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Relaciones internacionales

On-line version ISSN 2314-2766

Relac. int. vol.29 no.59 La Plata June 2020

 

Lecturas

Historiographical Investigations in International Relations

Tomás Listrani1  *

1Grupo Jóvenes Investigadores (IRI – UNLP)

Schmidt, Brian C; Guilhot, Nicolas. Historiographical Investigations in International Relations. 2019. Palgrave Macmillan, 226p. ISBN: 978-3-31978-035-1.

El presente volumen busca aportar a la vertiente reflectivista de las Relaciones Internacionales a través de un análisis de la historiografía del pensamiento internacional. A partir de ello, la obra también supone una ponderación del desarrollo disciplinar en sí mismo.

Para esto, Brian C. Schmidt y Nicolas Guilhot recopilaron su vasta experiencia en publicaciones al respecto a lo largo de las últimas tres décadas. A partir de los años ochenta, el desarrollo teórico de las Relaciones Internacionales tuvo un renovado impulso, tanto en cantidad de producción científica como por la intensidad de los debates teóricos al interior del campo. El espíritu del proyecto colectivo que ambos autores editan es el de un verdadero giro (¿nuevamente?) hacia la historia.

La historia disciplinar de las Relaciones Internacionales también ha contribuido a situar en una perspectiva más internacional un campo que se ha definido predominantemente desde el punto de vista de los Estados Unidos, ya que los investigadores han comenzado a rastrear y situar el desarrollo de la teoría en sus diferentes contextos nacionales. De este modo, a la narrativa principal del desarrollo teórico en los Estados Unidos, los trabajos recientes arrojan luz sobre la especificidad de los casos europeos o no occidentales, así como las interconexiones entre estos.

En esta maniobra, Schmidt y Guilhot recogen los aportes de diferentes autores para recabar una extensa bibliografía asociada al título del libro. Como señala David Long en el prefacio, se nos ordena no conformarnos con los límites de la disciplina, cuestionar las fronteras y abrir espacios tanto geográficos como intelectuales, tirar de los hilos y buscar pistas. En un tono provocador contra las corrientes canónicas de Relaciones Internacionales, se nos recuerdan “los prejuicios eurocéntricos y racistas de las relaciones internacionales académicas en sus orígenes y en la historia posterior” (p. vi). Ya sea desde perspectivas feministas, poscoloniales o críticas, se subrayan los vacíos que los intelectuales del campo dejaron en el siglo XX.

Como se argumenta a lo largo del volumen, estas reflexiones cobran especial relevancia en el estado actual de la disciplina, donde las principales escuelas ya no pueden mostrar teorías claramente definidas y coherentes, hoy reveladas como simplificaciones estilizadas. En efecto, revisar cuidadosamente la historia intelectual de las Relaciones Internacionales tiene sus beneficios epistemológicos y metodológicos.

Luego de la introducción, el capítulo de Duncan Bell examina las comunidades unversitarias y científicas asociadas al mundo universitario. Este es un capítulo que bien puede inscribirse dentro de la escuela de historia global (Global History). En su recorrido por los siglos XX y XXI, profesor de Cambridge recuerda que “las Ciencias Sociales hacen de bisagra entre el poder y el conocimiento en el mundo moderno” (p.15).

Bell aporta al volumen una convincente postura en favor del análisis de la constitución y cambio de las diferentes comunidades de investigación que estudian y a la vez influyen en el mundo político. Critica la narrativa progresista de la disciplina que, más allá de su visión del pasado simplista, ha servido de poderoso dispositivo de legitimación de ciertas posiciones sustantivas en las Relaciones Internacionales desde la posguerra (en particular las del realismo político) y ciertas orientaciones metodológicas (en particular el neopositivismo).

En el tercer capítulo, Michael Williams propone un inusual abordaje del pensamiento del principal exponente del realismo clásico, Hans Morgenthau. En clave de historia intelectual, se analiza la relación entre los postulados del autor y la estética. Se retoma el pesimismo antropológico del realismo para enfatizar la inhibición creativa que esta escuela central para teoría de las Relaciones Internacionales generó respecto del análisis del sistema internacional. De manera interesante, se traza un paralelismo entre la evolución de la historia del arte para el momento en el que Morgenthau escribe (de las biografías aisladas de los artistas al estudio de las corrientes y estilos en su conjunto) y las propias propuestas programáticas del autor alemán sobre lo que debía ser una teoría de las relaciones internacionales (dejar la historia diplomática y observar las tendencias del orden internacional).

Con este enfoque novedoso, Williams propone reflexionar acerca de cómo el realismo político en Relaciones Internacionales construyó la propuesta de que una política exterior eficaz y responsable podría ser mejorada creando una suerte de “público informado” con una comprensión razonable de las realidades de la política internacional. Los realistas, en definitiva, se propusieron naturalizar un juicio público tanto de los líderes como de la comunidad política. Nuevamente, esto es históricamente situado: en la época de política de masas de entreguerras era esencial que el genio político fuera reconocido y apoyado por el pueblo si quería tener éxito.

En el cuarto capítulo, Lucian Ashworth realiza un aporte que se deja de ver de manera transversal en todo el libro: la necesidad de reconciliar a las Relaciones Internacionales con la Historia. Se achaca el excesivo “presentismo” de la disciplina, cuyos teóricos han olvidado lo imbricada que ha estado con el pasado y las reflexiones sobre este. Ashworth recurre a poderosos ejemplos de renovación historiográfica, como las recientes interpretaciones del apaciguamiento de Chamberlain a la Alemania de Hitler, para evidenciar cómo el autodistanciamiento de los internacionalistas del desarrollo intelectual de los historiadores opera en detrimento de la vitalidad disciplinar.

De manera similar, el quinto capítulo, escrito por Or Rosenboim, presenta innovadores enfoques para mirar la historiografía de las Relaciones Internacionales. La autora nos aleja de las narrativas de los grandes debates de la disciplina y las concepciones convencionales al cuestionar las fronteras tradicionales de los escritos de los internacionalistas. Rosenboim trabaja con las categorías de “hilos” y “fronteras” del desarrollo disciplinar para encuadrar las construcciones teóricas y ordenar las principales preocupaciones, protagonistas y objetivos de la disciplina en su desarrollo centenario.

Remitiéndose a la microhistoria de Carlo Ginzburg, Rosenboim propone relacionar lo micro (el texto, el autor) con lo macro (el contexto intelectual y político). Estos aportes son especialmente prometedores para deconstruir los mitos sobre los cuales la autoimagen de las Relaciones Internacionales se fue construyendo. Las implicancias de la propuesta no son secundarias: quedan en evidencia la arbitrariedad de la subdivisión de la disciplina en "escuelas" y su interacción en los afamados "grandes debates". Tanto en los círculos académicos como en la esfera pública estas construcciones tuvieron por objeto ofrecer un marco explicativo esquemático, ya resuelto, del desarrollo histórico de las Relaciones Internacionales como campo disciplinar.

El sexto capítulo, de Brian Schmidt, acompaña a los autores precedentes en la búsqueda de mayor diálogo de la comunidad internacionalista con sus colegas politólogos y demás cientistas sociales afines a la hora de analizar ciertos fenómenos que pueden examinarse mejor con una metodología actualizada. Además, propone pensar la historia de las Relaciones Internacionales pautada por los distintos cambios “internos” (es decir, aquellos causados por las diferentes orientaciones de quienes se autopercibían como intelectuales de la disciplina) antes que por los “externos” (esto es, los factores estructurales que también condicionaron el desarrollo teórico).

Deteniéndose más puntualmente en el terreno de la economía política internacional (EPI), en el séptimo capítulo, John M. Hobson enumera los ostensibles sesgos eurocéntricos en las Relaciones Internacionales. El académico británico rastrea los últimos treinta años de historiografía sobre la EPI para luego referirse a esta primera en forma general.

Con un profundo mensaje pedagógico, Hobson argumenta puntillosamente la inevitabilidad no solo de escribir, sino también de enseñar, una historiografía de las Relaciones Internacionales para una mejor comprensión de las discusiones, pasadas y presentes, del campo en sí mismo. De acuerdo con el planteo del autor, a praxis de la historiografía disciplinar en el siglo XX fue necesariamente un proyecto profundamente político que buscó calificar el camino que la disciplina fue tomando. En consecuencia, se habilitaban planteos prescriptivos ya fuera para avanzar radicalmente en nuevas direcciones futuras –en el caso de las propuestas teóricas más críticas– o bien para nutrir proyectos defensivos y conservadores que perpetuaran el status quo del desarrollo disciplinar.

En el último capítulo, Ian Hall ofrece una mirada interesante acerca de la Escuela Inglesa. A través de un trabajo historiográfico, se le presentan al lector los momentos claves del derrotero de las Relaciones Internacionales en relación con la importancia que la Historia tenía para la sociedad y los políticos, así como los distintos motivos históricos y debates teóricos por los cuales estas percepciones fueron cambiando. Tal como expone Hall, es notorio el papel preponderante de los historiadores en el estudio de las Relaciones Internacionales en el caso británico, así como la carga particular que tiene la Historia en la sociedad británica. Este capítulo es un aporte intelectual que reconcilia la interpretación histórica con las Relaciones Internacionales.

Para concluir, John G. Gunnell realiza una síntesis final de los principales puntos del volumen. Gunnell defiende una revisión permanente de las teorías y las propuestas intelectuales de Relaciones Internacionales, actividad que implica pensar históricamente. La propuesta apunta a mantener un buen ejercicio crítico de la práctica teórica para lograr buenas teorías que resulten prácticas para el mundo que quieren explicar.

En suma, la obra Investigaciones Historiográficas en Relaciones Internacionales ofrece un amplio panorama de la historia disciplinar. En la misma medida, opera como una hoja de ruta que contiene las invitaciones a la reflexión en los puntos necesarios para un buen ejercicio del pensamiento científico internacionalista.

Debe decirse, sin embargo, que a pesar de su propuesta crítica, el volumen reproduce el sesgo anglosajón de la disciplina, pues todos sus autores pertenecen a países y centros de investigación hegemónicos. Además, únicamente Or Rosenboim es mujer, de entre una decena de autores. Con todo, el volumen editado por Palgrave Macmillan es indispensable para cualquier estudioso de las Relaciones Internacionales, en formación o con experiencia.

*

Grupo Jóvenes Investigadores (IRI – UNLP), Universidad Torcuato Di Tella

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