INTRODUCCIÓN
Las investigaciones arqueológicas realizadas en los canales septentrionales de Patagonia, particularmente en el archipiélago de los Chonos (~43-46° S, Aisén, Chile), han permitido incorporar extensas áreas insulares a la discusión sobre la diversidad de la adaptación marina por parte de grupos cazadores recolectores pescadores. Las características y diversidad de sitios arqueológicos registrados, junto con sus conjuntos tecnológicos (Porter 1993; Reyes et al. 2015), sus emplazamientos en diversas geoformas marinas (Reyes et al. 2016, 2018), además de los resultados isotópicos sobre restos faunísticos y humanos (Reyes 2017; Reyes et al. 2019), son testimonio de la especialización marina y costera por parte de los grupos canoeros que ocuparon dicho territorio.
Este archipiélago corresponde a un extenso sistema insular con un paisaje discontinuo moldeado por la actividad tectónica, volcánica, glaciar y por los cambios globales de los niveles marinos (Reyes et al. 2018) (Figura 1). Las distancias marinas de entre 40 y 20 km que lo separan del borde continental, junto con el macizo andino, bosques montanos y volcanes limitan los espacios habitables y el contacto por vía terrestre con otros grupos culturales (Reyes et al. 2015). Comparaciones de datos arqueológicos, bioantropológicos y moleculares apoyan la hipótesis que considera a la costa e interior como dos áreas separadas desde el principio de sus secuencias de ocupación (Méndez y Reyes 2015; Reyes et al. 2015; De la Fuente et al. 2018; Kuzminsky et al. 2018; Méndez et al. 2018). Es por ello que, para la comprensión de las dinámicas ocupacionales en una región tan fragmentada, se precisa de un análisis de la temporalidad de estos procesos fundado en la incorporación de datos cronométricos de la mayor cantidad de zonas posibles. En este trabajo nos proponemos evaluar la desigual distribución de la señal arqueológica humana a partir de la consideración de la distribución de fechados radiocarbónicos. Estos pueden ser considerados como artefactos autodatados que permiten evaluar la magnitud de la presencia humana, en tanto la producción de material fechable puede ser comprendida como dependiente de la mayor o menor actividad de esta (Rick 1987).
Sostenemos que la distribución del registro arqueológico del archipiélago obedecería tanto a factores ambientales y geomorfológicos (Reyes et al. 2018), como también al tipo de los emplazamientos seleccionados y al uso humano del borde costero (Reyes et al. 2015; Reyes 2017). Las evidencias son limitadas en cuanto a frecuencia y se extenderían al menos desde el Holoceno medio (Porter 1993; Reyes et al. 2016), lo que permite caracterizar la zona como de ocupación marginal en términos geográficos (sensu Borrero 2004). Una ventaja de este carácter marginal es que abre la posibilidad de medir las ocupaciones humanas como pulsos en los cuales los momentos con presencia humana se alternan con períodos de vacío. Esta condición, a su vez, ofrece una alta sensibilidad de la señal arqueológica (Méndez et al. 2016), lo que propone un escenario ideal para evaluar la ocupación y desocupación de este territorio archipelágico. Creemos que la ocupación del archipiélago no se expresó uniformemente, sino que debió ser discontinua y en ningún momento intensa.
ÁREA DE ESTUDIO Y MUESTRA
El archipiélago de los Chonos está compuesto por más de 150 islas que forman una densa red de canales y fiordos de costas abruptas y estrechas (Borgel 1970; Camus 2001). Se extiende entre el sur del archipiélago de Chiloé (43°50’ S) y la península de Taitao (46°50’ S). Cubre un área de ~54.000 km2, con ~360 km de extensión norte-sur y 150 km este-oeste. Para contar con una muestra geográfica representativa de la ocupación del archipiélago y su cronología se prospectaron a la fecha un total de 567 km de borde costero efectivo, desde el borde continental a canales interiores e islas off-shore (isla Guafo), aplicando similar intensidad de trabajo arqueológico (registros, sondeos, excavaciones) y considerando sectores proporcionales con igual intensidad de cobertura (Reyes 2017).
De los 78 sitios arqueológicos identificados se fecharon 42 (material carbonizado orgánico N = 18, valvas de moluscos N = 23, restos óseos humanos N = 37, restos óseos de fauna N = 7 y una muestra de corteza de árbol trabajada, Tabla 1). Estas muestras proceden de todos los tipos de sitios descritos para el área (Reyes et al. 2015), con excepción de los corrales de pesca y las sendas históricas, que no pudieron ser fechados.
Se consideró principalmente el fechado del inicio de las bases de los depósitos (N = 24) de manera de obtener edades mínimas para geoformas costeras ocupadas (Reyes et al. 2018). Edades en distintos puntos de las secuencias estratigráficas permitieron comprender las tasas de sedimentación, así como los eventos de ocupación y abandono, y las tasas de descarte. Así, de los 24 sitios con cronología de la base, 18 incluyen dos o más fechas. De igual manera, se fecharon todos los contextos fúnebres individuales y colectivos (osarios), tanto superficiales como estratigráficos. En el último caso se intentó datar el 100% de los individuos identificados sobre la base de la cuantificación de NMI (Buikstra y Ubelaker 1994). Ello permitió comprender que, en algunos contextos, los individuos fueron depositados contemporáneamente o en un corto lapso, mientras que en otros hubo reutilización de estos con fines fúnebres con siglos de distancia. Así, los eventos individuales generaron conjuntos colectivos diacrónicos (Reyes et al. 2015; Reyes 2017).
En este trabajo también incorporamos la información cronológica poscontacto occidental (1553 DC) (De Goicueta 1879 [1557-1558]). Corresponde a sitios cholgueros o campamentos formados por las actividades artesanales e industriales extractivas de maderas, mariscos y pieles, con manifiesta intensidad entre el siglo XIX y hasta mediados del siglo XX en las costas de este archipiélago (Curry 1991; Martinic 2005). Así, de los 26 sitios arqueológicos cholgueros identificados, fechamos siete en los inicios de la formación de los depósitos, de manera de obtener edades mínimas para el origen de las ocupaciones.
MÉTODO
Los fechados radiocarbónicos –que corresponden a análisis con técnica AMS (excepto BETA 34404 – convencional) (Porter 1993)– fueron realizados en Beta Analityc Inc., Direct AMS y Center for Applied Isotope Studies de la University of Georgia. Los protocolos de procesamiento de las muestras de cada uno de los laboratorios se encuentran disponibles en línea., Para este trabajo se obtuvieron once edades, mientras que las restantes se encuentran previamente publicadas (Tabla 1).
Todas las fechas de radiocarbono (N = 86) se corrigieron calibrando a 2σ con Calib 7.0.4 (Stuiver et al. 2013) y se expresan en años antes del presente (cal. AP). Para las muestras de materiales pertenecientes a cadenas tróficas terrestres se aplicó la curva ShCal13 (Hogg et al. 2013). Un efecto reservorio local de 221 ± 40 años se aplicó para las muestras de cadenas tróficas marinas de acuerdo con los valores disponibles más cercanos (Ingram y Southon 1996). Para las muestras de valvas y vertebrados marinos se utilizó este valor al 100% con la curva Mixed Marine SoHem (Reimer et al. 2013). En el caso de los humanos –dado que el conjunto se caracteriza por una dieta eminentemente marina con una media de δ15N de 17,2‰–, se consideró un valor de 80% con la curva Mixed Marine SoHem (Barberena 2008; Reyes et al. 2019). Por su parte, para el único individuo poscontacto con una dieta mixta (δ15N de 11.3‰) se consideró un valor de 50%.
Las series de fechados radiocarbónicos expresados en sumas de probabilidades se usaron para comparar la distribución cronológica. Este es un método difundido de análisis estadístico que permite entender conjuntos de datos cronológicos y sus magnitudes a lo largo del eje temporal y, como tal, proponer hipótesis respecto de las relaciones entre el cambio del ambiente y los procesos culturales ( Gamble et al. 2004; Williams 2012). Los resultados presentan la variabilidad en cuanto a la distribución espacial y los materiales fechados. El archipiélago de los Chonos fue dividido operacionalmente en sector norte (43°50’ - 45°S) y sur (45°- 46°50’S) para discutirse en una escala regional y luego en una macroescala, comparando la ocupación humana con áreas aledañas.
RESULTADOS
De las 86 edades que componen la muestra estudiada, ocho fueron excluidas, ya sea por ser consideradas modernas o fuera del rango de calibración de ShCal13, especialmente al aplicarse el efecto reservorio. Solo se combinaron dos fechados estadísticamente indiferenciables procedentes de un mismo individuo (Benjamín 5, individuo 2: UGAMS 21454 y UGAMS 21291) ( Ward y Wilson 1978). No se discute la cronología promediando edades estadísticamente indiferenciables procedentes de un mismo sitio (e.g., osarios) pues, cuando se aplicó esta combinación –en los pocos casos que ameritaba (de manera de evitar una sobrerrepresentación)–, las curvas de distribución cronológica no mostraron ninguna variación destacable.
En primer término, el registro 14C del archipiélago de los Chonos muestra una distribución discontinua que comienza en el Holoceno medio con fechas mucho más frecuentes hacia los últimos 2000 años (Figura 2). La distribución temporal del archipiélago norte se compone de 57 edades y corresponde al 66,3% de la muestra total. Dado que el archipiélago sur incluye el restante 33,7%, es esperable que las tendencias temporales globales del archipiélago estén principalmente influenciadas por la mayor muestra del primero. Sin embargo, si bien es cierto que se observa una edad de ocupación inicial más temprana para el archipiélago norte, ~6200 cal. AP, es destacable que en el quinto milenio AP aparezcan ocupaciones en ambos sectores. Después de estos pulsos puntuales de ocupación, se observan vacíos del orden de milenios en ambas zonas. La presencia humana retorna hacia ~3400 años cal. AP en el archipiélago sur y hacia ~2500 años cal. AP en el archipiélago norte.
Para comprender posibles sesgos en la conformación de la muestra, comparamos su distribución temporal de acuerdo con los materiales fechados con el propósito de discutir su conservación diferencial (Figura 3). Mientras que los restos de material vegetal terrestre (95% carbón) se registran para todo el período en discusión, los restos de valvas de moluscos marinos y el colágeno de hueso y diente (humanos, fauna terrestre y estuarina) tienen una distribución mucho más restringida. Las valvas muestran degradación significativa en los depósitos conchíferos a cielo abierto debido a la alta precipitación y a la formación de suelos muy ácidos (podzol) que caracterizan a la región ( Holdgate 1961; Reyes et al. 2016). Este puede ser uno de los factores que inciden en que no registremos depósitos conchíferos con edades superiores a ~3100 años cal. AP, pese a haber estudiado unidades del paisaje que potencialmente los tuvieron (Reyes et al. 2018). El material óseo, especialmente los huesos humanos, se encuentra bien conservado dentro de las matrices con valvas, y particularmente dentro de las cuevas secas. Sin embargo, dado que las edades se restringen a los últimos dos milenios, no podemos descartar factores tafonómicos de destrucción que hayan operado en estos materiales. El patrón funerario tipo osario (depositación superficial y subsuperficial) contribuye a la alta representación de fechas tardías en huesos ( Reyes 2017).
La distribución general de la cronología del archipiélago de los Chonos muestra un periodo en que la señal es discontinua entre ~6200 y 2500 años cal. AP (Figura 4). Un segundo bloque corresponde a un periodo en el cual se concentra fuertemente la señal cronológica entre los ~2500 años cal. AP y su merma hacia el último siglo. En este segundo bloque observamos una marcada interrupción de la señal 14C hacia ~700 años cal. AP. Esta predata en ~200 años a la fecha propuesta para el contacto histórico de acuerdo con los documentos escritos (De Goicueta 1879 [1557-1558]). Aunque con diferencias en magnitud y extensión, esta discontinuidad se observa también en ambos sectores del archipiélago (principalmente en el norte) y en cada uno de los tipos de materiales datados, por lo que interpretamos que corresponde a una tendencia propia de la ocupación humana.
DISCUSIÓN
Periodo de ocupaciones discontinuas entre 6200 y 2500 años cal. AP
La antigüedad máxima de ocupación humana registrada en el archipiélago de los Chonos se remonta al Holoceno medio. En el sector norte, el sitio GUA-010 Terraza presenta dos edades estadísticamente diferentes (2σ), que representan eventos cronológicos independientes iniciados hacia los 6210-5990 años cal. AP (Porter 1993; Reyes et al. 2016). Este sitio está ubicado al borde de una terraza marina emergida a 5,5 m de altitud y a 50 m de la actual línea de costa (Figura 5). El depósito alterna unidades estratigráficas de arcillas y limos arenosos con la presencia de horizontes de suelo muy orgánicos (podzol altamente ácido; pH entre 2,9 y 4,5). Se recuperó exclusivamente material lítico, cuya superficie se observa afectada químicamente. La conservación de estos suelos no permitió la preservación de material faunístico, como tampoco de valvas de molusco. Los materiales líticos indican principalmente actividades de mantención y descarte de cabezales lanceolados de tamaño mediano (8 a 12 cm) y sección espesa (~1 cm). Entre las rocas usadas se registró obsidiana riolítica procedente del volcán Chaitén, distante a 150 km al noreste en el borde continental (Reyes et al. 2016; Méndez et al. 2018).
Después de un periodo de ~1000 años sin señal radiocarbónica, detectamos ocupaciones tanto en el sector norte del archipiélago –en el sitio Gran Guaiteca 2 Terraza hacia 4240-4430 cal. AP (Reyes et al. 2016)–, como en el sector sur en el sitio Isla Goñi 1 –hacia 4420-4530 cal. AP (Reyes 2017)–. Las edades muestran una distribución latitudinal de ocupaciones que incluye de forma sincrónica a los extremos del archipiélago (Reyes 2017). Estos sitios presentan características similares entre sí y también respecto de los eventos de ocupación detectados en GUA-010 Terraza. Los sitios de esta antigüedad no presentan ocupaciones posteriores superpuestas. Todos ellos fueron localizados en emplazamientos que sufrieron profundos cambios geomorfológicos en relación con la posición de las líneas costeras (Reyes et al. 2016, 2018). Es así como registramos solevantamiento y alejamiento de la línea litoral actual en el caso de los sitios del sector norte (GUA-010 Terraza y Gran Guaiteca 2 Terraza), y hundimiento y destrucción en el sector sur del archipiélago (Isla Goñi 1, Figura 5) (Reyes 2017). Las áreas de los sitios intervenidas representan sectores de actividades específicas; sin embargo, no descartamos otras actividades que puedan estar igualmente encubiertas y/o destruidas. Ninguno de los sitios registra evidencia arqueofaunística, y en ambos casos, los materiales líticos fueron recuperados dentro del podzol. El conjunto artefactual de Isla Goñi 1 permitió inferir actividades como la pesca, trabajo sobre madera y caza (pesas de red, hachas líticas y cabezales líticos lanceolados). Observamos también evidencias de la mantención de instrumentos y el uso de obsidiana riolítica de la fuente del volcán Chaitén. La ubicación de estos sitios indica un rango mayor de dispersión desde la fuente de origen (>350 km) hacia el quinto milenio AP. Estas evidencias señalan un uso pleno de la tecnología de navegación, la que habría facilitado el transporte de volúmenes mayores de obsidiana, como lo sugieren las evidencias de lascas con corteza en el sitio Isla Goñi 1 (Reyes 2017).
Posteriormente a una discontinuidad en la señal radiocarbónica de ~750 años se manifiestan las primeras ocupaciones que incluyeron depósitos de valvas de moluscos hacia los ~3500 años cal. AP. Destacan sitios como Posa las Conchillas y Canal Darwin 2, en el sector sur del archipiélago. A diferencia de los milenios anteriores, se observa un uso reiterado de las localidades a partir de la superposición de eventos de ocupación, incluso con depósitos de hasta 8 m de espesor (Reyes et al. 2015). Las valvas se constituyen como una de las partículas sedimentarias antropogénicas más relevantes en la conformación de estos depósitos ( Stein 1992). En estos concheros se registran fogones, espacios de descarte de basura, talla lítica e inhumaciones, que representan diversas actividades propias de los campamentos formados por estos grupos canoeros.
Periodo de ocupaciones semicontinuas: 2500 años cal. AP al presente
A partir de los 2500 años cal. AP se inicia una señal radiocarbónica semicontinua en el archipiélago de los Chonos. Muestra su punto máximo hacia los ~1300 años cal. AP y luego una merma notoria hacia los 700 años cal. AP. Ambos sectores del archipiélago se comportan de forma común. Un segundo punto máximo relevante –que solo se observó en el sector norte– ocurre hacia los ~300 años cal. AP, el que coincide plenamente con el contacto europeo. Durante este bloque temporal registramos un aumento de los eventos de ocupación relacionados con una mayor cantidad y diversidad de los sitios (avistaderos, concheros a cielo abierto y bajo reparo, osarios). Una importante cantidad de dispersiones superficiales de material lítico en el intermareal posiblemente se hayan producido durante este intervalo, en vista de su asociación espacial con contextos fechados (Reyes et al. 2007, 2016). Una situación análoga podría sugerirse para los corrales de pesca registrados (Reyes et al. 2015).
El patrón de emplazamiento de las localidades ocupadas fue eminentemente de borde costero, con reocupaciones en los mismos lugares, que dieron origen a grandes montículos concheros. Al igual que en el periodo anterior, los cambios geomorfológicos permanentes de esta zona fueron constatados en todo el archipiélago, donde el hundimiento tectónico provocó la erosión de los perfiles expuestos a las mareas y la consecuente dispersión del material lítico y bioantropológico en el área intermareal (Reyes et al. 2018). Además, se ocuparon otros lugares –como reparos rocosos–, cuya locación no excede los 50 metros de distancia de la costa actual. Estos sitios, aun estando disponibles, no fueron ocupados en momentos anteriores. En islas off-shore como Guafo, no registramos evidencia de ocupaciones prehistóricas (Reyes 2017), lo que nos señala hasta ahora que la exploración y ocupación del archipiélago no fue total. Por otro lado, reparos rocosos, como Alero Low e Isla Benjamín 1, fueron empleados inicialmente para actividades domésticas y, hacia los últimos momentos de su ocupación, se registró un cambio de función del sitio hacia fines fúnebres. Los conjuntos artefactuales asociados a los sitios de este periodo muestran una prevalencia del uso de recursos líticos locales procurados en el entorno y combinados con obsidiana del volcán Chaitén. Esto reafirma una continuidad del uso de este recurso clave a lo largo de toda la secuencia de ocupación del archipiélago. Por su parte, los conjuntos faunísticos de los concheros muestran una prevalencia de la explotación de recursos malacológicos complementados con aves marinas, peces, mamíferos ribereños y, en mucha menor medida, mamíferos marinos y terrestres. Esta selectividad se encuentra en sintonía con los valores de δ13C y δ15N obtenidos de los restos humanos recuperados del archipiélago (Reyes et al. 2019).
El aspecto más notable dentro de este bloque temporal es la gran profusión de restos humanos, cuenta que asciende a 203 individuos en el archipiélago (Reyes 2017). La evidencia bioantropológica más temprana en un osario bajo reparo rocoso corresponde al individuo 2 de Isla Victoria 2 (1710-1910 años cal. AP). Por su parte, la edad más temprana de una inhumación en conchero corresponde a un individuo recuperado del intermareal de Isla Acuao 1 (960-1170 años cal. AP). Los osarios muestran tanto contextos donde múltiples individuos fueron depositados de manera sincrónica (edades estadísticamente indiferenciables que conforman un único evento ocupacional: Estero Sur e Isla Benjamín 1), como osarios formados por la reiteración de eventos distanciados en el tiempo (Alero Low, Isla Ipún 1, Osario Melimoyu, Isla Yalac 1, Isla Victoria 2) (Figura 5). También se detectaron dos casos de osarios donde se combinaron eventos sincrónicos y diacrónicos (Isla Benjamín 5 e Isla Elena 1). Junto con los osarios, restos humanos fueron recuperados de la intervención de nueve concheros. Los restos frecuentemente se observan en perfiles erosionados o desperdigados en el intermareal. Ahora, la mayor visibilidad de los osarios en cuevas sesga la muestra en favor de este tipo de conjuntos.
Respecto de la distribución cronológica de este periodo, llaman especialmente la atención los comportamientos que ocurrieron en momentos previos y posteriores al contacto europeo. Estas tendencias deben ser consideradas preliminares en tanto los ajustes de efecto reservorio local no existan. Los grupos humanos que habitaban el archipiélago sufrieron un proceso de desmantelamiento cultural acelerado en menos de 200 años ( Fitz-Roy 1839; Urbina 1988; Urbina 2016). Observamos una notoria baja en la curva previo al contacto europeo (~700 años cal. AP) y posteriormente un repunte en tiempos poscontacto (peak: ~300 años cal. AP). Las razones para la marcada merma aún son desconocidas; sin embargo, variables tafonómicas (e.g., destrucción de sitios por cambios geomorfológicos) y el diseño de búsqueda no explican completamente esta dinámica en el registro (Reyes et al. 2015, 2018). Se ha postulado un descenso en la demografía como resultado de la expansión de las poblaciones agricultoras del norte, que provocaron el inicio de una crisis adaptativa anterior al contacto local con los europeos (1553 DC) ( Aspillaga et al. 2006). Por su parte, no obstante la ocupación europea involucró traslados forzados (e.g., misiones, encomiendas) fuera del archipiélago, el aumento de eventos cronológicos poscontacto pudo deberse a que algunos grupos canoeros se adecuaron a las nuevas condiciones de relaciones interétnicas y comerciales que estimularon las visitas a esta área (Urbina et al. 2019). Esta mayor presencia pudo incidir en el incremento de señal radiocarbónica poscontacto.
En forma posterior al siglo XIX, los cambios en las relaciones comerciales involucraron nuevos tipos de ocupaciones del archipiélago. Los cholgueros como manifestación arqueológica más visible corresponden a grandes acumulaciones, principalmente de Mytilus, formadas por las ocupaciones estacionales, recurrentes y con fines comerciales de pescadores, peleteros y hacheros. A partir de estos registramos materialmente la intensificación en la obtención de recursos marinos específicos y a escala comercial (Martinic 2005). Estas ocupaciones, aun cuando fueron fechadas, no se representan en la curva radiocarbónica puesto que resultaron modernas o fuera del límite de calibración. Sin embargo, la profusión y magnitud de este tipo de sitios muestran una intensidad de uso sin precedentes en esta área insular.
Comparaciones regionales
Lo observado en el archipiélago de los Chonos durante el Holoceno medio contrasta con las evidencias reportadas para el extremo septentrional de los canales de Patagonia (~41- 43°S), donde los sitios arqueológicos ubicados en el seno de Reloncaví (i.e., Piedra Azul, Centro Acuicultura Metri) y en la isla de Chiloé (i.e., Puente Quilo, Chepu, Yaldad 2) evidencian cronologías levemente más antiguas, con reiteración en el uso de los espacios, que incluyen ocupaciones más tardías con la presencia de cerámica ( Rivas et al. 1999; Gaete et al. 2004; Ocampo y Rivas 2004; Legoupil 2005; Rivas y Ocampo 2006; Flores et al. 2010; Flores y Correa 2011). La situación particular del archipiélago de los Chonos sugiere un periodo exploratorio inicial con una ocupación más efímera y discontinua, de acuerdo con la cual los emplazamientos más antiguos no volvieron a ser frecuentados (Reyes 2017).
El registro arqueológico durante el Holoceno tardío en el seno de Reloncaví y Chiloé, en tanto, se caracteriza por una mayor diversidad en cuanto a los depósitos y tipos de registro (Flores et al. 2010). Entre las evidencias se incluyen grandes concheros monticulares multicomponentes, depósitos efímeros con materiales cerámicos, pinturas rupestres y grabados en cuevas, sitios funerarios, además de corrales de pesca (Munita et al. 2005, 2011; Aspillaga et al. 2006; Labarca et al. 2016). Aunque en el archipiélago de los Chonos aumentan la diversidad y densidad del registro arqueológico, este no refleja toda la variabilidad de ocupaciones de más al norte, sino solamente algunas de ellas (Reyes et al. 2015). Sin embargo, en coherencia con los conjuntos de fechados 14C cuantificados para regiones aledañas y para Patagonia en general, se registra una tendencia hacia el incremento de la señal cronológica humana, lo que en conjunto ha sido postulado como un aumento demográfico (Pérez et al. 2016).
A nivel de macroescala espacial, al contemplar toda el área de los canales occidentales de Patagonia y del archipiélago fueguino, observamos que la mayor antigüedad de ocupación registrada hasta ahora en el archipiélago de los Chonos es más reciente que las detectadas en las áreas litorales más septentrionales y meridionales (Orquera et al. 2011). No obstante, la sincronía del surgimiento de la navegación durante el sexto milenio y el modo de vida canoero en varias regiones de la Patagonia occidental y Tierra del Fuego indica que este proceso ocurrió en un corto periodo de tiempo y tuvo una amplia dispersión geográfica (Orquera y Piana 2006; Orquera et al. 2011). La información recabada aún no permite sugerir direccionalidad en la propagación de este fenómeno. Sin embargo, la discontinuidad en el proceso puede ser entendida de modo preliminar como una característica propia de lo ocurrido en este espacio, a diferencia de zonas donde el registro arqueológico aparece representado de forma más reiterada una vez iniciadas la colonización y ocupación humanas.
CONCLUSIONES
La recopilación de fechados radiocarbónicos producidos por la investigación continua de más de una década en el archipiélago de los Chonos permite evaluar los pulsos de las ocupaciones humanas que lo habitaron durante el Holoceno. Las tendencias generales observadas tuvieron un similar comportamiento al analizar comparativamente la muestra entre los sectores norte y sur; como entre distintos materiales fechados (i.e., colágeno de hueso, material carbonizado vegetal y valvas). Ello sugiere que no hubo un sesgo influenciado por los conjuntos numéricamente más relevantes, como el de los restos producto del registro de osarios. Esto apunta a que la distribución es representativa de las tendencias temporales del archipiélago.
La distribución temporal de ocupaciones en el área de estudio entre los 6200 y 2500 años cal. AP se caracteriza por la discontinuidad general del registro arqueológico. El registro generado por los grupos cazadores recolectores marinos muestra una intensidad de ocupación significativamente baja, con grandes hiatos de desocupación a escala de milenios. Desde los 2500 años cal. AP en adelante, los sitios se distribuyen de manera más uniforme, y cubren latitudinalmente desde la costa continental hasta el borde del Pacífico, exceptuando islas off-shore como Guafo. Una mayor variabilidad, que incluye campamentos concheros, incrementó la visibilidad arqueológica asociada a la redundancia en el uso de algunas locaciones. Después de un máximo en la distribución temporal hacia los 1300 años cal. AP, la señal cronológica cae dramáticamente hasta sus niveles más bajos. De manera preliminar, inferimos una discontinuidad en el uso del archipiélago entre los 800 y 650 años cal. AP. El contacto europeo local hacia 1553 DC no coincide con esta caída dramática, sino que después de los primeros encuentros documentados, el área muestra el segundo aumento en los datos de radiocarbono. Aunque consideramos que los datos son preliminares, las reconfiguraciones en el uso del espacio producto de la conquista europea pueden explicarse por movimientos poblacionales y cambios en las relaciones productivas.
En el contexto del desarrollo cultural de los grupos canoeros en Patagonia septentrional, el archipiélago de los Chonos representa una extensa zona insular cuyas visitas y ocupaciones fueron muy poco frecuentes prácticamente a lo largo de toda su secuencia. Esta representa una zona altamente sensible a las influencias de los cambios externos visibles a partir del registro de radiocarbono. Es por ello que constituye un caso de estudio para comprender las dinámicas poblacionales en ambientes insulares marginalmente ocupados.