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Medicina (Buenos Aires)

versión impresa ISSN 0025-7680versión On-line ISSN 1669-9106

Medicina (B. Aires) vol.83 no.3 Ciudad Autónoma de Buenos Aires ago. 2023

 

CAVEAT LECTOR

La dexametasona sigue dando que hablar

Comentarios: revmedbuenosaires@gmail.com, kotsias@yahoo.com

Uno de los primeros trabajos sobre la utilidad de ba jas dosis de dexametasona en la pandemia COVID-19 fue publicado como preprint 1 el 22 de junio de 2020 y luego en el NEJM2. ¿Fue el primero? El tema de la prioridad tiene numerosas aristas, ya tratado3, y en el preprint se cita una publicación china, Zhonghua Jie He He Hu Xi Za Zhi (Chinese Journal of Tuberculosis and Respiratory Diseases)4. Esa reco mendación de expertos- ya en el ostracismo bibliográfico-no cuenta con un abstract, nuestro mandarín es nulo, así que nos apoyamos en el preprint para subirlos al podio de los primeros. Por entonces ya se discutía los efectos de los glucocorticoides en el distrés respiratorio agudo5.

En enero de 2020, una nota en la sección Novedades bibliográficas6 daba cuenta de la utilización de drogas para otros fines que no fueran los originales y la dexa metasona resultó ser un ejemplo de ellas, y además el pie que necesitamos para retroceder tres cuartos de siglo, para comenzar con el descubrimiento de su an tecesor, la cortisona. El primer caso tratado con esta droga, una mujer de 29 años con artritis reumatoide, dio lugar a una publicación7 en 1949 (se consigue en la net) donde se describen no solo la mejoría de la enfer ma sino sus recaídas y los efectos adversos, ejemplo de las drogas caracterizada como “espada de doble filo” y corroborada una vez más en un reciente estudio de mostrando los efectos opuestos de bajas y altas dosis de la droga en la sobrevida de enfermos con COVID-198. Una carta en Medicina hace referencia a su utilización en el COVID9.

El histórico artículo fue firmado por dos de los tres científicos que revelaron la estructura y efectos biológi cos de las hormonas de la corteza adrenal, entre ellos la cortisona, aunque -nobleza obliga- citan los trabajos del restante integrante del trío en revistas poco conocidas. Es tos resultados catapultaron su celebridad, obteniendo al año siguiente el Premio Nobel de Fisiología o Medicina. Repasemos sus nombres (de izquierda a derecha en la figura rodeando la molécula de cortisol), Edward C. Ken dall (EE.UU. 1886-1972) que ya contaba en su haber con el descubrimiento de la tiro xina, Philip S. Hench (EE. UU.,1896-1965) y Tadeus Reichstein (Polonia, 1897- 1996). Los dos primeros, integrantes de la Clínica Mayo de EE.UU.; Reichs tein trabajaba en Suiza. La tarea de aislamiento de las hormonas fue descomunal durante las décadas de 1930 y 1940, y basta mencionar que para sus trabajos Kendall utilizó las suprarrenales de 1.25 millones de vacas mientras que Reichstein de otras 20 000. Apuntalados por la referencia de Jadreškić10 repetimos esas cifras estrafalarias.

Los efectos adversos de la cortisona se conocieron en forma masiva y exagerada en los medios gráficos y en la película estadounidense de 1956 Bigger Than Life de Ni cholas Ray, con el conocido actor James Mason. Un maes tro de escuela y padre de familia cuya vida se descontrola al volverse adicto a la cortisona (padece de una poliarte ris nodosa) y con un cuadro psicótico planea asesinar a su esposa e hijo antes de suicidarse (la cinta en idioma inglés está disponible en YouTube). En 1957 se conoció la dexametasona en manos de su sintetizador, el Nobel PS Hench, mucho más específica que su análoga natural por carecer de propiedades mineralocorticoides.

Con las demandas de medicamentos insatisfechas por gran parte de la población mundial, el costo de las drogas es el único factor que puede ser modificado a cor to o mediano plazo y los nuevos usos para compuestos con funciones ya conocidas son como un posible anillo al dedo. La dexametasona fue uno de los salvavidas du rante la pandemia de COVID-19. El descubrimiento que mantenía con vida a los afectados durante su desarrollo fue el emergente de la máxima velocidad en la respuesta sanitaria mediante la “reutilización de medicamentos”. No fue la única acción extraordinaria de la medicina ante la catástrofe humanitaria, pero por cierto una de las más baratas: Chapeau.

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