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Temas y Debates

On-line version ISSN 1853-984X

Temas debates (En línea)  no.42 Rosario Dec. 2021

 

ARTÍCULOS

Precondiciones sociales y diseminación de la afección alrededor de la detención de Milagro Sala y la erradicación de la Tupac Amaru

Social Preconditions and Affective Dissemination around Milagro Sala’s Detention and Tupac Amaru’s Eradication

 

Melina Gaona

Melina Gaona es investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas en la Universidad Nacional de Quilmes, Argentina. E-mail: melina.d.gaona@gmail.com


resumen

Este artículo transita críticamente los sustentos de sentidos sociales que rodean el caso de la detención de la dirigente Milagro Sala y, con ello, el desmantelamiento de la organización Tupac Amaru, así como el consenso social generalizado de apoyo al Gobierno de Gerardo Morales en Jujuy. Construye una definición de las afecciones públicas a partir del modo en el que la figura de la dirigente social fue densificando en sí toda una serie de malestares y “daños” del plano público local. Esto permite analizar las precondiciones de sentido que depararon en la escalada hacia un nuevo gobierno provincial basado en la aparente necesidad de una “refundación convivencial” democrática, en especial a partir de la erradicación de los antagonismos urbanos visibles. Se indaga, a su vez, en torno a las distintas vías que materializaron la imagen de Sala como un mal social omnipotente y omnipresente, así como una envilecedora directa de los sectores populares locales. El trabajo está basado en una investigación cualitativa que retoma insumos discursivos generados en una etnografía clásica y multi-situada.

palabras clave: Afecciones; Precondición dóxica; Milagro Sala

summary

This article critically examines the social meanings surrounding the arrest of the union leader Milagro Sala and the dismantling of the Tupac Amaru organization. It also analyzes the generalized consensus supporting the government of Gerardo Morales in Jujuy. It defines the term public affections based on the way the figure of the social leader was absorbing a whole series of malaise and "damages" in the local public sphere. This allows us to analyze the preconditions of meaning that led to the escalation towards a new provincial government based on the alleged demand of a democratic "re-foundation of coexistence", mostly upon the eradication of visible urban antagonisms. The article delves with the different ways that materialized the image of Sala as an omnipotent and omnipresent social evil and as a direct debaser of the local popular sectors. This qualitative research uses discursive elements gathered form a classical and multi-local ethnographically.

keywords: Affections; Doxic precondition; Milagro Sala


Introducción

La detención de Milagro Sala, líder de la organización barrial Tupac Amaru, ha representado en la provincia de Jujuy (Argentina) un fenómeno sin precedentes desde la vuelta a la democracia. Esto se debe a la notoriedad que ha adquirido su situación a nivel global, y a la intervención inaudita de organismos garantes de los Derechos Humanos por la procura de una mejora en las condiciones humanas en el trato institucional hacia la dirigente. En principio, este ensayo apunta a considerar cómo el intercambio simbólico e interaccional entre los distintos sectores que se articulan alrededor de la Tupac Amaru en el plano jujeño ha procurado una acumulación de precondición social a modo de afección diseminada sobre los distintos ejes de la política y lo político a nivel local. Asimismo, pretende reflexionar acerca de cómo el agotamiento gubernamental provincial del peronismo –y el amesetamiento a nivel nacional del sistema kirchnerista– se presentó como un hastío respecto de la presencia visible de la Tupac Amaru en el plano provincial. Por otro lado, busca analizar las estrategias generadas por el nuevo gobierno provincial para una “refundación convivencial” basada en una promesa de erradicación de los antagonismos urbanos visibles, en concordancia con un sostenimiento de la figura de Milagro como el mal social interno por proscribir. Consideramos que ambas facetas –las precondiciones de sentido maceradas a lo largo de más de una década y el sostenimiento articulado de su figura como un mal antagónico– permiten interpretar las lógicas de sentido dominante que avalan el vilipendio de la líder y el hostigamiento y desposesión material de los sectores previamente movilizados.
Este ensayo se mueve sobre las bases empíricas de una investigación llevada a cabo entre 2008 y 2019 en la que, en distintas etapas, se ha analizado la configuración de la organización Tupac Amaru en la provincia de Jujuy, su rol como catalizadora de conflictos históricos locales, y las diferentes vertientes que este proceso ha dinamizado en términos urbanos y experienciales para los sectores populares (Gaona, 2017; Tabbush y Gaona, 2017). El trabajo de investigación estuvo encuadrado a nivel metodológico dentro de una etnografía multi-local1 (Marcus, 2001) que se abocó a un relevamiento sistemático de discursos gubernamentales, documentos oficiales, discursos de campañas electorales, discursos mediáticos masivos –de portales digitales jujeños y nacionales, recortes radiales y segmentos televisivos– y de redes sociales2, así como a observaciones en terreno durante períodos y acontecimientos relevantes. En otras instancias de la investigación, se llevaron adelante entrevistas, pero el material no fue utilizado en esta ocasión por no considerarse pertinente para los objetivos de este ensayo. El principio etnográfico organizador de esta variedad de materiales y registros es el criterio de “seguir el conflicto”.3
La primera parte de esta investigación –entre 2008 y 2015– se dio durante un proceso que podría definirse como de ebullición, en una poiesis que dio lugar a la inventiva colectiva y en la que la resistencia se dio a modo de creación de vías alternativas para el sostenimiento de la vida. También se dio en el marco de un Estado que, con una serie de escollos, ha permitido una experiencia de estas características, y que ha ensanchado los bordes de legitimidad para que se produzca. Esto permitió también observar desde la investigación cómo el ejercicio de poder desde cuerpos otros da lugar a experiencias inauditas en el campo popular argentino. Las dimensiones que adquirió esta organización a nivel movimental y simbólico durante la mayor parte del período observado puede mensurarse a partir de expresiones comunes que la han definido como un Estado dentro del Estado, un Estado paralelo, y que han exhortado quizás a magnificar aún más lo que supuso.4
La segunda parte –entre 2015 y 2019–, frente a un desgaste pronunciado de los consensos públicos relativos y las articulaciones movimentales políticas previas, se presentó en el marco de un cambio de gestión de gobiernos provincial y nacional abocados a un rebatimiento de las principales medidas y formas de acción de las conexiones entre Estado y sociedad civil movilizada. Esta desarticulación temprana del movimiento popular, y la configuración dominante gestada de un malestar colectivo frente a los sectores más notorios de la etapa previa, nos habilitan formas de entender el aval sobre los alcances de las medidas del momento jujeño más reciente. Esto resulta así no solo por el modo en el que se ha vilipendiado la vida de su líder (por el procedimiento general mediante el cual se la sostiene a la vez extraída de la sociedad, pero espectacularmente mostrada en relación con el castigo y la punición), sino también porque el modo en el que los mecanismos mediante los que se atemorizó al conjunto del colectivo han aplacado cientos o miles de voces.

La diseminación de la afección como precondición

Parte de los argumentos que presentamos en este ensayo están sostenidos sobre la idea de que en los años previos a la persecución, detención y condena de Milagro Sala, así como del desmantelamiento del conjunto de las bases materiales que sostenían a la organización barrial Tupac Amaru5, encontramos un sustento de sentido basado en una amalgama hermenéutica del conflicto local que hizo de justificación lógica y esperable de lo sucedido.
En cualquier momento sociohistórico, la intelección de todo aquello que resulta decible tiene límites relativamente estrechos. Estos límites marcados mecanizan los posibles dentro de lo dicho, a la vez que descartan, forcluyen o reducen aquello que no se acopla con facilidad a las formas prominentes. Estos “climas discursivos” se dan como componentes difusos aunque omnipresentes en la voz pública. La aceptabilidad que toman en la recurrencia los torna casi una modulación de frecuencia discursiva, algo dado, general, un omnímodo estado del sentido presente. Establecemos, con Angenot (2010; 1998), que estos puntos de contacto discursivo no son espontáneos, sino que van tejiendo un sistema en el que coalescen modos de lo decible y lo imaginable.
Retomamos en este caso parte de su concepto de hegemonía discursiva, que refiere a “un sistema regulador que predetermina la producción de formas discursivas concretas” (Angenot, 2010: 30). No refiere, así, al discurso más dominante o escuchado, sino que tiene que ver con una retórica homogeneizada y homogeneizadora. Se trata de una modulación de la doxa que atraviesa el conjunto de los discursos y que en un determinado momento logra tener una aceptabilidad social tal que permea arcos amplios de los conflictos sociales.
Con este argumento, planteamos la necesidad de incorporar una actitud preventiva frente a algunas versiones de los discursos circulantes. De este modo, la vía para un seguimiento crítico discursivo tiene que ver con extrapolar el peso de ciertas narraciones como vectores sociales que definen las regularidades discursivas. La noción de diseminación de la afección que empleamos en este trabajo es producto de transcurrir este camino. A través de una serie de acercamientos, hemos recorrido analíticamente los repertorios que fueron definiendo los márgenes dentro de los cuales pensar la organización Tupac Amaru y a su líder, mediante condicionamientos vinculados con las emociones, las afecciones, el malestar y el dramatismo como carta de impacto que los introdujo de forma definitiva a la cosa pública, a la vez que los caracterizó en términos relativamente concluyentes. Este proceso se rastrea ya desde muchos años antes de la detención de Milagro Sala (Gaona, 2017; Tabbush y Caminotti, 2016; Balceda, 2015; Taborda y González Pérez, 2011) y se ve exacerbado a partir de su encarcelamiento y juzgamiento (Avilés y Gurruchaga, 2018; Villanueva, 2017).
Diseminar es sembrar. No es una expresión escogida al azar. La intención de plantear una diseminación de afección refiere a pensar los límites de propagación posible de ideas que consiguen penetrar de modo esparcido y que construyen influencias semióticas. Asimismo, la afección alude justamente a entenderla como una disposición epocal, una alteración que encauza los sucesos dentro de paralelos explicativos definidos de antemano, de acuerdo con una acumulación discursiva/interpretativa previa.
El abanico de discursos a los que se puede echar mano como parte de las razones por las cuales un sujeto social puntual puede generar un impacto sensible se compone de muestras diversas y disidentes, pero que se encuentran finalmente en una amalgama en alguna escala congruente. Estos discursos no son homogéneos, ni mucho menos. Como parte de las articulaciones hegemónicas, los sentidos comunes poseen la virtud de tener un carácter disperso e irrastreable en su origen. Esto los convierte en una materialidad que resulta difícil de abarcar para soslayar, discutir o contrarrestar. Justamente, la extensión de los actores que sostienen e incorporan variantes de esa propensión discursiva lleva a generar múltiples versiones de un discurso social, en definitiva, modulado.
Hacerles frente a estas verdades que “en apariencia” son evidentes se complejiza al no poder correr las discusiones de su forma más común en el presente: lo visible. Lo visible es la herramienta ideal para sostener entre metonimias y sinécdoques toda una imaginería leudada de antemano. No es necesario más que ver una imagen de un par de personas en una fila de banco(La Nación, 19/02/2016) o una serie de valijas desplegadas en un patio(Jujuy Online Noticias, 30/04/2016) para incorporarlas a los sentidos e imágenes previas sobre la corrupción; no es necesario más que el video de una mujer robusta frente a una cámara(Clarín, 04/08/2012) o de otra mujer que insulta para intimidar (El Tribuno de Jujuy, 12/08/2015; Jujuy Online Noticias, 19/10/2017) para confirmar, así, su carácter incuestionablemente violento. En este camino histórico, el trazo ideológico ha dibujado mucho antes un boceto que terminó por hacer aparecer en el plano empírico.
En el presente, estas esquematizaciones sobre las representaciones del mundo están estrechamente coligadas a una visibilidad mecanizada, confeccionada de forma dramática para el impacto permanente. Las lógicas de la violencia contemporánea y, con ello, los discursos de odio que las sostienen están pensados primariamente para una mostración de lo violento. Parte de su efectividad en la reproducción está dada por su carácter espectacular.

Precondiciones para la persecución y el estigma en Jujuy

Se tejen y se han tejido históricamente discursos en torno a la violencia de la Tupac Amaru, cuyos estatutos de verdad y mentira no someteremos a mayor profundidad. Los procedimientos de averiguación pueden resultar falibles en un plano contemporáneo que no da cabida a aquello que no es parte del repertorio discursivo del presente delineado en el apartado anterior. Es decir, la ausencia de recursos lingüísticos de paridad puede generar una víctima de injusticia por el mero desinterés cultural de la intraductibilidad (Lyotard, 1988). La exploración en torno a la violencia requiere, en este caso, no de la averiguación de lo factual –dada esta dislocación de la evidencia–, sino del sometimiento a crítica del porqué pueden sostenerse movimientos transformadores con modalidades diversas de acometividad. Con esto hablamos no solo de la organización sometida al análisis más profundo, sino de todos aquellos movimientos sociales, actores políticos, partidos tradicionales, sectores institucionales y discursos mediáticos masivos que han sostenido e instigado cada uno de los episodios asimilados a la historia de la Tupac Amaru. Después de todo, planteamos que la Tupac Amaru es la catalizadora en el plano más contemporáneo de procesos y conflictos culturales históricos, tanto previos como vigentes.
Lo que sí queda claro es que existe, en razón del intercambio simbólico e interaccional entre los distintos sectores que se articulan alrededor y en contra de la Tupac Amaru en el intercambio político jujeño, una acumulación discursiva a modo de afección diseminada. Instituciones y actores de las más diversas procedencias han sostenido y acrecentado un flujo permanente de precondiciones de sentido, sea al aludir a sus métodos relacionales, o bien a la afluencia de recursos, a la disposición que hicieron de esos recursos, a la incorporación y hegemonización en demandas y conflictos antecedentes a la organización (ya sea en materia de Derechos Humanos o de agenda feminista, por ejemplo). Así, la hipervisibilización que alcanzó en el plano público local devino en una diversificación de las afecciones hacia la organización.
Por otra parte, la apuesta por una restitución de lo colectivo por parte del movimiento supuso un precio alto por costear. Los logros materiales de lo popular no pueden ni han podido descansar sobre lo obtenido, sino que, en términos históricos, se han visto y se ven fustigados por los sectores dominantes. Han pugnado así contra sectores encolerizados una lucha por las balanzas distributivas. En ese sentido, más allá de lo material y lo económico, el caso de la Tupac ha demostrado que la reconstrucción de algún tipo de lazo colectivo alternativo a los lazos más individualizantes requiere de márgenes de protección más recia y de liderazgos fuertes.
Las intenciones preservativas se sostuvieron a partir de intervenciones conscientes sobre retóricas que han proclamado, durante años, un proyecto difamatorio contra estos sectores del campo popular. La asimetría en el reparto de discursos visibles, además, ha operado como coerción permanente, que los llevó a proteger impetuosa e implacablemente la calle, el barrio, el colectivo reunido, lo que se discutía en asamblea, etcétera. Lo problemático en estos procesos radicó en que dicha salvaguardia encontró los recursos dentro del derrotero de métodos y estrategias más fácilmente reconocibles como de protección y cuidado; métodos que pueden inscribirse en lógicas pleiteantes y agresivas.
Como parte del reparto material y simbólico, la Tupac Amaru logró ostentar un aparente monopolio de las partidas presupuestarias nacionales (Battezzati, 2014). En la misma medida, logró disputar y hegemonizar un amplio número de demandas convergentes desde distintos sectores sociales y políticos (Tabbush y Caminotti, 2015). Más allá, y de modo destacado, notamos que de alguna manera entroncó y contuvo en sí un nudo sensible de las fibras de la violencia social. La Tupac fue y es catalizadora simbólica de actitudes, no solo destituyentes de la institucionalidad política, sino de las más claras muestras de que los virajes del exterminio histórico latinoamericano y argentino continúan habitando el imaginario cultural acerca de cómo resolver el problema con el otro. Los discursos de odio fueron acumulando y anudando ofuscaciones diversas respecto del accionar público de la Tupac como multitud visible. Hablamos de multitud/es que, más que por su coherencia interna, se anudaron en gran medida a partir de la madeja que se tejió desde la mirada aparentemente ajena, dado que esto ajeno no corresponde en exclusiva a lo externo. Esta mirada no se dio solo desde una mirilla inversa, sino inclusive como parte de la lupa con la que cada unx de lxs integrantes de la Tupac parecían mirar a quien estuvo a la par. Existió y existe en esa pasión por señalar una intención por muñirse de expectativas respecto de la anomia social, a fin de proyectar los temores más generalizados sobre grupos diferenciados.
Esto nos lleva a comprender el modo por el cual las sagas emancipatorias del tipo de la Tupac son caracterizadas. En términos históricos, y por paralelismos con experiencias similares, observamos que estas caracterizaciones son la base precognitiva sobre la cual se procura restaurar los sistemas previos y desandar las modificaciones sobre el conjunto de la vida de las personas implicadas o beneficiadas.

La transformación del Estado y sus implicancias

El estado de conflicto visible que dispuso la Tupac y la red de organizaciones sociales durante la primera parte del siglo operaron como evidencia de un problema, pero a la vez, de forma diseminada, instaló al movimiento social como “el conflicto” en sí mismo. Por otro lado, como parte del clima de este período, sobrevoló el agotamiento tanto del sistema gubernamental peronista/kirchnerista en la provincia, como de la presencia visible de la Tupac Amaru en el plano capitalino. Con un mismo signo político oficialista desde el retorno a la democracia, los sucesivos gobiernos provinciales, ineficientes en la reducción de desigualdades materiales de los habitantes jujeños, se sostuvieron, a lo largo de varias décadas, en el marco de una escasa legitimidad. Una muletilla común para aludir a la Tupac Amaru refiere a ella como un Estado paralelo, un Estado dentro del Estado. En efecto, su experticia productiva como movimiento ciudadano resultó discorde y desproporcionada respecto de lo obrado por parte de los sucesivos gobiernos.
Este desgaste pronunciado desemboca en una marcada tendencia que reflota los clivajes sociales históricos (Lipset y Rokkan, 1967), lo cual generó una partición perceptual e ideológica de la sociedad, concentrada ya a esa altura en tendencias claramente confrontadas. El nosotros/ellos construido opone, a nivel convivencial, las buenas costumbres, los modales, la educación y la práctica ciudadana “correcta” a los tupaqueros. Por otro lado, a nivel sociopolítico, opone la conciliación, la virtud política y la integridad a Milagro Sala. El clima discursivo, en esa acumulación, apela a la necesidad evidente de una refundación convivencial desde la gestión política. Se trata, en este sentido, de una gestión política en la que se bifurcan los alcances estatales, gubernamentales, judiciales y de la sociedad civil.
El camino de hegemonización de los discursos apela a un consenso social basado la idea de la necesidad de la “eliminación” del antagonismo para alcanzar la paz social local. De acuerdo con Butler y Spivak (2009), la convivencia democrática como promesa suele apelar a herramientas sacrificiales de aquellos elementos que generan conflicto. Así, la pertenencia y los términos identitarios fuertes de ciudadanía suelen ligarse a la noción de la expulsión de la diferencia (Butler y Spivak, 2009). En este sentido, el entonces candidato a gobernador Gerardo Morales capitalizó la efervescencia de la ciudadanía y acabó por ganar las elecciones provinciales con el 58% de los votos, lo que implicó más de 20 puntos de distancia con respecto al binomio del justicialismo, Fellner-Jenefes.
En diciembre, la Tupac Amaru y la red de organizaciones sociales locales –que reunía a otras 27 organizaciones– llevaron a cabo un acampe frente a la casa de gobierno para abrir el diálogo con el gobernador en busca de la continuidad de proyectos y programas productivos, en el marco del cambio de poder político en el ejecutivo. El acampe llevado adelante desde diciembre de 2015 no era algo ajeno o novedoso, ni a los militantes de la Tupac Amaru, ni al resto de la ciudadanía. Por el contrario, resultaba un repertorio de protesta habitual para la Tupac y otras organizaciones cada fin de año. Implicaba un modo de asegurar un refuerzo económico, y la continuidad de los programas productivos y de asistencia social. Sin embargo, lo que sí resultó radicaly disruptivo fue lo que el nuevo gobierno provincial reglamentó el 12 de enero de 2016 con el Decreto N° 403-G:
Dispónese que aquellas personas y organizaciones que a partir de la 0 hora del día 14 de Enero de 2016 sigan realizando la toma y acampe en el denominado “el Paseo de la Bandera” área que comprende Plaza Belgrano y adyacencias estarán excluidos de la aplicación de los planes y programas que se aprueban y ratifican en el presente Decreto Acuerdo. Asimismo estarán excluidos de todo tipo de beneficio o Plan social, adjudicación de lote o vivienda, y/o plan o programa de viviendas, núcleos húmedos y demás obras a realizar por cooperativas u Organizaciones Sociales por parte del Gobierno de la Provincia sean estos financiados con recursos Provinciales o Nacionales (Decreto pcial. 403-G/2016).
Este decreto reforzó otro previamente aprobado (N° 195-2015) que obligaba a las cooperativas a empadronarse en un nuevo sistema provincial. Ambos decretos aludían a que los destinatarios de los beneficios estatales eran utilizados como “meros instrumentos de presión” por organizaciones “para gubernamentales”. Se estableció además en el decreto de 2016 que la protesta pacífica en curso suponía un “ejercicio abusivo de derechos” liderado por Milagro Sala, y que la intención de las medidas gubernamentales tenía que ver con “liberar a aquellas personas y familias que fueron utilizadas como rehenes del viejo sistema”.
En el artículo 4 de este decreto se dispuso la suspensión de la personería jurídica para la Tupac Amaru y otras organizaciones presentes en el acampe hasta el ultimátum. Se dispuso también la detención de Sala el 12 de enero, con la carátula penal de “Sedición e instigación a cometer delito”, y la falta contravencional de “Ocupación del espacio público, alteración de orden y obstrucción del tráfico”. El acampe continuó por unas semanas más después de su detención hasta ser definitivamente levantado el 2 de febrero de 2016.
A partir de ese punto, una escalada de denuncias alimenta el abanico de sentidos locales acerca del mal social que supuso Sala para Jujuy. Es acusada en más de diez causas de Fraude y Asociación Ilícita, Lesiones Graves, Daño Agravado y Amenaza, Daño a la Propiedad Pública, Homicidio en tentativa, y Tentativa de Privación de la Libertad.6 Se le llevaron adelante cinco juicios penales y uno contravencional. Dos días antes de que se cumplieran tres años de prisión preventiva, fue condenada a trece años de prisión por la causa “Pibes Villeros”. Esta condena se encuentra en instancia de apelación. Además, tiene una condena por tres años en suspenso por daño a la propiedad y dos años de prisión efectiva por amenazas. En febrero de 2021, la Corte Suprema de la Nación dejó firme una condena de dos años por amenazar a efectivos policiales. Fue absuelta en otras causas por amenazas, inducción a cometer el delito de amenaza, lesiones graves, tentativa de homicidio y tentativa de privación a la libertad.
Dado el procedimiento por el cual se llevó a cabo su detención preventiva –en el marco de una protesta de acampe pacífico–, así como el opaco accionar judicial posterior, se sucedieron rápidamente los pronunciamientos y solicitudes internacionales para hacer notar la arbitrariedad de su detención, la ausencia de debido proceso en el caso y las vejaciones en el trato por parte del sistema carcelario. Entre distintos tipos de pedidos y solidaridades a nivel global se destacan: Amnistía Internacional, Humans Rights Watch, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y el Grupo de Detenciones Arbitrarias de la Organización de las Naciones Unidas. Entre ellas, la CIDH le otorgó una medida cautelar, al considerar que se encuentra en una situación de gravedad y urgencia. Por su parte, la Corte Interamericana de Derechos Humanos ordenó que se procuren medidas de protección para garantizar la vida y la integridad de la líder. Esto ha sido ratificado por la Corte Suprema de Justicia. Diversos organismos veedores de los Derechos Humanos han hecho notar la falta de autonomía del poder judicial provincial y han alertado acerca de las distintas flagrancias de su proceso. Recién hacia fines de 2017 se le concedió la prisión domiciliaria, pero se fijó como domicilio una casa a 30 kilómetros de su domicilio real, en la cual se encontraba custodiada de manera permanente por efectivos policiales y de gendarmería. Ante reiterados pedidos, exactamente un año después la trasladaron a su domicilio real. Para mediados de 2021, aún se encuentra en prisión domiciliaria.
Más allá de estos reclamos en el plano nacional e internacional, la asunción del nuevo gobierno, el acampe, las medidas del poder ejecutivo, y las ejecuciones del poder judicial franquearon el panorama local para un giro rotundo en la historia reciente:
- El empadronamiento de cooperativas devino en un escenario de fragmentación del colectivo, dado que se restringió casi hasta su desaparición la distribución previa de programas y proyectos productivos. Este empadronamiento también sentó las bases para una fractura de la masa que previamente se disponía como un claro interlocutor en la negociación. La red de organizaciones sociales –que englobaba la franja más importante de cooperativistas–  quedó prácticamente desmantelada, y fragmentada entre aquellos líderes que adhieren al gobierno de Morales y aquellos que no.
- La quita de la personería jurídica eliminó la posibilidad de acceso a programas que viabilizaban recursos específicamente a través de la organización Tupac Amaru, y además privó del sostenimiento en la gestión de los centros de salud y los cuatro establecimientos educativos fundados por la organización. El Decreto de enero de 2016 fue ratificado en la medida cautelar C-60515/16, cuatro meses después. Los centros de salud fueron cerrados, y a las escuelas y colegios fundados por la organización se les quitó su carácter de gestión comunitaria, con lo cual pasaron a la órbita del Estado provincial y sus nombres fueron modificados. El edificio central de la organización, que continuó en funcionamiento de manera auto-gestionada, fue eventualmente expropiado por el Estado provincial.
- La detención preventiva de Milagro Sala fue y es sostenida mediante el argumento de que entorpecería las averiguaciones de causas futuras, en un manifiesto proceso de investigación penal prospectiva. En este marco de indagación, se originó una persecución sistemática contra distintos líderes territoriales, muchos de los cuales fueron detenidos por largos períodos en comisarías. En el proceso, se llevaron a cabo redadas y allanamientos masivos entre las viviendas de militantes y familiares de militantes.
Mientras esto aconteció, también se sucedieron durante los dos años posteriores a la detención una serie de saqueos y vandalizaciones sobre la totalidad de los edificios y las obras construidas por la organización. Los militantes fueron contrapuestos como víctimas y cómplices en la renovada escena, compelidos a denunciar, ser denunciados o convocados al silencio, desmoralizados hasta ser sombra espectral de lo que fueron. Como contracara, se impuso un clima de renovación y refundación en el conjunto de la provincia.

La restauración de “la unión, la paz y el trabajo”

La construcción de un gran otro como estrategia populista promovida por parte de Morales ha permitido a lo largo de estos años construir un consenso local en torno a la necesidad de sostener un régimen de convivencia asentado en el sosiego de la eliminación del mal interno. La campaña que llevó a Morales al gobierno sostuvo el eslogan “Jujuy, unión, paz y trabajo”.7 Esta fórmula inicial subsume en sí un compendio de sentidos por oposición a ese “mal interno” previo: conflictivo, violento y de la desidia. Al respecto, Villanueva (2017) analiza los discursos de campaña de Morales y los de su primera gestión de gobierno de la provincia como una misma unidad discursiva dispuesta a la formación provincial de alteridad para la exclusión por oposición negativa de la Tupac Amaru. La campaña más reciente –en 2019–, desdoblada entre la nacional y la provincial, desplegó para la elección nacional los eslóganes “Cuidemos el Jujuy que hoy tenemos”8 y “Cuidemos el Jujuy que logramos”.9 Mientras tanto, en la provincial se optó por “Sigamos transformando Jujuy”10 y “Tenemos rumbo, tenemos futuro”11, también con la reiterada consigna de “Logramos recuperar la paz que tanto nos caracterizó”. En estas últimas elecciones, Morales resultó ganador con el 43%, y redujo 15 puntos su afluente de votos respecto de la elección de 2015. En las nacionales, en Jujuy se impuso el peronismo por un 46%, frente al 41% obtenido por Mauricio Macri.
Más allá de la intervención de organismos internacionales oficiales, las muestras de apoyo han determinado reacciones de las más impensadas entre la población local. Valgan como ejemplos el escándalo que se desató contra el Papa Francisco –en una provincia fundamentalmente católica–, y la irritación contra personajes políticos, artísticos, intelectuales, clericales, y de los derechos humanos, quienes han llegado a ser declarados personas no gratas. Lo cierto es que su situación de detención ha marcado una divisoria de aguas entre aquello que acontece en Jujuy, y lo que aparentemente solo se arguye entre aquellos que resultan ajenos al contexto local.
Una amalgama de afecciones contra la líder, y el colectivo en su conjunto, operó como evidente hastío repartido entre actores de la más diversa índole, quienes se sintieron manifiestamente perturbados o afectados de una u otra manera por la organización. No es casual que, durante todo el período posterior a su detención, el campo popular local se haya fragmentado. Esto se produjo, en parte, por la partición de la Red de organizaciones sociales, entre las que se realinearon con el nuevo Gobierno y aquellas que se sostuvieron como movimientos de resistencia política al poder tradicional. Por otro lado, también se observó una notable división entre los sindicatos, los movimientos de Derechos Humanos y los colectivos feministas. La ruptura, en este plano, se dio entre aquellos que consideraron necesario abogar por un procedimiento de justicia justo sobre Sala y las demás detenidas, y aquellos que optaron por obviar o desmerecer la demanda como propia. Se ha hecho manifiesto un ánimo local donde predomina la complacencia con la estrategia quirúrgica de Morales para desmantelar una red multitudinaria que operó como contrapeso de poder local a lo largo de casi dos décadas.
Esta estrategia, llevada adelante desde enero de 2016, se sostuvo fogoneada a lo largo de los meses y años subsiguientes por imágenes que reúnen exhibiciones fulgurantes de la líder siendo trasladada de un lugar a otro, en operativos descomunales que paralizan la ciudad. También contuvo muestras de su carácter indómito frente a autoridades judiciales, e imágenes minúsculas tomadas a distancia de su confinamiento en el penal de Alto Comedero o con drones desde arriba de su domicilio en barrio Cuyaya.
Entre la mostración y la exhibición de cuerpos detenidos hay un gesto de exacerbación del poderío por parte de un renovado sistema burocrático –en todos sus términos: judicial, ejecutivo y legislativo– que ha logrado obnubilar y satisfacer, así como regular y neutralizar históricos altibajos sociopolíticos en una provincia relegada. El transcurso de estos años ha capitalizado una actualización estratégica del ejercicio de poder madurada desde los poderes mediáticos y estatales. Ha conseguido judicializar la política y moralizar lo político.
Desterrar a Milagro Sala, en definitiva, ha sido una promesa electoral cumplida. Descarnarla públicamente, por otro lado, cumple con deseos más inexplícitos. En esta liminaridad deseante, la avidez pública entre el vilipendio y el destierro es solo el sostenimiento de un proceso de décadas que la Tupac Amaru vino a catalizar.
Este proceso no es ajeno a situaciones históricas previas, en las que un nuevo sistema de poder apeló al movimiento peronista jujeño con un énfasis moralizador, por el cual se le atribuyó un carácter inmoral en términos acontecimentales. Castillo (2016) lo pone en estos términos al aludir a la Revolución Libertadora en Jujuy. La actualización de este encadenamiento de sentidos por oposición permite la apropiación de la transparencia como símbolo opuesto a un adversario caracterizado en cada faceta visible como corrupto.
Asistimos a un quiebre de los lazos a través de los cuales construir una convivencia política devastada por la noción de la corrupción. Hay una captura de los lenguajes que expresan lo político, que hace que el debate social quede apresado en términos de espectáculo y de espectadores. Lo que resulta más trágico es la evidencia de que, frente a una agenda colectiva que se desarrolló en torno de una lucha por el reparto, las revulsiones apelaron al estigma como método al alcance de la mano en una época con nuevas vías para las afecciones.
Metonimias, como los bolsos, que sujetan toda una estructura de la imaginación social, que en definitiva resultarían incomprobables y anecdóticas, son el sostén representacional de un poder político que, en la asignación distributiva de las imágenes locales, expone en todas sus formas a sujetos en adelante enjuiciables y condenables. En este sentido, entendemos que resultan “expuestos por el hecho de estar amenazados, justamente, en su representación –política, estética– e incluso (…) en su existencia misma” (Didi-Huberman, 2014: 11). Por ello, no existe acontecimiento de lo colectivo contemporáneo que vincule a Sala y a los movimientos sociales locales por fuera de un juego entre la exposición visual de los cuerpos y la desigual distribución del derecho a la imagen, entre la imposibilidad del acceso a la palabra pública y la injuria como método de narración admisible. La injuria en base al ruido público es quizás el sostén más grueso de la construcción de villanos en esta ciudad media que es San Salvador de Jujuy. La posibilidad de acceso al relato por intermediaciones –un amigo, un familiar, un vecino– ha dado lugar al más diverso anecdotario de lo abyecto. Estas lógicas de la injuria como parte de la espectacularización de lo público han propiciado que, en su interior, lo político se dirima en términos ajenos a las lógicas del reparto y la reparación, y que apelen a la mitificación de los personajes, el vínculo y las prácticas.

Tupaqueros, después

Existía una amplia expectativa de imbuir de atributos negativos a una multitud más comúnmente caracterizada desde afuera que aunada desde adentro. Hemos presenciado centenares de imágenes abarrotadas de muchedumbres en rituales festivos, como hordas arrebatadas, con cánticos de cancha, que en definitiva terminaron por cargar de una caracterización impersonal al conjunto de sujetos involucrados activamente en el movimiento político. En el presente, lo que termina por comunalizarlos es la exposición y la ligazón basadas en el escarnio público.
En términos históricos, se ha comparado y definido a los militantes de la Tupac como un batallón militar, como esclavos o como ovejas (Gaona, 2017). Cualquiera de estas expresiones ha procurado resaltar la falta de agencia individual y colectiva por parte de los militantes. Aún más allá, se les ha atribuido, con cada una de estas lecturas sobre las masas, la incapacidad de libertad: el carácter de unidades militarizadas sometidas a un comando de liderazgo, el mote del sometimiento a ser propiedad de alguien más, o la calificación de un ganado que se mueve en manada dirigida. No es novedosa la subestimación hacia los sectores populares movilizados, ni la estigmatización por la vía de la peligrosidad en el conjunto. Las traducciones más comunes se encuentran en las lecturas del clientelismo, las típicas expresiones alusivas a la transacción material por la presencia movilizada, o el despertar de los pánicos y la turbación, o bien la respuesta represiva hacia la acción colectiva.
En el caso de la Tupac, lo que sí se ha señalado de manera más plausible, en la construcción social de estos sentidos, es el foco que se pone sobre la figura de Milagro en términos del liderazgo de esa supuesta militarización o conducción guiada hacia la violencia. No es, en muchos de estos eslabones de percepción y de sentido, mera metonimia del carácter violento colectivo, sino que se ha elaborado su accionar como instigadora inmediata del envilecimiento popular.
Las narrativas gubernamentales y mediáticas locales posteriores al encarcelamiento de Milagro tiñeron esta ausencia de agencia de una actualización paternalista, por la cual no todos los militantes de la Tupac habrían sido responsables de las acciones criminales alegadas a Sala, sino que, más bien, serían otras de sus víctimas. El Decreto provincial N° 403-G/16 proclamaba con decisión estar “reparando las situaciones de injusticia, ilegalidad y desigualdad, liberando a aquellas personas y familias que fueron utilizadas como rehenes del viejo sistema”.
Una renovada retórica salvacionista consiguió, a la vez, reposicionar a mujeres y varones como víctimas sometidas, sin poder de decisión e involuntariamente vinculadas a una mujer que dispuso de ellos y los expuso a situaciones de violencia (Tabbush y Gaona, 2017). A la vez, se personificó en una única mujer, y en un sistema durante un período acotado, la raíz del conjunto de problemáticas materiales y sociales que se sostienen con vigencia histórica como parte del vínculo desigual local. Esta modalidad del discurso, que apela a salvarlos de ella, es la forma que toma el reordenamiento del sistema de reparto material, el desconocimiento sobre las formas previas de construcción de poder popular, y la disolución de los vehículos que aseguraron recursos para el sostenimiento de diversas economías populares territoriales.
Más aún, el gobierno provincial se ubicó como “garante” de la “protección” de los jujeños en su conjunto, frente a todos aquellos que atacaron la tranquilidad y la paz obtenidas en su resguardo. Así, desde el poder ejecutivo se ostentó desestimar cualquier tipo de actuación o intervención de organismos nacionales e internacionales que cuestionaran los procedimientos del poder judicial local.12
Más allá de lo judicial, a nivel productivo, parte de los recursos locales de justificación por contraste, el gobierno provincial alega que las prácticas de manejo de los recursos –más cercanas a la economía popular e informal– son claramente resultado de un sistema manchado. La combinación de prácticas de reciprocidad para la utilidad colectiva resultó fácilmente denunciable por ser poco procedimental y aséptica. En cambio, en el nuevo régimen administrativo convergen la transparencia como eslogan y la técnica –empresarial– como motor para presentar cierta asepsia gubernamental de camino al progreso y la transformación.13 Ambas estrategias anunciadas, la transparencia y la conducta empresarial, consiguen imponer –retomar–, como andarivel lógico de la producción local estatal para el fin social, la privatización como desposesión, la anulación de la posesión colectiva y el borramiento del sujeto productor de su entorno.
Esta sinergia encarada por una buena parte de la población local se sostiene, además, por dos frentes: señala la contraproducencia de la población movilizada respecto de los objetivos ciudadanos, y, con ello, desvanece las responsabilidades sociales, tanto por la vida de la dirigente, así como la responsabilidad actual sobre el colectivo post-Tupac en su conjunto. En ese sentido, se trata de un colectivo que, si tiene algún punto de encuentro, tiene más que ver con la reunión de experiencias excluyentes comunes, en un proceso por el cual sucesivas generaciones han sido alterizadas, replegadas y limitadas en términos de acceso institucional y de pertenencia.
Uno de los discursos más reiterados en el entorno jujeño alega que la ausencia de masividad, y el sostenido declive en el número de personas que acompañaron cada una de las instancias del enjuiciamiento de Sala y las demás personas detenidas, dan cuenta de su condición previa de cautivos de un régimen. Lo que es más, señalan que son sobre todo foráneos quienes sostienen la militancia y el acompañamiento emocional de la dirigente, “siendo cómplices silentes de una violencia jamás sentida ni vivida en esta patria chica, el patoterismo como forma de reducción de la voluntad individual, (…) y la opresión de un pueblo desvalido que jamás tuvo ni Justicia a quien acudir” (Agostini, 2016).
La pauta local ha establecido que solo la experiencia en apariencia directa sobre lo que supuso el fenómeno de la Tupac y de Milagro comprende el estatuto necesario para el discernimiento de lo que aconteció dentro y fuera del movimiento, y de lo que se experimenta en el presente.  Esta ausencia de masividad es cierta. A estas alturas, son reconocidos el puñado de jujeños que continúa asistiendo a convocatorias en las afueras de juzgados, a reuniones vinculadas a los comités por la liberación de Milagro, o a manifestaciones públicas similares. El tiempo que pasó ha determinado un cambio pronunciado para la vida de decenas de miles de personas, muchas veces esquivadas de la mirada externa.

Morales y una forma de populismo

Como hemos establecido hasta este punto, al nivel de los discursos de circulación pública, en Jujuy opera un recurso por el cual Milagro Sala y kirchnerismo suponen metonimias de “populismo” y “corrupción” para ambos, y de “violencia” para el caso de la líder barrial. Existe un último elemento del análisis que puede funcionar como síntesis de las lógicas que maceraron las precondiciones por las cuales cobraron pleno sentido y justificación tanto la detención de Milagro, como la desarticulación del movimiento y la reconstitución de la vida pública jujeña postelecciones.
Frente a la clásica correspondencia establecida entre aquello que se define como populista y las atribuciones de irracionalidad a las masas definidas como tales, resulta interesante encauzar un pasaje analítico de aquel mote establecido para Milagro Sala, para la Tupac y para el kirchnerismo en su conjunto. En ese sentido, apuntamos a la consideración de la construcción de un liderazgo, de una racionalidad y de un modelo explicativo de los acontecimientos como una afirmación populista por parte de Morales y del movimiento que lo estableció como figura preponderante de la mentada refundación convivencial jujeña. En este punto, introducimos un pasaje analítico acerca de las expresiones que definen a algo como populista por una característica económica –administraciones de recursos cuestionables– y/o una característica moral –un acercamiento meramente emocional fuera de las racionalidades políticas clásicas–14 y nos adentramos en la comprensión de las lógicas populistas en clave afirmativa de lo político como discurso y práctica.
Más allá de la configuración antagónica clara entre los dos polos que hemos descripto hasta este punto del ensayo, reponemos la vaguedad amplia que permite subsumir toda una serie de particularidades –de diferencia negativa– en el conjunto de articulaciones de sentido reunidas en –a falta de una mejor expresión– los significantes “Milagro Sala”, “Tupac Amaru” y “tupaqueros”. Esta operación discursiva es un pasaje común a las conformaciones populares que retoman una serie de significantes lo suficientemente amplios como para que condensen en sí todo un campo antagónico.
La diseminación de afecciones que ha generado en la escena pública –en la expansiva mediática, en el rumor urbano, en el boca a boca por años– y política –en las alianzas y rompimientos con líderes tradicionales justicialistas y de otras fuerzas, en la presencia en distintas instituciones estatales, entre el gremialismo, entre los movimientos de Derechos Humanos y de la sociedad civil– estableció un claro piso de “daños”, por el cual un malestar generalizado fue otra de las condiciones que permitió formular una constelación de frentes y actores coherente contra un mal individualizado, identificado con claridad: Milagro.
La modulación discursiva local encontró, además de este tipo de acometidas sobre actores relevantes, una manera de narrar los años del proceso hegemónico de la Tupac (Gaona, 2017) como un desvío moral y de valores respecto de una historia jujeña en común. Balceda (2015) establece a través del análisis crítico discursivo la manera en que las noticias de los portales digitales jujeños conforman nominaciones comunes esenciales, mediante las cuales señalan tajantemente a Milagro Sala y a los militantes de la Tupac Amaru como ajenos, opuestos a la población jujeña en tanto grupo homogéneo. Álvarez Carreras, Romero y Tabera (2019) rastrean en un análisis mediático los refuerzos y las actualizaciones de sentido de “lo jujeño” como un actor homogéneo singular frente a un “otro” identificado específicamente en la figura de Milagro –ya detenida–, y a “otros”, que corresponderían a los organismos de Derechos Humanos y a las personas “extranjeras” a la patria chica jujeña. Villanueva (2017), en un análisis de spots de campaña y de gobierno, demarca la formación de la Tupac como alteridad interna. García Vargas et al. (e. p.), complementariamente, analizan cómo los medios televisivos jujeños, durante 2016, en tanto conductores de opinión local, establecieron características de enunciación adversativas permanentes en la focalización “kirchnerismo”. Así, la configuración resonante –mediática, partidaria, institucional y en el ámbito de las redes sociales– que contrapone sujetos sociales claros ubica a Milagro como la persona que contrarió los elementos característicos tradicionales y las potencialidades del pueblo jujeño de manera retrospectiva y performativa: la tranquilidad de su gente, la apacibilidad de la ciudad, el orden local de circulación, de trabajo, de libertad.
La serie de afecciones que absorbe la figura de Milagro, como particularidad, toma la forma clásica descripta por Laclau (2005) de la representación de una totalidad inconmensurable. Esta es la clave que habilitó en un momento dado la conformación de un sujeto común. Como parte de esta conformación contingente de unidad se manifestaron, como hemos visto, dos vías que hacen a los mecanismos de sinergia de los procesos populistas. Uno tiene que ver con la radicalización discursiva (Casullo, 2019) y otro tiene que ver con la nominalización del movimiento en un líder (Laclau, 2005). Gerardo Morales logró hacer concurrentes ambos elementos en la figura que él representa.
Morales tensiona permanentemente en su discurso las situaciones de injusticia que él reconoce sobre el pueblo jujeño, perpetradas tanto por el kirchnerismo en su conjunto, como por Sala. A su vez, incorpora la figura de los sujetos oprimidos por sistemas clientelares– los militantes de organizaciones–, además de recalcar que el conjunto de la población provincial se encuentra bajo el flagelo de la turbación provocada por la líder. Por último, fundamentalmente se ubica a sí mismo como el único capaz de “eliminar” el mal interno identificado de manera tan clara. Se trata del paternalismo salvacionista del que hemos hablado.
Su rol como refundador de la paz social en la provincia ha sido la línea guía no solo de sus campañas políticas, sino del conjunto de su gestión gubernamental, en tanto recurso retórico que ha justificado muchas de las medidas que conllevaron desdibujamientos institucionales claros de las esferas de poderes del Estado. Además, su rol como refundador halló en la constante reconfirmación de la detención de Milagro la piedra angular de su Gobierno, con un cimiento de relativo consenso a lo largo de dos mandatos.
Su promesa de eliminación o erradicación del mal interno ha logrado entrecruzar la sustracción de la líder de la vida política, la mostración pública espectacular del proceso por el cual se la erradica del plano jujeño, y el sostenimiento vívido del riesgo que supone su libertad para el resto de los coprovincianos. En definitiva, esta promesa de erradicación resulta en alguna medida incumplible en tanto es parte fundante del sostén retórico significante que le dio forma originaria.
Algunas de las versiones más simplificadas del acercamiento a los fenómenos populistas suelen atribuirle un peso de gran envergadura a los liderazgos carismáticos. Más allá de que esta característica podría ser explorable en la figura de Morales, no observamos en este rasgo un elemento descriptivo de importancia en la conformación populista del proceso en curso. Más bien, podemos considerar la función ontológica sobre la cual se explica la representación de la articulación populista en Jujuy: la serie de sentidos que ubican a esta altura a Milagro Sala y a Gerardo Morales como parte de una misma elaboración significante. Morales parcialmente representa la sustracción de Milagro Sala de la vida pública jujeña. Es en esa medida que Morales existe y es el horizonte representacional contingente del liderazgo en la provincia.

Conclusiones

Este trabajo tuvo la intención de transitar críticamente los sustentos de sentidos sociales que rodean el caso de la detención de Milagro Sala y, con ello, el desmantelamiento de la organización Tupac Amaru y parte fuerte del consenso generalizado de apoyo al Gobierno de Gerardo Morales. Partimos de observar el modo en el que se fue gestó paulatinamente una diseminación de la afección social hacia la organización y su líder. Consideramos que estos “climas discursivos” son componentes difusos, pero omnipresentes en la voz pública, que operan como una modulación de la doxa que atraviesa el conjunto de lo decible durante determinado momento.
Hemos recorrido analíticamente los márgenes entre los cuales se fue caracterizó lo dicho y lo imaginable en torno a la Tupac Amaru y a su líder, sobre todo en un registro discursivo basado en las emociones, las afecciones y el dramatismo. El intercambio simbólico e interaccional entre los distintos sectores sociales, culturales y políticos de Jujuy y la organización terminó por procurar una acumulación discursiva como afección diseminada. Así, un amplio arco de actores, instituciones y movimientos sostuvieron, acrecentaron y reforzaron estas precondiciones sensibles.
Las tácticas de visibilización del conflicto por parte de la red de organizaciones sociales y la Tupac Amaru sintetizaron al movimiento social como “el conflicto” en sí mismo. Esto llevó a un proceso hegemónico de los discursos, mediante el cual se instaló una necesidad de reconstruir consensos y paz social a partir de la eliminación de los antagonismos. Esta “refundación convivencial” fue la carta más utilizada en una escalada por parte de actores y fuerzas políticas que decantaron en el acceso al poder provincial de la mano de Morales. En cierta medida, se borraron las categorías organizadoras del pensamiento más vinculadas con las condiciones realmente estructurantes de lo social –la desigualdad de clase, los sectores relegados, las minorías históricamente oprimidas– y se reemplazaron por lo manifiesto más inmediato como demostración del origen de los males sociales. De esta manera, pudimos observar cómo la modulación dóxica se asentó, y asumió que la base democrática local dependía de la eliminación del mal interno previo.
Esta versión de lo que se dispuso como lógica para la relación democrática local llevó a fragmentaciones en el campo popular, debido a la imposibilidad de corrimiento de los términos en los cuales se libraron buena parte de las discusiones. La eclipsante preponderancia de la figura de Milagro Sala hace difícil franquear debates políticos respecto de la continuidad de dicho campo popular. En cambio, los eslabones de percepción sobre las multitudes reavivaron retóricas salvacionistas y paternalistas para alejarse de una figura que, supuestamente, envileció los rumbos de miles de militantes.
La capitalización más clara de la diseminación de las afecciones establecida en la instancia previa por la figura de Sala fue la que terminó por constituir a Morales como el líder necesario para su erradicación (una erradicación basada en la mostración sostenida de su punición). Propusimos, en una síntesis de muchos de los aspectos planteados en el artículo, una interpretación en clave populista de la configuración representativa del gobernador.
Más allá de esto, establecimos que la amalgama hermenéutica moldeada a lo largo de dos décadas justifica el proceso en curso, de castigo y sustracción para Milagro, de malestar generalizado contra los sectores movilizados en los planos gremial y político. Esta combinación ubicó al conjunto de la Tupac Amaru y de Milagro Sala en un juego entre la exposición visual de los cuerpos y la desigual distribución del derecho a la imagen; entre la imposibilidad del acceso a la palabra pública y la injuria como método de narración admisible; entre la espectacularización del castigo sobre el individuo y el reordenamiento sinérgico de las asimetrías.

Referencias

1 Esta modalidad etnográfica organiza las trayectorias de construcción de los datos discursivos y de observación de modo tal de seguir, a la vez que las formaciones culturales en múltiples espacios, el hilo conductor del sistema en el que se enmarcan. Esto se da por medio de asociaciones y conexiones entre elementos, sitios y materialidades que hacen al rastreo empírico del fenómenos cultural que se busca analizar.

2 Puntualmente, las redes sociales utilizadas para el relevamiento fueron dos: Twitter y Facebook. En Twitter, el monitoreo fue llevado adelante en un seguimiento establecido de acuerdo con palabras clave a través de la plataforma Tweetdeck entre 2013 y 2016, durante períodos de escalada de interés en la esfera pública vinculados tanto al accionar de la Tupac Amaru, como al estado de situación de detención y procesal de Milagro Sala. En Facebook, por su parte, se realizó un seguimiento de perfiles institucionales y de políticos relevantes entre 2015 y 2019.

3 El estudio etnográfico del caso se inició en 2008 y se prosiguió hasta 2019, de acuerdo con distintas preguntas de investigación sobre la elaboración de un mismo objeto de estudio. Las ramificaciones temáticas y de problemas han variado en función del seguimiento del fenómeno cultural amplio que supuso y supone la organización Tupac Amaru para el contexto cultural jujeño y para la comprensión de los movimientos sociales latinoamericanos en el siglo XXI.

4 Gobernadores de la región y políticos de un amplio arco representacional, así como periodistas y comunicadores nacionales, han difundido largamente esta idea.

5 La organización reunió a decenas de miles de personas que trabajaban y/o militaban de manera sostenida a lo largo de unos quince años. A partir de la administración de recursos desde la órbita nacional, la Tupac generó un sistema de empleo cooperativizado para la construcción de alrededor de ocho mil viviendas, diversos centros de salud –de atención primaria y de más alta complejidad–, centros educativos iniciales, primarios, secundarios y terciarios, fábricas, centros culturales, decenas de piletas, parques recreativos, e inclusive un templo indígena. Con esto, proveyó de acceso al trabajo remunerado, la salud, la educación y la vivienda a miles de familias en la capital provincial y muchas ciudades del interior. Con el crecimiento exponencial, también incursionó en la política tradicional a partir del Frente Unidos y Organizados, el cual sumó 70 mil afiliados en los primeros meses de gestación del partido (2012) y consiguió bancas provinciales y municipales en el transcurso de dos elecciones (2013 y 2015).

6 Expedientes de las causas federales y provinciales: 127.785/2015; 129.652/2016; 131.072/2016; 18.487/2016; 74.000.120/2011; 86.175/2014; 552/2009; 398/2011; 2.990/2012.

7 Esta consigna, presente desde la campaña (Frente Cambia Jujuy [s. f.]), fue después utilizada como consigna oficial del Gobierno de la Provincia desde diciembre de 2015 hasta el presente (Morales, 11 de diciembre de 2015). Fue también añadida en el isologotipo de la firma provincial. En su discurso de asunción, Morales afirmó: “Para nosotros son los desafíos que seguramente nos van a permitir encontrar un futuro mejor, prosperidad en nuestra querida provincia y la consigna de nuestro gobierno va a ser ‘Unión, Paz y Trabajo’. No venimos a dividir, venimos a unir; no venimos a perseguir ni a violentar, venimos a garantizar la paz y a luchar por la paz; no venimos a quitar nada a nadie, venimos a garantizar derechos, a garantizar el respeto y la dignidad a cada uno y a cada una de las jujeñas”.

8 Morales (2019).

9 Sendra (2019); Prensa UCR Jujuy (2019).

10 Morales (2019); Aguiar (2019).

11 El Tribuno de Jujuy (2019).

12 En enero de 2020, se difundieron audios en los que el Superior Tribunal de Justicia la provincia, Pablo Baca, afirmaba que "Milagro [Sala] está presa porque ese bendito tribunal entiende que si ella está suelta es un peligro para el gobierno; no por sus delitos, sino para que no tengamos que volver al quilombo permanente, a los cortes, a la quema de gomas". A raíz de estos audios se le inició un juicio político. En febrero, Guillermo Snopek, diputado nacional por Jujuy, presentó un proyecto de ley para la intervención federal sobre el Poder Judicial jujeño, apelando a una “connivencia absoluta” entre los poderes estatales provinciales. En marzo, el gobernador Morales, frente a esta escalada en su contra, convocó una marcha multitudinaria contra la intervención de la justicia bajo la consigna “Jujuy no se toca”, y declaró: “antes de indultar a Milagro Sala que me peguen un tiro en la cabeza”. En el mismo mes, Pablo Baca renunció a su cargo luego de ser acusado de violación.

13 Estas imágenes son las más presentes entre los spots de campaña referidos en la mención de los eslóganes escogidos.

14 Ambas, la versión económica y la moral, suelen ser las utilizadas por el gobernador, por el partido de la UCR, y por el frente Cambiemos a nivel provincial y nacional para describir las operatorias previas.

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Escuchá el audio completo de Milagro Sala insultando, agrediendo y hostigando a la policía (19 de octubre de 2017). Jujuy Online Noticias. https://www.jujuyonlinenoticias.com.ar/justicia/2017/10/19/escucha-el-audio-completo-de-milagro-sala-insultando-agrediendo-hostigando-la-policia-46142.html 
Exclusivo de Jujuyonline: El video de las valijas de Milagro Sala (30 de abril de 2016). Jujuy Online Noticias. https://www.jujuyonlinenoticias.com.ar/jujuy/2016/4/30/exclusivo-de-jujuyonline-el-video-de-las-valijas-de-milagro-sala-33602.html  
Frente Cambia Jujuy (s. f.). Consensos básicos. https://cambiajujuy.com.ar/consensos.php
Mirá el video de los insultos de Milagro Sala (12 de agosto de 2015). El Tribuno de Jujuy. https://www.eltribuno.com/salta/nota/2015-8-12-11-15-0-mira-el-video-de-los-insultos-de-milagro-sala.
Morales, Gerardo [GobernadorGerardoMorales] (11 de octubre de 2019). CUIDEMOS EL JUJUY QUE HOY TENEMOS. De cara a las elecciones del próximo 27 de octubre, acompañé a nuestros candidatos a Diputados Nacionales [posteo de Facebook]. Facebook. https://www.facebook.com/GobernadorGerardoMorales/posts/10158886088260898/
Morales, Gerardo [@GerardoMorales] (11 de diciembre de 2015). La consigna de nuestro gobierno será: unión, paz y trabajo. ¡Viva #Jujuy! http://cambiajujuy.com.ar/info.php?id=289 [Tuit]. Twitter. https://twitter.com/GerardoMorales/status/675149009951002625
Morales, Gerardo [GobernadorGerardoMorales] (03 de junio de 2019). Continuemos juntos y Sigamos Transformando Jujuy. El próximo domingo tenés la oportunidad de elegir el destino de nuestra Provincia. Te [posteo de Facebook].Facebook. https://www.facebook.com/watch/?v=2345633925758396
Morales, Gerardo [@GerardoMorales] (23 de septiembre de 2019). No permitamos que nuestra Provincia vuelva al pasado. Sigamos juntos, disfrutando de la paz y orgullosos de nuestra tierra. #SigamosTransformandoJujuy[Tuit]. Twitter. https://twitter.com/GerardoMorales/status/1176125802162925568
Prensa UCR Jujuy-Arg [@prensaucr] (27 de octubre 2019). CUIDEMOS EL JUJUY QUE LOGRAMOS @RizzottiColo @natysarapura diputados nacionales #JuntosPorElCambio Lista 502 #MacriPresidente [Tuit]. Twitter. https://twitter.com/prensaucr/status/1188313354076672001
Sendra, Rodrigo [dany.markez.39] (13 de octubre 2019). CUIDEMOS EL JUJUY QUE HOY LOGRAMOS [posteo de Facebook]. Facebook. https://www.facebook.com/dany.markez.39/videos/2402369133416574/
Tupac Amaru: un video releva cómo retiraron más de $ 15 millones de un banco (19 de febrero de 2016). La Nación. https://www.lanacion.com.ar/politica/tupac-amaru-un-video-releva-como-retiraron-mas-de-15-millones-de-un-banco-nid1872502
Violencia política y social: Agredieron a un equipo de Lanata en Jujuy y acusan a Milagro Sala (4 de agosto de 2012). Clarín. https://www.clarin.com/politica/agredieron-lanata-jujuy-milagro-sala_0_B1aE8E-3DQg.html

Enviado: 10/03/2020.
Aceptado: 02/03/2021.

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