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Cuyo

On-line version ISSN 1853-3175

Cuyo-anu. filos. argent. am. vol.39 no.2 Mendoza Dec. 2022  Epub July 29, 2023

 

Artículos

La hermenéutica de León Rozitchner: la sospecha como modalidad interpretativa en su lectura de Marx

The hermeneutics of León Rozitchner: suspicion as an interpretive modality in his reading of Marx

1Licenciado en Filosofía por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Doctorando en Filosofía por CONICET-UBA. Argentina. alfierijoaquin@gmail.com

Resumen

El objetivo de este trabajo consiste en recuperar dos características fundamentales de la hermenéutica de Rozitchner en torno a su lectura de Marx: por un lado, la sospecha -lectura de los puntos ciegos tanto del autor alemán, como de los diversos marxismos que enfrentó el filósofo argentino-; y, por el otro, la restauración -reposición de los índices afectivos fundamentales para complementar el legado marxista-. El análisis, centrado en las dos primeras etapas del pensamiento de Rozitchner (períodos fenomenológico y psicoanalítico), permitirá observar la manera en que se han articulado ambas modalidades interpretativas en su obra. Mi hipótesis sostiene que en sus escritos de juventud encontramos acentuada la sospecha como herramienta interpretativa central; mientras que el transcurso temporal otorgó a la restauración un carácter protagónico en el modo de leer de Rozitchner.

Palabras clave: León Rozitchner; Karl Marx; Hermenéutica; Sospecha; Restauración

Abstract

The objective of this work is to recover two fundamental characteristics of Rozitchner's hermeneutics around his reading of Marx: on the one hand, the suspicion -reading of the blind spots of both the German author and the various Marxisms that confronted the philosopher Argentinian-; and, on the other hand, the restoration -replacement of the fundamental affective indices to complement the Marxist legacy-. The analysis, focused on the first two stages of Rozitchner's thought (phenomenological and psychoanalytic periods), will allow observing the way in which both interpretive modalities have been articulated in his work. My hypothesis holds that in his early writings we find accentuated suspicion as a central interpretive tool; while the time course gave the restoration a leading character in Rozitchner's way of reading.

Keywords: León Rozitchner; Karl Marx; Hermeneutics; Suspicion; Restoration

1. Introducción

León Rozitchner ha sido un lector incansable de la obra de Karl Marx. Los diferentes períodos de su producción filosófica se caracterizaron por establecer interpretaciones heterodoxas del legado marxiano, a partir de la intersección con otras corrientes del pensamiento occidental. Al respecto, es posible mencionar al menos tres etapas diversas en su escritura, que implicaron diferentes transformaciones en sus modos de acercarse a dicho legado: una primera etapa, en donde su marxismo apareció reinterpretado a partir de la fenomenología francesa; un segundo período, donde la obra de Marx dialogó con la incorporación del psicoanálisis freudiano; y, por último, una instancia final donde el filósofo argentino se dispuso a revisar los fundamentos religiosos del sistema capitalista, estableciendo distancias y críticas directas con el corpus marxiano.

Sin embargo, y a pesar de esta continuidad e insistencia por parte de Rozitchner en la lectura de Marx, es posible también observar diversos y cambiantes posicionamientos respecto de su legado. En este sentido, mientras que en sus primeros escritos los esfuerzos teóricos del autor argentino se centraron en disputas interpretativas con la apropiación estructuralista de dicho legado; hacia el final de su obra encontramos un ajuste de cuentas que se dirige directamente al autor de El Capital (y ya no exclusivamente a las lecturas dogmáticas, inapropiadas u ortodoxas del corpus marxiano). Es decir, el pensamiento de Rozitchner fue produciendo diferentes virajes y rupturas con el correr del tiempo, centradas insistentemente en el campo marxista de la teoría; pero, al mismo tiempo, diversificando los destinatarios de sus críticas, observaciones y distancias.

Ahora bien, ¿qué implica la lectura rozitchneriana de Marx? O, para decirlo de otro modo, ¿cuáles son las motivaciones latentes y las características fundamentales en su acercamiento a la obra del autor alemán? Resulta oportuno clarificar desde un principio que las críticas o las disputas desarrolladas por Rozitchner a lo largo de toda su obra, siempre tuvieron como centro ineludible de sus análisis las derivas y las consecuencias políticas resultantes de un determinado posicionamiento conceptual. Es decir, la lectura y relectura del legado de Marx (y de sus diversas interpretaciones) siempre estuvo motivada por una investigación acerca de la eficacia política y los puntos ciegos que podían acechar a las militancias coetáneas del propio Rozitchner. El interés del filósofo argentino encontró sus fundamentos en la posibilidad de establecer una modalidad de pensamiento conectada con los lazos vitales de su tiempo histórico. Su lectura no se desarrolló bajo las lógicas de domesticación académicas o dentro de los marcos del mundo intelectual1; por el contrario, para el filósofo argentino, los acontecimientos históricos que acompañaron su trayectoria biográfica fueron los insumos que posibilitaron (y, a la vez, condicionaron) su singular modo de leer y apropiarse del legado de otros autores. En particular, la incorporación de Marx en su obra no se dio en los términos de una apropiación académica o meramente intelectual. Dicha apropiación se encontró definida y verificada por las propias vivencias del autor argentino, los acontecimientos históricos de su tiempo, los dilemas políticos y existenciales que supuso su trayectoria vital. En su filosofía hay una escritura y un pensamiento de tipo marxista, que reniega y se distancia de una “marxología” celosa de la rigurosidad (y de las diversas modalidades en que se desarrolla la práctica intelectual). Al contrario, el interés y el acercamiento rozitchneriano en la obra de Marx encuentra como punto de contacto la posibilidad de poner en juego la propia coherencia y los propios afectos en la actividad filosófica. En este sentido, Marx fue un insumo decisivo en la vida de Rozitchner para responder al interrogante: ¿qué significa pensar?

A lo largo de toda su obra es también posible observar una manera particular de elaborar conceptos, al servicio y en sintonía con diversas vivencias históricas definitorias para su práctica intelectual. En este sentido, su marxismo se encontró profundamente atravesado por los sucesos históricos de su tiempo: la revolución cubana, el peronismo, la última dictadura militar argentina, la guerra de Malvinas, la caída de la Unión Soviética, el triunfo del neoliberalismo, etc., fueron circunstancias que motorizaron y definieron la labor intelectual del filósofo argentino. Resultaría imposible desconectar los intereses rozitchnerianos en la obra de Marx del horizonte teórico-político en el que se inscribe su lecto-escritura.

El objetivo de este trabajo, entonces, consiste en acercarse a la interpretación de Marx realizada por el filósofo argentino, recuperando dos características fundamentales de su hermenéutica, señaladas por Cristián Sucksdorf en su artículo titulado “Espíritus equivalentes: en torno a la hermenéutica de León Rozitchner” (2022, inédito). Por un lado, la primera modalidad de lectura a analizar será “la sospecha” -observación de los puntos ciegos tanto del autor alemán, como de los diversos marxismos que enfrentó el filósofo argentino-; y, por el otro, como segundo rasgo de su hermenéutica se examinará “la restauración” -reposición de los índices afectivos fundamentales para complementar el legado marxista-. El análisis permitirá observar la manera en que se han articulado ambas modalidades interpretativas en el modo de lectura rozitchneriano. Mi hipótesis -en sintonía con la lectura realizada por Sucksdorf- sostiene que en sus escritos de juventud encontramos acentuada la sospecha como herramienta interpretativa central; mientras que el transcurso temporal otorga a la restauración un carácter protagónico en el modo de leer de Rozitchner. Por cuestiones de espacio, intentaré recuperar a partir de la clave de lectura señalada, las características definitorias de su apropiación del legado marxiano en los dos primeros períodos de su obra, postergando para un escrito futuro a la última etapa de la producción rozitchneriana.

Para llevar a cabo esta tarea recuperaré algunos escorzos textuales específicos de la producción rozitchneriana, que me permitirán trazar los rasgos generales y, a la vez, diferenciales de cada uno de los períodos mencionados en su producción. Para la primera etapa fenomenológica, abordaré su tesis (secundaria) de doctorado titulada “La negación de la conciencia pura en la filosofía de Marx” (1962) y el artículo “La izquierda sin sujeto” (1966). Para el período psicoanalítico, me concentraré en el libro Freud y los límites del individualismo burgués (1972) y la conferencia titulada “Marx y Freud: la cooperación y el cuerpo productivo. La expropiación histórica de los poderes del cuerpo” (1982). Por motivos espaciales, no será posible desarrollar un análisis pormenorizado de cada una de las piezas textuales señaladas. El objetivo, más reducido y limitado, será en cada caso observar y analizar el rol que desempeñó la lectura de Marx para la labor filosófica de Rozitchner y su posicionamiento subjetivo frente a la coyuntura histórica.

2. Sospecha y restauración

Antes de ingresar en el análisis pormenorizado sobre la lectura rozitchneriana de Marx, resulta oportuno establecer el significado de la sospecha y la restauración, en tanto modalidades interpretativas presentes en la escritura del autor argentino. Como ya fue mencionado, en este punto me apoyaré en la lectura realizada por Cristián Sucksdorf en su artículo “Espíritus equivalentes: en torno a la hermenéutica de León Rozitchner”. Allí, el autor nos propone recuperar dos conceptos provenientes de la obra del filósofo francés Paul Ricoeur, con el objetivo de clasificar y comprender las modalidades de lectura presentes en el autor argentino. En el primer caso, el de la sospecha, se trata de un movimiento interpretativo en el que confluyen figuras tan clásicas como heterogéneas: Nietzsche, Freud y Marx. El rasgo definitorio de esta modalidad reside en su capacidad para establecer un sentido segundo, esclarecido, desmitificado, en torno a la “reducción de ilusiones” (Ricoeur, 2012, p. 28), producida por el gesto interpretativo. En el segundo, la restauración aparece como una hermenéutica propia de la fenomenología de la religión, destinada a la aparición de un mensaje trascendente en el plano de la inmanencia del lenguaje.

Es importante señalar que para Ricoeur ambas modalidades aparecen como contradictorias y excluyentes, mientras que en el caso de Rozitchner es posible encontrar un carácter complementario o adicional. Esta diferenciación entre el pensador francés y el filósofo argentino será aclarada más adelante, cuando desarrolle en profundidad las características definitorias de cada período en sus variaciones interpretativas. A modo de anticipo, es posible argumentar que en el caso de Rozitchner ambas modalidades estuvieron presentes a lo largo de toda su obra, variando el modo en que cada una de ellas fue acentuada en su lectura de la obra de Marx. Si en un comienzo la lectura del autor de El Capital fue un insumo teórico decisivo para distanciarse del quehacer filosófico racionalista, observaremos cómo el paso del tiempo y el desarrollo del aparato conceptual rozitchneriano fueron estableciendo alejamientos y discrepancias con ese conjunto heterogéneo, de bordes difusos, denominado “marxismo” (que incluye, por supuesto, al propio Marx).

Resulta importante no acentuar en exceso el carácter agonístico o combativo de la hermenéutica rozitchneriana. Como señalan otras autoras al respecto (Gago, 2015; López, 2015), la sospecha, la lectura a contrapelo, la búsqueda de un sentido alternativo, supusieron en Rozitchner la intención de prolongar un significado propio, implícito y, a la vez, no desarrollado por el autor que se disponía a interpretar. Es decir, la metodología confrontativa y de sospecha en la modalidad de lectura rozitchneriana estuvo desde sus comienzos acompañada por la reposición de ciertos índices que se encontraban implícitos u olvidados en los signos a interpretar. Como señala Cristián Sucksdorf (2022): “(…) comprender el modo de leer que propone la filosofía de Rozitchner supone entonces dar cuenta de la tensión entre la prolongación y la refutación”. Es decir, inclusive en los momentos más críticos de sus lecturas, la oposición siempre tiene como objetivo, no la mera refutación de quien se lee, sino la completitud de su pensamiento a partir de la reposición de un sentido presente en quien lee, pero no elaborado por quien escribió. Este trabajo de lectura implicó necesariamente intereses y acercamientos muy concretos, determinado tanto por acontecimien-tos históricos específicos, como por los afectos que se ponían en juego por parte del filósofo argentino a la hora de leer y pensar. En este sentido, no cualquier autor o pensador2 fue susceptible de ser interpretado bajo esta modalidad de lectura, dado que sus críticas siempre se encontraron tensionadas por su intención de retener parcialmente la verdad que se anunciaba en el pensamiento ajeno. Todo enfrentamiento conceptual desarrollado por Rozitchner, produjo huellas, marcas y secuelas para sus propias elaboraciones.

3. Etapa juvenil: marxismo y fenomenología

Hacia fines de la década de 1940, Rozitchner vivió una experiencia que resultó decisiva para su itinerario intelectual: el viaje a Francia para doctorarse en la Sorbona. Narrado por el propio autor como un instante para elaborar ciertas autorizaciones a la hora de pensar y sentir3, la experiencia francesa dejó en el filósofo argentino una estela imborrable. Carácter indeleble que resulta visible a lo largo de su obra, principalmente en la articulación de su pensamiento con el universo cultural francés. En primer lugar, porque algunas figuras centrales de la intelectualidad de dicho país a mediados del siglo XX, fueron docentes del propio Rozitchner e influyeron notablemente en su aparato conceptual juvenil (Maurice Merleau-Ponty, Jean Wahl, Lucien Goldmann4, Paul Ricoeur, entre otros). En segundo lugar, porque también sus antagonistas predilectos -Louis Althusser y Jacques Lacan- pertenecieron al territorio francés. Estas figuras antagónicas permitieron a Rozitchner acentuar su propia interpretación de Freud y Marx, a partir del establecimiento de críticas y distancias. En tercer lugar, y vinculado con los fines propuestos en este trabajo, porque esta lectura de Marx se encontró profundamente influenciada por aquello que denominé de manera algo imprecisa “el universo cultural francés”. Es posible afirmar en este sentido, que el marxismo de Rozitchner, por ejemplo, se encuentra más cercano al pensamiento de Henri Lefebvre que a la obra de José Carlos Mariátegui o Enrique Dussel (por nombrar dos exponentes significativos de nuestra región). Conceptos tales como el de “cuerpo libidinal” proveniente de Merleau-Ponty o el de “estructura significativa” de Goldman, impactaron directamente en la apropiación de la obra de Marx realizada por Rozitchner, evidenciando las deudas teóricas que supuso la experiencia francesa.

Esta circunstancia no significó, sin embargo, una pérdida de referencialidad con respecto a las problemáticas que rodearon la experiencia nacional y periférica del propio filósofo argentino. Como mencioné anteriormente, la coyuntura histórica fue un motor decisivo para su elaboración teórica. No obstante, resulta importante destacar que, en un primer momento, el marxismo de Rozitchner se encontró en diálogo con las figuras mencionadas de la intelectualidad francesa; y muchos de los conceptos centrales de su filosofía marxista se encontraron vinculados a la huella imborrable que dejó la Sorbonne durante sus años de formación.

3.1. La sospecha sobre el racionalismo: contra la exaltación del carácter absoluto del sujeto

Una de las evidencias más elocuentes en esta temprana apropiación del legado marxista y la influencia mencionada de la intelectualidad francesa aparece con la elaboración de la tesis secundaria realizada por Rozitchner para obtener el título de doctorado. Rotulada “La negación de la conciencia pura en la filosofía de Marx”, nos ofrece una primera aproximación5 del modo de lectura rozitchneriano con respecto al autor de El Capital.

Ahora bien, si se trata de una tesis “secundaria”, eso supone la existencia de una “principal” que, de una u otra manera, se encuentra vinculada y atravesada por un proyecto filosófico compartido. Efectivamente, la tesis dedicada a la teoría scheleriana de la afectividad (luego publicada en formato libro por la editorial Eudeba6), presenta uno de los conceptos más importantes en la teorización de Rozitchner, que aparecerá a lo largo de toda su obra, metamorfoseado pero insistente. En su disputa teórica con Max Scheler, el filósofo argentino ofreció una concepción de la subjetividad que resultará de gran importancia para comprender el rol que cumple la lectura de Marx en esta primera etapa de su pensamiento. El sujeto (“la persona” en el léxico algo impreciso del libro Persona y comunidad) fue definido por Rozitchner como un ser absoluto y relativo. Una vida humana que posee una experiencia singular e intransferible de su propia existencia (absolutez), pero que, al mismo tiempo, se encuentra atravesada, constreñida e influenciada por su inserción en una experiencia común e histórica compartida con otros y otras (relatividad). Es decir, para Rozitchner, el sujeto, en tanto absoluto-relativo, aparece como una entidad bifronte, reveladora y encubridora del misterio filosófico de su propia existencia: ¿por qué existe un cuerpo que soy yo mismo? Este cuerpo que cada quien es, más allá de su carácter único y singular, se encuentra abierto a la interacción con un entramado social e histórico que lo determina y lo conforma de cierta manera específica.

Esta tensión presente en cada constitución subjetiva fue una de las aristas fundamentales para la elaboración filosófica de Rozitchner, puesto que implicó una discusión encarnizada con toda corriente de pensamiento o militancia política que exaltara unilateralmente alguno de los polos constitutivos del sujeto. Ya sea en una disputa contra quienes glorificaran el carácter absoluto del individuo (derivas religiosas y racionalistas); como también frente a quienes degradaran el estatus del sujeto a ser un mero reflejo o una refracción pasiva de la estructura social (corrientes de izquierda influenciadas por la teoría de Louis Althusser).

En la tesis secundaria, con Marx como fuente privilegiada para su elaboración, esta noción del sujeto como un absoluto-relativo tuvo un rol protagónico, que nos permite acercarnos a uno de los rasgos fundamentales de la hermenéutica rozitchneriana: el ejercicio de la sospecha en su modo de leer y hacer filosofía. En este caso, la modalidad de lectura recayó sobre la exaltación filosófica y racionalista del solipsismo (es decir, sobre el enaltecimiento del carácter absoluto del sujeto). Por lo tanto, en esta primera aproximación al pensamiento rozitchneriano, Marx aparece como un insumo teórico decisivo para el ejercicio de la sospecha, pero no como una figura sobre la cual desarrollar dicha modalidad de lectura (circunstancia, como veremos más adelante, modificada con el transcurso de la obra de Rozitchner). Para decirlo de otro modo, la teoría marxista permitió al filósofo argentino observar los puntos ciegos y olvidados de la tradición filosófica, pero no se constituyó en un campo de conocimiento susceptible de ser leído a partir de esa clave interpretativa.

Deudor de su formación fenomenológica, Rozitchner estableció en el texto las coordenadas desde las cuales desplegó su mirada crítica sobre la filosofía moderna: el problema de la conciencia. Frente a la desintegración del ámbito sensible y corporal de la visión iluminista, en pos de una conciencia pura o abstracta que reduce la corporalidad a mera animalidad degradada, Rozitchner recuperó la teoría de Marx, ya que permitía hablar al cuerpo humanizado: “(…) ese cuerpo que Marx deja hablar no es el de la animalidad despreciada que el espíritu y la conciencia ponen soberbiamente de lado” (Rozitchner, 2015b, p. 104). Según la perspectiva rozitchneriana, la conciencia de la teoría racionalista, se encontraba imposibilitada de dar cuenta de su propio origen. Al concebirse como una mónada cerrada sobre sí, reproducía las escisiones sistémicas que nos llevan a fragmentar nuestra experiencia (sujeto aislado, sin referencia a la totalidad histórica que lo constituyó). Rozitchner, desechó al cogito cartesiano y al Ego trascendental de Husserl, para recuperar a partir de Marx la referencia al conjunto de relaciones sociales que constituyen a esta conciencia sensible que cada quien es. Para el filósofo argentino, es la teoría marxista quien permite distanciarse de la especulación abstracta (evasora de la génesis material de la conciencia), al poner en juego -a partir de los tres hechos básicos de la historia7 mencionados en La ideología alemana (1845-1846)- una dialéctica de las significaciones vividas en relación con el mundo, la naturaleza y los/as otros/as. Es decir, Rozitchner parte de Marx para visualizar la manifestación y transformación de la naturaleza humana en su proceso de objetivación y reproducción. Allí se vislumbra un movimiento de co-constitución entre una totalidad social transformada por obra del ser humano y una subjetividad humana transformada por el proceso de metabolismo social. No hay espacio, desde la perspectiva rozitchneriana, para otorgar preeminencia a uno u otro polo: resulta tan relevante para la comprensión de la subjetividad contar con las determinaciones sociales que influyen en la génesis de la conciencia individual; como así también prestar atención a la elaboración singular que realiza cada particular de su contexto histórico-social. Esta concepción se presenta en el texto a partir de la concepción marxiana del individuo como un “Ser social”, que define al ser humano como un producto y, al mismo tiempo, como un productor de la sociedad. Inmersión en una totalidad histórica que desmiente al solipsismo filosófico y, al mismo tiempo, niega la autonomía de la conciencia sensible, que se realiza y se manifiesta en el objeto producido a partir de su interacción con la naturaleza y los/as otros/as. Rozitchner recurre en múltiples espacios de su obra a la imagen marxiana de los sentidos transformados por el metabolismo social para graficar este movimiento dialéctico entre el individuo y su horizonte histórico:

Esta consideración del hombre a partir de los sentidos sensibles considerados como “teóricos” (los cinco sentidos, pero también los sentidos llamados espirituales y prácticos: amar, querer, etc.) se propone mostrarnos en el hombre, a pesar del poder paradójico de este ser que se considera como absoluto, la profundidad de lo relativo (Rozitchner, 2015b, p. 115).

El ejercicio teórico de la sospecha sobre la conciencia abstracta del racionalismo, se extrema en la tesis secundaria al introducir otra categoría fundamental del corpus marxiano: la alienación. Si a partir de la concepción del sujeto como un absoluto-relativo, Rozitchner intentaba demostrar que la génesis individual involucraba necesariamente a la génesis social; y luego, a través de la noción de “Ser social”, describía la manera en que el proceso de objetivación del ser humano manifestaba y exteriorizaba su ser en las cosas, resulta evidente que la conciencia alienada se traduce, para Rozitchner, en una condición histórica desfavorable, en una pérdida de individuo y sus potencialidades. Al presentarse el objeto producido como algo extraño, ajeno y hostil (y no como el despliegue de las capacidades y cualidades del propio ser), la alienación parcializa y absolutiza un único aspecto de las relaciones que establecemos con los objetos: el de ser una mercancía de carácter privado: “¿qué más ridículo que la pretensión de considerar nuestro sólo lo que tenemos en el mundo del haber de la propiedad privada?” (Rozitchner, 2015b, p. 112).

De esta manera, se consuma el ejercicio de la sospecha: no solo se critica a la conciencia pura o abstracta, imposibilitada para dar cuenta de su propia génesis, sino que este olvido remite en realidad a una conciencia material-sensible alienada, reproductora de categorías sistémicas que perpetúan su propio sometimiento. Veremos a continuación una manera diversa de la hermenéutica de la sospecha presente en la filosofía rozitchneriana, que no recayó sobre la exaltación del carácter absoluto del sujeto, sino sobre su índole relativa.

3.2. La sospecha sobre el estructuralismo: contra la exaltación de la relatividad del sujeto

El artículo La izquierda sin sujeto nos presenta a uno de los interlocutores centrales de toda la obra de León Rozitchner: la izquierda peronista. Sin mencionarlo explícitamente en el texto, la argumentación rozitchneriana en torno a la militancia argentina y la influencia del estructuralismo durante la década del sesenta, aparece como una respuesta a un artículo precedente publicado en la misma revista y firmado por John William Cooke (1919-1968)8. Si en el apartado anterior se evidenciaron las distancias presentadas por Rozitchner con respecto a la exaltación racionalista del carácter absoluto de la subjetividad, en este caso, su perspectiva crítica apuntó contra la posición contraria: la acentuación de la relatividad histórica del individuo en su proceso de constitución.

En relación con la hipótesis de este trabajo, es posible afirmar que en La izquierda sin Sujeto el filósofo argentino desarrolló un ejercicio de sospecha estrábico: al mismo tiempo que construyó su propia lectura de Marx, a partir de su crítica a la comprensión althusseriana, también realizó una lectura de los puntos ciegos presentes en el ala izquierda de la militancia peronista, con el objetivo de señalar su ineficacia para comprender los resortes sistémicos presentes en cada subjetividad reproductora de su propio sometimiento. Se visualiza de esta manera uno de los rasgos fundamentales de la lectura rozitchneriana de Marx (ya mencionados en la introducción del trabajo): la forma en que ciertas experiencias y vivencias históricas se constituyeron en un combustible para el desarrollo de su aparato conceptual. El marxismo de Rozitchner no consistió en advertir un error de lectura, una mala traducción de un término9 o una sistematización rigurosa de los contenidos de su obra para encontrar un sentido “verdadero”; al contrario, Marx fue para el filósofo argentino solo un insumo (central y preponderante) para la comprensión de su propia inserción histórica. Rozitchner no desarrolló una posición relativista ni escéptica (en donde cualquier interpretación resultaba posible porque el sentido aparecía “diseminado”); pero tampoco adquirió una modalidad de lectura dogmática, que privilegiara “salvar” la verdad anunciada por Marx, a cambio de “condenar” los afectos que sostenían a su propio ejercicio intelectual. Para el filósofo argentino leer, pensar y escribir implicaron, entre otras cosas, sostener y verificar en la propia vivencia, la coherencia o la inadecuación de aquello que se decía. Para Rozitchner, la verdad solo se aproxima para aquel que también la siente próxima.

El punto de partida de la sospecha estrábica es el mismo para ambas posiciones criticadas (el estructuralismo y la izquierda peronista): una comprensión adecuada del sistema capitalista requiere observar que dicho sistema produce mercancías, a la vez que subjetividades. Las condiciones mismas de su propia reproducción y perpetuación, supone sujetos constituidos a partir de afectos y lógicas solidarias con el sistema que los ha constituido. Reaparece en este punto la noción de “Ser social” desarrollada en la tesis secundaria, donde el sujeto era definido, a la vez, como un producto y un productor de la sociedad. Desde la perspectiva rozitchneriana, la teoría de Althusser proponía una subjetividad pasiva, carente de elaboraciones ambivalentes en su acceso a la historia, mero reflejo de una estructura social que lo determinaba y constituía. En el caso del peronismo de izquierda, la carencia de una teoría de la subjetividad adecuada para su propia militancia, separaba de la comprensión del proceso los tránsitos requeridos en cada militante para transformar la adhesión a Perón en un proyecto político de carácter emancipatorio y revolucionario. En ambos casos, la eficacia política quedaba supeditada a la oscilación de las llamadas “condiciones objetivas” del proceso histórico, relegando o aplazando el problema de la subjetividad revolucionaria, es decir: la dificultad presente en un individuo constituido por el mismo sistema que se dispone a impugnar.

En este caso, el ejercicio de la sospecha no significó rechazar de raíz las posiciones criticadas, sino observar en su elaboración un punto ciego, una ausencia fundamental para lograr una comprensión adecuada del fenómeno histórico-político. Es decir, la crítica de Rozitchner al estructuralismo no se tradujo en una teoría “voluntarista” de la revolución, ni tampoco implicó una negación de la influencia decisiva que tienen en nuestra constitución subjetiva los resortes sociales y culturales del sistema capitalista de producción. Para el filósofo argentino las inscripciones, las marcas y los condicionamientos de la estructura social sobre el sujeto resultaban decisivas para comprender su carácter histórico (en este punto se centraba la crítica a la exaltación racionalista); pero, a diferencia de una concepción especular y pasiva de la subjetividad, dichas marcas y condicionamientos eran, al mismo tiempo, elaborados, metabolizados y apropiados de manera singular y disputada por cada individuo. Marcas que se inscriben en el cuerpo como el espacio donde se corrobora tanto nuestro sometimiento, como también nuestra posibilidad de resistencia.

Con el objetivo de recuperar la corporalidad como este lugar ambivalente o contradictorio, Rozitchner retorna al corpus marxiano y nos propone un desplazamiento: la alienación no implica un fenómeno pasivo, sino que la alienación es siempre un proceso de autoalienación:

(…) nosotros mismos hemos realizado, contribuido, al trabajo social de enajenarnos, y hemos participado por lo tanto activamente en la nuestra propia, sistema de producción mediante, sí, es cierto, se nos dirá, que no podíamos hacer otra cosa, que sólo así podíamos llegar a adquirir “realidad social”, adecuarnos al sistema de producción, satisfacer nuestras necesidades. Pero eso, adecuarnos al sistema, sí lo hicimos (Rozitchner, 2015a, p. 41).

Una vez más, la crítica rozitchneriana se centra (desde una perspectiva quizás más situada históricamente) en el intento por volver unilateral la comprensión de la subjetividad desde una perspectiva que absolutice alguno de los dos polos que tensionan su propia constitución. De la misma manera que el racionalismo filosófico elidía al cuerpo y a la historia en su propia comprensión de la conciencia subjetiva; en el caso del estructuralismo y algunas militancias coetáneas al propio Rozitchner, observamos un aplanamiento de la corporalidad como espacio de elaboración de una vivencia histórica. La manera de saldar esta problemática observada por el filósofo argentino consistía en postular al sujeto como un “índice de verdad histórica”, como un núcleo vital donde el individuo elaboraba su condición de sometimiento, pero, a la vez, sus capacidades de resistencia: sin negar su horizonte social y, al mismo tiempo, sin ser abatido por él.

Se observa de esta manera el desplazamiento que se produce en su propia lectura y comprensión de la obra de Marx. Alejado del carácter abstracto o teórico que suponía la tesis secundaria sobre la conciencia pura, aparece una modalidad hermenéutica que permite al autor argentino comenzar a desarrollar una interpretación heterodoxa y singular del legado marxiano, vinculada al cuerpo, a los afectos y a la prolongación de una teoría de la subjetividad en clave marxista, profundizada y desarrollada durante los años posteriores, a partir de la incorporación del psicoanálisis freudiano a su aparato conceptual.

4. Psicoanálisis marxista

4.1. Una teoría freudomarxista de la subjetividad

La década de 1970 inauguró un nuevo período en la obra rozitchneriana. La incorporación del psicoanálisis freudiano a su aparato conceptual produjo novedosas maneras de abordar la problemática de la subjetividad y su horizonte histórico-capitalista. Esto no significa necesariamente que la lectura rozitchneriana de Freud se haya iniciado por estos años; por el contrario, el filósofo argentino estuvo siempre en contacto con dicha producción, a la que utilizó como un insumo central para dictar clases, seminarios y talleres10 en los años previos. No obstante, la aparición en 1972 del libro Freud y los límites del individualismo burgués (primera evidencia textual de una lectura sistemática por parte de Rozitchner) inauguró una característica definitoria para su teoría. A partir de su publicación, Freud y Marx operaron en la obra del autor argentino a la manera de un tamiz conceptual para la reflexión de cualquier problemática filosófico-política. La creación de un lente marxista y freudiano para acercarse a la realidad se constituyó en un filtro para toda su producción filosófica y para la lectura de cualquier fenómeno político. La teoría de la guerra de Clausewitz, la figura de Juan Domingo Perón o las Confesiones de San Agustín (por mencionar solo algunos heterogéneos y significativos ejemplos), fueron tamizados por esta intersección de Freud y Marx acaecida en el pensamiento del autor argentino.

Ahora bien, más allá de esta característica general y decisiva para la filosofía rozitchneriana, resulta pertinente interrogarse: ¿qué consecuencias, en particular, trajo la incorporación de Freud para su marxismo? Como se vio en el apartado anterior, la temprana lectura de Marx sirvió a Rozitchner para ejercer la hermenéutica de la sospecha sobre diferentes posiciones teórico-políticas (desde el racionalismo filosófico, hasta el estructuralismo althusseriano y su recepción argentina por parte de la militancia de izquierda). Sin embargo, este cruce entre marxismo y fenomenología característico del período de juventud dejaba carente de análisis uno de los núcleos fundamentales de la subjetividad capitalista: la génesis material e histórica de la conciencia sensible. Esta subjetividad escindida, incapacitada para dar cuenta de las determinaciones sociales que la condicionaban, por un lado, imposibilitada para constituirse como un índice de verdad histórica para desarrollar una praxis eficaz frente a dichos condicionamientos sociales, por el otro. Impotente, en definitiva, para articular una dialéctica adecuada entre su carácter absoluto y relativo; requería un tipo de historización y un modo de conceptualización diferente para evitar los posicionamientos reproductores de las categorías y prácticas sistémicas.

Este acceso alternativo a la historia fue vislumbrado por Rozitchner en el psicoanálisis freudiano, en general, y en su conceptualización acerca del complejo de Edipo, en particular. En este sentido, resulta posible encontrar en la lectura sistemática de Freud por parte del filósofo argentino un intento por recuperar y profundizar el interrogante planteado en La izquierda sin sujeto: ¿cuáles son los obstáculos ineludibles para toda práctica revolucionaria y emancipatoria? Así lo anuncia la introducción del libro Freud y los límites del individualismo burgués: “Este trabajo está pues dedicado, preferentemente, a la izquierda: se inscribe en los problemas que en ella se debaten” (Rozitchner, 2013a, p. 23).

De esta manera, la lectura de Freud no se inscribió directamente en una disputa acerca de la teoría psicoanalítica. Aunque las críticas a la interpretación lacaniana recorren las más de seiscientas páginas del libro, las mismas se encontraban al servicio del análisis de las marcas sistémicas presentes en el cuerpo sexuado del individuo. Las discrepancias con Lacan permitieron a Rozitchner construir una lectura propia y alternativa de Freud, que se encontró en sintonía con “una nueva etapa de la lucha de clases en Argentina” (Rozitchner, 2013a, p. 23), antes que con problemáticas vinculadas al campo “terapéutico” de la teoría psi. Si, como vimos anteriormente, las distancias con la interpretación althusseriana permitieron a Rozitchner acentuar cierta lectura de Marx, en el caso del psicoanálisis freudiano encontramos un movimiento interpretativo similar en sus juicios adversos frente a la lectura lacaniana.

Rozitchner encontró en la obra de Freud aquellos puntos ciegos o ausencias que su propia interpretación de Marx no le permitían teorizar. El carácter contradictorio de la subjetividad revolucionaria, reproductora y resistente al sistema, caracterizada por Rozitchner como un “nido de víboras” (Rozitchner, 2013a, p. 26), requería un aporte conceptual que pudiera complementar su teoría marxista del sujeto. En este sentido, la incorporación de Freud a su pensamiento implicó una relectura del legado de Marx, con el objetivo de desplegar y profundizar los análisis del período de juventud acerca de la subjetividad capitalista:

Creemos que es Freud quien ilumina ese punto ciego personal y social para el marxismo, que ya había determinado previamente su lugar. La insistencia en el problema del sujeto político, punto ciego en el marxismo político, sólo se valida en la misma medida en que se lo niega, pues constituye uno de los extremos de la dialéctica histórica, sin el cual la significación de la revolución se pierde (Rozitchner, 2013a, p. 28).

Se observa en la intersección de Marx y Freud propuesta por Rozitchner un carácter de complementariedad para los fines de su teoría acerca de la subjetividad. El psicoanálisis otorgó al filósofo argentino una serie de categorías que permitieron ahondar y profundizar “las determinaciones del sistema en su más profunda subjetividad, las verdades que Marx analizó en las estructuras ‘objetivas’ del sistema de producción” (Rozitchner, 2013a, p. 29), pero ahora plasmadas en el acceso del individuo al universo cultural de la sociedad capitalista.

Sin embargo, mi interpretación respecto de la operación de lectura rozitchneriana sobre Freud difiere del modo en que la presenta el propio autor argentino. Como ya mencioné en otra oportunidad (cf. Alfieri, 2021), considero que la incorporación del psicoanálisis a su aparato conceptual supuso un desplazamiento del universo discursivo en el que emergió dicha disciplina. Rozitchner dice “encontrar” en Freud la crítica más implacable a la subjetividad individualista y burguesa, cuando en realidad se trata de una operación de lectura realizada por el propio autor argentino. Esas coordenadas críticas no son el resultado inmediato de la textualidad freudiana, sino que aparecen como consecuencia de la lectura marxista que Rozitchner ejerce sobre el texto. En este sentido, la sospecha también recae sobre el propio Freud, aunque solo de manera camuflada en las críticas dirigidas hacia la figura de Lacan. Para que el psicoanálisis freudiano no fuera considerado una práctica desarrollada dentro de los límites del individualismo burgués, Rozitchner debió ejercer una hermenéutica que violentaba y disputaba tanto las interpretaciones canónicas, como amplios espacios textuales de la propia obra de Sigmund Freud.

Por motivos de espacio, me resultará imposible desarrollar algo distinto a una presentación esquemática y sucinta de las hipótesis que circulan a lo largo del texto. La arquitectura del libro presenta dos partes que caracterizan a la subjetividad escindida del capitalismo: una primera, destinada a analizar la “distancia interior” (separación entre el campo pulsional y los mandatos culturales que llevan a experimentar ciertos deseos como infracciones); y la segunda, dedicada a conceptualizar la “distancia exterior” (incapacidad del individuo para referirse a la totalidad social que lo constituye, y su consecuente disolución en sujetos colectivos reproductores del sistema -masas artificiales-). En ambos casos, Rozitchner intentó dar cuenta de las alternativas subjetivas que ofrecía el sistema para adecuarse a sus imperativos de valorización. La “normalidad”, entonces, aparecía como una transacción sintomática, una solución de compromiso (complejo de Edipo mediante), que condenaba al individuo a desarrollar afectos, anhelos, prácticas y conceptos acordes a los límites del sistema. Aparecía de esta manera una “política del síntoma” en el planteo rozitchneriano, puesto que la convergencia entre la reproducción del sistema y la praxis social de los sujetos se sostenía a partir de un malestar generalizado, atravesado por múltiples desigualdades que condenaban al sufrimiento como ley universal. La hipótesis rozitchneriana en este punto se sostenía en la postulación de una potencia deseante coartada por el sistema social. Como señala Omar Acha (2015): “El análisis de Rozitchner es represivista, es decir, supone un monto de satisfacción de la unidad niño/madre que es interrumpida por el poder patriarcal en el seno familiar y una potencialidad genérica malograda por la burguesía en el plano social” (p. 74).

El complejo edípico fue definido por Rozitchner (2013a, p. 265) como un “método cultural de dominio” social, productor de subjetividades serviles e impotentes, imaginariamente vencidas en su acceso al universo cultural y en las vías de expresión de su deseo. La formación superyoica en el aparato psíquico, corolario ineludible de la lucha previa (imaginaria e infantil) librada por el individuo en su devenir existencial, apareció para el filósofo argentino como un engranaje esencial sobre el que reposaban las formas de dominio impersonales e inconscientes del nexo social capitalista11.

La tripartición del aparato psíquico freudiano, el carácter sumiso de la instancia yoica frente a las demandas del superyó, le permitieron a Rozitchner desarrollar y profundizar los interrogantes planteados en La izquierda sin sujeto acerca de la subjetividad revolucionaria. En particular, la teoría de Freud confirió al filósofo argentino la posibilidad de observar los mecanismos psíquicos que contribuían al sometimiento de los individuos y los obstáculos subjetivos que dificultaban una praxis política de carácter emancipatorio. La apuesta rozitchneriana para pensar la resistencia política en este período estuvo centrada en la disolución de la forma-sujeto capitalista (individualista y burguesa), a partir de la reunión de los cuerpos en un colectivo que pudiera romper y combatir los índices sistémicos que anidaban en cada uno de los individuos constituidos bajo la lógica del capital. Aquello que Rozitchner conceptualizaba, en un lenguaje quizás algo distante al de nuestro tiempo, como el pasaje de las “masas artificiales” hacia la formación de “masas revolucionarias”.

4.2. Las coordenadas imaginarias del fetichismo

Una década después de la aparición del libro Freud y los límites del individualismo burgués, Rozitchner publicó una serie de conferencias dictadas durante su exilio, agrupadas en el libro titulado Freud y el problema del poder. La experiencia dictatorial, el terror expandido en la región latinoamericana, la propia trayectoria vital de Rozitchner (con desplazamientos geográficos y pérdidas significativas), tuvieron un impacto profundo en la teorización del filósofo argentino. Pero, al mismo tiempo, la derrota político-militar de los proyectos revolucionarios hacia fines de la década de 1970, fortaleció las convicciones teóricas del propio Rozitchner, ya que acentuó la necesidad de encontrar los fundamentos, las razones y los motivos de aquella derrota. Algo presente en la sospecha y las críticas que venía desarrollando el filósofo argentino al campo militante de la izquierda argentina se vio consumado en la desaparición de las ilusiones políticas anidadas en los movimientos revolucionarios, radiadas del campo de lo posible por la experiencia dictatorial y el terror militar expandido.

No obstante, si algo caracterizó la labor intelectual de Rozitchner fue que la derrota jamás se tradujo en derrotismo. Las dificultades del presente o las desilusiones de la historia produjeron un esfuerzo teórico renovado, con el objetivo de transformar al fracaso político en una lección para el propio pensamiento. No se trató de un optimismo infundado, propio de las recetas new age que nos proponen fundir en un abrazo felicidad, resignación y servidumbre, sino de un posicionamiento intelectual que rehuyó del carácter sumiso y reaccionario de toda posición escéptica y pesimista. Rozitchner intuía que el sujeto derrotado, a-político, consolado por su mercancía, era la forma subjetiva adecuada para la lógica capitalista luego del terror estatal. Su posición teórica, entonces, fue una manera de combatir aquella derrota sufrida.

Desde estas coordenadas histórico-existenciales es posible visualizar la insistencia de Rozitchner en Freud, Marx y el problema del poder. Con el objetivo de recuperar algunos rasgos puntuales en su manera de leer al autor alemán durante estos años, me centraré en la conferencia titulada “Marx y Freud: la cooperación y el cuerpo productivo. La expropiación histórica de los poderes del cuerpo”. En particular, observaré la singular interpretación que ofrece Rozitchner del fetichismo de la mercancía. El detenimiento en este aspecto específico se encuentra motivado por la vinculación y la apertura que tiene con la última etapa del pensamiento rozitchneriano. Desde mi perspectiva, es a partir de este análisis en donde el propio autor comenzó a observar una serie de dificultades en el planteo de Marx, ausencias significativas, que producirán desplazamientos interpreta-tivos importantes a la hora de acercarse a su obra.

Para el análisis del fetichismo de la mercancía, Rozitchner (2003) propuso un comienzo anterior a El Capital. Su punto de partida fue la “definición positiva de la riqueza” (p. 98) propuesta por Marx en los Grundrisse, con el objetivo de comprender la inversión producida por la lógica social del capitalismo: “¿qué es la riqueza sino la universalidad de necesidades, capacidades, goces, fuerzas productivas, etc., de los individuos, creada en el intercambio universal?” (Marx, 2007, p. 447). Esta definición cualitativa de la riqueza, citada por Rozitchner, intentaba recuperar la perspectiva crítica de los escritos juveniles de Marx, muchas veces denostados por poseer un carácter “antropológico” o “humanista”. Para el autor argentino, la dicotomía entre un Marx maduro -científico- enfrentado a un joven Marx -filósofo-, implicaba una falsa oposición, que no podía dar cuenta del verdadero significado de la crítica marxiana.

Sólo queremos señalar cuán necesario resulta comprender algunos de los contenidos “implícitos” en sus formulaciones económicas y políticas recurriendo a estas primeras elaboraciones filosóficas, a partir de las cuales fueron posibles las otras. Por lo tanto, no entramos en la polémica para delimitar si el “verdadero” Marx está en sus obras de juventud o en sus obras de madurez (Rozitchner, 2015b, p. 101).

Si, “La riqueza de las sociedades en las que domina el modo de producción capitalista, se presenta como un ‘enorme cúmulo de mercancías’” (Marx, 2008, p. 43), se tornaba necesario explicitar las transformaciones operadas por el capital sobre las subjetividades humanas, para que se pudiera realizar el pasaje desde una riqueza de tipo cualitativa (en donde el objeto del trabajo expresaba las cualidades y capacidades de los cuerpos reunidos en una labor cooperativa) hacia una forma cuantitativa (donde la capacidad de intercambio de las cosas encubría relaciones sociales de explotación y desigualdad). Para dar cuenta de este pasaje, Rozitchner insistió en la centralidad que poseían las dos polaridades explicativas de todo fenómeno histórico: el campo objetivo de la totalidad social y el ámbito subjetivo de los cuerpos forjados por el sistema. En este sentido, el filósofo argentino entrevió un isomorfismo entre las mercancías y los sujetos que las producen:

Por eso, (Marx) dice que la mercancía es un objeto físicamente metafísico: tiene de físico el valor de uso, y de metafísico el valor de cambio, pero éste vale de por sí, sin comprender su origen. De la misma manera el hombre: éste también es un ser físicamente metafísico, donde su “espiritualidad” reposa en el soporte de su corporeidad “natural” sin concebirse como producto de un proceso histórico que lo originó. Las mercancías, en tanto fetiches, suponen necesariamente un modo de ser-hombre fetichista, aquellos que en su ver inmediato ven fetiches sin saberlo, porque éstos forman parte de su realidad, donde lo imaginario social predomina conformándolos (Rozitchner, 2003, p. 121).

Como se percibe en la cita, el filósofo argentino intentó demostrar que el carácter cosificado de las relaciones sociales humanas requería también un complemento imaginario, afectivo, una modalidad subjetiva específica, para que la realidad pueda presentarse con esa forma invertida: “Marx va a analizar la relación entre los objetos, en este caso la mercancía, sobre el fondo de una relación entre sujetos, que la supone” (Rozitchner, 2003, p. 101). El desarrollo del capitalismo implicó una transformación de la propia corporalidad, del modo de fantasear y percibir la realidad, de ordenar las categorías del pensamiento, que resultó acorde al predominio de lo cuantitativo abstracto como modo predominante de la riqueza.

En este punto, conjeturo, es donde Rozitchner comenzó a observar las deficiencias del planteo marxiano. Sin tornar explícitas sus distancias aún, se visualizan en el escrito algunos pasajes que servirán a posteriori como nudos centrales para la crítica del autor argentino a Marx. En particular, me refiero al “complemento social que constituye el mundo imaginario-real de los hombres” (Rozitchner, 2003, p. 117), posibilitador del desarrollo y la imposición de una lógica social abstracta, cuantitativa, centrada en el valor como forma de mediación social predominante. Rozitchner, sin alcanzar los fundamentos de la crítica que dirigirá sobre Marx en los años siguientes, anticipó (rozó y eludió, podríamos decir también) un tópico central para su hermenéutica posterior: la relevancia de la mitología cristiana para el desarrollo de la lógica social capitalista. Para que los “productos aparezcan como un mundo místico, lleno de magia y de fantasmagoría, es preciso que las propias relaciones sociales entre los sujetos estén determinadas a su vez por el misticismo y las fantasmagorías” (Rozitchner, 2003, p. 117), provenientes de la operatoria cristiana sobre las subjetividades occidentales. Aún no aparecían en la argumentación de Rozitchner los desarrollos centrales de esta idea, salvo por pasajes aislados que pueden ser leídos a posteriori como señales o signos de los conceptos que el paso del tiempo fue incubando. En esta etapa de su pensamiento, el fetichismo de la mercancía aún aparecía como “una deformación imaginaria complemento de su carencia de racionalidad” (Rozitchner, 2003, p. 121), en una caracterización insuficiente a la que le faltaba todavía una noción central para su lectura del cristianismo y del capitalismo: la experiencia arcaica con el cuerpo materno como fundamento de la propia sensibilidad.

5. Conclusiones

A modo de cierre de estas dos primeras etapas de la obra de León Rozitchner, es posible destacar que la hermenéutica de la sospecha tuvo un lugar protagónico en su temprano acercamiento a la obra de Marx. Ya sea como un insumo teórico para observar los núcleos olvidados del racionalismo filosófico, o como un recurso para articular determinadas críticas al campo militante de la izquierda, la presencia del autor de El Capital apareció una y otra vez en el corpus rozitchneriano para desarrollar un ejercicio interpretativo crítico, anclado en los puntos ciegos de la visión ajena.

Es cierto también que la lectura de estos puntos olvidados implicó, de una u otra manera, la necesidad de reponer ciertos índices fundamentales para el propio Rozitchner. Por lo tanto, podría argumentarse que la hermenéutica de la restauración acompañó necesariamente al ejercicio de la sospecha desde el comienzo de su elaboración filosófica. No obstante, si bien dicha modalidad siempre estuvo presente en la obra de León Rozitchner, esta presencia se encontró desarrollada de una manera algo vaga o imprecisa -por lo menos, si la comparamos con su último período de elaboración-: los afectos, el cuerpo, el sujeto, eran polos de verificación necesarios y, al mismo tiempo, algo difusos en la propuesta crítica del filósofo argentino. Por estos motivos, considero oportuno concluir que en sus primeros dos períodos de escritura se desarrolló una hegemonía de la sospecha en sus modos de leer y acercarse tanto al universo teórico, en general, como al pensamiento y la militancia marxista en particular; mientras que la restauración apareció como una modalidad de lectura solapada e incipiente, algo difusa en su propuesta teórica.

A partir de 1970 la incorporación del esquema freudiano le permitió al filósofo argentino dos movimientos centrales para su conceptualización: por un lado, abonar por un carácter explicativo de los diversos mecanismos del poder presentes en cada individuo (ya no se trataba solamente de afirmar la convergencia entre la constitución subjetiva y la dominación social, sino que se desarrolló una genealogía específica sobre los mecanismos culturales que colaboraban con la servidumbre del sujeto); por el otro, se caracterizó al tipo de dominación capitalista como una práctica inconsciente, impersonal, que escapa a la voluntad de los individuos, y que requiere de formaciones colectivas específicas para deshacer los lazos íntimos que nos unen a su lógica.

Estos dos movimientos impactaron directamente en la hermenéutica desarrollada por Rozitchner sobre el marxismo (propio y ajeno). En principio, acentuó el ejercicio de la sospecha: la vinculación entre lo inconsciente y la política permitió radicalizar en el autor argentino las críticas provenientes de sus escritos juveniles hacia los puntos ciegos, olvidados por el marxismo, relegados como un lastre pesado del que era conveniente desprenderse. La incorporación del esquema freudiano acentuó en Rozitchner la importancia de una teoría marxista de la subjetividad, que pudiera dar cuenta de los mecanismos de poder que operaban y obstaculizaban el pasaje hacia una sociedad no-capitalista (inclusive en aquellas personas que se disponían a desarrollar una militancia destinada a dichos fines).

Al mismo tiempo, la hermenéutica de la sospecha reposó sobre los intentos por separar la práctica y la teoría psicoanalítica de su contexto histórico. Rozitchner realizó un esfuerzo teórico destinado a evidenciar la vinculación entre la teoría de Freud y la modernidad capitalista, elaborando una crítica insistente hacia las lecturas que intentaban despegar al “diván” de su universo social. Para el filósofo argentino, las categorías freudianas resultaban vacías, carentes de sentido, sin la complementariedad de una perspectiva que pudiera conectar la formación y el análisis individual con las estructuras, instituciones e imperativos fundamentales de la sociedad capitalista. Por lo tanto, la división entre una psicología individual y otra de tipo social en la teoría de Freud, resultaba superflua o, más precisamente, ideológica para la perspectiva de Rozitchner.

Por último, al igual que en el período juvenil, esta etapa de su obra desarrolló una hermenéutica de la restauración atenuada, difusa, sostenida en la inmanencia del deseo como una potencialidad coartada por el aparato social, pero que aún no tenía ni un fundamento histórico, ni una conceptualización acabada.

Referencias bibliográficas

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El autor

1 Un ejemplo significativo de esta característica definitoria en la labor intelectual de Rozitchner, se encuentra presente en su particular modo de abordar las fuentes bibliográficas. No solo por su característica de citar autores sin indicar las referencias, sino también por su manera explícita para deslegitimar ciertas prácticas académicas tradicionales (por ejemplo: el desinterés filológico en su modo de acercarse a los textos se torna explícito cuando el autor argentino lee a Marx en la traducción francesa de Jacques Molitor).

2La utilización exclusiva del género masculino en este caso resulta adrede: los libros de lectura de León Rozitchner se centraron casi exclusivamente en autores o figuras masculinas.

4En el caso de Lucien Goldmann, hablamos de una figura decisiva para la cultura francesa, sin haber nacido en dicho país.

5En el caso de Rozitchner es posible rastrear la influencia de Marx en producciones anteriores como, por ejemplo, los artículos escritos para la revista Contorno (1953-1959). No obstante, se trata de textos centrados en la coyuntura nacional, que no logran ofrecer una sistematización rigurosa de la apropiación de Marx realizada por el autor argentino. Es decir, resulta evidente la influencia marxiana en su operatoria para leer la realidad nacional, pero aún no aparecen plenamente desarrollados ciertos tópicos centrales que se mantendrán a lo largo de la trayectoria intelectual del autor argentino.

6Se sigue la siguiente reedición: Rozitchner, León (2013b). Persona y comunidad. Buenos Aires: Biblioteca Nacional.

7En etapas posteriores de su pensamiento Rozitchner modificará levemente esta concepción, estableciendo la presencia de cuatro hechos básicos de la historia en la teoría de Marx (y no tres), agregando la cooperación como el último elemento faltante en este texto de juventud (Rozitchner, 2003).

8Cooke, John William (1965). Bases para una política cultural revolucionaria. La Rosa blindada, año I, n° 6, 16-22.

9Al respecto puede remitirse a la polémica desarrollada entre León Rozitchner y Conrado Eggers Lan acerca de la incompatibilidad entre marxismo y cristianismo (Rozitchner, 2018).

10Quizás el ejemplo más significativo de esta temprana lectura de Freud por parte de Rozitchner se encuentre en el seminario titulado “Marx y Freud”, dictado en el año 1964 en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. El mismo aún permanece inédito, a la espera de su publicación por parte de la Biblioteca Nacional.

11Las múltiples dificultades y críticas de las que es susceptible esta perspectiva rozitchneriana ya fueron explicitadas en otros trabajos anteriores. Véase: Alfieri, 2019.

Recibido: 09 de Agosto de 2022; Aprobado: 24 de Octubre de 2022

Joaquín Alfieri. Licenciado y Profesor en Filosofía por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Desarrolla tareas de investigación como becario doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y técnicas de Argentina (CONICET), radicado en el Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”. Su línea de investigación se centra en la filosofía de León Rozitchner y el marxismo contemporáneo. Integró el proyecto FiloCyT “Relaciones contradictorias entre capitalismo, modernidad y democracia. Elementos para una teoría crítica” dirigido por el Doctor Facundo Nahuel Martín (FC19-076); así como también formó parte del proyecto DeCyT “Las formas de la desobediencia” (DCT1818) dirigido por la profesora Elina Ibarra. Actualmente, dicta clases como ayudante de segunda en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, en la materia “Teoría Política” (Cátedra: D’Auria).

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