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Scripta Mediaevalia

Print version ISSN 1851-8753

Scripta Mediaevalia vol.7 no.2 Mendoza Dec. 2014

 

RESEÑAS

Metafísica y Lenguaje
Alejandro Llano, (3º edición), Eunsa, Pamplona 2011, 309 pp., ISBN 978-84-313-2795-8.

 

A pesar de que la primera edición de este libro data de 1984, evidentemente el mismo no pierde actualidad, no sólo porque tanto la ciencia metafísica como el propio lenguaje son temas perennes en la filosofía, sino también porque Alejandro Llano ha sabido abordar dichos tópicos con notable agudeza, de modo tal que queden claramente explicitadas sus relaciones y límites.
La obra que nos convoca se divide en cuatro capítulos: 1. Metafísica, filosofía trascendental y filosofía analítica; 2. Los sentidos del ser; 3. Ser y Existencia y 4. Modalidades. Si bien el autor se mueve con gran soltura entre los pensadores antiguos, medievales, modernos y contemporáneos, aquí tan sólo nos ocuparemos del particular análisis de algunas nociones de notable importancia en el pensamiento medieval que luego se fueron desdibujando en la Modernidad hasta llegar con otro sentido a la contemporaneidad.
Es dable destacar el cuarto apartado del capítulo 1, titulado Palabra y concepto, en donde el profesor español señala que el talante representativo que se adscribe al concepto en la Modernidad no coindice con el sentido clásico del mismo. Por ello el concepto no reemplaza la forma de las cosas, sino que nos dirige de modo intencional hacia ellas. En este sentido, el concepto no es una realidad objetiva que pudiera obviar el estudio de la misma realidad extramental; por tanto para Llano el concepto según la tradición debe considerarse un signo formal. Desde esta mirada el concepto es via hacia la realidad extramental; pero no hay que entender esto como un camino que se transita sucesivamente o procesualmente, pues aquí no hay procesos mentales dado que ─ ya desde Aristóteles ─ «el conocimiento es enérgeia y no kínesis: es operación inmanente, no movimiento. En las operaciones inmanentes [...] no hay proceso hacia un fin, sino que en ellas se da el fin. Lo cual se manifiesta lingüísticamente en que las operaciones del pensamiento se pueden designar igualmente con el presente y con el pretérito perfecto del verbo correspondiente, porque uno piensa y ha pensado, entiende y ha entendido» (p. 86). Lo que Llano intenta mostrar es que el concepto es signo que no mediatiza sino que remite inmediatamente a una ratio, no es la cosa conocida sino la species o intentio en la que se da la cosa conocida. Este es el auténtico sentido en el que se puede decir que el concepto representa. Asimismo, no puede negarse que el concepto se conoce, pero sólo en una segunda instancia y por reflexión, pues, como explica el catedrático español, en un primer momento el conocimiento conceptual es atemático mientras que el de la forma real es temático. El planteamiento del autor no se ciñe a lo medieval, en donde el concepto es via ad res, o a lo moderno donde adquiere un ser propio y se vuelve una realidad objetiva, sino que llega a la contemporaneidad con claros ecos en la Philosophy of Minds.
Otra noción tratada puntillosamente en el tercer apartado del capítulo 3, titulado Existencia veritativa y ser como acto, y neural a la filosofía del medioevo es la de ser en sus diversas acepciones. Llano, retomando la letra de Tomás de Aquino, nos dice que el verbo de marras debe entenderse en un triple sentido: como la quididad o naturaleza de las cosas; como ipse actus essentiae, es decir en cuanto acto primero o acto de ser; y como la verdad que se da en la composición de las proposiciones, aquí el verbo ser funciona como la cópula que compone, divide y se funda en el ser de la cosa. El primero y el segundo de los sentidos son ontológicos, y se refieren a la distinción real entre esse y essentia, distinción que opera en el ámbito de las cosas reales, donde se aplica primariamente la doctrina de la analogía entis (el ente se declina de modo análogo en los diez predicamentos). Ahora bien, estos dos primeros sentidos se diferencian del tercero (como cópula) pues aquellos pertenecen al ámbito del esse naturae, en cambio éste al del esse ut verum. Aquí la analogía sigue aplicándose pero no sólo en su sentido primigenio, sino también como modo proposicional de ser. Al respecto, Llano deja bien claro que esta segunda aplicación de la analogía sólo es posible en tanto y en cuanto hay una analogía ontológica que sirve como fundamento del ser veritativo. Dicho de otro modo, el ser como acto (segundo sentido) es el basamento del ser en las proposiciones (tercer sentido), y lo es incluso en mayor medida que el ser como esencia (tercer sentido), justamente porque en la realidad el actus essendi se erige como fundamento de la essentia.
Si se tienen en claro estas distinciones, las mismas pueden reducirse incluso a sólo dos, ya que según el dictum tomasiano esse duplicitur dicitur: a) a veces será la essentia rei y otras el actus essendi o actus entis y b) se refiere a la verdad de la proposición o “actus intellectus, por el que la mente se adecúa a la realidad a la que se refiere la proposición” (p. 208).
Los contextos tomasianos por antonomasia en los que aparecen tales distinciones son la explicación de la existencia de privaciones y la existencia de Dios. En ninguno de los dos casos el es (en el sentido de existir) con el que se afirman las privaciones y la existencia de Dios expresan directamente un ser propio, pues la privación no tiene ser propio y el ser propio de Dios nos es desconocido. Por ello, cuando se dice que el mal existe se lo está afirmando como la verdad de una proposición. Ahora bien, en el caso de Dios surge la siguiente objeción: se puede saber que Dios es o existe (an sit), pero no podemos saber qué sea (quid sit), ergo se entiende que el ser de Dios y su esencia se distinguen. Sin embargo, Tomás de Aquino responde con la distinción ya explicada: el ser se dice de dos modos, como acto de ser y como la composición de la proposición. Según el primer sentido no podemos conocer el ser ni la esencia de Dios, aunque sí podemos conocerlo en el segundo de los sentidos porque estamos ciertos de que la proposición Deus est es verdadera; y esto lo sabemos por sus efectos. Este último modo en el que Llano plantea la cuestión no nos deja de resultar problemático, en cuanto parece aflorar en él un exceso de formalismo toda vez que tal demostración no conduciría a la existencia real de Dios, sino a una existencia de orden proposicional. Tal dificultad ya fue advertida por el autor, quien intentará resolverla a lo largo de algunas páginas (pp. 213ss).
Estos temas que hemos seleccionado del libro de Llano no son para nada novedosos dentro del ámbito de la filosofía medieval, y en concreto de la escolástica. Sin embargo, ─ como lo transmite el autor ─ a medida que se llegaba a los albores del siglo XIII fueron perdiendo su original estampa y terminaron en muchos casos tergiversados durante la segunda escolástica y minusvalorados durante la Modernidad. Es el caso, por ejemplo, de las nociones de ser como hecho y el ser como acto, que el autor trata con meridiana claridad (pp. 221ss).
Uno de los aspectos que por momentos nos resulta forzado en la tesis del libro que estamos reseñando es el acercamiento que el autor intenta establecer entre la actual filosofía analítica y la metafísica clásica, dado que, por lo mismo que explica Llano, la filosofía analítica es deudora de la Modernidad. Y en este sentido, las limitaciones propias de la metodología analítica pueden potenciarse al momento de estudiar la filosofía primera, toda vez que aquella está cargada de residuos de un espíritu antimetafísico, tal como el mismo autor español reconoce (p. 13).
Insistimos nuevamente en que el ejemplar aquí presentado pasa revista por las relaciones entre la metafísica y el lenguaje desde la antigüedad hasta la contemporaneidad, incluso comparando tesis capitales de ambas cosmovisiones. Y aunque nosotros sólo nos hemos detenido en aquellos tópicos más propios del saber medieval, invitamos a la lectura completa de este libro que rebosa en ideas maduras y que ha pasado a ser un material de consulta indispensable para el lector especializado.

Ceferino P. D. Muñoz

UNCuyo-CONICET

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