Introducción
La belleza salvará el mundo1.(Dostoevskij)
Pocas son las frases que han sido utilizadas tanto como esta. En la obra El Idiota de Fiódor Dostoievski, la pronuncia el príncipe Miškin, aunque el contexto es totalmente diferente respecto a lo que se suele considerar hoy en día. La riqueza semántica de la alegación, junto con su inclusividad sintética y concluyente, hacen que se pueda considerar un passepartout2 irresistible. La idea de Belleza Salvífica representa una exigencia omnipresente, que en las últimas décadas se va manifestando de forma cada vez más impetuosa. Nos referimos a la exigencia de acceder a la belleza como “alto conocimiento”, conocimientos que solían ser reservados a una elite estricta. Ptolomeo3 tuvo ya la idea de representar la producción artística y cultural de forma ordenada, agrupando todo en un solo lugar; sin embargo, este lugar estaba pensado como lugar de culto y por lo tanto reservado solo a unas pocas personas elegidas.
Sin revisar la evolución de la institución Museo de los últimos años, queremos destacar que solo a partir de la década de los noventa se convirtió en un fenómeno cultural de masa y, por lo tanto, en un business. El desarrollo del Museo como institución, a nivel mundial, corresponde a la representación de la propia historia, de la propia cultura, de las tradiciones, de las raíces. Se convierte así en un terreno de confrontación internacional para comprobar las políticas culturales de varios países, como una lucha (simbólica, por supuesto) entre Poderes Nacionales. La financiación pública se hace cada vez más importante como consecuencia del aumento de la demanda; el patrón del turismo se ha modificado, con la consecuente introducción de nuevas estrategias de gestión y satisfacción (accesos limitados, reservas, oferta particular diversificada, exposiciones temporales, nuevas gestiones administrativas, patrocinadores, fundaciones ad hoc). Se crea así un conjunto de intereses financieros estrechamente relacionados con la producción de bienes inmateriales. Lo público y lo privado, según la ocasión, pasan de ser antagonistas a ser aliados (sobre todo en el mercado de las artes visuales contemporáneas) y viceversa, llegando al punto donde existe un incremento de museos privados que exponen al público sus propias colecciones4. Un inciso: actualmente, está teniendo lugar una gran controversia respecto a la definición de Museo. En el 2007, la ICOM ha definido Museo como:
Institución permanente sin fines de lucro, al servicio de la sociedad y de su desarrollo, abierta al público y que se hace cargo de investigar testimonios materiales e inmateriales sobre el ser humano y su entorno, su recopilación, conservación y concretamente su exposición, con un fin didáctico y de entretenimiento5.
En la actualidad, hay un nuevo jurado que se está encargando de renovar dicha definición. Esto significa que nos estamos enfrentando a una evolución tan rápida de los paradigmas tradicionales críticos y técnicos que se hace cada vez más necesaria una profunda revisión de la idea de Museo, y como consecuencia de su misma definición. Sin embargo, estas definiciones pueden ser muy interesantes ya que son potencialmente ricas de oportunidades a muchos niveles, para los países que tienen más geografía que historia. Esto es claramente perceptible visitando las Bienales de Arte de Venecia del último lustro.
De hecho, la diferenciación y fragmentación del conocimiento para competencias cada vez más especializadas han dado lugar a cambios que afectan hasta a la misma representación del conocimiento. Los museos lo han aprovechado para convertirse en lugares donde se celebran y se recolectan memorias de segmentos históricos, sociales y de costumbre que resultan ser cada vez más fragmentadas. Hoy en día, existen museos que recopilan o objetos de cada tipo: museos de muñecas, de balanzas, etc. Además, el desarrollo de la cultura material6 en los últimos tiempos, determina la creación tanto de nuevas colecciones como de una extensa y difundida idea de ambiente museístico7.
El hecho de que al edificio Museo se le haya atribuido un rol de comunicación autónoma y de espectáculo, representa una fuente de confusión adicional. Resultaría excesivo centrarse sobre la tendencia, ya predominante, a elaborar expresiones arquitectónicas ajetreadas, teatrales, como si se estuviera delante de máquinas de fiesta de temporada (aunque la arquitectura se quedará como testigo por generaciones…). Generalmente, las Obras Públicas y en concreto los Museos, representan cada vez más una oportunidad perfecta para el exhibicionismo arquitectónico puro. Claramente, no representa la única alternativa viable, aunque esto es lo que se ha impuesto y que resulta firme en el imaginario contemporáneo. Además, es necesario destacar la propensión a considerar como producto de la cultura contemporánea lo que procede de ámbitos tanto artísticos como científicos, siguiendo el mismo patrón de organización en repertorios y ábacos. Habitualmente se han utilizado categorías, clasificaciones e inventarios, aunque en la actualidad adoptan el significado de categoría estética y paradigma comunicativo. Con la complicidad del universo digital, nos encontramos rodeados de todo tipo de sistemas ordenadores, variados y fantasiosos; esta nueva realidad está influenciando los mecanismos de comunicación y, consecuentemente, nuestra manera de vivir y de interactuar en todos los niveles.
Recordemos que, para Ortega y Gasset, las “modas” no son algo que puedan ser tomadas a la ligera8, puesto que definen actitudes difusas, mentalidades9 presentes y fuerzas históricas que dejarán rastro; y, por lo tanto, tienen que ser tomadas en cuenta.
Lo que nos interesa definir es un posible escenario futuro para la Idea de Museo, enfocándonos en dos asuntos principales -como ya ha escrito antes: en primer lugar, hay que establecer lo que se necesitará recopilar, testificar y transmitir; y, en segundo lugar, se necesitará determinar la manera para llevar todo a cabo. Seguramente, no se hará nada que implique el embalsamamiento de los lugares que pertenecen a su propio tiempo, quitando lo que define la vida y el uso de sus habitantes. Hasta ahora, otros campos se han hecho cargo de transmitir estos conceptos, como definición de lugares urbanos basada en los cambios que el paso del tiempo ha dejado: es el caso, por ejemplo, de literatura, fotografía, archivos de imágenes urbanas, cine y todas las artes figurativas que han intentado captar el espíritu del tiempo, el espíritu de segmentos históricos concretos.
Antes de elaborar un posible escenario para un novedoso concepto de Museo, llamamos una vez más la atención sobre el estudio que Georges Perec quería emprender. Tentativa de agotamiento de un lugar parisino10 es el texto que indica el principio de lo que se definió como “experimento etnoantropológico”: se trataba de describir minuciosamente doce lugares de Paris, cada año durante doce años, con la intención de registrar “el envejecimiento de los lugares, el envejecimiento de la escritura, el envejecimiento de los recuerdos…”11. Aunque Perec no consiguió terminar su proyecto, no pierde fuerza la influencia que esta idea ejerce y nos transmite. ¿Qué se puede hacer para que puedan asentarse las piezas del presente que hasta ahora han sido consideradas irrelevantes (ordinarias e informales), que sin embargo son documentos valiosos e imprescindibles para transmitir tanto la cultura material12 como la mentalidad de su propio tiempo, con su proprio sentido del decoro y su sensibilidad estética? ¿Cómo se puede prevenir el embalsamamiento kitsch que se traduce en una folclórica representación escénica?
La discusión no puede prescindir de considerar aspectos éticos y profundos, lo que implica abrir el debate sobre los mecanismos funcionales y económicos, y nos invita a considerar la responsabilidad que tenemos hacia el futuro, y que a menudo se elude por sucumbir a las lógicas económicas dominantes. La arqueología del presente también se refiere a la arquitectura; sin embargo, no ha sido aun desarrollado un verdadero debate sobre este tema13.
Nos gustaría centrarnos en las oportunidades que las tecnologías contemporáneas están ofreciendo para conservar lo que queremos transmitir en el futuro sobre nuestro mundo y nuestra forma de vivirlo y habitarlo. ¿Qué saben los jóvenes de hoy sobre lo que era Londres en los tiempos de Mary Quant y de los Beatles? Se entiende perfectamente la imposibilidad de reproducir la misma atmósfera que se queda ahora dispersa y pálida, presente solo en algún que otro fotograma de viejas películas. Lo cierto es que esos lugares, colores, sonidos y el ambiente en su totalidad, se ha perdido para siempre. Sin embargo, hoy tenemos a nuestro alcance los medios tecnológicos para que la realidad pueda ser registrada con una gran fidelidad. Existen aplicaciones que permiten la visita virtual de todos los museos14.
Rem Koolhaas, en el 2012 en Venecia15, respaldó la necesidad de preservar para las generaciones venideras, no solo lo que se presenta como monumento o reliquia, si no también todo lo que pueda representar la mentalidad difusa y el espíritu del tiempo16. Actualmente, la realidad aumentada es una herramienta a nuestro alcance y podría recuperar el innato interés en el proyecto de Perec. O sea crear un archivo digital cuyo tamaño sea tal que pueda contener todo lo que pueda definir un lugar urbano, como detalles materiales que ocupan un espacio físico en su entorno, incluyendo aquellos inmateriales como sus ruidos, olores y flujos de todo tipo que lo atraviesan. Cualquier objeto, incluso el más modesto, si se puede transmitir en el tiempo, adquiere valor documental17. Dicho valor aumenta su interés en el futuro. Por ejemplo, se puede comparar el valor que tiene una vasija cerámica diaguita precolombina con las piezas de vajilla traídas por los inmigrantes europeos a la Argentina.
Lo cotidiano es un valor que desde siempre se subestima: solamente los artistas han conseguido intuir su importancia, anticipando a científicos e historiadores. Al día de hoy se podría hacer más, yendo más allá del extraordinario trabajo testimonial que, de forma casi nunca institucional (como tiene que ser), los artistas continúan su desempeño, indagando las fuerzas históricas que atraviesan las conciencias, y que dejan en las ciudades rastros que resultan a veces impactantes y otras veces, extremadamente sutiles. Aquel espíritu del tiempo tan escurridizo, puede quedarse enredado solo parcialmente en los testimonios artísticos que sobreviven. Hoy en día, en efecto, somos más conscientes de la influencia que tiene “el estilo de vida” y, por lo tanto, de lo importante que es observarlo con atención (Ortega y Gasset). Los signos que se van inscribiendo de manera atemporal en los espacios que habitamos, son pistas y síntomas que anuncian los cambios en proceso, de tendencias y de fuerzas históricas que se van agregando: el espíritu de tiempo, el Ángel de la Historia que mueve suavemente sus piezas18.
Hay otro tema que merece la pena debatir: ¿es necesario transmitir el recuerdo de estos aspectos cotidianos menores y de las atmósferas que, en un momento concreto, definen la escena urbana? A esa pregunta se suele contestar afirmativamente. Es cierto que los documentos de la cotidianidad tienen mucho valor y resultan sumamente útiles a la hora de entender la cultura, el gusto, la mentalidad de una época y el sentido de los mismos monumentos y de las obras maestras consagradas. El estado del arte ya considera como documentos preciados, que bajo ningún concepto se puedan perder, tanto la carta de un soldado de la primera guerra mundial como la lista de la compra de la familia de la tía de San Martin y también los grafitis en un prostíbulo de Pompeya.
Lo que todavía falta es una investigación concluyente sobre las estrategias y los criterios para seleccionar, con continuidad, muestras de ciudades, de espacios urbanos y no en diferentes segmentos temporales, entregando a nosotros mismos, y sobre todo al futuro, los repertorios y los documentos que capturen el Zeitgeist19 que tiene formas, colores, volúmenes y esencias. Y esta esencia se puede hoy sintetizar, claramente solo en parte y con cierto grado de aproximación, con técnicas innovadoras que en el pasado no estaban a nuestro alcance.
Conclusión
Creemos firmemente que es necesario apoyar un estudio que defina los criterios para poder seleccionar los fragmentos del presente y entregarlos a la Memoria. No pensamos en una representación que cristaliza los eventos (la referencia está en la crítica de la revista “Les Annales” a la historia événementiel - de los eventos): sin embargo, es más arduo individuar fragmentos “infraordinarios” que, por su modesta cotidianidad, se perderán para siempre. Creemos que esta es una responsabilidad histórica ineludible, sobre todo en una época de cambios descontrolados cuyas consecuencias resultan ser, de momento, impredecibles.
Deberíamos construir este escenario de estudios y realizaciones sintéticas para que se pueda alcanzar un entendimiento más completo de La Belleza Salvará el Mundo, refiriéndonos concretamente a la realización de un museo de la memoria, quizás desmaterializado (pero por supuesto con centros físicos de investigación, producción y hasta de consumo) que nos permita “salvar” los valores estéticos al igual que las atmósferas, entendidas como todas aquellas condiciones mentales que por su propia naturaleza resultan indescriptibles, evasivas y pasajeras, y que sin embargo representan la identidad más profunda de los momentos históricos que los generan.