1. Introducción
La provisión de hospedaje a peregrinos y el cuidado hacia los enfermos constituyeron tareas esenciales de los monasterios que existieron a lo largo y ancho del Imperio Bizantino.1 Semejante tarea, asociada al más alto ideal de caridad cristiana, fue desarrollada por la iglesia griega2 en la región de Palestina incluso luego de la conquista árabe o europea en época de las Cruzadas.3 Dicha tarea, -tal y como se manifestó en más de una de las instituciones creadas por los francos en Tierra Santa- resultó influyente en el carácter de algunas de las instituciones religiosas que se desarrollaron en Outremer luego de la primera Cruzada. Tal es el caso de algunas de las órdenes monásticas militares que surgieron en Jerusalén o Acre. En efecto, poseían una vocación definida por dos servicios fundamentales: el de las armas o el de asistencia a los pobres y los humildes. Este último servicio fue el que orientó la actividad médica y asistencial del hospital creado por los Caballeros Hospitalarios en la Ciudad Santa.4 Asimismo, uno de los mayores objetos de estudio entre quienes abordaron el estudio de la circulación de conocimientos y prácticas médicas que se desarrollaron en el Oriente latino y la procedencia o el origen del modelo hospitalario adoptado por los caballeros de San Juan.5
De la misma forma, aunque en menor medida, han sido atendidos los elementos que pudieron influenciar el modelo de organización monástica que adoptaron los primeros hermanos luego conocidos como los Hospitalarios. En este sentido, nuestro trabajo consiste en el análisis de una serie de sucesos históricos y las características propias de la cultura monacal griega que nos permiten pensar en la adopción de un modelo asistencial bizantino en el origen de la comunidad de los freires sanjuanistas.
Nuestra propuesta se sostiene en tres elementos. El primero de ellos se vincula a la conexión existente entre el mundo bizantino y el origen del Hospital.6 El segundo, a la similitud entre los ideales de caridad religiosa que guiaban la atención y el cuidado médico bizantino existente en Tierra Santa y el que desarrollaron los Hospitalarios. El tercero, a la existencia de más de un punto en común entre la primera Regla de la Orden de San Juan y los typika de dos monasterios griegos de la región de Palestina.
2. Los amalfitanos y el origen del Hospital
Dentro del conjunto de factores históricos que vinculan el origen de la Orden de los Hospitalarios a la cultura bizantina, el más importante remite a la fundación amalfitana del Hospital a partir del contacto cercano que los mercaderes de la ciudad italiana mantenían con algunos monasterios del mundo bizantino en Tierra Santa7. En efecto, la historia de los freires Hospitalarios comenzó en el año 1071, cuando un grupo de mercaderes amalfitanos reconstruyó el monasterio benedictino de Santa María de los Latinos junto al hospicio asociado en Jerusalén8. El hospicio había sido construido originalmente por los bizantinos en el siglo V y dedicado a San Juan el Limosnero (ca. c550 - ca. 619), aunque posteriormente fuera reemplazado por la advocación a San Juan el Bautista.9
Luego de ser renovado, los amalfitanos emplearon para la dirección del complejo a un grupo de hermanos benedictinos que a cambio de la reconstrucción les otorgarían atención y hospedaje a los mercaderes de dicha ciudad que llegaban a Tierra Santa. Al mismo tiempo, también se fundó un convento de monjas para la atención de las mujeres en el hospicio de Santa María Magdalena.10
Luego de la conquista europea de la Ciudad Santa, ante el incremento del número de peregrinos a Jerusalén, los mercaderes amalfitanos crearon un tercer hospicio y otra Iglesia para la atención de todos los viajeros pobres sin importar su origen. La hermandad a cargo se conocería con el nombre de los Hospitalarios, cuyo fundador se llamó Gerardo. En pocos años estos hermanos organizaron un eficiente servicio de atención hospitalaria e iniciaron un proceso de transformación que los llevaría a convertirse en una de las órdenes religiosas más poderosas del Oriente latino y del mundo occidental11.
La importancia de Amalfi en el origen del Hospital se debía también al mantenimiento y las contribuciones que algunas familias de la ciudad italiana realizaban a diferentes casas religiosas cristianas en Tierra Santa. Tal es el caso, por ejemplo, del noble amalfitano llamado Mauro y su hijo Pantaleone. Principales contribuyentes en Jerusalén, conformaban una familia que poseía estrechos vínculos con el Imperio Bizantino12. En efecto, el mismo Mauro, “(…) poseía un palacio en Constantinopla; [y] Pantaleone había recibido el título de cónsul (hypatos) del emperador Constantino X (1059-1067) como recompensa por sostener el gobierno bizantino en el sur de Italia.”13
Del mismo modo, fue Mauro quien financió otro hospicio para los latinos en Antioquía, tiempo antes de la primera Cruzada, cuando esta ciudad todavía pertenecía al Imperio Bizantino.14 De esta manera, los amalfitanos se encontraban desde el siglo XI en contacto con el monasticismo ortodoxo.15 Si los mercaderes de esta ciudad mantenían semejantes vínculos con la tradición religiosa griega tanto de Constantinopla como de la región de Siria y Palestina, no resultaría llamativo que dicha tradición estuviese en la base del primer hospicio de lo que luego sería la orden del Hospital.
3. La caridad cristiana asociada a la atención de los enfermos
El segundo elemento que refuerza nuestra hipótesis, se vincula a la existencia de instituciones filantrópicas para el cuidado del enfermo, asociadas a monasterios de origen bizantino que permanecieron bajo control de la Iglesia griega en Palestina. Los hospitales que surgieron y se desarrollaron dentro de dicho Imperio dependían de los monasterios a los que se encontraban asociados y eran fundados por dignidades de la Iglesia griega, aristócratas o emperadores, como parte de una tarea filantrópica asociada a la caridad cristiana. Es decir, su origen era esencialmente religioso. Entre las responsabilidades que estos xenodoquios asumieron con los pobres y los desahuciados, se encontraba la distribución de comida en las puertas del edificio, el sostenimiento de baños, panaderías, hostales para peregrinos y, fundamentalmente, hospitales para enfermos.16
En el mundo del islam, en cambio, los hospitales eran parte de un sistema de atención pública promovido y sostenido por la élite gobernante, sin mediar ninguna institución religiosa como ocurría con los monasterios en Bizancio. Tampoco el cuidado y atención al enfermo estaba asociado a una caridad de tipo religioso como lo era en el Oriente cristiano.17Al mismo tiempo, la medicina practicada en los hospitales árabes no estaba asociada a prácticas religiosas.18 Por el contrario, el tratamiento en las instituciones bizantinas comenzaba con la confesión del paciente y, al menos antes del siglo VIII, muchas veces era llevado a cabo por monjes o sacerdotes. Nada de esto ocurría en las del mundo árabe. Tampoco era usual encontrar en sus hospitales mezquitas asociadas, como estaban las iglesias a los monasterios bizantinos.19
En el mismo sentido, en el Islam la fundación de los hospitales constituía un elemento legitimador del poder de los gobernantes, ya que el sostenimiento de estas instituciones era visto como prestigioso y otorgaba mayor popularidad en el conjunto de la población.20 Este factor tuvo relevancia sobre el funcionamiento de los hospitales, cuya organización era totalmente secular. En efecto, a diferencia de las del mundo bizantino, las instituciones hospitalarias del mundo árabe fueron fundamentalmente privadas -fundadas por medio de donaciones de importantes dignatarios o ricos benefactores- y no dependían de ninguna institución religiosa. 21
Jean Richard, a propósito de los hospitales sostenidos por diferentes congregaciones en el Reino Latino, sostuvo que el sistema hospitalario que se desarrolló en Tierra Santa en época de las Cruzadas era diferente al del mundo occidental.22 Según el autor la forma predominante en la creación de enfermerías y hospitales era a partir de la asociación del hospital con el monasterio o el capítulo que oficiaba en los lugares visitados por los peregrinos. En este sentido Monique Amoroux argumentó que los hospitales o los hospicios establecidos por los francos en Outremer fueron en gran medida apropiaciones de establecimientos que ya existían en la región desde la época bizantina.23 Dichos establecimientos, a diferencia de los de Occidente, atendían a sus residentes en espacios específicos designados para tal fin “(…) donde la reunión confraternal de los enfermos y los cuidadores funcionaba como una entidad propia a diferencia de la práctica caritativa occidental”.24
Por otro lado, si analizamos las fuentes sobre la historia del Hospital en Jerusalén, encontramos que el ideal de la caridad cristiana que operaba en la atención de los enfermos en las instituciones hospitalarias de Bizancio se repetía en la domus Dei de los caballeros de San Juan. En efecto, dicho ideal ya se expresaba en la bula papal Pie postulatio voluntatis promulgada por el Papa Pascual II, donde se destacaba el gran valor de la tarea caritativa de asistencia a los peregrinos y el cuidado del pobre en el xenodochium de la Orden.25
Al mismo tiempo, más de un autor de la época destacó la importancia y señaló la novedad del trabajo de la Orden para Occidente. Jacobo de Vitry, por ejemplo, asociaba la tarea del cuidado del enfermo y el pobre protagonizada por los freires sanjuanistas al espíritu de cruzada. De esta manera, de Vitry relata el origen del monasterio y del hospital, que vinculaba a la conquista de Jerusalén en 1099 bajo el mando de Godofredo de Bouillón, para pasar rápidamente a la mención de Gerardo, fundador de la Orden de San Juan.
Y en el origen, este xenodochium u hospital de San Juan no tenía ni ganancias ni otras propiedades. Esto es porque la abadesa de Santa María Latina, que lo tenía a su cargo, hacía distribuir a los pobres y a los enfermos partes y restos de comida de los dos monasterios y de las limosnas de los fieles. A continuación complació a la divina misericordia de liberar de infieles a la ciudad de nuestra salvación por la mano del duque Godofredo y otros fieles de Cristo y restableció la religión cristiana. Entonces un hombre llamado Gerardo, de santa vida y piedad probada, por mucho tiempo bajo la dirección del abad, se dedicó a la atención de los pobres en el hospital (…). 26
De esta forma, el obispo de Acre exaltaba la humildad del gran Hospital -o xenodochium- que ya desde su origen se encargaba de alimentar y cuidar a los fieles, tarea que, a partir de Gerardo, fundador de la Orden, habría evolucionado hacia la atención de los pobres en su hospital. Lo que se destaca de este pasaje, por lo tanto, es que la tarea de asistencia se asocia a una caridad religiosa que se expresa con la afirmación de que la abadesa de Santa María Latina y Gerardo, daban limosnas a los fieles y ayudaban a los pobres en la ciudad donde había sido “restablecida la religión cristiana”.
De igual modo, el espíritu de asistencia y cuidado de pobres, enfermos y peregrinos, se expresaba en la regla de Raimundo del Podio.27 Sucesor de Gerardo y primer maestre de la Orden desde 1118, se encargó en algún momento entre los años 1125 y 1153, de definir el documento que habría funcionado como la primera Regla de los hospitalarios.28 Este aspecto, vinculado al tercer elemento de nuestra hipótesis, también nos conduce a pensar que en el origen los freires de San Juan incorporaron diversos aspectos de la cultura hospitalaria bizantina.
4. La primera Regla del Hospital y los typika bizantinos: modelos disponibles en la región
Hace más de 100 años Delaville Le Roulx señaló que la Regla de Raimundo del Podio no conformaba un texto inalterado sino más bien de un cuerpo de disposiciones escritas que a lo largo del tiempo sufrió modificaciones sucesivas y adiciones de estatutos complementarios.29 En este sentido, más de un autor señaló posibles modelos de inspiración para la redacción de dicha Regla.
En general, se asume que se trató de un documento de inspiración principalmente de agustiniana.30 En efecto, esto no debería llamarnos la atención, ya que, como señaló Riley-Smith, el modelo de la regla de San Agustín fue uno de los más populares entre las nuevas comunidades religiosas que surgieron desde el siglo XII.31 Sin embargo, pese a ser el modelo que en términos generales siguió el documento elaborado por Raimundo del Podio, debemos considerar, como lo hacen los autores especializados, que su producción podría incorporar elementos diversos, entre ellos, los de carácter contingente, producto de las diversas situaciones que la hermandad de San Juan enfrentó desde sus primeros años en Tierra Santa, fruto de las experiencias de Gerardo y de sus colaboradores en un apostolado que no se había ejercido hasta entonces en la Iglesia latina.32 Por lo tanto, lo experimentado por Gerardo y los primeros miembros de la Orden habría generado que sus integrantes desarrollaran diferentes soluciones destinadas a regular la conducta que ellos debían seguir en cada momento.33 Así, la composición de la Regla de Raimundo no habría respondido únicamente a un marco normativo específico, sino también a las diferentes situaciones que la Orden atravesó en Jerusalén desde su origen.
En un sentido similar, podríamos preguntarnos si el documento que regulaba la vida de los freires sanjuanistas no contendría elementos de la cultura monástica local. Si analizamos y comparamos otra serie de documentos como los typika de los monasterios griegos de San Sabas, en Jerusalén y Tou Roidiou, en Siria,34 -cuya difusión ideológica fue central en la región- con la regla del Hospital encontramos similitudes que convienen destacar, ya que podrían indicar elementos utilizados en la composición del documento regular de la Orden, así como puntos de encuentro entre la cultura griega y los francos en Tierra Santa.35
En efecto, en el Typikon del monasterio conocido bajo el nombre de “Madre de Dios tou Roidiou” -cuya redacción tuvo lugar en algún momento de la primera década del siglo XII- existen referencias a los peregrinos europeos durante la época de las Cruzadas.36 En la Regla de Roidion se señalaba que se reciba y permita incluso a los francos a residir en el hospicio y comer en la mesa, más allá de sus “pensamientos irracionales”.37Dicho monasterio, en la región de la Montaña Negra en Antioquía, se encontraba cercano a las rutas de peregrinaje a la Ciudad Santa, razón que potenciaba la visita de la población europea que se trasladaba a Jerusalén.38
En el mismo sentido, existen referencias a los francos en el typikon del monasterio de San Sabas. Si bien la gran Lavra y su hospicio asociado funcionaban en la ciudad desde el siglo V, las versiones sobrevivientes de su Regla fueron redactadas en la época de las Cruzadas, lo que se refleja también en la mención a los francos en más de un pasaje, por ejemplo, cuando se refiere al permiso otorgado a los sacerdotes europeos de celebrar misa en la Iglesia del monasterio de Jerusalén.39
Por lo tanto, es probable que el contacto que los freires originales del Hospital mantuvieron con estos monasterios haya sido más o menos fluido. A propósito del monasterio de San Sabas, dicho contacto no debería llamarnos la atención ya que esta institución tuvo un papel central en la fuerte renovación de la vida monástica bizantina de la región durante los siglos XII y XIII.40
Una primera coincidencia entre la Regla de Raimundo del Podio con los typika de Sabas y Roidion se relaciona con el carisma que se manifestaba fundamentalmente en la hospitalidad y cuidado de todos los pobres y necesitados. Como ha sido señalado por más de un historiador, la Regla describe fundamentalmente a una orden comprometida únicamente en actos piadosos y la reunión de los recursos necesarios para llevar adelante su obra.41 En efecto, la quinta cláusula de la Regla se establecía que todos los hermanos, clérigos o laicos, fueran a administrar las donaciones recibidas por el Hospital entre los pobres. Así mismo ofrecía hospedaje a todos los peregrinos que lo solicitasen.42 Al mismo tiempo, la tercera cláusula asociaba la tarea de atención con el deber religioso,
(…) el sacerdote debe ir en vestimentas blancas a visitar a los enfermos portando religiosamente el cuerpo de nuestro Señor, y el diácono y el subdiácono, o al menos un acólito, yendo delante portando una linterna con una vela encendida y la esponja con el agua bendita. 43
Por su parte, el typikon de San Sabas indicaba en su octavo punto que aquellos que no quisieran echar raíces en el Lavra, recibirían en el hospicio, hospitalidad y descanso44. De la misma forma, el typikon de Roidion en la Montaña Negra indicaba que, del mismo modo que en el monasterio de San Sabas, allí también fueran recibidos los pobres y los extraños, tanto amigos como enemigos. Agregaba que esto debía hacerse siguiendo dos preceptos fundamentales del Señor tal y como figuran en el Evangelio de Mateo: el amor a Dios y el amor al prójimo (Mat. 25:35).45
De esta forma, el acto de caridad cristiana quedaba asociado a la acción de hospedaje y cuidado de los pobres y enfermos. Como ya mencionamos, este aspecto común en la práctica religiosa bizantina, constituía una novedad para el mundo occidental. El énfasis de los freires de San Juan en la atención de los necesitados para el beneficio de estos últimos, antes que una forma de salvación para sí mismos a través de la realización de buenas acciones, era realmente innovador. En efecto, los Hospitalarios se definían a sí mismo como siervos o esclavos de los enfermos46 cuya devoción religiosa por el cuidado de éstos era algo que los distinguía de las prácticas devotas del mundo occidental.47 De este modo se expresaba la regla de Raimundo en la cláusula 16 donde establecía que,
Y en la obediencia en la que el maestre y el capítulo del Hospital ordena cuando el enfermo venga, así sea recibido, sea comulgado religiosamente, confesando primeramente sus pecados a un sacerdote, y luego sea llevado a una cama, y allí también [sean tratados] como señores, según el poder de la casa. Cada día antes que los hermanos vayan a comer, sea reconfortado caritativamente con la comida; del mismo modo, todos los domingos, que la epístola y el evangelio sean cantadas en esta casa, y la casa sea regada en la procesión con agua bendita.48 (énfasis nuestro)
Por lo tanto, existía un espíritu similar en la idea de hospedaje, atención y servicio que inspiraba a los hospitalarios con la que se expresaba en los typika de los monasterios bizantinos de Jerusalén y la Montaña Negra en Siria.
De la misma forma, otro de los preceptos que guiaban la obra de los hospicios bizantinos y que se expresaba también en la tarea asistencial de los Hospitalarios era la renuncia a cualquier posesión personal para dedicarse a la atención de los pobres y enfermos. En efecto, como se indica en la primera cláusula de la regla de la Regla, todos los freires deberían ser castos, obedientes y vivir sin propiedad.49
(…) todos los hermanos, comprometidos en el servicio de los pobres, deberán cumplir con la ayuda de Dios, tres cosas que han sido prometidas a Dios, a saber: castidad y obediencia; eso es a cualquier cosa que sea comandada a ellos por sus maestros, y vivir sin propiedad; porque Dios requerirá estas tres cosas en el juicio final.50
De igual manera, el typikon de Roidion, basado en la ley cenobítica, señalaba que no estaba permitido a ningún hermano que poseyera algún bien propio.51 Por otro lado, aunque desvinculados de los aspectos asistenciales, las coincidencias entre los typika de estos dos monasterios y la Regla, se expresan en otras cláusulas que regulaban la conducta de los hermanos. Por ejemplo, en relación a las mujeres, el primer punto del typikon de San Sabas establecía que cualquier monje que sea encontrado en algún convento de monjas, o en contacto de cualquier forma con cualquier mujer, sea expulsado de la hermandad a causa del escándalo que eso produciría no solo entre los cristianos, sino también entre los gentiles. En el mismo pasaje se señala también, y de la misma forma, que, bajo ningún pretexto, como el de arreglar el pelo o escuchar confesiones, se visite a ninguna mujer.52 De manera similar, la cláusula número cuatro de los hospitalarios indicaba que,
Entonces cuando ellos estén en la iglesia o en la casa, o en otro lugar en el que haya mujeres, guarden su pudor, no laven las cabezas de las mujeres, ni sus pies, ni hagan sus camas. A nuestras Señoras, que habitan en su cuidado, las cuidan en esta manera. 53
A esta prohibición se sumaba lo señalado en la novena cláusula. Titulada De los hermanos en empleo de la fornicación, indicaba el castigo para cualquier hermano que haya caído en dicho pecado. Llamativamente, el problema, al igual que en el typikon de San Sabas, era el escándalo que produciría el hecho de que un hermano sea visto con una mujer.54
Pero si alguno de los hermanos, alguna vez aquella cosa no evita, los pecados de la caída en fornicación exigen, que si él peca en secreto, haga su pena en secreto, y la penitencia conveniente le sea adjudicada; y si lo hace público y con certeza públicamente lo repite en la ciudad en la que cometió el pecado, el día de domingo, luego de la misa, cuando la gente se haya retirado fuera de la iglesia, viendo todos, sea batido duramente por su maestro o por otro de sus hermanos, aquel que el maestro ordene, y atormentado con duras varas o cintos, o sea echado fuera de toda nuestra compañía; y si nuestro Señor ilumina el corazón de este, y retorna a la casa de los pobres, y reconoce su culpa y su pecado y su transgresión de la ley de Dios, y promete enmendamiento, sea él recibido y tenido por un año entero en lugar de extranjero (…).55
Aunque más desarrollado, el sentido que guarda la Regla del monasterio de Sabas es el mismo que expresa la de los Hospitalarios: que ningún hermano sea visto con alguna mujer porque eso dañaría la reputación de la comunidad. En el caso de los hospitalarios el castigo es más explícito, así como lo son las diferentes instancias antes de la expulsión definitiva de aquél que cometiera esta infracción.
Del mismo modo, acerca de cómo deben vincularse los freires y los castigos para aquéllos que ejercen la violencia entre ellos, la Regla de Sabas en su quinto punto, establecía que aquellos que incurrieran en peleas y golpes, sino lograsen reconciliarse, serían expulsados de la comunidad monástica por oponerse a los preceptos de Cristo.56 De la misma forma, en el punto seis, se señalaba que cualquier hermano que ejerciera violencia o abusos hacia otra persona, o generase recurrentemente intrigas con otros hermanos, también debía ser expulsado de la comunidad.57 La Regla de Raimundo también establecía sanciones para los freires que peleaban entre ellos, aunque a diferencia de la del monasterio griego de Jerusalén, no indicaba su expulsión, sino diferentes castigos según el grado del altercado.58
(…) si algún hermano alterca con otro hermano, y el procurador de la casa oyese el clamor, la pena sería tal: él ayunará por siete días, los miércoles y los viernes a pan y agua, y comerá en la tierra sin mesa y sin servilleta. Y si un hermano golpea a otro hermano, el ayunará 15 días. 59
En cambio, sí ordenaba la Regla de Raimundo, al igual que en el sexto punto de la Regla de San Sabas, la expulsión de los freires que intrigan con otras personas.60
Del mismo modo, si alguno de los hermanos, que tienen obediencias por diversas tierras, va hacia alguna persona secular en forma rebelde, dando la plata de los pobres, haciéndolos reinar contra el maestro, tales hermanos sean abandonados fuera de toda la compañía.61
Por último, la Regla de Roidion expresaba que las posesiones de los hermanos que morían debían ser derivadas al hospicio para la alimentación y atención de los pobres y enfermos.62 De igual modo, la regla del Hospital expresaba que transcurridos los oficios del sacerdote hacia el hermano fallecido, el maestre de la Orden hiciera caridad y entregara todas las vestimentas de dicho hermano a los pobres.63 Como establece la Regla de Raimundo del Podio: “(…) y pasado el oficio de dicho sacerdote [por el hermano fallecido], el maestro haga caridad, entonces todas las vestimentas del hermano muerto sean dadas a los pobres”.64
Por lo tanto y hasta este punto, es posible afirmar la existencia de numerosos elementos que permiten asociar el origen de la tarea médico-caritativa de los hospitalarios con la cultura monástica bizantina en la atención brindada en los primeros hospicios creados y sostenidos por los freires originales de la Orden. Esta continuidad habrá de expresarse en la historia posterior de la Orden con la puesta en marcha de un efectivo sistema de atención médica hospitalaria en el gran hospital creado por los Hospitalarios a mediados de la década del ’50 del siglo XII.65
5. Conclusiones
La pregunta que orientó nuestro trabajo giró en torno al modelo de organización que adoptaron los hospitalarios en su tarea asistencial-caritativa. Como fue señalado, en Europa no tuvo lugar un desarrollo hospitalario de la magnitud que alcanzó en Oriente, al menos hasta el siglo XII. De tal modo, para los hermanos que organizaron su hospital en Jerusalén el modelo organizativo institucional estaría disponible solo en el mundo oriental. De este modo, indagamos en los aspectos concretos detectables en las fuentes que los primeros hermanos de la orden compartieron con la cultura médica bizantina.
Un primer aspecto, observable en las regulaciones de los monasterios de la región, se vincula al ideal caritativo asociado a la atención médica. En función de esto, pudimos establecer un primer punto de contacto entre la cultura médico-hospitalaria desarrollada por los hospitalarios con la de los hospitales bizantinos en torno a una práctica vinculada a un sentimiento de piedad religiosa. Esta afirmación, como vimos, se refuerza en una serie de elementos históricos que reflejan la importancia de Bizancio en el origen de la Orden.
Por otro lado, al comparar la primera regla de la orden con los typika de los monasterios de Roidion y Sabas y sus hospicios asociados, observamos también la existencia de más de un punto en común entre los diferentes documentos sobre el comportamiento esperable de los hermanos y los castigos por infligir la norma. Partiendo de este punto, señalamos como más de un elemento de las regulaciones de estos monasterios guardaban importantes similitudes con la primera regla de la orden en Jerusalén. De este modo, pudimos interpretar que, para la regulación de la vida de su comunidad, el Hospital se habría basado, no solo en los preceptos de la regla de San Agustín, sino en los elementos existentes en la cultura monacal oriental. Los puntos en común que dicho documento guarda con las reglas de los monasterios de la región -sumado a los elementos históricos en torno a los orígenes amalfitanos del Hospital- permiten sostener que el modelo bizantino pudo constituir una influencia que debe ser tenida en cuenta a la hora de estudiar los orígenes de la Orden de los Hospitalarios. Por lo tanto, junto a las afirmaciones que insistieron en una formación contingente de la Regla de Raimundo del Podio o las que se enfocaron sobre diversos aspectos de la cultura monacal occidental, proponemos una lectura que se enfoque en los elementos propios del mundo bizantino a la hora de pensar el origen y organización de las órdenes militares, como la de los hospitalarios y su tarea asistencial.