Introducción
El proceso de institucionalización de los estudios antropológicos en Chile se caracterizó por la creación de museos y sociedades científicas, las que se constituyeron como los primeros espacios de formación, investigación y socialización a través de la circulación de la producción científica, previa consolidación disciplinar de estas ciencias en el espacio académico.
Durante el periodo de estudio, dichas instituciones concentran un considerable volumen de generación de conocimiento en las distintas áreas de estudio, así como, la conservación del patrimonio cultural1. Más allá de la atracción por la recolección y acumulación de “objetos del pasado”, este tipo de establecimientos se inscribe en una matriz que es promovida por una parte de la elite regional, cuya inquietud es la preservación del pasado indígena, con el objetivo de fortalecer la identidad local y nacional, además de favorecer la educación pública mediante el desarrollo de investigaciones arqueológicas (Peña, 1946).
Son variadas las investigaciones y reflexiones que han problematizado acerca de la trayectoria de los estudios antropológicos en Chile, junto aquellas que se centran sus trayectorias en Chile y/o buscan dimensionar su producción científica durante el periodo (Berdichewsky, 1980; Garbulsky, 1998; Montané, 1963, 1964, 1965a, 1965b, 1972; Mora, 2016; Mora y Vásquez, 2018, 2021; Orellana, 1982, 1991, 1994, 1996; Pavez, 2012, 2015; Rivera, 1980; Skewes, 2004; Thomas, 1977; Troncoso et al, 2008; Vásquez et al, 2019; Vásquez y Mora, 2021).
Por otro lado, encontramos una serie de trabajos que profundizan en la trayectoria del Museo Arqueológico de La Serena, así como, en las obras de sus integrantes (Alaniz, 1979-1981; Ampuero y Alegría, 1979-1981; Cobo, 1996; Cornely, 1944; Donoso Fritz, 2020; Feliú Cruz, 1966; Iribarren, 1969; Montané, 1973; Mostny, 1977; Niemeyer, 1996; Orellana, 1996).
En esta investigación nos hemos centrado en relevar las contribuciones del Museo y Sociedad Arqueológica de La Serena en el contexto de institucionalización de los estudios antropológicos en Chile2, utilizando su revista especializada como medio constituido para la difusión del conocimiento científico, cuyos contenidos permiten identificar la estructura que adquiere un campo de estudio en un momento especifico de la historia de la disciplina (Dogan y Pahre, 1993; Knorr Cetina, 2005).
Si bien, este artículo se enfoca particularmente en relevar antecedentes institucionales y analizar los trabajos publicados en el boletín institucional del Museo y Sociedad Arqueológica de La Serena, resulta posible ejemplificar localmente aquellas dinámicas cognoscitivas de los estudios antropológicos, fundamentalmente en lo que Stocking (2002) define como movimientos de fusión y fisión, lo que nos permite observar la tendencia hacia la especialización en
“áreas disciplinares -arqueología, antropología cultural y social, lingüística, etnohistoria y antropología física- las que alcanzan su desarrollo con relativa independencia, dando lugar a un objeto de estudio y la emergencia-consolidación de líneas temáticas y referentes conceptuales” (Vásquez y Mora, 2021: 109).
La aproximación metodológica combinó el trabajo de archivo, las técnicas de análisis del contenido y la estadística descriptiva. Se identificaron un total de 94 trabajos publicados formato de artículo científico en el Boletín del Museo y Sociedad Arqueológica de La Serena entre los años 1945 y 1981. Se procedió a crear una base de datos en software estadístico SPSS, la que posibilitó la codificación y clasificación del material en función de un sistema de categorías definidas previamente en Vásquez y Mora (2021), así como, de aquellos “indicadores de segunda generación” (Callon, Courtial y Penan, 1995 [1993]), es decir, áreas de conocimiento, líneas temáticas e investigadores presentes en la producción científica.
Junto con relevar antecedentes sobre la trayectoria institucional del Museo y Sociedad Arqueológica de La Serena, en tanto se erige como una de las primeras iniciativas a nivel regional que canalizan actividades orientadas a cultivar el trabajo arqueológico en el país, se presentan resultados de investigación que contribuyen a la reflexión sobre la especificidad de este campo de estudios, confirmando la tesis que advierte el predominio arqueológico en el volumen de la producción científica durante el periodo y la tendencia hacia la diferenciación de las áreas de investigación a medida que se consolidan en una disciplina instituida (Vinck, 2015).
Algunas claves conceptuales
Analizar la conformación de los estudios antropológicos resulta una tarea problemática debido a sus orígenes múltiples, la unidad contingente que esta ciencia manifestó desde sus inicios y la delimitación de sus fronteras disciplinarias (Bustamante, 2014; Stocking, 2002).
Para dar cuenta de dicha complejidad, nuestra investigación se sitúa dentro de los estudios que buscan visualizar la morfología del campo de estudio, a partir del análisis de temas, problemas e hipótesis contenidas en los artículos, con objeto de dar cuenta de las configuraciones que lo caracterizan y diferencia en el espacio científico y social, además de visibilizar las contribuciones de la institución y sus investigadores (Vinck, 2015).
La estructuración del campo se articula desde operaciones de tipos cognoscitivas, procedimentales y escriturales que permiten demarcar un territorio académico y/o profesional en conformidad a un modelo de ciencia, el que genera las condiciones para el estudio, enseñanza y publicación de sus miembros (Becher, 2001; Shils, 1970).
En Chile, hacia mediados del siglo XX se organiza un modelo de ciencia compuesto por distintas áreas de conocimiento bajo la idea de antropología general, en la dirección de lo planteado por Paul Broca (1824-1880) o Franz Boas (1858-1942). Este modelo se caracterizó por la coexistencia e interacción entre marcos cognoscitivos diversos en la construcción de conocimientos situados en momentos y condiciones socio-históricas particulares (Vásquez y Mora, 2021).
Los movimientos de fusión y fisión (Stocking, 2002) permiten evidenciar un proceso de desintegración, que a partir de la década de 1930 se relacionan al cierre de secciones e instituciones dedicadas al desarrollo de la antropología3. Esto provocó la reorganización de este campo de estudio, con impactos en el volumen de producción científica, cuya expresión es predominio de la arqueología a partir de la actividad investigativa del Museo Nacional de Historia Natural y en museos regionales, dando paso a desarrollos de las áreas con relativa independencia (Vásquez y Mora, 2021).
En tal dirección, el propósito de esta investigación es abordar la trayectoria particular del Museo y Sociedad Arqueológica de La Serena y sus contribuciones a la estructuración de los estudios antropológicos en Chile desde una perspectiva que va más allá de definiciones autocontenidas sobre el concepto de disciplina (Dogan y Pahre, 1993; Ben David, 1971), poniendo atención en los matices que adquiere en el contexto nacional, lo que posibilita problematizar formas de organización y clasificaciones rígidas que operan en el ámbito científico.
Durante el periodo estudiado, los museos y sociedades científicas son instituciones que concentran gran parte del volumen de la producción de orientación antropológica mediante la publicación de revistas de circulación nacional, libros, actas de congresos, folletos y boletines (Vásquez y Mora, 2021). En tal dirección, desde el siglo XVII, el artículo científico se convierte en el medio de difusión de resultados, reemplazando al intercambio epistolar y los informes privados (Cajaraville, 1998; Kligmann y Spengler, 2016), constituyéndose como uno de los vehículos para ahondar en la trayectoria de una disciplina, sus condiciones de existencia y su dimensión cognoscitiva.
Por otro lado, al no contar con una política estatal que se traduzca en apoyo económico sostenido a la investigación y publicación, en este periodo resulta común actores vinculados a las sociedades científicas asumir los costos de financiar las ediciones y mantener la continuidad, periodicidad y difusión de las ediciones (Mora, 2016).
Materiales y método
Esta investigación siguió una aproximación que combinó el trabajo de archivo, las técnicas de clasificación-codificación del contenido y la estadística descriptiva, operando sobre el corpus de producción científica contenida en las publicaciones del Museo y Sociedad Arqueológica de La Serena. Ello permitió caracterizar las contribuciones de dicha institución a la estructuración de los estudios antropológicos en Chile, desde un abordaje que se ha trabajado desde la cienciometría (Maltras, 2003).
Se ha dimensionado el volumen de la producción científica en la revista institucional, registrando un total de 94 trabajos incluidos en 17 números publicados entre los años 1945 a 1981. Este corpus de información permitió la elaboración de una base de datos, la que incorpora la totalidad de los artículos publicados durante el periodo de estudio, incluyendo resultados y/o reflexiones enmarcadas en las diversas áreas de conocimiento de los estudios antropológicos.
La codificación-clasificación temática del material implicó la utilización de un sistema de categorías propuesto inicialmente en Vásquez y Mora (2021). A partir del análisis de los artículos, se identificaron cuatro áreas de conocimiento presentes en el corpus escrito, las que han sido definidas en concordancia con la terminología utilizada durante la época.
Arqueología: Incluye descripciones y/o interpretaciones relativas a cronologías, sistemas de producción, sistemas tecnológicos, arte rupestre (a nivel estético), ritual, arquitectura, trabajo de campo (excavaciones), síntesis arqueológicas (referencia a la presentación de trabajos de corte integral) y reflexiones teórico-metodológicas.
Etnohistoria: Considera trabajos basados en descripciones y/o interpretaciones acerca la caracterización de las estructuras sociales, religiosidad, poblamiento y relaciones interétnicas e interculturales, desde el trabajo de revisión y/o recopilación de fuentes orales o escritas sobre el pasado.
Antropología física: Artículos sobre investigaciones antropométricas, histológicas, somatológicas y osteológicas referidas a la sociedad indígena y/o nacional.
Lingüística: Artículos cuyo foco estuvo en el léxico, gramática y morfología de las lenguas indígenas, incluyendo reflexiones sobre idioma, etimología, y política lingüística.
Para identificar los temas presentes en los artículos publicados, se recurrió al análisis del contenido de aquellos conceptos e ideas fuerzas presentes en los títulos y contenidos de los trabajos catastrados, abarcando un total de 13 temas.
De igual manera, se utilizaron técnicas de estadística descriptiva para visualizar la estructura que adquiere los estudios antropológicos en el país a partir de la revista del Museo y Sociedad Arqueológica de La Serena. A partir del análisis en el software estadístico SPPS, se identificaron “indicadores de segunda generación” (Callon, Courtial y Penan, 1995 [1993]), es decir, aquellas tendencias referidas a áreas de conocimiento, núcleos temáticos y autores, que permiten dimensionar la producción científica, así como, evidenciar los movimientos de especialización de los campos de conocimiento.
Antecedentes institucionales
Durante la década de 1930, Francisco Cornely Bachmann4desarrolló una serie de actividades de investigación en la región de Coquimbo, las que son concebidas como los primeros pasos que dan origen al MUARQSE (Cobo, 1996).
En 1938, los descubrimientos relativos a la cultura El Molle, despertaron el interés de Ricardo Latcham (1869-1943) -director del Museo Nacional de Historia Natural- quien adquirió los objetos provenientes de las excavaciones para realizar los primeros estudios de las materialidades halladas. De esta manera, el trabajo de Cornely permitió perfilar nuevas hipótesis y reconfigurar ordenamientos cronológicos, convirtiéndole en un referente para el estudio de la arqueología de la zona centro-norte de Chile y noroeste de Argentina (Cobo, 1996).
Los hallazgos crearon expectación en la comunidad, particularmente entre las autoridades locales, quienes con motivo de las celebraciones del IV centenario de la fundación de La Serena, se abocaron a la formulación de un proyecto que contempló la creación de un museo municipal.
Las gestiones pro-museo se comenzaron a efectuar a partir del mes de junio de 1941, con la exposición de argumentos a favor de su creación ante una comisión del Club de Rotarios, instancia que desestimó la propuesta por falta de recursos económicos (Cornely, 1944).
Durante septiembre de 1941, por iniciativa del alcalde Francisco Arcos y el regidor Eduardo Toro, la Municipalidad acuerda adquirir la colección arqueológica proveniente de un cementerio indígena excavado en las afueras de La Serena. En 1942, Cornely fue contratado como organizador de la nueva institución, manteniendo la calidad de ad honorem durante el transcurso de un año debido al retraso en los fondos comprometidos por el gobierno, mientras que los gastos de instalación del museo estuvieron a cargo de la Municipalidad y complementados con aportes de personas naturales.
El museo abrió sus puertas al público el 3 de abril de 1943, en un acto inaugural que contó con la presencia del presidente Juan Antonio Ríos (1942-1946) junto a una comitiva ministerial. La dirección fue asumida por Francisco Cornely (1943-1958) y albergó una colección inicial de 125 piezas de cerámica atribuidas a “comunidades prehispánicas regionales” (Alaniz, 1979-1981, p. 233). Fue pensada como una institución que buscaba dilucidar la experiencia histórica de la sociedad regional, defender el patrimonio cultural local y crear espacios de difusión y fomento de la cultura (Cobo, 1996).
En sus inicios, el edificio original se ubicó en el tercer piso de la Municipalidad, ocupando tres salas. De igual manera, las colecciones se organizaron en tres secciones: Arqueología, Etnología y Antropología; Historia y Paleontología. Pese a las precarias condiciones, el establecimiento contó con el respaldo de la comunidad y logró albergar una considerable cantidad de material reunido a partir de las excavaciones efectuadas por Cornely, así como, producto de la donación de objetos que se encontraban en colecciones privadas. (Cornely, 1954; Niemeyer, 1996).
Paralelamente, Cornely convocó a un grupo de personalidades de la élite local con el propósito de buscar cooperación y financiamiento para el desarrollo de las actividades del museo. La fundación de la Sociedad Arqueológica de La Serena se concretó el 16 de junio de 1944, cuyo objetivo fue “preocuparse del estudio de la arqueología de esta zona y propender a la ampliación y desarrollo de nuestro Museo Municipal” (Peña, 1946, p. 1).
El total de socios registrados alcanzó un total de 48 personas, quienes ocuparon los cargos definidos a nivel organizativo -presidente, vicepresidente, secretario, prosecretario, tesorero, directores, director técnico, corresponsales y honorarios-. La sociedad contó con cinco presidentes, entre ellos Eliseo Peña (1945-1952), Carlos Toro (1952-1956), Jorge Iribarren (1956-1959), Federico Schaeffer (1959-1962) y Julio Montané (1962-1965).
Entre sus socios figuran políticos, médicos, comerciantes, militares, abogados e ingenieros, en su mayoría “neófitos aficionados, como eran la mayoría de los “arqueólogos” de esos tiempos” (Niemeyer, 1996, p. 43). Junto a ellos, se sumaron especialistas nacionales e internacionales en condición de socios corresponsales, entre ellos, Carlos Oliver Schneider, Grete Mostny, Victorino Alonso (Chile); Ángel Miñano (Perú); W. A. Ruysch van Gorkum, Antonio Serrano, José Imbelloni, Carlos Rusconi y Eduardo Casanova (Argentina). Entre las autoridades políticas que figuraron como socios, encontramos a Gabriel González Videla (Presidente de la República), Enrique Molina (Ministro de Educación y Rector de la Universidad de Concepción), Edmundo Toro (Intendente), Eliseo González y Ernesto Aguirre (Alcaldes).
Con motivo del primer aniversario de la sociedad, se acordó la publicación de una revista científica llamada “Publicaciones de la Sociedad Arqueológica de La Serena”, cuyo objetivo fue la difusión de trabajos de índole arqueológica y de ciencias afines acerca de las poblaciones de la zona norte del país.
Por otro lado, tras evidenciar las carencias de infraestructura y financiamiento, el alcalde Ernesto Aguirre inició las gestiones para que el estado asumiera el cargo de mantención y ampliación del edificio que albergó al museo.
La solicitud de cesión consiguió una respuesta favorable por parte del gobierno de Gabriel González Videla (1946-1952), concretando el traspaso desde la Municipalidad de La Serena a la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (DIBAM) durante 1948 (Cobo, 1996). Junto al acuerdo de cesión, el gobierno se comprometió a la construcción de un edificio definitivo para el museo, siendo inaugurado el 13 de julio de 1954 el que se encuentra vigente hasta la actualidad.
Luego del retiro de Francisco Cornely, asumió la dirección del museo Jorge Iribarren Charlin5 (1958-1977). Durante su gestión se incrementó la dotación de personal6, las investigaciones arqueológicas se intensificaron, aumentando significativamente el número de colecciones del museo. De igual manera, se establecieron vínculos con investigadores a nivel nacional e internacional, y se mantuvo representación en los congresos nacionales de arqueología organizados a partir de 1961, así como, en eventos científicos organizados en el extranjero.
Pese al considerable crecimiento de las colecciones, Ampuero y Alegría (1979-1981) señalan que el ámbito de extensión del MUARQSE “ha mantenido una museografía estática, que ha hecho desmerecer no sólo su rica colección actualmente en exhibición, sino que también ha desaprovechado los resultados de sus investigaciones científicas y las nuevas colecciones ingresadas” (p. 110-111). Con respecto a la investigación, se señala que “ha sido el pilar fundamental del museo” (…) “ha posibilitado la formación de un personal altamente calificado, que destina gran parte de su tiempo a la investigación arqueológica e histórica” (p. 111). Por otro lado, en lo que refiere a conservación, no se avanzó lo suficiente durante este periodo, ya que las colecciones se mantuvieron en un bodegaje que no contaba con las condiciones adecuadas debido a problemas de diseño arquitectónico del edificio.
En este periodo, la Sociedad Arqueológica de La Serena entró en su etapa terminal. El decaimiento en las actividades de la sociedad tuvo relación con los mayores grados de autonomía de gestión y financiera que había alcanzado el MUARQSE (Cobo, 1996). Por otro lado, se esbozan conflictos internos entre la dirección del museo e integrantes de la sociedad arqueológica sobre el destino de los objetos reunidos en las exploraciones de campo, discusiones que decantaron en la disolución de esta institución.
“lribarren por ese tiempo empezó a minimizar a la Sociedad Arqueológica de La Serena, hasta reducirla a la obsolescencia completa. No quería tener grupos de poder paralelos. Esta institución, durante el mandato de Cornely había jugado un papel protagónico y decisivo en el incremento de las colecciones del Museo” (Niemeyer, 1996, p.45).
Tras el fallecimiento de Iribarren, lo sucedió en la dirección Gonzalo Ampuero Brito7 (1977-1998). En este periodo se debió hacer frente a recortes presupuestarios y decisiones centralizadas que caracterizaron los años de dictadura militar. Por cuestiones de tipo políticas y económicas, se canceló la publicación del Boletín del Museo, mientras que las actividades de investigación se realizaron a un bajo ritmo (Ampuero, 1996).
Publicaciones del Museo y Sociedad Arqueológica de La Serena
Tal como se ha señalado, las publicaciones surgen al alero de la Sociedad Arqueológica de la Serena en el año 1945. Esta revista difundió trabajos en el área de arqueología, etnohistoria, antropología física y lingüística referidos particularmente acerca de la zona norte del país, extendiéndose por un total de 19 ediciones hacia 1996.
A lo largo de su historia, la revista experimentó cambios de nombre pese a conservar su numeración inicial. Entre las nominaciones encontramos: Publicaciones de la Sociedad Arqueológica de La Serena (1945-1950); Publicaciones del Museo y Sociedad Arqueológica de La Serena (1952-1962); Publicaciones del Museo Arqueológico de La Serena (1969-1973) y Boletín del Museo Arqueológico de La Serena (1977-1982; 1996). Cabe señalar que durante la segunda mitad del siglo XX, esta revista se consolidó como la segunda con mayor volumen de publicaciones de orientación antropológica8 (Vásquez y Mora, 2021).
Entre las particularidades que expresa la distribución de los artículos científicos, podemos mencionar que a partir de la Figura 1, el 63% de los trabajos son difundidos en los números publicados en el periodo 1945-1962, es decir, contando con el apoyo económico de la Sociedad Arqueológica de La Serena, mientras que el 37% de los artículos son publicados en los boletines del museo en el periodo 1969-1981, teniendo solo el financiamiento de la DIBAM.
Las fluctuaciones nos permiten dar cuenta de aquellos años con alzas significativas en la publicación de artículos: 1977-1978 (11), 1969 (8) y 1962 (8). Estos números incluyen trabajos arqueológicos sobre sistemas tecnológicos y de producción, enterratorios, arte, cronologías, asentamientos y arquitectura; de índole lingüística acerca de etimología y toponimia andina; de antropología física encontramos publicaciones con respecto a análisis antropométricos asociados sitios de enterratorios indígenas.
Por otra parte, el periodo de 1963-1968 y 1974-1976 resulta ser de mayor caída, ya que no se registran publicaciones. Estos declives en la producción debido a factores que influyeron en su decaimiento, tales como, el cierre de la sociedad arqueológica hacia mediados de la década de 1960 y la posterior dictadura militar en Chile (1973-1990), lo que llevó a la descontinuación de la revista de la revista luego de 36 años de existencia.
Pese a que en la primera mitad de la década de 1960 se editó una menor cantidad de números de la revista, durante el período 1961-1966 el MUARQSE difundió algunos trabajos mediante una publicación llamada “Contribuciones Arqueológicas”. Con un total de seis números, se incluyeron los textos: “Cultura de Huentelauquén y sus Correlaciones” de Jorge Iribarren, El catálogo titulado “Bibliografía Selectiva de la Antropología Chilena” publicado en cuatro entregas por Julio Montané y “Perspectiva Folklórica en el medio campesino del Valle de Hurtado, Provincia de Coquimbo”, disertación de Jorge Iribarren ante la Academia Chilena de la Historia, acompañado del discurso de recepción de Guillermo Feliú Cruz.
Resultados
Los artículos científicos catastrados entre 1945 y 1981 posibilitan el análisis respecto de la estructuración de los campos científicos, a partir de tres dimensiones: áreas de conocimiento, líneas temáticas e investigadores.
Áreas de conocimiento
Como se ha señalado, se han analizado los artículos científicos utilizando la definición de categorías propuestas por Vásquez y Mora (2021), la que considera seis áreas de conocimiento (arqueología, antropología física, lingüística. antropología social/cultural y etnohistoria). De esta manera, en las publicaciones solo se evidenciaron 4 áreas que se distribuyen tal como se muestra en la Figura 2.
La distribución permite observar que la mayor parte de la producción se concentra en el área de arqueología (82 artículos), seguida por antropología física (6 artículos), lingüística (4 artículos) y etnohistoria (2 artículos). El predominio de la arqueología a nivel de producción científica es una de las tendencias que se evidencian en el periodo de especialización de los estudios antropológicos en Chile, la que se expresa en el peso institucional, investigativo, disciplinar, redes entre intelectuales y la organización de instancias de socialización partir la segunda mitad de la década de 1950 (Orellana, 1996).
Los artículos de orientación arqueológica incluidos en el primer número de las Publicaciones de 1945, corresponden a los textos de Francisco Cornely “Objeto de huesos tallados, del Litoral de Atacama”, “Arqueología del Rio Hurtado Superior”, “Dos hachas indígenas de cobre de la Provincia de Coquimbo” y “Reconocimiento Arqueológico de la Quebrada Honda”; junto a un trabajo de Jorge Iribarren titulado “Bosquejos sobre las culturas pre-colombinas en el Perú y Bolivia”, conferencia dictada por el autor en el Liceo de Hombres de La Serena. En lo referido a lingüística, el primero aparece en 1953, publicado por el sacerdote y etnólogo alemán Leon Strube, con el título “Patronimia Diaguita”. En 1960, se publican los primeros artículos de antropología física, por Mary Frances Ericksen, los que dan a conocer análisis de restos óseos proveniente de cementerios Diaguita, Molle y Cultura del Anzuelo de Concha. En el mismo año aparece la primera investigación de corte etnohistórica, titulada “Síntesis de los estudios antropológicos en la zona” publicado por Iribarren, considerando la revisión de fuentes primarias y secundarias de los siglos XIX y XX.
Líneas temáticas
Para dar cuenta de las líneas temáticas presentes en los artículos científicos, esta investigación ha analizado los conceptos que se expresan en títulos y contenidos de los textos. A partir de la definición de un sistema de categorías basado en la propuesta de Vásquez y Mora (2021), se identificaron un total de 13 temas.
Como se advierte en la Tabla 1, se constata que el área de conocimiento que presenta una mayor diversidad temática y volumen son los estudios arqueológicos, destacando aquellos artículos relativos a sistemas tecnológicos (interpretación o descripción de infraestructuras) junto con trabajos sintéticos (artículos de tipo integral que consideran distintas dimensiones de análisis). En el caso estudiado, arte resulta ser una temática con un número relevante de publicaciones que versan sobre el diseño y las características ornamentales de los objetos analizados.
Área de Conocimiento | Temáticas | Frecuencia | % de área | % total |
---|---|---|---|---|
Arqueología | Sistema tecnológico | 28 | 32% | 30% |
Síntesis | 18 | 21% | 19% | |
Arte | 15 | 17% | 16% | |
Etnohistoria | Síntesis | 1 | 50% | 1% |
Conquista | 1 | 50% | 1% | |
Ant. Física | Antropometría | 6 | 100% | 7% |
Lingüística | Traducción y Gramática | 3 | 75% | 3% |
Síntesis | 1 | 25% | 1% |
Para el caso de antropología física, esta área presenta una menor diversidad temática (1 tema), destacando trabajos antropométricos (mediciones relativas a restos óseos para clasificación y comparación de cuerpos humanos hallados en sitios arqueológicos de la zona centro-norte y norte grande. El área de etnohistoria muestra 2 temas vinculados a revisión de fuentes primarias y secundarias sobre los estudios antropológicos del centro-norte y sobre el periodo de la conquista Inca en la cuenca de Santiago. Lingüística registra 2 temas que abordan aspectos de traducción y etimología indígena (Tabla 2).
Profesión/O. autores | Alemania | Argentina | Austria | Chile | EEUU | Perú | Suiza | Total |
---|---|---|---|---|---|---|---|---|
Medicina | 0 | 0 | 0 | 2 | 0 | 0 | 0 | 2 |
Ingeniería | 1 | 0 | 0 | 3 | 0 | 0 | 0 | 4 |
Esp. CCNN | 1 | 1 | 0 | 1 | 0 | 0 | 0 | 3 |
Arqueología | 0 | 0 | 1 | 13 | 5 | 0 | 1 | 20 |
Esp. humanidades | 1 | 0 | 0 | 1 | 0 | 0 | 0 | 2 |
Educación | 0 | 0 | 0 | 7 | 0 | 0 | 0 | 7 |
Antropología | 1 | 0 | 0 | 0 | 1 | 0 | 0 | 2 |
Sin información | 0 | 0 | 0 | 1 | 0 | 1 | 0 | 2 |
Total | 4 | 1 | 1 | 28 | 6 | 1 | 1 | 42 |
Investigadores
En el periodo estudiado se identificaron 42 autores que publican el corpus total de 94 artículos. Los países de proveniencia de estos corresponden a Chile (28), Estados Unidos (6), Alemania (4), Argentina (1), Austria (1), Perú (1) y Suiza (11). En lo que refiere a profesión u oficio de los investigadores se destacan: arqueólogos (20), educadores (7), ingenieros (6), médicos (2), antropólogos (2), litógrafo (1), historiador (1), geólogo (1), sacerdote (1) y paleontólogo (1).
Cabe señalar que un total de 15 autores (36%) mantuvieron afiliación institucional con el MUARQSE y/o sociedad arqueológica, mientras que 27 de los investigadores (64%) presentan afiliación en otras instituciones nacionales o internacionales.
Tal como se expresa en la Tabla 3, el área de arqueología se consolida como la especialidad que define la actividad científica de un importante número de investigadores, caracterizando lo que se ha denominado movimientos de especialización disciplinar (Vásquez y Mora, 2021). Por otra parte, se ha identificado a Jorge Iribarren como el único autor que cuenta con publicaciones en dos áreas de conocimiento (arqueología y etnohistoria)9, cuya aproximación sobre los archivos le permitió fundamentar una crítica a la tesis de Latcham sobre la unidad cultural de los Diaguitas chilenos y argentinos (Ampuero, 1977-1978; Donoso Fritz, 2020).
Área | N° de autores | % total |
---|---|---|
Arqueología | 39 | 90,7% |
Etnohistoria | 2 | 4,7% |
Ant. Física | 1 | 2,3% |
Lingüística | 1 | 2,3% |
Por otro lado, señalar que no todos los autores analizados son formados profesionalmente en las ciencias antropológicas), sino que resultan ser profesionales de diversas áreas y aficionados eruditos con intereses en el cultivo de estos estudios. A partir de la figura n° 3, podemos señalar que investigadores como Mario Rivera, Julio Montané, Gonzalo Ampuero cuentan con formación profesional en arqueología, mientras que Mary Frances Ericksen cuenta con formación en antropología.
Como se da cuenta en la Figura 3, Jorge Iribarren registra la mayor cantidad de trabajos (25), seguido por Francisco Cornely (18), ambos directores del Museo y Sociedad Arqueológica de La Serena, con textos derivados de investigaciones relacionadas a sistemas tecnológicos arte, infraestructura y sistemas de producción de las culturas Diaguita, Molle y Anzuelo de Concha. Con seis publicaciones, se sitúa la antropóloga física norteamericana Mary Frances Ericksen, incluyendo trabajos sobre restos óseos atribuido a las culturas anteriormente mencionadas y colaboró con Hans Niemeyer en la identificación de cráneos de un cementerio indígena en Pica (II región); Gonzalo Ampuero con cinco artículos relativos a sistemas tecnológicos, arte rupestre, secuencias y síntesis arqueológicas. Con cuatro publicaciones distinguimos a Leon Strube, con reflexiones sobre toponimia andina; Hans Niemeyer, cuyos artículos han puesto el foco en enterratorios y sistemas tecnológicos del norte del país; Julio Montané, publicó investigaciones sobre y síntesis arqueológicas en sitios Diaguita y Molle. Finalmente, Mario Rivera con tres trabajos sobre arte rupestre, secuencias y cronologías arqueológicas.
Contribuciones intelectuales de los miembros del Museo Arqueológico de La Serena
A partir del análisis de los contenidos expuestos en la revista institucional, se hace posible relevar aquellos aportes significativos de investigadores cuya adscripción se circunscribe a la institución estudiada.
El aporte central de Francisco Cornely radica en la profundización en el estudio de la cultura Diaguita y el descubrimiento de la cultura Molle. Sus primeras aproximaciones de campo se remontan hacia la década de 1930, teniendo como guía a Ricardo Latcham, quien desde categorías lingüísticas, antropológicas y arqueológicas sostuvo la tesis que los Diaguitas chilenos compartían una identidad común con aquellos del territorio argentino, además de haber sido influenciados por la cultura andina de Tiwanaku y Chincha entre los siglos VII y XIII (Cornely, 1956). El legado artístico Diaguita posibilitó al autor organizar una secuencia sistemática constituida por cuatro fases, las que se sistematizan en la Tabla 4:
Fase arcaica (siglo V-XII) | Fase transición (siglo XII-XIII) | Fase clásica (siglo XIV-XV) | Fase de influencia incaica (siglo XV-XVI) |
---|---|---|---|
Cerámicas encontradas en el cementerio ubicado en la Quebrada Las Ánimas. Se caracterizó por alfarería rústica y manufactura de objetos de cobre. | Cerámicas decoradas con influencia Chincha, lo que confirma la hipótesis postulada por Latcham. Uso de instrumentos líticos, anzuelos, aros, espátulas de hueso y herramientas de cobre. | Evolución en la decoración de platos, mayor desarrollo de la metalurgia, nuevas modalidades de sepultación y subyugación ante los Incas. | Esta se ubicó en la zona de Copiapó y Atacama, y en menor medida hacia el sur. Se caracterizó por la producción de aríbalo, platos ornitomorfos, con asa o planos, cambios en el uso de colores. |
Por otro lado, el descubrimiento de la cultura Molle fue difundido dos años más tarde en un artículo titulado “Nuevos descubrimientos arqueológicos en la provincia de Coquimbo” publicado en el Boletín del MNHN. En este escrito se da a conocer el descubrimiento de tres cementerios con alfarería10 “más antigua que la época Diaguita de la alfarería hermosa (anterior a la dominación incaica), pero posteriores a la época Diaguita de la alfarería, que D. Ricardo Latcham ha denominado arcaica” (Cornely, 1940, p. 9).
Para este autor, la cultura Molle tiene antigüedad mayor a los Diaguitas, cuya llegada a Chile habría ocurrido a partir de migraciones desde Brasil o el Chaco, asentándose en zonas del norte y en la costa. Las investigaciones de Hans Niemeyer confirmaron la presencia de la cultura Molle en el Valle de Huasco hacia el norte hasta el río Chalinga hacia el sur, encontrándose diversos túmulos con ajuares consistentes de tembetá, objetos de cobre y alfarería (Cornely, 1956; Orellana, 1994).
Se trató de una cultura agro-alfarera que se diferenció de la cultura Diaguita por el uso del tembetá, cachimbas de piedra de dos brazos, una alfarería sin asa, fondos planos pulidos de color negro, gris o rojo, por sus cráneos de paredes gruesas y la forma de dar sepulturas a la profundidad de dos metros y con marcajes en la superficie. Mantuvieron vínculos con sociedades cruzando la cordillera de Los Andes, con el complejo cultural de San Pedro de Atacama y grupos de la costa. Pese a la construcción de fortalezas en cerros para la defensa de ataques de tribus enemigas, el conocimiento de las armas por parte de los Molle fue rudimentario, mientras que los diaguitas provenientes desde el otro lado de la cordillera con mejores adelantos tecnológicos lograron conquistar, subyugar y exterminar a la población de este complejo cultural (Cornely, 1956; Orellana, 1994).
Jorge Iribarren comenzó con el estudio de petroglifos en Río Hurtado, temáticas y lugares que reaparecen con cierta frecuencia a lo largo de su trayectoria (Mostny, 1977). Desde finales de la década de 1950 aportó al conocimiento relativo de yacimientos pre-agroalfareros mediante la excavación en el sitio de Guanaqueros, donde por primera vez se hallaron anzuelos de concha en la región de Coquimbo (Donoso Fritz, 2020; Iribarren, 1956; 1960). Indagó en otros temas, tales como, las minas de explotación y sistemas viales incaicos, instrumentos musicales y expresiones artísticas en general.
Discutió la hipótesis de Latcham y los análisis lingüísticos Schuller acerca de la cultura Diaguita, tras presentar nuevos antecedentes y reflexiones derivadas de investigaciones arqueológicas y de archivo (Iribarren, 1958; 1967), le permitieron concluir que “los datos aportados por estos autores en orden de establecer un lazo común a través de la lengua “kakán”, eran insuficientes” (Ampuero, 1977-1978, p. 114).
En 1961 dio a conocer el descubrimiento de la cultura de Huentelauquén, tratándose de un complejo cultural pre-cerámico ubicado en la región de Coquimbo, particularmente en el área costera, con una ubicación cronológica entre los años 3.500 a 6.000 años a.C. Estuvo conformada por grupos cazadores-recolectores que manufacturaron utensilios de piedra, propulsores, raspadores, cuchillos, además de un ritual en el que intervienen piedras geométricas.
Investigadores como Julio Montané, Hans Niemeyer y Gonzalo Ampuero profundizaron en el estudio de las poblaciones indígenas de Coquimbo y Tarapacá. Montané realizó excavaciones estratigráficas en conchales que entregaron antecedentes para discutir algunos elementos presentes en la secuencia propuesta por Cornely (1956). Entre 1959 y 1960, Niemeyer colaboró con Montané en las excavaciones del conchal de Puerto Aldea, cuyos resultados redefinieron la cronología Diaguita, tal como se señala en la Tabla 5.
Complejo Las Ánimas | Fase I | Fase II | Fase III |
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Tipos cerámico Ánimas I-II-III (900-1000 d.C.) | Tipos cerámico: Ánimas IV-Transición (1100-1200 d.C) | Tipos clásico (1200-1470 d.C) | Tipo cerámico diaguita-incaico (1470-1537 d.C). |
Al igual que sus predecesores, Gonzalo Ampuero efectuó una importante labor arqueológica de sistematización del estado de las investigaciones relativas al norte chico, junto con aportar reflexiones originales en coautoría con el arqueólogo Mario Rivera o el historiador Jorge Hidalgo. Entre las excavaciones efectuadas en las décadas de 1970 y 1980 permitieron complementar las reflexiones sobre la cronología Diaguita y ofrecieron antecedentes sobre las características del poblamiento, ecosistema y transformaciones tecnológicas reconocidas a lo largo del tiempo.
Entre los colaboradores y funcionarios del MUARQSE que registraron publicaciones encontramos a Jaime Alaniz, Marcos Biskupovic, Gastón Castillo, Gabriel Cobo, Mary Frances Ericksen, Ivo Kusmanic y Arturo Rodríguez. Entre estos investigadores, seis de ellos presentan publicaciones arqueológicas, exceptuando a Ericksen, quien como ya se ha mencionado, su área de trabajo fue la antropología física.
A modo de cierre
A partir de la reflexión de Dogan y Pahre (1993) podríamos señalar que los estudios antropológicos constituyen un conjunto de disciplinas formales con muros vacilantes,
“cuya riqueza y variedad de centros de interés conduce inevitablemente a la fragmentación en numerosas subdisciplinas semiautónomas, la mayor parte de las cuales deben en la práctica compartir su objeto de estudio con otras disciplinas bien establecidas e independientes” (p. 110).
En Chile, la arqueología se institucionalizó científica y académicamente junto a otras ramas del saber antropológico. Nuestro análisis permite apreciar la fragmentación del modelo de ciencia integral, revelando la tendencia hacia la especialización acompañado del predominio organizativo y cognoscitivo que adquiere esta disciplina durante la segunda mitad del siglo XX, ello sustentado en la actividad investigativa llevada a cabo al alero de museos y sociedades científicas nacionales en un momento previo y coetáneo a la institucionalización en centros universitarios (Vásquez y Mora, 2021).
Desde el análisis de la producción científica, resulta interesante evidenciar la coexistencia de la artículos arqueológicos con trabajos de corte etnohistórico, antropología física o lingüísticos. Sin embargo, resulta llamativa la no aparición de trabajos vinculados a las áreas de antropología social o cultural, demarcando un dominio especializado con estos saberes. Ello nos permite reflexionar acerca de la adaptación contextual de un modelo de ciencia integral organizado por distintas áreas, el que se encuentra influenciado por las ideas de autores como Paul Broca y Franz Boas. A partir de los resultados expuestos, se ha constatado la fractura de aquella concepción integradora de la antropología, dando cuenta de la especialización del trabajo científico y de la fractura del modelo de “antropología general”, el que queda adscrito al discurso formativo, no así, a la práctica de los investigadores (Vásquez y Mora, 2021).
Si bien, la publicación de artículos “no obedece plenamente a demarcaciones de tipo disciplinario” (Vásquez y Mora, 2021, p. 126), es claro que las trayectorias de los investigadores, sus preocupaciones, formaciones, adscripciones, redes, sus ubicaciones geográficas juegan un papel gravitante en consolidar esta revista con un fuerte anclaje en difundir resultados y reflexiones sobre la arqueología del norte de Chile, definiendo un estilo de hacer arqueología con una fuerte vocación regional.
Se destaca los niveles de especialización de autores, quienes se sitúan mayoritariamente desde la arqueología. Pese a aquello, identificamos trayectorias individuales que revelan aproximaciones que combinan dos o más áreas de conocimiento, itinerario que puede ser definido como “investigadores híbridos”, es decir, autores que articulan disciplinas formales o sub-disciplinas para el estudio de los fenómenos de su interés (Dogan y Pahre, 1993). Entre ellos, Jorge Iribarren, quien junto a su labor arqueológica, realizó al trabajo de archivo etnohistórico y contribuyó a los estudios del folklore.
Las contribuciones intelectuales alojadas en la revista institucional posibilitan dilucidar aspectos de importancia sobre la arqueología y prehistoria chilena, aportando antecedentes a las discusiones sobre las poblaciones indígenas del norte del país, cuyos debates se remontan hasta la década de 1920 (Orellana, 1996). En tal sentido, el aporte de los investigadores a través de sus publicaciones radica en complejizar las hipótesis y cronologías referidas a las culturas de la zona, para lo cual, las obras de los autores analizados resultan ser referencias fundamentales. Sus escritos no solo nos dejan testimonio del interés por desarrollar investigaciones sistemáticas de acuerdo a la definición de un objeto de estudio y la consolidación de referentes conceptuales en la arqueología de la época, sino que también, denota esfuerzos que indican un fortalecimiento institucional del cultivo de estos estudios en el país pese a las dificultades y quiebres del periodo.
Finalmente, planteamos la necesidad de problematizar las distintas dimensiones que comprende la historia disciplinar de los estudios antropológicos y sus distintas áreas de conocimiento, sea a través de diversas formas de aproximarse a su estudio (Trigger, 1985), retomando la importancia de visibilizar experiencias que suelen diluirse en el discurso global de la historia de las disciplinas antropológicas, particularmente aquellas que se circunscriben a nivel regional.
Victoria, 1 de febrero 2023