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Subjetividad y procesos cognitivos

On-line version ISSN 1852-7310

Subj. procesos cogn. vol.21 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires Dec. 2017

 

ARTÍCULOS ORIGINALES

Un método para evaluar la mentalización y su aporte para la práctica de la psicoterapia

A method to assess mentalization and its contribution to psychotherapy practice

 

Gustavo Lanza Castelli1 e Itziar Bilbao Bilbao2

1 Psicoanalista. Psicoterapeuta acreditado por la Federación Latinoamericana de Psicoterapia y el World Council for Psychotherapy. Presidente de la Asociación Internacional para el Estudio y Desarrollo de la Mentalización. Director de Mentalización. Revista de Psicoanálisis y Psicoterapia. E-mail: gustavo.lanza.castelli@gmail.com
2 Doctora en Psicología. Responsable clínico del Servicio de Salud Mental Infanto-Juvenil “Julián de Ajuriaguerra-Haurrentzat” - Bilbao.


Resumen

En el presente trabajo proponemos una herramienta para evaluar la mentalización, a partir de la cual pueden obtenerse una serie de discernimientos sobre la dinámica del paciente, que consideramos de la mayor utilidad para el quehacer psicoterapéutico, independientemente del marco teórico del terapeuta que la utilice. Dicha herramienta se basa en dos constructos que son comunes a diversas orientaciones en el campo de la psicoterapia: la mentalización, el patrón vincular. En este trabajo llevamos a cabo una caracterización de ambos constructos, tras lo cual hacemos la presentación de la herramienta en cuestión (El Método para la Evaluación de la Mentalización en el Contexto Interpersonal) (MEMCI). A renglón seguido analizamos con cierto detalle un material clínico producido mediante la utilización del MEMCI y mostramos la información -de relevancia clínica- que es posible obtener mediante este procedimiento. Por último, proponemos un procedimiento clínico basado en el MEMCI, que muestra otra aplicación de esta herramienta a la práctica de la psicoterapia.

Palabras clave: Psicoterapia; Mentalización; Evaluación de la mentalización; Objetivo de la psicoterapia; Dinámica del paciente; Patrón vincular; Procedimiento clínico.

Summary

In this work we present a tool to assess mentalization, which we consider most useful for psychotherapeutic work leading to awareness concerning the dynamics of the patient, regardless of the therapist´s theoretical framework. This tool is based on two constructs that are common to different orientations in the field of psychotherapy: mentalization and relationship pattern. In this work we accomplish a characterization of both constructs, after which we present the mentioned tool (the Method for the Evaluation of Mentalization in the Interpersonal Context) (MEMCI). Then we analyze in some detail clinical material produced by application of the MEMCI and show information –of clinical relevance -which can be obtained by this procedure. Finally, we propose a clinical procedure based on the MEMCI that shows another application of this tool to the practice of psychotherapy.

Key words: Psychotherapy; Mentalization; Assessment of mentalization; Psychotherapy goal; Patient dynamics; Interpersonal pattern; Clinical procedure.


 

En este trabajo deseamos presentar una herramienta para evaluar la mentalización, que consideramos puede ser de utilidad práctica para el quehacer de diversos terapeutas, independientemente de su marco teórico de referencia. Dicha herramienta se basa en dos constructos que son comunes a diversas orientaciones en el campo de la psicoterapia: la mentalización y el patrón vincular, que se articulan en la herramienta mencionada, el Método para la Evaluación de la Mentalización en el Contexto Interpersonal (MEMCI), que hemos diseñado y validado oportunamente (Lanza Castelli, Bilbao Bilbao, 2012; Bilbao Bilbao et al., 2016). En lo que sigue llevamos primeramente a cabo una síntesis de los constructos mentalización y patrón vincular. Tras ello realizamos una presentación del MEMCI e ilustramos su utilización mediante un material clínico que analizamos con cierto detalle. Por último, partiendo del análisis de dicho material llevamos a cabo algunas consideraciones sobre la utilidad del MEMCI para la la práctica de la psicoterapia.
A) La mentalización: Este constructo hace referencia a la capacidad que poseemos para entender el comportamiento propio y ajeno en términos de estados mentales, regular las emociones y el comportamiento interpersonal. Para caracterizarlo con mayor detalle, será de utilidad poner el acento en siete facetas del mentalizar que, sin pretensión de exhaustividad, dan cuenta del nivel de complejidad de la teoría, como así también de los temas que abarca.
1) La dimensión representacional de la mente: la teoría desarrollada por Fonagy, Target y otros, postula que este territorio en el que tiene vigencia la realidad psíquica (Freud), no se encuentra presente desde el comienzo, sino que se adquiere como fruto del desarrollo, siempre y cuando las condiciones interpersonales en las que crece el niño sean benevolentes y acordes a sus necesidades, y éste pueda encontrarse representado en la mente parental, como un ser con estados mentales, desde el inicio de la vida (Fonagy et al. 2002; Winnicott, 1967). La constitución de este espacio tiene como uno de sus requisitos la capacidad para diferenciar los propios pensamientos de la realidad efectiva, de modo tal que el sujeto aprehende (aunque sea de manera implícita) el carácter meramente representacional de aquéllos (Allen, Fonagy, Bateman, 2008; Bouchard et al., 2008; Lanza Castelli, 2013).
2) Las capacidades: en esta región opera un conjunto variado y complejo de funciones, algunas relacionadas con el self y otras con los demás.
2.a) Entre las primeras podemos mencionar: la capacidad para registrar e identificar los propios deseos, la habilidad para detectar eventuales conflictos entre dichos deseos, o entre éstos y otros componentes de la mente, así como la destreza para identificar y denominar los afectos y la posibilidad de establecer un enlace con los motivos que los activaron. De igual forma, encontramos la capacidad para focalizar la atención sobre la propia mente y reflexionar sobre ésta, tomando como objeto sus procesos y contenidos, permitiendo de este modo una distancia psicológica respecto de los mismos, etc.
2.b) Entre las relacionadas con los demás, cabe referir: la capacidad para atribuir estados mentales al otro (sentimientos, intenciones, creencias y deseos), como determinantes de su accionar, la aptitud para aprehender los estados mentales que subyacen al comportamiento ajeno de un modo diferenciado, descentrado y no egocéntrico, la habilidad para realizar anticipaciones respecto de cómo la manifestación de los propios deseos y las actitudes que se adopten impactarán en los demás y serán respondidas por éstos, etc. (Lanza Castelli, Bilbao Bilbao, 2011).
3) Las polaridades: en tanto constituye un constructo multidimensional, la mentalización incluye cuatro polaridades: procesos automáticos/procesos controlados; procesos cognitivos/procesos afectivos; procesos centrados en el self/centrados en el otro; procesos basados en lo externo/basados en lo interno, que se combinan de distintas formas (Bateman, Fonagy, 2012).
4) Los modos prementalizados: son tres modos de funcionamiento que anteceden en el desarrollo al establecimiento del mentalizar. En la equivalencia psíquica los estados mentales son considerados como copias de la realidad y no como representaciones de la misma; en el modo hacer de cuenta (pretend mode) los estados mentales están netamente disociados de la realidad; en el modo teleológico se jerarquiza la acción como criterio mayor en el intercambio con los demás. En los pacientes borderline y en otros trastornos de la personalidad encontramos un colapso en el mentalizar y la reactivación de alguno/s de estos modos (Bateman, Fonagy, 2006).
5) La simbolización de la vida emocional: en los comienzos de la vida los afectos consisten en patrones fisiológicos sin mayor cualificación anímica. Gracias al reflejo empático de la figura de apego, el niño puede representar, identificar y diferenciar los distintos estados afectivos mediante la construcción de representaciones secundarias para simbolizarlos, en la medida en que dicha figura sintoniza con ellos y los refleja como pertenecientes al infante (Bateman, Fonagy, 2004; Fonagy et al., 2002).
6) La regulación emocional: un aspecto fundamental del mentalizar tiene que ver con la regulación emocional, cuya forma más elaborada la encontramos en la mentalización de la afectividad. En ella los afectos son experimentados a través de la lente de la auto-reflexión. Tiene tres momentos: identificación, regulación, expresión de los afectos (Allen, Fonagy, Bateman, 2008; Fonagy et al., 2002).
7) La teoría del self: la mentalización es una pieza clave en la constitución y el desarrollo del self. De un modo sumamente esquemático podríamos decir que cuando la figura de apego se representa al niño como un ser con estados mentales intencionales, y manifiesta de algún modo (en forma verbal o preverbal) que se lo representa de esta forma, el niño percibe este reflejo de sí mismo como un ser intencional, e internaliza esta visión de sí que tiene su figura de apego. Con ello va poniendo los primeros mojones para la construcción del self psicológico y para el desarrollo de la capacidad de mentalizar (esto es, para comprenderse a sí mismo y al otro como seres intencionales) (Fonagy et al., 2002; Winnicott, 1967).
En lo que hace a las perturbaciones en el mentalizar, podríamos reseñar las siguientes (entre otras):
El pensamiento concreto: se caracteriza por no tener en consideración los estados mentales y explicar el comportamiento por factores físicos, sociales, etc.
La hipermentalización: en el lenguaje del paciente encontramos términos que aluden a estados mentales, pero sus explicaciones resultan rebuscadas, excesivamente complejas, sin fundamento en los hechos.
Encontramos sobreatribución de estados mentales, que resultan improbables y que conducen a perturbaciones relacionales.
Pseudomentalización intrusiva: el paciente cree saber cómo siente y piensa la otra persona, por lo que no se respeta la separación entre las mentes, o su opacidad.

B) El patrón vincular: Consta de tres vectores: I) el deseo (expectativa, necesidad, etc.) del sujeto, dirigido hacia el objeto. II) La respuesta del objeto, tal como es interpretada por el sujeto. III) La reacción del sujeto ante esta respuesta. En cada uno de ellos incluye una serie de componentes, enumerados al final del apartado C.
I) Sistemas motivacionales, deseo y acción del sujeto: Según la situación interna y externa, en las más variadas situaciones de la vida se activan en el sujeto distintos sistemas motivacionales, según la propuesta de Bleichmar (1998). Entre ellos podríamos mencionar el sistema de apego, el sistema sensual-sexual, el sistema de autoconservación, el sistema narcisista, etc., sin pretender que esta enumeración sea exhaustiva y que abarque la totalidad de las motivaciones posibles de un sujeto (Bilbao Bilbao, 2014). Estos sistemas se expresan en el psiquismo preconsciente-consciente como deseos cualitativamente diferenciados que, por así decirlo, ingresan en él tras sortear un mecanismo de evaluación y selección inconsciente, que deja pasar algunos de ellos y deniega el acceso a otros, según lo permita, o no, la instancia crítica (Superyó en la teoría clásica). Hay aquí toda una serie de alternativas, referidas a la claridad con la que el paciente identifica sus deseos, el temor o rechazo que le inspiran, la crítica que recae sobre ellos, etc. Estamos aquí en el territorio del conflicto intrapsíquico, típico (aunque no exclusivo) de las neurosis. Una mentalización adecuada de los propios deseos permite la conexión y el registro vivencial de los mismos, mientras que las defensas impiden dicho registro. Encontramos aquí una contraposición entre mentalización y defensa. Si incluimos ahora la dimensión interpersonal, además de la intrapsíquica considerada hasta acá, podríamos decir que junto con dichos deseos encontramos también anticipaciones -habitualmente preconscientes- respecto al modo en que el otro responderá a la exteriorización del deseo de que se trate.
En estas anticipaciones podemos diferenciar dos categorías, que si bien son claramente diferentes, pueden superponerse o combinarse en lo concreto de su accionar.
a) las anticipaciones basadas en el conocimiento del otro, de su forma de reaccionar ante la situación en la que se encuentra, o basadas en ciertas claves conductuales, en el conocimiento de cuáles son los estados mentales esperables dadas ciertas circunstancias, etc., que suponen un buen funcionamiento de la capacidad de mentalizar y permiten construir conjeturas plausibles referidas a la forma en que el otro recibirá la manifestación del deseo.
b) las anticipaciones que derivan de una serie de creencias organizadas como relaciones objetales internalizadas en la mente del sujeto, esto es, como representaciones del self y el otro en interacción (Kernberg, 1977; Horowitz, 1991), cuya aplicación a la situación de que se trate puede no tener relación con las características efectivas del otro. Esto se debe a que el objeto interno puede ser proyectado en el otro de la interacción, con lo cual las anticipaciones se alejan del mentalizar y se moldean sobre las características de dicho objeto interno. Encontramos en este punto una contraposición entre mentalización y proyección. En el primer caso, el funcionamiento de esta actividad anticipatoria (que forma parte del mentalizar) es fundamental para dosificar el modo y la cantidad de información que se le brinda al otro, así como para llevar a cabo la regulación o eventual inhibición de la acción que se despliega en relación con él. En relaciones de alta sintonía, funciona adecuadamente en forma automática. Cuando hay un déficit en este punto, la persona no puede anticipar cómo incidirá en el otro lo que haga o diga, y actúa impulsivamente o con poco tacto, lo que suele acarrear consecuencias problemáticas en las interacciones. Por lo demás, cabe consignar que la acción que se lleva a cabo tiene el carácter de una inducción, en el sentido de que ciertas formas de vinculación llevan al interlocutor a comportarse de acuerdo con una serie de expectativas inconscientes específicas inconscientes del sujeto. Esta idea fue desarrollada hace ya muchos años en el psicoanálisis rioplatense (Racker, 1959) y ha sido postulada en los últimos años por una serie de autores, entre los que podemos citar a Paul Wachtel (1977, 1978, 2008) y al grupo de trabajo del OPD (2008).

II) Respuesta/acción del objeto: En este punto es necesario aclarar que en toda una serie de casos el sujeto vive la interacción como teniendo comienzo en el otro (o es así como ocurre efectivamente), en cuyo caso no se trataría de una respuesta del objeto, sino de una acción iniciada por él. De todos modos y una vez hecha esta salvedad, consideramos preferible conservar el esquema con sus tres vectores, siguiendo en esto a Horowitz (1991,1997), ya que resulta más abarcativo e incluye aquellas interacciones en las que es el sujeto quien las inicia, o aquél del que parte el deseo, aunque no sea claramente consciente de ello (Book, 2009).
Cuando se produce, entonces, lo que llamamos respuesta/acción del otro, vemos que dicha respuesta o acción es mediatizada por una Función Interpretativa Interpersonal (Fonagy, 2006; Bateman, Fonagy, 2004) que -como su nombre indica- interpreta la respuesta o acción del otro asignándole un significado. Esta interpretación puede funcionar con un grado mínimo de distorsión y aprehender adecuadamente el significado de la respuesta/acción del otro en términos de estados mentales. En este caso, estamos en presencia de una mentalización exitosa, que se basa en la construcción lograda de un modelo de la mente del otro, plausible y de menor o mayor complejidad. Pero dicha interpretación puede también estar sesgada (o comandada) por los esquemas self-objeto internos mencionados anteriormente, de modo tal que la acción del otro queda interpretada y traducida desde los propios esquemas interpretativos disfuncionales. Estos esquemas se encuentran almacenados en la mente bajo la forma de situaciones vinculares que incluyen una representación del self, otra del objeto y un guión prototípico de interacción, que incluye el modo en que se supone que el objeto reacciona a los deseos expresados del sujeto (Horowitz, 1991, 1997), o en que actúa independientemente de éstos. Como es habitual que dichos esquemas interpersonales se activen en circunstancias interpersonales significativas, es importante si el sujeto logra identificarlos e interrogarse por su validez, inhibiendo de esta forma su eficacia automática, lo que sucede cuando hay una buena capacidad mentalizadora (Lanza Castelli, 2013). Por otro lado, vemos que hay una relación estrecha entre estas interpretaciones comandadas por los esquemas interpersonales y las expectativas comentadas con anterioridad (en I).
Es importante aclarar también que dicha Función Interpretativa Interpersonal actúa diferentemente e interpreta de modo también distinto, según sea el estado mental predominante, el sistema motivacional activado o el estado del self movilizado, lo que implica una situación diferente y un interlocutor vivido de un modo distinto. Así, una persona puede interpretar el pedido de dinero que le hace su hijo adolescente, como expresión de la dependencia que todavía tiene con él, desde una posición de padre-dador, con un sentimiento de ternura y una predisposición a dárselo. Pero esa misma persona puede interpretar el pedido de dinero que le hace ese mismo día un amigo (quien todavía no le ha devuelto el último que le prestó), como expresión de una actitud abusiva y aprovechadora, desde una posición de abusado y expoliado, con un sentimiento de ira y una fuerte renuencia a prestárselo. Este ejemplo, por demás esquemático, sólo intenta ilustrar este aspecto, tan importante. Otro aspecto que es necesario tener en cuenta, en lo que hace a la Función Interpretativa Interpersonal, consiste en que las representaciones que derivan de los esquemas interpersonales disfuncionales mencionados, adquieren -en toda una serie de casospleno crédito para el sujeto. No son discernidas como meros procesos mentales sino que son considerados el vivo reflejo de la realidad misma de la reacción del otro. Encontramos aquí uno de los modos prementalizados que hemos mencionado con anterioridad: el modo de equivalencia psíquica (Fonagy et al., 2002).
A su vez, en la interpretación que el sujeto hace de la respuesta del otro, podemos diferenciar dos modos de funcionamiento mental:
A) Uno es el modo egocéntrico:
En él el sujeto es autorreferente, o sea, supone que las acciones o respuestas del otro implican estados mentales o conductas que tienen que ver exclusiva o primordialmente con él, con lo cual la realidad del otro pierde “espesor” y se torna imposible advertir el conjunto de motivos propios del otro, que pueden estar en la base de dichas acciones o respuestas. Desde esta actitud autorreferencial, interpreta dichas actitudes o estados en función de los esquemas interpersonales referidos, que se forman a lo largo de la vida, en parte debido a las experiencias con las figuras significativas de la infancia (padres y hermanos). Estas interpretaciones distorsionadoras también pueden basarse en proyecciones del propio estado de ánimo (cuando uno está con odio con alguien, fácilmente interpreta como hostiles las actitudes de ese otro), del propio impulso o emoción, o de diversos aspectos del self, como en el caso del “self ajeno”, estudiado por Bateman y Fonagy (2004).
B) Otro es el modo descentrado:
El sujeto no es en este caso autorreferente, sino que puede pensar que las actitudes o estados del otro tienen que ver, muchas veces, con cosas que le pasan al otro. La interpretación que pueda hacer de tales actitudes o estados depende fundamentalmente del grado de conocimiento que posea de su interlocutor, de su modo de ser y reaccionar y de las circunstancias actuales que lo afectan (este conocimiento no es necesario en el modo egocéntrico, o si se lo tiene no es utilizado). Las conjeturas o interpretaciones sobre el estado del otro y la razón de ser de su accionar pueden tener en este modo un carácter conjetural. O sea, el sujeto las considera como representaciones mentales y no como reflejos de la realidad vivencial ajena. Podríamos ilustrar la primera alternativa (el modo egocéntrico) con el caso de una paciente que tiene reiteradas peleas con el novio por las actitudes prescindentes, distantes de éste (según la caracterización que ella hace de las mismas). Ella oscila en esos casos entre diversas interpretaciones: “no me quiere” “dejé de gustarle” “le gusta otra”, etc., pero no se plantea si hay algo que le esté ocurriendo a él y que tenga que ver con otros aspectos de su vida, que no la incluyen y que motiva sus conductas. Estas atribuciones desencadenan estados emocionales (depresión y enojo) y actitudes hacia el novio (retraerse, pelearlo). Estas actitudes, a su vez, inducen en el novio actitudes complementarias que favorecen un círculo vicioso, de modo tal que muchas veces la situación termina en fuertes peleas, que comienzan por motivos no muy importantes.

III) Reacción del self a la respuesta del objeto (emoción, acción):
El tercer vector de este patrón vincular tiene que ver con la reacción del self a la respuesta/ acción del otro, mediatizada -como fue dicho- por la interpretación que de ella hace la Función Interpretativa Interpersonal. Según sea la interpretación que se lleve a cabo, así será la emoción que se desarrolle. A su vez, en relación a esta emoción tenemos dos alternativas: o será identificada en mayor o menor grado, con lo cual habrá mayores posibilidades de regularla (Feldman Barret et al., 2001), o caerá bajo una defensa que impedirá su desarrollo, la mantendrá inconsciente, la desplazará sobre otra escena, etc. Por último, surgirá una acción dirigida (o no) hacia el otro que puede verse inhibida por una defensa, o desplegarse sin trabas.
A su vez, esta acción tendrá variados grados de mentalización, e irá desde la acción impulsiva y descontrolada hasta la acción plenamente mentalizada. Otro aspecto a considerar en la acción es la medida en que se expresa en ella la vivencia del self como agente (Fonagy et al., 2002) -concepto que se solapa en parte con el de fuerza del yo del psicoanálisis (Mc Williams, 1999)- esto es, su capacidad para luchar por transformar una realidad conflictiva y displacentera en otra más acorde a los propios deseos, como contrapuesta a la actitud resignada y claudicante ante la misma situación. Estas alternativas se relacionan a su vez con el sentimiento de autoeficacia, entendido como la confianza en la propia capacidad para organizar y ejecutar los cursos de acción requeridos a los efectos de lograr determinados objetivos (Frank, 2001). Asimismo, esta acción podrá tener también un valor inductivo y ser un momento en la constitución de un círculo vicioso, o un crescendo en una relación problemática, etc. Cabe agregar, por último, que en cada persona encontramos un conjunto, más o menos amplio, de patrones vinculares, algunos de los cuales se activan en ciertas situaciones (o con determinada clase de objetos) y otros en otras.

C) El Método para la Evaluación de la Mentalización en el Contexto Interpersonal (MEMCI):
El MEMCI consiste en una entrevista semi-estructurada en la que se le pide al consultante que relate cinco episodios vinculares específicos en los que describa algo que ocurrió con otra persona, indicando cuándo y con quien tuvo lugar dicho episodio, así como lo que la otra persona y él mismo hicieron o dijeron (Luborsky, Crits-Christoph, 1998). También puede utilizarse en el transcurso de las entrevistas iniciales de la psicoterapia (y como parte de las mismas), particularmente cuando se le pregunta al consultante por su familia y por las personas que son importantes para él en su vida de relación. Respecto a cada una de estas personas se le puede pedir que relate episodios vinculares, sobre los cuales se le hacen una serie de preguntas para estimular (y evaluar) su funcionamiento mentalizador. En cualquiera de estas modalidades -y para cada uno de los episodios vinculares relatados- es importante contar con un relato lo más completo posible en lo que hace a sus parámetros centrales, por lo que es necesario requerir del sujeto que éste refiera 1) Qué deseaba, quería, o esperaba en esa situación; 2) Cuál fue la respuesta del otro a ese deseo, expectativa, etc.; 3) Cuál fue la reacción (emocional y conductual) que tuvo ante dicha respuesta. De igual forma, es importante indagar por la caracterización que el consultante realiza de su rol y del rol del otro (por ej., el paciente puede catalogarse como rebelde, ante un otro caracterizado como dominante). A medida que el paciente o entrevistado relata cada uno de los episodios vinculares mencionados, se procede a formularle las preguntas específicas del MEMCI, que consignaremos en el ejemplo clínico, para evaluar distintos aspectos de la mentalización presentes en dicho episodio. De este modo, vemos que el método posee dos partes mediante las cuales indaga: a) determinados contenidos, b) diversos procesos de la capacidad de mentalizar. Asimismo, busca aprehender la articulación de estas dos variables, de modo tal que sea posible detectar un grupo de contenidos relevantes en la personalidad del paciente y, simultáneamente, explorar el grado y modo en que cada uno de ellos es mentalizado, o en que perturba o favorece el mentalizar. Los contenidos que indaga el método son los patrones vinculares, que han sido caracterizados con anterioridad, así como una serie de componentes de dichos patrones que serán mencionados a continuación.
Mediante el MEMCI es posible realizar una evaluación diferenciada que especifique el tipo de falla o logro en la mentalización según sea el patrón vincular activado (o determinados compontes del mismo). Con la ayuda del MEMCI podemos detectar disfunciones en cualquiera de las siete facetas consideradas más arriba, al hablar de la mentalización. De este modo, podremos detectar que el entrevistado 1) no ha conquistado sino muy precariamente la dimensión representacional de la mente, 2) que una serie de capacidades se encuentran inhibidas, 3) que tiene un desbalance en las polaridades de la mentalización, 4) que en él predomina tal o cual modo prementalizado, 5) que no ha logrado establecer adecuadamente las representaciones secundarias para simbolizar los afectos, 6) que no logra regular sus emociones, 7) que no ha constituido adecuadamente su self, o que ha incorporado un “self ajeno” (Bateman, Fonagy, 2004, 2006; Fonagy et al., 2002) O, por el contrario, podemos encontrar que su funcionamiento es adecuado en algunos o en todos estos aspectos. De todos modos, vale la pena reiterar que este listado no es exhaustivo y que con el MEMCI podemos detectar también una serie de variables que dejamos sin consignar acá. Una vez completada la recolección del material, procedemos a analizarlo, para lo cual es importante deslindar con claridad los elementos que habremos de tomar en cuenta en ese análisis. En primer término, cabe decir que los 3 vectores del patrón vincular desarrollados en el apartado B) hacen las veces de marco en el que se integran o incluyen otros componentes, que enumeramos a continuación.
1) Los sistemas motivacionales activados en cada caso, que se expresan como deseos, demandas, necesidades, etc. y que se ubican en el vector 1. Como fue dicho ya, dichos deseos suelen ir acompañados de expectativas respecto de la reacción esperable del otro ante la manifestación de aquéllos. Con lo cual nos introducimos ya en el siguiente componente.
2) La imagen del otro, el rol y las características que se le atribuyen, en relación con el rol atribuido al self. En este punto incluimos también la complementariedad eventual entre ambos roles (por ejemplo: objeto idealizado narcisizante --- self necesitado de reconocimiento y narcisización). Hay una articulación compleja entre los componentes 1) y 2), ya que la activación de, por ejemplo, un deseo hostil (componente 1), tendrá un destino diferente si el self se vive como poderoso ante un otro vivido como vulnerable (componente 2) -en cuyo caso la acción puede consistir en un ataque- o si los roles están invertidos. Así, si el self se vive como vulnerable frente a un otro vivido como poderoso, el deseo hostil posiblemente sucumbirá a la sofocación, debido al temor a la retaliación. De igual forma, advertimos que hay múltiples combinaciones posibles entre diversos sistemas motivacionales e impulsos activados y variadas imágenes de sí y del otro. En el análisis del MEMCI se trata de identificar cuál es la combinatoria que se da en cada sujeto al que se evalúa.
3) El tercer componente es el self considerado en sí mismo, en su posición subjetiva, en su sentimiento de sí, su identidad, sus estados mentales y el rol que detenta en cada situación relatada. Sin duda que hay cierto grado de solapamiento con el componente 2), pero la experiencia muestra que en toda una serie de casos esta diferenciación de un 3er componente resulta de mucha utilidad.
4) El cuarto componente consiste en las emociones predominantes, el modo en que son tramitadas y reguladas, así como en la lógica de su surgimiento según la dialéctica vincular en juego y los roles respectivos (desde roles distintos pueden surgir emociones diversas, como así también variar su tramitación). Vemos en este punto una articulación con el componente 2. Las emociones pertenecen propiamente al 3er vector del patrón vincular y derivan de la forma en que se interpretó la respuesta del otro (2do vector) ante el deseo incluido en el vector 1. Vemos, entonces, el entrelazamiento entre los componentes y entre los tres vectores, ya que, por ejemplo, un menoscabo marcado en el sentimiento de sí y en la agencia del self (componente 3) suele volver muy difícil que pueda haber una regulación emocional adecuada.
5) El quinto componente incluye las defensas en juego, así como aquello que las activa y aquello de lo cual defienden. En ocasiones es también posible determinar el conflicto interpersonal o intrapsíquico que se encuentra en la base de las mismas. Las defensas pueden actuar en los 3 vectores del patrón vincular y se entrelazan también con los roles del self y del otro, con la posición subjetiva, las emociones activadas, etc. Una vez que hemos integrado estos componentes en el marco del patrón vincular, podemos hablar de un patrón vincular en sentido amplio y proponer como objetivo de análisis del MEMCI, tanto la identificación del marco y de los diversos componentes enumerados, como del grado en que cada uno de ellos es mentalizado, o el grado en que perturba el mentalizar.

Esto significa que se busca identificar con claridad el grado de procesamiento mental de que es capaz el entrevistado, así como la capacidad de mentalizar que posee, referida al patrón vincular en sentido amplio. Esta diferenciación entre “procesamiento mental” y “mentalización”, alude a la diferenciación entre “mentalización transformacional” y “mentalización reflexiva”, respectivamente (Lanza Castelli, 2013). En lo que hace a esta última es posible establecer una puntuación de cada una de las respuestas a las preguntas que se formulan, en una escala que va de -1 a 9, según la propuesta de Fonagy et al. (1998). De este modo, cabe realizar una evaluación tanto cuantitativa como cualitativa del MEMCI. En el presente trabajo prescindiremos de dicha puntuación, a los efectos de no recargar el texto con la explicación de la escala y de los respectivos puntajes. A lo largo del análisis del MEMCI se van buscando y estableciendo correlaciones entre los 5 componentes señalados, el marco en el que se integran y la capacidad de mentalizar. En esto consistiría el análisis completo del MEMCI.

D) Material clínico: un episodio del MEMCI
El paciente, al que llamaremos Mario, tiene 45 años de edad y consulta diciendo que lo hace “para aprender a manejar de manera menos traumática los desapegos”. En lo que sigue transcribimos, en forma textual, un episodio del MEMCI de Mario. En primer término figura la narrativa, el “episodio vincular” y, a continuación, las preguntas del MEMCI, en cursiva y negrita para su mejor identificación.

Episodio vincular:
“Hace tres meses mi socio decidió irse de la sociedad y dejar de ser amigos también. El empezó a trabajar conmigo desde el 2006 y en el 2011 nos hicimos socios del negocio. Hicimos muchos viajes en conjunto. El empezó a decir que yo lo acaparaba, y más porque estaba influenciado por una chica con la que estaba empezando a salir, sus padres y su hermano. El me citó en un lugar para terminar con nuestra relación laboral y de amistad. Me hizo varios pedidos para disolver nuestra sociedad y en el último le dije que no iba a ceder”.

1. Por qué actuaste como lo hiciste, qué necesidades o deseos o intenciones te llevaron a actuar de esa manera?
Yo le cedí todo y no quería más conflictos con sus padres ni con su familia, mínimo yo era el diablo y mi amistad está por encima de todo. Yo si le exigía muchas cosas en el trabajo y en la última semana me sacaba de mis casillas. Yo también me quería ir y me sentí que me estaba dejando solo con esta causa, porque la chica le decía que no descuide lo otro. Parece que él estaba en la mitad entre su amiga, la familia y yo. En el fondo mi necesidad era de retenerlo, yo tenía la esperanza que él no se vaya. Incluso le pedí perdón por todas las veces que lo presioné. El me borró de todas las redes sociales.

2. A qué atribuiste en ese momento la conducta o actitud de la otra persona (la causa o razón)?
La causa y la razón es que el estaba muy presionado por la familia y además que tenía una relación empezando, tenía ese conflicto pero se estaba perdiendo la oportunidad. El tomó la decisión en cómo quedar bien con su familia y la muchacha. Históricamente siempre se había decidido por su trabajo. En este momento fue diferente.

3. Que creías en ese momento que esa persona: a) sentía en esa situación?
Que yo le era un estorbo

b) pensaba en esa situación?
Que por fin iba a librarse de la presión de su familia, mejorando la relación con su Hermano

4. En ese momento, qué a) sentimientos tuviste tú en esa situación?
Depresión, Frustración, Rabia intensa, injusticia de todo, porque un evento tan tonto desembocó en una ruptura de muchos años. Sentí mucha impotencia.

b) pensamientos tuviste tú en esa situación?
Hacer algo al respecto para no dejar morir el proyecto que yo ya había concebido, y ese mismo día fui a buscar otro local y lo encontré. Pensé que se me iba a hacer difícil reorganizar todo y pensé en buscar puntos de apoyo en amigos.

5. Que hiciste con tus sentimientos, cuánto tiempo duraron, cómo los resolviste?
Le di rienda suelta a la tristeza, frustración, me permití sentirla. Traté de recuperar la amistad por todos los medios. Duró dos meses la recuperación. A pesar de la rabia y frustración quiero que sepa que el puede contar conmigo y hace una semana me pidió 600 dólares y le deposité 2,000 porque sé que la esta pasando muy mal. Hasta me enteré que le cortaron la línea telefónica y fui a pagársela. Yo hacía cosas prácticas para demostrarle que no importa lo que hizo y cómo me dejó la afectación de su familia. El se sentía agobiado y a la muchacha le decía cosas de mí y eso me dolió muchísimo. Yo pensaba que nuestra amistad era incondicional y pensaba en el sólo con el afán de ganarse a la chica. En un momento me preguntó que me parecía ella y le dije que está bien pero un poco gordita. Imagínate que le dijo eso a ella y ella me lo reclamó. Siento que me traicionó. Enterarme de todo lo que le dijo de mi era muy fuerte. Un día lo acompañé al dentista y me dejó su celular para que se lo cuide. Vi que ella le escribió algo de mi y tuve la tentación y lo abrí. Leí todo lo que dijo de mí. Me sentí traicionado.

6. A que atribuyes ahora que esa persona actuara del modo en que lo hizo?
El actúo impulsivamente; ahora nos hemos fortalecido en algunas cosas de la amistad, en el día de ayer me mandó un chat. Yo le dije: “toda esa gente que te ayudó a alejarnos, que se meta la mano al bolsillo y te dé el hombro como lo estoy haciendo yo”. Ayer me mandó un chat escribiendo cosas un poco confusas pero finalmente aceptando que yo era la única persona que lo entiende y que soy su mejor amigo.

7.Qué crees ahora que esa persona a) sentía en ese momento?
Él en ese momento sentía mucha rabia, sentía así como un deseo de ya no estar mas presionado, sentía un deseo de “libertad” de felicidad que igualmente había perdido con las presiones mías, de la chica, de la familia.

b) pensaba en ese momento?
El pensaba que de pronto con esa ruptura y ese alejamiento iba a recuperar la paz y la tranquilidad, iba a poder pues estar bien con la familia iba a poder sentirse estabilizado, él pensaba que esta decisión le iba a hacer recuperarse a sí mismo, “palabras textuales que me dijo después”.

8.Que crees ahora que tú a) sentías en ese momento?
Yo sentía lo mismo, mucha rabia por la forma como se dieron las cosas, sentía que habían actuado de mala fe, yo sentía frustración, impotencia.
b) pensabas en ese momento?
Yo pensaba que mi socio y su familia estaban maximizando las cosas. También pensaba que mi socio quería demostrar algo que su familia estaba esperando, que el podía establecerse con una pareja y una familia. Tener una familia normal. Y yo pensaba que sus decisiones estaban basadas en las expectativas de los otros en vez de las de él mismo. Pero yo pensaba también que lo estaban presionando a hacer cosas para molestarme y lo estaban haciendo de pura maldad, basándose en que mi socio necesitaba ser feliz. Yo pensaba en qué hacer, no dejar morir el proyecto y buscar otras alternativas. Yo pensaba utilizar todos los recursos y utilizar que ya tenemos un nombre y trayectoria. Yo pensaba montarle la competencia, producto del enojo que tenía. Eso lo pensé en momentos de mucho enojo y ya después lo pensé más, y no en función de hacerle daño, sino en hacer lo que yo tenía programado.

9. Imagina que una tercera persona os hubiera estado observando, de que modo crees que dicha persona hubiera entendido e interpretado lo que estaba sucediendo entre ustedes? Yo creo que si me hubieran observado el mismo día en que se dio la ruptura y nos vieron conversando, y ver la expresión de odio de mi socio hacia mi, si hubiera visto sólo la expresión de él, hubiera interpretado y pensado que yo soy una mala persona, difícil y que no se puede trabajar y que mi socio ha tomado la mejor de las decisiones. Que yo soy muy exigente y no doy espacio para que puedan ser y hacer lo que quieran y lo que les plazca y que mas bien, yo creo situaciones esclavizantes. Esto si sólo hubiera escuchado la versión de mi socio. Quizá hubiera pensado que era motivo de celebración y que la decisión de mi socio era valiente. Si hubiese escuchado sólo mi versión, hubiera pensado que mi socio es una persona mal agradecida, oportunista y que se deja manipular muy fácilmente de otras personas como la familia y su ente desestabilizador que era la chica. Y que la chica con sus complejos y temores y aprovechándose del sentimiento de mi socio, llegó a acorralarlo para que tome una decisión no muy bien pensada y que esa tercera persona hubiese interpretado que mi socio no tiene la madurez necesaria para tomar sus propios criterios y sus propias decisiones. Hubiese interpretado que hubo mala fe de parte de ellos. Si esa tercera persona hubiese escuchado las dos versiones, piensa e interpreta que ninguno de los dos estábamos manejando las cosas de la mejor manera posible, porque estábamos con mucha cólera, porque estábamos muy enojados, hasta un nivel a punto del odio, un nivel de decepción de parte de ambos, hubiese interpretado que no era el momento para hacerlo y que nosotros estábamos buscando hacernos daño porque esto no era razón suficiente para tomar medidas tan drásticas. Ya que ambos hemos tenido que enfrentar situaciones mucho mas difíciles. Esa persona viéndolo desde afuera, se hubiera dado cuenta que mi socio tomó esta decisión por un capricho y fue una decisión bien desproporcionada porque como te dije que entre la situación que provocó la ruptura y cuando se tomó la decisión fue bien desproporcionada. Eso lo hubiese visto cualquiera persona y como me han comentado esas terceras personas. Y el socio iba a pasar por situaciones bien complicadas.

E) Análisis del episodio
El análisis de este material tiene un cierto grado de complejidad, porque el paciente va y viene en el tiempo, en las distintas respuestas. Por ese motivo, conviene organizar dicho material en una secuencia temporal, para hacer que resalten con mayor claridad los elementos implicados y las relaciones entre los mismos. Diferenciamos entonces 3 momentos (antes de la ruptura, durante la ruptura, reacercamiento entre ambos), dentro de cada uno de los cuales mencionaremos el patrón vincular (en sentido amplio) que esté en juego y los rendimientos mentalizadores en relación a dicho patrón. Para mayor claridad, consignaremos en cada caso -entre corchetes- el número de la respuesta de la cual surge la inferencia que consignamos.

1er momento. Antes de la ruptura:
Inicialmente el deseo del sujeto es mantener un lazo amoroso de dominio y control [“esclavizante” 9] con su socio y amigo. Se entrelaza la cuestión vincular y la comercial. En este primer momento aparece la imagen del socio como la de alguien influenciado por una chica con que sale, sus padres y su hermano. Dicha influencia es aducida por Mario como la razón por la cual aquél cuestiona que lo acapara y le plantea terminar la relación laboral y de amistad [episodio vincular]. La imagen de sí aparece como la de alguien exigente [1]. Otra faceta de la imagen de sí, como alguien esclavizante, que no da espacio para que los demás puedan ser y hacer lo que quieran, no parece ser consciente para el paciente y aparece por vía de proyección [9]. Por lo demás, parece haber tenido lugar ya un conflicto entre Mario y la chica con la que sale el amigo, de la cual dijo que era gordita. Su amigo le dijo a ella cosas de Mario, lo cual hizo que éste se sintiera traicionado [5], pero en ese primer momento todo esto no parece haber pasado a mayores, dado que se mantenía el vínculo entre ambos. También parece haber habido conflictos con la familia del amigo, en los que el amigo tomó partido por él [2].
La mentalización de sus deseos es parcial, toma conciencia de que presiona al amigo, pero no tanto de que tiene una relación esclavizante con él y menos aún de un deseo amoroso que lo tiene por objeto (y que queda rotulado como “amistad”), que podemos conjeturar tanto por el efecto que le produce la ruptura, como por los intentos por recuperar la amistad, como por los celos y la competencia hacia la chica con la que sale su socio.

2do momento. Posterior al planteo del socio y a la ruptura:
Todo cambia cuando el amigo lo cita y le dice que quiere terminar la sociedad. En este segundo momento hay que diferenciar en la imagen del socio tres aspectos (según la perspectiva del paciente): [Estamos refiriéndonos, por tanto, al vector 2 del patrón vincular]
a) Sus acciones: lo cita para terminar la sociedad, lo borra de las redes sociales. La acción de terminar la sociedad es caracterizada como impulsiva [6], como no muy bien pensada y como tomada a causa del acorralamiento de la chica, que se aprovecha de sus sentimientos [9]
b) Sus motivaciones para actuar así (según la perspectiva de Mario): La influencia de la chica, los padres y el hermano. El sentirse presionado por ellos [1, 2]. El deseo de quedar bien con la muchacha y la familia [2]. El deseo de recuperar la paz y la tranquilidad, sentirse estabilizado, recuperarse a sí mismo, estar bien con la familia [7b]. El deseo de no estar más presionado (ni por la familia, ni por Mario), deseo de libertad y de felicidad, que había perdido con las presiones de Mario, de la chica y la familia [7a]. La presión de la familia para que haga cosas a los efectos de molestar al paciente, por pura maldad y basándose en que el socio necesitaba ser feliz [8b] Por capricho [9]
c) Sus sentimientos: Odio hacia Mario [9]
d) Imagen del socio según el paciente, en este momento: mal agradecido, oportunista, se deja manipular fácilmente, no tiene la madurez necesaria para tener sus propios criterios y tomar sus propias decisiones [9], posee mala fe, tanto él como su familia y la chica. Es posible que esta imagen haya sido construida desde el dolor y la rabia que siente hacia el socio, por su decisión de poner fin a la sociedad y a la amistad.
Otra imagen del socio: Aparece otra imagen del socio, en espejo con la suya propia, en el tercer párrafo de la respuesta 9 (los dos tienen cólera, están enojados, decepción de parte de ambos, buscan hacerse daño). Si bien esta situación en espejo aparece una sola vez en este material, mientras que en otras apreciaciones ambas imágenes (la suya y la del socio) aparecen claramente diferenciadas, cabe la pregunta de hasta qué punto no ve en el socio un doble de sí (el menos en ciertos momentos), lo que supondría una investidura narcisista del mismo, en línea con el deseo amoroso señalado más arriba.
Defensas: En cuanto a las defensas que se ponen en juego en este segundo momento, cabe conjeturar tres: por un lado, la represión de la imagen de sí como esclavizante. Por otro, la atribución de influencia como motivo de la ruptura del amigo. Consideramos que es posible que el paciente racionalice de esta manera la decisión del socio y amigo de terminar la relación, como un modo de intentar neutralizar el dolor que tal decisión le produjo: si lo hizo por influencia, no lo hizo por desamor. Si esta conjetura fuese correcta, veríamos el fracaso de dicha defensa cuando advierte odio en el rostro del amigo [9]. Por último, conjeturamos también la puesta en juego de la proyección de su actitud dominadora hacia el amigo, en las personas de la chica y la familia, quienes aparecen, por tanto, como presionantes y dominadores. Si nuestra conjetura es correcta, vemos un entrelazamiento entre represión, proyección y racionalización.
Mentalización: Nos podemos preguntar ahora cómo funciona la mentalización en esta serie de enunciados (O sea, en el 2do vector del patrón vincular). La mayoría de ellos parecen ser atribuciones construidas por el paciente, al menos parcialmente, y no aprehensiones del estado mental efectivo del otro (en lo que consiste propiamente el mentalizar, lo cual debe diferenciarse del realizar atribuciones). Conjeturamos que no estamos en presencia de un “delirio” en donde nada de lo atribuido sea verdad. Es posible que Mario haya captado algunas características de su amigo y de las fuerzas que lo presionaban. Pero a partir de esta percepción (mentalización parcial), el paciente parece haber “completado” las atribuciones. Lo que da pie para pensar en ese completamiento son dos características presentes en sus respuestas: la no opacidad de los estados mentales ajenos (en efecto, el paciente parece percibir -sin dudar- las motivaciones, presiones, sentimientos de su amigo), que hemos denominado pseudomentalización intrusiva en el punto A) de este trabajo, y la hipermentalización (detectable en varios pasajes. Con la mayor elocuencia en 8b). Ambas modalidades (pseudomentalización intrusiva, hipermentalización) constituyen fallas en el mentalizar, en el poder conjeturar, de manera plausible, pero incierta y tentativa (debido a la opacidad de los estados mentales) los estados mentales del otro. El tener en cuenta dicha opacidad es una clave del buen mentalizar (Fonagy et al., 1998). Por lo tanto, podemos conjeturar que la comprensión adecuada de los efectivos motivos y estados mentales del otro es, en Mario, bastante escasa. [Vector 3 del patrón vincular, en este 2do momento temporal]
Reacción del self ante la respuesta o acción del objeto: a) Deseos o necesidades: necesidad de retenerlo y esperanza de que no se vaya [1] Esa necesidad (que incluye también, posiblemente, un deseo amoroso no registrado por el paciente, según hemos comentado ya) lo motiva a tratar de recuperar la amistad “por todos los medios” [5] y lo lleva a realizar, entonces, una serie de acciones. Es así que: le cede todo y no quiere más conflictos con la familia del amigo [1], le pide perdón por todas las veces que lo presionó [1], le hace saber que puede contar con él, le paga la línea telefónica que le han cortado, le deposita u$ 2.000 ante el pedido de su amigo de dinero [que corresponde, en realidad, al 3er momento temporal, según veremos], hace cosas prácticas para demostrarle que no importa lo que hizo [5]. Si bien Mario refiere acá toda una serie de acciones, ellas están subtendidas y motivadas por estados mentales (necesidad de retenerlo, vínculo amoroso).
b) Sentimientos: depresión, tristeza, frustración, rabia intensa, sentimiento de injusticia, impotencia. De la rabia surge el deseo de montarle la competencia, del que luego desiste [8b].
c) Regulación emocional: según el modelo de Gratz y Roemer (2004) -en un todo compatible con la teoría de la mentalización- diferenciamos 6 aspectos a tomar en cuenta para evaluar la calidad de dicha regulación: la identificación de las emociones, la claridad respecto de las mismas, la tolerancia, las estrategias de regulación, el control de impulsos, la posibilidad de continuar con un proyecto a pesar de los sentimientos displacenteros.
La identificación y claridad que posee Mario respecto a los sentimientos es buena. La tolerancia también lo es [5], así como el control de impulsos y el continuar proyectos a pesar de los sentimientos displacenteros (es lo que hace cuando decide continuar con su proyecto, ir a buscar otro local y buscar apoyo en los amigos) [4b]. En cuanto a la estrategia de regulación, vemos que el paciente utiliza una estrategia que se dirige, no hacia los sentimientos mismos, sino hacia aquellos hechos del mundo externos que los originaron, y trata de modificarlos para regular de esa forma lo que siente. Esa estrategia es el intento de recuperar la amistad del amigo, o sea, lo que se llama “resolución de problemas” (Gross, 2014). No obstante, la rabia continúa vigente porque el sujeto está en proceso. Aún no ha logrado recuperar totalmente la amistad del amigo, aunque algunos pasos ha dado en esa dirección. Otro sentimiento que continúa vigente es el dolor por sentirse traicionado, que no está resuelto.
No vemos en el paciente una inclinación a procesar y regular sus emociones por medio de un trabajo que las tome por objeto (como en la mentalización de la afectividad), ni a ellas ni a las representaciones con las que se ligan. Por esta razón consideramos que su regulación emocional es pobre, ya que parece carecer de estrategias más elaboradas que la “resolución de problemas”. La mentalización de este tercer vector del patrón vincular es, por tanto, entre pobre y común. El conflicto central referido en este episodio (tanto en la narración inicial como en las respuestas a las preguntas): la pérdida de la relación con el amigo, sólo parece poder atenuarse mediante la recuperación de la amistad perdida. El paciente posee escasos recursos (bajo nivel de mentalización, regulación y procesamiento escaso de las emociones) para llevar a cabo por sí mismo un proceso de duelo, en caso que no lograse recuperar la amistad. Por lo demás, la intensidad de la ligazón amorosa al mismo, eventualmente complicada por la relación narcisista que hemos conjeturado, tornan más difícil aún dicho proceso de duelo. Para lograr tal objetivo requiere de ayuda terapéutica, y ésa es la razón por la que consulta. 3er momento. Reacercamiento: es el momento actual, en el que el amigo le pide dinero, en que le envía un chat diciéndole que es su mejor amigo y que es el único que lo entiende. Se están fortaleciendo cosas de la amistad [6]. No obstante, en tanto el proceso no ha concluido aún, los sentimientos del sujeto permanecen activados. Ésta es la información que hemos obtenido a partir del análisis de un único episodio del MEMCI. Mediante su utilización hemos identificado una serie de elementos que desearíamos resumir de forma sucinta:
1) el patrón vincular
2) la clase de deseos en juego
3) las diversas imágenes de sí y del otro
4) las emociones activadas por la actitud del amigo de terminar con la relación laboral y de amistad
5) el tipo de regulación y procesamiento de dichas emociones
6) las defensas activadas, su entrelazamiento y función
7) el grado en que son mentalizados los deseos
8) las fallas en la mentalización del otro
9) el problema central, consistente en la pérdida de la amistad del socio y amigo
10) los recursos con que el paciente cuenta para tramitar dicha pérdida

La consideración conjunta del motivo de consulta (“…aprender a manejar de manera menos traumática los desapegos”) y de los resultados obtenidos con este análisis, nos permiten establecer un objetivo para el trabajo clínico: elaborar la pérdida. Para ello resulta de importancia tener información acerca de las variables que posiblemente intervendrán en el intento de alcanzar dicho objetivo (los recursos ya mencionados, la intensidad y cualidad de los deseos hacia el amigo, las defensas en juego, etc.). Consideramos que este objetivo, así como el conjunto de discernimientos acerca del paciente que hemos obtenido, podrían ser suscriptos por distintos terapeutas, los cuales podrían proponer, a su vez, diversos abordajes según el marco teórico al que adhirieran y las estrategias y técnicas inherentes al mismo. Por esa razón consignamos al comienzo de este trabajo, que los resultados del MEMCI pueden ser de utilidad práctica para diversos terapeutas, independientemente de su marco teórico de referencia. Por nuestra parte, y a modo de complemento de la propuesta central de este trabajo, que hemos desarrollado hasta aquí, deseamos proponer un procedimiento clínico que entendemos se entrelaza íntimamente con el MEMCI (o deriva de él) y que, como él, se basa en la mentalización y en el patrón vincular (entendido en sentido amplio). El objetivo de este procedimiento sería, entonces, la mentalización de los tres vectores del patrón vincular y de sus componentes, en tanto se relacionan con el conflicto central. Este procedimiento no deja de tener parentesco con los que formularan en su momento Luborsky (1984), Christ-Christoph y Luborsky (1990), Horowitz (1997), y, más recientemente, Book (2009) y Dimaggio et al. (2015). No obstante, creemos que nuestro énfasis en la mentalización hace una diferencia con esos abordajes, a la vez que es compatible con otros enfoque psicoterapéuticos, habida cuenta de que la mentalización es propuesta como un factor común a los más diversos enfoques en psicoterapia (Allen, Fonagy, Bateman, 2008).

F) Procedimiento clínico:
En términos generales, podríamos decir que la propuesta de este procedimiento es doble:
1) por un lado, optimizar las capacidades de la mentalización que se despliegan en cada uno de los vectores del patrón vincular, trabajando sobre los desbalances en las polaridades y sobre los modos prementalizados -si los hubiere- y/o sobre las fallas en el mentalizar (que son de dos clases: fallas en alguna de las capacidades de la mentalización; presencia de pensamiento concreto, hiper o pseudomentalización, etc.).
2) Por otro lado, trabajar sobre los componentes del patrón vincular (en sentido amplio) que se relacionan con el conflicto central y con el motivo de consulta (sistema motivacional activado, regulación emocional, defensas, etc.) y que han sido detectados mediante el MEMCI. Cuando las fallas en el mentalizar son prominentes, suele ser necesario abordarlas en primer término, ya que es necesario un cierto nivel mentalizador para que sean abordables los otros componentes (con excepción, tal vez, de la regulación emocional en ciertos casos). Cuando dichas fallas son menores y no impiden el trabajo sobre los componentes mencionados, podemos abordarlos directamente, a partir de haberlos ubicado en alguno de los tres vectores (por ejemplo, represión de los deseos del primer vector, o sofocación de los afectos del tercero), o entre dos de ellos (por ej. entre el primero y el segundo, etc.).

En el caso de Mario, podemos postular lo siguiente:
1) Mentalizar plenamente el primer vector de su patrón vincular implicaría facilitar que el paciente tome clara conciencia de sus deseos (y de las actitudes de ellos derivadas) hacia su amigo. Esto incluye, en un nivel preconsciente, el deseo de dominarlo, controlarlo, regir sobre él. En un nivel más profundo, conjeturamos un amor homosexual hacia el amigo, que explica los celos y la rivalidad que establece con la mujer con la que éste está en relación.
2) En relación al segundo vector y al modo en que construye la imagen del otro, habría que identificar con el paciente su tendencia a hiper mentalizar, así como su no tomar en cuenta la opacidad de los estados mentales, para trabajar, mediante técnicas específicas diferentes a la interpretación, estas dos fallas en el mentalizar.
3) En relación al tercer vector, sería menester trabajar para favorecer que el paciente pueda activar otras estrategias de regulación emocional y de trabajo sobre las emociones, particularmente la tristeza y la rabia, que se encuentran relacionadas con el deseo amoroso y que derivan de su frustración.

En función del motivo de consulta (“…aprender a manejar de manera menos traumática los desapegos”), pondríamos el foco en primer término en este último vector, ayudándole a que pueda elaborar la pérdida del amigo.
Estos tres puntos no hacen referencia a una secuencia temporal, sino a una enumeración de focos del mentalizar. En lo concreto del trabajo clínico, a los efectos de la elaboración de la pérdida, será menester que el paciente mentalice la intensidad y cualidad del apego hacia su amigo (vector 1), como así también el modo no mentalizador que tiene de comprenderlo y la función defensiva de la atribución de influencia (vector 2). De igual forma, será necesario trabajar sobre las emociones derivadas de la pérdida mencionada, como así también sobre el modo que tiene de procesarlas y regularlas (vector 3), favoreciendo que el paciente conquiste estrategias más elaboradas y eficaces. Con el presente trabajo esperamos haber aportado una herramienta que consideramos de la mayor utilidad para el trabajo clínico de distintos terapeutas, y, en segundo término, haber contribuido con un procedimiento clínico compatible también con una serie de enfoques terapéuticos diversos.

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Fecha de recepción: 14/07/17
Fecha de aceptación: 22/08/17

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