INTRODUCCIÓN
La localidad de Aldea Beleiro presenta una serie de sitios arqueológicos cuyo estudio ha brindado información acerca del poblamiento humano de esta área del sudoeste de Chubut que no contaba con antecedentes hasta los inicios de las investigaciones, en 2010 (Pérez de Micou et al., 2013; Castro Esnal et al., 2016). Entre los sitios estudiados se destaca Casa de Piedra de Roselló, en cuya cueva principal se excavaron nueve niveles naturales arqueológicamente fértiles con fechados y evidencias que abarcan desde los ca. 9000 años cal. AP hasta momentos históricos recientes (Castro Esnal et al., 2017a). Entre los materiales recuperados sobresale, por su frecuencia, el material lítico (Castro Esnal et al., 2017a, 2017b, 2017c; Gutiérrez y Ronco, 2018). No obstante la preponderancia de esta materialidad, las representaciones rupestres constituyen una línea de evidencia de importancia numérica. Aunque su mal estado de conservación limitó los primeros acercamientos (Gutiérrez y Castro Esnal, 2018), la posterior aplicación de una metodología exhaustiva de procesamiento digital de imágenes permitió avanzar en su estudio pormenorizado (Gutiérrez, 2020). Con el objetivo de generar un registro detallado de las representaciones de todos los sitios de la localidad Aldea Beleiro, en este trabajo se presentan los resultados de la documentación y análisis de la totalidad de motivos relevados hasta el momento en tres sitios: Casa de Piedra de Roselló (CP) con sus tres anexos (CP1, CP2 y CP3), Cueva Alta del Portezuelo (CAP) y Pedrero de Jara (PJ).
El área de estudio
La localidad de Aldea Beleiro se encuentra en una amplia área ecotonal de bosque-estepa, a escasos kilómetros de la frontera internacional con la República de Chile (Figura 1 A). En función de la localización de los sitios se pueden mencionar, en términos generales, dos sectores geomorfológicamente distintos. El primero, donde se emplazan CP y CAP, presenta un paisaje modelado por distintos procesos exógenos tales como la acción glaciaria, la remoción en masa y la acción fluvial, con un relieve que se caracteriza por lomadas (Dal Molin, 1998). La red de drenaje de este sector está compuesta por el arroyo Ñirihuao, cauce principal permanente que escurre hacia el este. Dentro de los rasgos geológicos, interesa destacar la Formación Carrenleufú, que aflora en ambas márgenes de este arroyo y compone actualmente un cañadón que contiene a CP y CAP. El primero se localiza sobre la margen derecha del arroyo, y el segundo, del lado contrario. El otro sector, donde se localiza el sitio Pedrero de Jara (PJ), ubicado a aproximadamente 13 km lineales hacia el sudoeste, se caracteriza por un llano estepario interrumpido por un afloramiento aislado de la mencionada Formación (Figura 1 A).
Antecedentes de estudios de sitios con representaciones rupestres en el SO de Chubut y alrededores
Hasta el año 2010 –cuando se comenzó a trabajar en CP y se informó la presencia de pinturas (Pérez de Micou et al., 2013)–, no se contaba con datos sobre sitios con representaciones rupestres en el área de estudio. Los primeros antecedentes de sitios con arte en el sudoeste de Chubut provienen de los valles de los ríos Guenguel y Mayo, donde se registraron grabados y pinturas, en general motivos abstractos geométricos, escasos positivos de mano, tridígitos y otras pisadas (Gradin, 1969; Arrigoni 2009) (Figura 1 A). Sobre el río Mayo se destaca el Alero Dásovich por presentar los fechados más tempranos registrados hasta el momento para Chubut (10.764-10.292 cal. AC, sobre carbón vegetal) (Aguerre et al., 2017; Arrigoni, 2018).
Entre las localidades de Sarmiento y Río Mayo se conoce el Alero de las Manos Pintadas (Figura 1 A), donde se registraron pinturas y grabados (motivos geométricos, miniaturas grabadas por percusión e incisión y negativos de manos (Gradin, 1973). Se postuló una fecha relativa para los negativos de manos entre el 490 y el 660 a. de C. (Gradin y Aschero, 1978), mientras que los motivos vinculados al estilo de pisadas, grecas, miniaturas y grabados estarían asociados a momentos posteriores. Las capas arqueológicas más tempranas arrojaron fechados en una antigüedad máxima de 3330 ± 79 años, 1380 a. de C. (Gradin, 1973).
En el área aledaña a los lagos Musters y Colhué Huapi se destacan dos grupos de sitios con grabados rupestres. El primero consiste en el cerro Yanquenao, en el que se han documentado numerosas representaciones grabadas, asignadas al estilo de grabados (Gradin, 1989); además, presenta un chenque con un fechado de 1151 ± 59 años AP (García Guraieb et al., 2009). El segundo grupo se encuentra en la localidad de Boliche de Jerez, donde se ha registrado el mismo tipo de representaciones sobre bloques de basalto que habrían estado disponibles como soporte a partir de los 1600 años AP (Moreno et al., 2015; Moreno y Herrera Santana, 2016) (Figura 1 A).
Más alejado de la zona de estudio, en Cerro Shequen (valle del arroyo Génoa), se registraron sitios relativamente sincrónicos a los anteriormente nombrados, con pinturas asignables al estilo de grecas y positivos de manos (Gradin, 1978a) (Figura 1 A). Un fechado de 1250 ± 80 AP de una ocupación con cerámica al pie de uno de los sitios con este tipo de representaciones sentó la fecha asignada al grupo estilístico E, un equivalente al estilo de grecas de Menghin (Gradin, 1978b; Gradin et al., 1979). En esta misma latitud pero hacia el oeste, en la zona de bosque de Aysén (República de Chile), se conoce el Alero Las Quemas (Méndez et al., 2016). Este sitio evidencia ocupaciones que van entre los 6100 y 2400 años cal. AP y presenta arte rupestre caracterizado principalmente por tridígitos, círculos individuales, círculos concéntricos, líneas paralelas y otros motivos abstractos, todos pintados en tonos rojos (Figura 1 A).
También en la región de Aysén (Chile), pero más hacia el sur, específicamente en los alrededores del valle del río Ñirehuao, se encuentran los sitios más próximos al área de estudio, para los que se señala una densidad relativamente baja de motivos. Se destaca Baño Nuevo I (Figura 1 A) por el hallazgo de diez inhumaciones que han sido fechadas alrededor de los 10.000 años AP, aunque presenta escasos motivos pintados (Mena et al., 2000; Velásquez y Mena, 2006; Reyes et al., 2012). En esta misma región, Cueva Punta del Monte contiene evidencias de ocupación fechadas a partir de los 5660 años cal. AP (Figura 1) (Nuevo Delaunay et al., 2013). Allí, se han registrado una variedad de motivos pintados tales como abstractos relacionados con el estilo de grecas (Menghin, 1957), un guanaco y numerosos negativos de mano (Nuevo Delaunay et al., 2013).
Por último, interesa señalar el área del río Pinturas (NO Santa Cruz), ubicado a aproximadamente 190 km al sur de la zona de estudio. Este trabajo retomará las secuencias estilísticas propuestas para esta zona dado que constituyen la base de referencia por excelencia para la caracterización de las representaciones rupestres de la Patagonia meridional (Gradin et al., 1979; Aschero, 1993; 1997, 2012; Aschero e Isasmendi, 2018, entre otros).
En suma, los sitios conocidos en los alrededores cercanos del área de estudio resaltan la necesidad de llenar el vacío de información existente para esta extensa área del SO de Chubut y abren una serie de preguntas relacionadas con la distribución de tipos de motivos, las técnicas (grabados o pinturas) y sus cronologías. En particular, contrariamente con lo que se vislumbra a partir de una minoría de sitios tempranos del SO de Chubut (CP y Dásovich) y de Aysén (Baño Nuevo), los antecedentes disponibles respecto de la materialidad bajo estudio parecen indicar una producción de representaciones rupestres principalmente en momentos tardíos. La amplitud de la distribución de los modos de pintado indicarían además, para esos momentos, una circulación de información ampliamente extendida en el espacio, que se materializa en un patrón de diseños correspondientes al estilo de grecas, que, como ha sido señalado, es consistente con un incremento poblacional en conjunto con una amplia red de circulación de personas y objetos (Belardi, 2004). Este trabajo complejiza esa idea partiendo de la hipótesis de que las secuencias de pintado registradas en Aldea Beleiro fueron realizadas desde el Holoceno temprano hasta el tardío, en concordancia con la cronología registrada en CP a partir de otras líneas de evidencia. No obstante, en el área de estudio no se han relevado motivos correspondientes al estilo de grecas ni el uso de la técnica de grabado como en las áreas cercanas mencionadas, lo que constituye un interrogante a resolver (Gutierrez y Castro Esnal, 2018). Por otro lado, la presencia de otros motivos pintados (como por ejemplo, guanacos) y la cercanía de los sitios bajo estudio con áreas de importancia regional en términos de pinturas rupestres, como el NO de Santa Cruz, alimentan la idea de un uso integrado de este espacio con estas áreas y desde momentos previos a los tardíos. Por último, otro problema que se identifica en la recopilación de antecedentes es la diferencia significativa de información relacionada con las actuales fronteras políticas de las provincias del Chubut y Santa Cruz, provincia esta última que incluye una cantidad sustancialmente mayor de datos arqueológicos, especialmente de arte rupestre. De modo preliminar, puede pensarse que esta diferencia responde más a cuestiones de falta de investigadores que a un reflejo de la circulación y ocupación del espacio por parte de sociedades cazadoras-recolectoras, cuyas expectativas de movilidad podrían fácilmente incluir lugares dentro del área de estudio y alrededores. Es por esto que este trabajo pretende, además, llamar la atención acerca de la necesidad de tomar en cuenta los resultados de los estudios arqueológicos del SO de Chubut en problemáticas regionales planteadas por otros equipos de investigación en áreas vecinas.
MATERIALES Y MÉTODOS
Sitios bajo análisis
Casa de Piedra de Roselló (CP)
Este sitio está constituido por tres abrigos (1, 2 y 3), todos orientados hacia el NE y protegidos de los vientos del O (Pérez de Micou et al., 2013) (Figura 1 B). CP1 se ubica a 12 metros aproximadamente del actual camino que une las estancias Roselló y El Ñire, y a 100 m de distancia del arroyo Ñirihuao, a una altura de 698 msnm (Pérez de Micou et al., 2013; Castro Esnal et al., 2016; Castro Esnal et al., 2017a). Se accede mediante una ligera pendiente, cubierta por vegetación compuesta por gramíneas y algunos arbustos. Sus dimensiones son aproximadamente 12 m de profundidad × 22 m de ancho máximo. Este sitio presenta relleno sedimentario en un amplio sector, luz natural todo el día y oquedades pequeñas con baja sedimentación y poca luz. Desde el sitio pueden observarse el arroyo y el lado contrario del cañadón (Figura 1 B, C y D).
Desde CP1 se accede a CP2 caminando 50 m cuesta arriba, por una pendiente con una inclinación aproximada de 30 grados. Este sitio, ubicado a algo más de 700 msnm, consiste en un alero con gran reparo, de 17,5 m de largo × 1,79 m de profundidad. Se localiza inmediatamente debajo del acceso a CP3. Recibe luz natural todo el día, aunque con mayor intensidad durante horarios matutinos, dada su orientación hacia el NE. Desde este alero se observa tanto el lado contrario del cañadón como el arroyo Ñirihuao con mayor amplitud que en CP1. Presenta sedimentación con una capa de heces muy compactada sobre la superficie, donde se realizó un sondeo preliminar con barreno que no arrojó materiales arqueológicos.
CP3 es un abrigo de aproximadamente 15 m de ancho × 5 m de profundidad máxima, ubicado a una altura similar a CP2. Se accede a él por dos vías, una desde CP2, a partir de una pendiente inclinada por la misma formación, y otra desde una abertura de tamaño más reducido que conecta con la parte superior del afloramiento. Estas dos entradas pequeñas hacen que la luz ingrese de manera limitada. Cabe destacar que aquella que entra por la abertura de menor tamaño incide directamente sobre uno de los paneles con pinturas. Esta particularidad podría haber sido decisiva a la hora de elegir las porciones del soporte más iluminadas. Por otro lado, la pendiente del abrigo genera que el sedimento discurra, con lo cual la tasa de sedimentación es baja. En este sentido, la postura de pie solo es posible en un sector, mientras que en otros es necesario recostarse o sentarse. Se realizó un sondeo que no arrojó materiales arqueológicos y que permitió llegar rápidamente a la roca de caja. CP3, al igual que CP2, ofrece una vista más panorámica que CP1 del cañadón debido a su altura, aunque el campo visual está restringido por las dimensiones de las dos entradas.
Cueva Alta del Portezuelo
Este sitio se ubica del lado contrario del cañadón frente a CP, a una altura superior de 766 msnm. Se trata de una cueva de aproximadamente 10 m de profundidad, con anchos que varían entre los 3 y los 7 m. Posee además cámaras profundas e inaccesibles actualmente (solo mediante cuerpo a tierra) y varias oquedades. La entrada es de 2 m de ancho × 2 m de alto, está orientada hacia el sur y presenta una escasa luminosidad (Figura 1E). Teniendo en cuenta la cantidad de huesos hallados en superficie, pareciera servir actualmente de guarida para carnívoros de la zona. La presencia de un gancho de metal con alambre sugiere además que el sitio podría haber sido utilizado como resguardo de ganado. Un sondeo realizado próximo a la entrada no arrojó material arqueológico, aunque sí se detectaron numerosos desechos de talla en los alrededores. En términos de visibilidad, consiste en un punto panorámico sobre todo el cañadón y las planicies adyacentes.
Pedrero de Jara
Hacia el S de los sitios mencionados anteriormente, en otro afloramiento de la Formación Carrenleufú, se emplaza el Pedrero de Jara (PJ). Este sitio está orientado hacia el NO y recibe luz natural todo el día. Consiste en una pequeña oquedad de aproximadamente 3 m de alto × 3 m de ancho × 1 m de profundidad, en la que es difícil permanecer de pie, dado el espacio reducido y las rocas diaclasadas y caídas que forman un piso inestable. Solo es posible el ingreso de dos personas adultas a la vez. Para acceder a las pinturas es necesario trepar por una pendiente abrupta, entre bloques caídos. Desde el sitio, es posible observar los planos esteparios que caracterizan a la zona (Figura 1 F y G). No presenta superficie excavable debido a la ausencia de sedimento.
METODOLOGÍA
Para los objetivos del presente trabajo, las escalas espaciales de análisis fueron principalmente las de sitio y microrregión (Dincauze, 2000). En primer término se realizó una caracterización de las representaciones de cada sitio; posteriormente, un abordaje que tomó en cuenta el área total de Aldea Beleiro. Teniendo en cuenta la escala temporal sugerida por otras líneas de evidencia recuperadas en el área, se previó que esta abarcaría todo el Holoceno.
El registro de las representaciones rupestres fue realizado en varias etapas; en el año 2019 finalizó el relevamiento de la totalidad de los sitios aquí presentados. Esta tarea siguió los lineamientos generales planteados por diversos autores (Hernández Llosas, 1985; Loendorf, 2001, entre otros).
De las unidades de registro utilizadas, en primer lugar se consideró el sitio. Para proceder a la documentación se segmentó el soporte en paneles, unidades definidas a partir de la presencia de grietas o ángulos abruptos que delimitan la continuidad de la roca. Estos fueron analizados en función de dos variables principales: características generales (tonalidad, textura, presencia de manchas férreas, hollín, líquenes, entre otras) y preparación o no del soporte (alisado, base de pintura previa).
Luego se procedió al relevamiento de los motivos (unidad mínima de análisis), entendidos como una unidad de ejecución motivada por un acto único de pintado (Gradin, 1978b; Aschero, 1988; Re, 2010). Dichos motivos fueron fotografiados sistemáticamente, dibujados a mano alzada y categorizados de modo preliminar en campo.
Durante el análisis de gabinete, las fotografías fueron procesadas mediante el plug-in para el programa Image J denominado D-Stretch (Harman, 2008), por medio del cual se pudieron individualizar nuevos motivos, no vistos en el campo ni en las fotos originales. Se realizó una nueva cuantificación y una nueva categorización de las representaciones en una tabla de Excel. Estos motivos fueron divididos en prehispánicos y poshispánicos, y analizados a partir de las siguientes variables:
Estado de conservación: se consignó el estado de deterioro mediante un número del 1 al 3. 1: malo (motivos observables solo mediante procesamiento digital debido a su decoloración); 2: regular (faltante parcial del motivo o color notablemente desvaído); 3: bueno (distinción de un motivo y su color a simple vista).
Categorías: los motivos se agruparon en figurativos (aquellos casos en los que se reconoce el referente material y real de lo representado) y abstractos (casos en los que no se reconoce un referente real) (Gradin, 1978b). En aquellos casos en los que no fue posible acceder a su morfología por la mala conservación, se utilizó la categoría “indeterminados por deterioro”.
Tipos: los motivos se agruparon en diversos tipos según su morfología, a fin de generar una descripción de las pinturas que facilitara una comparación intersitio (Figura 2). En este sentido, entre los motivos figurativos se encuentran negativos y positivos de mano, guanacos, huemules (se distingue del tipo anterior por la exageración de la trompa, o por la presencia de cornamentas), cuadrúpedos indeterminados (representación de animal de cuatro patas, sin identificación del referente) y tridígitos. Para los tipos “negativo de mano” y “positivo de mano” también se documentaron dos variables complementarias. Por un lado, la representación de manos derechas o izquierdas; por otro, los grupos etarios relativos. Teniendo en cuenta la complejidad de esta última variable (Gradin, 1982; Carden y Blanco, 2016; Guichón, 2018), este trabajo solo detalla los casos que involucran “niños” y “jóvenes” (grupos etarios unificados aquí bajo la categoría de “infantes”), que se han determinado a partir de las dimensiones sugeridas por los autores citados: largo de la mano, hasta 17 cm; ancho de la mano, hasta 7 cm; largo del dedo medio, hasta 7 cm. En el caso de los abstractos, se registra la presencia de geométricos complejos (figuras geométricas combinadas que forman una unidad compleja), circunferencias y semicircunferencias con diseños internos (formas variables agregadas en su parte interna o abierta, en el caso de las semicircunferencias), circunferencias aisladas, alineadas, agrupadas o adosadas. Asimismo, se observa una variedad de motivos de líneas (rectas, curvas, quebradas, con apéndices y cruciformes), puntos y trazos (alineados o agrupados).
Técnicas y modos de aplicación: se determinó la técnica de ejecución de los motivos (pintura o grabado) y, de manera complementaria, en el caso de pintura, se caracterizó preliminarmente su método de aplicación. Para los motivos mejor conservados (estados de conservación 2 y 3) y registrados en campo, se consideró el tipo de trazo, caracterizado como fino (menos de 1 cm de ancho), grueso (de 1 a 3 cm de ancho) y muy grueso (más de 3 cm de ancho). Para los trazos menores a 1 cm, se podría inferir el uso de algún tipo de aplicador fino; para los trazos de hasta 3 cm de ancho, se consideró el posible uso de un aplicador grueso o dedos; y para los trazos de más de 3 cm, se estimó la utilización de algún tipo de “esponja” o aplicador muy grueso. Para los negativos de mano, la presencia de gotas vinculadas al salpicado por soplido fue considerada como indicadora de aplicación por estarcido, mientras que la observación de áreas amplias pintadas uniformemente y de extensión mayor a la observada en los casos de estarcido fue utilizada para la determinación del uso de esponjas o similares.
Tonalidades: el registro de colores tuvo el objetivo de establecer elecciones cromáticas y la determinación de cronologías relativas mediante la identificación de conjuntos tonales (sensuGradin, 1978b; Aschero, 1988, 2012; Aschero e Isasmendi, 2018). A los fines de este trabajo, se presenta una caracterización inicial del color actual de los motivos a partir de su comparación con el catálogo Munsell Soil Color Chart (1994).
Superposiciones: dados los objetivos principales de este trabajo, se presenta solo su presencia o ausencia. No obstante, en el análisis se tuvieron en cuenta tanto su valor cronológico relativo como su valor a modo de indicador de las actitudes tomadas por los ejecutores de las pinturas respecto de lo preexistente (Aschero, 1988, 1993; Martel et al., 2012; Re, 2016). Estos abordajes serán objeto de futuros aportes.
RESULTADOS
Casa de Piedra de Roselló
En CP1 se consignaron 271 motivos (262 prehispánicos y nueve poshispánicos) distribuidos en dos paneles, sin indicios de preparación, en los que se registraron manchas de hollín, férreas y de guano. En el primero, caracterizado por su escasa iluminación, se encuentran 231, y en el segundo se localizan los 40 restantes. Respecto del estado de conservación, prácticamente la totalidad de los motivos presenta un alto estado de deterioro (n = 253) y solo en nueve casos se documentó un estado regular. Debido a este factor, se cuenta con un 61% (n = 161) de motivos indeterminados por deterioro. Los restantes se han categorizado en 21% (n = 55) abstractos (circunferencias, líneas, trazos, entre otros motivos lineales) y 18% (n = 46) figurativos (guanacos, negativos de mano, huemules y cuadrúpedos indeterminados) (Figuras 3 y 4, Tabla 1).
Todos los motivos relevados fueron realizados con pintura. Si bien la determinación de los modos en que esta fue aplicada requiere de futuros análisis experimentales, de modo preliminar puede mencionarse que se encontró una predominancia de motivos de tratamiento lineal y aplicación de pintura a partir de elementos de distinto grosor (n = 78). Con menor frecuencia se infirió el uso de aplicadores finos (líneas menores a 1 cm [n = 17]), muy gruesos o esponjas, o conjuntos de dedos (líneas mayores a 3 cm [n = 11]). También se registraron casos de puntos realizados por la aplicación de pintura mediante la yema de los dedos (n = 5) y una combinación de esta última y elementos relacionados con la aplicación lineal (n = 6). Para los negativos de mano se registraron casos de estarcido (n = 6) y de elementos de tipo esponja (n = 4).
En términos generales, se registraron cuatro colores: rojo, blanco, amarillo (ocre) y rojo violáceo; los más representados son el rojo (n = 121) y el blanco (n = 86). En el caso del color blanco, se detectaron dos texturas de mezclas pigmentarias. La asignación tonal de los motivos mediante su comparación con la Munsell Soil Color Chart (1994) fue problemática debido al estado de deterioro y el registro de la mayoría de ellos en gabinete (Tabla 2). Sin embargo, su utilización permitió construir una base de referencia tonal para aquellos motivos que luego fueron identificados con tratamiento digital. Asimismo, se determinaron 116 superposiciones.
Para el caso de CP2, se registraron 37 motivos concentrados en un solo panel, afectado por manchas férreas y sin indicios de preparación. A excepción de tres motivos que han sido considerados “regulares”, el resto presenta un estado de conservación “malo”. Se identificó un solo motivo abstracto (circunferencias alineadas de tres metros de ancho). Los figurativos presentan un único tipo, negativos de mano, que, debido a su tamaño, han sido clasificados como manos de infantes (Figura 3). Se identificaron seis manos izquierdas y cinco derechas; las restantes son indeterminadas. Ninguna de las manos relevadas supera los 10 × 10 cm. A partir de la observación de la dispersión de pintura alrededor de las manos, se puede sugerir que 19 motivos fueron realizados mediante estarcido, y uno podría haber sido elaborado a partir de algún tipo de esponja. Para el caso de las circunferencias alineadas, no se ha podido determinar el modo de aplicación.
Se registró el uso de seis colores: ocre, rojo anaranjado, rojo oscuro, rojo violáceo, rojo desvaído y blanco (Munsell Soil Color Chart, 1994) (Tabla 2). Se identificaron dos casos de superposiciones que involucran motivos blancos sobre otros de color rojo oscuro.
En CP3 se contabilizó la mayor cantidad de motivos (n = 440), distribuidos en 12 paneles. Estos se encuentran afectados por los mismos agentes mencionados previamente. Un único caso muestra indicios de preparación previa a la confección de motivos (alisado del soporte, base de pintura previa). Solo ocho motivos presentan buenas condiciones de conservación, 43 muestran un estado regular y los 389 restantes se encuentran en malas condiciones. Por esta razón, al igual que en CP1, predominan los indeterminados por deterioro (n = 243). Los abstractos se destacan por presentar motivos lineales como líneas, trazos, circunferencias y semicircunferencias (Figura 4). Entre los figurativos, se destacan los negativos de mano, que, si se desestiman los motivos indeterminados por deterioro, constituyen el tipo más representado en el sitio (Tabla 1). La lateralidad de las manos pudo constatarse en 29 casos (22 derechas y siete izquierdas). En cuanto a los grupos etarios, se identificaron siete manos de infantes. También se registraron otros tipos de motivos figurativos en menor cantidad (camélidos, zoomorfos indeterminados, tridígitos y positivos de mano) (Tabla 1, Figura 3).
En cuanto a los modos de aplicación, los positivos de manos fueron realizados a partir de la impronta de palmas de la mano pintada; para los negativos de mano, se registraron 104 casos de aplicación por estarcido y tres por uso de algún tipo de esponja. El uso de esta última también se podría inferir para algunos motivos lineales abstractos (n = 10) a partir de la observación de chorreaduras, que indicarían la utilización de algún elemento cargado con abundante cantidad de pintura. El uso de aplicadores finos pudo ser constatado en 12 casos, a partir de la observación de líneas menores o iguales a 0,5 cm. Por su parte, en 37 casos se observó que los motivos podrían haber sido realizados a partir del uso de dedos o aplicadores gruesos (mayores a 0,5 cm); mientras que en tres casos se observó una combinación de modos de aplicación, mediante instrumentos de trazo fino y elementos más gruesos como dedos. En 265 casos no se pudo distinguir el modo de aplicación, aunque para dos se estima que podría tratarse de “impactos” (Aschero, 2012). Se registró un total de siete tonos: blanco, blanco pastoso, crema, ocre, rojo, rojo anaranjado y rojo oscuro (Tabla 2). A veces, se utilizaron de manera combinada (n = 4: tricromía rojo/blanco/anaranjado; tricromía blanco/rojo/amarillo; policromía rojo/anaranjado/blanco/crema; bicromía blanco/rojo). Se relevó un total de 114 superposiciones.
Cueva Alta del Portezuelo
Las representaciones identificadas (n = 152) se distribuyen en cinco paneles, muy alterados por manchas férreas. La mayoría de estos motivos presenta un mal estado de conservación (n = 81), seguidos por otros con un estado regular (n = 57) y bueno (n = 13). Se determinaron 104 abstractos, nueve figurativos y 39 indeterminados por deterioro. Los abstractos constituyen el mayor número de casos y presentan 16 tipos (Tabla 1). La mayoría (n = 97) fueron realizados en color blanco; se destaca el tratamiento lineal para circunferencias y líneas. Estos motivos constituyen las representaciones de mayor tamaño y visibilidad (Figura 5). En cuanto a los figurativos, solo se registraron camélidos en tono rojo (Tabla 1).
En este sitio se identificaron solo dos colores: rojo desvaído y blanco de textura pastosa. El estado de deterioro de los motivos rojos impidió la comparación con la Munsell Soil Color Chart (1994). Todos los motivos blancos fueron realizados a partir de una mezcla espesa y con trazos muy gruesos (mayores a tres centímetros). Dicho grosor, sumado a que se observó en algunos casos la presencia de chorreaduras, podría indicar que fueron realizados mediante algún elemento sobrecargado de pintura (esponjas). Además, se estima que, al menos, cuatro motivos fueron realizados mediante una combinación de modos de aplicación (dedos, esponjas, líneas más finas). Se registró un total de diez superposiciones; todos los casos consisten en pintura blanca sobre roja.
Pedrero de Jara
El soporte es relativamente liso y no presenta tratamiento previo al pintado. Los siete motivos identificados se encuentran en un panel afectado por la presencia de líquenes. De los siete motivos registrados, cinco son figurativos (positivos de mano) y dos son indeterminados (aunque probablemente se trate de positivos deteriorados).
Todas las representaciones son de un tamaño menor a 10 × 10 cm, por lo que fueron caracterizadas como improntas de mano pertenecientes a infantes. Todas fueron realizadas en un mismo tono de rojo (Figura 5G). Se observa una sola superposición.
En suma, el 82,29% (n = 739) del total de motivos del área (n = 898) se concentra en CP (Tabla 1). Más específicamente, el 29,17% se encuentra en CP1, el 4,12% en CP2 y el 48,99% en CP3. Además de tener la mayor cantidad de motivos del área, CP presenta la mayor variedad de tipos: de los 26 tipos de motivos registrados en el área de estudio, en CP se encuentran representados 24 (específicamente, CP3 posee 22 de 26 tipos representados, y CP1, 21 de 26) (Tabla 1).
DISCUSIÓN Y CONSIDERACIONES FINALES
El relevamiento de campo y el análisis intensivo de la muestra fotográfica de las pinturas rupestres de los sitios investigados permite dar cuenta de una materialidad que muestra ser numéricamente considerable para el área de estudio. Dado que el estado de conservación de las pinturas estudiadas limita en gran medida el relevamiento de los motivos in situ, los resultados obtenidos a partir del procesamiento digital de imágenes señalan la importancia del trabajo de laboratorio para la complementación del registro de campo (Acevedo y Franco, 2012). En este sentido, cabe destacar que, de los 898 motivos registrados, solo 224 fueron relevados en el campo (incluyendo los motivos históricos).
Este acercamiento resultó ser un paso necesario para completar el registro, documentación y análisis de las pinturas rupestres del área y para la apertura de nuevos interrogantes. Entre los resultados obtenidos, interesa destacar que:
a. En CP se pintó más del 80% del total de los motivos relevados y su tipología incluye la mayoría del repertorio registrado y de las tonalidades empleadas en el área. Esto es consistente con las expectativas para sitios de habitación y ocupaciones intensivas, en donde es esperable encontrar representaciones numerosas (Aschero, 1997; Fiore y Acevedo, 2016; Acevedo 2018, entre otros); por lo que esta distribución desigual de motivos en el área permite inferir que estas representaciones tuvieron un rol de gran importancia en CP. Además, el hecho de que CP3 concentre el 59,53% de las representaciones del sitio (n = 440) –a pesar de que sus características topográficas no serían favorables para una estadía prolongada– permite pensar en una posible estructuración del sitio. En tal sentido, este espacio en particular dentro de CP podría haber estado vinculado principalmente con la producción y uso de estas representaciones.
b. A pesar de la gran cantidad de motivos indeterminados por deterioro (n = 420), se ha registrado un n significativo de motivos entre los que se destacan los negativos de mano en CP (n = 143). Por otro lado, en CAP predominan las representaciones abstractas, y en PJ, los positivos de mano. Esto también señala una diferenciación entre los distintos sitios estudiados.
c. Por otro lado, la homogeneidad cromática y la escasez de superposiciones observada en CAP y PJ, así como la similitud de los trazos, podrían sugerir que, para estos dos sitios, se trate de eventos relativamente sincrónicos de pintado. Al contrario, la cantidad de superposiciones registradas en CP podrían señalar varios eventos diacrónicos de ejecución de pinturas. La redundancia en el uso de colores en estas superposiciones también podría dar cuenta de una situación análoga a lo que se ha registrado con la tecnología lítica, que señala el aprovechamiento continuo en el tiempo de las mismas materias primas, en especial de aquellas inmediatamente disponibles (Castro Esnal et al., 2016, 2017a, 2019). Estos resultados constituyen un disparador para indagar respecto de la dimensión tecnológica de las pinturas y el entendimiento acerca de toda su cadena operativa (Fiore, 2006, 2007, 2009; Fiore y Podestá, 2006). Si se llegara a constatar la presencia local de elementos colorantes de las tonalidades utilizadas -como se espera a partir de lo que ha sido registrado en observaciones de campo (por ejemplo, las chorreaduras ferrosas en varios de los soportes registrados)-, esto podría implicar un conocimiento y una gestión de los recursos locales sostenidos en el tiempo. Estas cuestiones invitan también a profundizar acerca de problemas cronológicos y tecnológicos, cuyo abordaje está previsto para las próximas investigaciones, con la incorporación de nuevas metodologías, tales como la implementación de análisis con espectroscopía Raman y difracción de rayos X.
d. Por último, cabe mencionar que tanto en PJ como en CP2 solo se registraron manos de infantes, lo que podría señalar a la niñez como un agente activo en estas actividades (Gradin, 1982; Politis, 1998; Castro et al., 2007; Sacchi, 2009).
Por otro lado, se estima que la explicitación de criterios metodológicos y la publicación de los resultados aquí presentados facilitarán estudios distribucionales y análisis a escalas amplias (Re, 2010; Romero Villanueva, 2016, entre otros). En este sentido, un primer acercamiento a escala macrorregional permite señalar que el análisis de los sitios de Aldea Beleiro posibilitó registrar la presencia más septentrional de guanacos del grupo B1 (Aschero, 1993, 2012; Aschero e Isasmendi, 2018) (Figura 3), lo que posibilita vincular esta área, preliminarmente, con el NO de Santa Cruz. Esto señala la necesidad de integrar esta zona a las dinámicas de circulación humana planteadas para el Holoceno medio a partir de estas representaciones (Gradin, 1983). La presencia en CP de obsidiana proveniente de Pampa del Asador a lo largo de toda la estratigrafía (Castro Esnal, et al., 2017b) refuerza esta idea. Además, el uso de estos indicadores estilísticos permite postular una cronología relativa para las pinturas rupestres del área, que habrían sido realizadas al menos desde el período mencionado. Por otro lado, con respecto a la región vecina de Aysén, si bien el estado de conservación de las pinturas de Cueva Punta del Monte no permite una asociación cronológica clara (Nuevo Delaunay, et al., 2013) –a excepción de los motivos correspondientes al estilo de grecas–, el repertorio parece presentar similitudes morfológicas con los sitios bajo estudio. A esto se suma la presencia de obsidiana procedente del área de Río Cisnes en la capa 6 de CP1 y la similitud tecnológica observada con artefactos líticos Baño Nuevo I (Castro Esnal, et al., 2017a).
Por último, interesa señalar que, aunque CP también presenta evidencias de ocupación para momentos del Holoceno tardío, no han sido registrados en el área de estudio motivos relacionados con el estilo de grecas, a pesar de su conspicua presencia en sitios con cronologías tardías del SO de Chubut (Gradin, 1969, 1973; Arrigoni, 2009, 2018; Aguerre et al., 2017). Este problema será abordado en investigaciones futuras con mayor profundidad y a partir de diversos indicadores cronológicos relativos, tales como el estudio de las superposiciones y la comparación de la composición química de elementos recuperados en estratigrafía con fragmentos de pinturas, entre otros.
En suma, si bien el presente trabajo se ha centrado en las características morfológicas y en el producto final de todo el proceso tecnológico que implica la realización de pinturas rupestres, se han podido abrir numerosas líneas de investigación, que se espera poder trabajar en los próximos años. Además de la metodología utilizada para realizar un primer acercamiento a las pinturas del área, se destaca que los resultados obtenidos permiten considerar que esta materialidad habría tenido gran importancia en la vida de las personas que habitaron este espacio a lo largo del tiempo. Esto permite echar luz y complementar los trabajos realizados por el equipo de investigación en el área, pero también dar cuenta de la necesidad de integración del SO de Chubut a las discusiones que han sido generadas para diversas áreas de la provincia de Santa Cruz. El área de Aldea Beleiro se presenta como un valioso aporte y como una advertencia de la importancia de la circulación entre regiones más allá de las fronteras políticas actuales. Asimismo, se destaca la profundización de los estudios arqueológicos en espacios intermedios entre localidades arqueológicas ya descriptas.