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Astrolabio. Nueva Época

versión On-line ISSN 1668-7515

Astrolabio  no.25 Cordoba jun. 2020

http://dx.doi.org/10.55441/1668.7515.n25.23417 

Artículos de investigación

CUERPOS, TERRITORIOS Y GUBERNAMENTALIDAD NEOLIBERAL. MIRADAS SOBRE LOS REGÍMENES EXTRACTIVISTAS DESDE LA EPISTEMOLOGÍA FEMINISTA1

BODIES, TERRITORIES AND NEOLIBERAL GOVERNMENTALITY. VIEWS ON THE EXTRACTIVIST REGIMES FROM THE FEMINIST EPISTEMOLOGY

Martín E. Díaza 

María Belén Álvarob 

1aInstituto Patagónico de Estudio de Humanidades y Ciencias Sociales, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas y Universidad Nacional del Comahue. diazceapedi@hotmail.com

2bUniversidad Nacional del Comahue. mabalvaro@yahoo.com.ar

Resumen

En este trabajo, analizamos los efectos de los regímenes extractivistas en los territorios y los cuerpos desde el lugar situado de las mujeres. Centramos el análisis en la ciudad de Allen (Río Negro), a partir de la conversión de su territorio frutícola en área de extracción de hidrocarburos no convencionales. Hipotetizamos que la gubernamentalidad neoliberal que se impone en estos territorios arrasados genera una crisis de la reproducción social que impacta en el trabajo vivo útil para la producción y reproducción de la vida humana; y que son las mujeres, en tanto subjetividades históricamente subalternizadas y relegadas a la esfera reproductiva, quienes pueden dar cuenta de los despojos del extractivismo desde miradas que trascienden las dicotomías de la modernidad: público / privado, Estado / mercado, productivo / reproductivo. Nos situamos en la epistemología feminista para analizar las narrativas de mujeres que habitan territorios de despojo desde los cuales ellas hacen posible la vida.

Nos interesa aportar al conocimiento de los efectos de los regímenes extractivistas desde la producción y circulación de sentidos “otros” acerca de sus impactos, construidos en las intersecciones de género, clase y territorio.

Palabras clave: gubernamentalidad; cuerpos; territorios; regímenes extractivistas; reproducción de la vida

Abstract

In this paper we analyze the effects of extractive regimes in the territories and bodies from the place of women. We focus the analysis on the city of Allen (Río Negro) from the conversion of a fruit-growing region into an unconventional hydrocarbon extraction area. We hypothesize that the neoliberal governmentality that is imposed in these devastated territories generates a crisis of social reproduction that impacts living work useful for the production and reproduction of human life; and that it is women, as historically subalternized and relegated subjectivities to the reproductive sphere, who can account for the remains of extractivism from views that transcend the dichotomies of modernity: public / private, State / market, productive / reproductive. We place ourselves in feminist epistemology to analyze the narratives of women who inhabit territories of dispossession from which women make life possible.

We are interested in contributing to the knowledge of the effects of extractive regimes from the production and circulation of “other” meanings about their impacts built at the intersections of gender, class and territory.

Keywords: Governmentality; Bodies; Territories; Extractive Regimes; Life Reproduction

Contextualización

Extractivismo designa un patrón de acumulación de carácter predatorio y dependiente a gran escala, sustentado en la mercantilización y explotación ilimitada de bienes comunes. Horacio Machado Aráoz (2017) señala que es preciso distinguir entre extractivismo, como una categoría general, de la noción de regímenes extractivistas que -bajo el formato de producciones energéticas, pero también agroforestales o pesqueras- connota específicamente esas formaciones socio-geo-económicas donde prima un patrón de organización y de estructuración del poder en base a la sobre-explotación de la naturaleza con consecuencias de corto, mediano y largo plazo.

En América Latina, a partir de la década de 1990, estos regímenes han adquirido rasgos particulares debido al incremento de los precios de algunos minerales en el mercado internacional, el agotamiento de las principales reservas en el mundo y el dinamismo del flujo de inversiones de las empresas extractivas (Maldonado y Urrea, 2014). A comienzos del siglo XXI, la intensidad renovada de apropiación y explotación de los recursos minerales se expresa en la multiplicación de megaproyectos de extracción.

En la Argentina, el modelo extractivista es impulsado por el neodesarrollismo en la primera década del siglo XXI e intensificado desde fines de 2015 bajo una matriz neoliberal de alianza Estado-empresarial, con miras a un proceso de acumulación de capital liderado por las exportaciones, la inversión transnacional y el endeudamiento público externo (Feliz, 2016). La implementación del modelo extractivo, en el que la provisión energética es fundamental, ha sido realizada en nuestro país en un proceso complejo, vertiginoso y de carácter recursivo que debe ser leído desde una perspectiva múltiple: desde el punto de vista económico, en su orientación hacia actividades primario-extractivas o manufacturas con escaso valor agregado; desde el punto de vista social, en la profundización de la dinámica de desposesión, esto es, un modelo de despojo y concentración de tierras y recursos que tiene a las grandes corporaciones como actores principales.

En este marco, el municipio de Allen, Provincia de Río Negro, que cuenta con una superficie 12.826 hectáreas (INDEC, 2010), constituye uno de los casos emblemáticos de implementación de la extracción de hidrocarburos no convencionales (Bertinat, D’Elía, OPSUR, Ochandio, Svampa y Viale, 2014) en zonas densamente pobladas. Con unos 30 mil habitantes (INDEC, 2010) y 6.500 hectáreas bajo cultivo, es un territorio tradicional de la cuenca frutícola de pera y manzana, donde, desde principios del siglo XX, se consolida esta actividad bajo una organización productiva familiar capitalizada.

La emergencia del fracking tiene lugar al tiempo que la actividad frutícola transita un proceso de paulatina modernización concentrada y excluyente en manos del capital transnacional, iniciado en la década del 60 del siglo pasado y profundizado en los últimos años (Álvaro, 2013). De la misma fecha data el asentamiento inicial de la actividad extractiva hidrocarburífera, a finales de los 60, con las exploraciones de YPF en la zona del Valle (Álvarez Mullally, 2015). En 2006, el gobierno provincial rionegrino da un renovado impulso a la explotación de hidrocarburos a partir del lanzamiento de un plan exploratorio hacia la actividad petrolera no convencional de fractura hidráulica o fracking, que podemos enmarcar en el megaproyecto Vaca Muerta. Entre 2009 y 2010, algunas empresas inician la explotación no convencional de pozos bajo la modalidad de contratos de servidumbre, ampliándose significativamente la presencia de capital extranjero en la región. Se explota un tipo de gas no convencional, el tight gas, utilizando para ello la metodología de estimulación hidráulica (fracking) (Bertinat et al., 2014).

En 2013, se estimó en la ciudad de Allen la existencia de alrededor de 160 perforaciones (OPSUR, 2015), ubicadas a escasos metros de las poblaciones. La introducción de la matriz extractiva como política estatal pone en crisis los esquemas de reproducción social de la vida conocidos hasta ahora y nos presenta interrogantes sobre el devenir de las poblaciones. La evidencia científica existente a nivel mundial da cuenta de graves impactos ocasionados por la extracción de hidrocarburos no convencionales en diferentes elementos del ambiente, en la salud de las personas y en los medios de vida de las comunidades: grave contaminación de aguas superficiales y subterráneas, del suelo, emisiones fugitivas de metano que agravan el cambio climático y el riesgo de inducción de temblores, entre otros impactos (OPSUR, 2016).

En su implementación, empresarios/as y gobiernos pretenden que las comunidades afectadas asuman la carga de la prueba de la aplicación de la técnica experimental del fracking, exigiéndoles que demuestren los riesgos de la actividad, en contra de lo que marca la Ley 25.831, de “Régimen de Libre Acceso a la Información Pública Ambiental”2. Además, se viola el principio precautorio bajo el cual la técnica de la fractura hidráulica solo puede ser autorizada si los actores que la promueven logran probar su inocuidad, es decir, que no ocasionará daños en la salud de las personas y el ambiente (Ley 25.675)3.

En este contexto, Allen aparece hoy como el emblema de una economía regional amenazada por un tipo de explotación hidrocarburífera. En este escenario, existen reclamos y acciones concretas creativas, disruptivas, disidentes respecto del extractivismo, en las que las mujeres ganan visibilización. No podemos pensar por fuera del territorio y sus relaciones qué tipo de mujeres, qué sensibilidades habitan esos territorios. Nuestro interés está puesto en saber cuáles son los relatos que elaboran esas subjetividades feminizadas en relación al fracking para hacer posible la vida. Abordamos lo femenino como los espacios-tiempos en los cuales social e históricamente han sido colocadas las mujeres; de manera muy diversa, exhiben los rasgos más plenos y profundos de la colonización (Gutiérrez Aguilar, 2014). Por ello mismo, quienes han transitado, aunque no de manera exclusiva, en estas esferas, han mantenido una relación más estrecha con los bienes comunes, lo que conlleva una tremenda carga de conocimiento que les sitúa hoy en una situación de valoración social diferencial del territorio (Svampa y Viale, 2013).

A partir de este marco conceptual, el trabajo se focaliza en el análisis específico de la implementación y consecuencias del modelo extractivista en los territorios y los cuerpos desde el punto de vista situado de las mujeres. En esta clave, la mirada se dirige al análisis de los impactos que el conjunto de relaciones estructuradas con el despliegue de la actual colonialidad global posmoderna (Castro-Gómez y Grosfoguel, 2007) produce para el sostenimiento de la vida de las poblaciones afectadas. En tal sentido, nos proponemos abordar de qué modo la noción de gubernamentalidad neoliberal propuesta por Michel Foucault (2007) permite poner en tensión el desarrollo de un refinado gobierno de las poblaciones y de la vida (Murillo, 2015) que habrá de desplegarse a escala global en la década del 70. A partir de dicho análisis, nos interesa indagar -mediante un abordaje teórico-conceptual- de qué modo el desbloqueo global en la década del 70 de la gubernamentalidad neoliberal irá asociada a una reorganización neocolonial del mundo, asociada a su vez a nuevas formas de violencia, saqueo, subalternización y exterminio, particularmente sobre aquellos cuerpos y territorios marcados por las herencias coloniales.

En lo que hace al abordaje de los regímenes extractivistas, en este trabajo habremos de valernos de los aportes de la epistemología feminista, la cual permite abordar los regímenes extractivistas desde el “otro oculto” (Pérez Orozco, 2006) que la mirada androcéntrica y patriarcal dominante invisibiliza. En este sentido, nos interesa producir sentidos de comprensión situada acerca de los efectos que generan los contextos extractivistas en la construcción de la vida, destituyendo las dicotomías que ordenan jerárquicamente la grilla colonial moderna sobre la base de lo público-privado, Estado-mercado, trabajo productivo-reproductivo, las cuales discontinúan y fragmentan la comprensión de la experiencia. Es decir, buscamos politizar el continuum de violencias sobre poblaciones y territorios.

Hipotetizamos que en estos “territorios arrasados por una voluntad puramente cósica y mercantilizadora” (Gilly, 2014: 27), se genera una crisis de la reproducción social que impacta en el trabajo vivo útil para la producción y reproducción de la vida humana. Son contextos de despojo donde determinadas franjas de la población están siendo desposeídas de los bienes más básicos, aquellos más ligados a la reproducción no mercantilizada de la vida. En definitiva, lo que se vulnera es el acceso a los medios para la reproducción social.

En este sentido, nos interesa aportar al conocimiento de los efectos de los regímenes extractivistas desde la producción y circulación de sentidos “otros”, sentidos en disputa con el modelo de “desarrollo” hegemónico, construidos en las intersecciones de género, clase y región, desde las cuales se vivencian y construyen oposiciones a la ofensiva extractivista. Pensar a estas mujeres desde su lugar de sujetas sociales agrarias, trabajadoras rurales transitorias (cosecha, poda, empaque), habitantes de territorios productivos, nos permite analizar los entrecruzamientos y tránsitos en la reproducción de la vida en resistencia al saqueo de los territorios y a la reedición presente del modelo colonial. Apostamos, asimismo, a la inteligibilidad de estos procesos de disputa de sentidos como fuente de (re)generación de saberes desde el carácter siempre situado de la producción de conocimiento y de la encarnación humana (Haraway, 1991), en aras de poner en tensión los marcos que operan en la producción de vidas jerárquicamente diferenciadas mediante planes normativos (Butler, 2009).

Devenir colonial: neoliberalismo, neocolonialismo y necropolítica

El conjunto de transformaciones acaecidas a partir de las últimas décadas del siglo pasado, con el despliegue de la denominada mundialización neoliberal, ha impactado decisivamente en la configuración de las estrategias de colonización y gobierno de los cuerpos y de la vida, desarrolladas por parte del capitalismo a lo largo de su devenir histórico de más de 500 años. Distantes de una lectura unilineal de dicho devenir histórico, el despliegue a partir de 1492 de la expansión colonial hispano-lusitana y, con ello, de la conquista del llamado “Nuevo Mundo”, dará inicio a un largo ciclo de violencia colonial ejercida sobre los cuerpos, saberes y territorios de nuestra América.

La constitución, a partir de 1492, del primer sistema-mundo moderno/colonial capitalista, esto es, la inclusión -de acuerdo al filósofo argentino Enrique Dussel (1994 y 1998)- por primera vez en la historia de toda la humanidad en un único sistema de vida, pondrá en marcha, por un lado, un largo proceso de despojo y saqueo de las riquezas naturales de nuestro continente que permitirá la expansión mundial del capitalismo en su fase mercantil; y, por el otro, el desarrollo histórico de la colonialidad vinculada al despliegue de un patrón colonial de poder (Quijano, 1992 y 2007) que permitirá llevar a cabo una clasificación y jerarquización de las poblaciones a partir de la idea de raza. En este marco, la invención del constructo mental “raza” al que se refiere Quijano habrá de configurar un poderoso instrumento de clasificación de las poblaciones del mundo y, con ello, la puesta en marcha de un colosal proceso de racialización y subalternización por parte del ego conquiro blanco, europeo heteropatriarcal. En este contexto, Rita Segato (2015) introduce en la escena histórica de la colonialidad la forma en que la racialización se combina con las relaciones de género. Con el avance “blanco” y la captura de los géneros, así como de otras jerarquías pre-coloniales en la estructura binaria de la modernidad criolla, la posición masculina se hegemoniza y absolutiza el espacio público, secuestrando y monopolizando la política. En este sentido, la colonialidad produce una combinación particular de la jerarquía varón-mujer, con la jerarquía étnica y de clase, dando como resultado la existencia de una compleja tipología jerarquizada de relaciones sociales originada con la empresa colonial europea (Dussel, 1994), cuya vigencia, actualización y prolongación en estructuras de dominación contemporáneas resulta insoslayable.

La puesta en marcha de este proceso de colonización y conquista, desplegado hacia fines del siglo XV en nuestro continente, no habrá de limitarse al saqueo de las riquezas naturales y metales preciosos, sino que comprenderá asimismo un proceso de despojo y subalternización de saberes, cuerpos y territorios, el cual dará lugar a la generación de múltiples genocidios y epistemicidios (Santos, 2010) perpetrados en nombre de la civilización, la razón y la ciencia por parte del hombre blanco conquistador, patriarcal y heterosexual europeo. El desarrollo de esta voluntad de dominio, oculta bajo el mito de una modernidad capitalista autorrepresentada como salvífica (Dussel, 1998), resultará concomitante a la generación, en los albores del siglo XVII en Europa, de una voluntad de poder ejercida sobre la naturaleza, lo que permitirá su reducción a materia pasiva puesta al servicio del hombre moderno. Para decirlo de otro modo, el proceso de instrumentalización de la naturaleza, puesto en marcha en Europa hacia fines del siglo XVI y comienzos del siglo XVII con la emergencia de la ciencia moderna -erigida a partir del modelo físico matemático propuesto por Galileo Galilei y Descartes-, resultará concomitante al despliegue de una violencia económica ejercida sobre los cuerpos de quienes serán brutalmente arrancados paulatinamente de sus viejas formas de vida y convertidos con la conformación del orden social capitalista en mera fuerza de trabajo, así como al ejercicio de una violencia colonial ejercida sobre los cuerpos de aquellas vidas despojadas -en las periferias del sistema-mundo moderno/colonial- de humanidad alguna (Lander, 2000).

Sin pretender detenernos en un análisis pormenorizado de estas estrategias de subalternización de los cuerpos y de colonización de la naturaleza puestas en marcha en los albores de la modernidad capitalista, nos interesa problematizar de qué modo el despliegue a partir de la década del 70 del siglo pasado de la denominada mundialización neoliberal supondrá la puesta en marcha de nuevos mecanismos de subalternización y segregación social de determinados grupos de la población producidos en el marco del actual proceso de “acumulación por desposesión” (Harvey, 2007), o bien de “acumulación por despojo” (Gilly y Roux, 2009), de los territorios y bienes comunes de la naturaleza.

En este marco, el despliegue global en la década del 70 de lo que Félix Guattari (2004) ha definido como un “capitalismo mundial integrado” habrá de responder, desde un punto de vista geopolítico, a la generación de una nueva fase histórica del orden social capitalista vinculado al conjunto de transformaciones socio-técnicas introducidas por la denominada tercera revolución industrial. Este conjunto de transformaciones socio-técnicas, asociadas a la generación de las nuevas tecnologías -complejo electrónico, biotecnología y nuevos materiales-, tendrán un decidido impacto en la construcción de una red de complejos energéticos, informáticos y comunicacionales que incidirán tanto en la desterritorialización de las fronteras nacionales como en la flexibilización de las nuevas estrategias de control aplicadas tanto a un nivel global como local sobre las poblaciones. El despliegue de dicho “capitalismo mundial integrado” supondrá, por un lado, el despliegue de una novedosa cartografía global capaz de permitir la interacción constante entre los distintos países y regiones del planeta; y, por el otro, la generación de novedosas estrategias de gobierno orientadas a la gestión de los cuerpos y de la vida.

Desde esta línea argumentativa, lo que en sentido lato se denomina mundialización neoliberal es posible de ser analizada como la configuración de un complejo entramado de relaciones de poder vinculado tanto a la generación de nuevos modos de colonización de la subjetividad como a nuevas modalidades de gobierno de las poblaciones y de la vida (Laval y Dardot, 2013; Murillo, 2015). En esta clave argumentativa, de acuerdo a la analítica de la gubernamentalidad propuesta por Michel Foucault (2006 y 2007), el neoliberalismo es posible de ser analizado como un “arte de gobierno” -cuyos antecedentes teóricos e históricos se remontan hacia principios del siglo XX- vinculado al desarrollo de un refinado modo de gobierno de los cuerpos y de las poblaciones.

Estas novedosas estrategias de gobierno de las poblaciones y de la vida, desplegadas por parte de lo que Foucault analizó a partir del neologismo de gubernamentalidad4 neoliberal, entendemos es menester anclarlas en la transición de una colonialidad imperial moderna a una colonialidad global posmoderna desplegada hacia fines de la década del 70 del siglo pasado (Castro-Gómez y Grosfoguel, 2007) y, con ello, en una refundación del sistema-mundo moderno/colonial capitalista (Machado Aráoz, 2012), vinculada a la generación de una “acumulación por desposesión” de territorios y bienes comunes, el cual abre las puertas a un “proceso de recolonización” neocolonial de nuestra América (Seoane y Taddei, 2010). De ahí que, en lo que constituye una especie de resignificación en nuestro presente del mito sacrificial de la modernidad, las vastas mayorías populares de nuestro continente deben asumir el costo necesario del sacrificio de sus cuerpos, modos de vida y territorios para abrir paso a la libre fuerza del mercado y a las bonanzas que, en apariencia, trae aparejada la lógica del desarrollo a partir de una generación de riqueza orientada a una supuesta resolución de las demandas sociales (Machado Aráoz, 2012; Seoane, 2012). A partir de esta estrategia discursiva, se pone en juego la construcción de un poderoso imaginario social que apunta a naturalizar la extraordinaria y creciente concentración de la riqueza en sectores minoritarios de la sociedad, a la vez que generar en la población las “condiciones de aceptabilidad” (Foucault, 1995) de un modelo social y civilizatorio que ha conducido, en última instancia, a una crisis civilizatoria sin precedentes (Lander, 2013).

En este marco, la gubernamentalidad neoliberal promueve la permanente construcción de un sentido común capaz de generar las “condiciones de aceptabilidad” de un modo de vida caracterizado por la explotación ilimitada de la naturaleza, el ensimismamiento individual, la producción de indiferencia (Mbembe, 2016) y, con ello, la naturalización del dolor social (Scribano, 2007). Empero, el neoliberalismo promueve además la generación de nuevas formas de violencia, saqueo, subalternización y exterminio de determinados grupos de la población, que se despliegan con una particular virulencia sobre los cuerpos y territorios marcados por las herencias coloniales. Esta dimensión neocolonial y necropolítica contenida en el neoliberalismo ha sido problematizada por el pensador camerunés Achille Mbembe (2016) como el ingreso de la humanidad a una época signada por un “devenir-negro del mundo”5. En esta clave, la idea de un “devenir-negro del mundo” propuesta por Mbembe da cuenta de la puesta en marcha de lógicas actuales de la violencia y de la explotación extractiva a escala planetaria, las cuales perpetúan formas de racialización y segregación de crecientes franjas de la población mundial convertidas en superfluas o sobrantes (Gago y Obarrio, 2016).

En este sentido, la idea de necropolítica propuesta por Mbembe (2011) como el envés de la noción foucaultiana de biopoder da cuenta de una política de la muerte vinculada a un proceso de mercantilización y reificación de los cuerpos, la cual conduce a una destrucción masiva de individuos y a la creación de mundos de muerte, esto es, a la conversión de ciertos grupos de la población en muertos vivientes. En esta clave, necropolítica y necroeconomía (Valencia, 2010) emergen en el actual escenario contemporáneo como aspectos constitutivos en la generación a escala planetaria, por parte del neoliberalismo, de espacios de negación de la vida y, con ello, de conversión de determinadas franjas y grupos de población en vidas sacrificables.

En este proceso de conversión de ciertas zonas en espacios de negación de la vida y de gestión necropolítica de determinados grupos de población, cobra una particular relevancia lo que en la década de 1980, en los Estados Unidos, ha sido definido con el nombre de racismo ambiental. Por racismo ambiental debe entenderse la generación de un tipo particular de racismo que no se circunscribe al tratamiento de las cuestiones meramente raciales y étnicas, sino que se focaliza en la producción de excluidos ambientales o, lo que equivale decir, en la construcción de sub-ciudadanos desplazados de sus territorios o bien reducidos a vidas sacrificables por parte de la lógica neoextractivista vinculada a la explotación petrolera, minera y los agronegocios (De Souza Abreu, 2013). De tal modo, la generación de estos espacios de negación de la vida y de racismo ambiental se encuentra vinculada al desarrollo de estrategias de racialización desplegadas fundamentalmente sobre grupos de la población que habitan aquellos territorios que poseen en la actualidad un alto valor inmobiliario y/o geoestratégico.

Variados son los ejemplos de la generación de estos espacios de negación de la vida y de racismo ambiental en la Argentina. En lo que hace al núcleo de nuestra investigación, nos interesa particularmente focalizarnos -como señalamos- en la ciudad de Allen a partir de la conversión de su territorio en “zona de sacrificio”, tanto de la naturaleza como de la vida humana, a raíz de la actual avanzada extractivista de la mano de la llamada hidrofractura hidráulica o fracking. Desde este enfoque geosituado, nos interesa -tomando como perspectiva de análisis a la epistemología feminista- conocer las tensiones capital-vida que se generan en estos territorios desde la palabra de las mujeres, en tanto sujetas históricamente subalternizadas, en la producción de sentidos “otros” acerca de los efectos de los regímenes extractivistas.

Situamos el análisis en la relación estructural entre colonialidad y capitalismo heteropatriarcal. El sitio de lo femenino es el sitio de “lo colonizado” por antonomasia, como experiencia capturada de diferente manera (Gutiérrez Aguilar, 2016), y el conflicto capital-vida desaparece porque se resuelve en los ámbitos que “no existen” (Pérez Orozco, 2014). Entender la relación entre estas dos formas hegemónicas de dominación hoy, nos abre la puerta en nuestro presente histórico a comprensiones fundamentales sobre la relación directa entre extractivismo y poblaciones en los territorios de despojo.

Algunas consideraciones teórico-metodológicas

En este trabajo hacemos referencia a la reproducción social de la vida en tanto “formas concretas que toman las estrategias para gestionar la vida cotidiana” (Tzul Tzul, 2016: 134). En nuestras sociedades occidentales, la responsabilidad económica última de sostener la vida está privatizada en los hogares (porque la vida económica se gestiona en esos ámbitos) y feminizada (la mayor parte del tiempo de trabajo dedicado a sacar la vida adelante es tiempo de las mujeres y/o cuerpos feminizados) (Pérez Orozco, 2014). En este sentido, la economía feminista de la ruptura interpela a desplazar el eje analítico desde los procesos de valorización de capital hacia la amplitud de los procesos de sostenibilidad de la vida (Pérez Orozco, 2014). Gladys Tzul Tzul (2016: 133) nos invita a indagar cuáles son los procesos que implican, en estos territorios de despojo, “hacer posible la vida”. Para la autora, las maneras de gestionar el bienestar o el placer abren espacios de escucha y conversación desde donde se construyen, visibilizan y apalabran las formas en que esta se lleva a cabo y los condicionantes que imprime la lógica capitalista depredadora y extractivista a estas formas.

Planteamos una reconstrucción genealógica a partir de un diseño de tipo flexible y un procedimiento intensivo (muchas variables, pocas unidades de análisis) que nos permite un ida y vuelta no lineal entre la complejidad del campo y la teorización. Como apuesta metodológica buscamos profundizar en el contenido político de las experiencias relatadas, pensando la palabra que circula como medio de transformación y terreno de disputa. Por ello, la técnica de construcción social del dato que elegimos son los autorrelatos (Cruz, Reyes y Cornejo, 2012), conversaciones con mujeres trabajadoras rurales de Allen y mujeres referentes de la localidad acerca de la reproducción social en sus vidas cotidianas en territorios perforados; encuentros históricos, contextualizados, donde ocurre aquello que es posible convertir, a partir de análisis interpretativos, en conocimiento contrahegemónico5. De esta manera, se triangulan con la realización de entrevistas grupales, en tanto instancias de co-construcción colectiva y participativa (Figari, 2010), donde se rescatan los aspectos constitutivos de la reproducción de la vida y la observación participante con escucha etnográfica (Segato, 2010).

La estrategia de análisis está sustentada en la interpretación y traducción crítica (Figari, 2010) de las insistencias: textualidades narrativas que emergen del intercambio en la investigación (Deleuze en Vicens, 2019), a partir de la selección de “unidades de sentido” en los relatos. Constituye una modalidad que busca poner en visibilidad y enunciabilidad insistencias discursivas en tanto cristalizaciones de sentido que emergen durante las entrevistas. La insistencia no otorga a quien indaga la comprensión de aquello que está circulando, sino la posibilidad de visibilizar “tramas narrativas”, no dejando que se produzcan lecturas en un solo sentido y permitiendo luego la interpretación hermenéutica (Vicens, 2019).

Resistencias, hacer posible la vida en territorios arrasados6

En este apartado, recuperamos insistencias que emergen como sentidos cristalizados de nuestras conversaciones con las mujeres de la ciudad de Allen. El carácter histórico de los relatos va mostrando un tejido discursivo donde se marcan desde el pensar la reproducción de la vida y los despojos del extractivismo al entramado comunitario. La forma que adquieren estas intervenciones es de carácter testimonial en el sentido de Giorgo Agamben, de “una potencia que adquiere realidad” (en Ciriza, 2008: 68).

Una primera línea de sentido que emerge es la resignificación de la organización de la vida a partir del registro de una nueva morfología de los territorios.

“Lo que más se modificó es el espacio geográfico, yo creo que lo que más les impacta a todos es la modificación del paisaje que se produce acá... a todo el mundo le choca, más que nada a los locales. La infraestructura, todo lo que sea caminos, accesos, está cada vez más… O sea, se repara y se vuelve a romper, el ingreso y la circulación de camiones es una modificación dentro de la cotidianeidad de la localidad”. (M, referente gremial, entrevistada 7-8-17.)

“Nosotros vemos que las calles siguen con el mismo asfalto de hace 12, 15 años atrás, al contrario con más pozos y ahora nos pretenden rellenar esos pozos con barro de residuos de la actividad petrolera”. (L, referente Asamblea por el Agua, entrevistada 23-3-17.)

“Ahora como las chacras se están perdiendo… se está perdiendo el trabajo… Y, ahora que llegaron los de la petrolera, están contaminando todo, están rompiendo todos los asfaltos, están estropeando todo. Es un cambio muy grande de que llegaron las torres acá. Lo que es allá cerca de la barda, ni hablar, viste que van a tirar todos los desechos para allá, y tienen una parte que es como tipo pared… pero eso ya está rebalsando y cuando llueve mucho, eso se va corriendo todo para la barda, eso está contaminando todo, todo… y bueno… es todo un tema… eso es lo que le podemos decir nosotros”. (M, habitante barrio Costa Blanco, entrevistada 23-7-17.)

“El otro día, que me vine sola, temprano, y me fui para allá. Digo, yo voy a ver qué es esa calle. ¿Y qué me encuentro? Unos carteles que dice: Oleoducto. ¿Viste? Y hay todo como una laguna, o un canal, y ahí pasan esos caños, que pasan para el otro lado… se ve que pasan para la sierra, no sé para dónde van… Estamos rodeados. No hay lugar acá abajo que no haya… y no una fila de caños… vos sabés, ahí mismo, en esa calle, pero te puedo decir que debe haber por lo menos 6, 6 pares de caños”. (H, productora de frutas, entrevistada 24-6-17.)

“Supuestamente ellos decían que a nosotros se nos habían dado esas clases o folletos donde se explicaba. Y a nosotros nunca se nos dio eso. Es más, nosotros salimos a hacer reclamos por eso. Porque lo poco que entendíamos nos daba miedo, y eran muchas las cosas que estábamos viviendo. Y supuestamente nosotros estábamos contenidos, fue lo que ellos dijeron, que estábamos contenidos por los bomberos, y por Defensa Civil, cuando acá cuando los llamamos ni vienen”. (R, habitante Calle 10, entrevistada 18-3-17.)

“Vivís siempre con miedo. Eso es lo peor”. (M, entrevista Calle 10, 18-03-17.)

“Y usted ahora está durmiendo a las 12, 1 de la noche y se despertó, escucha los ruidos de allá. Caños, máquinas, y esa máquina que va para atrás, los camiones, ese ruidito pi, pi, pi… pero es acá, y siempre”. (M, entrevista Calle 10, 18-03-17.)

“Tenemos torres por todos lados, nosotros en casa, atrás de la casa digamos, tenemos una torre que lamentablemente ya era estresante estar con esos pozos que día y noche trabajaban, más en la noche, en la noche nuestras ventanas, eh, vibraban. 1, las 2, las 3 de la mañana y nosotros escuchábamos los ruidos y yo no me podía dormir, porque está continuamente, como que algo cae y hace una explosión y… pero es debajo de la tierra y la sensación que te queda, que si ellos están trabajando por debajo de la tierra, a mí por ahí me da esa sensación de que se haga un hueco y por ahí eso se desmorone, es un peligro”. (J, referente merendero, entrevistada 1-12-16.)

Tal como señala Suely Rolnik (2018), es en la experiencia inmediata donde aprehendemos concretamente un mundo y sus actuales contornos, eso que denominamos realidad. En los autorrelatos se recupera una trastocada experiencia del espacio cercano, donde se apalabra un registro no mercantilizado de las transformaciones que da cuenta de explosiones, derrames, contaminación sonora y vibraciones permanentes. Develan que la impronta del “desarrollo” extractivista se acompaña de una reconfiguración del espacio privado y público en la experiencia del territorio, que trae aparejada la vivencia de miedo y angustia, componentes que marcan los ritmos de vida y los usos del territorio. Una segunda línea de sentido emergente son los impactos en el territorio primario por antonomasia, la geografía más próxima (Rich, 2019): el cuerpo como la localización del terreno desde el cual poder hablar con autoridad como mujeres.

“Tenía mi nene que casi se volvió loco, porque decía que… esos ruidos… al principio, mi nene tenía como… a ver… va a cumplir 10 añitos, tendría 4 o 5, cuando llegaron ellos, y el ruido, ese ruido fuerte, fuerte, que lo asustaba”. (I, habitante Costa Blanco, entrevistada 24-7-17.)

“Siempre hay problemas de panza, de mal humor, puede ser porque una no duerme bien, capaz... Problemas respiratorios también”. (M, habitante Calle 10, entrevistada 18-3-17.)

“Lo que yo noté, no sé si lo han notado otras madres, es que los nenes andan con mucho dolor de panza. Yo creo que el agua, eh... no está bien purificada, porque lamentablemente cómo viene el agua, re marrón. Y el agua, tomarla así, ya parecemos que estamos en África”. (J, referente merendero, entrevistada 1-12-16.)

“Hace dos años yo que ando con esa alergia, que yo antes nunca. Yo empecé a ir al médico porque empecé con tos, con tos. Y… ahí me dijeron que era como una alergia, pero si antes yo nunca, nunca tenía alergia, nunca fui alérgica a nada, y ese fue un cambio total para mí. He ido a la guardia, he ido a parar a la guardia, por el tema de que yo antes tomaba un medicamento y se me pasaba, ahora no. Tengo a mi nieta también que estuvo muy, muy jodida, estuvo en terapia, estuvo casi una semana en terapia… [...] ella estuvo muy jodida, con el tema del agua, porque el agua está contaminada, y todo eso… la nena… mi nietita, cuando ella tenía dos añitos… ella nació sanita… y… bueno, le perjudicó a los riñones, porque estuvo muy jodida ella, tuvo que hacer transfusión de sangre. Ella lo que tiene problemas es de los riñones, puede ser que ella se pueda… va a tener una vida normal, sí, pero siempre controlada”. (M, habitante Costa Blanco, entrevistada 24-7-17.)

En los autorrelatos se identifican con intensidad las marcas que deja la experiencia extractiva en los cuerpos “otros” (feminizados: mujeres, niños/as y ancianos/as), en los que la cantidad de tiempo de exposición a las transformaciones territoriales es mayor y las condiciones de habitabilidad se fragilizan. Aparecen asimismo con insistencia afectaciones a la salud en relación a la calidad del aire, el agua y la presencia de ruidos relacionados con la actividad; afectaciones referidas con enorme similitud en las insistencias en otros lugares del mundo (Kirchgaessner, 2019; Denham, Willis, Zavez y Hill, 2019).

Según Lipson (en Valverde Gefaell, 2015), el capitalismo neoliberal define tres tipos de invisibilidad para los cuerpos enfermos: resultan invisibilizados porque en la gran parte de los casos están confinados al espacio doméstico, no se les ve porque muchas de las enfermedades que produce no tienen señales externas, son invisibilizados porque no se les cree o no se les toma en serio. En este sentido, la ausencia de sistematización de esta información por parte de organismos públicos se refuerza como régimen de visibilidad/invisibilidad de la política extractiva: “las afecciones de los cuerpos reflejan las agresiones a los territorios; a la violencia material se le suma la violencia simbólica de instituciones públicas que niegan y minimizan sistemáticamente la drástica emergencia de los nuevos trastornos” (Machado Aráoz, 2014: 20). Asimismo, se registra un aumento en frecuencia de consultas médicas, del tiempo dedicado a cuidar a las/los niñas/os y la intensificación del trabajo de cuidado, tareas feminizadas que en muchos casos conllevan la pérdida de trabajos asalariados en barrios donde, en una parte importante de las viviendas, las mujeres son sostén de hogar.

Una tercera línea de sentido cristalizado es la pérdida/vulneración de soberanía alimentaria y autonomía material (imbricados en los relatos) por la imposibilidad de acceso a bienes comunes que históricamente estuvieron disponibles para la alimentación y el cobijo en el invierno.

“Por ahí nos dejan sin agua, semanas enteras sin agua, nos vienen a dejar agua por bidones, un bidón de 5 litros para cada familia, ¿qué vamos a hacer con un solo bidón?… nos viene a dejar el municipio o si no la petrolera… Pero en invierno es todo un problema con el agua, no tenemos agua ni para lavar, para nada… Y el agua de abajo viste que está contaminada, aparte acá no sale agua, ni tenemos bombas”. (M, habitante barrio Costa Blanco, entrevistada 23-07-17.)

“Eso fue también lo que trajo las plagas. Al tener tanta luz y el trabajo constante, las plagas trabajan el doble, la carpocapsa trabaja el doble. Ahora la carpocapsa está en todas las verduras, en la papa, en el repollo...”. (L, entrevista Calle 10, 18-03-17.)

“Yo cuando conocí Allen, se podía disfrutar que los chacareros ponían verduras; tomate, lechuga, papa, cebolla, de todo, lo que más tuvieran. Las chacras no se vendían; hoy por hoy, uno va por dentro de las chacras y lamentablemente se ven cuadros limpios porque se los vendieron a los petroleros y se deja de producir o sea…”. (J, referente merendero, entrevistada 1-12-16.)

“En esa agua se podía bañar, tomar, pero ahora, no, vos te bañas en la orilla y te descomponés del olor…”. (M, habitante Costa Blanco, entrevistada 24-7-17.)

“Un bidón o dos peleándole… A nosotros nos tienen re abandonados, con el tema de la leña, yo voy siempre al otro barrio porque tengo a mi hermana, allá llevan leña… cada tanto aparecen acá, les digo: «por fin se acordaron de acá»… acá nos tienen re abandonados, el municipio les lleva leña…casi siempre fue así… pura promesa y promesa y nunca cumplieron nada”. (M, habitante Costa Blanco, entrevistada 23-07-17.)

“Es difícil porque cada día se complica más. Hoy, mirá, un día de lluvia la gente que no tiene leña no puede salir a buscarla, tenés que tener en qué, tenés que tener dónde buscarla, y si no, tenés que tener el dinero para comprarla”. (E, habitante Costa Este, 6-7-2017.)

“Y las plantas igual. Están cerca de la petrolera y ya se comienzan a secar. Antes vos plantabas acá, y la planta salía, yo, no sé cuántas veces planté semillas, gasté 200, 300 pesos, y no salió nada. Regar con esa agua te la quema, parece. Y yo le digo, pero si compré un montón de apio, perejil, cebollita de verdeo, ¡de todo! ¡Y no me salió nada! ¡Le echaba abono, qué no le eché! Claro, le echaba esa agua y se me quemaba todo”. (G, habitante Costa Blanco, entrevistada 24-7-17.)

En la actualidad, bienes básicos que estaban desmercantilizados, como el agua o los restos de la poda, y tareas de chacra de donde se obtenía leña para el invierno, se vuelven accesibles exclusivamente vía mercado o por ocasional asistencia estatal/empresarial, proceso que conlleva una vulneración de la autonomía económica y una progresiva mercantilización de la satisfacción de las necesidades básicas. Respecto de la soberanía alimentaria, es notable la emergencia de relatos donde aparecen en las prácticas generacionales la presencia de huerta (quinta), cría de animales y disponibilidad de alimentos de las chacras. La lucha material y simbólica es por seguir sosteniendo prácticas no mercantilizadas que forman parte de los hábitos alimenticios de estas familias, pero también de sus saberes en relación al territorio y a la reproducción de la vida. A decir de Sonia Álvarez Leguizamón (2011), las formas de dominación neocoloniales del presente despliegan renovados dispositivos disciplinarios racistas y sexistas que reproducen y aumentan la pobreza a partir de la expropiación de los medios básicos de subsistencia para la vida, como lo son la tierra y el agua. En este sentido, tal como señalamos en el abordaje teórico-conceptual propuesto en este trabajo, es posible advertir de qué modo el neoliberalismo pone en marcha un gobierno y colonización de la vida que en su devenir necropolítico conduce a la conversión de determinadas franjas y grupos de la población en vidas sacrificables al producir el despojo y saqueo neocolonial de los medios que hacen posible la reproducción de la vida. En suma, dispositivos racistas y sexistas generados con la matriz neoliberal inscriptos en el despliegue de un racismo ambiental que tiene como foco privilegiado a los/as eternos/as indeseables de la tierra.

A partir de la insistencia en los relatos, se construyen sentidos que disputan al discurso oficial del desarrollo y el progreso en relación con las transformaciones en la economía de las prácticas para la construcción de la vida, las marcas en los cuerpos y las experiencias donde la resistencia consiste en hacer frente al proceso de exclusión y segregación de la vida que se instala en los territorios “otros” del extractivismo. A la inscripción de una re-masculinización del ordenamiento del territorio a través de la presencia del sujeto “legítimo” encarnado en el trabajador petrolero, la sobrevivencia se juega en las estrategias que se libran en el ámbito reproductivo, y desde ahí se producen sentidos que ponen en cuestión la hegemonía del discurso extractivista.

Desde la producción de saberes no hegemónicos sobre el extractivismo, intentamos sacar a la luz la reproducción como el otro oculto de la producción para pensar nuevas dimensiones de la reflexión y la praxis política. Vivenciamos los encuentros con mujeres como medio para estrechar alianzas, abogamos por componer otras solidaridades y reponer la defensa de la vida en el centro del debate. El trabajo invisibilizado que las mujeres vienen realizando es el germen de una economía que no es la del capital sino que permite aproximar -a la vez que procurar religar- el trabajo reproductivo y productivo. Se trata del trabajo invisibilizado llevado a cabo por las mujeres, el cual adquiere en la actualidad un papel estratégico para pensar otros escenarios posibles y seguir apostando al “carácter indomable de la historia” (Segato, 2010).

Conclusiones

En este trabajo, hemos procurado problematizar en primer término las derivas geopolíticas y biopolíticas que se desprenden del despliegue global del neoliberalismo. Como señalamos, el despliegue global del neoliberalismo en nuestro continente, a partir de la década del 70 estuvo asociado a un proceso de reorganización colonial del mundo vinculado a la generación de una “acumulación por desposesión” (Harvey, 2007) o despojo de territorios y bienes comunes y, con ello, de nuevas estrategias de colonización de los cuerpos y la naturaleza. En esta dirección, tal como afirma Edgardo Lander (2013), el proceso de mercantilización y privatización de la naturaleza impulsado por el patrón civilizatorio occidental en su fase neoliberal va de la mano de una forma específica de colonialidad focalizada en la apropiación de la complejidad de los procesos que hacen posible la vida planetaria.

En este marco, el neoliberalismo ha sido abordado como un refinado modo de gobierno de la vida y de las poblaciones que apunta -tanto a nivel individual como social- a la internalización de un poderoso sentido común, sostenido -entre otros aspectos- en la naturalización de la explotación ilimitada de la naturaleza, el ensimismamiento individual y la naturalización de la muerte del Otro. En virtud de ello, la gubernamentalidad neoliberal va de la mano de nuevas formas de violencia, subalternización, saqueo y despojo, desplegadas con suma virulencia sobre los cuerpos y territorios históricamente marcados por las heridas coloniales. En este sentido, entendemos que el neoliberalismo asume en nuestro presente una dimensión neocolonial y necropolítica reflejada en la conversión de ciertos territorios y franjas de población en zonas de sacrificio de la naturaleza y de la vida humana, la cual se sustenta -a decir de Judith Butler (2009)- en reeditadas formas de distribución de la vulnerabilidad que hacen que algunas poblaciones estén más expuestas que otras a una violencia discrecional y arbitraria.

No obstante, lejos de abonar a una visión fatalista de la historia, entendemos que esta emerge siempre como el escenario posible de las luchas y las resistencias (Murillo, 2012). Se trata, en relación al motivo de nuestra indagación, de luchas y resistencias por la defensa de los territorios y la reproducción social de la vida en las cuales las mujeres han asumido y asumen un rol decididamente protagónico. De allí que la búsqueda por parte de las mujeres de hacer posible la vida en territorios arrasados por parte del neoliberalismo, en su dimensión neocolonial y necropolítica, emerge como una forma de resistencia y de re-existencia frente a los imperativos de una política de destrucción de las condiciones de posibilidad de la vida misma. Formas de resistencia y de re-existencia que ponen en el centro de la escena -tal como plantea el pensamiento feminista contrahegemónico (Federici, 2013)- la profunda e íntima ligazón entre cuerpo y territorio en el ejercicio de las luchas por la emancipación y en la construcción entrelazada de lo común, en tanto cimiento de una posible sociedad anticapitalista.

En los relatos de las mujeres -a través de una selección escueta de relatos que componen un corpus más amplio-, advertimos que los puntos de vista situados de las entrevistadas desbordan las dicotomías de lo moderno (público-privado, esfera productiva-esfera reproductiva, trabajo asalariado-trabajo doméstico), en enunciados discursivos que muestran cómo una actividad expoliadora como el extractivismo impregna todas las esferas de la vida. A partir de una narrativa social otra, emerge de estos territorios una producción de sentido que circula y los hace inteligibles en la voz de las mujeres. La “testimoniante” se hace protagonista, trae la historia referida al pasado con voz propia, pero también como suceso que acontece y al cual resiste. La memoria se presenta como la experiencia vivida. Se trata de la conformación del testimonio como fuente histórica (Ciriza, 2008) de una memoria de largo plazo de la vida en el territorio que interpreta e interpela el presente y, con ello, lo politiza. A partir del relato de las mujeres, es posible advertir asimismo -a nivel micropolitico- de qué modo las formas que adopta el extractivismo en los territorios conducen a la complejización de los procesos de pauperización estructural forjados durante anteriores fases del orden social capitalista (modificación de prácticas alimentarias, de sociabilidad y sanitarias históricas en los territorios), así como alteran la experiencia social y hasta el propio cuerpo, infundiendo sentimientos de miedo, desprotección, discriminación, invisibilización y fragilización.

Frente a la generación de incertidumbre, miedo y naturalización del sufrimiento del Otro producido por la gubernamentalidad neoliberal, el desafío ético-político consiste -al decir de Clara Valverde Gefaell (2015)- en asumir que todos/as somos potencialmente excluidos/as. De allí que asumir la propia vulnerabilidad configura el modo más radical de auto-organizar el sufrimiento social y hacer frente a la dimensión necropolítica que asume en el presente la matriz neoliberal.

A modo de cierre, hemos procurado reconfigurar un decir sobre el extractivismo desde los márgenes y de manera dialógica. Reconfigurar un decir de los regímenes extractivistas desde espacios intersticiales (Valverde Gefaell, 2015) que contienen una doble potencialidad epistémico-política. Por un lado, dar prioridad al conocimiento experiencial, “como indicador significativo de la realidad” (Harding, 2010: 21), de quienes -por haber sido históricamente habitantes de esos territorios, conocedoras ineludibles de las formas de reproducción de la vida- poseen un conocimiento vital y una valoración resignificada de las transformaciones que implica actualmente la matriz extractivista; y, por el otro, reponer la “voz propia” (Tzul Tzul, 2016: 135) de figuras históricamente subalternizadas desde las microrresistencias que protagonizan para confrontar con la imposición de una nueva economía de las prácticas.

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1El siguiente trabajo se enmarca dentro del Proyecto de Unidades Ejecutoras (Instituto Patagónico de Estudio de Humanidades y Ciencias Sociales, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas y Universidad Nacional del Comahue), titulado “La (re)producción de las desigualdades en la Patagonia Norte. Un abordaje multidimensional”, y el proyecto de investigación “Resistencias de las mujeres a la ofensiva neoextractivista en territorios «arrasados». Análisis desde la colonialidad de género en Allen, Río Negro” (Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Universidad Nacional del Comahue).

2Garantiza el derecho de acceso a la información ambiental que se encontrare en poder del Estado, tanto en el ámbito nacional como provincial, municipal y de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, como así también de entes autárquicos y empresas prestadoras de servicios públicos, sean públicas, privadas o mixtas.

3Ley 25.675, “Ley General del Ambiente”, República Argentina. Establece los presupuestos mínimos para el logro de una gestión sustentable y adecuada del ambiente, la preservación y protección de la diversidad biológica y la implementación del desarrollo sustentable. La política ambiental argentina está sujeta al cumplimiento de los siguientes principios: de congruencia, de prevención, precautorio, de equidad intergeneracional, de progresividad, de responsabilidad, de subsidiariedad, de sustentabilidad, de solidaridad y de cooperación.

4El neologismo de gubernamentalidad introducido por Foucault a partir de 1978 da cuenta del conjunto de relaciones de poder cuyo objetivo principal es el gobierno de las poblaciones para el cumplimiento de ciertas metas específicas. En este sentido, la introducción de la noción de la gubernamentalidad —en tanto “grilla de inteligibilidad” de las relaciones de poder en su conjunto (Castro-Gómez, 2010)— permitirá al filósofo francés analizar en primer término al liberalismo y luego al neoliberalismo como “artes de gobierno”, las cuales —con sus propias tácticas y estrategias— poseen como meta principal la intervención, modelación y conducción de la vida de la población. Para una ampliación acerca de los alcances de la noción de gubernamentalidad, véase Foucault (1990).

5De acuerdo al planteo efectuado por Mbembe (2016), el neoliberalismo —en su carácter de un “devenir-negro del mundo”— da cuenta de la universalización por primera vez en la historia de la humanidad de la palabra negro —en tanto experiencia de lo espectral, lo excedente y el vacío de vida—, impuesta ya no exclusivamente a las personas de origen africano, tal como ocurrió durante el primer capitalismo, sino ahora extrapolada al conjunto de las poblaciones subalterizadas. Desde esta línea argumentativa, el neoliberalismo asume, como característica principal, la reactualización de una necropolítica desplegada inicialmente en el escenario del África poscolonial y extrapolada con la mundialización neoliberal a las periferias del mundo.

6En lo que hace a esta investigación en curso, una primera ronda de entrevistas se realizó durante los últimos meses de 2016 y el primer semestre de 2017. Incluyó a mujeres referentes de la localidad que por su inserción militante (laboral o no) participan de resistencias al extractivismo en sus múltiples manifestaciones (colectivas, domésticas, individuales). Durante el segundo semestre de 2017, realizamos una segunda ronda, ahora con mujeres trabajadoras rurales residentes en dos barrios aledaños a las torres de perforación: Costa Blanco y Calle 10. La muestra quedó compuesta por 10 entrevistas a referentes y 14 entrevistas a mujeres residentes rurales. Los relatos de las mujeres habitantes de los barrios donde se ubican las torres de perforación están disponibles en: http://www.opsur.org.ar/blog/2018/12/11/documentales-sonoros-resistencia-de-las-mujeres-a-la-ofensiva-extractivista-en-territorios-arrasados/

Recibido: 07 de Febrero de 2019; Revisado: 25 de Octubre de 2019; Aprobado: 22 de Noviembre de 2019

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