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Sociohistórica

On-line version ISSN 1852-1606

Sociohistórica  no.26 La Plata Dec. 2009

 

ARTÍCULOS

El MST en Brasil y las organizaciones sociales kirchneristas en Argentina. Roles, identificación y relaciones dentro del conglomerado oficialista 1

 

Dolores Rocca Rivarola

CONICET / UBA

Becaria de posgrado del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), con sede en el Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires. Integrante del Equipo "Nuevas Formas Políticas", con sede en el mismo instituto. doloresrocca@gmail.com


Resumen: En el marco de una investigación más amplia que examina en forma comparada los oficialismos de Lula en Brasil y de Kirchner en Argentina durante 2005-2006, el presente trabajo se propone estudiar, la relación que algunos movimientos sociales mantuvieron con el gobierno, como parte integral o como aliados del mismo, en el período consignado.
En ese sentido, el Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra (MST), en Brasil, y organizaciones como la Federación Tierra y Vivienda (FTV), el Frente Transversal Nacional y Popular, el Movimiento Evita, y Libres del Sur, en Argentina, constituyen uno de los distintos sujetos de dos conjuntos oficialistas que difícilmente puedan ser caracterizados, como se hacía en el pasado, como "partido oficial" o "coaliciones de partidos". Los oficialismos en cuestión no sólo aglutinan en su seno a un conglomerado muy heterogéneo de actores políticos individuales y de dirigentes de múltiples fuerzas y sellos partidarios –con sus respectivas redes de poder territorial-, sino que incluyen también a estas organizaciones populares, protagonistas de históricos procesos de amplia movilización y lucha social. ¿Qué identidad reivindican esas organizaciones en su apoyo al gobierno? ¿Cómo conciben su propio rol dentro del oficialismo? ¿Cómo definen a ese conjunto al que pertenecen o se asocian? ¿Cuál es su relación con el presidente?.

Palabras clave: Gobierno; Lula; Kirchner; Presidente; Movimientos sociales

Abstract: As part of a broader research that analyses and compares the government supporting factions [ oficialismos ] in the cases of Brasil (Lula) and Argentina (Kirchner) during 2005 and 2006, this article examines the relationship that some social organizations established in that period with those governments, be it as groups within them or as allies.
In this sense, the Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra (MST), in Brazil, and organizations like Federación Tierra y Vivienda (FTV), Frente Transversal Nacional y Popular, Movimiento Evita and Libres del Sur, in Argentina, are some of the different subjects coexisting within two collectives in power –Lula's and Kirchner's governments- whose main aspects make it quite difficult for us to keep using classic conceptual labels such as "party in office" or even "party coalition in office". These oficialismos do not only comprise an heterogeneous range of individual actors with different sorts of political affiliation –and with their respective networks of territorial power- but they also include social organizations which have been involved in historical processes of wide mobilization and social struggle. ¿What sort of identities do these organizations claim as they support the government? ¿How do they conceive their own role within that collective –the oficialismo ? ¿How do they define that collective to which they belong or to which they associate? ¿What is their relationship with the president like?.

Key words: Government; Lula; Kirchner; President; Social movements


"…No nos cabe actuar como observadores ni fiscales, sino que nos asumimos como constructores de la acumulación de fuerzas sociales y políticas a favor del nuevo rumbo emprendido. No queremos ocupar un lugar aséptico y equidistante del oficialismo y la oposición, sino profundizar nuestro compromiso con las políticas a favor del pueblo y la defensa del interés nacional, para enfrentar el único hegemonismo peligroso: el de los grupos de poder económico que manejaron durante décadas el destino del país, en contra del pueblo y la nación. "
      Documento "La Hora de los Pueblos", elaborado por la 1º Asamblea Nacional de Organizaciones Populares, Ciudad de Buenos Aires, Argentina, junio de 2004.

"Los cambios en cualquier sociedad y aquí en Brasil más aún, no dependen del gobierno, sino de que la sociedad se organice y se movilice. Es el pueblo el que hace el cambio. La izquierda brasilera cometió un equívoco a lo largo de los últimos años, al quedarse proyectando para la militancia que bastaba con elegir el gobierno y que así haríamos los cambios. Muy bien, Lula está allí, y no cambió casi nada. Entonces, es preciso que las personas se den cuenta de que no sirve esperar al gobierno. El gobierno es una parte de la sociedad, y es importante que sea progresista […] Pero la esencia de los cambios en la sociedad no viene del gobierno, sino de las energías que la clase trabajadora consigue movilizar, organizándose por sus derechos."
      João Pedro Stédile, Dirección Nacional del MST, Entrevista, Jornal do Sindicato dos Engenheiros do Rio de Janeiro , 24 de julio de 2006 ( la traducción es mía ).

I. Introducción     

 El gobierno de Luiz Inácio "Lula" Da Silva en Brasil y el de Néstor C. Kirchner en Argentina contaron o han contado con el apoyo –aunque en distinto grado y con matices, como veremos más tarde– de organizaciones que han sido caracterizadas como "nuevos movimientos sociales" 2. Algunas de estas organizaciones han intentado trascender esa denominación, lanzándose a sí mismas al espacio público como "movimientos políticos" y participando activamente en la política electoral. Es el caso, por ejemplo, de la organización Barrios de Pie, que pasó, a mediados de 2006, a integrar el movimiento Libres del Sur; y también, del Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) Evita, que se lanzó en mayo del 2006 como movimiento político (Movimiento Evita). En ambos casos, en el distrito electoral más importante del país, la provincia de Buenos Aires, esa participación tuvo lugar, en el período analizado, en el marco del Frente para la Victoria, coalición electoral oficial del gobierno 3.
      El Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra (MST), en Brasil, y organizaciones como la Federación Tierra y Vivienda (FTV), el Frente Transversal Nacional y Popular, el Movimiento Evita y Libres del Sur, en Argentina, constituyen uno de los distintos sectores de dos conjuntos oficialistas –el de Kirchner, en Argentina, y el de Lula, en Brasil- que difícilmente puedan ser caracterizados, como se hacía en el pasado, como "partido oficial" o "coaliciones de partidos". Los oficialismos en cuestión no sólo aglutinaban en su seno, hasta 2007 por lo menos, a un conglomerado muy heterogéneo de actores políticos individuales y de dirigentes de múltiples fuerzas y sellos partidarios. Incluían también a estas organizaciones populares, protagonistas de históricos procesos de amplia movilización y lucha social. ¿Qué identidad reivindicaban esas organizaciones en su apoyo al gobierno –menos o más intenso según el caso nacional? ¿Cómo concebían su propio rol dentro del oficialismo? ¿Cómo definían a ese conjunto al que pertenecían o se asociaban? ¿Cuál era su relación con el presidente?
      Cabe aclarar que, aunque haré mención a cómo estas organizaciones se posicionaban frente al Estado, no se trata de un estudio enfocado en sus niveles de institucionalización o de su presencia específica en la elaboración e implementación de políticas públicas, sino en las relaciones e identificaciones con el oficialismo en tanto conjunto político y con el presidente mismo.

II. Definiciones identitarias de las organizaciones    

   La identidad política podría ser pensada, en palabras de Aboy Carlés (2002), como:

"el conjunto de prácticas sedimentadas, configuradoras de sentido, que establecen a través de un mismo proceso de diferenciación externa y homogeneización interna, solidaridades estables capaces de definir, a través de unidades de nominación, orientaciones gregarias de la acción en relación con la definición de asuntos públicos". (Aboy Carlés, 2002: 106).

      Esa identidad, de acuerdo con el autor, portaría una tensión permanente e inherente. Una tensión entre la necesidad de establecer límites o fronteras y la pretensión de ampliarse, de crecer. Asimismo, según sostiene Arfuch, "toda identidad -o identificación-, en tanto relacional, supone un otro que no es ‘lo mismo', y a partir del cual puede afirmar su diferencia (Arfuch, 2002: 28).
      Intentemos entonces dilucidar algunas cuestiones básicas de la identidad que estas organizaciones, en Argentina, y el MST, en Brasil, ponen en juego en torno a su relación con el gobierno.
      En el marco de una identidad común con el entonces presidente Kirchner quien -según Adamovsky (2007: 95)- movilizaba símbolos del nacionalismo de los '70, de la lucha por los derechos humanos de los '80 y de la resistencia al neoliberalismo de los '90, los antagonismos postulados por las organizaciones sociales kirchneristas confluían en gran medida con los trazados por el gobierno. Ello era producto de una suerte de apropiación mutua. Por un lado, el discurso de Kirchner estaba atravesado por la crisis de representación y el estallido de diciembre de 2001. Aunque su propuesta de un armado político transversal nunca dejó de incluir a la mayor parte de las estructuras del PJ tradicional que estuvieran dispuestas a reconocer el liderazgo de Kirchner por sobre otros -y más que nada por sobre el de Duhalde-, ciertamente se trataba de una convocatoria tributaria de aquella crisis. El líder recogía también parte del descontento y planteos de la ciudadanía movilizada, aunque también instituía una agenda política a partir de medidas que no habían sido demandadas al momento de su asunción por la mayoría de la opinión pública. Paralelamente, las organizaciones sociales que eran atraídas por el gobierno fueron estableciendo su confrontación pública en buena medida a partir de la misma alteridad trazada por el propio Kirchner. En algunos casos, ciertos antagonismos y posicionamientos habían sido formulados por las organizaciones antes de su puesta pública en escena por parte del líder. En otros, sorpresivas medidas del gobierno hicieron necesaria la reformulación de históricos reclamos –compartidos por diversos movimientos sociales y organizaciones de base. Así ocurrió con el pago anticipado de la deuda externa al FMI, a fines de 2005 4. Se trataba de una deuda que había sido duramente cuestionada en su composición por organizaciones sociales, de derechos humanos y partidos políticos. Sin embargo, la medida fue leída por las organizaciones kirchneristas como un paso histórico en pos de la soberanía nacional y de la liberación de las presiones del FMI a los gobiernos argentinos. Sin dejar de ser el FMI una suerte de enemigo en el discurso de estas organizaciones, se celebraba una medida que aquel organismo también elogiaba públicamente.
      Las cuatro organizaciones kirchneristas que he tomado en el presente trabajo reivindicaban, en la identificación con el gobierno de Kirchner, el rasgo "nacional y popular" del proyecto de éste. Para Touraine (1999), la política nacional popular es una "expresión que une la referencia al pueblo como esencia, a la nación como colectividad amenazada por la dominación externa y sus consecuencias internas y al Estado como agente de cambio, pero también de expresión y defensa de la unidad nacional" (Touraine, 1999: 331). Touraine se vale, así, del término "nacional y popular" para nominar a lo que considera la forma de intervención social del Estado más característica del modelo latinoamericano.
      No se desea aquí participar del debate y de las múltiples definiciones que han surgido sobre el concepto de populismo, y menos tomar posición acerca de si la política misma del gobierno de Néstor Kirchner era o no populista. Sin embargo, el clásico análisis de De Ipola y Portantiero (1989) sobre el mismo sí nos brinda un aspecto a destacar para la construcción y sostenimiento del kirchnerismo como conjunto político oficialista. Los autores destacan dos tendencias contradictorias al interior del populismo: una dimensión nacional-popular, caracterizada por la ruptura y la confrontación, y otra dimensión nacional-estatal, orientada a la desactivación de los conflictos antagónicos y a la homogeneización interna (Aboy Carlés, 2002). Con ello -dicen De Ipola y Portantiero- los elementos de antagonismo a la opresión en general, por ejemplo, serían desplazados a una expresión particular y limitada de la misma, como ser la "oligarquía rural". El reciente conflicto ente el gobierno nacional y las entidades patronales agropecuarias –cuyas aristas exceden ampliamente los límites de este trabajo- resultó ser un escenario muy rico para observar las manifestaciones de ese tipo de operación que describen De Ipola y Portantiero, en la que la expresión restringida de "oligarquía rural" obstaculiza un debate más amplio sobre la conjugación de capital financiero y producción agroindustrial en grandes empresas trasnacionales favorecidas por el modelo económico.
      Para De Ipola y Portantiero, en el populismo se produce una recomposición del principio nacional-estatal que organiza desde arriba a la comunidad, y así también se reconstruye el principio general de dominación (1989: 28). Pensemos, en este sentido, en las fisuras dejadas por la crisis de 2001 en la relación entre la población y la dirigencia política, y la posterior recomposición de esos lazos durante el gobierno de Kirchner. Cabe reconocer que esos lazos que el gobierno había recompuesto en forma relativamente rápida y exitosa, sin embargo, estarían nuevamente difuminándose en la escena política de cara a las elecciones legislativas de 2009. Por un lado, estamos ante un oficialismo marcadamente debilitado, tanto en términos de popularidad de la presidenta, Cristina Fernández de Kirchner y del ex presidente, Néstor Kirchner, como en la estabilidad de su propia base parlamentaria. Ésta ha quedado visiblemente reducida luego de distintos desprendimientos de algunos legisladores y del rechazo a iniciativas del ejecutivo por parte de otros. Por otro lado, el alto nivel de descontento no parece estar siendo absorbido o canalizado a favor de la oposición política 5.
      Pero volviendo a De Ipola y Portantiero: aunque podríamos reconocer la existencia, dentro del kirchnerismo, de esa tensión entre una dimensión disruptiva y otra conservadora que los autores atribuían a los populismos –muchos años antes de la presidencia de Néstor Kirchner, claro-, no se observaba, sin embargo, al interior de la identidad kirchnerista, semejanza Y unanimidad (desactivación de los antagonismos al interior del conjunto político). Las organizaciones sociales kirchneristas se concebían como sujetos –quizás los más dinámicos, transformadores y novedosos- en el seno de un conglomerado oficialista heterogéneo en el que había ciertos otros diferentes e indeseables . Para algunas organizaciones –Libres del Sur, por ejemplo- había que ganar posiciones frente a esos sectores. Es el caso de ciertos intendentes del conurbano, por ejemplo, que Libres del Sur asociaba con prácticas corruptas y denunciaba como enquistados en el poder local de varios distritos. Como veremos, esa estrategia pública de diferenciación ya se observaba con intensidad a fines del 2006 y durante el proceso electoral de 2007.
      No es claro que existiese una identidad global en el interior del kirchnerismo que trascendiera todas las diferencias existentes entre las organizaciones sociales, el PJ más tradicional , el espacio partidario transversal, la CGT y demás actores dentro del oficialismo. Es cierto que el propio peronismo de fines de los años sesenta y principios de los setenta había estado también atravesado por antagonismos políticos y reivindicaciones identitarias contradictorias, convertidas en verdaderas facciones. Pero quizás lo interesante aquí sea que -en el marco de una estrategia de Néstor Kirchner de construir su propia base política a partir de vínculos radiales entre él mismo y dirigentes u organizaciones, más que estimular una vinculación horizontal entre éstas- cada uno de los movimientos sociales kirchneristas tomó diferentes caminos hacia la relación con esos otros sectores, incluidas las redes y dirigentes del PJ: concibiéndolos como incompatibles con la identidad del proyecto nacional, en el caso de Libres del Sur; definiéndolos como un "mal necesario" para la sustentabilidad del gobierno, en la caracterización de la FTV; o intentando una incorporación parcial a algunas de sus estructuras gubernamentales y electorales, como ocurrió con el Movimiento Evita.
      Naturalmente, la línea que separa a los otros en las identidades de estas organizaciones ha ido desplazándose en distintas direcciones, como en toda identidad, y más aun, por las reformulaciones que el discurso presidencial ha ido estableciendo en la definición de sus propios enemigos 6. No obstante, hay figuras claras y permanentes de antagonismo para las organizaciones kirchneristas: la dictadura militar y sus protagonistas, la década del ‘90, el neoliberalismo, el FMI, los Estados Unidos, los "factores de poder" (de definiciones variadas según el caso), la "vieja política" (prácticas clientelistas, por ejemplo), entre otros 7. Todas ellas, a su vez, concebían al gobierno de Kirchner como un actor dentro de un conjunto latinoamericano de gobiernos progresistas a los que también apoyaban (Chávez, Tabaré Vázquez, Morales, etc.).
      De todas estas organizaciones, la que parecía vincular más intensamente su identidad a la tradición peronista –tanto a los primeros años del gobierno de J. D. Perón y a la figura transgresora de su esposa, Eva Duarte, como al peronismo de izquierda de principios de los ‘70- era el Movimiento Evita. Y, coincidentemente, fue el caso de mayor vinculación y articulación con las estructuras locales del Partido Justicialista en los comicios de 2007 y que, frente al recientemente iniciado proceso de reorganización del PJ, manifestó su interés de incorporarse al mismo orgánicamente (su dirigente, Emilio Pérsico, sería designado Secretario de Organizaciones Sociales del Consejo Nacional del partido).
      Todas las organizaciones, por otro lado, han procurado trascender la identidad piquetera -o vecinal/territorial, en el caso de la FTV- de sus inicios para constituirse en actores políticos nacionales que logren representar el ala más progresista y popular del oficialismo, aquella que debe organizarse y crecer en un proceso de "acumulación popular". Ese concepto de acumulación popular también aparecía en el MST como un objetivo a desarrollar durante el gobierno de Lula.
      En Brasil, el Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra (MST) tuvo, desde su origen, diversas influencias ideológicas: desde el cristianismo tercermundista (con la participación activa de curas proveyendo distintos tipos de colaboración a los campamentos) hasta el marxismo. Se concibe, a su vez, como portador de la memoria colectiva de luchas históricas por la tierra en Brasil (Santos, 2006), como las encabezadas por las Ligas Campesinas y el Movimiento de los Agricultores sin Tierra (MASTER), entre 1950 y 1965.
      El MST, al igual que las organizaciones kirchneristas, concebía la cooperación latinoamericana como parte esencial de un proceso de luchas y cambio, pero el centro de esa cooperación reivindicada no son tanto -en la concepción del movimiento de los Sin Tierra- los gobiernos progresistas de la región, sino más bien las organizaciones sociales movilizadas, con eje central aunque no excluyente, en la vía campesina .
      Sin dejar de reivindicar la identidad del trabajador rural como protagonista de sus luchas, el MST, sin embargo, se ha esforzado por cruzar la barrera campo-ciudad con campañas de acercamiento a los pobres urbanos y con relativos niveles de éxito, según han admitido sus propios dirigentes. Y, con los años, en un intento cada vez mayor de trascender el reclamo específico de expropiación estatal de latifundios improductivos, el MST se ha pronunciado sobre múltiples aspectos de la política nacional como la educación, las relaciones exteriores, el modelo económico, la deuda externa. De este modo, se ha convertido en uno de los principales impulsores de la lucha contra el neoliberalismo global (Dias Martins, 2000; Marques, 2006). Es decir, identidad y estrategia han ido de la mano a través de una ampliación del conjunto de personas y sectores abarcados por la organización, no sólo de los acampados y asentados sino de amigos y aliados dentro del campo social y político, y de un sustancial conjunto de intelectuales que apoyan al movimiento y participan de sus proyectos educativos.
      Esa ampliación de la identidad del MST ha presentado beneficios pero también desafíos para la organización. Por un lado, y algo similar ocurrió con las organizaciones kirchneristas, la ampliación le ha permitido trascender las restricciones que implicaba la mera oposición al latifundio. Es decir, en el caso argentino, las organizaciones procuraron, en un proceso de recuperación económica, no quedar meramente asociadas a la categoría de movimiento de desocupados. Así lo expresaba un dirigente de la FTV entrevistado en 2008:
      "…porque cuando yo pregunto entre los compañeros '¿Qué somos nosotros?', ahí los que no conocen te dicen 'somos una organización de desocupados'. Entonces yo digo 'no es así', porque sino no existís más que entre los desocupados. [...] Ya no va a haber más desocupados y la organización no se va a acabar porque tenía una función distinta a la de darle respuesta al desocupado 8. (Entrevista con la autora, 23 de junio de 2008).
       Del mismo modo, en Brasil, las transformaciones en la producción agrícola llevaron a una transformación discursiva e identitaria del PT, a un cambio de eje sobre el otro . El otro en el discurso del MST no ha dejado de estar constituido por el latifundio, pero mucho más central ha devenido en tanto enemigo el denominado "agronegócio" y las empresas trasnacionales que lo impulsan.
      "Antes o inimigo era principalmente o latifundio. Mas esses inimigos começaram a se aliar a outros setores. Com esse apoio do governo ao agronegócio as terras viraram un grande comércio, para poder começar a produzir os commodities para a exportação. Há essa aliança dos setores do agronegócio -apoio do governo-, com o capital trasnacional, com os bancos nacionais –recursos- e com os latifundiários atrasados -terra. O Congresso do MST é um momento onde toda nossa basse representada pelos seus delegados avalia todo esse momento que nós estamos passando e planeja os próximos cinco anos. No Congresso foi feito esse debate. O principal inimigo agora é o setor do agronegócio". (Entrevista con la autora, 17/09/08).
       No sólo se produce así una adaptación a la nueva situación de la producción agrícola en el país, incluso adoptando como elemento central en el discurso de la organización la cuestión medio-ambiental, sino que se establecen nuevos límites de la identidad –recordemos la definición de Aboy Carlés (2002) sobre la tensión entre los límites y la pretensión de toda identidad de crecer.
      Pero a la vez, como dijimos, ese viraje presentaba desafíos para la organización, especialmente en su relación con la opinión pública, y también en su relación con el propio gobierno. O como lo planteaba un profesor universitario aliado al Movimiento, que contribuye en el área de formación del movimiento:
      "Si [la lucha del MST] fuera contra el fazendero improductivo –que todavía debe haber- no genera tanto rechazo eso. Porque hay un gran latifundiario, con un montón de tipos armados ilegalmente, que mantiene una tierra improductiva. [...] Me parece que [ahora] hay un problema de legitimidad social mayor. Es indefendible un gran hacendado improductivo [...] El problema es, cuando las mujeres del MST van el día de la mujer y destruyen un laboratorio de lo más dinámico de la producción capitalista, ahí responsabilizan a la dirección del MST y los judicializan". (Entrevista con la autora, 14/09/08).
      Es decir, y en contraste con el caso argentino, el MST en los últimos años ha concebido una confrontación que lo coloca en una relación más problemática con el gobierno de Lula. La oposición al latifundio improductivo y la necesidad de una reforma agraria habían sido reivindicaciones históricamente compartidas por el MST y por el PT. Una vez llegado Lula al gobierno, las diferencias aparecían tan sólo en torno a cuestiones como la rapidez de las expropiaciones legales y los parámetros usados para medir la productividad y por tanto para caratular a una hacienda como improductiva. Pero la inclusión discursiva del agronégocio como enemigo de los sin tierra postulaba problemas no sólo en torno a la legitimidad pública de las demandas de la organización en el resto de la sociedad brasilera, como vimos. También inauguraba una necesaria confrontación con el propio gobierno que, en la lectura del MST, había incluido a las empresas trasnacionales de agronégocio en su propia base aliada de apoyo.
      Otras amenazas en la identidad del MST son, en algunos casos, el poder judicial –dada su política de criminalización de la metodología utilizada por la organización-, el gobierno previo de Fernando Henrique Cardoso (FHC), y el mismo PSDB y su política represiva hacia los movimientos sociales.
      Un elemento central en la identidad del movimiento es la reivindicación de su autonomía, tanto respecto de partidos políticos y sindicatos como del Estado. La misma no constituye tan sólo una estrategia sino que se ha convertido en un elemento nuclear de su propia identidad. El énfasis de la organización en sostenerla nos lleva a un próximo punto: la relación con el gobierno de Lula.  

III. Las organizaciones frente al gobierno y el gobierno frente a las organizaciones

      Antes de caracterizar la relación entre las organizaciones observadas aquí y los gobiernos de Lula y Kirchner, intentemos resolver una cuestión que posiblemente suscite alguna controversia: la inclusión del MST dentro del denominado oficialismo podría resultar, a primera vista, discutible.
      El Movimento dos Trabalhadores Sem Terra (MST) de Brasil se ha propuesto a través de los años, como vimos, la necesidad de sostener una absoluta autonomía respecto del gobierno y de partidos políticos, y ha esgrimido duras críticas públicas frente al gobierno de Lula en particular. Esa estrategia de autonomía respecto del gobierno de Lula ha sido ya relevada por numerosos estudios académicos (Vergara-Camus, 2006; Santos, 2006; Marques, 2006; Bringel, 2006, y otros), y es un aspecto resaltado con notable insistencia por algunos dirigentes del movimiento. Entonces, ¿qué podría justificar la decisión metodológica de incluir a esta organización dentro del conjunto oficialista detrás del liderazgo de Lula?
      Existen algunos elementos que impiden concebir al MST como parte del espacio opositor pero que además, en algunos casos, lo han acercado al gobierno y en otros, al menos lo han emplazado frente a dilemas en ese sentido.
      El vínculo del MST con el Partido dos Trabalhadores (PT) de Lula hunde sus raíces, como veremos más adelante, en la misma fundación del Movimento dos Trabalhadores Sem Terra. Desde 1989, asimismo, éste puso su militancia a disposición de las sucesivas campañas electorales del PT. A partir del desembarco del partido en gobiernos estaduales, distintos miembros del MST se incorporarían como funcionarios. Y, el posterior triunfo electoral de Lula en las elecciones presidenciales de 2002 portaría un alto simbolismo para el MST, ya que se trataba de un ex delegado sindical metalúrgico. De un líder político que los había apoyado y reivindicado durante todos esos años, tanto frente a la dictadura como a los sucesivos gobiernos que los reprimían. Era la llegada, en palabras de la dirigencia del MST, de un "amigo dos sem terra", con la consiguiente esperanza de un eventual salto cualitativo en la reforma agraria reclamada durante tanto tiempo.
      Esa lectura iría experimentando un viraje a partir de la política económica de Lula. Así, luego de un primer año de tregua desde la victoria de Lula en su primera elección en 2002 (Branford, 2006: 56), los sin tierra continuaron movilizándose para presionar al gobierno que era quien, en última instancia, tomaba las decisiones en torno a la reforma agraria. No obstante, el vínculo con el líder no fue completamente roto.
      Hay dos momentos del período observado en este trabajo en los que el MST incluso se posicionaría públicamente en una dirección que hace posible la decisión metodológica de incluirlos dentro del oficialismo, aun con las salvedades que sean necesarias en la comparación con otros sectores pertenecientes al conjunto. Ambos momentos fueron leídos por parte de la dirigencia del MST como amenazantes para la continuidad de Lula y como escenarios que abrían la posibilidad de un retorno del Partido Social-Demócrata Brasileiro (PSDB) al poder, fuerza política que para el movimiento encarnaba una sistemática estrategia de represión y persecución de los sin tierra 9. . Uno de esos momentos fue el proceso inaugurado por las denuncias de corrupción contra el PT ("mensalão") 10 en 2005, que incluyó anuncios por parte de la oposición de que se intentaría impulsar un juicio político al propio presidente. En esa coyuntura el MST llamó a defender al gobierno de la amenaza desestabilizadora 11. La dirigencia del MST resolvió nuevamente abogar por un apoyo activo al gobierno en 2006 12, luego de que Lula no obtuviese un caudal de votos suficiente para ganar la elección presidencial (por un segundo mandato) en primera vuelta frente al candidato del PSDB Geraldo Alckhim 13.
      Considerándose a sí mismos por fuera del espacio oficialista, la misma dirigencia ha enfrentado dos imputaciones bien diferentes: desde los sectores más orgánicamente vinculados al gobierno, se esgrime el mote de "radicalizados" para caracterizarlos, mientras que desde organizaciones y partidos opositores al gobierno se los denomina "governistas" (oficialistas, en portugués).
      En síntesis, aunque el MST exhibe un nivel de autonomía y un volumen de críticas al gobierno de Lula mayor que otros sectores que he considerado como parte del oficialismo brasilero (la CUT, por ejemplo), los elementos mencionados lo sitúan en un territorio algo híbrido, que lo hace sumamente interesante para ser observado como dentro de ese conjunto heterogéneo.
      Ante el gobierno de Lula, el MST se percibía a sí mismo como una suerte de aliado histórico que, precisamente por esa trayectoria recorrida al lado del PT (participando, como vimos antes, de sus campañas electorales desde 1989, por ejemplo), consideraba tener la legitimidad moral necesaria para poder esgrimir duras críticas a la política económica y a la composición de la coalición en el poder (alianza con sectores más conservadores); Y también para continuar movilizándose por la reforma agraria, e incluso aumentar el número de las ocupaciones. Sin ubicarse ya, luego de los primeros años de gestión, en el mismo proyecto nacional del gobierno brasilero -como sí lo hacían las organizaciones kirchneristas en Argentina- el MST, no obstante, nunca posicionaba a Lula como el otro . Si bien las expectativas sobre un gobierno del PT ya no eran las mismas que en 2002, Lula no era desbancado, en el discurso del movimiento, de su lugar de "amigo" de los trabajadores sin tierra; aunque el avance en la reforma agraria no fuera el esperado y el modelo económico fuera considerado por la organización, en gran medida, una continuidad del aplicado en el mandato de FHC. A fines de 2004, dos de los líderes del MST afirmaban:

"Consideramos al compañero Lula un amigo de nuestro movimiento, pero no hay avances sin luchas […] Hasta ahora la política económica es igual a la del gobierno neoliberal de FHC […] Lula y Cardoso no son iguales. El gobierno actual ha tendido puentes de diálogo hacia el MST, oye nuestros reclamos, nunca ha ordenado reprimirnos. Cardoso era enemigo del movimiento, ordenó que se nos reprima y se nos persiga". (Entrevista a Jaime Amorín y Walquimar Reis, Página 12 , 29/12/04).

      Y concluyendo ya 2006, se señalaba desde la Dirección Nacional del MST:

"El gobierno de FHC […] trataba la cuestión agraria y a los trabajadores sin tierra como un caso policial. […] Ya el gobierno de Lula tiene más sensibilidad y comprende la importancia histórica de la lucha por la reforma agraria del MST. Tanto que nos recibieron y nos invitaron a participar de Consejos para discutir el hambre en el país. Ésa es una diferencia fundamental, que no va a acabar con el latifundio, pero que ayuda a los movimientos sociales" (Entrevista a Marina Dos Santos, de la Coordinación Nacional del MST, www.mst.org.ar , 13/12/06, la traducción es mía ).

      Tanto esa buena recepción por parte del gobierno como la existencia de más facilidades de crédito y subsidios para la producción de los asentamientos y el apoyo en los programas educativos eran percibidos desde el MST como señales positivas para las organizaciones sociales por parte del gobierno de Lula.
      Sin embargo, aunque se observaba esta predisposición diferente por parte del gobierno, y una moderación inicial del discurso del MST en torno a aquél –ahora se trataba ya no de reclamar por la reforma en sí sino por la "aceleración" de la misma (Marques, 2006: 190)-, se advertiría, a partir de 2005, un aumento marcado de las movilizaciones sociales y las ocupaciones de tierras.
      Luego de haber esbozado críticas públicas a la política económica y de un sostenimiento de la táctica de movilizaciones –bajo el argumento de la lentitud de la reforma agraria-, hacia el final del período analizado, es decir ya en 2007, la lectura del MST sobre el gobierno de Lula era marcadamente más negativa. Incluso se sostenía desde el movimiento que la reforma agraria –reivindicación históricamente coincidente en el PT y el MST- ya no formaba parte de la agenda pública del gobierno (Entrevista a Itelvina Mancioli y Claudimir Vieira , Sodepaz , 14/11/07).
      Tanto en la argumentación del MST respecto de la decisión de apoyar a Lula en el ballotage de 2006, como en su actitud general hacia el gobierno, aparece, sin embargo, la idea del "apoyo crítico" a éste. Militar la campaña por la reelección de Lula para la segunda vuelta en 2006, por ejemplo, se planteaba en los siguientes términos:

"Tomamos como decisión política en el MST y en los otros movimientos, que deberíamos hacer una gran campaña para la derrota de Alckmin en las urnas […] votar al presidente Lula, inclusive como voto de protesta, pero sobre todo, como un intento de unificar a la izquierda en torno a un candidato que es progresista. […] Sabemos que es un gobierno con muchas limitaciones, que tiene una alianza extremadamente diferente desde el punto de vista del proyecto político, pero creemos que puede ayudar más a acumular en la lucha política de los movimientos sociales que la vuelta de los tucanos [ PSDB ] […] no depositamos ninguna ficha ni ningún cheque en blanco en el gobierno de Lula. Nuestro voto fue crítico, de autonomía" (Entrevista a João Pablo Rodrigues , Revista Sem Terra , 10/11/06, la traducción es mía ).

Su historia como aliado del PT -aunque sin haberse nunca incorporado a sus filas orgánicamente, dada su permanente reivindicación de autonomía respecto del Estado y del partido- le otorgaba al MST -según lo explicaban sus propios militantes- la legitimidad moral de brindar un apoyo crítico a Lula. Un apoyo, asimismo, más estratégico que ideológico, bajo la noción de que un gobierno del PSDB traería aparejado un escenario aun más difícil para los movimientos sociales y los sectores más pobres de la población.
En cuanto a la relación con el presidente, se observa un patrón bien claro: no existía una demonización del líder sino más bien una evaluación negativa de la relación de fuerzas de la coalición que lo acompañaba, de los intereses de sus funcionarios y de los errores del presidente mismo. Hay una idea que se reitera en las distintas entrevistas a la dirección del MST (M. Dos Santos, J. P. Rodrigues, J. P. Stédile, G. Mauro, etc.) aparecidas en la prensa: la imagen de Lula como "rehén de sus alianzas conservadoras y de sus compromisos con las elites". Ahí mismo, asistimos a una operación que busca separar, de alguna manera, al líder. No estigmatizarlo en torno a sus intenciones y sus ideas sino más bien encontrar en la relación de fuerzas –y no en el líder mismo, que está "atrapado"- el objetivo de las críticas. Esto nos conduce a una idea intermitente en ambos casos, tanto en el MST como en algunas de las organizaciones sociales argentinas: la imagen del "gobierno en disputa". Es decir, la noción de una suerte de coexistencia de fuerzas políticas y sociales (y personas) con intereses diversos e incluso antagónicos. Todos ellos bajo la égida del presidente, quien actuaría como una suerte de árbitro que los movimientos sociales esperaban que se inclinara en su favor –en el caso de Kirchner-, o como un rehén de las diferencias –si pensamos en la visión del MST respecto de Lula. Esa concepción del gobierno en disputa parecía verse manifiesta, por ejemplo, en el heterogéneo gabinete brasileño y en cómo, mientras algunos miembros del MST eran convocados para cargos en el Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria (INCRA), el Ministerio de Agricultura era conducido por Roberto Rodrigues, con un perfil más vinculado al lobby del agronegócio . Ese escenario se reproducía, a su vez, en el interior del Ministerio, entre la vieja guardia de funcionarios y tres secretarías que pasaron a ser ocupadas por simpatizantes del MST 14.
      De todos modos, la lectura de las consecuencias de esa situación de disputa es, como vimos, distinta en ambos casos, debido a los balances disímiles que se realizan de la evolución del gobierno. Progresivamente, especialmente para el segundo mandato de Lula, el MST fue abandonando esta idea a medida que el gobierno profundizaba sus alianzas con sectores más conservadores de la política brasileña (Gomes, 2007: 5; Entrevista a Alipio Freire, El Diario Internacional , 27/10/2006).
      El aspecto antes insinuado de la relación diferenciada con el líder -que por cierto, era lo que Cheresky (2004) denominaría un " líder de popularidad" 15- debería ser nuevamente resaltado, dado que caracteriza también al caso argentino. Tanto en las organizaciones kirchneristas en Argentina como en el MST en Brasil la relación con el presidente mismo parece tener características propias, más allá de la lectura sobre el devenir del gobierno (y su política pública) y sobre el oficialismo como conjunto. En el caso argentino, ello se manifestaba en la dinámica de integración de las organizaciones analizadas con el gobierno nacional: aquellas se vinculaban directamente con la presidencia -con la mediación más que nada de Oscar Parrilli, secretario general de la Presidencia. En Brasil, especialmente durante los primeros años, fue el Lula público quien procuró que su imagen personal de amigo de los Sem Terra no se desmoronara. Así, más allá de la evolución de la política estatal concreta, el presidente se acercaba a la plaza de Brasilia a recibir a los manifestantes que se habían movilizado en reclamo de una aceleración de la reforma agraria en noviembre de 2003, se colocaba la gorra del movimiento en diversas ocasiones al hablarle a los activistas e incluso los incitaba a que siguieran reclamando.
Pasemos ahora al caso argentino. Néstor Kirchner no había sido, en los años previos a su llegada al poder –como si lo fue Lula en el PT-, la figura más visible del Partido Justicialista (PJ) –la mayor fuerza que hoy integra el armado oficialista. Más bien aparecía como un gobernador de una provincia lejana (Santa Cruz) que, poco más de tres meses antes de las elecciones presidenciales de 2003, recibió el apoyo del entonces presidente interino Eduardo Duhalde y, con él, de gran parte del PJ bonaerense 16. Es una vez electo, con un porcentaje históricamente bajo del 22%, que el gobierno desarrolla una estrategia de construcción de poder dirigida, entre otros, a parte de las organizaciones sociales. Éstas aún permanecían movilizadas –especialmente, a través de la metodología del piquete- desde la crisis de 2001. Por un lado, por supuesto, las primeras medidas de Kirchner -como la política de derechos humanos, algunos aspectos de la política económica, la renovación de la Corte Suprema, la retórica encendida en torno a las empresas privatizadas, etc.- generaron en el imaginario de parte del diversificado movimiento piquetero una idea de "cambio de rumbo", "punto de inflexión", o incluso el "regreso a las fuentes históricas del justicialismo". Y, por otro, asistimos a una estrategia específica del gobierno hacia las organizaciones piqueteras. Svampa y Pereyra la describen de la siguiente forma:

"La política de Kirchner consistió en poner en acto, simultáneamente, el abanico de estrategias disponibles para integrar, cooptar, disciplinar y/o aislar al conjunto del movimiento piquetero, discriminando entre las diferentes corrientes y organizaciones. El balance que puede hacerse de su primer año de gestión indica que tales estrategias han sido transitoriamente 'exitosas', tanto en términos de integración e institucionalización de las corrientes afines como de aislamiento de las corrientes opositoras" (Svampa y Pereyra, 2003: 212).

      O, como sostiene Natalucci:

"…la estrategia kirchnerista para la movilización social combinaba la decisión de no reprimir con un discurso que se asentaba sobre la convocatoria a la 'normalidad'. Es decir, en la lógica oficial las organizaciones piqueteras eran un emergente de la fragmentación social de los noventa que remató dramáticamente en la crisis de 2001. En consecuencia, en una coyuntura de normalización política, el curso de aquellas debía caracterizarse por la integración y la desmovilización. [...] aunque no se aplicó una política represiva para las organizaciones que sostenían la estrategia de confrontación se pusieron en funcionamiento otros desactivadores, como la estigmatización y judicialización de los participantes en las protestas" (Natalucci, 2008: 125).

      Aunque ya se observaban síntomas de clara diferenciación entre las distintas organizaciones piqueteras, previos al período kirchnerista, la lectura positiva respecto del nuevo gobierno por parte de algunas de ellas determinaría un quiebre ostensible en el interior del movimiento, si es que podemos hablar de un "movimiento". Un año después de la llegada de Kirchner al poder, la organización Barrios de Pie (en 2006 pasaría a integrar el movimiento político Libres del Sur), el Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) Evita, la Federación Tierra y Vivienda (FTV) y el Frente Transversal Nacional y Popular consensuarían el documento "La Hora de los Pueblos", en el que manifestarían su apoyo al presidente, y que citábamos al inicio de este trabajo. Según coincidían miembros de algunas de estas organizaciones en las entrevistas realizadas, el documento en cuestión había sido producto de una iniciativa del propio gobierno que, frente a la continuidad de la protesta social durante sus primeros meses de gestión, se habría abocado a negociar con algunas de ellas. De ese modo, en palabras de un integrante del Movimiento Evita en entrevista con la autora, "en vez de reprimir, nos metió adentro, nos hizo parte; cuando sos parte tenés que defender" (entrevista con la autora, 05/03/08).
      Dos de estas organizaciones, la FTV, dirigida por Luis D'Elía, y el Frente Transversal, conducido por Edgardo Depetri, habían forjado su relación con Kirchner con anterioridad. En palabras de D'Elía –en entrevista con la autora-, la FTV -que surgió en los ochenta como una cooperativa en el asentamiento El Tambo 17, en La Matanza, y luego, ya en el marco de la CTA, se convertiría en una de las organizaciones piqueteras de mayores dimensiones- apoyó a Kirchner durante el proceso electoral mismo que lo llevó a la presidencia, proveyendo fiscales, convocando a su acto de lanzamiento, etc. Estrictamente hablando, el Frente Transversal, por su parte, no existía antes del gobierno de Kirchner, pero la relación personal entre éste y el líder de aquella organización había comenzado hacía aproximadamente dos décadas, cuando Depetri era delegado gremial y Kirchner, asesor jurídico de la seccional ATE (Asociación de Trabajadores del Estado) de Santa Cruz. Otra de las organizaciones en cuestión, Barrios de Pie -controlada por el partido Patria Libre- surgía luego de la crisis y estallido de 2001, como CTA de los Barrios, en el marco de la FTV-CTA, de la cual con posterioridad se desprendería. Su ingreso al oficialismo se producirá poco después de la llegada de Kirchner al poder. El último en aparecer como sujeto entre estas organizaciones sociales kirchneristas es el MTD Evita, que aparece como movimiento de desocupados en el 2002 y pegará un salto cualitativo (Cortés, 2009) durante el gobierno de Néstor Kirchner, transformándose en el Movimiento Evita, y con la aspiración de constituir un frente de masas territorial en íntima relación con su propia integración en el Estado.
      El apoyo conjunto al gobierno por parte de estas organizaciones se formalizaba en junio de 2004 con el documento mencionado; sin embargo, no constituyó -tal como reconocen los distintos dirigentes y militantes entrevistados- el inicio de un itinerario de cooperación y articulación en tanto miembros del mismo sector –las denominadas "organizaciones sociales"- dentro del conjunto oficialista, con la excepción de algunas pocas apariciones públicas conjuntas y de una relación un poco más fluida –aunque intermitente- entre la FTV y el Frente Transversal. Incluso los militantes entrevistados caracterizaban la relación entre las distintas organizaciones sociales kirchneristas como de tensión, mezquindad, mutua desconfianza, etc.; y se observa en sus descripciones un intento sostenido de diferenciación mutua, tanto en términos políticos como organizativos y estratégicos. Ese esquema de compartimentos estancos, de escasa comunicación horizontal entre las organizaciones no era el producto de la reivindicación de proyectos de país harto diferentes. ¿A qué se debía entonces? Podemos ensayar otras respuestas posibles, como la marcada diferenciación de estas organizaciones en términos de formas de construcción política y territorial, en términos de dinámicas internas de funcionamiento: más semejantes a las de un partido organizado (Libres del Sur), más descentralizadas o con menos coordinación (Movimiento Evita) o más dependientes de un liderazgo dentro del movimiento (FTV y Frente Transversal). Pero también deberíamos tomar en cuenta la forma de construcción de una base política propia del entonces presidente Kirchner, estableciendo vínculos directos –radiales- con dirigentes y personalidades políticas (no siempre los más representativos de una organización o sello partidario). Esa estrategia de suma de voluntades heterogéneas sin una construcción de vínculos horizontales se advirtió, por ejemplo, en las elecciones de 2007, especialmente en la provincia de Buenos Aires, con la habilitación de numerosas listas colectoras (diferentes listas en cada distrito, en mutua competencia, que obtenían el permiso para llevar como boleta presidencial la de Cristina Fernández de Kirchner) 18. Esta operación le permitió a la candidata nacional sumar para su candidatura distintas y muy diversas opciones locales en el distrito más importante del país, que representa más de un tercio del electorado nacional. Es en esos comicios que las organizaciones exhibieron estrategias de construcción político-electoral muy diferentes. La confrontación pública con algunos intendentes del conurbano apoyados también por Kirchner fue el camino escogido por Libres del Sur –paralelamente al apoyo activo a otros candidatos en esos distritos y el intento fallido de encabezar una lista colectora en La Matanza 19. La FTV y el Frente Transversal intentaron integrar algunas listas y se mantuvieron al margen de otras, aunque sin una estrategia de antagonismo abierto como la llevada a cabo por Libres del Sur. El Movimiento Evita, por su parte, fue el que más intensamente se amalgamó, para los comicios, con algunos de los intendentes a los que Libres del Sur cuestionaba (Sergio Villordo, en Quilmes; Baldomero Álvarez de Olivera, en Avellaneda, entre otros), bajo el supuesto de que esas alianzas estratégicas eran necesarias debido a la inexistencia, en aquellas localidades, de una oposición con reales posibilidades de disputar poder al municipio e ingresar así a las estructuras estatales (en términos de la organización, "obtener representación política y más poder popular"). Todo ello en el marco de un objetivo repetido hasta el cansancio por su dirigencia: "reconstruir el movimiento nacional" (evocando implícitamente, quizás, las dimensiones e implantación territorial adquiridas por la organización Montoneros y la Juventud Peronista en sus años de mayor crecimiento):

"Para estabilizar este país necesitamos una gran fuerza. Esto nos llevará a incorporar contradicciones. Hoy me decían los compañeros de cada distrito: "acá es diferente, ¿Cómo vamos a construir con estos tipos?". Tenemos que construir la fuerza del cambio. Tenemos que liberar el país. Para eso necesitamos la fuerza que dé vuelta el país, pero también la que lo estabilice. Es contradictorio, pero así es". (Discurso de Emilio Pérsico en el Encuentro Nacional de la Militancia, 9/12/06, Lanús).
"En vísperas del año electoral tenemos que reconstruir la fuerza social. […] Seamos conscientes de que no podemos fracturar el frente que sostiene este proyecto [ el proyecto de Kirchner, o proyecto nacional ]. Además, tenemos que buscar a los que estén más identificados con el proyecto. Para todo esto, no hay recetas únicas […]. No se olviden nunca: lealtad con la patria y con nuestro pueblo". (Discurso de Carlos Kunkel en el mismo encuentro).

      En síntesis, las organizaciones sociales kirchneristas asumieron diferentes patrones de acción de cara a las elecciones nacionales de 2007, en un contexto de descenso parcial de su gravitación en las listas nacionales y provinciales respecto de las elecciones de 2005 20, y en el que ya comenzaba a observarse lo que luego sería una pérdida parcial de su presencia institucional dentro del Estado tanto a nivel nacional como provincial, por ejemplo, en la coordinación de programas sociales 21.
      Más adelante veremos, a modo de epílogo, lo ocurrido con la relación entre estas organizaciones y el gobierno una vez terminado el mandato de Néstor Kirchner.

IV. Las organizaciones frente al Estado

      Volvamos a Touraine (1999) para pensar el caso argentino. El Estado, en la política nacional y popular tendría -según este autor- una importancia central. Sería "un instrumento de liberación, de lucha contra los enemigos del pueblo, pero que también puede caer en malas manos. No se trata de un Estado institucional, sino de la personificación de la nación, del pueblo" (Touraine, 1999: 357) 22.
      En el caso argentino, las organizaciones kirchneristas mencionadas lograban, con el gobierno de Néstor Kirchner, distintos niveles de presencia institucional: coordinación y participación en programas del Ministerio de Desarrollo Social y del de Educación, en la Cancillería, etc.; y también el ingreso de varios de sus miembros a cargos en dependencias provinciales, nacionales y municipales.
      A través de su pertenencia al oficialismo, las organizaciones kirchneristas en Argentina reemplazaron la estrategia de demandas públicas colectivas al Estado nacional –antes postuladas, incluso, en cooperación con otras organizaciones piqueteras - por una relación específica con el gobierno nacional e incluso, en muchos casos, diferenciada para cada organización. Ese fenómeno fue acompañado de una resignificación de la movilización: sólo se trataría, desde entonces, de llevar adelante movilizaciones de carácter aclamatorio o en torno a temas de agenda por lo general coincidentes con los impulsados por el gobierno. Incluso en los casos de manifestaciones de rechazo a "factores de poder", empresas, militares acusados de violar derechos humanos, Blumberg o cualquier otro enemigo generalmente señalado por el gobierno, estas movilizaciones se convertían en un acto de apoyo activo al gobierno –lo cual no carecía de coherencia, dado que se consideraban parte del mismo. Aunque escasas, fueron formuladas algunas críticas desde ciertas organizaciones, resaltando lo que aún quedaba por hacer: principalmente, mayor renovación política y distribución más equitativa del ingreso.
      Es que, a partir del nuevo rol dentro del oficialismo, la concepción respecto de la transformación social había variado inevitablemente. Ya no se trataba de "resistir" frente al Estado (frente a la represión, a las políticas económicas neoliberales, etc.) sino de ingresar al mismo. Recordemos, en ese sentido, la expresión de De Ipola y Portantiero (1989) sobre la creencia adquirida de que ese Estado ahora es "popular". Se trataba entonces de ocupar espacios que permitieran cambios y conquistas progresivas a la par de una consecuencia adicional: el crecimiento de la organización como tal. Ya no reclamando al gobierno derechos desde la organización popular de base, desde afuera, y a través de la movilización colectiva, sino impulsando su reconocimiento desde el Estado mismo, desde la integración en sus estructuras. Así es como se vuelve verosímil para el Movimiento Evita, por ejemplo, la tesis de entender la organización social y popular no como una estructura paralela al Estado sino como una rama más del mismo, en palabras de uno de sus miembros.
      En Brasil, algunos de los miembros del MST ya ocuparían cargos en los gobiernos estaduales conquistados electoralmente por el PT, como en Río Grande do Sul, con el gobernador Olivio Dutra (1998-2002), que aumentó el peso de los recursos destinados a la aceleración de los procesos de expropiación legal de las tierras.
      La llegada de Lula al poder -muy simbólica, como vimos, por el origen social y de lucha sindical del líder- implicó un breve período de tregua en la movilización por parte del movimiento hacia el nuevo gobierno. También cierta presencia en cargos estatales, y un número moderado de reuniones y audiencias entre el gobierno nacional y la dirigencia en torno a la cuestión de la reforma agraria. Pero la movilización, según fue analizado, fue rápidamente retomada e intensificada. Y se llevaba adelante bajo el supuesto sostenido por la organización de que la transformación en las relaciones de fuerza de la sociedad brasileña no sería producto de concesiones graciosas de un gobierno sino de la organización popular por la conquista de los derechos. Y esa organización popular no podía ser engendrada desde dentro de ese Estado sino en forma autónoma. La concepción de construcción/organización popular del MST es, en este sentido, marcadamente disímil a la mencionada anteriormente para el Evita en Argentina.
      Más allá de la relación con el líder mismo -que ya ha sido caracterizada en la sección III- no se trata, en el caso del MST, de la idea un Estado que pasaba a ser "popular" y desde el cual, por ende, se podrían llevar adelante políticas a favor del modelo económico y social pretendido por la organización. Más bien, sea cual fuera la valoración respecto del líder, habría que continuar con prácticas de movilización y de reivindicaciones al gobierno. Sólo a través de las mismas –volvamos con ello a la cita ubicada al inicio de este artículo- es que se producirían, según esa concepción, las efectivas transformaciones [ mudanças ].
      En agosto de 2005, en un comunicado muy crítico que el MST publicaría sobre el gobierno -caracterizándolo como "de centro" y denunciando que la reforma agraria caminaba "a paso de tortuga"- la organización afirmaba que se mantenía un Estado organizado administrativamente contra los pobres ("Comunicado del MST ante la coyuntura de crisis brasileña", anexo en Bringel, 2006: 42).
      Por ende, los contrastes entre ambos casos nacionales se observan tanto en el grado de presencia institucional (cargos, coordinación de programas sociales, etc.) como en la concepción respecto del Estado y de la construcción/organización popular.

V. Las organizaciones frente al PT y al PJ   

    En el caso brasileño, el vínculo entre el Partido dos Trabalhadores (PT) y el MST hunde sus raíces en las misma fundación de éste, en 1984, en la que el PT participó activamente, junto con otras organizaciones como la Comisión Pastoral de Tierra (CPT) 23. Desde 1989, por otro lado, el MST brindó apoyo militante a las sucesivas campañas electorales del PT.
      Emir Sader ( Le Monde Diplomatique , enero 2005) llega a afirmar incluso que el MST encontraba en el PT, antes de la llegada de éste al poder, su principal interlocutor político. Ese lugar parecería hoy estar siendo progresivamente ocupado por la denominada "Consulta popular", nucleamiento político que incluye a varios dirigentes del MST y otros sectores, y que hasta el momento no ha optado por la vía electoral aunque se propone la elaboración y discusión de un proyecto nacional.
      Pero antes de la llegada de Lula al poder no sólo el PT parecía ser un interlocutor político del MST sino que este último, a su vez, se había convertido, a lo largo de los años, en el representante por excelencia de vastos sectores pobres de la población, con miles de familias que participaban de las ocupaciones de tierras y las sostenían, a veces durante años, habitando precarias tiendas de lona negra, hasta que el Estado formalizara la expropiación de la fazenda improductiva 24 y pudieran empezar a cultivar e instalarse definitivamente allí, con lo cual el acampamento devenía en assentamento 25.
      Es la tensión permanente en el seno del PT entre posiciones más moderadas -que privilegiaban acciones en torno a la disputa electoral- y posiciones más radicales -que priorizaban aquellas centradas en la consolidación de los movimientos de acción popular- la que habría entrelazado en el tiempo al PT y al MST (Santos, 2006).
      Sin embargo, la sostenida estrategia -ya mencionada aquí- de autonomía por parte del MST –tanto hacia fuera como entre las distintas estructuras locales en cada región– implicó una resistencia histórica a vincularse orgánicamente con el PT, el cual, según reconoce la propia dirección nacional de los Sem Terra, tampoco hizo grandes esfuerzos en ese sentido, ya que no concebía a los movimientos sociales como su "correa de transmisión" 26.
      A partir de énfasis constante en la autonomía y en la lucha por las reivindicaciones propias del movimiento como eje central y motor de su accionar, el MST opta, de alguna manera, por una cierta prescindencia respecto de la disputa político-electoral; disputa en la cual las organizaciones kirchneristas, por el contrario, han decidido participar activamente en el marco de frentes.
      La creciente indiferencia del gobierno de Lula en su relación con el MST y otros movimientos sociales tendría su correlato en el vínculo de estos últimos con el PT dentro de la coalición oficialista. Según reconocía un dirigente del partido, la atención del PT a la Central Única dos Trabalhadores (CUT), al MST y a partidos aliados de izquierda se había reducido sustancialmente a partir de la llegada de Lula al poder, llegando a una virtual ausencia de instancias de coordinación política entre el PT y esos sectores de la coalición (entrevista con la autora, 19/09/08). Asimismo, hay dirigentes dentro del PT que manifiestan –ello se advertía en las entrevistas- un notable malestar, e incluso hartazgo, respecto de la persistente movilización y radicalidad del MST durante el gobierno de Lula.
En el caso argentino, analizar la relación entre las organizaciones sociales y el PJ merece algunas aclaraciones. En primer lugar, no podemos pensar en el Partido Justicialista nacional entre 2003 y 2007 como una organización con vida interna, autoridades y cierta unidad mínima. Esta imposibilidad responde a numerosos factores. Por un lado, porque permaneció, en ese período, intervenido judicialmente, sin elegir sus autoridades, sin reuniones del Consejo partidario nacional, etc. Pero además, debido a las transformaciones acaecidas en la representación política en los últimos años: 27, la extrema personalización de los procesos electorales configura un escenario en el que es posible -como se mencionó antes- que los sellos partidarios cambien en cada elección, que año tras año líderes con sustento en la opinión pública puedan aglutinar a distintos sectores más allá de su proveniencia partidaria y también que un mismo sello –PJ- haya sido utilizado, en la provincia de Buenos Aires, a favor de Kirchner, contra él, y nuevamente a su favor en el breve transcurso de dos años 28. Concentrémonos entonces en la relación de las organizaciones con el denominado PJ tradicional, es decir, los sectores del partido que abogaron durante el período por una reestructuración y reanimación política de sus estructuras, y una prevalencia de aquél en la relación de fuerzas del conjunto oficialista.
      El movimiento piquetero había mantenido una relación muy conflictiva con el PJ hasta el gobierno de Kirchner 29. Incluso, el crecimiento de algunas de las organizaciones sociales había significado una pérdida -parcial- de influencia de agrupaciones 30 del PJ y de su hasta entonces casi exclusiva mediación social y política en algunos barrios del conurbano bonaerense, por ejemplo.
      Durante la presidencia de Kirchner, la relación de ese sector con las organizaciones sociales kirchneristas estudiadas aquí fue de tensión y recelo –más o menos soslayada, según los casos. Las propias organizaciones concebían al PJ tradicional como "un mal necesario" para la gobernabilidad, como lo peor del peronismo o incluso como el protagonista de prácticas ("la vieja política") que debían ser desterradas. Ello, con matices según cada organización.
      Desde el PJ tradicional, por otro lado, compartir el espacio oficialista con las organizaciones sociales devenía ciertamente problemático. El caso de La Matanza fue paradigmático en ese sentido. Allí, gran parte de la dirigencia y militantes del partido manifestaba, en las entrevistas realizadas durante 2006 y 2007, un hondo disgusto por la presencia de los "piqueteros" en el gobierno nacional –se refieren a los comúnmente denominadas "movimientos sociales" u "organizaciones sociales kirchneristas", como la FTV de D'Elía. Estas organizaciones -sostenían- habían crecido territorialmente en plena crisis y habrían sido "contenidas" por el gobierno nacional de Néstor Kirchner. Frente a la evidencia de la progresiva recuperación económica, para aquellos militantes del PJ estos actores "circunstanciales" ya no debían seguir siendo "oxigenados" por el gobierno nacional (con cargos, recursos, programas para coordinar). Los entrevistados coincidían así en un manifiesto malestar respecto del lugar que esas organizaciones seguían teniendo dentro del oficialismo nacional 31.
      El proceso de reorganización formal del PJ y la asunción de Néstor Kirchner como su conductor, iniciado a fines de 2007 y culminado en 2008, suscitó una lectura compartida por medios de comunicación que apoyaban al gobierno –como el diario Página 12 - y por tres de las cuatro organizaciones sociales kirchneristas estudiadas aquí. Aquella decisión de reanimar formalmente al Partido Justicialista luego de varios años de intervención judicial era, según esa visión, ineludible. Por un lado, por la debilidad del espacio kirchnerista transversal (es decir, no perteneciente al partido); ese aspecto del relato incluía una suerte de autocrítica: no haber podido fortalecer ese espacio en la relación de fuerzas al interior del oficialismo entre 2003 y 2007. Por otro lado, en un contexto en el que diferentes sectores del peronismo habían comenzado a mostrar ciertas dosis de oposición al gobierno sucesor -encabezado por Cristina Fernández de Kirchner-, la asunción de Néstor Kirchner como autoridad del partido, interpretaban, obligaba a esos sectores a "no sacar los pies del plato", a alinearse para poder seguir considerándose parte del partido. Sin embargo, ya para entonces, habían tenido lugar en Argentina transformaciones sustantivas en los formatos de representación política. Los partidos tradicionales habían visto debilitado su vínculo con el electorado frente a liderazgos individuales, que podían competir con sellos cambiantes entre una elección y otra sin que eso les significara una considerable pérdida de votos. Ello explicaría, al menos en parte, que esos sectores que procuraban diferenciarse del gobierno estén actualmente conformando alianzas opositoras al kirchnerismo (caso Solá, por ejemplo), con sellos nuevos, cuya propia vida útil también podría ser relativamente corta.
      Las organizaciones sociales kirchneristas, entonces, recibían el escenario de 2008 con algo de perplejidad, y su reacción frente a la reorganización formal del PJ sería diferente en cada caso. La incorporación al partido, planteada desde el Movimiento Evita, no implicaría una compulsiva afiliación masiva de sus miembros –ni tampoco, por ejemplo, una participación activa en las elecciones internas del PJ bonaerense en noviembre de 2008-, pero sí la designación de Emilio Pérsico, su dirigente, como secretario de organizaciones sociales del PJ nacional. Desde la FTV y el Frente Transversal, optarían por una no inclusión en el partido e intentarían permanecer ubicados dentro del oficialismo no PJ. Libres del Sur, por otro lado, rechazaría la decisión de Kirchner e iniciaría un período de incrementadas críticas a la construcción política del kirchnerismo, culminadas en una salida del gobierno al término del conflicto agropecuario iniciado cuando el gobierno nacional intentó darle un carácter móvil –atado a los vaivenes del precio internacional- a las retenciones a la exportación de soja 32.
      El conflicto por las retenciones móviles catalizó transformaciones sustantivas en el conjunto oficialista como tal y en las mismas organizaciones sociales. Interpretando que estaba en marcha un avance conservador, un intento de sectores privilegiados de frenar la intervención del Estado en la economía, las organizaciones sociales kirchneristas fueron el sector que con más intensidad participó de la estrategia de movilización masiva del gobierno nacional para apoyar la medida (carpas frente al Congreso Nacional, actividades de difusión, movilizaciones, etc.). Incluso, en ocasiones, impulsaron iniciativas que parecían ir un paso más adelante que las del propio gobierno (movilizaciones de Libres del Sur a shoppings y supermercados bajo la consigna de un "control popular de los precios"; anuncios de D'Elía de que la FTV podía eventualmente ir a las rutas a enfrentar a quienes las cortaban, etc.). Sin embargo, paralelamente a sostener una defensa pública de las retenciones móviles, Libres del Sur profundizaba sus críticas –en la discusión interna- al rumbo tomado por el gobierno nacional, resaltando el desplazamiento sufrido por las organizaciones sociales, tanto en términos de presencia institucional en el Estado (coordinación de programas, por ejemplo) como dentro del espacio político oficialista (avance del PJ en el armado kirchnerista o, como fue denominado luego por la dirigencia de Libres del Sur, "pejotización"). Como vimos, durante el período 2003-2007, las organizaciones sociales kirchneristas no se habían caracterizado por un accionar conjunto y coordinado sino más bien por una relación directa y radial con el gobierno, y por vínculos mutuos esporádicos, a veces marcados por desconfianza y recelo. En 2008, se produce una paradoja. El conflicto agropecuario suscita un período de mayor unidad en la acción entre estas organizaciones y, a la vez, acentúa la diferenciación política y distanciamiento por parte de una de ellas, Libres del Sur, y, en alguna medida, su estigmatización por parte de las demás 33.
      En otras palabras, podríamos considerar a la reestructuración formal del PJ y al conflicto por las retenciones móviles dos momentos muy significativos en la transformación de la relación entre las organizaciones sociales kirchneristas y el gobierno, y en la relación entre aquéllas y el PJ.

VI. Observaciones finales

        Como habrá podido advertirse hasta aquí, las organizaciones sociales kirchneristas en Argentina pueden ser abordadas, en algunos aspectos, de manera global. En otros, en cambio, se torna necesario un análisis específico de cada organización, dada su diferenciación en términos de tradición y definiciones identitarias, estrategia de construcción política, dimensiones, e incluso algunas concepciones sobre su vínculo con el gobierno. Y al cotejar el caso argentino y el brasilero, los contrastes se profundizan.
      Aunque la creciente desilusión y desaparición de las expectativas que el MST tenía de Lula cuando éste fue electo en 2002 exhibe un marcado contraste con las esperanzas generadas por Kirchner en las organizaciones sociales mencionadas durante los primeros meses de su gobierno, en ambos casos las organizaciones en cuestión se embarcaron en diversos niveles de apoyo a estos líderes durante 2005 y 2006.
      El momento de llegada de Lula y Kirchner al poder recibió diferentes lecturas por parte de las organizaciones. El triunfo de Lula estaba revestido de un enorme simbolismo para el MST: se trataba de una victoria histórica de un líder sindical combativo, de un partido de centro-izquierda y de un aliado de la reforma agraria. Todo ello, sin embargo, en una coyuntura -según la lectura del MST- de reflujo de la movilización popular (dirigente del movimiento, entrevista con la autora, 17/09/08).
      En Argentina, en cambio, la llegada de Kirchner al poder no era inicialmente tan significativa, más allá de haberse evitado un retorno de Carlos Menem a la presidencia. En el caso de Barrios de Pie (luego integrada en Libres del Sur), incluso se llamaría a sus seguidores a votar en blanco en aquellos comicios. Es una vez en el poder, que Kirchner constituyó lo que Cheresky denomina un "electorado pos-electoral" (Cheresky, 2004) y que alcanzó altos niveles de popularidad, integrando también a las organizaciones sociales. Y en cuanto al contexto de esa llegada, a pesar de que había disminuido el nivel de movilización popular respecto de 2000-2002, la crisis de representación aún parecía refugiarse en el imaginario social (las mismas elecciones de 2003 habían sido convocadas anticipadamente luego de las repercusiones del asesinato de dos manifestantes piqueteros durante una protesta por parte de la policía en la localidad de Avellaneda).
      Tanto el MST en Brasil como la FTV, el Frente Transversal, el Movimiento Evita y Libres del Sur, en Argentina, constituyen colectivos que más allá de tener efectivamente (o no, depende del caso) programas propios sostienen identidades heterogéneas y sujetas a permanente tensión y mutación, y su relación con los gobiernos mencionados no tenía, en el período relevado (2003-2007), un carácter estático sino profundamente dinámico, en el cual, sin embargo, algunos aspectos parecían consolidarse.
      Como hemos visto, el vínculo establecido no es el mismo en ambos casos y, por tanto, tampoco lo han sido sus repercusiones para estas organizaciones como tales.
      El rol del líder/presidente en tanto articulador y configurador de agenda (de temas a discutir, de propósitos para la movilización, etc.) ha sido también muy diferente. Y en inevitable relación con ello, la concepción de las organizaciones argentinas y el MST respecto de las formas de lucha, la definición de "organización popular" y sus premisas, los niveles posibles de confrontación pública con el gobierno y la cuestión de la autonomía ha sido también notablemente contrastante. Probablemente, de todas las organizaciones kirchneristas relevadas, la que más se asemeje, al menos en su trayectoria, al MST sea la FTV. Su carácter de organización territorial enfocada (especialmente en sus orígenes) en la cuestión de la tierra, el haberse forjado como un asentamiento, su relación con el cristianismo de base 34, cierto nivel de descentralización propio de una federación –aunque en el caso argentino, fuertemente dependiente de su histórico dirigente.
      En ambos casos, sin embargo, el advenimiento de estos gobiernos le deparaba a estas organizaciones –en el período en cuestión- significativos beneficios en términos de recursos materiales y de reconocimiento político y simbólico, ya sea como sector con peso dentro del oficialismo (organizaciones kirchneristas) o bien como organización campesina históricamente representativa y como interlocutor válido (MST). Ello no se traducía necesariamente en un significativo apoyo por parte de la opinión pública. Ya vimos cómo la denuncia y acciones directas contra el agro-negocio podrían poner en juego la legitimidad del MST para varios sectores de la sociedad brasilera. Y en Argentina, el desempeño electoral de los dirigentes de organizaciones kirchneristas que encabezaron o intentaron encabezar listas ejecutivas siguió siendo muy bajo en todo el período observado e incluso, durante el conflicto agropecuario, la imagen pública de algunos de sus dirigentes pareció deteriorarse.
      En el caso de Brasil, la tensión entre el MST y el gobierno parecía incrementarse progresivamente, sin que esto impidiera brindarle a aquél un apoyo "crítico" en coyunturas que el movimiento caracterizaba como amenazantes o indicativas de un potencial avance del PSDB y de sectores conservadores, que pudiera implicar un eventual retroceso de las conquistas obtenidas y una persecución de sus miembros por parte del Estado.
      En el caso argentino, la tendencia de integración y presencia de las organizaciones sociales dentro de la coalición en el poder parecía comenzar a exhibir cierto retroceso hacia fines de 2007, cuando estas organizaciones empezaron a ser progresivamente desplazadas de algunos espacios institucionales a partir de una marcada opción de Néstor Kirchner y de la nueva presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, por fortalecer, en la relación de fuerzas del oficialismo, la posición de los sectores más vinculados al PJ, en el marco de la reestructuración legal de ese partido a cargo del ex presidente. Los coletazos de ese proceso aún están en curso y deberán ser analizados con cuidado en tanto transformaciones sustanciales del oficialismo kirchnerista como conjunto político.

Notas

1 Este artículo se enmarca en una investigación más amplia que examina en forma comparada el oficialismo kirchnerista y lulista. Quisiera agradecer a Diego Domínguez por sus críticas y observaciones hechas a un primer borrador. También a Aníbal Viguera, por sus comentarios en ocasión de la presentación de una versión preliminar de este trabajo en las Jornadas de Trabajo sobre Historia Reciente en la Universidad Nacional de Rosario (mayo 2008), y, por último, al evaluador anónimo de la revista, por sus aportes y sugestivas preguntas.

2 Las comillas han sido utilizadas aquí como un reconocimiento de que se trata de un concepto construido desde determinados abordajes –en las ciencias sociales- de la cuestión de la protesta, la acción y el conflicto, que no deberían, por el solo hecho de haber sido tan difundidos, ser naturalizados. Cabe destacar un caso que era tomado por el enfoque de los "nuevos movimientos sociales" como ejemplo de éstos en América Latina: el sindicalismo antiburocratista de los años '60 y '70. Se sostenía, desde ese abordaje, que en aquel movimiento, la cuestión material no era central. Sin embargo, la crítica a las cúpulas sindicales heterónomas frente a los gobiernos (incluso frente a dictaduras como la de Onganía) y al Estado ¿no se componía acaso de una línea más clasista y del impulso de comisiones internas que hicieran efectivos los reclamos materiales y políticos que esas cúpulas estaban traicionando? Eso es precisamente lo que militantes sindicales de base como Agustín Tosco y René Salamanca estaban llevando adelante. ¿Entonces qué hacía al sindicalismo de base un nuevo movimiento social y no parte de una historia de lucha de la clase obrera? Por otro lado, en los movimientos de desocupados en Argentina, analizados desde esa perspectiva como Nuevos Movimientos Sociales, también se observan algunos elementos de continuidad con las luchas obreras previas: varios de sus protagonistas en provincias como Salta eran trabajadores industriales que habían perdido su trabajo como consecuencia de la privatización de empresas del Estado. Asimismo, algunas organizaciones como la Corriente Clasista y Combativa (CCC) se organizaban en torno al sindicato (Svampa y Pereyra, 2003: 56) y, en numerosos casos, los "referentes" de los movimientos contaban con una experiencia política militante previa en partidos de izquierda (Rodríguez Blanco, 2006).

3 En algunos casos de otros distritos, Libres del Sur, por ejemplo, apoyó, en 2007, coaliciones electorales que competían con el kirchnerismo: la fórmula a gobernador de Luis Juez, en Córdoba, por ejemplo, o la de Hermes Binner, en Santa Fe.

4 Aquella equivalía, en el caso argentino, a 9.810 millones de dólares -tomados de las reservas nacionales- pero representaba un pequeño porcentaje de la deuda total del país, de 120.000 millones de dólares.

5 Una encuesta de Management and Fit en la provincia de Buenos Aires, sobre una muestra de 1100 electores, exhibió, en marzo de 2009, tanto altos niveles de desaprobación al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner como a la oposición (la pregunta hablaba de la "oposición" como conjunto, no de dirigentes específicos).

6 Así sucedió, por ejemplo, con la figura de Lavagna, ministro de economía del gobierno de Néstor Kirchner hasta octubre de 2005, luego contendiente electoral de Cristina Kirchner en 2007 y más tarde, protagonista de un acuerdo con el ex presidente para la reorganización del PJ, proceso del cual Lavagna finalmente no participaría formalmente desde ningún cargo partidario.

7 Desde el 2006, la FTV agregaría al Estado de Israel y su política exterior en Medio Oriente en conjunto con EEUU.

8 La FTV, de todos modos, no comenzó como un movimiento de desocupados, pero sí fue asociada públicamente a esa categoría, especialmente a partir del año 2000, cuando protagonizó una serie de protestas de desocupados y con reclamos referidos a los planes y subsidios estatales para ese sector.

9 Un ejemplo de ello es la denominada masacre de Carajás, ocurrida el 17 de abril de 1996. Ese día, tres mil familias sin tierra ocuparon la ruta PA-150 , cerca de Eldorado dos Carajás, en Pará, para exigir del INCRA la expropiación de un latifundio donde habían montado ya un campamento (Macaxeira). Luego de ser cercadas por tropas de policías militares (PM), éstas abrieron fuego contra los manifestantes y 19 integrantes del MST fueron asesinados.

10 Las denuncias referían a dos mecanismos: por un lado, el pago de dinero –en forma clandestina– a legisladores de partidos aliados para que votasen afirmativamente por proyectos de ley impulsados por el gobierno; y, por otro, la existencia de una enorme suma informal y no declarada de dinero para campañas del PT, manejada por la tesorería del partido.

11 Frente al conflicto, el MST firmaría un documento, en junio de 2005, junto con la Central Unica de Trabalhadores de Brasil (CUT) –más íntimamente integrada al oficialismo-, poco después de los primeros escándalos de corrupción del PT y la renuncia de José Dirceu. Se pronunciaba en él "contra qualquer tentativa de desestabilização do governo legítimamente eleito, patrocinada pelos setores conservadores e antidemocráticos" (Leher, 2005: 115). El documento recibió duras críticas por parte de algunos movimientos sociales e intelectuales.

12 Cabe aclarar que por el tipo de organización interna que tiene el MST, en la práctica, la dirigencia podía tomar una decisión pero luego cada campamento y asentamiento definía su propia posición.

13 La comparación, no obstante, no era demasiado piadosa para el presidente: "Lula es neoliberalismo como políticas compensatorias, Alckmin será neoliberalismo radicalizado sin políticas de compensación" (Entrevista a Alipio Freire, El Diario Internacional , 27/10/06).

14 Para detalles sobre ese proceso, ver Branford (2006) .

15 Según Cheresky (2004), los liderazgos de popularidad son estilos políticos novedosos, en línea con transformaciones que han tenido lugar en la representación política. Establecen un vínculo directo con la opinión pública y el electorado que trasciende ampliamente los sellos partidarios a los que pertenecen. En sus palabras, aunque refiriéndose al caso argentino,

esta reconstitución de la autoridad política basada en el respaldo ciudadano ‘directo' inaugura un estilo político novedoso. Aunque puede compararse con el liderazgo populista tradicional y alertar sobre los peligros institucionales que acarrea, lo cierto es que en este caso no se trata del pueblo movilizado –fuente plebiscitaria de poder en su reunión multitudinaria en la Plaza de Mayo y sostenido en dispositivos organizacionales permanentes–, en competencia con o en detrimento de los partidos políticos democráticamente organizados, sino de una ciudadanía frecuentemente confinada a un rol de opinión pública de presencia virtual en el espacio público. (Cheresky, 2004: 11) .

16 Para el proceso que llevó a Duhalde a optar por apadrinar a Kirchner, ver Rocca Rivarola (2007).

17 Para la trayectoria de esta organización, Merklen (2005) y también, Svampa y Pereyra (2003) .

18 Algunas interpretaciones caracterizaron esa estrategia como una deliberada apertura de puertas del oficialismo nacional para que nuevos sectores –y las organizaciones sociales- disputaran el poder local a intendentes que, en algunos casos, como el de Lanús, habían tenido ya varios mandatos y, de no ser por las colectoras, habrían permanecido en el poder. Como resultado, algunos municipios como Almirante Brown, Lanús, La Plata y Esteban Echeverría, eligieron a candidatos que, en su armado electoral, incluían a estas organizaciones, con variaciones según el caso. Vale aclarar, sin embargo, que los intendentes electos no son, en ningún caso, dirigentes de estas organizaciones. Y que, por otro lado, la lectura hecha con posterioridad por integrantes de Libres del Sur sobre el proceso no coincide exactamente con esas interpretaciones.

19 La confrontación que Libres del Sur inició contra esos intendentes municipales encontraría pronto frenos y limitaciones contundentes en La Matanza, donde el propio gobierno nacional, optó por privar a Jorge Ceballos, uno de los líderes de Libres del Sur, y precandidato a intendente del distrito, de una lista colectora para enfrentar al oficialismo local ("balestrinismo"). He analizado ese proceso en un trabajo reciente (Rocca Rivarola, 2009)

20 Las elecciones de 2005 constituyeron no sólo un primer intento –fallido en varios casos locales pero exitoso a nivel provincial- de las organizaciones kirchneristas por integrar listas legislativas oficialistas, sino también el escenario de la rivalidad entre Kirchner y Duhalde por el poder bonaerense (con sus respectivas esposas a la cabeza de las listas de senadores/as por la provincia de Buenos Aires), conflicto en el que las organizaciones sociales reforzaron su pertenencia con el oficialismo y sus expectativas sobre eventuales avances del gobierno, ya desprendido, gracias a su ruptura y triunfo, de la sanción del ex presidente.

21 Con la llegada de Scioli a la gobernación, el Movimiento Evita perdería gran parte de los espacios que había conseguido dentro del estado provincial (siendo el más importante la vicejefatura de gabinete), así como la coordinación de algunos programas sociales, como el programa de promotores en Derechos Humanos. En el caso de Barrios de Pie/Libres del Sur, el Ministerio de Educación de la Nación los removería de la coordinación de programas sociales de alfabetización y formación.

22 Touraine aclarará que el pueblo, en estas referencias de la política nacional-popular, no es una clase sino una comunidad (Touraine, 1999: 331), en el marco de un lenguaje que es antielitista pero que no suscribe la idea de un conflicto socio-estructural como la lucha de clases. De todos modos, se ha analizado (Aboy Carlés, 2002) como la noción de pueblo puede ir oscilando entre un pueblo abarcativo de toda la comunidad y un pueblo que refiere a los sectores populares específicamente.

23 En realidad, si seguimos el relato de Dias Martins, el MST emergió en 1979, con su primera ocupación en Encruzilhada Natalito, Rio Grande do Sul. 1984 es la fecha en que el mismo se constituyó como movimiento nacional, en su primer Congreso, en el que también se aprobó su himno y bandera.

24 El Estatuto da Terra de 1964 explicitaba esta condición al sostener que una propiedad privada podía ser expropiada por el Estado cuando no era cultivada, en caso de conflicto entre el propietario y los trabajadores, o de daño ambiental. Luego la Constitución brasileña de 1988 incorporaría el concepto de "función social de la propiedad agrícola". Sin embargo, uno de los reclamos del MST es que los índices que el Estado toma para determinar si una hacienda es productiva o no corresponden a mediados de los '70, y que si se actualizaran, muchos más latifundios serían considerados improductivos y serían pasibles de expropiación legal.

25 Sólo un dato acerca de la concentración de tierras en Brasil: Según datos oficiales del Instituto Nacional de Colonização e Reforma Agrária (I NCRA) de 2003, 1,7% de los propietarios tenía el 43,7% de las tierras privadas (Bringel, 2006: 37).

26 Ibíd. Esto, a diferencia del Partido Comunista Do Brasil (PCdoB), que sí los consideraba en este sentido.

27 Para un análisis de esas transformaciones, ver Pousadela y Cheresky (2004).

28 Pocos meses después de la elección de Kirchner -que no pudo competir con el sello PJ, como tampoco pudo hacerlo ninguno de los candidatos peronistas a presidente, debido a la decisión del entonces presidente Duhalde-, en las elecciones legislativas y para gobernador en la provincia de Buenos Aires, en octubre del mismo año, el "PJ" fue la fuerza que acompañó al presidente. En las siguientes elecciones legislativas, y en el marco de una disputa de poder entre Kirchner y Duhalde por las estructuras partidarias peronistas bonaerense, el sello PJ (impulsado por Duhalde) compitió contra el sello Frente para la Victoria (creado por el presidente en 2003). Luego de la derrota duhaldista, el grueso del PJ bonaerense (sus autoridades, especialmente) que había enfrentado al kirchnerismo, decidió realinear al sello partidario con el gobierno. Y en 2007 participarían como fuerza provincial dentro del Frente para la Victoria, donde también estarían Libres del Sur, el Frente Grande y otros sellos kirchneristas. Como puede advertirse, analizar el escenario en meros términos de sello partidario puede llevarnos a confusiones.

29 La FTV, sin embargo, había disminuido sus niveles de conflictividad en la relación con el Estado antes del gobierno de Kirchner. Junto con la Corriente Clasista y Combativa (CCC) habían participado, por ejemplo, de Consejos Consultivos convocados por el gobierno de Duhalde. Para ese proceso previo de "institucionalización": Svampa y Pereyra (2003).

30 La forma de organización del PJ históricamente ha incluido, más allá del Consejo Partidario, a nivel territorial, "agrupaciones" y, dentro de éstas, "unidades básicas"

31 Un análisis más detallado de esta relación en aquel distrito, con citas de los mismos entrevistados, aparece en Rocca Rivarola (2009).

32 El conflicto agropecuario consistió en una muy fuerte reacción de distintas entidades patronales agropecuarias (Sociedad Rural, Coninagro, CRA y Federación Agraria) y una serie de productores rurales "autoconvocados" frente a una resolución del gobierno (la número 125) que establecía un nuevo carácter de las retenciones o aranceles a la exportación de soja: su movilidad en relación con el precio internacional de esta oleaginosa. La reacción incluyó paros de comercialización y numerosos y sostenidos cortes de ruta en distintas localidades del país en forma intermitente durante cuatro meses. Finalmente, la presidenta elevó un proyecto de ley al Congreso Nacional para ratificar la medida. El mismo fue aprobado en la Cámara de Diputados pero derrotado en la de Senadores: luego de un empate de votos entre los legisladores, el vicepresidente, Julio Cobos, lo rechazó.

33 Entre 2003 y 2007, ya existía –según lo relatado en diferentes entrevistas por parte de dirigentes y militantes de la FTV, el Frente Transversal y el Movimiento Evita– una relación más difícil de todas ellas con Libres del Sur, la única con un rol preponderante en su interior de un partido político –Patria Libre– y con dinámicas que parecían irritar a las otras organizaciones.

34 Su líder, Luis D'Elía, proviene de la Democracia Cristiana y uno de sus dirigentes, Juan José Cantiello era el cura del asentamiento El Tambo.

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Fuentes consultadas

a) Selección de documentos, comunicados, entrevistas a sus miembros publicadas en medios y discursos, para el período 2005-2006, obtenidos de las siguientes páginas web:

www.mst.org.br

www.ftv.org.ar

http://www.pcce.com.ar/

http://libresdelsur.org.ar/

www.barriosdepie.org.ar

www.frentetransversal.com.ar

http://www.movimientoevita-capital.blogspot.com/

www.eldiariointernacional.com

b) Film: Terra para Rose (1987). Tetê Moraes . Brasil. Venver Comunicações e Difusão Cultural. Documental. Drama. 84 minutos.

c) Le Monde Diplomatique (selección para el período).

Entrevistas realizadas

- En Argentina (Ciudad de Buenos Aires y Conurbano bonaerense): 16 entrevistas realizadas entre 2006 y marzo de 2009, a militantes de base y dirigentes de las organizaciones sociales kirchneristas en Argentina, legisladores del Frente para la Victoria y dirigentes y militantes del PJ bonaerense.

- En Brasil (ciudad de San Pablo): 15 entrevistas realizadas, en septiembre de 2008, a un periodista, intelectuales, vereadores (concejales) y dirigentes del PT, dirigentes y militantes del PSOL y del MST.

Observación participante en actos político-electorales

Actividad de lanzamiento de la mesa Matanza del Movimiento Libres del Sur, San Justo. Prov. de Bs. As. Junio de 2006.

Acto de campaña para candidatura de D. Scioli, organizado por la FTV en el Barrio El Tambo, Isidro Casanova, Prov. de Buenos Aires. 22/2/07

Acto del Movimiento Evita. Estado Arsenal. Sarandí, Prov. de Buenos Aires. 24/02/07.

Acto del Plan "Agua + Trabajo" con presencia de N. Kirchner. Laferrère, Prov. de Bs. As. 22/3/07.

Acto de cierre de campaña Cristina Fernández de Kirchner. Mercado Central, Prov. de Buenos Aires. 25/10/07.

Actividad de homenaje del MST a Josue de Castro. Escuela de Formación del MST. Guanarema, Estado de San Pablo. 20/9/08

Acto de lanzamiento de Jorge Ceballos como precandidato a diputado nacional. Micro estadio de Ferro. Ciudad de Buenos Aires. 30/10/08.

Acto y Panel de debate "El fin del neoliberalismo y la construcción de proyecto nacional", con Hugo Yasky (CTA), Edgardo Depetris (Frente Transversal), Hugo Moyano (CGT), y Emilio Pérsico (Movimiento Evita) en el Teatro Margarita Xirgú, Ciudad de Buenos Aires. 9/12/08.

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