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Relaciones internacionales

On-line version ISSN 2314-2766

Relac. int. vol.29 no.59 La Plata June 2020

http://dx.doi.org/https://doi.org/10.24215/23142766e104 

Diálogos

Jorge Castro [1 ]

Sebastián Do Rosario1 

1Universidad Nacional de La Plata

1. ¿Qué lectura hace de la dirigencia, pero también de la sociedad norteamericana, con una campaña presidencial tan centrada en cuestiones puramente domésticas?

Lo primero que hay que advertir es que el cronograma político electoral norteamericano está fijado en la propia Constitución de los Estados Unidos (EE.UU.), de modo que, después de las elecciones presidenciales del 3 de noviembre, la cuestión que aparece de inmediato es ver si uno de los dos candidatos ha logrado más de 270 escaños en el Colegio Electoral de EE.UU. Esta parece ser la situación que favorece a Joe Biden, el candidato del partido demócrata que está por encima, significativamente por encima, de esa cifra de 270 escaños, que es la que le abre paso en el Colegio Electoral para ser designado presidente de los EE.UU.

El siguiente factor que hay que tomar en cuenta es, al mismo tiempo, parte de un cronograma: es que el Colegio Electoral es el único que designa al presidente de los EE.UU. El presidente de los Estados Unidos no surge del voto popular sino del número de escaños que tiene en el Colegio Electoral en representación de los 50 estados de la unión y será designado en una reunión que tendrá lugar el 14 de diciembre de este año.

El tercer paso de este cronograma político-electoral es que el nuevo presidente de EE.UU. asume el poder político del ejecutivo norteamericano, esto es, la Casa Blanca, el 20 de enero de 2021. Este cronograma se cumple indefectiblemente en Estados Unidos; es un sistema que tiene una elección presidencial cada cuatro años y una renovación completa cada dos años de la Cámara de Representantes. A su vez, cuando se produce una contienda presidencial y, por lo tanto, la elección o ampliación de mandato de un presidente de EE.UU., 1/3 del Senado norteamericano al mismo tiempo se renueva. Esto es lo que indefectiblemente pasa en EE.UU. desde 1793. Este sistema ha funcionado en épocas de guerra y de paz, durante la guerra civil y en el transcurso de la 2da Guerra Mundial. En la 2da Guerra Mundial hubo dos elecciones presidenciales norteamericanas y cuatro renovaciones plenas del Congreso, en medio de los combates y el enfrentamiento bélico, tanto como contra Alemania como contra el Imperio del Japón. No se ha modificado en ningún punto de ningún momento este calendario político electoral norteamericano.

Dicho esto, lo que conviene tomar en cuenta es que el presidente Donald Trump ha logrado, en estas elecciones presidenciales, 74 millones de votos, lo que significa esto para el presidente Trump, haber logrado esta cantidad, es que ha obtenido 11 millones de votos más que los que obtuvo en 2016, cuando fue elegido por primera vez.

Al mismo tiempo Trump ha triunfado por una diferencia significativa en dos de los cuatro principales estados norteamericanos: Texas, que es el segundo en importancia después de California, y en Florida. En Florida se impuso por una diferencia de cuatro puntos a Joe Biden. Esto es, logró tres veces más votos que los que obtuvo Donald Trump contra Hillary Clinton en el año 2016. Y en lo que se refiere al estado de Texas, la diferencia fue de cinco puntos entre Trump y Biden. En los dos casos obtuvo el respaldo de más del 50% del voto hispano-latino que ha sido un reducto electoral, en estos dos estados, del partido demócrata.

2. Se ha dicho que esta elección se terminó transformando en un referendo de la personalidad de Trump; sin embargo, vemos que tanto rechazo no ha generado en su base electoral ¿qué opinión le merece?

En absoluto, ha crecido en 10 millones. El respaldo político al presidente Donald Trump es enorme en Estados Unidos. Lo que está ocurriendo en el momento actual es que el nuevo gobierno, que asumirá el poder político de la Casa Blanca el 20 de enero 2021, presumiblemente el presidente electo Joe Biden, aparece como una presidencia débil. La razón de la debilidad del nuevo gobierno de Joe Biden es que no controla el Senado de los Estados Unidos. Y, como en el sistema norteamericano el poder político está fragmentado entre el Ejecutivo, por un lado, y el Poder Legislativo, por otro (especialmente el Senado norteamericano), en un sentido estricto, no se puede gobernar a Estados Unidos si no es sobre la base del respaldo al Ejecutivo por parte del Senado.

Lo que aparece en el horizonte es un gobierno sujeto a un escrutinio permanente de parte de la mayoría republicana en el Senado de Estados Unidos. Hay que agregar a esto que el partido demócrata está profundamente dividido, entre un ala izquierda, que es la autora de los principales elementos del programa de gobierno por el cual ha sido elegido Joe Biden, y una corriente de centro, moderada, tradicional dentro del partido demócrata, que es la que encabeza precisamente el presidente electo Joe Biden.

Lo que se ha estado produciendo en las últimas semanas es un reclamo de la izquierda del partido para tener posiciones fundamentales, incluso en el gabinete del presidente electo Joe Biden y lo que esto significa es que Biden se enfrenta a un dilema de extraordinaria importancia: si satisface los reclamos de su base electoral, que es el sector que le otorga energía al partido demócrata, que es la izquierda del partido. En ese caso, considero que se va a agudizar el conflicto con el presidente Donald Trump y los 74 millones de norteamericanos que lo respaldaron.

A mi entender, la primera salida del presidente electo Joe Biden es establecer algunas bases o elementos de unión nacional, en un país tan profundamente fragmentado y dividido, como los Estados Unidos. Hay aproximadamente 74 millones de norteamericanos que han respaldado a Donald Trump en estas elecciones y muchos de ellos creen, en más de un 70%, que los resultados de las elecciones han sido fraguados. Este es un dato político de enorme importancia, porque lo que está ocurriendo en EE.UU. es que esta base electoral del presidente Trump (y el mismísimo presidente en sí) cuestionan la legitimidad del nuevo gobierno que formará el presidente electo Joe Biden.

Esto ha eclosionado después del 3 de noviembre y a medida que se aproxima el nuevo gobierno demócrata y el ala izquierda del partido hace reclamos cada vez más insistentes, que son reclamos profundamente “antiTrump”, el conflicto de Estados Unidos en vez de disminuir, tiende a agudizarse. En este sentido, lo que se puede llegar a dar es que Estados Unidos ingrese en una de las etapas más conflictivas de su historia desde la guerra civil.

3. Yendo al plano de la política internacional, en América Latina ¿podría decirse que hay una continuidad entre Barack Obama y Donald Trump respecto de Venezuela? ¿Cómo ve la relación de EE.UU. con América del Sur?

El tema de Venezuela no es un tema relevante en la discusión entre los dos partidos; hay un acuerdo de fondo sobre la caracterización del gobierno de Nicolás Maduro. Lo que no sabemos todavía es cuánto poder efectivo va a tener el nuevo gobierno del presidente electo Joe Biden. Lo que aparece en estos momentos es un gobierno que promete ser extremadamente débil y esto puede modificar algunas orientaciones, incluso de política exterior.

Respecto de América del Sur, el único vínculo realmente importante que tiene EE.UU. en América del Sur es con Brasil, y en los últimos cuatro años el presidente Trump ha establecido un acuerdo estratégico, incluso en materia de seguridad y defensa con el presidente Jair Bolsonaro. Esto claramente está sujeto a revisión en el gobierno demócrata que se avecina.

4. ¿Qué mundo se encontró Trump en 2016 y qué mundo se encontrará ahora Biden cuando asuma en 2021?

El mundo se ha transformado profundamente en este período de la pandemia del coronavirus. El primer país que más se ha transformado es, sin duda, los Estados Unidos. Tengamos presente que la economía norteamericana es la primera del mundo. El PBI norteamericano, a cifras de 2019, asciende a los 21,9 billones de dólares. Es el 25% del PBI global; esto acompañado por el hecho de que la respuesta a la pandemia del coronavirus ha desatado un nuevo ciclo de cambio y revolución tecnológica extraordinaria en los Estados Unidos. Hay aproximadamente 150 millones de trabajadores norteamericanos que se han volcado al teletrabajo. Hay un boom de Wall Street, que está en los mayores niveles de su historia, incluso superiores a los niveles de finales de la década de 1920, sentados en las empresas de alta tecnología. Lo que ha ocurrido en Estados Unidos en el transcurso de la pandemia del coronavirus, cuando la economía norteamericana se hundió en el segundo trimestre del año –aproximadamente un 32% anual– es que ha ocurrido un nuevo ciclo de los cuales Estados Unidos ha experimentado varios de estos ciclos de destrucción creadora, en el sentido del vuelco de los capitales y de la fuerza de trabajo hacia sectores de nueva y creciente productividad, que son sobre todo aquellos vinculados al teletrabajo, al e-commerce.

5. ¿Habrá una política hacia China similar a la de Trump?

La política con China se basa en el Acuerdo Estratégico al que llegó el presidente Donald Trump con el presidente Xi Jinping y que se firmó en Washington este año. Esa la base de la relación entre las potencias del siglo XXI. De modo que la relación entre Estados Unidos y China se caracteriza, en el momento actual, como una exacerbación de la competencia estratégica, sobre todo, en el dominio de las tecnologías de avanzada de la cuarta revolución industrial, por un lado, y, al mismo tiempo, un espacio de cooperación entre las superpotencias. Yo considero que eso no se modifica.

6. ¿Qué cursos de acción le quedan a la Argentina en un mundo que pareciera tornarse, de cierta forma si se quiere, bipolar?

Lo que sucede en la Argentina hoy es un proceso creciente y acelerado de vacío de poder y desintegración del poder político, debido a la debilidad de la autoridad presidencial de Alberto Fernández. Este es el punto fundamental de la crisis argentina actual. Es un fenómeno esencialmente político, de carácter orgánico, que tiene que ver con el hecho de que el sistema político argentino es esencialmente presidencialista; y si no tiene en sus manos la autoridad del Estado, que es lo que sucede en el momento actual, el sistema se paraliza y entra en un proceso de descomposición creciente y acelerada, que es lo que está ocurriendo ahora.

Notas

1Abogado (UBA) y analista internacional. Fue Secretario de Planeamiento Estratégico de la Presidencia de la Nación (1998-99) y es Presidente del Instituto de Planeamiento Estratégico (IPE).

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