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Trabajo y sociedad

On-line version ISSN 1514-6871

Trab. soc. vol.25 no.42 Santiago del Estero  2024  Epub Jan 01, 2024

 

Imágenes y magnitudes sobre el trabajo

Las transformaciones en el capitalismo contemporáneo y los desafíos para la acción colectiva de los trabajadores. El caso argentino (1989 - 2019)

The transformations in contemporary capitalism and challenges for workers’ collective action. The Argentine case (1989 - 2019)

As transformações no capitalismo contemporâneo e os desafios para a ação coletiva dos trabalhadores. O caso argentino (1989 - 2019)

Adrián PIVA1  *

1Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Email: adrianpiva@gmail.com.

RESUMEN

En este artículo, en primer lugar, nos proponemos presentar una serie de hipótesis sobre el impacto de las transformaciones del capitalismo contemporáneo en la estructura de la relación de explotación y en la composición de la fuerza de trabajo. Estas transformaciones han creado dilemas tanto a la estabilización de la dominación política (erosión de las capacidades estatales de integración política), lo que se ha evidenciado sobre todo con la crisis del neoliberalismo, como a la movilización y organización obreras.

En segundo lugar, presentaremos algunas conclusiones para el caso argentino desde los años noventa. El caso permitirá aportar una mirada de esas transformaciones desde la periferia y, especialmente, matizar su impacto en la movilización y organización de la clase obrera incorporando al análisis los recursos que proveen las tradiciones comunes de lucha y organización. Al mismo tiempo, en Argentina, dichas tradiciones presentan un doble caracter: recurso de movilización y medio de institucionalización y control del conflicto, lo que las pone en el centro de los problemas simétricamente opuestos que el capitalismo actual plantea a la dominación política y a la insubordinación popular.

Palabras clave: capitalismo contemporáneo; composición de clase; movilización; acción colectiva; Argentina

ABSTRACT

In this article, first of all, we propose to present a series of hypotheses on the impact of the transformations of contemporary capitalism on the structure of the exploitative relationship and on the composition of the labor force. These transformations have created dilemmas both for the stabilization of political domination (erosion of state’s capacity for political integration), which has been particularly evident with the crisis of neoliberalism, and for workers' mobilization and organization.

Secondly, we will present some conclusions for the Argentine case from the 1990s. This case will provide a view of these transformations from the periphery and, especially, it will allow us to clarify their impact on the mobilization and organization of the working class by incorporating into the analysis the resources provided by the shared traditions of social struggle and organization. At the same time, in Argentina, these traditions have a double character: as a resource for mobilization and as a means of institutionalization and control of the conflict, wich places them at the center of the symmetrically opposed problems that current capitalism poses to political domination and popular insubordination.

Key words: contemporary capitalism; class composition; mobilization; collective action; Argentina

RESUMO

Neste artigo, em primeiro lugar, propusemos a apresentar uma série de hipóteses sobre o impacto das transformações do capitalismo contemporâneo na estrutura da relação de explotação e na composição da força de trabalho. Estas transformações criaram dilemas tanto para a estabilização da dominação política (erosão das capacidades estatais de integração política), evidenciada sobretudo com a crise do neoliberalismo, quanto para a mobilização e organização dos trabalhadores.

Em segundo lugar, apresentaremos algumas conclusões para o caso argentino desde a década de 1990. O caso nos permitirá dar uma visão dessas transformações a partir da periferia e, especialmente, matizar seu impacto na mobilização e organização da classe trabalhadora, incorporando na análise os recursos fornecidos pelas tradições comuns de luta e organização. Ao mesmo tempo, na Argentina, estas tradições têm um caráter duplo: como recurso de mobilização e como meio de institucionalização e controle do conflito, o que as coloca no centro dos problemas simetricamente opostos que o capitalismo atual apresenta para a dominação política e a insubordinação popular.

Palavras chave: capitalismo contemporâneo; composição de classe; mobilização; ação coletiva; Argentina

SUMARIO

1. Introducción; 2. Una mutación histórica del capitalismo; 2.1. Internacionalización; 2.2. Las transformaciones de los procesos de producción global. Capitalismo cognitivo, industrialización de la periferia y “automatización” de la producción; 2.3. La expansión, reestructuración e integración global de la esfera financiera; 3. El caso argentino: las tradiciones de lucha y organización como recursos de movilización; 3.1. Los noventa: de la derrota a la insurrección.; 3.2. 2003 - 2019: Entre la resistencia y la integración; 4. Conclusiones.

*****

1. Introducción

En este artículo, en primer lugar, nos proponemos presentar una serie de hipótesis sobre el impacto de las transformaciones en el capitalismo contemporáneo en la estructura de la relación de explotación y en la composición de la fuerza de trabajo y los desafíos que ello representa para la organización de la acción colectiva de los trabajadores como clase.

En segundo lugar, presentaremos algunas conclusiones para el caso argentino desde los años noventa. El caso permitirá aportar una mirada de esas transformaciones desde la periferia y, especialmente, matizar su impacto en la movilización y organización de la clase obrera incorporando al análisis los recursos que proveen las tradiciones comunes de lucha y organización.

Para ello, dividiremos el trabajo en dos grandes secciones.

La primera sección presentará las transformaciones en el capitalismo contemporáneo a través de la exposición de tres procesos internamente conectados: la internacionalización productiva del capital, las transformaciones de los procesos de producción reunidas bajo el concepto de “automatización” y la expansión y reestructuración de la esfera financiera, para concluir enumerando algunas de las principales consecuencias sobre la estructura de la relación de explotación, la composición de la fuerza de trabajo y las capacidades estructurales para la acción colectiva de la clase obrera.

La segunda sección presentará el caso argentino entre 1989 y 2019. La exposición se ordenará a partir de la periodización según la sucesión de modos de dominación. Para cada período se analizarán los procesos de desmovilización y movilización obrera y popular y su conexión con los modos de dominación y las transformaciones en la estructura de clases y en la composición de la fuerza de trabajo.

2. Una mutación histórica del capitalismo

Desde mediados de los años setenta el capitalismo experimentó profundas transformaciones. Aquí nos concentraremos en tres procesos internamente conectados: la internacionalización productiva del capital, las transformaciones de los procesos de producción reunidas bajo el concepto de “automatización” y la expansión y reestructuración de la esfera financiera.

2.1 Internacionalización

2.1.1 La especificidad del actual proceso de internacionalización

La internacionalización es un fenómeno consustancial a la existencia del capitalismo. Ha sido señalada la importancia del comercio mundial como condición de su génesis y como resultado de la reproducción ampliada del capital (Wallerstein, 1979; Braudel, 1984). También la tendencia a la expansión geográfica de las relaciones capitalistas y la importancia de los arreglos espaciales para su reproducción y como medio de respuesta a las crisis (Harvey, 1990). Por último, se ha planteado que la subsunción formal de relaciones de explotación diversas y espacialmente distantes dio un carácter internacional al modo de producción capitalista desde sus orígenes ((Banajii, 2010; Hobsbawn, 1971).

Por otra parte, la mundialización de las relaciones capitalistas, o la trasformación del mundo en mundo capitalista, se produjo entre finales del siglo XIX e inicios del siglo XX, período que los clásicos denominaron como de pasaje a la fase imperialista (Luxemburgo, 1968; Bujarin, 1981; Lenin, 1974). Sin embargo, esa primera mundialización se desarrolló, todavía en gran parte del planeta, a través de la subsunción formal de formas de explotación diversas en la reproducción global del capital.

Desde fines de los años sesenta, y particularmente desde mediados de los años setenta, asistimos a una nueva fase de internacionalización del capital. La especificidad de la actual fase de internacionalización es que se trata de una internacionalización de los procesos productivos, lo que supuso una extensión y profundización de la subsunción real de la producción mundial al capital (Astarita, 2004). La internacionalización productiva impulsó, a su vez, una profundización de la interconexión comercial y financiera (Palloix, 1978; Fröbel et. al., 1981; Gereffi, 2001; Robinson, 1996; Harvey, 1998).

2.1.1 Raíces y tendencias del actual proceso de internacionalización

Las condiciones de la actual fase de internacionalización se encuentran en el proceso expansivo de posguerra. El orden de Bretton Woods generó el marco para una cierta autonomía de los espacios nacionales de valor y, al mismo tiempo, para una expansión del comercio y la inversión internacionales. Ese fue el contexto de surgimiento y desarrollo de las empresas multinacionales, los agentes de la internacionalización productiva posterior.

Frente a la crisis de posguerra - en gran medida debida a la resistencia obrera en los lugares de trabajo que limitó los aumentos de productividad y desarticuló el dispositivo reproductivo que permitía compatibilizar aumento del salario real, bajo desempleo y sostenimiento de la tasa de ganancia (Aglietta, 1986, 1998; Gordon, Weisskopf, Bowles, 1987) - los capitales individuales respondieron con una estrategia descoordinada de deslocalización productiva, sobre todo en la industria. Este proceso comenzó a fines de los años sesenta y se profundizó desde mediados de los años ’70.

Entre los años setenta y los años noventa se pusieron de manifiesto las tendencias a la formación de cadenas globales de valor (Gereffi, 2001) y a la configuración de una nueva división internacional del trabajo (NDIT) (Fröbel et. al., 1981). Estas tendencias se desarrollaron particularmente a través de los procesos de industrialización del sudeste asiático, de China y en menor medida de la India. Pero, al mismo tiempo otras regiones, en particular América Latina, África, el Cáucaso y Asia Central, entre otras, mostraron una especialización productiva en la exportación de productos primarios o en el procesamiento industrial de recursos naturales y productos industriales de bajo valor agregado.1 Dicha especialización reforzó una inserción internacional que tiene características comunes con la vieja división del trabajo (Starosta y Caligaris, 2017) y que profundiza el desarrollo dependiente. Sin embargo, la tendencia predominante en estos casos parece ser la sustitución industrial de exportaciones sobre la base de la manufactura de recursos naturales y productos genéricos de bajo valor agregado.2 Se trataría, por lo tanto, de dos vías de la industrialización de la periferia.3 El solapamiento de “vieja” y nueva división internacional del trabajo es indicativo de un proceso de desarrollo desigual y combinado (DDyC) a escala global (Piva, 2021a).

2.1.2 Estado nacional y capital global.

La internacionalización productiva transnacionalizó la fase de la reproducción del capital en la que el capital está sometido a restricciones de movilidad (rotación del capital fijo) mayores que en la forma de dinero o de mercancía (Marx, 1998a). La inversión productiva, a su vez, transforma el espacio y aumenta la densidad material (infraestructural) y moral de las interdependencias sociales (Harvey, 1990). Como resultado se producen transformaciones de larga duración y relativa irreversibilidad que tienden a dar un carácter global a la reproducción capitalista y de cierta exterioridad respecto de los estados nacionales. Estos se transforman en estados nacionales en competencia por la fijación de capitales productivos (Hirsch, 1996).

Dicha metamorfosis de la forma de estado tiene consecuencias para la relación entre estado y acumulación y entre estado y lucha de clases. Por un lado, la internacionalización productiva erosiona las condiciones para una cierta autonomía de los espacios nacionales de valor respecto del mercado mundial. De ese modo, debilita las capacidades estatales para regular los procesos de acumulación dentro de los territorios nacionales. Por otro lado, la presión competitiva sobre los estados nacionales y el debilitamiento de las capacidades de regulación de la acumulación nacional erosionan las capacidades estatales de integración de demandas populares agudizando la contradicción entre acumulación y legitimación. Ello plantea un problema de dominación política.

2.1.4 Neoliberalismo e internacionalización.

En gran parte de la literatura el análisis del carácter y las consecuencias de la actual fase de internacionalización capitalista aparecen relativamente indiferenciados del análisis del neoliberalismo (Harvey, 2007; Davies, 2016). Su diferenciación y la indagación de sus conexiones resultan centrales para la comprensión de las transformaciones más recientes del capitalismo a nivel global.

En primer lugar, la internacionalización es un proceso anterior al neoliberalismo. Se inicia con la crisis del capitalismo de posguerra en los sesenta y se profundiza durante los años setenta. Los primeros intentos de avanzar en reestructuraciones neoliberales en América Latina son de mediados de los años setenta, con suerte dispar en sus resultados (Chile desde el golpe militar de 1973 y Argentina desde el golpe militar de 1976 son dos ejemplos paradigmáticos) y se transforma en estrategia global desde principios de los años ’80 con el ascenso a los gobiernos del Reino Unido y de Estados Unidos (USA) de Margaret Thatcher y de Ronald Reagan. Pero la década de las grandes reformas neoliberales fue la década del noventa cuando las reformas neoliberales abarcaron gran parte del mundo, en particular Europa occidental y oriental, América del norte y América Latina.

En segundo lugar, neoliberalismo es un término que se ha utilizado con múltiples significados y a menudo con cierta ambigüedad.4 Aquí entendemos el neoliberalismo como un modo de dominación política basado en procesos de desmovilización popular e individualización de los comportamientos por medio de la extensión e intensificación de la competencia. Se trata de una redefinición de la relación estado/acumulación que reduce relativamente el papel de los mecanismos específicamente políticos de dominación y que descansa sobre mecanismos de coerción mercantil articulados por la apertura comercial, la desregulación de los mercados y la disciplina monetaria. Su imposición, sin embargo, fue el resultado de la derrota de las estrategias reformista y revolucionaria de la clase obrera a nivel mundial (crisis de los socialismos reales y del movimiento comunista, de los estados de bienestar y de la socialdemocracia europea y crisis de los estados y movimientos populistas en América Latina) y en América Latina supuso la implementación desde el estado de planes sistemáticos de exterminio de la militancia popular, como en los casos de Argentina y Chile antes mencionados. Desde esta perspectiva el neoliberalismo es una respuesta a los problemas de dominación que plantean la internacionalización capitalista y la transformación correlativa del estado en estado nacional de competencia. A su vez, los estados mediante la implementación de políticas neoliberales articularon y coordinaron la ofensiva capitalista y, de ese modo, impulsaron la internacionalización y la reestructuración en marcha.

El modo de dominación neoliberal ha entrado en una fase de crisis desde inicios de los 2000 en gran parte de Sudamérica, cuando se desarrolló un ciclo de movilizaciones contra el neoliberalismo con insurrecciones populares en Argentina, Bolivia y Ecuador, entre otros (Thaytes Rey y Ouviña, 2019). Entre 2011 y 2012 se evidenciaron síntomas de crisis neoliberal en países como Chile, Perú o Colombia, Estados que han enfrentado grandes levantamientos populares entre 2018 y 2021. México parece haberse sumado a ese proceso con el ascenso al gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Pero la crisis neoliberal pareció asumir carácter global tras la crisis mundial de 2008. USA, Japón, Rusia o China muestran esa tendencia. En ese proceso, los intentos de continuidad o de restauración neoliberal, así como la articulación de proyectos neoliberales autoritarios son corrientes en un marco de disputa global.

La crisis del neoliberalismo y los ensayos posneoliberales en ciertas regiones y estados, expresados tanto en gobiernos de izquierda como en proyectos de extrema derecha, señalan la reapertura del problema de dominación que plantea la tensión entre reproducción global del capital y estado nación. En ese sentido, la internacionalización capitalista en su fase actual y sus consecuencias para la dominación capitalista son el proceso más profundo, asociado históricamente - pero no estructuralmente - al neoliberalismo.

2.2 Las transformaciones de los procesos de producción global.

2.2.1. El entrelazamiento entre internacionalización y reestructuración productiva y la tendencia hacia la automatización

Decíamos antes que la especificidad de la actual fase de internacionalización frente a fases previas es la internacionalización de los procesos productivos. Ello supuso que la internacionalización se entrelazó con profundos cambios en el proceso de producción que tendieron a la reorganización del proceso de trabajo y a la automatización (Naspleda, 2021).

En primer lugar, la deslocalización productiva y las transformaciones en el proceso laboral se desarrollaron en respuesta al desafío obrero en los lugares de trabajo, tanto en los países centrales como en otros países y regiones de industrialización media, como Argentina. Por esa razón, internacionalización y reestructuración productiva son dos aspectos de un mismo proceso.

En segundo lugar, la internacionalización actuó como factor de presión por la reestructuración productiva y como punto de apoyo de los estados nacionales para desplegar la ofensiva contra la clase obrera. La internacionalización estrecha los márgenes de libertad para la regulación estatal de la acumulación nacional y ello produce presiones competitivas por adecuar los espacios nacionales a las condiciones que permitan insertarlos en procesos de reproducción global.5 Dicho fenómeno es particularmente relevante para comprender los procesos de reestructuración capitalista y sus resultados en la periferia.

La internacionalización conecta dos grandes oleadas globales de transformaciones productivas. La primera, entre los setenta y los ochenta, fue la más profunda; la segunda post crisis mundial de 2008, actualmente en curso, se desarrolla sobre la base de la primera. En el curso de ambas oleadas asistimos a períodos prolongados de crecimiento mundial débil que dan cuenta de las dificultades para el avance del proceso de restructuración.6 Aspectos determinantes de esas dificultades son la resistencia obrera y las luchas sociales que dicho proceso enfrenta.

La tendencia de conjunto es hacia la automatización, esto es, el control automático de los procesos productivos sobre la base de la informática y la robótica (Coriat, 1992; Boyer y Freyssenet, 2001; Freyssenet, 2010; Miguez, 2012). Sobre la base de esta tendencia se desplegó una variedad de formas de organización del proceso de trabajo y de formas institucionales de la relación capital/trabajo (Boyer y Freyssenet, 2001; Freyssenet, 2010). El centro de las transformaciones en ambas fases ha sido la industria, pero el comercio y los servicios también se han visto crecientemente impactados. En los últimos años, las discusiones han girado sobre la introducción de un conjunto de nuevas tecnologías en la industria (robotización, internet de las cosas, Inteligencia artificial, big data, etc.) denominada como industria 4.0 y que algunos han caracterizado como una cuarta revolución industrial (Zhou, Liu y Zhou, 2015; Rodríguez, 2017; Nava y Naspleda, 2020).

Aquí dejaremos de lado los dos debates que han concitado la mayor atención: la llamada paradoja de la productividad (Benanav, 2019) - el hecho de que a pesar de la automatización los aumentos de productividad son inferiores a los registrados en el período de posguerra - y el impacto de la automatización sobre los niveles de empleo (Nava y Naspleda, 2020; Brynjolfsson y McAfee, 2014; Frey y Osborne 2013; Arntz, Gregory y Zierahn, 2016; Autor, 2014). Nos concentraremos en la exposición sumaria de los principales efectos sobre la composición de la fuerza laboral y sobre la relación de explotación.

2.2.2 Las consecuencias de la automatización: heterogeneidad de la fuerza de trabajo y cambio de la estructura de la relación de explotación

A- La diversidad de estrategias empresarias y de modelos productivos (Freyssenet, 2010) y el avance y alcance desigual de los procesos de reestructuración dieron como resultado una heterogeneización de los procesos productivos - tanto en términos de la organización del proceso de trabajo como de las modalidades y grados de las transformaciones tecnológicas - y el consiguiente desarrollo desigual según empresas, ramas, regiones y países., Pero dicha heterogeneización siguió patrones de diferenciación cualitativos lo que dio lugar no solo a un desarrollo desigual sino también combinado - el solapamiento entre vieja y nueva división internacional del trabajo que mencionamos antes es resultado de ello.7 (Naspleda, 2021; López y Cobos, 2016; Fuller, 2022; Carballa Smichowski, Durand y Knauss, 2016)

B- Como producto de la automatización, la heterogeneización de los procesos productivos y la combinación de atraso y desarrollo se evidenció una tendencia a la polarización de calificaciones laborales. Esta tendencia es resultado, en particular, de los procesos de automatización que simplifican ciertas tareas al tiempo que generan una mayor demanda de calificaciones técnicas y profesionales. Pero la diversidad de estrategias empresarias en respuesta a las presiones globales por la reestructuración y el DDyC entre e intra regiones y países la potenció, al inducir en las empresas, sectores, regiones y países menos competitivos estrategias de ganancia basadas en la reducción de costos (Miguez, 2012; Goos, Manning y Salomons, 2014; Keller y Utar, 2016).

C- La automatización, las largas fases de crecimiento débil y las estrategias empresarias de reducción de costos condujeron a un aumento global de la sobrepoblación relativa (Bellami Foster y McChesney, 2017). Este proceso fue especialmente agudo en la periferia capitalista y asumió mayoritariamente formas de sobrepoblación relativa latente o intermitente (Marx, 1998b) como el subempleo, el autoempleo y, en general, de aquellos tipos de trabajo clasificados como informales (Rosati, 2020; Benanav, 2015; Neilson y Stubbs 2011). Sin embargo, su carácter global se puso de manifiesto en la expansión mundial del trabajo precario e informal, incluso en los países centrales (Munk, Pradella y Wilson, 2020).8 No obstante, la automatización, la extensión del trabajo por plataformas y la subsunción creciente del trabajo profesional y científico están en la base del aumento de formas de empleo informal no asimilables a la categoría de sobrepoblación relativa, como señalaremos en el punto E.

. D- A pesar del carácter global de las transformaciones reseñadas, las diferencias entre centro y periferia no son disueltas sino que se refractan en los modos específicos de heterogeneidad estructural que produce el DDyC a escala global. En los países centrales, la polarización de calificaciones, la precarización del trabajo rutinario y la informalización laboral se desarrollan como resultado del creciente papel de las ramas de producción conocimiento - intensivas y del trabajo complejo como base del predominio en el mercado mundial. En la periferia, es el resultado de una inserción subordinada en el proceso de internacionalización productiva que agudiza las tendencias a la combinación de atraso y desarrollo (Naspleda, 2021; Piva, 2021a).

E- Por último, el conjunto del proceso de reestructuración productiva, y en particular la tendencia a la automatización, muestra un salto extraordinario en el grado de socialización de la producción que transformó la estructura de la relación de explotación:

E.1 Gerald Cohen (1978) planteaba que el rasgo distintivo de la relación de explotación capitalista no era la separación de los productores directos de los medios de producción sino la imposibilidad de utilizarlos de manera autónoma. Cohen tenía en mente los procesos de subsunción formal del trabajo no solo como pasado del capital sino como condición de la explotación de una parte considerable de la fuerza de trabajo en todas las épocas. Dicha redefinición de la relación de explotación capitalista permite comprender hoy los resultados de la subsunción real en tiempos de la automatización. El actual grado de socialización del trabajo generado por la automatización ha multiplicado los casos en los que la posesión de ciertos medios de producción y la imposibilidad de utilizarlos de manera autónoma es rasgo definitorio del modo de subordinación del trabajo: la subordinación vía plataformas, las cadenas de montaje virtuales, el teletrabajo en sus diversas formas, aquellos sectores y actividades en los que el trabajo intelectual y, por lo tanto, la formación (autoformación) de la fuerza de trabajo es central, y un largo etc. Ello abarca desde formas de trabajo informal y descalificado hasta formas de trabajo complejo y con relación de empleo formal y estable; la producción, el comercio y los servicios.

E.2 Se observan diversos grados de reintegración de tareas intelectuales y manuales, especialmente en áreas de trabajo complejo.

E.3 La expansión cuantitativa y cualitativa del trabajo cognitivo, del transporte, de las telecomunicaciones y la conexión vía redes digitales tiende a disolver, sin suprimirlas, las distinciones entre trabajo productivo e improductivo, entre producción, circulación y consumo y entre tiempo de trabajo y tiempo de ocio (Negri, & Hardt, 2004).9

E.4 Lo que emerge de estas transformaciones, especialmente de E.1 y E.2, es que el salto en la socialización de la producción ha significado que la lógica de abstracción del trabajo encontrara un límite en un núcleo subjetivo irreductible (“fuerza de trabajo que se pone en movimiento a sí misma, obrero” (Marx, 1998c: 215). Ello se expresa, en primer lugar, en que la subordinación capitalista del trabajo presenta ciertos grados de exterioridad como en la subsunción formal, pero es un resultado de la subsunción real y del proceso de socialización del trabajo. Este cambio se superpone con la creciente pérdida de autonomía de la producción mercantil autónoma y un salto en la subsunción capitalista del autoempleo refugio y la microempresa del sector informal, en lo que es particularmente relevante la expansión del empleo a través de plataformas. En segundo lugar, en que indujo cambios en los modos de subordinación de la fuerza de trabajo tanto a través del salario como de los mecanismos de control/supervisión. Ello dio más relevancia a los mecanismos de consentimiento por medio de dispositivos de modelación de la subjetividad obrera (individualización salarial, racionalización de los comportamientos en términos de un ethos productivo individualizante -responsabilización de los individuos por su destino económico- normas de consumo productoras de diferenciación, etc.). Esto no significa que pierda importancia la coerción, pero sí que se transforman los medios (Thompson y Smith, 2009; Thompson, 2016). El conjunto del proceso puede sintetizarse como de pasaje de la disciplina al control (Deleuze, 2006). El proceso de automatización es un proceso simultáneo de transformación del contenido del trabajo y de los modos de subordinación obrera en los que las nuevas tecnologías y, en particular, el desarrollo de la informática, de las tecnologías digitales y de la ciencia de datos cumplen un papel central (Huws, 2016). Este es un proceso global y que abarca el conjunto de la vida colectiva, lo que puede sintetizarse, una vez más, en los términos de Negri de subsunción de la sociedad entera bajo el capital (Negri y Hardt, 2004), sólo que en el contexto de la internacionalización productiva la sociedad es cada vez más el mundo.10 Parte de estas transformaciones es la horizontalización de los mecanismos de control (por ejemplo, mediante el establecimiento de objetivos de equipo), transformación que fusiona mecanismos de implicación y técnicas de coerción. De particular relevancia para el análisis de las capacidades estructurales para la acción colectiva de la clase obrera es el hecho de que dicha horizontalización implica que la personificación del capital ya no es exclusiva del capitalista o de los trabajadores asalariados con poder de mando sino que unos trabajadores se enfrentan a los otros como personificaciones del capital. Se reproduce de este modo la relación objetiva de clase al tiempo que se erosionan las capacidades estructurales para la formación de clase obrera.11

2.3 La expansión, reestructuración e integración global de la esfera financiera

2.3.1 Una transformación histórica de la relación entre finanzas y producción

La noción de financiarización se encuentra ligada a una concepción que enfatiza el desplazamiento de la producción por las finanzas y, por lo tanto, que comprende las fases de auge del ciclo económico desde los setenta y los ochenta esencialmente como “burbujas especulativas” impulsadas por la creación de capital ficticio (Chesnais, 1999; Lapavitsas, 2009).

Aquí seguimos de cerca otras perspectivas que plantean una relación más compleja entre finanzas y producción desde los años setenta. Con matices, todas ellas señalan una inversión respecto de la posguerra de la relación entre accionistas y managers que se tradujo en una subordinación de las estrategias de acumulación de las empresas a la lógica cortoplacista de los mercados financieros. Su consecuencia fue la tendencia de las empresas a reducir costos e impulsar reestructuraciones recurrentes como medios de aumentar el valor accionario de las empresas y el aumento del reparto de dividendos en relación a la reinversión. Como resultado se produjo una reducción de la tasa de acumulación en comparación con la posguerra, un aumento del endeudamiento de los hogares e individuos como respuesta a la reducción real de sus ingresos y como medio de sostenimiento de la demanda y una relativa autonomización de las finanzas respecto de la producción que, de conjunto, incrementaron la vulnerabilidad financiera del proceso de acumulación (Aglietta, 1998; Gordon, 1987; Dumenil y Levy, 2001; Boyer, 2010). Estos enfoques siguen afirmando la centralidad de las transformaciones y tendencias en la esfera productiva para dar cuenta de la dinámica del ciclo económico y de las tendencias a la crisis al tiempo que dan cuenta de la expansión y reestructuración de la esfera financiera.

El enfoque de Lapavitsas presenta, sin embargo, dos aspectos esenciales de esa transformación de la esfera financiera: el primero es el desarrollo de lo que denomina expropiación financiera basada en el endeudamiento de hogares e individuos; el segundo, es el desarrollo de la banca de inversión en un marco de operaciones de mercado abierto y de desregulación financiera (Lapavitsas, 2009).

2.3.2 La expansión y reestructuración de la esfera financiera y sus conexiones con la internacionalización y la transformación productiva

Las principales dimensiones de la expansión y reestructuración de la esfera financiera pueden comprenderse a través de su conexión con la internacionalización productiva y las transformaciones en el proceso capitalista de producción.

En primer lugar, sin la desmaterialización del dinero (Aglietta, 1979), iniciada con la ruptura de la convertibilidad dólar - oro en 1971, y sin la mundialización y expansión de las finanzas no era posible el proceso de internacionalización productiva. El dinero oro - que continuaba siendo la base del sistema monetario aun después de Bretton Woods (Brunhoff, 1973; 1980) - y la interconexión de mercados financieros nacionales regulados por los estados eran un límite para ese proceso. Solo sobre la base del dinero fiduciario, la expansión mundial del crédito y la desregulación de los flujos financieros internacionales era posible apalancar el proceso de deslocalización y reestructuración productiva globales.

En segundo lugar, la formación de cadenas globales de valor y la creciente transnacionalización de las empresas crearon un problema de gestión y coordinación a las firmas. En ese escenario, el control financiero de las actividades de producción adquirió mayor relevancia, junto con la centralización del comando de las actividades de innovación, diseño, etc. en las casas matrices en los países centrales.

En tercer lugar, los cambios en la estructura de la relación de explotación dieron mayor relevancia a los mecanismos financieros de captación del excedente en el marco de una producción socializada y de límites difusos entre trabajo asalariado y producción autónoma. En este sentido, el endeudamiento de hogares e individuos - no solo con fines de consumo, sino crecientemente con fines productivos, especialmente para el desarrollo y sostenimiento de unidades de producción y comercio sin fines de acumulación - y el desarrollo de la banca de inversión, adquieren relevancia en conexión con la re externalización relativa del capital respecto de los procesos productivos como resultado de los procesos de automatización, socialización de la producción y expansión de la sobrepoblación relativa.

2.3.3 Impacto del conjunto de las transformaciones en la fuerza de trabajo y en las capacidades estructurales para la acción colectiva de clase obrera

Como señalamos antes, la internacionalización productiva agudizó la contradicción entre reproducción del capital global y estado nación y creó un problema de dominación. La transformación del estado nación en estado nacional de competencia debilitó la capacidad de los estados para regular la acumulación12, impulsó reestructuraciones periódicas y erosionó la capacidad de los estados para integrar demandas populares. Pero, al mismo tiempo, los estados nacionales se fortalecieron frente a la clase obrera ya que pudieron apoyarse en esa internacionalización - y especialmente en las presiones globales por la reestructuración durante fases de crisis y crecimiento mundial débil - para apuntalar las ofensivas contra la clase obrera. Esto fue especialmente cierto en la periferia capitalista debido a la profundización del DDyC y la dependencia. Sin embargo, desde mediados de los años setenta, la relación entre estado y lucha de clases y las condiciones políticas para la movilización obrera y popular se han visto modificadas por los cambios en los modos de dominación política: neoliberalismo, crisis del neoliberalismo, estrategias de dominación política posneoliberal e intentos de restauración del neoliberalismo..

Los procesos de reestructuración productiva, a su vez, transformaron profundamente la composición de la fuerza de trabajo. De lo expuesto arriba se sigue una tendencia a la heterogeneización de la fuerza de trabajo según diversas líneas: estructura de la relación de explotación; mecanismos de apropiación del excedente; formas de la relación salarial; subsunción real o formal al capital; división entre activo y sobrepoblación relativa y entre ejército industrial de reserva y masa marginal (Nun, 1999); estructura de los procesos productivos; división o relativa reintegración entre trabajo intelectual y manual; polarización de calificaciones; división entre formales e informales, etc. La mayoría de estas divisiones no son nuevas. Su expansión cuantitativa y las diferenciaciones cualitativas señalan un cambio respecto de la posguerra pero en cierta forma acercan en este punto a la actual fase del capitalismo a períodos previos, como el de finales del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX (Karataşlı, 2020). Al mismo tiempo, y conviviendo con estos procesos de diferenciación, se producen fenómenos de solapamiento entre trabajo asalariado y trabajo autónomo, trabajo productivo e improductivo y entre producción, circulación y consumo.

De conjunto, si bien se observa una erosión de las capacidades estructurales para la acción colectiva de la clase obrera, el proceso muestra los rasgos de una profundización de la subsunción del trabajo al capital y de su grado de socialización y, al mismo tiempo, de una creciente fragmentación de la fuerza de trabajo según diferentes líneas. Esta contradicción señala las posibilidades y los límites sobre los que se desenvuelve la lucha por movilizar/organizar y desmovilizar/desorganizar la acción colectiva de los trabajadores.13

En la segunda parte de este artículo, el estudio del caso argentino permitirá aportar una mirada de las transformaciones contemporáneas del capitalismo aquí reseñadas desde la periferia y, especialmente, matizar el impacto de las capacidades estructurales en la movilización y organización de la clase obrera incorporando al análisis los recursos que proveen las tradiciones comunes de lucha y organización.

3. El caso argentino: las tradiciones de lucha y organización como recursos de movilización

3.1 Los noventa: de la derrota a la insurrección

3.1.1 Los cambios en el modo de dominación: Hiperinflación e imposición del neoliberalismo

El golpe militar de 1976 en Argentina abrió una fase de intentos de reestructuración capitalista con suerte dispar. La dictadura tuvo éxito en la derrota de las posiciones ofensivas de la clase obrera a través de la implementación de un plan sistemático de exterminio. Sin embargo, el proceso de reestructuración capitalista avanzó solo parcialmente y la clase obrera demostró en la posdictadura una fuerte capacidad defensiva.14

Fue con el proceso hiperinflacionario de 1989 que se consumó la derrota en dos pasos (1976 y 1989) de la clase obrera argentina. El proceso hiperinflacionario - la crisis de la forma dinero - fue un proceso de disolución de relaciones sociales que dio fundamento a la construcción de un vasto consenso social alrededor del programa neoliberal de salida de la crisis, que unificó al conjunto de la clase capitalista en torno a dicho programa, que puso en crisis la estrategia centrada en la lucha salarial del movimiento sindical y que desmovilizó y desorganizó a los trabajadores (Bonnet, 2008; Piva, 2012).

La conclusión de ese proceso fue la ley de convertibilidad monetaria de abril de 1991 que creó un régimen monetario de caja de conversión - una variante extrema de política monetaria restrictiva - y estableció un tipo de cambio fijo entre el dólar y el peso ($1 = U$1). Junto con la desregulación de los mercados, un amplio y acelerado proceso de privatizaciones y la apertura comercial, articularon la implementación de las reformas neoliberales.15 Dicha implementación puede definirse como un proceso de extensión del espacio social de valorización del capital y de competencia mercantil y de intensificación de la competencia que estructuró un mecanismo de dominación política basado en la coerción de la competencia sobre empresas y personas. De ese modo, la desmovilización y desorganización obreras durante la hiperinflación devino condición estructural de la dominación política.

El papel del mercado como dispositivo de dominio no implicó una reducción del estado, sino su metamorfosis y refuncionalización institucional 16 (Bonnet, 2008; 2011; Oszlak, 2003; Piva, 2012). Al tiempo que se reducían sus capacidades de integración de demandas, lo que hacía crecientemente dependiente la dominación política de la desmovilización e individualización de los comportamientos políticos, se fortalecía su poder frente a la clase obrera, estructurado a partir de la disciplina monetaria y auxiliado por la represión y la asistencia social focalizada a los grupos sociales marginalizados del mercado (Bonnet, 2008).

Dicha redefinición de la relación estado - mercado dio coherencia a la ofensiva capitalista contra el trabajo e impulsó un profundo proceso de reestructuración capitalista que transformó las bases productivas de la acumulación de capital. El resultado fue, en primer lugar, la orientación del gran capital hacia la exportación de productos agroindustriales y productos industriales de bajo valor agregado y un proceso de desindustrialización en las ramas orientadas al mercado interno (Kosakoff y Ramos 2001, Katz 2012). Las actividades exportadoras - a pesar de la importancia cuantitativa del mercado interno - se convirtieron en los sectores dinámicos que impulsaron la acumulación del conjunto de los capitales (Kejsefman, 2019). Como consecuencia, se reforzó una inserción internacional de características comunes con la “vieja” división del trabajo. En segundo lugar, se produjo la internacionalización de la propiedad del capital local y el entrelazamiento y asimilación de comportamientos entre capital nacional y extranjero (Manzanelli y Schorr, 2013; Bekerman y Vázquez, 2016).17 Esto dio lugar a un proceso de internacionalización subordinada. Por un lado, la industrialización exportadora basada en procesamiento de recursos naturales y productos genéricos de bajo valor agregado -en un marco de desindustrialización neta (Ver nota al pie 3) - otorgó predominio a una internacionalización por la vía de fusiones y adquisiciones en sectores previamente existentes respecto de la creación de nuevas actividades industriales y de la inserción en cadenas globales de valor. Por otro lado, la expansión internacional del capital local tuvo un desempeño pobre en comparación con los casos de Brasil o México.18 En tercer lugar, sobre la base de la dependencia financiera de la acumulación - apalancamiento de la inversión, financiamiento del desequilibrio comercial, etc. - se desarrolló un proceso especulativo que se autonomizó parcialmente de la producción, dimensión crucial para la explicación de la crisis de la convertibilidad (Schorr y Wainer, 2020; Piva, 2012). El resultado fue una dinámica de acumulación caracterizada por la fragilidad comercial, la vulnerabilidad financiera y la profundización de las tendencias a la restricción externa al crecimiento (Schorr y Wainer, 2015; Wainer, 2018; Wainer, 2021; Piva, 2020a).

Pero la imposición del modo de dominación neoliberal en Argentina no puede comprenderse sin el hecho de que su implementación fue llevada a cabo por un gobierno peronista. El peronismo incluía - e incluye - a la mayoría de los sindicatos en su bloque político y el gobierno peronista condujo su revinculación funcional con el estado, tras la crisis hiperinflacionaria, en el marco más amplio de redefinición estratégica del bloque político peronista.19

3.1.2 El impacto de la reestructuración en la composición de la fuerza de trabajo

Las tendencias de transformación de la estructura de clases y de la composición de la fuerza de trabajo se observan en miradas de largo plazo. 20 Ello plantea un desafío, debido a los recurrentes cambios metodológicos de las estadísticas nacionales, en particular de las laborales, y debido a la multiplicidad de estrategias teórico - metodológicas de las investigaciones sobre clases y estratificación social. En lo que sigue expondremos de manera sumaria algunas de las principales conclusiones alcanzadas a partir del análisis de los Censos nacionales de Población desde 1970 hasta 2010 (último realizado hasta el momento) y de los censos económicos desde 1974 hasta 2004.21 En función del orden de exposición, en esta sección presentamos los resultados para el período 1991 - 2001, observando sus continuidades y rupturas como los períodos intercensales previos. Más adelante presentaremos los cambios post 2001.

1) Una primera aproximación a partir de la evolución de la categoría ocupacional (Cuadro 1) muestra que desde 1991 se reduce el porcentaje de trabajadores por cuenta propia y aumenta el porcentaje de asalariados, por lo tanto, se invierte la tendencia observada entre los censos del período 1970 - 1991.

Cuadro 1 Distribución de la PEA según Categoría Ocupacional (modificada) 

1970 1980 1991 2001 2010
Categoría ocupacional % % % % %
Patrón o empresario 6,2% 6% 7,5% 6,4% 6,81%
Cuenta propia 17,5% 20,1% 24,2% 21% 19,1%
Asalariado 76,3% 74% 68,3% 72,6% 74,0%
Total 100,0% 100% 100% 100% 100%

Fuente: Censos Nacionales de población 1947, 1960, 1970, 1980, 1991, 2001, 2010, INDEC, Argentina.

2) Si bien las mediciones censales introducen sesgos en la captación de la actividad y del desempleo es evidente el aumento de la tasa de desempleo abierto entre 1os censos de 1980 y 2001 (Ver Cuadro 2).

3) Cuando excluimos a los trabajadores por cuenta propia de la clase obrera, entre 1980 y 1991 se observa una tendencia a la disminución del espacio social ocupado por personificaciones del capital y del trabajo (77,4 % a 70,6 % de la PEA); cuando incluimos a los trabajadores por cuenta propia descalificados en la clase obrera esa disminución prácticamente desaparece (78,6 % a 77,4 % de la PEA). Estos datos fortalecen la hipótesis de que debe incluirse a esta categoría como parte de la sobrepoblación relativa y, en particular, del ejército industrial de reserva, en lugar de interpretar su crecimiento como expresión de un proceso de desproletarización. Si sumamos a los desempleados - que en el censo de 2001, debido a los sesgos de medición, incluyen un número indeterminado de trabajadores por cuenta propia descalificados y de asalariados informales de ocupación intermitente - se observa un aumento del espacio social ocupado por personificaciones del capital y del trabajo (77,4 % a 82 % de la PEA).

Lo que muestran las conclusiones 2 y 3 es que, antes que una reducción del peso estructural de la clase obrera, se produjo una fuerte mutación en su composición. Este cambio abarca un amplio conjunto de dimensiones. La que aquí se evidencia es una señalada por diversos autores (Iñigo Carrera et al., 2012; Donaire et al., 2018): la tendencia al crecimiento de la sobrepoblación relativa. Si esta ya se advierte entre los censos de 1980 y 1991, es especialmente importante entre 1991 y 2001. La suma de desocupados y trabajadores por cuenta propia descalificados arroja un salto desde el 20,9 % de los asalariados sin mando en 1991 a un 39,3 % en 2001 (Cuadro 2).22

Cuadro 2: Porcentaje de asalariados + empleadores sobre Categoría Ocupacional y tasa de desempleo abierto 

1970 1980 1991 2001 2010
Asalariados + empleadores/Total Categoría Ocupacional 76,5% 77% 70% 75% 78%
Tasa de desempleo abierto 1,9% Sin datos 6,1% 28,5% 5,9%

Fuente: Censos Nacionales de población 1947, 1960, 1970, 1980, 1991, 2001 y 2010, INDEC, Argentina.

4) Los asalariados que trabajan en establecimientos de menos de cinco trabajadores, lo que constituye un indicador de informalidad laboral, pasan del 28,1 % en 1980 a un 44,6% en 2001. Si bien no podemos comparar los datos con el censo de 1970, la evolución es consistente con la hipótesis de una mutación en la composición de clase desde 1976 y evidencia un sendero de dualización de la fuerza laboral desde 1991.

5) La evolución de la distribución de los asalariados según calificación muestra una tendencia de largo plazo al aumento de la proporción de asalariados de calificación técnica y profesional y a una caída correlativa de los asalariados de calificación operativa y descalificados. Además, desde 1980, el aumento del peso de los técnicos y profesionales y la simultánea reducción relativa de los asalariados de calificación operativa evidencia una tendencia a la polarización de las calificaciones. Ello a pesar de que entre 1991 y 2001 se observa un aumento del porcentaje de asalariados con calificación operativa y una reducción del peso de los descalificados (Ver Cuadro 3).

Cuadro 3 Asalariados según calificación 

1970 1980 1991 2001
N % N % % N % % N % %
C. Profesional 585550 9,58% 209273 3,02% 11,66% 309487 4,46% 19,98% 474588 6,77% 24,79%
C. Técnica 599838 8,65% 1077567 15,52% 1263164 18,02%
C. Operativa 5528850 90,42% 4592074 66,19% 88,34% 3252716 46,85% 80,02% 3290169 46,95% 75,21%
Descalificados 1536393 22,15% 2302419 33,17% 1980637 28,26%
Sin especificar 266100 209749 208108 657335
Total 6114400 100,00% 6937578 100,00% 6942189 100,00% 7008558 100,00%

Fuente: Censos de población 1970, 1980, 1991, 2001, INDEC, Argentina.

El aumento de la sobrepoblación relativa, la dualización entre formales e informales y la polarización de las calificaciones señalan la tendencia a una heterogeneización de la fuerza laboral que debilita las capacidades estructurales para la organización de la acción colectiva de clase. La tendencia a la heterogeneización del trabajo urbano desde 1976 es consistente con la existencia de un proceso de reestructuración en curso desde el golpe militar de ese año.

Sin embargo, entre 1974 y 1991 se observa un estancamiento de las personificaciones del trabajo y del espacio estructural ocupado por las relaciones capital/trabajo - fenómenos compatibles con un período de reestructuración productiva bloqueada, estancamiento y/o caída del PBI y, más en general, de ausencia de desarrollo capitalista. Por el contrario, desde 1991 es evidente un proceso de proletarización en el marco del cual se agudizan las tendencias a la heterogeneización de la composición de clase y al aumento de la sobrepoblación relativa, indicadores consistentes con el despliegue de un proceso de reestructuración productiva, de crecimiento económico basado en la acumulación de capital productivo y de desarrollo capitalista dependiente.

3.1.1 De la desmovilización obrera a la insurrección y la crisis neoliberal

3.1.1.1Derrota y desmovilización

Como señalamos antes la hiperinflación de 1989/90 fue el escenario de la derrota y desmovilización de la clase obrera. Esas fueron las condiciones que permitieron la instauración del modo de dominación neoliberal y el pleno desarrollo del proceso de reestructuración capitalista. Dicha reestructuración debilitó las capacidades estructurales para la acción colectiva de la clase obrera y, de esa manera, dio fundamento a la transformación de la desmovilización y desorganización obreras en condiciones perdurables de la dominación política y de la acumulación de capital. Sin embargo, la internacionalización del capital y la propia estructura de la dominación neoliberal erosionaron las capacidades estatales de integración política, lo que volvió a la dominación crecientemente dependiente de esa desmovilización y desorganización.

El impacto de la desmovilización y desorganización obreras puede observarse en diferentes indicadores:

1) Se produjo un proceso de descentralización del conflicto desde el nivel de rama a los niveles provinciales y de repartición (sector público) o empresa (sector privado) (Gómez 1997; Gómez, 2000; Piva, 2006; Ghigliani, 2009). En los años noventa esto puede ser atribuido parcialmente a la gran caída de los conflictos salariales, en un período de suspensión de las negociaciones colectivas de salarios y de baja inflación. Pero, como veremos después, la tendencia a la descentralización se mantuvo en la postconvertibilidad, en un escenario inflacionario y de negociaciones colectivas normalizadas.

2) El ciclo de conflictividad obrera entre 1991 y 1994 tuvo características defensivas (despidos, suspensiones, atrasos en los pagos salariales, etc.) (Gómez, 1997; Cotarelo, 2016, Piva, 2012).

3) Hasta 1995, si bien existieron grandes luchas contra las privatizaciones, rebeliones populares e insurrecciones en las provincias y grandes concentraciones populares en la Capital Federal, la mayoría de las protestas y conflictos mostraron dificultades para generalizarse y nacionalizarse y fueron exitosamente aislados por el gobierno (Gómez, 1997; Piva, 2012).

4) Desde 1996 se produjo una segmentación del conflicto obrero: se inició un período de baja conflictividad relativa de los asalariados ocupados y de desarrollo de los movimientos de desocupados y aumento de sus conflictos. (Gómez, 2000; 2006; Cotarelo 2016; Piva, 2006; 2016).

5) Entre 1991 y 2001 se observa una tendencia a la disminución del peso de las luchas obreras en el total de hechos de protesta (Schuster, 2006; Piva, 2016). Sin embargo, la mayoría de esos hechos fueron protagonizados por trabajadores (ocupados y desocupados) y fueron convocados por organizaciones sindicales (Cotarelo, 2016)

6) Entre 1991 y 2001 se evidencia una caída de las tasas de sindicalización, especialmente en el sector privado (Senén González y Medwid, 2010; Marshall, 2021).

7) Desde 1990 se produjo un proceso de fracturas sindicales que fragmentó el escenario sindical al tiempo que creó un sindicalismo disidente. Las más relevantes la Central de los Trabajadores Argentinos (CTA) - constituida como central de trabajadores minoritaria en competencia con la CGT - y el Movimiento de los Trabajadores Argentinos (MTA), ala disidente de la CGT. Eso daría lugar a dos grandes estrategias sindicales: la neoparticipacionista de la CGT y la combativa de la CTA y el MTA (Gómez, 2000; Cotarelo, 2016). La polarización de estrategias es parcialmente atribuible a las dificultades del estado para integrar demandas populares. Sin embargo, sobre el trasfondo de desmovilización, la estrategia neoparticipacionista de la CGT resultó esencial para vehiculizar las reestructuración productiva y del estado (Murillo, 1997).

2.1.3.2 Un nuevo ciclo de movilización

Entre 1996 y 1997 se inició un nuevo proceso de movilización. Sus grandes protagonistas fueron los trabajadores desocupados, los pequeños propietarios de la ciudad y del campo y un conjunto heterogéneo de identidades articuladas fuera del campo de la producción (vecinos, ciudadanos o simplemente “la gente” según las identidades atribuidas por los medios y autotribuidas por manifestantes). A diferencia de los conflictos y protestas de la primera mitad de los años noventa, mostraron capacidad de generalización y nacionalización, creando un ciclo de protesta que desafió al gobierno nacional. (Schuster, 2006; Gómez, 2006; Piva, 2012). A pesar de la disminución de su peso relativo, los sindicatos cumplieron un papel relevante. El sindicalismo disidente actuó como organizador y llevó a cabo esfuerzos de unificación y centralización del conflicto social constituyendo una mesa de enlace sindical. El sindicato nacional de docentes de educación primaria y media - la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (CTERA) - cumplió un papel de articulación entre las luchas sindicales y aquellas protagonizadas por las clases medias (Cotarelo, 2016; Piva, 2012).

La crisis económica desde el último trimestre de 1998 y el ciclo de movilización desde 1996 minarían los fundamentos de un modo de dominación sostenido en la desmovilización popular dando lugar a la crisis del neoliberalismo y, con ello, a una crisis política profunda. Durante los años 2000 y 2001 los movimientos de desocupados tenderían a coordinar sus acciones y a centralizarse organizativamente. A su vez, la huelga general del 13 de diciembre de 2001 sería el marco de articulación de una variedad de sujetos y formas de protesta. El proceso de movilización culminaría en la insurrección popular del 19 y 20 de diciembre de 2001, jornadas en la que participarían, aunque con escasa articulación organizativa, todos los sujetos del ciclo de movilización iniciado en 1996.

La movilización popular puso de manifiesto los efectos de la ofensiva neoliberal pero también la persistencia y renovación de tradiciones de lucha y organización populares. En particular, la organización de desocupados e informales en movimientos sociales (MS) evidenció la vigencia de las tradiciones y formas organizativas construidas por la clase obrera. La rápida centralización organizativa de los MS, la reproducción de modos de relación con el Estado cuyo modelo era el sindical y la tendencia a confluir con el movimiento sindical en huelgas y movilizaciones dan cuenta de ello (Gómez, 2000; 2006; Cotarelo, 2016; Piva, 2012). En ese sentido, podemos definir la organización como recurso (Duhalde, 2015). Pero, al mismo tiempo, destacar que la existencia de tradiciones organizativas construidas a lo largo de la historia de movilización y organización de la clase obrera en Argentina A) genera condiciones para resolver los dilemas a la acción colectiva que crea la erosión de las capacidades estructurales para la movilización obrera y B) que esas tradiciones adquirieron un carácter modular de modo que puede observarse cómo distintos sujetos de la protesta apelan a ellas para producir procesos de movilización.

3.2 2003 - 2019: Entre la resistencia y la integración

3.2.1 Los cambios en el modo de dominación: del neopopulismo a la restauración neoliberal fallida

Tras la crisis del 2001 el peronismo fue, nuevamente, el centro de la lucha por la (re) definición de la estrategia de dominación política. Los gobiernos kirchneristas (2003 - 2015) llevaron adelante una estrategia neo populista de (re)producción del consenso. Dicha estrategia tuvo como condiciones de posibilidad, en primer lugar, la alteración de las relaciones sociales de fuerza tras la crisis de 2001, que inauguró un período de bloqueo a las tentativas de ajuste y reestructuración. En segundo lugar, el relajamiento de la restricción externa al crecimiento debido a la mejora de los términos de intercambio de los commoditties, que permitió sostener superávit fiscal y de cuenta corriente hasta 2011.

La estrategia consistió en un proceso de integración gradual de demandas populares y de incorporación política de movimientos sociales y sindicatos en mecanismos de negociación colectivos y la ampliación y - desde 2009 - universalización de la asistencia social. La revinculación funcional al estado de sindicatos y movimientos sociales estuvo mediada por la incorporación de las organizaciones mayoritarias en la coalición política de gobierno. Sin embargo, la integración de demandas se desarrolló en un contexto de ausencia de cambios estructurales (Fernández Bugna y Porta, 2007; Azpiazu y Schorr, 2010). Los resultados de la reestructuración de los noventa se mantuvieron firmes, aunque la acumulación de capital se desarrolló sobre aquella base productiva y adoptó un carácter capital extensivo. El proceso de sustitución de importaciones industriales fue limitado por la reorientación exportadora del gran capital y la internacionalización de la economía local, aunque tuvo impacto en el empleo y el consumo internos (Manzanelli y Calvo, 2021).

Como resultado, se produjo una contradicción entre el modo de acumulación de capital y la estrategia de reconstrucción de consenso. La dinámica de la acumulación de capital tendió a heterogeneizar la estructura económica y social, a imponer pisos históricamente altos al desempleo y la pobreza y techos relativamente bajos a la redistribución de ingresos y a la mejora de los salarios reales - en comparación con el período anterior al neoliberalismo. Al mismo tiempo, siguió operando la tendencia a la restricción externa al crecimiento que emergería en 2011, último año de la fase expansiva iniciada a fines de 2002. La estrategia de reconstrucción del consenso tendió a producir un desacople entre política económica y modo de acumulación que alimentó las tendencias al desequilibrio económico.

En ese marco, la contradicción entre modo de acumulación y estrategia de reconstrucción del consenso encontró solución en un modo de dominación política estructurado por mecanismos de desplazamiento de la contradicción: desplazamiento espacial- la contradicción entre capital y trabajo se desplazaría a la oposición entre pueblo y grupos económicos - y desplazamiento temporal, cuyo síntoma más evidente fue la inflación. Esa lógica de doble desplazamiento de las contradicciones es el núcleo del fenómeno populista en América Latina. En los dos mil adquirió características novedosas debido al impacto de la internacionalización sobre las capacidades estatales de integración política y a la mayor heterogeneidad de su base popular, en el caso del peronismo la clase obrera sindicalizada (Piva, 2015).

En 2012 se inició una larga fase de estancamiento económico y tendencia a la crisis que erosionó los fundamentos de la dominación neopopulista. En diciembre de 2015 asumió el gobierno Mauricio Macri al frente de una coalición de derecha que intentó una restauración neoliberal. Sin embargo, pronto se evidenció la persistencia del bloqueo popular al ajuste y la reestructuración que se pusiera de manifiesto en la insurrección de 2001.

La articulación de un mecanismo de disciplina monetaria mediante la combinación de política monetaria restrictiva y apertura comercial entro en contradicción con una política de ajuste fiscal gradualista que buscó adecuar los ritmos del ajuste a los límites políticos que imponía el descontento popular. Eso supuso la desarticulación del mecanismo político neoliberal, la continuidad de las bajas tasas de inversión que se arrastraban desde 2012 y el ingreso en un ciclo económico determinado por la especulación financiera alrededor del diferencial entre tasas de interés locales e internacionales. El fracaso en 2017 - en el marco de dos jornadas de movilización popular y enfrentamientos callejeros - de la implementación del programa de la triple reforma: laboral, previsional y tributaria confirmó el bloqueo popular a los intentos de reestructuración. Como resultado, entre abril y mayo de 2018 Argentina ingresaba en una fase de crisis abierta. Sin embargo, a diferencia de 2001 no se produjo una crisis política y el cambio de gobierno se produjo a través de las elecciones de 2019 y en un marco de continuidad institucional.

3.2.2 La composición de la fuerza de trabajo en la fase posneoliberal

La evolución de la composición de la fuerza de trabajo en la fase posneoliberal estuvo marcada por tres fenómenos: en primer lugar, el bloqueo popular a los procesos de ajuste y reestructuración; en segundo lugar, la reproducción de los resultados de la reestructuración capitalista durante la fase neoliberal; en tercer lugar, la fase de estancamiento y tendencia a la crisis iniciada en 2012. Por otra parte, a pesar de la agudización de las tendencias de la fase de estancamiento desde 2016 y del ingreso a una fase de crisis abierta desde 2018, la restauración neoliberal fallida produjo pocos cambios de naturaleza estructural. Presentamos a continuación las principales conclusiones.

1) La tendencia a la reducción del porcentaje de trabajadores por cuenta propia que observamos desde 1991 continuó a lo largo de la fase posneoliberal, al menos hasta el último censo de 2010, que registra los cambios durante la fase expansiva iniciada en el último trimestre de 2002 (Cuadro 1). Sabemos por datos de la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC (EPH - INDEC) que hubo un nuevo crecimiento del trabajo por cuenta propia en la fase de estancamiento económico abierta en 2012, pero especialmente desde 2016 (pasó del 20,3% en el cuarto trimestre de 2016 al 22,7% en el cuarto trimestre de 2019). El porcentaje de trabajadores por cuenta propia creció, por lo tanto, en las dos fases de estancamiento, tendencia a la crisis y reestructuración bloqueada, que se desarrollaron, además, en contextos de crecimiento mundial débil: 1976 - 1991 y 2012 hasta la actualidad.

2) Entre los censos de 2001 y 2010 hubo una disminución de la tasa de desempleo - originada en la acumulación capital extensiva y en la limitada sustitución de importaciones industriales. Sin embargo, dicha disminución la devolvió a los niveles de 1991, muy superiores al período previo, mostrando los pisos elevados de desempleo que impone la dinámica de la acumulación de capital (Cuadro 2). Durante la fase de crisis abierta - 2018 y 2019 - la tasa de desempleo volvió a crecer desde el 7,2% en el cuarto trimestre de 2017 al 8,9% en el cuarto trimestre de 2019 (Fuente: EPH - INDEC).23

Cuadro 2: Porcentaje de asalariados + empleadores sobre Categoría Ocupacional y tasa de desempleo abierto 

1970 1980 1991 2001 2010
Asalariados + empleadores/Total Categoría Ocupacional 76,5% 77% 70% 75% 78%
Tasa de desempleo abierto 1,9% Sin datos 6,1% 28,5% 5,9%

Fuente: Censos Nacionales de población 1947, 1960, 1970, 1980, 1991, 2001 y 2010, INDEC, Argentina.

Los asalariados que trabajan en establecimientos de menos de cinco trabajadores se redujeron a un 42,6 % en 2010, una reducción relativamente leve y, en cualquier caso, un porcentaje muy superior al 28,1% de 1980. Por lo tanto, no se revirtió la tendencia a la dualización de los asalariados entre formales e informales.

Observábamos antes que entre 1991 y 2001 crecieron los asalariados con calificación técnica y profesional, decreció la suma de calificados y no calificados, hubo un aumento del porcentaje de los asalariados con calificación operativa y una disminución relativa de los no calificados. Si bien no es posible continuar la comparación censal en 2010, los datos de la EPH muestran una continuidad de esta tendencia entre 2005 - año en el que se alcanza el PBI de 1998, pico del ciclo de auge de la convertibilidad - y 2011, año pico de la fase postconvertibilidad (Cuadro 4). No obstante, los datos disponibles no nos permiten evaluar si, entre puntas, se revirtió la tendencia general a la polarización de calificaciones evidenciada desde 1980.

Cuadro 4 Asalariados según calificación (porcentajes) 

Calificación 4° t. 2005 4° t. 2011
Profesional 7.6 23,3 8.2 24,4
Técnica 15.7 16.2
Operativa 46.9 76,8 49.2 75,5
No calificados 29.9 26.3
Total 100 100 100 100

Fuente: EPH, INDEC, Argentina.

Por lo tanto, en el período posterior a la crisis de 2001, si bien se observan ciertos cambios de tendencias -caída del desempleo y leve baja en el porcentaje de asalariados en establecimientos de menos de cinco trabajadores- que son consistentes con cierta recomposición de la clase trabajadora, aun en esos casos los cambios no revierten los efectos de la reestructuración de los años 90 y se observan fuertes continuidades en todas las tendencias centrales de la evolución de la estructura de clases y de la composición de la clase obrera.

3.2.3 Las tradiciones organizativas como recursos de movilización y medios de control del conflicto

Con la llegada al gobierno de Néstor Kirchner un aspecto esencial de la recomposición neopopulista de la dominación fue la integración política de MS y sindicatos tanto en mecanismos estatales de negociación como en la coalición política oficialista. En el segundo caso se trataba de un retorno de gran parte del sindicalismo disidente al bloque político peronista, y de la incorporación a dicho bloque de los MS conformados en la lucha contra el neoliberalismo de los noventa. En ambos casos, la integración institucional y política estuvo mediada por la reproducción de tradiciones políticas y organizativas de la clase obrera de larga data. La organización, en la medida que cristaliza fines, estrategias, orientaciones hacia el estado y hacia los demás actores de la protesta, etc., funciona como marco de la acción colectiva (Clemens, 1999), en términos más adecuados a nuestra perspectiva, como ideología coagulada en rutinas organizacionales y medios de acción política (Piva, 2020b).

En el caso de las tradiciones de la clase obrera argentina, gestadas en el proceso de movilización e incorporación política primarias en los orígenes del peronismo (Torre, 1989), tales disposiciones y orientaciones adquieren un doble carácter: recursos de movilización y medios de institucionalización del conflicto.

Ese doble carácter se volvió evidente en el proceso de integración política de MS y sindicatos entre 2003 y 2005 y, posteriormente, en la resistencia frente al intento de restauración neoliberal desde diciembre de 2015.

3.2.4 Los límites de la integración política

Entre 2003 y 2005, se desarrolló un ciclo de protestas con dos fases bien definidas. La primera fue parte del ciclo de movilización de los MS iniciado en 1996 y que continuó tras la crisis de 2001. Pero en 2003 y 2004 se desarrolló frente a una estrategia gubernamental que intentaba normalizar el conflicto integrándolo institucionalmente al tiempo que limitaba las formas más desafiantes de la protesta, aquella ligadas al ejercicio de la acción directa anti institucional (ocupaciones, bloqueos de caminos, acampes en espacios públicos, etc.). Hacia 2004 los conflictos de los movimientos de desocupados empezaron a ceder y se produjo una división entre aquellas organizaciones que se institucionalizaron (mayoritarias en representación) y las que buscaron continuar una estrategia autónoma (Gómez, 2006; Piva, 2016). En 2004 y 2005 se asistió a un ciclo de ascenso de luchas protagonizadas por asalariados ocupados, desarrolladas en el marco del relanzamiento de las negociaciones colectivas. Ese fue el terreno de la constatación de un proceso de recomposición de la acción sindical (Svampa 2008a y 2008b, Scolnik 2009, Atzeni y Ghigliani 2008, Cotarelo, 2016) que evidenció el impacto de las transformaciones estructurales y de las prácticas de lucha desarrolladas entre 1996 y 2001 pero, al mismo tiempo, la persistencia de viejas tradiciones de lucha de los trabajadores en Argentina (Scolnik 2009; Lenguita y Montes Cató 2009; Figari, Lenguita y Montes Cató 2010). Esas continuidades y rupturas dieron lugar a un debate sobre si estábamos frente a un proceso de recomposición o de revitalización sindical (Senén González, 2011; Varela, 2016; Marticorena y D’urso, 2018).

El resultado del proceso fue la normalización del conflicto obrero a través de una institucionalización que dio cuenta de la segmentación de la clase obrera, lo que algunos autores denominaron neocorporativismo segmentado (Etchemendy y Collier, 2008). Un mecanismo de integración de los MS a través del Ministerio de Desarrollo social y basado en la asistencia social. Un mecanismo de integración de sindicatos a través del Ministerio de trabajo basado en las negociaciones colectivas centralizadas. En este último caso se trató de una ratificación parcial del modelo tradicional de relaciones laborales, ya que debió articular un reconocimiento informal de la pluralidad de centrales sindicales con un modelo basado en el monopolio de la representación y la personería gremial.

Pero el registro de los cambios en la estructura de clases, la composición de la fuerza de trabajo y los modos de movilización y organización colectivos no se limitó a sus formas de institucionalización. En primer lugar, la tendencia a la descentralización del conflicto obrero siguió vigente a pesar de las transformaciones institucionales en los mecanismos negociales (Cuadros 5 6, 7 y 8). En segundo lugar, las tasas de sindicalización respecto del total de asalariados y respecto del total de asalariados registrados no se han recuperado de la caída del período 1991 - 2001, aunque siguen siendo altas en términos internacionales (Senén González y Medwid, 2010; Marshall, 2021). Ese hecho refleja el aumento de la informalidad y del desempleo pero también el surgimiento de nuevas formas de explotación que facilitan el encubrimiento de la relación salarial y la individualización de los mecanismos de control (el trabajo mediante plataformas y el desarrollo de la industria del software son ejemplos prominentes de ello (Miguez y Lima, 2016; Del bono, 2019; Fagioli, 2022). En tercer lugar, los efectos de la desmovilización y la desorganización obreras se hicieron sentir en la persistencia de un mapa de conflictos y protestas más plural en el que el peso de las luchas obreras, si bien todavía mayoritario, ha retrocedido. Como resultado, la institucionalización del conflicto obrero no fue suficiente y se desarrolló desde 2006 y 2007, pero sobre todo en 2008 y en los años 2012 y 2013 ciclos de protesta protagonizados por sujetos con identidades construidas fuera del mundo del trabajo y por una multiplicidad de demandas (seguridad, ambiente, servicios públicos, impuestos, etc.). Pero, sobre todo, un proceso de movilización antipopulista de la clase media (Piva, 2015; 2016; 2022).24 Ello supuso la ruptura de la articulación de hecho entre MS, sindicatos y clase media del ciclo de movilización 1996 - 2001. De modo que el desarrollo de estas protestas dio cuenta de las transformaciones en la matriz del conflicto social de la Argentina, pero mediadas por los cambios en el modo de dominación. Dichos cambios movilizaron las tradiciones comunes de lucha y organización obreras como medios de integración y normalización del conflicto, pero, al mismo tiempo, desplazaron el eje de confrontación hacia la oposición peronismo - antiperonismo.

Cuadro 5: Porcentajes de conflictos descentralizados (CD) (empresa o establecimiento, local y provincial), 1989 - 2003 (sólo paros) 

% CD Sector privado/CD total % CD Sector Privado/Total Sector Privado % CD /Total de Conflictos
29,6 60,9 63

Fuente: elaboración propia a partir de Base de datos de conflictos laborales (CEI-UNQ)

Cuadro 6: Porcentajes de conflictos descentralizados (CD) (empresa o establecimiento, local y provincial), 2003 - 2009 (sólo paros) 

% CD Sector privado/CD total % CD Sector Privado/Total Sector Privado % CD /Total de Conflictos
25,4 77,8 84,2

Fuente: elaboración propia en base a registro de noticias sobre paros obreros en La Nación

Cuadro 7: Evolución de porcentajes de conflictos descentralizados (CD) (empresa o establecimiento y local), 1989 - 2003 (sólo paros) 

% CD Sector privado/CD total % CD Sector Privado/Total Sector Privado % CD /Total de Conflictos
49,9 44,7 27,4

Fuente: elaboración propia a partir de Base de datos de conflictos laborales (CEI-UNQ)

Cuadro 8: Evolución de porcentajes de conflictos descentralizados (CD) (empresa o establecimiento y local), 2003 - 2009 (Solo paros) 

% CD Sector privado/CD total % CD Sector Privado/Total Sector Privado % CD /Total de Conflictos
52 52,3 32,9

Fuente: elaboración propia en base a registro de noticias sobre paros obreros en La Nación

3.2.5 Resistencia e integración frente al intento de restauración neoliberal

Con el ascenso al gobierno de Mauricio Macri y el intento de restauración neoliberal se desarrolló un ciclo de protestas que se extendería hasta diciembre de 2017 y que, como planteamos antes, bloqueó el proceso de reestructuración y desarticuló el dispositivo neoliberal. Tres fenómenos son de particular relevancia para comprender su dinámica.

En primer lugar, el mapa de la protesta mostró contornos similares a los de los años noventa con una pluralidad de sujetos resistiendo las políticas del gobierno, como las protestas de “vecinos”, “comerciantes” y “clubes de barrio” contra el aumento de tarifas de servicios públicos, las movilizaciones convocadas por organizaciones de DDHH contra la liberación de genocidas y la desaparición de Santiago Maldonado, etc.

En segundo lugar, la masificación del movimiento feminista desde 2015, que se movilizó de diversos modos (marchas, concentraciones, “escraches”, asambleas, paros de mujeres, etc.) y por diferentes demandas (laborales, contra la violencia machista, participación política, etc.), pero especialmente en la lucha contra los femicidios (movimiento “ni una menos”) y por la legalización del aborto que convocaron algunas de las protestas más masivas del período.

En tercer lugar, la ampliación y redefinición de la identidad obrera que abarcó todo un conjunto de protestas (ocupaciones, concentraciones, marchas, acampes, etc.) de diversos grupos de asalariados, sindicatos y MS, desde el conflicto en los lugares de trabajo al retorno de las grandes marchas y concentraciones obreras (Marticorena y D’urso, 2018). Entre ellas, las luchas por el reconocimiento de la relación salarial y los intentos de sindicalización de trabajadores de plataformas (Del Bono, 2019) dan cuenta de la importancia de las tradiciones organizativas como recurso de movilización. En general, la pluralidad de composición del sujeto obrero en el período y la vigencia de las tradiciones de lucha y organización dan cuenta de su papel en la resolución de los dilemas que la fragmentación plantea a la acción colectiva de los trabajadores.

El pico del ciclo de movilización y de la unificación del conjunto de la clase obrera fueron las concentraciones en la Plaza Congreso, frente al Congreso de la Nación, el 14 y el 18 de diciembre de 2017, en ocasión del tratamiento legislativo de la llamada reforma previsional.25 A diferencia de las protestas de 2001 la plaza mostraba columnas organizadas, identificadas como obreras y que abarcaban MS, sindicatos de las diferentes centrales sindicales y asalariados del sector privado y del estado. La plaza mostraba el proceso de recomposición de la clase obrera desde mediados de los noventa y la ampliación y redefinición de la identidad obrera a través de la apelación a sus tradiciones de lucha y organización. Tanto el 14 como el 18 de diciembre la concentración derivó en enfrentamientos callejeros entre manifestantes y fuerzas de seguridad que se extendieron durante horas en el centro de la Ciudad de Buenos Aires. El 18 de diciembre a la noche un cacerolazo se extendió por los barrios de la Capital y se produjo una nueva concentración en la Plaza Congreso.

Pero a diferencia de 2001, esas protestas no desataron una crisis política y el cambio de gobierno. Desde ese momento se inició un proceso de desmovilización popular que continuó hasta el final del período. Seguramente, es atribuible parcialmente al ingreso en la fase de crisis abierta desde mayo de 2018 y al aumento de la sobrepoblación relativa, antes señalados. Sin embargo, fue también un elemento determinante la canalización institucional del descontento popular a través de la formación del Frente de Todos (unificación del peronismo) en vistas del proceso electoral de 2019.

En ese sentido, cabe destacar dos fenómenos simultáneos y también posteriores al ciclo de protestas reseñado y que muestran el papel como medios de control del conflicto y la protesta de las tradiciones de organización de la clase obrera argentina. El primero, que la institucionalización del conflicto obrero a través de los mecanismos articulados por el Ministerio de Desarrollo Social y el Ministerio de Trabajo siguió funcionando durante el gobierno de Macri y mostró su perdurabilidad y funcionalidad. El segundo, que la incorporación política de MS y sindicatos al bloque político peronista entrelazó las estrategias de lucha defensiva y reivindicativa del movimiento obrero con la estrategia política del peronismo.

Las tendencias a la incorporación de fracciones sustanciales del movimiento feminista en el Frente de Todos y, más allá de nuestro período, su institucionalización parcial a través de la creación del Ministerio de las mujeres, género y diversidad en el gobierno peronista desde diciembre de 2019, dan cuenta de la modularidad de las tradiciones organizativas creadas por la clase obrera argentina.

Al mismo tiempo que se desarrollaba la desmovilización del movimiento obrero y popular en el marco de la formación del Frente de Todos, se producía un nuevo ciclo de movilización antipopulista. Pero esta vez, a diferencia de los ocurrido desde 2006, la participación de fuerzas políticas de derecha no se dio en el marco de movilizaciones masivas y solo parcialmente organizadas. La movilización fue convocada y articulada por la coalición en el gobierno (Cambiemos, hoy Juntos por el Cambio) en el contexto del proceso electoral de 2019. De ese modo, la fractura de la alianza de hecho de 2001 entre clase media y movimiento obrero se cristalizaba a través de la polarización política peronismo - antiperonismo.

El intento de restauración neoliberal desde diciembre de 2015 volvió a mostrar la eficacia de las tradiciones comunes de organización y lucha en Argentina para resolver los dilemas que la erosión de las capacidades estructurales plantea a la acción como clase de los trabajadores. A su vez, los cambios en el modo de dominación tendieron a horizontalizar el eje de clivaje del conflicto, lo que se puso de manifiesto en las protestas obreras y de amplias capas de la clase media en diciembre de 2017. Sin embargo, la canalización institucional del descontento obrero a través de la conformación del Frente de Todos, al mismo tiempo que movilizó aquellas tradiciones comunes como medios de control del conflicto devolvió el eje de confrontación a la oposición peronismo - antiperonismo.

4. Conclusiones

Las transformaciones en el capitalismo contemporáneo (internacionalización, automatización, expansión y reestructuración de las finanzas) han transformado la reproducción espacial del capital, la estructura de la relación de explotación y la composición de la fuerza de trabajo. De esa forma, se han creado dilemas tanto a la estabilización de la dominación política (erosión de las capacidades estatales de integración política), lo que se ha evidenciado sobre todo con la crisis del neoliberalismo, como a la movilización y organización obreras.

Sin embargo, el DDyC del capital global ha producido impactos asimétricos y diferencias específicas en la periferia. El caso argentino permite poner de manifiesto algunas especificidades de las transformaciones del capitalismo en un escenario de internacionalización subordinada y desarrollo dependiente. Pero también ilumina el modo en que las tradiciones de lucha y organización se transforman en recursos que permiten resolver los dilemas que los cambios estructurales del capitalismo crean a la organización de la acción colectiva de la clase obrera y otros grupos sociales subalternos. A pesar el impacto profundo de la reestructuración capitalista en las capacidades estructurales de la clase obrera Argentina (fragmentación y segmentación estructurales) la desmovilización obrera y popular tras la hiperinflación de 1989 se mostró temporaria. A ella siguió un ciclo de movilización que evidenció la eficacia de las tradiciones comunes de lucha y organización para movilizar y organizar a desocupados, trabajadores informales y asalariados formales. Al mismo tiempo, el doble carácter de dichas tradiciones en Argentina: recurso de movilización y medio de institucionalización y control del conflicto las pone en el centro de los problemas simétricamente opuestos que el capitalismo actual plantea a la dominación política y a la insubordinación popular. En ese sentido, la estructura y los cambios del modo de dominación política han jugado un rol esencial en la determinación de la función que desempeñaron y en la definición de los ejes de confrontación y la dinámica del conflicto. Sin embargo, el Estado y el régimen político en el período analizado solo pudieron, o bien, producir fenómenos de desmovilización temporaria, o bien, desplazar el conflicto hacia el eje de confrontación peronismo - antiperonismo. En ambos casos, se evidencian tanto la erosión de las capacidades estatales de integración política, característica de la etapa actual del capitalismo, como el desafío de largo plazo que aquellas tradiciones de lucha y organización plantean a la estabilización de la dominación política en Argentina.

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Notas

1A ello debe agregarse también que en China y algunas economías del sudeste asiático (en particular Corea del sur) se ha complejizado la producción, el desarrollo tecnológico y se observan tendencias al aumento de los salarios reales, en contraposición con la tesis de baja complejidad del trabajo y competencia vía “trabajo barato” de los nuevos países industriales.

2En América Latina el porcentaje de los productos manufacturados en el valor total de las exportaciones pasó del 6% en 1962 al 59% en 2002, para reducirse al 52% en 2019 (Fuente: CEPAL).

3Dicho proceso coexiste con tendencias netas a la desindustrialización en países y regiones que atravesaron procesos de industrialización sustitutiva de importaciones en la segunda posguerra. En Argentina, el saldo de industrialización exportadora dependiente y desindustrialización de la producción orientada al mercado interno fue el de un retroceso de la industria en el PBI.

4Ha sido conceptualizado como una ideología (Anderson, 1997); como un proceso civilizatorio productor de una nueva subjetividad (Dardot y Laval, 2013); como un modalidad de ofensiva contra el trabajo y un proyecto restaurador del poder de clase (Harvey, 2007).

5Las estrategias de adecuación de los espacios nacionales incluyen reconfiguraciones geográficas a escala subnacional (zonas económicas especiales) y supranacional (procesos de integración regional).

6La economía mundial experimentó dos fases de crecimiento débil desde los años setenta. Una primera fase entre mediados de los años setenta y fines de los años ochenta; una segunda fase desde la crisis mundial de 2008 hasta la actualidad (Piva, 2021; Roberts, 2018).

7El DDyC no es un fenómeno exclusivo de esta nueva fase internacionalización y reestructuración capitalistas, aunque presenta características específicas, como el solapamiento entre vieja y nueva división internacional del trabajo.

8Sin embargo, como señala Nowak (2022), la dualidad simple formal e informal encubre una creciente heterogeneidad de formas asalariadas y de pequeña producción y comercio de autosubsistencia. Nowak las clasifica en cuatro formas: autoempleo, pequeña producción sin acumulación de capital, trabajo asalariado y trabajo asalariado encubierto.

9En una amplia variedad de esas actividades el consumo, la transformación formal de mercancía en dinero y la producción ocurren de manera simultánea o cuasi simultánea, al tiempo que los límites de la jornada laboral (duración y establecimiento de períodos temporales discretos) se vuelven borrosos, por eso señalamos que las distinciones tienden a disolverse sin suprimirse.

10La tesis de Negri está conectada con su concepción de la crisis del valor, respecto de la cual mantenemos reservas, aunque creemos que el impacto de las transformaciones enumeradas sobre la cuantificación del valor debe ser planteado como problema.

11.Ver abajo la nota al pie 13.

12Ver nota al pie 5.

13En Piva (2017) buscamos mostrar cómo la relación de explotación estructura una relación antagónica entre personificaciones (individuales) del trabajo y del capital (clase como relación social objetiva). Esa es la base sobre la que puede (o no) desarrollarse un proceso de formación de clase como colectivos en lucha. Los procesos de individualización, la ausencia de límites claros en la relación objetiva de clase (individuos que son al mismo tiempo personificaciones del capital y del trabajo) y los procesos de diferenciación social entre las personificaciones (individuales) de clase - en especial la estratificación social según oportunidades de vida (clase sociológica), suponen dilemas para la movilización y la organización de la acción colectiva como clase obrera; en contraposición, los procesos de creciente socialización de la producción brindan recursos para su solución. El concepto de capacidades estructurales de clase tomado de Wrigth (1983) permite dar cuenta de los mayores/menores obstáculos/recursos que la composición técnica de clase (composición de la clase como relación social objetiva, a la que referimos también como composición de la fuerza de trabajo) presenta al pasaje probable, contingente, a su composición política, formación de la clase como colectivo en lucha.

14Véase Abalo (1992); Pozzi (1988); Massano y Piva (2020)

15La Ley 23.696/89 de Reforma del Estado de 1989 dio inicio al proceso de privatizaciones que entre 1990 y 1994 privatizó empresas públicas por un valor equivalente al 10% del PBI (Thwaites Rey, 2003); el Decreto 2284/91 de 1991 produjo una amplia y profunda desregulación de los mercados que desmontó un complejo de instituciones desarrollado entre los años treinta y los años sesenta del siglo XX; el Decreto produjo una profunda desregulación del comercio exterior al tiempo que se reducían o eliminaban aranceles de importación en un conjunto amplio de mercancías.

16Sobre la lógica de refuncionalización de instituciones previas en procesos de implementación de políticas neoliberales véase Baccaro y Howell (2011).

17En particular, el comportamiento inversor y el mecanismo de endeudamiento externo y fuga de capitales no muestran diferencias significativas entre ambos tipos de capital.

18La IED de empresas argentinas en el exterior inicia un sendero descendente desde mediados de los años ’90 que continuó en los 2000 a diferencia de Brasil o México (CEPAL, 2006; 2014).

19La estrategia dominante en el sindicalismo de los noventa y encarnada por la Confederación General del Trabajo fue la denominada estrategia neoparticipacionista consistente en vehiculizar la reestructuración a cambio de la conservación de capacidades organizativas y financieras. Al respecto véase Gómez (2009) y Piva (2006).

20El enfoque aquí adoptado sobre las clases enfatiza que esta es una forma de relación social (ver nota al pie 13), aquí retenemos el término estructura de clase solo por razones de simplicidad en la exposición. Siempre que lo utilicemos estaremos refiriendo a la clase como relación social objetiva. Sobre su conexión con el concepto de composición técnica de clase ver también la nota al pie 13.

21Para un desarrollo más completo y para una discusión de los problemas y soluciones metodológicos del análisis véase Piva (2020c).

22Dados los problemas de comparabilidad entre estos dos censos y las limitaciones de las fuentes censales para medir este fenómeno, estos deben considerarse solo datos indicativos, aquí no se contabilizan, por ejemplo, el subempleo horario y formas de sobrepoblación relativa latente como las existentes en el campo y en los distintos niveles del Estado.

23Los datos de los censos de población y de la EPH - INDEC no son comparables, nos interesan, por lo tanto, las tendencias de evolución.

24“Clase media” es ante todo una categoría sociocultural, que refiere a ciertas prácticas y representaciones comunes a un muy heterogéneo conjunto de individuos, y una identidad política, pero no una clase en el sentido marxista. Aunque en su núcleo podemos hallar cierto fundamento objetivo en la asimilación de comportamientos y representaciones entre grupos de asalariados con capacidades diferenciales para competir en el mercado de trabajo y sectores de pequeños propietarios (vieja clase media) su naturaleza sociocultural y, en particular, su conformación a través de la historia argentina como una identidad política no la limita a ciertas “posiciones estructurales” (Piva, 2020c).

25Se trataba de un aspecto de esa reforma, el recalculo de la fórmula de movilidad de los haberes jubilatorios.

Recibido: 17 de Febrero de 2023; Revisado: 14 de Julio de 2023; Aprobado: 28 de Julio de 2023

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*Doctor en Ciencias Sociales, Especialista en Ciencias Sociales del Trabajo, Licenciado en Sociología. Profesor adjunto regular de la Universidad de Buenos Aires e Investigador independiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Email: adrianpiva@gmail.com.

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