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Anuario de investigaciones
On-line version ISSN 1851-1686
Anu. investig. vol.15 Ciudad Autónoma de Buenos Aires Jan./Dec. 2008
PSICOANÁLISIS
Regulación afectiva diádica y autorregulación en los infantes en el primer año de vida
Dyadic Affective Regulation And Infant Affective Self Regulation In The First Year Of Life
R. de Schejtman, Clara1; Vardy, Inés2
1 Master en Psicología, Universidad de Bar Ilan, Israel. Lic. en Psicología, UBA. Profesora Adjunta Regular de Psicología Evolutiva - Niñez
Cátedra II, Facultad de Psicología, UBA. Directora del Proyecto de Incestigación UBACyT P806 2006-2009 "Regulación afectiva madre-infante,
su relación con la autoestima y el funcionamiento reflexivo de las madres como moderador del impacto emocional de los sucesos
de vida".
2 Médica, UBA. Miembro del equipo de investigación del Proyecto UBACyT P806.
RESUMEN
El artículo recorre el concepto de Regulación Afectiva, desde la Filosofía, los desarrollos freudianos y de otros autores psicoanalíticos y los nuevos aportes de los estudios en interacciones tempranas con metodología observacional empírica. Se hace hincapié sobre la relación entre el funcionamiento parental y el pasaje de la regulacion diádica a la autorregulación que va logrando el bebé en el primer año de vida. Se presenta el diseño de la investigación UBACyT P806: 48 madres, entre 19 y 39 años y sus bebés sanos, entre 23 y 31 semanas, fueron filmadas durante 3 minutos de interacción cara a cara. La autorregulación de los infantes fue evaluada a partir del microanálisis de la interacción a través de la escala ICEP (Infant and Caregiver Engagement Phases; Tronick y Weinberg, 2000). Se presentan los resultados obtenidos y algunas inferencias acerca de la relación entre autorregulación y autoerotismo en momentos de estructuración psíquica.
Palabras clave: Regulación afectiva; Autorregulación; Autoerotismo; Interacción madre-bebé
ABSTRACT
The present paper deals with the concept of Affective Regulation, starting from a philosophical perspective, continuing with the Freudian and other psychoanalytic approaches and ending with the contributions of new research on early interactions with empirical observational methodology. The paper highlights the relation between parental functioning and the transition from dyadic affective regulation to infant's self regulation during the first year of life. The research design UBACyT P 806 is presented: 48 mothers between 19 and 39 years old and their healthy babies, between 23 and 31 weeks were videotaped in a three minutes face-to-face interaction. Infant's self regulation was evaluated, microanalysing the interaction using the ICEP Scale (Infant and Caregiver Engagement Phases) (Tronick y Weinberg, 2000). Results are presented and a discussion about the influence on psychic structure of the relationship between self regulation and autoerotism is formulated.
Key words: Affective regulation; Self regulation; Authoerotism; Mother-infant intraction
INTRODUCCIÓN
El estudio de los afectos y la posibilidad o no de su regulación,
está inequívocamente ligado a la estructuración
del psiquismo y es un tema polémico en el psicoanálisis
actual, al mismo tiempo que despierta notable
interés en otras disciplinas relativas a la comprensión
del ser humano como la Filosofía, Psicología evolutiva,
Psiquiatría y neurociencias.
El primer desafio del infante es lograr la regulación de
sus estados fisiológicos y emocionales; sueño-vigilia,
digestión, respiración, función cardíaca, irritabilidad,
soledad, necesidad de apaciguamiento, etc. Si bien estos
procesos se producen vía la actividad de las estructuras
profundas del cerebro, existe consenso tanto desde
la psicología como desde el psicoanálisis de que
dicha regulación ocurre en el interior de un vínculo fundacional
con un adulto. Conceptos tales como - desde
el psicoanálisis - desvalimiento, apuntalamiento, experiencia
de satisfacción, angustia automática, y - desde
el campo de la investigación en interacciones tempranas
- regulación mutua, conciencia diádica y reguladores
ocultos, refieren que es a partir de la relación con
otro humano, que el infante va logrando la autorregulación
tanto fisiológica como emocional.
Dio Bleichmar (2005) remarca que los procesos de regulación
emocional entre el infante y su madre pueden
generar estados de plenitud corporal, de sosiego de la
ansiedad, de placer sensual, de actividad atencional, o
por el contrario, miedos, estados de malestar corporal,
de excitabilidad y tensión y de desconexión cognitiva,
entre otros. Estos estados, a su vez conforman expectativas
(las expectativas son huellas mnémicas, recuerdo
de las interacciones) ante el contacto con la persona
que ejerce los cuidados que configuran la especificidad
y el reconocimiento de la misma y se constituyen como
estados afectivos fundantes del psiquismo.
Afectos y regulación afectiva no son conceptos complementarios.
Si bien la regulación afectiva fue definida
como la capacidad de controlar y modular nuestras respuestas
afectivas, creemos que justamente porque su
producción se juega en el interior de los vínculos primarios,
abarca una complejidad y heterogeneidad difícil de
cercar.
REGULACIÓN AFECTIVA Y EL CAMPO DE LA FILOSOFÍA
La palabra afecto fue tomada por el psicoanálisis de la
terminología psicológica alemana. Desde el campo filosófico,
Ferrater Mora (1994) define Afecto, en el sentido
de Afectio o afección, como el resultado de la influencia
de una "impresión" sobre la mente y por lo tanto, una
forma de "excitación".
En la tradición filosófica y en la tradición psicológica se
ha considerado al afecto de dos modos: idealmente integrado
con la cognición o independiente de la cognición,
opuesto y fuera del control del pensamiento racional.
En este sentido, la filosofía occidental, al ubicar la
racionalidad como el ideal que guía la acción, minimizó
la importancia de los afectos.
El debate entre aristotélicos y estoicos merodea la historia
de cómo pensar los afectos.
¿Pueden los afectos ser cultivados? ¿Le dan los afectos
sentido a la vida humana? ¿Son los afectos indispensables
para nuestra manera de imaginar el desarrollo
o, por el contrario, son fuerzas primitivas peligrosas
para nuestro bienestar?
Para Aristóteles los afectos eran fundamentales para la
prosecución y el logro de una vida buena y feliz. El consideraba
a los afectos como creencias debido a que
ellos brindaban juicios del mundo que podían ser justificados o no. Los afectos en sí mismos no eran ni peligrosos
ni opuestos a la razón. En su visión, sólo se volvían
peligrosos si nuestro carácter era muy débil, como para
contrarrestarlos o moderarlos. Por otra parte, no negaba
que pudieran volverse excesivos.
Fonagy y otros (2002) consideran que Aristóteles es el
primer filósofo a quien es justo adjudicarle una teoría
sobre la regulación afectiva, ya que él proponía cultivar
el carácter con el fin de ser capaces de discernir cómo
actuar de modo tal de ubicar los afectos bajo nuestro
control. Particularmente, enfatizaba que el placer estaba
integralmente conectado con la experiencia afectiva.
Tal vez y más importante, él impone ya en su época, la
integración de la razón y el sentimiento como ideal humano.
En contraposición a Aristóteles, los filósofos estoicos
desafiaban la posibilidad de modular el afecto. Desde
su punto de vista, los afectos estaban más allá del control
y necesariamente eludían su posibilidad de ser cultivados.
Los estoicos se referían a los afectos como falsos juicios
y en consecuencia como fuerzas corruptoras que
nos llevaban por mal camino. Sugerían distanciarse del
afecto, procurar actuar sobre la base única de la racionalidad,
y así, descartar su fuerza y lograr la autosuficiencia por virtud de la cual se era capaz de prosperar.
El punto de vista estoico ha tenido influencia dominante
en la historia de la filosofía, esto es particularmente impactante
en términos de la propuesta filosófica por lo
que se considera a la irracionalidad como resultado de
la racionalidad, en lugar de adjudicarle un significado
por derecho propio. Más aun, los filósofos estoicos han
tenido una significativa influencia en el pensamiento
cristiano temprano en el cual los afectos y el cuerpo son
retratados en términos negativos.
Fonagy (2002) sostiene que hay que ser cautelosos
antes de concluir que los paradigmas de las concepciones
de aristotélicos y estoicos son mutuamente excluyentes.
El encuentra en Spinoza un enlace de diferentes
aspectos de ambos paradigmas. Spinoza se vio influenciado
por la revolución cartesiana y particularmente
atraído por el objetivo de abordar la filosofía en una forma más científica. Partió del dualismo de Descartes y
tiene el mérito de retratar a los afectos como sensaciones
que están tanto en el cuerpo como en la mente. De
hecho, el énfasis que Spinoza pone en los afectos y el
cuerpo comienza una importante nueva dirección que
anticipa la psicología, más allá de la concepción aristotélica
de los afectos como creencias. Él insiste en que la
experiencia del cuerpo es directamente accesible para
la mente y además, a raíz de la fuerte influencia estoica
en cuanto a los afectos como falsos juicios, sugiere intentar
resistirse a actuar sobre ellos y aceptar que eluden
nuestro control. Sin embargo, argumenta que no se
deben rechazar los afectos y que debe usarse la razón
para corregirlos, sin menospreciarlos. Nuestra autocomprensión
mejora, según él, al comprender nuestros
afectos. La riqueza que aportan los afectos a nuestra
vida, según Spinoza, confluye con el deseo aristotélico
de integrar sentimiento y razón. En consecuencia, es
imposible ubicar claramente a Spinoza en el campo
aristotélico o en el campo estoico, ya que este filosófo
sintetiza ambas posturas.
LA REGULACIÓN AFECTIVA Y LA INVESTIGACIÓN EMPÍRICA EN DÍADAS MADRE-BEBÉ
El campo de la expresión de los afectos está en el centro
de los estudios de la psicología y el psicoanálisis.
Estudiar estos fenómenos via observación no implica
una actividad puramente empírica sino que incluye la
introspección y reflexión que esos fenómenos despiertan
en la construcción de los saberes (Ferrater Mora,
1994).
Fue Rene Spitz en los años '50 quien incluyó el valor de
la observación en el campo psicoanalítico, entendiendo
que la expresión de afectos en bebés y niños pequeños
es el modo de comunicación primordial de los procesos
dinámicos de regulación interna, producto de las relaciones
interpersonales. Estos aportes de Spitz basados
en filmaciones de infantes deprivados de vínculos significativos permitieron alertar acerca de la depresión en
niños pequeños y aun bebés.
En la actualidad las investigaciones acerca de los primeros
tiempos de vida consideran que el infante está
abierto al mundo desde el inicio. Peter Fonagy y Mary
Target, psicoanalistas ingleses contemporáneos, trabajaron
intensamente sobre la regulación afectiva y articulan
las nociones de la teoría clásica con los aportes de
la investigación empírica en infantes. En sus trabajos
(Fonagy & Target, 2003) relacionan la internalización de
la función de transformación de los afectos excesivos y
negativos, con la capacidad creciente del infante, de ir
autorregulando sus propios afectos negativos. Siguiendo
a Bion, estos autores enfatizan la relación entre la
cualidad continente materna y el desarrollo del pensamiento
en el niño en momentos de estructuración del
psiquismo. Sugieren que una falla en la función de contención
materna, dificulta el proceso de discriminación y
convierte la identificación proyectiva estructurante en un
proceso patológico de evacuación permanente.
El estudio detallado de las manifestaciones expresivas
de los infantes: miradas, expresiones faciales, gestos y
vocalizaciones ha demostrado que, desde el inicio de la
vida, los infantes despliegan una actividad interna propia
para solicitar interacción. La hipótesis central es que los
seres humanos tienen una fuerte necesidad innata de
contacto intersubjetivo. El logro de una conexión emocional
sólida es la base de un desarrollo adecuado en los
infantes y la falla en este logro puede producir efectos
negativos en su salud mental a corto y largo plazo (Stern,
1985; Tronick, 1989, 1996; Threvarten, 1980). Estos autores
encontraron que el infante tiene una capacidad
regulatoria propia ya al nacer, con importantes diferencias
individuales constitucionales en la reactividad sensorial,
en el logro de la homeostasis y en la autorregulación,
pero ésta capacidad regulatoria es aún muy lábil e
insuficiente y requiere del andamiaje regulatorio que le
provee el ambiente cuidador. La regulación de los afectos
está fuertemente ligada al desarrollo emocional del
niño en las distintas edades. Las emociones son simultáneamente
reguladas y regulatorias y están íntimamente
ligadas al desarrollo psicomotor, social e intelectual
del niño.
Desde el campo de las neurociencias, se considera que
la influencia del funcionamiento parental tiene un valor
determinante en la regulación de los afectos. En las interacciones
con los bebés, los padres proveen "reguladores
ocultos", tales como provisión de calor o la estimulación
táctil, oral y olfatoria, que constituyen fuentes
especificas e independientes de regulación de los comportamientos
emergentes del bebé y de los sistemas
neurorregulatorios. Estos reguladores permiten modular
los estados emocionales y mentales del infante y cocrear
estados diádicos de conciencia y a partir de allí la
autorregulación. La autoorganización de la mente está
fuertemente determinada por la autorregulación de estados
emocionales. Un estado emocional interno se
manifiesta por la expresión externa de afectos (Siegel,
1999). Desde la perspectiva de la regulación afectiva, la
madre adquiere valor determinante en la estructuración
del psiquismo del bebé a través de su capacidad de
transformar los estados afectivos del mismo.
Tronick y su equipo (1989) desarrollaron el modelo de
regulación mutua y el concepto de conciencia diádica.
Estudian el interjuego entre encuentros recíprocos y
sincrónicos (matches) y desencuentros (mismatches)
en las interacciones diadicas madre-bebé. Los primeros
estudios basados en observación empírica de infantes,
habían caracterizado una interacción positiva como recíproca
y sincrónica, esto es que los bebés y sus mamás
coincidían en las manifestaciones expresivas miradas,
sonrisas, vocalizaciones, contacto (Campbell, 1977;
Schejtman, 1984, 1998; Levinger, 1984).
En las abundantes investigaciones realizadas por el
equipo de Tronick y los resultados reportados de nuestro
propio programa de investigación (Schejtman y otros,
2005 a, b, 2006 a, b; Mrahad y otros, 2007) muestran un
panorama menos idealizado de la relación madre-bebé,
mostrando que los encuentros sincrónicos ocurren sólo
en una pequeña proporción del tiempo de las interaciones.
Los desencuentros (mismatches) habituales en la
interacción diádica implican un fallo en la percepción y
la atribución de sentido por parte del bebé al despliegue
emocional del otro. La reparación es la transición entre
estados no coordinados o desregulados de las expresiones
afectivas del infante y del cuidador hacia estados
regulados. Teniendo en cuenta que tanto la madre como
el bebé son activos participantes en la regulación de las
acciones del otro, el proceso de reparación también es
un proceso mutuamente regulado.
La interacción madre-bebé se mueve en una sucesión
de estados no coordinados a estados coordinados. Las
consecuencias funcionales de la reparación desde la
perspectiva de la regulación mutua sugieren que cuando
hay un fracaso prolongado para reparar los errores
de comunicación, los infantes inicialmente intentan restablecer
la interacción esperada pero cuando los intentos
reparatorios fallan, experimentan afectos negativos. La
reparación aumenta en el bebé el sentimiento de dominio
e internaliza un modelo de afrontamiento (coping) interactivo
(Tronick, 1989).
Repetidos fracasos reparatorios de los afectos negativos
se correlacionan con un aumento del sentimiento de
desvalimiento en los bebés, dificultades en el logro de la
regulación afectiva, disminución en la vinculación social
positiva con el ambiente y el establecimiento de una
disposición afectiva negativa. Se ha encontrado que los
infantes que sufren un desarrollo patológico en la infancia
atraviesan períodos más prolongados de fallos interactivos
y de afecto negativo - y al mismo tiempo menores
reparaciones, o sea transformaciones de afecto
negativo a positivo - que los bebés cuyo desarrollo aparece
normal (Gianino y Tronick, 1988). Las exhibiciones
afectivas de un bebé funcionan como mensajes. El cuidador
"lee" este mensaje, lo utiliza, y guía sus acciones
para facilitar los esfuerzos del bebé. Gianino & Tronick
(1983) han denominado, a estas demostraciones afectivas,
conductas regulatorias dirigidas a otro.
A pesar de la dependencia marcada de su cuidador, el
bebé tiene disponibles recursos propios para lidiar con
el afecto negativo que experimenta: mirar para otro
lado, auto-consolarse, e incluso auto-estimularse. Estas
conductas controlan el afecto negativo del bebé distrayendo
su atención de un hecho perturbador o sustituyendo
la estimulación negativa por una positiva. Gianino
&Tronick (1988) han descripto estas conductas como
conductas regulatorias auto-dirigidas, sugiriendo que
funcionan para controlar y modificar el propio estado
afectivo del bebé. Cuando son exitosas, tanto estas
conductas como las conductas regulatorias dirigidas al
otro transforman el estado emocional negativo del bebé
en un estado emocional más positivo y de este modo el
bebé puede continuar dirigiendo su atención hacia la
vinculación intersubjetiva y hacia los objetos del mundo
exterior.
La diferenciación entre la conducta auto-dirigida y dirigida
hacia el otro, no es tan clara e inmediata. La conducta
auto-dirigida puede funcionar como comunicación,
informándole al cuidador acerca de la evaluación que
hace el bebé del éxito o el fracaso de la interacción y de
su estado emocional. El cuidador puede luego actuar
según esta comunicación para ayudar al bebé con el
logro de sus objetivos internos y externos. Las conductas
regulatorias auto-dirigidas y dirigidas hacia el otro
son parte del repertorio normal que posee el bebé para
hacer frente a sentimientos penosos, a rabia fuera de
control y al aumento excesivo del afecto positivo que
puede volverse perturbador (distressing). Los bebés
tienen objetivos tanto de búsqueda de interacción como
de cese de interacción. Los estímulos internos y externos
y su impacto afectivo pueden resultar excesivos y
desorganizantes para el precario psiquismo en constitución
del bebé. La necesidad de controlar los efectos
potencialmente desorganizantes de las emociones lleva
al bebé a realizar actividades dirigidas hacia la autorregulación
que se manifiestan en búsqueda de cercanía a
los adultos, exploración del propio cuerpo y de objetos
como juguetes o chupetes.
PUENTES ENTRE REGULACION AFECTIVA Y PSICOANÁLISIS EN LOS TIEMPOS DE CONSTITUCIÓN PSÍQUICA
El aporte de Freud al estudio de los afectos dio un vuelco
a la concepción previa de la psicología, al incluir la
relación de los afectos con las pulsiones. Freud define el
afecto, como todo estado afectivo penoso o agradable,
vago o preciso, ya se presente en forma de una descarga
masiva, ya como una tonalidad general. El afecto es la
expresión cualitativa de la cantidad de energía pulsional
y de sus variaciones (Laplanche y Pontalis, 1971)
En el pensamiento psicoanalítico, al igual que en la Filosofía,
se plantean dos líneas en relación a los afectos.
Antes de 1926, Freud consideraba el afecto, angustia,
efecto de un exceso de energía libidinal no liquidada.
Esta explicación esencialmente económica apuntaba a
la transformación directa de la libido en angustia. Los
afectos descargan energía y deben ser considerados
manifestación psíquica de las pulsiones. La fuente de
los afectos está más allá de la conciencia.
En "Lo inconsciente" Freud (1915) propone que las representaciones,
los afectos y los sentimientos corresponden
a procesos de descarga cuyas manifestaciones
finales son percibidas como sensaciones. Además, hace
responsable a la represión de inhibir la transformación
de una moción pulsional en afecto. En realidad, al reprimir
la representación de la moción pulsional, el montante de afecto se transforma directamente en angustia,
que se liga a otra representación consciente, tomando
la cualidad afectiva de esta nueva representación. Si la
pulsión no apareciese bajo su forma de afecto, no podríamos
saber nada de ella. La expresión de afecto es la
traducción subjetiva de la cantidad pulsional (Laplanche
y Pontalis, 1971).
En "Inhibición, Síntoma y Angustia" (1926), Freud sin
desechar la teoría anterior, desarrolla la "segunda tópica";
los afectos son señales para el yo, que activan la
represión y preservan así al sujeto del exceso de excitación
no ligada.
La angustia crea la represión y es una indicación al yo
acerca de la inminencia de un peligro. El yo es la sede
de la angustia y productor de la señal morigerada que
protege al aparato psíquico frente a la amenaza pulsional
interna y a la proveniente del mundo exterior. En
esta concepción el yo se constituye simultáneamente
en "vasallo" y "jinete" frente a los embates del ello, del
super yo y de la realidad exterior (Freud, 1923).
Es a partir de la segunda tópica freudiana que se desarrolló
la noción de regulación afectiva, como la capacidad
de controlar y modular nuestras respuestas afectivas,
que está siendo estudiada desde hace años por
psicoanalistas e investigadores de bebés. Estudios actuales
exploran los afectos, su cualidad de regulación
durante la infancia y su relación con la psicopatología
(Fonagy y otros, 2002; Gergely, 1995).
Sin embargo desde el campo del psicoanálisis francés,
diversos autores consideran que los afectos no pueden
ser regulados debido a la irreductibilidad de las pulsiones.
André Green (1993) plantea que es el interjuego,
entre placer-displacer en el proceso primario de aproximación
al mundo, el que permite desarrollar progresivamente
herramientas psíquicas que harían las veces de
prolongaciones artificiales de los sentidos, capaces de
influir en la organización perceptiva que, al comienzo,
es biológica. Green (2005) considera que atribuir demasiada
importancia al control regulatorio del yo oscurece
el poder del inconsciente para generar afectos. Este
autor se opone a la importación de conceptos de la biología
y de la teoría evolutiva basados en la observación
empírica porque considera la observación como una
simplificación que se aleja del método psicoanalítico
cuya base de sustentación es la reconstrucción de lo
profundo y una hermenéutica del arte de interpretar,
como acceso a la verdad del inconsciente.
Peskin (2008) plantea la posición del psicoanálisis francés
como caracterizada por considerar la ausencia de
programa instintivo para la evolución natural en el humano,
y a su vez cuestiona la existencia de etapas prefijadas
por la maduración para la conformación del psiquismo.
Propone que la subjetividad se constituye a partir de
la presencia de otro maternante portador de significantes
que realiza una suplencia simbólica frente a la prematurez
e inmadurez del infans.
Consideramos con Laplanche (1987) que estas posturas
corren el riesgo de crear una falsa dicotomía entre el
niño mítico, atravesado por el significante, reconstruido
a través del psicoanálisis clásico, y el niño observado
por la psicología evolutiva. Laplanche coincide con el
planteo de Lagache acerca de la existencia de cierta
diferenciación primaria aun desde el comienzo de la
vida. El niño de la autoconservación posee un mínimo
de autonomía de percepción, umbrales de descarga,
motricidad, memoria sensorial, experiencias de estados
corporales, percepciones interoceptivas, propioceptivas,
afectos, etc. Esta diferenciación primaria está en la
base de las experiencias de placer y displacer del infante,
y el reconocimento de las mismas por el ambiente
cuidador llevará a ajustes y desajustes en el establecimiento
de los primeros vínculos. Lagache le da a estas
primeras experiencias del lactante un estatuto consciente;
no es un puro narcisismo. Laplanche plantea
que existe una superposición entre esas experiencias
sensoriales únicas vividas por el lactante y el recubrimiento
narcisista producto de la bidireccionalidad en el
intercambio libidinal en tre la madre y el bebé.
En la línea del recubrimiento narcisista materno, Silvia
Bleichmar, (1999) denominó narcisismo trasvasante al
investimiento libidinal que la madre inscribe en el infans
a través del apuntalamiento autoconservación-sexualidad.
A partir de la lactancia se produce el plus de placer
que no se reduce a lo autoconservativo y que da lugar a
la irrupción de lo psíquico en lo biológico. Los cuidados
parentales hacia el niño lo mantienen vivo y aportan a la
unificación narcisista, al mismo tiempo que se ligan al
inconciente y la sexualidad reprimida maternas y ponen
en circulación contenidos del orden de la imaginación y
la fantasía. Bleichmar sigue en este punto el rescate de
la teoría de la seducción freudiana que produjo Jean
Laplanche. Este autor denominó mensajes enigmáticos
a los contenidos sexuales inconcientes ignorados por la
madre misma a consecuencia del sepultamiento de su
propia sexualidad infantil. Bleichmar agrega que a través
de los cuidados primarios, la madre implanta lo
pulsional disruptivo, al mismo tiempo que liga el remanente
excitatorio.
A partir de nuestro trabajo de investigación basado en la
observación detallada de interacciones tempranas proponemos
algunos puentes con la conceptualización
freudiana.
En los primeros tiempos, el empuje pulsional que viene
del interior del cuerpo por el displacer que produce la
presión de la necesidad y de las funciones fisiológicas
por un lado y de los estímulos exteriores permanentemente
heterogéneos a la capacidad de metabolización,
por otro, pone al niño a merced del otro adulto auxiliador.
La regulación afectiva puede corresponderse con el
planteo freudiano del principio de constancia y de la
potencialidad traumática que los afectos hipertróficos
no ligados poseen para el psiquismo. El quantum de
afecto que desborda la capacidad representacional tiene
eficacia traumática poniendo en peligro la continuidad
psíquica. El exceso de afecto es potencialmente
traumático, si el yo no logra constituirse como conjunto
de representaciones investidas libidinalmente cuya
trama retiene representaciones e inhibe la irrupción de
excitaciones displacenteras. El yo en constitución va
guiando los procesos de discriminación entre interior y
exterior y entre alucinación y percepción, antecedentes
del pensamiento y la simbolización (Calzetta, 2000).
El devenir del quantum de afecto no ligado está fuertemente
relacionado a los modos de ejercicio de la función
parental. Los padres como agentes reguladores
cooperarán en la disminución del afecto negativo y en la
transformación de éste en afecto positivo. El ajuste interactivo
permanente de las necesidades homeostáticas
preserva al infante bajo el predominio del principio del
placer. El establecimiento de una sensación de bienestar
en momentos de la constitución psíquica contribuye
a neutralizar los efectos del desvalimento originario propios
de la prematuración. Green plantea que la constitución
de un núcleo de placer purificado es condicion para
que el infante pueda tolerar posteriormente lo desagradable
(Green, 1993).
Si bien la función reguladora durante el primer año de
vida es crucial para que el infante vaya ligando afecto y
representaciones, y se vaya constituyendo el yo y las
instancias psiquicas, sabemos que los afectos en su
carácter de expresión pulsional dejarán un resto no regulado
y no regulable. La función parental reguladora y
ligadora de las cantidades de excitación en el infante
estará fuertemente atravesada por la suplencia simbólica
que ofrecen los padres y por el posicionamiento del
niño en el deseo inconsciente y en la fantasmática parental.
Podemos inferir que si la intensidad y frecuencia de afectos
negativos no regulados y no ligados es excesiva
puede producir una impronta de inscripción "no representable"
con sus consecuencias para la psicopatología.
Freud (1930) en "El malestar en la cultura" sugiere que
el yo narcisista infantil se caracteriza por la indiscriminacion
entre excitaciones internas y externas y que justamente
es la tendencia a defenderse de excitaciones
displacenteras provenientes del interior del cuerpo con
los mismos métodos con los cuales se vale contra un
displacer de origen externo el punto de partida de potenciales
perturbaciones patológicas. Aquí podemos ver
la articulación entre tiempos lógicos y tiempos cronológicos
en la estructuración del psiquismo. Desde el punto
de vista del tiempo cronológico, todo infante atraviesa
esta indiscriminación yo-no yo, interior-exterior, en su
constitución. Desde el punto de vista del tiempo lógico,
los modos singulares en que se produjo el entramado
representacional dejará su inscripción indestructible en
el inconsciente. Si estas inscripciones dejaron un quantum
excesivo de excitación no ligado "irrepresentable",
el sujeto puede verse potencialmente más vulnerable a
resignificaciones que devengan en desencadenamientos
psicopatológicos.
Resumiendo, la regulación afectiva en el primer año de
vida puede pensarse a partir de dos líneas que se superponen:
una ligada a la relación vital interactiva bidireccional
de regulación recíproca, donde la madre percibe
la sensorialidad singular innata del bebé y actúa en
consecuencia, suplementando la inmadurez y desorganización
del infante y produciendo una homeostasis y
otra línea asimétrica ligada al trasvasamiento narcisista
parental, a la implantación de lo sexual donde hay una
madre seduct ora, libidinizadora, desviadora y al mismo
tiempo portadora de la función simbólica a partir de la
cual se van a construir los fantasmas singulares del
origen. La capacidad materna para leer los mensajes
interactivos del niño es inseparable de su organización
fantásmatica inconsciente, pero también y no menos
habitual, los desórdenes de regulación innatos de algunos
bebés pueden dificultar la ardua tarea materna para
el logro de la homeostasis y activar fantasmas de rechazo,
obstruyendo la capacidad empática materna de explorar
y conocer a "su bebé".
Vemos aquí un puente entre los aportes de la observación
temprana de interacciones y la concepción psicoanalítica.
La regulación afectiva se da en el interior de un
vínculo diádico y ayuda al infante a tramitar la intensidad
de estímulos internos y externos, inhibir las intensidades
excesivas potencialmente traumáticas para el
precario aparato psíquico en constitución y discriminar
la proveniencia de los estímulos a fin de ir constituyendo
la trama yoica representacional que facilitará la metabolización
de una cantidad creciente de información y abrirse
a nuevos y más complejos estímulos. Los desencuentros
excesivos en el pasaje de la regulación diádica a la
autorregulación producen una retracción defensiva, que
lleva al niño a cerrarse frente a nuevos estímulos como
salvaguarda narcisista de autosostén frente a la amenaza
de la angustia automática y del desvalimiento.
Es en este punto donde planteamos que una clínica psicoanalítica
de la primera infancia puede enriquecerse
con el conocimiento de los desajustes regulatorios interactivos
y a partir de allí trabajar con los fantasmas parentales
que pueden estar obstaculizando la capacidad parental
para lograr ritmos regulatorios satisfactorios.
DISEÑO DE LA INVESTIGACIÓN
A continuacion presentaremos algunos resultados surgidos
de nuevos análisis realizados en el marco del
proyecto de investigacion UBACyT P806, 2006-7, en el
cual estudiamos el interjuego entre regulación diádica a
autorregulación.
40 madres entre 19 y 39 años y sus bebés sanos entre
23 y 31 semanas fueron recibidas en el estudio de investigación.
Luego de la firma del consentimiento para
la utilización y presentación del material filmado con fines investigativos y académicos, la madre recibió las
consignas de jugar libremente con su bebé: Se filmaron 3
minutos de interacción cara a cara y 5 minutos de juego
libre con juguetes (Schejtman et al, 2004 a).
La interacción cara a cara fue microanalizada a través de
la codificación de las conductas de la madre y el bebé correspondientes
al primer período: interacción cara a cara,
según la escala ICEP (Infant and Caregiver Engagement
Phases, Tronick & Weinberg, 2000).
La autorregulación se estudió a traves una serie de codificaciones
adicionales propuestas en la escala ICEP.
Para el infante se codificó el autoconsuelo, tanto verbal
como táctil; por ejemplo, cuando el bebé se habla a sí
mismo o juega con sus manos, aplaude, succiona o lleva
a su boca algo diferente a su cuerpo, como la correa de
la silla o su ropa. También se codificó si el bebé trata de
poner distancia, por ejemplo, alejando su cuerpo del cuidador.
Se evaluaron indicadores de stress autonómico,
como el hipo, la regurgitación, etc. Estas codificaciones
del infante no son mutuamente excluyentes. Un infante
puede autoapaciguarse y al mismo tiempo distanciarse
del cuidador. Esta tarea fue supervisada en Boston y en
Buenos Aires, por el Prof. Edward Tronick, Jefe de la
Unidad de Desarrollo Infantil de Harvard.
El análisis de la presencia de códigos adicionales mostró
que el 50% de los bebés expresaron conductas autorregulatorias
durante los tres minutos de la observación.
El análisis del Autoapaciguamiento Oral se relacionó
con los códigos de expresividad emocional del bebé y
se observó que la mayor proporción de este código adicional
está relacionado con la mayor presencia de afecto
neutro (Rho de Spearman= 0,295; p< 0,05), y específicamente con la presencia de expresiones de vinculación
con un objeto del ambiente (Rho de Spearman= 0,343;
p< 0,05). Con respecto a la relación con los códigos de
expresión emocional de las madres, la presencia de
Autoapaciguamiento oral se relaciona significativamente
con la presencia de códigos de afecto positivo en las
madres (Rho de Spearman= 0,336; p< 0,05).
En relación con el tipo de encuentro, la presencia de
Autoapaciguamiento Oral y Desencuentro fue significativa
(Rho de Spearman= 0,418; p< 0,01). A mayor proporción
de desencuentros, mayores serán la chances
de la presencia de códigos autorregulatorios como el de
Autoapaciguamiento oral. Respecto del encuentro específico
entre la madre cuando está en afecto positivo,
y del bebé cuando está en afecto neutro, la presencia
de este encuentro se correlaciona significativamente
con el Autoapaciguamiento oral (Rho de Spearman=
0,472; p< 0,01). Con respecto al distanciamiento, la
mayor proporción de éste se observa en la situación de
desencuentro, esta proporción va aumentando a medida
que el bebé expresa más afecto negativo y la mamá
expresa afecto neutro.
AUTORREGULACIÓN Y AUTOEROTISMO
Los resultados obtenidos en los códigos adicionales
muestran que en la mitad de las díadas los infantes
mostraron conductas autorregulatorias como autoapaciguamiento
oral y distanciamiento. Estos indicadores
fueron estudiados como los recursos que activa el bebé
para limitar la interacción con su ambiente y que son
habituales a partir de los 4 meses.
La mayor parte del autoapaciguamiento oral se presentó
cuando las madres mostraban afecto positivo y los
bebés mostraban afecto neutro y atención a objetos.
Por otro lado, se encontró que la mayor frecuencia de
autoapaciguamiento oral se da cuando disminuye el
encuentro positivo. Es decir, los bebés despliegan afecto
neutro mientras que las madres mantienen el nivel
alto de afecto positivo.
Estos resultados permiten sugerir un puente entre autorregulación
y autoerotismo. La relación entre la vivencia
de autorregulación y la disminución de la cantidad de
excitación y el autoerotismo (es decir, los modos de
autoapaciguamiento acompañados de una presencia libidinizadora
de la madre) permiten al infante desarrollar
recursos propios de autorregulación a partir de la relación
con el otro. Las conductas de autoapaciguamiento
oral son consideradas como instituyentes del autoerotismo
que cumple la función de ligazón organizadora de
la excitación sobrante.
El investimiento libidinal por parte de la madre que se
expresa en el manteniemiento de un alto nivel de afecto
positivo aunque el bebé despliegue afecto neutro opera
en la autorregulación autoerótica. La mamá mantiene
un alto nivel de conexión con el bebé aun cuando éste
inviste su propio cuerpo y busca autorregularse. Los infantes
se autoconfortaban alrededor de la zona oral en
presencia de madres que seguían desplegando afecto
positivo a pesar de no ser correspondidas. Podemos
decir que no es la cantidad de encuentros (match) positivos
en sí mismo, lo que denota la calidad o la cualidad
del vínculo, sino que éste se construye en una sutil complejidad
entre encuentro positivo mutuo y autorregulación
del bebé.
El infante va desarrollando recursos propios de autorregulación
a partir de la relación con el otro que oferta el
pecho, el chupete, la caricia, el acunamiento, la voz, el
lenguaje maternal. Esta ilusión basada en el fuerte impacto
sensorial del encuentro interhumano instala la
omnipotencia de la creación primaria del pecho, necesaria
para que el bebé no se percate precozmente de su
desvalimiento.
Aquí es interesante destacar que la indiscrimacion primaria
responde más a la inmadurez cognitiva y al déficit
de constitución del yo que a una indiferenciación perceptiva
en el proceso de subjetivación. El progreso del
desarrollo del infante no es sólo de ampliación de su
conexión con el mundo circundante sino también cerrar se frente a él y la autonomía (Stern, 1985).
En este sentido, proponemos profundizar en una concepción
que tome en cuenta el interjuego entre las capacidades
propias de los infantes, la bidireccionalidad
que se produce en el interior de la interacción diádica y
los aspectos intrapsíquicos propios de la madre.
El autoerotismo puede definirse como la satisfacción in
situ de una parte del cuerpo en el lugar mismo donde la
excitación se produce. Se caracteriza por el placer de
órgano y la satisfacción fragmentada y se agota allí donde
nace, no tiene objeto exterior (Laplanche y Pontalis,
1991). La cualidad, cantidad y ritmo de las primeras interacciones
llevan a la discriminación placer-displacer.
Este movimiento queda registrado como autoengendramiento
ilusorio.
Sin embargo Freud (1905), en "Tres ensayos de teoría
sexual" bascula entre considerar el autoerotismo como
parte del reservorio pulsional innato alrededor de las
zonas erógenas y plantear que es la madre con sus
cuidados sobre el cuerpo del bebé quien abre las zonas
erógenas. Es decir, si bien existe una preconstitución
originaria de las zonas del cuerpo para la erogenización,
es a través del intercambio con el otro humano
seductor y sexualizante que estas zonas del cuerpo se
erogenizan y a partir de allí drenan libido a los objetos
exteriores.
El autoerotismo se organiza a partir del encuentro con el
otro. La satisfacción de la necesidad autoconservativa
por una madre deseante produce un exceso de excitación
que no se descarga solo con la satisfacción del
hambre. Bleichmar S. (1993) describe las conductas de
autoapaciguamiento oral como instituyentes del autoerotismo
que cumple la función de ligazón organizadora
de la excitación sobrante. De este modo en el autoerotismo
se inscribe un objeto fantasmático ligado a
los restos del objeto con el cual se obtiene la satisfacción
La búsqueda de placer autoerotico está ligado a un
placer vivido y ahora rememorado. De aquí que autoerotismo
y fantasma tengan una función estructurante
y ligadora en el psiquismo.
Creemos que estas ideas pueden articularse con nuestros
desarrollos respecto de la relación entre la vivencia
de autorregulación, la disminución de la cantidad de
excitación y el autoerotismo o sea los modos de autoapaciguamiento
que va encontrando el bebé acompañados
por una presencia libidinizadora de la madre.
El carácter estructurante de la relación entre autorregulación
y autoerotismo puede observarse en las manifestaciones
de los infantes frente a la depresión materna.
Las investigaciones sobre los efectos de la depresión
materna en la estructuración psíquica de los infantes
mostraron que cuando la respuesta de la madre es deficitaria, ya sea por s u falta de vitalidad o porque es excesiva
o intrusiva, en lugar de autorregulación se produce
retraimiento en los infantes (Tronick & Gianino, 1986).
Si la representación de la ausencia de la madre se efectúa
sobre el fondo de su pérdida, el sujeto no podrá desarrollar
la capacidad de estar a solas en presencia de
otro; paradoja, que según, Winnicott debe ser respetada
y no resuelta. Si el ambiente falla en el acompañamiento
del pasaje de la regulación diádica a la autorregulación
puede producirse retraimiento y una retracción libidinal.
Aunque el período de retraimiento materno sea
corto, la ruptura de la intersubjetividad puede llevar a un
retraimiento en el bebé. La retracción libidinal interrumpe
la intensidad del proceso de investimiento del mundo
que se manifiesta en la curiosidad, la búsqueda de estímulos
y el deseo del niño de dominar su cuerpo y su
entorno a partir del desarrollo de sus capacidades cognitivas
y sociales. De aquí la importancia clínica de diferenciar
autorregulación de retraimiento. La reacción inapropiada
de la madre a las iniciativas del bebé altera el
proceso de regulación mutua y constituye una fractura en
la intersubjetividad. Los patrones interactivos de retracción
alteran de forma diferenciada el proceso regulador. A
largo plazo, estos infantes se auto-calman y se retraen
para lidiar con su estado. El éxito logrado en estabilizar
su estado afectivo, se emplea automáticamente y se
vuelve defensivo. El exceso de estimulación ofrecido, a
veces ansiosamente, excede la capacidad regulatoria
lograda por el bebé a diferentes edades y se convierte en
negativo. En sus estudios sobre los efectos de la depresión
materna en los infantes, Tronick y Weinberg (1997)
encontraron que los niños de las madres hostiles e intrusivas
no pueden reparar la interacción porque la madre
constantemente altera las actividades del niño. Estos
bebés al principio se enojan y se alejan de la madre,
sin embargo, a diferencia de los niños con madres retraídas,
estas conductas pueden tener éxito en limitar la
intrusividad materna. Finalmente estos niños internalizan
un estilo para manejarse, que es enojoso y protector,
y que se emplea defensivamente, anticipándose a la
intrusividad materna. En madres retraídas se encontraron
bebés más retraídos, apáticos, y menos comunicativos
con su ambiente; en las madres intrusivas bebés
más irritables y menos consolables (Tronick y Weinberg,
1997). En trabajos anteriores describimos los efectos en el
psiquismo del niño de la depresión materna (Schejtman,
2004) y los trastornos de la alimentación en el primer
año de vida, producto de fallas en el vínculo primario
(Schejtman, 2006c).
Estos aportes provenientes de la observación a través
del microanálisis de las interacciones madre-bebé a los
6 meses permiten ampliar el conocimiento acerca de los
modos sutiles en los cuales los infantes van logrando la
autorregulación de los afectos más primarios. El interjuego
entre la oferta regulatoria del entorno parental y
los recursos regulatorios propios que va construyendo
el infante va instaurando el modo singular en que cada
infante accede a la constitución subjetiva.
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Fecha de recepción: 27 de marzo de 2008
Fecha de aceptación: 2 de junio de 2008