Introducción
Una situación de desastre o de crisis implica un suceso negativo, a menudo imprevisto y brutal, que provoca destrucciones materiales y pérdidas humanas, y ocasiona un gran número de afectados y una desorganización social importante dado que la estructura social se rompe y algunas de sus funciones esenciales se ven inhabilitadas (Everly y Mitchell, 2008; North y Pfefferbaum, 2013; Silove, Steel y Psychol, 2006). En general, son situaciones extremas que ponen en riesgo y amenazan la integridad física y psicológica de las personas.
La importancia del estudio de las situaciones de desastre está justificada por los innumerables efectos que producen en la salud de una comunidad, ya que pueden provocar tanto trastornos físicos como psicológicos: ansiedad, depresión y el denominado trastorno de estrés postraumático (TEPT). Afrontar el suceso de la manera más adecuada permite al individuo sentir un menor número de conductas disruptivas, evitar las consecuencias en su salud mental, recuperarse y controlar la situación (Páez, Arroyo y Fernández, 1995), por lo que la intervención en el momento del hecho a través de formas de actuación eficaces para cada situación resulta central. Es fundamental que la persona afectada juegue un papel activo y sea parte de la solución del problema.
La asistencia psicológica temprana a afectados en una situación de desastre por parte de voluntarios rescatistas consiste en el cuidado psicológico para estabilizar y reducir los síntomas de estrés y la conducta disfuncional, de manera de lograr un estado de funcionamiento adaptativo y facilitar, además, el acceso a otro nivel de atención (Everly y Mitchell, 2008; Jarero, Artigas y Luber, 2011). Este tipo de intervención tiene cuatro objetivos centrales: (1) estabilizar el funcionamiento psicológico a través de la indagación de las necesidades básicas de los afectados y de la implementación de los recursos para poder satisfacerlas, promoviendo gradualmente su autonomía; (2) disminuir el estrés mediante la transmisión de seguridad, calma y contención; (3) recuperar el funcionamiento psicológico autónomo y adaptativo; y (4) facilitar el acceso a otros niveles de atención psicológica, en caso de que sea necesario (Everly, Barnett, Sperry y Links, 2010; Jarero, Artigas y Luber, 2011). Estos objetivos favorecen el restablecimiento de la calma y de la estabilización, la conexión con los demás y con los recursos para satisfacer las necesidades básicas materiales y psicológicas, incrementando la sensación de autoeficacia y de control (Benight y Bandura, 2004).
Siguiendo esta línea de abordaje, la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el año 2012, publicó una guía de Primera Ayuda Psicológica (PAP) para los rescatistas y trabajadores de campo que intervienen en situaciones de crisis o desastre. Se define la PAP como una respuesta de apoyo hacia una persona que está sufriendo y que necesita asistencia. Bajo esta premisa, la PAP se ocupa de brindar ayuda y apoyo de forma no invasiva, evaluar las necesidades y preocupaciones, ayudar a las personas a atender sus necesidades básicas, escucharlas sin presionar a los afectados para que hablen, reconfortándolos y ayudándolos a sentirse calmos, asistiéndolos para que accedan a información, servicios y apoyos sociales, y brindar protección respecto a ulteriores peligros. Dicha ayuda no tiene que ser brindada necesariamente por profesionales de la salud (OMS, 2012).
En nuestro medio, se ha modificado un protocolo de PAP (Azzollini et al., 2017, del original de M. Farchi, comunicación personal, 7 y 8 de agosto de 2012) que aplica a las personas afectadas en las fases iniciales de un desastre. Dicho protocolo tiene como principales objetivos despejar el área de trabajo del socorrista y disminuir el riesgo de TEPT. El modelo modificado consiste en cuatro premisas que orientan la acción del rescatista:
Comunicación cognitiva: se trata de activar la corteza prefrontal y disminuir la hiperactividad límbica a través de una interacción cognitiva sencilla entre el rescatista y el afectado.
Control y desafío: el objetivo que se persigue es que el implicado vaya adquiriendo la sensación de control a través de la toma de decisiones simples.
Compromiso: se propone disminuir la sensación de vulnerabilidad y soledad a través del planteo expreso de un pacto de acompañamiento.
Continuidad: apunta a disminuir la confusión de la persona ubicándola en el tiempo y el espacio, explicándole brevemente qué fue lo que ocurrió, qué está aconteciendo ahora y qué va a pasar después, a fin de contribuir a organizar la secuencia temporal de eventos.
De esta manera, se intenta lograr que el afectado salga de una situación de pasividad disfuncional y vulnerabilidad, y comience a adquirir sensaciones de autonomía y autoeficacia que le permitan lograr gradualmente un estado de actividad funcional, independencia y adaptación psicológica (Farchi et al., 2018).
Por todo lo expuesto, contar con un cuerpo de voluntarios rescatistas entrenados para realizar la PAP y colaborar con los equipos especializados en situaciones de desastre mejoraría la organización general de la tarea de rescate y reduciría las tasas de TEPT (de Leo et al., 2003).
Las habilidades que constituyen la PAP suponen un conocimiento técnico científicamente fundamentado que contempla destrezas y capacidades que se pueden enseñar y adquirir mediante un programa de capacitación. La PAP supone un perfil de competencias que son el conjunto de comportamientos observables que están causalmente relacionados con un desempeño óptimo en una tarea concreta (Pereda y Berrocal, 1999). Se han llevado adelante estudios controlados que han validado la eficacia de la capacitación en el rendimiento de rescatistas en PAP (Farchi et al., 2018).
Para llevar a cabo las cuatro acciones del modelo de PAP mencionadas (comunicación cognitiva, control y desafío, compromiso y continuidad), los rescatistas deben tomar decisiones a lo largo de todo el proceso, lo cual supone una tarea compleja teniendo en cuenta que se debe llevar a cabo en escenarios de elevada incertidumbre y, por sobre todas las cosas, con un tiempo limitado para accionar.
En este sentido, el estudio de la relación entre los procesos de toma de decisión y los tiempos decisorios se ha basado en las teorías de los procesos duales (Kahnemany Frederick, 2002). Desde esta teoría, se han postulado dos procesos de razonamiento independientes y competitivos: un proceso automático, en gran parte inconsciente y poco preciso (Tipo 1), y un segundo proceso analítico-racional que conduce a resultados más certeros (Tipo 2) (Evans, 2012; Kahneman, 2003). El proceso Tipo 1 supone poco esfuerzo, rapidez y una fuerte dependencia del contexto, mientras que el de Tipo 2 funciona más lento y de manera secuencial (Evans y Stanovich, 2013).
Estudios recientes han mostrado que el proceso decisorio, ya sea Tipo 1 (intuitivo) o Tipo 2 (racional), puede afectar la efectividad en las tareas de rescate (Moreno Jiménez, Morett Natera, Rodríguez Muñoz y Morante Benadero, 2006). Por un lado, se han encontrado investigaciones que concluyen que las decisiones intuitivas suelen ser más eficaces que las racionales en contextos de alta incertidumbre (Azzollini, Depaula, Piñeyro y Torres, 2012), ya que las personas que utilizan el razonamiento consciente y deliberado no pueden recabar y procesar toda la información relevante y, por lo tanto, toman decisiones menos favorables; o bien, que las decisiones intuitivas se benefician del uso de atajos cognitivos que permiten llegar a conclusiones más rápidamente y con una mayor sensación de certeza (Dijksterhuis, Bos, van der Leij y van Baaren, 2009; Dijksterhuis, Loran y Nordgren, 2006; Gigerenzer, 2007; Halberstadt, 2005; Halberstadt y Levine, 1999; Wilson y Schooler, 1991).
Sin embargo, Evans (2012) afirmó que las teorías previas basadas en los modelos duales suponen una serie de falacias: (a) que el procesamiento Tipo 1 por lo general conduce a respuestas erróneas (debido a sesgos cognitivos), mientras que el procesamiento Tipo 2 favorece respuestas correctas; (b) el procesamiento Tipo 1 se utiliza siempre y únicamente cuando los juicios se hacen rápidamente; (c) solo el procesamiento racional Tipo 2 es consciente. Para responder a estas falacias, Evans sostiene que la toma de decisión rápida puede corresponder tanto al procesamiento Tipo 1 como al Tipo 2. También, este autor afirma que cualquier proceso decisorio en el cual no haya influido el estado de ánimo del sujeto es racional, aunque haya sido no consciente, por lo cual los procesos Tipo 1 pueden ser también racionales. Además, diversos teóricos (Betsch, y Kunz, 2008; Grandori, 2015) están de acuerdo en que las decisiones correctas y rápidas pueden resultar de procesar grandes cantidades de información, incluso más grandes que la cantidad usada en el proceso secuencial, debido a la ventaja del procesamiento paralelo, aunque la heurística simple también puede utilizarse en esos juicios.
En este sentido, Cosentino, Azzollini, Depaula y Castillo (2017) sostuvieron que los juicios rápidos pueden basarse tanto en la emocionalidad como en la racionalidad, y que tomar decisiones rápidas no puede implicar, en sí mismo, tomar decisiones equivocadas. Según Cosentino et al. (2017), la toma de decisión urgente ante situaciones extremas está constituida por dos dimensiones. Por una parte, una dimensión que se denomina “Decisión Urgente Emocional-Afectiva” (DUa), referida a la decisión basada en una reacción subjetiva, relacionada principalmente con el estado emocional de la persona. Por otra parte, la dimensión que recibe el nombre de “Decisión Urgente Racional” (DUr), y se refiere a la decisión caracterizada por el procesamiento cognitivo de la información, el cual incluye la valoración de las ventajas y desventajas de la situación urgente ante la que se está, el cálculo de probabilidades de éxito o fracaso, y la planificación del comportamiento, entre otros tipos de cálculos mentales.
De acuerdo con esto, un estudio reciente ha mostrado una asociación positiva entre la efectividad de la acción del rescatista y la tendencia individual a tomar decisiones racionales en situaciones de urgencia (Azzollini, Depaula, Cosentino y Bail Pupko, 2018). Por otra parte, en una investigación previa llevada a cabo en una muestra constituida por peacekeepers, se constató que la tendencia individual a tomar decisiones racionales rápidas está asociada con un menor tiempo de reacción, y la de tomar decisiones afectivas, con una menor efectividad en situaciones de incertidumbre (Cosentino, Azzollini, Depaula y Castillo, 2016).
Sin embargo, por más que una persona tenga un estilo decisorio urgente predominante, no necesariamente va a utilizarlo en todas las situaciones que se le presenten, con lo cual sigue pendiente la pregunta sobre qué proceso decisorio es el más efectivo a la hora de las intervenciones de los rescatistas. El paradigma experimental de Bestch y Kunz (2008) propone la inducción de uno u otro proceso a partir de la consigna “decida en función de lo que piensa o en función de lo que siente”, a fin de operacionalizar esos procesos.
A partir de esto, los autores introducen el concepto de ajuste decisional cuando la estrategia de decisión preferida (estilo) se ajusta a la estrategia efectivamente utilizada (proceso). Los sujetos suelen tomar decisiones sobre la base de sensaciones emocionales o bien utilizando la información concreta y el pensamiento racional, pero muchas veces será el contexto el que definirá o determinará el proceso decisorio utilizado. De esta manera, Betsch y Kunz (2008) plantean la existencia de una mayor efectividad en la respuesta cuando hay ajuste decisional entre el estilo y el proceso decisorio llevado adelante. Estos resultados, en consecuencia, destacan la importancia de considerar los efectos del ajuste entre el estilo y el proceso decisorio en los estudios en los que se induce la toma de decisiones. Asimismo, otros autores plantean la relevancia de indagar si el ajuste decisional también afecta la calidad de la toma de decisiones, por ejemplo, si podría conducir a juicios y decisiones objetivamente superiores (Dijkstra, van der Pligt y van Kleef, 2017).
Paralelamente al tipo de estilo decisorio, debe considerarse también el tiempo que el rescatista emplea para tomar dichas decisiones. En la literatura, la velocidad de procesamiento (y, por ende, el tiempo utilizado) que caracteriza los dos sistemas se ha postulado como una variable diferencial distintiva. Los procesos de Tipo 2, más lentos y deliberados, dependen de operaciones en serie que consumen tiempo y recursos y están limitados por la capacidad de la memoria de trabajo. En relación con esto, una investigación realizada en Argentina ha encontrado que los procesos decisorios intuitivos requerían de menor tiempo y estaban vinculados con recuerdos semánticos, en tanto que los procesos analítico-deliberados demandaban un mayor tiempo decisional, y estaban también vinculados con recuerdos autobiográficos (Azzollini et al., 2012).
El objetivo del presente trabajo es analizar la efectividad y los tiempos en la toma de decisiones al momento de brindar una PAP en las fases iniciales de un desastre en función del estilo y el proceso decisorio implicados. A tal efecto, se han planteado las siguientes hipótesis: (1) los rescatistas capacitados tomarán decisiones más efectivas y presentarán menores tiempos de decisión que los rescatistas no capacitados; (2) la efectividad y los tiempos decisorios están relacionados; (3) el tipo de estilo decisorio urgente y los tiempos decisorios explicarán la efectividad de la acción del rescatista; y (4) la existencia de ajuste decisional mejorará la efectividad de la decisión.
Método
Diseño y muestra
El estudio fue explicativo transversal de diferencias entre grupos.
La muestra fue no probabilística intencional. Estuvo conformada por 165 voluntarios rescatistas (66 mujeres y 99 varones) de cuatro cuarteles de la zona del Área Metropolitana y Gran Buenos Aires (AMBA) y una sede de la Cruz Roja del partido de Tigre (San Fernando), con una media de edad de 30.9 años (DE = 9.9). La muestra se dividió aleatoriamente en dos grupos. Por un lado, un grupo experimental integrado por 84 voluntarios (51 %) que recibieron una capacitación en PAP previamente a la evaluación (35 mujeres y 49 varones; M = 29.34 años, DE = 9.22); por el otro lado, un grupo control integrado por 81 voluntarios (49 %, 31 mujeres y 50 varones; M = 31.39 años, DE = 10.74) que al momento de la evaluación aún no habían sido capacitados (se les dio una tarea distractora durante un tiempo equivalente a la duración de la capacitación).
Procedimiento
Se pactaron tres encuentros con los responsables de cada institución. En el primero se capacitó al grupo experimental y se le dio una tarea distractora al grupo control. En el segundo se realizó la evaluación de ambos grupos entre una a dos semanas posteriores –el experimental y el control– mediante el software SIPAPSI. En el último encuentro se concretó la capacitación al grupo control. Para una mejor comprensión del procedimiento explicado, se sugiere ver la Tabla 1.
El SIPAPSI es un software que consta de 10 sets de cuatro videos cada uno, de los cuales hay una única opción correcta, que corresponde al protocolo de la PAP (véase apartado Instrumentos).
Al iniciar la evaluación del SIPAPSI, cada evaluado recibió una consigna inicial. A un grupo de participantes se les pidió que respondieran en base a lo que sentían y a otro grupo de participantes se les solicitó que respondieran en base a lo racional. Posteriormente, se administró el instrumento BUDECI (Bases for Urgent Decisions under Extreme Circumstances Inventory; ver apartado Instrumentos) que permitió conocer la tendencia decisoria urgente –afectiva o racional– de los participantes a la hora de responder a una situación de crisis, más allá de la consigna inicial recibida puntualmente al comienzo. La consigna inicial y la tendencia decisoria urgente (determinada por el BUDECI) permitieron clasificar la existencia o no del ajuste entre el estilo y el proceso decisorio para relacionarla con la efectividad (medida a través de la cantidad de respuestas correctas al SIPAPSI). Para ello, se dividió la muestra en cuatro grupos. El primer grupo, denominado “Ajuste Emocional”, estuvo integrado por aquellos evaluados con una tendencia decisoria urgente afectiva en el BUDECI y que, además, recibieron la consigna inicial de responder al SIPAPSI en base a lo que sentían, es decir, a lo emocional. El segundo grupo, denominado “Ajuste Racional”, estuvo integrado por aquellos rescatistas que obtuvieron una tendencia decisoria urgente racional en el BUDECI y que, a su vez, siguieron la consigna inicial de responder al SIPAPSI en base a lo que pensaban, es decir, a lo racional. El tercer grupo, llamado “Desajuste Emocional”, estuvo compuesto por rescatistas con tendencia decisoria urgente de tipo afectiva según el BUDECI a pesar de haber recibido una consigna inicial en la cual debían responder al SIPAPSI de acuerdo a lo que pensaban, es decir, a lo racional. Finalmente, el cuarto grupo, consignado como “Desajuste Racional”, estuvo integrado por aquellos rescatistas que recibieron una consigna inicial de responder al SIPAPSI en base a lo que sentían, es decir lo emocional, y mostraron una tendencia decisoria urgente racional de acuerdo al BUDECI. Para una mejor comprensión, se sugiere ver la Tabla 2.
Resulta importante aclarar que, con el SIPAPSI, al tratarse de un software, se pudo cronometrar el tiempo que demoró cada participante desde que se le presentaba cada situación a resolver hasta que, efectivamente, elegía la opción que consideraba la correcta entre las cuatro posibles. Esto permitió evaluar los tiempos de decisión promedio obtenidos por el grupo control y el grupo experimental.
Debido a la cantidad de variables presentes en este estudio, se ha elaborado la Tabla 3, la cual detalla cada una de ellas con su correspondiente operacionalización.
Por otra parte, resulta pertinente aclarar que, en todos los casos, los participantes firmaron un consentimiento informado y no recibieron retribución alguna. La capacitación tuvo una duración de dos horas aproximadamente, y se dividió en tres módulos (dos teóricos y uno práctico). En un primer módulo se desarrollaron conceptos básicos: respuesta de estrés y estructuras cerebrales involucradas. En el segundo módulo se abordaron cuestiones referidas a la PAP y al protocolo basado en el modelo de las 4 Cs (Azzollini et al., 2017; Farchi, 2012). En el último módulo –de índole práctico– se promovió el espacio para que los rescatistas pusieran en práctica lo adquirido en los dos módulos teóricos precedentes a través de dramatizaciones de situaciones que se repiten en su labor cotidiana. Se entregaron certificados de asistencia a cada rescatista y un certificado a la institución. Asimismo, se acompañó la capacitación con material gráfico que resumía los principales aspectos de la PAP.
Instrumentos
Se utilizó el software Sistema Interactivo de Primera Ayuda Psicológica (SIPAPSI) (Depaula, Torres, Piñeyro, Cosentino, Clotet y Castillo, 2012), diseñado para evaluar las respuestas de PAP en los usuarios. Consiste en la simulación de distintas situaciones de crisis durante las cuales los participantes deben decidir entre diferentes opciones presentadas en formato audiovisual. Al comenzar, se le otorga al evaluado una consigna: que responda en base a lo que siente, es decir, a lo emocional o que responda en base a lo que piensa, es decir, lo racional. Posteriormente, se le presentan al usuario 10 sets de cuatro videos con simulaciones de las respuestas de los voluntarios hacia las personas recientemente afectadas por una catástrofe; en cada set hay una única respuesta correcta en función de los 10 pasos del protocolo. El usuario debe seleccionar el video que más se aproxime a lo que haría en la situación representada. Para cada set, se realiza la presentación de los cuatro videos en sucesión, sin interrupción o intervención posible por parte del usuario. Luego, el participante tiene la posibilidad de revisar todos o algún video nuevamente. El SIPAPSI registra las respuestas correctas y el tiempo de decisión promedio total de cada voluntario (es decir, el tiempo que tarda el rescatista desde que se le presentan las cuatro opciones de respuesta hasta que efectivamente elige una, dividido por las 10 opciones de presentación). El SIPAPSI tiene evidencia de validez de contenido, y cuenta entre los jueces expertos con el Dr. Moshe Farchi, quien ha desarrollado el protocolo de intervención PAP basado en su modelo original de las 6 Cs (Farchi et al., 2018).
Luego de los 10 conjuntos de videos, se inicia la presentación del BUDECI. El BUDECI está integrado por ocho ítems que valoran el estilo decisorio en situaciones nuevas, inesperadas y muy importantes de acuerdo a dos dimensiones –decisión urgente afectiva o racional– (Cosentino et al., 2017). La primera dimensión, la DUa (véase apartado Introducción), refiere a la reacción subjetiva relacionada principalmente con el estado emocional de la persona. Por su parte, la segunda dimensión, DUr (véase apartado Introducción), se caracteriza por el procesamiento cognitivo de la información, e incluye la valoración de las ventajas y desventajas de la situación, el cálculo de probabilidades y la planificación del comportamiento, entre otras cuestiones. La escala cuenta con un formato de respuesta Likert que va del 1 (totalmente falso) al 7 (totalmente verdadero). Este instrumento cuenta con evidencia de validez referida a los aspectos estructurales, convergentes y de grupos contrastados. A su vez, los valores de confiabilidad de las dimensiones fueron: para DUa, α = .87, y para DUr, α = .88.
Resultados
En principio, y para poner a prueba la primera hipótesis, se analizó la existencia de diferencias estadísticamente significativas entre el grupo que recibió la capacitación en PAP y el grupo que no la recibió. Lo hipotetizado en el presente estudio refería a que los rescatistas capacitados (grupo experimental) deberían tomar decisiones más efectivas que los no capacitados (grupo control). Se llevó a cabo una prueba t para muestras independientes. Los resultados mostraron una diferencia estadísticamente significativa de la efectividad (medida con el número de respuestas correctas al SIPAPSI) entre ambos grupos. Se pudo observar que el número total de respuestas correctas en el grupo experimental fue de 72, mientras que en el grupo control fue de 43. por lo tanto, el grupo experimental presentó un promedio significativamente mayor de respuestas correctas que el grupo control (capacitados: M = 6.88, DE = 1.81; no capacitados: M = 5.14, DE = 1.57; t = 6.59; gl. = 163; p = .01).
Luego, y siguiendo con la primera hipótesis, se buscó conocer si existían diferencias en los tiempos de decisión promedio medidos a través del software SIPAPSI de acuerdo a si los voluntarios recibieron capacitación en PAP (grupo experimental) o no (grupo control). Con respecto a esto, se había hipotetizado que el grupo experimental, al haber sido capacitado en un protocolo de PAP, que detallaba los pasos a seguir en una situación de crisis (los cuales posteriormente se evaluaban en el software SIPAPSI), deberían presentar menores tiempos de decisión que los rescatistas del grupo control. Se realizó otra prueba t para muestras independientes. Los resultados no estuvieron en consonancia con la hipótesis, es decir, no existieron diferencias significativas entre las medias de los tiempos de decisión promedio demandados por ambos grupos. Se indagó entonces si la efectividad (medida a través de las respuestas correctas brindadas en el SIPAPSI) se encontraba asociada a los tiempos de decisión, segmentando la muestra entre capacitados y no capacitados. Se pudo observar una correlación inversa y estadísticamente significativa entre la efectividad y los tiempos de decisión únicamente en el grupo de los capacitados (r = -.26; p = .02). Esto significa que aquellos voluntarios capacitados que mostraron una mayor efectividad fueron a su vez más rápidos en tomar la decisión.
De acuerdo a la segunda hipótesis, se analizó la correlación entre la efectividad y el estilo decisorio urgente afectivo, por un lado, y racional, por el otro, mediante una r de Pearson. Los resultados mostraron que existe una correlación inversa y estadísticamente significativa entre la efectividad y el estilo decisorio urgente afectivo (r = -.27; p = .04) solamente en el grupo de voluntarios capacitados (n = 84). Estos resultados sugieren que los capacitados con un menor estilo decisorio urgente afectivo muestran mayor cantidad de respuestas correctas al software SIPAPSI.
Posteriormente, y en relación con la tercera hipótesis, se quiso conocer si el estilo decisorio empleado y el tiempo de decisión demandado por el voluntario podían explicar la efectividad en las respuestas brindadas. Con tal motivo, se llevó a cabo una regresión lineal en ambas muestras (capacitados y no capacitados) habiéndose verificado previamente que los residuos poblacionales eran independientes y se distribuían normalmente con una media 0 y con una varianza común para todos. De esta forma, para el desarrollo del modelo se utilizaron, entonces, como variables explicativas el tiempo de decisión y el estilo decisorio, y, como variable criterio, la efectividad. La capacidad de predicción del modelo resultante fue significativa solo para el grupo de capacitados, explicando el 11.5 % de la varianza. La prueba de ANOVA fue estadísticamente significativa [F (3, 80) = 3.27; p = .02].
Finalmente, se puso a prueba la última hipótesis del presente estudio que planteaba que la existencia de ajuste decisional mejoraría la efectividad de la decisión conforme con lo planteado por Betsch y Kunz (2008). Se analizó el efecto del ajuste entre la consigna y el estilo decisorio sobre la efectividad a través de un ANOVA, segmentando la muestra en rescatistas capacitados y no capacitados, utilizando como variable dependiente la efectividad medida por las respuestas correctas al SIPAPSI y como criterio una variable categorizada en cuatro grupos: (1) ajuste emocional; (2) ajuste racional; (3) desajuste emocional y (4) desajuste racional (véase Tabla 2).
Se observaron diferencias estadísticamente significativas en las medias de los cuatro grupos, pero únicamente en los capacitados [F (gl) = 4.05 (3); p = .01]. Las comparaciones post-hoc indicaron que el grupo que mostró diferencias significativas fue el de ajuste emocional respecto de los otros tres grupos: ajuste racional (p = .03), desajuste emocional (p = .005) y desajuste racional (p = .006). En la Figura 1 se puede ver que el grupo ajuste emocional fue el que menos efectividad mostró a la hora de responder al SIPAPSI aun habiendo sido capacitado previamente.
Discusión
En relación con la primera hipótesis, al comparar ambos grupos –capacitados y no capacitados– se puso en evidencia la eficacia de la capacitación en PAP. Es decir, los rescatistas voluntarios que recibieron el entrenamiento en PAP mostraron un número promedio significativamente mayor de respuestas correctas en la toma de decisiones sobre el software SIPAPSI que aquellos que no habían recibido dicho entrenamiento. De esta forma, se puede afirmar que dicha capacitación en PAP ha posibilitado la adquisición de estrategias de acción sencillas en situaciones de urgencia (Farchi, 2012, 2018).
Sin embargo, y en disonancia con dicha hipótesis, es de interés notar que no se encontraron diferencias significativas en el tiempo promedio de decisión entre rescatistas capacitados y no capacitados. Esto pudo deberse a que, para que los voluntarios entrenados puedan actuar más rápido, deben primero internalizar el protocolo impartido en la capacitación (Klein, 1998, 2008; Klein y Crandall, 1996), lo cual solo se logra mediante su práctica (Altman, 2012; Betsch y Glöckner, 2010; Depaula y Azzollini, 2016; Easen y Wicockson, 1996; Gladwell, 2005; Lunenburg, 2010; Simon, 2000). En este sentido, debe tenerse en cuenta que la evaluación mediante el software SIPAPSI se llevó a cabo entre una y dos semanas luego de la capacitación, tiempo insuficiente para llevar a cabo dicho proceso de incorporación y automatización del modelo (Betsch, 2008). Esto podría explicar por qué el grupo de capacitados, si bien más efectivo, no mostró una mayor rapidez en sus decisiones al ser evaluado. Sin embargo, al interior de dicho grupo se observó que, cuanta mayor efectividad mostraban, más veloces eran a la hora de escoger la opción correcta. En este sentido, la decisión rápida sustentada en la activación instantánea de un patrón de reconocimiento ligado a experiencias previas (modelo PAP) que se conectan (matching process; Dane y Pratt, 2007) a la situación actual (situaciones planteadas mediante la evaluación con el SIPAPSI) (Klein, 1998, 2008; Klein y Crandall, 1996) podría explicar esta tendencia en el grupo de capacitados solamente.
Siguiendo con la segunda hipótesis, se encontró que las decisiones urgentes de base afectiva se asocian de forma inversa al número de respuestas correctas obtenidas en el SIPAPSI en general y en el grupo experimental en particular. Dichos resultados se encuentran en consonancia con un estudio previo también llevado a cabo en Argentina (Azzollini, Depaula, Cosentino y Bail Pupko, 2018). En dicha investigación, se pudo constatar que las respuestas dadas a partir de la inducción racional resultaron más efectivas que las brindadas bajo una consigna emocional. Si bien en estudios realizados en otros países se encontró que las decisiones de tipo intuitivo presentan mayor eficacia que las racionales en contextos de elevada incertidumbre (Gigerenzer, 2007; Halberstadt, 2005; Halberstadt y Levine, 1999), es necesario recordar que la intuición entendida como proceso racional no consciente (Evans, 2012) podría estar ratificando los actuales resultados obtenidos en el presente estudio.
Asimismo, y según la tercera hipótesis, se determinó un modelo predictivo en el cual solo el estilo decisorio afectivo predijo una menor efectividad. En ese sentido, se deberá hacer uso de procesos analíticos y deliberativos para evaluar si es factible que una experiencia pasada pueda ser aplicada en el contexto actual (Harteis y Billett, 2013). Es decir, el sistema de procesamiento racional permite el acceso a grandes cantidades de experiencia, sin embargo esto solo es útil si el decisor evalúa que la situación que enfrenta puede ser asimilada a los patrones y modelos almacenados en la memoria de largo plazo (Gladwell, 2005; Lunenburg, 2010). Otros autores (e.g. Gladwell, 2005; Lunenburg, 2010) señalan que aquellos que tienen la capacidad de tomar decisiones eficaces inmediatas y precisas basadas en “sensaciones” son expertos en el tema en cuestión y han pasado años desarrollando conocimientos y habilidades a través de la práctica, la repetición y la experiencia.
Por último, en relación con la última hipótesis, que se proponía analizar el efecto del ajuste entre la consigna y el estilo decisorio urgente sobre la efectividad, los resultados mostraron que solo el grupo de rescatistas capacitados ajustados emocionalmente fue significativamente menos efectivo que los otros tres grupos (ajuste racional; desajuste emocional y desajuste racional). Este resultado contradice el modelo de Betsch y Kunz (2008), según el cual la existencia o no de ajuste decisional debería influir en la efectividad. Esto puede explicarse debido a que si a aquellos voluntarios con un estilo decisorio urgente emocional se les solicita que respondan en base a lo que sienten, esto potencia las dificultades que conlleva dicho estilo en las acciones de rescate (Azzollini, Depaula, Cosentino y Bail Pupko, 2018). Análogamente, así como en los afectados por una catástrofe el componente emocional favorece la hiperactivación límbica y promueve la aparición de TEPT, en los rescatistas disminuye la efectividad en las acciones del protocolo de PAP (Farchi, 2018). Lo que resulta interesante es que el grupo ajuste emocional resultó ser el menos eficaz de los cuatro grupos. Esto quiere decir que, así sea el estilo o la consigna, el elemento racional favorece una mayor efectividad (Depaula y Azzollini, 2016; Klein, 2005).
El juicio es un importante elemento en la intervención en situaciones de desastre. Los rescatistas tienen que tomar decisiones urgentes cuando entran en contacto con un individuo en situación vulnerable afectado por una catástrofe. Por lo tanto, la toma de decisión, en tanto componente predisponente del comportamiento a realizar ante contextos de incertidumbre y riesgo, es crucial. Este estudio aporta información para la determinación de un perfil que potencie la efectividad de las acciones ante una crisis. Conocer este perfil individual les permitirá a las instituciones determinar previamente qué elementos de recursos humanos se podrían disponer rápidamente en el terreno para asistir psicológicamente a personas en una catástrofe. Si bien este trabajo ha abordado el efecto de los estilos decisionales urgentes y de su ajuste con los procesos decisorios efectivamente inducidos sobre la efectividad de la acción, es indispensable analizar en trabajos ulteriores otras variables psicológicas que permitan clarificar aún más el perfil decisorio más adecuado del rescatista.
En conclusión, estos resultados permiten ir armando un perfil decisional óptimo del rescatista en el desempeño de tareas de intervención en crisis, así como inducirlo a realizar la PAP bajo una consigna racional que favorezca la efectividad. Empero, se debería tener en cuenta para futuras líneas de investigación la realización de estudios longitudinales en los cuales se pueda llevar a cabo un seguimiento de la aplicación concreta por parte de los voluntarios del protocolo de PAP, impartido en las capacitaciones, en el campo de acción. Esto podría echar luz sobre los procesos de cristalización de los conocimientos a través de la experiencia y la puesta en acto de lo adquirido teóricamente.
Finalmente, el estudio presenta dos limitaciones principales. Por un lado, la muestra es pequeña por lo cual debería aumentarse su tamaño para así obtener resultados más confiables y de mayor fuerza estadística. Por otro lado, su baja validez ecológica por lo cual resultaría esclarecedor contrastar los presentes resultados, obtenidos en un ambiente artificial, con escenarios de acción reales, lo cual –sin duda– incrementaría la validez ecológica de la presente investigación. Pese a esto y entendiendo lo difícil que puede resultar llevar a cabo un estudio en el momento mismo en el cual ocurre la situación de crisis, el presente trabajo otorga conclusiones válidas sobre el mejor accionar.