SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
 issue13Influencia del Programa Emprendedor Universitario (PREU) para la mejora de la actitud emprendedoraTerritorio y creación de empresas de economía social: Estudio a nivel de las Comunidades Autónomas de España author indexsubject indexarticles search
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

  • Have no cited articlesCited by SciELO

Related links

  • Have no similar articlesSimilars in SciELO

Share


Pampa (Santa Fe)

On-line version ISSN 2314-0208

Pampa  no.13 Santa Fe June 2016

 

ARTÍCULOS

Un territorio para el desarrollo*

 

Daniela Grignoli y Antonio Manzini

Universidad de Molise, Dep. EGSI
Email: grignoli@unimol.it

Universidad de Molise, Dep. SUSeF
Email: antoniom@unimol.it

* En términos formales, la atribución de los párrafos es la siguiente: Antonio Mancini pár. 1 y 4; Daniela Grignoli Introducción, pár. 2, 3, 4.1 y Conclusiones.

Fecha de recepción: 10 | 06 | 2015
Fecha de aceptación final: 23 | 12 | 2015


RESUMEN

El declive de los paradigmas teóricos del desarrollo de la segunda mitad del siglo XX supuso nuevos enfoques al respecto y hacia los lugares que han adquirido en el tiempo características estratégicas para las políticas de desarrollo local. Va incrementándose una nueva sensibilidad hacia lo que está aconteciendo a nivel local, campo de observación redescubierto y revalorizado: se va prestando atención a los factores de identidad, a la participación de las poblaciones autóctonas, a la dimensión local según una perspectiva que, de abajo hacia arriba, afecta a la sociedad civil en los procesos de cambio social, alentando formas de participación directa de las comunidades involucradas. Actuar mediante sus propias fuerzas es el imperativo pese a los condicionamientos de la globalización y de una complejidad cuyo control se precisa a nivel local trámite un desarrollo endógeno que caracteriza los lugares en que se concretan estos desarrollos de abajo hacia arriba.

Palabras clave: Desarrollo; Dimensión local; Territorios periféricos.

SUMMARY

A territory for development

The decline of the theoretical paradigms that defined the development of the second half of the Twentieth Century has produced new approaches that have become, overtime, strategic for characterizing local development policies. A new sensitivity towards the territorial capital of each region grows hand in hand with the importance, for a local area, to enhance the resources on a material and symbolic level; at the same time, emerges the importance to valorize the factors of identity and the participation of local people according to a perspective that, starting from the bottom up, involves the civil society in the processes of social change. The imperative seems to rely on one's own strengths in spite of the constraints of globalization and of a complexity that, on a local scale, is necessary to keep under control; this can be done in those very places where forms of endogenous development can be created from below.

Key words Development; Local dimension; Peripheral territorios.


 

1. Introducción

A la hora de describir el desarrollo, inevitablemente, el concepto se elabora mediante los términos macroeconómicos que habían llevado a su incuestionable éxito. En su explicación, sin embargo, necesariamente subentran otras variables. En este caso durante la reflección se considera el desarrollo como un producto del tiempo y del territorio en que vivimos. Por consiguiente el desarrollo se convierte en el resultado de contextos territoriales específicos, en los que «people are the real wealth of a nation. The basic objective of development is to create an enabling environmment for people to enjoy large, healthy and creative lives. (...) Human development is a process of enlarging people's choices» (Declaración inicial del Human Development Report, 1990) mediante relaciones sociales y mediante la educación. El desarrollo por lo tanto, además de tener una naturaleza macro-económica, va también asumiendo un papel local centrándose en los individuos con sus relaciones y su capital humano (Vittadini, 2004).
Este concepto se ha vuelto en los últimos años cada vez más evidente. En 1972 la Conferencia de las Naciones Unidas, organismo supranacional que intenta resolver los problemas con un enfoque de carácter macro, abre el camino hacia una planificación del desarrollo que descansa en la utilización de recursos y herencias locales. Esta óptica, al fortalecer el valor del territorio1 descubriendo nuevas formas de desarrollo, se presenta en este artículo como reflección encaminada a interpretar los recursos locales con selfreliance. Se trata de un desarrollo endógeno autosostenible en el que «los recursos del territorio están todos en armonía» (Comisión Brundtland) y consolidan en una visión compartida tanto los conocimientos locales como el aprendizaje de competencias innovadoras. Por consiguiente, sentadas estas premisas y tras analizar la literatura existente sobre el desarrollo, los Autores se centran en lo conectado con el capital relacional y humano atribuyendo un símbolo a los recursos y a los rasgos locales. A continuación limitan el desarrollo a lo local, también intentando corroborar esta teoría e interpretando Molise como caso de estudio de una comunidad autosostenible que vive en armonía con u entorno local.

2. Desarrollo: evolución del concepto

Los conceptos de «desarrollo» y «lugar» han sido ampliamente punto de debate durante los últimos cincuenta años. A partir de la segunda postguerra se han ido matizando varios enfoques teóricos, basados en diferentes reconstrucciones históricas, que inicialmente sólo en los Países del Norte del mundo han tenido la mayor -y demasiado a menudo la única- pauta de referencia para interpretar el complejo tema de lo «local». Los principios de los Setenta del siglo XX, en particular, han marcado la entrada en el escenario mundial del debate respecto del problema de los «límites del desarrollo» y de la necesidad de brindar alternativas al sistema occidental dominante: básicamente, ello representa una respuesta a las numerosas objeciones que llaman la atención de la comunidad internacional sobre las nefastas consecuencias generadas por el desarrollo concebido sólo en términos de crecimiento económico -se piense, por ejemplo, en los temas relacionados con el medio ambiente, considerado hasta entonces como recurso disponible ilimitadamente para los hombres (ver Hettne, 2009; Latouche, 2007).
Antes de los años Setenta, las ciencias económicas y sociales interpretan los temas relacionados con el llamado «subdesarrollo» sin reparar en las características propias de cada nación, en especial de las menos avanzadas económicamente. A nivel teórico se defiende el llamado «paradigma de la modernización» que apoya la idea de que el desarrollo es casi inevitable, y que la modernización fomenta la industrialización de los países subdesarrollados e impulsa niveles de consumo y estilos de vida occidental.2 Durante estos años, por consiguiente, sigue siendo incontrovertida la identificación entre el desarrollo y el crecimiento económico (ver Bottazzi, 2009). El derrumbe de semejantes certidumbres arranca a finales de los años Sesenta, cuando empiezan a faltar los resultados que se esperaba obtener de las políticas impulsadas en favor de los países infradesarrollados. Los vaticinios de la modernización -principalmente la tendencia al alza del PIB per cápita de los países menos desarrollados- no se reflejan en los índices de referencia de los organismos internacionales (Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial), esos mismos índices diseñados por la ciencia económica en el contexto del propio paradigma de la modernización, un paradigma que, formulado en los países occidentales, está empezando a mostrar sus limitaciones. Debido al fracaso de la modernización se va elaborando una nueva teoría llamada «de la dependencia», un distinto marco de interpretación originado mayoritariamente en Latinoamérica, que engendraría durante los años unas voces críticas (voces de las afueras) procedentes de países periféricos (Blomström, Hettne, 1984). Es precisamente el continente latinoamericano, desde luego, en poner en tela de juicio la egemonía del Norte, confiando en la mayor conciencia de su fuerza productiva y haciendo palanca en la gran cantidad de materias primas que representan una de las mayores riquezas en los países subdesarrollados.
La orientación, en este sentido, se decanta por una reducción de las importaciones y de la transferencia de tecnología para reforzar el mercado interior y alcanzar la autonomía económica (ver Briceño Ruiz et al., 2013). Por consiguiente, ya no se precisa depender de los países industrializados y tecnológicamente avanzados para importar, sino más bien diversificar la producción nacional y promover la industrialización. Al tiempo que la modernización establecía esas condiciones estructurales a extrapolarse en los países infradesarrollados, partiendo del supuesto de que esos mismos países estaban atrasados en el camino de crecimiento / desarrollo, la teoría de la dependencia promueve una autarquía económica para aquellos mismos países con el objetivo de reducir la dependencia de las naciones dominantes en el escenario internacional. Subyace a estas reflexiones, que marcan la evolución del concepto de desarrollo, la idea de que el crecimiento económico fue el fin necesario para la mejora de las condiciones de vida en todos los países del mundo (teoría de la modernización) y que hubiera un método eficaz a utilizarse para promover el desarrollo en los países en los que no todavía no se había producido (teoría de la dependencia), dos enfoques que se enmarcan en una óptica de desarrollo / economista que presta atención principalmente a los niveles de crecimiento económico, de producción industrial y, por consiguiente, de consumo. El pensamiento y la práctica con respecto al desarrollo en las primeras décadas de la postguerra y hasta los años Setenta incluyen un núcleo de ideas compartidas que, de hecho, aproximan las teorías de la modernización y las teorías de la dependencia: crecimiento económico, desarrollo de la base productiva e industrialización, aumento del consumo, disminución de la agricultura, desarrollo de la educación, acceso masivo a los servicios sociales, acompañados por previsiones optimistas según las que basta con optar por planes y políticas adecuadas, salvando algunas diferencias de acción a raíz del enfoque elegido (dependencia o modernización) para que converjan los objetivos de desarrollo. Lo que quedaba fuera de las categorías de interpretación de los dos grandes paradigmas teóricos eran, por lo tanto, los elementos no económicas o socioculturales que, como se aclararía en las décadas posteriores, influyen fuertemente en el desarrollo económico (ver Polanyi, 1944 [1974 ]).3
La merma de entusiasmo hacia los enfoques relacionados con el estudio del subdesarrollo en los círculos políticos internacionales, que se registra a finales de los años Sesenta, también se ve afectada por el fracaso del sistema de ayudas económicas impulsado por las economías avanzadas hacia los países en vías de desarrollo con el fin de promover su rápido avance hacia el crecimiento económico. Sin embargo, la correlación entre el volumen de la ayuda recibida en las últimas décadas y el progreso
alcanzado es muy débil, tal como ya se afirmaba en el Informe Pearson en 1969. El Informe, encargado por el Banco Mundial para investigar precisamente sobre el tema de la ayuda al desarrollo, pone claramente de relieve el carácter escasamente realista de un desarrollo inmediato e indica más bien estrategias de procesos de largo plazo. Estos resultados decepcionantes y el clima de desconfianza hacia el enfoque de la ayuda favorecen la aparición de una nueva perspectiva con respecto de la idea general de desarrollo en la que cobran un papel sustantivo los factores no económicos desapercibidos en los enfoques anteriores. Las posiciones críticas respecto a la ecuación desarrollo/desarrollo económico4 como un modelo al que acomodarse a nivel global alertan sobre los límites del desarrollo y solicitan, de hecho, una nueva forma de pensar, acometiendo una nueva fase intelectual y cívica, tanto en términos teóricos como prácticos, con el fin de matizar otro modelo de desarrollo que redunde tanto en la teoría como en la práctica social. Seers (1969), en particular, arroja luz sobre el significado del término «desarrollo» y sobre las implicaciones prácticas de su significado. Con demasiada frecuencia, dice el erudito, algunos indicadores macroeconómicos proporcionan percepciones erróneas acerca de la situación de un país subdesarrollado: no siempre, de hecho, el crecimiento del PIB se corresponde a un aumento del desarrollo, un indicador, el producto interno bruto, que Seers no duda en definir «conveniente» para los políticos y los economistas, ya que les facilita una variable medible con la que construir modelos y repartir sus previsiones según factores comunes y categorías de gastos, fomentando la confusión entre los términos que se están convertiendo en sinónimos «de conveniencia» (ver Meier, Seers, 1984).5
A principios de los años Setenta la caída de paradigmas y prácticas prevalecientes lleva a una aceleración de las iniciativas y posiciones teóricas que se manifestaría con especial énfasis con motivo de la Conferencia Internacional sobre el Medio Ambiente Humano en Estocolmo6 (1972), un evento que marca el inicio del debate internacional sobre la política medioambiental mundial (ver Bottazzi, 2009). Se debe a la discusión empezada en Estocolmo, por ejemplo, la introducción del concepto de ecodesarrollo,
con el que se empezó a referirse a un desarrollo social y económico que tenga en la debida consideración la protección y la gestión racional del capital natural como una base importante para el desarrollo humano.7
En 1973 N. GeorgescuRoegen, K. Boulding y H. Daly redactaron el «Manifiesto por una economía humana»,8 un llamado a un cambio radical de la visión del mundo y una invitación a tomar en la debida consideración las implicaciones éticas que se precisa evaluar en la formulación de los paradigmas económicos y de las políticas económicas de desarrollo. En resumidas cuentas, esta es la tesis del Manifiesto: adquirida como dato fundamental la existencia en la naturaleza de los recursos no renovables, es esencial la armonización de las políticas económicas siguiendo las exigencias de la naturaleza. Un llamado adicional, este, a una economía embedded en la cultura y en la sociedad que sustituya una economía de mercado deshumanizada e indiferente respecto de las relaciones sociales que, algunos años antes, solicitaba Karl Polanyi (1974 [1944]).9 Los años Setenta, con lo cual, representan una etapa durante la que el cuidado ecológico va flanqueado por la necesidad de reconsiderar las peculiaridades geográficas, sociales y culturales (por lo tanto «locales») de los diferentes contextos territoriales. Esta idea es el punto de debate en nuestros años, una idea que surge del pensamiento crítico del desarrollo alternativo: el concepto de lo local, una especie de ‘talón de Aquiles' para todas aquellas teorías del desarrollo que, en la segunda postguerra y durante gran parte de la segunda mitad del siglo pasado, han considerado como básica la disputa entre una versión liberal, más o menos marcada, del enfoque al crecimiento económico de las regiones subdesarrolladas y un enfoque estructuralista inspirado en un diseño institucional la economía de las zonas periféricas. El corazón de la perspectiva hacia el desarrollo llamado «alternativo» es sin duda representado por el énfasis en la participación activa de las poblaciones y, por lo tanto, en la participación «desde abajo» en los procesos de desarrollo. En el pasado, como se ha dicho, las políticas macroeconómicas manifestaban un fuerte escepticismo respecto de la participación de las comunidades locales. Sin embargo, por un lado los recurrentes resultados insatisfactorios de los proyectos en marcha, y por otro lado el rápido deterioro de los recursos medioambientales, sugieren una gestión local de los recursos y el intercambio de políticas entre los decisores, implementadores y actores afectados por las acciones. Un desarrollo, este «participado», ya que la lógica topdown aparece cada vez más ineficaz por constituir un elemento de deresponsabilización, contrariamente al «protagonismo informado» del desarrollo que caracteriza mayoritariamente pequeñas intervenciones de carácter comunitario garantizando una amplia participación desde abajo. El Communitybased Development o el Communitydriven Development (desarrollo basado o, mejor aún, un desarrollo impulsado por la comunidad), de hecho, son cada vez más los caminos elegidos para las intervenciones de ayuda al desarrollo tanto internacional como local, herramientas eficaces incluso para el fortalecimiento de la capacidad de los actores de llevar a cabo actividades de desarrollo auto-orientadas, con el objetivo explícito de derrocar las relaciones de poder y promover mecanismos de autocontrol y reorientación de estas intervenciones.
El desarrollo endógeno, por consiguiente, tiene en el respeto de la identidad cultural de los pueblos y en el derecho de cada comunidad a su cultura sus referencias fundamentales: hace hincapié en la persona, en sus capacidades, en su creatividad, en los elementos sociales y en patrimonio cultural de las comunidades, elementos que deben tenerse debidamente en cuenta por ser factores decisivos para acciones eficaces de desarrollo (Magnaghi, 1990; 2012). A partir del declive de los paradigmas teóricos sobre el desarrollo de la postguerra, se inspiró en los expertos, ya desde finales de los años Ochenta del siglo XX, un enfoque diferente en la definición de nuevas vías de desarrollo, que ha ido fortaleciéndose con el tiempo adquiriendo solidez y rasgos de naturaleza meramente estratégica. Es decir, en lugar de la definición preestablecida de recetas válidas para toda ocasión, se ha optado por la creación de laboratorios en los que formular, lugar por lugar, propuestas para el desarrollo local.
En el intento de matizar un marco histórico y teórico respecto del origen de los conceptos que se utilizarán como referencia teórica de esta tesis, la creciente sensibilidad hacia lo que acontecía en los lugares, como campo de observación redescubierto y revalorizado, se fue difundiendo de forma multidisciplinaria produciendo, a partir de los años Setenta, una nueva perspectiva de investigación y análisis sobre el desarrollo. En particular, el énfasis y la atención hacia los factores de identidad, a la participación, a la comunidad -en una palabra, hacia la dimensión local- le corresponde a la selfreliance, un enfoque que va delineándose como un movimiento que, empezando desde abajo, involucra a la sociedad civil en los procesos de cambio de las directrices y del comportamiento de las sociedades, estimulando formas de participación directa de las propias comunidades. La selfreliance: actuar contando con su propia fuerza, a pesar de las limitaciones de la globalización y de una complejidad de las que, a escala local, se cree posible el control a través de formas de desarrollo, de hecho, endógenas, llenas de tendencias culturales que caracterizan los lugares en los que tales formas de desarrollo desde abajo se materializan (Illich, 1973; Tarozzi, 1990). Referirse a un contexto particular, sin embargo, no significa simplificar: todos los contextos, incluso el más pequeño, es «complejo» por tener interacciones y relaciones internas que necesitan ser tratadas como una unidad y no se pueden tomar de forma individual, ni siquiera desde un punto de vista teórico, si se quieren entender (ver Morin, 1983). La referencia al contexto, por lo tanto, es un elemento central en el discurso sobre el desarrollo y se convierte en el elemento teórico para ejemplificar el concepto de lugar. La atención al contexto significa, esencialmente, la necesidad de evaluar la magnitud de referencia. La idea en la que se realiza semejante evaluación es la que se encuentra a la hora de concebir un contexto global de referencia sin caer por ello en un reduccionismo extremo: el problema, por lo tanto, es que lo común, fuera de un contexto específico, no puede ser más que algo general. La discrepancia entre teoría y práctica se produce al aplicarse ese modelo de pensamiento único y general pensando, los que lo aplican, que las peculiaridades de los subcontextos son irrelevantes y que, en cualquier caso, a pesar de las diferencias de escala, pueden obtenerse resultados prácticos previstos a nivel general también a nivel particular. Hay un modelo dominante de planificación de los lugares en los que se establecen prioridades y objetivos a nivel central y se procede a la aplicación hasta el nivel periférico (Clifford, King, 1993; ver, también, Schumacher, 1973).
Un conocimiento complejo conduce a la renuncia de un único modelo teórico indiscutible y válido por encima de los contextos particulares. Al acercarse al lugar, el encuentro entre teoría y práctica sólo puede efectuarse realizando una reducción de escala, evitando que el particular de un contexto o lugar quede excluido en la concepción teórica. Al estar en contacto con la dimensión local, nos percatamos de cómo las diferencias entre esta y lo global son mucho más visibles que los rasgos comunes. En un contexto local la «unicidad» local es el elemento que resulta más evidente; este, al interpretarse el contexto, no se puede descartar, a no ser que se quiera prescindir de lo que más caracteriza el propio contexto (Tarozzi, 1992).

3. Desarrollo y realidad territorial

Economía libre y socialización no son términos antitéticos como los considera la pequeña burguesía y los intelectuales. Según la doctrina del socialismo una sólo es la premisa de la otra y está determinada en convertirse en ella. Sólo la imposibilidad de esperar, sólo el hecho de que el político quiere hacer algo a toda costa contamina cada vez más la importancia de esta sana afirmación. Estas son las palabras con las que Schumpeter (1912) intenta acercar al mundo social el de los negocios con el objetivo de mejorar las condiciones de vida de la clase obrera, para Schumperter, social. Por esta razón, si bien una de las lecturas mayoritariamente dadas del desarrollo era la lectura «restringida» del saber económico y humanístico, hoy de hecho, ya no basta con observar la evolución de la sociedad a través exclusivamente del crecimiento del capital material, sino es más realista considerarla como un proceso del capitalismo posmoderno que une el carácter económico a los distintos potenciales de los territorios en los que opera.
Este nuevo concepto del proceso de desarrollo, que forma parte de un debate internacional más amplio sobre las críticas al PIB y su superación como único parámetro para evaluar el bienestar de una sociedad, conduce al descubrimiento de una vasta gama de recursos y capacidades inmateriales. En particular,

cada región tiene un capital territorial específico (...) que genera una mayor rentabilidad para los tipos específicos de inversiones, que mejor se adaptan a esta zona y que utilizan con mayor eficacia sus asset y su potencial. Las políticas de desarrollo territorial (políticas con un enfoque territorial del desarrollo) primero y por encima de todo deben ayudar a las distintas regiones para construir su capital territorial (DG-REGIO de la Comisión Europea: Comisión Europea, 2005, p. 1).

Destaca la importancia para un área territorial, por lo tanto, de valorizar los recursos que piensa poseer tanto a nivel material como simbólico, especialmente como ingredientes necesarios para el desarrollo. Entre estos recursos intangibles, las múltiples manifestaciones, como la confianza, un sentido de obligación y responsabilidad hacia los demás y las instituciones, la solidaridad y la participación, el capital social, definible como «el conjunto de las relaciones sociales» que mantiene unida a la sociedad, generan diversos beneficios (Coleman, 1998; Folland, S., Rocco, L., 2014). Y uno de los principales beneficios del capital social Trigilia (2001), el de superar una crisis, ha sido recientemente analizado por varios autores como «camino» a recorrer a nivel territorial.10
En este sentido, Putnam (1993) argumenta que el capital social, definido como un conjunto de aspectos de vida social, tales como las redes de relaciones, normas y confianza, permite a los miembros de una comunidad actuar de forma más eficaz para el
logro de objetivos comunes. Por lo tanto, el enfoque hacia el desarrollo local (Vazquez Barquero, A. 2002) que crea las condiciones para un crecimiento económico que ya no tenga el fin en sí mismo, sino apunte a alcanzar la igual dignidad de las diferencias y a permitir a todos los individuos ser protagonistas locales, considera la actividad de mercado (intercambio, transacción) como resultado de la interacción entre los diferentes actores dialogantes coordinada de forma abierta (gobernanza). Los actores, a través del intercambio, alimentan su empowerment y producen bienes relacionales, que no pasan por el mercado porque no se pueden comprar, y se identifican en esas relaciones personales y en la confianza en que juntos crean el capital para the greatest good of the greatest number en un territorio determinado. Ante la evidencia de la importancia del capital social como un bien público (Chiesi, 2003) para la empresa, también se registra la tesis de Alain Caillé (1998) según la que lo que permite el funcionamiento de las empresas11 e impulsa los mercados económicos no es (sólo) la universal y abstracta ley económica de la oferta y la demanda, sino la cadena de interdependencias y relaciones de confianza con la que se tejen las redes. En este caso, las redes de relaciones al interior de la empresa contribuyen al crecimiento de los trabajadores y de la empresa tout court a través del aprendizaje y de la transferencia de conocimiento. En este sentido, el capital social aparece como el camino capaz de crear valor para la empresa, generando el capital humano capaz de compaginar el «saber cómo» y los «conocimientos» (Nonaka, Takeuchi, 1997; Polanyi, 1979; Sennett, 2000), fruto de la experiencia y resultado de la participación activa de los trabajadores en las prácticas de la comunidad social del trabajo (Wenger, 2006).
Esta visión del valor de la empresa, que nace del aprendizaje y de la transferencia de conocimiento entre los empleados, mueve el enfoque sobre el nivel de conocimiento que arrastra hacia arriba tanto la productividad de la empresa individual (Camagni, 2004) como la del sistema districtual que depende, en palabras de Giacomo Becattini (2009), del «capital social local» y, por lo tanto, de las contribuciones que cada empresa colaborativa da.

4. El capital humano

La importancia otorgada a la calidad social del desarrollo de un territorio ha de ir acompañada por un buen nivel de infraestructuras, servicios, investigación y, no menos importante, un buen nivel de formación. Por esta razón el desarrollo del capital humano se ha convertido en una prioridad a nivel europeo en el contexto de la Estrategia de Lisboa (2000) y se ha consolidado con el tiempo12 como un «recurso estratégico para el desarrollo general de Europa» al punto de hacer considerar «las intervenciones financieras en estos ámbitos» como una inversión hasta convertirse en el elemento central en la Agenda 2020, junto con la «comunidad a redescubrir », de crecimiento inteligente, cohesión social y sostenibilidad. El futuro depende de la capacidad de utilizar el conocimiento que las comunidades / territorios poseen en el presente, y que las mismas comunidades / territorios continuarán construyendo para las generaciones futuras.13
La presencia de capital humano es un elemento clave disponible para los territorios con el fin del desarrollo. Además, sea cual sea la teoría del crecimiento considerada, el papel del capital humano, que se define como el conjunto de competencias, conocimientos, habilidades y relaciones profesionales que los particulares poseen, adquirido no sólo a través de la educación escolar, sino también a través de experiencias de vida y de vida laboral, sigue siendo crucial y nos permite producir un beneficio para el individuo y para la sociedad en su conjunto. Dicho esto el capital humano, como respuesta a la crisis, se crea a través de la continua interacción de los individuos con el conjunto del entorno -natural, cultural y humano- que les rodea. En este sentido, las teorías del desarrollo desde hace tiempo han ido valorando mucho el concepto de capital humano.14 En particular, Amartya Sen (2000) ha defendido firmemente la opinión de que la inversión en la educación escolar, al hacer una persona más eficiente como productor de bienes, también determina el crecimiento del capital humano en su totalidad. De hecho, son los trabajadores con un nivel de educación más alto que pueden hacer más y mejores cosas, aumentando tanto el valor económico de su producción y sus ingresos como esos recursos o «capabilities»15 mediante las que son capaces de manejar sus vidas y que las empresas locales necesitan con el objetivo de promover el desarrollo de los territorios. Sentadas estas premisas, el desarrollo de un espacio está influenciado por la educación, la formación y el nivel de habilidades que les permitan a los actores sociales abrir su gama de oportunidades. Con lo cual, la educación no es sólo un valor para el desarrollo de un territorio, sino afecta directamente las condiciones de vida de los
sujetos sociales. De hecho, «las personas con mayor nivel de educación tienen un estándar de vida más alto y más posibilidad para encontrar trabajo (OCDE, 2010; Boarini, Strauss, 2010; Sianesi, Van Reenen, 2003), viven más y mejor porque tienen estilos de vida más saludables y tienen más oportunidades de encontrar trabajo en lugares menos peligrosos (Miyamoto, Chevalier, 2010; La Fortune, Looper, 2009). Además, a niveles más altos de logros en materia de educación y formación les corresponden mayores niveles de acceso y el disfrute de bienes y servicios culturales, además de la participación activa en el proceso de producción en los campos de la cultura y la creatividad (Eurostat, 2011).16
En este contexto, la educación se convierte en la capacidad competitiva de un territorio y de su sistema de producción y está representado por el conjunto de habilidades y profesionalismo que conforman lo que se define capital intangible. Semejante capital puede ser alimentado por el proceso de capacitación a través de la satisfacción de la clásica combinación de demanda / oferta en particular, demanda de formación por los mismos empresarios locales, que así fortalecen su «espíritu empresarial» y la oferta de formación por parte de las agencias institucionales de formación. De todo ello se desprende el planteamiento de una «sociedad del aprendizaje», que es el objetivo fundamental para lograr un nuevo y más eficiente sistema de competitividad de los sistemas económicos y productivos. Esto se expresa a través de una formación mayoritariamente profesional, favoreciéndose la proliferación de nuevos conocimientos y experiencias de formación que satisfagan las necesidades de una demanda al mismo tiempo flexible y específica, que sustituya la idea del conocimiento como un bien en sí mismo. De esta manera, la nueva formación tenderá a generar una background cultural hecho de conocimientos (conocimiento explícito) y un knowhow (conocimiento tácito) gastable con éxito en cualquier sector del empleo. Nos encontramos, por lo tanto, frente a una idea formativa que facilita la proyección de esperanzas para el éxito de la Empresa. En particular, Nonoka y Takeuchi (1995) llegan a afirmar que el éxito de una empresa consiste en la capacidad de activar un proceso de crecimiento continuo de los conocimientos que convierte, con las medidas adecuadas, el conocimiento tácito en explícito y viceversa. Este nuevo conocimiento, además de resultar útil para la diversas empresas, debe ser reconocido, aceptado y valorado como tal, y uno de los actores que pueden activar este mecanismo es el sistema de la educación superior universitaria como fábrica de conocimientos, lo que a su vez representa un factor crucial de desarrollo. No se debe al azar, en la opinión de Humboldt,17 que las universidades jueguen un importante rol económico, social y político que podría traducirse en expresiones contemporáneas de la sociedad del conocimiento y de la economía del conocimiento, a través de las cuales las universidades tienden a promover procesos de comunicación pública de la ciencia, así como actividades de apoyo a los responsables políticos, y ejercicios de cooperación con otras instituciones u organismos y organizaciones públicas, y también a convertir el contenido teórico de la enseñanza en actividades prácticas a través de los instrumentos de la pasantía y las prácticas. En particular, las universidades con la economía del conocimiento, con la creación de centros de excelencia en estrecha colaboración con el mundo de los negocios, «sirven» para el desarrollo económico, creando recursos humanos específicos para un determinado sistema económico y resultados de la investigación a utilizarse a través de patentes y spinoff. En cualquier caso, en una perspectiva de políticas de desarrollo socioeconómico basadas en la autonomía de la universidad local en un escenario internacional, tales propósitos no deben ser considerados por las Universidades individualmente, sino como una combinación integrada de sus posibles efectos. En la sociedad contemporánea, por lo tanto, es necesario volver a pensar en el conocimiento (conocimientos, memoria, cultura local) como una herramienta para la reconstrucción de los territorios en aras de lograr el desarrollo autosostenible a nivel local, en que las redes de intercambios solidarios abran una nueva perspectiva sobre su habilidad de producción de riqueza. Cabe además pensar en los bienes comunes territoriales (materiales y relacionales), como elementos esenciales para la reproducción de la vida individual y colectiva, biológica y cultural (ver Magnaghi, 2006).
Esta visión refuerza la autonomía sociocultural18 (selfreliance) del territorio que toma conciencia de sus propias fuerzas, atribuyendo valor a los recursos locales que con «los pies en el suelo» (medio ambiente natural) en su interacción con la gente implementan dinámicas sociales encaminadas tanto hacia la consolidación de los conocimiento que se derivan del genius loci 19 del territorio (aspecto adaptativo y gradual del proceso de transmisión cultural) como al aprendizaje de las habilidades innovadoras para la gestión de procesos creativos emprendidos por el individuo (capacidad creativa e innovadora de la cultura).
Aquí va un desarrollo territorial integrado cultural driven que necesita invertir tanto en la formación para el desarrollo de la creatividad local como en la capacitación requerida por la administración pública en el gobierno de la sociedad para interactuar con los actores sociales. Por lo tanto, al definir el enfoque de la cultura como desarrollo de la tierra deben ser cruciales las necesidades de formación del government, para que en sus políticas, de naturaleza abierta, pueda fortalecer el papel de la cultura en el desarrollo local.

5. Alternativas al desarrollo y dimensión local

¿Qué es entonces lo local? Una posible respuesta sólo puede encontrarse cambiando la mirada hacia el lugar, un cambio que afecta una reconsideración cualitativa de la marginalidad,20 una nueva concepción del mismo como una oportunidad y no como una limitación, esencial para una redefinición de lo local (Tarozzi, 1990). El elemento marginal, de hecho, puede llegar a ser el punto de partida para la innovación de un lugar, oportunidad (no conforme) y no un límite a un determinado tipo de desarrollo. Un cambio, este, necesario para la supervivencia del medio ambiente, para activar un proceso de regeneración del interior que estimule al decisor llevándole a introducir nuevos elementos en un contexto en el que, tal vez, las relaciones y las acciones llevan mucho tiempo siendo siempre las mismas. Lo local, de esta manera, puede convertirse en un campo experimental en el que, más allá de cualquier localismo estéril, sea posible desencadenar la innovación, un ámbito en el que incluso la «emergencia» puede jugar el papel de regenerador (Magnaghi, 1998).
Es desde este punto de convergencia, entre una idea que se podría llamar «de nicho» y una atención hacia la selfreliance, que debe plantearse la necesidad de «políticas de desarrollo» capaces de emprender nuevos caminos y describir las peculiaridades sociales, culturales y medioambientales de un área a la que los intentos anteriores (pensando precisamente en Molise) no parecen dar respuestas adecuadas: nuevas acciones reposicionadas y revisadas en cuanto a las demandas endógenas, que consideren las experiencias de desarrollo autosostenible a partir de la diversidad de las realidades de la comunidad. Se trata de una nueva perspectiva para las ciencias sociales en particular, llamadas a dirigir sus esfuerzos a la construcción de nuevas reglas de desarrollo «autosostenible » de las comunidades locales (ver Grignoli et al., 2013). En esta perspectiva, el concepto de desarrollo local adquiere un valor plural interpretado como multiplicidad de procesos culturales que han de sobresalir y ser impulsados (la promoción de la calidad de vida y la innovación empresarial, la mejora del capital físico, humano y social, claritud sobre las diferencias, políticas de género, educación respecto del territorio y la salvaguardia de la diversidad, emancipación social y apoyo a la formación de alto nivel, sólo para mencionar algunos). Quizás estos caminos representen la única manera viable para superar la «crisis», a pesar de las ortodoxias desarrollistas de la segunda mitad del siglo XX.
En Molise,21 por ejemplo, territorio caracterizado por una baja tasa demográfica, compuesto por pequeños y muy pequeños municipios, en el que falta a menudo incluso una percepción correcta de los recursos, cerca de zonas en las que la falta de desarrollo ha dado lugar a despoblación y deterioro de los territorios se registran -como se ha dicho en otro lugar (ver Mancini, 2014)- áreas donde los ensayos de tipo productivo, a menudo «marginales», siguen contribuyendo a mantener realidades comunitarias y vínculos sociales; factores no económicos, pero, como se ha dicho, estrictamente relevantes para el propio desarrollo (Magnaghi, 2000).

5.1. Un «vistazo» al caso Molise
El territorio de Molise no cumple con las exigencias de sus ciudadanos al tener un producto interior bruto, un nivel de actividad y una tasa de empleo más baja respecto del promedio nacional. Los individuos, con sus relaciones sociales, sus conocimientos y su saber hacer en la artesanía expresan la riqueza y la sostenibilidad del potencial endógeno. Los análisis efectuados en el marco de las actividades de investigación acometidas por los Autores de este artículo, cuyos resultados se han presentado en su conjunto en varios volúmenes y ensayos, representan una interfaz empírica de semejantes hipótesis. En particular, las muestras entrevistadas22 relacionan el territorio con el desarrollo y nombradamente con el desarrollo sostenible, defendiendo que el artesano con su empresa puede representarse como la «típica empresa del territorio» que lo produce todo en el territorio, «con las energías locales, con la inteligencia local» también capaz de ofrecer a las futuras generaciones «la posibilidad de abrirse hacia un porvenir».
En este contexto, además, el arraigamiento en el territorio de la empresa artesanal puede explicarse mediante el análisis de por lo menos tres variables como el reparto territorial, la duración temporal y el sector de actividad de la empresa artesanal. Por consiguiente el reconocimiento del territorio en las dos primeras variables es inmediato, al ser la primera una mera descripción de la ubicación de talleres artesanales en Molise y la segunda una representación del persistente lazo de la empresa con el área local específica. En la tercera variable, que representa en cambio un «sector de actividad», buscar el territorio supone la interpretación de materiales acabados (la piedra, la leche) y de los llamados productos típicos (cuchillos, queso caciocavallo, mozzarella; etc.). El material acabado, corroborándose así la tendencia del artesano a valorizar el territorio y sus recursos, guarda un fuerte lazo con el territorio. Los productos típicos destacan la identidad de un «saber hacer» artesanal (casi exclusivo, si nos fijamos en la «Pontificia Fonderia de Campane») del territorio de Molise que se compagina perfectamente con los conocimientos del artesano. Este modus operandi de la artesanía en Molise, poniendo en marcha procesos de integración mediante relaciones personales (por ejemplo entre maestro artesano y aprendiz o entre artesano y cliente) y «relaciones de empresa», repercute positivamente en las condiciones de vida de los protagonistas sociales y en su entorno. Por consiguiente semejantes potencialidades materiales e inmateriales, tan profundamente arraigadas en el territorio, colocan al artesano en el centro del desarrollo local, llevando al concepto, para todos los sujetos involucrados, de poder descubrir nuevos caminos de desarrollo. En este sentido leer el territorio de Molise como detección de una trayectoria de desarrollo endógeno de manera experimental está estrictamente relacionado con un tangible «sentido de las cosas». Se trata de un territorio caracterizado por cuantiosos recursos en cuanto a tradición y estructuras para la formación (a modo de ejemplo la Universitá degli Studi del Molise dispone de polos didácticos en varias áreas de la Región) y sobre todo por unas buenas prácticas de cooperación experimentadas por el Consorzio «I Creattivi», constituido con el fin de dar cabida y afianzar pequeñas actividades artesanales en Molise y a sus oficios.23
En este sentido y para clausurar, la reflección hecha por un artesano entrevistado describe perfectamente que las potencialidades del territorio, tanto humanas como naturales, representan un camino para lograr el desarrollo endógeno con vistas a la selfreliance y, por consiguiente, un desarrollo endógeno autosostenible.

La artesanía láctea -así lo dijo un trabajador del sector- actúa de cabeza tractora a efectos del desarrollo local en este momento. Sumando a los empleados del sector lácteo los sectores conectados se alcanza un centenar de personas habiéndose el sector ampliado muchísimo. Hay cinco empresas lácteas, más tres o cuatro de agricultores-transformadores que también alcanzan importantes niveles de producción. Se trata de una decena de empresas en un país de 5.000 habitantes, con una notable producción, llegando tan sólo la recogida de leche a entre 200 y 300 quintales al día dependiendo de la estación. Ello significa que entre 50 y 100 empresas pueden sobrevivir con su propia producción. Sumando estas empresas al sector conectado y al comercio se alcanza un buen nivel económico logrado únicamente con las potencialidades de un sector de producción. Todo ello significa de hecho que el sector lácteo puede ser, mejor dicho es, la cabeza tractora de la economía en Molise, también considerando el valor añadido local ya que hasta los productos locales, y el pienso, se produce en la misma región. Molise es un ejemplo de una región capaz de apostar de lleno por la artesanía, y no sólo en el sector lácteo sino también en todos los productos agro-alimentarios, en la madera y en los metales. Se trata de algo muy bonito que nos corresponde. Presumo de decir que en Molise hay excelentes quesos y que como región podríamos apostar por producciones que mejor se conforman a nuestra historia y cultura. (Trabajador del sector, comunicación personal)

6. Conclusiones

El objetivo de esta labor es doble. El primero es de mera divulgación ya que se ha limitado a llamar la curiosidad cultural del lector, ofreciendo informaciones sobre los territorios y sus dimensiones (tanto materiales como inmateriales) que pueden considerarse elementos «naturales» y estratégicos del desarrollo local además de facilitar la resolución de problemas que obstaculizan el desarrollo tout court. El segundo objetivo es de naturaleza más específicamente científica por estar estrictamente conectado con el pensamiento de las distintas disciplinas científicas (de la sociología a la economía, pasando por la urbanística, la historia, la agronomía, la biología, la geografía, la antropología, la arquitectura, la geología y la ecología, entre otras). Mediante la convalidación de las investigaciones realizadas sobre la marcha (a modo de ejemplo algunos Proyectos de Investigación de envergadura nacional llevados a cabo entre 2004 y 2008 en varias regiones italianas: Véneto, Umbría, Marcas, EmiliaRomagna, Lazio, Abruzas y Molise) se ha tratado de explicar en lo posible que la «riqueza» local ya no depende de componentes de orden material, sino de actividades inmateriales y simbólicas.
Como dicho analizar el desarrollo significa refleccionar sobre el potencial innovador de las trayectorias de desarrollo endógeno y sobre algunas vertientes del mismo. Estas vertientes, que pueden detectarse en los recursos territoriales (capital social y humano), a raíz de una auto-sostenibilidad, permiten a todo elemento del territorio, con igual dignidad, ser creador de una vision compartida for the greatest good of the greatest number e ir sumando un conocimiento y un saber hacer resultado de una experiencia que, tal como demuestran varios estudios internacionales, ocasionan una ventaja para los individuos y para la sociedad en su conjunto, transformando lo local en el entramado global. El territorio, del representar un supuesto valor patrimonial objetivo, se va transformando en un recurso sujetivo para el desarrollo endógeno que a su vez, por ser «único» para cada distinta realidad, representa uno de los posibles caminos y modelos de desarrollo.

Notas

1 Los estudios que fortalecen el valor del territorio pueden hacerse referir al tema del desarrollo regional. A modo de ejemplo se recuerdan las políticas de desarrollo regional impulsadas por Alemania del Oeste por derecho en los años Sesenta.

2 Walt Rostow (1960) concebía el desarrollo como un proceso lineal marcado por etapas sucesivas: los países en vías de desarrollo no serían más que los países hoy desarrollados en una fase anterior, representando la transición del estado primitivo al moderno un proceso lento, pero inevitable, que se puede sin embargo acelerar con el planteamiento de políticas económicas internacionales que transformen a las sociedades atrasadas a través de la innovación tecnológica y el modelo industrial occidental.

3 La razón fundamental por la que los paradigmas no funcionaban estaba quizás ligada al descubrimiento de que las políticas de desarrollo no estaban actuando en un tema dispuesto a ser moldeado de acuerdo con los dictados de tal o cual modelo teórico. Ver, entre los primeros textos críticos, el buen trabajo de Albert O. Hirschman (1958).

4 Entre las muchas contribuciones aparecidas en ese momento, hay que señalar, también con vistas a una revisión bibliográfica útil, el trabajo de Meadows y Randers (2004).

5 Las consideraciones de Seers, de hecho, eran la expresión de un movimiento más amplio de expertos y académicos trabajando en temas de subdesarrollo, que fue objeto de debate principalmente en los foros internacionales. Recordamos, ente los principales acontecimientos de aquellos años, el Seminario Coyoc (México, 1974), que ve la aprobación del documento que, de alguna manera, inspira la idea de un desarrollo «alternativo». Siguiendo las ideas formuladas en The Limits to Growth de Meadows y Randers en 1972, la Declaración de Coyoc sentó las bases del enfoque de basic needs y de la selfreliance, el «contar con sus propias fuerzas», recordando cómo las esperanzas de una vida mejor habían sido en gran parte frustradas, incluso que más personas se encontraban en ese momento hambrientos, enfermos, analfabetos y sin refugio de lo que eran cuando se crearon las Naciones Unidas (ver, también, Hirsch, 1976).

6 Recuerda Bottazzi (2009), que la Declaración de Estocolmo, por desgracia, fue el primero de una larga serie de documentos clasificados como «no vinculantes» para los Estados de las Naciones Unidas, y no produjo beneficios concretos para el medio ambiente.

7 En particular, en Estocolmo inicia el debate sobre el desarrollo sostenible que en la década siguiente, en 1987 precisamente, sería más detenidamente pormenorizado.

8 El Manifiesto, firmado por más de 200 economistas, fue presentado en la reunión anual de la American Economic Association en diciembre de 1973 (ver American Economic Review, 64 (2), p. 447 y pp. 449450 (mayo de 1974).

9 También en los años Setenta, en Suecia, la Fundación Dag Hammarskjöld en Uppsala publica un informe titulado significativa (y provocativamente): «What now? Another Development » (1975), en el que duramente critica las políticas de desarrollo hasta aquel entonces seguidas, consideradas incapaces de hacer frente a la pobreza masiva y al impacto medioambiental de las políticas internacionales de desarrollo. Desarrollo y medio ambiente no son incompatibles, se afirma en el documento (ver Fundación Dag Hammarskjöld, 1975), pero hay un límite ecológico a la acción de la raza humana y este límite debe hacerse casi absoluto. Las necesidades deben satisfacerse, vayan por delante las necesidades esenciales de los más pobres representando la mayoría de la población mundial. El desarrollo, además, debe garantizar la humanización del hombre y cumplir con la necesidad de expresión, de convivencia, de creatividad, de libre determinación de su propio futuro.

10 En Italia, según el último Informe Censis (2014) sobre la situación en el país, resulta que el gasto de las políticas de cohesión se estanca en el pantano de la obra pública. Las dificultades para iniciar y llevar a cabo grandes obras públicas, incluso cuando haya recursos dedicados, llaman periódicamente la atención nacional en caso de emergencias o de prolongación indefinida de operaciones complejas. El tema está relacionado con otro grave problema a nivel nacional, es decir, el uso limitado de recursos de la comunidad. A los 807.000 proyectos controlados en el ámbito de las políticas de cohesión 2007-2013 les corresponde un volumen de recursos planificados de poco más de 80 mil millones de euros, a los que les corresponde un gasto certificado igual (en julio de 2014) a € 32,3 mil millones de euros, con un avance del 40,4%. De los € 80 mil millones previstos 45.600 millones (el 57%) están relacionados con proyectos de infraestructuras. En menor medida los proyectos supervisados se refieren a la adquisición de bienes y servicios (21% de la financiación) e incentivos para la empresa (10%). Precisamente en el caso de los proyectos de infraestructuras, los porcentajes son sin duda decepcionantes: al año del cierre del período de programación europea apenas se ha gastado una quinta parte de los recursos (20,4%).

11 Luciano Gallino del prefacio al libro de C. Ronca defiende que «para que una empresa son intangibles la marca, las patentes, la cultura organizacional, el nivel de formación del personal, las habilidades y relativas a los productos y procesos acumulados con años de experiencia, el conocimiento explícito de carácter tanto técnico como relacional que los hombres y las mujeres que trabajan allí se llevan y usan todos los días en sus actividades» (2007. P. 5).

12 Véase la «Resolución sobre el capital social y humano en la sociedad del conocimiento», adoptada en julio de 2003 por el Consejo Europeo y la «Política de Cohesión 20142020».

13 La fundación Adriano Olivetti ha desarrollado modelos interpretativos y de funcionamiento del capital humano, es decir, el Intellectual Capital Growth Model y el enfoque empírico del Intellectual Capital reporting.

14 Los primeros trabajos sobre el capital humano se deben a Becker (1964) y Schultz (1963), mientras que sus aplicaciones en el desarrollo local se deben a Uzawa (1965), Lucas (1988) y Romer (1990).

15 El término capability se utiliza para sintetizar dos condiciones, es decir, la capacidad (ser) y «posibilidad práctica» (hacer). La capability en el pensamiento de Amarthya Sen es una de las dimensiones que permite crear el indicador de bienestar alternativo al PIB, añadiendo a la dimensión económica de la libertad, la calidad de vida y la justicia.

16 Ver http://www.misuredelbenessere.it/index.php?id=27.

17 Friedrich Wilhelm Christian Carl Ferdinand Freiherr von Humboldt, reformador de la Universidad de Berlín en 18091810, ministro de Educación del gobierno prusiano, fue el promotor de una universidad moderna en que el profesor y el alumno existen en función de una ciencia activa en que, es decir, no se aceptan pasivamente el conocimiento, sino hay una colaboración libre entre los que enseñan y los que aprenden.

18 Definir la «cultura» no pertenece a los objetivos de este documento; sin embargo, puede ser útil recordar la definición que se da como un conjunto de instituciones sociales, actividades políticas y económicas, científicas y artísticas, manifestaciones espirituales y religiosas que caracterizan la vida de una sociedad dada en un momento histórico dado.

19 Ver http://www.generativita.it/progetto.

20 En los contextos locales periféricos reflexionar sobre la naturaleza y el grado de desarrollo de un territorio implica afrontar el concepto de «marginalidad». En ciertos contextos, de hecho, lo local se vuelve marginal en comparación con otras dimensiones, en las que ese mismo desarrollo ha tenido efectos visibles (al hablarse de lugares marginales se piensa a menudo en la lejanía, en la pequeña dimensión, en las dificultades espaciales -tal vez dictadas por la ausencia de conexiones rápidas entre los centros de producción y la ubicación de los servicios- en pocas palabras, en la falta, en términos de importancia, de los más importantes índices del llamado desarrollo).

21 Este es «el lugar» que, en los últimos años, está involucrándose en la acción de investigación de un gran grupo de sociólogos italianos y de la Universidad de Molise, en particular. En este sentido, se recomienda consultar los (primeros) resultados de los Programas de investigación de interés nacional «La innovación en los sistemas locales de desarrollo de la Tercera Italia» (20042007) y «Repensando el hacer el nuevo empresariado artesanal en el marco de un diferente desarrollo local» (20082013). Véase, en particular: Bautistas (2006); Federici y Minardi (2007); Federici y Fornari (2013).

22 El muestreo efectuado, llamado en literatura snowball sampling, ha seguido una aproximación racional dando lugar a la recopilación de 28 entrevistas (22 con artesanos y 6 con testigos privilegiados).

23 El Consorcio está constituido por una ceramista, una pintora, una escultora, una titular de papelería de época, una trabajadora del cuero, una artesana especializada en vidriofusión y mosáicos y, finalmente, por una artesano de mármoles y piedra.

Bibliografía

1. Battisti, F.M. (Ed.) (2006), Identità e sviluppo locale, Lulu Press, New York.         [ Links ]

2. Becattini, G. (2009), Ritorno al territorio, il Mulino, Bologna.         [ Links ]

3. Becker, G. (1964), Human Capital, The University of Chicago Press, Chicago (US).         [ Links ]

4. Blomström, M., Hettne, B. (1984), Development Theory in Transition, Zed Books, London (UK).         [ Links ]

5. Bottazzi, G. (2009), Sociologia dello sviluppo, Laterza, RomaBari.         [ Links ]

6. Briceño Ruiz, J., Quintero Rizzuto M.L., Ruiz De Benítez D. (2013), «El pensamiento estructuralista de la cepal sobre el desarrollo y la integración latinoamericana: reflexiones sobre su vigencia actual», Revista Aportes para la Integración Latinoamericana, 28, pp. 134.         [ Links ]

7. Caillé, A. (1998), Il terzo paradigma. Antropologia filosofica del dono, Bollati Boringhieri, Torino.         [ Links ]

8. Camagni, R. (2004), «Uncertainty, social capital and community governance: the city as a Milieu», en Capello, R., Nijkamp, P., Urban dynamics and growth: advances in urban economics, Elsevier, Amsterdam.         [ Links ]

9. Chiesi, A. (2003), «Problemi di rilevazione empirica del capital sociale», en Andreotti A., Barbieri P., Reti e capital sociale, Dedalo, Bari.         [ Links ]

10. Clifford, S., King, A. (1993), Local Distinctiveness Place, Particularity and Identity, Common Ground, London (UK).         [ Links ]

11. Coleman, J. (1990), Foundations of Social Theory, Harvard University Press, Cambridge, Massachusetts and London.         [ Links ]

12. Dag Hammarskjoeld Foundation (1975), What Now the 1975 Dag Hammarskjöld Report on Development and International Cooperation, Development Dialogue, Uppsala.         [ Links ]

13. Federici, M.C., Fornari, S. (Eds.) (2013), Ripensare il fare. La nuova imprenditoria artigianale nel quadro di un diverso sviluppo locale, L'Harmattan Italia, Torino.         [ Links ]

14. Federici, M.C., Minardi, E. (Eds.) (2007), Quadro e cornice. Per una lettura dinamica dello sviluppo locale, FrancoAngeli, Milano.         [ Links ]

15. Folland, S., Rocco, L. (2014), The Economics of Social Capital and Health A Conceptual and Empirical Roadmap, World Scientific, Washington, D.C.         [ Links ].

16. Gallino, L. (2007), Tecnologia e democrazia. Conoscenze tecniche e scientifiche come beni pubblici, Einaudi, Torino.         [ Links ]

17. Grignoli, D., Mancini, A., Tarozzi, A. (2013), Developpement Local en Italie. Le Cas du Molise, L'Harmattan, Paris.         [ Links ]

18. Hettne, B. (2009), Thinking about Development, Zed, London (UK).         [ Links ]

19. Hirsch, F. (1976), Social Limits to Growth, Twentieth Century Fund, London (UK).         [ Links ]

20. Hirschman, A.O. (1958), The Strategy of Economic Development, Yale University Press, New Haven & London (US).         [ Links ]

21. http://www.generativita.it/progetto, (January 25th, 2015).         [ Links ]

22. http://www.misuredelbenessere.it/index.php?id=27, (January 28th, 2015).         [ Links ]

23. Illich, I. (1973), Tools for conviviality, Fontana/Collins, Glasgow (UK).         [ Links ]

24. Latouche, S. (2007), Petit Traité de la Décroissance Sereine, Mille et Une Nuits, Paris.         [ Links ]

25. Magnaghi, A. (2000), Il progetto locale, Bollati Boringhieri, Milano.         [ Links ]

26. Magnaghi, A. (2006), «Rappresentazioni ad alta risoluzione per il progetto locale», en Jogan, I., Patassini, D., Lo spazio europeo a livello locale, INU, Roma.         [ Links ]

27. Magnaghi, A. (Ed.) (1990), Il territorio dell'abitare, FrancoAngeli, Milano.         [ Links ]

28. Magnaghi, A. (Ed.) (1998), Il territorio degli abitanti: società locali e autosostenibilità, Dunod Masson, Milano.         [ Links ]

29. Magnaghi, A. (Ed.) (2012), Il territorio bene comune, Firenze University Press, Firenze.         [ Links ]

30. Mancini A. (2014), «Dinámicas de desarrollo local en Italia. El caso de la iniciativa empresarial femenina en Molise», Perfil de Coyuntura Económica, 23, pp. 3756.         [ Links ]

31. Meadows, D.; Randers, J. (2004), Limits to growth: The 30year update, Green Publishing, Chelsea (US).         [ Links ]

32. Meier, G.M., Seers, D. (1984), Pioneers in development, Oxford University Press, London (UK).         [ Links ]

33. Morin, E. (1983), Il metodo. Ordine disordine organizzazione, Feltrinelli, Milano.         [ Links ]

34. Morin, E. (1997), «Le vie della complessità», en Bocchi, G., Ceruti, M. (Eds.), La sfida della complessità, Feltrinelli, Milano.         [ Links ]

35. Nonaka, I., Takeuchi, H. (1997), The Knowledge Creating Company: creare le dinamiche dell'innovazione, Guerini e Associati, Milano.         [ Links ]

36. Pearson, Report (1969), Partners in Development. Report of the Commission on International Development, Praeger, New York (US).         [ Links ]

37. Polanyi, K. (1944), The Great Transformation, Holt, Rinehart & Winston Inc., New York (trad. it.: La Grande Trasformazione, Einaudi, Torino, 1974).         [ Links ]

38. Polany, K. (1979), La conoscenza inespressa, Armando, Roma.         [ Links ]

39. Putnam, R.D. (1993), La tradizione civica delle regioni italiane, Mondadori, Milano.         [ Links ]

40. Romer, P.M. (1990), «Endogenous technological change», Journal of Political Economy, n. 5, pp. 71102.         [ Links ]

41. Ronca, C. (2007), Competere con gli intangibili, Guerini e Associati, Milano.         [ Links ]

42. Rostow, W.W. (1960), The Stages of Economic Growth: A NonCommunist Manifesto, Cambridge University Press, Cambridge (UK).         [ Links ]

43. Schumacher, E.F. (2000 [1973]), Small Is Beautiful, Hartley and Marks Publishers, Vancouver, British Columbia (Canada).         [ Links ]

44. Schumpeter, J.A. (1912), Theorie der wirtschaftlichen Entwicklung, Duncker, Berlin.         [ Links ]

45. Seers, D. (1969), The meaning of development, Institute of Development Studies, University of Sussex, Brighton (UK).         [ Links ]

46. Sen, A.K. (2000), Lo sviluppo è libertà. Perché non c'è crescita senza democrazia, Mondadori, Milano.         [ Links ]

47. Schultz, T.W. (1963), The economic value of education, Columbia University Press, New York (US).         [ Links ]

48. Tarozzi, A. (1992), Quale sociologia dello sviluppo, Iniziative Culturali, Sassari.         [ Links ]

49. Tarozzi, A. (2005), Introduction to Selfsustainable Development, en Tacchi, E. M. (Ed.). Sustainability. Development and Environmental Risk, Foxwell & Davies, London.         [ Links ]

50. Tarozzi, A. (Ed.) (1990), Visioni di uno sviluppo diverso, Gruppo Abele, Torino.         [ Links ]

51. Trigilia C. (2001) (Eds.), Il capitale sociale istruzioni per l'uso, Il Mulino, Bologna.         [ Links ]

52. UNDP (1990), Human Development Report, Oxford University Press, OxfordNew York.         [ Links ]

53. Uzawa, H. (1965), «Optimum technical change in an aggregative model of economic growth», International Economic Review, n. 1, pp. 1831.         [ Links ]

54. Vazquez Barquero A. (2002), Endogenous development, Routledge, London and New York.         [ Links ]

55. Vittadini G. (2004) (Eds.), Capitale Umano. La ricchezza dell'Europa, Guerini, Milano.         [ Links ]

56. Wenger, E. (2006), Comunità di pratica. Apprendimento, significato e identità, Cortina, Milano.         [ Links ]

Creative Commons License All the contents of this journal, except where otherwise noted, is licensed under a Creative Commons Attribution License