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Darwiniana, nueva serie

versión impresa ISSN 0011-6793versión On-line ISSN 1850-1699

Darwiniana, nueva serie vol.10 no.1 San Isidro ene. 2022  Epub 17-Oct-2022

http://dx.doi.org/10.14522/darwiniana.2022.101.1055 

Artículos originales

El Darwinion de San Isidro, certezas e interrogantes de un edificio original

Alberto G. Bellucci1 

1 El autor es Arquitecto (FAU, UBA,1965) con actividad docente en esa casa de estudios entre 1965 y 2005. Fue Profesor Adjunto Regular de Arquitectura y Titular de Historia, y de materias de posgrado. Consejero titular por el Claustro de Profesores (1984-88) y a cargo del Decanato en dos oportunidades. Fue nombrado Profesor Honorario. Profesor plenario de Apreciación Artística de la Universidad de San Andrés, desde su fundación (1991) hasta 2013. Desde 2012 es Profesor de Arte y Arquitectura (Diplomatura en Cultura Argentina-CUDES). Director del Museo Nacional de Arte Decorativo, desde 1991 a 2015, Director a/c del Museo Nacional de Bellas Artes durante dos períodos (1991 y 2003-6) e interventor del Museo Nacional de Arte Oriental. Miembro de número de las Academias de Artes y Ciencias de San Isidro (1996) y Nacional de Bellas Artes (2005), de la que fue Presidente entre 2015 y 2018. Premio Konex de Platino 2006. Jurado Premios Konex 1992 y 1994 (tomado de https://www.fundacionkonex.org). Entre su producción se cuenta “Breve Historia de la Arquitectura” (1989), “Viajes dibujados” (1996), “Dibujando Argentina” (2004), “Memorias de un Director de Museos” (2018), etc., y numerosos ensayos, artículos, seminarios y conferencias en el país y el exterior. Academia Nacional de Bellas Artes, Sánchez de Bustamante 2663, C1425 CABA, Argentina; abellucci@fibertel.com.ar

Un edificio tiene dos vidas, la que imaginó su creador y la vida que tiene. Y no siempre son iguales” Rem Koolhaas

Primera mirada

Por poca imaginación que se tenga, la visión de la fachada esquinera del Darwinion (Fig. 1A), envuelta en frondosa vegetación y en medio de un exclusivo barrio sanisidrense de calles adoquinadas y residencias señoriales (Fig. 2), no puede menos que despertar asociaciones imprevistas con un templo hindú, algún cenotafio esotérico, un centro masónico, el temible laboratorio del Dr. No o, incluso, el Orco de Bomarzo, sobre cuya boca oscura ogni pensiero vola.

Y en verdad, cualquier pensamiento puede sobrevolarnos ante la insólita aparición de esa arquitectura maciza y aparentemente muda que se abre paso entre el caleidoscopio arbóreo que la enmarca. Yo mismo, arquitecto y vecino del lugar desde hace cuarenta y cinco años, pasé muchas veces frente al Darwinion, alimentando fantasías e imaginando historias improbables sobre su génesis y algún inexplicable aterrizaje desde un contexto alienígeno.

Quizás aliente en esa morosidad fantasiosa, el regusto por edificar y mantener mitologías barriales, no lo sé. Pero, finalmente, una visita inicial al Darwinion en grupo, seguida de otras personales que fui concertando, aclararon las incertidumbres y despejaron las nubes que -para bien o para mal, según las expectativas de cada cual- fueron reemplazando las fantasías autoalimentadas por las evidencias de un realidad activa, efectiva y ponderable . Porque el Darwinion -templo de Darwin, como el Pergamón berlinés nombra al de Pérgamo o el Zappeion ateniense evoca el megaron de Zappas- es un instituto botánico de actividad incansable y prestigio internacional, dedicado al relevamiento, estudio y actualización de las especies vegetales de la Argentina.

Naturalmente, mi tema especial de interés fue la arquitectura original del Darwinion, sobre todo al enterarme que su autor había sido el ingeniero-arquitecto Arturo Prins (Fig. 3), una de las figuras destacadas de la arquitectura argentina de principios del siglo veinte y, también, una de las más rodeadas de mitos, fantasías e interrogantes sin respuesta. Y se verá hasta qué punto la presencia concreta de Prins en el Darwinion -ya que sin duda anduvo por aquí- sigue escurriéndose cuanto más tratamos de aprehenderla.

Fig. 1 Instituto de Botánica Darwinion, frente esquinero. A, estado actual. B, estado en 1936.Figura en color en la versión en línea http://www.ojs.darwin.edu.ar/index.php/darwiniana/article/view/1055/1262 

Un poco de historia antigua

Pero tan inesperada resulta la presencia del Darwinion en el contexto barrial de San Isidro, que antes de avanzar sobre las historias de Prins y su edificio conviene hacer una breve incursión histórica, retrocediendo hasta los primeros españoles que ocuparon estas ́suertes ́ que les entregó Garay en 1580. Probablemente el actual Darwinion se ubique sobre parte de las chacras 61 y 62, adjudicadas respectivamente a Ochoa Marquez y Anton de Porres, ambas de un ancho de 400 m por una legua de fondo (Fig. 4). Una de esas, la 61, fue comprada, dos siglos más tarde, por Francisco de Tellechea, el comerciante cantabrio, que tuvo el curioso destino de ser fusilado en 1812 y convertirse -post mortem- en el suegro de Juan Martín de Pueyrredon, quien se casó con su hija Calixta y heredó sus tierras de San Isidro. De allí en más -o quizás un poco antes- la legua se fue subdividiendo hasta llegar a la fracción que en 1856 Manuel Alejandro Aguirre y su mujer Mercedes Anchorena le compraron al pintor Prilidiano Pueyrredón, único heredero supérstite del prócer . Por su parte, desde 1902 Victoria Aguirre Anchorena (1858-1927), artista entusiasta y generosa benefactora, había permitido que los chicos del barrio jugaran al fútbol sin restricciones en su fracción, que coincidía con el actual trazado del CASI.

Fig. 2 Un ejemplo de la construcción del Barrio Parque Aguirre: casa de estilo neotudor. Figura en color en la versión en línea http://www.ojs.darwin.edu.ar/index.php/darwiniana/article/view/1055/1262 

Varios años después, Victoria hizo la donación formal al Club para fomento de su actividad deportiva, que se amplió del fútbol al hockey, al rugby y a varios deportes escoceses.

Deseosos de mantener el ámbito verde y el sosiego residencial, en un todo de acuerdo con el modelo emergente de ́ciudad jardín ́ predicado por Ebenezer Howard y puesto en práctica ese mismo año en el diseño de Canberra, la flamante capital de Australia, la familia Aguirre insistió hasta obtener de las autoridades municipales de San Isidro (a la sazón encabezadas por Ernesto de las Carreras) un código de planeamiento especial. Fue así como a fines de 1913 (ya en la intendencia de Adrián Beccar Varela) se pusieron a la venta los 121 lotes restantes del viejo Bosque Alegre, lo que se promocionó como ́el pueblo aristocrático del norte ́, que abarcaba aproximadamente desde la actual Avenida del Libertador hasta Eduardo Costa y desde la Avenida Márquez hasta la calle Juan Cruz Varela (Fig. 5).

Fig. 3 Retrato del Arq. Arturo Prins. 

El trazado adoptado fue circular y centrípeto, con calles curvas y adoquinadas, flanqueadas de paraísos ́para preservar la intimidad de los residentes ́ (y el consiguiente extravío de los visitantes...) (Fig. 5). Cada parcela tendría un mínimo de 15 metros de frente, con retiros de 3 m sobre las líneas municipales y 10 m en las ochavas.

Fotografías de época muestran el estado plano y abierto del idílico minilaberinto en que se transformaría en pocos años el Parque Aguirre, espacio denso de tilos, robles, fresnos y ginkgos, destinado a ́la vida bella y feliz ́ que soñaba Aristóteles .

Es por entonces que aparece Cristóbal María Hicken (Fig. 6) -nuestro próximo protagonista de esta historia- con la intención de trasladar a esta zona el primer Darwinion, su laboratorio botánico así bautizado, que estaba ubicado entre las calles Progreso y Heredia -hoy con otros nombres- en Villa Progreso, en el partido de San Martín. “No hay una fecha cierta para su origen, pero sí una en la cual este laboratorio se hace visible. Es en 1911, cuando él construye para sí una casona (...) en la cual su domicilio particular no es más que un apéndice de su instituto botánico” (Anónimo, 1912).

El Darwinion de Villa Progreso ya no existe, pero fotografías de época (Fig. 7) y diversos testimonios nos lo presentan como importante construcción exenta de estilo italianizante, con inclusiones poco ortodoxas en el coronamiento perimetral de cornisas y balaustres. Varios testimonios hablan, a su vez, del rol fundamental de Hicken en el diseño del edificio y en la disposición de su herbario, la biblioteca y el equipamiento técnico dentro del universo botánico al que sumaría su vivienda personal, lo cual indica la cercanía que tuvo su propietario con los temas de la arquitectura.

Así pasaron los años del Centenario y la siguiente década, durante la cual la colección botánica y bibliófila crecería hasta colmar los espacios propios e invadir los de la vivienda. Tanto fue así que en 1924 Hicken decidió donar, a su fallecimiento, todo su acervo al Gobierno Nacional con la condición de mantener el contenido bajo el control de la Academia de Ciencias .

Pero entre tanto no quiso perder tiempo y decidió comprar los lotes f y g de la Manzana n° 3 del Barrio Parque que se loteaba y allí, en la intersección de Labardén y Estanislao del Campo, comenzó a levantar el nuevo Darwinion, edificio que será motivo de los siguientes capítulos de nuestra historia de sorpresas, hallazgos e interrogantes (Zuloaga & Pozner, 2014).

Fig. 4 Chacras distribuidas por Juan de Garay en el año 1580 (límites sobreimpuestos sobre el trazado urbano actual, en parte eliminado para poder colocar los rótulos). Figura en color en la versión en línea http://www.ojs.darwin.edu.ar/index.php/darwiniana/article/view/1055/1262 

Arturo Prins, el arquitecto

Primer interrogante sin respuesta: no sabemos cómo ni por qué Cristóbal Hicken eligió a Arturo Prins como arquitecto de su obra. Por supuesto, los méritos profesionales de Prins estaban a la vista, como lo demuestra la gran cantidad y variedad de obras que había creado en la Argentina durante los últimos treinta años, pero no hay registro de las causas de esa elección ni la forma o los alcances con que se llevó a cabo.

La autoría de Prins en el Darwinion se da por cierta en varios catálogos de arquitectura , y es sobre esta aceptada paternidad arquitectónica que iniciamos y orientamos nuestra indagación.

Fig. 5 Trazado del Barrio Parque Aguirre (ca. 1913). Extraído de Carpeta de Remates, Depto. de Investigación Histórico-cartográfica, Dirección de Geodesia, Partido de La Matanza, Prov. Buenos Aires. 

Fig. 6 Retrato del Dr. Cristóbal M. Hicken.Fig. 7. El edificio del Instituto Darwinion de Villa Progreso (ca. 1912). 

Arturo Prins Iriarte había nacido en Montevideo el 27 de septiembre de 1877, dos años y medio después que Hicken. Su niñez la pasó en Uruguay, pero la juventud y su formación profesional transcurrieron en Buenos Aires. Aquí, en 1900, se graduó como ingeniero civil y arquitecto en la Escuela de Arquitectura de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Quizás en sus pasillos o en alguna de sus aulas pudo haberse encontrado con Hicken y sentar las bases de un futuro contacto; es posible pero no hay ninguna evidencia que lo demuestre. En cambio sabemos que Prins se perfeccionó en sendas escuelas de Bellas Artes de París y Roma como becario cum laude de la Universidad y que estos estudios culminaron a tiempo para permitirle abrir su estudio y participar como profesional destacado en la febril apertura constructiva del siglo XX.

En 1901 abrió su estudio, mereció el primer premio -junto con Mariano Cardozo- por la remodelación de la iglesia de San Nicolás de Bari (demolida en 1931, al abrirse la avenida 9 de Julio) y comenzó a proyectar y construir cantidad de viviendas para la sociedad porteña, con la colaboración de varios jóvenes europeos que en poco tiempo serían prestigiosos proyectistas, como el austríaco Oskar Ranzenhofer (1867-1929?), los italianos Francesco Gianotti (1881-1987) y Mario Palanti (1885-1978) y el porteño Alejandro Virasoro (1892-1978), futuro maestro de nuestro art-déco local.

Fig. 7 El edificio del Instituto Darwinion de Villa Progreso (ca. 1912). 

De su asociación con Ranzenhofer -que se mantuvo estable hasta 1912- podemos citar el curioso e interesante edificio Llobet (Fig. 8A), de Alvear 1780 (1904) , el imponente Palacio Vera (Fig. 8B) de Av. de Mayo 769 y Rivadavia (1910) con su fachada tripartita y los balcones curvos de un estilizado art nouveau, las residencias de Félix Egusquiza (Libertad 1502) y Pantaleón Molina (Talcahuano 1296), ambas de 1905; las casas de las familias Oliveira (Santa Fe y Suipacha), Quintana (Rodríguez Peña 1874) y la de Tucumán 1712 -las tres de 1907-, los petit-hotels en Juncal y Riobamba (1908) y Charcas y Rodríguez Peña (1909), y los edificios de vivienda en Alsina 1495 esquina L. Sáenz Peña 188, Talcahuano 867, Cangallo (hoy Perón) 1561, Paraguay 755 y Tucumán 672, varios de ellos demolidos.

En 1909 recibe el Diploma de Honor por su proyecto de pabellones para la Exposición Industrial del Centenario, se lo designa arquitecto general de la Expo Ferroviaria e Industrial en preparación, y en el mes de junio, la Sociedad Rural lo premia por sus diseños de pabellones para la Expo Internacional Agropecuaria. Es el año en que gana el concurso para la nueva Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (Fig. 9) y es también el que marca el comienzo de la saga agridulce que ocupará gran parte de las décadas siguientes con su historial de corsi e ricorsi, suspensiones y fantasías que llegaron a constituir una moderna leyenda porteña que sigue contándose con frecuencia hasta hoy.

Fig. 8 Algunas viviendas diseñadas por Arturo Prins. A, Palacio Vera (1910). B, Casa Llobet (1914).Figura en color en la versión en línea http://www.ojs.darwin.edu.ar/index.php/darwiniana/article/view/1055/1262 

El proyecto original de la Facultad (Fig. 9A) tenía rasgos de la Ilustración propios del siglo XVIII francés, pero debió transformarse en neogótico (Fig. 9B) al virar el laicismo de las autoridades universitarias hacia la ortodoxia tomista de sus sucesores; luego, al detenerse las obras por efectos conexos de la primera guerra y la crisis económica sobreviniente, surgieron rumores sobre la falta de resistencia del edificio, el riesgo estructural que traería el completamiento de la torre desmesuradamente alta o el peso del revoque de la mampostería, la evidente asincronía estilística y el esquivo carácter de catedral o municipio medieval, poco apto para identificar a un centro de estudios del siglo XX. Además, la permanente insuficiencia de recursos hizo que los avances de la obra se volvieran agónicos, hasta detenerse, primero hacia 1922 y luego, definitivamente, a mediados de los años treinta .

Fig. 9 Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. A, maqueta del proyecto original. B, parte de la fachada actual. Figura en color en la versión en línea http://www.ojs.darwin.edu.ar/index.php/darwiniana/article/view/1055/1262 

Contemporáneamente a esta epopeya agotadora, que derivó en demandas y juicios sin solución durante su vida, Prins retoma a partir de 1913 un sendero profesional más convencional, confiado en su calidad académica de ecléctico experto, organizador perspicaz del espacio, buen dibujante y eximio detallista. Es así como ven la luz las sedes del Banco de la Nación de La Plata, Av. 7 y 48, con su enorme hall neobarroco que recuerda el del Palacio Paz, del Banco Nación en Azcuénaga y Santa Fe, en Buenos Aires, del ex Banco Hipotecario, hoy Archivo General de la Nación, en L. Alem, y del Club 20 de febrero, en la plaza central de Salta (las cuatro de 1913); los edificios de Juncal 2900 y Bustamante, en 1914; el Asilo-taller Madres Argentinas, en Buenos Aires y el Hospital Ntra. Sra. de la Merced en Alberti (Provincia de Buenos Aires) en 1915; la Galería Histórica de la Independencia, Tucumán 1916 (proyecto no realizado), la residencia “Los Álamos” en Baradero, ya en los años veinte; la sede de “La Patagonia”, en Diagonal Norte 647, en 1925, con su suntuosa fachada de seis columnas gigantes, los edificios de Beruti 3837 (1924), Callao 132-7 (1926), Viamonte 1728 (1927), etc. Resulta estimulante que se hayan mantenido en pie y bien conservados dos de sus edificios de renta en el barrio de Congreso, aunque ese mantenimiento se deba básicamente a la trascendencia de sus ocasionales inquilinos, el pintor Marcel Duchamp en el de Adolfo Alsina 1743-7, durante unos meses de 1917/8, y Carlos Gardel con su madre en 1926-7, en el recién inaugurado de Rincón 137. Lo cierto es que hacia 1929 el catálogo de Prins sumaba alrededor de 70 obras realizadas, 25 fechadas y otras tantas confirmadas sin fecha cierta, además de una veintena con atribución probable, y varios importantes proyectos que no se construyeron.

La última década de Prins

Es mi historia, aunque no haya tenido en ella una actuación destacada, nada que me permita reclamar el papel de protagonista, (...) me fui recluyendo en mí mismo, me convertí en una ausencia” Héctor M. Guyot

Las confesiones de Jano, el coprotagonista de la novela de Guyot (2022), bien podrían ser similares a las de Arturo Prins en su última década de vida. Desde finales de los años veinte la producción profesional de Prins decayó sensiblemente, al punto que resulta difícil encontrar datos y huellas de obras nuevas, concursos y premios con su firma. Se sabe que encaró varios edificios y proyectos en colaboración con el ingeniero Fernando de Estrada, hermano de Ernesto, el arquitecto que tanta actividad desarrollaba en San Carlos de Bariloche. Incluso la virtual despedida profesional de Prins, con el Darwinion de 1934-6, está muy poco y muy mal documentada.

Las causas del cansancio que lo mantuvo distante del intenso quehacer anterior radicaron, sin duda, en el fatigoso proceso que soportó a raíz de los avatares de su opera magna, la polémica azuzada por la crítica corrosiva que le dedicó Le Corbusier durante su visita de 1929, las marchas y contramarchas en el avance de las obras y el largo pleito por honorarios no cobrados en vida (que varias décadas después se disolvieron, depreciados, en un almuerzo de sus herederos). Quizás influyeron, en lo lejano, la partida definitiva de Ranzenhofer a Viena, el rápido vuelo propio que emprendieron sus antiguos colaboradores y, sin duda más cercanos en el tiempo, la irrupción de grupos jóvenes de arquitectos y de comitentes, el aterrizaje de nuevos materiales, técnicas constructivas y geometrías despojadas que trajo el movimiento moderno de los veinte -la machine à vivre metafórica y literalmente ensalzada por Le Corbusier, que se universalizó como el international style en los treinta . Tales fueron las difíciles circunstancias que podrían explicar la depresión anímica vivida por Prins en sus últimos años.

Más aun, como si se hubiera producido un extraño cruce entre realidad y ficción, las versiones que circularon sobre el presunto suicidio del arquitecto -una de las falsas leyendas alimentadas por la morbosa mitomanía porteña- coincidió con una efectiva desaparición práctica, situación que bien podría haber sido andamiaje de un cuento de Edgar Allan Poe o del mismo Borges sobre la doble desaparición de un creador famoso, capaz de vivir en la sombra durante los diez años que transcurrieron entre los anuncios de su virtual suicidio y su real fallecimiento. Así, los años finales de Prins instalaron un terreno desértico, no sólo para él mismo sino también para el investigador que intenta recorrer este período árido, desprovisto de testimonios y certezas, abierto a las conjeturas antes que a las evidencias que será necesario encontrar si se quiere completar una historia consistente.

Sabemos, sin embargo, que Arturo Prins siguió activo hasta su fallecimiento al frente de la cátedra universitaria de Historia II y Teoría en la Escuela de Arquitectura, presentándose también en conferencias y actividades sociales que involucraban su profesión de arquitecto, como lo certifican el rol que tuvo en la fundación de Amigos de la Ciudad (1924) y en la constitución de la flamante Academia Nacional de Bellas Artes, de la que fue miembro de número en su primera mesa (1936).

Docente sustancial, estimo oportuno transcribir un párrafo de sus reflexiones de entonces, que no han perdido actualidad: “El arquitecto es un ser capaz de concebir e interpretar la belleza. Deberá estar dotado de inteligencia, imaginación y sentimiento. Deberá ser filósofo y convivir constantemente dentro de la filosofía de su pueblo, pues su espíritu y costumbres, sus virtudes y sus vicios, su religión y su historia son elementos que influencian su propia obra”(Prins, 1923).

El Darwinion, obra de dos autores

Sin abandonar las circunstancias poco explícitas que unieron a arquitecto y comitente y la manera en que se pudo llevar a cabo el encargo y desarrollo de la obra, creo que es oportuno concentrarse en las calidades arquitectónicas del edificio en sí, que son muchas y merecen su exploración, mientras seguimos la búsqueda de huellas que nos conduzcan a una mejor identificación de autorías y responsabilidades.

Fig. 10 Planos originales del edificio del Instituto Darwinion depositados en el archivo de la Municipalidad de San Isidro (Expediente 586-1932). A, planta. B, despiece de fachadas.Figura en color en la versión en línea http://www.ojs.darwin.edu.ar/index.php/darwiniana/article/view/1055/1262 

El Darwinion de San Isidro es un edificio de valor arquitectónico y patrimonial indudable, testimonio importante de un art-déco que incluye sorpresivas alusiones decorativas indigenistas e ingredientes masónicos, concurrencia de elementos poco usuales que lo convierten en un ejemplo único en nuestro medio.

La obra reúne varios méritos arquitectónicos, como su prolijo diseño académico -entendiendo por tal, no el estilo elegido sino la organización morfológica de su planta (Fig. 10A), heredera de la ortodoxia beaux arts-, el ajuste de su resolución funcional, el cuidado por las instalaciones y la corrección de la realización constructiva que, con leves y atendibles modificaciones de detalle, respetó las especificaciones del proyecto más allá de la muerte de su(s) autor(es).

Me animo a hablar de autor/es porque la probada capacidad académica y la apertura ecléctica de Prins ameritan y justifican una intervención proyectual que no puede separarse de la visión y la acción directa que, sin duda, ejerció Hicken sobre su criatura. Por eso prefiero considerar el resultado como producto de una paternidad compartida por ambos creadores .

No hay que olvidar que la relación que pudo unir a Prins con Hicken respecto de esta obra se limita a lo sumo a un año, entre fines de 1931 (compra del terreno e iniciación de los trabajos) y marzo de 1933, fallecimiento del botánico en Mar del Plata; no hay indicios de relación previa (que bien pudo existir) ni datos que los vinculen en otra circunstancia.

A la luz del escaso período compartido por los dos, opino que fue necesario contar con la mano de un arquitecto avezado como Prins, y que éste debió apoyarse intensamente en la de Hicken, no sólo como comitente, sino como gestor y factotum de la idea que cobró forma por obra de ambos. Las capacidades del botánico orillaban los terrenos de la arquitectura gracias a su habilidad de dibujante y pintor, a la vocación detallista, connatural a su especialidad y a su cercanía con el ambiente del arte y los artistas; ya he mencionado su rol decisivo en la erección y consolidación del Darwinion de San Martín y no dudo que fue similar al que desempeñó en su sucesor de San Isidro.

Contrario sensu, sean cuales hayan sido la cantidad y calidad de aportes del propio Hicken al proyecto, es indudable que la concreción tuvo que producirse por la tarea de un arquitecto de oficio probado como era Prins. Esto se ve -reitero- en el esquema académico de la planta (Fig. 10A), con los dos brazos simétricos que se abren a ambos lados del jardín/estanque (Fig. 11A) de lo que era el corazón inmediato del cuerpo que lo rodeaba, se lo percibe en la ingeniosa concertación de los volúmenes diversos que se suceden (Fig. 1B), en la precisión geométrica con que va articulando los espacios mayores y los complementarios, en la hábil utilización de los quiebres de dirección para ubicar, comprimidas, las dos escaleritas de acceso a los entrepisos (Fig. 11B-C), en la austera armonía entre líneas verticales y ángulos ochavados, en la prestancia general de los espacios mayores, destinados al tesoro del conocimiento, y en las condiciones de habitabilidad de cada uno de los locales respecto de su función. El tratamiento general es sencillo, con mínimo molduraje, paramentos blancos, austeros, que contrastan con el rico registro de colores y texturas de muebles, libros y objetos propios de un laboratorio científico funcional del siglo adolescente.

Es verdad que este repertorio de méritos arquitectónicos vuelve desconcertante la ausencia del nombre de Prins en los documentos fundacionales del Darwinion, sea en algún lugar de la fachada o en la lista de invitados a la inauguración de 1936. La única mención, bien visible en un paño lateral, se refiere a la Empresa Constructora A. F. Schmidt, de reconocida actividad en los ámbitos oficial y privado . He tenido acceso a copias de los planos originales de planta, cortes y vistas (sin carátula), presentados a la Municipalidad de San Isidro con fecha 19-5-1932 (Fig. 10); en ellos sólo aparecen las firmas de Cristóbal Hicken como propietario y J. A. Baldassare -o Baldassary- como ́ingeniero civil constructor ́, probable profesional integrante de la Empresa Constructora. El plano de planta, en escala 1:100, es muy detallado, con cotas y medidas que lo acercan más a un plano de obra que a un expediente municipal; en cambio hay un despiece de fachadas (Fig. 10B)-dibujadas seguramente a lápiz- en cuya banda horizontal superior se alinean dos variantes del frente exterior con mínimas diferencias entre sí; la de la derecha presenta anchos de ventanas algo mayores que los la de la izquierda, adaptándolos al ancho de los bow-windows (lo que coincide con la obra finalmente realizada) y una variación de ventanamiento en los módulos salientes a ambos lados del pórtico central (se adoptó la versión de la izquierda), además de insinuar una ornamentación lateral escalonada que no se concretó. Estos indicios revelan la intención de ampliar las fuentes de luz natural en los ambientes en coincidencia con una mayor simplificación decorativa, o sea incorporando un beneficio funcional, y también estético, a expensas del acento ornamental del conjunto que se estaba levantando. ¿Indicarían estas modificaciones de proyecto, ciertamente mínimas, el alejamiento de Prins, alguna diferencia entre éste y Hicken, o simplemente una reacomodación de detalles habituales en el proceso constructivo?

Fig. 11 Instituto Darwinion. A, vista del patio interno. B, detalle de ventana de escalera esquinera. C, escalera esquinera que conduce al mezzanino de la biblioteca. Figura en color en la versión en línea http://www.ojs.darwin.edu.ar/index.php/darwiniana/article/view/1055/1262 

Misterio que, a falta de documentación o trascendidos que lo aclaren, podría atribuirse a algún malentendido con el comitente (causa posible pero no probable), a una falta de interés o de posibilidad del arquitecto por ocuparse de la documentación o -más bien intuyo- al propósito de mantenerse al margen de cualquier trámite o referencia administrativa en razón de su compleja situación anímica y procesal. Deliberada o no, esta ausencia efectiva de Prins pudo dar visos de verosimilitud a las fake news de su muerte autoinfligida, leyenda que llevaba años de firme instalación en ciertos medios locales. Una presunción que pudo reeditar el obituario de Alkan, el famoso pianista retraído fallecido en 1888: “Su muerte nos hizo recordar que había vivido”.

El informe del Ing. Agr. Arturo Burkart de 1975, documentalmente tan extenso y detallado en sus informaciones, expone esta ausencia con sucinta crudeza: “el arquitecto no lo he podido averiguar” (Burkart, 1975).

Academia y art déco en manos de Prins

El Darwinion pertenece decididamente al art-déco, ese estilo de concentración geométrica que se viralizó, sobre todo en Europa y América, desde los primeros años veinte hasta los segundos treinta. Nacido en los despojos del exuberante art nouveau, convivirá con relaciones entre amables y equívocas con el movimiento moderno en expansión, hasta desaparecer en los umbrales de la segunda guerra, para resurgir a principios del siglo XXI con un maquillaje ́posmo ́ que le ha dado nueva actualidad... pero esa es otra historia.

La imagen del Darwinion abre una serie de asociaciones posibles, sobre todo considerando esos tiempos afanosos de contemporaneidad que se dieron entre los ́locos años veinte ́ y la ́vuelta al orden ́ de los primeros treinta, dos décadas de entreguerra donde se alternaron los quiebres angulares del charleston y el tango, el vértigo del jazz y la electricidad por un lado, con las hornacinas de esquinas chaflanadas, la quietud del blanco puro y la ortogonalidad (Fig. 1B) ́sin novedad en el frente ́ por el otro . En la arquitectura de Buenos Aires conviven muchas variantes del art déco en sus relaciones con el movimiento moderno, a veces con edificios levantados frente a frente, como sucede con el extrovertido Teatro Opera de Albert Bourdon y el ascético Gran Rex de Alberto Prebisch (ambos de 1935/6), a veces en funciones tan diversas como las que separan las cervecerías festivas de los Kalnay en la Costanera (1927-8) de los cementerios de Saldungaray, Laprida y Azul (1937-39) de Francisco Salamone, desparramados por la Provincia; exceso y contención por partes iguales, euforia y quietud en un tiempo inquieto, que oscila entre el optimismo del presente y la incertidumbre de lo que se avecina.

Prins conocía muy bien los cánones geométricos del art-déco que lo rodeaba; no eran parte de su afecto profesional ni consta el grado de incidencia que pudieron tener en su actividad docente, pero su formación académica y su experiencia ecléctica eran herramientas más que suficientes para poder abordar con éxito el compromiso de incorporarlos. Y hacerlo a pesar de la urgencia con que la obra debía resolverse (o precisamente por ello, dada su agilidad de respuesta proyectual)

Continente máclico y contenidos masónicos

En otro orden de cosas, sabemos que tanto Hicken como su admirado maestro Eduardo Ladislao Holmberg, eran iniciados masones y esa pertenencia -recurrente y habitual en tantos políticos, científicos, escritores, profesionales y empresarios de nuestra historia- se trasunta en varios detalles compositivos y ornamentales del edificio de San Isidro. Pueden tomarse como objetos de cuño masónico los frisos escalonados con temas vegetales que ofician de columnas a ambos lados del pórtico (Fig. 12A), pero sobre todo puede reconocerse como afín al pensamiento masónico la disposición quebrada de la planta que con sus dos espacios mayores -sala de herbario y biblioteca (Fig. 13)- compone las dos ramas de una escuadra que se abre simétricamente a partir del eje maestro de la bisectriz que atraviesa el conjunto (Fig. 14); organismo autosuficiente que, además, se implanta sobre el terreno respetando los retiros reglamentarios pero con independencia de ajustarse a sus límites.

También podemos imaginar el edificio formando los cinco cuadrantes de la estrella pitagórica, según se aprecia en el esquema que se acompaña (Fig. 14). Numerados de derecha a izquierda, a partir del n° 1 -trapezoide de acceso, divisible en a y b; a sendos lados del eje- continúan, hacia la izquierda los n° 2 (biblioteca) y n° 3 (oficinas estudio), y hacia la derecha el n° 5 (sala general), que completa el recorrido, volviendo al punto de partida. El cuadrante n° 4 no respeta la ordenación del resto por estar reservado a vivienda del casero y locales complementarios, ajenos al sistema principal. Los cinco ejes que forman la estrella pitagórica se dirigen hacia los cuatro puntos cardinales, en tanto la prolongación de la bisectriz marca el NE.

No cabe duda -como hemos dicho más arriba- que Hicken pensó y procuró vestir a su criatura con todo el cariño y el cuidado de un verdadero padre.

Fig. 12 Instituto Darwinion. A, acceso principal. B, detalle de las tallas vegetales. Figura en color en la versión en línea http://www.ojs.darwin.edu.ar/index.php/darwiniana/article/view/1055/1262 

No sabremos nunca si imaginó que el carácter de contenedor simbólico de un organismo vinculable con el reino vegetal podría hacerse más inteligible mediante la apariencia de algo similar a una oruga gigante que parece reptar libremente a medida que el caminante avanza; tampoco resulta una imagen asociable al repertorio de Prins, por más ecléctico que se lo considere.

El edificio original, que era de una sola planta tal como lo muestran las viejas fotografías (Fig. 1B), sorprende por la macicez cúbica de sus contenedores, solo atenuada gracias a los varios bow windows ́de lectura ́ (Fig. 15) que, a modo de seudopodios, se extienden en diferentes posiciones y tamaños, lo que favorece una eventual asociación con algún organismo reptante . Quizás la respuesta haya que buscarla, simplemente, en la química que se pudo generar entre las convicciones del botánico que entrevió su criatura y la experiencia de un arquitecto que supo darle forma... o simplemente en la imaginación de quien hoy la recorre tratando de construir su propio sueño.

Pero es cierto que la secuencia de paralelepípedos del Darwinion encarna, entre nosotros, un ejemplo notable de lo que, varios años después e ilustrando la hibridación entre arquitectura musulmana y castellana, Fernando Chueca Goitía definiría como ́máclico ́: “aquellos interiores cerrados y cueviformes formados por yuxtaposición de elementos espaciales, que dan lugar a una expresión volumétrica externa de gran simplicidad, geométrica en sus elementos simples, pero de notable variedad y complejidad en su conjunto, por la agregación de volúmenes puros y por sus penetraciones que dan lugar a una curiosa arquitectura exterior que, utilizando un término cristalográfico, llamaríamos arquitectura ́máclica ́” (Chueca Goitía, 1947).

Fig. 13 Salones principales del edificio original del Darwinion. A, biblioteca (ala oeste), planta baja. B, biblioteca (ala oeste), mezzanino. C, biblioteca (ala este) con ampliación del entrepiso (2002). Figura en color en la versión en línea http://www.ojs.darwin.edu.ar/index.php/darwiniana/article/view/1055/1262 

Elementos indigenistas en el Darwinion

Hay todavía otro elemento importante que aporta identidad original al edificio del Darwinion; son las referencias al indigenismo precolombino (Fig. 16) que ilustran las tallas del frente, las inserciones zoomorfas y las guardas que recorren el perímetro, temas que desarrolla el Dr. Raúl Pozner.

Su justificación temporal es ciertamente lógica: los nuevos enfoques de la ciencia y el arte se alimentaban cerca de buena parte de escritores latinoamericanos que buscaban afirmar su propia identidad en las raíces originarias del continente, aunque fuera imaginándolas .Descarto que Prins, ajeno a la inspiración precolombina, haya sido el detonante en una elección, que, además, solía partir generalmente del comitente adicto.

Fig. 14 Cuadrantes de la planta del edificio del Instituto Darwinion: 1, trapezoide de acceso; 2, biblioteca; 3, oficinas de estudio; 4, vivienda del casero y locales complementarios; 5, sala general; 6, patio central. 

En el caso de Hicken no aparecen explícitamente tendencias indigenistas, pero no cabe duda de que existieron, dadas las profundas relaciones que imbricaban al mundo vegetal con las tradiciones originarias y las que el botánico mantuvo con americanistas de relieve, además de las impresiones recogidas en ocasión de dos viajes a Perú y Bolivia -zona de Tiahuanaco especialmente-, del que se conserva memoria de apuntes varios.

Haya sido quien fuera su promotor, la vertiente ornamental indigenista del Darwinion (que yo preferiría motejar de ́ideográfica ́) es importante para entender el ímpetu de la unidad buscada entonces entre follaje y raíces, presente y pasado, ciencia y tradición. Podemos rastrear esa búsqueda en la utopía de su “Eurindia”, donde Ricardo Rojas afirma que así como “el exotismo es necesario a nuestro crecimiento político, el indianismo lo es a nuestra cultura estética; no queremos ni la barbarie gaucha ni la cosmopolita. Queremos una cultura nacional como fuente de una civilización nacional, un arte que sea la expresión de ambos fenómenos. Eurindia es el nombre de esta ambición” (Rojas, 1924).O también en su “Silabario de la decoración Americana”, donde promueve “su geometrización, su ritmo, su espíritu y hasta sus temas íntegros (...) pues la integración moderna coincidiría más de lo que se cree con la simbología antigua”(Rojas, 1930).

Naturalmente, estas ideas fueron de más fácil y legítima instalación en países con fuerte patrimonio precolombino, pero también entre nosotros tuvieron una decidida aceptación, y la arquitectura y la ornamentación fueron territorios especialmente aptos para la aplicación de esos intentos. Podemos verlo todavía en las bandas de fachada de la Escuela Joaquín V. González, de Pedro Goyena 984, o -si subimos a la altura de su coronamiento- en el edificio Dorrego, de Diagonal Norte y Suipacha, ambos de los años treinta.

Daniel Schávelzon ofrece una clara explicación de ese proceso en nuestro país cuando escribe: “Hubo quienes pretendieron que los aspectos fundantes de ese arte antiguo (precolombino, como se decía entonces) servirían para la construcción de un arte para nuestra época porque era americano, mientras que otros sólo lo veían como un ropaje para vestir funcionalidades arquitectónicas modernas, un eclecticismo más (...) o una nueva decoración. No importa, en realidad, cómo lo usaron; lo interesante fue que en un momento comenzaron a abrevar en el pasado precolombino, lo que no se había hecho antes ni se haría después en el país” (Schávelzon, 2013).

Hasta aquí hemos dado cuenta del paisaje de luces y sombras, de hipótesis y certezas en que nació el edificio del Darwinion de San Isidro que hoy, -crecido con varias ampliaciones que denotan su vitalidad- ha cumplido sus primeros ochenta y cinco gallardos años de vida. Es testimonio de un país que se estaba desarrollando física, cultural e intelectualmente, una nación joven que asumía los riesgos de la empresa conservando el espíritu fundacional que recordaba Mallea: “Durante los años más difíciles de nuestra historia éste fue un país con orgullo, un país de pie (...) éramos casi nada, un puñado de hombres criollos dotados de resolución, una minoría dispuesta a todo, una familia de mujeres y de hombres positivamente intrépidos, positivamente inteligentes, positivamente dignos, positivamente jóvenes. Nos propusimos hacer algo con esa positiva intrepidez, con esa inteligencia, con esa dignidad y con esa juventud. Y lo que hicimos fue un país” (Mallea, 1942). El Darwinion es testimonio de esa intrepidez y lo sigue demostrando.

Fig. 15 Ejemplos de bow windows del edificio. A,bow window de lectura. B,bow window mayor donde se ubica la administración de la biblioteca. Figura en color en la versión en línea http://www.ojs.darwin.edu.ar/index.php/darwiniana/article/view/1055/1262 

Fig. 16 Rejas con motivos indigenistas. A, puerta principal. B, puerta interna de la entrada del personal. Figura en color en la versión en línea http://www.ojs.darwin.edu.ar/index.php/darwiniana/article/view/1055/1262 

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Recibido: 04 de Mayo de 2022; Aprobado: 24 de Junio de 2022; : 25 de Julio de 2022

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