PUNTOS CLAVE
• El 57.7% (IC 95%: 48.7 - 66.3) de la población infantil analizada, entre 0 y 12 años, estaba parasitada.
• Las especies parasitarias más prevalentes fueron Blas tocystis spp., Giardia lamblia, Enterobius vermicularis y Cryptosporidium sp.
• La enteroparasitosis se asoció a la escolarización (p < 0.01) y a la edad de 8 a 12 años (p < 0.05).
Los parásitos intestinales son organismos que se transmiten al hombre mediante el contacto con animales, tierra o hierbas contaminadas con heces o a través del consumo de agua y alimentos contaminados1. Cualquier población es susceptible a la infección/infestación, sin embargo, en edades tempranas éstas tienen un mayor impacto ya que su persistencia y cronicidad pueden conducir a un deterioro en el crecimiento y el desarrollo cognitivo2. Hábitos poco saludables, sumados a entornos de pobreza y vulnerabilidad social, determinan tanto la transmisión como su permanencia en el ambiente. Es decir, que la falta de acceso al agua potable, higiene y saneamiento ambiental deficientes y el hacinamiento son algunos de los factores de riesgo que se asocian a este tipo de parasitosis3,4.
En Argentina, de acuerdo con mediciones multidi mensionales, existen 4 millones de niños y niñas que se encuentran en situación de pobreza y 1.2 millones que sufren pobreza extrema, con disparidades regionales5. En particular, el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), espacio atravesado por fuertes heterogeneidades pro ducto de una matriz social fragmentada, cuenta con un 8.5% de necesidades básicas insatisfechas6. Según el observatorio de la Deuda Social Argentina, en 2019 el 5% de los hogares de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) y el 40% de los hogares del Gran Buenos Aires (GBA) se encontraban en situación de pobreza mul tidimensional con privaciones en educación, protección social, vivienda, saneamiento, acceso al agua o hábitat seguro7. En este contexto, el presente estudio tuvo como objetivo determinar la prevalencia de enteroparasitosis en una población infantil urbana concurrente a Centros de Atención Primaria para la Salud (CAPS) y residente en el Municipio de Hurlingham y, a su vez, evaluar fac tores socioeconómicos y ambientales potencialmente asociados.
Materiales y métodos
El área de estudio comprendió el municipio de Hurlingham, ubicado en el segundo cordón del GBA, el cual se encuen tra delimitado geográficamente por los Partidos de Tres de Febrero (este), Morón (sur), Ituzaingó (oeste) y San Miguel (norte). Posee como límites naturales el Arroyo Morón ubicado al sur y al Río Reconquista al norte. William Morris (WM), Villa Tesei (VT) y Hurlingham (H, localidad homónima al Municipio) son sus localidades componentes, donde pueden reconocerse barrios con diversas consolidaciones urbanas, grandes super ficies de terreno no urbanizados y un curso de agua superficial permanente que atraviesa WM (el Arroyo Soto)8.
La población estudiada comprendió niños y niñas de 0 a 12 años de edad con residencia en el municipio, usuarios de los CAPS locales y con consentimiento/asentimiento para participar. En el caso del consentimiento informado éste era firmado por el responsable del niño (con edad entre 0 y 6 años) mientras que el asentimiento informado era firmado por el niño (con edad entre 7 y 12 años). Asimismo, esta po blación no presentaba sintomatología al momento del estudio y su presencia en el Centro de Salud se debía a controles periódicos de rutina.
Se realizó un muestreo por conveniencia entre abril y diciembre de 2019 en 5 CAPS ubicados en la periferia del distrito, 3 de éstos localizados en WM y 2 en VT. La inclusión en el estudio estuvo a cargo de las agentes de salud de cada centro (quienes fueron instruidas acerca de los objetivos de la investigación) y se brindó la instrucción al participante para la recolección de muestras destinadas al estudio coproparasito lógico y al test de Graham. Dicha actividad estuvo complemen tada con material gráfico elaborado por los investigadores. A su vez, se realizó una encuesta autorreferencial a los adultos responsables de los niños, a fin de recabar información socio demográfica y sobre indicadores socioambientales y laborales.
Las muestras de heces fueron procesadas por el método de flotación de Willis y sedimentación de Ritchie modificado9 e inspeccionadas por microscopía óptica en el laboratorio de Parasitología de la Universidad Nacional de Hurlingham. La tinción Ziehl Neelsen modificada y la tinción tricrómica fueron utilizadas para la identificación específica de parásitos unicelulares. Los huevos de Enterobius vermicularis fueron detectados utilizando una magnificación de 100X. Los resul tados del diagnóstico fueron entregados a cada CAPS para que los niños con diagnóstico parasitológico positivo pudie ran recibir un tratamiento farmacológico, según indicación, y seguimiento médico.
Para el análisis estadístico se utilizó un modelo lineal generalizado (regresión logística). Se descartó la interacción entre variables, se probaron los efectos de los errores y la bondad de ajuste al modelo propuesto (prueba de Hosmer- Lemeshow) y se corroboró el cumplimiento del supuesto de independencia. Se descartó un posible efecto confusor entre variables. El mejor modelo de ajuste fue seleccionado según el criterio de información de Akaike (AIC) y el grado de sig nificación establecido fue p < 0.05. El análisis estadístico se realizó utilizando el software R (R Studio Interface - versión 2021.09.1+372).
Edad, sexo, escolarización, lugar de residencia (WM, VT y H), Asignación Universal por Hijo (AUH) y trabajo formal fue ron las variables sociodemográficas y laborales evaluadas. En el caso de la edad, la población se dividió en rangos etarios de valores discretos: 0-3 años (etapa preescolar), 4-7 y 8-12 años (etapa escolar). Tipo de piso (tierra, madera, cemento, baldosas, varios no tierra, tierra y otros), manejo de excretas (inodoro/letrina), acceso a cloacas, cercanía a cursos de agua permanentes, presencia de basura acumulada y roedores en el peridomicilio (definido como 300 metros alrededor de la vivienda); fueron variables relacionadas a la vivienda y al ambiente. Además, se consultó por hábitos/actividades que realiza el niño: tipo de agua de consumo, uso del suelo y/o cursos de agua, ingesta de tierra, uso de calzado, contacto con animales e higiene de manos. Para la estimación de la prevalencia se determinó el número de niños infectados/ infestados con relación al número total de niños evaluados.
A su vez, se identificó el número de niños parasitados con una única especie (monoparasitado) y con más de una (po liparasitados). Los intervalos de confianza del 95% (IC 95%) fueron calculados para las prevalencias.
El estudio cumplió con los acuerdos del Acta de Helsinki y fue aprobado por el Comité de Docencia e Investigación y el Comité de Ética del Hospital Interzonal General de Agudos Prof. Dr. Ramón Carrillo. La información proporcionada por los participantes fue protegida conforme a la Ley Nacional 25.326 de Habeas Data omitiendo datos personales que pudieran identificarlos, preservando su privacidad y confidencialidad.
Resultados
Un total de 130 niños, 66 mujeres (50.8%) y 64 varones (49.2%) residentes en el Municipio de Hurlingham [63.8% (n = 83/130) oriundos de WM, 28.5% (n = 37/130) de VT y 7.7% (n = 10/130) de H] fueron evaluados en este es tudio. La distribución por edades fue de: 0-3 años 36.2% (n = 47/130); 4 - 7 años 49.2% (n = 64/130) y 8-12 años 14.6% (n = 19/130). A su vez, el 89.1% (n = 74/83) de los niños mayores a 4 años estaba escolarizado. Los datos recabados en la encuesta, con relación a las variables económicas, mostraron que en el 28.5% (n = 37/130) de los hogares la madre o el padre tenía un trabajo formal con aportes jubilatorios mientras que, en cuanto a las transferencias para la protección social, vía AUH, este valor ascendió al 63.8% (n = 83/130).
Por otro lado, y con el fin de evaluar posibles factores ambientales asociados a los parásitos en estudio, se relevaron diferentes variables relacionadas a la vivienda y a su entorno más próximo. Con relación a las vivien das, sus pisos estaban constituidos por baldosas 56.2% (n = 73/130), cemento 31.5% (n = 41/130), madera 0.8% (n = 1/130) y por otros materiales 11.5% (n = 15/130) pero ninguno de estos estaba constituido por tierra. El manejo de excretas se realizaba en el 95.4% (n = 124/130) me diante inodoro y el 1.5% (n = 2/130) vía letrina. El 24.6% (n = 32/130) realizaba el descarte final de sus desechos en la red pública de cloacas y el 74.6% (97/130) lo ha cía en un pozo ciego, algunos de los cuales disponían de una cámara séptica (57.7%; n = 56/97). En cuanto a la fuente de agua para consumo, el análisis de las encuestas reveló que el 46.9% (n = 61/130) de los niños consumía agua proveniente de la red pública, mientras que el 36.2% (n = 47/130) consumía agua subterránea (pozo). Un 15.4% (n = 20/130) utilizaban otras fuentes de consumo alternativas, tales como el agua envasada, agua de lluvia o agua colectada a partir de una canilla pública comunitaria.
En lo que respecta a las características del entorno ambiental, definido como una distancia de hasta 300 metros con relación a la vivienda, se determinó que el 34.6% (n = 45/130) de los casos reconocía la presencia de basura acumulada en las calles y el 61.5% (n = 80/130) mencionó la presencia de ratas o roedores en el perido micilio. La proximidad de la vivienda a un curso de agua superficial permanente se declaró en el 60.0% (n=78/130) de los casos.
Dada la relevancia que poseen ciertos hábitos para la transmisión de algunos de los parásitos en estudio, se consultó por el uso del suelo. Más de la mitad de la pobla ción infantil estudiada realizaba alguna de las siguientes actividades: jugaba en el suelo 83.8% (n = 109/130), practicaba la geofagia 3.8% (n = 5/130) y/o deambulaba (algunas veces) sin calzado 80.7% (n = 105/130). Asimis mo, el 10.2% (n = 8/78) de los niños residentes en las proximidades de un curso de agua superficial lo utilizaba de manera recreacional.
Las conductas higiénicas de estos niños, valoradas a través de la frecuencia en el lavado de sus manos, mostró que el 96.1% (n = 125/130) realizaba esta actividad al menos una vez al día; el 54.4% (n = 68/125) lo realizaba más de 3 y el 45.6% (n = 57/125) menos de 3 veces/día. En el 57.2% (n = 71/125) de los casos este hábito esta ba vinculado a las actividades de alimentación (antes) y deposición (después).
Para evaluar el riesgo de transmisión zoonótica de parasitosis en la población, se consultó sobre la conviven cia de los niños con animales. El relevamiento determinó que el 82.3% (n = 107/130) tenía, al menos, una mascota siendo el perro el animal más frecuente en los hogares (73.8%; n = 96/130).
El análisis parasitológico de las muestras indicó una prevalencia global de enteroparasitosis del 57.7% (IC 95%: 48.7-66.3) siendo significativamente mayor en niños de entre 8 y 12 años (73.7%, IC 95%: 48.8 - 90.8) respecto a aquellos de entre 4 y 7 (62.4%, IC 95%: 49.5-74.3) y 0 y 3 años (44.7%, IC 95%: 30.1-59.8). A su vez, del total de niños analizados el 23.1% (IC 95%: 16.1-31.3) estaba poliparasitado, siendo esta condición más frecuente en los niños mayores a 4 años (Tabla 1).
Las especies más frecuentemente halladas corres pondieron principalmente a parásitos protistas (85.3%; n = 64/75) mientras que los parásitos helmintos fueron hallados en el 41.3% (n = 31/75) de las muestras. Un total de 9 especies, 7 especies de protistas y 2 de helmintos, se identificaron en este estudio siendo Blastocystis spp., Giardia lamblia, Cryptosporidium sp. y Enterobius vermicularis los patógenos más pre valentes (Tabla 2).
El análisis de los factores sociales, económicos y/o ambientales considerados en este estudio reveló una aso ciación entre la escolarización y la presencia de parásitos. Asimismo, la edad también se asoció significativamente. Sin embargo, la escolarización mostró un mejor ajuste según el criterio de información de Akaike (escolarización: p < 0.01, AIC = 175; edad: p < 0.05, AIC = 183.3 (Tabla 3)). Por otro lado, en cuanto a los hábitos de los niños no se hallaron asociaciones entre las diferentes actividades y la parasitosis (Tabla 4).
Discusión
El municipio de Hurlingham es un territorio de 36 km2 comprendido por 3 localidades: WM, VT y H. De acuerdo con un estudio realizado en el año 2000, del total de 40 asentamientos relevados en el municipio, la mayoría se concentraban en WM (42%) y VT (41%)10 y para el año 2010, según estimaciones a partir de datos del INDEC, estas localidades presentaban los barrios con índices de calidad de vida más bajos del municipio11. En nues tro estudio, determinamos que el 71.5% de las familias evaluadas del distrito no percibía ingresos formales, lo que da cuenta del peso del trabajo no registrado en las zonas vulnerables del segundo cordón del GBA. Este valor duplicó el promedio nacional del tercer trimestre de 2019, el cual fue alrededor del 35% (http://www.trabajo.gob.ar/estadisticas). Asimismo, la muestra reveló el vasto alcance de la AUH (63% en la muestra) que cubre a buena parte de esa población que vive en la informalidad. No obstante, nuestros resultados muestran que parte de quienes residen en estas localidades aún presentan carencias. Esto coincide con las estimaciones del 2019 donde el 59.5% de chicos/as de 0 a 17 años residía en un hogar en situación de pobreza por ingresos, siendo fundamentalmente grave en el GBA y en áreas metropo litanas del interior del país12.
La prevalencia del 57.7% (IC 95%: 48.7 - 66.3) de en teroparasitosis hallada en este estudio concuerda con las reportadas en otras poblaciones urbanas de la provincia de Buenos Aires, donde las mismas rondan entre el 55.8% y el 68.5%13,14. Las especies protistas detectadas en ma yor frecuencia son las mismas que en tales poblaciones, a excepción de Cryptosporidium spp. que suele presentar prevalencias más bajas13,14. Enterobius vermicularis fue la especie de helminto identificada en mayor frecuencia coincidiendo con su ocurrencia en poblaciones infantiles15. Por el contrario, A. lumbricoides, el único geohelminto en las muestras presentó una frecuencia baja en compa ración a otros relevamientos de la RMBA3,13. En nuestro país, la prevalencia de geohelmintiasis es variable (9- 38.7%), presentando una distribución heterogénea, con áreas endémicas al noreste y noroeste donde existen prácticas culturales que favorecen su transmisión16,17. A pesar de identificarse algunos de estos hábitos en los niños evaluados (caminar descalzo, contacto con el suelo, entre otras) una explicación de nuestro resultado podría residir en la ausencia de condiciones locales adecuadas, como humedad relativa y temperatura, que permitan el desarrollo de huevos y larvas de estos parásitos17.
La edad (entre los 8 y 12 años) y la escolarización fueron las únicas variables asociadas a la presencia de parásitos en los niños analizados, lo que coincide con trabajos similares donde la prevalencia de enteroparasi tosis aumentó con la edad y la asistencia a la escuela3,18. En tales trabajos se sugiere que la asistencia a la escuela facilitaría la transmisión ya que el hacinamiento y el contacto entre pares incrementa la probabilidad de contagio3,18.
No obstante, en este estudio se identificaron otros factores que podrían contribuir potencialmente en este sentido. La información obtenida de las encuestas muestra la existencia de condiciones de saneamiento ambiental deficientes en el área de estudio debido a la acumulación de basura en las calles, la presencia de ratas o roedores en el peridomicilio y el acceso a cursos de agua residuales. Una investigación realizada por Cociancic y col (2019) determinó que tanto la falta de recolección pú blica de residuos sólidos como la falta de agua corriente representaron factores de riesgo en niños menores de 14 años19. En este aspecto, la mayoría de los hogares evaluados mostraron privaciones vinculadas, principal mente, al acceso a cloacas y en menor medida a la red de agua pública. Esta tendencia coincide con estimaciones realizadas en 2015 por la Secretaría de Infraestructura y Política Hídrica de la Nación donde del total de residentes en áreas urbanas, el 58% tenía acceso a cloacas y el 87% a agua de red20. El consumo de agua de fuentes poco seguras, como ocurre en el 51.5% de la población anali zada, incrementa el riesgo de enfermedades infecciosas entre las que se encuentran las producidas por protistas. Asimismo, el manejo inadecuado de excretas tanto hu manas como animales podrían favorecer la dispersión de formas parasitarias en el ambiente21. En este sentido, la mayoría de los niños analizados no solo convive con animales como mascotas, sino que además coexiste con roedores que, mediante sus excretas, contaminan los es pacios donde estos se desarrollan, incrementando así el riesgo potencial de exposición a parásitos zoonóticos. Un estudio realizado en CABA demuestra la relevancia de los roedores urbanos como transmisores de ciertos parásitos intestinales, en especial de los protistas Cryptosporidium spp. y Giardia spp22, los cuales fueron hallados en este estudio en prevalencia alta.
Finalmente, la existencia de condiciones ambientales deficientes en el área de estudio, entre las que se encuen tra la cercanía a cursos de agua superficiales altamente contaminados (Arroyo Soto o Morón)23,11, podría constituir un escenario propicio para la transmisión de parásitos en la población analizada. No obstante, según Hancke et al. (2020) la probabilidad de contacto con estos patógenos podría modularse a través de un manejo ambiental y un comportamiento saludable frente a diversos factores de riesgo como los identificados en este trabajo (acumulación de desechos, contacto con arroyos urbanos, otros)23.
En síntesis, este estudio brinda una aproximación a las enteroparasitosis en el municipio de Hurlingham y el contexto sociolaboral y ambiental donde se desarrollan, permitiendo nuevos abordajes que contribuyan a la pla nificación de acciones tendientes a reducir el riesgo de transmisión local.