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Folia Histórica del Nordeste

Print version ISSN 0325-8238On-line version ISSN 2525-1627

Folia  no.40 Resistencia Jan. 2021

http://dx.doi.org/10.30972/fhn.0404717 

DOSSIER

ESCUELAS Y CARRERAS DE EDUCACIÓN SUPERIOR EN CINE Y AUDIOVISUAL EN LA PATAGONIA: PROCESOS HISTÓRICOS Y ÁMBITOS FORMATIVOS EMERGENTES

HIGHER EDUCATION DEGREES IN CINEMA AND AUDIOVISUAL MEDIA IN PATAGONIA: HISTORICAL PROCESSES AND EMERGING TRAININGAREAS

1* Universidad de Buenos Aires/CONICET. silvana.n.flores@hotmail.com

2Universidad Nacional del Comahue e Instituto Patagónico de Estudios de Humanidades y Ciencias Sociales (IPEHCS-UNCo-CONICET)juliakejner@gmail.com

Resumen:

En las últimas décadas, se han abierto en diversas partes de Argentina carreras terciarias y universitarias vinculadas al audiovisual. En este artículo nos interesa indagar acerca del desarrollo de ese proceso en las diferentes provincias que componen la región patagónica, que no solamente permitió la formación de cineastas por fuera de centros geográfico-políticos como Buenos Aires, sino que además alentó la producción cinematográfica regional. Para ello identificamos tres momentos del proceso de desarrollo histórico de instituciones educativas en la región: 1) de 1960 a 1989, caracterizado por una oferta vinculada al audiovisual, pero con escasa o nula formación específica, 2) de 1990 a 2009, momento en el que emergen las primeras carreras específicas de estudios de cine y audiovisual, pero concentradas en una sola provincia y, 3) de 2010 a 2020, decenio en el que proliferan los espacios de educación, garantizando, al menos, una institución por cada provincia de la región. Hipotetizamos que este crecimiento de las instituciones educativas está vinculado a la necesidad de dinamizar la economía regional y a la ejecución de políticas nacionales y subnacionales tendientes a descentralizar y promocionar la actividad.

Palabras claves: Escuelas; Carreras; Formación Audiovisual; Patagonia

Abstract:

Over the past decades, tertiary and university degrees related to audiovisual media have been created in Argentina. This article is interested in inquiring about this process in the provinces that constitute Patagonia, which has not only provided new filmmaker courses outside geographic-political centers such as Buenos Aires, but it has also encouraged regional film production. Thus, we identified three moments in the process of historical development of educational institutions in the region: 1) from 1960 to 1989, characterized by an offer linked to audiovisual production, but with minimal or no specific training, 2) from 1990 to 2009, when the first specific film and audiovisual study courses emerged, but concentrated in only one province and, 3) from 2010 to 2020, a decade in which educational spaces proliferated, guaranteeing at least one institution for each province of the region. We hypothesize that this growth in educational institutions is linked to the need to boost the regional economy, and to the execution of national and sub-national policies aimed at decentralizing and promoting the activity.

Keywords: Higher Education; Degrees; Audiovisual Training; Patagonia

Mucho antes de que la producción audiovisual se diversificara a través de la televisión, el video digital y los diferentes formatos que los procesos de innovación tecnológica han traído a lo largo de las décadas, la práctica cinematográfica requirió siempre de alguna clase de formación para aquellos que deseaban ejercerla. Los primeros cineastas, aquellos que trajeron a la luz el cinematógrafo en América Latina, aprendieron el nuevo oficio siendo liderados por los pioneros que exportaron el nuevo dispositivo a la región. Asimismo, cuando el cine empezó a consolidarse y a desarrollarse como parte de una industria creciente, requirió aquella misma mentoría por parte de los realizadores, que generalmente aprendían el oficio participando de las filmaciones, ya sea como asistentes de dirección de algún cineasta consagrado, o incluso en rubros técnicos, a partir de los cuales fueron ascendiendo para ejercer ellos mismos la profesión, una profesión que no tenía por lo tanto una formalización institucional. Sin embargo, podemos encontrar algunos intentos de instauración de espacios de educación cinematográfica en tiempos un poco más avanzados dentro de este arte aún joven que era el cine. Así, en 1942 reconocemos un incipiente acercamiento en América Latina a dichos propósitos, cuando José Manuel Valdés Rodríguez creara en la Universidad de La Habana un Departamento de Cine, un germen de lo que en 1986 (y bajo perspectivas estético-ideológicas diferenciadas) sería la célebre Escuela Internacional de Cine y TV (EICTV), de San Antonio de los Baños (Cuba). Desde finales de la década del cincuenta, la inauguración de casas de estudio vinculadas al audiovisual empezaría a aflorar en diferentes lugares de la región, y de forma muy particular en Argentina, país que nos convoca. Esto dio lugar al desarrollo del arte cinematográfico, que oscilaría entre la producción artesanal y el avance paulatino del profesionalismo. Como desarrollaremos en el apartado siguiente, en Argentina, las primeras escuelas se fundaron a mediados del siglo XX y alentaron la profesionalización de lo que hasta ese entonces era un oficio, así como trajeron aires de renovación en las prácticas de producción y en el desarrollo del lenguaje cinematográfico.

El siglo XXI, por su parte, ha arrojado nuevos emprendimientos, y se han abierto carreras terciarias y universitarias vinculadas al cine y al audiovisual en diversas partes del país. Esta nueva emergencia de instituciones podría explicarse por el plan de construcción de sedes federales de la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica (ENERC), pero también por el dinamismo y el crecimiento de la actividad que promovió la efectiva puesta en práctica de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (26.522/09). En este artículo, estudiaremos el fenómeno de la proliferación de instituciones de enseñanza audiovisual en las diferentes provincias que componen la Patagonia, que no solamente permitieron la formación de cineastas por fuera de centros geográfico-políticos como Buenos Aires, sino que además alentaron la producción cinematográfica regional. En este sentido hipotetizamos que el crecimiento de estas instituciones podría explicarse por la intención de dinamizar la economía a partir de generar condiciones propicias para el rodaje en la región y a través de la producción de imágenes que promuevan el turismo local, y debido tanto a la ejecución de una política audiovisual nacional federal, como a las recientes acciones de promoción de la actividad por parte de los Estados subnacionales.

Antecedentes tempranos en torno a la formación audiovisual (1960-1989)1

Dentro de la región latinoamericana, Argentina se destacó por su intención de generar un entorno profesional en el ámbito cinematográfico, por medio de la creación de escuelas de cine. Con la excepción de la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica (en adelante ENERC), fundada en Buenos Aires en 1965, los primeros pasos para la constitución de instituciones educativas sobre el audiovisual se dieron fuera de esta ciudad, específicamente en lugares como Tucumán, Santa Fe, La Plata y Córdoba. Este es un hecho notable, ya que la producción cinematográfica en Argentina estuvo centralizada en el Área Metropolitana de Buenos Aires (en adelante AMBA), donde residen las empresas productoras de mayor alcance. Por lo tanto, la fundación de estos espacios de formación en ciudades alejadas de ese centro operativo abrió camino a la diversificación de la producción audiovisual, permitiendo también una movilidad de los cineastas-estudiantes. Esta circulación en torno a ámbitos de formación se desarrolló no sólo desde las diferentes provincias del país sino incluso desde naciones limítrofes como Brasil, que mostraron interés, por citar un caso concreto, en la propuesta educativa de la escuela afincada en Santa Fe y en gestar lazos colaborativos.2

El primer espacio de formación en cine y audiovisual que se registra en el país es el Instituto Cine-fotográfico de la Universidad Nacional de Tucumán (ICUNT), rebautizado en 2005 como Escuela Universitaria de Cine, Video y Televisión. Tras un decreto del Poder Ejecutivo Nacional, este instituto comenzó a funcionar en 1946, en Tucumán, con la dirección de Héctor Cosme Peirano como una productora de poco más de 100 títulos.3 Una década después, se creó la Escuela Documental de Santa Fe, es decir, el Instituto de Cinematografía localizado en la Universidad Nacional del Litoral. Ésta se organizó bajo la tutela del cineasta Fernando Birri, quien se estaba constituyendo en ese entonces en uno de los representantes iniciales de la renovación estética e ideológica que se desataría en breve en América Latina.4 Prácticamente a la par de la escuela de Birri comienza a dictarse, en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Nacional de La Plata, la carrera de Cinematografía. La misma fue creada en 1956 por el realizador Cándido Monneo Sanz, siendo cerrada temporalmente a partir de 1976, por causa de la dictadura militar.5 A pesar de sus contratiempos, ésta ha sido un lugar de referencia para la formación de importantes realizadores argentinos como Humberto Ríos, Raymundo Gleyzer, Carlos Sorín, José Martínez Suárez y Simón Feldman, entre otros. Otro espacio que tuvo una de las ofertas más antiguas del país fue la carrera de cine de la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) (Malecki, 2014). La misma se creó a fines de la década del 50, y en 1966, la UNC abrió además el Departamento de Cinematografía, desde donde se gestó Canal 10, la primera televisora universitaria del país (S/F, Toma Uno, N° 1, 2012; Romano, 2002). Los departamentos de cine y medios audiovisuales como el de Córdoba se fueron conformando en distintas universidades del territorio argentino y se constituyeron, como veremos en los apartados siguientes con el caso de la Universidad Nacional del Comahue (en adelante UNCo), en espacios de producción que dieron pujanza a realizaciones regionales variadas. Por último, dentro de estas instituciones originarias, no podemos dejar de nombrar la puesta en marcha del entonces Centro de Experimentación y Realización Cinematográfica, hoy denominado ENERC, en la ciudad de Buenos Aires, en 1965. Si bien su creación se contemplaba en la sanción de la Ley de Cinematografía de 1957 (Nº 17.111/57 y Decreto/Ley 16.384/1957), la efectiva concreción de la escuela tuvo que esperar más de ocho años.

Este pequeño historial nos permite verificar el interés del cine argentino por impulsar el oficio cinematográfico hacia terrenos más asociados al profesionalismo, siendo un país de importante producción en la historia del cine en América Latina, y con una propensión a mantener ese mismo nivel de emprendimiento allende las coyunturas que le ha tocado y le toca vivir en su devenir histórico. En el proceso de desarrollo del cine argentino ha existido una dicotomía entre el cine como medio artesanal y la formación de realizadores profesionales. Esta última tendencia empezaría a delinearse ya en torno a la aparición de las primeras carreras vinculadas al ámbito cinematográfico arriba mencionadas. Como bien referencian Aimaretti, Bordigoni y Campo, hubo por larga data una tensión entre la formación práctica y la académica, por lo cual “no existía vínculo entre el campo de formación y el de producción, porque este último desvalorizaba el aprendizaje ‘fuera del estudio’, fuera del trabajo auxiliar junto a los técnicos” (2009, p. 359). Algo similar expresa Massari (2006) al notar la irreconciliable relación entre la formación profesional y la práctica propiamente dicha del cine, idea que estaría afincada en el pensamiento de varios especialistas en el área hasta no hace demasiado tiempo. Ya lo establecía también Domingo Di Núbila (1996) al referirse a los inicios del cine argentino como una aventura protagonizada por sus pioneros, mayormente salidos de la fotografía, como es el caso de Federico Valle, a quien se dedica el núcleo de su publicación. Es de hecho gente como Valle la que incursionó en un gran número de filmaciones en la Patagonia durante los años veinte, que representan registros de viajeros como Hacia el fin del mundo (1921), La tierra del futuro (1922) o Entre los hielos de las Islas Orcadas (1928), todas producidas bajo su firma, Cinematográfica Valle, pero que en definitiva formaban parte de emprendimientos foráneos. El cine silente adquiriría esas características no solamente en Argentina sino también en todas partes del mundo, llegando en torno a los años treinta, década de la industrialización de las principales cinematografías latinoamericanas, a tornarse en algo más que una aventura, en un oficio en el cual los cineastas empezaron a formarse orientados por colegas de mayor experiencia en el área. Así, un realizador hoy consagrado en la historia del cine argentino como Mario Soffici, aprendería a filmar observando a José Agustín Ferreyra, para el cual trabajó como actor en films como Muñequitas porteñas (1931) y Calles de Buenos Aires (1934). Aquella era entonces la ley común que guiaba a los directores de antaño para alcanzar la experticia necesaria que les habilite a desarrollar sus propias carreras.

En la Patagonia, región sobre la cuál queremos focalizar, detectamos la creación de instituciones universitarias orientadas a la formación audiovisual desde mediados de la década del sesenta hasta nuestro presente. Un recorrido de este proceso de conformación se sintetiza en el Cuadro Anexo: “Universidades, escuelas e institutos vinculados a la formación audiovisual en Patagonia, según año de fundación de la carrera”. En dicho cuadro podemos ver cómo en el período 1960-1989 es muy poca la oferta educativa formal, lo cual permite suponer que en los primeros años aquella manera de capacitarse a través de compartir saberes con cineastas de otras regiones también se practicaba en la Patagonia. A este respecto, dos cineastas pioneros en la producción local, como Lorenzo Kelly y Carlos Procopiuk,6 nos permiten observar los procesos de formación en la región, sobre todo por su destacada producción entre los años sesenta y ochenta.7 Kelly se conectó con el audiovisual a edad temprana, cuando comenzó a oficiar como ayudante de proyectorista en Cipolletti, mientras que Procopiuk, al igual que en el caso de Valle, llegaría a esta actividad a través de la fotografía. Estos cineastas se conocieron en un club de fotografía de dicha ciudad y de allí en adelante coincidieron en diversas iniciativas autodidactas, ante la ausencia de espacios de formación específica en la región (Kejner, 2017).8

Además de ser autodidactas y de adquirir conocimientos a través de la traducción de saberes de otras disciplinas como la fotografía, los realizadores patagónicos, al igual que los primeros cineastas de Argentina, asimilaron la práctica a través del intercambio con Jorge Prelorán, cineasta que había realizado una carrera universitaria, y con quien tuvieron una experiencia de retroalimentación.9 A esto se suma también la opción de migrar a otras ciudades para obtener educación formal. Esto último ha sido moneda recurrente a través del tiempo, llevando a los aspirantes a cineastas locales a inscribirse en escuelas lejanas, como ha ocurrido con Procopiuk en un intento fallido de anotarse en la carrera de Cinematografía de la Universidad Nacional de la Plata. Entre las opciones para estudiar en instituciones de educación superior fuera de esta región se encontraba, como hemos mencionado anteriormente, el ICUNT, la Universidad Nacional de Córdoba, el Instituto de Cinematografía de Santa Fe, la Universidad Nacional de La Plata, la ENERC y, en 1989 se suma la Universidad de Buenos Aires, a través de la carrera de Diseño de Imagen y Sonido. Dentro de esta oferta, la institución más cercana para la región Patagonia era la de la Universidad Nacional de La Plata, aunque con Buenos Aires y Córdoba existió, desde la década del 70, una excelente conectividad gracias a que con estas ciudades había transporte aéreo directo, mientras que para los destinos de Tucumán y Santa Fe, hasta el día de la fecha, es necesario realizar al menos una escala.

Esas distintas formas de capacitarse, su experiencia acumulada, así como su temprana y cuantiosa producción harían que Kelly y Procopiuk fueran convocados para los primeros oficios audiovisuales. En los inicios de los años setenta, ellos trabajaron en la puesta en marcha del Área de Producciones Audiovisuales, dependiente de extensión universitaria de la UNCo,10 con sede en la ciudad de Neuquén, y luego realizaron el primer noticiero televisivo, Panorama Regional (1966), en el recientemente fundado canal local LU84, “Neuquén TV Sociedad Anónima” (hoy Canal 7). Al insertarse en la universidad y Canal 7 estos cineastas fueron consolidando el oficio, que se verá obstaculizado en 1974 a raíz de la intervención de la dictadura cívico-militar en la UNCo. El encargado de dicha tarea fue Remus Tetu quien “desmantela el proyecto de 'universidad popular’”, dentro del cual se había desarrollado el área audiovisual, con especial énfasis en la producción de cine regional, y deja cesante a un numeroso grupo de trabajadores (Iourno, 2008, p. 155). Entre ellos se encontraba Carlos Procopiuk, quien regresará a la UNCo recién con la vuelta de la democracia para dirigir de 1986 a 2007 el Departamento de Medios Audiovisuales. La desarticulación del espacio audiovisual en la UNCo no fue, sin embargo, un proceso particular de esta unidad académica, sino más bien un accionar común en las casas de estudio nacionales. Pues en la Universidad Nacional de Córdoba, en el Instituto de Santa Fe, así como en la Universidad Nacional de La Plata, estos departamentos sufrieron cesantías masivas, persecuciones diversas, confiscaciones y desapariciones de material. De manera que, como sostiene Massari, el particular ensañamiento con las áreas audiovisuales no fue fortuito, sino que respondió “a un plan de aniquilamiento de dichos establecimientos formativos” (2006, p. 35) que, al mismo tiempo, eran también espacios de producción de audiovisuales que registraban fundamentalmente las experiencias culturales regionales.

En el caso de la UNCo,11 no existían (y aún hoy no existen) carreras específicas de formación en cine, pero desde ese Área de Producciones Audiovisuales -luego denominada Departamento de Medios Audiovisuales- se generaban puestos laborales, se perfeccionaba el oficio a través de la experiencia de filmar, se financiaba la actividad, al tiempo que se realizaban películas que buscaban dar a conocer problemáticas locales y fomentar la integración regional y nacional.12 En esta institución la formación curricular más cercana a lo audiovisual era la carrera de Periodismo y Comunicación Social que comenzó a dictarse en 1975, en lo que posteriormente se denominó Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, en General Roca (Río Negro). En los primeros años, las tecnicaturas que se impartieron allí estuvieron fundamentalmente orientadas a la prensa, lo cual puede interpretarse como una respuesta a la demanda de mano de obra calificada para el diario Río Negro,13 cuya sede central se encontraba en aquella ciudad. Recién en 1988, con la modificación del plan de estudios y la incorporación de la “orientación audiovisual” se agregó una formación específica a la carrera “Medios de Comunicación Social” (Ickowicz, 2016), aunque ésta no se dirigió puntualmente a la producción audiovisual.14

Otra oferta similar a la de la UNCo se dictaba en la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco (UNPSJB), en su sede de la ciudad de Comodoro Rivadavia (Chubut). En 1987, comenzó allí la carrera de Licenciatura en Comunicación Social15 la cual, en la actualidad, se centra fundamentalmente en dos ramas principales del ejercicio profesional: el periodismo y la comunicación en las organizaciones.16 Entre los alcances profesionales para esta carrera se proclaman la dirección y participación “en la producción periodística y general de programas y producciones gráficas, radiales, audiovisuales y multimediales”,17 con lo cual nos encontramos con una amplia oferta en el ámbito de la comunicación que habilita la posibilidad de gestar profesionales en lo audiovisual, en sus diferentes formatos, aunque no específicamente volcados a la producción o realización.

De manera que hasta la década del 90, quienes residían en la Patagonia, podían formarse en materia audiovisual de cuatro modos diferentes, no excluyentes entre sí: 1) por intermedio de intercambios con cineastas de otras regiones; 2) a través de prácticas autodidactas; 3) migrando forzosamente a otras provincias en busca de educación formal; y 4) gracias a la formación adquirida en campos disciplinares cercanos, como la Fotografía y la Comunicación Social.

Dinamización de la economía y el turismo, móviles para la oferta académica regional (1990-2009)

Será precisamente la década del 90 la que dará lugar a las primeras experiencias de enseñanza audiovisual formalizadas en la Patagonia, en el contexto de una expansión en ese sentido en todo el país. Esto sucedió en un momento en el cual el cine argentino estaba atravesando una de sus peores crisis industriales, aminorando la cantidad de producciones, llegando al año 1994 con la difusión de apenas cinco largometrajes (Caletti Garciadiego, 2017). Fue en aquel mismo tiempo que se sancionó una ley que aportaría al salvataje del sufriente cine argentino, instalando al INCAA como un ente autárquico financieramente (a través de la inclusión de ciertos impuestos), capaz de entregar subsidios y créditos por medio de un Fondo de Fomento Cinematográfico, y de promover la difusión nacional e internacional de los films, regulando la cinematografía de todo el país. Nos referimos a la Ley de Fomento y Regulación de la Actividad Cinematográfica Nacional N° 24.377, la cual sorteó esas dificultades aún en un contexto gubernamental (el menemismo) poco afecto al incentivo de proyectos culturales y propensos a políticas de privatización. Entre los resultados de estos cambios se encontró la proliferación de escuelas de cine, las cuales, según los datos aportados por González (2015), llegarían a contabilizarse en 43 instituciones que incluyeron alrededor de 12.000 estudiantes, aunque más de la mitad (un 65,5%) estarían alojadas en el AMBA.

Recorriendo la historia del cine argentino, podemos determinar una tendencia creciente a lo largo de las décadas a centralizar la producción en centros geográfico-culturales como Buenos Aires, tendencia que se repite en otras industrias cinematográficas de trayectoria como las de México y Brasil, las cuales concentran su producción en ciudades capitales como el Distrito Federal (hoy Ciudad de México), o en determinados centros de producción como São Paulo y Rio de Janeiro. Es sabida la “invisibilidad” de los cines periféricos conformados por espacios geográficos como África, Asia o América Latina en los mercados globales (Romero Escrivá, 2010), cines que han sido sacados de aquel ocultamiento a través del trabajo de investigadores como Alberto Elena (1999, 2007), por citar el caso más notable. Sin embargo, aquella invisibilidad puede interpretarse también dentro de una misma cinematografía periférica, como la argentina, partiendo del hecho de que las producciones realizadas por fuera del territorio del AMBA han tenido a lo largo del tiempo menos posibilidades de difusión intra y extrarregional, a causa de la menor cantidad de realizadores y empresas productoras, por la inevitabilidad de formarse de manera autodidacta o por la necesidad de forzar una migración (no siempre temporal) con fines de estudio hacia las instituciones existentes. Asimismo, tienen una menor representatividad audiovisual, por la escasa posibilidad de sus habitantes de formarse en el área, en un mundo donde esa profesionalización se va haciendo más frecuente y competitiva en el transcurrir de las décadas.

Como adelantamos en la introducción, una de las razones por las cuales se fueron gestando paulatinamente espacios de aprendizaje en diferentes partes del país, fue el interés por formar profesionales locales que pudieran trabajar como mano de obra en las realizaciones audiovisuales que optaran por locaciones fuera de AMBA. Pues un número significativo de productoras instaladas en Buenos Aires o incluso en países extranjeros han retratado gran porcentaje de los títulos que muestran las diferentes localidades y provincias. Esto ha sido recurrente en lo que respecta a Patagonia, que es una de las regiones de Argentina que más se ha utilizado para locaciones de films de origen foráneo. Ejemplos de ello los encontramos en los mencionados films silentes de Cinematográfica Valle, así como también en películas del período clásico como Cruza (Luis José Moglia Barth, 1942) o en títulos como La Patagonia rebelde (Héctor Olivera, 1974) y La película del rey (Carlos Sorín, 1986). En tiempos más recientes también surgieron films cuyos rodajes tienden a concentrarse en la zona, como Wakolda (Lucía Puenzo, 2013), Temporada de Caza (Natalia Garagiola, 2017) o La Cordillera (Santiago Mitre, 2017).18 En estas películas, el ojo externo a la Patagonia construye una imagen de ella como lugar inhóspito, terreno de aventuras, espacio natural para la expoliación y extracción de recursos, mas no como espacio habitable, con marcas y expresiones culturales propias.19 Estos imaginarios producen efectos de estigmatización, estereotipia y alienación para quienes residen en ellos, que bien podrían atenuarse a partir de una producción audiovisual que contemple la mirada regional. Es entonces la posibilidad de construir una autorrepresentación identitaria la que pone en valor la oferta educativa en materia audiovisual en Patagonia.

Una de las primeras universidades nacionales de la región, la UNCo, continuó sin ofrecer educación específica en la materia, pero la carrera de Comunicación Social volvió a modificar su plan de estudios en 1995,20 incluyendo una licenciatura y una tecnicatura, ambas con la posibilidad de optar por una orientación audiovisual (Plan Ordenanza Nº343/95). Sin embargo esta orientación duró unos pocos años ya que, en 2003, un nuevo plan de estudios (173/03) creó un profesorado en la misma disciplina, así como incorporó tres orientaciones a la licenciatura ya existente (locución, periodismo y gestión y producción en organizaciones) que definieron un perfil profesional más alejado de la producción y realización audiovisual.21 Una oferta similar a esta última comenzó a dictarse también en la Universidad Nacional de la Patagonia Austral (en adelante, UNPA), en el año 2005, con la gestación de la Licenciatura en Comunicación Social, en la ciudad de Río Gallegos (Santa Cruz). Aunque esta última incluye en su currícula académica algunas materias sobre comunicación audiovisual, éstas son en realidad parte de una enseñanza más amplia que contempla también lo gráfico y radiofónico, y el perfil profesional no se orienta puntualmente hacia allí, sino a la comunicación institucional y masiva.

La primera carrera de formación específica en Artes Audiovisuales de la Patagonia se creó en la ciudad de General Roca (Río Negro), a una escasa distancia de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UNCo, donde se dicta la carrera de Comunicación Social. Esta nueva oferta académica se puso en funcionamiento en el Instituto Nacional de Artes (INSA), hoy Instituto Universitario Patagónico de las Artes (IUPA),22 a finales de la década del noventa. Sin embargo, esta escuela era preexistente, pues fue creada por Norberto Mario “Tilo” Rajneri, en 1984, a partir del proyecto cultural que él mismo gestó en la Casa de la Cultura. Con el correr de los años este instituto se materializó, a través de la Fundación Cultural Patagonia,23 en la Ciudad de las Artes, lugar de formación, pero también de producción y difusión cultural, el cual potenció la actividad artística en la ciudad.24 Las carreras que allí se dictan se orientan a una formación teórica y práctica de las artes audiovisuales y aunque tienen un énfasis mayor en el cine, también brindan competencias para el desarrollo en televisión, publicidad y web. Desde 2019 su oferta se ha expandido y diversificado, atendiendo a los nuevos oficios que surgen en el siglo XXI: no sólo cuenta con una Licenciatura y un Profesorado en Artes Audiovisuales, sino también con cuatro tecnicaturas (en guion, animación audiovisual, sonido y fotografía) y tres diplomaturas vinculadas a videojuegos y desarrollo de contenidos para internet (en programación web, en programación de entornos virtuales y en arte digital y animación).25

En los inicios de los años 2000, esta oferta curricular en materia audiovisual lograba su primera camada de egresados, que a su vez eran los primeros profesionales formados en la región. Entre ellos se encontraban algunos de los fundadores de la Asociación de Realizadores Audiovisuales de Neuquén (en adelante ARAN), agrupamiento creado en 2001, en la ciudad de Neuquén, con la intención de crear un mercado de trabajo en el que pudieran poner en práctica los saberes aprendidos en sus carreras y producir films en la región. Años más tarde egresarían también de allí integrantes de la Cooperativa Audiovisual La Coosa, otro espacio de realización con sede en Neuquén que se constituyó en 2009 como productora. Además de estos agrupamientos, en el año 2000 se gesta también Realizadores Independientes de Patagonia (RIPA) con directores y productores cinematográficos de Río Negro, Chubut y Neuquén, formados mayormente en escuelas de cine de Buenos Aires, Córdoba y La Plata, con el fin de promover la producción y el intercambio audiovisual regional. Durante la primera década del 2000, estos grupos, los cineastas autodidactas, los recientemente formados en la región y los estudiantes que retornaron después de haber cursado en escuelas de otras regiones del país, generaron un aumento significativo de producciones audiovisuales locales (Kejner, 2018). También crearon festivales y ciclos de cine orientados a la formación de un público regional, como por ejemplo, el Festival Imágenes de la Patagonia, fundado por ARAN en 2001, la reactivación, desde 2003, del Concurso Nacional de Cine Independiente de Cipolletti,26 o la concreción a partir de 2006 del Festival Patagonia Audiovisual, organizado por RIPA. Asimismo, en 2006, se suma a esta promoción audiovisual el Foro Universitario Cine del Sur, fundado por la Secretaría de Extensión de la UNCo, a través de un convenio entre el INCAA y esta institución. El fin de dicho foro era producir y difundir cine regional, así como también incentivar la formación de técnicos y realizadores a través de encuentros y clínicas.27 El mismo es coordinado, desde su creación, por Mario Tondato, un realizador local autodidacta quien, desde su ingreso en 1983 como trabajador en el área de Cultura de la UNCo, ha sido uno de los cineastas más sistemáticos y prolíficos de la Patagonia.28 Así, puede decirse que fue a partir de la oferta académica del IUPA, de la conformación de agrupamientos regionales de cineastas y de las acciones de formación y producción extracurricular de la Secretaría de Extensión de la UNCo que se fue conformando, en el Alto Valle de Río Negro y Neuquén, un pequeño e incipiente centro de formación y producción audiovisual.

Por otra parte, en una zona más al sur de la Patagonia, también surgió a mediados de los noventa una formación específica en la materia: la universidad privada marplatense Fasta, en su subsede de Bariloche (Río Negro). Ésta lanzaría en 1992 una Tecnicatura Universitaria en Medios Audiovisuales, pero quedaría signada a la educación a distancia a partir de 2012.29 En sus primeros años de dictado presencial puso en marcha algunos ciclos de cine30 y fue sede del 6º Festival Patagonia Audiovisual, pero al migrar hacia la virtualidad disminuyó su capacidad de intervención territorial. No obstante, contemplamos la creación de esta universidad porque es la primera que define como experticia deseada para esa tecnicatura audiovisual a un aspecto que consideramos ha sido uno de los impulsores de carreras audiovisuales en la región. Nos referimos a la intencionalidad fomentada en su sitio web por “generar y producir materiales audiovisuales de promoción turística o participar mediante la elaboración de distintos formatos audiovisuales de la estrategia política de difusión y presentación de la ‘ciudad turística’ en el ámbito nacional e internacional”.31 La instalación de Fasta en Bariloche fue la primera entre otras instituciones que verán en la zona cordillerana un terreno fértil para el desarrollo de carreras audiovisuales, ya que al contar con paisajes atractivos y regir su economía por el turismo, se vuelve necesario contar con imágenes que promocionen esa zona, así como disponer de técnicos y recursos humanos formados en audiovisual para tentar a las productoras a elegir esos lugares como escenario de rodaje.

Más de una década después, en 2007, se crearía en la misma provincia la Universidad Nacional de Río Negro (en adelante UNRN), cuya puesta en marcha dinamizaría fuertemente la actividad en la provincia y la región. En 2009 inició su primer ciclo lectivo y comenzaron a dictarse la Tecnicatura y Licenciatura en Comunicación Social, en la Sede Atlántica, en la ciudad de Viedma, y la Tecnicatura y Licenciatura en Diseño Artístico Audiovisual, en la Sede Andina, en la ciudad de El Bolsón. La oferta de Comunicación Social de la UNRN, al igual que la de la UNPSJB,32 está orientada al trabajo periodístico y a la planificación de políticas de comunicación, contando en su plan de estudios con apenas una materia específica de capacitación audiovisual.33 La formación radicada en la cordillera, en cambio, sí brinda conocimiento específico para la producción y realización audiovisual. La distribución de dichas carreras en la zona este y oeste de Río Negro, respectivamente, respondería en el primer caso a la necesidad de atender a la capital provincial, cuya actividad económica se estructura fuertemente por la administración del Estado, mientras que en la zona cordillerana se buscaría responder al perfil turístico de ese lugar, tal como se declara en los documentos formales de la UNRN.34 Esta distribución de las carreras según la economía primordial de cada lugar, también puede haber influido en la forma de ubicación de los núcleos de producción audiovisual de la UNRN: su Centro de Producción de Contenidos Audiovisuales35 -desde donde produce películas regionales, series, infantiles, cortos y unitarios-36 se encuentra en San Carlos de Bariloche, mientras que el canal de televisión en internet (UNRN.TV),37 más orientado a la producción de información que al cine, se ubica en Viedma, capital administrativa y política de la provincia. De esta manera, la UNRN viene a reforzar la idea de construir instituciones educativas en la zona cordillerana, a la vez que aprovecha su carácter de universidad descentralizada para también organizar una parte de su producción (la más vinculada a lo informativo) en la zona atlántica.

En síntesis, entre 1990 y 2009 es cuando aparecen las primeras ofertas educativas de formación específica en materia audiovisual en la Patagonia, ofertas que se concentraron en una sola provincia: Río Negro. En el conglomerado del Alto Valle rionegrino se constituyó un primer espacio de formación y, en la zona cordillerana, sobre todo a partir de la instalación de la sede Andina de la UNRN, se crearía un segundo espacio significativo de capacitación audiovisual. Al ser la cordillera uno de los lugares de turismo más importantes de la Patagonia, se infiere entonces que la creación de oferta educativa en esta región va de la mano con la promoción de la actividad económica de esa zona. Es decir, en la ubicación de las carreras se observa una política de Estado y de agentes privados deliberada, tendiente a fortalecer, por un lado, el desarrollo turístico a través de la generación de imágenes que difundan los paisajes de Río Negro y, por otro lado, se observa una política orientada a dinamizar la actividad económica a través de la creación de films commissions y/o de condiciones para el desarrollo de un mercado de trabajo audiovisual local capaz de atender las demandas nacionales e internacionales que se dirigen a la cordillera como escenario de rodaje. De hecho, de 2010 en adelante, como veremos en el próximo apartado, las carreras audiovisuales que se crean en el resto de las provincias patagónicas también siguen este patrón, es decir, se activan en ciudades cuya economía se rige principalmente por el turismo.

Políticas nacionales y subnacionales:

fomento y expansión de las escuelas (2010-2020)

Como hemos podido distinguir, las primeras experiencias de educación en el área generadas en la Patagonia se concentraron en la provincia de Río Negro, principalmente en la cordillera y en el Alto Valle. En esta última zona, la ciudad de Neuquén colaboró en la formación no curricular, fundamentalmente a través del Departamento de Medios Audiovisuales, radicado en la sede central de la UNCo. Las demás provincias de la región tuvieron una emergencia más tardía de instituciones vinculadas al audiovisual, ya promediada la primera década del siglo XXI.38

El año 2014 trajo a la luz la primera carrera específica sobre audiovisual salida de una universidad fueguina. La Universidad Nacional de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur (en adelante, UNTDF) creó la Licenciatura en Medios Audiovisuales, con lugar de dictado en Ushuaia y Río Grande. Ésta se fundó con la intención de suplir una oferta vacante de carreras en lo referente a la producción, la gestión y la comunicación audiovisual. Propone capacitar a sus profesionales para la realización y el análisis audiovisual en radio, televisión, cine, web y multimedia, ya que entiende a lo audiovisual como un espacio de convergencia multimedial, en el que se articulan los campos de la comunicación, el diseño y las industrias culturales.39 Aunque reciente en su creación, la universidad ya cuenta con una productora (UNTDF Medios, bajo la Dirección de Producción Audiovisual) que se aboca principalmente a la generación de series, documentales y spots para cine y televisión sobre temáticas que atañen al territorio austral (en torno a tópicos como “Ciencia y Territorio”,40 “Historia, identidad y cultura fueguina”,41 “Trabajo fueguino”,42 “Memoria, Derechos Humanos e Inclusión”43 y “Vida Universitaria”).44 Algunos de estos materiales se difundieron o realizaron en colaboración con canales universitarios, Canal Encuentro, Pakapaka, la TV Pública Fueguina, la Red Nacional Audiovisual Universitaria y el INCAA. Asimismo, esta institución no sólo promueve la producción a través de trabajos finales de materias, sino que también ha financiado algunas películas de egresados de la carrera.45

En el caso de Santa Cruz, la Universidad Nacional de la Patagonia Austral (UNPA) -que ya contaba con la oferta de una licenciatura en Comunicación Social- incorporó en 2015 la primera Licenciatura en Comunicación Audiovisual.46 Esta carrera comenzó a dictarse en la Unidad Académica Caleta Olivia (UACO), bajo la siguiente consigna profesional: “desempeñarse como director, productor o realizador de producciones audiovisuales”,47 así como participar en proyectos de planificación en el área o desarrollar investigaciones en torno a la producción de contenidos y desenvolvimiento de políticas de comunicación, entre diversos aspectos. Asimismo, la UNPA cuenta con una Productora de Contenidos Audiovisuales y un Programa de Comunicación, con sede en la UACO, así como un Laboratorio de Medios Audiovisuales, en la Unidad Académica San Julián (UASJ), a 350 kilómetros de Caleta Olivia. Este laboratorio lo dirige el realizador Pablo Walker y desde allí la universidad ha producido diferentes materiales,48 entre ellos documentales de divulgación científica, docudramas y telefilms, algunos con distribución a través de la Televisión digital. Además de las carreras universitarias mencionadas, existe también desde 2010 en dicha provincia, el Instituto Superior de Enseñanza Técnica (INSET), dependiente del Consejo Provincial de Educación de Santa Cruz, en donde se dicta la Tecnicatura Superior en Comunicación Digital y Multimedial, en modalidad de Educación a Distancia. Esta carrera posee algunas materias vinculadas a lo audiovisual, aunque su formación no es específica.49

La provincia de Chubut, a partir de 2015, también contó con dos ofertas de formación no específica que promovieron la realización audiovisual. Por un lado, al igual que Santa Cruz, posee una Tecnicatura en Producción de Multimedios, en el Instituto Superior de Formación Técnica, dependiente del Ministerio de Educación de la provincia y del Instituto Nacional de Educación Tecnológica de Nación (INSET),50 con sede en Comodoro Rivadavia y Trelew.51 Por otro lado, en ese mismo año se incorporó la Licenciatura en Comunicación Social a término, en la delegación Trelew de la UNPSJB.52 Finalmente en 2020, la provincia logró tener su propia oferta académica especializada a partir de la inauguración de la Escuela de Cine de Puerto Madryn. Esta institución privada recientemente fundada está transitando su primer ciclo lectivo y se propone brindar educación presencial y a distancia. Allí se puede estudiar la Tecnicatura Superior en Cine, que cuenta con dos especialidades: Director de Cine y Animación y Post-producción Digital, que se espera producirán futuras incursiones en la realización de films locales. La intención de esta escuela es generar “un espacio de creación artística e inserción dentro del mundo del cine para adolescentes y adultos de la región Patagónica”53 es decir, responde a una necesidad de autorrepresentación y expresión local.

En Neuquén la incorporación de oferta educativa específica se concretó también a fines de la década de 2010. A partir de un convenio entre el Ministerio de las Culturas de la Provincia y la ENERC se creó, en 2017, en la ciudad de San Martín de los Andes, la Sede Regional Patagonia Norte. La creación de esta sede formó parte del plan estratégico de fomento y federalización impulsado por el INCAA y el gobierno de Cristina Fernández, que se expresó en la constitución de escuelas en diferentes regiones del país, siendo las primeras las del Noroeste y Noreste argentino, ambas inauguradas en mayo de 2015.54 En la sede Patagonia Norte se puede estudiar Realización Cinematográfica Integral y también se imparten dos carreras de posgrado: Documentalismo de Montaña y Film Commission. Al igual que en los casos de Río Negro con el Bolsón y Bariloche, de Tierra del Fuego con Ushuaia y de Chubut con Puerto Madryn, en Neuquén también se escogió una ciudad turística para radicar el primer espacio de educación formal audiovisual. Los paisajes sanmartinianos y su cualidad como escenarios de rodaje condicionaron la elección de la sede, pero también el tipo de capacitación ofrecida. Pues la carrera de grado de esta regional de la ENERC se orienta no tanto a la formación de directores, como a la de realizadores integrales, capaces de asistir en las diversas tareas que involucra la producción audiovisual y, de alguna manera cubrir la necesidad de mano de obra técnica para las filmaciones que se realicen allí. Del mismo modo, la oferta de posgrado también responde a las particularidades de esa ciudad, garantizando tanto la formación específica para el rodaje en montaña, como la capacitación para la promoción de las locaciones regionales y el desarrollo de la industria en la región. A esta oferta hay que sumar también una nueva sede en el Alto Valle, en Neuquén capital, en la que se dicta sólo la carrera de Realizador Cinematográfico Integral y cuya primera cohorte es la de este año, 2020.55 El objetivo de estas sedes de la ENERC se orienta a desarrollar la identidad audiovisual regional, a través de promover la mirada local y la visibilización de la propia voz.56 Al ser muy reciente su creación, sólo se registran unos pocos materiales audiovisuales de directores vinculados con la sede de San Martín de los Andes; aunque algunos de los egresados y estudiantes de ambas sedes ya cuentan con antecedentes de colaboración y/o realización en producciones de otras regiones del país.57 En este sentido, la constitución de nuevos espacios de formación respondería por una parte a la promoción de un cine regional, pero por la otra, a la necesidad de contar con recursos humanos formados que permitan potenciar las posibilidades de explotar la región como escenario de locación.

A partir de este breve recorrido, que se sintetiza también en el Cuadro Anexo, puede observarse cómo desde 2010 en adelante, las distintas carreras de formación audiovisual fueron nutriendo la oferta en diversas localidades de Patagonia, llegando a garantizar, en 2020, al menos una institución por cada provincia y, dos en el caso de Río Negro y Neuquén. Este impulso generado en los últimos años ha sido acompañado por la formulación de proyectos tendientes a reglamentar y/o promover la actividad tanto a partir de legislación nacional, como subnacional.

Fue precisamente la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual 26.522 (en adelante LSCA), sancionada en 2009, la que generó un escenario favorable para el desarrollo audiovisual en las provincias, así como la que propició el protagonismo de las instituciones de educación superior en el fomento de la actividad. Si la ley de cine de 1994 impulsó la producción nacional en tiempos de crisis, promoviendo la proliferación de casas de estudio y de aspirantes a cineastas que empezarían a movilizarse para su formación migrando a dichos espacios, esta ley asumiría una política más orientada al federalismo. La misma facultaba al Poder Ejecutivo a promocionar y defender “la actividad con una orientación federal, que considere y estimule la producción local de las provincias y regiones del país”, y a desarrollar “conglomerados de producción de contenidos audiovisuales nacionales” (artículo 153, título X). Expresión de esa intención de descentralizar la producción audiovisual fue, por ejemplo, el Programa Polos Tecnológicos Audiovisuales,58 que tenía por fin fomentar la federalización de la producción nacional de contenidos audiovisuales, incentivar la producción regional y disminuir las asimetrías existentes entre las distintas regiones, a partir de la coordinación en el territorio de las universidades nacionales.

En la Patagonia se crearon cuatro polos: dos en Patagonia Norte, con sede en la UNCo y la UNRN, y dos en Patagonia Sur, en la UNPA y la UNPSJB. El Polo Patagonia Norte estaba, a su vez compuesto por cuatro nodos:59 uno ubicado en Neuquén, y tres en la provincia de Río Negro, mientras que el Polo Patagonia Sur también se integraba por cuatro nodos: uno por cada una de las provincias que integran el polo y dos en el caso de Chubut. A partir de los mismos, se gestionaron recursos para la producción audiovisual y se pusieron en contacto realizadores de distintos puntos del territorio. A su vez, resultado de estas vinculaciones se conformaron clústers, como el de Patagonia Norte o Bariloche. Si bien no se pudieron hallar aún estudios sobre el impacto del Programa Polos en la región Patagonia, sí es posible afirmar, en coincidencia con los resultados de investigaciones en otros territorios del país,60 que el rol de cabeceras de las universidades e institutos de formación regional fue central para el nuevo esquema comunicacional que promovía el programa (González y García Germanier, 2017). Como sostiene Ernesto Picco, la misión de las universidades era medular porque ellas articulaban “entre las organizaciones sociales, las productoras audiovisuales independientes y los canales locales para avanzar en la producción de contenidos” (2017, p. 95).

Además del Programa Polos, otras políticas nacionales tendientes a propiciar la descentralización que comenzaron a aplicarse a fines de la primera década del 2000 se expresaron en concursos y fondos de fomento. Por ejemplo, el Concurso Federal Raymundo Gleyzer, instrumentado desde el INCAA, tiene por objetivo brindar oportunidades para que jóvenes realizadoras/es que no hayan estrenado un largometraje, puedan realizar su primera película y el mismo se concursa por región, garantizando representatividad federal.61 El Fondo de Fomento Concursable de Comunicación Audiovisual (FOMECA), creado por Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (AFSCA), también puede oficiar de ejemplo, en el sentido que otorga financiamiento a proyectos de comunicación audiovisual comunitarios y de pueblos originarios, por sectores de la comunicación y por provincias (Rossi y Morone, 2013). Tanto el Concurso Raymundo Gleyzer como el FOMECA buscan concretar la intención descentralizadora de la LSCA, porque se concursan por regiones y contemplan situaciones más cercanas a las realidades de las provincias, como la reciente profesionalización de los cineastas o la filmación con/de comunidades originarias. De no ser por esos programas, resulta inimaginable que, por ejemplo, cineastas de Neuquén hubieran conseguido financiamiento para un documental sobre Carlos Procopiuk, uno de los pioneros del cine en la región.62 Es en este sentido que las políticas instrumentadas a partir de la LSCA permitieron revalorizar a los realizadores locales (incrementando la capacidad productiva y de visibilización de sus trabajos) así como jerarquizar los espacios de formación universitarios, verdaderos centros neurálgicos no sólo de la capacitación profesional, sino también de la producción y exhibición audiovisual regional.

Pero estas políticas nacionales no fueron las únicas que potenciaron las capacidades de las instituciones de educación superior. Durante estos últimos años, en las distintas provincias de Patagonia, los estados provinciales crearon ordenanzas y legislación tendiente a promover la actividad. En 2017, en Neuquén, se sancionó la Ley de Fomento a la Industria del Cine Nº 3094, primera legislación en la materia, cuya reglamentación se efectivizó en 2019 (decreto Nº 1034/19).63 Durante este último año, también Río Negro creó su primera Ley de Fomento de la Industria Audiovisual, Nº 5380, que cuenta con antecedentes desde 2008 y que finalmente logró ser reglamentada a fines de 2020.64 Las provincias de la Patagonia Sur, por su parte, no han sancionado leyes y el involucramiento de sus estados es menor que en las dos provincias anteriores, pero de cualquier manera todas han hecho declaraciones de interés público en la materia: en 2014, Chubut adhirió a la ley nacional Nº 26838, en la que se equipara la producción audiovisual con la industrial; en 2008, Santa Cruz declaró a Caleta Olivia como “Capital Provincial del Cine” y en 2010 sancionó un régimen de promoción cultural que incentiva la producción audiovisual. Finalmente, en 2012, Tierra del Fuego creó la Ley Nº 86865 que establece un régimen de financiamiento e incentivo a la realización (Borello, Motta y Fleitas, 2019). De modo que aunque sólo Neuquén y Río Negro desarrollaron una política de promoción audiovisual integral, en todas las provincias de esta región se registraron acciones de promoción de la actividad. Estas fueron motorizadas, entre otros agentes, por las instituciones de educación superior y por asociaciones civiles de realizadores audiovisuales que egresaron, se relacionaron laboralmente y/o se vincularon de alguna u otra manera con las escuelas, como por ejemplo, ARAN, Mujeres de Medios Audiovisuales de Neuquén (MuMA), la Asociación Civil Rionegrina de Artes Audiovisuales (ARNAA) o la Cooperativa de Realizadoras Audiovisuales de Patagonia (CReA Patagonia). A esto hay que sumar el protagonismo que las leyes provinciales le otorgaron a las instituciones de educación superior, pues les adjudicaron la tarea de integrar el comité evaluador del Ente Cinematográfico de Neuquén (art. 9, inc. 2) y la de conformar el Consejo Asesor Audiovisual, en el caso de Río Negro (art. Nº 2, Ley 5380).66

A modo de síntesis de este último período de conformación de carreras audiovisuales, es posible afirmar que la cobertura de la oferta académica se concretó atendiendo a diversas razones: 1) las áreas de vacancia en cada provincia; 2) la intención de fomentar la economía regional a través de imágenes promotoras de turismo y por medio de la creación de técnicos formados para atraer productoras foráneas que escojan estos territorios como locación y, 3) en respuesta también al clima propicio para el desarrollo audiovisual descentralizado que fomentaron el ENERC, la LSCA y las distintas legislaciones y declaraciones que instrumentó cada provincia.

Conclusiones

A partir de este recorrido pudimos distinguir tres períodos de conformación de instituciones de educación superior en materia audiovisual en esta región. El primero, de 1960 a 1989, caracterizado por la presencia de la tensión entre la producción artesanal y el profesionalismo, implicó cuatro opciones posibles para los cineastas regionales que quisieran capacitarse en la materia: el intercambio con audiovisualistas de otras regiones, la formación autodidacta, el estudio de carreras afines, aunque no específicas, y/o la migración forzada a otras provincias con oferta educativa en cine. El segundo período, de 1990 a 2009, muestra un crecimiento significativo de la oferta en la región, registrándose 15 carreras, algunas con mayor grado de especificidad que otras, pero todas relacionadas con esta formación. Durante estos años se consolida la oferta de carreras de Comunicación Social en Patagonia, pero aún es incipiente la oferta académica audiovisual. De allí que es llamativo el comportamiento de Río Negro en tanto durante estos veinte años concentra exclusivamente en su provincia todas las carreras audiovisuales de la región, a la vez que siembra los primeros pasos para la consolidación de los núcleos de producción que se concretarán en los años siguientes. El tercer momento, de 2010 a 2020, tiene prácticamente el mismo crecimiento que el período anterior en cantidad de carreras, pero en tan sólo 10 años. En este último decenio se diversifica territorialmente la oferta, a la vez que se cubre la vacancia de formación audiovisual con al menos una institución en cada provincia de la región. Además, se ejecuta una política de distribución geográfica que consolida un núcleo de capacitación audiovisual en el Alto Valle de Río Negro y Neuquén y otro en la zona cordillerana, también de estas provincias.

Neuquén y, fundamentalmente Río Negro, concentraron la mayor cantidad de espacios de formación curricular de Patagonia. Esto podría explicar el hecho de que sean las únicas provincias de la región que poseen legislación subnacional en la materia y que, al mismo tiempo, tengan una ventaja significativa en cuanto al volumen de producción audiovisual cuando comparamos con las provincias de la Patagonia Sur. La desigual distribución de las carreras, por su parte, podría estar vinculada no sólo a los direccionamientos políticos de los estados de Neuquén y Río Negro, sino también a que son las provincias más densamente pobladas de la región, a la vez que mantienen un flujo más activo y de mayor conexión con otras localidades del país. A su vez ambas comparten límites interprovinciales en puntos neurálgicos para sus economías, que hace que se potencien mutuamente, como son el Alto Valle, donde se ubica la capital administrativa de Neuquén, a la vez que dos de las ciudades más importantes de Río Negro, General Roca y Cipolletti. Del mismo modo, en la zona cordillerana, que es el otro núcleo de formación y producción audiovisual de la región, se congregan las principales ciudades turísticas de ambas provincias, esto es, San Martín de los Andes y Villa la Angostura, en el caso de Neuquén, y El Bolsón y Bariloche, en el caso de Río Negro.

Como hemos observado, sobre todo a partir de la década del noventa, la proliferación de escuelas e institutos atiende a la necesidad de potenciar el perfil turístico de algunas ciudades de la Patagonia, así como a la intención de promover el cine como recurso dinamizador de las economías regionales. La elección de ciudades cordilleranas, en la Patagonia Norte, y de lugares turísticos y marítimos en la Patagonia Sur respondería así a una política de distribución estratégica de los espacios de formación. Pues poseer mano de obra calificada en esos lugares es una atracción para las productoras foráneas que habitualmente escogen escenarios y paisajes de la región como locaciones para sus películas pero, al mismo tiempo, contar con esas inversiones garantiza la constitución de oficios y el posible desarrollo de un mercado audiovisual local, atento a la producción de realizaciones regionales. Sobre este último aspecto es que también se promueve la conformación de espacios de educación superior, es decir, las escuelas de cine de la región se construyeron además con la intención de generar imágenes y construcciones sobre la memoria y los relatos locales, atentas a una realidad que el ojo de las productoras que trabajan desde otros lugares de enunciación no siempre capta.

Por último, en este trabajo le dedicamos un espacio significativo a la última década (2010-2020) porque entendemos que el crecimiento exponencial de las instituciones de formación audiovisual en esos años no puede comprenderse sin tener en cuenta las políticas de Estado que intervinieron federalizando la producción. Federalización que, en el caso de la Patagonia también implicó descentralizar los espacios de educación y realización inexistentes hasta hace unos pocos años. Es entonces el conjunto de programas y planes de fomento que pone en práctica el Estado nacional el que siembra un escenario próspero para la profesionalización audiovisual, alimentando a las escuelas, a la vez que brindando cierta garantía de oficios rentables y producciones viables. A ello colaboraron también los estados subnacionales que, siguiendo con el clima de época favorable a la actividad, comenzaron a sancionar leyes o declaraciones tendientes a promocionar el audiovisual regional y a otorgar reconocimiento social y prestigio a las instituciones recientemente constituidas.

Fuentes periodísticas

Río Negro, ediciones 10/04/2006, 19/05/2006, 27/10/06, 18/04/08, 30/10/09.

Material consultado

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Universidades Escuelas e institutos vinculados a la formación audiovisual en la Patagonia, según año de fundación de la carrera  

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Recibido: 28 de Septiembre de 2020; : de ; Aprobado: 25 de Noviembre de 2020

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