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Revista latinoamericana de filosofía

On-line version ISSN 1852-7353

Rev. latinoam. filos. vol.49 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires June 2023

http://dx.doi.org/10.36446/rlf2023377 

DOSSIER

Palabras preliminares: el discurso filosófico y la escritura de la vida propia

DANIEL BRAUER1 

1 Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas Universidad de Buenos Aires

Como es sabido, la autobiografía es un campo híbrido situado en un territorio no claramente delimitable entre la literatura y la historia. Ha sido teorizada principalmente desde la primera, como un género literario, y en mucho menor medida desde la última. Ello no obsta, por un lado, a que comparta con la historia la pretensión de verdad, más allá de los conocidos enmascaramientos y omisiones intencionales o no por parte de sus autores. Por el otro, la búsqueda de los motivos y las causas de los acontecimientos, en este caso tal como los percibe el sujeto que reconstruye la trayectoria e hitos fundamentales de su vida. Con todo, los límites y el aporte cognitivo de la autobiografía son difíciles de precisar, ya que forman parte de una constelación de formas de escritura, generalmente en primera persona, junto con las confesiones, los diarios, las memorias, los testimonios, pero también la correspondencia, relatos de viajes, etc. A partir de fines de los ochenta del siglo pasado, se ha impuesto el nomenclador genérico “life writing”, que puede traducirse como “escrituras de vida”, con la intención de abarcar un terreno muy amplio, con muchos rasgos en común, sin necesidad de atenerse a una definición estricta. Si bien solemos asociar la autobiografía a una escritura en prosa llevada a cabo por el protagonista mismo del relato en primera persona, también contamos con narraciones de la vida propia en tercera persona, poesías autobiográficas, ficciones de autobiografías (como, por ejemplo, las justamente célebres Memorias de Adriano, de Margarite Yourcenar), ghost writers que escriben la autobiografía de otros, etc. La autobiografía es seguramente el tipo de narración que más se escribe: desde políticos, artistas, militares, deportistas, escritores, premios Nobel, pero también aventureros, delincuentes, etc. Todos ellos parecen tener la necesidad de presentar ante los demás y frente a sí mismos una narración de los acontecimientos centrales de su pasado como una misión que complementa y consuma la vida misma.

Lo que suelen tener en común estas autobiografías es la notoriedad, la importancia o la presencia en la opinión pública de sus protagonistas o autores. Pero junto a ellas nos encontramos también con las autobiografías testimoniales en clave emancipatoria, que denuncian distintas formas de injusticia ejercida sobre minorías perseguidas. Por último, están las autobiografías auténticas o ficticias de hombres o mujeres comunes que muestran una forma típica de vida característica de una época.

A esto se agrega el fenómeno generalizado de querer dejar, de alguna manera, testimonio del paso por este mundo a las generaciones presentes y futuras. Encontramos en internet tutoriales y una amplia bibliografía acerca de cómo escribir la propia biografía. No puede dejar de mencionarse aquí el fenómeno de las plataformas digitales, como Facebook, Tik Tok y otras similares, que abren un espacio de exposición de la propia persona o para algunos la compulsiva necesidad de tomarse una “selfi ”, o incluso el escribir en una roca: aquí estuvo fulano y la fecha. Estos medios resultan significativos y generan formas de exposición del sujeto que tienen rasgos en común. Se trata de acciones que no resultan fáciles de explicar y sería una simplificación subsumir todo esto bajo el título de “la era del narcisismo”.

Pero, se hace necesario distinguir distintos tipos o subgéneros de la autobiografía: la biografía intelectual, la literaria, la científica, la personal, la testimonial, etc. Si bien es cierto que esta forma de escritura existe desde hace siglos, resulta difícil y controversial establecer su data de nacimiento. Según los ya clásicos y no superados estudios de Georg Misch, la necesidad de la misma puede encontrarse ya en las culturas egipcia y babilónica asiria, aunque en ellas la representación de lo individual no puede separarse de su pertenencia a lo colectivo (Misch 1907: 10). Lo cierto es que establecer lo que hoy entendemos por autobiografía resulta discutible para todo historiador del género. Si bien para muchos ya las Confesiones de San Agustín expondrían lo que podría considerarse un prototipo de escritura acerca de sí mismo, la vida narrada allí es concebida en una referencia constante a y en contraste con la ciudad celeste y como transición a un mundo eterno alejado del pecado y de la finitud.

Me inclino a pensar -junto con muchos otros- que las escrituras del yo parecen estar vinculadas históricamente al surgimiento del individualismo. A partir incluso de la Edad Media Tardía y principalmente del Renacimiento y de la Modernidad, como lo testimonian el auge de los autorretratos o la escritura en primera persona de los Ensayos de Montaigne o el mismo Discurso del método cartesiano. En el marco de la cultura burguesa, esta tendencia se profundiza, en la medida en que los lazos tradicionales del individuo con la comunidad de la que forma parte comienzan a volverse cada vez menos rígidos.

Si bien es cierto que datar el surgimiento de la autobiografía moderna con Las confesiones ya plenamente mundanas de Rousseau no deja de ser controversial, no cabe duda de que su influencia ha sido decisiva para el desarrollo del género y eso vale tanto para sus seguidores como para sus detractores.

En todo caso, para el tema que nos concierne, o sea, para la relación entre autobiografía e historia desde una perspectiva filosófica contemporánea, debemos dar cuenta de una serie de cambios culturales y giros intelectuales que invitan a poner nuevamente la mirada en los relatos autobiográficos y en el tipo de conocimiento que pueden ofrecernos. Esta es una tarea que desde la teoría filosófica no ha vuelto a ser retomada desde Dilthey (1970: 303-306), quien veía en su obra tardía a la autobiografía como el paradigma de la narración histórica.

Son varios los factores que hacen necesario poner a la autobiografía nuevamente en el escenario de la teoría histórica.

En primer lugar, como consecuencia del auge de la cultura de la memoria, principalmente a partir de las últimas décadas del siglo XX, y con ella de la noción de testimonio, el discurso en primera persona vuelve a cobrar centralidad. Comienza a ser incorporado en las narraciones históricas en contraste con la escritura impersonal de las historias nacionales o sociales en tercera persona que dan cuenta de grandes acontecimientos, batallas, cambios económicos y en las estructuras institucionales. Lo que tiene lugar de esta manera es la vuelta del sujeto que tanto el estructuralismo antes como la teoría de las formas del discurso narrativo después habían marginado.

En segundo lugar y en relación precisamente con esto último, las discusiones de la teoría histórica en torno al narrativismo, que en sus versiones más radicales han asimilado la historiografía a un género literario (Hayden White, Frank Ankersmit), se han ocupado poco o nada de la autobiografía como forma narrativa. Ello se debe a que no encaja en los esquemas de los tropos y formas narrativas tradicionales, al menos porque en la autobiografía el final no es definitivo y en mayor medida porque la noción de un entramado sobreimpuesto a los acontecimientos vividos se vuelve más cuestionable, aunque sin duda no está ausente del todo. La idea de que nuestra visión del pasado no es otra cosa que una ficción retrospectiva impuesta por mecanismos narrativos y la ideología de los historiadores resulta difícil de aceptar cuando se trata de la vida propia y de recuerdos presentes en nosotros que nadie puede asimilar en su conjunto a meras ilusiones, aunque algunos lo sean.

En tercer lugar y en reacción a la historia impersonal o de duraciones estratificadas como sucede con la Escuela de Anales, se ha producido en la misma historiografía el surgimiento de la microhistoria, cuya medida temporal tampoco encaja en sus esquemas, puesto que se trata de una “duración” que abarca la vida de sus protagonistas y nos propone observar a través de casos particulares caleidoscópicamente, por decirlo así, el modo en que se articulan circunstancias y personas. En este caso, a través de biografías o autobiografías fragmentarias reales o ficticias.

La tarea de una teoría filosófica de la autobiografía sigue siendo una asignatura pendiente. Género marginal por naturaleza, se encuentra en una zona fronteriza, como hemos visto, limitando, por un lado, con la literatura y la historia, por el otro, con la biografía. Esta última, como la autobiografía, suele ser considerada, tanto por la historia como por la filosofía, por distintas razones, como un género secundario.

Acerca de la autobiografía, su historia y el estudio de casos particulares hay una copiosa bibliografía, en general desde el punto de vista de los estudios literarios y lingüísticos. La importancia de la autobiografía de grandes historiadores para entender sus vidas, pero también su modo de entender la historia ha comenzado a ser valorada recién en los últimos años (Popkin 2005)1. No sucede lo mismo con la de los filósofos, salvo comentarios a autobiografías particulares. Por eso, tal como se adelantó, una teoría filosófica acerca de la autobiografía exige retomar el tema desde Dilthey. Desde un punto de vista filosófico, las preguntas generales que surgen en torno a la autobiografía son: (1) de índole epistémica, es decir, cuál es el tipo de conocimiento que nos aporta la autobiografía tanto en torno al autor como a los acontecimientos consignados por él; (2) de qué modo la experiencia de lo vivido es articulada retrospectivamente y cuáles son los hitos fundamentales que producen un cambio en la conciencia del sujeto y su modo de pensar; (3) de qué modo se vinculan la experiencia personal, la colectiva y los cambios culturales en la comprensión del pasado propio; y particularmente (4) interesan las biografías o las “escrituras de vida” de filósofos que permitan entender mejor su obra y el proceso de formación de su pensamiento. En el modelo de Rousseau, ya su mismo título Las confesiones alude a los posibles pecados cometidos y hace surgir de este modo en el lector la expectativa de lograr un acceso a las pasiones y avatares de su vida sentimental. Un acceso que pueda contribuir a entender su vocación o acontecimientos decisivos no consignados en su pasar revista a su trayectoria de vida. Pero, esto no se da en el caso de la autobiografía intelectual (como, por ejemplo, la de Nietzsche, Stuart Mill o, más recientemente, la de Paul Ricoeur) y en algunas solo en parte (Sartre) y deben ser siempre completadas por otros documentos y testimonios. Evidentemente, el campo es muy variado y polifacético.

Estas son algunas de las cuestiones que se propone abordar este dossier que se publica en dos partes en dos números consecutivos de la RLF.

El tema es muy amplio y aquí solo aparece en forma parcial e incipiente en los distintos trabajos seleccionados para esta publicación que constituye a la vez un llamado de atención acerca de un campo aún poco explorado. En “Autobiografía e identidad narrativa en Paul Ricoeur”, Esteban Lythgoe analiza el rol de la autobiografía en Tiempo y narración, intentando comprender los motivos por los que este género literario no tiene tanta relevancia en la obra del filósofo francés. Para atender esta cuestión el autor considera necesario vincular la noción de autobiografía con la de identidad narrativa. Facundo Martín en: “Pensar la bios en la autobiografía: elementos biológicos de la experiencia del yo”, analiza algunas precondiciones biológicas del discurso autobiográfico a partir de los debates actuales, para sostener que el imperativo de construir una identidad narrativa es existencial o vital antes que textual y que surge de la experiencia encarnada, mediada neurofisiológicamente, de ser un yo. En “El epistolario como fuente historiográfica: el caso de Max Weber en la Gran Guerra”, Eduardo Weisz busca dilucidar algunas características del epistolario en tanto fuente historiográfica y encontrar claves de comparación con la autobiografía. A partir de esta problemática, analiza la correspondencia sostenida por Max Weber desde el servicio militar durante la Gran Guerra, mostrando su relación con dos piedras angulares de la obra weberiana: el problema nacional y el proceso de burocratización. Por su parte, Adrián Ratto, en: “Diderot, entre los espejos y la escritura acerca de sí mismo: a propósito del Essai sur les règnes de Claude et de Néron”, se propone poner de relieve algunas marcas autobiográficas del texto que acercan llamativamente a los frères ennemis en sus últimos escritos. El trabajo muestra, asimismo, ciertas debilidades de los cuestionamientos de Diderot a Rousseau y de su propia autodefensa.

Los trabajos presentados se basan en investigaciones que fueron realizadas en el marco de los proyectos: PICT 2018 01342, financiado por la Agencia Nacional de Promoción Científica, para el período 2019 2022, y UBACyT 20020190100044BA, financiado por la Universidad de Buenos Aires, para el período 2020-2024. Una primera versión de los mismos fue expuesta en las Jornadas de Filosofía de la Historia: “Autobiografía e Historia. La narrativa en primera persona y el acontecimiento histórico”, que tuvieron lugar los días 27 y 28 de octubre de 2022 en el Colegio Nacional de Buenos Aires (UBA). Las mismas contaron con el apoyo de un subsidio de la Universidad de Buenos Aires, otorgado en el marco del “Programa de apoyo para reuniones científicas UBA 2022”, y el auspicio de numerosas instituciones, entre ellas: Departamento de Filosofía, Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, Centro de Investigaciones Filosóficas (CIF) e Instituto de Filosofía “Ezequiel de Olaso” (INEO).

Nota

1 Para una puesta en contexto de este libro y una bibliografía más amplia, puede consultarse la reseña de Allan Megill (2006: 481-485).

BIBLIOGRAFÍA

Dilthey, W. (1970), Der Aufbau der geschichtlichen Welt in den Geisteswissenschaften (Francfort del Meno: Suhrkamp). [ Links ]

Megill, A. (2006), “Review of History, Historians, and Autobiography, by J. D. Popkin”, Biography, 29 (3): 481-485. [ Links ]

Misch, G. (1907), Geschichte der Autobiographie (Leipzig/Berlín: B. G. Teubner, 4 tomos). [ Links ]

Popkin, J. (2005), History, Historians, and the Autobiography (Chicago: University of Chicago Press). [ Links ]

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