RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS
Mongelli, Lênia Márcia y Frateschi Vieira, Yara (eds.), A estética medieval, Cotia, Ibis, 2003 (231 pp.).
El libro que comentamos presenta una antología precedida por un
estudio de Massaud Moisés -director de la colección As estéticas a través
dos textos- sobre el tema central de la obra.
En la introducción, Moisés nos ofrece interesantes, densas y bien
documentadas reflexiones sobre el concepto de arte poética al igual que sobre
la diferenciación medieval entre "poema" e "historia".
Alude a las consideraciones de una época para la que las "artes
poetriae" eran los compendios de enseñanza escolar de reglas y preceptos
para el buen empleo de la lengua, teniendo en cuenta las obras de excelencia
tanto del presente como del pasado. En suma, "ars" sería la mejor
manera de emplear una tekné a fin de lograr obras cabales, buscando su
naturaleza y significado en la tradición clásica -en la cual escribir
poesía se correspondía con "hacer", "fabricar" algo-. Por
tanto, se daba a la poesía una capacidad total de creación, de producir
"imágenes", o sea, representación y expresión de los
"hechos". Una capacidad sumamente peligrosa por su manejo sofístico,
por su poder para presentar, como verdaderas, realidades diversas, por sus
recursos de fabulación. El prólogo hace una defensa de los sofistas y de su
posición filosófica "de matiz cosmológico" y los relaciona con las
disquisiciones de los Filósofos -Platón y Aristóteles- acerca de la retórica
como forma de presentación del discurso pero, también, como astucias de persuasión
y convencimiento. Se enfrentan "verosimilitud" y "verdad",
lo que "parece ser" y lo "que es".
La relación Bien-Bello-Verdadero separa la posición de los
sofistas de otros criterios como el de Platón -quien pone la moralidad por
sobre todos los valores, fundamento de la estructura ciudadana con su capacidad
pedagógica y formativa, para lograr el hombre cabal-. Esta perspectiva
platónica es continuada por Aristóteles, Horacio y los pensadores cristianos.
Por cierto, Aristóteles se preocupó por analizar y definir la tarea de la
Retórica, a la que considera no como forma de persuadir sino de "discernir
los medios de persuadir". Discurso que debe ser "digno de fe" y
cuidadoso del mensaje que lanza a oyentes diversos. Esta herencia griega es
recogida por Roma, en que la Retórica se acerca antes a la Poesía que a la
Filosofía. El mundo romano nos ofrece tratados como la Rhetorica ad
Herennium de larga vitalidad y que -como las posteriores Institutiones
oratoriae de Quintiliano- fundamentaron la enseñanza retórica entre este
pueblo y la formación cívica anhelada por la romanidad, el logro del vir
bonus. En esta apropiación del tema por parte de los romanos, se opera una
transformación del arte literaria como arte verbal y arte visual que aparece
claramente en la Epístola de Horacio -quien también separa las ideas
relativas al arx de las que se refieren al artifex-. La
cristiandad realizará una relectura de todo este pasado para servir a los
propósitos de la fe, el lenguaje bíblico alegórico y la correspondiente
interpretación de la difusión de la Palabra, la lectio divina. Además,
se esquematizan los saberes en trivium y quadrivium. El "arte poetica" conocerá su apogeo en los siglos XII y XIII, momento
de florecimiento de universidades, de la fundamentación de la Escolástica y de
la defensa de la razón.
En esta conjunción de clasicidad y cristianismo, recordemos que
San Agustín propondrá el ideal de "orador sacro" con las premisas
horacianas de instruir, convencer y agradar; no se olvida jamás la obligación
ética platoniana. Hubo modificaciones y contradicciones evidentes a través del
tiempo. A pesar de esto, los teóricos medievales ofrecen una gran cohesión y
claridad de principios. En ellos, la elaboración del texto va unida a la
consideración del emisor y del receptor. Los mismos teóricos aceptan el
"arte" como técnica del "saber hacer", que conlleva el
necesario "equilibrio" o "justa medida" en la imitatio -ésta determinada por la aceptación de su concepción matemática y capacidad
creativa-. En suma, la estética ligada a la ética.
Moisés subraya la "permanencia" de los textos
seleccionados para la antología, es decir, no los considera simples testimonios
de determinadas épocas sino que piensa que los presupuestos estéticos de los
mismos persisten a lo largo del tiempo. Así, ejemplifica esa idea a través de
obras de pensadores actuales que aproxima a las de autores medievales como
Grosseteste o Tomás de Aquino. En suma, rescata una tradición que -modificada,
transformada, enriquecida a través de los siglos- mantiene su vitalidad. La
antología recoge la traducción de treinta y cinco breves textos de autores
medievales que escribieron obras de estética, en cuyos libros se encuentran
reflexiones sobre esta disciplina o que emplearon los presupuestos del "arte".
Cada fragmento se acompaña con oportunas referencias relativas al autor y a la
obra en cuestión. Así, encontramos pasajes como los de El collar de la
paloma -en que Ibn Hazm (s. XI) habla de los ojos atraídos por la amada lo
mismo que, en la gramática, "el atributo sigue al nombre"- o Los
mandamientos de la gramática de Ebehard (s. XIII). Y otros muchos, tales
como Sobre la lectura de John de Salisbury (s. XII), Sobre el arte
en general de Geoffrey de Vinsauf (s. XII), Del arte de hablar y
escribir de Alfonso el Sabio (s. XIII) o Breve compendio de arte
retórica de Martín de Córdoba (s. XIV). No faltan, ciertamente, las
palabras de Brunetto Latini, Bocaccio o Dante entre los italianos, del marqués
de Santillana, de Enrique de Villena o Juan del Encina entre los españoles. El
libro se completa con una bibliografía que menciona fuentes primarias, estudios
(bibliografía crítica) y obras de referencia, además de un índice de nombres.
Antes de la introducción se han incluido útiles advertencias sobre las pautas que
han permitido la selección de las obras.
Los textos escogidos constituyen una notable antología que guía
nuestra reflexión sobre los fundamentos de la estética medieval y que permite
valorar el legado aún vigente, la importancia de una tradición.
Nilda Guglielmi