INTRODUCCIÓN
El uso de conchas de moluscos como materias primas para la producción de cuentas y adornos corporales es una práctica extendida en todo el mundo (Claassen, 1998) y sobre la que existe una vasta literatura. Su utilización en el tiempo puede rastrearse a 75.000 años de antigüedad en Sudáfrica (Cueva de Blombos) (Henshilwood et al., 2004) y a más de 100.000 años en Skhul en Asia occidental (Vanhaeren et al., 2006), donde fueron halladas cuentas confeccionadas con gasterópodos marinos del género Nassarius.
Para la provincia de Córdoba (Argentina), la presencia de moluscos ha sido reportada desde los inicios de las investigaciones arqueológicas. Así, diversos autores, como Outes (1911), Frenguelli (1924), Castellanos (1933), González (1943), Serrano (1945), Nimo (1946), Menghin y González (1954) y más tarde, Berberián (1984), entre otros, los mencionan como parte de los hallazgos. Algunos autores citan especies locales, como el caracol terrestre Megalobulimus (como Borus oblongus) utilizado en la confección de cuentas (Outes, 1911; Frenguelli, 1924; Serrano, 1945; Menghin y González, 1954). Pero además, en estos primeros trabajos también hubo interés por destacar la presencia de moluscos marinos, dado su origen foráneo, descriptos primeramente por Castellanos (1933), González (1943) y Nimo (1946), y más tarde por Martínez Soler (1958-1959, 1964) que centra el foco de atención en el vínculo entre moluscos y los desplazamientos humanos. Con relación a la antigüedad en el ámbito de las Sierras Centrales, González (1960) menciona la presencia de cuentas confeccionadas con moluscos para el Holoceno temprano en el sitio Intihuasi (San Luis), y para el Holoceno medio-tardío en Ongamira (Córdoba). Más recientemente, Rivero (2015) también se refiere a un adorno colgante que procede de un contexto de ca. 3000 años AP en Pampa de Achala, confeccionado a partir de una especie no local.
En las últimas dos décadas, hubo una revalorización de la arqueomalacología como disciplina, impulsada en parte por el interés en los moluscos como bienes de intercambio (Trubitt, 2003; Lagiglia, 2009; Soto, 2019) y por la incorporación de nuevas técnicas y metodologías que permiten mayores precisiones cronológicas y obtención de datos de objetos formatizados. Para Argentina, los registros más antiguos son del noroeste y provienen de contextos de cazadores-recolectores tempranos (Gordillo y Aschero, 2020), aunque su uso ha sido mencionado por diversos autores, en todo el territorio argentino (ver ejemplos en Hammond y Zubimendi, 2015; y Gordillo, Gascue y Pastor, 2019). En la provincia de Córdoba, los trabajos de índole arqueomalacológica son de la última década y, sobre casos particulares, abordan diferentes ejes temáticos, como la identidad taxonómica de los materiales (Izeta et al., 2014; Gordillo et al., 2015), aspectos cronológicos y paleoambientales (Fabra, Gordillo y Piovano, 2012; Yanes et al., 2014; Boretto et al., 2015b), análisis microestructural de las materias primas (Fabra y Gordillo, 2015; Boretto et al., 2015a; Boretto et al., 2018), análisis morfológicos y funcionales de las piezas (Pastor, Gordillo y Tissera, 2017; Gordillo y Fabra 2018; Gordillo, 2021) y análisis de roturas para interpretar un posible locus de producción de cuentas (Tissera et al., 2019).
En este escenario, surge la necesidad a nivel regional de contar con un marco de referencia actualizado sobre los materiales malacológicos procedentes de contextos arqueológicos que actualmente integran diferentes colecciones; ya que estas materialidades pueden brindar datos relevantes vinculados a la producción y caracterización de artefactos, a pesar de las limitaciones que pudieran tener en relación con los contextos y cronologías (Pérez de Micou, 1988; Estévez y Vila-Mitjà, 2006; Bonomo, Capdepont y Matarrese, 2009; Buc y Coronel, 2013; Basile y Ratto, 2016; Leonardt, 2016; Zilio, Buus y Hammond, 2018; Alberti, 2019). Además, en la provincia de Córdoba hay un gran interés social por estas materialidades, y más allá de las limitaciones de estas colecciones –dadas por las recolecciones superficiales, selectivas o de excavaciones asistemáticas–, representan un gran potencial de información que debe ser sistematizado e incorporado como fuente de conocimiento científico y, a partir de allí, adecuarla como insumo educativo y para su revalorización por parte de las propias comunidades locales.
Así, con el análisis de las especies de moluscos y la variabilidad tecnomorfológica de los artefactos se pretende aportar datos sobre un aspecto particular de la cultura material utilizada por las poblaciones que habitaban en el territorio de la actual provincia de Córdoba durante el Holoceno tardío.
METODOLOGÍA
El material malacológico considerado en este trabajo se compone de 1944 elementos e incluye ejemplares enteros, sectores de un ejemplar y fragmentos formatizados. Fue revisado entre los años 2012 y 2019 y forma parte de las colecciones de 17 museos emplazados en la provincia de Córdoba (ver menciones en Agradecimientos).
Para determinar la procedencia de los elementos estudiados se tuvieron en cuenta los datos disponibles en los distintos museos, los que resultaron muy variables en cuanto a su precisión. Por lo tanto, a los fines de este trabajo, y para homologar esta información, se tomó como referencia de ubicación el trabajo de Cattáneo, Izeta y Costa (2015), que sistematiza los sitios arqueológicos de la provincia, que adscriben su cronología general, hasta el momento, al Holoceno tardío, que inicia a escala global ca. 4200 años AP (Walker et al., 2019). En la Figura 1 se indican las regiones o áreas de procedencia mencionadas en el texto.
Respecto de la terminología utilizada, artefacto malacológico se refiere a aquel resto que evidencia a ojo desnudo algún tipo de manufactura o huellas de uso. Morfoespecie se aplica a la aproximación morfológica de los restos preservados a una identidad taxonómica de referencia. Otros términos, correspondientes a partes estructurales o rasgos morfológicos de la concha de un gasterópodo fueron señalados en la Figura 2. Al respecto, se menciona que peristoma es el reborde o engrosamiento externo alrededor de la abertura de la concha presente en algunos gasterópodos, como en el género Megalobulimus, que sirve como un elemento diagnóstico.
En relación con la identificación o aproximación sistemática de las especies analizadas, se utilizaron diversos trabajos de referencia, como Camacho (1966), Ríos (1994), Osorio (2002), Pizá, Ghezzi y Cazzaniga (2006), Gordillo (2010, 2018), Beltramino (2014), Boretto et al. (2015a, 2018), y Petuch y Berschauer (2017), entre otros.
Para la caracterización morfológica de las piezas, las principales variables consideradas fueron el tamaño, la forma y la presencia de perforaciones o aberturas, siguiendo como referencia trabajos previos (Gordillo y Fabra, 2014, 2018; Ibáñez et al., 2018; Gordillo y Aschero 2020).
Para medir cada elemento se utilizó un calibre digital, con el que se tomó la medida mayor de la pieza. Para este atributo, las piezas se agruparon en chicas (menores a un centímetro), medianas (entre uno y tres centímetros) y grandes (mayores a tres centímetros). Para caracterizar la forma, se las discriminó en tres categorías: artefactos enteros, que mantienen la forma original de la especie usada como materia prima (Figura 3a); artefactos de sección, cuando representan un sector importante de un ejemplar entero (Figura 3b-c); y fragmentos, que agrupa aquellos artefactos confeccionados a partir de pequeñas partes de un ejemplar entero (Figura 3d-ñ). A su vez, estos fueron discriminados en subtipos, según el contorno, y pueden ser redondeados (discoidal, circular, subcircular u oval), rectangulares (subrectangulares), cuadrangulares (subcuadrangulares), triangulares, tubulares, o irregulares.
Entre estos elementos hay artefactos a partir de Megalobulimus que mantienen como parte del diseño el reborde o peristoma (Figura 3b, c, h, i, k y l) y, dada su importancia como elemento diagnóstico y como parte de un atributo visual, esta tipología se analizó, además, separadamente.
Para cada elemento se determinó la presencia de perforaciones o aberturas, indicadores de su funcionalidad como cuenta o adorno corporal. También se consideró el número de perforaciones por pieza y la posición (central/subcentral o periférica).
Otros elementos considerados como parte de los atributos visuales del diseño fueron algunas características del contorno, como bordes pulidos (Figura 3e), no pulidos (Figura 3g) o festoneados (Figura 3ñ); de la superficie, como ornamentación visible (Figura 3d) o no (Figura 3e); y presencia de vestigios de pigmentos ocres.
Se realizaron observaciones macroscópicas tendientes a captar rastros de técnicas de manufactura de los artefactos, siguiendo la nomenclatura propuesta por Suárez (1981), que subdivide en técnicas de manufactura y de acabado, y tomando otros autores como referencia (Velázquez Castro, 2012; Leonardt, 2014; Tatá et al., 2014). Sin embargo, y dado que la información fue tomada dentro de las instalaciones de los diferentes museos, no se hicieron análisis microscópicos complementarios para precisar las técnicas utilizadas.
Finalmente, para evaluar diferencias y similitudes entre las regiones serrana y extraserrana, se compararon los artefactos provenientes de las dos mejor representadas (Punilla y Ctalamochita).
RESULTADOS
Materias primas e identidad taxonómica
En el material revisado se ha reconocido la utilización de especies autóctonas y foráneas (Tabla 1). Entre las primeras se identificaron tres gasterópodos terrestres: Megalobulimus lorentzianus (Figura 4a) –ampliamente utilizado–, y otras dos especies Austroborus cordillerae (Figura 4b) y Plagiodontes daedaleus (Figura 4c), que aparecen solo en el área serrana y en pequeña proporción. Respecto de Megalobulimus lorentzianus, al menos el 26,2% de los artefactos corresponden a esta morfoespecie. De ellos, 279 se reconocen por la presencia de peristoma, y otros 230 por la escultura de una de las superficies que coincide con la ornamentación de Megalobulimus.
Entre los bivalvos de agua dulce se reconoció a ojo desnudo en el material formatizado la presencia de almejas náyades, aunque no fue posible discernir entre las especies, salvo a partir de dos ejemplares enteros que permitieron identificar Anodontites trapezialis (Figura 4d) y Diplodon parallelopipedon (Figura 4e), características de la cuenca del Paraná y ríos tributarios. Finalmente, entre las especies marinas, que representaron el 7,8% del total, se destaca por su abundancia Urosalpinx haneti (Figura 4f), especie del Atlántico, y se menciona la presencia de Felicioliva peruviana (Figura 4g), del Pacífico.
Caracterización tecnomorfológica
Según el tamaño, los objetos resultaron el 62,3% (n = 1211) chicos, el 20,7 % (n = 403), grandes; y el 17 % (n = 330), medianos. Con relación a la forma, el 77,2% (n = 1500) tiene contorno redondeado; y el 22,8% restante (n = 444) incluye artefactos tridimensionales a partir de ejemplares enteros (8,8%), o de grandes sectores de un individuo (11%), y artefactos a partir de fragmentos con contornos rectangulares/cuadrangulares (1,8%) o variables (1,2%). Del total de piezas analizadas, el 99,6% (n =1936) presenta perforaciones (90,6%) o aberturas (9%).
Los artefactos elaborados a partir de exoesqueletos enteros corresponden principalmente a especies marinas a las cuales les falta el ápice o la espira, y en ocasiones también presentan un orificio en la última vuelta. También hay artefactos enteros y perforados a partir de gasterópodos terrestres como Plagiodontes.
Respecto de las técnicas de manufactura (salvo los ejemplares enteros), son piezas primeramente fracturadas a las que se aplicó presión o percusión. La mayoría de las que cuentan con orificios presenta una única perforación (n = 1758), aunque hubo cuatro con dos perforaciones.
También se observaron perforaciones cónicas y bicónicas con signos de desgaste rotativo, aplicado sobre uno de los lados, o sobre ambos, respectivamente. En otros casos, los orificios fueron irregulares, lo que pudo haberse conseguido presionando con un objeto puntiagudo. Respecto de su posición, los orificios fueron mayoritariamente centrales y subcentrales y, en menor proporción, en posición periférica.
Como parte de las técnicas de acabado, hubo piezas con contornos pulidos, otras con bordes recortados y un pequeño número de cuentas con esgrafiado como parte de la decoración, mediante el cual se logró un contorno con motivos geométricos.
Además, se observaron cuentas pulidas en una o ambas superficies, en diferente grado. Un único elemento presentaba una perforación incompleta, que sugiere un paso previo al producto final en la cadena operativa. Dos piezas presentaron incisiones transversales, y una única pieza presentaba en la superficie externa motivos geométricos, logrados con un conjunto de incisiones, probablemente realizadas con un punzón.
Entre las piezas elaboradas a partir de Megalobulimus (Figura 5), un subtipo corresponde a “cuentas con peristoma” (n = 279) (Figura 5a-f). Entre ellas, el 73,1% (n = 204) son piezas grandes y curvas (Figura 5a) que en su mayoría presentan vestigios de pigmentos ocres, algo que también fue observado en las elaboradas a partir de Urosalpinx.
Además, entre las cuentas con peristoma, el 3,2% (n = 9) son anulares (Figura 5b); el 13,3% (n = 37), rectangulares/cuadrangulares (Figura 5c-d); el 8,2% (n= 23), con contorno redondeado (Figura 5e); y el 2,2% (n= 6) restante, variable (Figura 5f).
En tanto, entre las cuentas confeccionadas con Megalobulimus que no preservan el peristoma (Figura 5g-j), hay cuatro cuentas tubulares (Figura 5g), y entre las redondeadas hay cuentas perforadas con contornos lisos (Figura 5h-j) o festoneados (Figura 5k), y con dos perforaciones (Figura 5l).
Finalmente, al comparar las áreas serrana y extraserrana, se obtuvo que el 61,8% (n = 1202) del material procede del área extraserrana, principalmente de la región de Ctalamochita, mientras que el 38,2% (n = 742) restante proviene de la zona serrana, principalmente de Punilla (28%). Al comparar los principales rasgos tipológicos según esta procedencia, se observó que en Ctalamochita hubo mayor proporción de artefactos chicos, mientras que en Punilla hubo mayor variedad tipológica, sin predominio de un tamaño.
DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES
Los artefactos analizados en este trabajo fueron interpretados como cuentas o adornos corporales, utilizados por personas en vida o como objetos funerarios; y que, como menciona Serrano (1945), podrían haber estado entretejidos como parte de las vestimentas y/o como pendientes, collares o brazaletes.
Con relación a las materias primas, se destaca el uso de la morfoespecie localMegalobulimus (Figura 5). El 25% de los artefactos identificados se confeccionaron con este gasterópodo, y si a ello se suman elementos no asignados con certeza dado su grado de formatización –pero que, por las características ornamentales visibles a ojo desnudo, podrían serlo–, este porcentaje asciende al 70%. Al respecto, una técnica no destructiva que en el futuro podría aportar mayor precisión en la identificación taxonómica de restos malacológicos formatizados es la espectroscopía FT-IR, aplicada dentro de la provincia en dos ocasiones (Boretto et al., 2018; Gordillo y Fabra, 2018).
Acerca de la morfoespecie Megalobulimus y para comprender la factibilidad de su uso como materia prima, es importante mencionar que la especie local Megalobulimus lorentzianus (Doering), está en la actualidad ampliamente dispersa en la provincia de Córdoba (Gordillo, 2018). Sin embargo, en el pasado habría tenido una distribución más restringida, acotada al norte de la provincia. Serrano (1945), por ejemplo, señala que este caracol no es propio de Punilla, y tampoco se conocen registros paleontológicos para la región de Ctalamochita. Como fósil cuenta con dataciones de 14C para el noroeste de Córdoba, que le otorgan una edad aproximada de 6500 años AP (Gordillo y Boretto, 2020). Por lo tanto, es altamente probable que la especie haya sido trasladada como materia prima a otras regiones dentro del territorio provincial, como a Ctalamochita y Punilla, donde se registraron la mayor cantidad de artefactos malacológicos. En un trabajo reciente, Tissera et al. (2019), a partir del análisis de fragmentos de Megalobulimus, proponen la existencia de un locus de producción de cuentas en el noroeste de Córdoba. Pero además, el hallazgo de restos de esta especie y de fragmentos cortados intencionalmente tanto en el área de Mar Chiquita (Aparicio, 1942), como en Ongamira (Menghin y González, 1954), además de otras menciones para Punilla (Serrano, 1945), sugiere que los adornos también habrían sido confeccionados localmente en diferentes regiones.
Las otras dos especies terrestres que aparecen registradas en baja proporción, Plagiodontes daedaleus y Austroborus cordillerae, se corresponden con ejemplares enteros, la mayoría perforados, y que se recuperaron en la región serrana, en coincidencia o proximidad a sus respectivas áreas de distribución en vida (Pizá et al., 2006; Gordillo et al., 2015).
En cuanto a las especies de agua dulce, hubo una pequeña proporción de cuentas con rasgos morfológicos como la iridiscencia, que coincide con almejas náyades que habitan principalmente la cuenca del Río de la Plata y ríos tributarios (Gordillo, 2010), y que fueron halladas principalmente en la región de Mar Chiquita, aunque también están presentes en el área serrana o intermontana. Las dos especies identificadas, Anodontites trapezialis y Diplodon parallelopipedon, ya fueron mencionadas en trabajos previos (Fabra et al., 2012; Fabra y Gordillo, 2015), y son unos de los pocos artefactos que no constituyen adornos corporales, interpretado como una ofrenda en el primer caso, dado que el objeto fue hallado junto a restos óseos femeninos (Fabra et al., 2012), y una raedera en el segundo caso, hallada en contexto superficial (Fabra y Gordillo, 2015).
Finalmente, respecto del uso de especies marinas, el principal taxón fue Urosalpinx haneti, que proviene del Atlántico, y se destaca además Felicioliva peruviana por su procedencia del Pacífico, aunque presente en muy baja proporción. La presencia y recurrencia de Urosalpinx en ámbitos funerarios (Castellanos, 1933; González, 1943; Nimo, 1946) sugiere que este tipo de elementos habría tenido una connotación simbólica en estos contextos. En un trabajo reciente (Gordillo, 2021) se analiza el componente de origen marino con mayor detalle, y se discute la procedencia de las materias primas y áreas de distribución en relación con la movilidad y redes de circulación.
Respecto de las características visuales de los diseños de las cuentas y adornos, hay un predominio de elementos discoidales con una perforación central. Pero además, se reconoce un carácter identitario dado por la utilización de Megalobulimus en gran proporción y, dentro de esta morfoespecie, la presencia de un subtipo de artefactos con peristoma. En base a estos resultados, se interpreta que hubo una intencionalidad en el uso de esta especie, probablemente por su disponibilidad en el medio y sus características físicas (e.g., consistencia, maleabilidad, tamaño, coloración). En relación con esta última cualidad, un atributo que presentan los artefactos con peristoma es un contraste en la coloración de las piezas, dado por el peristoma rojo y el sector contiguo blanquecino de concha calcárea, ya mencionado en trabajos previos (Gordillo y Fabra, 2014; Pastor et al., 2017), y que habría sido también motivo de interés en la confección de cuentas y adornos. Este tipo de diseño se inicia en los cazadores tempranos del noroeste argentino y se extiende hasta el Holoceno tardío, con amplia distribución a todo lo largo del territorio argentino y también en el período Formativo en el norte de Chile (Gordillo y Aschero, 2020).
Otra característica que presentan algunos artefactos –concretamente, las cuentas grandes con peristoma confeccionadas a partir de Megalobulimus– es el agregado de pigmentos ocres. Sobre su composición, resulta de interés mencionar que un análisis preliminar del pigmento recuperado en una cuenta procedente de la región de Punilla, y realizado en base a la técnica de espectroscopía dispersiva de energía (F. Colombo, comunicación personal, 2017), sugiere que la mezcla pigmentaria estaría formada por minerales de hierro y sustancias orgánicas que podrían ser hueso molido.
Esta tipología de cuentas grandes con peristoma y con pigmentos ocres está limitada a pocos hallazgos, pero tiene amplia distribución en la provincia. Uno de ellos fue analizado en detalle en un trabajo previo (Pastor et al., 2017) y corresponde a un conjunto de 97 elementos del sitio San Roque, en Punilla, y que dio una edad de ca. 3900 años AP. En base a este contexto y datación, y otros hallazgos en estudio, con la misma antigüedad (Colombo et al., 2020), y que vinculan este tipo de diseño a restos óseos o espacios funerarios, es factible que esta tipología sea de mayor antigüedad que el resto, ya que se ubicaría a los inicios del Holoceno tardío y en asociación a contextos mortuorios.
Otra tipología de interés incluida en el material en este trabajo son cuatro piezas tubulares confeccionadas a partir de la zona umbilical y base columelar de Megalobulimus, halladas en el área extraserrana, que fueron analizadas en detalle por Gordillo y Fabra (2018), y comparadas por su semejanza con material de Inca Cueva, Jujuy (Gordillo y Aschero, 2020), lo que también indicaría un diseño que tendría un antecedente en los cazadores-recolectores tempranos del noroeste argentino.
En relación con las técnicas de manufactura y acabado, es probable que se hayan aplicado las mismas que en otros contextos o regiones, y que incluyen percusión, abrasión, desgaste, pulido y esgrafiado. Al respecto, estudios complementarios de arqueología experimental, actualmente en una etapa inicial, y análisis microscópicos de las piezas proveerán mayores precisiones sobre los aspectos tecnológicos (huellas, técnicas y cadenas operativas).
En cuanto a las áreas de procedencia de los artefactos dentro de la provincia, estos hallazgos tienen coherencia en su distribución con la mayor concentración humana en la región de Punilla y en el valle de Ctalamochita, según el relevamiento de sitios arqueológicos de Cattáneo et al. (2015). También aparecen, en menor cantidad y esparcidos, en otros sectores del área serrana y extraserrana, como por ejemplo en Traslasierra y Mar Chiquita, entre otros. Al comparar las dos regiones con mayor presencia de artefactos (Punilla y Ctalamochita), se observaron algunas diferencias que podrían indicar variaciones en los tamaños y diseños, lo que probablemente obedezca a caracteres identitarios locales.
Finalmente, al incorporar la escala temporal en el contexto de las Sierras Centrales de Argentina, es factible afirmar que los cazadores tempranos (Holoceno temprano) de esta región ya mostraban interés por los adornos perforados, tal como menciona González (1960) en referencia a Intihuasi (en San Luis).
Para la provincia de Córdoba, los objetos de concha de Ongamira descriptos por Menghin y González (1954) son los únicos que se analizaron en una secuencia temporal, y que se corresponderían al Holoceno medio/tardío. Al respecto, estos autores mencionan para el horizonte más antiguo un único ejemplar perforado, ovoide, de extraordinario brillo nacarado, lo que evidencia que se trata de una pieza no local; mientras que, para el horizonte más reciente, describen la presencia de una gran variedad de objetos perforados, algunos con peristoma, y dada la presencia de muchos fragmentos grandes de Megalobulimus, atribuyen que esta fue la principal fuente de materia prima para los adornos. El elemento del horizonte más antiguo de Ongamira podría incluso compararse con el adorno descripto por Rivero (2015), dado que ambos son nacarados, perforados, y fueron elaborados con materia prima foránea a los respectivos sitios de hallazgo.
Sin embargo, para la región de las Sierras Centrales de Argentina no hay suficiente información cronológica sobre la presencia de adornos colgantes para el Holoceno temprano y medio. Además, para la provincia de Córdoba hay pocos datos de moluscos contextualizados para el Holoceno tardío que permitan vincular de manera precisa la variación de estas materialidades, ya sea de materia prima, de diseños, de funcionalidad y de contexto, en asociación a los cambios sociales que tuvieron lugar en todo el período de ocupación, que se extiende a miles de años.
Por ahora, la información disponible indicaría que, hacia el Holoceno tardío inicial, Megalobulimus, con una tipología particular (cuentas grandes con peristoma, con agregado de pigmentos ocres), habría constituido un elemento multisensorial, de carácter simbólico, utilizado en espacios restringidos o contextos funerarios y en diferentes regiones del actual territorio de la provincia de Córdoba, que incluyen la zona serrana y extraserrana. Posteriormente, la utilización de esta morfoespecie se diversificó, lo que dio lugar a una gran variedad de diseños de tipo ornamental o simbólico, más extendidos en el territorio y probablemente producidos localmente en cada región.
Respecto de la presencia de Megalobulimus en contextos extraprovinciales, en Argentina se ha registrado como adorno corporal desde el noroeste argentino hasta la Patagonia, como señalan Gordillo y Aschero (2020). En esta última región se hallaba lejos de la fuente de producción, por lo que indudablemente Megalobulimus integró redes de intercambio a macroescala, lo que también se ha indicado en otras contribuciones (Ibáñez et al., 2018; Gordillo, 2019).
Además, los artefactos hallados en la provincia de Córdoba a partir de especies foráneas, como el gasterópodo del Atlántico Urosalpinx haneti, dan cuenta de redes de intercambio y una vinculación a contextos funerarios hacia el final del período prehispánico e hispánico, lo que ha sido discutido en otro trabajo (Gordillo, 2021).
En relación con la presencia de artefactos manufacturados a partir de materia prima extrarregional, Laguens et al. (2007) interpretan para las obsidianas que:
puede ser considerada una clase de interacción donde converge lo económico, con lo geopolítico, lo simbólico y lo social, entre otros factores concurrentes, en una especie de hecho social total, producto en este caso de una tendencia hacia mayor diversidad y heterogeneidad estructural en la forma de vida cazadora y recolectora del sector austral de las Sierras Pampeanas en el Holoceno medio y final. (p. 23)
Además, las prácticas sociales rituales y extradomésticas, que se extienden desde el Holoceno temprano al tardío, habrían permitido “reforzar lazos identitarios, formalizar alianzas y legitimizar el poder de algunos individuos” (Rivero, 2015, p. 31).
Por lo tanto, en virtud de estas consideraciones, los artefactos malacológicos también habrían materializado las interacciones (sociales, políticas y económicas) entre los grupos humanos a nivel local, regional y extrarregional.
En conclusión, este trabajo es un aporte para la arqueología de las sierras y llanuras de la provincia de Córdoba (Argentina), especialmente para el conocimiento de la organización de la tecnología de adornos entre los grupos cazadores-recolectores y horticultores que habitaron la región durante el Holoceno tardío. Se analizaron artefactos malacológicos procedentes de distintas colecciones desde una perspectiva taxonómica, tecnológica y cuantitativa, comparando incluso sus frecuencias entre diferentes áreas. Se discutió en el intento de comprender los contextos de confección, uso y descarte, así como explorar las causas de su variabilidad. A pesar de las limitaciones dadas por la información imprecisa de los contextos superficiales, se brindó información sobre el modo de uso de los objetos. Además, en base a las escasas dataciones disponibles, se ubicó en ca. 4000 años AP el marco temporal más temprano de uso de los adornos, lo que sugiere una diversificación de materiales y diseños hacia fines del Holoceno tardío.