generó, en: Simonassi, Silvia (1998) "De obreros e historiadores. Notas acerca de la historiografía sobre la clase obrera argentina de las décadas de 1960 y 1970", en Cuadernos del Ciesal, Rosario, 5.
(9) Fernández, Arturo (1984) Las prácticas sociales del sindicalismo (1976-82) Buenos Aires, CEAL.
(10) Pozzi, ob. Cit., pp. 33. El estudio de Rafael Bitrán y Alejandro Schneider sobre la zona norte del Gran Buenos Aires, que ya citamos, sigue esa línea interpretativa.
(11) Gillespie, Richard (1987) Soldados de Perón. Los montoneros. Buenos Aires, Grijalbo, pp. 283 y ss.; Ríos, Sabrina (2007) "Trabajadores durante la dictadura militar, 1976 - 1983. Prácticas y memorias desde un estudio de caso", Ponencia presentada en las XI Jornadas Interescuelas / Departamentos de Historia, Tucumán; Basualdo, Victoria y Lorenz, Federico (2005) "Trabajadores en la década del setenta en Argentina: perspectivas y propuestas a partir de dos estudios de caso", Ponencia presentada en X Jornadas Interescuelas / Departamentos de Historia, Rosario.
(12) La protesta obrera en otros contextos espacio - temporales, donde hubo una coerción estatal muy importante, como la Alemania Nazi y la Italia Fascista , tiene elementos comunes con la que estamos analizando y ayuda a comprender que las acciones económicas constituyen una alternativa viable, cuando los activistas y las organizaciones políticas existentes en las fábricas son aisladas y anuladas por la represión. Mason, Tim (1981) "The workers opposition in Nazi Germany", History Workshop Journal; De Bernardi, Alberto (1999) "Opposizione operaia e azione antifascista nel Milanese al principio degli anni Trenta", en Rapone, Leonardo Antifascismo e societá italiana (1926-1940). Milán, Edición Unicopli, pp. 186.
(13) Dicósimo, Daniel y Simonassi, Silvia (2007) "Presentación" de la Sección "Las relaciones laborales rediscutidas. Problemas teórico metodológicos y estudios de caso", en Anuario IEHS, Tandil, 22.
(14) Novaro, Marcos y Palermo, Vicente (2003) La dictadura militar 1976-1983. Del golpe de Estado a la restauración democrática. Buenos Aires, Paidós, pp. 22.
(15) Novaro y Palermo, ob. cit., pp.37.
(16) El mejor texto general sobre el período sigue siendo el de Torre, Juan Carlos (1984) Los sindicatos en el gobierno, 1973 - 1976. Buenos Aires, CEAL. Un valioso estudio de caso es el de Silvia Simonassi (2007), "Conflictividad laboral y políticas disciplinarias en la industria metalúrgica de la ciudad de Rosario 1973-1976", en Anuario IEHS, Tandil, 22.
(17) Novaro y Palermo, ob. cit., pps. 114-115; Lobato, Mirta Zaida y Suriano, Juan (2003) La protesta social en la Argentina. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, pp. 123.
(18) Se hace referencia a las prácticas disciplinarias en los textos generales ya citados, como los de Fernández, Falcón y Pozzi, y en nuestra Tesis Doctoral (2007) Disciplina y conflicto en la industria durante el Proceso de Reorganización Nacional, 1976 - 1983, inédita.
(19) Falcón, ob. cit., pp. 126.
(20) Foucault, Michel (1989) Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión. México, Siglo XXI, pp.142.
(21) Aquí seguimos a Charles Sabel, para quien la visión del mundo consiste en "una intuición de las posibilidades que definen en seguida nuestras ambiciones y nuestro sentido del honor social". La superposición entre las expectativas de los trabajadores sobre un puesto de trabajo y las demandas de los empresarios de trabajadores de un tipo dado, facilita una "tenue colaboración entre el capital y el trabajo". Al mismo tiempo, las visiones del mundo de los trabajadores dan forma a sus ideas sobre las cosas por las que vale la pena luchar, en la medida que son tanto normativas como explicativas del mundo, lo que daría lugar a suponer que muchos conflictos laborales se deben a la violación por parte de los empresarios de las expectativas de los trabajadores sobre los cánones de conducta y la justicia, "y que estas violaciones se esperan". Esto configura un tipo de relación consensual en las fábricas: "ninguno acepta sin reservas la autoridad de los empresarios; ninguno se opone sin reservas a ella". Sabel, Charles F (1985). Trabajo y política. La división del trabajo en la industria. Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, pp. 31 y ss.
(22) Bitrán y Schneider, ob. cit, pp. 104; Dicósimo, Disciplina y conflicto., ob. cit., inédita, pps. 77 y ss.
(23) Foucault, ob. cit., pp. 149.
(24) Neffa, Julio (1982) Proceso de trabajo, división del trabajo y nuevas formas de organización del trabajo. México, Secretaria del Trabajo y Previsión Social. Instituto Nacional de Estudios del Trabajo, pp. 90.
(25) Michel de Certeau hace alusión al espacio de la producción sociocultural, pero nos parece útil porque evita privilegiar el aparato productor de la disciplina -déficit que señala a Foucault- y se concentra en los "procedimientos y ardides" que "juegan con los mecanismos de la disciplina y sólo se conforman para cambiarlos". Certeau, Michel de (1996) La invención de lo cotidiano. 1. Artes de hacer. México, Universidad Iberoamericana-Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente-Centro Francés de Estudios Mexicanos y Centroamericanos, pp. XLIV-XLV.
(26) Certeau, ob.cit., pp. 43.
(27) Sierra Alvarez, José (1990) El obrero soñado. Ensayo sobre el paternalismo industrial (Asturias, 1860-1917). Madrid, Siglo XXI, pp. 29.
(28) Neiburg, Federico (1988) Fábrica y Villa Obrera: historia social y antropología de los obreros del cemento. Buenos Aires, CEAL.
(29) Vale
acotar que entendemos por "habituación", siguiendo a Harry Braverman, el proceso social y técnico que tiene como
propósito no sólo instruir a los nuevos obreros en el trabajo fabril, sino
también desarmar las formas de resistencia que éstos traen de un medio externo
a la industria o que los trabajadores industriales han adquirido a través de su
experiencia de organización y luchas sindicales. Braverman,
Harry (1974) Trabajo y capital monopolista.
México, Editorial Nuestro Tiempo, pps. 168 y ss.;
Sierra Alvarez, ob. cit., pps.
(30) Sierra Alvarez, ob. cit. pp. 29.
(31) Neiburg, ob. cit. pp. 128.
(32) Los noyos son moldes de fundición, elaborados con arena y resinas y endurecidos a altas temperaturas.
(33) Expedientes del Tribunal del Trabajo correspondientes a "Cobro de salarios por suspensión y aguinaldo. Ferrari, J. contra Metalúrgica Tandil", 1979; "Cobro de haberes por suspensión injustificada. Marchetti, E. contra Metalúrgica Tandil", 1979.
(34) Testimonio de Juan Novoa, operario de la sección Moldeo.
(35) Testimonio de Graciela Rodríguez, asistente social empleada por el Servicio Médico de la empresa, citado por Bruggi, Marta y Medina, Gustavo (1984) Tesis de Licenciatura en Historia, Tandil, UNCPBA. Y expedientes judiciales varios, como "Indemnización por despido. Carrasco, José contra Metalúrgica Tandil". Expediente 979, legajo 80, 1980.
(36) El pago por calorías era una compensación económica que, aunque resistida por los empleadores, permitía la adaptación a los aspectos más claramente deshumanizados del trabajo. Braverman, ob. cit., pp. 180.
(38) El tipo y las causas de las sanciones puede reconstruirse a partir de la información contenida en los expedientes de la Justicia Laboral , en la cual se radicaron muchas demandas por caída de haberes y despidos atribuidos suspensiones y despidos por razones disciplinarias. Según esta fuente, las causales más numerosas eran la adulteración de la ficha horaria para el pago de calorías, la negativa infundada a prestar tareas, la provocación de desorden en la sección, el abandono del puesto de trabajo sin autorización, las amenazas e insultos contra capataces, supervisores o jefes de sección, las demoras en el inicio de la producción y la ausencia injustificada.
(39) Nota de la UOM Tandil al Ministerio de Trabajo, durante el conflicto de 1980 por la extensión de la jornada laboral. Tribunal del Trabajo de Tandil, "Indemnización por despido, Romero Néstor y otros contra Metalúrgica Tandil", 1980.
(40) La intención de la empresa está explicitada en documentos de circulación interna, que remitía la gerencia de Relaciones Industriales al personal jerarquizado y fueron posteriormente incluidos como pruebas en la demandas judiciales de operarios despedidos.
(41) El Gerente Superintendente era el administrador de la planta Barker, en delegación del Directorio de Loma Negra.
(42) La terciarización de los servicios de mantenimiento implicaba transferir esa función a pequeñas empresas, que estarían vinculadas a Loma Negra por un contrato de prestación de servicios y serían de propiedad de capataces y operarios del área de servicios, incentivados por la empresa a asociarse.
(43) El ausentismo en Metalúrgica Tandil descendió, entre el 24 y el 25 de marzo, del 12% al 5%.
(44) El desorden en ese período se puede atribuir a una combinación de activismo juvenil, espontaneidad en los reclamos, ausentismo, suspensiones y retrasos en los pagos. Dicósimo, Disciplina y conflicto., ob. cit., inédita.
(45) Diario Nueva Era, 8/4/76.
(46) La oposición dentro de la UOM Tandil fue ejercida, entre 1973 y 1976, por la lista Celeste, compuesta por activistas de un amplio abanico político e ideológico, quienes en general tenían como referentes al "sindicalismo de liberación" surgido en Córdoba en 1971.
(47) En ese período se registraron numerosos casos de arrestos, detenciones ilegales y torturas en centros clandestinos próximos a la ciudad, de dirigentes y activistas sindicales y de un abogado laboralista.
(48) Testimonios de Oscar Isaguirre y de Héctor Turri, delegados por Usinado y Herramental. Tandil, 1988.
(49) Para estimar el período de "limpieza" de los activistas más notorios, recurrimos a diversas fuentes: testimonios de ex-delegados; el Diario Nueva Era (3/6/76) y el Registro de Bajas del Personal de Metalúrgica Tandil, 1973-1983.
(50) En Fusión se realizaba la fundición de hierro gris y la colada del mismo en los moldes de las futuras piezas.
(51) Tribunal del Trabajo de Tandil, "Diferencia de haberes, De los Santos, Alfredo y otros contra Metalúrgica Tandil. Expediente" nº 461, legajo 19. 1977.
(52) En Noyería se elaboran los moldes internos de las piezas mediante tareas manuales y mecanizadas, y es considerado el taller más importante del proceso de trabajo de una fundición. El régimen especial había sido obtenido por la Comisión Interna en 1975, luego de una serie de paros y la mediación del Secretariado Nacional de la UOM.
(53) Registro de Bajas del Personal de Metalúrgica Tandil, 1973-1983.
(54) En 1979 toda la planta paró durante una semana en reclamo de una mejora en los salarios.
(55) Tribunal del Trabajo de Tandil, "Indemnización por despido, Romero Néstor y otros contra Metalúrgica Tandil", 1980.
(56) Carta del gerente de Relaciones Industriales al Ministerio de Trabajo, 18 de marzo de 1980, en Tribunal del Trabajo de Tandil, Expediente Nº 1051, legajo 144.
(57) El Eco de Tandil, 7 de marzo de 1980; Nueva Era, 15 de marzo de 1980.
(58) Testimonio de Luis Páez, secretario general de AOMA. Villa Cacique, 2004.
(59) El Movimiento Progresista de Entidades de Bien Público fue una organización vecinal creada en el año 1972, que reclamó al Intendente del Partido de Benito Juárez -nombrado por la Revolución Argentina- un delegado municipal en Barker que manifestara mayor interés y ejecutividad acerca de las nuevas demandas sociales de poblaciones en crecimiento. El reclamo, que ganó gran notoriedad porque fue apoyado por la huelga de hambre de un obrero de Loma Negra, provocó la renuncia del delegado y la animadversión de los sectores ganaderos conservadores de la zona. Dicósimo, Disciplina y conflicto., ob. cit.
(60) Loma Negra no admitió la prórroga de mandato de los dirigentes de AOMA Barker, conque el Ministerio de Trabajo de la Nación los había beneficiado a partir del 9 de agosto de 1978, por cuanto no tenía ninguna vigencia práctica ya que la actividad gremial había sido suspendida después del golpe de estado. Por lo tanto, según la empresa, el secretario general "ya no era un dirigente gremial, era solo un curador de los bienes del gremio, que no tenía estabilidad." Tribunal del Trabajo de Tandil, "Indemnización por violación de estabilidad gremial, Luis Páez contra Loma Negra", 1982. Foja 89.
(61) La lista de beneficios es diversa: viviendas, ayuda económica para comprar las viviendas que ya habitaban las familias obreras, préstamos de dinero para fines variados, horas extras (a solicitud de los trabajadores), estabilidad en el empleo, ascenso en el escalafón laboral y otros. Los beneficios tienen naturaleza de "dones", es decir que crean en el receptor la obligación de devolver algo a cambio, dando a la relación el carácter de un intercambio basado en la reciprocidad.
(62) La seccional AOMA Barker reclamó la función de recibir las solicitudes de adjudicación de esas viviendas, sistematizarlas y colaborar en la asignación de las mismas, en los primeros años de la década de 1960. Más allá de las complicaciones inherentes al trámite, el sindicato reforzó su presencia en la esfera de la reproducción de la fuerza de trabajo, evitando por unos años el dominio absoluto de la empresa en esa esfera de la constitución de las relaciones sociales, que hubiera dado a los vínculos entre el plantel de empleados y de administradores un carácter sumamente personalizado, consolidando un tipo de relaciones paternalistas.
(63) Neiburg, ob. cit., pp. 172 (tomo 2).
(64) El incremento de la demanda de cemento se atribuye a un fuerte aumento de la construcción registrado en el trienio 1977/1979, motivado por las inversiones públicas y por la protección que beneficiaba al sector de la construcción privada. Sourrouille, Juan V., Kosacoff, Bernardo y Lucángeli, Jorge. Transnacionalización y política económica en la Argentina. Buenos Aires, CEAL, 1985, pp. 150-151.
(65) Tomamos el término "cultura del miedo" de Juan Corradi, quien define así a la atmósfera de ansiedad provocada por la aplicación del terror estatal, en procura de obediencia y desorientación. Corradi, Juan (1996) "El método de destrucción. El terror en la Argentina ", en Quiroga y Tcach, ob. cit., pp. 89.
(66) Parafraseamos la definición de Charles Sabel sobre la "visión del mundo" de los obreros industriales, cita 21 de este artículo.
(67) Esa fue una coyuntura propicia a las acciones colectivas porque la necesidad de responder a una creciente demanda de cemento hacía vulnerable a la empresa y, además, el sindicato no había sido intervenido por el Estado.