SUMARIO
1.Introducción; 2. Espacio urbano capitalista y las favelas en Brasil: algunas premisas; 3.Trabajo social en las favelas en Río de Janeiro /Brasil: trayectoria y desafíos; 4.Reflexiones finales; 5. Bibliografía
1- INTRODUCCIÓN
El surgimiento del Trabajo Social como profesión dentro de la división socio-técnica del trabajo está estrechamente relacionado con el proceso de urbanización llevado a cabo por el capitalismo en su fase monopolística. Históricamente, los trabajadores sociales actúan en las contradicciones socioeconómicas y espaciales producidas por el proceso de acumulación capitalista, destacando, desde este punto de vista, las secuelas de la pauperización de los trabajadores urbanos.
Partiremos de la caracterización del espacio urbano capitalista como un escenario privilegiado de luchas sociales. En él, los trabajadores y otras clases populares expresan sus reclamos en un contexto donde "los derechos de propiedad privada y la tasa de ganancia anulan todas las demás nociones de derecho" (Harvey, 2012, p. 73). Si es por Lefebvre (1973), la sociedad capitalista es una totalidad no consumada y, por lo tanto, abierta a innumerables contradicciones.
En este artículo, abordaremos aspectos históricos y contemporáneos del trabajo profesional de los trabajadores sociales en las favelas de Río de Janeiro, espacios donde los profesionales desarrollan la intervención mediada por diferentes políticas sociales. En eltexto presentaremos también cuestiones conceptuales sobre las favelas, así como los desafíos del trabajo profesional y su potencial.
2) ESPACIO URBANO CAPITALISTA Y LAS FAVELAS EN BRASIL: ALGUNAS PREMISAS
Para entender cómo se insertan las favelas en el espacio urbano capitalista, partimos de la premisa de que el capitalismo, además de producir bienes y relaciones sociales, necesariamente expresa sus contradicciones en la formación de territorios desiguales. Según Harvey (2004), en ese contexto, formahace parte de la dinámica capitalista recurrir a la reorganización geográfica de las ciudades como solución a sus crisis y problemas. En este sentido, el mismo autor destaca sobre la complejidad de la relación espacio-tiempo en el contexto del proceso de acumulación de capital. En la medida en que las configuraciones del capitalismo cambien a lo largo de su desarrollo, los aspectos relacionados con el espacio urbano también cambian.
En el contexto de la acumulación primitiva de capital (Marx: 2004), los campesinos desplazados removidos por la fuerza encontraron en la migración a las ciudades la única posibilidad de buscar condiciones de reproducción social, permaneciendo por generaciones como desposeídos (Menegat: 2006). En este sentido, podemos afirmar que la formación del espacio urbano capitalista tiene como uno de sus momentos la constitución de una masa de no propietarios que tiene exclusivamente su fuerza laboral. El proceso subyace a la formación de lo que Antunes (2000) llama como:“la clase trabajadora” es decir, la clase que vive de la venta de su fuerza laboral, como el único producto vendible para la reproducción social. Estos elementos contribuyen para que analicemos a las favelas en el contexto del desarrollo urbano capitalista.
Tomamos como referencia la definición operativa utilizada por Naciones Unidas que caracteriza a este tipo de territorio como un área que combina acceso inadecuado al agua potable, infraestructura de saneamiento básico y otras instalaciones; baja calidad de las unidades residenciales; alta densidad poblacional e inseguridad respecto al estado de la propiedad. Según Davis (2006), la expansión de este tipo de territorio es un fenómeno mundial, que simboliza la precariedad de la vivienda urbana contemporánea. El informe publicado en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Vivienda y Desarrollo Urbano Sostenible - Hábitat III, celebrada en Quito en 2016, afirma que más de 900 millones de personas viven en favelas en todo el mundo. El mismo documento establece que para 2050 ese número podría duplicarse. Según el padrón del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) en 2010, de 190.072.903 brasileños, 11.425.446 personas viven en 6.329 favelas repartidas por todo el país.
Para analizar este fenómeno en Brasil es necesario comprender las particularidades que caracterizan el desarrollo de un capitalismo periférico y dependiente que registra un entrelazamiento permanente entre la modernidad y el arcaísmo. En este sentido, la formación del espacio urbano capitalista brasileño adaptó un conjunto de estructuras y relaciones sociales heredadas del período colonial a las necesidades de acumulación de capital en el contexto de una sociedad urbano-industrial durante el siglo XX 1.
Otra referencia que consideramos importante para este debate es la formulación del Observatorio de Favelas2.Esta institución destaca que no es posible analizar las favelas de una manera disociada de la comprensión de la forma en que el Estado interviene políticamente en estos espacios. Según esta formulación, entender las favelas requiere considerar los siguientes indicadores:
- Insuficiencia histórica de inversiones del Estado y del mercado formal, principalmente inmobiliarias, financieras y de servicios; - Fuerte estigmatización socio espacial, sobre todo inferida por vecinos de otras zonas de la ciudad; - Apropiación social del territorio con uso predominante para fines habitacionales; - Ocupación marcada por la alta densidad de viviendas; - Indicadores educativos, económicos y medioambientales por debajo del promedio del conjunto de la ciudad; - Altos niveles de subempleo e informalidad en las relaciones laborales; - Tasa de densidad demográfica superior al promedio de la ciudad en su conjunto; - Ocupación de sitios urbanos marcados por un alto grado de vulnerabilidad ambiental; - Alta concentración de negros (pardos y negros) y descendientes de indígenas, según la región brasileña; - Grado de soberanía del Estado por debajo del promedio de la ciudad en su conjunto; - Alta incidencia de situaciones de violencia, especialmente letales, por encima del promedio de la ciudad; - Relaciones de barrio marcadas por una intensa sociabilidad, con una fuerte valoración de los espacios comunes como lugar de vida. (Observatorio de Favelas, 2009, p. 22/23)
Marcadas por la heterogeneidad (de su territorialidad, de sus formaciones geográficas), multiplicidad (de formas de vida culturales, religiosas, artísticas, económicas y diferentes…) y, sobre todo, por la subordinación en relación con los demás espacios de la ciudad, las favelas no pueden entenderse solamente como un lugar de residencia para una porción significativa de la clase trabajadora, sino como un espacio que el mercado también se apropia como un lugar rentable para las actividades productivas de extracción de valor y la expansión del sector servicios.
Como señala Harvey (2004), el capitalismo siempre está motivado por la urgencia de acelerar los procesos de acumulación y así cambiar los horizontes del desarrollo socioespacial. Así, podemos decir que los espacios proletarizados son necesarios y fundamentales para el desarrollo del capitalismo. En una perspectiva complementar, los estudios de Valadares (2005) muestran que el suelo y la vivienda se encuentran entre los primeros activos que aportan al desarrollo del negocio en las favelas: la verticalización de los espacios. Añadiendo también la especulación inmobiliaria en las favelas, todo eso contribuye significativamente a la expansión de los sectores de servicios en estos espacios. Las negociaciones inmobiliarias se desarrollan como un mercado paralelo al que se gestiona en el espacio “formal” de la ciudad. Además, se desarrolló un enorme mercado de servicios con el fin de atender las necesidades de la población: farmacias, empresas telefónicas, servicios médicos privados, transporte alternativo, además del narcotráfico con sus prácticas autoritarias y violentas.
Ciertamente, es necesario mencionar una formulación complementaria: la forma clasista en que el Estado materializa sus acciones, donde los habitantes de estos espacios son vistos como meros consumidores o “espectadores” de las intervenciones gubernamentales, desconociendo su cultura y sus formas de sociabilidad. De esta manera, en estos espacios se están implementando políticas públicas, sobre todo, políticas sociales con el fin de atender parcialmente las demandas de la clase trabajadora en su conjunto, ya que el carácter de inferioridad y subalternidad en principio no impone que las políticas públicas sean universales. La necesidad de discutir la dimensión territorial vinculada a las políticas públicas que tratan directamente con la ciudad -también a través de la Política Nacional de Asistencia Social- se debe a la alta densidad poblacional del país y al alto grado de heterogeneidad y desigualdad socio-territorial presente en los 5.561 municipios.
La producción de autores como el brasileño Milton Santos que analiza e interpreta las ciudades y metrópolis desde la lectura territorial como expresión del conjunto de relaciones, condiciones y accesos que se han abierto, comprende estos espacios desde el sentido de los “actores que los utilizan”. Su comprensión de la identidad está relacionada con la pertenencia del sujeto: la identidad es "un acto de pertenencia a lo que nos pertenece". Lo que da sentido a la vida cotidiana. “[...] El territorio es la base del trabajo, el lugar de residencia, los intercambios materiales y espirituales y el ejercicio de la vida” (SANTOS, 2002, p. 10). Es decir, la producción de políticas públicas debe tener sentido para quien vive en un determinado lugar, necesita dialogar con la cotidianidad de los sujetos, dialogando con su significado de valores, hábitos, costumbres, artefactos, en definitiva, con una forma de ser y actuar en el mundo de los individuos y colectivos sociales. Para Santos, el territorio es el lugar que conduce a todas las acciones, todas las pasiones, todos los poderes, todas las fortalezas, todas las debilidades, es decir, donde la historia del hombre se realiza plenamente a partir de las manifestaciones de su existencia. (Ibíd, p.13)
En este sentido, es evidente que el territorio se construye con referencia a las relaciones sociales en las que se involucran las personas, relaciones que son siempre, también, relaciones de poder, como se puede apreciar en la forma en que se implementan las políticas públicas en los diferentes espacios de la ciudad.
Cabe señalar que la distribución espacial de los bienes culturales, en las grandes ciudades y metrópolis, es un retrato perverso de las desigualdades sociales, ya que existe una importante concentración de teatros, cines y espacios culturales en las áreas centrales de los barrios típicos de clase media, lo que acaba por segregar los espacios de los pobres y los ricos, reforzando la lógica de clase y socio-céntrica antes mencionada.Quizás sea posible afirmar que la ciudad de Río de Janeiro es uno de los ejemplos más emblemáticos de una ciudad capitalista que se desarrolla de manera desigual y combinada, generando también desigualdades espaciales, como nos mostró Harvey (2004).
3 - TRABAJO SOCIAL EN LAS FAVELAS EN RIO DE JANEIRO /BRASIL: TRAYECTORIA Y DESAFIOS
El trabajo de los trabajadores sociales en las favelas, así como todos los espacios de su desempeño profesional, está marcado por su inserción en las estructuras institucionales que brindan servicios y políticas sociales. Es una profesión que se insiere predominantemente en la esfera de actividades que no están directamente vinculadas a la producción material, sino a la regulación de las relaciones sociales, la creación de las condiciones necesarias para el proceso de (re)producción social, a través de acciones que intervienen sobre las condiciones de vida, sobre todo, de los segmentos más pobres de la clase trabajadora.
Al analizar la trayectoria del trabajo profesional de los trabajadores sociales, esta categoría debe entenderse no desde sí misma sino desde la historia y la sociedad de la que forma parte. Para entenderlo debemos insertarlo en el marco de las relaciones sociales, las contradicciones entre las diferentes clases sociales y sus relaciones con el Estado. Con base en estas premisas, podemos afirmar que el Trabajo Social no es una profesión estática; sigue el movimiento de la totalidad social al agregar nuevos conocimientos y atribuciones.
El proceso de urbanización en Brasil tiene en sus transformaciones erigidas desde la década de 1930, su punto de inflexión. Durante este período, la burguesía industrial se convirtió en la fracción hegemónica de las clases dominantes, guiando las acciones del Estado para impulsar el proceso de modernización del país. El proyecto, que estaba anclado en el binomio industrialización-urbanización, requirió un conjunto de transformaciones en la configuración del Estado brasileño. Se destacó la expansión del intervencionismo económico con el objetivo de construir las bases necesarias para la modernización brasileña combinada con la creación de un importante aparato público de provisión social3. Entre sus objetivos estaba la regulación de las expresiones de la cuestión social4 en un contexto marcado por la dinámica desigual y combinada de un proceso de urbanización que incorporaría las particularidades de una economía capitalista periférica y dependiente5. El desarrollo de profesiones que trabajaron directamente en la reproducción social de los trabajadores y contribuyeron a la formación de un proletariado urbano industrial que podría usarse como fuerza laboral en las industrias en expansión fue una necesidad histórica. En este sentido, el Trabajo Social se institucionalizó y construyó su legitimidad movilizada por el Estado y la comunidad empresarial, con el apoyo de la Iglesia Católica, para enfrentar y regular el problema social, que desde la década de 1930 se había intensificado, haciendo explícitas las contradicciones de un país que estaba experimentando una ruptura con la economía agroexportadora. Las desigualdades sociales se materializaron en el cotidiano de la vida social y, gradualmente, adquirieron expresión política y se convirtieron en la "materia prima" del Trabajo Social. 6
Por lo tanto, la práctica de los trabajadores sociales en favelas no es reciente. Con la expansión de la industrialización, las favelas fueron un problema urbanístico y social que desafió a la administración pública desde las primeras décadas del siglo XX en Brasil. En esta coyuntura, donde los cambios políticos y económicos llevaron a los procesos migratorios del campo a la ciudad, las favelas se incluyeron en los planes de intervención pública. Los trabajadores sociales, así como los médicos, enfermeras, educadores y periodistas se convirtieron en actores importantes en las primeras experiencias de las políticas sociales en las favelas. En ese momento, la acción tuvo lugar en la intervención con la población que vivía en los Parques Proletarios7, a través de las acciones llevadas a cabo por la Cruzada de São Sebastião8 y, principalmente, por la Fundación Leão XIII. Esta última fue creada con el objetivo explícito de intervenir en la población que habitaba grandes favelas, a través de acciones de asistencia política, en oposición a las posibilidades de una organización autónoma de los sujetos, ya que los dirigentes del Estado temían el avance da ideología comunista. Según Iamamoto y Carvalho (1982):
"Para el Trabajo Social de la Fundación Leão XIII, el problema de las favelas será el problema de la educación, de acuerdo a la concepciónde la clase media a partir de sus pretensiones culturales aristocráticas, a través de las cuales todos los problemas sociales se reducen al tema de la educación, del capital cultural, que ha servido durante mucho tiempo como un punto de inflexión con el proletariado."(Iamamoto y Carvalho, 1982, p. 285).
La "dimensión social de la educación" fue gobernada como una posibilidad de recuperar los valores sociales y morales de la sociedad actual. Señaló una perspectiva de transformación en la mentalidad de los residentes que se produjo, no solo por el aparato gubernamental e institucional, sino, sobre todo, por las relaciones establecidas con los agentes sociales, entre ellos el trabajador social (Iamamoto: 1995). En este período de aproximación inicial con las favelas, los fundamentos teóricos y metodológicos de la profesión todavía estaban vinculados a la ideología católica. Fenómenos como el pauperismo del proletariado urbano fueron abordados como una situación patológica cuyo origen se encuentra en la crisis de la formación moral. El juicio moral del trabajador se superpuso con el análisis de las estructuras sociales que produjeron la falta de recursos9. En un momento de síntesis, los autores nos muestran que,
“Considerando el antagonismo de la relación capital-trabajo, la tendencia predominante con respecto a la inserción de la profesión en la sociedad ha sido históricamente el refuerzo de los mecanismos del poder económico, político e ideológico, para subordinar a la población trabajadora a las clases dominantes en oposición a su organización libre e independiente.” (1982, p.97).
Considerando las posibilidades de los profesionales para construir un retrato preciso de la población de las favelas, había una dificultad en analizar a los habitantes sin incluirlos en un enfoque estigmatizado y prejuicioso. Una simbiosis se destaca entre el mérito y el esfuerzo, los cuales eran elementos necesarios para salir de la condición de pobreza. De acuerdo con (Iamamoto: 1998 p.42), además de todo eso, una población pobre fue (y todavía es) vista como perezosa o transgresora, sujeta a represión y extinción. El trabajo profesional todavía se confundía con el desarrollo de la política pública de asistencia social realizada en aquel momento. El control y/o disciplina de la población pobre, por lo tanto, aparecía como una de las tareas de los trabajadores sociales que actuaban con la política a través del Estado.
No podemos dejar de enfatizar aquí los estudios contenidos en el Informe SAGMAS: aspectos humanos de las favelas cariocas, que es un análisis socioeconómico preparado por la Sociedad de Análisis Gráficos y Mecanográficos Aplicados a Complejos Sociales (SAGMAS)10. Publicado en 1960, presenta las acciones dirigidas a controlar a los pobres y muestra las primeras acciones de las instituciones que operaban en las favelas. Según Valla (2011), este estudio es considerado por muchos como uno de los trabajos más grandes realizados por Brasil en las favelas de Rio de Janeiro en aquel periodo. El denso informe retrata aspectos vinculados a algunos ejes: religión, educación, política y las acciones de la Cruzada de São Sebastião y la Fundación Leão XIII, que incluía a trabajadores sociales. En el informe, el trabajo de estas dos instituciones se analiza en función de las acciones diarias con los residentes. Este documento muestra su vigilancia, control y contención.
Las transformaciones provocadas por el proceso de modernización en Brasil y en otros países de América Latina impactaron directamente el debate académico e intelectual en torno al Trabajo Social. El auge de la ideología desarrollista en el campo de las ciencias sociales y humanas estimulado por el creciente intercambio entre las agencias de formación de trabajadores sociales norteamericanos y latinoamericanos produjo un cambio gradual en los referentes teóricos y metodológicos entre los profesionales. Cabe señalar que este enfoque fue parte de una amplia estrategia desarrollada por el Departamento de Estado de Estados Unidos que tenía como objetivo preservar a América Latina como su área de influencia política ideológica en un período marcado por la Guerra Fría.
Es en este contexto que las prácticas de Desarrollo Comunitario emergen como un instrumento para la intervención profesional de los trabajadores sociales en las clases populares. Inicialmente, Desarrollo Comunitario enfatizó las poblaciones rurales como objeto de intervención. Su base teórica fue el Funcionalismo Estructural de Talcott Parsons, que no por casualidad es uno de los principales intelectuales de la sociología norteamericana, incurriendo, como afirma Ammann (2009), en un enfoque que abstraía las contradicciones sociales producidas por las estructuras económicas y sociales del capitalismo dependiente.
A medida que las clases populares latinoamericanas entraban en una etapa histórica de expansión de las luchas sociales y políticas que tuvo como hito la Revolución Cubana de 1959, otras perspectivas de análisis de la realidad económica, social y política de la región ganaron espacio en las Ciencias Humanas y Sociales, con especial énfasis en el marxismo. Según Netto (1991), los inicios de la influencia de esta corriente teórica en el Trabajo Social brasileño tuvieron como vectores: la inflexión a la izquierda que una porción de la jerarquía de la Iglesia Católica registró a partir de la década de 1960, en el movimiento estudiantil donde una parte significativa de sus activistas se vinculaba a las organizaciones marxistas y la penetración misma del marxismo en el debate académico durante este período.
Como consecuencia de este proceso, se articularon algunas iniciativas de educación popular con el objetivo de combinar la lucha contra el analfabetismo existente entre las clases populares con el fomento de su conciencia política. El Movimiento de Educación Básica, el Movimiento de Cultura Popular y los Centros de Cultura Popular son algunos ejemplos de estas iniciativas que, a partir de referencias marxistas y cristianas, destacaron las favelas entre sus áreas de actividad, aunque con énfasis en el medio rural. Según Ammann
Técnicos y docentes, algunos de los cuales son miembros de los movimientos políticos antes mencionados, se suman a las demandas de los estudiantes y comienzan a proclamar cambios estructurales con participación popular, postulado que se incorpora al discurso y las prácticas del Desarrollo Comunitario. Esto se lleva a cabo en el ámbito de las propias Escuelas de Servicio Social y con ocasión de encuentros nacionales o regionales como el I y II Encuentros de Escuelas de Servicio Social celebrados en 1963 (Aracaju) y en enero de 1964 (Campina Grande). (2009: p.67)
La posibilidad de desarrollar un enfoque crítico del problema de las favelas por parte del Servicio Social Brasileño fue obstaculizada por el Golpe Militar de 1964. Desde entonces, intelectuales y activistas involucrados en la organización de acciones de educación popular que registraron el potencial de reestructurar las prácticas de desarrollo comunitario en estos lugares fueron blanco de persecución política y sus movimientos estaban desarticulados. Un escenario similar ocurrió en el ámbito académico, donde el diálogo con el marxismo se interrumpió al mismo tiempo que el tecnicismo impulsado por la perspectiva modernizadora de la profesión (Netto: 1991) amplió su ámbito de influencia en el debate profesional.
A partir de la segunda mitad de la década de 1970, en medio de la crisis del Milagro Económico y el deterioro de las condiciones de vida de los trabajadores urbanos, se rearticulan varios movimientos sociales que ponen en tela de juicio demandas de acceso a la vivienda y mejoras en las condiciones urbanas e instalaciones sanitarias en barrios populares y favelas. En este escenario, la reanudación del diálogo entre la intelectualidad del Servicio Social y el marxismo propició el surgimiento de una nueva vanguardia profesional que comenzó a cuestionar el papel social y político de la intervención profesional de los trabajadores sociales con las clases populares. En medio de la redemocratización del país y el auge del protagonismo político de los trabajadores urbanos y rurales, se están produciendo intensos debates en el ámbito profesional en torno a lo que se conoció futuramente como el Proyecto Ético Político Profesional para el Trabajo Social. Las bases de esta formulación se encuentran en una perspectiva que se encuentra en la búsqueda de la emancipación humana y en el compromiso con la construcción de un nuevo orden social.
Debido a la negativa de los residentes a aceptar esta forma de las instituciones para tratarlos, los trabajadores sociales que trabajaban allí se vieron obligados a "modernizar" sus técnicas de trabajo, intentando que los procedimientos fueran más aceptables. En lo que caracteriza al Trabajo Social, algunos elementos del informe muestran su carácter conservador, así como la iniciativa de "modernización" de la actividad profesional.
En un breve resumen, destacamos que:
Desde la transición democrática de la década de 1980 hasta mediados de la década de 1990, cuando se creó el Programa Habitar, bajo la dirección del presidente Itamar Franco, el trabajo profesional de los trabajadores sociales se puso en práctica en los “esfuerzos colectivos”, la urbanización de los asentamientos, el suministro de parcelas urbanizadas, la regularización territorial y urbana, en los proyectos de instalación y operación de redes de agua y alcantarillado. Fue alimentado por los eventos políticos, sociales y profesionales que estuvieron presentes en el fortalecimiento y la organización de la categoría profesional, la construcción colectiva del proyecto éticopolítico, las demandas y el compromiso con los movimientos sociales y la participación en la regulación de las políticas sociales. (CFESS, 2016, p.38)
La comprensión sobre la favela, sobre sus residentes, es decir, sobre una porción significativa de trabajadores urbanos a lo largo del tiempo, ha cambiado mucho en el alcance del Trabajo Social. El movimiento de Reconceptualización11 y las prerrogativas actuales del proyecto ético-político12 de la profesión expresan una profunda transformación de los parámetros que guían el trabajo de los trabajadores sociales al adoptar un compromiso explícito con la defensa de los derechos humanos y sociales y con una crítica anticapitalista.
Sin embargo, se observa que la práctica profesional en estos espacios todavía tiene retrocesos en la medida en que el miedo, la violencia y la ausencia de condiciones de trabajo afectan el desempeño profesional de los trabajadores sociales en las favelas. En Rio de Janeiro, la década de 1990 fue muy representativa en la construcción de marcas identitarias en discursos sobre la favela como lugar de violencia. Las tres matanzas, Acari13 (1990), Candelária14 (1993) y la masacre de Vigário Geral15 (1993), fueron emblemáticas para reforzar la lógica de la "ciudad rota"16 y la segregación social que marca la ciudad.
Destacamos las acciones profesionales durante los años 1990 en el campo de la política urbana que materializaron las directrices de agencias multilaterales como el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco Mundial (BID). Dichos proyectos pueden ejemplificarse como: el Programa de Vivienda del BID en Brasil, el “Programa Favela Bairro” y el Programa “Morar Melhor” (Vivir Mejor), donde la intervención de los trabajadores sociales se enfoca en lograr tres objetivos: "movilizar la participación y la organización comunitaria, promover la educación en salud y medio ambiente, y generar empleo e ingresos".
Con la creación del Estatuto de las Ciudades en 2001 y el Ministerio de las Ciudades en 2003, se instituyó un conjunto de cambios institucionales con el objetivo de promover una política urbana basada en un modelo participativo y democrático.
El concepto de desarrollo integrado donde el derecho a la vivienda estaría vinculado a la infraestructura, el saneamiento básico, el acceso a los servicios de salud pública, la educación y el transporte ha permitido la expansión de los trabajadores sociales en el contexto de la política urbana. En este sentido, se elaboró un conjunto de Instrucciones Normativas para para metrizar el trabajo social en la construcción de viviendas para familias de bajos ingresos.17 Estas instrucciones hicieron cambios significativos en 2012 con la reformulación del Libro de Orientación Técnica Social para cumplir con las pautas del Programa Minha Casa Minha Vida y el Programade Aceleração do Crescimento (PAC)18. Es importante destacar que el trabajo profesional de los trabajadores sociales en las favelas ha encontrado numerosas dificultades y desafíos. Entre ellos están la sumisión a las orientaciones mercadológicas de la Caixa Econômica Federal, la falta de conocimiento del debate sobre la Cuestión Urbana, la ausencia de una red de servicios públicos de calidad, la dificultad para desarrollar acciones de movilización con la población objetivo de los programas de vivienda y la violencia promovida por grupos armados en favelas y en espacios populares.
El estigma sobre la favela como un espacio marcado por la sociabilidad violenta eclipsa otras formas de relaciones sociales dentro de ella. Al mismo tiempo que la violencia constituye una expresión del problema social que debe abordar el trabajador social, la imprevisibilidad y el miedo a la violencia física son razones importantes que alejan al profesional de estos espacios. Por esta razón, durante el segundo mandato del alcalde César Maia (2001-2004), varios Centros de Referencia de Asistencia Social fueron retirados de las favelas19 con el apoyo de muchos trabajadores sociales. Continuando con este proceso, durante los ocho años del gobierno de Eduardo Paes (2009-2016), varios establecimientos de salud pública se sometieron al mismo esfuerzo para externalizar su gestión a las Organizaciones Sociales (OS), especialmente aquellas bajo la gestión del OS "Viva Comunidade"20. A través de una encuesta a los trabajadores sociales de la Secretaría Municipal de Educación (SME) de Rio de Janeiro que trabajan en escuelas dentro y fuera de las favelas21, cuando se les preguntó qué entendían sobre la definición de favela, la mayoría de los trabajadores sociales reproduce elementos de la visión conservadora difundida por los medios de comunicación. En la comprensión de los trabajadores sociales, la favela se define en una perspectiva negativa, ratificando el "discurso de ausencia"Barbosa (2005), que define los espacios populares para lo que no son, sin embargo, con un barniz crítico.
Además, queda clara la reafirmación de la lógica de la favela como espacio habitacional de las "clases peligrosas" (Guimarães: 1981) y que se refleja en las precarias políticas públicas desarrolladas por el Estado en estos territorios. Es innegable que la violencia urbana es un fenómeno real en el escenario de las favelas, pero también es innegable la función del miedo para mantener el status quo. A través de la difusión de noticias de modo parcial o totalmente falsas destinadas a servir a intereses políticos y/o económicos, de individuos o grupos específicos, los principales medios de comunicación contribuyen a la propagación del miedo. Este, el miedo, es contaminado por un proceso ideológico en el que el fenómeno - inmediatamente observado y sentido - es tomado como siendo el fenómeno completo. Chaui (1993). De esta manera, el miedo contribuye a agravar la distancia entre profesionales y territorio, reforzando así las representaciones de las favelas como un sitio donde prevalece la violencia como paradigma de sociabilidad y donde está presente lo "exótico."
Sobre el tema de la violencia, Luis Antônio Machado habla sobre la convivencia en las favelas de "sociabilidad contigua": la sociabilidad de la ciudad o el estado, cuyo orden es compartido por la mayoría y controlado por instituciones basadas en ideales supuestamente democráticos y colectivamente aceptados y la sociabilidad violenta. En una cita larga pero contundente, el autor dice eso;
Aquí se sugiere que la representación de la violencia urbana reconoce un padrón específico de sociabilidad, que se llamará sociabilidad violenta. En su descripción, es posible comenzar recordando que la característica central de la violencia urbana es capturar y expresar un orden social, en lugar de un conjunto de comportamientos aislados. En otras palabras, las amenazas percibidas a la integridad física y patrimonial provienen de un complejo orgánico de prácticas, y no de acciones individuales. Así, se puede presentar la característica más esencial de la sociabilidad violenta, como la transformación de la fuerza, los medios para obtener intereses, en el principio mismo de la regulación de las relaciones sociales establecidas. Dado que el principio que estructura las relaciones sociales es la fuerza, no hay lugar para la distinción entre las esferas institucionales de política, economía y moral, etc. En cuanto a la dimensión subjetiva de la formación de comportamientos, los agentes responsables de la génesis y consolidación de este orden no se guían por referencias colectivas que moderen la búsqueda de intereses individuales a muy corto plazo, dejando el camino abierto para la manifestación más inmediata de las emociones. Para ellos [aquí el autor se refiere a un tipo de núcleo duro o un tipo ideal de bandido, o traficante de drogas, de la favela] (…)lo que une estos comportamientos en una compleja organización de relaciones sociales es precisamente el reconocimiento de la resistencia material representada por la fuerza que puede tener otros agentes, producida por la reiteración de declaraciones fácticas, y no por acuerdo, negociación, contrato u otra referencia común compartida. Todos los agentes obedecen solo porque saben, demostrando hechos en momentos anteriores, que son más débiles, y que la insumisión implica represalias físicas. (2004, p. 3940)
De hecho, la violencia es un elemento que marca las favelas de Río. Según la investigación realizada22, la violencia se entiende como una parte constitutiva del empeoramiento de las expresiones del problema social, que está engrosando y desorganizando la vida cotidiana. Debido a ello, está justificado, por ejemplo, la reducción de la carga de trabajo de las escuelas públicas en las favelas, la ausencia de recreación, las constantes interrupciones de los días escolares debido a conflictos armados y la falta de identidad de los docentes con estas escuelas.
En última instancia, pensar en el trabajo profesional hoy requiere desarrollar estrategias que, reconociendo los límites intrínsecos a la labor de esos profesionales, un empleado con relativa autonomía, puedan señalar alternativas para un trabajo profesional calificado, decidido y crítico. En este sentido, la particularidad del trabajo en las favelas impone algunos desafíos en la escena contemporánea:
Articulación con movimientos sociales. Aunque históricamente se ha solicitado la práctica profesional de los trabajadores sociales desde sus orígenes como una forma de amortiguar los conflictos derivados de la relación capital-trabajo, es posible imaginar propuestas de acciones que contribuyan a alentar y/o involucrar a sujetos en espacios sociales de decisión y luchas sociales. Si por un lado, el gobierno de Lula, a través de programas de transferencia de ingresos y políticas compensatorias, cohibió acciones reivindicatorias organizativas, por otro lado, el gobierno de Dilma Roussef explicitó y agudizó las contradicciones de clase en este país. En este sentido, las intervenciones autoritarias y arbitrarias de las autoridades públicas en el escenario urbano, como la implementación de la Unidad de Política Pacificadora (UPP), barreras acústicas a lo largo de las principales rutas de acceso a favelas, remociones, entre otros, coexisten con los movimientos sociales en defensa de sus reclamos específicos, también están luchando por cambios estructurales.23
Trabajo en red: históricamente, el concepto de red se ha utilizado para designar la articulación entre individuos e instituciones que, de manera democrática y participativa, buscan soluciones a ciertos problemas o buscan alcanzar objetivos y/o temas comunes.24 Se entiende que este concepto necesita ser resignificado, vinculado principalmente al campo del "tercer sector". Trabajar en una red, en una asociación, en articulación, es fundamental para garantizar los derechos. La escuela, la familia, los grupos de apoyo como Alcohólicos Anónimos, Narcóticos Anónimos, Centros de Defensa de los Derechos Humanos, Universidades, movimientos sociales e instituciones dentro y fuera de las favelas son esenciales para que, articulados entre sí, puedan atribuir viabilidad y fuerza política a las acciones desarrolladas por el servicio social. En este contexto, el trabajo intersectorial y en red puede fortalecer y expandir las acciones desarrolladas, así como proporcionar el intercambio de conocimiento y aprendizaje sobre la realidad local, además de compartir servicios y recursos disponibles para la población y, sobre todo, contribuir a presionar las políticas públicas con calidad para estos espacios, lo cual es raro.25
Dominio del territorio y realidad social - El dominio del debate sobre el tema urbano, el territorio y los temas transversales y/o directamente vinculados a la realidad de las favelas deben estar vinculados a la práctica profesional. Este debate favorece la calificación de las respuestas técnico-profesionales y ético-políticas para traducir las respuestas de acuerdo con las demandas a las cuales los trabajadores sociales deben responder.
Énfasis en trabajar con grupos: la gran demanda de las diversas expresiones de la cuestión social, que son inmediatas, amplias, difusas y complejas, representa otro desafío que hay que considerar en el trabajo grupal con jóvenes y familias. Las políticas sociales apuestan por responsabilizar a los individuos frente a su condición de pobreza. Combatir esta noción implica mostrar a los usuarios la necesidad de sobrepasar el ámbito individual haciael colectivo, y el grupo es un instrumento fundamental en el trabajo del asistente social. Entendemos que los sujetos colectivos se constituyen como organismos vivos presentes en la sociedad y que las luchas sociales, políticas, económicas y culturales pueden y deben guiarse por la producción de acciones que brinden a estas colectividades la elaboración de una identidad de clase. Al tener en cuenta en el carácter educativo inherente a las acciones de los trabajadores sociales, de acuerdo con la tesis de Abreu (2002), es a partir de las múltiples demandas y necesidades "del estómago o de la fantasía" que podemos influir, también a través del trabajo en grupo, en la construcción de una identidad de clase con nuestros usuarios, en lugar de una identidad de pobreza.
En este sentido, es edificante dirigir nuestras directrices hacia una intervención que apunte a una perspectiva de formación política, de revelación de la realidad y, sobre todo, de organización en una perspectiva de clase, ya que,
[...] El neoliberalismo y la restauración del capital, en la secuencia de los últimos treinta años, no han triunfado sin confrontaciones y sin enfrentar resistencia, y nada indica que, apenas perceptible por ahora, las fuerzas contra ellos hayan sido definitivamente superadas o estén desaparecidas. Suponer el capitalismo sin clases y sin luchas de clases es negar todo el conocimiento teórico e histórico acumulado. Las resistencias que se han neutralizado en los últimos treinta años no están liquidadas: permanecen latentes y, alimentadas por la naturaleza antidemocrática, restauradora y dañina de la humanidad asumida por el orden social contemporáneo, volverán a entrar en la escena histórica, ciertamente de formas que aún no son visibles, pero se reintegrarán a través de la fuerza de las nuevas contradicciones. (NETTO, 2007, p. 164)
Como Abreu (2002) argumenta, la acción de los trabajadores sociales tiene un carácter educativo y es parte del campo de actividades que afectan la formación de la cultura, como elemento constitutivo de las relaciones hegemónicas.26 (2002, p.30). A través de estas consideraciones, enfatizamos la dimensión político-pedagógica del trabajo profesional.
Sin embargo, como advierte la autora (2008), este análisis, que es fundamental para la organización de la cultura garantizada en las formas de organización de la producción, no impregna con igual fuerza el análisis de la práctica profesional mediada por una relación asalariada, carácter determinante para discutir el potencial de las acciones profesionales coadunadas , con la dirección social construida colectivamente por la categoría profesional a lo largo de las líneas del proyecto ético-político profesional. Esto significa que, incluso con las posibilidades de delinear una práctica proposicional y que pone en el horizonte la posibilidad de acciones contrahegemónicas, los obstáculos impuestos por la institución empleadora terminan por frenar las posibles acciones que chocan con los límites institucionales.
Finalmente, según Iamamoto (1998), al destacar el perfil profesional de los "nuevos tiempos", dice que la sociedad brasileña contemporánea exige profesionales de un nuevo tipo, que estén en sintonía con el rápido ritmo de los cambios. Mientras tanto, también destaco la el papel de la Universidad, que hasta hace poco tenía poco que ver con el tema urbano, la discusión subsumió el tema de la vivienda donde apenas aparecía la favela. Este nuevo tipo de profesional, formado principalmente por el currículo del Ministerio da Educación (MEC), carece de elementos esenciales y constitutivos de este perfil profesional.
Por lo tanto, en línea con los problemas planteados por Iamamoto (1998), es necesario forjar estrategias y alternativas profesionales que valoren la vida y contribuyan a la radicalización de la democracia, de la libertad y de la ciudadanía.
4) REFLEXIONES FINALES
Nos damos cuenta de que actualmente existe una escasez de estudios brasileños producidos por la categoría profesional sobre temas como cuestiones urbanas, el derecho a la ciudad y las favelas. Si históricamente la categoría profesional se destaca por su proximidad a las favelas y espacios populares y por haber construido reflexiones sobre estos fenómenos urbanos, hoy en día los trabajadores sociales producen poco sobre el espacio urbano y especialmente sobre las favelas.
Es importante tener en cuenta que esta baja producción científica ocurre incluso con la expansión del mercado laboral, como por ejemplo la solicitud de profesionales para trabajar en las favelas con trabajos educativos, de asistencia social, saneamiento, reasentamiento y remoción debido a los trabajos que precedieron la Copa del Mundo y los Juegos Olímpicos, celebrados en la ciudad de Rio de Janeiro. Es posible justificar este fenómeno con los límites derivados de las precarias condiciones de trabajo, con los frágiles vínculos laborales y la violencia27.
Por otro lado, los debates que han sido registrados y profundizados por el Consejo Federal de Trabajo Social (CFESS) y por el Grupo de Trabajo de Política Urbana de la Asociación Brasileña de Enseñanza e Investigación en Trabajo Social (GTPU-ABEPSS) señalan la existencia de un esfuerzo importante para aumentar la intervención política y las formulaciones de categorías en los debates sobre temas urbanos. En 2011, el grupo CFESS / CRESS celebró el Seminario Nacional sobre Trabajo Social y Asuntos Urbanos y, aún hoy, ha estado construyendo el Foro Nacional de Reforma Urbana: estas y otras iniciativas, como la amplia participación política de los trabajadores sociales en congresos y seminarios, y en los foros de derechos, revelan el compromiso de segmentos expresivos de la categoría profesional con temas relacionados con las luchas sociales que se desarrollan en los centros urbanos del país.
Ciertamente, estas iniciativas contribuyen a la afirmación de una práctica profesional alineada con la afirmación de los derechos humanos y sociales de los habitantes de las favelas y espacios populares, así como a la superación de referencias conservadoras en el abordaje teórico sobre estos espacios.