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CELEHIS (Mar del Plata)

On-line version ISSN 2313-9463

CELEHIS  no.30 Mar del Plata Dec. 2015

 

MISCELÁNEA

El pozo de Juan Carlos Onetti o la configuración de la identidad masculina a través de representaciones utópicas compensatorias ante una realidad degradada

 

Jessenia Chamorro Salas*

Universidad de Santiago de Chile

* Estudiante de Magíster en Literatura Latinoamericana y Chilena (Universidad de Santiago de Chile), Licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas (Universidad de Chile), Profesora de Lenguaje y Comunicación (Pontificia Universidad Católica de Chile). 


Resumen

La obra El pozo del escritor uruguayo perteneciente al Boom literario de la segunda mitad del siglo XX, Juan Carlos Onetti, publicada en 1939, es una novela fundamental para entender la visión de mundo latinoamericana y la representación de este mundo que se realiza en la narrativa de nuestro continente. A partir de esto es que se pretende analizar la configuración de la identidad masculina y la representación que ésta realiza de la cosmovisión que rige el paradigma narrativo, a través de parámetros utópicos y distópicos, que compensan la realidad degradada que vive el personaje principal: Eladio Linacero.

Palabras clave Identidad masculina- utopía- distopía- compensación- realidad degradada

Juan Carlos Onetti's El pozo, or the Configuratio of Male Identity in Utopian Representations against a Degraded Reality

Abstract

The work El Pozo of belonging to the literary boom of the late twentieth century Uruguayan writer Juan Carlos Onetti, published in 1939, is a key to understanding the world view of Latin American novel and the representation of this world that takes place in the narrative of our continent. From this it is to be analyzed configuration of male identity and representation that they make of the worldview that governs the narrative paradigm, through utopian and dystopian parameters which compensate the degraded reality of the main character: Eladio Linacero.

Keywords Male identity- utopia- dystopia- compensation- actually degraded


 

El presente artículo tiene como objetivo analizar una de las obras más importantes del escritor uruguayo perteneciente al llamado "Boom" literario de la segunda mitad del siglo XX acaecido en Latinoamérica, Juan Carlos Onetti: la novela El pozo, publicada en Montevideo en 1939, con el fin de profundizar en torno al personaje principal de ésta, Eladio Linacero. Esta obra puede ser leída y analizada desde la perspectiva existencialista, desde la crítica a la modernidad, desde el mundo onírico que proyecta, desde el simulacro, desde el proceso escritural que se evidencia en el personaje principal, entre otras muchas lecturas. Sin embargo, la luz que es de mi interés encender se enfoca especialmente en el personaje principal, en su configuración identitaria dentro de la obra, y nace a partir de las siguientes preguntas, cuyas respuestas generarán la hipótesis de trabajo: ¿Cuál es la identidad de Eladio Linacero? ¿Qué representa dicha identidad? ¿Cómo se relaciona ésta con las fantasías que él imagina?

Como hipótesis central que guiará el posterior análisis tenemos el hecho de que el personaje Eladio Linacero se encuentra en un período de crisis (tras llegar a los 40 años de vida) e intenta reivindicarse frente a la derrota existencial que vive, por medio de la escritura de sus memorias; éstas esencialmente son representaciones y/o fantasías imaginadas y soñadas por él, las cuales, por una parte, responden a lógicas propias de la masculinidad hegemónica (predominante en el consciente y subconsciente del personaje); por otra, van a configurar y construir su identidad (reivindicativa, catártica, compensatoria, evasiva); y por último, corresponden a no-lugares (utopías) que pese a todo, no modifican el estado decadente y degradado del topos en que se encuentra el personaje en su vida concreta.

 

Conceptualización en torno a la Identidad y masculinidad

a)      Identidad:

En el presente acápite intentaré abordar y brindar algunas líneas acerca de la problemática de la identidad y específicamente de la identidad masculina, con el objetivo de poder comprender y analizar la identidad del personaje Eladio Linacero y su representación.

Las ideas sobre la identidad se fundan, en primera instancia, desde la filosofía de la existencia. Y son los filósofos Karl Jaspers y Otto Bollnow quienes desarrollaron toda una investigación en torno al tema de la existencia del ser-humano. A continuación entregaré líneas acerca de sus planteamientos centrales.

La hipótesis central en Jaspers se desprende del siguiente comentario extraído de la contraportada de su libro: "El hombre nace como tal cuando toma conciencia de sí mismo, es decir, cuando filosofa. Criatura, por lo tanto, cuya historia esencial, a las veces dichosa y acongojada, desemboca en la crisis de nuestros días y a la cual le es necesario encontrar el camino que la limpie y la salve". Esto quiere decir que el Hombre no nace cuando su madre le da a luz, sino cuando este Hombre logra ser consciente tanto de sí mismo como del mundo que lo rodea, y esta toma de conciencia sólo se lleva a cabo cuando el Hombre entra en un período de crisis, la cual sólo puede superar siendo consciente de su propia existencia, así como de las demás; esto es, según Jaspers, filosofar (100). La existencia, para este intelectual, se origina en la conciencia que se tiene de la realidad en la que se existe, y esta conciencia brota en el momento en que la realidad del mundo que rodea al Hombre, fracasa, y él debe enfrentar esta situación autoafirmando su existencia. Señala además que la autoafirmación de la existencia está ligada a la historia, pues gracias a ella, lo que nos pasa al presente lo comprendemos mejor, y podemos realizar esa toma de conciencia. Según Jaspers la verdadera existencia del ser-humano radica en el sentido que ésta posea, y en la conciencia que de ello, a su vez, tenga el Hombre. Es, por tanto, en el momento de crisis en que el Hombre se cuestiona acerca de su existencia, y por extensión, acerca de la existencia del mundo que lo rodea, como afirma Jaspers: "El hombre devorado por el mundo y sus impulsos, de repente despierta y se pregunta ¿Quién soy? Ese olvido de sí mismo resulta fomentado por el mundo técnico" (100). Hacerse esta pregunta es clave para la autoafirmación de la existencia y la toma de conciencia respecto a qué es ser un ser-humano.

Por su parte, el filósofo Otto F. Bollnow realiza su investigación tomando en cuenta los postulados tanto de Jaspers como de Heidegger. Una de las características esenciales del ser-humano, señala, es la relación que puede establecer consigo mismo, y de esta relación mana su verdadera existencia, sin embargo "toda relación consigo mismo supone siempre una relación con los otros" (45), porque el Yo no existe aislado, sino que siempre en relación continua con los otros, agregando que el Hombre es un "ser-en-el-mundo" (54), idea tomada de Heidegger. Ser-en-el-mundo implica ser-con-los-otros, cohabitar el mundo (58) y coexistir con ellos, lo cual involucra una serie de estímulos y obstáculos, como sostiene Bollnow, para la existencia misma del individuo (65).

Como mencioné anteriormente, Jaspers sostiene que la autoafirmación y la toma de conciencia (en sentido existencial) respecto de la propia existencia del yo sólo se logran cuando el Hombre entra en período de crisis. Pues bien, Bollnow profundiza esta hipótesis señalando que son los estados de angustia, desesperación y melancolía (87), los que incitan y provocan en el ser-humano la crisis existencial que le hará cuestionarse su propia existencia y con ello descubrir su yo desmitificado, descubrirse como individuo.

En síntesis, la individuación de la existencia del yo, siguiendo los planteamientos fundamentales que tanto Jaspers como Bollnow tienen al respecto, es un proceso en el cual el ser-humano se convierte en individuo, al reflexionar en torno al sentido de su propia existencia, y de su existencia en relación con el mundo a su alrededor. En este proceso, además, el ser-humano toma conciencia y autoafirma su existencia, en relación a sí mismo, y a los otros. Es el proceso en el que el yo se asume y reflexiona como tal. Proceso que vive Eladio Linacero en El pozo, ya que él, al escribir sus memorias, reflexiona sobre su propia existencia, sobre su identidad, su relación con los otros y consigo mismo y, de esta manera se configura, tal como observaremos en el posterior análisis.

 

b)      Relato del yo como configurador de la identidad:

 

Ahora bien, en su estudio Irene Klein aborda el tema de la ficción de la memoria y, como tema subsidiario, el de la identidad del yo, en íntima relación con aquél. Klein aborda esta problemática a partir de la hipótesis de que el relato del yo es una reinvención que el yo realiza de sí mismo, en donde se reconfigura como individuo, y configura su identidad, en palabras de la intelectual: "[...] el sujeto narrador de historias de vida [.] se construye en tanto otro o yo refigurado, como personaje [.] La narración de vida comparte con el relato de ficción la posibilidad de la reinvención del sujeto, esto es de irrumpir el límite -existencial- que lo define" (3). El Yo, al narrar su vida, se auto-representa; siguiendo a Klein, puedo decir que el sujeto suele conocerse a sí mismo a través de los relatos que los demás cuentan sobre él, pero es a través de la invención de su propio relato de vida en que este sujeto puede, al concebirse como personaje, configurarse y reinventarse a sí mismo como un otro. Debido a esto,  Klein afirma que el sujeto es lector y escritor de sí mismo (5), pues al construir un relato en que él es personaje, lo que hace es mirarse a sí mismo, leerse, y reinventándose luego, re-escribiendo su historia, re-escribiéndose a sí mismo. Es esto precisamente lo que ocurre con Eladio Linacero, quien al escribir sus memorias realiza una reconfiguración ficcional de su propia identidad, tal como veremos en el análisis. El relato del yo se convierte, por lo tanto, en la "configuración a través de la que constituimos nuestra identidad narrativa" (6). Esto es aplicable tanto a los individuos reales y concretos, como también a los yo ficticios, como son los personajes literarios, quienes al narrar "su vida" o contar "sus memorias", se configuran a sí mismos imitando la forma en que lo hacen las personas reales. Y cuando el yo se narra como un otro, es decir, como si fuera un personaje, lo que hace ese yo es preguntarse y escudriñar acerca de sí mismo, preguntándose por una parte "¿Qué soy?", y por otra "¿Quién soy?", cuyas respuestas implican la configuración de la identidad del individuo. Tal como lo hace Eladio Linacero, quien necesariamente al escribir sus memorias, y ya que las escribe, comienza un proceso reflexivo y autorreflexivo en donde trata de responder aquellos interrogantes, reconfigurándose a sí mismo, aunque eso, tal como se ve en las últimas líneas de la novela, no tenga el poder de modificar su realidad completamente.

 

c)      Masculinidad:

 

Ahora abordaremos sucintamente el tema de la identidad masculina, para poder entender a fondo al personaje Eladio Linacero. El escritor chileno Darío Oses, en Los alardes de la virilidad, aborda esta temática, sosteniendo que los hombres en general han mantenido sus cofradías de "machos" para jactarse de su pretendido dominio sobre las mujeres, pero, como el mismo Oses dice, en los tiempos actuales los hombres ya no son "machos donjuanescos", sino "machos tristes", a quienes ya no le sirven sus alardes, pues se les  han agotado, y además, han comenzado a sentir la ausencia y la necesidad de la mujer (Oses en Montesinos et al. 30).

Cabe preguntarse entonces qué es lo masculino y cómo se configura la identidad masculina que genera estos cánones a seguir. Pues bien, en relación con esto Luis Bonino señala lo siguiente:

 

El término masculinidad es de significado diverso, y alude tanto al significado "correcto" de ser hombre como a diferencias con la feminidad. Al menos desde la perspectiva de los estudios de género, no queda duda de que es una categoría social, una organización más o menos coherente de significados y normas que sintetiza una serie de discursos sociales que pretenden definir el término masculino del género. Es un producto del doble paradigma histórico pero naturalizado de la superioridad masculina y de la heterosexualidad. Si bien, como comentamos antes, algunas voces sociales hablan de la existencia de diferentes versiones de esta masculinidad, desde el punto de vista del sujeto individual todavía hay sólo una que domina el universo de las definiciones sobre el ser hombre y el camino de la construcción de la identidad masculina: la MH (masculinidad hegemónica), que está en lo más alto -por su valoración social- en la jerarquía de masculinidades posibles, siendo por ello la representación social dominante de lo masculino, la única aun legitimada socialmente y que deja fuera de juego de la construcción subjetiva a las otras. (9)

 

En esta cita se puede observar cómo la masculinidad es un constructo cultural, social e histórico, que además determina la configuración identitaria. Agrega Bonino al respecto:

 

El poder configurador de la masculinidad hegemónica se hace evidente en la vida de los hombres contemporáneos no tanto en su discurso, sino en sus prácticas; no tanto en sus comportamientos aislados sino en su posición existencial, modo de estar e incapacidad para el cambio en lo cotidiano; no tanto en sus momentos estables, sino en las situaciones críticas; en su identidad representacional (imagen de sí) pero especialmente en la funcional (lo que hacen). Evidente también en su relación doméstica con las mujeres y en las señas de identidad de los movimientos de hombres más convocantes. (9)

 

Esto se ve reflejado en el personaje Eladio Linacero, quien vive una crisis e intenta salir de ella reivindicando su condición masculina para salir del estado de derrota existencial en que se encuentra. Esta reivindicación la realiza por medio de fantasías utópicas que responden a lógicas propias de la masculinidad hegemónica. Señala Bonino en relación a estas lógicas: "Es una estructura simbólica -arbitraria-, compuesta por un conjunto de mitos, creencias y significados sobre el ser hombre, que nos indica cómo tiene que ser un hombre 'auténtico'" (10). Esta estructura simbólica contribuye en la configuración de la identidad del personaje Eladio Linacero, como veremos a continuación.

Para comenzar nuestro análisis, presentaremos una pequeña síntesis acerca del argumento de la obra: Eladio Linacero, al llegar a su madurez (los cuarenta años), entra en una profunda crisis existencial, de la cual es consciente; como forma de evasión y compensación ante su sórdida y degradada realidad, comienza a escribir sus memorias. Eladio dice: "Esto que escribo son mis memorias. Porque un hombre debe escribir la historia de su vida al llegar a los cuarenta años. Sobre todo si le ocurrieron cosas interesantes" (Onetti: 10). Eladio Linacero va mezclando sus sueños y los recuerdos de sus vivencias en su narración, apareciendo diversos personajes a los que va haciendo alusión, como por ejemplo su ex esposa Cecilia, la prostituta sin nombre y Ester, su compañero de cuarto Lázaro, Cordes el poeta, y sobre todo, Ana María, la joven de quien él abusó, y quien vuelve a su memoria constantemente, transfigurada en la más importante de las fantasías que Eladio imagina, la cabaña de troncos.

 El académico Cristián Cisternas dice en su artículo respecto a esta fantasía que: "La escena de la cabaña es el entramado básico sobre el cual Linacero proyecta su necesidad vital de evasión y compensación. Lo inefable que Eladio siente al imaginar su aventura es uno de los límites de su escritura" (30). Además, señala Cisternas que gracias a su imaginación Eladio Linacero escribió sus fantasías, las cuales se transformaron a lo largo del relato en una forma catártica y compensadora ante la degradada realidad que vive en el presente, y la sordidez de su actuar en el pasado. Sus fantasías, y en especial la de la cabaña de troncos, vendrían a ser proyecciones del anhelo frustrado de responder a cánones masculino-hegemónicos. Es, asimismo, consciente de su situación, es lúcido, y esa lucidez lo lleva a escribir, tal como indica Cisternas a continuación:

 

Su ideología es sutil, simple y concisa; Eladio Linacero escribió unas limitadas cuartillas y no imaginó más, o tal vez imaginó muchas cosas desde entonces, pero no se le dio en gana escribirlas: Catarsis individual, intransferible, que no se presta a espectáculo. El pórtico narrativo lo constituye la instauración de un espacio ficcional motivante: La cabaña de troncos, locus de la escritura y de la imaginación. (31)

 

Como bien señala el crítico, es a partir de la cabaña de troncos donde las fantasías de Eladio comienzan a nacer. Las fantasías y la realidad aparecen en la obra en un mismo plano, esto quiere decir que hay una equivalencia entre los mundos representados; por tanto, su historia entendida como pasado, y sus fantasías entendidas como proyecciones utópicas, configuran un mismo entramado narrativo que dota de sentido su proceso escritural, con ello, su existencia. Eladio se ha creado un mundo de sueño y ensueño, de utopías, es decir, de no-lugares, los cuales habita para compensar la repugnancia del mundo en que vive, su mundo que, aunque distópico, es el real y concreto.

 En los "mundos posibles" que él imagina -en otras palabras, en sus fantasías utópicas-, Eladio se vuelve otro, es protagonista de diversas aventuras que le permiten evadirse de su realidad, siendo consciente de ella. Linacero dijo en un comienzo de su relato que narraría acerca de episodios de su vida "Porque un hombre debe escribir la historia de su vida"; no obstante, no narra fundamentalmente su vida, sino sus fantasías, lo que él quisiera vivir, la proyección de sí mismo en su imaginación. ¿Para qué lo hace? La hipótesis del presente artículo señala que lo hace para configurar su identidad, para construir su propio yo, a partir de la narración ficcional de sí mismo, tal como diría Irene Klein, apropiándose a su vez de referentes masculinos hegemónicos, con el fin de posicionar sus fantasías dentro de la realidad concreta en que vive. A la vez, sus representaciones ficticias vienen a ser no-lugares (utopías) dentro del lugar (topos) en donde aquéllas ya no caben y han dejado de ser significativas y constituyentes de la identidad, ya que han sido derrotadas frente a la realidad. Se presenta en este sentido, una oscilación dentro de la obra entre los lugares y no-lugares en relación con la dicotomía fantasía/realidad.

 En su vida real, Linacero trata de despojarse de cualquier motivación racional, por ejemplo, se ha propuesto estar con una prostituta gratis: ¿Por qué?, ¿cuál es su motivación?, lo irracional, en este caso, ir contra el capitalismo en la relación compra-venta-dinero: "Desde entonces me propuse tenerla gratis " (26), dice Eladio con respecto a Ester; cuando ella por fin, después de muchas insistencias, aceptó que no le pagara, Eladio perdió el interés por estar con ella. Pese a eso, de todas formas estuvo: "Ya no tenía ningún interés. Pero no había otro remedio, y salimos" (28).

El personaje de Eladio Linacero representa, por una parte, la figura del fracasado, por otra, es incapaz de sociabilizar y, además, es nihilista; no obstante es un personaje que tiene una esperanza idealista, busca la "belleza" (y en este sentido también, una "utopía"), a pesar de ser un hombre degradado, aún cree que en algún lugar puede haber belleza, y es esta esperanza también una fuerza que motiva tanto sus fantasías, como algunas de sus experiencias de vida, por ejemplo cuando lleva a su entonces esposa Cecilia a una calle y la hace ir y venir por un puente en la madrugada vestida con un viejo vestido. Para ella fue aquel suceso el detonante de la petición de divorcio, pues le pareció un acto ilógico; para Linacero, en cambio, fue un acto en que quería revivir el recuerdo de la belleza juvenil de Cecilia, del mar y de aquella precisa noche de noviazgo: "Había una esperanza de tender redes y atrapar el pasado y a la Ceci de entonces... Pero allá arriba, su paso era distinto. No había nada que hacer" (31). Esta búsqueda de la belleza también se manifiesta en el encuentro de Linacero con Cordes, en donde sucede la epifanía estética del Pescadito Rojo, poema que Eladio logra sentir y ver interiormente, lo cual demuestra su sensibilidad pese a su nihilismo y escepticismo. La virtud del poema tiene una función semejante a la de sus fantasías, pues le permite a Eladio ingresar a un mundo perfecto, (y por extensión, utópico) y salir del suyo (distópico): "Todo lo que pueda decir es pobre y miserable comparado con lo que dijo él aquella noche. Me bastaba oírlo para continuar vibrando con la historia del pescadito rojo" (41).

En sus fantasías, como ya dijimos, Eladio se vuelve Otro, se metamorfosea, realiza un "querer ser" imposibilitado y frustrado en el mundo real. Éste implica la configuración de su identidad asentada en lógicas masculino-hegemónicas, las cuales están representadas, por ejemplo, cuando imagina historias de cowboys, en donde él es el protagonista, y se relaciona con otros sujetos semejantes a él. En este sentido cabe destacar que sus aventuras representan típicas fantasías masculinas, como por ejemplo la aventura de Alaska (17), en donde Eladio va a una taberna a jugar póker con un grupo de amigos. Este tipo de aventura, tal como la de Klondike y Suiza, patentizan el estereotipo masculino de gallardía, virilidad y poder que Eladio desea encarnar, son fantasías que representan el anhelo de poder que en la realidad Eladio no posee; por eso, en sus aventuras, reconfigura su identidad, convirtiéndose en un hombre que está en armonía con su medio y con su espacio, es decir, busca un equilibro entre la utopía y distopía: "Diez años en Alaska me dan derecho a no equivocarme" (17), dice Eladio refiriéndose a la seguridad personal que le otorgan sus fantasías. A diferencia de su realidad, en donde está en permanente conflicto, tanto con lo que lo rodea (la situación escritural de la cual él es consciente, y que le produce gran asco), como del pasado miserable que quiere compensar por medio de las representaciones de otra realidad, una realidad de sueño y ensueño (alternativa), que subvierte los referentes de la realidad para crear otra, como medio de evasión compensativa de su propia realidad, y sobre todo, de la propia identidad degradada.

Es aquí donde resulta de vital importancia que reflexionemos acerca de la significación de la fantasía de la cabaña de troncos, fantasía que contiene el clímax de su afán evasivo y compensador, además de responder a una utopía masculino-hegemónica clave: poseer a una mujer sin que oponga resistencia y objeción alguna. En ésta, una  muchacha desnuda se tiende sobre un montón de hojas secas, ofreciéndose a Eladio: "Ella es quien abre la puerta de la cabaña. Y entra corriendo. Desnuda se tiende sobre la cama de hojas" (16). Esta aventura está imaginada a partir de un hecho real de la vida de Linacero, pues él intentó violar a Ana María, la muchacha con la cual él fantasea: "Cuando la puerta vuelve a cerrarse, Ana María está ya tendida en la cama de hojas, esperando...La cara de la muchacha tiene entonces una mirada abierta, franca y me sonríe" (18). En esta fantasía, Eladio se representa una realidad en la que él no actuó ni violenta ni sórdidamente con Ana María, y además fantasea con que ella se ofrece a él sin oponer resistencia. Cisternas afirma respecto de esta fantasía que:

En el fondo estamos ante una homología deseada entre la habitación soñada, y la escena de encierro original. Ambas son habitaciones con vistas, la segunda hacia un espacio de degradación, la primera hacia una perspectiva de dicha inefable. El puente de conexión entre ambas es la escritura; desrealización, el sujeto se metaforiza y proyecta su circunstancia en una imagen primera, elemental. (31)

 

Eladio produce, a través de la escritura de sus memorias ficcionales, su propia identidad, la cual hace convivir la degradación de la realidad concreta con lo inefable de sus fantasías. El crítico agrega con respecto a la escritura y su relación con Linacero:

 

La escritura es, para la creciente conciencia desrealizadora de E.L., exposición, exhibición y riesgo; y por ese lado, un inhibidor de la imaginación creativa, un precio quizá demasiado alto por la autarquía de espíritu, estoica, aunque se alcanza tras una ardua lucha. Paradójicamente, sólo a través del acto de escribir, los preceptos originales de la conciencia se objetivan. (32).

La escritura de sus fantasías es el medio por el que Linacero configura su ser identitario, el cual compensa su realidad-real (su topos), evadiéndose en sentido íntimo y personal a través de su realidad-imaginada (su utopía). Refiriéndose a la gran imaginación de Eladio, su relación con la escritura, y el desdoblamiento que sufre a través de ella, Cisternas señala que: "La infinita potencialidad imaginativa del sujeto y la articulación infinitamente catalizable de la escritura hacen del Yo un complejo centrífugo a la vez que centrípeto, cuyas latencias primigenias se resuelven en el doloroso desdoblamiento que implica la escritura, y se disuelven y disgregan en la impersonalidad de la estructura de frase" (33). Para Eladio, por tanto, podemos decir que la escritura de sus fantasías es, de hecho, un proceso catártico que genera que él mismo se forje al escribir, que forje lo que quiere ser en contraposición a lo que es y lo que fue, que construya su ser personal siguiendo esquemas prefijados de la identidad masculina hegemónica.

Para continuar este sucinto análisis, destacaremos la idea de que el relato que escribe Eladio Linacero funciona como compensación y evasión personal ante la propia realidad miserable y degradada. Es para Eladio un proceso catártico de construcción de su propia identidad masculina, la cual se nutre de referentes hegemónicos, que se manifiestan en las fantasías que él representa, que corresponden según él, a sus "memorias". En relación con esto, concluiremos con las palabras que Cisternas dice al respecto:

 

Eladio Linacero alza la vista hacia un entorno desrealizado, en donde se condensa la aspiración de la noche como ámbito solvente del Yo; un ciclo que se cierra con la imaginación extenuada y la escritura conclusa, caída en su pozo de resonancias... Como el personaje de E. A. Poe, Linacero recorre su espacio, lo reconoce trampa y lo sublima en escena, enfrentando cara a cara el vértigo del pozo y humanizándolo como espacio propio de una trascendencia, portal o terraza hacia los dominios de la noche especular. (37)

En esta "noche especular", Linacero se configura a sí mismo, con una despierta conciencia que apela en sus memorias a los sueños, con los cuales pretende sustituir su entorno y vida decadente a cambio de aquéllos que le dan un sustento, una forma de legitimar su existencia, y con ello, su ser-hombre, su identidad, a través de sus representaciones soñadas.

Ahora bien, profundizando en relación con el proceso escritural de Linacero y cómo éste va configurando su identidad a través de las "partes" que desea seleccionar para sus memorias, cabe señalar lo siguiente:

 

Lo curioso es que, si alguien dijera de mí que soy "un soñador", me daría fastidio. Es absurdo. He vivido como cualquiera o más. Si hoy quiero hablar de los sueños, no es porque no tenga otra cosa que contar. Es porque se me da la gana, simplemente. Y si elijo el sueño de la cabaña de troncos, no es porque tenga alguna razón especial. Hay otras aventuras más completas, más interesantes, mejor ordenadas. Pero me quedo con la de la cabaña porque me obligará a contar un prólogo, algo que me sucedió en el mundo de los hechos reales hace unos cuarenta años. También podría ser un plan el ir contando un suceso y un sueño. Todos quedaríamos contentos. (Onetti: 10)

 

En sus palabras se puede observar la lúcida conciencia que tiene Linacero de la selección de los hechos que quiere narrar, y aunque elige hechos considerados por él mismo como sueños, o fantasías, subrepticiamente narra hechos de su vida concreta; va ligando ambos en este recuento memorioso, que vendría a dar respuesta y dotar de sentido a esta crisis existencial que vive, la cual configura, o intenta reconfigurar más bien, su identidad, a través de cánones masculino-hegemónicos, tal como ya hemos visto anteriormente. Ya casi al final de su relato, Linacero reflexiona sobre el sentido de su existencia y las búsquedas realizadas, señalando:

 

Pensaba haber llegado a un escepticismo casi absoluto y estaba seguro de que me bastaría comer todos los días, no andar desnudo, fumar y leer algún libro de vez en cuando para ser feliz. Esto y lo que pudiera soñar despierto, abriendo los ojos a la noche retinta. Hasta me asombraba haber demorado tanto tiempo para descubrirlo. Pero ahora siento que mi vida no es más que el paso de fracciones de tiempo, una y otra, como el ruido de un reloj, el agua que corre, moneda que se cuenta. Estoy tirado y el tiempo pasa (Onetti: 15)

 

De lo cual se desprende que la escritura de sus memorias lo ha llevado a un estado de conciencia absoluta, de una visión auténtica de sí mismo. Agrega posteriormente:

 

Yo soy un hombre solitario que fuma en un sitio cualquiera de la ciudad; la noche me rodea, se cumple como un rito, gradualmente, y yo nada tengo que ver con ella. Hay momentos, apenas, en que los golpes de mi sangre en las sienes se acompasan con el latido de la noche. He fumado mi cigarrillo hasta el fin, sin moverme. (25)

 

Por un lado, hay un intento por desprenderse de su contexto, de esa ciudad, ese topos que lo rodea y que lo asfixia, e incluso allí acude a actitudes masculino-hegemónicas, como por ejemplo fumar un cigarrillo. Actitud que está representada a lo largo del relato en múltiples ocasiones, y que delinea la configuración identitaria del personaje, quien acude a este tipo de representaciones para canalizar sus intereses, sus recuerdos, sus fantasías, y su propia realidad. Por otro lado, en las últimas líneas de su relato, puede visualizarse que a Linacero ya no le queda fuerza suficiente ni siquiera para llevar a cabo su tan anhelada fantasía de la cabaña de troncos. La utopía y la distopía lo ha superado, incluso la identidad masculino-hegemónica que ha construido ya no es suficiente finalmente para compensar la decadencia y degradación de la cual es consciente en su proceso escritural: "Esta es la noche. Voy a tirarme en la cama, enfriado, muerto de cansancio, buscando dormirme antes de que llegue la mañana, sin fuerzas ya para esperar el cuerpo húmedo de la muchacha en la vieja cabaña de troncos" (45). Las por él mismo llamadas "Las extraordinarias confesiones de Eladio Linacero" son finalmente las memorias de un hombre en crisis que, para hacerle frente a ésta, realiza el recuento de su vida por medio de fantasías que van configurándolo a través de lógicas masculinas, las cuales solo vienen a representar una manera compensatoria y evasiva de soportar y enfrentar su realidad. Sin embargo, tal como señala la cita anterior, esta identidad tampoco es suficiente para sacarlo de la crisis, y por el contrario, solo lo hace aún más consciente de ella, sumiéndolo en un estado de aletargamiento en que ya ni siquiera hay frustración por lo no realizado, sino solo una existencia que espera el paso del tiempo para dejar de existir.

A modo de conclusión del presente artículo tenemos algunas premisas fundamentales que vienen a resumir los argumentos que sustentan la hipótesis de que el personaje Eladio Linacero de El pozo configura su identidad masculina a través de representaciones utópicas a modo compensativo ante una realidad degradada:

1.      Como vimos en el análisis, Eladio Linacero recurre a referentes masculino-hegemónicos para evadirse y compensar su contexto de enunciación, el cual lo ha llevado a una profunda crisis existencial. Estos referentes funcionan a modo de no-lugares, es decir, utopías que él sublima y mitifica a través de sus fantasías, las cuales son seleccionadas por él mismo para dotar de valor su existencia sórdida y degradada.

2.      Esta sublimación y mitificación de la lógica masculino-hegemónica representada en las fantasías de Eladio Linacero, cumple la función de configurar su identidad, la cual está en reconstrucción durante el proceso escritural que lleva a cabo en sus memorias. Proceso que implica una reflexión e interiorización del sujeto, que le permite verse a sí mismo y analizar su vida conscientemente, preguntarse sobre quién es y quién quiere ser, preguntas que se relacionan con el "lugar" (topos) en donde está, y con el "no-lugar" en que desearía estar (utopía), respectivamente.

3.      Sin embargo, la construcción identitaria del personaje a través de la lógica masculino-hegemónica y los objetivos que aquélla persigue no logra asentarse del todo, ya que al finalizar su relato Eladio Linacero retorna a su contexto inmediato, sin poder cumplir efectiva y concretamente sus fantasías, por ende, sin encarnar realmente los referentes a los cuales recurrió, pero, con una consciencia clara de su situación, de su identidad, y de lo que espera de su propia existencia. Con lo cual se puede ver finalmente, que Linacero sí reconfigura su identidad, aunque no con los resultados que sus utopías anhelaban.

 

Bibliografía:

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  4. Jaspers, Karl. La filosofía de la existencia. México: Breviarios Fondo de Cultura Económica, 1985.
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  6. Montesino, Sonia y María Elena Acuña, comps. Diálogos sobre El género masculino  en Chile. Santiago: Bravo y Allende Editores, 1996.
  7. Onetti, Juan Carlos. El Pozo; Los adioses. Buenos Aires: Ed. Punto de Lectura, 2007.

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