Nació un 9 de agosto en su querido Venado Tuerto, o “One eye deer”, como él solía denominar a su ciudad entre sus colegas en el extranjero, y se graduó de médico en la Universidad de Rosario, Santa Fe.

Cursó la Residencia en Cardiología en el Servicio de Cardiología del Hospital Militar Central. Allí lo conocimos, siempre sonriente, voluntarioso, nunca cansado, y con una avidez por el conocimiento poco frecuente. Nunca expresó una queja, lamentación o disconformidad por tener que recorrer 364 km para llegar a Buenos Aires por alguna razón científica o médica, y nunca dejó de preguntar, consultar o estudiar los temas que le interesaban.

Luego hubo un tiempo donde desempeñó su actividad médica en su ciudad y en Rosario.

Volví a encontrarlo a mediados de 1995 en un congreso de Cardiología en New Orleans (Estados Unidos), especialmente referido a función endotelial. Y allí se inició una relación más humana que científica. Sería demasiado extenso describir la labor desarrollada en conjunto desde entonces, tanto asistencial como en docencia o en investigación.

El Dr. Vilariño se destacó en todos los círculos en los que actuó, y no solo por su sencillez personal, sino por la profundidad de sus observaciones y lo categórico de sus comentarios.

Como investigador publicó varias decenas de trabajos científicos en revistas de la especialidad en nuestro país y el extranjero, y organizó tareas de investigación comunitaria sobre riesgos cardiovasculares en amplias zonas de su entorno. Como docente, se desempeñó en el pre- y posgrado, y llegó a ser Profesor de Cardiología en la Universidad del Salvador. Presentó comunicaciones científicas y dio conferencias en todo el territorio de nuestro país y varios escenarios del extranjero, abarcando múltiples temas de cardiología, pero principalmente, disertó sobre prevención de enfermedades cardiovasculares.

He compartido con él la Dirección de la Diplomatura en Ateroesclerosis, primer curso universitario a distancia en nuestro medio sobre ateroesclerosis, en una época donde aún no se vislumbraba esta metodología docente. Editamos varios libros sobre le especialidad, que fueron distribuidos gratuitamente entre los cardiólogos de nuestro país y Sudamérica.

Respecto de su actividad asistencial, cabe mencionar que, además de desarrollar una intensa labor en su medio local, se desempeñaba como consultor en Prevención Cardiovascular en diversas instituciones de nuestra Capital.

Falleció en el cumplimiento de su labor médica, saliendo muy temprano de su ciudad para llegar a horario a sus actividades en la Capital Federal.

El Dr. Vilariño fue un lector obsesivo, un profesional actualizado, un ser humano de exquisita bonhomía personal, amigo leal y siempre dispuesto a brindarse por sus pacientes. Su desaparición deja un vacío difícil de llenar y una enorme tristeza en quienes lo conocimos y aprendimos a quererlo.