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Relaciones

Print version ISSN 0325-2221On-line version ISSN 1852-1479

Relaciones vol.46 no.2 Buenos Aires Dec. 2021

 

Artículos

EL ANTROPOCENO COMO PROCESO, NO COMO ESTADO

THE ANTHROPOCENE AS A PROCESS, NOT AS A STATE

José Luis Lanata1 

Nicolás Tanos2 

Adrián Monjeau3 

1 Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Instituto de Investigaciones en Diversidad Cultural y Procesos de Cambio, Universidad Nacional de Río Negro. E-mail: jllanata@conicet.gov.ar

2 Universidad Nacional de Río Negro. E-mail: nicotanos@gmail.com

3 Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Fundación Bariloche. E-mail: amonjeau@ fundacionbariloche.org.ar

RESUMEN

La reciente propuesta de una nueva era geológica denominada Antropoceno a partir del año 1950, en donde el Homo sapiens es el principal actor, le ha dado a las ciencias humanas ysociales la posibilidad de discutir y contribuir en su adecuada definición, más allá del goldenspike que se pueda emplear. Nuestro interés es mostrar que estamos frente a un proceso quearranca, quizás, hace 10.000-8.000 años y que los humanos, a través de nuestra capacidad degenerar rápidamente nuevos nichos en diferentes dimensiones espacio temporales, hemos idoincrementado su aceleración con el paso del tiempo.

Palabras clave: Antropoceno; construcción de nicho; equilibrio puntuado; demografía; dinámica de cambio

ABSTRACT

Recent proposal of the Anthropocene as a new geological era since 1950 AD, with Homo sapiens as its main actor, has presented the humanities and social sciences the opportunity of contributing and discussing it in a relevant approach, beyond the golden spike that may be used. Our goal is to point out that we are facing a process that arose perhaps 10,000-8,000 yearsago, in which humans, using our ability of swiftly generating new niches in different space-timedimensions, have accelerated it over time.

Keywords: Anthropocene; niche construction; punctuated equilibrium; demography; change dynamic

INTRODUCCIÓN

Pensar que las demarcaciones de la huella humana son únicas, que ocurren en un momento particular, con impactos mundiales -a veces- y casi inmediatos, deja de lado la compresión de lamultiplicidad de los procesos evolutivos tanto de nuestra especie como del total de aquellas quehabitan nuestro planeta. Sería como si leyéramos el epílogo de un libro restándole importanciaa sus capítulos; aquellos que nos dieron a conocer la trama esencial de la historia narrada y nosla hacen comprender adecuadamente. Sin duda, nuestra propia historia en el planeta es la de unproceso en continua transformación (Borrero 2011) y, mucho más, la de los últimos milenios. Espor eso que para comprender el Antropoceno (Crutzen y Stoermer 2000; Crutzen 2002) debemosir más allá de sus efectos y consecuencias, las que en gran medida experimentamos actualmente.Es importante comprender y entender los múltiples procesos que lo generaron en una red de situaciones que se desarrollan tras la modificación y/o transformación de los nichos de los múltiplesactores intervinientes y su impacto en las generaciones, ecosistemas y paisajes subsiguientes. Esteconjunto de actores genera interacciones con esos cambios, los que, a su vez, fueron el motor deotros, generando una concatenación de situaciones y espacios que se modificaban con cada nuevageneración (i.e. Steffen et al. 2007, Ellis et al. 2018).

En general, comprendemos antropocéntricamente las relaciones de nuestra especie con el resto del planeta. Si bien esto es lógico, nos lleva a olvidar y/o negar ciertos efectos directos ycolaterales de los diferentes procesos que originan esas conductas. Es necesario reconocer susdistintas trayectorias; así, el conocimiento de nuestro pasado se transforma en la mejor herramientaanalítica para cualquier tipo de acción por realizar en el presente y en el futuro. La puesta en escenadel Antropoceno es una excelente oportunidad para ello (Lanata et al. 2017). El Antropoceno nossitúa frente a una perspectiva donde los humanos somos el motor-factor-animal más relevante-quizás el mayor- en la aceleración de los cambios a nivel planetario (Crutzen y Stoermer 2000).Pero ¿somos algo más que un simple "actor geológico" que demarca el inicio de una nueva era,aproximadamente en 1950? Desde hace 10.000 años (Cochran y Harpending 2009; Erlandson yBraje 2013; Ellis et al. 2013) explotamos casi todos los ecosistemas planetarios generando nuevoscomportamientos sociales de la mano de distintas innovaciones materiales que modifican nuestronicho ecológico -así como el de otras especies- en diferentes bloques espacio-tiempo. Por lo tanto,comprender cómo se han ido construyendo esos nuevos nichos (sensu Odling-Smee y Laland 2012;Odling-Smee et al. 1996, 2003, etc.) nos lleva a romper con la dicotomía cultura-naturaleza (sensuLatour 2004, 2007, 2008) para entender cómo fue el dinamismo adaptativo de los humanos y susdistintos efectos -en los diferentes niveles, sociales, ambientales, corporales, etc.-.

Un número importante de científicos ha comenzado a debatir desde cuándo es posible que definamos el comienzo del Antropoceno (Ruddiman et al. 2015; Certini y Scalenghe 2015; Lewisy Maslin 2015; cfr. Briones et al. 2019; Svampa y Longa 2019). No obstante, otros puntos relevantes y poco discutidos son: a) desde cuándo esto es irreversible (Briones et al. 2019; Lanata etal. 2019) y, b) por qué los humanos hemos adquirido esta capacidad transformadora (Ellis 2016)en tal magnitud. Quizás, es porque hemos incrementado diferencialmente el proceso de construcción de nicho que todas las especies poseen (Smith y Zeder 2013; Cantrel et al. 2017; Elliset al. 2018) y/o porque también sus diferencias regionales no tienen un correlato global en lasdistintas conductas humanas; es decir la humanidad no reacciona igual y uniformemente al mismocondicionamiento ambiental (Bauer y Ellis 2018), como lo tendrían los fenómenos ambientales engeneral (ver Gayo et al. 2019).1 Esto nos hace preguntar acerca de la humanidad y su impacto enel planeta a pesar de su efímero paso por el este -tan solo ca. 250.000 años (Lahr y Foley 1994,1998; Stringer 2002, 2016; entre otros) vs. 4.000 millones de vida biológica sobre la superficieterrestre-. Durante los últimos milenios, los efectos del ser humano sobre los ambientes se hanintensificado de tal manera que dieron lugar a honrarnos en tener nuestra propia era geológica.2Sin duda, a medida que pasa el tiempo parece que los procesos se aceleran y se hacen más notables. Uno de ellos es el aumento demográfico. En los últimos tres siglos la población mundial sehabría multiplicado por diez hasta llegar a los 7.8 mil millones de habitantes en 2020 y se estima11 mil millones a fin del siglo XXI.3 Una de sus múltiples consecuencias es que explotamosaproximadamente el 50% de la superficie terrestre (Arias Maldonado 2016) para la producción denuestros recursos. Uno de los varios puntos de inflexión del crecimiento demográfico de nuestraespecie -por tomar, quizás, uno de los más cercanos- puede ubicarse de la mano del intercambiocolombino (Crosby 1972; ver también Mann 2011; entre otros), vinculado con la incorporaciónglobal de nuevos recursos y fuentes de energía (Rapoport 1988).4 Es por ello que el aumentodemográfico no es solo una característica de los últimos siglos, sino una resultante de múltiplesfactores a lo largo de milenios de cambio. Para entender esta "nueva realidad-situación" se hacenecesario comprender el proceso que nos ha llevado al Antropoceno, que sin duda va más allá dela simpleza de señalar al Homo sapiens como motor de cambio a partir de año 1950 -o algunosaños antes (ver detalles en Subramanian 2019, Baldwin y Erickson 2020, y también Biello 2015,Chomsky 2020, Syvitski et al. 2020)-.

DISPERSIÓN GLOBAL Y DEMOGRAFÍA

Teniendo en cuenta la juventud de los humanos (Lahr y Foley 1994, 1998; Stringer 2002, 2016; entre otros) vemos, en la dimensión de nuestro paso por el mundo, que es a partir de losúltimos 10.000-8.000 años cuando comenzamos a dejar más huellas legibles a nivel planetarioque muchas otras especies. Estas huellas no tienen una sola forma que la distingue, sino queson producto de diversas complejidades adaptativas que tienen particularidades espacio-temporales. Luego de ca. 190-160.000 años de permanencia solo en África y tras nuestras múltiplessalidas fuera de ese continente (ver modelos en Lanata 2004), comienzan diferentes procesosde dispersión5 que culminan con la colonización de las masas continentales ca. 20-18.500 añosatrás (Dillehay et al. 2015) en el sur de América. Tras la permanencia exclusivamente africana,nuestra dispersión global, lejos de ser homogénea, ha sido multifacética y pluridimensional, caracterizada por particularidades espacio-temporales variadas. Ellis et al. (2018; ver también Ellis2015) señalan que, para comprender a largo plazo los cambios de nuestra especie, y su impactoen los ecosistemas, debemos considerar que las transformaciones de los nichos humanos son elresultado de una retroalimentación constante entre cambios culturales y ambientales, como lomuestra la múltiple evidencia arqueológica -ver artículos en Anthropocene 4, 2013-. De estaforma, sería posible comprender y abordar la problemática de la sostenibilidad a largo plazo a laque nos enfrenta el Antropoceno. Debemos comprender que se trata de un proceso de seleccióncultural de múltiples niveles (Wilson y Sober 1994).6 En el caso del Antropoceno, Ellis et al.(2018) consideran que un acercamiento de este tipo es el adecuado para comprender y determinarlas relaciones causales, la forma y la intensidad de la construcción de nicho en la escala socialhumana. Estos autores señalan que para analizar las modificaciones del nicho humano hay queconsiderar: i) las escalas sociales relevantes, ii) el impacto de la herencia cultural, iii) cuáles sonlas innovaciones culturales latu sensu adoptadas, iv) la herencia ecológica, v) la forma en que se da la intensidad de construcción de nicho en un espacio-tiempo dado y, vi) los diferentes tiposde energía que se emplean -en términos de área per cápita, a mayor energía mayor ingenieríarepresentada en los ecosistemas (ver Ellis et al. 2018:figura 1)-. Este acercamiento socioculturalde la construcción de nicho nos dice que cuando la densidad poblacional y el territorio de unasociedad se expanden, aumenta su impacto sobre los ambientes ya sea mediante sus conductasculturales como por las tecnologías y artefactos que emplea. Esto lleva a un mayor intercambioy/o cooperación, haciendo que la forma -ingeniería- en que se explotan los ecosistemas sea, enprincipio, supuestamente, más efectiva y compleja.

Cuando nos empezamos a agrupar en zonas específicas produciendo, importando y consumiendo recursos -cercanos y lejanos- comienza nuestra marca tangible en el medio ambiente. Los procesos de producción de recursos para la sostenibilidad de los grupos humanos que habitanestos espacios, por ejemplo, en núcleos urbanos quitan, transforman, desarman los ecosistemascercanos en aras de alimentar estos conglomerados. Esta expansión multiespacial a paisajes desconocidos, en algunos casos con pocos o nulos recursos para la subsistencia, viene sucediendodesde cuando nos aventuramos fuera de África al ser una especia invasora en nuevos ecosistemas-ver diferentes mecanismos y resultados en Lockwood et al. (2007)-. Esta característica nos hapermitido explorar y explotar ecosistemas eficientemente -desde el punto de vista humano-. Perodesde hace unos 10.000-8.000 años nos encontramos con que nuestra especie habita en la mayorparte del planeta -salvo la Antártida y algunas islas del Océano Pacífico (Dewar y Wright 1993;Hunt y Lipo 2006; Elzinga 1993)-. No fueron un impedimento los espacios de difícil acceso,los climas extremos, etc., donde, a pesar de las locaciones desventajosas, la humanidad se lasha ingeniado para aprovechar gradualmente su flora y fauna con el fin de subsistir en primerainstancia y, como efecto posterior, construir y desarrollar asentamientos urbanos, beneficiándosede recursos como el agua, los minerales y la energía (Cochran y Harpending 2009; Erlandsony Braje 2013) a través de innovaciones tecnológicas y sociales. Pensar en esto como procesosque hacen a la construcción de nicho y, consecuentemente, al Antropoceno, se condice con unaserie de eventos que nos han llevado a un rápido cambio ambiental provocado, en una medidaimportante, por el impacto del aumento de la población humana y el incremento del consumode recursos de diferente tipo. Por ejemplo, solo la intervención humana puede explicar por quéla concentración de dióxido de carbono y metano en la atmósfera presenta un aumento anómaloentre los siglos VI y III a.C., sustancialmente mayor que las fluctuaciones durante los miles deaños previos (Petit et al. 1999, Trischler 2017).

En el plano ambiental, los humanos y las diferentes especies animales de las cuales obtenemos nuestra alimentación representan casi el 90% de toda la biomasa de mamíferos del planeta (Berger et al. 2020), y las actividades económicas relacionadas se han apropiado del 40% de laproducción primaria neta de la biósfera (Vitousek et al. 1986), necesitando utilizar más del 120%de la biocapacidad planetaria para una adecuada sostenibilidad (Wackernagel et al. 2002). Estoha sobrepasado los límites planetarios en varias dimensiones (Rockstrom et al. 2009). Su consecuencia es que, dadas las limitaciones de un sistema planetario finito, se produce el crecimientode la biomasa humana en desmedro de la disminución de la biomasa de otras especies (Barnosky2008). De hecho, como mencionamos, el fin de la dispersión de nuestra especie a nivel continentalfue acompañada sincrónicamente con una serie de extinciones que se dieron durante el Pleistocenofinal (Monjeau et al. 2017:figura 2) y que continua en el presente, superando ampliamente la tasade extinción natural (Pimm et al. 1995). En un estudio reciente, Bar-On et al. (2018) señalan que,actualmente, la masa de todos los humanos combinada es más alta que la de todos los mamíferosterrestres juntos, y que esto tiene un impacto sin precedentes sobre la biomasa global no sólode los mamíferos, sino también de peces, plantas y otros animales. Es por ello que este impactohumano sería el motor de una sexta gran extinción de especies (Kolbert 2014; Ceballos et al.

2017) o que lo será en las próximas décadas de continuar estas tendencias (Barnosky et al. 2011). Somos una de las causas -quizás la más relevante- de un proceso que excepcionalmente ocurriósolo cinco veces en 600 millones de años, y que se debieron, las cinco veces anteriores, a cataclismos de escala planetaria (Maldonado 2009; Pimm et al. 2014). A los impactos mencionadosse suma que, al finalizar el siglo XXI, podrían extinguirse de entre el 50% y 90% de las seis milnovecientas lenguas endémicas actuales (Gorenflo et al. 2012). Muchas de las sociedades quehablan estas lenguas sobrevivían fuera de la lógica occidental hasta que los alcanzó, entre otrosintrusos, el proceso de globalización de los últimos siglos (Wallerstein 1979). Existe una notableconcurrencia espacial entre diversidad de lenguas y diversidad biológica debido a que la maquinaria de transformación de los paisajes acorraló a los pueblos originarios y a la biodiversidad enlos mismos rincones adonde el mercado no ha llegado aún (Monjeau 2010).

Construir un nicho humano implica tomar materia y energía del stock natural que posee la biósfera (Odling-Smee et al. 2003) para convertirlo, a través de artefactos, recursos, costumbres,etc., en un medio para satisfacer las múltiples necesidades de un grupo en un espacio tiempo particular. La intensidad del cambio depende de la potencia disponible para lograr la transformación(Monjeau et al. 2015). En los últimos centenares de años, los logros tecnológicos han avanzadotanto que ya los humanos no reconocen la dependencia insoslayable que tenemos con la naturaleza(Descola 2005), ni tampoco diferencias entre lo natural y lo cultural (Latour 2004).

CONSTRUYENDO NUEVOS NICHOS Y DEJANDO HUELLAS

Reconocer los procesos que crean patrones permite entenderlos y modificarlos. La construcción de nicho conlleva una parte donde los comportamientos aprendidos y transmitidos socialmente modifican entornos. Los seres humanos, como otras especies, son constructores denicho especialmente eficaces debido a su capacidad para generar cultura latu sensu (Smith 2007;Kendal et al. 2011; Arias Maldonado 2016), y más cuando son una especie invasora (Lanata etal. 2008). Los patrones de construcción de nicho tienen un sobre salto de tal implicancia biofísicaque no hay posibilidad de vuelta atrás. Estas particularidades se diversifican con un mismo finen los procesos de obtención de energía por parte de los humanos. Por más intensa que sea lamodificación de un tipo de ecosistema a otro, el mundo "natural" nunca es reemplazado por completo, ya que siempre quedaran elementos del ecosistema anterior coexistiendo en el nuevo en unhíbrido natural-cultural (Latour 2007). Somos la primera generación de científicos que podemosregistrar estos procesos desde el espacio, a partir de las imágenes satelitales y poder ver la huellahumana como una inmensa red interconectada (Sanderson et al. 2002). Al igual que en una redde pesca, la malla es un filtro que deja escapar a parte de la biota. Si es gruesa, fauna y flora pueden coexistir entre los grandes intersticios. En cambio, sí es fina, la fauna pequeña, alguna flora,hongos, virus y bacterias serán los únicos componentes que puedan coexistir con los humanos.No hay ninguna manera de esquivar la interacción -o unidad- humanos-naturaleza (Hall et al.2001); los humanos impactamos en el mundo natural y el mundo natural impacta sobre nosotros(Laland et al. 1996, 2007; Ellis et al. 2018) modificando la calidad y cantidad de los serviciosecosistémicos que prodigan para el bienestar de la sociedad y generando anticuerpos que son laszoonosis (Quammen 2012). El problema de esta coexistencia es que hemos ocupado casi todoslos ecosistemas, generando una biomasa de una sola especie de tal magnitud que es susceptiblede propagar cualquier intercambio biótico por todo el planeta -tal como es el caso contemporáneodel COVID 19, la fiebre española de hace 100 años, solo por citar algunos-. Este proceso resultarelevante porque deviene en un ejemplo donde el aumento poblacional y la circunscripción social tienen un peso importante en el desarrollo de la intensificación. En el planeta se encuentranconstantemente construcciones de nicho menores con sus propias particularidades. Esta réplicaen diferentes lugares nos permite ver la red de construcción espacial como parte de una lógicaadaptativa que se transforma en múltiples golden spike1 humanos.

CONSTRUYENDO Y EXTINGUIENDO

La huella humana es más profunda de lo esperado -ver desarrollo en Kitzes et al. 2008-. Esto queda registrado en su repercusión en las biotas que provoca una presión evolutiva/selectivasobre las especies animales y vegetales con las que compartimos los ecosistemas. Esta presiónestimula las respuestas coevolutivas y adaptativas, entre otras tantas. En algunos casos la reacciónde las especies es favorable y se ajustan bien a una "convivencia"; en otros, puede resultar en ladesaparición y/o extinción de uno de los dos ya sea a nivel local o general; o incluso puede suce-derle lo mismo a un tercer actor como un colateral de la relación entre los primeros. Tomemos porejemplo el caso de la dispersión de los humanos en las Américas. Hace ca. 30-25.000 años estecontinente estaba libre de humanos. Al comenzar nuestro proceso de dispersión se pudieron producir cambios/impactos en los diferentes ecosistemas con intensidades y repercusiones diversas.Yesto se debe sencillamente a que al iniciarse la dispersión no poseemos predadores naturales comofue el caso durante la permanencia exclusiva del Homo sapiens en África. Y a su vez, esto ocurrecoetáneamente con los cambios característicos y propios de la transición Pleistoceno-Holoceno. Lainvasión americana del Homo sapiens tuvo lugar en un período relativamente corto de tiempo -enla escala de la especie (Lanata et al. 2008)- y coincidió con la extinción de un número importantede grandes vertebrados en muchos hábitats americanos (ver Grayson 1991; Meltzer 2015; Defler2019; etc.). Si bien la causa última de tales extinciones todavía es controversial (ver Monjeau etal. 2011 y bibliografía allí citada), hay evidencias que apoyan tanto a los factores ambientales ybiológicos como a los humanos. Lo más probable es que los tres factores y otros -nuevas bacterias y virus, ver por ejemplo Beltrame et al. (2020)- hayan desempeñado un rol relevante enuna situación de estrés ecológico muy complejo. No nos adentraremos en este debate, pero nosinteresa rescatar el tema de la competencia entre humanos y sus potenciales presas animales enuna situación de dispersión/invasión inicial en un nuevo ecosistema.

Los resultados presentados sobre este particular por Monjeau et al. (2011) y Abramson et al. (2011)8 muestran que en los momentos iniciales de la dispersión de los humanos, con estrategiasde cazadores-recolectores, se desencadena la extinción del herbívoro que es competitivamentesuperior y la supervivencia del herbívoro que es competitivamente inferior (dentro del gremio delos herbívoros) pero que tiene mayor capacidad de dispersión, incluso en hábitats que permiten laconvivencia con otros. Esto sucede aun cuando la presión de la depredación sea más baja sobre elherbívoro superior en relación con un herbívoro competitivamente inferior. En cuanto al rol quejuegan el tamaño del sistema y las fluctuaciones poblacionales de los distintos actores, estos autoresobservan que la presencia de los humanos provoca un colapso ecológico cuando el sistema es depequeño tamaño (por ejemplo, ocurre más rápido en islas que en continentes). El tiempo de extinción como función del tamaño del sistema, tal como calculan los autores en los modelos, muestra,además, la concordancia con los datos paleontológicos disponibles. Los resultados de Monjeauet al. (2011) y Abramson et al. (2011) rescatan la importancia de modelar el efecto combinadode los factores antrópicos y ambientales para describir apropiadamente su dinámica adaptativa enun ecosistema complejo donde se conjugan factores ecológicos humanos como preponderantesen el desarrollo de una biota cuando se generan interacciones no sustentables, como la apariciónde un depredador en un nuevo espacio. Un punto interesante de estos modelos es que las presasno tienen la posibilidad de generar nuevos mecanismos de adaptación defensiva con relación alnuevo depredador. Esto hace que sufran desajustes poblacionales tales como la pérdida de tiempogeneracional, que afecta la tasa neta de reproducción y, en consecuencia, la posibilidad de crecerdemográfica y sosteniblemente en el lapso de una generación, lo que provoca la extinción. Porel contrario, las poblaciones humanas y sus presas menores tienden a tener el resultado opuesto.

El proceso resultante fue explicado por Rosenzweig y McCord (1991) como reemplazo del ocupante. Tras que los humanos ocupan estos ecosistemas con nuevas y, en un primer momento, eficaces estrategias, terminan reemplazando a alguna/s otra/s especie/s que no puede/n adaptarsea las nuevas situaciones. Se ha creado un nuevo nicho para una de las especies por lo que loshumanos en este caso, poseen una serie de ventajas. Irán sustituyendo en la red trófica a otrasespecies; algunas desaparecerán, otras convivirán competitivamente o no. En el caso americanono se dio exactamente de esta manera entre humanos y la megafauna extinta. Los tiempos fueronrelativamente cortos en términos evolutivos y, como se dijo antes, no dio lugar a ninguna acciónpara contrarrestarlo y hacerlo más prolongado, más teniendo en cuenta la transición ambientalen la que se desarrollaba. Se generó una carrera asimétrica donde las presiones selectivas fueronmucho más fuertes para las presas que para los cazadores. Los modelos citados nos dejan en claroque cualquiera hubiese sido la situación ambiental para la megafauna, su territorio y las características del ecosistema en el que se encontraban, su desaparición era casi inevitable. De estamanera, estos cazadores contribuyen activamente en la construcción y transmisión del nicho y conel transcurso del tiempo esta retroalimentación entre los individuos y el ambiente puede conducira cambios evolutivos para la comunidad biológica generando problemas de rápida expansión enlas poblaciones a través de la modificación de su medio lo que propicia procesos selectivos o deplasticidad fenotípica.

El americano es el último caso de colonización continental de nuestra especie con una estrategia cazadora-recolectora. No hemos comentado los otros -no es la finalidad aquí- pero sí es remarcable que han tenido tempos diferenciales en cada ecosistema continental, entre los que elde las América fue -quizás- el más rápido. Y cuando consideramos los seis puntos que nos alertanEllis et al. (2018, ver supra) podemos comprender por qué los cazadores-recolectores se han mantenido durante tantos miles de años -más allá de pocas diferencias espacio-temporales- como unactor más, integrado dentro de los ecosistemas y subordinado a sus leyes y límites naturales. Así,los humanos tuvimos una biomasa importante, pero nunca una supremacía o predominancia quecausara modificaciones de tal magnitud que produjera muchos cambios puntuados en sus nichos. Apartir de esta situación, y con el impacto del paso del Pleistoceno al Holoceno, las modificacionesecosistémicas globales, así como los cambios en las densidades demográficas -tanto humanascomo de otros mamíferos- comenzamos a enfrentarnos a novedosos procesos de construcción denicho. Esto hizo que en distintas partes del planeta surgieran innovaciones tecnológicas y sociales;embriones de una diversificación conductual, social y tecnológica del Homo sapiens que antesno se había experimentado (ver detalles en Braje y Erlandson 2013a). La extinción de especies,el aumento de animales domesticados y plantas cultivadas y la gran mezcla de especies entre loscontinentes (Crosby 1972) son algunos de los principales indicadores del Antropoceno, y no pueden revertirse aunque el cambio climático dé marcha atrás, ya que hay puntos de irreversibilidadinstaurados (Lanata et al. 2019).

INNOVANDO EN LA DIETA Y LA TECNOLOGÍA Y GENERANDO CIUDADES

La evidencia de la ocupación humana en Monte Verde (Dillehay et al. 2015), extremo sur americano, nos dice que hace ca. 20-18.000 años atrás los humanos habían colonizado todas lasmasas continentales con estrategias cazadoras y/o recolectoras y/o pescadoras. Eran una especiemás -única como todas-9 coexistiendo con otras en diferentes ecosistemas del planeta. Sin duda,la dinámica de la construcción del nicho humano considerada a nivel global no pudo ser igual ycon el mismo tempo en cada ecosistema. Muy por el contrario, esta fue particular (ver Ellis et al.

2018) en cada uno de los infinitos casos desde el cuerno de África hasta Patagonia, pero nunca con una magnitud tal que produjera una huella ecológica relevante (Braje y Erlandson 2013a) en elsentido que hoy la entendemos. Pero unos pocos milenios después -o quizás desde el Pleistocenofinal (Braje y Erlandson 2013b; Trischler 2017)-, cuando ya estaban instaladas las condicionesambientales propias del Holoceno, advertimos en diferentes ecosistemas terrestres los efectos denuevas construcciones de nicho humanas. De la mano de; i) crecimiento poblacional, ii) cambiosdietarios, iii) control y/o domesticación y translocación de determinadas especies vegetales yanimales, iv) desarrollo de innovaciones tecnológicas y sociales, v) modificaciones en las estrategias de movilidad, y vi) limpieza de espacios, quema y deforestación de bosques -ya sean enconjuntos o no-, comenzamos a ver que nuestro impacto sobre los ambientes deja de ser mínimoy/o imperceptible en diferentes hot-spots del planeta.

La vinculación de un conjunto o de todos los puntos antes mencionados se dio de manera independiente en Cercano Oriente, China oriental, Nueva Guinea, Mesoamérica, Andes centrales,Norteamérica oriental y, posiblemente también, África subsahariana y Amazonia (Aikens y Lee2013; McClure 2013, 2015; Roosevelt 2013; Boivin et al. 2016; Trischler 2017; etc.). Los humanoscomenzamos a alterar grandes porciones del paisaje e intervinimos en el acervo genético de plantasy animales en una escala sin precedentes desde nuestro surgimiento como especie. De la mano dediferentes innovaciones -tecnológicas, sociales, etc.- (ver Harari 2011) se fueron dando nuevasformas de utilización de los recursos ecosistémicos. Para el caso del control y domesticación deanimales, McClure (2015) hace hincapié en que, en la relación entre las especies animales elegidas, sus cambios y las modificaciones en los espacios donde se los mantenía, se ve claramenteque primó el factor humano que generó cambios no solo a nivel demográfico, sino también enla incidencia en su pool genético, según las cualidades que más se necesitaran de esas especies.Pero, además, en esos espacios y en esas especies, y conforme al paso del tiempo, se observa quela energía necesaria originalmente se vuelve proporcionalmente pobre y/o ineficiente. Esto llevaa la necesidad de emplear más energía (Ellis et al. 2018) para lo que se desarrollan innovacionestecnológicas y sociales que, con el tiempo, vuelven a necesitar más energía. La reducción de lamovilidad como ahorro energético para, en principio, estar cerca de los nuevos recursos explotados contribuyó al desarrollo de los conglomerados sociales (Reyes-García et al. 2016), y conellos los pueblos y ciudades, pero esto aumentó la huella ecológica. Y a la larga condujo a unaineficiencia energética.

Algunas de las consecuencias directas de la situación antes enunciada no solo nos remiten a las nuevas condiciones que resultan de la concentración poblacional en puntos específicos de los ecosistemas, sino también al crecimiento demográfico y la mayor explotación del paisaje entérminos de los diferentes recursos y, por lo tanto, su impacto transformador. Si bien los casospueden ser muchos luego de que nos dispersamos por todas las masas continentales, nos interesadestacar lo que Crosby (1972, 1986) denominó Intercambio Colombino e Imperialismo Ecológico -ver también Rapoport (1988)-. Crosby (1972) es uno de los primeros en alertarnos quepara entender a los humanos no debemos separarlos de la naturaleza y, que para comprender suimpacto global post siglo XVI -y tal vez antes-, debemos ver a nuestra especie como una concaracterísticas invasivas. Este autor describe que, más allá de los relatos históricos relacionados conel impacto en los pueblos originarios, hay que analizar además la marca que dejamos en el restode las especies animales y vegetales, así como en virus y bacterias. Y el intercambio generalizadode personas, plantas, animales, enfermedades e ideas entre los hemisferios oriental y occidentala partir del siglo XVI fue lo que, nuevamente, profundizó aún más la huella ecológica. Un puntointeresante del intercambio colombino es que los nuevos invasores -esta vez con estrategias decolonos- se establecieron también en todos los ecosistemas templados (Crosby 1986), favoreciendosobre todo el desarrollo de la biota portmanteau.10 Esto diezmó y transformó los ambientes enuna magnitud antes no conocida, dando lugar a lo que el autor llamó imperialismo ecológico.

Por otra parte, después de utilizar los recursos -tanto alimenticios como para la fabricación de artefactos, refugios, etc.- de los ecosistemas, devolvemos sus desechos al mismo ambiente -uotro-. Así modificamos, reorganizamos y/o transformamos los ecosistemas existentes o creamosnuevos para satisfacer nuestras múltiples necesidades.

Uno de los puntos centrales de este nuevo sistema -o imperialismo ecológico- está dado por el fortalecimiento de los conglomerados sociales. En gran medida los más destacados son losque llamamos urbanos, no solo por su magnitud, sino por la red de intercambio energético que éstos producen/necesitan. Su circunscripción espacial no se limita a los gradientes geográficosya que explotan recursos que proceden de ambientes muy lejanos, incluso extracontinentales. En este sentido, las ciudades presentan un nuevo punto de irreversibilidad. Cuando una especiecomienza a consumir más energía de la que produce transforma inevitablemente su ambiente -elcircundante, así como los distantes- para las generaciones siguientes, quienes heredan un paisajemodificado/empobrecido, es decir, construyen un nuevo nicho. Monjeau et al. (2015) proponenpara una cuantificación de la huella humana, una representación matemática para magnificar suimpacto. Lo denominan factor épsilon (e) y nos permite ver el comportamiento de un recursodado, permitiendo o inhibiendo la posibilidad de que tenga una dinámica sustentable. En otraspalabras, nos dice que, a mayor huella humana, el factor e modifica las posibilidades futuras deconstrucción de nichos sustentables de las próximas generaciones. Estas cuestiones nos haceninsistir con la propuesta globalizadora en torno al Antropoceno. Recae en el proceso temporalcomo un reproductor de los procesos desmedidos de consumo, motor de progreso en el sistemacapitalista, donde, en este caso, el factor e es un indicador matemático de acciones antiéticas, porejemplo, el sobreuso de recursos, en el cual se ven afectadas varias partes y termina definiéndose básicamente en un escenario donde unos tienen y otros dejan de tener; espacio, recursos yposibilidades. También sirve para comprender que la huella humana es una cuestión inherentea la propia especie, la cual como venimos diciendo, en el momento que ingresa a un espacio oecosistema, ya lo está transformando. La delimitación de algo semejante no solo puede estar atadaa un solo evento o detonante, sino que tiene que poner énfasis en los procesos que los originaron.

Si tomamos la noción de Antropoceno como un proceso acumulativo de ciclos de construcción de nichos que vienen incrementando su velocidad que complejiza la unidad humanos-naturaleza, encontraremos que es vital comprender que, en pequeña escala, los espacios en los que se concentran grupos sociales vienen replicando este proceso por lo menos desde el Holocenotemprano. Esto señala el devenir de las ciudades y sus habitantes, que no es otra cosa que nuestropropio futuro antropocénico. Los procesos urbanos han intensificado las marcas antropogénicasproduciendo tres características relacionadas entre sí: i) el desarrollo tecnológico acelerado, ii)el rápido incremento de la demografía humana, y iii) aumento del consumo de los recursos -ysus desperdicios-.11 El principal resultado ha sido la pérdida de paisajes bioclimáticos para darpaso a la actividad agropecuaria, minera, pesquera, petrolera, carreteras, ciudades y otras construcciones humanas -i.e. aviación, transporte marítimo-. También se ha reemplazado gran partede la vida "natural" por animales y plantas domesticados para cubrir las crecientes necesidadesalimentarias. Esto solo es visible, y se transforma en una necesidad, a partir de la aparición degrandes demandadores de recursos como son las ciudades.12

CONSTRUCCIÓN DE NICHO, PROCESOS ANTROPOCÉNICOS Y LA MAGNIFICACIÓN DEL EQUILIBRIO PUNTUADO

La mayoría de los sistemas manifiestan comportamientos que fluctúan entre distintos estados de equilibrio, sin que exista forzosamente un mecanismo de regreso a la "normalidad", lo cual yasabemos que nunca hay una vuelta al mismo estado. Por el contrario, a largo plazo la reproducción de estados aparentemente similares o vecinos termina por crear situaciones nuevas. Cuantomás cambian las condiciones, más abundan las oscilaciones entre estados distintos, provocandola dispersión de los elementos del sistema, que vagan en busca de nuevas configuraciones. Entonces, pensamos al nicho humano como un lugar de tensión-lucha permanente, explícita o no.La constante está determinada por una continua y cambiante utilización del ambiente, propia deuna especie que tiene, entre otras características, la de la dispersión espacial. Los ecosistemasse caracterizan por su dinamismo, donde la comunidad biológica que lo habita está en constanteinteracción. El tema es saber el rol diferencial de cada actor de esa interacción y qué cambiosimportantes suceden cuando alguna especie de la comunidad cambia las formas de interaccionesexponiéndolas más allá de los límites sostenibles de ese equilibrio circunstancial.

Desde que los humanos generamos registros de nuestras múltiples actividades, comenzamos a reconocer cómo influimos en el sistema terrestre, esto nos carga con la responsabilidad de ser también los primeros en querer en cambiar nuestro lugar en él. Nos hemos convertido enel principal agente de transformación del mundo, pero recién nos comenzamos a dar cuenta aprincipios del siglo XX -ver nota 2-. Tenemos una intensidad, una velocidad, una capacidad detransformación como no se ha visto en otra especie (Ellis et al. 2013, 2018). Lo que sucintamentehemos descripto nos hace considerar que, teniendo en cuenta los principios del equilibrio puntuado -el cual explica que las especies se mantienen en un estado de estasis, con nulos o mínimoscambios durante largos períodos de tiempo, para sufrir en determinados momentos una «explosiónevolutiva» durante la que se producen grandes cambios en cortos periodos de tiempo (Eldredge yGould 1977)-, en los últimos 8-6 milenios, cada una de las mesetas que representan un aparenteestado de estasis se acorta a medida que pasa el tiempo. Y que la explosión evolutiva que motivanlos grandes cambios en cortos periodos, produce saltos cada vez más altos.13 Por lo tanto, no seproduce un efecto lineal siempre, sino que parece dominar un efecto en mosaico o ramificado anivel planetario. Estos efectos son los que caracterizarían al Antropoceno. Con la introduccióndel Antropoceno se pone en juego ese camino recorrido en conjunto que no hace otra cosa másque imbricar la relación; nada que toquemos sigue siendo algo natural, naturaleza es puramentelo que llamamos con ese nombre (Gamble 2002). Hay múltiples huellas, pero están unidas en uncontinuo, en un proceso constante, producto de las construcciones de nicho humanas. Ese procesoes el que ha producido y sigue produciendo lo que hemos llamado Antropoceno.

AGRADECIMIENTOS

Al FONCYT por el financiamiento de los PICT V 2014-1558 Sociedades y ambientes en transformación, y PICT IV-A 2019-02167 Sociedades y ambientes en transformación: De laTPH al Antropoceno y a todos sus integrantes. A los revisores por sus interesantes comentarios ysugerencias y a R.A.F. y M.M.L. por las múltiples charlas inspiradoras (JLL). Y no queremos dejarde hacerlo a nuestros estudiantes de Ecología y Evolución Humana -UNRN- por sus constantese interesantes discusiones sobre el Antropoceno (JLL y NT) a lo largo de estos años.

NOTAS

1 Además, no debemos dejar de lado nuestra capacidad de transmitir información cultural de maneraacumulada (Boyd y Richerson 1985) gracias a las diferentes formas que se iniciaron con la escrituracircunscripta a determinadas élites en un principio; y a la cuasi-masificación digital contemporánea.

2 Si bien no es hasta comienzos del siglo XXI que comienza a hablarse del Antropoceno, la idea de quelos humanos eran una importante fuerza de cambio fue expuesta primero por el científico ruso Vladimir Vernadsky en la década de 1920 cuando definió a la noosfera que, a diferencia de la biosfera, contenía una fuerte impronta de nuestra especie (ver Guillaume 2014).

3 Datos tomados de United Nations https://www.un.org/en/sections/issues-depth/population/index.html(acceso octubre 2020). Según Grombridge y Jenkins (2002), habríamos pasado de 1.000 millones en elsiglo XVIII a 6.000 millones en el siglo XX.

4 Esto considera el impacto que tuvo a partir de los siglos XVI y XVII la incorporación de América yOceanía al sistema europeo de la tríada ciencia-industria-capitalismo (sensu Harari 2017). Sin duda, elintercambio colombino aceleró los cambios y el crecimiento demográfico a escala planetaria, más alláde las propias oscilaciones en diferentes regiones.

5 Recordemos que la dispersión parecería ser una característica de nuestro género (Potts 1996).

6 La propuesta de Wilson y Sober (1994) hace hincapié en que también existen presiones selectivas a nivelde grupos de individuos las que, en muchos casos, son más fuertes que las que operan a nivel individual.Cuando esto sucede, los grupos sociales que actúan altruistamente poseen ventajas sobre lo que lo hacenegoístamente. Y estos comportamientos, instituciones, aprendizajes, innovaciones, etc., tienden a transmitirse más rápidamente. Esto fue analizado antropológicamente por Richerson y Boyd (2005), Henrich(2004) y Reyes-García et al. (2016).

7 El golden spike (clavo dorado) se utiliza de referencia visual a un límite cronoestratigráfico de un estra-totipo concreto en relación a GSSP (Global Boundary Stratigraphic Sections and Points).

8 Estos trabajos modelan y discuten la extinción de megafauna en la transición Pleistoceno-Holocenosobre la base de las principales dimensiones controversiales involucradas -ambiente, biota y actores-.La proyección matemática de extinción y coexistencia en un ecosistema genérico de predador-presa yconsiderando como presa dos herbívoros -superior e inferior en cuanto a tamaños-.

9 Utilizamos la idea de especie única siguiendo a Foley (1987).

10 Este es un término con el que define Crosby (1986) a la biota compuesta por plantas, animales, bacterias,gérmenes y virus que introdujeron los colonos europeos, y posteriormente otros,

11 Esta combinación ha dado lugar a un aumento del uso de minerales, combustibles fósiles, fertilizadoresagrarios, extinción de especies y/o nuevas formas de domesticaciones, la modificación en los ecosistemastanto terrestres como costeros.

12 UNESCO informa que la población mundial que vive en ciudades se ha triplicado desde 1950 y calculaque dos de cada tres humanos vivirán en ciudades en 2050. https://es.unesco.org/unesco-for-sustaina-ble-cities.

13 Con esto no queremos decir que los procesos anagenéticos no tengan un rol importante en otras escalasespacios temporales.

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Recibido: 28 de Noviembre de 2020; Aprobado: 15 de Junio de 2021

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