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Relaciones internacionales

On-line version ISSN 2314-2766

Relac. int. vol.30 no.61 La Plata June 2021

 

Lecturas

The Rise of China and International Relations Theory

Noelia Castro1 

Alfonso Morales2 

Antonela Pedraza3 

1GJI-IRI

2GJI-IRI

3GJI-IRI

Kachiga, Jean. The Rise of China and International Relations Theory. 2021. Peter Lang, New York: 274p. ISBN: ISBN 978-1-4331-7966-2 (hardback) - ISBN 978-1-4331-7967-9 (ebook pdf - ISBN 978-1-4331-7968-6 (epub) | ISBN 978-1-4331-7969-3 (mobi).

The Rise of China and International Relations Theory examina las principales teorías de las relaciones internacionales, y las comparan con las decisiones y comportamientos de China como actor internacional.

En la Introducción el autor argumenta que las principales teorías de las relaciones internacionales no hacen más que asignar roles determinados a los diferentes actores internacionales desde una mirada puramente occidental. Según el autor, lo que este libro pretende es dilucidar si el comportamiento Chino como actor internacional puede teorizarse mediante dichas teorías, adecuándose al rol determinado que le es asignado, ya sea intencionalmente o no. O en caso de no ser posible, aclarar si las teorías chinas que surgen para explicarlo, contribuyen a teorías existentes sobre relaciones internacionales o están creando una nueva escuela dentro de las mismas.

En el primer capítulo, China´s Rise in Modern Historical Context , el autor argumenta que la emergencia China es una consecuencia de su capacidad como Estado para responder a las demandas tanto de sus propias circunstancias como a las exigencias que la época requiere en la dinámica de la historia. China está emergiendo como una potencia económica mundial gracias a que pudo capitalizar las fuerzas impulsoras (driving forces) de cada época específica. China emergió en la época neoliberal y seguirá emergiendo como potencia en la época de la globalización, sin necesidad de conquistas territoriales, sino a partir del acceso a recursos mediante inversiones, acuerdos e intercambios comerciales. El autor afirma que, tal y como las épocas cambian, también lo hacen las identidades de los Estados, debido a un cambio en su base ideológica; lo que facilita entender la flexibilidad identitaria china, que se va adecuando a como el contexto lo requiere.

En el segundo capítulo, Bound to Differ , el autor explica cómo China ha decidido adherirse a los procesos existentes del sistema internacional, pero limitando su avance de acuerdo a su propia imagen –una imagen que se destaca por su herencia confuciana, su régimen marxista-comunista y la adopción de un capitalismo de libre mercado. Se identifica, así, el carácter excepcional de China. Esta excepcionalidad china está esencialmente arraigada en el confucianismo, que la obliga como actor internacional influyente, a comportarse de forma diferente a los Estados Unidos, y que implica asimismo que, cuando China adopta ideologías extranjeras, como es el caso de su integración en el institucionalismo liberal, se asegura de mantenerse firme a su identidad, reflejando en ella su accionar internacional: poder moral, pragmatismo, revolución y búsqueda de prosperidad.

El tercer capítulo, China’s Challenge to International Relations Theory , explica que China tiene un contraargumento al actual sistema internacional dominado por occidente, el cual se manifiesta políticamente a través de diferencias en las opciones de política exterior e intelectualmente, a través del compromiso de académicos chinos en teorizar las relaciones internacionales. A medida que surgen diferentes teorías de académicos chinos, el autor argumenta que, si bien la perspectiva de las toerías será culturalmente china (como es el caso de las occidentales), su validez recaerá en el poder explicativo que tengan, mas allá de su cultura regional. Deberán demostrar, por un lado, el límite de las teorías occidentales y, por el otro, su propia aplicabilidad fuera de Asia.

En el cuarto capítulo, China’s Rise in the Prism of Realism , el autor describe cuatro factores que explican la cautela China para con el realismo y justifican su refuerzo militar defensivo: el factor filosófico (el pensamiento chino sobre la sociedad, la naturaleza humana y el orden político no produce las mismas inferencias que el realismo, que se acerca a estas de manera instrumental y no relacional), cultural (confucianismo que promueve armonía, comunidad, respeto, deber y evita el conflicto), político (la dominación de potencias extranjeras sufrida por China la ha vuelto sensible en temas de dominación) e ideológico (al ser comunista, establece su participación en los asuntos mundiales de acuerdo a la lucha contra el imperialismo y en apoyo a los esfuerzos descolonizadores de los países en vías de desarrollo). Y será mediante estos factores que explicará como ciertos aspectos y comportamientos se condicionan a las diferentes corrientes del realismo.

El quinto capítulo, China’s Rise in the Prism of Liberalism , es un recuento del liberalismo dentro de las relaciones internacionales. Analiza históricamente el encuentro de China con el liberalismo occidental y describe todos los intentos de implementarlo, como también los obstáculos que esto supuso. Examina además las condiciones de la emergencia del liberalismo económico en China y su consecuente interdependencia, después de la reforma de 1978, para luego cuestionar la sostenibilidad de combinar el liberalismo económico con la política marxista comunista.

En el sexto capítulo, The Rise of China in the Prism of Neoliberalism , se analiza al Dragón en el marco del Liberalismo Institucionalista. Para ello, primeramente, Kachiga realiza un racconto del surgimiento de Estados Unidos como potencia durante el siglo XX, es decir, la proyección internacional lograda y las instituciones de gobernanza global que acompañaron ese ascenso, sumado a liderazgos intelectuales y de figuras políticas, lo que representa el orden económico neoliberal y la preponderancia de las democracias occidentales. El objetivo es mostrar cómo ello deriva en un multilateralismo cosmopolita que permite que nuevas potencias, principalmente China, disputen el rol hegemónico a Estados Unidos en las instancias creadas por su propio andamiaje de gobernanza; y cómo la interdependencia generada por el comercio internacional, la movilidad de personas, los intercambios, etc. reemplazan paradigmáticamente a las preocupaciones realistas por la guerra y la paz, dando paso al ideal de cooperación. En este sentido, el fin último del autor en este capítulo es demostrar cómo este nuevo orden mundial neoliberal abrió paso al Gigante Asiático para que se proyecte económicamente desde la apertura en los ochenta, acompañado por una estrategia de ascenso pacífico que hoy día se constituye como cohegemonía.

En el séptimo capítulo, Is China a Realist or Liberalist Power? , el autor parte de la idea de que el mundo está en estado de anarquía y que, en ese escenario, el Realismo, que se enfoca en cómo abordar ese desafío, y el Liberalismo, que se enfoca en la oportunidad que representa la generación de riqueza por parte de los Estados, convergen. La estrategia china en nuestro siglo, según Kachiga, no busca disputarle la hegemonía al país norteamericano. Por el contrario, el ideal chino de un gran poder está basado en la no confrontación, el mutuo respeto y la cooperación ganar-ganar. La interpretación realista de esta estrategia es que China evita el conflicto y la interpretación idealista es que China ha entrado en un “modo liberalista” en el cual echa mano de una estrategia de soft power según la cual la globalización económica es inevitable pero es pasible de ser aprovechada para el crecimiento chino. Kachiga define al Dragón como defensivamente hobbesiano, con identidad lockeana y mínimamente kantiano.

En el octavo capítulo, China’s Rise in the Prism of Constructivism , se analizan las decisiones y comportamientos del Gigante Asiático como actor estatal en el marco de la sociedad internacional. Para el Constructivismo, los Estados y el sistema internacional son socialmente construidos y dinámicos; por ende, están en constante cambio. Los Estados, al igual que su identidad, intereses y soberanía, no son entes fijos ni naturales, porque el mundo no es material sino ideal y, como consecuencia, ese mundo está construido por interpretaciones que se hacen sobre él. Estas ideas producen la cultura del sistema internacional y son moldeadas por la cultura de los Estados que lo componen. Ergo, la anarquía es lo que los Estados deciden hacer de ella, ya sea la guerra o la paz. Retomando a Wendt (1999), Kachiga nota la importancia de definir la identidad nacional china como origen de sus decisiones de política exterior y, por tanto, de su comportamiento e influencia en el sistema internacional. El autor concluye que China es constructivista, porque, a nivel de sistema, se ha ajustado a las normas dadas del sistema internacional y, a nivel de unidad estatal, ha sufrido un cambio en su identidad desde el comienzo del siglo pasado que ha afectado al sistema.

En el noveno capítulo, China’s Identity Redefined , Kachiga retoma la recíproca y mutua influencia entre el ente estatal y el sistema internacional a fin de preguntarse cuál es la identidad nacional actual de China. Para Kachiga (2020), y retomando a Wendt (1999), la identidad es tanto interna, basada en factores determinantes de la identidad cultural (historia, tradición, sistema de valores, normas, ethos), como externa (basada en la identidad que el Estado adquiere a través de su lugar en el mundo). Esto, para el autor, podría explicar el rol que China se ha visto llevada a tomar en su identidad internacional. Para ello, el autor aborda los principales hitos de la historia de China de los siglos pasado y actual, y explica sus distintas identidades: comunista, liberal y confuciana; y hace un paralelismo con su accionar en materia de política exterior como reflejo de la convergencia de cada una de ellas a través del Confucianismo. Para Kachiga, en cuanto a su entidad estatal, China posee una identidad pragmática y flexible, y está en proceso de cambio, al igual que sus intereses; y, en cuanto al sistema internacional, se ha convertido en un Estado-nación normal, reconocido por sus pares y tendiente a una cohegemonía.

En el décimo capítulo, China and the Cultures of Anarchy in the International System , el autor retoma la idea wendtiana de que la anarquía es lo que los Estados hacen de ella, para proponerse determinar qué tipo de cultura anárquica abraza y abrazará en un futuro China, dando por hecho que ya se encuentra en una posición de cohegemonía con Estados Unidos. El Confucianismo será el elemento aglutinante de las distintas culturas anárquicas históricas del sistema internacional, esto es, la hobbesiana, lockeana y kantiana. Sumado a ello, argumenta que China constituirá una –aún inacabada– cultura de la anarquía que verá el mundo como un todo que ofrece la oportunidad de prosperidad para todos (Liberalismo) de una forma armoniosa en el que el poder es utilizado de manera moral, propia del Confucianismo, en un marco de relaciones internacionales democráticas y libres de estructuras de dominación, ideas propias del Marxismo.

En el duodécimo capítulo, el autor retoma la importancia de ver el sistema internacional como un sistema de valores, uno que no está exento de ser interpretado o analizado según la perspectiva de quien lo observa. En este sentido, China puede ser caracterizada como una serie de contradicciones desde un punto de vista enteramente occidental. Como afirma el autor, China existe como un Estado marxista si se observa su ideología política y, al mismo tiempo, como un Estado antiimperialista y anti hegemónico desde una perspectiva gramsciana.

En consecuencia, la teoría crítica abre la posibilidad de describir el comportamiento y las decisiones de China, más que determinar su forma de ser dentro del sistema internacional, sobre todo considerando el particular momento de la política china. Como acertadamente señala Kachiga, China –bajo el mandato de Xi Jinping– no oculta su capacidad militar ni su relevante estatus político en el sistema internacional, a diferencia del mandato de Deng Xioping, cuyo comportamiento político era mucho más errático y reservado.

El ante penúltimo capítulo, titulado The rise of China and idealism , propone pensar cuáles son los ideales (valores políticos) que orientan el comportamiento de China en el siglo XXI. Para empezar su análisis, el autor describe a los Estados como entes preocupados por satisfacer sus necesidades materiales pero igualmente interesados en cumplir con metas de naturaleza ideal, es decir, con mantener cierta coherencia axiológica con su propia forma de percibirse. Aunque en ocasiones estos valores políticos están determinados por el sistema internacional y sus respectivos momentos coyunturales, los Estados –sobre todo aquellos con amplio margen de acción– prefieren comportarse conforme a los ideales y valores significativos dentro de su propia cultura política.

En el caso particular de China, uno de los valores más significativos es el del crecimiento pacífico. El autor afirma que esta idea ha estado presente desde mucho antes de la Constitución de 1954, pues la noción pacífica del confucianismo no es antagónica al pragmatismo de la misma corriente de pensamiento político. En consecuencia, el crecimiento pacífico es una meta idealista, mientras que la modernización del ejército es una meta realista. Como señala Kachiga, la primera idea deviene de la propuesta confucionista de civilización (Wen), mientras que la segunda idea encuentra su sentido en la noción pragmático y materialista de dicha corriente.

Con base en este argumento, el autor afirma que China no se comporta como una súper potencia convencional desde el punto de vista realista. Aspira a convertirse de forma pacífica en un poder político relevante, independiente de la orientación de otros países, pero con la suficiente capacidad material como para construir su propio espacio de influencia.

Finalmente, el último capítulo está dedicado a analizar la política exterior de China con base en las apreciaciones aportadas en los capítulos anteriores. El autor describe de forma breve cómo se ha construido el carácter de China en su política exterior, repasando episodios importantes de su historia nacional hasta nuestros días. Destaca la idea de ser la nación más civilizada de su historia antigua, por evitar rivalidades con sus vecinos al no contar estos con la capacidad suficiente para desafiarle. Estos elementos históricos, señala el autor, conforman los principales objetivos y actitudes de política exterior en China: socialista, anti hegemónico, coexistencia pacífica, estatista y aislacionista. No obstante, el autor no propone revisar cada uno de estos valores a la luz de los nuevos desafíos del siglo XXI. En consecuencia, si bien es posible apreciar estos matices hasta finales del siglo pasado, es a partir del gobierno de Hu Jintao cuando China muestra objetivos cada vez más ambiciosos en escala y en alcance. En la actualidad, China no podría asumir una postura enteramente aislacionista, aunque es cierto que se mantiene al margen de las decisiones de occidente. Tampoco puede afirmarse como comunista, a pesar de las bases ideológicas de su sistema político.

Lo que sí es cierto es que China tiene una política exterior cada vez menos difusa y mucho más comprometida con una gobernanza global. Esto no sólo se aprecia en los discursos de Xi Jinping en el 19º Congreso del Partido, sino en la actitud cada vez más determinante del país asiático para con cualquier amenaza a su seguridad. Por lo tanto, concluye el autor, aproximarse a China como sujeto del sistema internacional es un desafío, porque exige una mirada heterogénea para entender su pragmatismo y sus actitudes frente a determinas decisiones.

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