Introducción
Los grandes sistemas fluviales sudamericanos constituyeron, como en otras regiones, los mayores corredores que promovieron interacciones culturales multiétnicas, por lo menos, desde mediados del Holoceno. La ausencia de importantes barreras geográficas, junto al aumento estacional del nivel del agua, provoca la aparición de una red de vías fluviales, que interconecta vastos espacios (Iriarte, De Blasis, De Souza y Corteletti, 2017). La emergencia de estas vías facilita el movimiento de personas asociado al desarrollo de una tecnología de navegación, y la previsibilidad de estas fluctuaciones permitió el desarrollo de sociedades con variadas estrategias de organización, de explotación de los recursos naturales de origen animal, vegetal y mineral, de modificación de los espacios fluviales (Bonomo y Ramos, 2021; Bonomo et al., 2015; Iriarte et al., 2017; Bonomo, et al., 2019; Pugliese et al., 2018). Entre los rasgos más conspicuos de estos espacios prehispánicos, destacan las arquitecturas en tierras, montículos/cerritos fruto de la manipulación de arcillas y fangos arcillosos (Castiñeira et al., 2014). Algunos de estos sitios, asociados a los espacios costeros o fluviales, pueden presentar una capa discreta de conchas, o bien, poseer una matriz estratigráfica en la que las valvas de moluscos constituyen el 50%, o más, del volumen de la formación (Ceruti y González, 2007; Pugliese et al., 2018). En estos contextos las conchillas también suelen ser utilizadas como materia prima para la confección de instrumentos (para cortar, raspar, coser, etc.), ornamentos, ropa e instrumentos musicales (Pugliese et al., 2018).
En consonancia con lo anteriormente expuesto, las márgenes del río Paraná, junto al sistema de humedales asociado al mismo (v.Benzaquén, Blanco, Bó, Kandus, Lingua, Minotti, y Quintana, 2013), se caracterizan por un profuso registro arqueológico que, desde fines del siglo XIX, ha sido objeto de interés de sucesivas generaciones de investigadores (Ceruti y González, 2007; Píccoli y Barboza, 2018; Bonomo et al. 2019). Lo propio podría sostenerse para las márgenes del río Uruguay (Caggiano, 1984; Castro, 2019; Loponte y Acosta, 2013; Rodríguez, 2001), pero no así para los territorios del nordeste argentino que se encuentran más allá de la zona litoral adyacente a estos dos grandes ríos. Tanto en el centro de la provincia de Entre Ríos como de la provincia de Corrientes las investigaciones han estado orientadas a actividades de rescate y prospección, si bien de forma reciente esta situación ha comenzado a revertirse (Apolinaire et al., 2015; Núñez Camelino, 2004, 2006; Píccoli et al., 2020).
Los estudios de las sociedades prehispánicas en el macrosistema Iberá, emplazado en el centro de la provincia de Corrientes, han sido escasos y discontinuos. Los datos que proveen, principalmente, los trabajos de Rodríguez (1995, 2008, 2009) y Mujica (1996), sin duda de referencia, son fruto de la descripción de intervenciones puntuales de corta duración. A partir de estos, se hace referencia a la distribución de sitios y su potencial arqueológico (entendido en términos de distribución horizontal y/o vertical de los hallazgos), junto con una caracterización general del material arqueológico observado. En este sentido, plantean la necesidad de trabajos que provean un conjunto de datos robustos (cronológicos, tecnológicos, bioculturales, etc.) a partir de la implementación de instrumentos metodológicos claves para contar, medir y categorizar las observaciones.
A partir del año 2014 se inició un trabajo interdisciplinario en el macrosistema Iberá que, a partir del año 2017, incorporó al equipo de arqueólogos/as, con el objetivo de realizar una reconstrucción de la evolución cultural, ambiental y de las biotas de ésta eco-región1 . En términos arqueológicos, el sistema de humedales de los grandes esteros de la provincia de Corrientes (sensuBenzaquén et al., 2013) posee gran interés para la discusión del poblamiento de las Tierras Bajas Sudamericanas. Junto con esto, y estrechamente asociado, se encuentra el abordaje de la circulación de bienes, personas y saberes, involucrando otros sistemas de humedales y áreas adyacentes.
Este trabajo tiene como objetivo presentar los resultados de la primera etapa de relevamiento y prospección realizada en el sector sur-este de la Reserva Iberá y sur-sureste del Parque Iberá en enero de 2020 (Figura 1). A tales fines, en principio, se detallan algunas características geoambientales del área de estudio, que se vinculan de forma estrecha con las estrategias de prospección implementadas y algunos de los resultados obtenidos. Luego, con el fin determinar la distribución y características generales de los sitios arqueológicos identificados en los Esteros del Iberá, se sintetizan los trabajos previos realizados en el sector de las grandes lagunas y zonas aledañas. A esto se suma, la información resultante de las prospecciones, sondeos estratigráficos y análisis de las muestras de sedimentos. A partir de esto, se busca avanzar y evaluar la distribución espacial de los vestigios arqueológicos, relacionándola a la luz de lo planteado en la bibliografía arqueológica regional.
Área de Estudio
Características geoambientales
La toponimia guaraní reconoció con el nombre Y verá, “aguas que brillan”, a lo que hoy se denomina macrosistema Iberá o, comúnmente, Esteros del Iberá. Con dicha denominación se identifica uno de los humedales tropicales más importantes de la biósfera en términos de su extensión y de las especies que lo habitan, tanto animales como vegetales (Orfeo, 2012).
Este macrosistema ocupa 12.300 km2 en el nordeste de la Argentina, e integra un sistema más amplio de humedales definido como Región del Iberá, aunque también se extiende más allá de las fronteras de la República Argentina en los esteros del Ñaembucú en la República del Paraguay (Neiff, 1997). Esta misma región comprende un complejo de ecosistemas con predominio de los ambientes palustres (esteros y bañados) que interconectan extensos lagos poco profundos, unidos por cursos de agua de distinto orden (Neiff, 2004). Es una de las principales fuentes superficiales de agua limpia, es decir, libre de cubierta vegetal -macrófitas- de la Argentina (Gálvez et al., 2003; Lancelle, 2003; Poi de Neiff, 2003).
Este humedal se caracteriza por estar bajo un clima subtropical húmedo o termal, con temperaturas promedio de entre 14-15°C y 20-22°C. Las variaciones estacionales, como las diarias, indican que la amplitud térmica es marcada. Las lluvias sobre el Iberá varían entre 1200 y 1700 mm anuales (Poi, 2017). Los vientos son suaves durante todo el año, con una media de 5-9 km/h, con mayor frecuencia de ráfagas durante la primavera. Han ocurrido tormentas de más de 120 km/h, aunque con muy baja frecuencia (Neiff, 2004). Los estudios físico-químicos fueron realizados principalmente en las lagunas Iberá, Luna, Galarza, Itatí y Paraná. El agua del Iberá es transparente y más ácida en los esteros (con un valor promedio de pH de 5,84), de lo que es en las lagunas, con valores más cerca del punto neutro (Poi, 2017).
El macrosistema Iberá ha sido un ambiente dinámico a lo largo de su historia. A partir de los 3500 años AP se establece la conformación actual de las especies palustres-herbáceas y del desarrollo del bosque higrófilo, antecesores de las asociaciones actuales (Fernandez Pacella, 2011). Sin embargo, en términos históricos hubo un importante aumento en el volumen anual de lluvias a partir de la década de 1970, pasando de una media histórica (1941-1980, Castro et al., 1991) de 1300 mm/año a 1700-1800 mm/año. Con ello, se produjeron cambios importantes en el escurrimiento, que se tornó difuso en tramos progresivamente mayores y provocó un alto efecto disipador de la vegetación (Neiff y Poi de Neiff, 2005). Por lo tanto, el paisaje del Iberá se encuentra en constante cambio provocado por las lluvias, sequías y tormentas, de forma tal que en condiciones de máximo anegamiento áreas separadas se encuentran conectadas por numerosas transfluencias (Neiff y Poi de Neiff, 2006).
Los suelos de la zona son los menos evolucionados en cuanto a su edafogénesis, ya que se presentan en general Histosoles, Entisoles, y los más evolucionados del grupo son los Alfisoles. Todos tienen la peculiaridad de poseer un contenido de materia orgánica más elevada de lo habitual, representado para los Histosoles por Medifibristes típicos (Embalsado) y Medisapristes fíbricos con 87,5% 30,5% respectivamente, presentando para los órdenes Entisoles y Alfisoles medias de 6% (Psamacuentes humacuépticos) y 2,5% para los Alfisoles de la zona (Endoacualfes aéricos). En cuanto a la disponibilidad de nutrientes, los cationes en los Histosoles no han sido medidos, y en los otros órdenes presenta contenidos moderados para calcio, magnesio y potasio. Se registran, sin embargo, valores medios de sodio e incluso acidez de intercambio en las capas superficiales y subsuperficiales. Todo lo antes expuesto demuestra que han sido suelos de poca evolución (Escobar et al., 1996; visor GEOINTA2).
Muchos de los paisajes que se encuentran en esta región y, por consiguiente, los procesos geomorfológicos que ocurren, son los mismos que en la región de Lomadas Arenosas que actúan como su límite occidental. Ambas regiones se corresponden con el abanico aluvial del río Paraná, que posee una distancia lineal de alrededor de 260 km de longitud en sentido N-S y 500 km de ancho (Orfeo, 2005; Contreras y Contreras, 2017) y abarca el noroeste y parte del suroeste de la provincia de Corrientes, así como un sector del sur de Paraguay. En este sentido, el modelado de estos paisajes es resultante de la divagación del río, el cual fue generando cursos relativamente estables, que finalmente fueron abandonados (Iriondo y Paira, 2007) y que en la actualidad se los conoce como esteros.
Las características naturales que presenta el sector estudiado, como la abundancia de cuerpos de agua dulce (lagunas, esteros y cañadas) dificultan el asentamiento de la población, y solo en algunos sectores en donde se forman las islas o sobre las lomadas arenosas es posible asentarse, lo que conlleva a un lento crecimiento de la población (Contreras y Ojeda, 2016). En este sentido, las islas son sectores elevados discontinuados que permiten no solo el asentamiento poblacional, sino que también son pequeños reservorios de bosques que solo pueden desarrollarse en ellas, siendo claves para el uso directo de los mismos como recurso, como, por ejemplo, leña y otros productos derivados. No obstante, las islas, al igual que las lomadas, son muy propensas a sufrir procesos de erosión dada la escorrentía que se genera siguiendo la pendiente noreste-suroeste en épocas de creciente, en las que la fuerza del agua arrastra consigo todo tipo de material, desgastando los bordes de las mismas, otorgándoles una morfología alargada (Contreras y Ojeda, 2016).
Antecedentes
Distintos documentos del siglo XVI hacen referencia a un complejo panorama étnico en torno al Alto y Bajo Paraná (Fernández de Oviedo y Valdés, 1546-1547/1851-1855; García de Moguer (1526) en Medina, 1908; Irala, (1555) en Schmidel, 1564/2009; Lopes de Sousa, 1531/1861; Núñez Cabeza de Vaca, (1490-1558/1906); Ramírez, (1528/2007); Villalta, (1536-56) en Schmidel, 1564/2009; Schmidel, 1564/2009; entre otros). En los relatos de las expediciones que involucran al Alto Paraná son múltiples las referencias a guaraníes, guarenies, carios, karios (v.Candela y Melià, 2015):
… hasta que llegaron al rio del Parana, (…) y en la ribera del rio estaua muy gran numero de los indios de la misma generacion de los Guaranies, todos muy emplumados con plumas de papagayos, e almagrados, pintados de muchas maneras e colores y con sus arcos y flechas en las manos. (Núñez Cabeza de Vaca, 1490-1558/1906, p. 186)
Mientras que para el Bajo Paraná se menciona una diversidad de etnónimos, presentando un panorama general que conlleva a la presunción de una percepción de los ambientes fluviales que posibilitaba articular e interactuar en y con este espacio:
(…) llegamos a carcarañal que es un rio que entra en el parana que los yndios dizen biene de la sierra (…) abian benido todos los yndios de la comarca que son de dibersas naçiones y lenguas a ver al señor capitan jeneral entre los quales bino una de jente del campo que se dizen quirandies (…) En la comarca de la dha fortaleza ay otras naçiones las quales son carcarais y chanaes y beguas y chanaes tinbus y tinbus (que son) de diferentes lenguajes (…) Aqui con nosotros esta otra jeneraçion que son nros amigos los quales se llaman guarenis y por otro nonbre chandris estos andan derramados por esta tierra y por otras muchas como cosarios a cavsa de ser enemigos de todas est otras naciones y de otras mucha (…) andubimos como dicho tengo el rio arriba de ysla en ysla hasta llegar a una jeneracion que se decian mepenes. (Ramírez, 1528/2007, pp. 30, 31, 33)
…llegamos a una nación que se llaman Mapenuss Estos son fuertes como de 100.000 hombres viven en todas partes de aquella tierra, que se extiende por unas 40 millas a uno y otro viento, pero se los puede reunir a todos por tierra y agua en 2 días; tienen más canoas o esquifes que cualquier otra nación de las que hasta allí habíamos visto; en cada una de estas canoas o esquifes cabían hasta 20 personas (…) cuando llegamos a sus casas no les pudimos sacar ventaja alguna, porque el lugar distaba a una milla de camino del agua Paranaw, donde teníamos los navíos, y sus pueblos estaban rodeados de agua muy profunda a todos vientos… (Schmidel, 1564/2009, pp. 75)
Estos gentilicios no necesariamente corresponden a entidades sociológicas discretas, sino que podrían constituir una trama de categorías nominales que dan cuenta de relaciones sociales, y de relaciones al interior de esas relaciones. A partir de los gentilicios se traducirían diferentes experiencias de relación entre diversos actores sociales que reflejan circulación, multilingüismo, intercambios (v.Córdoba y Villar, 2009). En este sentido, en base a distintas líneas de evidencia se ha sostenido (Acosta y Lara, 1955; Aparicio, 1949; Lothrop, 1946; Serrano, 1930) que algunos de los etnónimos mencionados en los documentos del siglo XVI, asociados a las riberas y sectores colindantes del río Paraná al sur de su confluencia con el Paraguay (carcarai, chana, begua, chana-timbú, timbú, mocoretai, camarao, mepene), pertenecerían a un mismo grupo. Entre estos y los guaraníes se entablaban una serie de relaciones, descriptas en términos de “generaciones amigas o enemigas” (Medina, 1908; Ramírez, 1528/ 2007; Schmidel, 1564/2009 ; entre otros).
Para fines del siglo XVII se verifica el avance desde el norte hacia el sudoeste de Corrientes de pueblos guaraníes, bajo la administración jesuítica, en la región del Aguapey-Miriñay, destacándose pocas incursiones para el área correspondiente al macrosistema Ibera (Maeder, 1981). Puntualmente, del macrosistema Iberá se tiene noción de una ocupación previa a los períodos de exploración, conquista y colonización que sucedieron a la llegada de los europeos, en virtud de su correlato arqueológico. En las Memorias de Viaje, Uhart, jefe de la expedición organizada por la Sociedad Científica Argentina en 1909 a los Esteros del Iberá, señala la presencia de concentraciones materiales en los albardones de los cursos de agua asociados a las grandes lagunas:
… (de) la laguna Medina (…) penetramos un riacho llamado el Plumero (…) Resolvimos tomar un día de descanso. El albardón en que estamos es una loma de un extenso bajío (…) Excavando un poco en el albardón hallamos trozos de gres rojo y muchos huesos de yacarés, carpinchos, ciervos y otros animales (…) concha de esa especie de almeja de agua dulce tan común en el Paraná (…) llegamos (…) a la isla Carayá. Esta es un albardón como de media hectárea de superficie, de suelo alto y arenoso, cubierta de timbóes, talas, lapachos y tacuaras. (…) Algunas excavaciones hechas con pala ponen en descubierto un estrato de huesos de yacare, mamíferos y aves: se han encontrado también un trozo de mandíbula interior de hombre y una piedra redondea y acanalada como para boleadoras o bola perdida. (Uhart, 1911, pp. 191-192, 194-195)
A partir de la década de 1970 comienzan a realizarse actividades de rescate y/o prospección en el Iberá, tanto en el área noroeste como en las grandes lagunas del sistema (Mujica, 1996; Rizzo, Tonni y Vicari, 1977; Rodríguez, 1995, 2006, 2008, 2009). Para el primero de estos sectores, el registro material presenta las características propias de la cultura material guaraní (Rodríguez, 2008, 2009), de forma coincidente con lo que registros más tempranos indican para las áreas cercanas a los esteros (e. g. inhumación en urna en Apipé Grande; instrumentos líticos -hachas- en Berón de Astrada; Biró de Stern, 1941, 1942).
En el caso del sector de grandes lagunas, especialmente Iberá y Paraná, se señala un alto potencial arqueológico y una diversidad de atributos para el registro material asociado, homologable a distintas unidades analíticas propuestas para el nordeste argentino -i.e. Goya Malabrigo, Guaraní, Iberá I- (Rizzo et al., 1977; Mujica, 1996, 2017; Rodríguez, 1995, 2006, 2008; Romero et al., 2017). Estos antecedentes dan cuenta de un total de 22 áreas con distintas densidades de materiales arqueológicos en torno a las grandes lagunas (las que comprenden desde hallazgos aislados a concentraciones de alta densidad de hallazgos, Píccoli 2014). De estas, solo en un 41% (n= 9) se informa su ubicación en base a distancias aproximadas entre puntos específicos y/o referencias locales (Figura 2). Se emplazan en pequeñas islas de forma elongada, con excepción del primer sitio, identificado por Rizzo y colaboradores (1977). Este se ubica en uno de los sectores más elevados de la barranca suroeste de la laguna Iberá, y destaca por la abundante concentración de valvas de moluscos (tabla 1).
n | Denominación | Fuente | Localización | Geoforma / elemento | Tecnología | ROH | Fauna | |||
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Lítica | Osea | Cerámica | valvas | |||||||
1 | Rizzo et al. 1977 | 28º 32’ S y 57º 10’ O | lomada alargada | X | ||||||
n1-Iberá | Mujica 1996a | laguna Iberá | elevación elipsoide | |||||||
este trabajo | 28º 32’ S y 57º 11’ O | accidentes topográficos de pendiente abrupta hacia el lago, y suave hacia el lado opuesto | ad | ad | ||||||
12 | Rodríguez 2008 | lagunas Paraná, Galarza, Luna e Iberá | isletas/ albardones | X | X | ad | en tres sitios, entierros primarios (posición exdendida) | |||
1 | n2 - Morocha | Mujica 1996a | Isla | X | ||||||
1 | n3 - Vizcacha | Mujica 1996a | Islote | X | ||||||
1 | m4 - Estechi | Mujica 1996a | Islote | X | ||||||
1 | n5 - Isla Negra | Mujica 1996a | isla / albardón costero | X | ||||||
1 | m6 - Campana | Mujica 1996a | isla | |||||||
1 | n7 - Colcha | Mujica 1996a | Islote | |||||||
1 | n8 - Alpargata | Mujica 1996a | N laguna Iberá | isla | X | |||||
1 | Isla Obuscito | Mujica 1996b | laguna Medina | isla | X | |||||
1 | Isla El Disparito | Mujica 2017 | laguna Iberá | isla | X | X | X | enterratorios primarios (posición extendida) y paquetes funerarios | X | |
Romero et al. 2017 | 28º 39’ S y 57º 49’ O | X | ||||||||
este trabajo | 28° 39' 55.685" S 57° 49' 33.946" O | ad | ad | ad | ad (dispersos, aislados y articulados) | bd | ad | |||
1 | Monte Grande | este trabajo | 28° 32' 48.851" S 57° 12' 9.641" O | monte/ elevación | ai | aislados | bd | bd | ||
1 | Cerrito | este trabajo | 28° 32' 40.927" S 57° 11' 54.434" O | montículo/ costa | bd | ad | ad | |||
1 | Miramar | este trabajo | 28° 32' 34.717" S 57° 11' 55.936" O | isla/bañado | ad | ad | enterratorios primarios y asociaciones óseas | ad | ||
1 | Isla del Medio | este trabajo | 28° 30' 19.055" S 57° 9' 18.961" O | isla (de embalsado) | bd | bd | ||||
1 | Pellegrini | este trabajo | 28° 32' 6.482" S 57° 10' 41.405" O | Barranca | bd | ad | ||||
1 | PN1a | este trabajo | 28°33'33.26"S 57°11'37.85"O | monte (cerca de la playa) | bd | bd | ad | |||
PN1b | este trabajo | 28°33'33.21"S 57°11'38.91"O | monte (interno) | bd | bd | |||||
1 | 3 Palmeras | este trabajo | 28°33'21.04"S 57°11'39.77"O | Playa | ad | ad | ad | |||
1 | Cerro Verde | este trabajo | 28°43'25.89"S 57°51'29.25"O | riacho/ canal | bd | ha | bd |
Referencias: ad= alta densidad; bd= baja densidad; ai= aislado
En el 27% (n= 6) de las concentraciones identificadas se realizaron prospecciones subsuperficiales, observándose una acumulación de valvas, entre las que pudieron identificarse los taxa Diplodon sp, Diplodon parallelopipedon, Diplodon charruanus, Diplodon iheringi y Asolene spici (Diplodon bourroughianus y Ampullaria spirxi, respectivamente, en Rizzo et al., 1977), Castalia sp. y Ampularia sp. (Mujica, 2017; Píccoli et al., 2020; Rizzo et al., 1977). Las valvas de moluscos se encuentran o bien desde la superficie y en mayor densidad entre los 50-80 cm (Mujica, 2017; Rizzo et al., 1977), o bien constituyen una distribución discreta cuya potencia varía entre los 20 y 50 cm (Rodríguez, 2008) o entre los 40 cm y 65 cm como máximo desde la superficie (Mujica, 1996). En las intervenciones realizadas por Rodríguez (2008), en este estrato conformado por valvas, encuentra asimismo tiestos, instrumentos líticos y óseos. En todos los casos, el material arqueológico se distribuye de manera continua, como mínimo a lo largo de 20 cm y como máximo de 80 cm generalmente desde la superficie, en cuyo caso se asocian en los primeros niveles (ca. 25 cm) con material antrópico actual; o bien los vestigios arqueológicos se encuentran a partir de una profundidad de 10 cm desde la superficie (n=3). Respecto del material recuperado, la cerámica es lo más abundante (tabla 1), y se caracteriza por la presencia de tiestos mayormente lisos y eventualmente perforados cerca del labio (Mujica, 2017; Rodríguez, 2008; Rizzo et al., 1977). Los escasamente decorados, mediante punteado, incisión o surco rítmico, describen motivos geométricos en la superficie externa de los ítems. También se identificaron impresiones de cordelería y pseudo-unguiculado. El conjunto de los atributos lleva a Rodríguez (2008) a sostener sus similitudes con la cerámica de Paraná Medio, si bien debido a sus particularidades lo llevan a clasificar como una unidad arqueológica particular (i. e. tipo cultural Iberá I). A este panorama general se contrapone lo observado para el sitio Isla El Disparito (IED), donde parte del material cerámico presenta las características anteriormente descriptas, mientras que el restante presenta atributos propios de la tradición cerámica guaraní (Píccoli et al., 2020).
En menor medida, Rodríguez (2008) describe la existencia de un variado repertorio de instrumentos óseos (punzones, perforadores y arpones o puntas de proyectil) y escasos instrumentos líticos (como raspadores, perforadores, lascas y núcleos con rastros de uso). En general, esto último también es observado por Mujica (1996a), con excepción del sitio IED donde se observa una mayor diversidad tanto de instrumentos óseos como líticos, así como la presencia de ornamentos confeccionados sobre valvas y dientes de mamíferos (Mujica, 2017; Píccoli et al., 2020). A esto se suman restos de fauna autóctona/local (Mujica, 1996a; Píccoli et al., 2020; Rodríguez, 2008). El registro bioarqueológico, presente en algunos sitios, se caracteriza por enterratorios primarios -con posición extendida- (Mujica, 2017; Rodríguez, 2008) y paquetes funerarios (cf. Mujica, 2017; Píccoli et al., 2020) (Figura 3).
De todos estos sitios, solo se posee información radiocarbónica para IED fechado en 1010 ± 60 años AP (LP-3310; Diplodon sp.; δ¹³C= -8 ± 2‰) y 563 +18 años AP (AA112525, Diplodon parallelopipedon) para el contexto de hallazgo. Uno de los eventos de inhumación fue datado en 960 ± 50 años AP (LP- 3698, Homo sapiens; δ¹³C= -20 ± 2‰) (Píccoli et al., 2020).
Concentraciones arqueológicas: distribución y características
Metodología de trabajo
En febrero de 2020 se realizaron prospecciones en el sector sur-este de los Esteros del Iberá, puntualmente en torno a tres de las grandes lagunas del sistema: Trin, Medina e Iberá. Esta actividad fue diseñada a fin de generar información sistemática acerca de la distribución del registro arqueológico, su emplazamiento en el espacio circundante junto con los patrones de accesibilidad y formas posibles de desplazamiento a escala microrregional. Asimismo, se georreferenció el sitio registrado por Rizzo y colaboradores (1977) y se tomaron nuevas muestras en IED, donde Mujica (2017) y posteriormente Gallego (Romero et al., 2017) habían realizado actividades de rescate y muestreos, en los años 2011 y 2014 respectivamente. Además de registrar las distribuciones arqueológicas se observaron las condiciones ambientales y características generales del espacio (sensuCriado Boado, 1999).
Dado que la accesibilidad y visibilidad arqueológicas (Schiffer et al., 1978) en el sector condicionan la detección de evidencia, se prospectaron sectores considerando sus características de accesibilidad, probabilidades de anegamiento y potencial arqueológico (en virtud de los antecedentes y de la información brindada por el personal gubernamental, Dirección de Parque y Reservas, Corrientes). La visibilidad de los restos se vio obstaculizada, en algunos casos, por la densidad de la cubierta vegetal. Por su parte, la excepcional bajante del nivel de los cuerpos de agua imposibilitó el acceso, tanto en embarcaciones como pedestre, a algunas islas registradas en los antecedentes (i.e. El Ombucito, tabla 1). Las áreas en las que se identificaron vestigios arqueológicos, tomando en cuenta su distribución variable, fueron clasificadas de acuerdo a las densidades en las que estos se presentaban, a saber: hallazgos aislados (vestigios dispersos en una superficie sin límites claros; ≤ 10 ítems en un radio de 20 m); concentraciones de baja densidad de hallazgos (≤ 25 ítems en un radio de 20 m); y, concentraciones de alta densidad de hallazgos (>25 ítems en un radio de 20 m) (Píccoli, 2014). La prospección pedestre fue realizada en los lugares con mayor visibilidad arqueológica: lomadas arenosas, orificios de ingreso de cuevas de animales cavadores, barrancas, costas y playas de islas. La misma fue realizada a partir de transectas que en ningún caso superaron los 3 m de ancho, siendo el largo variable de acuerdo a las geoformas mencionadas. Asimismo, involucró recolecciones superficiales a partir de la implementación de unidades de recolección, sondeos exploratorios, pruebas de pala y limpieza de perfiles. Además, se realizaron tareas de excavación en aquellas concentraciones arqueológicas que dadas sus características justificaban una intervención que superaba en intensidad y nivel de definición a las actividades de prospección.
Con el fin de definir algunas características de la matriz sedimentaria en la que se encuentran los restos arqueológicos recuperados, se tomaron muestras de sedimentos en seis de los sectores prospectados a una profundidad de 0-10 y de 10-30 cm. En cada zona prospectada se tomaron cuatro muestras a escala puntual y local (locus arqueológico y área adyacente -testigo-). Para su análisis, las muestras fueron molidas y tamizadas por malla n.° 10. Se realizaron análisis de pH, conductividad eléctrica y fósforo. Para la estimación del pH en agua se empleó el método potenciométrico: se utilizó un potenciómetro; se pesaron 10,00 g de suelo y se añadieron 25 mL de agua destilada (relación 1:25); para la medición, se introdujeron los electrodos en el líquido sobrenadante, evitando la formación de burbujas (Sparks, 1996). Para la evaluación de la conductividad eléctrica se empleó un conductímetro -relación 1:5 de suelo-agua- (Sparks, 1996). Para estimar el fósforo asimilable (Pas) se realizó la extracción con HCl 0,025 M y NH4F 0,03 M (pH <2,9), usando una relación suelo-extractante de 1:7; se determinó el P por espectrometría de absorción molecular a 880 nm, empleando el método de azul de molibdeno (Kuo, 1996). La determinación de Carbono Orgánico se realizó en la muestra que atravesó el tamiz n.° 35, utilizando el método de oxidación húmeda de Walkey-Black (Page, 1982) en virtud de los sitios con material calcáreo circundante (valvas).
Resultados
Se prospectaron 13 áreas, abarcando un total de 95,14 km recorridos. Los puntos de muestreos se pueden categorizar en insulares (46%) o terrestres (56%). Solo el 23% resultó estéril en términos arqueológicos. Si a esto se suman los sitios identificados en instancias previas, el total para el sector sur-sureste del Iberá asciende a 30 sitios (tabla 1). Tomando en cuenta el emplazamiento de los sitios identificados por Rizzo y colaboradores (1977, georreferenciado en febrero del 2020) y Mujica (1996, 2017), se observa que para el sector sureste de los Esteros del Iberá la mayor proporción corresponde a la categoría insulares (56%), siendo los sitios más distantes IED (Mujica, 2017; Romero et al., 2017) y Estechi (Mujica, 1996). Los sitios terrestres más cercanos, en general, guardan entre sí una distancia, en términos lineales, que no supera los 500 m. El sitio Miramar (este trabajo) es un caso excepcional, ya que, si bien en la actualidad se accede por vía terrestre, sus características topográficas corresponden a una isla, lo que sugiere que estas áreas vegetadas corresponderían a sectores anegadizos/inundables (tabla 2). No obstante, y teniendo en cuenta las características paisajísticas del macrosistema Iberá, las distancias lineales subestiman la distancia que comunican a cada lugar. Tomando en cuenta el relieve, la vegetación y cursos de agua, la evaluación de la malla de movimientos posibles -i.e. red de permeabilidad- del sector, en virtud de la utilización de unos puntos u otros del tránsito entre de los sitios georreferenciados permite considerar que existen tres formas posibles de desplazamiento práctico (sensuCriado Boado, 1999):
1- Mediante cursos y cuerpos de agua principales libres de vegetación. Existen antecedentes que dan cuenta que el río Corriente era navegable, y en la actualidad existen tramos que conectan ininterrumpidamente a su confluencia con el río Paraná y su alta cuenca en los esteros. Asimismo, se relevaron sitios que se encuentran en el interior de una misma laguna, como el caso del sitio IED en la laguna Trin y el sitio Isla del Medio dentro de la laguna Iberá (Figura 4). Esta categoría engloba a estos ambientes de acceso directo, sin mayores dificultades de accesibilidad (Figura 5).
2- Mediante cursos secundarios y pasos naturales. Esta categoría parte del hecho que los embalsados no son tierra firme, sino por el contrario es vegetación flotante -pueden crecer árboles de porte pequeño, adaptados a los excesos hídricos-, la que puede ser movilizada por el viento o los escurrimientos superficiales. En este sentido, se pueden llegar a generar espacios vacíos, a modo de ríos menores, los que perduran en el tiempo y pueden ser utilizados como vías comunicantes. Un claro ejemplo de lo que aquí se menciona es el caso del arroyo Carambola (canales Ñu Py y Plumero que conducen a los parajes homónimos), que comunica el Puerto Juli-Cue con la laguna Medina, siendo esta una vía de comunicación para los actuales pobladores del Iberá. El empleo de estos puntos de tránsito implica un claro conocimiento y orientación en el lugar, ya que la vegetación genera la irrupción de la visibilidad (v. TAA en Tabla 2).
3- Mediante pasos y senderos artificiales: Abrirse paso sobre los embalsados es una práctica que se viene realizando hasta en la actualidad. A modo de ejemplo, Lista (1883, pp. 6-7) describe a los Esteros del Iberá como:
una gran sabana esmeralda, bordada de pequeñas isletas, notándose solo en cuatro o cinco partes, superficies circunscritas de agua despejada, pues casi toda su totalidad, está cubierta de una vegetación acuática flotante, lo que hace imposible su tránsito con embarcación o a caballo. Solamente a pie puede penetrarse, como ha sucedido varias veces, porque el tejido de la vegetación acuática es una balza bastante resistente para que un hombre se sostenga sobre ese piso.
En el área de estudio se han detectado 26 pasos realizados artificialmente (Figura 5), cuya finalidad es comunicar la tierra firme con aquellos cursos principales o secundarios que facilitan la navegación. Si bien se puede inferir que en el pasado los embalsados serían menos densos y extensos, no se descarta la posibilidad que sobre los límites de los esteros existiera la presencia de estos senderos. No obstante, es posible que estos embalsados no existieran a la hora de seleccionar un sitio terrestre para el asentamiento. Otra característica de esos pasos artificiales, si bien implica un importante gasto de energía generarlos, al ser rectilíneos y de tránsito constante facilitaría su tránsito, en comparación con la categoría anterior cuya geometría sería más sinuosa e irregular (Tabla 1).
Respecto de las características de las concentraciones arqueológicas relevadas el 36% (n=4) de las 11 presenta una alta densidad de hallazgos (IED, Iberá, Miramar y Tres Palmeras), el 45% (n=5) una baja densidad (Cerrito, Isla del Medio, Pellegrini y PN1) y el 18% (n=2) conforman hallazgos aislados (Monte Grande y Cerro Verde). A excepción de Cerro Verde, todos los contextos se caracterizan por la presencia de valvas que corresponden, teniendo en cuenta lo relevado hasta el momento, a los géneros Diplodon (D. parallelopipedon y D. charruanus) y Castalia sp. (Unionoida: Hyriidae). Los sitios Iberá, Cerrito, IED y Miramar presentan una alta proporción de valvas de moluscos y proporciones variables de matriz sedimentaria (Figura 6). Cabe destacar que en una de las áreas prospectadas se registró la presencia de poblaciones de bivalvos dulceacuícolas correspondientes al género Diplodon que, hasta esta instancia, se pensaba que no habitaban actualmente en el Iberá (sitio Tres Palmeras).
En todos los casos, el material cerámico, dada su abundancia relativa y visibilidad, constituye el principal indicador, sino el único. Si bien este material se encuentra en proceso de estudio, en general, priman las superficies alisadas sin decoración, registrándose, hasta el momento, una baja frecuencia de tiestos corrugados (IED; Miramar).
Asociado al material cerámico, solo en cuatro concentraciones se registró asimismo la presencia de material lítico, estas son Miramar, IED, Pellegrini y Tres Palmeras. Entre el material lítico se logró identificar alisadores, mano de morteros, bola de boleadoras y percutores, entre otros, así como, instrumentos tallados como puntas de proyectil, raederas y raspadores (Figura 7).
Del total de concentraciones relevadas, en el 27% (n= 3) se registraron restos óseos humanos, estas son IED, Monte Grande y Miramar. Todas se emplazan en sectores elevados, enmarcadas por el bosque xerófilo. La única concentración con presencia de restos óseos humanos identificada en sector de monte, constituye un hallazgo aislado conformado por un diente de un individuo subadulto. El material arqueológico fue identificado en las entradas de dos madrigueras de Dasipódidos, las que se encuentran en la parte más elevada del sitio. A partir de estos hallazgos se definieron dos sondeos exploratorios, en uno de los que se recuperó el molar humano asociado a tiestos de pequeñas dimensiones, una muy baja proporción de líticos y restos óseos faunísticos. En el sedimento se identificó una baja densidad de restos de valvas de moluscos.
En los casos de emplazamientos en islas, más allá de la presencia de huesos y dientes dispersos en la superficie de la playa y/o consolidados o recubiertos por el propio sedimento, en algunos casos los restos esqueletares se encontraron semienterrados. En Miramar, los restos esqueletares se encontraban contenidos, mayormente, en los depósitos conformados, en principio, por sedimentos aluviales y conchillas parcialmente cementadas; lo que, junto al grado de saturación, dificultó la recuperación. En IED se encuentran asociados a rocas organógenas (v.Píccoli et al., 2020). Esto permitió identificar entierros primarios tanto en Miramar, de un individuo inmaduro, como en IED, de adultos. En ambos sitios, además de la alta frecuencia y diversidad de ítems culturales, destaca la presencia de cuentas elaboradas sobre material malacológico, las que en el caso de IED se suman a los pendientes -elaborados en base a caninos de yaguareté y molar de carpincho- que ya habían sido recuperados (Píccoli et al., 2020).
La evaluación de la clasificación edafológica del suelo, a partir del relevamiento de la estratigrafía a escala puntual, permitió identificar una alta presencia de fósforo (más de 400 mgP. kg-1) en el sitio IED y en Cerro Verde, en contraposición a cada área adyacente (que no pasaron los 50 mg P. kg-1). Cabe aclarar que los suelos mencionados anteriormente poseen valores modales muy bajos (< de 7 mg.kg-1) de fósforo disponible obtenidos por la metodología utilizada y que todo valor por sobre los 200 mg. kg-1 de fósforo es extremadamente elevado (Tabla 2). Si bien valores elevados de fósforo son esperables en relación a la actividad antrópica, también el ingreso de materia orgánica a la matriz sedimentaria afecta significativamente la forma, interacción y redistribución del fósforo (Holliday y Gartner, 2007). En este sentido, cabe destacar que, en uno de los puntos de muestreo (isla El Disparo), localizado en la laguna Trin a 1,2 km del sitio IED, presentó valores similares de fósforo que IED (i.e. >500 mg kg-1).
El contenido de Carbono Orgánico diferenció estadísticamente ambos locus, siendo mínima la variación entre ambos. En El Disparo e IED los contenidos de carbono orgánico estuvieron por debajo del 1%, siendo el testigo solamente un poco superior en la muestra más superficial. En el Cerrito, Miramar y Monte Grande, se obtuvieron valores que indican una mayor acumulación de materia orgánica (Tabla 3), haciendo mínima la diferencia de la escala puntual respecto al testigo. En casi todos los casos, se observa que hacia la superficie los valores son más altos, disminuyendo a mayor profundidad.
Profundidad (cm) | Muestreo | pH | Ce (dS m-1) | P (mg kg-1) | CO (%) |
0 - 10 | Cerro Verde | 6,5 | 0,31 | 469,65 | 0,8 |
IED | 6,54 | 0,24 | mayor 500 | 0,32 | |
Cerrito | 6,55 | 0,56 | 15,81 | 3,85 | |
Miramar | 7,51 | 0,61 | 54,05 | 6,43 | |
Monte Grande | 5,29 | 0,29 | 151,3 | 2,23 | |
10 - 30 | Cerro Verde | 6,88 | 0,38 | 485,85 | 0,38 |
IED | 6,16 | 0,15 | mayor 500 | 0,42 | |
Cerrito | 7,23 | 0,31 | 31,31 | 3,1 | |
Miramar | 7,55 | 0,38 | 26,62 | 3,03 | |
Monte Grande | 5,6 | 0,29 | 193,61 | 1,51 |
Referencias: Ce= Conductividad eléctrica, P= fósforo; CO= carbono orgánico
Siendo suelos poco evolucionados, como ya lo hemos referenciado previamente, se espera un comportamiento edafológico que represente variaciones de concentración debido, exclusivamente, a la actividad antrópica. Los datos tomados como referentes evolutivos del suelo, en los casos en estudio, tanto los valores de pH como los de conductividad eléctrica fueron estimados como neutros (±7 y ±0,4 dS. m-1, respectivamente), excepto en el testigo de Laguna Iberá donde, por debajo de los 40 cm de profundidad se incrementó el pH.
Consideraciones finales
A medida que avanzan las investigaciones en las Tierras Bajas Subtropicales de Sudamérica, los sistemas de paisajes de humedales se presentan como entornos clave para el asentamiento humano especialmente debido a la abundancia de recursos disponibles. En este marco, los antecedentes locales junto con las tareas realizadas permiten afirmar que los Esteros del Iberá participaron de la intensa ocupación de las regiones de humedales, en principio en torno a los 1000 AD. Los espacios insulares presentarían las mejores condiciones de ocupación gracias a su topografía libre de anegamientos. Constituyen sectores elevados discontinuos que permiten el asentamiento humano y el desarrollo de distintas actividades. Presentan toda una serie de recursos (e. g. madera), potencialmente vinculados con la producción cerámica, la caza, la pesca y la recolección de moluscos. Asimismo, los sectores insulares ofrecen un mayor número de formas posibles de desplazamiento práctico. A partir de la información derivada de documentos del siglo XVI, así como los antecedentes a nivel regional, se puede sostener que la mayor parte de los sistemas de paisajes de humedades de las tierras bajas sudamericanas eran transitadas por grupos que desarrollaron un sistema de navegación. En este sentido, destaca la presencia de una red de tránsito entre los sitios arqueológicos mediante cursos y cuerpos de agua principales libres de vegetación y, especialmente, mediante cursos secundarios y pasos naturales. Las redes hidrográficas han demostrado tener gran importancia para la ocupación antrópica en torno a las grandes cuencas, como, por ejemplo, ha sido observada en relación a la distribución de sitios asociados a la entidad Goya-Malabrigo en el Delta Superior del Paraná (Apolinaire y Bastourre, 2016). La identificación de las pautas generales de movimiento presentadas en este trabajo, mediante las tres formas de tránsito intersitios propuestas, es el primer paso necesario para que, con el avance de las investigaciones sobre los elementos arqueológicos identificados, se logren deslindar las estrategias y correlaciones en la distribución entre los distintos puntos del espacio que fueron ocupados recurrentemente, estacionalmente y/o de forma semipermanente. Si bien la red de tránsito observada no da cuenta de vías concretas, permite identificar una alta permeabilidad interna en este sector, evidente a partir de las varias vías de conexión intersitio en la mayoría de los casos.
Los puntos del espacio que dan cuenta de las ocupaciones se caracterizan, en general, por la acumulación de conchillas. Si bien aún deben efectuarse estudios microestratigráficos para reconstruir la historia de acumulación de las valvas, dadas las características observadas, en algunos casos podrían haber sido utilizadas como material constructivo (e.g. IED). Asimismo, el empleo del género Diplodon, que habitan en la actualidad en el Iberá como se pudo observar a partir del relevamiento realizado en 2020, es consonante con su empleo ampliamente extendido, especialmente debido al grosor y dureza de sus conchas (v. Prous y Pessoa Lima, 2019). Asimismo, su superficie interna nacarada destaca en la confección de cuentas, como las recuperadas en distintas concentraciones (e. g. IED, Miramar). Este y otros ornamentos se encuentran asociados a espacios donde se verifica la realización de prácticas mortuorias. En este sentido, estos sitios se asocian actividades concretas que trasuntan momentos significativos dentro de la vida social.
Todo lo expuesto da cuenta del potencial arqueológico de los Esteros del Iberá, así como el interés que presenta en términos de conservación y turismo. A partir de esto se abre una agenda futura para abordar los procesos ambientales y sociales interrelacionados con el poblamiento del sistema de humedales de los grandes esteros de la provincia de Corrientes desde una perspectiva interdisciplinaria. En este sentido, los resultados de los análisis de suelos realizados brindan parámetros de comparación para, en base a la ampliación de los análisis de sedimentos, poder definir unidades naturales, así como eventos de construcción y uso, y reconocer los agentes que promueven los procesos tafonómicos que inciden en la alteración de los materiales arqueológicos contenidos en la matriz. En este sentido, la presencia de suelos con altos grados de saturación, en algunos casos completamente anegados (e. g. IED), junto con la presencia de valores de ph neutros y levemente alcalinos (i. e. Miramar) favoreció la preservación de restos esqueletales y valvas.