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Prismas

On-line version ISSN 1852-0499

Prismas vol.18 no.2 Bernal Dec. 2014

 

OBITUARIOS

Jacques Le Goff (1924-2014)

 

Tras la muerte en 2004 de su esposa Hanka, con quien compartió cuarenta años de su vida, Jacques Le Goff se alejó de la vida pública y permaneció retirado en su modesto departamento de París, donde continuó su actividad en solitario. Tras una década de aquel retiro, el 1 de abril, el mundo pierde al "ogro historiador" (Le Monde), al "gran medievalista" (Le Figaro), al "esclarecedor de la Edad Media" (Le Nouvel Observateur), a un "monumento histórico" (Libération): tales son algunos de los rótulos utilizados por los medios franceses para despedirlo, prefigurando así el próximo vendaval que el mercado editorial no tardará en desatar cuando comience la búsqueda de escritos inéditos y la reedición de sus obras, junto a homenajes y biografías. Y no es para menos. Ya en 1998, Jacques Revel y Jean-Claude Schmitt habían publicado una obra en su homenaje que permitió resituarlo en la historiografía francesa y sentar un apelativo que remitía a su insaciable erudición y su apetito rabelesiano por la historia. Allí señalaban que el ogre historien "lo ha degustado todo insaciablemente o casi todo. Sus lecturas son inagotables, pero su paladar es infalible: todo escrito importante es presa de una gula crujiente, luego digerida y reformulada. Esta metáfora digestiva y culinaria representa con acierto su energía física e intelectual y la fuerza de un trabajo poco común en un historiador que tiene mucho de Michelet, pero también de Balzac". Si bien el apodo se inspiraba en su ensayo de ego-historia "L'appétit de l'histoire" en alusión a Marc Bloch, para quien "el buen historiador se parece al ogro de la leyenda. Allí donde huele carne humana, sabe que está su presa", su alcance encierra el tipo de síntesis que Le Goff aspiraba convocar en su figura: abrazar la tradición historiográfica francesa como un todo desde Voltaire hasta sus contemporáneos, sopesando sus contribuciones y reclamando una historia que no solo fuese ciencia, sino también arte. En este sentido, son tres los frentes en que Jacques Le Goff inscribió su oficio: investigador, profesor y divulgador, roles que siempre asumió complementarios y en simultáneo. Tras el medievalista que recupera y difunde nuevos objetos de investigación en revistas, libros y congresos científicos (muchos de los cuales también dirige), se sitúan, por un lado, la docencia en investigación en el ámbito experimental de una grande école -junto al progresivo control de sus redes institucionales y editoriales- y, por otro lado, la divulgación histórica extraacadémica para el gran público en medios gráficos y audiovisuales en calidad de experto. Esto lo llevó a convertirse en un historiador engagé e internacionalmente reconocido, quien, lejos de ofrecer una Edad Media sombría, meramente rural o zanjada por una leyenda dorada, construye con intuición antropológica y una escritura muy diáfana un mundo medieval de una honda sensibilidad, compuesto por imágenes abrumadoras, fantasías oníricas y ciudades amuralladas donde cobran vida unos actores sociales que son capaces de procesar su modus vivendi y crear formas de asumir o combatir esa realidad.
Jacques Le Goff nació el 1 de enero de 1924 en la ciudad de Toulon. Hijo de Jean Le Goff, un profesor de origen bretón e ideas anticlericales, y de Germaine Ansaldi, profesora de piano, provenzal y ferviente católica, su juventud transcurrió en un ambiente familiar pequeñoburgués envuelto por la dura evocación de la Gran Guerra, pero también conmovido tras la nueva rutina cotidiana que supuso la llegada del agua corriente o la radio a su casa, y por esa doble percepción doméstica de lo religioso que lo indujo a una mezcla de fascinación y zozobra ante aquel cristianismo "del sufrimiento y el miedo" que profesaba su madre. De esta época data su interés por la Edad Media, que provino, según ha confesado, de su lectura del fascinante "decorado material" que recreó Walter Scott en Ivanhoe. Ya en plena Ocupación, comienza sus estudios preparatorios en Marsella para ingresar a la École Normale Supérieure (ENS). Tras una grave pleuresía que lo obliga a convalecer en los Alpes y, con el firme propósito de evadir el examen médico que lo hubiera llevado a incorporarse al STO (service du travail obligatoire) impuesto por el gobierno de Vichy, se une a un pequeño grupo de maquis alpinos que reciben armas y medicamentos que los ingleses arrojaban en paracaídas. Tras la Liberación Le Goff se dirige a París a fin de completar los estudios, que cursará en una "desoladora" Sorbona que, por poco, lo disuade de continuar su carrera. Pasada esta crisis personal, resuelve ingresar al Lycée Louisle- Grand. Finalmente, en 1945, accede a la ENS de París, donde pasará cinco años que confirmarán su interés por el medievalismo. En ese marco, realiza en 1948 un viaje a Checoslovaquia como becario de la Univerzita Karlova de Praga y publica su primer trabajo: un artículo sobre un estudiante checo de la Universidad de París en el siglo XIV en la Revue des études slaves. En 1950, obtiene su agrégation en historia (con Fernand Braudel al frente del tribunal) y consigue un puesto para dictar clases de historia y geografía en el Lycée de Amiens (1950-1951). Durante los dos años siguientes, disfrutará de una research studentship en el Lincoln College de Oxford (1951-1952) y, luego, Lucien Febvre y Maurice Lombard le ofrecerán un puesto como pensionnaire en la École française de Roma (1952-1953). Allí, investigará la cuestión de los gastos universitarios en Padua en el siglo XV -trabajo que recién verá publicado en 1956- y tomará contacto con Michel Mollat, quien le propone ser su assistant (cargo cuya creación aún estaba en trámite) en la Universidad de Lille. Mientras se formalizaba el puesto, Le Goff ingresa al CNRS y considera la posibilidad de hacer una tesis que se negaría a proseguir. Prefiere concentrar su actividad en dos pequeñas obras de alta divulgación. La primera será Mercaderes y banqueros de la Edad Media (1956) en la que, lejos de indagar el comercio o los productos del intercambio, se ocupaba de los hombres que lo ejercían -los "mercaderes-banqueros" cristianos- a partir de sus desplazamientos, su función social y política y sus vínculos con las clases populares, los nobles y los campesinos, frente a una Iglesia que en teoría condenaba su actividad, pero que, en la práctica pastoral, también la justificaba. La segunda obra, Los intelectuales en la Edad Media (1957), supuso un ejercicio mucho más arriesgado de historia social. Allí, Le Goff se aventuraba con una acepción sociológica contemporánea para pensar una categoría medieval de profesionales cuya existencia precedía a su nominación: un conjunto de maestros, literatti y clérigos que a partir del siglo XII no vivían de la renta ni trabajaban con sus manos, sino con la palabra y el espíritu. Estas dos obras serán las primeras de Le Goff en ser traducidas al castellano, empresa que, a instancias de José Luis Romero, llevará a cabo Eudeba en 1962 y 1965 junto con el notable artículo "Tiempo de la Iglesia y tiempo del mercader" (1960) -el primero que Le Goff publicaba en Annales- traducido por Margarita Pontieri en 1963 como documento interno para la cátedra de Historia Social de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
En 1959 Le Goff ingresará a la viª sección de la École Pratique des Hautes Études (EPHE) de París -dirigida por Braudel- como chef de travaux, luego maître-assistant y, a partir de 1962, directeur d'études, cargo que ocupará durante treinta años y que marcará, sin duda, un punto de inflexión en su derrotero intelectual: allí pudo aunar la investigación con su transmisión en seminarios y desarrollar una Edad Media de corte sociológico y antropológico en diálogo con el presente. Fue en esta época que publicó sus dos grandes síntesis de alta divulgación: La Baja Edad Media (1962) y La civilización del Occidente medieval (1964). Con la primera, Le Goff ofrecía un manual de historia medieval entre los siglos XI y XIV (un concepto de manual que, por cierto, ya no es el nuestro), con un particular acento en los aspectos intelectuales, artísticos, religiosos, sociales y económicos, extendidos a lo largo de todo el territorio europeo cuya incursión no era usual en los medievalistas precedentes. La segunda publicación marcará una verdadera revolución en el medievalismo a través de un estudio sobre las estructuras espaciales y temporales, la vida material, las mentalidades, las sensibilidades y las actitudes de una "civilización" que aún tenía mucho de braudeliana. A partir de esta época, Le Goff también comenzará a dirigir solo o en colaboración grandes obras colectivas que, en su origen, fueron congresos o coloquios científicos y que contribuyeron a reconsiderar la naturaleza de viejos objetos históricos. Entre todas ellas cuatro, al menos, han marcado época: Herejías y sociedades en la Europa preindustrial (1968), Famille et parenté dans l'Occident médiéval (1977), Le Charivari (1981) y Objets et méthodes de l'histoire de la culture (1982). Tras el alejamiento de Braudel de la revista Annales y su partida de la EPHE, Le Goff pasará a ocupar un lugar fundamental en la reorganización de ambos espacios que -junto con los medios masivos de comunicación- servirán de base para renovar la historiografía en Francia y proponer una nouvelle histoire. No solo se convierte en uno de los grandes artífices de la conversión de la EPHE en institución independiente (como École des Hautes Études en Sciences Sociales a partir de 1975), sino también en su director y presidente entre 1972 y 1977. Junto con los miembros del comité de redacción de Annales -Emmanuel Le Roy Ladurie, André Burguière y Jacques Revel- propicia un profundo diálogo con la antropología cultural e histórica y un mayor acento en los aspectos materiales, sociales y simbólicos de las representaciones y las prácticas. Asimismo, Annales comenzará a favorecer las investigaciones en equipo publicando números monográficos en dos de los cuales Le Goff tuvo un rol central: "La ciudad y las órdenes mendicantes" y "La literatura de los exempla". Por otro lado, y pese a su rechazo frente a cualquier teorización de la disciplina, Le Goff participó en la dirección de dos obras colectivas que buscaron legitimar los nuevos principios metodológicos y epistemológicos de aquella nouvelle histoire. En 1974, publica los tres volúmenes de Hacer la historia junto a Pierre Nora donde indagarían nuevos problemas, enfoques y objetos. Allí aparecerá su clásico ensayo sobre la pertinencia del término mentalité, aún hoy de referencia. En 1978 dirige, junto a Roger Chartier y Jacques Revel, La Nueva Historia, organizada como un diccionario enciclopédico en cuyas entradas examinaban nociones, instrumentos, campos, métodos y figuras emblemáticas de historiadores y científicos sociales. A estos dos trabajos se suman los capítulos que conforman las dos obras que Paidós difundió en castellano en 1991 como El orden de la memoria y Pensar la historia, publicados entre 1977 y 1982 como entradas para los distintos volúmenes de la Enciclopedia Einaudi, dirigida por Ruggiero Romano. Junto a otros historiadores, Le Goff propagó esta nouvelle histoire por fuera del mundo académico: entre 1968 y 1991, conducirá el programa de radio Lundis de l'histoire, participará esporádicamente reseñando libros u ofreciendo entrevistas en Le Monde des livres o en Le Nouvel Observateur, entre otros medios, y también oficiará como asesor en 1986 del director Jean-Jacques Annaud en su adaptación cinematográfica de la novela de Umberto Eco, El nombre de la rosa, un tipo de divulgación que volverá a practicar más tarde con Europa contada a los jóvenes y La Edad Media explicada a los jóvenes (ambas de 1996) y Héroes, maravillas y leyendas de la Edad Media (2005). Toda una empresa de alta divulgación forjada por expertos que intentaba combatir la difusión de historias producidas por aficionados y periodistas.
En este marco de renovación historiográfica se inscriben dos de sus obras más importantes. Por un lado, Tiempo, trabajo y cultura en el Occidente medieval (1977), en la que reúne veinte años de investigaciones y cuyo prefacio -una pieza historiográfica fundamental- aboga "por otra Edad Media" (título del original francés que la versión castellana no retuvo) reconstruida con fuentes literarias, arqueológicas, artísticas y jurídicas que los medievalistas "puros" habían desdeñado y donde reaparecen sus principales intereses: el tiempo del trabajo urbano y rural, la universidad medieval, la engañosa dualidad entre cultura popular y cultura erudita y un elogio de la antropología histórica. Allí clama por una polémica "larga Edad Media", una sociedad preindustrial que se extendería entre el siglo III y el XIX, en cuyo marco se crearon nuestras estructuras sociales y mentales modernas, término que también empleará en Una larga Edad Media (2004) -una recopilación de textos y entrevistas que ofreció para la revista L'Histoire desde 1980- donde fundó su rechazo hacia el artificio de las habituales periodizaciones históricas, objeto de su última obra, Faut-il vraiment découper l'histoire en tranches? (2014). Por otro lado, en 1985, publica una "secuela" de su libro de 1977, L'Imaginaire médiéval (traducido parcialmente como Lo maravilloso y lo cotidiano en el Occidente medieval), donde extiende la idea de "larga Edad Media" pero a partir del concepto de "imaginario" que considera más adecuado que el de "mentalidad" y con el que reconstruye la circulación social y cultural de una serie de bienes simbólicos como lo "maravilloso", el espacio, el tiempo, los sueños o el cuerpo. Entre aquellos dos libros "simétricos", Le Goff publica una de sus obras maestras: El nacimiento del purgatorio (1981). A fines del siglo XII, la aparición de este "tercer lugar" entre el cielo y el infierno se convierte en una revolución social y mental que permite introducir un nuevo sistema de valores asociado al cálculo y a una vida alejada de su desprecio del mundo. En suma, un cristianismo renovado que impulsó una idea de "interioridad" que habría favorecido el nacimiento del individuo moderno. Esta perspectiva será recuperada en La bolsa y la vida (1986) y La Edad Media y el dinero (2010) a partir de una interpretación antropológica de la economía monetaria, donde la proscripción del beneficio y la condena de la usura habrían impedido el desarrollo del capitalismo. Cuando el largo derrotero intelectual de Le Goff parecía haber llegado a su fin, vuelve a sorprender en 1996 con una nueva y última obra maestra tras la que estuvo trabajando durante quince años: Saint Louis. Allí se propone rastrear la vida de Luis IX, "el personaje político más importante del siglo XIII en el Occidente cristiano" y el único rey francés canonizado. Organizado como un tríptico, en esta historia "global", que tal vez haya sido su último intento por instrumentar los lineamientos de la nouvelle histoire, Le Goff ofrece una primera parte biográfica ("La vie de Saint Louis"), de factura clásica; en la segunda ("La production de la mémoire royale. Saint-Louis a-t-il existé?") realiza una pormenorizada deconstrucción de las fuentes contemporáneas al monarca, y en la tercera y más importante ("Saint Louis roi idéal et unique") indaga al personaje que se oculta tras el héroe. Un verdadero experimento historiográfico que, de algún modo, resume la tripartición de sus objetivos como medievalista: recuperar al hombre vivo por detrás del documento, insertarlo en un continuum diversificando los puntos de mira para, finalmente, hacer de tal proyecto un ejercicio social de transmisión del saber. Tal como el propio Le Goff lo definía en un pasaje de su ensayo de ego-historia: "la historia es una lucha contra la muerte. El historiador la desgarra y, de forma más o menos consciente, espera vivir un poco más gracias a esa inmersión en el pasado".

Andrés G. Freijomil

UNGS/CONICET

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