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Historia de la educación - anuario

On-line version ISSN 2313-9277

Hist. educ. anu. vol.21 no.2 Ciudad autonoma de Buenos Aires. Dec. 2020

 

Demanda continua

Evocación de recuerdos escolares y sus marcas en la actualidad. Una apuesta por el ensamblaje de memorias escolares en el Colegio Nacional “Rafael Hernández” de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP)

Talia Meschiany1 

1 Docente-Investigadora de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata. Actualmente se desempeña como Adjunta Ordinaria en la cátedra de Historia de la Educación General. Se especializa en estudios del pasado reciente y enseñanza de la Historia.

Resumen

Bajo el paradigma de los estudios de la memoria y las memorias escolares, en este artículo nos proponemos abordar una forma particular de entrelazar diversos relatos: el de las personas y el de las representaciones visuales. Ambas narrativas dan cuenta de los modos de recordar, habitar y apropiarse del espacio escolar, pues consideramos que las imágenes desempeñan un importante papel en la producción de las memorias, ya sea individuales como, así también, las que se producen y emergen en el seno de una comunidad, en este caso, el Colegio Nacional “Rafael Hernández” (UNLP)

Con los relatos de ex alumnos y alumnas que cursaron entre finales de la década de 1960 y mediados de 1970 en esta institución educativa, junto con las marcas de memorialización, aspiramos a comprender de qué modo los miembros de una comunidad escolar particular se apropian del pasado reciente y producen nuevas significaciones en la actualidad.

Palabras claves: memorias; memorias escolares; pasado reciente; Colegio Nacional Rafael Hernández

Abstract

Under the paradigm of the studies of memory and school memories, in this article we propose to address a particular way of intertwining various stories: that of people and that of visual representations; both narratives give an account of the ways of remembering, inhabiting and appropriating the school space; We consider that the images play an important role in the production of the memories, whether individual or, as well, those that are produced and emerge within a community, in this case, the National College "Rafael Hernández" (UNLP ) With the stories of alumni who attended between the end of the 1960s and the mid-1970s in this educational institution, together with the memorialization marks, we aspire to understand how members of a particular school community appropriate the Recent past and produce new meanings today.

Keywords: Memories; school memories; recent past; Rafael Hernández National School

“...Más que un depósito de datos, la memoria es un constante trabajo de búsqueda de sentido, que filtra los rastros de la experiencia entregando al olvido lo que no tiene más significado en la actualidad -pero también lo que tiene demasiado significado” (Portelli, 2016)

“No hay memoria sin imágenes, no hay conocimiento sin posibilidad de ver, aun si las imágenes no pueden proporcionar un conocimiento total” (Huyssen, 2009) “La razón de ser fundamental de un lugar de memoria es detener el tiempo, bloquear el trabajo del olvido, fijar un estado de cosas, inmortalizar la muerte, materializar lo inmaterial para encerrar el máximo de sentidos en el mínimo de signos, está claro, y es lo que los vuelve apasionantes, que los lugares de memoria no viven sino por su aptitud para la metamorfosis, en el incesante resurgimiento de sus ramificaciones” (Nora, 2008)

Los tres epígrafes que prologan este texto enhebran las ideas principales que se pretenden desarrollar, a partir de la construcción de un mosaico de recuerdos e imágenes ligados a la historia reciente de nuestro país, situados, referenciados y reflexionados eny desde un lugar particular: el Colegio Nacional “Rafael Hernández”, perteneciente a la Universidad Nacional de La Plata (UNLP)

El objetivo de este artículo es analizar el modo a través del cual se ensamblan los recuerdos de las personas con las marcas de memorialización que, en el seno de una comunidad educativa específica, visibilizan las heridas del pasado pero, también, las formas de procesamiento y reparación del dolor de una Argentina fisurada por el terrorismo estatal y la violencia política.

Así, los recuerdos de los entrevistados se complementan con fotografías tomadas a diferentes soportes materiales de la memoria que se encuentran en el Colegio Nacional, marcas que son consideradas una forma particular de documentación histórica, huellas y vestigios que sirven de apoyo al relato de los protagonistas y permiten comprender no sólo lo que se recuerda y cómo se recuerda, sino, además, el modo en que distintos sectores de la comunidad educativa se apropian del espacio escolar como sitio de memoria.

El trabajo resulta, entonces, una apuesta por el ensamblaje, también, de diferentes momentos; tiempos que adquieren sentido no tanto por perseguir una linealidad histórica, sino por figurarse como destellos a través del cual se iluminan, en la actualidad, las diferentes memorias escolares del pasado reciente.

En esta oportunidad, el texto retoma 6 testimonios de alumnos y alumnas que cursaron entre fines de los años sesenta y mediados de la década de 1970, referidos a las conmemoraciones que se dieron en torno a los 20 años del último Golpe de Estado cívico militar en nuestro país y, por otra parte, presenta algunas fotografías de las placas que se colocaron en la entrada de las aulas, en homenaje a las víctimas del terrorismo de Estado del Colegio Nacional a partir del año 2004.

Distinguimos, así, tres momentos de evocación recordatoria : el primero, ligado a los recuerdos de las jornadas impulsadas por un grupo que se llamó “Amigos con Memoria”, el segundo, una etapa de memorialización a cargo de las autoridades escolares y, por último, el momento actual desde donde se construyen nuevas significaciones del pasado, en y desde la escuela.

A los fines de organizar este artículo, en un primer apartado focalizamos en algunas nociones centrales relacionadas con los estudios de la memoria y una de sus formas particulares a través de las cuales puede expresarse, que consiste en lo que ha sido denominado memoria escolar (Escolano, 2018). En segundo lugar, se reconstruye la realización de las jornadas alusivas a los 20 años del Golpe de Estado a partir de algunos testimonios, a los fines de analizar los sentidos que tuvieron para ellos mismos; tercero, se retoma el significado que para algunos entrevistados adquirió la colocación de las placas recordatoriasy, por último, presentamos las conclusiones donde se ensayan algunas interpretaciones sobre el modo en que los jóvenes de hoy se apropian del pasado reciente y el aporte que puede realizar la investigación histórico educativa para aprehender las instituciones escolares como “lugares de memoria”.

Entre los pliegues del tiempo y las memorias

Imagen 1:Ciudad de La Plata Colegio Nacional “Rafael Hernández” (UNLP) (Archivo personal) 

Mayo de 2018. Desde el segundo piso del Colegio Nacional de la Universidad Nacional de La Plata se despliega un cartel que reza “Nunca más” y nos advierte sobre las concepciones sostenidas por A. Portelli: La memoria acontece en la contemporaneidad. Es más un espacio que un tiempo: todos los tiempos se recuerdan en el mismo momento. La memoria, expresa el autor, “instituye relaciones, sinapsis entre tiempos diferentes” (Portelli, 2016: 460).

En este trabajo adherimos al concepto que define la memoria como un modo a través de la cual las personas construyen un sentido del pasado y cómo se enlaza ese pasado con el presente en el acto de rememorar/olvidar. Es, expresa Jelin (2000), un acto subjetivo, siempre activo y construido socialmente. Por ello mismo, constituye una práctica social que requiere de los sujetos pero que de ningún modo permanece estática y es uniforme; cambia, se resignifica con el paso del tiempo y disputa los sentidos y los modos de recordar.

Este cartel de los jóvenes de ahora que evoca y reedita el pasado trágico de la Argentina reciente a travésde unas de sus figuras más emblemáticas, el Nunca más (Crenzel, 2008), convive con otros gestos recordatorios como placas, bustos, intervenciones e instalaciones artísticas que abren la posibilidad de visibilizar las señales del terrorismo de Estado en el Colegio Nacional, al tiempo que operan como lugares de “memorialización”, es decir, marcas cuya función es recordar, homenajear y mantener viva la memoria de las víctimas (Huyssen, 2002). Todos estos gestos se conjugan, yuxtaponen y conviven en un presente que se resignifica a los ojos de los contemporáneos. La escuela se convierte, así, en un territorio de memorias vivientes y un sitio para recordar.

Para nuestro trabajo, los estudios sobre memorias escolares pueden contribuir mejor a la comprensión de momentos y eventos recordatorios en y desde la escuela. Ramallo y Porta (2016) bordean los sentidos del concepto y sostienen que si bien no existe una definición única, podemos decir que se explica básicamente con dos sentidos diferentes. Por un lado, se entiende como una forma individual de reflexión sobre la propia experiencia escolar y, por otra parte, como la práctica de evocación y recreación individual, colectiva y/o pública de un pasado escolar común que busca la forma de indagar aspectos tales como las experiencias escolares vividas individualmente o bien, las prácticas educativas “reales” que se desarrollaron en el propio contexto escolar.

Entendemos que nuestra perspectiva navega en el filo de estas definiciones en tanto existe la intención de provocar el recuerdo del yo en y desde una institución particular pero también pretende amalgamar esas memorias del yo en el seno de una comunidad (emocional) específica y echar luz, a través de las narraciones y otros soportes materiales, sobre un pasado escolar común.

Por su parte, Agustín Escolano, que reconoce el gran aporte que realizó el “giro emocional” (affective turn) a los estudios sobre culturas escolares, sostiene que los narradores quedan emotivamente vinculados a los lugares donde se produce la escolarización y conforman la memoria biográfica de las personas (Escolano, 2018).

Sobre estos lugares, ligados a la memoria escolar, es que partimos para abordar el sentido de los seis testimonios que presentamos a continuación.

Las marcas de la memoria: los amigos recuerdan

A pocos metros del cartel que reza Nunca Más, en una de las galerías del Colegio, se encuentra una placa de granito, donde se materializa el recuerdo, con más de noventa nombres y apellidos de estudiantes, docentes y no docentes detenidos desaparecidos de esta institución educativa de la universidad platense .

Un entrevistado, decía:

Testimonio 1

Cuando vos entras, en el patio que está hacia la derecha, hay una placa con [los] nombres de gente que fueron ex-alumnos, docentes y no docentes del Nacional (…) ¿Quién desapareció? Y, creo que el más conocido es Claudio de Acha , que era compañero mío, en la “Noche de Los Lápices”. También desapareció del turno noche una chica que se llamaba de apellido Amuchástegui . ¿Quién más desapareció en ese momento? Bueno, hubo otros desaparecidos del Nacional

Imagen 2: olegio Nacional(Archivo personal, 2018). 

Además de los nombres y los apellidos mencionados, la placa lleva en la parte superior un fragmento del poeta Joaquín Areta, alumno del Colegio, detenido desaparecido por la última dictadura cívico militar y en el margen derecho las iniciales CNLP (Colegio Nacional La Plata)

“Mírame aquí estoy El mar, el fuego, El amor, la lealtad y la traición marcaron mis entrañas Mírame aquí estoy. Buscando el cielo Desde la noche oscura”

En la parte inferior de la placa puede leerse la siguiente leyenda:

Alumnos, ex alumnos, profesores y preceptores detenidos, desaparecidos, asesinados y muertos por la Triple A y la dictadura militar (1976-1983) Amigos con Memoria del Colegio Nacional. La Plata Septiembre de 1996

Quien fuera su compañera al momento de su desaparición y que también cursó sus estudios en el Colegio Nacional aunque no pudo terminarlos allí, expresó:

Testimonio 2

El que eligió ese poema fue “el Babi” Albamonte . El Babi no está desaparecido, murió después. Fueron compañeros de promoción de Joaquín, pero empieza a militar, después, en la JUP

Según algunos testimonios, el Colegio Nacional fue la primera institución educativa del nivel medio de la UNLP que realizó un acto conmemorativo que duró tres días, entre el 11 y el 13 de septiembre de 1996. La organización de las jornadas llevó, según recuerdan, aproximadamente un año y estuvo a cargo de un grupo que se llamó a sí mismo “Amigos con Memoria”. Ese nombre tenía que ver, precisamente, con quiénes eran los organizadores o los “emprendedores de memoria”. Según Jelin (2018), estas personas resultan generadores de proyectos memoriales, de ideas y expresiones que entran en la esfera pública, a menudo en lucha con otras interpretaciones, otros sentidos del pasado y otras iniciativas recordatorias. Como expresó una de las organizadoras de las Jornadas en la entrevista,

Testimonio 3

Hasta ahora habían hablado las víctimas, los familiares. [Ahora] éramos nosotros, los amigos, los contemporáneos

El contexto se volvía especialmente particular para la conmemoración, en términos de la carga simbólica que significaban los 20 años del golpe pero, además, a partir de una serie de acontecimientos que, a contrapelo de la historia, parecían imponerse en una Argentina que pretendía elevar un “muro de impunidad” (Béjar, Amieva, 2009)

Como señalan las autoras, se produjo una serie de acontecimientos relevantes entre los cuales mencionan el rol crucial que ocupó la CIDH en la revisión de las leyes de Obediencia Debida, Punto Final y los indultos decretados entre 1989 y 1990 y la aparición de El vuelo, donde se daba a conocer la confesión sobre los vuelos de la muerte a cargo de las FFAA . Estos hechos fueron señeros en el recuerdo de los entrevistados a la hora de evocar las jornadas de memoria en el Colegio.

Por otra parte, también fue relevante la aparición de la agrupación H.I.J.O.S en el ámbito de la Universidad platense a mediados de los años noventa. Su presencia fue fundamental en las conmemoraciones y memoriales que comenzaron a construirse en diferentes sedes académicas de la UNLP a partir del año 1994 (Cueto Rúa, 2009). Desde entonces, esta casa de estudios promovióla creación de lugares de conmemoración y recuerdo de aquellos que, en muchos casos, comenzaron su carrera de militancia dentro de las instituciones educativas de la universidad local (Capasso y Jean Jean, 2012).

Imagen 3: Fuente: Diario El Día, 10 de septiembre de 199616. 

Imagen 4: Fuente: Diario El Día, 14 de septiembre de 199617. 

Determinadas fechas y aniversarios resultan coyunturas potentes para activar la memoria. La materialización del recuerdo en determinados sitios o lugares actúa como vehículo de la misma; sin embargo, en la medida que existen diferentes interpretaciones sobre el pasado, vale preguntarse “¿quién quiere recordar qué?” Y, como escribe E. Jelin: “Pocas veces hay consenso social sobre eso” (Jelin, 2000)

Precisamente, la organización de las jornadas y el homenaje a las víctimas del terrorismo de Estado del Colegio estuvieron atravesadas por una de las grandes discusiones no saldadas en aquella época, a pesar de la aparente coyuntura propicia en la que se insertaban. El gran eje de debate giraba en torno a la explicitación o invisibilización de la “militancia setentista” de los desaparecidos, sobre todo la de aquellos y aquellas que habían pertenecido a las organizaciones armadas (Pittaluga,2007).

A propósito, una de las personas entrevistadas remarcó este punto recordando que, en una reunión realizada en el Colegio para organizar las jornadas, sostuvola moción de explicitar la militancia política de los desaparecidos. En la conversación que mantuvimos expresó algo así como: “si quieren decir que se lo llevaron por ir a alfabetizar a las villas, que lo digan, pero a [mí amigo] se lo llevaron por ser parte del Ejército de la Organización político militar de Montoneros” .

Esa discusión que se daba en el Colegio no era ajena, ni lo sigue siendo, al modo a través del cual la sociedad argentina tramitó o pudo tramitar el pasado reciente. No es propósito de este artículo detenerse en una genealogía de este proceso pero sí desandar algunas de sus aristas centrales. Persiguiendo las ideas de R. Pittaluga, durante la transición democrática (1984-1994) la denominada “teoría de los dos demonios”, en una coyuntura política que se presentaba como refundacional y en construcción, “no podía, según estas perspectivas, encontrar en el pasado reciente más que su negación radical” (Pittaluga, 2007, p. 128). Asimismo, el proceso judicial a las Juntas Militares (1985), que “implicaba por un lado una dimensión reparadora, exigió, por otro, un tipo de testimonio en el que prevalecía el carácter de las víctimas de los testigos, colocando su pasada militancia política y social en una zona de invisibilidad” (Pittaluga, 2007, p. 128).

A pesar de que en la década siguiente el “giro subjetivo” (Sarlo, 2005) y la emergencia de una abundante literatura testimonial, la proliferación de estudios más ligados al campo político y social, la capacidad simbólica de la coyuntura de los 20 años del Golpe para habilitar la emergencia de múltiples debates y foros, la aparición de algunas voces que comenzaban a pensar el tema de las responsabilidades (Calveiro, 2005; Vezzetti 2002), entre otras cuestiones, no implicaron necesariamente que la sociedad en su conjunto examinara críticamente el pasado reciente (Pittaluga, 2007). La herencia de las narrativas que se movían entre los discursos demonizadores o victimizantes, elaboradas según el autor entre los años 1984 y 1994, tuvieron un peso gravitante en la sociedad argentina. Esta visión hegemónica prevaleció en la organización de las jornadas y la colocación de la placa recordatoria.

Varios entrevistados, cercanos afectivamente a los detenidos desaparecidos, señalaron que algunos familiares se resistieron a reconocer la militancia política de sus hijos, mientras que otros afectados directos por el terrorismo de estado se negaron a que fueran homenajeados en dicha estela, basándose en la premisa “Aparición con vida”, que orientó la lucha de algunos organismos de derechos humanos entre finales de la última dictadura y la transición democrática.

Si bien la mayoría de los testimonios tomados por la autora de este texto estaban de acuerdo con la explicitación de la adhesión a las organizaciones políticas u organizaciones militares, finalmente prevaleció la postura del silencio, pero no la del olvido. Olvido, en el sentido de una dinámica de memoria que lucha para recrear el pasado a través de operaciones de evocación, reconocimiento y rememoración.

Así lo recordaban dos mujeres entrevistadas que participaron en la organización de las jornadas, muy allegadas a algunos de los detenidos desaparecidos del Colegio:

Testimonio 4 - [La crítica era al paradigma de los años ochenta] Que todos eran ángeles...que iban a las villas a enseñar... Testimonio 3 - …Era una discusión que ya teníamos saldada ¿no? Porque nosotros, cuando en el ´96 hicimos el homenaje a los compañeros desaparecidos, a “los amigos con memoria”, como lo llamamos, tuvimos muchas discusiones sobre si hablábamos de la militancia o no. En ese momento, en el año 1996, todavía había muchísima gente que se negaba a hablar de dónde militaba cada desaparecido y todos nosotros…

Testimonio 4 - No todos. Nosotros, sí.

Testimonio 3- Nosotros éramos los que decíamos que había que hablar de la militancia. ¡Porque ya habían pasado 20 años! [Hasta entonces] no hablar de la militancia había sido para proteger vidas (…) Porque, además, era un discurso de las familias, de los padres, que siempre habían estado en contra de la militancia de sus hijos. Pero nosotros, que éramos los contemporáneos, que habíamos militado con ellos...Finalmente, habían muerto en su ley. Era una forma de reconocer la militancia.

Testimonio 4- De respetar, también.

Testimonio 3- De respetar las decisiones. La cosa es que lo resolvimos, porque no llegamos a un acuerdo. El acto duró tres días; decidimos poner unas cartulinas con marcadores, abajo de cada una de las fotos de los compañeros. Entonces, llegaron los hijos y pusieron: “ERP”; llegó otro y puso “…nos vimos en Viejobueno en aquella tarde en que te quedaste…” Bueno, y ahí entonces, la gente empezó a poner las militancias, porque nosotros no las pusimos, porque no ganó nuestra postura, pero invitamos a que cada uno pusiera lo que quisiera.

La memoria y los “lugares de memoria” son resultado de las luchas por darle sentido al pasado, por recordarlo de un modo y no de otro. Esto es reflejado por los testimonios anteriores que vislumbran las tensiones que se produjeron a la hora de explicitar o no la militancia y los modos de procesarla socialmente, en el contexto de la década de 1990.

Asimismo, un “lugar de memoria” también funciona como un sitio ligado a la transmisión, una herencia que se lega a las generaciones venideras (Legarralde, 2017). En el relato de otra entrevistada, las jornadas cobraban sentido en términos de la posibilidad que abría para el reencuentro de los familiares y los amigos pero, además, como lugar de homenaje, duelo y rememoración. Allí donde la memoria se reúne con el duelo, la conmemoración también puede servir como un elemento importante de transmisión.

Testimonio 6

El encuentro más masivofue el de los 20 años del Golpe. Un acto en el patio del Colegio. El único orador fue [J.P.], que era un tipo súper respetado, y después se abrió como una especie de asamblea pública. Fue una especie de catarsis colectiva. Estaban los hijos nuestros, los hijos de otros compañeros nuestros, desaparecidos del Nacional. Tenían 18 años, viste (…)Fue muy fuerte ese acto porque ellos, ahí, se vincularon con los amigos de sus padres. Muy fuerte (...) Por supuesto que este tema está siempre presente, hasta hoy cuando nos encontramos, pero de modo distinto (...) Haber podido hacer ese acto en el Colegio a los 20 años del Golpe, que además se dio con la aparición de H.I.J.O.S, cuando los hijos tenían 18 años, que aparecieron…En ese acto estaban muchos de nuestros hijos, y bueno, fue como muy fuerte, muy necesario. Y ahí lloramos todo lo que había que llorar (…) El duelo, lo hicimos ahí

La colocación de la placa de granito con el nombre los desaparecidos del Colegio, en tanto marca de memorialización, para esta mujer ofrecía la posibilidad de localización del ser amado y un lugar donde poder homenajearlo. Este acto de localización es un trabajo que forma parte del duelo, entendido no como pérdida, sino como reencuentro (Nasio, 1999).

A la primera etapa de marcación de lugares para recordar, le siguió un segundo período, promovido y gestionado por las autoridades del Colegio.

Nombrar las aulas: un lugar para el duelo y el reencuentro

El Colegio Nacional desborda, podríamos decir, en términos de marcas de memoria del pasado reciente. Desde la presencia de baldosas de las Madres de Plaza de Mayo hastauna placa que recuerda a los ex alumnos combatientes en Malvinas y murales e intervenciones artísticas relativas a la denominada Noche de los Lápices , entre otras.

Desde el año 2004, las autoridades impulsaron una política de memorialización que consistió en colocar placas de bronce en la entrada de las aulas, con los nombres de algunas de las víctimas del terrorismo de Estado de esta comunidad educativa .

Además del nombre y el apellido, se menciona la fecha de la detención/desaparición a través de la leyenda: “Víctima del Terrorismo de Estado” y el año que se colocó la placa. Las militancias siguieron, entonces, sin nombrarse en esta nueva etapa de memorialización.

Imagen 5: Colegio Nacional (Archivo personal, 2018). Deja leer: Ricardo Cesar Poce. Víctima del Terrorismo de Estado. 09-12-197825. Julio Gerardo Poce. Víctima del Terrorismo de Estado. 19-10-197626. La Plata, 21-03-2006. 

Testimonio 6

Otro momento importante, cuando Gustavo Oliva fue director del Colegio. Se les pusieron los nombres a las aulas del Colegio. La de Ricardo y Julio, la de Graciela que era la compañera de Julio, la de Joaquín. Esos nombres de las aulas, para mí, fueron muy importantes. Por el hecho de que nosotros no tenemos un lugar, no hubo un duelo, ni hubo un cuerpo. No hubo nada. Entonces, que estén esos nombres, a mí me generó como una especie de tranquilidad, que quedaban en algún lado. Serenidad. De saber que los chicos, de los nombres de nuestros amigos desaparecidos, esos nombres iban a quedar siempre ahí, en las aulas del Colegio. Eso fue algo que en lo personal, en mi caso, fue como tranquilizador (…)

Este testimonio nos permite comprender de qué modo el duelo se define como la respuesta afectiva a la pérdida de una persona amada, quesiempre requiere algún tipo de reconocimiento. El duelo es un trabajo que implica un tiempo propio y que depende fundamentalmente de la experiencia de amor que cada sujeto ha tenido con el sujeto perdido (Nasío, 1985). Sin embargo, frente al dolor de la ausencia, se vuelve persistente la necesidad de ritos familiares y colectivos para recordar, que a su vez generan posibilidades de reparacióny reestructuración de la comunidad que lo ha padecido (Morandi, 2018).

4. Reflexiones finales: Hacia una transmisión de las memorias obturadas

Julio de 2019. Comenzaré las conclusiones de este trabajo con una nota a título personal. En búsqueda de algunos datos, caminaba por los pasillos de este Colegio, como tantas otras veces . De repente, algo me llamó la atención, que no estaba en mi último recorrido por la escuela en noviembre de 2018.

A diferencia del año anterior, lo que noté hace pocos días es que debajo de algunas placas de bronce, un pequeño texto, escrito en computadora y pegado precariamente con cinta scotch, expresa una reducida biografía donde se señalan las filiaciones político partidaria de los detenidos desaparecidos y otras anotaciones de orden personal. El silencio se desvaneció más de treinta años después y se llenó de palabras. De esas que no se pudieron pronunciar en las diferentes etapas de memorialización.

Ejemplo:

Imagen 6: Archivo personal, julio de 2019  

Esta relación y resignificación que hacen las nuevas generaciones del pasado reciente ha sido ya estudiada por especialistas en el tema y resultan fundamentales para que, en y desde la escuela,la transmisión de esahistoria no se convierta en una simple repetición de proclamas vacías (Legarralde, 2017; Raggio, 2017; Meschiany, 2013; De Amézola, 2003; Dussel, 2001). Para que estos gestos recordatorios no se conviertan en “memoria congelada”, hace falta un trabajo activo y sostenido de la institución para que las generaciones más jóvenes se sientan interpeladas por las marcas y las huellas de la memoria.

De este modo, las instituciones escolares también pueden convertirse en lugares donde se localizan las memorias dolorosas del pasado pero emergen, también, como lugares de encuentro y rememoración, donde el duelo individual se procesa de manera colectiva; se circunscribe a su espacio de pertenencia y adquiere nuevos sentidos en el presente. Por este motivo, decimos que la escuela adquiere una función testimonial, brinda la posibilidad de homenaje y reparación a las víctimas, así también como “lugar de memoria” para la transmisión a las nuevas generaciones. Una transmisión que no puede ser lineal ni literal sino que debe abrir el espacio para que en esa brecha, los jóvenes le otorguen su propio significado. Solo así, los estudios sobre las memorias escolares pueden ofrecer una posibilidad para que las instituciones escolares también se conviertan en lugares de enseñanza y aprendizaje del pasado reciente.

A través de estas páginas he procurado construir un mosaico de memorias escolares ensambladas con marcas de memoria a la vez que un acople de tiempos para recordar. Recuerdos de los sujetos que reelaboran una narrativa siempre en movimiento, y otros que “están allí”, a través de una marca, inmóvil en la pared, pero que movilizan y visibilizan la presencia de lo ausente en un eterno ahora. Como un espejo, la imagen que refracta al/los que recuerda/n se observa/n en la figura de lo recordado. En este sentido es que las imágenes desempeñan un importante papel en la producción de memorias (Felds y Stites Mor, 2009).

Tal como se señalaba al inicio, los tres epígrafes que prologan este artículo vertebran el esqueleto de las líneas que articulan y sostienen el trabajo, menos como ideas definitivas, sí, en cambio, como modos posibles de aproximarnos, sondear, las formas en que el Colegio Nacional de la UNLP pero también la sociedad en general pudo procesar, tramitar, las memorias del pasado reciente de nuestro país.

Referencias bibliográficas

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Recibido: 23 de Agosto de 2019; Aprobado: 09 de Julio de 2020

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