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Circe de clásicos y modernos

On-line version ISSN 1851-1724

Circe clás. mod. vol.24 no.2 Santa Rosa July 2020

http://dx.doi.org/https://doi.org/10.19137/circe-2020-240204 

Artículos

Sobre estrategias de caracterización: la Vida de Espiridón de Teodoro de Pafo y su metáfrasis

Characterization techniques: Life of Spyridon by Theodore of Paphos and its metaphrasis

1Conicet/ Universidad de Buenos Aires/ Universidad Católica Argentina

Resumen

Se analizan y confrontan las técnicas empleadas por Teodoro de Pafo (s. VII) y por el ree­la­bo­ra­dor anónimo de su obra (s.IX), relativas a la caracterización de los personajes, con el fin de de­terminar semejanzas, diferencias e intenciones particulares. Ambos autores emplean las mismas estrategias básicas, pero el metafrasta las modifica para subrayar distintas cualida­des y una situación de época diversa.

Palabras clave Bizancio; Hagiografía; Teodoro de Pafo; Espiridón; Metáfrasis

Abstract

This study analyzes the characterization techniques employed by Theodore of Paphos (7th century), as compared with those in the re-elaborated version by the anonymous 11th century author, in order to establish similarities, differences and particular intentions. The same basic strategies are used by both authors, but the metaphrast modifies them to underscore different qualities and to fit them to a different time period.

Keywords Byzantium; Hagiography; Theodore of Paphos; Spyridon; Metaphrasis

Entre 270 y 348 vivió un santo llamado Espiridón (Σπυρίδων) que, viudo, llegó a ser Obispo de Trimitunte, en Chipre. Sus reliquias, luego de pasar por Constan­ti­no­pla, fueron llevadas a Corfú, isla de la que es patrono. Gran taumaturgo, se carac­teriza por haber vivido como pastor y agricultor y por haber sido, a la vez, pastor religioso de su pueblo.

La importancia de su figura parece demostrada por la diversidad de textos que se han compuesto en su honor, cuatro de ellos publicados por van den Ven[1]. Además de un poema atribuido a Trifilio, un discípulo suyo, pero no conservado, hay una Vida atribuida a Leoncio de Neápolis (c. 630)[2], otra debida a Teodoro, obispo de Pafo (año 656)[3], una metáfrasis anónima de este texto de Teodoro[4], una abreviación de ese mismo texto de Teodoro[5] y un quinto relato, de­bi­do a Si­me­ón Meta­fras­tes (BHG 1648), publi­ca­do en 1847 a partir del ms. Mar­­cia­nus 354 y en la PG 116 (1864) a partir del Coisli­nia­nus 147; está tes­ti­moniado por muchos manuscritos y van den Ven no lo edita. El in­te­rés por la vida de este santo se confirma con otros relatos. Hay una Vida breve, con­ser­va­da en dos mss. (Vatopedi 430, 219-234 y Pat­mos 842, 63-81) que Halkin numera como BHG 1648d y de la que van den Ven ob­serva que está entre textos en griego moderno[6]. En el s. xvii Melétios Syrigós compuso un elogio de Espiridón, con­servado en el ms. Va­topedi 503, ff. 189-208 y 216-226; y otro elo­gio, debido a Bes­sarion Kephalás, fue impreso en 1771[7]. Hay una colección de mila­gros reunida en el ms. Lavra Θ 24, ff. 79-83 que corresponde a BHG 1648g. Halkin se­ña­la también unos excerpta del texto de Sime­ón Metaphrástēs (BHG 1648) que él nu­me­ra como BHG 1648p, conser­vados en el ms. Paris 1611, ff. 114-121.

En este trabajo vamos a dedicarnos a la obra de Teodoro en confrontación con su metáfrasis anónima[8], entendiendo por metáfrasis una adaptación que, conservando lo esencial de la historia, realiza diversos cambios, tanto de lengua cuanto de estilo, de ordenamiento y de participación del autor, con implicaciones intencionales y/o ideoló­gicas[9].

De todos los aspectos posibles, vamos a enfocarnos en cómo Teodoro realiza la caracterización de los personajes, particularmente del principal, y qué actitudes asume el metafrasta[10].

El protagonista es un 'héroe', término nunca usado por la hagiografía, no por­que sea un semidiós como los antiguos sino porque en tanto cristiano asume un rango he­roico; en este caso, no lo asume porque cumpla la hazaña del martirio, prueba última de adhe­sión a Cristo, sino porque des­a­rro­lla un grado extraordinario de virtud, notorio en sus ac­ti­tu­des, sus pa­la­bras y tam­bién sus milagros[11].

Para caracterizarlo, Teodoro recurre a varias estrategias:

1. Comentarios autorales:

1.a. En el prólogo, Teodoro enumera virtudes con el fin de luego 'mostrarlas' me­diante los ejemplos de conducta y de milagros que presentará en el relato. Así, Es­pi­ridón es alguien que cultiva caridad, hospitalidad, servicialidad, autodo­mi­nio, ora­­ción constante, templanza, pu­re­za, autosuficiencia, paciencia, despren­di­miento, con­fianza, perseverancia, labo­rio­si­dad, impasibilidad, humildad, celo, prudencia, bon­dad.

1.b. Insiste también en que estas virtudes –es decir, fortalezas (virtutes) de excelencia (ἀρεταί) construidas gradual y pacientemente– dieron lugar a que Dios le con­ce­die­ra especiales gracias del Espíritu y le asignara tareas como las episcopales, en ra­zón de la παρρησία, la 'familiaridad' establecida entre el santo y Dios.

1.c. Tanto en el primer epílogo (cap. 17b) cuanto en el segundo (cap. 25b) el autor ad­vierte que son las virtudes del santo las que le permiten interceder por los creyentes y adquirir su propia beatitud.

1.d. A todo lo largo del relato el autor pone en boca del personaje o en la propia como relator pasajes bíblicos que fundan y confirman las actitudes del santo como típicas de la "imitación de Cristo". Así, la Escritura aparece entretejida en el discurso ha­gio­gráfico en un diálogo textual constante. Por ejemplo, el p. 27: 1 ss. Espiridón dice a la ex prostituta "Ten coraje, hija"[12], "tus pecados es­tán perdonados"[13], "Mira, te has pues­to sana; ya no peques, para que no te ocurra algo peor" [14].

1.e. También en toda la extensión del relato, el autor emplea epítetos que caracterizan al protagonista, algunos muy reiterados. Son formas de re­fe­rirse a él sin nombrarlo, a veces combinadas de diverso modo, todo lo cual actúa como un 'anuncio' o 'co­men­tario' de lo que se desprende de las anécdotas. Más adelante los veremos al confrontarlos con los de la metáfrasis.

2. Comparaciones con personalidades: en el prólogo, Teodoro compara a Espiridón con tres grandes figuras del AT, a saber, Jacob (2: 21), Job (3: 14) y Abraham (4: 3), de modo que tales parangones ya lo ubican en un excelso grado de santidad.

Todo esto constituye una 'etopeya' que puede considerarse predecible, en tanto res­pon­de a rasgos frecuentes en los santos, que se verá confirmada por las anécdotas, las cua­les 'ponen en acto' lo explicitado teóricamente.

Así, las otras estrategias son:

3. Las anécdotas que ofician como argumentatio retórica, pues en ellas va sumando he­chos concretos que muestran su caridad, su dedicación y preocupación por las necesi­da­des del prójimo (el pedido de lluvias por la sequía, el presagio de la caída de la bo­de­ga de un avaro que no quería prestar granos al pobre, los reiterados préstamos al mer­cader que necesita para sus viajes, la curación del Emperador, el salvataje del con­denado injustamente a muerte), su enseñanza frente a los vicios (en los casos del ma­ta­rife que quiere estafarlo, del mercader que pretende hurtarle, del discípulo apegado a los bienes, del clérigo desobediente y ensoberbecido, de los ladrones que son parali­za­dos), incluso la severa reprensión de ciertas actitudes, como la de la adúltera que no es condenada a causa de ello ni por él ni por el esposo, pero sí lo es por su mentira perti­naz y falta de conversión; pero sobre todo la clarividencia o capacidad de conocer los pensamientos ajenos (los deseos de Trifilio) o los antecedentes de la persona (la vida de la prostituta) o los hechos ocurridos lejos en su ausencia (el extravío y posterior ha­llaz­go de las ca­bras); y asimismo la presciencia o presagio del futuro (la caída de la bodega o su propia muerte cer­cana); el poder de convicción sin haber teni­do estudios espe­cia­les (convierte a un filó­so­fo pa­ga­no en el Sínodo) y el don taumatúrgico de do­mi­nar la na­turaleza (detiene el curso de un río, transforma una serpiente en adorno de oro, hace hablar a una difunta), el don de resucitar a los muertos (el niño y su ma­dre) o de con­trolar las cosas (hace que no se agote el aceite de una lucerna, hace caer una estatua, ha­ce oír un coro de ángeles), todos éstos milagros realizados como intercesor an­te el po­der de Dios, que provocan admiración, arrepentimiento y conversión en pe­ca­dores y paganos.

4. Los relatos ofrecidos por testigos o beneficiarios, como aquel devoto que es pre­ser­vado de una tormenta o el que goza de la compañía del santo incluso lejos de su san­tua­rio, el que recibe la gracia de contemplar los bienes celestiales o el mercader que qui­so hurtar el préstamo al santo; o bien el anciano que recibe la revelación de que es la humildad la base de la santidad de Espiridón.

5. Los relatos transmitidos por fuentes históricas, como los contados por Sócrates Es­colástico y Rufino, que confirman a otras fuentes orales.

La caracterización se construye, pues, mediante 'acumulación de datos' y me­dian­te 'reiteración': la παρρησία, la presciencia, la clarividencia, el vínculo abierto y condes­cen­diente con la gente surgen de las declaraciones del autor, de su adjetivación, de los textos bíblicos asignados al autor, de los personajes con los que se lo compara y de los hechos contados por las diversas fuentes y testigos como pruebas concretas de to­do ello.

En cuanto a los personajes secundarios, ésos quedan muy diluidos frente al pro­ta­gonista. Empero, algunos tienen nombre propio y alguna descripción, como el caso de Pafnucio (que nunca habla), el de Irene (la hija que, muerta, es convocada para que revele la ubicación de un objeto), el de Sofronia y Olimpo, matrimonio mixto en el que ella es devota y él es pagano, los de Trifilio y Artemidoro, discípulos y clérigos. Pero la gran mayoría es innominada y sus rasgos aparecen en función de la anécdota: el ma­rido que no quiere castigar a la esposa adúltera, los pobres que piden socorro, el avaro que no se convierte, los ladrones, el mercader estafador, el clérigo desobediente, la ma­dre del niño fallecido. De ellos se destacan las virtudes o los vicios que determi­nan la en­señanza y/o el milagro de Espiridón, de modo que aparecen en función de deline­ar al protagonista.

En cuanto a la metáfrasis, el autor de este texto, posiblemente del s. ix, suprimió de su modelo las aporta­cio­nes personales de Teodoro, tendió a diluirse como relator e hizo modifi­ca­ciones propias al contenido del texto, su ordenamiento, su fraseología y su léxico; usó una sintaxis más intrincada por los relativos aparentes y los conectores μὲν... δὲ, incorporó léxico tar­do­an­tiguo y bizantino y algún neologismo, más allá de los presentes en Teodoro; em­pleó también figuras retóricas y estructura discursiva pero su­primió los excursus, los relatos dentro del relato y la metalitera­tura, y, salvo al­gu­nas referencias 'metanarrati­vas' que anuncian lo que vendrá y despiertan expec­ta­ti­va en el público, reduce las re­fe­ren­cias al entramado interno del texto. Exceptuados Só­crates y Rufino, no mencio­na ninguna fuente, ni escrita ni oral. Elimina las cuestiones cristoló­gi­cas, destaca la pre­sencia de testigos variados de los hechos, subraya la per­sis­tencia de las exenciones im­po­sitivas a la Iglesia, omite milagros y efectos post-mortem, elude re­fe­ren­cias al santua­rio y al culto local, lo cual sugiere que es un autor externo a Chipre y que apunta a un público más general, que se centre en las imitables virtudes del santo.

En cuanto al aspecto en el que nos centramos aquí, la caracterización de los personajes, el metafrastes recurre a las mismas estrategias pero con variantes:

1. Comentarios autorales:

1.a. El adaptador también hace una etopeya en el prólogo de su relato, es decir, enu­mera las cualidades morales, y, si bien tampoco lo describe física­men­te, sí incluye la descripción de su aspecto: el uso de un turbante en forma de canasta in­versa (σπυρίς, vinculada con el nombre), un báculo y un frasquito colgado del cuello, detalle que Teodoro relega al cap. 8, a propósito del sueño del Emperador, que le per­mite a éste reconocer al santo (cf. 40: 4-6 y 43: 5-7): esto condice con la actitud general del adap­tador, que es 'poner las cosas en su lugar', es decir, todo lo descriptivo en el prólogo, las anécdotas de personajes similares, reunidas, la muerte pospuesta como cierre.

1.b. Va señalando las virtudes del personaje y el sentido de sus acciones y palabras.

1.c. Confirma estos conceptos con la inserción de pasajes bíblicos.

1.d. Incorpora explicaciones, a comienzo y/o al final de cada anécdota, para explicitar de qué modo los hechos revelan la santidad y los dones especiales del personaje, co­mo así también los efectos producidos en las personas con las que él se vincula.

1.e. Emplea, asimismo, epítetos que completan toda esta caracterización por el solo he­cho de expresar por antonomasia una cualidad específica. Algunos de ellos coinci­den con los de la fuente, pero muchos son innovadores:

En general, ambos autores apuntan a los mismos rasgos caracterizadores del pro­ta­gonista: el ser un siervo de Dios, el ser portador de signos, el ser portador del Espíritu, el ser portador de Dios, el ser un hombre de Dios, la taumaturgia, la compasión, la im­pasibilidad, la iluminación divina.

Pero el adaptador innova, como vemos en la segunda columna, a veces con pe­queños cambios pero muchas veces con nuevas expresiones. Y alguna puede asom­brar, como la de μεγαλέμπορος ἀνήρ "gran mercader" (155: 11), que es empleada cuan­do el santo se ve obligado a aceptar los dones del Emperador pero en cuanto los recibe los re­dis­tribuye, de ahí lo de "mercader". Asimismo, destaca la perspicacia, la venerabi­li­dad, la admiración que genera, la inspiración divina, la bienaventuranza, la condición de maestro, las gracias apostólicas, el don de consuelo, el ser similar a los ángeles.

Teodoro, en cambio, subraya las cualidades de que es un luchador, esclavo de Dios, padre de todos, santo sacerdote, desprendido de lo material, presciente, profeta, manso, magnánimo y portador de Cristo, frase ésta que, si bien es equivalente a "por­tador de Dios" o "portador del Espíritu", destaca la figura de la Segunda Persona en momentos en que las cuestiones cristológicas todavía son relevantes.

De tal modo, si bien ambos utilizan la misma estrategia de caracterización y comparten algunos rasgos básicos, cada uno destaca cualidades diversas del santo, po­si­blemente por inclinaciones personales pero también por influjos teológicos de cada época; sin restar peso al deseo de innovación del adaptador.

2. Comparaciones con personalidades bíblicas: el metaphrástes conserva esta estrategia y las mismas personas, es decir, Jacob, Job y Abraham, pero añade una referida a Helías el Tesbita (133: 11), con quien lo compara por su fe y su conducta como base de los mi­lagros.

3. También las anécdotas incluidas en el relato, que ofician como argumentatio, la cual con­firma con hechos lo declarado de modo teórico, son las mismas que empleó Teo­do­ro, aun si aparecen en otro orden.

4. En medio de ellas menciona las fuentes históricas pero suprime todo testimonio sur­gi­do de tradiciones orales e incluso los obtenidos por Teodoro, dado que reduce al mí­ni­mo la emergencia del relator en el texto. Sin embargo, incluye la anécdota del na­ve­gan­te es­ta­fa­dor, ubicándolo antes del milagro de las gotas de colores que anuncian la muerte del santo, como también el milagro de la estatua de Alejandría, omitiendo el re­la­to dentro del relato, de modo tal que el foco siempre esté en el santo mismo y no en los testigos que cuentan.

Respecto de los personajes secundarios o episódicos, si bien son los mismos que pre­senta el texto base de Teodoro, se observa que, por cuanto suprime los relatos in­cor­po­rados de modo per­sonal por el Obispo de Pafo, en la metáfrasis desapare­cen Juan y Esteban (cap. 20a de Teo­doro) y el anciano devoto que recibe gracias post mortem (capp. 22-25). Y así, todos son innominados salvo Tri­fi­lio (capp. 9, 15) y Ar­te­midoro (capp. 9, 10), el em­perador Cons­tan­cio II (cap. 9), Irene (capp. 8 y 18) y So­fronia y Olimpo (cap. 16), es decir, los personajes históricos o muy cercanos al san­to. Además menciona, co­mo lo hace Teo­doro, a Maximiano, Paf­nu­cio, Atanasio, A­rrio, Euse­bio, Teognis, Maris, meros nombres sin intervención directa; la única inno­vación res­pec­to de ellos es el jue­go de palabras que hace el reelaborador con el nombre de Euse­bio (145: 28), acerca de que éste no hace honor a su significado ('buen religioso, buen ve­ne­rante'), dado que es un he­reje. En el metaphrástes desaparecen los perso­na­jes ajenos a la biografía en sí, es decir, los 'informantes' testigos de las gracias impar­tidas.

En conclusión, si bien las estrategias de caracterización son básicamente las mis­mas, así como ocurre en otros aspectos de la reelaboración que no corresponden a este trabajo (reordenamientos, supresiones, reemplazos, desarrollos, alteraciones, añadi­dos), el meta­phrástes hace sus innovaciones respecto de los personajes: en cuanto al protagonista, agrega un modelo véterotestamentario que enaltece el vínculo fe-virtud-tau­maturgia; modifica los epítetos de modo que destaca virtudes diferentes de las sub­ra­ya­das por Teodoro (más centrado en lo cristológico), sobre todo el ser un 'portador de Dios', es decir, alguien que intercede ante Él y logra que actúe; antepone la des­crip­ción de su apariencia, que en Teodoro estaba dispersa y no destacada. Respecto de los per­so­najes se­cun­da­rios, añade un juego etimológico, suprime los que no tienen partici­pa­ción directa en las anécdotas, soslaya a los informantes; omite toda fuente, per­sonaje o intervención, incluso autoral, que distraiga de la centralidad del santo, de mo­do que los personajes episódicos aparecen y actúan en función de la figura de Es­pi­ri­dón, pre­sen­tada como imitador imitable.

El metafrasta parece, asimismo, preferir destacar más la figura del santo mismo que su vínculo con el santuario o con efectos en sus devotos posteriores a su muerte. Acentúa la expectativa más que la ligazón del relato. Sin embargo, no agrega datos de la infancia del protagonista o detalles de la muerte, seguramente porque no disponía de ellos y no quiso incurrir en tópoi sin confirmar.

En síntesis, el reelaborador parece ser hombre de su época: el que hace milagros es Dios, el santo es un instrumento, su influjo posterior o los santuarios no son rele­van­tes, los problemas cristológicos ya se solucionaron: busca, pues, que el lector se sienta capaz de cultivar la virtud y de alimentar su fe en Dios, con quien debe establecer la παρρησία.

Bibliografía

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Notas

[1]Véase van den Ven (1953).

[2]Es el texto "Vida II" de van den Ven (1953), BHG 1648a (= Halkin, Bibliotheca hagiographica Graeca). Ga­rit­te (1955) planteó la posibilidad de que fuera el texto leonciano; fundamentos para ello, edición crítica y tra­ducción en Cavallero et alii (2014).

[3]La "Vida I" de van den Ven (1953). Corresponde a BHG 1647. Seguimos esta edición.

[4]"Vida III" de van den Ven (1953). Corresponde a BHG 1648b. Seguimos esta edición.

[5]“Vida IV” de van den Ven (1953). Corresponde a BHG 1648c.

[6]Cfr. van den Ven (1953: 140*).

[7]Cfr. ibidem. No figuran en la BHG (= Halkin 1957) ni en Auctarium (Halkin 1984).

[8]En fecha próxima publicaremos traducción castellana de ambos textos, con notas, precedida de un estu­dio y de una confrontación. Un avance a modo de ejemplo hay en Cavallero (2015).

[9]Abundante es la bibliografía sobre metáfrasis. Por ejemplo: Efthymiadis (1991), Rapp (1995), Høgel (1996), Deto­ra­ki (2002), Marjanovic-Dusanic y Flusin (2011), Høgel (2014).

[10]No nos ocuparemos aquí del valor actancial que tienen los personajes; este aspecto queda para el estudio que será publicado en otra ocasión.

[11]Frédouille (1997: 12) destacó que el héroe pagano y el santo cristiano no son incompatibles, tienen con­ver­gen­cias porque hay diversos tipos de heroísmo y de santidad. Véase Bieler (1967).

[12]Mateo 9: 22.

[13]Cfr. Lucas 5: 20, 7: 48.

[14]Juan 5: 14.

Recibido: 04 de Octubre de 2020; : 11 de Octubre de 2020; Aprobado: 13 de Octubre de 2020

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