En el último año, Archivos Argentinos de Pediatría ha revisado el impacto de la pandemia de COVID-19 en diversas actividades de nuestra práctica profesional.
Así, reflexionamos sobre su impacto en la educación de posgrado,1 la publicación científica2 y la práctica asistencial.3
En un momento en el que parece que ya todo ha finalizado, es bueno extender el análisis a otras áreas y también recoger las enseñanzas que, en relación a la investigación pediátrica, nos ha dejado esta extraordinaria circunstancia.
No hay duda que la pandemia de COVID-19 originó uno de los esfuerzos en investigación biomédica de mayor alcance y velocidad del que tengamos recuerdo. En tiempo absolutamente récord se validaron o descartaron numerosos recursos diagnósticos, terapéuticos y preventivos. Si bien esta verdadera epopeya alcanzó casi todos los ámbitos relacionados con la salud humana, el caso de la pediatría merece una consideración especial.
Estamos acostumbrados a que los niños, niñas y adolescentes sean relegados en materia de investigación en salud, especialmente en cuanto a investigación clínica farmacológica se refiere. Es cierto que las iniciativas para terminar con que los niños sean considerados “huérfanos terapéuticos” desarrolladas en los últimos 30 años están dando frutos,4 pero aún existe cierto recelo en algunos ámbitos al considerar la investigación en pediatría, basándose en un exceso de protección que se ha mostrado contraproducente.
La pandemia fue un caso muy particular, porque los niños fueron los menos afectados y, por lo tanto, la necesidad de investigar aparecía como menos urgente. Sin embargo, rápidamente fueron incluidos en iniciativas de investigación relacionadas con la enfermedad.
Hace algún tiempo, Buonsenso y col. publicaron un artículo sobre el impacto que la pandemia había tenido en la investigación pediátrica.5 Ellos se basaron en los comentarios de diferentes investigadores sobre cómo la pandemia había impactado en sus actividades personales, con una mirada hasta cierto punto intimista. Así recordaron el espíritu de cooperación reinante, el trabajo en equipo y el establecimiento de redes que trascendían todas las fronteras. Pero tampoco olvidaron la incertidumbre, el agotamiento y aun el dolor de tragedias personales.
Como en todos los grupos etarios, la pandemia también afectó a las investigaciones pediátricas en curso, obligando a limitarlas bajo procedimientos de emergencia que al mismo tiempo garantizaran la integridad de la investigación y la seguridad de los participantes.6 Muchas investigaciones programadas se suspendieron por la necesidad de destinar los recursos a enfrentar la pandemia, mientras que otras ya iniciadas vieron afectada su capacidad de reclutamiento por las limitaciones al desplazamiento que formaba parte de las medidas de mitigación impuestas en todo el mundo.7
Algunas investigaciones pediátricas, como las relacionadas con el cáncer, se vieron particularmente afectadas por las causas antes mencionadas.8 Otras, como las llevadas a cabo en infecciones respiratorias, principal causa de enfermedad en los niños, sufrieron doblemente; a la suspensión de las investigaciones por las limitaciones en la movilidad y la afectación de recursos para enfrentar la pandemia, se sumó la descomunal alteración en la circulación de los virus habituales durante casi 3 años.9
Por otro lado, muchos investigadores debieron suspender sus actividades específicas para formar parte de la respuesta de los sistemas de salud a la pandemia o se reconvirtieron para aportar respuestas frente a este nuevo desafío.
Pero, pese a estos y otros aspectos negativos, también hay que destacar que las investigaciones relacionadas con COVID-19 en la infancia siguieron rápidamente a las desarrolladas en la población adulta. Es así que, por ejemplo, se logró contar con una vacuna eficaz y segura para niños y adolescentes muy poco tiempo después de alcanzar esta meta en adultos.10
Un párrafo aparte merece la temprana investigación epidemiológica que permitió demostrar que los niños no eran “super-contagiadores”;11 esta evidencia sirvió para limitar los peores efectos de la pandemia en los niños y adolescentes, como consecuencia de interminables aislamientos forzados.
Como en todo el material relacionado con la pandemia, no podemos dejar de agregar un dejo de nostalgia frente a esa calamidad que azotó a la sociedad, donde observamos las mezquindades más abyectas pero al mismo tiempo se pusieron en evidencia algunas de las mejores cualidades del ser humano.