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Folia Histórica del Nordeste

versión impresa ISSN 0325-8238versión On-line ISSN 2525-1627

Folia  no.47 Resistencia  2023

http://dx.doi.org/10.30972/fhn.0475935 

ARTÍCULO

DEL INTERIOR PARA EL CENTRO Y DE ABAJO PARA ARRIBA: LOS ORÍGENES DEL PERONISMO DE BASE EN CÓRDOBA Y LA PLATA, BERISSO, ENSENADA. 1970-1973

From the interior to the center and from the bottom up: The origins of Peronismo de Base in Córdoba and La Plata, Berisso, Ensenada. 1970-1973

1 Doctora en Ciencias Sociales. Becaria posdoctoral de CONICET, Docente de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de la Plata. mari_stavale@yahoo.com.ar / marie.stavale@gmail.com

Resumen:

El presente artículo se concentra en el “Peronismo de Base” (PB), una de las organizaciones más importantes de la corriente alternativista del peronismo revolucionario, en los años 70. Tras realizar una caracterización general de la organización, nos concentramos en la reconstrucción de sus orígenes en dos regionales importantes: Córdoba y La Plata, Berisso y Ensenada, en el período 1970-1973. A partir de un análisis regional y comparado, buscamos reconstruir la estructura organizativa del PB, las definiciones en torno al vínculo peronismo/revolución y las posiciones asumidas en torno a la lucha armada. La reconstrucción empírica se basa en la revisión de documentos del PB y de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), revistas de la época y documentos elaborados por las Fuerzas de Seguridad, así como entrevistas orales realizadas a militantes de las regionales estudiadas.

Palabras Clave: Peronismo; Alternativismo; Basismo; Lucha Armada

Abstract

This article focuses on “Peronismo de Base” (PB), one of the most important organizations of the alternative trend of revolutionary Peronism, in the 1970s. After a general characterization of the organization, we concentrate on the reconstruction of its origins in two important regions: Córdoba and La Plata, Berisso y Ensenada in the period 1970-1973. From a regional and comparative analysis, we seek to reconstruct the organizational structure of the PB, the definitions around the link between Peronism/Revolution, and the positions assumed around the armed struggle. The empirical reconstruction is based on the review of documents from the PB and the Peronist Armed Forces (FAP), magazines of that time, and documents prepared by the Security Forces, as well as oral interviews with militants of the regions studied.

Keywords: Peronism; Alternativism; Basism; Armed struggle

Introducción

El presente artículo se propone avanzar en la reconstrucción de los orígenes del Peronismo de Base (PB), una de las organizaciones más importantes de la constelación alternativista, al interior del peronismo revolucionario durante los años setenta. Consideramos que la reconstrucción de esta experiencia resulta clave para seguir aportando al conocimiento de la nueva izquierda en Argentina, categoría que nombra al conjunto de fuerzas sociales y políticas diversas que protagonizaron el ciclo de movilización y radicalización política que tuvo lugar desde fines de la década del sesenta y que incluyó diversos repertorios de acción: la política armada, movimientos de tipo insurreccional, un amplio activismo social y la revuelta cultural (Tortti, 2014 y 2021).

A pesar de esta diversidad, ha existido una tendencia -que es propia de los orígenes del campo de estudios sobre la historia reciente argentina- a identificar a la nueva izquierda con los partidos armados o, en su defecto, priorizar el análisis de la violencia política, que aparece como “totalizadora” en el horizonte de aquellos años1. La perspectiva analítica que aquí asumimos se distancia de esas posiciones y propone pensar la nueva izquierda como un enfoque que permite reponer la heterogeneidad de un período complejo, signado por una serie de rasgos a destacar: los procesos de ruptura y transformación de tradiciones políticas y culturales como la izquierda, el peronismo, el cristianismo y el nacionalismo; el surgimiento de nuevas identidades políticas, alentadas por aquella renovación y por las ideas revolucionarias que llegaban de Cuba y la adopción de la violencia política como una de las estrategias legítimas para cambiar la sociedad. Es decir, se asume una mirada de conjunto que, aun cuando hace foco en el análisis de las organizaciones armadas, subraya la importancia de mirar “hacia atrás” -reconstruyendo sus orígenes- y “hacia los costados” -analizando los vínculos con el movimiento social más amplio (González Canosa y Stavale, 2021).

Entonces, el análisis de una organización como el PB reviste una importancia clave dentro de esta perspectiva. En primer lugar, porque al volver sobre los orígenes del ciclo desde una mirada procesual (Tortti, 2021) nos acerca a una de las formas que adquirió la radicalización política en aquellos años: la izquierdización del peronismo, comparativamente menos estudiada que otros procesos. En efecto, ha existido una tendencia más abultada a analizar la peronización de sectores que, provenientes de tradiciones como el cristianismo, el nacionalismo o la izquierda clásica, se acercaron al peronismo, abonando a sus organizaciones revolucionarias (González Canosa, 2021)2. En cambio, nosotros proponemos analizar aquellas trayectorias que, impulsadas por la proscripción del movimiento y el impacto que produjo la combatividad obrera (James, 2010), realizaron un proceso de selección de la propia tradición (peronista) y de otras como el marxismo y fueron corriendo los márgenes de su identidad política, potenciando el carácter clasista de sus posiciones político-ideológicas. Estos procesos de izquierdización del peronismo caracterizan a la corriente alternativista, en general, y al PB, en particular (Stavale, 2021).

En segundo lugar, porque, como veremos, el PB asumió una estrategia política y organizativa que supuso métodos de construcción política horizontales, novedosos dentro de la nueva izquierda, que hicieron eje en la organización de la experiencia política de los trabajadores y, además, implicaron una particular relación entre la lucha política y la lucha armada. Entonces, su análisis y reconstrucción permite poner de relieve que la apelación a las armas adquirió una significación relativa, según las estrategias políticas desplegadas por los diferentes actores de la nueva izquierda; y a la vez, invita a comprender cómo y de qué forma aquella apelación predominó (o no) en esas elecciones estratégicas (Pis Diez y Stavale, 2022).

Ahora bien, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de alternativismo? Aludimos a una corriente interna del peronismo revolucionario que nucleó a organizaciones armadas y no armadas, así como grupos políticos, sindicales y culturales, cohesionados en torno a la Alternativa Independiente (AI): una propuesta política lanzada por las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) en 1971 (Luvecce, 1993; Duhalde y Pérez, 2003; Raimundo, 2004; Stavale, 2012 y 2021). La AI (que en parte, fue una respuesta al cambio de coyuntura provocado por la estrategia aperturista que encaró el régimen militar y que se conoció como Gran Acuerdo Nacional3) supuso una caracterización particular del proceso revolucionario, del movimiento peronista y el rol de Perón, que la diferenciaron de otras posiciones al interior del peronismo revolucionario, como las movimientistas4. Si éstos últimos consideraban que el peronismo era un movimiento revolucionario en su conjunto y que Perón era su líder indiscutido (Cullen, 2008), los alternativistas resaltaron las contradicciones de clase al interior del movimiento (denunciando el rol de las “burocracias sindical y política” como expresión de los intereses de las clases dominantes), definieron a la clase obrera como la protagonista de un proceso revolucionario que tenía por fin el socialismo y postularon la necesidad de construir una organización surgida desde las bases e independiente de las estructuras formales del movimiento y del liderazgo de Perón (González Canosa y Stavale, 2021; Stavale, 2021)5.

El PB fue una de las organizaciones más importantes de la corriente alternativista, logrando importantes niveles de inserción política en el movimiento obrero. Sin embargo, la bibliografía existente ha tendido a concentrarse en la experiencia de las FAP -fundamentalmente, su período foquista- analizado de manera tangencial al PB, por el vínculo intrínseco que existió entre ambas organizaciones (Luvecce, 1993; Duhalde y Pérez, 2003; Raimundo, 2004; Stavale, 2012). Esto, a pesar de que, como veremos, el PB terminó asumiendo un lugar preponderante en ese proceso de articulación.

Entonces, en este trabajo hacemos foco en el PB y proponemos una reconstrucción de sus orígenes a partir del análisis de dos regionales importantes: Córdoba y La Plata, Berisso y Ensenada, durante los años 1970-1973. La selección responde a dos variables: por un lado, porque se trata de dos de las regionales más importantes de la organización; por otro lado, porque permite retratar las variaciones regionales en el proceso de surgimiento y consolidación del PB, su estructura organizativa y las formas que asumió el proceso de articulación con las FAP en cada una de ellas. Por último, en el orden de lo metodológico, resulta menester destacar la ventaja de reducir la escala a partir de un análisis comparado, que nos permite reponer las carnaduras históricas de estas experiencias y los procesos sociales específicos en cada provincia.

De esta forma, comenzaremos caracterizando de manera general al PB -su surgimiento y sus características organizativas, algunas definiciones importantes sobre el vínculo entre el peronismo y la revolución y las posiciones respecto de la lucha armada- con el objetivo de mirar luego las formas específicas que asumieron esas variantes en las regionales mencionadas. Esta reconstrucción empírica se basa en la revisión de documentos del PB y de las FAP, revistas coetáneas y documentos elaborados por las fuerzas de seguridad, así como en entrevistas realizadas a militantes de las regionales estudiadas.

El Peronismo de Base (PB). Una caracterización general

Reconstruir los orígenes del PB no es una tarea sencilla y esas dificultades responden a diversos motivos; entre ellos, la heterogeneidad de su surgimiento, su conformación desigual y “desde abajo” en las diferentes regiones en dónde tuvo injerencia (e íntimamente vinculado a ello, la riqueza de estas experiencias ancladas en la diversidad de lo local) y, finalmente, el vínculo entablado con las FAP, que suele ser considerada como la organización que impulsó al PB. En efecto, ha existido una tendencia a identificar el binomio “FAP-PB” con otras experiencias político-militares de la nueva izquierda, como el Partido Revolucionario de los Trabajadores - Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP) e incluso, Montoneros-Juventud Peronista. Sin embargo, este tipo de lecturas contribuyen a una simplificación que tendió a subrayar un vínculo de subordinación entre el partido armado y sus estructuras de superficie; aunque esa reducción no es justa para ninguno de los casos mencionados, lo es menos para la experiencia que aquí nos ocupa.

Alejadas de esas posiciones, afirmamos que el PB surgió de manera independiente en Córdoba en el año 1969, fogueado por las insurrecciones populares obreras y estudiantiles conocidas como “Cordobazo” y nutrido por afluentes diversos: un activismo estudiantil y cristiano con raíces en el movimiento Integralista6 y una intensa actividad en las universidades católica y nacional pero, también, en barrios y fábricas; una militancia gremial que provenía de las entrañas del peronismo7 y que participó en la regional cordobesa de la CGT de los Argentinos (CGT-A) surgida en 1968 y, finalmente, la experiencia del clasismo que, hacia 1970 y basada en los postulados de la lucha de clases, se consolidó como una nueva corriente al interior del movimiento sindical. Casi al unísono, emergieron también en Tucumán, fuertemente ligados a la radicalización de dirigentes gremiales y de curas obreros vinculados al movimiento azucarero8 y, luego, en otras zonas del país, donde la organización se replicó desordenadamente. Así, el PB brotóen Mendoza, Salta, Chaco, Corrientes, Santa Fe y Buenos Aires, a partir de un doble movimiento: la conjunción de grupos con prácticas diversas (barriales, gremiales, estudiantiles) y, efectivamente, el proceso de articulación con las FAP, que comenzó a tomar forma hacia 1971 y catalizó la consolidación del PB en algunas de sus regionales.

Entonces, a modo de aproximación general, interesa preguntarnos ¿cuáles fueron las características político-organizativas del PB? ¿Cómo caracterizaron el vínculo peronismo/revolución? ¿Qué consecuencias tuvieron esas posiciones respecto del vínculo con la lucha armada en general y con las FAP en particular?

Una primera cuestión para subrayar es que el PB surgió debatiendo con una concepción “vanguardista” del partido político, es decir, como organizado de manera independiente a la clase obrera (Stavale y Stavale, 2022). Por el contrario, se constituyó desde sus orígenes como una organización política no reductible a la fórmula marxista-leninista según la cual el proletariado no podía superar los límites de la ideología burguesa por sí mismo y necesitaba del partido de vanguardia -portador de su “ideología histórica”-para que, desde afuera de la relación meramente económica entre patronos y obreros, incorporase la conciencia socialista y revolucionaria. En oposición, el PB valorizó la experiencia de clase de los trabajadores dentro de las fábricas, proponiendo que la organización revolucionaria brotara de allí, directamente. Este “espíritu consejista”9 que animó a la organización encarnó, también, en la apuesta por extraer un conocimiento específico de la historia de lucha de los obreros peronistas; es decir, de sus propias prácticas, que sirvieran como fundamento para la acción revolucionaria. De esta forma, en una entrevista publicada por la revista Cristianismo y Revolución, el PB afirmaba:

(…) la originalidad de nuestro molde organizativo es que no tenemos molde. Es que las formas organizativas a que vamos arribando son el resultado de una exigencia del crecimiento de la tarea en las bases y no un preconcepto, un premoldeado donde se encajan a presión los activistas (…) Para nosotros, el desarrollo de la política es primero y lo organizativo, su correlato (…) nuestro método surge desde abajo, desde las bases, lo que permite una incorporación mayoritaria de activistas obreros y de barrio a las tareas de discusión y dirección de la organización10.

A la vez, precisaban que ser peronistas de base significaba “pertenecer a la fuerza histórica que engendró el régimen capitalista argentino como oposición” y reconocer a la clase obrera como la fuerza que “avanza hacia la conquista del poder político, hacia la instauración de una democracia socialista”11. La cita contiene dos aspectos importantes e íntimamente vinculados: por un lado, la definición del sujeto revolucionario y, por el otro, las (re)interpretaciones realizadas en torno al peronismo y su vínculo con la revolución.

Hemos dicho que, al igual que el resto de los actores del alternativismo, los peronistas de base subrayaron el rol protagónico de la clase obrera en el proceso de transformación social. Esta posición “obrerista” se vinculó con la asunción temprana del clasismo y encarnó en apuestas políticas concretas como el desarrollo de la democracia sindical, el control obrero de la producción y la construcción del “poder obrero”, que debía brotar de la organización autónoma de los trabajadores en sus agrupaciones de base (Raimundo, 2004; Stavale y Stavale, 2022). Respecto del peronismo, estas posiciones no se tradujeron en el abandono de esa identidad política, sino en su transformación. Es que, para el PB, el peronismo significaba la fuerza política que había expresado a los trabajadores, consolidándolos como clase. En efecto, en una nota publicada en la revista Evita (uno de sus órganos oficiales) apuntaban que el movimiento no podía ser reducido en mejoras socioeconómicas. Por el contrario, encarnaba un desarrollo más amplio, que incluía la actividad sindical y la participación obrera en el parlamento. En definitiva, era definido como “la experiencia misma del poder político”. Pero, a la vez, también alertaban sobre sus limitaciones, entre las que destacaban que los trabajadores habían ingresado al frente de clases que encarnaba el peronismo sin una organización política propia. Citándolos: “la carencia de un encuadramiento político independiente de la clase obrera fue lo que nos puso de cola de las decisiones y capacidad política de la burocracia sindical y política”12.

Entonces, caracterizaban al peronismo como un movimiento que cobijaba en su seno a las clases sociales antagónicas y proponían “crear una disciplina y una organización que permita cambiar la relación de fuerzas (…) ir creando la organización revolucionaria de clase que dirija políticamente nuestros esfuerzos hacia su fin: la liberación nacional y el socialismo”13. A la vez, aunque todavía no se tornara explícito, Perón era reinterpretado como un líder popular, mas no un revolucionario (González Canosa y Stavale, 2021). En palabras de José Osvaldo Villaflor, referente del alternativismo y del basismo, la organización se alejaba del movimientismo e incluso, también, del cookismo14(pues ya no considera banal peronismo como una entidad a la que había que dotar de teoría y organización revolucionaria), acercándose al clasismo. Según su testimonio: “nosotros empezábamos a ser clasistas y nos separábamos necesariamente de Perón (…) diferenciábamos al peronismo que ya llamábamos burgués, de la experiencia de la clase obrera y el pueblo peronista” (Villaflor, 2003). A partir de estos posicionamientos y de la horizontalidad como método de construcción política, el PB transformaba (y disputaba) la naturaleza misma del peronismo. Es decir, de un movimiento históricamente atravesado por una concepción fuertemente verticalista, que tenía como epicentro la lealtad a Perón15.

Respecto del clasismo y a pesar de que, como veremos, constituyó uno de los afluentes claves en la conformación del PB, la organización tenía su interpretación y debatía con aquellas vertientes de esa corriente que priorizaron el rol de los sindicatos como un paso previo para avanzar, luego, en una resistencia de tipo civil o insurreccional. Aunque el PB otorgaba centralidad a las fábricas en el desarrollo de una estrategia revolucionaria -importancia que se vinculó al rol de la clase obrera como sujeto protagonista-, no se configuró como una organización estrictamente gremial sino, fundamentalmente, política y revolucionaria. En efecto, los basistas remarcaban las dificultades de hacer énfasis sólo en la organización sindical como herramienta para la lucha revolucionaria:

(...) nosotros no creemos que el sindicato sea lo más importante, porque le vemos limitaciones: a partir de estar estructurado dentro de este régimen capitalista, dentro del sistema, la legalidad le impide desarrollar muchas tareas necesarias para nuestra estrategia de guerra revolucionaria (…) creemos que hay que construir sindicatos clasistas porque son un arma fundamental para las luchas populares (…) pero no es lo único que debemos hacer (…) Las diferencias son estratégicas; es decir, al hecho del planteo insurreccionalista nosotros le anteponemos nuestra posición estratégica que es la guerra revolucionaria.16

El PB apuntaba que el clasismo se derivaba de identificar la lucha entre las clases dominantes y la clase obrera y definirla como prioritaria17. A la vez, reconocían la importancia de desarrollar sindicatos clasistas y subrayaban el rol de los trabajadores en ese proceso: “la clase obrera le va dando el verdadero sentido a la actividad sindical: ser un instrumento de educación, de organización y lucha por la transformación de esta sociedad dividida en explotadores y explotados hacía una sociedad sin privilegios”18. Entonces, la organización no encorsetaba su desarrollo en la lucha meramente económica, sino que aspiraba a ir construyendo, desde las bases, una organización política y revolucionaria.

Lucha armada/lucha política y el proceso de articulación con las FAP

Finalmente, pero en íntima vinculación con lo antes dicho, otra dimensión clave para pensar la reconstrucción del PB fueron las posiciones asumidas respecto de la lucha armada y el proceso de articulación con las FAP. Interesa, entonces, reponer brevemente el surgimiento de esta organización armada pues, como dijimos, ambas surgieron de procesos relativamente independientes. En el caso de las FAP, tomaron estado público en 1968, tras el desarrollo fallido de un foco guerrillero rural en la localidad de Taco Ralo, Tucumán19. La adversidad abierta tras este fracaso (y la detención del grupo que había subido al monte) abrió un período de crisis y transformación en su interior, que puso en tela de juicio los acuerdos iniciales que subyacieron al surgimiento de esa organización. Como consecuencia de este proceso, las FAP redireccionaron su práctica hacia la guerrilla urbana y comenzó a nutrirse de nuevos grupos de activistas de extracción estudiantil y obrera20. En este marco, fue consolidándose una corriente en su interior que, vertebrada en torno a los conceptos de “alternativa” y “clase obrera” y con posiciones cercanas al clasismo, se consolidó hacia 1971 y cristalizó en el lanzamiento de la AI (Raimundo, 2004; Stavale, 2012).

Las definiciones político-ideológicas del alternativismo allanaron el camino para un proceso de articulación entre el PB y las FAP que resulta observable, sobre todo, a partir de 1973. Sin embargo, este proceso no fue homogéneo, estuvo atravesado por tensiones y diversidades regionales (Raimundo, 2004, p. 20) y no puede explicarse sin atender el período de crisis al interior de las FAP que, abierto tras el lanzamiento de la AI, signó algunas de sus regionales -sobre todo, en la provincia de Buenos Aires. Nos referimos al proceso internista conocido como “de Homogeneización Político-Compulsiva” (PHPC) que tuvo dos objetivos generales: por un lado, “purgar” los resabios “foquistas” de las FAP, es decir, la idea del foco como irradiador de conciencia, y aquellas formas organizativas supuestas en una estructura piramidal y verticalista (ahora considerada inútil para orientar la práctica política desde las bases)y, por otro lado, la búsqueda deliberada de la identidad primaria de la clase obrera, que le permitiera reconocerse como protagonista en el camino de la construcción de su herramienta de poder (Duhalde y Pérez, 2003; Raimiundo, 2004).

El PHPC no fue recibido de igual manera en todas las regionales de las FAP y, como veremos, este es un rasgo que permite comprender las diversidades regionales en el proceso de articulación con el PB. A modo de ejemplo, en la provincia de Córdoba, el PHPC fue abandonado rápidamente, sin mayores sobresaltos políticos u organizativos (Pérez, 2003, pp. 78-79). En cambio, en Buenos Aires, las consecuencias fueron profundas: el proceso duró más de lo debido y trajo aparejado un rápido aislamiento de las FAP, que se tradujo en la pérdida de los frentes de masas, en un contexto de apertura política y electoral.21 En efecto, la finalización del PHPC se produjo a partir de la fractura de la organización en tres grupos: “los iluminados”, intransigentes respecto de ese proceso; las FAP Regional Buenos Aires, con posiciones más bien movimientistas (ambos grupos terminaron desintegrándose en el corto plazo) y, finalmente, las FAP Comando Nacional que, lideradas por Raimundo Villaflor, mantuvieron las posiciones alternativistas, aunque incorporando algunas críticas. Este último grupo fue el que finalmente se consolidó como las FAP en todo el país y encaró el proceso de fusión definitiva con el PB (Raimundo, 2004; Stavale, 2012).

Ahora bien, ¿qué características asumió la articulación? ¿Y qué consecuencias tuvo respecto del vínculo entre lucha armada y lucha política? Estos interrogantes se vinculan con algunos de los ejes de discusión abiertos por el alternativismo que refieren, por un lado, al tipo de vínculo entre las FAP y el PB y, por otro lado, a la estrategia de construcción política que debía primar entre ambas (Pis Diez y Stavale, 2022).Respecto del primer punto, un militante de las FAP reflexiona sobre la naturaleza de esa relación a partir de las siguientes preguntas: “¿Qué era el PB? ¿Una caja de resonancia de las operaciones militares de la organización político-militar? ¿O por el contrario tenía autonomía?”22. De las respuestas dependía el segundo eje en debate, referido al lugar que asumía la lucha armada en la definición de una estrategia revolucionaria. Aunque tanto las FAP como el PB siguieron sosteniendo que la revolución se hacía “con las armas en la mano”, en un proceso de guerra popular y prolongada23, la definición de una estrategia basista supuso una estructuración horizontal que partía del trabajo con las bases para, desde allí, formar el ejército revolucionario.

Si este tipo de posiciones no supuso contradicciones al interior del PB (pues dialogaba con la naturaleza misma de la organización), para las FAP, en cambio, significó un abrupto viraje. Según el testimonio de José Osvaldo Villaflor, la discusión generó tensiones que giraban en torno al sentido que debía tener el ejercicio de la violencia política en su vinculación con la lucha de los trabajadores: “teníamos en claro que el desarrollo de los hechos militares debía tener relación con la construcción de una propuesta política” (Villaflor, 2000). Este camino de deconstrucción de la organización armada y la impronta basista como estrategia de construcción política, influyeron sobre el carácter de las prácticas político-organizativas del PB y de las FAP. La prioridad de un desarrollo “de abajo hacia arriba” terminó con la preponderancia de la organización política (PB) por sobre la armada (FAP).

A continuación, reconstruiremos los orígenes del PB en las regionales de Córdoba y La Plata, Berisso y Ensenada. Como veremos, el análisis en clave comparada entre ambas experiencias permite retratar formas distintas del proceso de surgimiento y conformación del PB, así como de su vínculo con las FAP.

Los orígenes del PB: la regional Córdoba

Como ya adelantamos, el PB surgió en la provincia de Córdoba hacia 1969. En términos generales, es posible identificar tres grandes afluentes que nutrieron y sedimentaron a la organización: un activismo sindical y peronista que provenía de las entrañas del movimiento social desde el período de la resistencia y participó luego en la conformación de la CGT-A; grupos de extracción estudiantil y cristiana, vinculados al movimiento Integralista en la Universidad de Córdoba y a laAgrupación de Estudios Sociales (AES) de Universidad Católica y, finalmente, la experiencia de la corriente sindical y combativa clasista que, hacia 1970, terminó de definir los márgenes del PB.

Entonces, en primer lugar, debemos hacer referencia a la experiencia de la organización Lealtad y Lucha (LyL) que, nacida en 1967, se forjó a partir de la confluencia de dos de los grupos mencionados: por un lado, la militancia gremial que provenía de las entrañas del peronismo y, por otro lado, un activismo estudiantil y cristiano que venía desarrollando un trabajo territorial en parroquias y centros de fomento de barrios obreros como Los Plátanos y Bella Vista. Entonces, los itinerarios de esta agrupación -que resultan calves para comprender la génesis del PB, pero también de otras organizaciones peronistas como Montoneros24- fueron forjándose en diferentes frentes de militancia: el estudiantil, el barrial y gremial, a partir del trabajo en fábricas y sindicatos. El desarrollo de este último frente se afianzó rápidamente, al calor de una confluencia cada vez más aceitada entre la militancia obrero-sindical y peronista y el activismo estudiantil25. En efecto, muchos estudiantes decidieron buscar trabajo en las fábricas, con el objetivo de afianzar la relación con la clase obrera y sumarse a las disputas político-sindicales que amplios sectores de trabajadores venían encarando contra la connivencia entre los dirigentes gremiales y el gobierno militar26. Fue a partir del desarrollo de esta actividad “anti-burocrática” que, en algunos gremios en los que habían logrado insertarse, comenzaron autodenominarse “peronistas de las bases” y luego, “Peronismo de Base” (PB) (Lanusse, 2005, p. 72-73). Un activista de la agrupación recuerda ese pasaje de la siguiente manera:

Nosotros dejamos de llamarnos Lealtad y Lucha porque habíamos asumido una posición en el debate… una crítica constructiva del movimiento peronista. Nosotros no éramos verticalistas y la palabra lealtad venía a conformar una suerte de verticalismo del líder… Nosotros buscábamos la democracia sindical y política, pero dentro del peronismo… y le criticábamos las cosas más gruesas a Perón (…) Porque para nosotros no era indiscutible. Era respetado, sí, pero no indiscutible… y había cometido muchos errores durante “la resistencia”… por eso nosotros tomamos como referencia a las bases obreras del peronismo y, desde ahí, discutimos las decisiones de las burocracias sindical y política y también del conductor Perón.27

Resulta interesante identificar huellas de origen en estos grupos originarios; es decir, lecturas que se esbozaban de manera inorgánica e incipiente en estos espacios previos y que, luego, se afianzaron como posiciones político-ideológicas características del PB.

Lo cierto es que, afianzados en la lucha obrera y sindical, estos grupos se integraron a la regional cordobesa de la CGT-A, que emergió como nueva central obrera a fines de 1968. En términos generales, la CGT-A expresó una ruptura en el movimiento gremial y catalizó la construcción de “nuevo tipo de sindicalismo” que venía expresándose inorgánicamente desde abajo, a partir de una lógica confrontativa, pluralista y antimperialista. Además de constituirse como opositor a las “burocracias sindicales” representadas en el vandorismo, la nueva central se transformó rápidamente en un espacio de convergencia para los militantes del peronismo revolucionario, de la izquierda sindical y el movimiento estudiantil (Bozza, 2009, p. 188; 2014, p. 75). Los “peronistas de las bases” se relacionaron con dirigentes como Atilio López (Unión Tranviarios Automotor - UTA) o Agustín Tosco (Luz y Fuerza),a la vez que participaron en la disputa gremial contra Elpidio Torres (dirigente “vandorista” dentro del SMATA)integrándose a la “lista Azul” presentada por la CGT-A.

Esta confluencia terminó de foguearse con “el Cordobazo”, considerado como una “experiencia fundacional” en la que participaron “desde las fábricas y gremios, pero también desde los barrios y las parroquias”28. En la misma línea, otro activista del PB lo define como un “salto cualitativo, político e ideológico”que les hizo ver su capacidad “para recuperar sindicatos en manos de traidores”, “pelear con la dictadura” o recuperar la “dignidad” de “sentirnos laburantes”29 (Memoria Abierta, 2009).

Finalmente, el tercer afluente clave para la conformación del PB fueron las diferentes vertientes del sindicalismo clasista, corriente que también brotó del Cordobazo e, impulsada por sectores obreros desde las bases y en las fábricas, profundizaron los cuestionamientos a las conducciones gremiales incorporando explícitamente la perspectiva de la lucha de clases. Esta nueva tendencia desarrolló posiciones antiburocráticas, antiimperialistas y antidictatoriales, apeló a la acción directa, planteó un programa revolucionario y desarrolló nuevas direcciones “combativas” que se distinguieron del resto de las corrientes gremiales del movimiento obrero argentino (Brennan, 1992; Gordillo, 1996; Laufer, 2021).En efecto, hacia 1970, el PB se desarrolló en torno a experiencias paradigmáticas del clasismo, como las luchas sindicales de las plantas Concord y MaterFer (Sitrac-Sitram) de la empresa Fiat, el SMATA o la planta Santa Isabel, de IKA-Renault. A modo de ejemplo, uno de los dirigentes más importantes del SMATA, Juan “la mona” Delgado, había formado parte de la Lista Azul de la CGT-A, protagonizó la conformación del PB y luego, se integró también a las FAP. En el caso de Fiat, algunos de los dirigentes del Sitrac y del Sitram fueron militantes del PB: nos referimos a Carlos Masera y Florencio Díaz, respectivamente, reconocidos como de los más influyentes en esta regional30. Además, debemos apuntar que la lucha sindical en Fiat tuvo un rol determinante en el desarrollo de la estrategia sindical del PB, durante su proceso de conformación. En efecto, influenciada por la experiencia del Sitrac-Sitram, la organización peronista se transformó en una de las primeras en incorporar el clasismo a su bagaje discursivo (Laufer, 2021, p. 266).

Uno de los rasgos que nos interesa remarcar es el de una organización que terminó de forjarse al interior de las fábricas, nutrida por la experiencia obrera y por un activismo fuertemente vinculado a ella. En efecto, en un documento de 1971, los basistas destacaban su desarrollo, vinculándolo al “esfuerzo diario de los compañeros que, dentro de las plantas, trabajan para construir la organización que nos permita consolidarnos en Córdoba y, posteriormente, a nivel nacional”31. Ese proceso tomó un nuevo impulso, tras el primer plenario del PB realizado en Julio de 1971. Allí participaron 17 regionales que se plantearon la construcción de una fuerza nacional que, además, diera forma a la Agrupación 26 de Julio: una coordinadora de los frentes gremiales del PB (Pérez, 2003, p. 89)32.

A partir de este proceso de consolidación, el PB buscó reforzar el desarrollo de otros frentes de militancia, como el estudiantil o el barrial. Respecto del primero, y a pesar de su rol protagónico en el proceso de génesis dela organización, fue perdiendo relevancia. Como vimos, muchos de sus activistas se proletarizaron y encontraron en sus lugares de trabajo, sus espacios naturales de militancia33. Otro de los frentes importantes fue el barrial. Hacia 1971, los basistas apuntaban: “nosotros tenemos que ubicarnos en los barrios (…) allí existe desde el compañero de Fiat o de Kaiser, hasta un empleado público y un municipal”; además se preveía el rol de las barriadas en la lucha revolucionaria, frente a potenciales enfrentamientos contra las fuerzas represivas: “en los barrios, organizadamente, los podemos combatir, porque nosotros somos fuertes, conocemos el terreno, porque los compañeros del barrio nos van a abrir las puertas y nos vamos a meter ahí y si estamos heridos nos van a guardar (…) los barrios van a cumplir un papel fundamental”34.

Entonces, la organización promovió la creación de agrupaciones de base tanto a nivel fabril como territorial, aunque, en este último caso, se mantuvieron en función del aporte que realizaban al trabajo político con la clase obrera (Raimundo, 2004). El rol de las agrupaciones era mayor al del sindicato, adoptando una definición política y una organización revolucionaria “que, en su accionar, vaya aportando a la construcción del Ejército del Pueblo”35.

En relación con este último punto, otra de las dimensiones importantes del surgimiento del PB en Córdoba fueron sus posiciones respecto de la lucha armada y el posterior proceso de articulación con las FAP. En una entrevista publicada por la revista Cristianismo y Revolución, los basistas subrayaban que sus objetivos estratégicos eran “la reconquista del poder por el pueblo y la profundización de la revolución, en la construcción del socialismo”; allí mismo reconocían que la lucha armada era “la máxima expresión de la guerra popular y prolongada”36. Esta afirmación los llevó, inicialmente, a articular con todas las organizaciones armadas peronistas. En efecto, en un parte de inteligencia dirigido al jefe de SIPBA y fechado en agosto de 1972, se elabora un informe sobre el desarrollo político-organizativo del PB en Córdoba. Allí se lee que, a partir de la concepción de “una revolución encabezada por los trabajadores” y de la primacía de la lucha armada como método de transformación social, la organización buscaba:

(…) concretar los pasos de una organización político-militar, buscando la convergencia con las organizaciones armadas y la confluencia con las organizaciones de base para generar posteriormente su articulación. Tales intentos fracasaron (…) como consecuencia de las posiciones “foquistas” de las distintas organizaciones armadas que, pese a generar conciencia, desgastar el régimen, radicalizar posiciones (…) no generaban organización de la clase.37

El informe, prosigue destacando a las FAP como “la organización con mayor visión de futuro en el desarrollo de la lucha revolucionaria” y vincula esta caracterización con el hecho de que, para ese período, ya habían lanzado la AI como una “nueva vía estratégica para lograr su articulación con las organizaciones de base”38.

Entonces, en su génesis, el PB puede considerarse como una cantera de activistas que venían forjando una experiencia militante en las entrañas del movimiento social cordobés y terminaron nutriendo a las diferentes organizaciones revolucionarias del peronismo. De hecho, existen trayectorias de activistas del PB que terminaron ligados a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) o a Montoneros39 aunque, tras incorporarse a estas organizaciones, abandonaron la identificación como PB. De esta forma, sobre todo hacia 1970-71, los grupos que continuaron como “peronistas de base” fueron aquellos que priorizaron los vínculos con las FAP y encararon el proceso de articulación y acoplamiento que tomó un nuevo impulso tras la consolidación del alternativismo.

Como es posible advertir, en Córdoba ese acercamiento se dio “naturalmente” y se asentó en rasgos compartidos: muchos de sus activistas venían teniendo una situación de “doble militancia”, participando tanto del PB como de las FAP; a la vez, el lanzamiento de la AI supuso mayores coincidencias políticas e ideológicas, tanto por la asunción de posiciones clasistas, como por definiciones similares sobre la estrategia revolucionaria y sobre la forma de caracterizar el vínculo entre el peronismo y la revolución. Finalmente, porque las FAP cordobesas no sufrieron las crisis internas de otras regionales ni perdieron sus vínculos con el movimiento social. De hecho, Pérez apunta que la propuesta alternativista comienza a delinearse allí y que la regional cordobesa de las FAP se estableció como una referencia de “la alternativa” a nivel nacional (Pérez, 2003, pp. 64-65). Este es un rasgo clave, que permite comprender la importancia de esta provincia en el proceso de acercamiento y consolidación definitiva de las FAP y el PB, que termina de delinearse hacia 1973(Raimundo, 2004; Stavale, 2012).

El surgimiento del PB en Buenos Aires: la experiencia de la regional La Plata, Berisso y Ensenada

En La Plata, Berisso y Ensenada, el surgimiento del PB, su posterior desarrollo y el vínculo entablado con las FAP tuvieron rasgos peculiares. Un primer elemento que debemos señalar es que, en esta regional, las organizaciones también surgieron de manera independiente y paralela, aunque, a diferencia de Córdoba, las FAP aparecen como la primera organización emergente:

Para empezar… este… el PB y las FAP son dos organizaciones que confluyen… esos son procesos diferentes en las diferentes regionales… acá en La Plata existió primero las FAP…. Que era un grupo de origen estudiantil, algunos ya recibidos… más de procedencia de clase media trabajadora (…) el PB, en cambio, es otra cosa… surge a fines del 71… yo diría que casi el 72… a partir de pibes estudiantes, que en realidad no venían de la militancia estudiantil… eran excelentes alumnos, eso sí, lectores… muy formados.40

Con respecto del surgimiento del PB específicamente (y al igual que en otras zonas, como la ciudad de Buenos Aires) distintas fuentes consultadas coinciden en apuntar el impacto e influencia que el desarrollo cordobés tuvo en la decisión política de conformar la organización. En efecto, autores como Pérez han afirmado que el desarrollo del primer congreso del basismo cordobés en julio de 1971, “tendió las bases” para la creación del PB en la región porteña (2003, p. 74)41. Con una línea similar, pero refiriéndose específicamente a la regional La Plata, Berisso y Ensenada, Cieza recuerda:

(…) a partir del documento “Porqué somos peronistas de base” que sale publicado en el 71 en Cristianismo y Revolución… agarramos ese documento y decimos “nosotros queremos hacer esto”. Y se larga la historia, y se conforma la agrupación del PB… un grupo grande, de casi 50 compañeros que salen a trabajar a los barrios (…) En el año 71 hacemos un viaje a Córdoba… habíamos estado vinculados a Petroquímica Sudamericana… un conflicto que acá impactó mucho en ese año… y en ese año hacemos un viaje a Córdoba con Santiago (Walas, un referente del PB en la región), mi hermano (Daniel Cieza) y yo… y ellos dos iban con esa misión de hablar con la gente del PB allá para pedirles autorización para replicar la experiencia acá en La Plata… para decirles que acá había un grupo de gente dispuesto a asumir esa expresión… y se empieza a hacer un trabajo, al principio de tipo barrial este… en distintos barrios acá en La Plata, en Berisso y en Ensenada.42

Entonces, como un elemento interesante para destacar, debemos apuntar que el surgimiento del PB rioplatense, inspirado en la experiencia cordobesa, se desarrolló primeramente en el ámbito barrial y fue impulsado por un activismo de extracción más bien juvenil y universitaria. La estrategia política del despliegue territorial tenía por fin “detectar a los compañeros que están en la fábrica” para lograr una inserción posterior. Las barriadas, entonces, eran consideradas como una suerte de “trampolín hacia las fábricas”43. El entrevistado recuerda una amplia inserción en diferentes barrios de la región, entre los que podemos destacar: Ringelet (en un centro de fomento sobre el arroyo “el Gato”), Los Hornos - Capital Chica, Villa Ponzati y el Carmen, en Berisso, en barrio Mosconi de Ensenada y en Romero. Fue partir del trabajo barrial (y no a la inversa) que comenzaron a generarse redes de sociabilidad que habilitaron e impulsaron la labor sindical; hacia 1972, el PB había generado contactos en Swift, Petroquímica Sudamericana e Hilandería Olmos.

Esta reorientación hacia la actividad gremial se potenció a partir del proceso de articulación con las FAP que comenzó, no sin dificultades, en 1972. Al respecto, debemos comenzar diciendo que, en la reconstrucción de los orígenes del PB en La Plata, Berisso y Ensenada, el vínculo con las FAP resulta clave. En primer lugar, porque, a diferencia de Córdoba, la experiencia rioplatense sí estuvo determinada por los debates que emergieron al interior de las FAP, tras el lanzamiento de la AI. La cercanía geográfica con Buenos Aires transformó a la Plata Berisso y Ensenada en una caja de resonancia del proceso internista que se estaba desarrollando en las FAP porteñas. Como hemos mencionado, el lanzamiento de “la alternativa” trajo aparejada la propuesta del PHPC que duró más tiempo del previsto, implicó la pérdida del desarrollo en frentes de masas y un progresivo aislamiento de las regionales de las FAP que lo llevaron a delante. A su vez, las críticas al PHPC recuperaron posiciones movimientistas, sustentadas en el proceso de reorganización que estaba atravesando el peronismo, en un contexto de apertura política (que, además, demostraba sus potencias en el crecimiento exponencial de Montoneros). Como vimos, los sectores que sostuvieron estas posiciones terminaron separándose de las FAP y conformaron la Regional Buenos Aires. Lo que nos interesa remarcar es que casi todos los militantes de las FAP en La Plata, Berisso y Ensenada, realizaron ese movimiento de ruptura.

Tras estos desprendimientos y fracturas, las FAP rioplatenses quedaron desarticuladas. Su reorganización recayó sobre Enrique Ardetti, quien fue designado para esta tarea por las FAP Comando Nacional dirigidas por Raimundo Villaflor. Ardetti restableció el diálogo con el PB y se apoyó en su activismo para reimpulsar la regional. A partir de este momento, se conformaron como FAP-PB y se dedicaron a “impulsar y desarrollar el trabajo en la base obrera peronista” (AAA., s/f.44). En efecto, en un punteo realizado con posterioridad (estimamos que está fechado en 1975), la regional La Plata, Berisso y Ensenada realiza una revisión crítica de sus propias prácticas, reconstruyendo el estado en el que habían encarado aquella reestructuración. Al respecto, caracterizaban al activismo basista como asentado en prácticas territoriales, sin inserción en el movimiento obrero organizado:

Estado en el que encaramos la reestucturación: La organización formulaba la hegemonía de la Clase Obrera Peronista (COP) pero asentaba su práctica en los sectores populares (trabajo barrial). En la organización había una serie de preocupaciones abstractas y teoricistas, debido al desclasamiento de la militancia, entendiendo por tal a estar ajenos a la problemática reivindicativa de la COP.45

Este proceso dotó a la regional de rasgos particulares, tanto a nivel político organizativo como sobre las posiciones respecto de la lucha armada. En referencia al primer punto, las FAP-PB encararon la formación de Agrupaciones Obreras y de Comandos por frentes, orientados a acompañar e impulsar la inserción en el ámbito fabril, aunar fuerzas y criterios y hacer emerger propuestas políticas concretas de estas prácticas. En palabras de un activista de la regional:

Se llegaba a tal nivel de trabajo que los volantes eran específicos para cada asamblea… los Comandos de Apoyo, así se llamaban… volanteábamos las posiciones de los compañeros en las asambleas en las fábricas (…) antes de la asamblea se volanteaba en el micro... Era un trabajo casi científico, el volante puesto a las cinco de la mañana, a la entrada de la fábrica… esa posición algún compañero la tomaba adentro y parecía como de la asamblea, porque estaba toda trabajada.46

Lo que se buscaba, entonces, era reestructurar la organización a partir de una mayor inserción en la clase obrera peronista. Sin embargo, estas orientaciones estratégicas también se evaluaron críticamente. En el documento que hemos citado, la regional apuntaba que la propuesta de desarrollar Comandos había tendido a concentrar a la militancia “afuera de las fábricas”; situación que dificultó el desarrollo del “poder obrero” y “la propuesta que garantizara la expresión independiente del conjunto” en ese primer momento47.

Respecto del segundo punto, el rol que asumió la lucha armada en la regional rioplatense estuvo condicionado por el proceso de reestructuración de la regional. Como vimos, tras su desestructuración, las FAP se apoyaron en el activismo del PB que, desde su surgimiento, se había abocado al desarrollo político y territorial, sin atender a la preparación militar. En palabras del mismo activista:

Lo que empieza es un proceso de fusión… y ya a lo último queda PB como estructura organizativa única… (Sobre si había tensión entre FAP-PB) Sí, había. Pero por la historia de los compañeros, no en la parte organizativa (…) los que venían del PB tenían una práctica menos militarizada… entonces las soluciones que pretendían, por ahí aparecía la diferencia, el aporte de esa visión limitaba lo militar. En cambio, si uno venía del foco, planteaba cosas operacionales y demás. Pero no existía lo que existía en otras, que era la milicia y los grados ligado a lo militar.48

En esta misma línea, el punteo sobre la reestructuración de la regional que venimos citando también resaltaba esa característica. Allí se apuntaba que las FAP-PB debían “superar la debilidad político-ideológica y militar de sus militantes” a través de ejes políticos que debían brotar “de las necesidades que surgen del desarrollo de la propuesta de los frentes (para no caer) en especulaciones teóricas superestucturales o en propuestas militares aparatistas”49.

De las fuentes mencionadas, interesa volver a subrayar que el vínculo entre el PB y las FAP se encuentra determinado por la articulación y que este proceso tuvo rasgos desiguales, según las regionales analizadas. Si, como vimos, en Córdoba se dio sin mayores sobresaltos, en La Plata, Berisso y Ensenada, el acoplamiento estuvo marcado por las condiciones de emergencia de cada organización y, por otro lado, las tensiones en torno al significado político del vínculo entre ambas. Específicamente, la crisis interna que golpeó a las FAP en la región y, en la contrapartida, el rol preponderante que asumió el PB en el proceso de reorganización, terminó subsumiendo el rol del partido armado:

Lo que se debatía era el frente fabril concreto y cómo servía la operación militar en el marco del trabajo político de ese sector. En todos los casos en que se hacía alguna operación militar, estas tenían que ver con el desarrollo de la militancia que estaba ahí, qué aportaba a la estructura política del Peronismo de Base (…) no era al azar, era porque había una extensión de trabajo político que aportaba a esa cuestión... Nosotros íbamos en busca de triunfos obreros que fueran ejemplo para las zonas (…) Si uno analiza los volantes del PB, es toda la búsqueda de la confianza de la propia fuerza de la organización obrera y no la confianza en una organización externa a esta.50

A la vez, algunos activistas coinciden en caracterizar a la regional como “menos fierrera” que otras y mayormente abocada al desarrollo de una política “obrerista” que signó tanto el tipo de acciones políticas desarrolladas por la regional, como la vida cotidiana de sus militantes.51

Tras lograr la reorganización de la regional hacia el año1973, se intensificaron los trabajos de base en fábricas y se retomó la labor en el territorio, que siguió pensándose como un espacio político que servía de puente para ingresar a las plantas fabriles:

Bueno… y en esta época se empiezan a retomar los trabajos… por ejemplo, en Villa Ponzati había un compañero que era chofer de colectivo y en otros barrios, otro compañero… con dos o tres armamos una agrupación en UTA… una agrupación bastante importante… de no muchos compañeros, pero compañeros que eran delegados, referentes dentro de UTA. En Swift teníamos la Agrupación de Base 26 de Julio… y ahí aportan compañeros del barrio El Carmen… y por ese lado después se incorpora un compañero más… en Propulsora… un compañero que es Comisión Interna.52

Hacia 1973, los basistas habían logrado influencia en importantes fábricas como Hilandería Olmos, Petroquímica Sudamericana, Peugeot, Frigorífico Swift, Astilleros Río Santiago y Uber Rodamientos, así como también en el sindicato de transporte UTA, sobre todo en la línea de autobuses 52053 (Werner y Aguirre, 2007). A la vez, también se desarrollaron las agrupaciones de base, conformadas por el “activismo más comprometido con las necesidades y aspiraciones del conjunto de los trabajadores de cada fábrica” (AAA., s/f). Finalmente, respecto de la actividad militar, se retomaron las acciones, aunque todas ellas estuvieron estrictamente supeditadas a las necesidades planteadas por las agrupaciones de base y se buscó evitar que sus activistas se vean comprometidos en y por las acciones armadas.

A modo de reflexión final

A lo largo de este artículo, nos abocamos a caracterizar y reconstruir los orígenes del PB, una organización poco estudiada del peronismo revolucionario que, además, ha sido analizada de manera tangencial, a partir de su vínculo con las FAP. Al margen de que en este trabajo sostenemos que esa relación resulta clave, pues ambas organizaciones encararon un proceso de fusión y acoplamiento, observamos críticamente que la escasa bibliografía existente sobre la experiencia de las FAP-PB se ha concentrado en la experiencia de la organización armada (sobre todo, en su período foquista), relegando el vínculo con el PB o considerando al basismo como una “organización de superficie”. A contramano de este tipo de lecturas, este artículo hizo foco en la organización política PB con el objetivo de realizar una caracterización general sobre su estructura organizativa y, por otro lado, reconstruir sus orígenes en dos regiones importantes: Córdoba y La Plata, Berisso y Ensenada.

Como hemos dicho, el PB tuvo características peculiares que lo diferenciaron del resto de las organizaciones de la nueva izquierda, en múltiples sentidos: en primer lugar, porque buena parte de sus militantes provenían de las entrañas del movimiento peronista y fueron corriendo los márgenes de su identidad política, en un proceso que hemos caracterizado como de izquierdización del peronismo. Pero, además, porque la organización asumió una estrategia política y organizativa que se diferenció del resto de las organizaciones revolucionarias de la nueva izquierda y que supuso métodos de construcción política horizontales que impulsados “desde abajo”, pusieron en juego una particular relación entre lucha política y lucha armada. Vínculo que no supuso el abandono de la violencia política sino una significación diferente, en dónde la política subsumió el aspecto militar y no a la inversa.

Respecto de la reducción de la escala y el análisis de los orígenes del PB en Córdoba y La Plata, Berisso y Ensenada, nos interesó revertir la ausencia de estudios específicos que signifiquen un aporte para su reconstrucción, problematizando su propuesta organizativa, su inserción política y social, las tensiones que existieron en el proceso de articulación con las FAP y, sobre todo, la diversidad regional de una experiencia que no fue homogénea. A la vez, pero en íntima vinculación, porque las regionales aquí analizadas poseen rasgos que permiten establecer una comparación. A contramano de aquellas posiciones que tienden a explicar al PB a partir de las FAP, las experiencias que hemos reconstruido dan cuenta del surgimiento independiente de ambas organizaciones y, luego, de un proceso de articulación. Además, la experiencia cordobesa se establece como un antecedente clave para la constitución del PB rioplantese al punto que, algunos de sus activistas, viajaron a aquella provincia, para nutrirse de ella y replicarla en la propia regional.

A la vez, ambos casos ponen de relieve la importancia deachicar el foco y relevar características locales. En el caso de Córdoba y como un rasgo distintivo, debemos mencionar que el surgimiento del PB supuso la articulación de fenómenos políticos e ideológicos locales que, aunque luego se extendieron a escala nacional, no tuvieron ni el mismo peso, ni la misma significación. El protagonismo obrero y estudiantil en las insurrecciones del año 1969 catalizó un proceso de radicalización política que, al tiempo que le imprimió un sello distintivo al PB cordobés, le confirió un carácter desigual respecto del desarrollo de otras regionales como Buenos Aires. En este sentido, la utilización de la noción de experiencia obrera para pensar los orígenes del PB en Córdoba, no resulta casual ni aleatoria. Siguiendo a Pittaluga, el concepto de experiencia puede ser pensado como un puente para el hiato que se produce entre el obrero y el activista-obrero. Es decir, nos permite reflexionar sobre “la cuestión de la experiencia obrera para analizar la constitución de la clase obrera”, analizando aquellos cortes subjetivos que dan cuenta de un giro o un pasaje; un movimiento del lugar social al político que vincula saberes (que son propios de las prácticas y las costumbres de una determinada clase) y recorridos determinados que, además, fueron constituyendo una subjetividad alternativa (2022, p. 470). Por su parte, el PB rioplatense emergió nutrido por un activismo mayormente juvenil y estudiantil; característica que difícilmente pueda desligarse del peso de la vida universitaria de la capital de la provincia de Buenos Aires. Además, la actividad política no comenzó en las fábricas sino en el territorio, aunque los barrios se consideraron un “puente” para insertarse en las primeras.

Respecto de la articulación con las FAP, ambos casos también arrojan algunas diferencias significativas: si, como dijimos, Córdoba abonó este proceso sin demasiados sobresaltos e impulsadas por las definiciones políticas que supuso el lanzamiento de la AI; en La Plata, Berisso y Ensenada la situación fue la opuesta: allí, esa confluencia estuvo signada por una serie de crisis internas abiertas por el alternativismo. Superados los procesos internistas, las FAP platenses se encontraron desorganizadas y la reestructura -ya como PB-FAP- recayó en el PB, que le imprimió un sello particular.

Finalmente, quisiéramos destacar que este trabajo abre nuevas pistas de indagación a futuro. No sólo respecto del resto de las regionales del PB, sino en torno al proceso de articulación con las FAP, consolidado hacia 1973. A la vez, también importa indagar el grado de inserción de la estrategia basista en cada regional. Sobre todo, porque, como hemos mencionado, el PB lanzó la propuesta de construir el “poder obrero” al interior de las fábricas. Al respecto, podríamos preguntarnos sobre la articulación entre una propuesta de esas características y la identidad política de los trabajadores: ¿cómo se configuró esa relación? ¿Cuáles fueron las tensiones con las lógicas del movimiento peronista? A la vez, resta descentrar el análisis e indagar: ¿cuáles fueron los acuerdos y cuales los debates con el resto de los actores de la nueva izquierda, peronistas y marxistas, que intervinieron en las experiencias fabriles indagadas? ¿Y con los dirigentes políticos y gremiales, tradicionales u “ortodoxos” dentro del peronismo? Las respuestas a estas preguntas y a otras nuevas que puedan generarse, ya forman parte de un nuevo capítulo para esta historia.

Fuentes

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Entrevistas

Agüero, Juan, Córdoba, 2020 (Carácter remoto).

Campañaro, Raúl, Brasil (Carácter remoto).

Cieza, Guillermo, La Plata, 2021.

Cullen, Rafael, Buenos Aires, 2019.

Dri, Ruben, Buenos Aires, 2013.

Fachal, Edurdo. Buenos Aires, 2021.

Rojo Luque, Julio. España, 2020 (Carácter remoto)

Salguero, Cecilio. Córdoba, 2022 (Carácter remoto)

“Pepe”, entrevistado por Marcelo Raimundo, 2001.

Villaflor, José Osvaldo, entrevistado por Rafael Cullen, 2000.

Entrevistas consultadas en Memoria Abierta

Américo Aspitia, Buenos Aires, 2009.

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Recibido: 14 de Junio de 2022; Aprobado: 03 de Octubre de 2022

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