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Trabajo y sociedad

versión On-line ISSN 1514-6871

Trab. soc. vol.24 no.40 Santiago del Estero ene. 2023  Epub 01-Ene-2023

 

Artículos

Tres para una pareja imperfecta: sociología y literatura según Lewis Coser, Robert Nisbet y Wolf Lepenies

Three for an Imperfect Pair: Sociology and Literature According to Lewis Coser, Robert Nisbet and Wolf Lepenies

Três para um casal imperfeito: sociología e literatura segundo Lewis Coser, Robert Nisbet e Wolf Lepenies

Hernán MALTZ1  *

1 Instituto de Filología y Literaturas Hispánicas “Dr. Amado Alonso”, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, Ciudad de Buenos Aires, Argentina.

Resumen

Luego de una introducción en que mostramos un breve y selectivo panorama sobre la sociología de la literatura (con un diagnóstico concreto acerca de su estado de la cuestión abandonado en nuestro país), nos interesamos por recuperar y leer en conjunto tres libros que han quedado al margen de la ya de por sí postergada subdisciplina: Sociology Through Literature: An Introductory Reader, de Lewis Coser, La sociología como forma de arte, de Robert Nisbet, y Las tres culturas. La sociología entre la literatura y la ciencia, de Wolf Lepenies. Describimos y analizamos la forma en que cada uno de estos tres trabajos concibe y plantea definiciones sobre la sociología, sobre la literatura y sobre las vinculaciones entre ambas. De manea sintética, observamos que Coser, Nisbet y Lepenies ofrecen tres formas (afines y a la vez diferentes) de concebir las relaciones entre los dos factores: la sociología a través de la literatura (Coser), la sociología como forma de arte (Nisbet) y la sociología como cultura tensionada con la literatura (Lepenies). Sin que estas fórmulas condensadas agoten las opciones de concebir los vínculos entre sociología y literatura, se trata de tres matrices significativas para no dejar de problematizar un par nunca elaborado ni conceptualizado de manera del todo satisfactoria, al tiempo que constituyen tres hitos para reactivar las indagaciones teóricas de una sociología de la literatura hecha en y desde la Argentina.

Palabras clave: sociología; literatura; sociología de la literatura; Argentina

Abstract

After an introduction in which I show a brief and selective overview of the sociology of literature (with a concrete diagnosis of its neglected state-of-the-art in our country), I am interested in recovering and reading together three books that have remained on the margins of the already neglected subdiscipline: Sociology Through Literature: An Introductory Reader, by Lewis Coser, La sociología como forma de arte, by Robert Nisbet, and Las tres culturas. La sociología entre la literatura y la ciencia, by Wolf Lepenies. I describe and analyze how each of these three works conceives and posits definitions of sociology, of literature, and of the linkages between the two. Synthetically, we I that Coser, Nisbet and Lepenies offer three (related yet different) ways of conceiving the relations between the two factors: sociology through literature (Coser), sociology as an art form (Nisbet), and sociology as a culture in tension with literature (Lepenies). While these condensed formulas do not exhaust the options for conceiving the links between sociology and literature, they are three significant matrices for continuing to problematize a pair never fully elaborated or conceptualized in an entirely satisfactory manner, and at the same time they constitute three milestones for reactivating theoretical inquiries into a sociology of literature made in and from Argentina.

Keywords: Sociology; Literature; Sociology of Literature; Argentina

Resumo

Após uma introdução na qual damos uma breve e seletiva visão geral da sociologia da literatura (com um diagnóstico concreto de seu estado de coisas negligenciado em nosso país), estamos interessados em recuperar e ler juntos três livros que ficaram à margem da já negligenciada subdisciplina: Sociology Through Literature: An Introductory Reader, de Lewis Coser, La sociología como forma de arte, de Robert Nisbet, e Las tres culturas. La sociología entre la literatura y la ciencia, de Wolf Lepenies. Descrevemos e analisamos como cada uma dessas três obras concebe e define a sociologia, a literatura e as ligações entre as duas. Em resumo, notamos que Coser, Nisbet e Lepenies oferecem três (relacionadas, mas diferentes) formas de conceber as relações entre os dois fatores: sociologia através da literatura (Coser), sociologia como forma de arte (Nisbet) e sociologia como cultura em tensão com a literatura (Lepenies). Sem estas fórmulas condensadas esgotando as opções para conceber as ligações entre sociologia e literatura, elas são três matrizes significativas para problematizar um par que nunca foi totalmente elaborado ou conceitualizado de forma totalmente satisfatória, e ao mesmo tempo, constituem três marcos para reativar as investigações teóricas de uma sociologia da literatura feita na e da Argentina.

Palavras-chave: sociologia; literatura; sociologia da literatura; Argentina

Sumario

1. Introducción. Un estado de la cuestión abandonado y una vitalidad perdida; 2. Desarrollo. Tres para una pareja imperfecta: sociología y literatura según Lewis Coser, Robert Nisbet y Wolf Lepenies; 2.1. Lewis Coser y una intención pedagógica; 2.2. Robert Nisbet y una diferencia que tiende a borrarse; 2.3. Wolf Lepenies y un proceso complejo; 3. Conclusiones. Sociología y literatura para volver a la pregunta sobre la sociología a secas

1. Introducción. Un estado de la cuestión abandonado y una vitalidad perdida

La sociología de la literatura argentina cuenta con un vacío sustantivo desde los tiempos en que, entre fines de la década de 1970 y comienzos de la siguiente, Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo establecieron unas bases teóricas y elaboraron el mayor estado de la cuestión hasta el día de la fecha (1977; 1980; 1983). El abandono del proyecto que -al menos en sus comienzos- tenía una explícita autoinscripción en la sociología de la literatura, sumado al hecho de que posteriormente nadie ocupó ese lugar de manera consistente, generaron una discontinuidad, entre otros aspectos, en el repertorio bibliográfico sobre la materia.1 Ante la situación de un estado de la cuestión abandonado, en lo que prosigue nos interesa recuperar y leer en conjunto tres libros que han sido en gran medida soslayados en el medio local y que han quedado al margen de la ya de por sí postergada sociología de la literatura: Sociology Through Literature: An Introductory Reader (1963), de Lewis Coser, La sociología como forma de arte (1979 [1976]), de Robert Nisbet, y Las tres culturas. La sociología entre la literatura y la ciencia (1994 [1985]), de Wolf Lepenies.2 Publicados originalmente en un intervalo de más de veinte años -pero que, curiosamente, coincide con los tiempos de efervescencia de la sociología de la literatura-, los tres títulos presentan una gran afinidad entre sí, a la vez que contienen diferencias respecto a cómo conciben, conceptualizan y/o historizan las variadas formas en que se entrelazan sociología y literatura (un binomio que, vale aclarar, no es siempre ni necesariamente el ponderado por la sociología de la literatura).3

Pero, antes de pasar a las tres piezas que nos competen, contemplemos brevemente un panorama sobre la sociología de la literatura, así como tres indicadores sobre su vitalidad perdida. En general, la bibliografía especializada tiende a coincidir en torno al hecho de que la subdisciplina tuvo su época de ebullición alrededor de las décadas de 1960, 1970 y 1980, a lo que sigue un período de declive y disgregación (por mencionar algunos balances que tienden a converger al respecto: Keunen, 2001; English, 2010; Sayre, 2011; Misztal, 2016; Glinoer, 2019; Casas, 2020). Repasemos, antes de pesquisar los títulos de Coser, Nisbet y Lepenies, tres indicadores sobre tal diagnóstico acerca de la vitalidad pretérita: espacios institucionalizados de enseñanza e investigación, congresos especializados y libros introductorios (tres cuestiones que, además, nos recuerdan que la sociología de la literatura emerge en Europa, a pesar de toda resistencia que quiera manifestarse ante posturas eurocéntricas).

A veces, los equipos de investigación y las escuelas de pensamiento resultan asociados a los centros urbanos en donde surgen. Esto presenta algunos correlatos en la sociología de la literatura: Burdeos, Lieja y Metz son ciudades en que la subdisciplina se ha desarrollado, tal como apunta Glinoer (2019), más allá de sus expansiones por fuera de entornos locales y de compartimentaciones disciplinarias.4 Entre los tres sitios referidos por dicho autor, sobresale el nombre de Burdeos, pues se asocia a los proyectos de Escarpit y sus creaciones institucionales durante la década de 1960: el Centro de Sociología de Hechos Literarios, renombrado en 1965 como Instituto de Literatura y de Técnicas Artísticas de Masa (Escarpit et al., 1974: 8). La referencia temporal a la década de 1960 habilita el recordatorio de los dos emplazamientos entre los que se movía otro referente de la subdisciplina por aquellos años, Lucien Goldmann, “tanto en la Escuela Práctica de Altos Estudios de París, como en el Centro de Sociología de la Literatura de Bruselas” (Goldmann, 1975: 10). Incluso es posible hallar otras modalidades afines de institucionalización, en la forma de equipos, como el Grupo de Sociología de la Literatura, en el Instituto de Sociología y Ciencia Política de la Universidad de Neuchâtel (Bonhôte y Castella, 1986: V), o cátedras, como la primera que tuvo lugar en los Países Bajos, en la Universidad de Tilburgo (Bronzwaer, 1981: 5).5

A propósito de la referencia a Bruselas, se trata de una de las ciudades en que se efectuaron al menos dos congresos de sociología de la literatura. El mapa de jornadas académicas sobre la materia se despliega en Bélgica y Francia, pero se extiende hacia otros países, como Alemania, Inglaterra, Países Bajos y Suiza, tal como se desprende de la siguiente lista (no exhaustiva) de eventos: dos ocasiones en Bruselas, en 1964 (Goldmann, Bernard y Lallemand, 1967) y 1968 (Tarrab, 1968); una en Bonn, en 1973 (Alegría et al., 1974);6 ocho en Colchester, de 1976 a 1984 (Barker et al., 1986), en lo que fue uno de los eventos más importantes y regulares de la subdisciplina, a partir de las actividades del proyecto de sociología de la literatura de la Universidad de Essex -que, como indica English, desde mediados de la década de 1980 prescinde del componente “sociológico” en su nomenclatura y, una década después, se concreta su disolución definitiva (2010: vii)-; una en Tilburgo, en 1980 (Balibar et al., 1981); una en Neuchâtel, en 1985 (Bonhôte y Castella, 1986).

La expansión de la subdisciplina acarreó, en su momento, no solo la emergencia de un conjunto de trabajos especializados, sino también de manuales y libros introductorios, como The Sociology of Literature (1979), de John Hall, que, no obstante su edición a ambos lados del Océano Atlántico, en Estados Unidos e Inglaterra, no fue traducido al español y, hasta donde tenemos conocimiento, no circuló en la Argentina, aunque en su momento sí alcanzó cierta popularidad entre estudiantes de literatura de habla inglesa (English, 2010: vii). Tampoco fue traducido al español un trabajo homónimo que había sido editado unos años antes en Inglaterra, The Sociology of Literature (1971), de Diana Laurenson y Alan Swingewood -y de este texto sí llegaron a estar al tanto Altamirano y Sarlo (1983: 67-68, 277)-. Pero incluso un libro introductorio escrito en español, Fundamentos de sociología de la literatura (1980), de Juan Ignacio Ferreras, parece casi no haber contado con una recepción a nivel local. Diferente es la situación del predecesor y fundacional Sociología de la literatura (1962 [1958]), de Robert Escarpit, que, entre sus numerosas ediciones y tiradas, cuenta con una temprana traducción al español en latitudes rioplatenses (Escarpit, 1962), más allá de una ulterior en la península ibérica (Escarpit, 1971).

Transcurridos más de cuatro lustros del siglo XXI, algunos títulos se han consagrado como referencias indudables de la subdisciplina, como Marxismo y literatura (1997 [1977]), de Raymond Williams, o Las reglas del arte. Génesis y estructura del campo literario (2005 [1992]), de Pierre Bourdieu, además del ya aludido Sociología de la literatura, de Robert Escarpit, y de otro hito más solitario, como El gusto literario (1950 [1923]), de Levin Schücking -que, vale acotar, en la Argentina ha tendido a ser olvidado durante el siglo XXI, a pesar de que años atrás Altamirano y Sarlo lo habían catalogado como “un verdadero clásico de la sociología literaria” (1977: 25)-.7 Tras dicho canon, la marginada y anacrónica sociología de la literatura nos escamotea otras obras que han quedado relegadas (lo postergado de lo postergado…). Entre ellas, las tres de las que, a continuación, pasamos a ocuparnos.

2. Desarrollo. Tres para una pareja imperfecta: sociología y literatura según Lewis Coser, Robert Nisbet y Wolf Lepenies

Es cierto que comenzamos nuestra intervención con una referencia a la sociología de la literatura, lo que inmediatamente nos conduce (¡cuándo no!) a una precaución semántica: los tres trabajos que abordamos plantean vinculaciones entre sociología y literatura, aunque no necesariamente debamos inscribirlos en la sociología de la literatura. De hecho, ninguno de los tres se interesa de manera explícita por ella y, por más que pueda sonar un tanto contradictorio, incluso hay una postura de manifiesto distanciamiento, tal como veremos a la brevedad (Coser, 1963: 4).

Esta cuestión nos recuerda que diferentes binomios, aun cuando puedan resultar muy afines entre sí, recortan diferentes objetos de estudio: “sociología y literatura”, “literatura y sociedad”, “lo literario y lo social”, “sociología y estudios literarios”, “sociología de la literatura y teoría literaria” o “historia literaria y sociología” son pares muy próximos y estrechamente entrelazados, pese a que cada uno presenta sus particularidades.8 En este texto, la inclinación por el par “sociología y literatura” se debe a las elecciones teóricas y léxicas de los propios autores pesquisados -aunque, por supuesto, esto no nos exime de advertir que el binomio “sociología y literatura” es tan solo una de las vías para aproximarse a una discusión sobre la sociología de la literatura-. Organizamos la exposición que prosigue a partir de la descripción y el análisis de los componentes de dicho binomio semántico, tal como se presentan en cada uno de los tres libros considerados, según el orden cronológico de publicación.

2.1 Lewis Coser y una intención pedagógica

Sociology Through Literature: An Introductory Reader (1963), editado por Lewis Coser, es un manual de lectura introductoria, tal como especifica su subtítulo. Es decir, el libro pretende ofrecer una introducción a la sociología a través de la literatura. Se estructura en dieciséis secciones que se corresponden con temas, problemas o áreas clave de la sociología: la cultura, el control social, la socialización, el sí mismo (self) y el otro, el estatus y el rol, la estratificación, el poder y la autoridad, la burocracia, la sociología de la política, la sociología urbana, la familia, la sociología de la religión, las relaciones raciales, la conducta colectiva y la multitud, la conducta desviada y, por último, la anomia. Cada una de estas secciones cuenta con una breve introducción escrita por Coser, en que ejecuta dos operaciones: por un lado, consigna una síntesis sobre el tema de la sección, mediante breves referencias a conceptos y autores; por otro, anticipa y sintetiza los extractos de las obras literarias con las que ilustra dicho tema (la cantidad de extractos por capítulo varía entre cuatro y seis, con la excepción de la última sección, relativa a la anomia, que posee nueve fragmentos).

Por ejemplo, el octavo capítulo versa sobre la burocracia. Comienza con una breve introducción, de unas dos páginas, en que el autor se refiere a una definición de sentido común, vinculada con la ineficiencia, los trámites y los estereotipos negativos acerca de los funcionarios estatales, a la que contrapone la demarcación más precisa que establece la sociología:

un tipo de organización jerárquica que es diseñada para coordinar el trabajo de muchos individuos en la búsqueda de tareas administrativas de gran escala, públicas o privadas. Especialización, jerarquía, impersonalidad y el dominio de reglas específicas caracterizan la organización burocrática. El alto grado de diferenciación en el mundo moderno ha creado la necesidad para los sistemas complejos de coordinación jerárquica, y tales sistemas podrían no operar sin reglas claras que gobiernen la conducta de aquellos que realizan funciones administrativas de manera impersonal. (1963: 176)9

Luego de algunas referencias de protocolo a autores que abordaron la cuestión desde la sociología (Max Weber y Karl Mannheim), Coser presenta, en el último párrafo de la misma introducción del capítulo, los cinco fragmentos literarios seleccionados, así como a sus autores: Anthony Trollope, Honoré de Balzac, Charles Dickens, Franz Kafka y Ambrose Bierce. Finalmente, aparecen los extractos literarios, cada uno con un título específico, diferente al nombre general de la obra de procedencia, que se informa en nota al pie (por ejemplo, el primer extracto proviene de la novela The Three Clerks, de Anthony Trollope, pero, en la antología, lleva el título de “A Succession Crisis and Its Resolution” [1963: 178]).10

De especial relevancia resulta la introducción general del volumen. En las primeras líneas, Coser establece que la “literatura, aunque también pueda ser muchas otras cosas, es evidencia social y testimonio” (1963: 2), más allá de que, como indica a continuación, solo haya sido raramente utilizada por los sociólogos en sus investigaciones.11 Tras algunos comentarios en torno a las posibilidades de ampliación comprensiva que ofrecen los productos literarios, el autor trae a cuenta una precaución:

la ficción no es un sustituto de un conocimiento certificado, acumulado sistemáticamente. Pero provee al cientista social de una riqueza de un material sociológicamente relevante, con diversas pistas y puntos de partida para la teoría y la investigación sociológica. La imaginación creativa del artista literario usualmente ha alcanzado percepciones sobre los procesos sociales que habían quedado inexplorados por las ciencias sociales. (1963: 3)

Unas líneas más adelante, Coser postula una sentencia sintética sobre lo que percibe como la necesidad del insumo literario para las ciencias sociales: “El sociólogo que ignora la literatura está destinado a ser no meramente un bastante empobrecido hombre, sino un peor cientista social” (1963: 4). La implicación derivada de esta afirmación cuasi paternalista no puede exagerarse: según Coser, las competencias del (buen) sociólogo deben incluir la formación en literatura. Sin embargo, al mismo tiempo, insiste en que se trata de dos órdenes discursivos separados: “La visión literaria no puede reemplazar el conocimiento científico y analítico, pero puede beneficiarlo inmensamente” (1963: 4). Amplía esta idea de la siguiente manera:

Así como ningún psicólogo creería que el conocimiento de Nietzsche o Dostoievski reemplaza las contribuciones de Sigmund Freud, ningún sociólogo podría posiblemente creer que la discusión inicial de Balzac sobre el impacto del dinero en las relaciones interpersonales lo exime a uno de leer a Marx sobre el fetichismo de las mercancías o a Georg Simmel sobre la sociología del dinero. Aunque un conocimiento de lo concreto del proceso social en las obras de Proust o Flaubert, por ejemplo, puede mejorar significativamente la comprensión de los más complejos y abstractos esquemas teóricos de los grandes sociólogos. Necesitamos leer a Marx y Balzac. A Max Weber y Proust. La comprensión de uno será iluminada por la comprensión del otro. (1963: 4; itálicas en el original).12

A partir de la premisa sobre la mutua complementariedad, Coser remarca que su antología “debería ayudar a enseñar sociología moderna a través de material ilustrativo de la literatura. Una aproximación así, uno podría esperar, no solo tiene valor pedagógico. También podría contribuir al refinamiento y la clarificación de los conceptos de la sociología” (1963: 4-5). En esta manera peculiar de retornar a la sociología tout court, tenemos una preocupación que, como veremos más adelante, Coser comparte tanto con Nisbet como con Lepenies: los tres, a fin de cuentas, apelan a la literatura para seguir preguntándose acerca del estatuto de la sociología (lo que implica un tipo de interrogante que podríamos considerar como una de las tareas descuidadas por la sociología de la literatura practicada desde los estudios literarios: la sociología de la literatura como una forma de reflexionar acerca de la sociología toda).

En la introducción general del volumen accedemos a ciertos parámetros con que Coser entiende la literatura. Detalla algunas características comunes de los extractos literarios escogidos: se trata, por lo general, de cuentos y novelas -además de algunos poemas, segmentos de obras de teatro, ensayos, literatura de viaje y textos autobiográficos-, publicados en los siglos XVIII y, especialmente, XIX y XX, escritos por una mayoría de autores occidentales, en lo sustantivo de Inglaterra, Estados Unidos, Francia y Rusia (Coser, 1963: 6). De nuestra parte, además de subrayar el carácter sustantivamente eurocéntrico de la selección (no necesariamente como una cuestión peyorativa, pero sí como un rasgo visible), cabe señalar una cuestión no explicitada por Coser: la abrumadora supremacía masculina. En efecto, entre los noventa fragmentos de la antología, solo cuatro son de autoría femenina (Dorothy Parker, Harriet Martineau, Frances Trollope y Kathleen Tamagawa).13 A propósito de cierta concepción elitista de la literatura que es posible (y esperable) encontrar en un texto de mediados del siglo XX, Coser parece dar como natural la división entre una “alta” y una “baja” literatura: “el esfuerzo ha sido incluir solo selecciones de obras que puedan considerarse como arte literario de alto nivel. El reportaje subliterario, aunque posiblemente de gran valor documental, no se ha utilizado aquí” (1963: 6).

Por último, como anticipamos, vale la pena traer a cuenta una aclaración con la que Coser se distancia de la sociología de la literatura, al manifestar explícitamente que su libro no pretende ser una contribución a dicha subdisciplina. Mediante este rechazo, el autor nos brinda una valiosa definición:

Sociología de la literatura es un área especializada de estudio que se focaliza en la relación entre una obra de arte, su público y la estructura social en la cual es producida y recibida. Busca explicar la emergencia de una obra de arte particular en una forma de sociedad particular, y los caminos en que la imaginación creativa del escritor es moldeada por las tradiciones culturales y las disposiciones sociales. (1963: 4)

Se trata de una definición de la sociología de la literatura extrínseca, en oposición a ciertas corrientes intrínsecas, es decir, centradas en el análisis textual.14 Dado que las definiciones sucintas de la subdisciplina no abundan, esta resulta más que bienvenida, aunque más no sea para discutirla, rebatirla y/o complementarla (queda, en todo caso, pendiente para ser retomada en una escritura del porvenir).

En síntesis, Coser, por medio de una apuesta antológica, apunta a un uso pedagógico de la literatura, entendida y empleada como una forma de acceder a los temas y problemas centrales de la sociología. Sin embargo, nunca deja de trazar una distinción entre ambas matrices discursivas. La sociología, según la estructura de su trabajo, podría ser definida a través de una serie de temas, conceptos y problemas (entre los que se hallan las dieciséis secciones ya referidas, aunque ellas no agoten la agenda y los alcances de la disciplina). La literatura es usada, entre una miríada de definiciones posibles, como una forma de aproximarse a tales cuestiones, aunque el autor se permite realzar su relevancia cuando declara enfáticamente que no puede haber un buen sociólogo que no sea, a la vez, un lector de literatura. Como observamos a partir de los fragmentos literarios que escoge, Coser parece tener en mente una definición de sentido común acerca de la literatura: un conjunto de obras en soporte escrito y realizadas por individuos “sobresalientes”, en su mayoría hombres europeos (lo cual no implica un desconocimiento de otras literaturas y otros perfiles de escritores, pero esto así se manifiesta, a fin de cuentas, en la selección que Coser lleva a cabo). A pesar de esta y otras críticas que eventualmente podríamos efectuarle, la presentación de la sociología y la literatura como listas diferenciadas (de problemas en un caso, de fragmentos en el otro) no deja de resultar de gran utilidad para cualquiera que se interese por dicho binomio.

2.2 Robert Nisbet y una diferencia que tiende a borrarse

Pasan unos trece años hasta la primera aparición, en lengua inglesa, de La sociología como forma de arte (1979 [1976]), de Robert Nisbet. Sin embargo, ya en 1962, es decir, un año antes del arribo del libro de Coser, Nisbet publica un artículo con el mismo título que, años después, repite en su libro (Sociology as an Art Form [1976]). En dicho artículo ya podemos vislumbrar la dirección de su argumento en torno a las conexiones inevitables y la recíproca constitución entre ciencia y arte, más allá de sus diferencias (Nisbet, 1962).15 Así, como en ocasiones sucede en la historia de las ideas, dos personas no directamente conectadas (o, al menos, no hasta donde tenemos conocimiento) efectúan formulaciones similares de manera sincrónica. A diferencia del trabajo de Coser, cuyo público esperado es -según sus propias declaraciones- un estudiantado de sociología en sus comienzos, el de Nisbet parece orientarse (aunque no de manera exclusiva) a sus pares, ya que se trata de un ensayo derivado de sus tareas de investigación;16 por supuesto, esto tampoco oblitera una intención de llegar a lectores por fuera de círculos universitarios, en una búsqueda cuyo indicador central se halla en la casi total liberación del aparato de referencias bibliográficas inherente a los escritos académicos.

La sociología como forma de arte es, entonces, un texto casi despojado de referencias bibliográficas, con la excepción de aquellas indicadas en la nota preliminar que se sitúa antes de la introducción: en un solo párrafo, Nisbet evoca trabajos previos de Herbert Read, Étienne Gilson, E. H. Gombrich, S. Giedion, Raymond Williams y Jacques Barzun, aportes que ignoraba casi en su totalidad al momento de escribir el artículo de 1962 y que lo ayudaron a desarrollar sus ideas en el libro de 1976. Luego, en el resto del texto, las referencias se limitan a menciones de autores y títulos de obras. En cuanto a la estructura en que se organizan sus contenidos, el libro consta de seis capítulos, además de una introducción y la ya referida nota preliminar. En la introducción y el primer capítulo (“Las fuentes de la imaginación”), Nisbet enuncia sus principales hipótesis, mientras que, del segundo al sexto, despliega y detalla dimensiones particulares de su propuesta.

En la introducción postula lo que concibe como una “unidad esencial de arte y ciencia” (1979: 13). A partir de esta premisa, emprende una revisión de la sociología, que es entendida, sin desmedro de su carácter científico, como una forma de arte. La tesis central radica en que la disciplina, de manera análoga a las obras pictóricas, literarias o musicales, nos propone temas y estilos (tal como se desarrolla en el segundo capítulo), retratos y paisajes (en los capítulos tercero y cuarto), imágenes y formas de captar el movimiento (en el quinto capítulo) y modalidades de representación y configuración acerca del progreso y sus límites (en el sexto capítulo). Los capítulos tercero y cuarto, por poner un ejemplo más acotado, están dedicados al análisis de una serie de paisajes y retratos de la disciplina: entre los primeros, Nisbet se detiene en las masas, el poder, la fábrica y la metrópolis (1979: 69-104); entre los segundos, repara en las figuras del burgués y el trabajador según Marx, el burócrata según Weber y el intelectual según Tocqueville (1979: 105-139). De este modo, así como los padres fundadores de la sociología gestaron conceptualizaciones vitales sobre el orden social decimonónico (y que seguimos usando hasta nuestros días), también es cierto que a ellos les debemos despliegues intelectuales en que convergen tanto formulaciones abstractivas como ideaciones artísticas.

Si la hipótesis de Coser se basa en un mutuo beneficio entre sociología y literatura, aunque con una diferencia discernible entre ambas, en las formulaciones de Nisbet la demarcación entre arte y ciencia, entre literatura y sociología, es más difusa, al punto que la imposibilidad de establecer un límite diáfano se halla en el núcleo de su trabajo: “el principal argumento de este libro es que las diferencias tienden a borrarse más que a realzarse” (1979: 22). Sin embargo, más allá de postular la “unidad auténticamente vital” (15) entre arte y ciencia, Nisbet manifiesta una precaución: “Sería un error declarar que arte y ciencia son una misma cosa. No lo son. Cada cual tiene sus propias señas de identidad, especialmente las de su técnica y sus medios de expresión” (1979: 21). En general, toda la argumentación de Nisbet se monta sobre esta tensión, basada, por un lado, en concebir el arte y la ciencia como parte de una unidad y, por otro, en manifestar algunos matices, reparos y hasta negaciones al respecto.

Entre las curiosas semejanzas entre Coser y Nisbet, ambos advierten sobre el eventual empobrecimiento que supondría la existencia de una sociología sin literatura. Así como más arriba trajimos a cuenta una categórica sentencia de Coser sobre el hecho de que un sociólogo que no lea literatura está prácticamente condenado al fracaso, Nisbet efectúa un razonamiento similar acerca de la condición artística de los padres fundadores de la disciplina:

Que Marx, Weber, Durkheim y Simmel eran científicos está fuera de duda. Pero también fueron artistas, y si no lo hubieran sido, si se hubiesen contentado exclusivamente con demostrar hasta dónde habían llegado por medio de un ascéptico planteamiento de los problemas, una meticulosa verificación y una teorización satisfactorias hoy en cualquier curso doctoral sobre metodología sociológica, el mundo todo del pensamiento sería mucho más pobre. (1979: 17)

De este modo, tanto Coser como Nisbet, aunque especialmente el primero, sostienen una suerte de máxima moralista acerca de la relación entre sociología y literatura: sin esta última, aquella se volvería más pobre.17

De manera complementaria (aunque sin la marca de necesariedad que parece tener, para estos autores, la literatura para la sociología), Nisbet se encarga de establecer que la sociología, por su parte, contribuye a las creaciones literarias; por ejemplo, a propósito de las recreaciones de paisajes urbanos, consigna:

la visión sociológica aportó a su vez su contribución a la literatura. Pues no es ni mucho menos coincidencia el hecho de que la misma ciudad de Chicago, en que encontramos a sociólogos como W. I. Thomas y Robert Park, sea la misma que encontramos convertida en tema de novelistas como Herrick, Dreiser, y luego Farrel y Algren. Si uno busca una representación del paisaje urbano tal como se había fijado en la sociología, puede encontrarlo en novelas como The Titan (Dreiser) y The Common Lot (Herrick) tan fácilmente como en las obras de los sociólogos de la Universidad de Chicago. Tampoco hay que olvidar el paisaje que pintan algunos poetas como Sandburg, Masters y Lindsay durante el mismo período. También es sociológico en el fondo. (1979: 103-104)

Las transacciones entre sociología y arte, por lo tanto, se desplazan en ambos sentidos, no solo desde la literatura hacia la sociología.

Como vimos en el apartado previo, Coser define la sociología, de manera tradicional, por medio de una agenda de temas, conceptos y problemas (y, además, la distingue de la más específica sociología de la literatura). Nisbet hace lo propio en el párrafo con que inaugura el primer capítulo, aunque con una definición no habitual, en que incluye el componente artístico como parte integral de la disciplina:

La sociología es, sin duda, una ciencia, pero es también un arte, nutrido precisamente, como defiendo en este libro, por los mismos tipos de imaginación creadora que encontramos en la música, la pintura, la poesía, la novela o el teatro. Pero tampoco está sola la sociología en este reino de las artes. Bajo el acto creador, en cualquier ciencia, física o social, yacen una forma y una intensidad de imaginación, y una utilización de la intuición y de lo que Sir Herbert Read ha llamado la «imaginación icónica» cuya naturaleza no difiere de la que descubrimos en el proceso creativo de las artes. (1979: 21)

La sociología, tal como insiste Nisbet a lo largo del texto, incluye formulaciones con vetas artísticas. Al mismo tiempo, los temas cruciales de la disciplina -el individuo, el orden, la libertad y el cambio- no son exclusivos de ella, sino que pertenecen a un marco más general del pensamiento occidental:

Exactamente los mismos temas aparecen en la literatura y el arte del siglo XIX, a los que proporcionaron una especie de estructura sobre la que se produjeron obras de una gran diversidad intelectual. El sentimiento de ruina social, de desarraigo personal no es menos profundo ni, desde luego, menos angustioso, en las obras de Coleridge, Southey, Carlyle, Chateaubriand, Balzac, Stendhal, Heine, Nietzsche y Wagner que en la de los sociólogos. (1979: 66)

Sin embargo, en contraste con lo anterior, Nisbet alude a un trabajo previo de su autoría, The Sociological Tradition (1967),18 para delimitar los nodos conceptuales de la disciplina: la comunidad, la autoridad, el status, lo sagrado y la alienación (1979: 65). Estos núcleos sociológicos (que podríamos contrastar con aquellos dieciséis seleccionados por Coser) derivan de lo que entiende como los cuatro grandes temas del pensamiento occidental: el individuo, el orden, la libertad y el cambio (1979: 62-64). Así, si bien el autor plantea una definición original de la sociología como forma artística, tampoco descuida un tipo de demarcación disciplinaria de corte más tradicional.

En cuanto a las definiciones acerca de la literatura, de manera similar a lo que sucede en la antología de Coser, es posible sustraer una concepción de sentido común, es decir, como conjunto “selecto” de autores y obras. Al menos si nos remitimos a los reiterados pasajes en que Nisbet apela a nombres concretos (siempre de autores y, solo en algunos casos, de algunas obras en particular), podemos listar, entre otros, a Burke, Blake, Carlyle y Balzac (1979: 18), a Shakespeare y Coleridge (26), a Chaucer y Dryden (51), a Wallace Stevens (55), a Defoe, Dickens, Zola, Dreiser, Harrick, Dos Passos y Nelson Algren (61), a Southey, Chateaubriand, Stendhal y Heine (66), a David, Millet y Daumier (67), a Wordsworth, Matthew Arnold, Tieck, Schiller y Goethe (75), a Dostoievski y Disraeli (76), a Shelley (80), a James Thomson (86), a Mrs. Gaskell y Charles Kingsley (93), a Thackeray, Flaubert y Gissin (96), a Charles Caleb Colton (101), a Sandburg, Masters y Lindsay (103-104), a Proust (104), a Victor Hugo (121), etcétera.19 Entre los atributos que se le otorgan de manera explícita a la literatura, Nisbet suele insistir en su capacidad anticipatoria, por ejemplo, cuando apunta: “el tema del subjetivismo, tan evidente en la sociología de los años sesenta [del siglo XIX], fue ampliamente precedido en el tiempo por el mismo tema en el arte y la literatura” (1979: 61).

Notemos que, años antes, Coser había reconocido la capacidad anticipatoria de la literatura con respecto a la sociología y la ciencia, en un pasaje al que ya nos hemos referido: “La imaginación creativa del artista literario usualmente ha alcanzado percepciones sobre los procesos sociales que habían quedado inexplorados por las ciencias sociales” (1963: 3). Ambos sociólogos, como ya indicamos en una nota al pie precedente, se apoyan en una definición de la literatura como “evidencia social y testimonio” (Coser, 1963: 2) y como “documentación social de primera mano” (Nisbet, 1979: 109). De manera sintética, por lo tanto, podemos advertir tres características que, en líneas generales, siguiendo a Coser y a Nisbet, posee la literatura: primero, tiende a ser concebida como los productos escritos de un conjunto reducido de escritores -en lo sustantivo, hombres europeos de los siglos XIX y XX-;20 segundo, puede ser considerada, entre una multiplicidad de definiciones, como evidencia o documentación social de una época; tercero, se distingue, en ocasiones, por cierta capacidad anticipatoria frente a los discursos de las ciencias sociales.

Volvamos a Nisbet por separado: en pocas palabras, según sus postulados, la sociología es una ciencia, pero, al mismo tiempo, posee marcas artísticas en su propia configuración. En el extremo, reconocemos que hay una tensión que atraviesa toda su argumentación global, ya que, por un lado, manifiesta que la ciencia y el arte (o, de manera más específica, la sociología y literatura) están fuertemente entrelazados (y hasta recíprocamente constituidos), aunque, por otro lado, advierte que es posible mantener la distinción. Como ya observamos, entre estos dos polos de distinción e indistinción, el autor se inclina hacia el segundo, cuando afirma que “las diferencias tienden a borrarse más que a realzarse” (1979: 22).

2.3 Wolf Lepenies y un proceso complejo

Pasan unos nueve años entre la publicación original del trabajo de Nisbet y la aparición del de Lepenies, en alemán, en 1985 (doce, si contamos la fecha en que se publica por primera vez en inglés, en 1988).21 Podemos apelar al ya referido artículo de Zurita a la hora de efectuar un primer contraste entre ambos: “se trata de encuadres distintos, pero, de algún modo, complementarios. Mientras Lepenies se concentra en los procesos de diferenciación de los valores y las prácticas literarias y científicas, Nisbet extiende el análisis hacia la vinculación de la sociología, no sólo con la literatura, sino con otros sistemas de producción artística, particularmente las artes visuales” (2009: 168). Si continuamos la comparación de Zurita, podríamos decir, de manera aún más condensada: Lepenies observa los procesos de diferenciación de la sociología ante la literatura (y la ciencia), mientras Nisbet elige recalcar las instancias y los modos en que persiste una indiferenciación entre ambas matrices.

Las tres culturas. La sociología entre la literatura y la ciencia se organiza en tres grandes capítulos que se corresponden con cada uno de los países en que el autor estudia el devenir y las particularidades de la sociología: Francia, Inglaterra y Alemania. Más que como obras terminadas y temas predefinidos -que son las definiciones de literatura y sociología que tienden a sobreentenderse en los libros de Coser y Nisbet-, el argumento global de Lepenies se distingue por reconstruir procesos históricos en que la sociología se configura y despliega a través de las acciones de sujetos concretos que escriben, pero que también enseñan, militan, discuten, se oponen, se juntan, se enamoran, trabajan, se aíslan, etcétera. De manera sucinta, como veremos: mientras Coser y Nisbet tienden a dar por sentadas definiciones de la sociología y la literatura como productos (diferenciables o no tanto, pero productos al fin), Lepenies es más propenso a mostrar a ambas como procesos.

De todas formas, en la muy sucinta “Advertencia preliminar”, Lepenies consigna una definición de sociología de corte tradicional: “nació como una ciencia que, por diversos motivos políticos de sus fundadores, pretendió explicar el cambio social que condujo a la formación de la sociedad industrial moderna, así como predecir sus consecuencias de gran alcance, si no es que incluso el poder controlarlas” (1994: 7).22 Unas líneas antes, brinda su definición contrastiva de las ciencias sociales (y de la sociología), en que retoma la distinción entre ciencias naturales y filosóficas, a partir de las cuales surge algo diferente a ambas: “Soy de la opinión de que es posible designar a las ciencias sociales como una tercera cultura en la cual se oponen desde su nacimiento orientaciones científicas y literarias” (1994: 7).

En la edición de Las tres culturas en lengua inglesa, hay un texto introductorio ausente en la versión en español. Se trata de quince páginas en que Lepenies brinda un compendio de su argumento global, además de algunos detalles y comentarios generales. Entre ellos, añade una significativa (in)definición acerca de la sociología y su proceso de constitución decimonónico:

se puso en marcha un proceso de purificación interna: disciplinas como la sociología, que al principio carecían de reconocimiento dentro del sistema de conocimiento y debían adquirirlo, trataron de hacerlo distanciándose de las primeras formas literarias de su propia disciplina, cuya finalidad era describir y clasificar más que analizar y reducir a un sistema. De este proceso surgió una competencia entre una intelectualidad literaria compuesta por autores y críticos y una intelectualidad científico-social. El problema de la sociología es que, aunque pueda imitar a las ciencias naturales, nunca puede convertirse en una verdadera ciencia natural de la sociedad: pero si abandona su orientación científica se acerca peligrosamente a la literatura. (1992: 7)23

Ahora bien, revisemos, a título ilustrativo, una parte del desarrollo argumentativo para el caso de Francia. A lo largo de dos grandes subcapítulos, cada uno con cinco y seis apartados, respectivamente, Lepenies despliega una visión de la sociología como proceso derivado de las acciones de agentes clave. En el primero, “Las transformaciones de Augusto Comte. Ciencias y literatura en el primitivo positivismo”, describe y analiza la trayectoria vital de dicho fundador de la sociología, con atención a múltiples dimensiones: relaciones interpersonales (incluso a la distancia, como sus comunicaciones epistolares con John Stuart Mill), estilos de escritura, rasgos de la personalidad, perspectivas filosóficas, hábitos de la vida cotidiana, intuiciones políticas (muchas veces erradas), historias afectivas (especialmente aquella de amor no correspondido con Clotilde de Vaux),24 etcétera, así como combinaciones entre estas cuestiones, como cuando Lepenies reseña un breve episodio de la dimensión laboral en el cruce con una actitud personal de autocelebración:

La modestia no era el fuerte de Comte. Cuando propuso al ministro Guzot la creación de una cátedra de Historia General de las Ciencias en el Colegio de Francia, se recomendó a sí mismo como único candidato del curso, llamado a desaparecer, de Economía Política, disciplina vaga e irracional, convertida mucho antes en superflua por la teoría del propio Comte. En 1842, una vez aparecido el último tomo del Cours de philosophie positive, Comte resolvió no volver a dejarse enredar en polémicas. Para él había pasado la época de las discusiones. En 1854 pidió que se derruyera la columna Vendôme para erigir en su lugar un monumento a él mismo, fundador de la república occidental. (1994: 13)

Las peculiaridades del sujeto empírico Comte no dejan de llamar la atención, tanto por las propias fórmulas semánticas que usa y que Lepenies cita -la “meditación horizontal” (1994: 15), para referirse a la necesidad de pasar unos días en cama, o la “higiene cerebral” (1994: 15), para evitar toda lectura que lo distraiga de la gestación de la propia obra-, así como aquellas que debemos al estilo del propio autor de Las tres culturas, como el fragmento en que describe las preferencias artísticas y los hábitos asociales de Comte (en un pasaje que, vale remarcar, sirve como ilustración concreta del argumento global acerca de la convergencia de las culturas científica y artística en la sociología):

Por lo demás, la música, la pintura y la poesía constituyen la única distracción. El sociólogo Comte evita la sociedad, pero asiste con regularidad una o dos veces por semana a la ópera italiana, y sus poetas favoritos son Dante, Petrarca, Tasso y Ariosto, porque la melodía expresiva de sus poemas es lo más cercano a la música. El amor al arte le parece el más importante síntoma de que sigue desarrollándose; si alguna vez llegara a perder el gusto por la música, también se paralizaría su progreso intelectual. (1994: 15-16; énfasis propio)

Este tipo de argumentaciones, centradas en particularidades derivadas de atributos y acciones de agentes clave, se repite y multiplica como esquema descriptivo-explicativo a lo largo de todo el texto, tanto en el resto del capítulo sobre Francia, así como en los siguientes sobre Inglaterra y Alemania. Solo por traer a cuenta algunos ejemplos: en Francia, las disputas de Durkheim por institucionalizar la sociología como disciplina académica y el rechazo de un conjunto de detractores que se atenían al modelo de enseñanza clásico (que incluía, entre otras cuestiones, el aprendizaje del latín) o que impulsaban otros modelos de sociología (como Gabriel Tarde, quien, además de elucubrar su teoría de la imitación, se dedicó, por ejemplo, a escribir una obra de ciencia ficción [Tarde, 1896]). En Inglaterra, la vida de excesos de erudición de John Stuart Mill, en que convivieron una perspectiva racionalista y utilitaria junto con aproximaciones a la poesía y a la “cultura del sentimiento” (1994: 109); el compromiso de Beatrice Webb (y de su esposo Sidney Webb), dirigido a generar un conocimiento en favor de las clases trabajadoras, así como sus anhelos literarios no concretados, en contraste complementario con una apreciación ulterior, de parte de F. R. Leavis, de leer My Apprenticeship (la autobiografía de Webb) como “el libro de una socióloga y socialista que se había vuelto un clásico de la literatura inglesa” (1994: 111); o la doble faceta de H. G. Wells como escritor de ficciones utópicas con intenciones interpretativas de los problemas sociales y como “antisociólogo” que no solo desconfiaba de la sociología, sino que incluso la repudiaba de manera categórica. En Alemania, el conflicto entre poesía y ciencia, signada por el dominio y la influencia cultural del poeta Stefan George y su círculo, hostiles ante la sociología; las tensiones entre la poesía y la literatura; la competencia entre la sociología y la ciencia de la historia; las vinculaciones entre Stefan George, Georg Simmel y Max Weber, así como las conexiones entre este último y Thomas Mann; etcétera.

En todas las historias y los entrelazamientos entre las tres culturas, observamos algo parecido a lo que Nisbet notaba con respecto a la sociología y el arte: las diferencias tienden a borrarse más que a resaltarse, aunque nunca dejan de estar presentes. Tal es lo que ocurre si seguimos revisando el caso francés:

En esta disputa no se enfrentaban simplemente sociólogos y literatos. Las fronteras entre ambas agrupaciones eran laxas; existían escritores entre los seguidores de Durkheim, y la derecha reivindicaba para sí misma sus propios sociólogos, a la cabeza de todos Augusto Comte, el favorito de Maurras. Pero existía algo así como una concepción del mundo literaria y otra sociológica. En la Francia del cambio de siglo, tanto “literatura” como “sociología” se volvieron estribillos de uso corriente con los que frentes conocidos se hacían rebautizar. (1994: 82).

Sin embargo, el desarrollo de Lepenies diverge con respecto al de Nisbet. En el largo argumento del primero, comprobamos que, si bien en ocasiones las diferencias se borran, en otras tantas se hacen especialmente notables -con algunos ejemplos extremos, en que hay actitudes y concepciones de hostilidad entre las culturas, como sucede con H. G. Wells en Inglaterra o con el Círculo de George en Alemania, en ambos casos con sendos rechazos categóricos de la sociología-. En este sentido, para el autor alemán (y en contraste con Nisbet), las relaciones tensionadas entre sociología y literatura solo parecen terminar de comprenderse a partir de las especificidades de cada contexto histórico, con sus interacciones y sus participantes concretos, siempre repletos de vaivenes emocionales, dudas filosóficas, inquinas persistentes, etcétera. Se trata, a fin de cuentas, de las contingentes dinámicas propias de un “proceso complejo en el curso del cual modos de procedimiento científicos se diferenciaron de modos literarios” (1992: 1).

3. Conclusiones. Sociología y literatura para volver a la pregunta sobre la sociología a secas

Luego de un sucinto panorama introductorio sobre la condición anacrónica de la sociología de la literatura, procedimos a revisar Sociology Through Literature: An Introductory Reader (1963), de Lewis Coser, La sociología como forma de arte (1979 [1976]), de Robert Nisbet, y Las tres culturas. La sociología entre la literatura y la ciencia (1994 [1985]), de Wolf Lepenies. En nuestra lectura, nos abocamos a describir y analizar las demarcaciones que estas piezas ofrecen sobre el par “sociología y literatura”, así como sobre cada uno de sus componentes por separado (incluso en los tramos argumentativos en que hallamos una indistinción entre ambos factores). Como indicamos anteriormente, se trata de tres trabajos postergados en la ya de por sí relegada sociología de la literatura practicada en y desde la Argentina, por lo que volver a ellos, leerlos de manera relacional y añadirlos de manera consistente a un abandonado estado de la cuestión de la subdisciplina local implica, per se, un avance y un beneficio teórico.

A través de pensar la sociología con la literatura (además de, en los casos de Coser y Nisbet, afirmar el presunto peligro de una sociología sin literatura), los tres autores amplían y profundizan algunas vías para elaborar conceptualmente los vínculos entre ambos términos. Sin embargo, tal como se desprende de nuestra revisión, más allá de las afinidades entre los tres títulos pesquisados, cada uno de ellos contiene elementos distintivos a la hora de concebir, conceptualizar y/o historizar las variadas formas en que se entrelazan los dos factores del binomio en cuestión. Coser, mediante una apuesta antológica, apunta a un uso pedagógico de la literatura, operativizada como una forma de acceder a los temas y problemas de la sociología, aunque nunca deja de trazar una distinción entre ambas matrices discursivas. Al contrario, Nisbet no realiza una demarcación tajante: observa formulaciones artísticas, particularmente literarias, en las propias elaboraciones de la sociología decimonónica -y, como complemento, esto convive con las creaciones reconocidas como literarias, en las que el autor percibe argumentaciones de orientación sociológica-. Por último, Lepenies, en afinidad con Nisbet, desarrolla un documentado repaso sobre la emergencia de la sociología en tres países, Francia, Inglaterra y Alemania, y concluye que el surgimiento de la disciplina no puede ser concebido sin su contraste con el discurso literario -además del científico-. Por lo tanto, Coser, Nisbet y Lepenies ofrecen, respectivamente, tres despliegues (afines y a la vez diferentes) sobre las relaciones entre la imperfecta pareja de la sociología y la literatura: la sociología a través de la literatura, la sociología como forma de arte y la sociología como cultura tensionada con la literatura.

Mediante tales enfoques, los autores especifican y problematizan el binomio “sociología y literatura”, pero, además, habilitan vías para concebir la sociología a secas. Los tres, de hecho, plantean definiciones de la disciplina: Coser esboza una más habitual, por medio de una agenda de temas y problemas (como el control social, la socialización o la burocracia, entre los dieciséis que elige); Nisbet y Lepenies brindan una definición menos frecuente, en el sentido de adosar a la disciplina un componente literario: en un caso, como parte integral; en otro, como matriz discursiva de oposición. De todos modos, vale recordar que, al mismo tiempo, tanto Nisbet como Lepenies traen a cuenta demarcaciones más conservadoras: Nisbet se apoya en una interrogación conceptual sobre una serie de núcleos problemáticos: la comunidad, la autoridad, el status, lo sagrado y la alienación (1979: 65); Lepenies recuerda que la emergencia de la sociología se funda en la pregunta (y la intervención) sobre los procesos de cambio en las sociedades industriales modernas (1994: 7).

No exageramos si nos permitimos remarcar una ligazón de los tres libros alrededor del interrogante acerca de la sociología tout court: una cuestión que, por cierto, resulta desatendida por la mayoría de los estudios inscriptos en la sociología de la literatura. No sería desatinado arriesgar que la presencia explícita de esta cuestión -expresada de manera diáfana en los propios títulos de cada uno de los libros- se explica, en buena medida, por la condición de sociólogos de los mismos autores. Basta con advertir que los tres escribieron y publicaron trabajos de historia y teoría de la sociología a secas. Solo por mencionar uno de cada uno: Coser, en Las funciones del conflicto social (1961 [1956]), explora, tal como indica el prístino título, los alcances de uno de los núcleos temáticos de la sociología; Nisbet, en otra obra ya aludida, The Sociological Tradition (1967) -cuyo título en su versión rioplatense, como ya hemos indicado, es La formación del pensamiento sociológico (1969)-, establece y profundiza los grandes ejes de la sociología: la comunidad, la autoridad, el status, lo sagrado y la alienación; Lepenies, en Geschichte der Soziologie, una obra de cuatro volúmenes que solo ha sido publicada en alemán en 1981, revisa la historia de la sociología.25

Los tres autores traen a cuenta, quizá no de forma del todo voluntaria, concepciones acerca de la literatura: Coser y Nisbet tienden a concebirla como producto en un sentido bastante canónico: textos decimonónicos “sobresalientes”, por lo general bajo la forma de novelas en soporte impreso y con autoría de, predominantemente, hombres europeos. No es que ellos dos sostengan esta demarcación de manera explícita y sin matices, pero, al leer sus trabajos, en buena medida percibimos tal tipo de definición. Lo significativo del aporte de Lepenies, en este sentido, radica en que nos ayuda a entender la literatura como proceso y como posibilidad, más que como producto: la literatura también es, por ejemplo, la novela que Beatrice Webb nunca pudo escribir, junto a los vaivenes éticos, políticos y afectivos en torno a ese anhelo (Lepenies, 1994: 110-144), así como aquel otro escrito que sí logró, My Apprenticeship, no concebido como un aporte literario por su autora, pero sí marcado retrospectivamente como un clásico de la literatura inglesa (Lepenies, 1994: 111); la literatura es, por poner otro ejemplo, el llamativo “Fragment d’histoire future”, de Gabriel Tarde, una “fantasía sociológica” (Tarde, 1896: 654; Lepenies, 1994: 49) publicada en la sección de artículos del cuarto volumen de la Revue Internationale de Sociologie (Tarde, 1896: 603-654). La literatura, en las argumentaciones de Lepenies, no deja de ser un producto, por supuesto, pero siempre el componente histórico y procesual cobra gran relevancia, por medio de agentes que la activan, la usan, la recrean, la minimizan, la denostan, etcétera.

Para concluir, efectuamos una síntesis final de nuestras observaciones: la revisión de los tres trabajos analizados habilita un retorno a la pregunta por la sociología a secas, así como a tres vías de relacionarla con la matriz discursiva de la literatura: la sociología a través de la literatura (Coser), la sociología como literatura (Nisbet) y la sociología ante la literatura (Lepenies). Ninguna de estas fórmulas reducidas agota las relaciones entre ambos términos -incluso se trata de elaboraciones que simplifican las argumentaciones más amplias y profundas de las tres obras pesquisadas-. Pero, sin dudas, muestran perspectivas condensadas acerca de la relación siempre imperfecta, nunca acabada, nunca elaborada de manera del todo precisa ni satisfactoria, entre sociología y literatura.

Agradecimientos

Entre los individuos que lidian con mi terquedad, en esta ocasión deseo agradecer especialmente a Tatiana Maltz y Hans Bouchard, que me ayudaron a conseguir algunos de los libritos citados en este artículo. Tampoco quiero dejar de reconocer el acceso a las bibliotecas de las universidades de Siegen y Granada (y, en ellas, a todas las personas, vivas y muertas, que las armaron), donde encontré bastantes cositas, de sumo interés, en sendas visitas efectuadas en 2021 y 2022, gracias a dos becas para realizar estancias académicas de investigación: una financiada por la Universidad de Bochum y el Servicio Alemán de Intercambio Académico, otra por el Grupo Coimbra. Dos también fueron los evaluadores anónimos convocados por Trabajo y Sociedad, que leyeron y comentaron este texto cuando era una propuesta de artículo, y a quienes agradezco sus sugerencias. Por último, no quiero olvidar un sincero agradecimiento al director de la revista, Carlos Zurita: es grato y estimulante encontrar personas genuinamente interesadas en el trabajo propio.

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1 No exageramos si recordamos que, hasta el día de hoy, la bibliografía nacional más completa con respecto al binomio “literatura y sociedad” es la lista que se encuentra al final de Literatura/Sociedad (Altamirano y Sarlo, 1983: 275-279). Pasan casi veinte años hasta la aparición de un capítulo de síntesis teórica sobre la subdisciplina, en un volumen colectivo dirigido por Altamirano, Términos críticos de sociología de la cultura (Cevasco, 2002). Pasan otros veinte años hasta que, más recientemente, parece haber reflotado una discusión conceptual con un mínimo nivel de consistencia y de actualización bibliográfica, a partir de un dossier publicado en la revista Políticas de la Memoria (Maltz, 2020; Riveiro, 2020; Tennina, 2020). A su vez, a propósito de la atención específica sobre los vínculos entre sociología y literatura, cabe recordar la existencia de Literatura y sociología (1973), de Delfín Garasa, un trabajo que, dentro de su pertinencia y relevancia para nuestra indagación, se aboca fundamentalmente a repasar aportes de autores marxistas. Podría, de cualquier modo, ser colocado en serie junto a los tres libros de nuestro recorte, aunque, al menos en esta ocasión, optamos por ocuparnos solamente de producciones extranjeras producidas en tiempos de efervescencia de la sociología de la literatura, es decir, en las décadas de 1960, 1970 y 1980. Si ampliáramos el alcance del recorte hasta nuestros días, otros dos trabajos extranjeros más recientes, de Becker (2015) y Jablonka (2016), podrían sumarse a la serie propuesta (se trata, de hecho, de un par de libros que cuentan con ediciones en lengua española elaboradas en Buenos Aires). Con respecto a nuestra decisión de dejar de lado lo local, tampoco perdemos de vista ciertos retornos recientes, en cursos de docentes argentinos, en torno a la dupla “sociología y literatura”. Dos ejemplos: por un lado, durante 2022, las clases teóricas de Lucas Rubinich, en el marco de la asignatura Sociología General (en la cátedra que tiene a su cargo, en la Carrera de Sociología de la Universidad de Buenos Aires), llevan el título de “borgeanas” y, tal como su nombre indica, se basan en presentar una agenda de la sociología con apoyos en textos de Jorge Luis Borges (nos remitimos a la web de la cátedra: http://sociologiageneral.sociales.uba.ar/borgeanas-clases-teoricas-de-sociologia-general/ [consultado el 23.VII.2022]); por otro lado, también en 2022, Ariel Wilkis dicta el curso “Ficciones económicas: el desafío de narrar la economía argentina” (cotutelado entre la Universidad Nacional de San Martín y la Universidad Friedrich Schiller de Jena), en que se sirve de novelas y cuentos argentinos para reflexionar en torno a los vaivenes de la historia económica nacional (Wilkis, 2022).

2 El trabajo de Coser fue publicado en inglés y no cuenta con traducción al español. El de Nisbet, en inglés, en 1976 (y su edición en lengua española, en 1979, es ibérica). El de Lepenies, en alemán, en 1985 (y su primera edición en inglés es de 1988, mientras que su aparición en español se produjo, en 1994, en México).

3 A nivel internacional, varios trabajos que indagan las relaciones entre sociología y literatura mencionan los títulos de Coser, Nisbet y Lepenies: Misztal (2016) y Váňa (2020) se refieren a los tres, en tanto que Roche Cárcel (2012), Álvarez-Uría (2020) y Casas (2020) apelan a dos de ellos (Álvarez-Uría, a Coser y Lepenies; Roche Cárcel y Casas, a Nisbet y Lepenies). En los últimos años, como ha notado Casas (2020), Francia se constituye como el mayor productor de libros de síntesis sobre la sociología de la literatura (Dirkx, 2000; Aron y Viala, 2006; Sayre, 2011; Sapiro, 2014); sin embargo, las referencias a los tres títulos de nuestro corpus suelen reducirse a menciones muy breves y sintéticas, con la peculiaridad de que ninguno de los trabajos franceses cita a Nisbet: Dirkx, a Coser y Lepenies; Aron y Viala, a Lepenies; Sayre, a Coser y Lepenies; Sapiro, a Lepenies. En la Argentina, Zurita (2008: 7-8), Tabarovsky (2018: 95-96) y Rubinich (2022: 12-13) se apropian de Nisbet en sucintos segmentos argumentativos, a través de sendas reflexiones sobre el registro escrito en la sociología, sobre las ciencias sociales como ficción y sobre algunas peculiaridades de la teoría social. El mismo Zurita, en otro par de artículos, además de continuar con las apelaciones a Nisbet, añade referencias a Lepenies, posiblemente en dos de los pocos trabajos publicados en nuestro país que toman en consideración a dicho autor (Zurita, 2009; 2018), junto a otras tres muy breves alusiones: dos de Blanco y Jackson (2015: 40, 47) y una de Iuliano (2020: 118). En un nivel de usos pedagógicos, cabe decir que, recientemente, el Programa de Escritura en Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de San Martín (creado en 2021 y coordinado por Lucía Álvarez, Evangelina Caravaca, Violeta Dikenstein y Luciana Strauss), en su plan de lecturas de su Círculo de Estudio para el año 2022, contempla la lectura tanto de Nisbet como de Lepenies (Programa de Escritura en Ciencias Sociales, Coletta y D’Alessio, 2022); otras presencias previas en espacios curriculares se dan en la asignatura Epistemología de las Ciencias Sociales (la cátedra a cargo de Claudio Martyniuk, en la Carrera de Sociología de la Universidad de Buenos Aires), cuyo programa, desde hace al menos seis años, contiene una referencia al libro de Nisbet (Martyniuk, 2016; 2022), así como, especialmente, en el taller de investigación Sociología y Literatura (en el marco del Departamento de Sociología de la Universidad Nacional de La Plata), un espacio colectivo coordinado, en la mayoría de sus ediciones, por Rodolfo Iuliano, quien, en una comunicación personal, informó que, en las primeras ediciones del seminario, entre 2006 y 2008, se trabajaba específicamente con el libro de Nisbet (los programas del seminario también incluyen una referencia a Lepenies [por citar un ejemplo: Iuliano, 2011) ]. Por último, de nuestra parte señalamos que, con excepción de algún caso puntual en que se esboza una comparación —por ejemplo, un breve contraste entre Nisbet y Lepenies que efectúa Zurita (2009: 168) y que más adelante retomamos—, ninguno de todos estos antecedentes (internacionales y nacionales) plantea una lectura de los tres libros con atención a las demarcaciones que Coser, Nisbet y Lepenies esbozan acerca de la sociología, la literatura y sus formas de conectarse. En esta pequeña (pero acaso muy significativa) área de vacancia, por lo tanto, comienza nuestra presente tarea.

4 Sobre la institucionalización de la sociología de la literatura en Burdeos, nos remitimos al breve prefacio de un trabajo colectivo liderado por Escarpit (Escarpit et al., 1974: 7-9); en Lieja, a una recapitulación conmemorativa (Bertrand, 2017); en cuanto a Metz y su escuela, cabe reponer que, entre fines de la década de 1980 y comienzos de la siguiente, se desarrolla la etnocrítica de la literatura, bajo la conducción de Jean-Marie Privat y Marie Scarpa (Scarpa, 2013).

5 Vale aclarar, como indicador de la vitalidad perdida, que la mayoría de estos grupos, cátedras, equipos e institutos ya no existe.

6 El evento de Bonn, “Literatura y Praxis en América Latina”, puede funcionar como sinécdoque de todas aquellas actividades inscriptas, en Alemania, en el área de Romanistik, muchas de las cuales deberían ser consideradas como parte de la sociología de la literatura. Resulta curioso, a propósito de esta asociación entre romanística y sociología de la literatura, que la ponencia de Noé Jitrik, además de su inclusión en el volumen colectivo que reúne los trabajos del congreso (Alegría et al., 1974), fue recogida en un libro de ensayos apenas posterior de Jitrik: en este volumen, al final, donde se indica la procedencia de los ensayos, leemos: “‘Producción literaria y producción social’ fue presentado como apunte en el Coloquio que sobre Sociología y Literatura tuvo lugar en la Universidad de Bonn en mayo de 1973” (Jitrik, 1975: 173). Es decir, a la hora de tener que adaptar el concepto de “Romanistik” a un libro editado en Buenos Aires, se opta por combinar sociología y literatura como la forma de brindar una noción aproximada acerca de dicha área de conocimiento.

7 No somos originales con estas alusiones: recordemos que, hace cuarenta años, Altamirano y Sarlo (1983) listan en sus fuentes bibliográficas a tres de estas cuatro obras, con el detalle de que el excluido, Las reglas del arte, no existía en 1983, pero sí hay referencias a otros trabajos del autor francés (1983: 275-276).

8 Sin bien en este espacio no nos dedicamos a dar precisiones sobre los otros binomios —ni a discutir en qué medida convergen o no en torno a la sociología de la literatura—, al menos nos permitimos acotar que el par “historia literaria y sociología” cuenta con un hito esencial en 1904 (y que ha pasado desapercibido en latitudes rioplatenses hasta el día de hoy), cuando Émile Durkheim invita a Gustave Lanson, historiador de la literatura, a dar una conferencia que se titula, precisamente, “L’histoire littéraire et la sociologie” (Lanson, 1904).

9 Esta y todas las traducciones de citas textuales de Coser nos pertenecen, así como las de otros textos disponibles solo en inglés (un artículo de Nisbet, otro de Lowenthal y un texto introductorio de Lepenies que traemos a cuenta más adelante).

1010 Como Coser indica en la introducción general del volumen, los fragmentos se presentan libres de comentarios y, para una explicación sobre ellos, invita a los lectores a buscar ese tipo de aproximación en la crítica literaria (1963: 7).

11 En un artículo publicado casi un cuarto de siglo después, Leo Lowenthal, un colega alemán radicado en Estados Unidos e integrante de la primera cohorte de la Escuela de Frankfurt, sostiene con vehemencia la idea opuesta: “Rechazo todos los intentos de considerar la literatura como una herramienta para aprender datos y hechos sobre instituciones como la economía, el Estado y el sistema legal. Los científicos sociales y los historiadores sociales deberían tener prohibido considerar la literatura como una fuente de materias primas” (1987: 6). En respuesta a este tipo de consideraciones, Coser escribe un breve texto en que responde a su “viejo amigo” (1989: 26), de quien confiesa haber aprendido mucho acerca de la sociología de la literatura, pero al que reprocha la adopción y reproducción de una visión romántica de la literatura, entendida como un ámbito despojado de ideología y en que la humanidad podría autoconocerse de manera verdadera (Coser, 1989: 26-28).

12 A modo de anticipo de algunas de las afinidades entre los trabajos de Coser y Nisbet, este último afirma la complementariedad entre las lecturas de Balzac y Marx, aunque con un matiz que realza al filósofo como lector del escritor: “No es sorprendente, leyendo tal o cual novela de La comedia humana de Balzac, que Marx encontrara en este escritor no sólo excelente lectura sino también una documentación social de primera mano. En Balzac hay individuos, sí, pero también tipos sociales vigorosos: los mismos tipos sociales que poblaban las páginas de la sociología del siglo” (1979: 109). En este fragmento podemos observar otra similitud entre Coser y Nisbet, ya que ambos contemplan una definición de literatura (entre muchas posibles) como evidencia o documento social de una época (Coser, 1963: 2; Nisbet, 1979: 109).

13 Debo esta observación a Víctor Lorenzo, colega de la Universidad de Granada, que me hizo notar semejante asimetría tras hojear solo durante escasos minutos el volumen de Sociology Through Literature que tuvo entre sus manos.

14 Para un panorama sobre la distinción entre aproximaciones extrínsecas e intrínsecas, aún hoy posee mucha actualidad el trabajo de Wellek y Warren (1974).

15 Nisbet identifica, por ejemplo, lo que años después denomina como el contexto de descubrimiento: “La conclusión, pues, no es que la ciencia y el arte sean, o deban ser, iguales. Es la conclusión más simple, pero más fundamental, de que tanto en el arte como en la ciencia funciona el mismo tipo de imaginación creativa” (1962: 73).

16 Vale precisar que Nisbet siempre deja entrever que la enseñanza en la universidad es uno de los ámbitos que tiene en mente en sus reflexiones; por ejemplo, cuando escribe acerca de las aulas (1979: 32), los estudiantes (33) y, especialmente, los cursos (36) en que se difunde cierta fetichización del método como la forma absoluta de concebir y ejecutar la sociología. De cualquier modo, estas alusiones parecen menos destinadas a los estudiantes que a los pares, es decir, a los docentes e investigadores universitarios.

17 Se trata de una postura que, de manera sutil, parece reproducir cierto tipo de sentidos comunes, vigentes aún en la actualidad, para los que la literatura sería “buena” sin matices. En pleno siglo XXI asistimos diariamente a este tipo de juicios que tratan de imponernos la pauta de que leer literatura es bueno en sí, sin mayores justificaciones al respecto (un hecho que, con un poco de distancia analítica, parece no ser otra cosa que una mera reproducción de un fetichismo de la cultura letrada).

18 En La sociología como forma de arte, la referencia al título está en inglés. Vale, de todas formas, recordar que se trata de un trabajo que cuenta con una edición en español en dos volúmenes: La formación del pensamiento sociológico (Nisbet, 1969).

19 En menor medida, Nisbet trae a cuenta nombres de pintores y artistas visuales, como Miguel Ángel (1979: 28), Giotto, Leonardo (51), Courbet, Millet (93), Doré, Daumier y Géricault (104), así como de músicos y compositores, como Bach, Haydn y Mozart (47). Por cierto, vale subrayar otra similitud con Coser, a partir de toda la lista de nombres que emerge: el indudable predominio masculino.

20 Cabe remarcar que no sostenemos esto en tono reprobatorio, sino como la definición de literatura que emerge de los escritos analizados.

21 A diferencia de Nisbet, que no cita a Coser cuando publica La sociología como forma de arte (quizá por ignorancia, aunque no sabemos si acaso por una decisión consciente), Lepenies escribe con conocimiento del trabajo de Nisbet, más allá de que su mención se reduce a la aparición del título de su trabajo en la lista bibliográfica del capítulo sobre Inglaterra (1994: 204). La antología de Coser queda sin mención (otra vez: no sabemos si por decisión consciente o por ignorancia, aunque parecería difícil que Lepenies no supiera de la existencia de ese trabajo).

22 Nos permitimos un metacomentario: el empleo del verbo “nacer”, en la definición de Lepenies, habilita el recordatorio del carácter dinámico y contingente de la sociología, ya que, hoy en día, la disciplina debe comprender, entre varias de sus numerosas tareas, un fenómeno que va en sentido parcialmente inverso: el cambio social que deriva en la desindustrialización selectiva.

23 A continuación, el autor agrega otra cuestión relevante: “La precaria situación de la sociología como una especie de ‘tercera cultura’ entre las ciencias naturales, por un lado, y la literatura y las humanidades, por otro, se exacerbó por el hecho de que las tradiciones intelectuales de la Ilustración y la contra-Ilustración lucharon entre sí por su destino” (1992: 7).

24 La alusión a Clotilde de Vaux nos remite a una cuestión en la que Lepenies se distancia de Coser y Nisbet. Donde estos dos tienden a reproducir un sentido común de las ciencias y las artes como producciones de sujetos eminentemente masculinos, Lepenies ofrece un matiz: “El conflicto entre la razón fría y la cultura del sentimiento, típico de la competición entre las ciencias sociales y la literatura, no está confinado al ámbito de las publicaciones científicas y literarias: también deja su impronta en las vidas, privadas y públicas, de los escritores y académicos que consideramos. Y esto es congruente con el hecho de que en esta contienda, que considero una especie de ‘historia secreta’ de las ciencias sociales modernas, las mujeres desempeñen un papel tan importante: Clotilde de Vaux, Harriet Taylor, Beatrice Webb” (1992: 14).

25 No tenemos acceso a esta descomunal obra, aunque al menos nos servimos de un artículo de Moebius (2021) para tener una aproximación general a la historia de la disciplina en el ámbito alemán, que otorga un lugar de relevancia al trabajo de Lepenies.

Recibido: 07 de Agosto de 2022; Aprobado: 03 de Octubre de 2022

* Doctor en Literatura y Licenciado en Sociología por la Universidad de Buenos Aires. En esta universidad se desempeña como docente e investigador: es profesor de la Carrera de Sociología, en la Facultad de Ciencias Sociales, e investigador del Instituto de Filología y Literaturas Hispánicas “Dr. Amado Alonso”, en la Facultad de Filosofía y Letras. Trabaja en proyectos de investigación sobre narrativa policial y sociologías de la literatura. Correo electrónico: hermaltz@gmail.com.

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