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Pampa (Santa Fe)

versión On-line ISSN 2314-0208

Pampa  no.6 Santa Fe dic. 2010

 

AVANCES DE INVESTIGACIÓN

Una historia de fronteras.
El territorio y los relatos culturales de la frontera en la construcción nacional de Argentina, Brasil y Estados Unidos

 

Melina Yuln

Arquitecta UNLP. Instituto de Investigaciones en Historia, Teoría y Praxis de la Arquitectura y la Ciudad (HITEPAC). Facultad de Arquitectura y Urbanismo. Universidad Nacional de La Plata (FAU. UNLP)
E-mail: melinayuln@yahoo.com.ar

Fecha de recepción: 02 | 02 | 2010
Fecha de aceptación: 13 | 06 | 2010


RESUMEN

Los tres casos elegidos se refieren a países cuya expansión territorial constituye la base de sus estados nacionales y de la formación de la idea de nación. Pero hay dos miradas críticas muy desarrolladas –en el caso de Estados Unidos y de Brasil– que por medio de los relatos culturales sobre la frontera, construyen la hipótesis de nación en sus respectivos países. Este trabajo es parte de una tesis que aún está en etapa de elaboración. Con el objetivo de construir un “mirador” que permita entender la frontera y desde el cual abordar el caso argentino, este tramo de la investigación se centrará en el panorama historiográfico de la discusión sobre la frontera a partir de las hipótesis de F.J. Turner y Sergio Buarque de Holanda.

Palabras clave: Frontera; Tesis de frontera; Territorio; Nación; Identidad.

SUMMARY

The three cases relate to countries whose territorial expansion is the basis of their national states and the formation of the idea of nation. But there are two critical looks highly developed –in the case of United States and Brazil–, that through cultural narratives about the frontier, build the nation’s hypothesis in their respective countries. This work is part of a thesis that is still in development stage. With the objective of building a “standpoint” for understanding the frontier and from which to approach the Argentine case, this part of the research will focus on the historiographical overview of the frontier’s discussion from the hypothesis of F.J. Turner and Sergio Buarque de Holanda.

Key words: Frontier; Frontier tesis; Territory; Nation; Identity.


 

1. Introducción

La construcción de los estados nacionales en América se basó en la ocupación efectiva del territorio y en la necesidad de pensar una identidad nacional que sustentara ideológicamente al estado en formación. La anexión de tierras bajo control estatal significaba por un lado, potenciar la estructura productiva en un momento de fuerte demanda de materias primas de los mercados internacionales; por otro, el avance sobre fronteras indígenas representaba la eliminación de la diversidad en pos de la cohesión nacional. En países poseedores de grandes “fondos territoriales” –como son los casos de Argentina, Brasil y Estados Unidos–, uno de los acontecimientos más importantes de ese período fue el desplazamiento en el sentido del interior de la frontera, entre las áreas directa o indirectamente relacionadas con la exportación y las áreas desprovistas de cualquier vínculo con el mercado exterior. Ese movimiento en dirección a áreas de poca densidad demográfica y su integración a la economía exportadora se hizo nítido a partir de 1850, cuando se incrementó de forma notable el área geográfica económicamente productiva. Considerada a veces como ocupación de espacios vacíos, el avance de la frontera consistió, en realidad, en el vaciamiento de las regiones ocupadas por pueblos indígenas. En Estados Unidos esta ocupación del espacio fue central, no solo desde el punto de vista económico, sino porque la imagen de la frontera sirvió de mito fundador de la nacionalidad norteamericana. En Brasil el imaginario geográfico de esta ocupación –dividido en litoral y sertón– sirvió para promover la unidad nacional a través de la integración de los territorios fronterizos. En Argentina, los mitos que han surgido de la ocupación territorial, tienden a poner de relieve los obstáculos que se interponían en el camino de la civilización y a disminuir los efectos que la conquista de espacios vacíos podría tener en la construcción de la identidad nacional.
Por lo tanto, territorio e identidad son posibles ejes para rever la construcción histórica y cultural de la frontera en estos tres países.

2. Hacia una definición de frontera

El concepto frontera remite a una dualidad ya que sirve para designar tanto una metáfora como un objeto. Por una parte, existen fronteras culturales, simbólicas; por otro, existen fronteras físicas, territoriales, que definen una forma. Desde hace un par de décadas, los estudios de frontera se han incrementado, poniendo foco en áreas poco antes consideradas como marginales y virtualmente carentes de interés por quienes pensaban que las grandes decisiones históricas, las intrigas políticas, las operaciones comerciales y financieras, los adelantos técnicos y las transformaciones sociales se producían más bien en el corazón mismo de una sociedad que en su periferia. El análisis de las relaciones interétnicas revela que es a menudo en sus mismos márgenes donde una sociedad se piensa y se define, por contraste con un otro que suscita rechazo o ansias de emulación. Es en la circunstancia de cruzar sus propios confines que una sociedad se pone a prueba, se compara, relativiza, afina su espíritu crítico, valora y afirma los rasgos que la caracterizan. Esta revelación lleva incluso a algunos a proponer que la identidad se construye en las fronteras y que la periferia debería entonces verse como centro (Grimson, 2000).
Este trabajo adhiere a una idea de frontera alejada del concepto militar –en tanto línea divisoria entre indios e hispano-criollos, sin mezcla ni contacto– para presentar al espacio fronterizo como un ámbito de convivencia multiétnica, una entidad diferente que no pertenecía ni al Estado Nacional ni al mundo indígena y que constituía un tercer término con su lógica propia (Roulet, 2006). Dentro de este ámbito de mezcla se producían cruces y mestizajes que acentuaban el fenómeno de transculturación, porque efectivamente la frontera era una zona de encuentro y de negociación entre culturas, que no pertenecía ni a un mundo ni al otro, en una franja territorial de contornos variables. De manera que la frontera aparece ya no como límite sino como lugar de convivencia particular, móvil, no necesariamente formalizado, “colchón” (buffer-zone) o espacio amortiguador, negociador o promotor del conflicto.

3. La frontera y la construcción nacional en Argentina

La vigencia del tema de la frontera, luego de casi un siglo y medio de estabilidad, se debe a los cambios sociales, culturales y ambientales generados por procesos de urbanización (espontáneos o planificados) sobre el territorio. Estas razones justifican las nuevas investigaciones acerca de un ámbito que aún hoy se presenta como conflictivo y problemático. De manera que el territorio puede ser entendido como un elemento clave de nuestra historia nacional y no solo como mero escenario de procesos políticos, sociales y económicos. Como plantea Grimson, “pensar problemas políticos y culturales desde las fronteras implicaba romper con una cierta tradición, (…) En el Cono Sur, las perspectivas más expandidas de las ciencias sociales tenían y tienen fuertes características centralistas; las historias y los procesos políticos son pensados desde las grandes ciudades. Por ejemplo, generalmente tiende a considerarse el proceso de nation-building como un proceso desde ‘arriba’ hacia ‘abajo’ y desde el ‘centro’ hacia la ‘periferia’. Las fronteras, confín paradigmático, no tendrían relevancia. Sin embargo, recuperar la dimensión de agencia de las propias poblaciones fronterizas –en lugar de universalizar su supuesta ‘resistencia’ al estado nación– puede revelar que, en muchos casos, hay una dialéctica entre ‘arriba’ y ‘abajo’. De ese modo, las regiones de frontera a menudo tienen un impacto crítico en la formación de las naciones y de los estados. Las comunidades fronterizas pueden ser agentes de cambios sociopolíticos significativos más allá de su localidad e incluso más allá de su estado”.1
La transformación del espacio rioplatense coincidía con el impulso global de la sociedad decimonónica hacia el progreso material, aunque el desconocimiento del territorio fue uno de los principales obstáculos en la guerra con el indio. Conocer significaba fundamentalmente delimitar y transcribir los límites a la carta geográfica o al plano urbano. Las estrategias de ocupación fueron definiendo una forma territorial. Dos convicciones se articulaban en la necesidad de conocer el territorio que se intentaba dominar: poblar y transformar el desierto. Por un lado la modalidad hispánica de asentamientos urbanos en íntima relación con la guerra de posiciones; por otro, la necesidad de transformar el ambiente físico por medio de la técnica (Silvestri, 1999). Del tipo de expansión desde el siglo XVIII se desprenden tres características principales: la articulación entre poblar y conquistar; el avance gradual de la frontera en una línea fortificada siempre paralela al río Salado; y la dependencia de la topografía con respecto al aparato militar. En Buenos Aires, las guardias que demarcaban las líneas de frontera fueron agrupando a su entorno núcleos poblacionales, de modo que muchos pueblos de la provincia tienen su origen en un fuerte. La última realización que responde a esta estrategia fue la zanja de Alsina como materialización del límite ideal de la frontera, que rodeaba con un foso el territorio ocupado por la civilización, a la manera de las estancias fronterizas. La campaña de Roca fue la que coronó la articulación entre ciencia, técnica y objetivos militares, mejorando la producción cartográfica, incorporando científicos a las expediciones. A partir de allí, el desierto fue materialmente cuadriculado, desapareciendo así los espacios en blanco en el mapa. La cartografía y la geodesia formaron parte del aparato militar, arrebatándole al indio el secreto de su tierra. Indio y desierto significaban lo mismo, frase que fue repetida hasta el cansancio en discursos y artículos. Eliminando al indio, la pampa ya no volvería más a ser desierto. De allí que fuera el gaucho y no el indio quien represente la condición del ser nacional y que nuestro país se ciña a la imagen clásica de la vasta llanura, en la que cree encontrar los secretos de su identidad. En un falso intento de emular la frontera norteamericana, el discurso nacionalista del siglo XIX en Argentina planteaba la integración territorial a través de la incorporación de territorios indígenas previamente proclamados vacíos. A esta hipótesis del vacío,
utilizada para explicar el territorio de la pampa como un gran desierto vaciado de otra cultura, se le oponía el lleno y la civilización de la ciudad.
Durante la segunda mitad del siglo hubo una importante producción escrita de relatos sobre la frontera –realizados entre 1870 y 1900– vinculados a los hombres que participaron de la Conquista del Desierto. Esta narrativa expedicionaria (Torre, 2007), compuesta por múltiples textos que sirven para conformar un relato de carácter fragmentario, armado con historias de la guerra en el desierto, relatos expedicionarios, crónicas periodísticas, memorias militares, diarios de viajeros, autobiografías, mensajes al congreso nacional, cartas y producciones iconográficas, abarca diferentes instituciones y ordenes discursivos: literario, científico, militar, político. Las obras que componen esa narrativa expedicionaria se pueden dividir entre las que cuentan viajes a la frontera en los años previos a la expedición de Roca –que refieren la situación de la frontera y las posibilidades para la conquista del territorio–, las que se producen durante la expedición de 1879 –que narran las experiencias de la vida en campaña por quienes formaron parte de la misma– y las obras posteriores a 1880 –que narran viajes de relevamiento científico o relatos autobiográficos de los expedicionarios.
La producción que da cuenta de una experiencia de frontera, puede abarcar todo el siglo XIX, si se consideran los textos literarios anteriores sobre el desierto argentino2, donde la frontera ya era un tema recurrente. La particularidad de la narrativa expedicionaria es el rol fundamental del estado moderno en su producción, puesto que la mayoría de los textos fueron escritos por encargo, y cuyo resultado –además de la fuerte impronta propagandista– fue la construcción del “desierto” en el imaginario argentino del siglo XIX.

4. Modo de abordaje

Los tres casos elegidos se refieren a países de inmigración cuya expansión territorial constituye la base de sus estados nacionales y de la formación de la idea de nación. Pero hay dos miradas críticas muy desarrolladas –en el caso de Estados Unidos y de Brasil– que por medio de los relatos culturales sobre la frontera, construyen la hipótesis de nación en sus respectivos países. Estas son The Frontier in American History (1920), de Frederick Jackson Turner y Caminhos e fronteiras (1957), de Sergio Buarque de Holanda. La metodología de la investigación se desarrollará a partir de la confrontación de los tres casos en la literatura secundaria. De modo que será necesario construir un “mirador” para entender la frontera y desde el cual abordar el caso argentino.
El diferente grado de conocimiento de los casos, hace necesario rever la trama del ejercicio comparativo, para profundizar en el caso de Argentina. Los ejemplos de Brasil y EEUU serán revisados para este apartado a través de trabajos históricos y culturales de matriz literaria, como puntos de apoyo en la investigación, pero manteniéndose deudores del caso principal. Para construir el “lugar de observación” se trabajará, por un lado, sobre las teorías de EEUU y Brasil, discutiendo las hipótesis respectivas de Turner y Buarque de Holanda en relación a sus procesos históricos, al imaginario de la época, al modo en que fueron narradas y a la representación de la nación en la frontera, para verificar de qué manera cambió ese rol de la frontera con la incorporación de las miradas historiográficas actuales. Dado que este trabajo es un avance de investigación, es decir, es parte de una tesis que aun está en etapa de elaboración, este tramo de la investigación se centrará en el panorama historiográfico de la discusión sobre la frontera a partir de las hipótesis de Turner y Buarque de Holanda.

5. Los relatos culturales de la frontera

En Estados Unidos, si bien Turner no fue el primero en escribir acerca de la frontera, fue quien puso el tema en primer plano en la escena académica. Hasta ese momento, la línea de análisis dominante para explicar la historia de EEUU provenía de una corriente de historiadores de formación europea cuya tesis sostenía que las instituciones americanas fueron una evolución de las europeas. Por el contrario para Turner, la frontera fue el ámbito donde nació una cultura única, sin rastros del germen europeo, donde la historia de la colonización del oeste constituía la propia historia americana: La existencia de tierras libres, su continua recesión y el avance de la colonización hacia el oeste, explican el desarrollo americano (Turner, 1920).
Según la hipótesis de Turner, la conquista norteamericana del oeste consistió en una emigración vigorosa de este a oeste y la frontera –como espacio social, político y económico– jugaba en este desplazamiento un rol crucial. Turner explicaba que esa emigración fue posible por la existencia de tierras libres y que las instituciones norteamericanas se fueron adaptando paulatinamente a los cambios de ese pueblo en expansión. El historiador diferenciaba además entre la línea de frontera norteamericana y la europea porque no se trataba de una línea fortificada sobre poblaciones sino de un área de imprecisa penetración, escasamente habitada y controlada. Por eso estudió las distintas fases en la historia de la frontera. Desde el siglo XVII diversas fronteras con sus estilos característicos habían ido delimitando el
territorio e incluso, señala Turner “el carácter del individuo norteamericano”. Varios tipos de pioneros le habían dado un estilo específico: el cazador, el traficante con los indios, el ranchero, el agricultor y finalmente el poblador semi-urbano. A diferencia del desierto argentino, el Oeste era un enfrentamiento con el paisaje más que un enfrentamiento con el indio. Era, sobre todo, en la lógica de su representación, el espacio donde Estados Unidos se volvía a escribir y reinterpretaba su propio pasado, un país que se modelaba con la experiencia de la frontera. Mientras que la ausencia en el poblamiento argentino fue la colonización efectiva, la falta de perspectiva para pensar al inmigrante en su rol de agente dinamizador de la frontera.3
A inicios del siglo XX en Brasil, Euclides da Cunha (1902) en su libro Los sertones realizó una denuncia social en las tierras del oeste, tema que fue retomado en los años treinta, cuando el sertón reapareció con la formulación de la tesis de “los dos Brasiles”: el Brasil del litoral –que emulaba a la Europa moderna– y el Brasil del sertón –pobre, analfabeto e inculto–. Desde el estado, estas imágenes del oeste y del centro fueron tomadas para promover la integración nacional, de manera que se convocó a la nación a marchar rumbo al sertón, que en ese momento era visto como lugar de unidad. En los años treinta, entonces, aparecieron nuevos retratos de Brasil, –nuevas interpretaciones de la sociedad– que lograron una redefinición del pensamiento social brasileño. Sergio Buarque de Holanda (1957) en Caminos e fronteiras planteó a la frontera como lugar privilegiado para la producción de una cultura nacional, siguiendo la tesis de Turner en la esencia de “cultura de frontera”. Sergio Buarque presentaba una historia de la frontera en movimiento, desde sus sentidos y valores cotidianos que estaban siempre en mutación, entrecruzando sobre ella fuerzas tradicionales y otras nuevas y produciendo un permanente acomodamiento que mutaba lo viejo y remodelaba lo nuevo. Por ello la transformación que sufría la sociedad se constituía en una nueva forma de vida a través de un movimiento dentro del cual las tensiones tenían diferentes temporalidades de continuidad y de ruptura. Así la cultura indígena preexistente y el legado de los portugueses eran tensiones permanentes en un movimiento dialéctico, resultando ellas en un nuevo camino y una nueva historia.
Según esta postura es posible encontrar una dinámica de la frontera en acción a través de la correspondencia de ciertas figuras emblemáticas en cada siglo de conquista. De manera que en el siglo XVII predominaba la figura del bandeirante, en el XVIII el monzonero y en el XIX el tropero y el hacendado, como el resultado de un gradual cambio ocurrido entre esos personajes en el proceso de ocupación del oeste brasileño, en el cual el tropero era el sucesor directo del sertanista y el precursor, en muchos puntos, del gran hacendado. De modo que de esta tradición dinamizada por la frontera nació un país de por sí compatible con un mundo en proceso de americanización (Wegner, 2000). La interpretación espacial del Brasil presenta un territorio claramente dividido en litoral y sertón, en un intento de definir geográficamente la nacionalidad brasileña. Desde los discursos de interpretación la imagen de Brasil tiene la singularidad de representar una patria geográfica, es decir, una construcción que establece a la nación como el resultado de una sumatoria de espacios en el mapa. El sertón se constituye en la temática primordial de esta preocupación geográfica. Es concebido como espacio vasto y desocupado o como universo dominado por un modo de vivir típico. Por oro lado, allí residen las posibilidades de conservación del espíritu verdaderamente nacional. La otra región del espacio nacional es el litoral. Este lugar también recibe valoraciones ambiguas, surgiendo ya como la parte civilizada que debe extenderse al interior, ya como porción degradada e inauténtica que debe nacionalizarse, absorbiendo la idiosincrasia brasileña del interior (Vidal e Souza, 1997).
De modo que el litoral es concebido como contrapunto del sertón: es un territorio imaginado y construido para fortalecer un argumento de desigualdad entre ambas regiones de Brasil, aunque en la realidad sean regiones espacialmente contiguas.

6. La tesis de Turner

En The Significance of The Frontier in American History (1893)4 Turner considera que el desarrollo de la nación norteamericana es producto del medio ambiente característico de América, un medio que se caracteriza por la existencia de tierras libres que están en continuo receso y que son ocupadas por el avance de la colonización hacia el oeste. Esta historia del avance de la frontera, entendida como un proceso de evolución que definió la nacionalidad y la democracia en Estados Unidos, se diferenciaba de las posturas historiográficas anteriores, que le atribuían un origen institucional europeo. De esta manera, el autor marca la diferencia al plantear un proceso de americanización de las instituciones y de la sociedad norteamericana. Turner organiza su tesis alrededor de dos grandes aspectos. Por un lado se dedica a esbozar los distintos tipos de frontera y sus modalidades de avance; por otro, apunta a enumerar las consecuencias que trajo aparejado el proceso de la frontera.
En primer lugar explica los avances sucesivos sobre el territorio, desde la colonización de los siglos XVII y XVIII, que fue ascendiendo por el curso de los ríos que desembocan en el Atlántico, formando un área poblada constante sobre las costas del este, hasta 1890, cuando la colonización estaba tan extendida por toda la región que no era posible seguir hablando de una línea fronteriza. Cada nueva frontera fue conseguida mediante guerras y cada diez años se fueron registrando avances concretos en donde los límites naturales sirvieron para señalarlos. De estos diferentes tipos de frontera se valió Turner para hacer un análisis de la evolución social de los EEUU. Si bien cada frontera contribuyó de forma similar a la formación de un carácter norteamericano, presentaban diferencias esenciales debido a dos elementos: el lugar y el tiempo. Esto le permitió hacer un estudio comparativo del desarrollo social donde cada fase evolucionaba a otra más elevada, identificando en un principio al indio y al cazador, luego al comerciante, el ranchero, las colonias agrícolas diseminadas, luego los poblados y finalmente las ciudades y sus fábricas. Para Turner una de las consecuencias del comercio en la frontera india fue preparar el camino de la civilización, ya que los mismos senderos que utilizaban los indios para rastrear búfalos luego se hicieron caminos y luego carreteras que a su vez dieron paso al ferrocarril. La frontera del traficante fue minando el poder de los indios, haciéndolos dependientes del comercio con los blancos, a la vez que les daba mayor poder de resistencia contra la frontera del agricultor, mediante la venta de armas de fuego. Los puntos militares de la frontera sirvieron como núcleos de asentamiento tanto como protección para las líneas de colonización, permitiendo establecer un pasaje de la frontera del ranchero, criador de ganado, a la frontera del agricultor, que tuvo un avance desigual y produjo una serie de oleadas sucesivas. Esta frontera agrícola se relacionaba con la disponibilidad y el bajo precio de las tierras, pero también con un componente aventurero que impulsaba a un movimiento continuo hacia el oeste.
El otro gran aspecto en torno al cual Turner organiza su tesis, es la influencia de la frontera sobre el Este. Según Turner la principal consecuencia de la frontera es la formación de una nacionalidad compleja, basada en el gran aporte inmigratorio de irlandeses, escoceses y alemanes, que fueron quienes –junto con los siervos libres– se asentaron originalmente en la frontera. Es decir, que la gran mayoría de inmigrantes no eran de origen ingles, como sí ocurría en la costa Este y en ese “crisol de la frontera” los pobladores se americanizaban y se fundían en una raza mixta. Estas tendencias nacionales que Turner le adjudica a la frontera, estarían impulsadas por la mezcla de nacionalidades y la movilidad de la población, emigrando de un estado a otro, determinando caracteres sociales y económicos que trabajaban contra el regionalismo. Las relaciones dentro de la nación y el consecuente proceso de entrecruzamiento de ideas e instituciones promovieron la muerte del localismo y el surgimiento de una idea de nacionalidad norteamericana. Otra de las consecuencias de la frontera fue la independencia industrial respecto de Europa. La costa sureña carecía de industrias locales y dependía de Inglaterra en casi todo su abastecimiento. A medida que la frontera se alejaba hacia el oeste, comenzó a incrementarse la demanda comercial, de manera que ciudades como Boston, Nueva York y Baltimore empezaron a crecer como centros industriales y comerciales, reemplazando así a Inglaterra. Esta serie de mejoras internas también acarreó efectos sobre la legislación nacional, sobre todo en lo referente a la legislación de los ferrocarriles, con importantes consecuencias para la nacionalización de las instituciones y el gobierno. El dominio de las tierras públicas es otro de los factores clave de la nacionalidad norteamericana.
La política de tierras en EEUU –a diferencia del sistema europeo– no les negó su acceso a los inmigrantes con el propósito de lograr una colonización mas homogénea, sino que las tierras libres fueron entregadas gratuitamente a quienes se asentaran en ellas, estableciendo así la ley de derecho de propiedad como un derecho común de los colonos. Para Turner el efecto más importante de la frontera fue el haber fomentado la democracia en América y en Europa. El individualismo propio de la frontera, definía en sus pobladores un carácter independiente y antisocial y estas características de la sociedad fronteriza impulsaron la democracia. Turner ordena la historia de los Estados Unidos a partir del movimiento de la frontera y de su avance sucesivo. En un primer momento, la frontera era la costa atlántica y a medida que se alejaba hacia el oeste, se hacía cada vez más americana, de modo que construye la idea de nación basándose en la expansión territorial del oeste. Para él cada nuevo avance significaba una nueva frontera y determinaba etapas de evolución no solo sobre la apropiación de nuevas tierras sino sobre el carácter nacional de las instituciones y del gobierno. Hasta el momento de la aparición de la tesis de Turner, la historiografía norteamericana había construido la historia de las contingencias entre el norte y el sur, que –a partir de la Guerra de Secesión– monopolizaba el discurso histórico con el problema de la esclavitud. Turner convirtió la polémica norte-sur en una historia del Oeste, aplicando su hipótesis a todos los sectores de la vida socio-histórica de su país: geografía, economía, población, instituciones, educación y religión.5

7. La tesis de Buarque de Holanda
Caminhos e fronterias (1957) forma parte del corpus sergiano, que se destaca por la riqueza de su contribución a la historia brasileña, donde persiste la indagación a un mismo objeto, es decir, la búsqueda de las estructuras más profundas del ser nacional. Según Buarque de Holanda la estructuración de su trabajo Caminhos e fronteiras obedece a una secuencia natural, pero que se resume como idea única en la disolución y la recuperación del legado europeo.
En la primera parte se abordan las situaciones surgidas del contacto entre la población adventicia y los indígenas del Brasil y la adopción, por parte de los colonizadores, de ciertos patrones de conducta y de utensilios y técnicas propias de los aborígenes. En este aspecto de la vida material, el autor tiene la convicción de que los colonos y sus descendientes eran mucho más accesibles a incorporar costumbres distintas de su tradición europea que en lo referente a las instituciones y la vida social y familiar. En sí, la primera parte trata sobre la dilución del legado europeo en los primeros tiempos de la colonia. La segunda y la tercera parte se refieren a la recuperación de ese legado ancestral. La segunda parte está dedicada a las técnicas rurales, haciendo hincapié en la importancia de la herencia indígena y en la última parte, se abordan actividades que tienden a acomodarse a los medios urbanos y se tornan cada vez más dóciles a los influjos externos. Pero el tema del libro tiene una visión y una orientación unitarias, sugeridas ya desde el título. La referencia a los caminhos apunta a la movilidad característica de las poblaciones de la región paulista, en contraste con la tradición más constante de la colonización portuguesa que se asentó junto a los puertos; y esa movilidad condicionaba a su vez la idea de fronteira. Frontera entre paisajes, poblaciones, hábitos, instituciones, técnicas e idiomas, que daban lugar a la formación de productos mixtos o simbióticos. Esta acepción de la palabra fronteira puede ser utilizada independientemente de cualquier relación con el significado de la frontera de Turner. Según Sergio Buarque, no se pueden aplicar los esquemas de Turner a las condiciones que se crearon en Brasil y se asociaron a su expansión geográfica, porque existe un contraste radical entre los habitantes de la frontera paulista y los pioneers norteamericanos. Aunque para el autor, ciertos trazos peculiares en la historia de Brasil pueden asociarse al concepto de frontera turneriana, como es el papel preponderante del indígena en la formación brasileña. Es decir, en la formación de una cultura nacional en la frontera. La obra de Sergio Buarque puede leerse como un diálogo con la tesis de Turner, aunque adecuando la lógica de la frontera a un contexto distinto del norteamericano y destacando la particularidad de la frontera brasileña. Algunas cuestiones a considerar en este posible paralelo son, por un lado, la frontera abierta, es decir, las tierras libres disponibles. En segundo lugar la duración de la frontera y una tercera cuestión que también está presente en la teoría de Turner es la hipótesis de que la frontera no elimina el legado europeo, sino que lo transforma. En cuanto al avance sobre el territorio, debe tenerse en cuenta que el proceso de ocupación del oeste en EEUU se realizó en un lapso de tiempo concentrado en el siglo diecinueve (entre las décadas de 1820 y 1890) mientras que en Brasil la duración de la frontera prolongada se inicia en el siglo XVI. El hecho de que la frontera brasileña estuviera en movimiento con más de doscientos años de antelación a la norteamericana, implicó una conquista con una tecnología menos avanzada y a un ritmo más lento pero fomentó un contacto más íntimo entre indios y blancos durante un período mayor. De manera que la diferencia reside en el grado de influencia indígena –y su acción transformadora– sobre las costumbres y las instituciones de la frontera.
Es decir, que la relación entre las dos culturas existía, tanto en América del norte como en América del sur, solo que con una variación de intensidad de los contactos entre ambos casos. Mientras en EEUU la adaptación a las costumbres nativas constituye una excepción, en la frontera brasileña llega a ser casi una regla. En el caso brasileño se enfatiza el alto grado de adaptación del europeo a las técnicas indígenas, al mestizaje y al hecho de que los espacios ocupados por los sertanistas de los siglos XVII al XIX no formaran un continuum, haciendo pensar más en un archipiélago que en un continente. Entonces, ¿cuál es el papel del legado transatlántico en la dinámica de la frontera? Es factible acercar el argumento de Buarque de Holanda al núcleo de la tesis de Turner, al mismo tiempo que el primero destaca las condiciones específicas de la frontera brasileña, basándose en un argumento que envuelve la lógica transformadora de la frontera. Se concentra, por un lado, en la adecuación al esquema de Turner –por medio de la adaptación– y por otro, en la particularidad del ritmo de conquista del Oeste de Brasil –la lentitud. Ilustra esa transformación a través de un proceso que implica la adaptación, la retirada a lo primitivo y también la reanudación de la herencia europea y la transformación de las condiciones que ofrece el medio: ajustándose a los nuevos ambientes pero siempre manteniendo las huellas de lo heredado.6

8. Consideraciones finales

Turner en EEUU y Buarque de Holanda en Brasil se imponen como los autores de los relatos historiográficos dominantes, donde la frontera es el factor determinante en la formación de la nacionalidad. Ambas teorías han sido –y seguirán siendo– discutidas por la historiografía7 pero no pueden ser evitadas al abordar la cuestión de la frontera en los procesos de construcción de la nación.
En Argentina, en cambio, la frontera no ocupó ese lugar central en los relatos historiográficos. Si bien la producción literaria de mediados y fines del siglo XIX es muy abundante en cuanto a relatos contemporáneos al proceso fronterizo y aún los ensayos historiográficos de principios del siglo XX, es decir, una vez finalizado el avance de la frontera, incorporan la búsqueda de una idea de nación, no hay un relato cultural dominante, como los de Turner o Sergio Buarque, que sume hipótesis de nacionalidad en relación al territorio. La pregunta que surge a esta altura es ¿por qué la frontera no ocupó ese lugar en Argentina, de forma similar a los otros dos países con características comparables? Si una vasta producción literaria e histórica se ha ocupado del tema, ¿por qué no hay una construcción de la teoría de la frontera argentina?
El objetivo de la construcción de este “mirador” es poder reorganizar estas teorías en función de mis propias inquietudes. Es decir, desde mi especialidad, indagaré en los textos de Turner y Buarque de Holanda acerca de la definición de una forma en el avance de cada frontera: una forma territorial, una forma de ocupación, una forma de habitación, una transformación territorial, que tendrán algún tipo de relación con el rol del estado, con la geografía, con la realidad política y económica de cada uno de los casos. Esta construcción de un lugar de observación para entender el caso argentino, permitirá delinear conclusiones válidas y dibujar la silueta de lo que no fue en Argentina.

Notas

1 Grimson, Alejandro. “Fronteras, estados e identificaciones en el Cono Sur”. En Daniel Mato, Cultura, política y sociedad Perspectivas latinoamericanas. CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. 2005. pp. 127-142.

2 La cautiva, Echeverría, E., (1838); Facundo, Sarmiento, D.F., (1848); Una excursión a los indios ranqueles, Mansilla, L.V., (1870); Martín Fierro, Hernández, J., (1872-79).

3 “La Conquista del Desierto en la Argentina sigue de cerca a la Conquista del Oeste en los Estados Unidos, pero la primera es llevada a cabo por los ejércitos y la oligarquía mientras que la segunda concedió una amplia parte a los esfuerzos de los inmigrantes, a los que tuvo que recompensar con propiedades. Este reconocimiento del esfuerzo individual, al margen y aún contra el poder del Estado, es el mismo que alimentó los mitos urbanos norteamericanos que se definieron en el self-made man”, en Rama, Ángel, La ciudad letrada. Montevideo, Fundación Internacional Ángel Rama, 1984, pág. 84.

4 Este texto pasará a formar parte de la publicación de 1920 The Frontier in American History.

5 Clementi, Hebe, F. J. Turner, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1968, pp.13-16.

6 Wegner, Robert, (2000) A conquista do oeste. A fronteira na obra de Sérgio Buarque de Holanda, Editora UFMG, Belo Horizonte, pp. 121-141.

7 Sobre la llamada generación de la hipótesis de frontera o la escuela turneriana, que mantuvo el legado de su iniciador hasta mediados del siglo XX, ver Billington, Ray Allen, (1960) Westward expansion: a history of the American frontier, US The Macmillan, New York. Al mismo tiempo, aparecieron una serie de trabajos que, si bien no se postulaban como críticos de Turner, presentaban otras alternativas para la interpretación de la frontera, como procesos comunes a toda América, formados por legados coloniales y nuevas tradiciones, desde los trabajos de Herbert Eugene Bolton, y Walter Prescott Webb (1950). En los setenta se inició la corriente revisionista y a fines de los ochenta surgió la llamada New Western history, cuyos integrantes, insatisfechos con las interpretaciones previas de la frontera, aceptaron poco de la doctrina predicada por Turner, y consideraron al oeste como una región, rechazando el término frontera e incorporando a la tesis la existencia de múltiples actores. Sobre la New Western History ver Bogue, Allan G., Frederick Jackson Turner Reconsidered, The History Teacher, Vol. 27, Nº 2 (Feb., 1994), pp. 195-221; Weber, David, Turner, the Boltonians and the Borderlands, The American Historical Review, Vol. 91, No. 1 (Feb., 1986), pp. 66-81; Walsh, Margaret, The American frontier revisited, Economic History Society, London, 1981; Etulain, Richard, Does the frontier experience make America exceptional?, Bedford/St. Martin’s, Boston, 1999; Nobles, Gregory, American frontiers: cultural encounters and continental conquest, Hill & Wang ed., New York, 1997. Investigaciones recientes sobre la frontera y su importancia en la conformación social brasileña, pusieron de manifiesto ciclos de expansión y contracción, el rol del Estado y la multiplicidad de los actores sociales intervinientes. En el estudio de una región paulista de frontera –desde una postura que contradice los postulados de igualdad y democracia turnerianos–, se destaca la estrecha relación entre la frontera y las estrategias familiares de tres clases sociales en las plantaciones azucareras, que interactúan en la frontera de forma desigual (la elite de plantadores, los campesinos y los esclavos). A partir de un enfoque regional en la larga duración, se plantea a la estructura social brasileña contemporánea, como herencia de un legado colonial que tuvo su inicio en la frontera. Ver Metcalf, Alida, (2005), Family and Frontier in Colonial Brazil: Santana de Parnaíba, 1580-1822, University of Texas Press; Lombardi, Mary (1975) The Frontier in Brazilian History. An Historigraphical Essay, The Pacific Historical Review, Vol. 44 N° 4, University of California Press, pp. 437-457; Martins, Wilson, Uma interpretacao historica, Hispania, vol. 74 N°3, pp. 542-547.

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